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Pontificia Universidad Javeriana

Maestría en Psicología Clínica


Pensamiento Psicoanalítico
Leonardo Ariza Ruiz
Diciembre 2 de 2010

En el presente trabajo se va a hacer un análisis de la película “the Burning Plain”


desde la óptica de los desarrollos hechos por Meltzer en el psicoanálisis. Es una forma de
concretar algunos de los planteamientos más sobresalientes de este autor, a través del
séptimo arte. Aunque son varios los personajes que aparecen en la película, se va a tomar a la
protagonista y las diferentes vivencias que muestra a lo largo de su vida, que nos ayudarán a
comprender y acercarnos un poco mejor al pensamiento de Meltzer.
Se trata de una adolescente que descubre que su madre tiene un amante, lo que
hace que descuide las atenciones de ella, de sus hermanos y de su padre. Esta adolescente
tiene que lidiar con el hecho de ver a su madre teniendo relaciones genitales con ese otro
hombre, lo que siento empieza a romper la relación con la madre. Este momento hace que la
protagonista este en constante oscilación entre lo bidimensional y tridimensional; entre los
compartimentos del cuerpo de la madre y diferentes estados mentales; pero el “accidente” en
el que muere la madre por acción “pasiva” de la hija, hace que esta mujer se refugie
definitivamente en el claustro como una acción protectora frente a la culpa y la depresión por
la pérdida de ese objeto externo madre, con quien también se identifica.
Ampliemos estas ideas. Tomemos las dimensiones del funcionamiento mental en
donde vemos como la protagonista pasa de lo bidimensional a lo tridimensional y viceversa.
Algunas de las características de la bidimensionalidad están relacionadas con la manera en que
se perciben los objetos, ya que solo se puede estar en contacto con sus superficies, no es
posible penetrar en algún espacio interno, porque precisamente es plano. “En este estado la
significación de los objetos se vivencia como inseparable de las cualidades sensuales que
puedan captarse de sus superficies, la concepción del self es limitada, este también se vivencia
como superficie sensible”….
Dentro de lo bidimensional Meltzer junto con Esther Bick conceptualizan el término
de Identificación adhesiva, que en términos coloquiales seria pegarse a alguien o a algo,
generalmente es en relación a un objeto al que se adhiere quien cumple las funciones de
continente. Aquí también vuelve a cobrar relevancia las experiencias de piel, en términos que
es a través de la piel que se intenta poner un límite y que por otro lado es la superficie que
está en contacto con el mundo externo, por lo que cobra relevancia significativa las
experiencias registradas a través de la piel. Por ejemplo en la película, la protagonista
intentaba por medio de una marca en la piel no olvidarse de un momento significativo con el
hijo del amante de la mamá. Este dolor físico quería dejar una huella mnémica de ese
momento en el que ella también quería elaborar la muerte de la madre y librase de la culpa
por sus acciones; se pega a ese otro, en quien deposita inicialmente la “esperanza” de ser
perdonada, pero en una relación superficial y genital, en donde se aprecia únicamente la
necesidad del otro como concretización material, pero no como un alguien generador de
experiencias emocionales significativas.
Lo tridimensional se ve sobre todo en la relación con la hija, donde la protagonista
después de una fuerte confrontación consigo misma, empieza a abrir un pequeño espacio
interior en el que entra la niña y reconoce la posibilidad de establecer una familia al aceptar
que también necesita de ese otro (papá de la niña)…
Ahora para analizar esta película desde la vida en el claustro, debemos saber que
para llegar a refugiares allí adentro, es porque hay una imposibilidad para establecer
relaciones emocionales y que habitar estos compartimentos son una forma de defensa contra
realidades y dolores del mundo externo, del que precisamente se necesitan proteger.
La protagonista vive dentro del claustro, como una forma de evadir y protegerse de
la culpa por haber “matado” a su madre, después de ese incidente ella no se quiere identificar
con la maternidad por lo que abandona a su hija a los pocos días de nacida. Además porque
también puede estar temiendo que esa hija termine haciendo lo mismo que ella hizo con su
madre.
Veamos entonces como la protagonista deambula por el interior del cuerpo de la
madre enclaustrada. En el compartimento pecho – cabeza donde se encuentra el delirio de la
omnisciencia, ella en su trabajo siente que conoce todo por lo que busca constantemente la
adulación y reconocimiento de los demás

del interior del cuerpo de la madre, podemos empezar por el compartimento cabeza
pecho

