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Himno Nacional

CORO
Somos libres, seámoslo siempre
y antes niegue sus luces el sol,
que faltemos al voto solemne
que la Patria al Eterno elevó.

ESTROFA VI
En su cima los Andes sostengan
la bandera o pendón bicolor,
que a los siglos anuncie el esfuerzo
que ser libres, por siempre nos dio.
A su sombra vivamos tranquilos,

José de la Torre Ugarte José


Bernardo Alcedo
y al nacer por sus cumbres el sol,
HIMNO DEL COLEGIO VIRGEN DE FATIMA DE
BARRANCO
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CORO

Mi colegio es feliz primavera


que preside la reina más bella,
es luz y es paz de vivir...
Y es un fértil sagrado jardín
Que le brinden sus flores risueñas,
gratitud y alabanza a su Reina,
al rendirle homenaje de honor
entre cantos fervientes de amor.

ESTROFAS

Cual celeste palomita


te posaste Madre, aquí
Del colegio sois la vida,
Gloria sois de éste jardín...
Augusto Pinochet

La fuerza de las manifestaciones de las últimas semanas han sorprendido a


todos los chilenos. El país no vivía unas protestas iguales desde el final de la
dictadura hace casi 30 años.

Entre 1973 y 1990, Chile vivió una dictadura conocida como el Régimen
Militar. El líder de esa dictadura fue Augusto Pinochet, comandante en jefe
del Ejército Chileno que llevó a cabo un golpe de Estado para derrocar al
presidente Salvador Allende.

Allende había ganado las elecciones de 1970 con una coalición de partidos


de izquierdas que promovían un sistema político y económico que
combinaba ideas socialistas y comunistas. El nuevo gobierno promovió
la nacionalización de empresas privadas que gestionaban servicios básicos
como el agua o la luz, por ejemplo.

Sin embargo, una parte de la sociedad no veía con buenos ojos las políticas
socialistas de Allende, como los empresarios, las clases adineradas o los
militares. Consideraban que su influencia comunista era un peligro.

En aquella época, el gobierno de Estados Unidos competía con la Unión


Soviética para imponer su sistema político. Por eso, la Agencia Central de
Inteligencia (CIA) de Estados Unidos financió un golpe de Estado contra
Allende.

El 11 de septiembre de 1973, los militares se sublevaron y entraron en


el Palacio de la Moneda, la sede del gobierno. Allende se suicidó en su
despacho cuando los militares entraban en el palacio.
El general Jorge Rafael Videla llegó al poder a través de un golpe de
estado en 1976 y gobernó en Argentina hasta 1981. Durante esos años se
produjeron miles de desapariciones forzadas, asesinatos de civiles
y quema de libros opositores.

El dictador contó con el apoyo del gobierno estadounidense para


mantenerse en el poder y evitar la expansión del comunismo en el
continente.

Cuando se restauró la democracia en 1983, Videla fue denunciado


por violación de derechos humanos, juzgado y condenado por crímenes de
lesa humanidad.

El periodo más duro de la dictadura


La I Junta militar le nombró presidente por cinco años. Según las
organizaciones humanitarias, 'desaparecieron' 30.000 personas
durante la dictadura, y 8.000 según cifras oficiales. La gran mayoría
de ellas fueron durante su mandato.

A Videla, que sufrió dos atentados de los que salió ileso, se le


considera el responsable de la llamada "solución final", es decir, el
asesinato de los "desaparecidos", y comenzó el llamado "tráfico de
bebés", mediante el cual los militares robaban los hijos a los
detenidos.
En una imágen que recordaba a otras ignomiosas dictaduras,
Videla ordenó una quema libros ante el Rergimiento de Infantería
Aeortransportada en su afán por perseguir "la infiltración marxista". 
En la hoguera ardieron obras de García Márquez o Neruda, y
censuraron desde los escritos de Einstein hasta los tangos de
Gardel.
En 1981, terminado su periodo de presidencia, fue sustuído por
Roberto Eduardo de Viola. Con la llegada de la democracia, en
1983, Raúl Alfonsín ordenó el comienzo de los juicios contra los
altos mandos militares y Videla fue uno de los primeros en ser
juzgados. Fue detenido en 1984 y condenado a prisión perpetua en
1985. Se le atribuían más de 300 privaciones de libertad, 93 casos
de tortura ("tormentos") y al menos 66 asesinatos.
Sin embargo, el gobierno de Alfonsín dictó las polémicas Leyes de
Punto Final y Obediencia Debida, por las que se estableció
la paralización de los procesos judiciales contra los imputados
militares de rangos intermedios como autores penalmente
responsables de haber cometido delitos durante la dictadura.
Finalmete, en 2005, la Corte Suprema declaró inscostitucionales
estas leyes , abriendo la puerta a nuevos procesos.

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