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PRODUCCIÓN

Y ANÁLISIS
MUSICAL
I
U N I D A
D I I I

CUMBIA
DISCOGRAFÍA OBLIGATORIA
"MOSAICO” (“CUARTETO IMPERIAL ), VERSION EN ESTUDIO DE T.V.

“CORAZÓN VALIENTE” (GILDA) VERSIÓN DE GILDA EN EL DISCO HOMÓNIMO, 1995, ARGENTINA, LEADER MUSIC.

“Y AHORA TE VAS”, (LA NUEVA LUNA) EN “HUMILDAD Y TALENTO”, 2000, ARGENTINA, INDEPENDIENTE.

“DIME SI ERES FELIZ” (HERNÁN Y LA CHAMPIONS LIGA), 2000, ARGENTINA, INDEPENDIENTE.

“TIRATE UN PASO” (LOS WACHITURROS), 2011, ARGENTINA, AKKUA.

“MAMA PEPA”, (LOS PALMERAS) EN LOS PALMERAS, 1976, ARGENTINA, MRG

"EL EMBRUJO" SINFÓNICO, (ESTANIS MOGOLLÓN) POR LOS PALMERAS EN VIVO CON LA FILARMÓNICA DE SANTA

FE.

"LA DANZA DE LOS MIRLOS" (LOS MIRLOS), SENCILLO, 1972

"LA DANZA DE LOS MIRLOS, (LOS MIRLOS), SESIÓN COMPLETA DE LOS MIRLOS PARA PLAYLIZT.PE

“UNA CERVEZA” (RAFAGA), "RÁFAGA, EL REGRESO", 2018, ARGENTINA.

"EL PASO" (MISS BOLIVIA) , MISS BOLIVIA, PANTERA, 2017, ARGENTINA, SONY MUSIC.

"

1
Facultad de Bellas Artes

Universidad Nacional de La Plata

Producción y Análisis Musical I-III

Apunte de cátedra

Prof. Santiago Romé

Cumbia

La cumbia en nuestro país es un género que se desarrolla y populariza en


la segunda mitad del siglo XX, en el marco de la irrupción y avance hacia el centro
de la escena política, nacional y continental, de amplios sectores populares.
Eminentemente plebeyo y mestizo, posee las cualidades típicas de las músicas
populares de nuestro continente –complejidad rítmica, danza y canción-. Si bien
comparte con otros géneros populares -como el cuarteto cordobés- algunas
semejanzas rítmicas tales como la estructura métrica binaria y el contraste
pulso/contratiempo, y una nítida pertenencia de clase, podemos señalar distintas
tradiciones con las que a lo largo de su historia se ha nutrido y relacionado. El
contexto histórico en que surge y se desarrolla está marcado en su inicio por el
quiebre establecido por la 2° guerra mundial y la irrupción del peronismo en la
esfera internacional y local respectivamente. La denominada ´guerra fría´ fue una
cuestión determinante de esta época en que el mundo se dividió, con enormes
matices, entre dos modelos político económicos –capitalismo/comunismo- o
superpotencias –EEUU / URRSS-como tal vez nunca había ocurrido en la
historia. A su vez, a esta etapa suele subdividírsela en dos momentos
antagónicos: la denominada “edad dorada” que abarca desde el 45/46 hasta el
73/76, y a partir de esta fecha la época de “restauración conservadora” –la
finalización de esta última sub-etapa es objeto de debate, en función de que

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algunos sostienen que todavía continúa y otros pensamos que sufrió un quiebre y
una transformación estructural en gran parte de Latinoamérica hacia la primera
década del siglo actual-. La etapa consignada como “edad dorada” refiere, a muy
grandes rasgos, a un momento de intervencionismo estatal sobre la economía –
aún en el capitalismo- que provocó una gran expansión industrial acompañada de
políticas de protección social y distribución de la riqueza que dieron lugar a una
movilidad social ascendente. Además del desarrollo armamentístico y la disputa
expansionista –generalmente violenta- entre las dos superpotencias sobre casi
todas las regiones del mundo, existió también una suerte de “competencia
positiva” entre los dos modelos en disputa por ver cuál de ellos garantizaba más
derechos sociales y mejor standard de vida. Sumado a esto, los adelantos
tecnológicos relacionados a la producción de alimentos y la medicina sumados a
las mejores condiciones de vida contribuyeron a un muy significativo aumento de
la tasa de natalidad y de la expectativa de vida que contribuyeron al crecimiento
de la población mundial, particularmente de las nuevas generaciones. La
migración del campo a la ciudad y la generalización de los niveles de instrucción
básicos junto al enorme crecimiento de las matrículas secundarias y universitarias
fueron algunas de las consecuencias más importantes de este proceso,
contribuyendo también a la consolidación de una subcultura juvenil relativamente
autónoma. No obstante esto y considerando que dichos fenómenos sociales se
dieron con mayor intensidad en los países centrales o dominantes (sobre todo en
EEUU e Inglaterra), es interesante observar el modo en que estas dos etapas
históricas se desarrollaron en nuestro país. Recordemos que desde la década del
30 en menor medida y con mayor intensidad durante la primera etapa del
peronismo en el gobierno (1946-55) se produce una migración muy importante
desde el interior del país hacia los alrededores de las grandes ciudades –
fundamentalmente Capital y Córdoba- impulsada por el proceso de
industrialización y nacionalización de los recursos naturales y los servicios. A su
vez, este proceso de migración del campo a la ciudad fue acompañado de
grandes conquistas en torno a derechos laborales y sociales articuladas por el
peronismo, dando lugar a que los sectores populares pudieran destinar cada vez

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mayor tiempo y dinero a la cultura y el esparcimiento. Si bien el bombardeo a la
Plaza de Mayo y el violento golpe de estado del año 1955 comenzó a horadar las
bases políticas (sobre todo las bases sindicales y obreras) de este proceso, el
modelo económico y los derechos sociales que se habían consolidado con el
primer peronismo pudieron sostenerse hasta el año 1975. En este período (1955-
75), la “edad dorada” estuvo matizada en nuestro país por una gran inestabilidad
política provocada por la intervención autoritaria y violenta de las Fuerzas
Armadas que mediante proscripciones y golpes de estado –digitados en gran
medida desde EEUU- pugnaban por terminar con los niveles de desarrollo
industrial y soberanía económica que nuestro país había alcanzado. Pero lo que
aquí nos interesa señalar de toda esta etapa entera (1946-75) es la profunda
reconfiguración cultural y social que experimentaron los sectores populares que a
raíz de las migraciones, los cambios en sus formas de vida (del trabajo rural al
industrial y urbano), la organización sindical, el ascenso social, la participación
más o menos directa en las decisiones políticas, el acceso a niveles de instrucción
y formación educativa, el acceso a medios culturales -el cine, la radio, el disco y
luego la TV-, contribuyeron al desarrollo de un muy rico y diverso panorama
musical en el que se destacaban las músicas de nuestra región y de
Latinoamérica. Por este motivo es que en esta etapa confluyen el denominado
“boom” del folklore con grupos y orquestas de música caribeña/tropical y otros que
alternan y circulan por este repertorio y el tango junto a las viejas danzas
populares traídas desde fines del siglo XIX por los inmigrantes en su mayoría
italianos y españoles–tarantela y paso doble-, reinterpretadas y transformadas por
sus hijos argentinos. Pero es significativo destacar que las canciones que
circulaban (a pesar de que lo géneros “tropicales” estuvieran atravesados o
producidos por discográficas estadounidenses e inglesas) eran mayormente
latinoamericanas, y por lo tanto poseían cualidades rítmicas semejantes y eran
cantadas en castellano. Si bien en paralelo el Rock estaba realizando un fuerte
desembarco, los sectores populares no se identificarían masivamente con él hasta
mucho tiempo después, y tal vez el rápido y original desarrollo del Rock nacional
tenga alguna relación con esta cuestión. El fenómeno denominado “La nueva ola”

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y el exitoso programa televisivo “El Club del Clan” producidos para el mercado
latinoamericano por RCA hacia principios de los 60 tal vez sea un ejemplo de
transición o mezcla entre estas dos tradiciones –latina y anglosajona- y de las
expresiones culturales que comenzaban a interpelar a los jóvenes como un sector
social relativamente autónomo. Este programa que promovía canciones e
intérpretes (nucleaba a famosos cantantes de la época que provenían del folklore,
el tango, la música caribeña, el bolero, etc.) si bien poseía un perfil estético,
discursivo e ideológico vinculado a los estereotipos más triviales de la nueva
subcultura juvenil importada de los EEUU, debía echar mano sobre ritmos latinos
para interpelar y seducir a un público lo más amplio y popular posible. Hasta
mediados de los sesenta, gran parte la música popular que circulaba –aún el
primer rock- era cantada en castellano y mezclada con ritmos latinoamericanos.

Cumbia criolla

La cumbia, oriunda de Colombia, llega a popularizarse en nuestro país


hacia la década del ´60´ a través de grupos como el “Cuarteto Imperial”, “Bovea y
sus Vallenatos”, “La charanga del Caribe”, “Los cartageneros” y los “Wawancó1”
entre otros. Un tiempo antes, en la década del 40, el músico colombiano Lucho
Bermúdez había grabado para RCA algunos de sus temas y arreglos para
orquesta –fundamentalmente de vientos y percusión- en nuestro país. A muy
grandes rasgos, la cumbia colombiana denominada como ´tradicional´ se
diferencia de la que tocaban los grupos mencionados en función de que, si bien el
ritmo es semejante, generalmente suele tocarse con instrumentos de viento
denominados ´gaitas´ y se acompaña con maracas y tambores que ejecutan tres
funciones rítmicas: la tambora, que suele hacer la clave en la cáscara con un
golpe en el parche hacia el último contratiempo; el tambor denominado llamador
que ejecuta permanentemente el contratiempo, y el tambor ´alegre´ que improvisa.

1
Los Wawancó fueron un grupo heterogéneo ya sus integrantes pertenecían a distintos países –Colombia,
Costa Rica, Perú, Chile, Argentina y se habían conocido estudiando medicina en nuestra universidad -
U.N.L.P.-, dando cuenta de la familiaridad que evidentemente existía en dichos países con estos ritmos
latinoamericanos. De hecho algunos grupos poseían integrantes de diversas nacionalidades mezclándose
sudamericanos con caribeños. Uno de los primeros que graba cumbias en nuestro país es el colombiano
Lucho Bermúdez con el sello discográfico RCA Víctor en 1946.

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Pero varios de los grupos referidos tocaban también otros géneros colombianos y
caribeños tales como el porro, el merengue, la guaracha, el son, el tamborito
panameño, el jalaíto, la charanga, la gaita, el bullerengue, la chalupa, la bomba
plena, el mambo, los vallenatos, el son, etc. Algunos de estos ritmos son muy
similares a la cumbia como es el caso del porro, mientras que otros pertenecen a
diversas tradiciones y procedencias centroamericanas con algunas semejanzas y
diferencias. Inclusive algunos grupos argentinos formados en la década del 70
como el “Trío Rubí” y el “Cuarteto Alegría” continuaron tocando algunos de estos
otros géneros junto a la cumbia. De hecho desde los 60 hasta la actualidad
podemos observar como en distintos grupos y referentes del género aparecen
algunos toques o estructuras rítmicas provenientes de estas influencias, a veces
superpuestos a materiales típicos de la cumbia o a veces en secciones formales
completas. Tal vez la cumbia argentina y la gran variedad de estilos que se fueron
desarrollando en torno de ella representa una síntesis con algunos elementos de
estos géneros caribeños, un espacio de confluencia y homogeneización, que
encontraron en las condiciones anteriormente expuestas de la Argentina de esa
época un lugar propicio para su mezcla y desarrollo. Tal vez esta cuestión de que
la cumbia en Argentina sea más una confluencia de diversas tradiciones musicales
que un género en sí mismo explique la enorme diversidad y sofisticación que
podemos encontrar en muchísimos arreglos de diferentes grupos en todas la
épocas. A su vez debemos agregar y tener en cuenta que algunos rasgos rítmicos
de estas músicas caribeñas también están presentes en parte de la música andina
del noroeste y en menor medida del noreste. Materiales rítmicos característicos de
la cumbia como la clave , el 3+3+2, el acento a contratiempo aparecen por
ejemplo en gran parte de la música andina (los diferentes huaynos, la saya, el
taquirari, el tinku, etc.). También comparten cierta ambigüedad entre lo binario y lo
ternario –en la cumbia esta ambigüedad se da más sobre la subdivisión y sobre
todo en los cortes de sección, mientras que en el huayno y la saya aparece como
un componente estructural en todos los niveles rítmicos –metro, pulso, división y
subdivisión-. Recordemos que en la polca del nordeste ese tipo de ambigüedad o
irregularidad se da en la secuencia métrica de las melodías. Recordemos también

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que la relación entre estos géneros de metro binario desarrollados a lo largo de la
cordillera de los andes posiblemente responda a la conexión y desarrollo histórico
que conectaba la región a partir del imperio Inca y otros grupos aborígenes
preexistentes a la invasión europea, atravesados por un largo mestizaje y
sincretismo en torno a la organización colonial del Virreinato del Perú2.

Hay quienes a su vez sostienen que en nuestro país la cumbia tuvo gran acogida
en el litoral desarrollando un vínculo estrecho con el chamamé y la música
litoraleña. Hay tres cuestiones que abonan esta idea: por un lado el hecho de que
el ámbito donde se baila la cumbia en nuestro país adopta el nombre de bailanta
que proviene de la música litoraleña; otra cuestión en común entre ambos géneros
es el importante rol que juega el acordeón en las introducciones, interludios y
contramelodías superpuestas a la melodía principal que acompañan realizando
melódicamente la armonía o con arpegios de ritmo variado; y la tercer cuestión
que vincula ambos repertorios es el hecho de que una de las primeras corrientes
de desarrollo original de la cumbia argentina haya sido la denominada cumbia
santafesina iniciada hacia mediados de la década del 70 con grupos legendarios
como “Los del Bohío” y “Los Palmeras”, continuados por nuevos grupos como “Los
del Fuego”, “Los Leales” y “La nueva luna” entre tantos otros. Podemos agregar
una cuarta cuestión que nos permite construir una relación indirecta entre estos
repertorios que tal vez haya tenido incidencia en este vínculo tropical-litoraleño:
algunos de los géneros caribeños que ya mencionamos como el Jalaíto y el
Merengue ternario y que eran tocados con frecuencia junto a la cumbia en los 60
y 70 son similares al chamamé en el sentido de que poseen un bajo en ¾ que toca
a tierra el arpegio del acorde e instrumentos de percusión agudos que marcan un
6/8 (algunos temas plantean cierto grado de ambigüedad, en función de que el
bajo por momentos pareciera pasarse del ¾ a una especie de 3+3+2, y en
ocasiones al bajo en ¾ se le superpone una percusión de división binaria en 2/4).
Por otro lado y más allá de posibles relaciones con el repertorio litoraleño,
podemos agregar que la cumbia santafesina o litoraleña se desarrolla en dos

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El Virreinato de Perú abarcaba, además del país homónimo, los actuales territorios de Argentina, Chile,
Bolivia, Paraguay, Uruguay, Ecuador, Colombia y Panamá

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direcciones: por un lado continúa con la tradición –la del Cuarteto Imperial- sobre
todo en lo que concierne al rol del acordeón –Los Palmeras-, pero también
desarrolla un nuevo estilo que reemplaza el acordeón por la guitarra eléctrica en
la función de realizar contramelodías superpuestas y complementarias de la voz
principal –Los del Bohío- y en general con un tempo más rápido. Otro elemento
sugerente de esta relación entre ambos géneros es el denominado “chamamé
tropical”, surgido hacia principios de los 80 y que tuvo como primeros referentes a
“Los Caú” y “Los Caté”. Este chamamé suele ser muy rápido, con comienzos de
frases más frecuentemente “a tierra” que el tradicional (acéfalo) y con una
percusión que suele enfatizar un rígido 6/8. Pero más allá de estas relaciones que
podemos encontrar entre la cumbia y otros géneros que pueden contribuir a
entender las razones por las cuales la cumbia tuvo una rápida y profunda
apropiación por parte de amplios sectores populares argentinos (la cumbia
también tuvo un gran desarrollo en otros países latinoamericanos), señalemos
algunos materiales rítmicos y características musicales que la identifican. En esta
primer etapa y a muy grandes rasgos podemos afirmar que la cumbia difundida en
nuestro país por los grupos mencionados se caracteriza por poseer el formato de
canción tonal con frases breves de 4 u 8 compases en 2/4 o 4/4, generalmente
simétricas, acompañadas por contrabajo/ bajo eléctrico, guitarra y/o teclados,
acordeón y percusión –congas, huyra y set de timbaletas3-. A la voz principal solía
realizársele en el estribillo una tercera paralela o simplemente se intercalaba el
solista con el resto cantando en unísono. Los materiales rítmicos básicos que
caracterizan la trama de acompañamiento son los siguientes:

3
Las timbaletas en general suelen estar conformadas por dos tambores con distinta afinación (macho y
hembra), un cencerro, un jamlock y un platillo. El trío de Timbaletas, Congas y Huyra que se estandariza
como percusión clásica de la cumbia es una mezcla de la instrumentación de la cumbia colombiana
tradicional con la que adquiere la Salsa hacia 1970 con excepción del bongó.

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= Toque de tumbadora “apagado” (apoya la mano sobre el parche)
= Toque de tumbadora “galleta” (queda la mano apoyada del golpe anterior y la otra toca el
parche).

= Toque de tumbadora “tono” (solo una mano toca el parche y no queda apoyada).

