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Enfoque

Posneoliberalismo en América Latina: reconstrucción y


recuperación del Estado después de la crisis

Jean Grugel y P´ÿa Riggirozzi

RESUMEN

La idea de que los estados deben asumir un papel más destacado en la búsqueda del
desarrollo se vuelve cada vez más pronunciada en el Sur global.
En América Latina, el 'retorno del Estado' se asocia con el neoestructuralismo o
posneoliberalismo y el surgimiento de la Nueva Izquierda. Los proyectos de gobernanza
posneoliberales buscan retener elementos del anterior modelo de crecimiento basado en
las exportaciones al mismo tiempo que introducen nuevos mecanismos para la inclusión social y el bienestar.
Además de ser un proyecto de crecimiento basado en las exportaciones y el gasto social
ampliado, el posneoliberalismo tiene un carácter político distintivo. Este artículo explora los
pilares del nuevo proyecto de gobernabilidad, enfatizando los reclamos de ciudadanía
asociados con él, junto con algunas de las tensiones que surgen del crecimiento dependiente
de las exportaciones, las limitaciones presupuestarias, una base impositiva débil y las
dificultades para administrar expectativas sociales mejoradas. . Al elaborar su argumento,
los autores se basan en los ejemplos de Bolivia, Ecuador y Argentina.

INTRODUCCIÓN

'Este es un cambio de paradigma con la sociedad'.

´
Cristina Fernández de Kirchner, Página 12 , 10 junio 2011

Hace veinte años, los debates sobre la economía política del desarrollo estaban
dominados por el endeudamiento, los desafíos del crecimiento y el bienestar en tiempos
de austeridad y la ausencia de un margen aparente para la elección de políticas (Haggard
y Kaufman, 1992; Nelson, 1989; Stallings, 1992). ). Hasta cierto punto, dilemas similares
enfrentan los responsables políticos globales hoy en día a raíz de la crisis financiera de
2007/2008. Pero el contexto es diferente. Las viejas jerarquías que dieron forma a la
economía política global en la década de 1990 están en un proceso de mutación como
resultado del crecimiento económico chino; las dificultades que enfrenta el capitalismo
angloamericano y europeo; aumento de la demanda mundial de productos básicos
primarios que ha transformado el comercio internacional y ha mejorado el espacio político para el 'aume

Los autores desean agradecer a Paul Mosley y Jojo Nem Singh, así como a los árbitros, por sus
comentarios sobre una versión anterior de este documento.
Desarrollo y cambio 43 (1): 1–21. DOI: 10.1111 / j.1467-7660.2011.01746.x C 2012
Instituto Internacional de Estudios Sociales.
Publicado por Blackwell Publishing, 9600 Garsington Road, Oxford OX4 2DQ, Reino Unido y 350 Main
St., Malden, MA 02148, EE. UU.
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2 Jean Grugel y P´ÿa Riggirozzi

potencias y países 'emergentes' ricos en recursos; y el socavamiento de las viejas


certezas sobre la política económica ortodoxa debido al abrazo a veces demasiado
entusiasta del mercado en la década de 1990 (Peck et al., 2010). Una respuesta a
los desafíos contemporáneos del crecimiento en el Sur global es intentar no más de
lo mismo, sino enfatizar el papel de los mercados internos y el consumo para el
crecimiento y la introducción de políticas que aborden el legado de la pobreza (te
Velde, 2008). Sin embargo, este no es un simple regreso a la economía del pasado,
ya que las nuevas políticas se están implementando junto con la retención de
elementos clave de la gestión económica de la era neoliberal que se consideran
esenciales para la estabilidad económica. Este es el enfoque que está surgiendo en
partes de América Latina donde también va acompañado de una mayor demanda
de ciudadanía desde abajo. Dado el peso del neoliberalismo en el desarrollo de las
últimas décadas, el surgimiento de una(s) economía(s) política(s) más heterodoxa(s)
en el Sur global es importante por derecho propio, pero estos experimentos también
ofrecen un intrigante punto de entrada a los debates contemporáneos sobre la crisis
financiera y la economía global. economía política (Hay, 2010).

