Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La Declaración dice dos cosas, una con más claridad que la otra. La primera es que el Sínodo
alemán no tiene la facultad de obligar ni a los obispos ni a los fieles a asumir nuevos modos de
gobierno o nuevas enseñanzas, tanto en doctrina como en moral. Por lo tanto, lo que apruebe
el Sínodo, a efectos legales no tiene valor alguno. Otra cosa será el caso que muchos obispos
hagan de ello y la aplicación que le quieran dar, pero sus acuerdos no obligan a nadie.
En segundo lugar, la Declaración dice que no se puede aplicar en las diócesis alemanas lo que
se decida en ese Sínodo antes de llegar a un acuerdo sobre esos temas en la Iglesia universal,
porque eso sería una amenaza a la unidad de la Iglesia (es una forma de decir que eso
significaría un cisma). Esta afirmación está refrendada por una cita de la Carta que el Papa
Francisco escribió a la Iglesia en Alemania en junio de hace ya tres años. Como consecuencia
la Declaración pide que las propuestas que los alemanes tengan que hacer las presenten en la
Secretaría del Sínodo sobre la Sinodalidad, que se está desarrollando a nivel de la Iglesia
universal. Alguno podría pensar, incluso, que este Sínodo se ha creado para englobar en él al
Sínodo alemán y así rebajar su capacidad de crear ruptura, concediéndoles algo de lo que
piden para que se contenten.