***La clave puede ejecutarse con el Güiro, la cáscara de la timbaleta, el jamblock, o


combinando el jamblock y la campana. El toque a tierra suele hacerse con el jamblock o la
campana. El toque a contratiempo, además de ser acentuado por las congas, suele aparecer
en el estribillo o en algunas secciones ejecutado con el platillo. Respecto de los dos tipos de
bajos característicos, es importante resaltar que suelen “tumbarse” –omitir el primer tiempo
ligando la última corchea-.

A su vez y al igual que en gran parte de la música para bailar, hay un permanente
juego de contrastes rítmicos entre la continuidad y los cortes –a veces sólo se
producen con un silencio de un compás de duración-. Estos últimos suelen
producirse en los cambios de sección formal:

En la cumbia podemos también observar con mucha frecuencia cortes parciales o


“marcas” que a diferencia de los cortes generales, son ejecutados sólo por un
instrumento –generalmente sobre los parches de la timbaleta- mientras el resto
continúa con la trama:

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Podemos agregar a la trama rítmica ciertos toques que suelen hacerse con
teclado –habitualmente en octavas-, similares a toques típicos de la Salsa y otros
géneros caribeños que desarrollan una especie de arpegio con un patrón rítmico
de un compás de duración que suele acentuar en las notas agudas.

Otras variaciones posibles:

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Si bien los arreglos son muy relativos a las características y posibilidades de cada
grupo es importante destacar que si bien los materiales son sencillos en sí mismos
y poseen un alto nivel de recurrencia, suelen distribuirse de distinta manera a lo
largo del arreglo generando cambios permanentes más o menos sutiles en la
textura, el timbre, la acentuación y en definitiva el ensamble rítmico resultante.
Estos cambios suelen no ser drásticos (en muchos instrumentos o funciones
rítmicas a la vez) ni evidentes, provocando una suerte de pequeñas y
permanentes variaciones, que a su vez evitan la repetición literal conservando la
continuidad y previsibilidad que demanda la posibilidad de que sea bailada.

Pero si seguimos preguntándonos por los probables motivos por los cuales la
cumbia se asentó con tanta fuerza en nuestro país podemos también observar que
entre las décadas del 50 y del 60 se realiza aparentemente por parte de la
industria discográfica un desplazamiento de aquellas músicas denominadas
´tropicales´ que se tocaban y bailaban en nuestro país y en parte de nuestro
continente, desde el Caribe central –Cuba- hacia Colombia. En los 50 gozaron de
cierto auge grupos e intérpretes de música cubana tales como Carlos Argentino
acompañado por “Los matanceros de Santa Marta”, “Dámaso Pérez Prado y su
Orquesta” o “La Sonora Matancera”. Hacia los 60 pareciera haber cierto
desplazamiento de este repertorio en los ámbitos de difusión por grupos como el
del Cuarteto Imperial y los Wawancó, grupos que, con lenguajes diferentes, sí se
abocaban casi exclusivamente a la cumbia o que a lo largo de los años 60 fueron
dejando de lado los otros géneros caribeños antes mencionados. Tal vez la
revolución cubana -1959- haya tenido alguna influencia en esto, considerando que
las discográficas más importantes –RCA Víctor y Columbia Records- eran
estadounidenses e inglesa –EMI-, y por lo tanto es probable que empezaran a
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buscar representantes ´tropicales´ y latinoamericanos menos asociados a todo lo
que tuviera que ver con la Cuba revolucionaria4. Esta cuestión es sólo una
hipótesis precaria que deberá ser indagada en profundidad en futuras
investigaciones. Pero es probable también que en función de las semejanzas
anteriormente mencionadas con las músicas de nuestra región –del noroeste y del
litoral-, la cumbia haya sido el género tropical que en alguna medida pudo
interpelar a las clases populares que encontraban algunas de sus características
familiares.

Si bien una descripción pormenorizada y cronológica de los diferentes estilos de la


cumbia argentina excede el presente apunte, es importante señalar algunos
cambios significativos que ha tenido la cumbia en los últimos años. Por un lado la
aparición, influenciada por la gran presencia que ha tenido la cumbia desde los 90
en todo tipo de ámbitos festivos y bailables (discotecas, fiestas, espectáculos
públicos, etc.), de un toque percusivo a tierra típico de la música electrónica 5. A
este toque suele superponérsele otro material rítmico que ha reaparecido con
fuerza, el 3+3+2, que ya estaba presente en el bajo de algunas cumbias
colombianas y sobre todo de muchas músicas caribeñas, sólo que ahora suele
también tocarse en la percusión. Recordemos también que este ritmo está
presente en muchos otros géneros de nuestro país –tango, milonga, chamarrita,
rasguido doble, etc.-. Podemos, a modo de síntesis, concluir que la cumbia en
nuestro país se ha ido constituyendo como una síntesis muy rica y diversa de
músicas caribeñas vinculadas y mestizadas con otros géneros y tradiciones
musicales de nuestra región que conservan algunas cualidades comunes -sobre
todo rítmicas-, dando cuenta de que aún en músicas atravesadas por distintos
4
En relación a la hipótesis de la influencia de la Revolución cubana en el supuesto giro hacia Colombia por
parte de las discográficas, no podemos dejar de mencionar que en la misma época también se da el
fenómeno de la Salsa en Nueva York y luego en Miami, que fue una reinvención en EEUU de la música
Cubana y Puerto Riqueña ejecutada en gran medida por cubanos antirevolucionarios o anticastristas
emigrados, y financiada por las mismas discográficas. En función de esto debiéramos pensar que en todo
caso las discográficas estadounidenses dejaron de promover la música Cubana hacia el sur del continente,
mientras que la rebautizaban y fusionaban con el jazz en su propio territorio.
5
Este toque se realiza con un sonido electrónico compuesto por un grave muy profundo y a su vez un
componente agudo y metálico en el ataque. El contraste que genera su presencia y ausencia en algunos
arreglos de cumbia contemporáneos resulta determinante en la sonoridad y carácter expresivo de las
distintas partes del tema. Combinado con el 3+3+2 genera el toque característico del “reagueton”.

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imaginarios y relatos, y que por lo tanto suelen considerarse diferentes –inclusive
antagónicas- se evidencian relaciones entre músicas de todo el continente,
ratificando en la cumbia, al igual que en otras expresiones populares, ciertos
niveles de unidad cultural latinoamericana.

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Material para
analizar.
Partituras de
Cumbia.
Facultad de Artes- UNLP
Producción y Análisis Musical 1

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Paisaje
Propuesta para clase de prácticos de PyA1


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Bajo eléctrico

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Claves

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Bom. Conc.          

No debemos de pensar que ahora es diferente


Mil momentos como este quedan en mi mente
No se piensa en el verano cuando cae la nieve
Deja que pase un momento
Y volveremos a querernos

Jamás la lógica del mundo nos ha dividido


Ni el futuro tan incierto nos ha preocupado
Una vez los dos dijimos: "hay que separarse"
Mas deshicimos las maletas antes de emprender el viaje

17
Contramelodías
Te quise olvidar

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Karina

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Te qui seol vi dar Tus be sos bo rrar es tu ve con o

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Estribillo

Piano

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Vo.

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a quéab sur doy que lo co pe n sar que con o tro cuer po tei baol vi i

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10

Vo.

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da ar

Pno. 

Observar el tipo de movimiento melódico, mayormente por grado conjunto hacia sonidos de
las tríadas de los acordes a excepción del final de la frase, donde se escucha un salto
importante. Podemos considerarla como una CONTRAMELODÍA SUPERPUESTA

18
La casa está sola.
El cuarteto imperial

 
                    
Gm Gm D7 Gm

Voz



                  
La ca saes ta so la so laes tá la ca sa

Acordeón

                 

3 Gm Bb F Bb
Vo.

  
       
Des de que te fuis te To do ter mi nó


Acord.

 Bb D7 D7 Gm
               
  
5

    quea
Vo.

    
      
Pues has tael jil gue ro le gre can ta ba

Acord.

  
               
7 Gm D7 D7 Gm


Vo.



                
Al no tar tuau sen cia tam bien se mar chó

Acord.

Observar la melodía del acordeón, que prioriza el movimiento rítmico utilizando notas de la tríada y
también motivos por grado conjunto; y se articula en los momentos de silencios de la melodía principal.
Podemos considerarla como una CONTRAMELODÍA COMPLEMENTARIA

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Martín Unzué

El Estado argentino
(1976-2003)

Ciclos de ajuste y cambios

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El terror: primera parte

El terrorismo de Estado en la Argentina de los años setenta es un


factor relevante para la comprensión de la nueva configuración del po-
der que se estaba gestando. Los conflictos al interior del propio pero-
nismo, entre los sectores de izquierda más ligados a cierta parte de la
Juventud Peronista y los de la derecha, comienzan a mostrar el carác-
ter contradictorio de esa agregación sostenida por Perón desde el exilio
durante casi dos décadas.
Los hechos conocidos como la masacre de Ezeiza, sucedidos al re-
greso de Perón a la Argentina en junio de 1973, y posteriormente la
ruptura entre este y los Montoneros, echados simbólicamente de la pla-
za de Mayo en el acto del día del trabajador de 1974, son un claro in-
dicador de las tensiones que expresa ese tercer peronismo, en donde
la influencia creciente de José López Rega (paradójicamente ocupan-
do el cargo de ministro de Bienestar Social) y la Alianza Anticomunista
Argentina, llamada «Triple A», van en crecimiento.
La muerte de Perón en julio de 1974, que permitirá la asunción de
su esposa a la presidencia de la Nación, termina de profundizar un pro-
ceso que buscó combatir a diversos grupos de izquierda (tanto pero-
nista como no peronista) a través de fuerzas estatales y paraestatales,
comenzando con el terrorismo de Estado que se profundizaría a partir
del golpe de 1976.
Pero hay otro elemento significativo en ese conflictivo ciclo de go-
bierno: el intento por avanzar en lo que se presenta como un «sincera-
miento» de la economía, golpeada por la crisis mundial de 1973, que
parece mostrar el límite a un prolongado ciclo signado por la industria-
lización por sustitución de importaciones y la versión local del Estado
de Bienestar-populista. Para ello se buscará reducir el déficit fiscal, pe-
ro también rever a la baja la participación de los salarios en el ingreso
nacional. La llegada de Celestino Rodrigo al Ministerio de Economía,
impulsada por el propio López Rega, y el lanzamiento de su plan eco-
nómico en junio de 1975, va a indicar el comienzo del fin del ciclo del
Estado de Bienestar keynesiano con pleno empleo.

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Martín Unzué

El ya mencionado Rodrigazo significó un abrupto giro en la política


económica. Un sorpresivo conjunto de medidas tendientes a alterar las
estructuras de precios relativos de la economía, con sus consecuencias
inmediatas sobre las estructuras de poder político. La fuerte devalua-
ción de los tipos de cambio vigentes junto, al aumento de las tarifas pú-
blicas y de combustibles para recomponer las cuentas de las principales
empresas públicas, desatan una ola inflacionaria que licuaría muchas
deudas de ciertos sectores empresariales, pero también y fundamental-
mente, los salarios de los sectores trabajadores. De este modo, parece
asomar el fin del modelo de la redistribución del ingreso promovido
por el Estado para el sostenimiento del consumo interno, fundamental
a su vez para la producción de la industria nacional, no siempre com-
petitiva como para exportar.
Pero el Rodrigazo es un fracaso pues consigue como respuesta la
primera huelga general promovida por la CGT contra un gobierno pe-
ronista.1 Punto relevante, el peronismo en crisis, sin poder recomponer
su liderazgo, parece mostrar una menguante capacidad de disciplinar
a los sindicatos, esos mismos que pocos años antes, en Córdoba, ya ha-
bían mostrado su poder de veto.
Así, los intentos por dar vuelta la página del ciclo del capitalismo
periférico en Argentina no parecen confiables, más allá de las volun-
tades del gobierno. Las bases de su sustento se muestran conmovidas
y la rápida salida de Rodrigo del Ministerio de Economía no será sufi-
ciente para revertir el camino iniciado: se ha mostrado el juego, y se
han presentado las impugnaciones. El gobierno débil y acorralado, es
descabezado por la Junta militar encabezada por el hasta ese momento
jefe del ejército, Jorge Rafael Videla.

1. En rigor, la activación del movimiento obrero en contra del plan de


Rodrigo será amplia, y llevará a dos paros generales a partir de junio de 1975 y
a un enorme número de huelgas parciales y movilizaciones diversas, las que se
inician en buena medida en la provincia de Córdoba con una importante acción
de los trabajadores de la industria automotriz, aunque la protesta se extienden
rápidamente por todo el país.
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El plan económico de Martínez de Hoz

El golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 dio paso al autodeno-


minado «Proceso de Reorganización Nacional». Sin dudas, los objeti-
vos de los promotores directos e indirectos del golpe resultaban ambi-
ciosos, como lo indica este nombre elegido.
No sólo estamos frente a un nuevo quiebre de la institucionalidad
«democrática» que someterá al país a casi ocho años de una profunda
represión signada por la puesta en marcha sistemática de acciones de
terrorismo por parte del Estado, con las consecuentes violaciones a los
derechos humanos y a la mayor parte de las libertades civiles y políti-
cas, sino que también reflejará la clara decisión de reorientar el rumbo
político y económico del país. El terrorismo es la excusa, aunque la
transformación planteada va mucho más allá.
El liberalismo pregonado por los nuevos ocupantes del Ministerio
de Economía, siguiendo una tradición cada vez más consolidada en
América Latina, tuvo la particularidad de combinar la defensa de la
«libertad» económica con la represión política extrema, con la total au-
sencia de libertades políticas, pero también de buena parte de las civi-
les.
Esta aparente inconsistencia es salvada por un lado, por una opera-
ción sencilla y de la que el liberalismo ya había dado reiterados ejem-
plos: la total separación de las esferas política y económica. Ello le
permite al neoliberalismo latinoamericano, como expresión de los sec-
tores dominantes, limitarse estrictamente a un aspecto económico. La
libertad se reduce a una poco precisa y muchas veces contradictoria «li-
bertad de mercado», que suele vincularse con un proceso de extensión
de los espacios mercantilizados como contracara de una retirada del
Estado.
Un buen ejemplo de esta contradicción se encuentra en el prólogo
que realiza el presidente de facto Videla al libro en el que Martínez de
Hoz plantea el balance de su gestión en el gobierno. Allí Videla escribe
que la obra es «un aporte para quien lo lea, de la rica experiencia aqui-
latada a través de cinco años en la aplicación de principios que (. . . )

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Martín Unzué

mantienen su total vigencia, pues están inspirados en la defensa de la


libertad que es el bien más preciado que Dios ha conferido al hombre».1
Pero hay algo más en esa separación: el liberalismo tiene en su tra-
dición una fuerte impronta elitista de origen decimonónico. Desconfía
del pueblo y de lo popular, y tiene muy presente la diferencia entre la
república, a la que aspira, y la democracia, a la que teme.
Es con esa carga que el liberalismo vernáculo emprendió su proyec-
to de imposición de nuevos valores en la sociedad argentina, apelando
a la imagen de la república, y tal vez en sintonía con la influencia de los
diagnósticos sintetizados en el crítico informe sobre la democracia que
produce la llamada Comisión Trilateral en el año 1975.2
Este clima mundial de revalorización de posturas liberal-conser-
vadoras se verá claramente expresado en la elección del primer minis-
tro de Economía de la dictadura militar: José Alfredo Martínez de Hoz,
quien desempeñará ese cargo por cinco años.
Abogado y profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de
Buenos Aires,3 Martínez de Hoz era un claro exponente de las tradi-
cionales familias terratenientes ligadas a la Sociedad Rural Argentina,
promotoras y beneficiarias del viejo modelo agroexportador, pero tam-
bién de las incursiones de estos sectores en el mundo empresarial.4 Su
llegada al gabinete nacional es la expresión de una alianza entre esos

1. José Alfredo Martínez de Hoz. Bases para una Argentina moderna 1976-
1980. Buenos Aires: n/d, 1981, pág. 7. Es evidente la paradoja de que uno de
los mayores responsables de violaciones a los derechos humanos sostenga que
el plan implementado buscaba «la libertad».
2. Nos referimos al think tank formado a comienzos de los años setenta,
por representantes de Estados Unidos, Europa occidental y Japón. Financia-
do parcialmente por la fundación Rockefeller, dentro de sus primeros repor-
tes se encuentra el producido por Samuel Huntington, Michel Crozier y Joji
Watanuki. The crisis of democracy. Nueva York: New York University Press,
1975, es interesante ver que el diagnóstico de la «sobrecarga» de demandas
políticas que según los autores estaban recibiendo los Estados occidentales y la
necesidad de reducir las mismas, era una lectura muy compartida por aquellos
que en Argentina, ya desde fines de los sesenta a la luz del «Cordobazo», veían
el riesgo de la movilización social, en especial sindical o estudiantil.
3. Donde también recibe su doctorado, produciendo en 1968 una tesis
sobre la legislación de tierras en Nueva Zelanda. El análisis de la misma es in-
teresante para ver su concepción de un liberalismo en el que el agro con apoyo
estatal, constituye el motor del desarrollo económico.
4. La historia de la familia Martínez de Hoz se remonta a la época virrei-
nal, aunque se convertirán en grandes terratenientes tiempo después. José
Martínez de Hoz será uno de los fundadores de la Sociedad Rural Argentina
en 1866.
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El plan económico de Martínez de Hoz

grupos y las fuerzas armadas, y por ello se ha constituido en un símbolo


de la nueva orientación económica emprendida pos 1976.5
El diagnóstico de la realidad argentina con el que asume Martínez
de Hoz parte de la necesidad de una profunda revisión del papel del
Estado y de la forma de inserción del país en la economía mundial. En
este sentido, su discurso es consistente con el de buena parte de los li-
berales que intentaron previamente alterar un proceso social y político
al que consideraban «de decadencia» y que se expresaba en lo que pre-
sentaban como la combinación entre un Estado muy grande y regula-
dor, un aparato industrial ineficiente, una economía cerrada al mundo
y sin incentivos a la innovación, con excesivo peso de los sindicatos y
la considerada «patología» del peronismo (remarquemos que el claro
antiliberalismo del peronismo era respondido por el fuerte antipero-
nismo liberal, aunque esta oposición se interrumpirá en los noventa,
como veremos más adelante).
Pero la apuesta de Martínez de Hoz y los demás sectores que orien-
tan el cambio va un paso más allá cuando declara que el resultado bus-
cado es algo de mayor profundidad: la fundación de una nueva «men-
talidad». En sus propias palabras cuando realiza un balance ex post de
su gestión, Martínez de Hoz sostiene: «El saneamiento y sinceramiento
de la economía argentina que se intentó, con la consiguiente exigencia
de un cambio de mentalidad, hábitos y actitudes para realizar trans-
formaciones profundas, sólo tiene justificación en nuestra más íntima
convicción de que ello era a favor del interés general de la Nación por
encima de los intereses particulares o sectoriales».6 Ese era el objetivo
declarado, ambicioso desde el propio nombre con el que se auto iden-
tifica el golpe: alcanzar la reorganización nacional.
Por ello, el papel del Estado en ese nuevo escenario propuesto por
el plan lanzado en 1976, se comienza a preparar con la instalación del
discurso sobre la ineficiencia de lo público, que lleva a la necesidad de
achicar y transferir las tareas del Estado al ámbito privado,7 proceso
paralelo al de la deslegitimación de la política que también estaba ali-
mentado por el discurso oficial.