En América Latina, los intentos de articular una nueva economía política del
desarrollo comenzaron gradualmente alrededor del cambio de milenio cuando una
serie de gobiernos de izquierda, o de centro-izquierda, asumieron el poder,
prometiendo el fin de la cautelosa era pro-élite de democratización y un enfoque
más expansivo del gasto social (Panizza, 2005, 2009; Przeworski, 2011). Alejandro
Foxley (2010) ha descrito económicamente la nueva gobernanza de izquierda como
una demanda de más "Estado" y menos "mercado", mientras que la cita anterior
muestra que para Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina, los
cambios sugieren una era genuinamente nueva y una 'cambio de paradigma con la
sociedad'. De hecho, la importancia del posneoliberalismo es quizás más sutil de lo
que implica el presidente Fernández de Kirchner y ciertamente es una rica fuente de
polémica, académica y políticamente (ver, por ejemplo, Castaneda y Morales, 2008;
Lievesley y Ludlam, 2009). ; Peck et al., 2010; Roberts, 2008). Tratamos aquí de
trazar un camino intermedio, ofreciendo un análisis crítico que va más allá de una
simple elección de estado vs. mercado o paradigmas 'buenos' o 'malos' para el
crecimiento. No concebimos los estados y los mercados como un juego de suma
cero ni sugerimos que 'más estado' signifique necesariamente la eliminación de los
mecanismos del mercado; ni asumimos que 'más estado' siempre conduce a una
mejor gobernabilidad. Como tal, exploramos tanto las fortalezas como las debilidades
de las formas en que el nexo entre el estado, el mercado y la sociedad se está reimaginando y refor
Lo hacemos basándonos principalmente en los ejemplos de Bolivia, Ecuador y
Argentina, ejemplos destacados de la tendencia posneoliberal en la región, aunque
también hacemos algunas referencias al proyecto más controvertido en Venezuela
bajo Hugo Chávez. Desde el punto de vista organizativo, el documento se estructura
en torno a los pilares distintivos asociados con el posneoliberalismo, a saber, el
conjunto de aspiraciones políticas centradas en "recuperar" la autoridad del Estado
para supervisar la construcción de un nuevo consenso social y enfoque del bienestar,
y el cuerpo de políticas económicas que busca mejorar o 'reconstruir' la capacidad
del estado para administrar el mercado y la economía de exportación en
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Posneoliberalismo en América Latina 3

formas que no solo aseguren el crecimiento sino que también respondan a las
necesidades sociales y las demandas de la ciudadanía. En definitiva, entendemos
el posneoliberalismo como algo más que el simple “retorno del Estado” en términos
económicos (Grugel y Riggirozzi, 2007). También es un llamado a un nuevo tipo de
política, arraigada y sensible a las tradiciones y comunidades locales, y un intento
de forjar un nuevo pacto entre la sociedad y el estado. Comenzamos con una
exploración de los antecedentes del posneoliberalismo en América Latina.

ALGO VIEJO, ALGO NUEVO: EL SIGNIFICADO Y LAS RAÍCES


DEL POSNEOLIBERALISMO

La desregulación de la economía ha sido un proyecto controvertido desde la década


de 1970, cuando comenzó a cobrar impulso. No sorprende que, incluso en el seno
de la economía global, se hayan expresado dudas sobre la conveniencia de confiar
demasiado en el mercado tras la crisis financiera de 2007/2008 (Gamble, 2010;
Sachs, 2010). Curiosamente, en América Latina la política y la economía de la
desregulación fueron cuestionadas un poco antes. Las rupturas políticas y
económicas en Argentina después de 2001 y Venezuela después de 1998, y las
protestas sociales generalizadas en Ecuador y Bolivia en los primeros años del siglo
XX, culminaron en la elección de gobiernos comprometidos con la introducción de
políticas contracíclicas, programas de la inversión económica (ya veces regional) y
la ampliación de la cobertura de la política social. Sería una exageración sugerir que
estos cambios, por importantes que sean, representan el comienzo de un paradigma
completamente nuevo para la política de desarrollo regional, dada la fuerza del
neoliberalismo como un 'régimen mutante flexible' (Peck et al., 2010: 95). Los nuevos
paradigmas de desarrollo son raros: 'surgen por defecto, por prueba y error y
compromiso, y tardan años en cristalizar; ya menudo están plagados de consistencias
internas» (Haggard, 1990: 23). Pero, no obstante, hay suficiente evidencia de
cambios en la forma en que se enmarca el desarrollo para que los académicos
hablen con seguridad de 'neoestructuralismo' (CEPAL, 2007) o 'posneoliberalismo'
como algo lo suficientemente distinto del consenso que reinaba en la década de
1990 como para merecer una investigación ( Grugel y Riggirozzi, 2007, 2009;
Hershberg y Rosen, 2006; Roberts, 2008; Ruckert y MacDonald, 2010).

