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CLACSO

Chapter Title: AGRICULTURA FAMILIAR


Chapter Author(s): Norma Naharro

Book Title: La pobreza en la prensa


Book Subtitle: Palabras clave en los diarios de Argentina, Brasil, Colombia y México
Book Editor(s): Ana Beatriz Chiquito, Elena Rojas Mayer, Gabriela Llull, Carolina Pinardi
and Lara Barbosa Quadros Côrtes
Published by: CLACSO

Stable URL: https://www.jstor.org/stable/j.ctvnp0kbt.8

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ARGENTINA
Sonia Álvarez Leguizamón y Norma Naharro

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AGRICULTURA FAMILIAR

Norma Naharro

Agricultura familiar es el término que se utiliza para denominar a


la actividad productiva que llevan adelante los agricultores en base
a la utilización casi exclusiva de mano de obra familiar. La “explota-
ción agrícola familiar” fue definida como una unidad de producción
y consumo que encuentra su principal sustento en la agricultura y es
sostenida, sobre todo, por el trabajo familiar. (Shanin,1976)
En general los agricultores familiares, tienen bajos ingresos y son
los sujetos agrarios identificados como destinatarios de las políticas
de gestión de la pobreza en el área rural. Si bien el término hace alu-
sión a la relación de parentesco del productor con la mano de obra,
se suele asociar con otras características como la no acumulación de
capital, la escasez de tierra, la producción para el autoconsumo y la
inserción desventajosa en el mercado.
En distintos momentos se han utilizado diversos términos para
denominar a los agricultores familiares, poniendo el acento en algu-
nas de sus características. Es así que se los denomina “productores
minifundistas” cuando el aspecto a resaltar es la escasez de tierra de
la que disponen. A mediados del siglo XX, se hicieron numerosos es-
tudios sobre el llamado “complejo latifundio-minifundio” latinoame-
ricano, identificado como una herencia colonial responsable del “atra-
so” del ámbito rural, que impedía el desarrollo de la empresa agrícola
capitalista. Es en este contexto que las agencias internacionales de

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LA POBREZA EN LA PRENSA

desarrollo recomiendan y apoyan las reformas agrarias llevadas a


cabo de manera superficial en la mayoría de los países latinoamerica-
nos. Estas reformas no solucionaron el problema de la estructura de
propiedad de la tierra rural que continúa siendo una de las principales
reivindicaciones del sector.
La denominación “pequeño productor” que en la Argentina se im-
pone en la década de los 80 y 90 se relaciona, por un lado, con la idea
de la escasez de tierra, pero, por otro lado y sobre todo, remite a los
bajos volúmenes de producto agrícola que obtienen y que los coloca
en desventaja ante el mercado. En este período desde el Estado se
impulsan programas y proyectos específicos para los “pequeños pro-
ductores”, financiados por agencias internacionales como el Banco
Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial, las intervenciones
propuestas se inscriben en lo que Álvarez Leguizamón denomina “fo-
copolítica” basada en ““el descubrimiento” de las “capacidades” de los
pobres y el incentivo a la participación y autogestión de la pobreza
y los mínimos biológicos como nivel de flotación de la tolerancia so-
cial para con la alteridad radical humanizada: la pobreza.” (Álvarez
Leguizamón, 2008). Un ejemplo representativo de este tipo de política
pública es el Programa Social Agropecuario (PSA), que se instala en
1993 en todo el ámbito nacional y que reúne las características ge-
nerales para la gestión de la pobreza: capacitación, participación y
organización controlada, inserción en el mercado, etc. En la funda-
mentación de la creación de este Programa se argumenta la necesidad
de “fijar” al pequeño productor al campo, de manera que no migre a
los cordones de miseria de las ciudades, donde puede convertirse en
un sujeto peligroso para la sociedad. En el siglo XXI el PSA fue insti-
tucionalizándose y cambiando de nombre hasta convertirse en lo que
hoy se denomina Subsecretaría de Agricultura Familiar, dependiente
del Ministerio de Agroindustria de la Nación, con delegaciones en to-
das las provincias.
En el ámbito académico la categoría más utilizada, cercana a la
de agricultor familiar, es la de campesino. Este término también es
muy utilizado por los movimientos sociales en el resto de América
Latina con un sentido político de luchas reivindicativas clasistas.
Los debates políticos/académicos sobre la caracterización y el
destino del campesinado se iniciaron a fines del Siglo XIX y continúan
hasta el presente. Entre los enfoques clásicos se distinguen el de Marx
y Kautski, por un lado y el de Chayanov, por otro. De manera muy
esquemática podemos decir que los primeros piensan la campesina
como un modo de producción de mercancía simple en la que, si bien
los medios de producción son de propiedad del campesino, éste se