5. Martínez de Hoz será juzgado por su participación en este proceso, in-


dultado en 1989 por el gobierno de Menem y posteriormente, revocado el in-
dulto, encarcelado en 2010.
6. Martínez de Hoz, Bases para una Argentina moderna 1976-1980,
pág. 12.
7. La difusión del slogan «achicar el Estado es agrandar la Nación» resultó
masiva y un claro ejemplo de este intento por reconfigurar la idea de lo estatal,
pero también de lo público, a partir de la promoción de la lectura liberal como
hegemónica.
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Martín Unzué

Sin embargo es importante ver que a pesar de las decisiones concre-


tas, el período que se abre con el golpe de Estado es una etapa inicial,
en la que aún no hay condiciones políticas para un avance sin tregua
por el sendero de las reformas que ya se habían intentado sin éxito en
múltiples ocasiones. Lo que se siembra en esos años no se concretará
en forma cabal hasta la década del noventa, cuando efectivamente se
reforme el Estado nacional de modo contundente.
Esa dictadura militar que propicia la difusión del discurso neolibe-
ral, recién en marzo de 1980 podrá sancionar la ley 22.177 que faculta
al PEN a realizar las privatizaciones parciales o totales que crea conve-
nientes.8 Salvo contadas excepciones, es poco lo que se avanza en ese
sentido.
La privatización de la flota fluvial del Estado en febrero de 1981 (la
que hacía los servicios internacionales hacia Uruguay, entre otras ta-
reas), o la privatización de algunos ramales periféricos de ferrocarriles
(como el que iba de Encarnación a Formosa) no dejan de ser medidas
más simbólicas que verdaderas decisiones que comprometan el rol del
Estado empresario. La pérdida de poder político del gobierno militar a
fines de 1982, lleva a que se suspenda el llamado a concurso para pri-
vatizar los medios de comunicación a principios de diciembre de ese
año, y que se congelen los planes de profundización del programa de
ventas.
En relación a la inserción del país en el mundo, el plan de liberali-
zación propone una vuelta a los principios del libre comercio, que lle-
varían a que el país se especialice en la producción de bienes primarios
exportables, en buena medida la forma de inserción que había intenta-
do abandonar luego de la crisis del treinta.
Si el proceso de industrialización del país se había dado al ampa-
ro de las crisis originadas en los países centrales (tanto la de los años
1929-1930 como la Segunda Guerra Mundial) y profundizado con la
ayuda del Estado interventor-empresario, generando una transforma-
ción social sin precedentes,9 los cambios propuestos por el equipo eco-

8. Paralelamente, ese mismo Estado realiza varias nacionalizaciones de


empresas que resultaron polémicas, o incluso dieron origen a denuncias pena-
les por irreglaridades. Entre ellas, la de la compañía Ítalo Argentina de Elec-
tricidad en 1977 (de la que Martínez de Hoz fue director) y la de la aerolínea
Austral, en septiembre de 1980.
9. Gino Germani será uno de los iniciadores del estudio de este proceso de
«modernización acelerada» que produce la industrialización y que altera a toda
la sociedad argentina. La consecuencia política de este cambio será la forma-
ción de una clase obrera industrial que permitirá la emergencia del peronismo
como fenómeno político. Para más datos véase Gino Germani. Política y socie-
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El plan económico de Martínez de Hoz

nómico partieron de sostener que ya era hora de revertir aquel ciclo


con más de tres décadas de implantación.
Los argumentos, relevados del discurso liberal, se centraban en una
fuerte crítica a las distorsiones generadas por la regulación estatal de
la economía, que sometía a un sector considerado «eficiente» como el
agroexportador pampeano, a subsidiar a través de transferencias pro-
movidas por el Estado, a un sector considerado ineficiente como el in-
dustrial. De ahí, que el primer objetivo del nuevo plan económico ha-
ya sido reorganizar la estructura económica del país disminuyendo los
subsidios cruzados entre sectores, los aranceles en el comercio interna-
cional y promoviendo la desregulación de ciertos mercados estratégi-
cos, con el objetivo de favorecer a los «más eficientes» incluso al precio
de sacrificar a una parte significativa de la industria nacional.
El segundo objetivo del plan, más coyuntural y también más evoca-
do, fue el de combatir una persistente inflación que, si bien estaba muy
lejos de la que se vería a fines de los ochenta, ya era presentada como
un mal originado en la acción del Estado sobre la economía.10 En este
sentido, no sólo comenzó a surgir una retórica del ajuste del gasto pú-
blico (que en la práctica tuvo poca relevancia), y un congelamiento de
salarios que sí fue determinante en la pérdida de participación de los
trabajadores en el ingreso nacional, sino que comenzó a hablarse de un
«disciplinamiento» a los empresarios que aumenten sus precios. El eje
central del plan económico adoptado fue en consecuencia, la genera-
ción de nuevas condiciones de competencia que, a los ojos del equipo
económico, iban a eliminar la inflación.
¿Pero cómo se lograron esas nuevas condiciones de competencia?
A través de una política de apertura comercial que favoreció la llegada

dad en una época en transición, de la sociedad tradicional a la sociedad de masas.


Buenos Aires: Paidós, 1962.
10. La relación entre la inflación y la ineficiencia del Estado ha sido muy
desarrollada, en especial durante las dos hiperinflaciones de fines de los ochen-
ta. El argumento extremadamente simplificado, era que el Estado emitía dine-
ro para financiar su déficit y que ese incremento de la masa monetaria era el
causante de la inflación. Sin embargo, esto no necesariamente es así, y hay nu-
merosos casos en los que una política monetaria activa no se traduce en una
inflación importante. Basta ver lo que sucede en Argentina entre los años 2003
y 2007, donde se ha combinado emisión y baja inflación. También lo que ha
hecho Estados Unidos desde hace varios años, que arrastra déficits fiscales ré-
cords, una parte de ellos cubiertos con emisión monetaria y sin niveles de infla-
ción interna importantes. En síntesis, el problema es mucho más complejo que
lo que pretende la pseudo-divulgación llevada adelante por actores interesados
en vincular el déficit con la inflación para legitimar la reducción del primero.
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Martín Unzué

de productos importados que inevitablemente empezaron a sustituir a


los productos nacionales. La llamada «liberalización» comercial favo-
reció las actividades importadoras por sobre las productoras, y esto se
presentó como una evidencia de la ineficiencia de las segundas para
competir.
Pero hay otro elemento importante y estrechamente ligado: el ma-
nejo del tipo de cambio. El nivel del tipo de cambio es una variable
central para la definición del comercio internacional. Si el tipo de cam-
bio se encuentra devaluado, se incentivan las exportaciones,11 si se en-
cuentra sobrevaluado, se incentivan las importaciones.
A partir de 1978, y ante un aumento de la inflación, el equipo eco-
nómico va a depositar buena parte de sus herramientas para controlar
ese problema en el tándem apertura comercial y manejo del tipo de
cambio.12
Si el dogma de la economía liberal supone que todos los mercados
deben funcionar en forma libre, sin intervención del Estado, esto no es
lo que sucedió con el de divisas (como tampoco sucedería en el Plan
de Convertibilidad como veremos más adelante).13 La propuesta eco-
nómica implementada fue un plan de minidevaluaciones decrecientes
preanunciadas, conocido popularmente como «la tablita cambiaria».14
Esta tabla, con vasta difusión en todos los medios de comunicación,

11. Esto es lo que ha hecho el gobierno de Georges W. Bush en Estados


Unidos desde el año 2003: mantener las tasas de interés más bajas de las últi-
mas décadas, debilitar al dólar frente al yen y al euro, y de esta forma favorecer
las exportaciones de ese país con el fin de contribuir a reactivar la economía. Lo
mismo sucedió con la administración de Barack Obama desde sus comienzos,
aunque el intento de devaluar el dólar se centró en su paridad frente al yuan
chino y algunas otras monedas de economías emergentes (como la de Brasil).
12. Un ejemplo de ello son las medidas anunciadas por el ministro de Eco-
nomía sobre reducción de aranceles a la importación, liberalización del comer-
cio exterior en los bienes que presentan mayores aumentos de precios y sus-
pensión de las exportaciones de los bienes escasos para abastecer el mercado
interno. Se pueden consultar en La Nación, 13 de abril de 1978.
13. De hecho, podemos decir que el neoliberalismo ha dado múltiples
ejemplos de pragmatismo, sosteniendo que el Estado es el responsable de to-
dos los males de la sociedad, pero recurriendo a su intervención ante cada si-
tuación de crisis sistémica. Las políticas de salvataje a determinados sectores
aplicadas masivamente en los países centrales durante la crisis del año 2009
son un claro ejemplo de ello, pero la historia argentina provee un extenso catá-
logo de situaciones similares.
14. Esta tablita funcionó desde fines de diciembre de 1978 hasta la sorpre-
siva devaluación del 2 de febrero de 1981, que aunque dio origen a una nueva
tablita, le restó credibilidad al sistema. Es interesante ver que una metodolo-
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El plan económico de Martínez de Hoz

fijaba el tipo de cambio futuro, y establecía pequeñas devaluaciones


diarias, pero a su vez, cada vez menos significativas. Es que dentro de
los supuestos del plan estaba el de lograr una paulatina convergencia
de los niveles de inflación internos con los de los países desarrollados,
gracias a la acción de la competencia entre productos locales e impor-
tados.15
Sin embargo, los bienes de una economía se pueden agrupar en dos
grandes categorías: los bienes transables que consiguen producirse en
un lugar del mundo y venderse en otro (por ejemplo un automóvil) y
los bienes no transables, es decir, aquellos cuya circulación está restrin-
gida por motivos físicos. En esta segunda categoría abundan los servi-
cios. El alquiler de un inmueble en Buenos Aires no tiene otro bien
sustituto en el precio del alquiler de un inmueble similar en San Pablo
o Tokio, simplemente, porque pocos se mudan de ciudad por el costo
del alquiler. Lo mismo sucede con una amplia gama de servicios, entre
ellos, la luz, el gas, los servicios bancarios, la peluquería, el cine, etc. . .
En consecuencia, la apertura comercial puede llevar a que el produc-
tor de automóviles vea que si aumenta sus precios no podrá vender su
producto porque los clientes lo reemplazarán por autos extranjeros,16
pero eso no le impide al dueño de un inmueble aumentar el valor del
alquiler, porque él no está sometido a la competencia de los productos
importados. Por ello, y como el índice de precios al consumidor que
mide los niveles de inflación, está formado por los precios de ambos
tipos de bienes y servicios (por una canasta de bienes que forman un
consumo tipo), que los primeros no aumenten mientras sí lo hacen los
segundos, lleva a que el nivel de inflación interno sea superior al ex-
terno. Más aún, el aumento de los segundos lleva a que se incrementen
los costos de producción de aquel que vende bienes transables, por lo
que llega un punto en el que no puede dejar de aumentar sus precios,
a pesar de que ello lo deje al margen del mercado sin posibilidades de
competir.
Este es el proceso que se va a dar en Argentina a fines de los años
setenta y que va a significar una primera ola desindustrializadora, ori-
ginada en el cierre de todas aquellas fábricas que no podían seguir com-

gía similar fue puesta en práctica en Uruguay, funcionando hasta diciembre de


1982.
15. Nuevamente este mecanismo es el antecedente más evidente del Plan
de Convertibilidad adoptado en abril de 1991, como veremos más adelante.
16. La irrupción de los autos japoneses en el mercado argentino es de los
años 1980-1981.
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pitiendo frente a los productos importados.17 Es importante notar, que


no es sólo la apertura comercial la que destruye a una parte importante
de la industria, sino la combinación de apertura comercial y sobreva-
luación del tipo de cambio, originada en el manejo arbitrario del mis-
mo, y que se va dando a medida que la inflación interna no se comporta
como estaba previsto (no se desacelera en forma abrupta).
Las minidevaluaciones decrecientes propuestas por «la tablita» su-
ponían un ritmo de contracción de la inflación que al no lograrse, pro-
movió una progresiva y acumulativa sobrevaluación de la moneda lo-
cal.18
Este período, conocido como el de «la plata dulce», significó una im-
portante destrucción de sectores enteros del aparato productivo nacio-
nal a manos de los productos importados, que no sólo eran novedosos
y en ciertos casos más desarrollados tecnológicamente, sino también
más baratos. Es de destacarse que el desempleo se incrementa más del
doble entre los años 1979 y 1982,19 aunque sigue en niveles muy bajos
comparados con los que se conocerán desde la segunda mitad de los
años noventa.
Esto se puede explicar por un triple proceso: en primer lugar el es-
tado aún embrionario del cambio tecnológico destructor de empleos.
Si bien desde el año 1978 se produce cierta incorporación de maquina-
ria y equipos, no será hasta los años 90 que las inversiones comiencen
a tener un efecto significativo sobre el nivel de empleo (volveremos so-
bre este punto más adelante). En segundo lugar, por el desarrollo del
sector servicios, y allí particularmente los servicios financieros y los li-
gados al comercio exterior. A esto se le sumaría el creciente cuenta-
propismo y el autoempleo. Bernardo Kosacoff se referirá al proceso de
«des-salarización» que se inicia a mediados de los años setenta, don-
de la baja de salarios desalienta el trabajo formal, alterando una de las
características centrales que había mostrado el mercado laboral argen-
tino en las décadas previas.20 Notemos que el problema se profundiza-
rá a lo largo del período que tratamos. Finalmente, por el papel del em-
pleo público como amortiguador de la crisis del sector manufacturero.

17. El PBI industrial del país se contrajo un 10 % entre 1973 y 1983, mien-
tras el número de trabajadores industriales cayó un 34,3 % y el salario real un
17,3 %.
18. A modo de ejemplo, en el año 1980 el peso se devalúa frente al dólar
un 23 % pero el índice de precios al consumidor se incrementa un 87,6 %.
19. Las mediciones del INDEC relevan un 2,5 % en 1979, y un 5,3 % en
1982.
20. Bernardo Kosacoff, ed. El desafío de la competitividad. La industria ar-
gentina en transformación. Buenos Aires: Cepal y Alianza, 1993.
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El plan económico de Martínez de Hoz

En este sentido, la relativa inmovilidad de los proyectos privatizado-


res a la que ya hemos hecho referencia, puede estar ligada al intento de
evitar el descrédito que hubiese generado un considerable aumento del
desempleo que no era necesario para reducir los niveles de los salarios
reales y transferir ingresos a las clases dominantes.21

21. El componente represivo del golpe militar puede estar más relaciona-
do con la necesidad de desarticular cualquier resistencia a estas transforma-
ciones, que al declarado fin de «combatir a la subversión», algo que, por otro
lado, ya se había implementado ampliamente durante el gobierno constitucio-
nal previo. La intervención a los sindicatos, la prohibición de toda actividad
gremial y la implementación de una política de secuestro y desaparición de de-
legados fabriles y trabajadores es un indicador en este sentido. Comisión Na-
cional sobre la Desaparición de Personas. Informe Nunca Más. Buenos Aires:
EUDEBA, 1984, los datos proporcionados por la CONADEP en el Informe Nun-
ca Más muestran claramente que en la distribución de los desaparecidos por
profesión u ocupación el grupo más reprimido es el de los obreros, seguido por
el de los estudiantes (ambos explican más del 51 % de los casos documenta-
dos). De este modo, lo que estamos diciendo es que el terrorismo de Estado va
a ser un elemento clave para posibilitar el cambio económico en marcha.
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Reforma financiera, endeudamiento y crisis


bancaria

Pero hay otro aspecto del plan económico puesto en marcha desde
1976 que también merece una mención por sus implicancias futuras:
la reforma financiera.
El mundo conoce desde la primera crisis del petróleo del año 1973,
una nueva etapa de la historia del capitalismo caracterizada por un
fuerte crecimiento relativo del sector financiero, propiciado por la pre-
via y unilateral declaración de la inconvertibilidad del dólar a partir de
1971.1
Los llamados «petrodólares» comienzan a circular por los mercados
internacionales, ayudados en parte por nuevas tecnologías en desarro-
llo que permiten más comunicaciones y mejor movilidad de capitales.
Incluso antes de que comience a vulgarizarse el término «globaliza-
ción», se van generando las condiciones que permitirán su existencia
en el plano financiero.2
La circulación de capitales por el mundo, en búsqueda de la máxi-
ma rentabilidad, va a significar una fuerte presión para que los Estados
brinden «condiciones óptimas» si es que pretenden recibir una parte

1. La presidencia de Richard Nixon declara unilateralmente la inconver-


tibilidad del dólar en oro, como consecuencia de las crecientes demandas de
cambio de dólares por ese metal, producto del fuerte aumento de la impresión
de papel moneda para, entre otras cosas, financiar la guerra de Vietnam. La
inconvertibilidad del dólar decretada en agosto de 1971 pone fin al sistema
financiero internacional inaugurado en Bretton Woods.
2. Si bien trataremos el tema más adelante, es importante ver que la di-
mensión financiera es una de las más relevantes del fenómeno de la globali-
zación, por la capacidad que muestra para limitar los grados de libertad con
los que pueden actuar los Estados nacionales. Si en cierta medida se asocia
globalización con debilitamiento de los mismos y sus soberanías económicas,
mucho de ello es producto de la vertiente financiera de este fenómeno, aun-
que esto no significa que la globalización se limite a ella, pues también hay un
aspecto comercial y uno cultural para nada poco relevantes.