1) Se relaciona con dificultades en la constitución de la fantasía de un espacio interno


o mental, y de su equivalente en los objetos, que carecerían así de interioridad.
2) Se relaciona con la construcción de un objeto continente de las distintas experiencias con un
objeto, registrado sensorialmente, tomándose como modelo las experiencias de la piel tanto
en su función de registro como de límite.
3) Se relaciona tanto con un momento en la constitución psíquica del espacio interno
(dimensión evolutiva) como con una modalidad defensiva ante estados de desmembramiento
(ansiedades catastróficas) o desmantelamiento pasivo ante el fracaso de la función continente
del objeto.
4) Se refiere a las experiencias de pasaje del plano senso-perceptivo (biológico) al psicológico.
La identificación adhesiva se ubica en el origen del funcionamiento mental y en la construcción
de la organización narcisista.

El Calustro es la incapacidad de establecer relaciones emocionales

La identificación intrusiva con objetos internos parece mostrar siempre ambos


aspectos el identificatorio y el proyectivo… un procedimiento para entrar en el cuerpo de la
madre parece ser la proyección intrusiva en el objeto interno paterno.
El objeto combinado interno aprende de la experiencia adelantándose al self y es casi
con toda certeza, la fuente del pensamiento y de la imaginación creativa

Compartimento Pecho/cabeza del objeto interno. El paciente, inteligente y culto, había


manifestado siempre, sobre todo al principio del análisis, cuando la identificación narcisista
con su madre era predominante, un exquisito uso del lenguaje -tanto a nivel de la riqueza y
precisión de vocabulario como a nivel de la sintaxis- y una gran habilidad dialéctica que podía
mutilar al contrincante con su lengua afilada y precisa. Un recuerdo infantil ilustra el modo en
que la lengua había sido el medio principal de identificación con esa madre sentida como
habladora, divertida, oportuna y precisa: “mi maestro -dijo el paciente- se masturbaba
mientras nos enseñaba a leer; apoyaba sus genitales sobre un pupitre y con suaves
movimientos se masturbaba”. Para él, enseñar ocultaba un secreto placer autoerótico y un
atropello al pasivo alumno-bebé. La ecuación lengua-pezón-pene al servicio del triunfo servía
de base al uso exhibicionista del lenguaje. La erotización de la lengua podría haber estado ya
presente en la dificultad en tragar que había padecido en su infancia y en la posterior dificultad
de aprender a pensar. La herida que se producía al alumno-bebé cuando era enseñado-
alimentado y su defensa frente a esa injuria se presentaba en el siguiente sueño: “En una
residencia, había un televisor en la pared; al llegar usted -el analista- me pregunta la diferencia
entre A y B... que no sé responder. Usted se sorprende y dice que es algo de mi especialidad y
que tendría que saberlo. Yo estoy mirando al televisor y cuando me giro usted se ha convertido
en una mujer morena de mediana edad, la más hermosa que haya visto, con unos pechos
redondos, sólo con braguita; está sentada en un tresillo. Luego me siento en ese sillón, me
acerco con mi pene al pezón y éste se ensancha hasta poder empezar a chupar el glande”
Aprender lo colocaba en una situación persecutoria -el paciente se sentía humillado y acusado
por no saber- de la que había de huir a través de la omnipotente transformación y de la
mentirosa idealización del analista con la intención de invertir la dependencia: el pezón-boca
ha de incorporar y su pene-pezón ha de alimentar al analista-madre. Desde su fantasía de
poseer las cualidades idealizadas de la madre él se dirigía al mundo altivamente, despectivo,
como un brillante sabelotodo que ha de enseñar en todo momento; mientras tanto circulaba
por su interior una secreta excitación ligada a apabullar o aplastar a los adversarios con su
sabiduría y su exquisito uso del lenguaje. Cuando residía en ese compartimento carecía de
ansiedad intensa porque estaba persuadido de poseer un objeto idealizado siempre disponible
para brindarle lo que necesitaba; así había soñado una vez que en la cabecera de su cama y
oculto tras unos cojines tenía dos grifos por donde salía buen aceite de oliva, de los cuales él y
su mujer chupaban cuando querían; esta fantasía se veía sostenida en el mundo externo por
una herencia que favorecía la creencia de que no era necesario trabajar demasiado para
conseguir todas las comodidades pues siempre se contaba con los grifos (bienes) de los
padres, y en relación al análisis pensaba que podía contar con un tratamiento infinito. En la
transferencia oscilaba entre sentirse herido y humillado por mi omnisciencia, o pretender una
pseudocolaboración de colega, o sentir un gran y sutil desprecio por este sudaca al que él
instruía sobre la lengua catalana o sobre informaciones triviales de dominio público. Pero si
habitando el compartimento cabeza/pecho podía mirar a todo el mundo desde arriba -como
en el sueño de la mujer desnuda mirada desde el balcón- también podía deslizarse
rápidamente al compartimento rectal y convertirse en un asesino, como aparecía en ese
mismo sueño.