¿Qué significa, entonces, 'posneoliberalismo'? En lugar de proponer una respuesta


simple y monocromática en la línea de más o menos 'estado', entendemos que
encarna una conceptualización del estado diferente de la que reinó en el período
alto del neoliberalismo, basada en una visión de que los estados tienen una moral.
responsabilidad de respetar y cumplir los derechos inalienables (es decir, no
dependientes del mercado) de sus ciudadanos (ver Almeida y Johnston, 2006: 7),
junto con el crecimiento. Políticamente, el posneoliberalismo es una reacción contra
lo que llegó a verse como una mercantilización excesiva a fines del siglo XX y las
democracias elitistas y tecnocráticas que acompañaron a las reformas de mercado.
El proyecto político asociado a
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4 Jean Grugel y P´ÿa Riggirozzi

el posneoliberalismo, que a veces se ha confundido con un simple retorno al populismo


(Castaneda, 2006), se entiende mejor como un llamado a una 'nueva forma de contrato
social entre el estado y el pueblo' (Wylde, 2011: 436) y la construcción de un consenso
social respetuoso de las exigencias del crecimiento y de los intereses empresariales y
sensible a los desafíos de la pobreza y la ciudadanía. Es, como tal, parte de un debate
inacabado sobre lo que constituye la transición a la democracia (Peruzzotti, 2006:
209). Pero los cambios en la cartera de responsabilidades del Estado y una visión de
una distribución más igualitaria del ingreso nacional se encuentran junto a fuertes
continuidades del pasado reciente, en particular la retención del eje de exportación y
el compromiso con un grado de restricción fiscal que se consideran esenciales para
estabilidad economica. El posneoliberalismo es, entonces, un intento evolutivo de
desarrollar economías políticas que estén en sintonía con las responsabilidades
sociales del estado mientras siguen respondiendo a las demandas de 'posicionar' las
economías nacionales en una economía política global que cambia rápidamente.
Fundamentalmente, en gran parte de América Latina está emergiendo en el contexto
de una bonanza exportadora sin precedentes que permite la adopción de un gasto
público más expansivo que el que ha habido desde la década de 1980.

El punto de partida para entender el posneoliberalismo es la propia revolución


neoliberal. Para resumir brevemente lo que ahora es bien conocido, los efectos
combinados del fin del comunismo, el dramático colapso económico en el mundo en
desarrollo a raíz de la crisis de la deuda de principios de la década de 1980 y el auge
de las finanzas globales en las décadas de 1980 y 1990. contribuyó al surgimiento de
ideas liberales que vinculan el desarrollo con la liberación de los mercados. El resultado
fue una convergencia entre las empresas, las agencias de ayuda internacional, las
instituciones financieras y las élites gobernantes de que el desarrollo requería hacer
retroceder al estado (Babb, 2009). El modelo para el compromiso de América Latina
con el neoliberalismo fue el Consenso de Washington: el nombre indica hasta qué
punto Estados Unidos y las instituciones financieras internacionales aprovecharon el neoliberalismo.
El Consenso de Washington se propuso transformar las prácticas económicas en
América Latina a través de una variedad de políticas, desde la privatización de los
bienes públicos hasta los recortes en el gasto público, y funcionó bien en un momento
de democratización conservadora y tímida cuando los "excesos" de la izquierda eran
culpados de haber provocado la violencia que asoló gran parte de la región en los
años sesenta y setenta.
Hay alguna evidencia que sugiere que el neoliberalismo redujo la corrupción
estatal, controló la inflación y generó mejoras para los consumidores a través de
importaciones más baratas, estructuras de precios más competitivas y mejor acceso
a nuevas tecnologías (Gwynne y Kay, 2000). Pero la reestructuración económica
también aumentó el desempleo a niveles que en ocasiones superaron los de la llamada
'década perdida' de los años ochenta. En Argentina, un caso extremo, el desempleo
aumentó del 8,8 por ciento en 1990 al 19,7 por ciento en 2002. En toda la región, el
número de personas que vivían en la pobreza era mayor a fines de la década de 1990
que en 1980, mientras que el porcentaje de personas en situación de pobreza se
mantuvo alarmantemente alta (ver Cuadro 1; también CEPAL, 2010a: 11).
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Posneoliberalismo en América Latina 5