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de ese circulante. ¿Pero para qué captar ese dinero especulativo? La


respuesta resulta sencilla para la economía clásica, y por ello no puede
dejar de sonar a nuestros oídos como algo lógico, más cuando este ha
sido uno de los argumentos omnipresentes en los discursos económicos
oficiales desde ese entonces al menos hasta la crisis del 2001.
La llegada de capitales permite un exceso de oferta de dinero que
baja las tasas de interés y esto aumenta la inversión, generando cre-
cimiento, empleo y más ingresos tributarios para equilibrar el presu-
puesto fiscal. En suma, una suerte de círculo virtuoso por el cual, no
hay precio elevado a pagar para captar una parte de ese dinero que
circula por los mercados del mundo en pos de «oportunidades de in-
versión». Este es el objetivo perseguido al generar condiciones «libres
y atractivas» para la llegada de capitales.
La reforma financiera que se realiza en Argentina a partir de 1977
va a incorporar al país a esa nueva etapa en forma bastante acelerada y
con importantes costos, y es a partir de ella que se abre el camino para
el endeudamiento externo, tanto del Estado (en sus diversos niveles),
como de las empresas públicas y privadas.3
Si revisamos algunos de los argumentos de tinte económico con los
que se intentó legitimar el golpe de 1976, no pasa desapercibido el re-
clamo por el supuesto «caos» económico reinante y el elevado nivel de
endeudamiento externo, del orden de los 4.500 millones de dólares
en 1975.4 Sin embargo, al finalizar la dictadura militar, ese endeuda-
miento ya era de 45.000 millones de dólares. ¿Qué es lo que sucedió?
¿Cómo cobra esas proporciones una deuda externa que se convertirá
por décadas en el principal condicionante de la política económica del
país?

3. Hay numerosos trabajos que se han dedicado a mostrar cómo la gran


debilidad histórica del Estado argentino, ha sido siempre su sector externo. Co-
mo consecuencia de ello, la historia del endeudamiento es muy extensa, desde
el primer empréstito de la Baring Brothers contraído bajo el gobierno de Ri-
vadavia en 1824, a los ciclos de stop and go de la economía local explicados
por la falta de divisas. Sin embargo, este último capítulo del problema del en-
deudamiento externo argentino comienza a mediados de los años setenta y,
con varias crisis intermedias, lleva a la situación de colapso del año 2002 y la
declaración del default de la deuda pública.
4. Puede haber ciertas divergencias con esta cifra, en parte por cuestiones
metodológicas, pero no con el fuerte aumento del endeudamiento en el perío-
do 1976-1984.
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Reforma financiera, endeudamiento y crisis bancaria

Muchos son los factores que convergen para este vertiginoso proce-
so de nuevo endeudamiento que emprende el Estado argentino en la
segunda parte de los años setenta. Sólo nos referiremos a tres.5
El primero de ellos es la reforma financiera iniciada en 1977, que
consistió en tres medidas básicas: reducción de las regulaciones para
la creación y funcionamiento de entidades financieras, la libertad para
la determinación de la tasa de interés y una garantía del Banco Central
de la República Argentina sobre los depósitos en las entidades financie-
ras. Con este panorama y el tipo de cambio predeterminado por el plan
económico (funcionando como un virtual seguro de cambio), las acti-
vidades especulativas florecieron. Las tasas de interés se mantuvieron
elevadas y esto garantizaba rendimientos extraordinarios en divisas6 .
Por otra parte, esas tasas de interés hacían difícil el acceso al crédito por
parte de los empresarios nacionales (problema particularmente grave
para las pymes),7 mientras que aquellos que tenían acceso al crédito en
el exterior lograron realizar negocios fáciles, sea en la pura especula-
ción con el diferencial de tasas de interés, o adquiriendo empresas que
sin créditos no estaban en condiciones de seguir funcionando.
Esto permitió que un pequeño puñado de firmas comience a desta-
carse del resto, creciendo en medio de una economía en contracción,
y diversificando sus actividades formando el núcleo de una concentra-
da burguesía nacional en torno a los llamados grupos económicos, que
como veremos más adelante, se constituirán de aquí en adelante, en
actores centrales de todo el proceso económico.8

5. El déficit fiscal tiene variadas causas, incluso ciertos análisis sostienen


que la aventura de la guerra de las Malvinas contribuyó sustancialmente al au-
mento del gasto público en los tramos finales de la dictadura militar. Sin em-
bargo, estamos centrando las causas en decisiones de política económica erra-
das que originaron fuertes perjuicios: el manejo del tipo de cambio, las garan-
tías a los depósitos en bancos insolventes y mal regulados y la nacionalización
de la deuda externa privada.
6. Con tasas de interés que podían llegar al 70 % anual, la devaluación del
peso en 1980 fue (como ya mencionamos) del 23 % frente al dólar.
7. El fuerte incremento en las tasas de interés también va a significar el
ajuste de todos los créditos, incluidos los inmobiliarios, a ritmos que en muchos
casos se hicieron impagables. De ahí el recuerdo de la famosa circular 1.050 del
BCRA emitida en enero de 1980, que autorizó esos incrementos generando una
importante ola de remates de bienes hipotecados en garantía.
8. Estos grupos económicos serán los protagonistas de la economía ar-
gentina desde ese entonces. Entre ellos podemos citar a Techint de la familia
Rocca, las empresas ligadas a Pérez Companc y Bunge y Born (grupo que termi-
nó trasladando buena parte de sus negocios a Brasil) entre otros. Los criterios
con los que se definieron estos grupos económicos permanecen en el campo de
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Pero hay otros elementos importantes en esta reforma financiera:


la combinación de tasas de interés totalmente libres y garantía total a
los depósitos bancarios se va a mostrar sumamente perjudicial cuando
estalle la crisis bancaria de 1980-1981. Si las garantías generalizadas
buscaban apoyar a las nuevas instituciones, no fueron pocas las que
quebraron dejando sus pasivos en manos del BCRA. A partir de marzo
de 1980 y a lo largo de un año, fueron más de 33 las entidades finan-
cieras liquidadas, muchas de ellas grandes y con numerosos clientes.9
Pero a diferencia de lo que sucederá en las dos crisis bancarias pos-
teriores, la de 1989 y la del año 2001, en este caso, los ahorristas no
sufrieron grandes pérdidas en forma directa. La ley de Entidades Fi-
nancieras permitió que los enormes costos de esas liquidaciones fueran
«socializados» al quedar asumidos por el Estado.10
Retomando el tema del endeudamiento podemos decir que en este
momento, el fenomenal incremento de la deuda pública argentina ya
mencionado se explica, entre sus razones internas, no sólo por el défi-
cit fiscal, sino fundamentalmente por una serie de errores de política
económica que tuvieron costos muy altos. Al mantenimiento del tipo
de cambio fuertemente sobrevaluado,11 se le deben agregar las garan-

la investigación. Entre 1975 y 1981, el 46 % de las más grandes empresas del


país desaparecieron o cambiaron de manos. El ejemplo más claro es el de la
desaparición de un mega conglomerado de empresas como Sasetru, que en el
momento de su quiebra (febrero de 1981) tenía una deuda estimada en unos
1.200 millones de dólares. Esta quiebra arrastrará la de varios bancos y finan-
cieras que estaban muy expuestos con el grupo. Pero mientras estas empresas
dejaban de existir, otro pequeño grupo de compañías creció en forma sostenida
a pesar de la contracción general de la economía, y comenzó a constituirse en
un actor no sólo económico, sino también político.
9. Bancos, financieras, sociedades de ahorro y préstamo para la vivienda
y cajas de crédito cerraron sus puertas en esta crisis, entre ellos, el Banco de
Intercambio Regional, el Banco de los Andes, o la financiera Corfinsa.
10. El artículo 56 de esa ley establecía que el BCRA respondía por el 100 %
de los depósitos de hasta 100 millones de pesos y el 90 % de los depósitos su-
periores a ese monto.
11. El Estado al garantizar un tipo de cambio determinado, ante el exceso
de demanda de divisas debe salir a venderlas al precio que él ha fijado. Esta
demanda de dólares para abastecer al mercado cambiario lo lleva a hacerse
de esos dólares que no produce, por ejemplo, endeudándose. En este punto
vale realizar un breve comentario. La demanda de dólares se debió entre otras
cosas, a las fuertes importaciones sin controles, a la especulación (aquellos que
entendieron que el tipo de cambio no se sostenía en el mediano plazo), a la
fuga de capitales hacia el exterior, y al turismo internacional de los argentinos
movidos por los menores precios en el extranjero.
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Reforma financiera, endeudamiento y crisis bancaria

tías a los depósitos en las entidades liquidadas y, con posterioridad a la


devaluación, la nacionalización de la deuda externa privada de impor-
tantes empresas a través de un mecanismo puesto en marcha desde el
Banco Central, cuyo presidente, en 1982, era un joven funcionario que
mucho iba a tener que ver con el curso de los acontecimientos en las
próximas décadas: Domingo Cavallo.12
La devaluación del peso nacional frente al dólar dio lugar a fuer-
tes presiones de los grupos económicos que se habían endeudado en el
exterior, para lograr que el gobierno asuma la responsabilidad por «el
cambio de reglas de juego».13 Esto llevó a que sea el Estado nacional
el que termine asumiendo la deuda contraída por estas empresas en el
exterior, por un monto que representaba unos 4.500 millones de dóla-
res.14 Como contrapartida, las empresas asumían una deuda en pesos
con el fisco, pero con un autoimpuesto tope a los intereses que se les
podía cobrar, lo que en el clima de fuerte inflación de comienzos de la
década del ochenta, permitió una auténtica licuación de pasivos que
no fue más que una transferencia desde el Estado a ese pequeño grupo
de empresas que cada vez se fortalecían más.15
Pero no se deben olvidar las razones externas que explican que ese
proceso de endeudamiento no sea exclusivo de la Argentina, sino que
forme parte de una nueva forma de subordinación de los países perifé-
ricos al orden mundial y que explicará varias décadas de flujos finan-

12. Cavallo es presidente del BCRA durante un muy breve período: del
2 de julio al 26 de agosto de 1982. Su sucesor Julio González del Solar es
quien terminará, poco después, firmando la «comunicación» de la autoridad
monetaria que define la forma en que se implementará el proceso.
13. Recordemos que algo similar fue solicitado por ciertos empresa-
rios (como Franco Macri) durante el año 2002, luego de la devaluación pos-
convertibilidad, aunque esta vez sin el mismo resultado que dos décadas atrás.
14. Es importante aclarar que 4.500 millones de dólares del año 1982 eran
mucho más de lo que puede parecer actualmente, luego de casi tres décadas de
emisión de moneda por parte de la reserva federal de Estados Unidos. A valores
constantes, podríamos estimar que ese monto supera los 10.000 millones de
dólares del año 2010.
15. Carlos Acuña sostiene que los grandes beneficiados por esta estatiza-
ción de la deuda fueron los grupos económicos que ya se habían fortalecido
con la política inaugurada por Martínez de Hoz. El 85 % de la deuda privada
externa correspondía al 5 % de los deudores. A pesar de ello, «la estatización
de la deuda externa privada (prácticamente la mitad de la deuda total) no bas-
tó para reducir el grado de enfrentamiento» entre el nuevo gobierno de facto
de Bignone y las organizaciones empresariales, en especial la UIA. En Carlos
Acuña. Intereses empresarios, dictadura y democracia en la Argentina actual. Do-
cumento de trabajo. 39. Buenos Aires: CEDES, 1990.
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cieros desde los países más pobres a los más ricos, como servicios de
una deuda en muchos casos inmanejable.
Si las condiciones para acceder a los créditos eran cómodas en un
primer momento, fomentando el endeudamiento, el escenario cambia
rápidamente con un fuerte aumento de las tasas de interés internacio-
nales. A modo de ejemplo la tasa Libor (London Interbank Offered Ra-
te) se dispara entre 1978 y 1981 pasando del 9 % a casi el 17 % como
consecuencia de la nueva política monetaria de la Reserva Federal es-
tadounidense a partir de 1979.16 Con ello la carga de los intereses para
los países deudores se dispara, mientras se revaluaba el dólar (o bajaba
el precio de los bienes que exportan esas economías). Este es un ejem-
plo interesante de cómo las decisiones de política económica interna
de Estados Unidos impactan en otros países generando la crisis del año
1982.
Cuando un 12 de agosto de ese año México, un país que había co-
nocido un proceso de endeudamiento similar al argentino, declara an-
te los acreedores internacionales su imposibilidad para enfrentar sus
compromisos externos17 se inicia lo que se conoce como «la crisis de la
deuda». Ese gesto, tendrá severas repercusiones sobre todo el sistema
financiero mundial.
Los mercados financieros internacionales, en especial los principa-
les bancos de los países centrales, habían realizado grandes beneficios
captando ahorros en sus economías nacionales, y realizando con ellos
préstamos a países en vías de desarrollo a tasas de interés variables,
elevadas y con tendencia creciente. Es que estos países (Brasil, México
o Argentina entre muchos otros), habían encontrado por varios años,
la posibilidad de financiarse de forma fácil por la excesiva liquidez en

16. En el tramo final del gobierno de James Carter los niveles de inflación
se disparan. La segunda crisis del petróleo en 1979 lleva a incrementos en el
índice de precios de dos dígitos. En ese marco se produce la llegada de Paul
Volcker a la Reserva Federal, quien inaugura una estrategia antiinflacionaria
basada en una política monetaria restrictiva que aumentó fuertemente las tasas
de interés (el máximo histórico se alcanzó a fines de 1980). La consecuencia
será un proceso de enfriamiento de la economía, la derrota electoral de los
demócratas (que lleva a Ronald Reagan a la presidencia), y la llegada de la
recesión. Para tener una idea de la relevancia de este proceso, podemos decir
que la llamada Prime Rate quintuplica su valor entre fines de 1976 y fines de
1980, llegando a valores próximos al 21 % anual. Volcker es confirmado en su
cargo por el nuevo presidente.
17. La deuda del Estado mexicano era de unos 80.000 millones de dólares
en ese entonces, es decir, luego de Brasil, el segundo mayor deudor dentro de
los países en vías de desarrollo.
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Reforma financiera, endeudamiento y crisis bancaria

esas plazas, tomando créditos que en general eran a corto plazo, pero
que se solían cancelar a su vencimiento con nuevos créditos.
Pero una serie de sucesos a nivel mundial condujeron al estallido.
La caída de los precios internacionales del petróleo, así como la de la
mayor parte de los bienes primarios exportados por las economías lati-
noamericanas, estrechamente relacionados con la recesión en Estados
Unidos, obligaron a México a devaluar su signo monetario en el mes de
febrero de ese año. En ese momento, los bancos comerciales empeza-
ron a reducir su exposición en el país, no renovando sus créditos. Pero
esto no sólo sucedió con México, sino que los bancos con casas matri-
ces en el norte (la mayor parte en Estados Unidos), vieron que el riesgo
asumido en países latinoamericanos era muy elevado, por lo que bus-
caron velozmente dejar de renovarles créditos a esos países.18 Con la
moratoria mexicana el proceso se acelera y se cierran automáticamente
todas las puertas de financiamiento privado para la región19 . Eviden-
temente, esta decisión tomada por el conjunto de la banca encabezada
por los mayores acreedores como el Citicorp, el Bank of America y el
Manufacturers Hanover, resultó una gran paradoja, pues para reducir
el riesgo, esos bancos lo aumentaban, al resistirse a renovar préstamos
que no podían ser devueltos en forma inmediata. La tensión ocasiona-
da por el temor a un posible default generalizado de los deudores del
sur, que podía comprometer la salud del propio sistema financiero de
los países desarrollados, motivó la reacción inmediata de los organis-
mos financieros como el Fondo Monetario Internacional, y de las dis-
tintas agencias del Estado norteamericano (la Secretaría del Tesoro, la
Reserva Federal) que tomaron cartas en el tema en forma mucho más
decidida.
A partir de ese momento, esos actores comienzan a ser determinan-
tes en la política interna de países como Argentina. Los planes eco-
nómicos monitoreados por el FMI se vuelven moneda corriente desde

18. A esa altura, luego de varios años de tasas de interés muy bajas y fácil
acceso a los créditos, el endeudamiento latinoamericano era muy relevante.
Brasil tenía unos 88.000 millones de dólares de deuda en 1982, México unos
80.000 como ya destacamos, Argentina unos 40.000 y la lista continuaba con
casi todos los países de la región.
19. En realidad, un fenómeno similar se dio en África en ese año, pero
con la diferencia de que los países africanos estaban endeudados mayormente
con los Estados de los países desarrollados y con los organismos financieros
internacionales, por lo que la negociación de la deuda de esos países se dio
prioritariamente dentro del llamado «Club de París», un grupo que reunía a los
acreedores públicos.
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1982 y lo siguen siendo hasta finales del año 2005.20 Volveremos sobre
este punto más adelante.