En el compartimento rectal. Para mi paciente, este compartimento del objeto interno no era el
lugar donde la madre recogía los desechos del bebé, sino un espacio idealizado lleno de cosas
bonitas, como una natural continuación de los bellos pechos. Una vez argumentaba que “lo
que realmente excita son las nalgas, ya que es algo atávico, y por eso las mujeres muestran sus
pechos muy juntos para que parezcan nalgas...” En sus sueños solían aparecer lugares secretos
en “la parte de atrás” donde se guardaban en piscinas oscuros peces muy valiosos, o el aceite
de su pueblo. Durante una sesión, en las puertas de las vacaciones estivales produjo sueños
delante mío -en el diván-, mientras yo -detrás suyo- (con mi oreja-boca junto a su ano-pecho)
los recogía. Uno de ellos era el siguiente: “Desde una bóveda oscura y fresca salían primitivos
negros con taparrabos; el analista, que estaba dormido y de vacaciones no se enteraba de que
los negros salían. Una señora mayor y gorda iba con camiseta y bragas, llevaba un pezón en
cada nalga...” Entonces agregó: “Estoy produciendo sueños por un tubo”. En esta sesión se
defendía de la próxima separación sustituyéndome en mi función materna fecunda,
produciendo por su tubo rectal-uterino abundantes heces-bebés-negritos a los que alimentaba
con sus nalgas-pechos. En la transferencia me “alimentaba” con soporíferas asociaciones pre-
cocinadas, que no respetaban la regla básica, y que inundaban la sesión de flatulentas palabras
para encandilarme con su productividad grandiosa: ¡tantos sueños, tantas palabras! Coherente
con esta fantasía, solía pagarme con un cilindro de apretados billetes que extraía
ostensiblemente delante mío de alguno de sus bolsillos, como de glúteas bóvedas; él creía que
el analista no se enteraba de su fantasía de alimentarlo con cilindros fecales.

