Está en la página 1de 10

UNIVERSIDAD AUTONOMA DE NAYARIT

Área de Ciencias Sociales y Humanidades


Lic. Estudios Coreanos
Ensayo:
¿Cómo influyeron las potencias europeas y las potencias emergentes en la apertura
comercial de China, Corea y Japón en el siglo XIX?
Unidad de aprendizaje:
América Latina en la Era del Pacífico
Relaciones internacionales y comerciales con China, Corea y Japón
Docente:
Ph. D. Luciano Damián Bolinaga
Autores:
Fisher Toledo Linda Esthela
Landeros Soriano Elsa Margarita

Coordinador de la materia:
Laura Medina Ruiz
1. Introducción.
“(…) Extraer de los procesos del desarrollo histórico, claves que permitan comprender la
trayectoria recorrida, y lo que ella implica para el devenir de los vínculos (…)” (Castilla,
2012)

En la actualidad cuando hablamos de vínculos comerciales entre Estados, lo familiarizamos


con el hecho de que existen políticas para poder hacer un intercambio de determinados
productos entre dichos Estados. Sin embargo, en el pasado no existían este tipo de políticas
que regularan el acceso a otro mercado, haciendo que los países con deseos de expansión
utilizaron métodos más invasivos con el fin de demostrar su poder político. Oviedo (2005)
menciona que todo sistema político se encuentra más o menos en equilibrio con su
ambiente, tendiendo a la expansión, aunque no todos lo sean, porque la acción de la política
procura mantener el poder o aumentar con el fin de demostrarlo.

Muchos de los países optaban por demostrar su poder a los demás a fin de crear vínculos
intimidatorios, los países tenían que mayor poder, generalmente, eran los considerados
como las potencias, cabe aclarar que han ido cambio conforme ha transcurrido el tiempo.
Mols (2010) nos menciona que a principios del siglo XIX Asia aparece en la conciencia de
las potencias coloniales europeas, sumándose dos países emergentes, –Estados Unidos y
Rusia–, teniendo un interés más comercial. Cuando estos países pusieron la mira en los
países asiáticos, comenzó a surgir una nueva restructuración económica, dejando a países
fuera de las potencias e impulsando a nuevas.

Renouvin (1990) menciona que, con la apertura de China, Japón e Indiochina permitió que
se incorporan en la influencia económica-política de Europa y Estados Unidos, es necesario
mencionar que, aunque son países asiáticos cercanos, su apertura no fue similar en el país
aperturador ni mucho menos por la estrategia utilizada.

Para fines de este ensayo trataremos de explicar ¿cómo influyeron las potencias europeas y
las potencias emergentes en la apertura comercial de China, Corea y Japón en el siglo
XIX?, el escrito no se enfocará sólo en aspectos históricos, sino que analizaremos las
estrategias empleadas por los países para establecer la apertura comercial.
2. Influencia de las potencias europeas y emergentes en la apertura comercial
2.1 China.

Antes de adentrarnos a los acontecimientos del siglo XIX, es necesario puntualizar algunos
hechos históricos que nos dan pauta para conocer algunas relaciones comerciales
informales que fueron establecieron con otros países.

Fairbank (1996, p.192) menciona que durante del siglo X los estados musulmanes1 trazaron
una ruta a través del mar del mediterráneo hacia el océano indico, por la cual transportaban
pimienta, nuez moscada y canela, desde su lugar de producción –las indias orientales– hasta
el mercado europeo. Esta conexión incentivó al expansionismo europeo a considerar su
posición sobre el lejano oriente, y la creación de la Compañía de las Indias, junto con otros
factores, fueron razones de que Inglaterra, potencia mayor en esa época, creara vínculos
con China.

Otro de los registros que se tiene sobre el comercio chino con el extranjero surge en los
siglos XVI y XVII, consistiendo en la importación de plata, proveniente de Japón y
América, estimándose que alrededor de $10 millones de dólares en plata ingresaban
anualmente al comercio interno de China (Fairbank, 1996).