20. Cuando la Argentina decide el pago de toda su deuda con el FMI, unos
9.800 millones de dólares, utilizando reservas del BCRA, en una decisión que
replica a la tomada por el gobierno de Brasil casi en simultáneo.
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Colapso de la dictadura y nueva democracia

Son múltiples los elementos particulares que le dan forma a la de-


mocratización en Argentina a comienzos de los años ochenta. Si la
mayor parte de los países de la región tienen dictaduras más o menos
brutales (Chile, Uruguay, Brasil entre otros), la transición en este caso
presenta elementos distintivos.
En primer lugar, la «retirada» de los militares del poder en el año
1983 es acelerada por la fuerte descomposición de su imagen como ac-
tores políticos y por sus disputas internas.
Es que la sucesión de gobiernos de facto no puede ser vista más que
como un período de reiterados fracasos en múltiples terrenos. Des-
de ya, las sistemáticas violaciones a los derechos humanos generan la
condena de importantes sectores sociales y una presión internacional
en constante aumento.1 Pero a ello se le suman los malos indicadores
económicos (alta inflación, profundo endeudamiento, caída del salario
real, estancamiento económico, aumento del desempleo, entre otros
males) y elementos como el desprestigio ante el desastre de la guerra

1. Esta presión internacional había comenzado a ser fuerte desde el Mun-


dial de Fútbol de 1978, cuando fueron numerosas las condenas de diversos
movimientos sociales en especial en Europa. Luego en 1979 se produce la vi-
sita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, dependiente de la
OEA, que es recibida por el propio presidente Videla.

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de las Malvinas,2 lo que también tuvo incidencia en la percepción in-


ternacional del carácter poco confiable de un gobierno militar.3
Estos hechos se suman para que la retirada de los militares argen-
tinos del gobierno sea producto de un colapso con escaso margen para
que negocien privilegios como la amnistía en la transición.
Esto no es lo que sucede en Chile por ejemplo, donde una dictadu-
ra igual de perversa en su política de derechos humanos, logra man-
tenerse en el poder durante diez y siete años, a fuerza de presentarse
como exitosa en aspectos como el económico y «confiable» tanto para
los sectores dominantes en el plano interno, como en el contexto in-
ternacional. Por ello, su retirada del poder en 1989 se produce desde
una posición de fuerza que le permite fijar condiciones para el funcio-
namiento de la democracia por muchos años.4

2. No trataremos este tema en el trabajo, aunque es relevante mencionar


que, en medio de la crisis económica, el gobierno militar ya había imaginado
la posibilidad de reconstruir su legitimidad a través de un conflicto armado. El
primer intento fue con Chile en 1978, por el tema del canal del Beagle. El se-
gundo, esta vez materializado, condujo a la guerra de las Malvinas contra una
de las principales potencias militares del mundo, aliada estratégica de Estados
Unidos e integrante de la OTAN. A pesar de ello, al comienzo de las acciones
militares, los niveles de aceptación de la decisión (teñida con un fuerte discur-
so nacionalista) permitieron soñar con una recuperación del apoyo popular a la
dictadura, lo que se manifestó en grandes concentraciones en la plaza de Mayo.
Sin embargo, la rápida rendición, que desnudó el grado de improvisación con
el que se había actuado, terminaron generando el efecto opuesto al buscado.
En 1988 Galtieri, Lami Dozo y Anaya, las cabezas del ejército, la fuerza aérea y
la armada durante el conflicto, fueron juzgados y sentenciados a doce años de
reclusión y destitución por sus responsabilidades en la guerra.
3. Aquello que no habían logrado las violaciones a los derechos humanos,
que es el abierto retiro de ciertos apoyos internacionales a la dictadura, en es-
pecial por parte de Estados Unidos y otros países europeos, sí se produjo luego
de la decisión del 2 de abril de 1982.
4. Si bien no consideramos que el desarrollo económico chileno en el pe-
ríodo 1973-1989 sea un éxito, es un dato cierto que Pinochet cuenta con la su-
ficiente legitimidad como para presentarse a un plebiscito en el año 1988, en
el que se le preguntaba a la población si aceptaba que se mantenga en la pre-
sidencia del país hasta 1997 (votación que pierde pero con más de un 44 % de
votos a favor). Luego de ello la dictadura entrega el poder al gobierno demo-
crático con fuertes condicionantes como la Constitución reformada en 1980,
los senadores vitalicios (entre ellos el propio Pinochet), las disposiciones para
preservar el presupuesto de las fuerzas armadas, los límites para rever la actua-
ción de las mismas (particularmente en el tema de las violaciones a los dere-
chos humanos), entre otras cosas. En el caso de Uruguay también hay fuertes
límites a la revisión de lo actuado por los militares, en especial a partir de la ley
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Colapso de la dictadura y nueva democracia

La retirada de las fuerzas armadas del poder en Argentina comien-


za en la segunda parte de 1982, cuando el desgranamiento del poder
de los militares se hizo evidente y diversos grupos comenzaron activa-
mente a reclamar el regreso a la democracia. En primer lugar las agru-
paciones defensoras de los derechos humanos que ya actuaban con ma-
yor fuerza, terminan de salir a la luz al convocar a una muy concurrida
«marcha de la resistencia».5 A eso se le suma la acción de los sindicatos
que a principios de diciembre de 1982, realizan el primer paro nacio-
nal con un grado de acatamiento casi total.6 También se activan los
partidos políticos. A modo de ejemplo, la UCR lanza su fórmula presi-
dencial aunque los voceros del gobierno aseguraban que hasta 1984 no
había posibilidades de realizar las elecciones entre otras cosas, por la
inexistencia de padrones electorales. Incluso la Iglesia realiza en esos
últimos tramos de la dictadura un tardío pedido de informes sobre la
situación de los desaparecidos.
Esta presión ante un régimen que se descomponía lleva a que en
octubre de 1983, se realicen las elecciones presidenciales que abrirían
una nueva etapa democrática en el país. El triunfo del radicalismo lleva
a Raúl Alfonsín al gobierno, al vencer al candidato presentado por el
Partido Justicialista, Italo Argentino Lúder, un hombre cuya imagen
parecía muy próxima al recuerdo del gobierno de Isabel Perón.7
El retorno a la democracia en el mes de diciembre de 1983, abriría
el período democrático más largo de la historia argentina, que comen-
zaría con la revisión de lo actuado por los militares en temas de dere-
chos humanos y el juzgamiento y condena de las juntas de gobierno
en 1985. Pero aunque el poder militar estaba fuertemente debilitado
en comparación con otros momentos históricos pretéritos, y la recons-
de Caducidad que se aprueba en 1986 para evitar los juicios por violaciones a
los derechos humanos, la que generó numerosos conflictos hasta el presente.
Esa ley resulta derogada por el Senado uruguayo en el año 2011, aunque las
divisiones internas en el oficialismo, el Frente Amplio, impiden el avance de la
iniciativa en diputados.
5. Nos referimos a la segunda, pues la primera de ellas, organizada por las
Madres de Plaza de Mayo se realiza a fines de 1981.
6. La convocatoria al paro fue realizada en forma conjunta por todos los
gremios nucleados en la CGT Azopardo (más moderada), la CGT Brasil y los
llamados «Gremios no alineados». La huelga es presentada por los sindicatos
como «un plebiscito contra la política económica y social» que muestra el «ais-
lamiento total del poder militar». Saúl Ubaldini declarará «el gobierno tiene
una salida: irse», en La Nación, 7 de diciembre de 1982.
7. Recordemos que Lúder, como presidente provisional de la Cámara de
Senadores, había ocupado la presidencia de la nación en forma interina en
1975, reemplazando a una enferma Isabel Perón.
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trucción de la legitimidad de la democracia estaba en pleno apogeo,


las fuerzas armadas siguieron siendo un actor político durante toda la
década del ochenta.
Los militares ya no tenían la capacidad de tutelar la democracia co-
mo lo habían hecho casi en forma continua al menos desde los años
treinta, pero a pesar de ello pudieron mostrar suficiente capacidad de
presión, a través de sucesivos levantamientos, para abrir la puerta a
las leyes de Punto Final y Obediencia Debida (que el radicalismo pro-
movió con el fin de frenar los juicios a los militares por violaciones a
los derechos humanos y para que la responsabilidad por esos actos se
limite a las cúpulas del poder militar). El tema seguirá abierto hasta
los indultos firmados ya por el presidente Menem entre 1989 y 1990.
Posteriormente, en 2003, el Congreso Nacional declarará la nulidad de
las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, y en 2006 la Cámara de
Casación Penal declarará la inconstitucionalidad de los indultos presi-
denciales, por tratarse de delitos de lesa humanidad, medida ratificada
por la Corte Suprema de Justicia en 2010.

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radical

Si el discurso de campaña del radicalismo se estructuró sobre la


realización de ciertas promesas que la democracia iba a cumplir, entre
ellas el combate a la inequidad social y a la pobreza, los resultados en
esos terrenos distaron bastante de lo anunciado. El complejo panora-
ma económico interno y externo resultó lo suficientemente comprome-
tido como para limitar cualquier intento de reasignación de recursos o
de revisión de la estructura económica que se había consolidado duran-
te la dictadura. La crisis de la deuda ocupará la primera línea de preo-
cupación del gobierno, no sólo en el plano económico, sino también
en el de las relaciones internacionales, a lo largo de todo el mandato
presidencial.
Las tensas discusiones con los acreedores, y particularmente con los
organismos financieros internacionales, el temor de estos a la confor-
mación de un club de países deudores que repudiara masivamente un
endeudamiento cuestionable desde muchos puntos de vista, y que por
ello bien podría contar entre sus responsables a los propios acreedores,
fueron algunos de los temas del momento que tensaron las relaciones
entre el gobierno y los mercados financieros internacionales.1
Por esa situación de conflicto y debilidad relativa, los primeros in-
tentos de política económica «keynesiana»2 del gobierno de Alfonsín

1. Aquí se podría mencionar la decisión del gobierno, sea por debilidad


o por convicción, de no invocar el carácter ilegal de buena parte de ese en-
deudamiento externo, que significaba un insuperable condicionante de políti-
ca económica por los enormes recursos fiscales que obligaba a destinar al cum-
plimiento de las obligaciones financieras. Recordemos que esa deuda había
sido contraída por un gobierno de facto, y además, por el Poder Ejecutivo de
ese gobierno no legítimo, cuando la Constitución Nacional establece que es fa-
cultad exclusiva del Legislativo el tratamiento de los temas de endeudamiento
externo.
2. Los principales defensores de las políticas redistributivas se habrían
encontrado en el equipo de trabajo que encabezaba Bernardo Grinspun como

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fueron rápidamente abortados cuando las alternativas de financiamien-


to estatal se vieron complicadas por el peso de la crisis de la deuda.
Múltiples presiones internas y externas hicieron naufragar esos ensa-
yos mientras ganaba espacio un proyecto de reforma del Estado aún
impreciso, pero al que suscribían cada vez más sectores del propio par-
tido gobernante. Es en este sentido que debe ser interpretada la crea-
ción, por decreto presidencial 414, de enero de 1984, de una comisión
encargada de definir qué empresas de las que se encontraban en ma-
nos del Estado debían ser privatizadas o liquidadas, aunque el texto
aclaraba que el Estado se reservaría la propiedad de las empresas que
brindaran «servicios públicos esenciales».3
En 1985, con dificultades crecientes para controlar ciertas variables
económicas, el presidente produce un cambio de ministro de Econo-
mía, lo que lleva a Juan Sourrouille al Palacio de Hacienda. La conse-
cuencia será el lanzamiento de un completo plan económico que tiene
como objetivo resolver el problema de la inflación persistente. El nom-
bre del plan será el mismo que el del nuevo signo monetario que se
introduce en ese momento en reemplazo del peso: el austral.4
Considerado un paquete de medidas heterodoxo, es decir, alejado
de las recomendaciones habituales de los organismos financieros inter-
nacionales, el Plan Austral buscó «quebrar la memoria inflacionaria» a
través de un congelamiento de precios y salarios, la desindexación de la
economía, el manejo del tipo del cambio y ciertos intentos por reducir
el déficit fiscal.
Ese año 1985 también muestra un fortalecimiento de las posicio-
nes favorables a la reestructuración del Estado como puede verse con
la creación de la Secretaría de Promoción del Crecimiento, que incluía

ministro de Economía y Roque Carranza como ministro de Obras y Servicios


Públicos.
3. La llamada comisión 414 fue la encargada de realizar las primeras pri-
vatizaciones del gobierno radical, como la de la empresa SIAM (cuya venta ya
había sido iniciada sin éxito en 1981). Esta empresa se vendió sin sus pasivos,
en cómodas cuotas y subdividida. Una de esas divisiones, SIAT, una empresa
que era rentable y producía tubos de acero, terminó siendo comprada por una
subsidiaria de Bridas que se la transferirá posteriormente a Techint, contribu-
yendo de este modo a la consolidación de su posición hegemónica en el sector.
Otras privatizaciones menores emprendidas por la comisión fueron las de Opa-
linas Hurlingham, Sol Jet, y algunas empresas que habían quedado en manos
del BANADE (como Winco).
4. El peso ley 18.188, que se implementa a comienzos de 1970, había sido
reemplazado por el peso argentino a mediados de 1983. Esa moneda sólo dura
dos años, hasta que comienza a circular el austral en junio de 1985.
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una Subsecretaría de Privatizaciones. También ese mismo año el pro-


pio presidente anuncia en Estados Unidos lo que se llamó el Plan Hous-
ton, que abre el mercado petrolero a empresas privadas.
A pesar del relativo éxito inicial del Plan Austral en la desacelera-
ción de la inflación, el mismo se encontró a poco de andar con cier-
tos sectores opositores de peso. Entre ellos los exportadores rurales
nucleados en la Sociedad Rural Argentina, opuestos a los impuestos y
retenciones a las exportaciones, ciertos sectores de empresarios en dis-
conformidad con el congelamiento de precios y los sindicatos (en su
mayoría opositores por ser peronistas) en reclamo de otra política sa-
larial que no continuara con el sostenido proceso de deterioro de los
ingresos de los trabajadores.
Las presiones políticas llevaron a que el equipo económico realiza-
ra sucesivas y constantes reformas al plan original, atendiendo algunos
de los reclamos de las corporaciones. En primer lugar se aligeró el con-
trol de precios que generaba problemas de abastecimiento promovidos
por los empresarios renuentes a convalidar los valores sugeridos por
el gobierno. También se pasó a un esquema de devaluaciones, aban-
donando el tipo de cambio fijo que amenazaba la competitividad de
las exportaciones locales. La percepción de que el problema del déficit
fiscal era clave para la supervivencia del plan, llevó a que se intente,
de diversos modos, un aumento del control sobre las empresas públi-
cas.5 Es en este sentido que se crea, en 1986, el Directorio de Empresas
Públicas (cuyo primer presidente será Enrique Olivera) que intentará
coordinar y ordenar el accionar de las empresas estatales.
El empeoramiento paulatino de la situación económica, en particu-
lar por el aumento del déficit fiscal y comercial y por el repunte de la
inflación a medida que se relajaban los controles a los precios, comenzó
a mostrar los límites de la experiencia, llevando a una fuerte reorien-
tación a través del plan lanzado en febrero de 1987 bajo el nombre de
«australito», en el que se combinaban ciertas políticas heterodoxas con
otras más alineadas con las recetas propuestas por los «equipos técni-
cos» de los organismos internacionales de crédito.6