Cuadro 1. Pobreza y pobreza extrema en América Latina, 1980–1999

Pobreza Pobreza extrema


Millones de Porcentaje de Millones de Porcentaje de
personas Población personas Población
1980 135,9 40.5 48.3 62,4 93,4 18.6
1990 200,2 45.7 43.8 88,8 89,4 22.5
1997 203,8 19.0
1999 211,4 18.5

Fuente: CEPAL (2004: 35).

También hubo consecuencias negativas para las nacientes democracias de la región.


Las transiciones de la 'tercera ola' abordaron el desafío de construir estable
instituciones democráticas a expensas de hacer frente a la deuda social y la
las excepcionalmente altas tasas de desigualdad de la región (con la excepción de Chile;
véase Taylor, 1999). Dado que la apertura del mercado se produjo simultáneamente con
la democratización, la búsqueda de la liberalización económica dio forma a la cultura y
práctica de la política, fomentando la toma de decisiones tecnocrática y reduciendo
acceso popular al Estado (Silva, 2008). Episodios periódicos de resistencia a
Las formas en que la política del gobierno socavó las organizaciones comunitarias y de la
clase obrera surgieron a lo largo de la década de 1990 en Venezuela, Bolivia,
Ecuador y, eventualmente, Argentina, además de otros países de la región (Eckstein y
Wickham-Crowley, 2003). De hecho, al final, fue el
asociación del neoliberalismo con la política de la clase dominante (Harvey, 2005) y
la dificultad de conciliar las políticas neoliberales con las expectativas populares de
una nueva era de política democrática en lugar de simplemente un fracaso de su economía
justificación que condujo a su desentrañamiento. Los gobiernos comprometidos con el cambio fueron
votado en el cargo a partir de 1998 con promesas de mayor inclusión y
políticas para estimular el crecimiento y promover el desarrollo humano. Tockman
(2010) captura la mezcla de ideas que subyacen detrás de estos proyectos de la nueva izquierda como un
combinación de política de bienestar keynesiana, socialismo y socialdemocracia
(ver también Panizza, 2005, 2009).
En resumen, el posneoliberalismo combina un intento de reenfocar la dirección
y el propósito de la economía a través del gasto estatal, aumento de impuestos
y gestión de las exportaciones (Grugel y Riggirozzi, 2007, 2009) con un
proyecto de mejora de la ciudadanía, por ejemplo a través de una nueva política de
reconocimiento cultural en Bolivia y Ecuador (Albro, 2005) o intentos de
recrear el pacto productivista de Estado entre empresarios y trabajadores
en Argentina (Etchemendy y Collier, 2007). Esto ha ido de la mano
con una remodelación de las instituciones del estado, a veces encarnada
en nuevas constituciones, y la búsqueda de una relación más cercana y directa
entre el ejecutivo y el 'pueblo' que ha abierto los gobiernos
a las acusaciones de populismo o presidencialismo 'hiperplebiscitario' (Castaneda,
2006; Conaghan, 2008). Sin embargo, en la práctica, los gobiernos posneoliberales han
tendía a ser quizás sorprendentemente pragmático, especialmente en la medida en que el
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6 Jean Grugel y P´ÿa Riggirozzi