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asimila a un proletariado rural porque vive de su trabajo y no de su


propiedad y, por lo tanto, sus intereses son parecidos a los de los ex-
plotados en general. Advierten que, cuando el modo de producción
capitalista se hace dominante, está forma tiende a desaparecer o sub-
sumirse en el capital. Chayanov, en cambio, sostiene que la economía
campesina no puede ser analizada con las categorías de renta, sala-
rio e interés propias de la economía capitalista, ya que el campesino
recibe un ingreso global fruto del trabajo familiar que no puede ser
descompuesto analíticamente. Destaca la importancia del ciclo de
vida familiar como condicionante de la producción campesina, a la
que considera como un sistema económico particular, distinto del es-
clavismo, el feudalismo y el capitalismo.
Este debate fue reactualizándose y en América Latina se retomó
en las décadas de los 60 y 70 y se expresó en los debates sobre campe-
sinización / descampesinazación, en los que “los principales temas de
discusión se refieren al funcionamiento y la lógica de la producción
familiar agrícola, como así también su significado y perspectiva den-
tro de los estilos de desarrollo vigentes en la región.” (Heynig, 1982)
La CEPAL, presidida por Raúl Prebisch, es una de las organizacio-
nes de la ONU que impulsó estos debates considerando que era nece-
sario repensar el papel del sector campesino, de gran peso en América
Latina, en momentos en los que la atención estaba puesta sobre los
medianos y grandes productores agropecuarios que llevaban adelante
la denominada “revolución verde”. Esta significó el incremento ex-
ponencial de los rendimientos agrícolas por la aplicación de nuevas
tecnologías (nuevas semillas, fertilizantes, pesticidas y maquinarias)
pero, lejos de disminuir el hambre del mundo como se publicitaba,
trajo aparejado el empobrecimiento, la desnutrición y el desempleo
del sector campesino.
La producción académica sobre el campesinado es muy diver-
sa y no se encuadra necesariamente en estos dos enfoques, sino que
incorpora otras perspectivas económicas, antropológicas, políticas
y sociales; pero, en general, se lo relaciona con la pobreza rural y
la necesidad de su “desarrollo”. Desde el punto de vista socio ét-
nico un gran sector de los campesinos autoadscribe a la categoría
indígena.
En la Argentina, desde mediados de la década de los 90, con el im-
pulso de los “agronegocios” transnacionales que impusieron el llama-
do “paquete sojero” (apoyado por políticas estatales), los agricultores
familiares se ven profundamente afectados por el acaparamiento de
tierra, la contaminación del ambiente y la imposibilidad de competir
en el mercado, o incluso, de convertirse en asalariados rurales.

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LA POBREZA EN LA PRENSA

USO DEL CONCEPTO AGRICULTURA FAMILIAR EN LA PRENSA


ARGENTINA
En el corpus PoLaMe, hay una frecuencia muy baja de textos que se
refieren al ámbito rural, dado que la prensa hegemónica cuando men-
ciona el tema se refiere sobre todo al “campo”, término emblemático
de los sectores agrícolas oligárquicos y empresarios. Esto tiene que
ver con la representación social de una Argentina agroexportadora,
sin campesinos y se evidenció en el año 2008 cuando las organiza-
ciones rurales empresariales se enfrentaron con el gobierno ante el
intento de subir las retenciones impositivas por la exportación de soja,
lo que llevó a un locout empresario que paralizó el país. El conflicto
puso de manifiesto la existencia de distintas ruralidades con intereses
contrapuestos; “por una agricultura con agricultores” fue uno de los
lemas de los agricultores familiares en contra de los agronegocios que
trabajan con maquinarias y muy poca mano de obra.

(…) ¿cómo pueden la Argentina y el resto de América Latina aumen-


tar la producción sin dejar de asegurar la continuidad de la reducción
de la pobreza, la protección ambiental y la inclusión? La respuesta
es bastante fácil: invertir en la agricultura familiar. La escala y las po-
sibilidades para estas inversiones son enormes. En el Mercosur hay
aproximadamente 4,9 millones de explotaciones, que cubren unos 120
millones de hectáreas. El 83% de esas explotaciones son trabajadas por
las familias y llegan a producir el 70% de los alimentos para la región.
El primer paso es formular políticas en favor de los pobres que empo-
deren a los pequeños productores y empresarios rurales para que pue-
dan tomar las riendas de su propio destino, y convertir a la agricultura
familiar en un emprendimiento rentable y sostenible. La Argentina
está avanzando en el fomento de un diálogo proactivo con los pro-
ductores familiares. Y el FIDA ha desempeñado un papel activo como
intermediario honesto entre las grandes instituciones, el Gobierno y
los productores familiares al impulsar las plataformas para el diálogo
sobre las políticas, como son el Foro Nacional de Agricultura Familiar
y la Reunión Especializada sobre Agricultura Familiar del Mercosur
(REAF Mercosur).
“La agricultura familiar, clave para salir de la pobreza”,
La Nación, 2 de julio de 2011.