5. Aída Arango da cuenta de una batería de decretos que se fueron dando


entre 1984 y 1985 con el fin de limitar gastos en viajes al exterior, contratación
de servicios de consultoría, publicidad, equipamientos, automóviles, congela-
miento de vacantes, gastos de capacitación entre otras cosas. Aída Arango de
Maglio. «Radicalismo y empresas públicas 1983-1989». En: Realidad Económi-
ca, n.o 97: Buenos Aires (1990). Ed. por IADE.
6. Al respecto, debemos notar que la penetración hegemónica de los su-
puestos neoclásicos y sus diversos derivados en la academia, presentados como
el proceso de formación de un saber económico estrictamente científico, recor-
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Un nuevo congelamiento de precios y salarios, sumado a restriccio-


nes en la política monetaria y ciertos intentos por poner en marcha un
programa de privatizaciones y achicamiento del Estado acordado con
el FMI, fueron algunos de los elementos centrales del nuevo plan.
A pesar de estos esfuerzos y del giro dado por la política económica,
las consecuencias no fueron las esperadas y apenas cinco meses des-
pués se lanzó un nuevo paquete de medidas para combatir una infla-
ción que ya para ese entonces era un problema que no respondía a las
medidas oficiales.
En un clima que se enrarecía, con un fuerte aumento del desconten-
to social reflejado en un mayor número de huelgas y con la irrupción de
ciertos sectores ligados a las fuerzas armadas que promovieron levan-
tamientos militares como el de Semana Santa de ese año,7 el gobierno
no pudo sobrellevar un proceso de degradación que se aceleró luego
de las elecciones de septiembre de 1987, en las que el amplio triun-
fo del peronismo le permite lograr la mayoría en el Poder Legislativo
y un total de 16 gobernaciones provinciales, complicando fuertemen-
te el panorama político que debía afrontar el oficialismo. La posición
de debilidad se confirma cuando a comienzos de 1988 se produce el
segundo levantamiento militar de los llamados «carapintadas», enca-
bezado nuevamente por Aldo Rico, que se sublevan en el Regimiento 4
de Monte Caseros en Corrientes. Si bien el problema termina supera-

tando a la disciplina del campo de las ciencias sociales a fuerza de modeliza-


ciones matemáticas diversas, llevará a que las propuestas teóricas ortodoxas
no sean vistas como propuestas políticas, sino técnicas, o profesionales, y por
ello poco sujetas a discusión. En este sentido, los staff de economistas del FMI,
BM y otros organismos, formados por una elite burocrática internacionalizada,
compuesta de graduados en prestigiosas universidades del norte, fueron con-
siderados fuente de recomendaciones «técnicas» en muchos casos presentadas
como transferencias de conocimientos.
7. Eduardo Rinesi sostendrá que estos hechos fueron un punto de infle-
xión en la transición democrática argentina, al reemplazar la política de movi-
lización por la lógica del pacto secreto y los acuerdos entre elites, con el conse-
cuente golpe a la legitimidad del gobierno. Al respecto véase Eduardo Rinesi.
«Representatividad, legitimidad, hegemonía». En: La dinámica de la democra-
cia. Representación, instituciones y ciudadanía en Argentina. Comp. por Martín
Unzué, Mario Pecheny y Sergio Emiliozzi. Buenos Aires: Prometeo, 2007, sin
dudas, el costo será pagado tanto por la democracia como por el radicalismo.
Pocos años después, el bautizado «Pacto de Olivos» reavivará esa sensación.
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do y su líder encarcelado, los frentes de conflicto que se le presentan al


gobierno se vuelven cada vez más complejos y numerosos.8
En el terreno económico la salida buscada vuelve a ser profundizar
el cambio de rumbo con el creciente apoyo de sectores cada vez más
numerosos del propio partido radical. Los intentos por privatizar va-
rias empresas petroquímicas, la telefonía celular9 y la efectiva venta de
Austral líneas aéreas, dan cuenta de la consolidación de este nuevo ca-
mino. La aerolínea que había sido nacionalizada durante la dictadura
en medio de un proceso poco transparente, vuelve a quedar envuelta
en una transacción confusa cuando se procede a su venta al grupo Pes-
carmona (Cielos del Sur).10
A medida que los problemas económicos se tornan más evidentes,
se acentúan los intentos por diseñar un plan más amplio de privatiza-
ciones. Bajo el comando del ministro de Obras y Servicios Públicos Ro-
dolfo Terragno, las gestiones para desprenderse parcialmente de em-
presas como Aerolíneas Argentinas y ENTel se ponen en marcha, aun-
que la oposición del Congreso, los sindicatos y otros actores se vuelve
determinante para limitar las acciones de un gobierno que se encuen-
tra fuertemente debilitado.
La moratoria en el pago de la deuda pública a partir de abril de
1988 es un claro síntoma de los apremios financieros y la situación se
muestra difícil de controlar, con una inflación cercana al 400 %. El úl-
timo ensayo del gobierno será el conocido como Plan Primavera, en
agosto de 1988, que significó una nueva devaluación y una política de
precios concertados con ciertas corporaciones empresariales, aunque
sin la participación de los agroexportadores. A fines de ese año un
paquete de medidas para recomponer las cuentas fiscales se pone en
marcha, con aumentos de impuestos y tarifas de los servicios públicos.
A la oposición de los sindicatos se le sumó poco después, en febrero

8. En esta misma línea se encuentra el contrapunto entre el presidente y la


Sociedad Rural Argentina que se produce en la inauguración de la feria anual
en Palermo, ese mismo año 1988.
9. En julio de 1987 se preadjudica el servicio a la Compañía de Radioco-
municaciones Móviles (MOVICOM) en la que participaban empresas como Bell
South, Motorola, el Citicorp y firmas locales como BGH y el grupo Macri, en un
esquema de asociación que ya anticipa los que se desarrollarán poco después.
10. Arango afirma que fue el interés de Pescarmona por cobrar una vieja
deuda por obras públicas inconclusas en la provincia de San Juan, abultada por
intereses y punitorios, lo que llevó a acelerar la venta sin considerar posibles
ofertas de otros compradores. La autora sostiene que la compra de la empre-
sa se habría hecho casi sin desembolsos por parte del comprador. Arango de
Maglio, «Radicalismo y empresas públicas 1983-1989».
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de 1989, la interrupción del compromiso de mantenimiento de precios


asumido por la Unión Industrial Argentina y la Cámara Argentina de
Comercio mientras los exportadores dejan de liquidar sus divisas en el
BCRA. De este modo el plan antiinflacionario es herido de muerte y se
suceden las renuncias de los ministros de economía11 al compás de un
creciente desabastecimiento de alimentos, al que le siguen saqueos y
un primer brote de hiperinflación, con una desocupación creciente y
niveles de pobreza e indigencia desconocidos hasta ese momento en la
historia reciente del país. En ese cuadro se llegó a las elecciones presi-
denciales de mayo de 1989.

11. Sourrouille es reemplazado por Juan Carlos Pugliese quien dura un


mes y medio en el cargo, reemplazado a su vez por Jesús Rodríguez entre mayo
de 1989 y la entrega del gobierno en julio de ese año.
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Los orígenes del menemismo

Volvamos un poco hacia atrás. La degradación de la situación eco-


nómica había llevado al triunfo del justicialismo en las elecciones legis-
lativas de 1987, donde obtiene más del 41 % de los votos frente al 37 %
del oficialismo.
Esta elección, que debilitará considerablemente al gobierno, ya pa-
rece preanunciar lo que será la victoria del PJ en la presidencial de
1989, aunque aún restaba definir quién sería el candidato en esa oca-
sión. Aquí, la interna partidaria surgida de la autocrítica por las derro-
tas de 1983 y 1985, había llevado a un profundo replanteo dentro de
esa fuerza, en especial con la irrupción de la corriente llamada «renova-
dora», que ya desde 1984 anunciaba una democratización del partido
como respuesta al reclamo que emitían las urnas. Con esta premisa el
PJ organiza, por primera vez en su historia, una elección interna para
definir sus candidaturas presidenciales. Allí se enfrentarán dos listas
integradas una por Carlos Menem y Eduardo Duhalde y la otra por An-
tonio Cafiero y José Manuel De la Sota, en un acto eleccionario que
tendrá lugar en julio de 1988.
Si bien los cuatro integrantes que compiten tienen origen en el mo-
vimiento renovador, Menem se acercará, ya desde 1987, a los sectores
más ortodoxos del partido (criticados desde la renovación), y en espe-
cial a los gremios nucleados en las «62 Organizaciones».
Por ello el triunfo de la lista encabezada por el entonces goberna-
dor de La Rioja,1 una provincia pobre y marginal que poco tenía para
mostrar de «renovación» democrática, en un resultado que no estaba
previsto por las encuestas incluso a pocas horas de la elección, fue vis-
to en un primer momento con sorpresa y cierta desconfianza por parte
de importantes sectores del poder económico. Un diario extranjero no

1. Menem también ocupaba ese mismo cargo entre 1973 y el golpe de


Estado del 76.

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dudaría en caracterizar a Menem como la expresión del retorno «del


peronismo duro y nostálgico».2
De este modo, una «antielite»3 gestada a la distancia de los gran-
des centros económicos y políticos del país y con escasos contactos in-
ternacionales, llega a ubicarse de forma casi imprevista en la cima del
partido con mayores posibilidades electorales para ganar las elecciones
presidenciales. Esta situación, en parte extraña pero también de cierta
debilidad ante el creciente problema de gobernabilidad que evidencia
el radicalismo, llevará al menemismo a realizar fuertes esfuerzos pa-
ra establecer esos contactos inexistentes o precarios, pero percibidos
como necesarios tanto para afrontar los costos de una campaña pre-
sidencial, como para desempeñar posteriormente el gobierno. Como
veremos más adelante, la búsqueda de este encuentro, que debe haber
sido mutua, explicará algunas decisiones políticas estratégicas que se
tomarán desde el mismo momento de la asunción.
Paralelamente, el menemismo triunfante en la interna comienza a
desarrollar su propio discurso electoral, en el que se combinarán im-
portantes dosis de innovación política con algunas seleccionadas con-
tinuidades con los modos ensayados por el peronismo tradicional, lo
que permitirá la recuperación de la imagen de un líder fuerte como
conductor, y su configuración como el refundador de una nación que
en este caso, es presentada al borde del colapso por la crisis política-
institucional y la hiperinflación. Basado en una apelación personalista

2. Esto es lo que afirma el diario ABC de Madrid, citado por La Nación del
día 9 de julio de 1988. Si la renovación se presentaba como la democratización,
el discurso de Menem resultó atractivo por autodefinirse como el de una «nue-
va política» realizada sin el aparato del partido, del que Cafiero era presidente.
El estilo folclórico del candidato riojano terminó asumiendo la demanda de re-
novación del partido que el cafierismo había identificado, pero que no pudo
representar en 1988. Esto significa, que en la disputa por ver quién encarnaba
el verdadero cambio, la propuesta triunfadora logró capitalizar esa demanda
no por la novedad de su discurso o de sus prácticas, sino por su origen periféri-
co, visto como un cambio en las figuras que manejaban el partido. A pesar de
ello, superada la interna, importantes figuras de la lista derrotada se sumarán
al menemismo en puestos clave, como Carlos Corach o José Luis Manzano.
3. Ricardo Sidicaro define a la antielite como un conjunto de personas que
«poseen aptitudes y vocación para la política pero que no cuentan con el reco-
nocimiento y el prestigio suficiente como para ser aceptados en posiciones de
cumbre por quienes ya ocupan los lugares “altos” o de mayor poder de decisión
en el campo político». En Ricardo Sidicaro. «Poder político, liberalismo econó-
mico y sectores populares en la Argentina 1989-1995». En: Peronismo y Mene-
mismo. Avatares del Populismo en Argentina. Buenos Aires: El Cielo por Asalto,
1995, pág. 127.
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Los orígenes del menemismo

en extremo (con el slogan electoral «síganme, no los voy a defraudar»)


en el centro de la estrategia de captación de votos, y la búsqueda del
contacto directo entre el líder y la masa (centrada en los permanen-
tes desplazamientos electorales en el llamado menemóvil y los cierres
de discurso con tono sentimental en los que no faltaban las frases «los
abrazo sobre mi corazón», «los bendigo a todos», «los amo a todos»)
el candidato intentó recrear cierta mística electoral tradicional, pero
también fuertemente innovadora.
A esto se le sumaron las consignas de «salariazo» y «revolución pro-
ductiva», que contribuyeron a darle a la campaña electoral un discurso
vago, que asumía compromisos poco precisos, pero que apuntaba a lo-
grar el voto de los sectores más castigados por la crisis, en especial el
de los trabajadores.
La imagen del candidato, como un caudillo provinciano admira-
dor de Facundo Quiroga, completa un intento por mostrarse como una
alternativa proveniente de los sectores más periféricos, postergados y
perjudicados por la crisis económica y, en consecuencia, como la mejor
herramienta de reinserción de esas masas en una sociedad que se mos-
traba cada vez más excluyente.4 El menemismo juega también desde
sus comienzos con la idea de una nueva política, del candidato outsider,
aunque desde un partido político tradicional.5 El desencanto generado
por el radicalismo gobernante es leído como la clave para una política
de no políticos, veta que el menemismo explotará sistemáticamente en

4. Poco después de ganar las elecciones, la imagen del nuevo presiden-


te comenzó un proceso de transformación hasta dejar totalmente de lado el
aspecto de caudillo de provincia y reemplazarlo por atuendos de grandes di-
señadores internacionales y la constante labor de un cuestionado peluquero
personal. De este modo, el menemismo consolida una tendencia que se exten-
día por toda la región: la política frívola, basada en la imagen antes que en el
discurso.
5. Algunos comparan esta emergencia de Menem, como desde afuera de
los núcleos tradicionales de la política, con lo sucedido con Alberto Fujimori en
Perú o con Fernando Collor de Melo en Brasil (ambos terminaron sus mandatos
en medio de escándalos por corrupción). Otros en cambio, prefieren compa-
rarlo con el presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari por su inserción en
un partido tradicional. Lo que sí es claro es que mucho de la innovación políti-
ca que representa el menemismo en la Argentina, se parece a procesos que se
dan en otros países latinoamericanos más o menos en el mismo momento. El
resurgimiento del concepto de populismo en los años noventa busca dar cuenta
del retorno de los liderazgos políticos fuertes en contextos de empobrecimiento
general, pero también de debilitamiento de las estructuras político-partidarias
tradicionales (por la informalización de la política y la individuación de los ac-
tores).
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lo que se ha llamado la «espectacularización» o «farandularización» de


la política, que permitirá que diversos personajes conocidos por tener
un pasado como deportistas, cantantes u otros, capitalicen ese nivel de
reconocimiento público en el terreno político, presentándose como la
«no política».6
Esta fuerte construcción del liderazgo personal es lo que le permi-
tió disciplinar al peronismo detrás de su proyecto y llevar adelante una
política pragmática de «hechos consumados». Como sostiene Daniel
Campione, «Menem había reemplazado la doctrina peronista (desde
ya flexible y ambigua) por un cubo de aire en el que luego podría caber
casi cualquier política de gobierno».7 Eso es lo que le permitió realizar
importantes y numerosas rupturas: el partido movimiento de masas es
reemplazado por el partido aparato electoral, donde el menemismo rá-
pidamente logra tomar los cargos de relevancia en la estructura del PJ
y desarticula a todas las líneas internas. Ya en el gobierno, promue-
ve la fractura de la CGT y con ello desarticula en parte el peso de los
sindicatos. Luego, consolida una alianza con los sectores liberales tra-
dicionalmente antiperonistas.
Esas políticas son las que analizaremos en los próximos apartados.

6. Este proceso, del que son claros emergentes personajes como Carlos
Reutemann, o Ramón «Palito» Ortega encabezando una lista que se ha ido am-
pliando sostenidamente desde ese entonces, surge como una innovación en la
política, consecuencia de la instalación de un discurso adverso a la política que
el propio liberalismo fue construyendo como forma de deslegitimar la acción
estatal.
7. Daniel Campione y col. Estado y Sociedad. Buenos Aires: EUDEBA, 1999,
pág. 21.
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Primeros intentos en el gobierno

Las elecciones presidenciales de mayo de 1989, tal como se preveía,


llevan al triunfo a la fórmula justicialista Menem-Duhalde, que se im-
pone con más del 47 % de los votos frente al candidato radical Eduardo
Angeloz, que obtiene el 38 %.
La compleja situación política y económica del año 1989, a la que
se le suma la derrota electoral, conducen rápidamente al derrumbe del
gobierno de Alfonsín. El radicalismo termina pactando la entrega anti-
cipada del mandato cinco meses antes de la fecha prevista.
La hiperinflación que significa entre otras cosas la pérdida de las re-
ferencias de precios y la desaparición de la moneda como equivalente
general,1 combinada con niveles de pobreza y desempleo crecientes,
generan condiciones favorables para que se produzcan problemas de
desabastecimiento y saqueos.2 Ese clima de caos, en el que la disolu-
ción social era presentada como una alternativa posible, va a permitir
el debilitamiento de todo tipo de oposición ante el proyecto menemis-
ta, que si bien no se encuentra plenamente definido desde el inicio, sí
toma medidas contundentes.
Este no es un punto despreciable. La experiencia de la hiperinfla-
ción modifica a la sociedad argentina en un grado difícil de minimizar.
Se trata de una nueva forma de terror, ahora económico, construida
sobre la incertidumbre extrema, donde toda proyección de futuro es
imposible, y sólo queda presente continuo y vértigo. La hiperinflación
arrastra a la sociedad hacia la pérdida de los lazos solidarios, a un cli-
ma de «sálvese quien pueda» que elimina la posibilidad de la acción
política como construcción, abriendo la puerta para que el proyecto
neoliberal se instale, esta vez sí, con el consenso que no había logrado
en los sucesivos intentos desde mediados de los años setenta.3

1. La inflación del año 1989 fue de casi el 5.000 % anual.


2. Habría dos olas de saqueos en este período: una entre mayo y julio de
1989 y otra posterior en febrero-marzo de 1990.
3. Notemos que estos procesos hiperinflacionarios, con sus consecuencias
disciplinantes, no son un fenómeno exclusivo de la Argentina, sino que se veri-

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Al acompañamiento del Partido Justicialista, rápidamente encolum-


nado detrás del nuevo líder salvo por pequeñas manifestaciones de re-
sistencia,4 se le suma la retirada del radicalismo que en su vertiente
alfonsinista no estaba en condiciones de poner reparos luego del fra-
caso de su gobierno, mientras que el rumbo que tomaba la política de
Menem parecía ajustarse cada vez más a las promesas electorales que
había realizado el candidato radical Eduardo Angeloz pocos meses an-
tes.
A esto se le sumaba la persistente retórica oficial que no hacía más
que presentar al nuevo gobierno como el piloto desinteresado que ha-
bía tenido que asumir en medio del caos y el incendio social, y que to-
maría cualquier tipo de decisión para evitar un mayor e irreversible de-
terioro. En este clima, la apelación presidencial a la ridícula metáfora
médica de la «cirugía mayor sin anestesia» refleja el carácter dramáti-
co del momento, al igual que la aceptación social de cualquier tipo de
remedio.
El nuevo gobierno, con una fuerte necesidad de dar señales claras
a «los mercados» y a los grupos económicos que aún guardaban cierta
desconfianza frente a su pasado peronista y a la retórica de campaña
de Menem, intenta dar un golpe de imagen en la conformación del pri-
mer gabinete. La elección de un representante del grupo Bunge y Born
para encabezar el Ministerio de Economía va a ser una prueba indis-
cutible de la voluntad del nuevo presidente de alinearse con la cúspide
del poder económico nacional.5

fican en otros países de la región. A modo de ejemplo, Brasil vive una situación
similar y casi en paralelo (en 1990), lo que origina el primer plan de ajuste
del gobierno de Collor de Melo. Al respecto véase Pereira-Nakano Bresser. «Hi-
perinflação e estabilização no Brasil: o primeiro plano Collor». En: Economia
Politica, vol. 11, n.o 4: (octubre de 1991).
4. En líneas generales se puede afirmar que la discusión política dentro del
partido se clausura. No hay debates ideológicos y tampoco se discuten políticas
de gobierno, las que son cada vez más, gestadas desde fundaciones o centros de
estudios privados y externos (entre ellos la Fundación Mediterránea ocupará
un lugar central poco después). Los pocos opositores a las medidas propuestas
deben romper con el partido, como sucede con el llamado «grupo de los 8»,
compuesto por ese número de legisladores que formarán ya en 1993, el Frente
Grande. Es interesante ver la diferencia entre la capacidad de Menem por asfi-
xiar la mayor parte de los intentos de oposición dentro del PJ y la incapacidad
de De la Rúa, su sucesor, para hacer lo mismo dentro de la UCR, como veremos
más adelante.
5. En rigor, los dos primeros ministros de Economía fueron hombres del
grupo Bunge y Born. El primero de ellos, Miguel Roig, murió a los pocos días
de asumir y fue reemplazado por Néstor Rapanelli.
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Primeros intentos en el gobierno