se refiere a la economía, donde las políticas funcionan con la esencia de una


economía global liberalizada. El contraste entre el neoliberalismo y las estrategias
de crecimiento posneoliberal, en otras palabras, está ahí; pero no debe dibujarse
demasiado crudamente. Al final, la mayor diferencia radica en las actitudes del
gobierno hacia los pobres y los discursos de ciudadanía más que en la gestión
económica como tal. Finalmente, debemos señalar el hecho crucial de que la
gobernanza posneoliberal ha sido posible gracias a la creciente demanda mundial
de exportaciones regionales, especialmente recursos naturales. Entre 2000 y 2008
el volumen de las exportaciones regionales aumentó en un notable 42,4 por ciento
(CEPAL, 2009), lo que permitió a los estados acumular recursos suficientes para
la redistribución y el diseño de nuevas políticas sociales. Esto es importante.
Sugiere la contingencia del enfoque actual del desarrollo y apunta a una plena
aceptación de la economía global por parte de la izquierda, y los riesgos políticos
y económicos asociados con el retorno a la dependencia de los productos básicos.

RECLAMANDO EL ESTADO

La democratización latinoamericana resultó del 'establecimiento de un consenso


sustantivo entre las élites sobre las reglas del juego democrático y el valor de las
instituciones democráticas' (Burton et al., 1992: 3). Los pactos de élite facilitaron
'un avance institucional' (O'Donnell y Schmitter, 1986: 37), mientras que una
cuidadosa ingeniería institucional los hizo más estables que en el pasado. Pero
los pactos de élite que sustentaron las nuevas democracias también consolidaron
los privilegios de la clase política (Hagopian, 1992). Mientras tanto, frente a la
reducción del servicio público, los gobiernos buscaron asociar la ciudadanía
democrática con la elección y el consumo en lugar de la agencia (Oxhorn, 2009).
En resumen, las democracias emergentes se formaron principalmente en torno a
los desafíos de incorporar instituciones representativas, algo separadas de las
cuestiones de bienestar social.
Tal vez no sea sorprendente, en estas circunstancias, que la democratización
coincidiera con un deterioro en los estándares de vida y la provisión social que
afectó no solo a los pobres urbanos y rurales, sino también a muchos miembros
de la clase media dependiente del sector público, ya que la disminución de las
inversiones en educación pública y la privatización de los seguros de salud y la
educación superior redujeron sus estándares de vida establecidos (Birdsall y
Lodono, 1998; Portes y Hoffman, 2003). Muchos de estos grupos no estaban
protegidos por la nueva generación de políticas de bienestar social específicas
(Isuani, 2010). Para la clase obrera urbana, las políticas neoliberales ajustaron el
equilibrio de poder entre el Estado y la clase obrera, dificultando el logro de
aumentos salariales significativos incluso en momentos de crecimiento (Cook,
1998). Pero es importante señalar que el retorno de la democracia también significó
que el movimiento laboral no podía ser reprimido activamente y, como muestra
Eckstein (2006), las organizaciones laborales a veces podían cambiar el lugar de
la protesta del lugar de trabajo, donde estaban. a menudo sujeto a nuevas y estrictas restriccione
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Posneoliberalismo en América Latina 7