El 24 de junio, en Rosario, confluyeron el Movimiento Nacional


Campesino Indígena, el Frente Nacional Campesino y otro medio cen-
tenar de organizaciones. Conformaron la Mesa Coordinadora Nacional,

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un espacio de articulación amplio y diverso, para luchar por los derechos


de los productores familiares y los pueblos originarios. Cuestionaron a
las cuatro entidades tradicionales, exigieron participación en las políti-
cas del sector, suspensión inmediata de desalojos y democratización de
los recursos naturales. La flamante Mesa Coordinadora, compleja, aún
endeble y heterogénea, pretende ser un real espacio de articulación de
un sector numeroso, base de la pirámide rural, castigado por las cuatro
entidades tradicionales y olvidado por el Gobierno.
“Después del conflicto por las retenciones, otras entidades, otras demandas”,
Página 12, 27 de julio de 2008.

La peculiar y flamante celebración no suena extraña en el lugar, don-


de más de mil pobladores, la gran mayoría agricultores de siempre en
campos propios y ajenos se dedicaron desde sus ancestros al laboreo de
producciones frutihortícolas, donde la sandía fue la vedette reconocida
por su calidad en el país. La zona se caracteriza por el verdor de su ve-
getación, los canales de riego que la surcan y la pobreza que día a día
se va revirtiendo, al igual que la falta de servicios públicos esenciales,
ante su reciente incorporación a un sistema institucional. Los ranchos
aún salpican el paisaje con su carga ancestral de carencias. “Este es el
rescate necesario postergado en el tiempo de las actividades agrícolas
de la zona. De la laboriosidad de la gente en el surco”, afirmó el jefe
comunal Eugenio Díaz.
“El Simbolar en el Noroeste: hasta la sandía tiene una fiesta”,
La Voz del interior, 3 de febrero de 2011.

La peculiar y flamante celebración no suena extraña en el lugar, donde


más de mil pobladores, la gran mayoría agricultores de siempre en
campos propios y ajenos se dedicaron desde sus ancestros al laboreo
de producciones frutihortícolas, donde la sandía fue la vedette recono-
cida por su calidad en el país. La zona se caracteriza por el verdor de su
vegetación, los canales de riego que la surcan y la pobreza que día a día
se va revirtiendo, al igual que la falta de servicios públicos esenciales,
ante su reciente incorporación a un sistema institucional. Los ranchos
aún salpican el paisaje con su carga ancestral de carencias. “Este es el
rescate necesario postergado en el tiempo de las actividades agrícolas
de la zona. De la laboriosidad de la gente en el surco”, afirmó el jefe
comunal Eugenio Díaz.
“El Simbolar en el Noroeste: hasta la sandía tiene una fiesta”,
La Voz del interior, 3 de febrero de 2011.

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LA POBREZA EN LA PRENSA

“Lo que hemos tratado desde el ministerio es poner en el centro de


la discusión cuál es el sujeto agrario a defender. Para nosotros es el
que trabaja la tierra, asume riesgo, compra e invierte; queremos más
producción con más granos y más productores. Es hora de terminar
con las profecías del desaliento”, concluyó el ministro. Por su parte,
el ministro de Justicia, Julio Alak, opinó que Biolcati, “quiere una
Argentina para pocos” y que, por eso, “embiste contra un modelo que,
desde 2003, viene impulsando un inédito proceso de crecimiento, in-
clusión social y distribución equitativa de la riqueza”. El funcionario
dijo además, que “esta visión histórica le permite a Biolcati fantasear
con el disparate jurídico que significa pretender hacer desaparecer las
retenciones a las exportaciones de granos”, una norma dijo, “aprobada
en un marco legítimo, establecido en estricto respeto de las herramien-
tas que la Constitución contempla”.
“En América Latina, la desigualdad se hereda de una generación a otra”,
Clarín, 26 de julio de 2010

BIBLIOGRAFÍA
Álvarez Leguizamón, S. (coord.) 2015 Neocolonialismo, capitalismo,
pobreza y resistencias subalternas (Rosario: Prohistoria).
Chayanov, A. 1985 La organización de la unidad económica campesina
(Buenos Aires: Nueva Visión).
Heynig, K. 1982 “Principales enfoques sobre la economía campesina”
en Revista de la CEPAL (Abril)
Kaustky, K. 1970 La cuestión Agraria (París:Ruedo Ibérico)
Shanin, T. 1976 Naturaleza y lógica de la economía campesina
(Barcelona:Anagrama)
Pais, A. 2008 “Los Campesinos: una revisión sobre algunos aspectos
teóricos en torno a la problemática campesina” en Revista de
Estudios Sociales Agrarios N° 1 (Córdoba, Argentina).

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