El llamado «Plan B&B» (por el nombre del holding del que prove-
nían los ministros6 ) buscó reducir drásticamente el gasto público y des-
regular la economía con el objetivo declarado de controlar la inflación
sin generar recesión. Para ello se propusieron mecanismos de apoyo
crediticio a las empresas que mantuvieran sus precios y una reducción
de impuestos. Si bien en un primer momento parecieron lograrse cier-
tos resultados, en pocos meses, hacia fines de 1989, la situación volvió
a empeorar con un nuevo pico inflacionario.
Pero en esa segunda parte del año 1989 se aprueban dos leyes que
serán la base jurídica de buena parte de las medidas de cambio estruc-
tural que adoptará posteriormente el menemismo. Nos referimos a la
ley de Reforma del Estado y a la ley de Emergencia Económica.7 La pri-
mera de estas leyes (nº 23.696) abrirá la puerta a las privatizaciones.
El propio texto legal lista una veintena de empresas públicas a priva-
tizar, fundamentando la decisión en la carencia de recursos, la mala
administración y la ineficiencia de las mismas.
La ley de Emergencia Económica (nº 23.697) otorgaba facultades
discrecionales al Poder Ejecutivo nacional para tomar medidas que per-
mitan superar la crisis. Entre ellas suspendía subsidios y subvenciones,
los regímenes de promoción industrial, avanzaba en la reforma de las
funciones del BCRA y creaba un régimen penal para combatir la eva-
sión fiscal y previsional. Además igualaba el trato al capital nacional y
al extranjero eliminando el llamado «compre nacional».
Pero el paso de los representantes de B&B por el Ministerio de Eco-
nomía fue breve y a fines de 1989 el presidente decide poner a un hom-
bre de su confianza en ese cargo: Erman González.8

6. Las numerosas empresas del grupo tenían en ese entonces como firma
más emblemática a Molinos Río de la Plata, una empresa fundada a comienzos
del siglo xx, que sería vendida a Pérez Companc en el proceso de retirada de la
empresa a fines de los años noventa.
7. Ambas leyes fueron aprobadas rápidamente con el apoyo del radicalis-
mo en el Poder Legislativo, visto que los representantes justicialistas que ha-
bían ganado la elección de 1989 y que le iban a dar la mayoría al PJ en las
Cámaras, no asumirían hasta el mes de diciembre de ese año y que los acuer-
dos entre el PJ y la UCR previos a la entrega del mando preveían este apoyo sin
restricciones en el Poder Legislativo.
8. En declaraciones televisivas pocos meses después, Menem reconoce-
rá su desencanto con el grupo BB afirmando que «como consecuencia de la
actitud de esos empresarios es que hemos apelado a un hombre criterioso, sen-
cillo, humilde, que no es ningún master en economía, que no se especializó
en Estados Unidos y que está haciendo las cosas bien como lo hace el ministro
González» citado en La Nación, 7 de febrero de 1990.
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Martín Unzué

El rebrote inflacionario (la segunda hiperinflación) y una fuerte sa-


lida de capitales del país que generaron temor ante una posible corrida
bancaria, preceden la puesta en marcha, los últimos días de diciembre
de 1989, de un plan que terminará de ser anunciado el 1º de enero de
1990, y que será conocido como el Plan Bonex.
Este nuevo paquete de medidas económicas buscó reducir drásti-
camente la cantidad de moneda (australes) en poder del público, con-
gelando los depósitos bancarios en plazos fijos superiores al millón de
australes y canjeándolos por bonos externos del Estado argentino a un
plazo de diez años (Bonex 89).
A partir de aquí el sentido de urgencia se volverá arrollador. La
nueva experiencia hiperinflacionaria es presentada como la evidencia
de que el camino del ajuste es único e incuestionable. Las leyes aproba-
das dan espacio para que el Ejecutivo ponga en marcha un severo plan
de contracción del gasto público identificado este como el gran respon-
sable de los males económicos del país.
Entre las principales medidas del plan deben notarse el anuncio del
inicio de las privatizaciones, la prohibición de todo llamado a licita-
ción, adjudicación o compra de bienes en la administración pública
central y en las empresas públicas y la restricción al retiro de los de-
pósitos bancarios ya referida, que será una confiscación forzosa de los
ahorros de los depositantes en las entidades bancarias.9 Los anuncios
se completaron con la declaración de un feriado bancario y cambiario.
«La economía» respondió con aumentos de precios10 y desabaste-
cimiento en paralelo con la difusión de los primeros pasos tendientes
a «racionalizar»11 Ferrocarriles Argentinos,12 ENTel y algunos bancos
9. A diferencia de lo sucedido una década antes, en este caso los ahorristas
sí se verán perjudicados por la medida que los obligaba a esperar diez años para
rehacerse de sus depósitos. Sin embargo, esa crisis será menos importante que
la del año 2001 como veremos más adelante. En principio podemos decir que
con cierta regularidad el sistema financiero argentino sufrió colapsos diversos
desde comienzos de los años ochenta. También podemos ver que a medida que
el Estado fue perdiendo capacidad, las consecuencias de esas crisis recayeron
cada vez con más fuerza sobre los depositantes más pequeños.
10. La inflación sólo del mes de enero de 1990 fue del 79,2 %.
11. Notemos que los términos «racionalizar» o «modernizar» entre otros,
son utilizados en forma generalizada para calificar (con una inocultable valora-
ción positiva) las innovaciones que se están produciendo. Lo mismo se produce
en casi todos los países de la región que comienzan a implementar políticas si-
milares.
12. Sin dudas Ferrocarriles Argentinos fue señalada insistentemente por
el gobierno como el paradigma de empresa pública ineficiente y deficitaria.
En esta línea deben leerse los diversos planes de «racionalización», desde el
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Primeros intentos en el gobierno

públicos como el BANADE y el Banco Hipotecario Nacional. Los masi-


vos licenciamientos de personal proseguirán con el delineamiento de
un profundo plan que preveía la supresión de 122.000 agentes de la
administración pública nacional, más el 40 % del personal civil de las
fuerzas armadas, en un lapso de tres años. A partir de allí, el gobierno
comienza una suerte de carrera contra reloj para mostrar su verdadera
voluntad de ajuste, confiando en que sólo de ese modo podría recupe-
rar la estabilidad.

decreto-plan 666/89 pasando por la asistencia del Banco Mundial al proceso


de venta (el llamado Memorándum de entendimiento para la reestructuración de
Ferrocarriles Argentinos que establecía la supervisión general del proceso por
parte del banco). Luego de múltiples conflictos en especial con los gremios,
que dieron lugar a la famosa sentencia de Menem «ramal que para, ramal que
cierra», la empresa comienza a ser concesionada en partes, comenzando por
el estratégico ramal Rosario-Bahía Blanca que es entregado al consorcio Fe-
rroexpreso Pampeano formado por una empresa privada estadounidense (Io-
wa Interstate Railroad) junto el grupo Techint, quienes superan a la oferta de
la estatal española Renfe.
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La reforma del Estado presentada como una


necesidad ineludible

A pesar del fracaso del primer intento de delegar el manejo de las


cuestiones económicas en un grupo empresario como Bunge y Born, y
de los límites que encontraba la gestión de Erman González,1 podemos
decir que los grandes objetivos de reforma y reducción del Estado y
de desregulación de la economía se mantuvieron como guía de las ac-
ciones del gobierno, imprimiéndole a la gestión una orientación muy
consistente con las propuestas neoliberales.
El «nuevo» diagnóstico reproducía en buena medida el que se venía
gestando desde mediados de la década del setenta: el Estado argen-
tino era el causante de la pobre performance económica nacional, de la
inflación, y de los malos servicios públicos que no podía brindar en for-
ma eficiente. También ese Estado era el centro de un esquema donde
la ineficiencia y la corrupción generalizada gangrenaban el cuerpo so-
cial dilapidando recursos sociales escasos. Esto explicaba «el fracaso»
(considerado un dato de la realidad dentro de esta lectura, por lo que
no valía la pena su discusión), de un modelo regulador e interventor.
Por ello, la tarea asumida como impostergable era una vez más, como
se había anunciado en 1976, lograr revertir el «rumbo de decadencia»
nacional.2
Si buscamos los argumentos teóricos de origen liberal con los que
se fundamenta este proceso, aunque los mismos no necesariamente ha-
yan sido explicitados en forma permanente, podemos encontrar al me-
nos dos tipos de explicaciones. La primera, de corte cuasi filosófico,

1. Bautizado «sup-Erman» por una parte importante de la prensa.


2. Tarcus en un artículo contemporáneo a los primeros años del menemis-
mo ya sostiene dos hipótesis: la primera que el proceso de quiebre del llamado
«Estado populista» se inicia en 1976 pero es proseguido por los gobiernos de
Alfonsín y Menem. La segunda, que ambos gobiernos democráticos se desarro-
llan en un contexto de fuerte debilidad. Al respecto véase Horacio Tarcus. «La
crisis del Estado populista. Argentina 1976-1990». En: Realidad Económica, n.o
107: Buenos Aires (abril–junio de 1992). Ed. por IADE.

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Martín Unzué

supone que el individuo es un actor egoísta y maximizador de su uti-


lidad. A partir de ese punto de partida, la forma de agregación social
no se puede basar en la solidaridad o la cooperación sino en la compe-
tencia, como lo promueve el mercado. Ese individuo que construye el
liberalismo no puede involucrarse con lo público del mismo modo que
lo hace con lo privado. Lo público como lo que es de todos parece no
ser de nadie, de allí su fracaso y la necesidad declarada de reducir esos
espacios en pos de lo privado, donde existe aquel que se beneficia con
su desarrollo (el propietario) y por ello trabaja, se esfuerza y vela por
su cuidado y crecimiento.
En este punto radica el origen de la afirmación de que lo público
es ineficiente y lo privado eficiente. En el primero de los casos, lo que
es de todos por definición, recibe menos compromiso que lo propio, y
además, se ve postergado por los intereses individuales en forma cons-
tante, lo que lleva no sólo a que el incentivo para su desarrollo sea me-
nor, sino a que la tendencia a la proliferación de prácticas negligentes
se vea fomentado por esta misma lógica.
El segundo conjunto de argumentos es de origen económico. El Es-
tado es ineficiente por ser un espacio público administrado con una
lógica o racionalidad política: por ello resulta deficitario.3 En conse-
cuencia, o tiene una política monetaria activa para financiarse y en ese
caso es responsable de la inflación, o se endeuda, aumentando la ta-
sa de interés y en consecuencia generando el «efecto desplazamiento»
(crowding out) de la inversión privada. De esta forma, se sostiene que
el conjunto de la economía pierde eficiencia a medida que aumenta el
rol del sector público, el que, por otra parte, crece a expensas de los
privados. Este es un punto importante. El discurso liberal supone una
suerte de juego de suma cero entre lo público y lo privado, a pesar de
que esto no necesariamente es así. Además, tampoco advierte que el
crecimiento de lo privado (el proceso de mercantilización de lo que an-
tes era público) deja claros ganadores y perdedores en el camino.4

3. Hemos tratado este tema en otra parte. Véase Martín Unzué. «Nueva
racionalidad en el Estado poskeynesiano». En: Periferias: (segundo semestre de
1996).
4. Es cierto que si el Estado deja de brindar un sistema de salud público
eficiente y gratuito, aparecen las empresas de medicina prepaga. Si el Estado
deja de brindar una educación apropiada, aparecen las empresas que brindan
el servicio educativo. Si el Estado no puede contener la inseguridad, florecen
las empresas dedicadas a brindar seguridad privada. Ninguno de estos secto-
res tendría sentido si el sector público brindara servicios con la misma calidad
en forma gratuita, porque nadie pagaría por obtener algo que está disponible
sin tener que hacer ninguna erogación. Entonces la retirada del Estado ha per-
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La reforma del Estado presentada como una necesidad ineludible

Sin embargo, y al amparo de ese discurso, el nuevo gobierno re-


tomará, como ya había sucedido en 1976, y luego en los ochenta, en
especial desde 1987, la idea de dar vuelta una página de la historia y
«volver a la senda del progreso» dentro de una economía «libre», des-
regulada y con un Estado reducido.5
Pero a diferencia de lo sucedido en los anteriores intentos, la coyun-
tura política y social del período 1989-1990 parecen más favorables
a los cambios, permitiendo un sólido avance en un profundo proceso
de reforma estructural de la economía argentina que dejará definitiva-
mente atrás el modelo de desarrollo que el país había adoptado por lo
menos desde la llegada del primer peronismo al poder.
Es este el camino que se emprende en el año 1990. Anunciado el
Plan Bonex, se ponen en marcha en forma concertada los pasos hacia
un amplio y veloz proceso de privatizaciones, desregulación de merca-
dos y achicamiento del Estado.

mitido que todos esos sectores se desarrollen en el país en las últimas décadas,
posibilitando la emergencia de las empresas de medicina prepaga, el aumen-
to de la participación de las escuelas y universidades privadas o el muy fuerte
crecimiento de las empresas de seguridad privada. Pero hay otro elemento a
tener en cuenta. La remercantilización de esas áreas supone que el acceso a
los bienes que se proveen en ellas está restringido para aquellos que no pueden
pagarse esos servicios. De esta forma, los derechos de la ciudadanía, que en
principio deberían ser iguales para todos, pasan a ser exclusivos para aquellos
que triunfan en el mercado y por ello pueden pagar por esos servicios.
5. Es decir, siguiendo la lógica del discurso liberal que se reposiciona en
el centro de la discusión política desde mediados de los años setenta. No en
vano el menemismo se identificará públicamente con algunas de las experien-
cias desarrolladas en los países centrales. Al respecto, Menem declara en una
nota publicada en La Nación el 8/2/1990, «la señora Thatcher hizo lo mismo
que nosotros pero en tres o cuatro años, y a ella le tuvieron paciencia». No-
temos que la libertad para este tipo de liberalismo, se reduce a la libertad de
mercado, es decir, a la libertad para comprar y vender con la menor cantidad
de restricciones posibles. Por ello la paradoja ya referida de que en plena dicta-
dura se pueda apelar a un proyecto que pretendidamente buscaba «la libertad».
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La legitimación de las privatizaciones

Esta suerte de blitzkrieg que son las privatizaciones argentinas, avan-


zan gracias a una combinación de importantes apoyos y menos resis-
tencias de las que se podría esperar, dados los evidentes costos que
producían las decisiones (sobre lo que volveremos más adelante).
Dentro de los sustentos buscados y recibidos, habrá apoyos exter-
nos provistos por los Estados de ciertos países desarrollados, la banca
internacional, y los principales organismos financieros internaciona-
les, a lo que se le suman los apoyos locales. Esto responde a los intere-
ses concretos de ciertos sectores de la burguesía nacional, y del capital
transnacional, que, como veremos luego, se beneficiarán con las ven-
tas.1
Pero también habrá una necesidad de legitimar el proceso en la opi-
nión pública y aquí los efectos sociales de la hiperinflación serán claves
en la producción de la demanda de cambio y en la impugnación del Es-
tado y de lo público. Este clima se verá profundizado al menos por dos
procesos paralelos.
El primero es consecuencia de la decisión estratégica ya referida de
suspender todo gasto estatal, sea inversión nueva o de mantenimien-
to, a partir de enero de 1990. El resultado será un rápido deterioro
de la calidad de los servicios que proveían las empresas públicas, que
prontamente se convertirá en un terreno fértil para la demanda de pri-
vatización. Ante la agudización de los problemas para comunicarse te-
lefónicamente, los cortes de luz programados o imprevistos, la mala

1. Procesos de privatización similares se producen en forma simultánea en


toda la región, y en muchos casos los compradores son las mismas empresas.
Un caso particular es el de Uruguay, donde el gobierno de Luis Alberto Lacalle
había logrado, en 1990, la aprobación de lo que se llamó la «ley de Empresas
Públicas», que preveía un programa privatizador amplio. Los fuertes debates
sobre el tema, en los que no faltaron la apelación a los resultados que estaba
brindando la experiencia argentina en la materia, llevaron a que a raíz de un
plebiscito ocurrido en diciembre de 1992, se terminen derogando numerosos
artículos de esa ley, y frenando parte del plan de ventas.