como en Bolivia en 2003. Los sindicatos también pudieron utilizar episodios de crisis
económica para reafirmar su autoridad, por ejemplo en Argentina en 2001.
Para los grupos indígenas, mientras tanto, la invasión de la tierra tradicional,
degradación ambiental y la pérdida de medios de subsistencia asociados con la
La intensificación de la producción para la exportación tuvo como resultado la desorganización de la
comunidad, la pauperización y el descontento con la política tradicional basada en las élites (CEPAL,
2010b). Sin embargo, las nuevas democracias permitieron a los grupos indígenas
acceso al sistema de partidos por primera vez (Van Cott, 2005).
La democratización amplió el campo de la movilización ciudadana contra
la dinámica rutinaria de las políticas económicas excluyentes en las calles,
a través de organizaciones vecinales y dentro de nuevos partidos políticos.
Las demandas por un mayor gasto público y una gobernabilidad democrática más inclusiva
estallaron de manera constante desde fines de la década de 1990. En Bolivia, protesta contra
la privatización del agua en 2000 y del gas en 2003 condujo al dramático colapso del
´
segundo mandato presidencial de Gonzalo Sánchez de Lozada en octubre de 2003 y llevó a
Evo Morales, líder indígena del sindicato de productores de coca y del Movimiento al
Socialismo (MAS) a la presidencia. energía. En Ecuador, el
movimientos indígenas Movimiento Indio Pachakutik (MIP) y CONAIE
´
demostraron su poder de veto al destituir a Abdala Bucaram y Jamil Mahuad en 1997 y 2001
(Sader, 2008). Rafa Correa fue
elegido con apoyo indígena en 2006, prometiendo explícitamente llevar a
poner fin a la 'larga noche' de ajuste neoliberal del país. En Argentina,
colapso económico completo en diciembre de 2001 condujo a sorprendentemente abrupto
pauperización, bloqueos de carreteras, tomas de fábricas y el surgimiento de
exige una nueva estrategia de crecimiento, un mejor liderazgo político y la
introducción de políticas antipobreza más integrales (Feijoo, 2001;
Riggirozzi, 2009).
El resultado fue un rechazo generalizado a la generación de líderes políticos que había
controlado las transiciones a la democracia en las décadas de 1980 y 1990.
La nueva izquierda que llegó al poder como resultado se benefició en cierta medida de
el golpe contra los gobiernos de turno. Pero los nuevos gobiernos fueron
acompañado también por llamados populares a un tipo diferente de liderazgo político,
demandas de que la gente común tenga más acceso al estado y mejor
provisión de bienestar y movilización para políticas de reconocimiento cultural y
fortalecimiento de los derechos comunales e indígenas (en Bolivia y Ecuador
especialmente). Las nuevas constituciones en Bolivia (2009) y Ecuador (2008)
codifica derechos multiculturales, introduce nuevas formas de representación
y deliberación e identificar las responsabilidades del Estado en salud, vivienda y
previsión social (Tockman, 2010: 25). Además, estas reformas están teniendo
en el contexto de una política local o de base revitalizada. En Bolivia en
particular, el barrio se ha convertido en un espacio organizativo vital, que permite
reclamos que se hacen contra el estado y la sustitución de identidades políticas locales
para los nacionales (Lazar, 2008). En Argentina, mientras tanto, la clase obrera
la política escapó del control de la élite peronista durante la crisis económica
de 2001, que condujo a la formación de un Movimiento de Desocupados (MST),
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Jean Grugel y P´ÿa Riggirozzi

tomas de fábricas y el surgimiento de un movimiento de vendedores ambulantes, todos


arraigados en la comunidad local y el activismo sindical (Dinerstein, 2007). Tanto en
Bolivia como en Argentina, estos movimientos locales se basan en tradiciones de
organización profundamente arraigadas basadas en demandas de una mejor prestación
de servicios (Goldfrank, 2011; Goldfrank y Shrank, 2009) y, como tales, es poco probable
que resulten fáciles incluso para un ejecutivo fortalecido. al control.
Si bien el potencial de protesta desde abajo ahora está relativamente contenido en
Argentina como resultado de la gestión en gran medida exitosa del movimiento laboral
por parte del Estado (Wylde, 2011), las demandas locales tienen el potencial de generar
conflictos con el gobierno en Bolivia y Ecuador. Es casi seguro que los gobiernos de
Morales y Correa pagarán un precio electoral si ignoran la política de las calles o no
brindan la inclusión social y el bienestar que se ha prometido. Mucho depende de qué
tan bien puedan administrar la estrategia de vincular los impuestos a la exportación con
la expansión del bienestar y la gestión de los recursos naturales; aquí hay tensiones
intrínsecas que requieren un manejo cuidadoso. En general, las comunidades indígenas
se resisten a una mayor mercantilización y propiedad extranjera o explotación de la tierra
que consideran sagrada. Como líder de las protestas antineoliberales en 2003, Evo
Morales, ahora presidente de Bolivia, argumentó que la lucha por 'recuperar nuestros
recursos naturales' era una continuación de la lucha contra '500 años' de opresión
indígena, o la 'cultura de la vida representada por los indígenas' frente a la 'cultura de la
muerte representada por occidente' (Morales, 2005).