Dichos países no fueron los únicos en tener una relación comercial con China, Inglaterra
tenía un interés exacerbado en ingresar en el mercado chino, es por ello que ideó una
manera de ejecutarlo, tendiendo como resultado, como menciona Bolinaga (2013) el
establecimiento de la Compañía de las Indias Orientales, el 31 de diciembre de 1600 quedó
plasmado en la “Carta Real”, dicha entidad comercial duró hasta la primera mitad del siglo
XIX.

Aunque la relación se haya establecido de manera escrita, cabe señalar que no podría
considerársele como una conexión comercial formal, porque esta había sido pactada con un
grupo de mercaderes chinos, siendo los encargados de imponer las reglas que ellos
considerarán más convenientes con Gran Bretaña, pudiendo beneficiarlo o no.

1
Los estados musulmanes eran Siria, Persia, Iraq y Egipto, posteriormente se unió Afganistán.
Fairbank (1996) menciona que algunos de los productos exportados por los chinos a los
británicos eran: té, seda y porcelana, mientras que los chinos importaban plata, tejidos de
lana y, en algunas ocasiones, opio de la India. Sin embargo, el establecimiento de dicha
Compañía y el importar determinados productos fueron algunos de los factores que llevaron
a un desacuerdo político y económico entre estos dos territorios, lo cual se verá reflejado en
una guerra, misma que mencionaremos más adelante.

A mediados del siglo XIX, Gran Bretaña contaba con alrededor de 350 comerciantes en
Cantón, puerto cercano a Hong Kong, en donde se comerciaban diversos productos. No
obstante, a una serie de manejos comerciales injustos y poco claros, fueron los causantes de
la cancelación del contrato de la Compañía de las Indias, llevando al Parlamento Inglés a
tomar la decisión de no renovar contrato y enviar a un miembro a vigilar y crear vínculos
directos con un representante gubernamental, pero él no obtuvo buenos resultados en sus
dos intentos (Renouvin, 1990).

Ante las constantes negativas que daba el virrey chino, y aprovechando la radical política
china contra el opio comerciado ilegalmente por los ingleses “Palmerston declaró, el 19 de
marzo de 1840, en la Cámara de los Comunes, que los procedimientos chinos eran
intolerables y era necesaria una intervención armada para conseguir seguridad en lo futuro
para el comercio británico" (Renouvin, 1990, p.182). A partir de ese momento comenzó la
Primera Guerra del Opio, siendo una estrategia planeada por la Gran Bretaña para obligar al
comercio chino a abrir sus puertas y brindar mejores condiciones a beneficio de los
ingleses.

En el mismo año, Francia se encontraba interesado en el territorio chino, por ello contaban
con lazaristas misioneros franceses, con el objetivo de evangelizarlos, aunque fue una
época critica para el apostolado. En la misma medida, los comerciantes rusos de Siberia y
del territorio del Amur se relacionaban con China vía terrestre, percatándose de que era
muy tardado el traslado, proponiéndose arribar a China por vía marítima, al final eso quedó
en un proyecto que no se concluyó (Renouvin, 1990).

En ese momento, China pasaba por una época de graves conflictos internos que hacían
denotar la decadencia de la dinastía, como la desmoralización, dirigentes corruptos,
hambruna en la población, la revolución Taiping, etc. Llevando al Imperio Chino a
considerar más importantes sus problemas internos que los problemas externos con Gran
Bretaña, dicha priorización le costó la pérdida del enfrentamiento, debido a la
desorganización militar china (Fairbank, 1996).

Ante su derrota, China aceptó firmar el Tratado de Nankín el 29 de agosto de 1842.


Estableciendo la apertura de otros cuatro puertos, donde se les permitiría residir a los
ingleses, contar con su propia jurisdicción y podrían comerciar directamente con la
población china (Renouvin, 1990).