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Martín Unzué

calidad de los transportes entre otras limitaciones, las respuestas ten-


derán a abrazar la esperanza de una gestión privada supuesta como
más eficiente.
Pero hay otro elemento que suele y no debe pasar desapercibido:
las primeras privatizaciones (para ser más precisos, concesiones) rea-
lizadas son las de los canales de televisión 13 y 11 entregados en enero
de 1990,2 lo que presentaba un claro antecedente en el fallido intento
de venta realizado por la dictadura militar en 1982.
La gran diferencia en 1989-1990, es que en esta oportunidad Me-
nem decide modificar la llamada ley Federal de Radiodifusión para per-
mitir que las empresas propietarias de medios gráficos accedan al con-
trol de canales de televisión y radios.3 De esta forma, con la venta de
los canales 13 y 11 de televisión, se abre una nueva etapa en la historia
de los medios de comunicación en Argentina: la de los multimedios.
Evidentemente, la ley de Radiodifusión de la dictadura no impedía
la concentración de licencias en pocas manos para democratizar la cir-
culación de información, sino porque comprendía el poder que la mis-
ma podía generar. La derogación de esta norma por parte del nuevo
presidente, como consecuencia de la presión de las empresas interesa-
das, permitirá a partir de 1990, la paulatina conformación de grandes
grupos periodísticos controlantes de diarios, canales de televisión y ra-
dios AM y FM, y que posteriormente también incursionarán en la distri-
bución de señales de televisión, en la provisión de servicios de Internet
y en la producción general de contenidos.

2. Ciertos trabajos muy bien documentados suelen no considerar a estas


ventas como el inicio del proceso privatizador bajo el menemismo. Esto podría
ser producto del tamaño relativamente pequeño de ambas concesiones, lo que
lleva a ver las ventas de Aerolíneas Argentinas y ENTel como las primeras priva-
tizaciones significativas (los leading case). Esta es la posición que encontramos,
entre otros trabajos, véase Mabel Thwaites Rey. «Ajuste estructural y privatiza-
ciones en la Argentina de los noventa (o como achicar el Estado no es agrandar
la Nación)». Tesis doct. Buenos Aires: Facultad de Derecho, UBA, 2001; Mabel
Thwaites Rey. La (des) ilusión privatista. Buenos Aires: UBA, 2003; o Mariste-
lla Svampa. La sociedad excluyente. La argentina bajo el signo del neoliberalismo.
Buenos Aires: Taurus, 2005. Nosotros sostendremos que la importancia simbó-
lica de la transferencia de los canales de TV fue suficiente como para afirmar
que el proceso privatizador se inicia con esas ventas.
3. Esta ley 22.285 es del 15 de septiembre de 1980, y lleva las firmas del
presidente de facto Videla, de Martínez de Hoz, y otros ministros. En ella se
establece que los medios deben entre otras cosas, «preservar la moral cristiana»
y «difundir la información y prestar la colaboración que les sea requerida para
satisfacer la necesidades de la seguridad nacional».
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La legitimación de las privatizaciones

Pero lo que queremos decir es que la decisión del menemismo de


conceder una modificación normativa tan demandada, y acto seguido,
proceder a la privatización de los canales de televisión más importan-
tes del país, debe ser vista en la misma línea que los otros gestos de la
antielite política por lograr un acercamiento a los grupos identificados
como significativos para el mantenimiento de la gobernabilidad.
La primera consecuencia será el claro rol que jugarán los medios de
comunicación en la generación de un discurso favorable a las nuevas
políticas y en especial a las privatizaciones, oscilando entre el aplau-
so irrestricto a las ventas y su aceptación como un mal inevitable. En
ambos casos, los medios más importantes terminarán acompañando el
proceso, constituyéndose en otros actores internos que apoyaron las
ventas.4
Pero esto no podía ser de otro modo pues en muchos casos no se
trata de espectadores, sino de actores parte e incluso de los primeros
beneficiados por las privatizaciones como es el caso de Clarín,5 que a
partir de ese momento accede al control del canal 13 de televisión.6
Un breve análisis de la evolución de este grupo en los años poste-
riores a 1990 muestra que la combinación de privatizaciones y nuevo
marco legal, le permitirá conformar un enorme conglomerado de em-
presas controlantes de radios AM como Radio Mitre, FM como la 100,
distribuidoras de TV por cable como Multicanal, canales de TV abier-
ta como el mencionado Artear (canal 13), y participar en la agencia
Diarios y Noticias, en Papel Prensa y en Cimeco –Compañía inverso-
ra en medios de comunicación- propietaria de diarios como La Voz del
Interior o el Diario Los Andes (en los tres emprendimientos asociado
con La Nación). Además el grupo reunió acciones en productoras como
Pol-Ka, Patagonik film, distribuidoras satelitales como Direct TV Latin

4. Sobre el discurso de los medios referido a las ventas, véase Natalia Romé
y Martín Unzué. «Política y comunicación. Estudio de caso: el tratamiento del
proceso privatizador en la prensa gráfica argentina, 1990-1991». En: Boletín de
la Biblioteca del Congreso de la Nación, n.o 123: Buenos Aires (2007).
5. Es cierto que esto supone que existe una línea editorial definida al in-
terior de cada uno de los medios. Sobre este punto hemos trabajado en el pro-
yecto Ubacyt D403 «Formas de legitimación del proceso de privatizaciones, el
rol de la prensa gráfica en los años 1990-1991».
6. La transferencia es tapa del diario Clarín el día 12/1/1990 y la nota
afirma que «esta primera privatización se ha realizado en tiempo récord me-
diante un proceso muy bien llevado» (. . . ) «con este nuevo paso se consolida-
rá la política de privatización de ondas de radio y televisión en procura de su
modernización y, a la vez, para aliviar al tesoro nacional de pesados déficits
agigantados con el paso de los últimos años».
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Martín Unzué

America, empresas de telefonía móvil como CTI Móvil y un amplio con-


junto de otras empresas.7 Pero la expansión no se detuvo allí, y pocos
años después, el multimedios había incorporado numerosos diarios y
revistas (entre ellos La Razón, Olé), había consolidado su posición do-
minante en la distribución de TV por cable (con la fusión entre Multi-
canal y Cablevisión), se había extendido como proveedor de Internet
con Fibertel, y había incorporado múltiples canales de TV abierta del
interior del país, y editoriales de textos entre otros negocios.
Este no es el único ejemplo de grupos multimediales formados des-
de los noventa y beneficiados con las privatizaciones. Telefónica de
Argentina fundó el suyo llegando a controlar o tener participación ac-
cionaria relevante en Telefé (canal 11), Radio Continental, Sprayette,
Unifón (luego Movistar), Terra, Deremate, entre otras empresas.8
También el Grupo Uno (o Vila-Manzano) reunió señales de TV co-
mo América (supuestamente este canal incorporó posteriormente la
participación de Francisco de Narváez), a lo que se le suman nume-
rosos canales de TV en el interior, diarios como el Diario Uno en Men-
doza, La Capital de Rosario, y otras empresas.
Lo que queda claro, más allá de lo dinámico de las constantes fusio-
nes, cambios de mano y adquisiciones que no han permitido siempre
una clara identificación de los verdaderos propietarios de los medios,9

7. También existieron versiones de que el grupo habría controlado el dia-


rio Página/12, como se afirma en Le Monde Diplomatique, junio 2003.
8. La agresiva expansión de este grupo continuó en el año 2004 con las
negociaciones para la adquisición a nivel latinoamericano de las filiales de Be-
llSouth (MOVICOM en Argentina). Con ello la empresa empezó a controlar
el 50 % del mercado de telefonía celular en el país. En los últimos años, son
cuatro los operadores de telefonía celular que controlan el mercado, y dos de
ellos son producto directo del proceso privatizador iniciado en 1990 (Personal
ligada a Telecom y Movistar a Telefónica), a lo que se le sumó posteriormente
la mencionada CTI vinculada a Clarín, luego devenida Claro con el ingreso de
capitales mexicanos en la empresa.
9. La dificultad para conocer a los propietarios de los medios ha sido bas-
tante frecuente y las constantes fusiones y transferencias de acciones han resul-
tado un escollo para realizar un «mapa de medios» completo, a punto tal que
incluso las autoridades regulatorias no siempre han tenido información ple-
na sobre el tema. Un ejemplo claro ha sido la dificultad para corroborar o no
la propiedad del canal de TV América por parte de Francisco de Narváez. Del
mismo modo, personajes como Daniel Hadad o Marcelo Tinelli han participado
en la propiedad de diversos medios, con resultados y continuidades diversas.
El primero de ellos estuvo vinculado a Radio 10, canal 9, FM Mega, Infobae y
C5N, mientras el segundo llegó a alcanzar la concesión de las frecuencias de
radio del Plata a fines de 2003, mientras se concentraba en la producción de
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La legitimación de las privatizaciones

es que el crecimiento de estos grupos ha sido muy relevante, consti-


tuyéndolos en actores políticos significativos por casi dos décadas, y
que ese proceso se inició con las primeras privatizaciones. Esos mul-
timedios conformarán un conglomerado informativo que en líneas ge-
nerales alimentará la imagen positiva de todo el proceso de venta de
empresas estatales.
En cuanto al plan de privatizaciones, concesionados los canales de
televisión, el mismo continuará con la venta de Aerolíneas Argentinas
y ENTel, la empresa nacional de telecomunicaciones. La selección de
estas como «caso testigo» será, según Thwaites Rey, producto del apa-
rente atractivo de las mismas para los inversores internacionales. En el
primer caso por ser una empresa «con altos niveles de eficiencia» y en el
segundo por tratarse de un monopolio en un área con fuerte potencia-
lidad y que se encontraba en pleno proceso de cambio tecnológico.10

contenidos. También podemos destacar la formación de grupos de medios vin-


culados a personajes del mundo político como en el caso ya referido del grupo
Vila-Manzano, o el grupo encabezado por Alberto Pierri (canal 26 y Telecen-
tro), seguido por una gran cantidad de medios provinciales en manos de elites
locales, y la emergencia, a partir de la segunda mitad de la década del 2000,
de una serie de medios que estarían vinculados a figuras políticas próximas al
gobierno. La aplicación de la ley de servicios de comunicación audiovisual (ley
nº 26.522) debería resolver este punto clarificando la propiedad y la relación
entre medios.
10. Thwaites Rey, «Ajuste estructural y privatizaciones en la Argentina de
los noventa (o como achicar el Estado no es agrandar la Nación)», pág. 95.
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Algunas conclusiones

El período que hemos analizado abarca un poco más de un cuarto


de siglo de historia reciente de la Argentina.
En el mismo se sucedieron gobiernos militares y civiles (una doce-
na de presidentes aunque pocos elegidos por el voto popular), hubo
un conflicto militar (Malvinas), diversas crisis económicas, cuatro sig-
nos monetarios (que le restaron once ceros a la moneda), dos hiperin-
flaciones, la deuda pública superó los 180.000 millones de dólares, se
produjo una reforma constitucional. . .
También fueron años de importantes transformaciones sociales y
económicas signadas por la irrupción de un neoliberalismo que se ha-
bía ido incubando por décadas, y que termina de emerger como discur-
so hegemónico, primero bajo el imperio del terror de la coacción física
ilegítima de la dictadura, y luego, con el «apoyo» electoral que produjo
una nueva forma de terror originada en la coacción económica. Pues
tanto la represión como el desempleo y la pobreza, han acorralado e in-
hibido a la acción política de modo consecutivo, llevando como resul-
tado a una sociedad más débil, más reacia a la política, y por ello con
menos Estado para garantizar ciertos derechos. También con una eco-
nomía más abierta, más desregulada, más extranjerizada y asumiendo
un lugar más subordinado en el contexto internacional.
Estos cambios generaron una sociedad más «latinoamericana», en
ese sentido del que la Argentina había intentado escapar en su relato
identitario de mediados del siglo pasado. Mayorías más empobrecidas,
clases trabajadoras debilitadas, una sociedad más mercantilizada y por
ello, con relevantes bienes y servicios no accesibles para todos. Pro-
blemas de infraestructura insuficiente en sectores sensibles, sin cubrir
necesidades elementales de parte sustancial de su población y con un
mercado de trabajo en extremo precario, con enormes sectores confi-
nados a la economía informal y regulaciones laborales limitadas.
Ese rumbo parece zozobrar en la crisis de 2001 que emerge como
un límite político cuyas expresiones presentan costos no asumibles por
los gobiernos. No es que una súbita conciencia haya despertado en

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amplios sectores sociales aunque sin dudas, las formas de recepción de


los procesos que hemos analizado han sido heterogéneas.
Lo imprevisto de las crisis como la del 2001, también constatado
en otras similares ocurridas en el continente, es que nunca queda muy
claro cuándo los costos sociales que derivan de la aplicación de deter-
minadas políticas públicas superarán cierto inestable umbral de tole-
rancia, que lleva a que sean repudiados. Ese límite es móvil. El temor
eleva el piso de aceptación. El convencimiento también. Por ello las
fuerzas legitimantes juegan un papel clave en estos procesos, como he-
mos intentado demostrar.
Pero en ciertos casos, cuando los deterioros son muy significativos o
se acentúan abruptamente sin tiempo para ser «digeridos» socialmen-
te, cuando diversos procesos confluyen sumando y articulando múlti-
ples resistencias, se puede superar un límite siempre difuso, una suerte
de frontera de la tolerancia social. Allí la situación se desborda y sobre-
viene la revuelta, el desorden, en muchos casos sin posibilidades de ser
canalizado por las debilitadas estructuras políticas existentes.
De esos momentos surgen cambios: las fuerzas de la reacción con-
servadora intentan retornar al sendero de la paz social, haciendo con-
cesiones, aliviando penurias, siempre en forma proporcional al grado
de conflicto desatado, en una suerte de economía de la restauración. Si
el daño fue significativo, los cambios parecen más contundentes. Los
hechos posteriores a 2003, la reversión de algunas de las políticas im-
plementadas por años, pueden ser leídos, en esta clave, como una res-
puesta a ese traumático 2001.
Lo que hemos intentado analizar en las hojas precedentes, es el pro-
ceso de construcción del orden neoliberal, prestando particular aten-
ción a las transformaciones del Estado, a la forma en que el mismo
entra en crisis y al modo en que ese vacío se manifiesta. Nos hemos
referido a las continuidades a lo largo del período, al modo en que la
inflación actuó como elemento legitimante de muchas de las decisiones
tomadas, a la forma en que el endeudamiento público y luego el cepo
de la Convertibilidad condicionaron toda política estatal y las transfor-
maciones que ello produjo.
Vale una advertencia. Ese proceso posee una doble dimensión: una
intertemporal, sobre la que hemos buscado echar luz, al mostrar las
continuidades mencionadas en las políticas, en los protagonistas, en
los intereses en juego a lo largo de los años revisados. Pretendimos dar
cuenta de la notable y evidente consistencia con la que se han seguido
algunos caminos desde mediados de los años setenta.
Pero también existe una dimensión que excede los marcos locales,
en la medida que mucho de lo acontecido en Argentina, encuentra pa-
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ralelismos con otros procesos vividos en Latinoamérica o en otras par-


tes de las periferias del capitalismo mundial. Sin dudas, el escaso co-
nocimiento sobre la historia política y económica de nuestra región en
este período (no inocente, sino parte de las formas legitimantes referi-
das), ha permitido velar el carácter repetitivo de mucho de lo que aquí
sucedía, y paralelamente, ha evitado el desarrollo de comprensiones
más globales.
Son muchos los lugares en los que se ha reformado al Estado e im-
pugnado a la política, donde se anheló ingresar al «primer mundo» pe-
ro se terminó en una severa crisis. Hemos hecho múltiples referencias a
esta dimensión, aunque un análisis pormenorizado de la misma queda
aquí como una deuda pendiente, a retomar en un posterior trabajo.
Fue necesario comenzar con esta historia local, para luego poder
preguntarse por las formas en que se repitieron modelos, discursos,
consecuencias en otros países latinoamericanos. Sin dudas un traba-
jo en ese sentido favorecerá el sentimiento de identificación con una
historia que es mucho más común de lo que se suele pensar.
Otro problema que hemos dejado pendiente, como ya advertimos
en las páginas iniciales, es el análisis del período que, para la historia
argentina, se abre en 2003. Como ha sucedido en otros países de la re-
gión, las consecuencias de las políticas implementadas en las últimas
décadas, y las dimensiones de las crisis desatadas, han originado disí-
miles formas de reversión de la dirección que se había tomado.
Este trabajo se ha limitado al examen de las consecuencias que lle-
varon a la crisis, aunque brinda herramientas para pensar las herencias
condicionantes, y en ciertos casos irreversibles en el mediano plazo, de
las políticas pasadas (desde sus legados económicos y políticos pasan-
do por los culturales sin dudas más estables).
Pensar el nuevo escenario debe partir de comprender la crisis de la
que emerge el presente, con sus rupturas y sus continuidades que dise-
ñan el territorio de posibilidades en el que se juega la política actual.
Por ello es relevante ver que los costos sociales de los procesos descrip-
tos, así como la debilidad del Estado, son la contracara de los beneficios
que obtuvieron ciertos sectores que aunque minoritarios en términos
numéricos, pudieron articular las alianzas de intereses necesarias para
sostener esos privilegios en el período pasado.
El prolongado sostenimiento de la Convertibilidad como punto cul-
minante del proceso iniciado a mediados de los años setenta, debe ser
comprendido como el resultado de la acción de esos intereses, entre los
que se encuentran los del sector financiero internacionalizado, los de
varias empresas multinacionales proveedoras de servicios con deman-
da rígida (muchas surgidas a partir de las privatizaciones), los de una
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parte de los grandes agroexportadores, así como de las empresas aso-


ciadas a su desarrollo, todos actores que siguen presentes operando en
el escenario pos 2003, en un juego de fuerzas complejo y abierto.
En este sentido, el estudio del período 1976-2003 es presentado co-
mo una herramienta para reflexionar sobre la coyuntura política que se
abre desde entonces, así como una invitación a ello. Este es el desafío
que queda planteado.

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