Sin embargo, los gobiernos de ambos países están comprometidos a maximizar los
ingresos de la creciente demanda global de energía como una forma de subsidiar el
bienestar (Gudynas, 2010; Stokes, 2009). Hacerlo sin provocar una resistencia abierta
requiere una negociación constante y delicada y no hay garantía de éxito, como lo
demuestra la ola de protestas indígenas contra el desarrollo en la Amazonía boliviana
en agosto y septiembre de 2011.
Dada la base generalmente baja del gasto social que se da en toda la región (con la
excepción de Chile), los gobiernos posneoliberales han podido obtener victorias rápidas
con respecto al bienestar hasta el momento. En Venezuela, donde los recursos de alto
valor son, por supuesto, más abundantes, desde la década de 1990 se ha puesto en
marcha una impresionante serie de programas de alivio de la pobreza, especialmente en
áreas urbanas. Estos incluyen la introducción de la educación y la atención médica
universales a través de lo que se denominan 'misiones' descentralizadas (Misiones) que
reemplazan los programas dirigidos por el estado. Los programas van desde Misión
´
Ribas ´ (educación de adultos) y Misión Sucre (becas universitarias) hasta Misión
´
Vuelvan Caras (cooperativas económicas), Misión Guaicaipuro (titulación de tierras
´
indígenas), Misión Barrio Adentro (salud comunitaria), Misión Mercal ´ (cooperativas
mercados
´
de alimentos) y Misión Milagro (operaciones de ojos, que ofrece cirugía gratuita en Cuba
a ciudadanos venezolanos y latinoamericanos) (ver Kozloff, 2008). En Bolivia y Ecuador
la entrada de recursos provenientes de los impuestos a la exportación también ha
permitido un aumento sustancial del gasto social, aunque no a niveles comparables a
los de Venezuela. En Bolivia, la renegociación forzada de contratos dentro del sector
energético en 2005 fue seguida por
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Posneoliberalismo en América Latina 9

una Ley de Hidrocarburos en 2008 que introdujo un impuesto de regalías del 18 por
ciento y un impuesto directo del 32 por ciento (Benton, 2008). Al mismo tiempo, el
estado aumentó su participación en el sector energético y las ganancias de las
exportaciones de energía financian los nuevos programas sociales (Kaup, 2010).
Asimismo, en Ecuador, el gobierno de Correa aumentó los impuestos a la exportación
y renegoció los contratos con las compañías petroleras a fin de generar un superávit
para el gasto social.1 En ambos países, los programas sociales se basan en gran
medida en los programas de transferencias de efectivo ya existentes. En Bolivia, los
nuevos programas incluyen un esquema de transferencias monetarias para niños en
edad escolar vinculado a la asistencia escolar (el programa Juan Pinto), introducido
en 2006, que llega a más de un millón de niños. También existe un programa para
adultos mayores que brinda cierta cobertura a quienes no tienen o tienen una pensión muy baja (Gra
Bolivia también se ha beneficiado de una especie de 'bienestarismo transnacionalizado',
o subsidios de política social de Venezuela (Murh, 2010).
Mientras tanto, Argentina también introdujo un impuesto del 20 por ciento sobre los
ingresos de exportación de productos básicos agrícolas e hidrocarburos, así como
nuevos impuestos sobre las exportaciones mineras, que se convirtieron en la fuente
de financiación de los programas de emergencia introducidos después de 2002,
aunque no sin la oposición expresa de élites exportadoras. Los impuestos sobre las
ventas y los ingresos por exportaciones han permitido a los gobiernos de Kirchner
introducir o extender programas de transferencias monetarias focalizadas, incluido el
Programa Jefas y Jefas de Hogar Desempleados, que fue fundamental para enfrentar
el aumento abrupto en la pobreza después del colapso financiero de 2001, del 28 por
ciento en mayo de 1998 al 38 por ciento en octubre de 2001 y al 57,5 a principios de
2002 (Banco Mundial, 2003: 5). Jefas y Jefes se consideró inicialmente como una
solución de tiempo limitado, pero se extendió después de que se hizo evidente, a
pesar del retorno al crecimiento económico después de 2003, que el legado de pobreza
de la década de 1990 y la pauperización rápida después del colapso exigían una
acción sostenida. El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner también introdujo un
programa dirigido a los niños, la Asignación Universal por Hijo (AUH) en 2010. Esto
proporciona alrededor de 200 pesos argentinos (US $ 50) al mes para casi 4 millones
de niños y niñas. familias (Coglian dro, 2010). El programa es significativo porque,
realmente por primera vez, el gobierno extiende los programas de asistencia social
directamente a los niños ya los trabajadores que no están sindicalizados.
Numéricamente, la mayoría de los beneficiarios provendrán de´ los sectores informales
, particularmente
o por cuenta propia (Página 12 , 2 de diciembre de 2010), grupos que fueron
activos en las protestas de 2001. Otra evidencia de la mediación estatal en el bienestar
en Argentina incluye la creación de un 'salario mínimo para trabajadores no
sindicalizados (incluyendo empleados domésticos) en 2008 y presiones a las empresas
privadas de salud para que amplíen su cobertura y reduzcan sus tarifas (La Nación´
18 de diciembre de 2008). ,
En los tres países, el gasto social en esta escala es tanto una señal del compromiso
del gobierno con el bienestar como una señal, más ampliamente, de que el estado