Tras la firma de este primer tratado, le siguieron una serie de tratados desiguales que solo
veían por el bienestar de los países extranjeros, como el tratado de Whampoa, firmado con
Francia el 24 de octubre, mientras que con Estados Unidos se firmó el 3 de julio en
Wanghia. A los franceses se les concedió la protección de los misioneros, siendo un punto
geográfico de apoyo próximo a China y la seguridad de los chinos convertidos al
cristianismo. En el caso estadounidense se les asignaron chinos instruidos con el propósito
de enseñar el idioma chino, así como la construcción, solo en puertos abiertos, de edificios
religiosos y la venta de libros (Renouvin, 1990).

Aunque las cláusulas que plasmaron los franceses con los chinos parecieran, a simple vista,
como menos invasoras en comparación de los otros dos países, si las analizamos en el
aspecto cultural, nos podremos percatar cómo es que a través de misioneros religiosos y la
inclusión de la educación occidental estas potencias comenzaron a dispersar e imponer
gradualmente su entidad sociopolítica, haciendo uso de lo que Mols (2010) denomina como
soft power2. Siendo un medio para ir manteniendo el control de los acontecimientos
sociales, los cuales eran muy importantes en esa época para el Imperio Chino, porque se
estaban volviendo complicados y cada más revoltosos. O como lo diría Fairbank, (1996,
p.187) “China se tornó cada vez más débil y miope justo cuando más se necesitaba de su
fortaleza y visión”.

2
Es la emanación cultural y civilizatoria de una entidad sociopolítica hacia fuera, es decir, la fuerza de
atracción paradigmática que ejerce sobre otros.
Lamentable, la apertura comercial de China se presentó en un momento crítico para su
sociedad, volviéndola vulnerable a países con gran sentimiento de pertenecer a su
comercio, implementándose tratados desiguales, en donde los mejores beneficios eran
asignados a los países pertenecientes a otro continente, como fue el caso de Francia,
Inglaterra y Estados Unidos.

2.2 Japón
Una vez que ya analizamos el caso de China, por la cercanía territorial entre Japón y China,
podría imaginarse que ambos tuvieron el mismo tipo de sucesos para permitir la apertura de
su comercio, este apartado trataremos de desarrollar los aspectos internos y externos más
relevantes que permitieron la apertura de su comercio. Renouvin (1990, p.231) menciona
que “la cuestión japonesa era en función del mercado chino”.

La primera guerra del Opio no solo fue un hecho que involucro a China con occidente, sino
que, según Oviedo (2005) “es el encuentro [de la parte del extremo oriental] con la
civilización occidental, y su incorporación al sistema internacional”. Pues la búsqueda de
rutas hacia el gran mercado chino, de parte de las potencias, trajo la apertura de puertos en
el sudeste asiático (Renouvin, 1990). En especial de Japón, que cuenta con una ubicación
geopolítica, en cuestión marítima, apropiada para poder llegar con más rapidez al territorio
chino, en ese entonces, siendo una zona vulnerable para ser conquistada o apropiada por
alguna potencia que quisiera establecer relaciones con China.

Japón se mantuvo completamente cerrado desde 1637, permitiendo que se incubara un


sistema feudal, dando paso a la formación de 287 daimios que en total contaban con
500,000 samuráis, dándoles más poder incluso que el propio emperador. Esto transitó a una
eventual centralización del poder que, junto con el aumento de burguesía rural y el
capitalismo comercial, desmoronaban el sistema feudal (Renouvin, 1990).

El único puerto abierto al exterior en esa época era Nagasaki, en donde además de
intercambios económicos se daba el intercambio cultural a través de literatura holandesa.
Algunos japoneses se dieron a la tarea de aprender el idioma y estudiar estos textos de
diversos contenidos tecnológicos, influencias occidentales que comenzarían un movimiento
ideológico en contra del aislamiento (Renouvin, 1990). Al respecto, García Daris (1992, p.
26) menciona que, en cierta manera se reconocía que el “occidente poseía conocimientos
científicos y tecnología superior a los propios”, por esto, algunos japoneses apoyaban la
cooperación con los occidentales, sin la necesidad de renunciar a sus tradiciones, su fin era
adoptar la forma de producción económica occidental, incluso sus instituciones políticas,
alertando al gobierno, que contestó con medidas para re-instaurar el feudalismo y detener
este movimiento ideológico en 1841 y 1842, pero no lo logró (Renouvin, 1990).