Compartimento genital del objeto interno. Este compartimento no era el lugar donde, en la
intimidad, el pene del padre revitalizaba a la madre y alimentaba a los bebés internos. Para el
intruso, la habitación de los padres es el escenario donde el pene ha de ser ensalzado y
admirado, ya que merece todos los parabienes; por eso, para mi paciente, el pene sólo ha de
ser contemplado si está “hinchado”; y para destacar su gran poderío consiguió una pareja que
lo seducía lamentándose y expresándole: “Tu pene es demasiado grande para mi garaje tan
pequeño”. A medida que el análisis metabolizaba su narcisismo se lanzó a una compulsiva
actividad gimnástica para mantener su cuerpo en un estado tan atlético como los modelados
cuerpos adolescentes. En un momento donde el dolor lo lastimaba soñó con “un pene muy
largo, erecto, hacia arriba, que se metía en mujeres; un pene soltero que no se vinculaba con
nadie pero que entraba y salía en una mujer y en otra, muy potente, como si nunca estuviera
abatido”. Desde esa identificación, maníaca y grandiosa con el pene del padre en el interior de
la madre interna, se dirigía al mundo seduciendo pero no amando, o deslumbrando a niñas
púberes, o manteniendo relaciones sexuales sin responsabilizarse por las consecuencias y
disimulando sus episodios de impotencia. Su pene no era vehículo de comunicación sino
secreto recurso para la autosatisfacción, según aparecía en el sueño donde él chupaba el slip.

Los estados mentales grandiosos de este paciente se basaban en la idealización del contenido
(lengua, heces y pene) sobre el continente, obteniendo la triunfal satisfacción de separar al
objeto combinado o escena primaria.
Los desplazamientos maníacos por los distintos comportamientos del objeto se realizan para
negar la separación, la envidia y la dependencia del mismo a través de la apropiación de las
cualidades idealizadas de los objetos invadidos; esto le otorgaba un excitado sentimiento de
grandiosidad, que no era otra cosa que un magro consuelo de una vida solitaria, temerosa, sin
verdaderos intereses y que transcurría sobre el inestable filo de la navaja.

El sentimiento de grandiosidad, que puede aparecer de modo fugaz y transitorio en los


neuróticos, se manifiesta de modo necesario en las personas en las que predomina el uso de la
identificación proyectiva, como en los narcisistas La grandiosidad se basa en una disociación
excesiva y una negación omnipotente que provoca un sentimiento de invulnerabilidad al self
porque disuelve sus límites. Su carácter permanente compromete seriamente a la organización
de la personalidad. El objeto combinado, al que se trata de derrotar y poseer, está
pobremente organizado. El padre sólo es reconocido como mediador para la penetración en el
objeto interno materno. La envidiosa y voraz relación con el objeto intenta apoderarse de sus
atributos: en particular la fecundidad del objeto combinado, con la intención de eliminar a los
bebés internos que participan del festín del coito parental, o para convertirse él mismo en el
productor de bebés “por un tubo”. En las personalidades psicóticas que habitan en el mundo
esquizofrénico-delirante, la grandiosidad se manifiesta en que el mundo creado
delirantemente es mayor y mejor que aquel del cual han huido; ese mundo está compuesto
por amalgamas de mutilados objetos parciales escindidos e idealizados omnipotentemente. La
grandiosidad del delirante se asienta en una cosmovisión propia y fría construida desde los
antivínculos (Bion). Los dioses, reinas, genios y sabios que deambulan por los hospitales
psiquiátricos hablan desde la exigente superioridad que otorga el residir en esa grandiosa-
nube-infernal. Estas personas hacen una grotesca representación del triunfo grandioso sobre
las relaciones dependientes de objeto.

Si retornamos al primer sueño que he relatado, donde el paciente contemplaba a la joven


desde el balcón, se puede observar que la intención del intruso es colocarse en la posición más
alta, probablemente en los balcones-pechos, para desde allí destruir por envidia a ese
necesitado objeto materno que se aleja... Por ese motivo en lugar de sentir dolor ante esa
separación, idealiza sus propias nalgas que son más atractivas que los pechos; él con sus nalgas
produce bebés-negritos y los alimenta con los pezones anales. Con esas confusiones
geográficas y zonales construye su triunfo grandioso sobre el objeto materno autónomo y
proclama que las heces del bebé son más confiables que el alimento que sale de los pechos de
la madre. He aquí el núcleo del narcisismo: la creencia de que lo propio es siempre mejor que
lo del prójimo.

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