En 1851, casi a la par, los rusos y americanos querían apropiarse del territorio japonés, sin
embargo, los americanos fueron los primeros en disponerse; en julio de 1853 la escuadra
del comodoro Perry tomó la delantera en las costas japonesas, para fungir como un
convincente mensajero, que regresaría por la réplica del Gobierno japonés el año próximo
(Renouvin, 1990). En su regreso, recibe respuesta del gobierno, que acordaba firmar el
tratado de Kanawaga el 31 de marzo, mismo que concedía a los americanos el derecho de
residencia, de comprar y vender sin intermediarios en los puertos de importancia, en 1858
se modifica sin objeción de parte de Japón, debido al contundente ejemplo en China,
agregándose la extraterritorialidad y representación diplomática (Renouvin, 1990). Se
firmaron tratados similares con Francia, Holanda y Rusia. Aunque no se opuso, Japón tomo
algunas precauciones, como la protección en la importación de arroz y cereales (Renouvin,
1990).

Japón en particular, fue considerado como el territorio en donde podrían desembarcar y el


camino más óptimo para poder acercarse marítimamente a China. El deterioro del sistema
feudal fue un factor que desestabilizó la política interna de Japón, oportunidad aprovechada
por los Estados Unidos para establecer este tratado con Japón. Sin embargo, y a diferencia
de China, Japón supo cómo tomar partido de la situación, tomando una posición de
acercamiento al occidente, no al rechazo.

2.3 Corea.
Corea, a diferencia de los otros dos territorios, contó con menos acercamientos con países
occidentales, púes sus conexiones con China eran más bien terrestres, vías no atractivas
para las potencias. En los primeros encuentros de la península coreana con Occidente, fue
vista como una forma de provocar a China, ya que era su vasallo; en 1866 Francia intentó
intervenir abogando la muerte de un misionero francés, en 1868 Estados Unidos también lo
intentó, con el motivo de recuperar a dos de sus misioneros encarcelados, pero ante tales
amenazas, la respuesta del imperio chino fue concisa y clara “Corea es independiente en
sus relaciones exteriores” (Renouvin, 1990), dicha respuesta hizo que la península coreana
fallará como rehén, haciendo que estos países desistieran de realizar cualquier otra acción.

Se suscitó otro acercamiento, pero no con una potencia occidental y no tan satisfactorio
como en el caso anterior. Este lo tuvo con Japón, quien desde el año de 1873 se había
planteado la cuestión de la península (Renouvin, 1990), 16 años después de su apertura
comercial japonesa, comenzaba a tener la necesidad de buscar recursos. La península
coreana podría ser fuente de recursos como el hierro para la naciente industria japonesa y
arroz para el abastecimiento alimenticio (Renouvin, 1990). Esperó a que su reorganización
interna estuviera completa, y su capacidad militar estuviera a la par para combatir a los
países que se podrían ver amenazados por sus acciones, Rusia en específico (Renouvin,
1990). Tres años más tarde en febrero, tras una demostración naval bastante convincente,
Japón y Corea firmaron un tratado de comercio, en donde se especificaba la apertura de tres
puertos coreanos, el derecho de extraterritorialidad (Renouvin, 1990). Con este tratado
comercial, se da por aperturado el comercio exterior de Corea, siendo una situación
completamente distinta a China y Japón, porque fue a causa de un país asiático y además
vecino.

El soft power también se presentó en este país, con la adoctrinación de algunos jóvenes
coreanos por japoneses. Quienes incluso crearon un partido político, lleno de ideales pro-
Japón, que en 1884 trataría de dar un golpe de estado, el cual no se logró (Renouvin, 1990).
Ante el riesgo de inestabilidad interna en la península coreana, los japoneses alegaron
necesario un acuerdo con China en el año 1885, donde estipulaban la intervención conjunta
de tropas japonesas y chinas en caso de disturbios en Corea (Renouvin, 1990) dando píe a
futuros movimientos expansionistas japoneses.

3. Conclusión
La apertura comercial de China, Corea y Japón no se presenció de la misma manera,
aunque hayan intervenido los mismos agentes. En el caso de China, su apertura comercial
se dio en medio de un deterioro dinástico que se resistía al cambio, mostrándose vulnerable
frente a países con deseos de pertenecer a su economía. Inició con relaciones comerciales
informales con Gran Bretaña, teniendo como consecuencia una serie de cláusulas vagas y
no delimitadas, siendo el pretexto perfecto para poder ingresar con uso de la fuerza militar
al terreno chino, situación que complicó aún más la dinámica social en China, llevándola a
dejar de resistirse y aceptar obedientemente lo estipulado en los tratados por los ingleses en
primera instancia, seguidos por los franceses y estadounidenses, dinámica que la llevó a
una inmensa desventaja económica, en donde los beneficios eran asignados a estos países
pertenecientes a otros continentes .

En Japón se dio al mismo tiempo la disposición por aceptar las nuevas formas occidentales
y la apertura comercial, con una mínima resistencia por parte del gobierno. Aunque Estados
Unidos tomó partido del deterioro de su política interna para establecer Tratados con él
Japón aprovechó que las potencias la usaran como punto estratégico marítimo para llegar a
China, al tomar una posición de acercamiento y no de rechazo, supo cómo apropiarse del
“sistema de establecer relaciones internacionales a lo occidental” y los empleó sobre la
península coreana. Adoptando gradualmente características de potencia emergente.

Aunque la relevancia política y comercial de la península coreana es casi inexistente en este


período, es importante rescatar estos hechos históricos sobre su postura en esta dinámica
para entender las bases sobre las cuales luego se desarrollaría su política y comercio.

Se puede observar un patrón en el establecimiento de estas relaciones. La influencia que


ejercieron las potencias sobre China, Japón y Corea fue una reacción en cadena motivada
por la búsqueda de recursos –el mercado de consumidores- en China, que debido a su
creciente población e intercambio comercial era abundante en potenciales consumidores, lo
que atrajo a las potencias. Esto conllevo a la búsqueda y apropiación de rutas hacia este
nuevo “yacimiento por explotar”, entre ellas la posición marítima de Japón, país que
después de reformado, repetiría el patrón de búsqueda de recursos –en su caso materiales-
en Corea, quien quedaría en medio de la dinámica.

Es interesante retomar que la dinámica creada por las potencias europeas, que se
encontraban en su fase inicial de contracción, impulsara el desarrollo de estos países
asiáticos, en su fase embrionaria de expansión, formando un ciclo político sucesivo entre
ellos.

4. Bibliografía
Bolinaga, L. D., 2013. China y epicentro económico del pacífico norte. Buenos Aires:
Teseo.
Castilla, A. R., 2012. México y la República de Corea: reflexiones en trono a sus 50 años
de historia. México y la Cuenca del Pacífico , pp. 21-42.
Fairbank, J. K., 1996. China. Una Nueva Historia. s.l.:Andres Bello Mexicana.
García Daris, L., 1992. Tradición cultural: adaptación a los cambios en China, Corea y
Japón. En: Análisis de la dinámica política, económica y social de Asia-Pacífico en sus
relaciones con la Argentina. s.l.:s.n., pp. 15-30.
Mols, M., 2010. ¿Del siglo norteamericano al siglo del Pacífico asiático?. México y la
cuenca del pacífico, 13(39), pp. 13-45.
Oviedo, E. D., 2005. China en expansión. Córdoba: EDUCC.
Renouvin, P., 1990. Historia de las Relaciones Internacionales. Siglos XIX y XX.
s.l.:Ediciones Akal .

También podría gustarte