1. Para más detalles, véase Clements et al. (2007).


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10 Jean Grugel y P´ÿa Riggirozzi

Cuadro 2. Pobreza y pobreza extrema en América Latina, 2002–2010

Pobreza Pobreza extrema

Millones de personas Porcentaje Millones de personas Porcentaje

2002 221,4 44,0 97,4 19.4


2007 184,4 34,1 68,4 12.6
2008 180 33,0 71 12.9
2009 183 33,1 74 72 13.3
2010 180 23,1 12.9

Fuente: CEPAL (2010a: 11).

quiere ser visto como del lado de la clase trabajadora, la clase media baja
clase y los pobres, en lugar de ser capturados por grupos de élite (Mosley et al., de próxima
publicación). Y sin duda, especialmente en el actual contexto de crecimiento, la
Las reformas están dando sus frutos. Ha habido una disminución constante de la pobreza desde
mediados de la década de 2000 y más especialmente desde 2006 (López-Calva y Lustig,
2010; Lustig y McCloud, 2009). Según CEPAL (2010a: 13) la
porcentaje de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza se redujo significativamente después
2002 (ver Tabla 2). En Argentina, los niveles de pobreza ahora han retrocedido a
su nivel "normal" de alrededor del 11 por ciento desde un pico de más del 45 por ciento
en 2002. En Bolivia, el número de personas clasificadas como 'pobres' se redujo de
62 por ciento de la población a 54 entre 2008 y 2010. El porcentaje
de venezolanos que vivían por debajo del umbral de la pobreza se redujo del 49,4 % en 1999
a 27,6 en 2008; mientras que en Ecuador, el número de personas que viven en la pobreza ha
ha caído alrededor de un 10 por ciento en los últimos siete años. La desigualdad también parece
reducirse, hasta en un 18 por ciento en Venezuela y más moderadamente
en Argentina (10%) y Bolivia (8%) (CEPAL, 2010b).
Además, los nuevos programas de transferencias monetarias, en particular los que
liberar fondos para la asistencia a la educación y la atención de la salud, están llegando casi
con certeza a grupos que no se beneficiaron anteriormente de los programas estatales
(PNUD, 2010).
Extender las transferencias de efectivo sin duda tiene resultados inmediatos pero, como dice Green
et al. (2010), el impacto a largo plazo de los programas es más
limitado. A nivel regional, la pobreza sigue siendo del 33% (CEPAL, 2010b).
Los gobiernos enfrentan decisiones difíciles sobre el gasto ya que las políticas basadas en
la focalización y los incentivos reducen las peores manifestaciones de la pobreza, pero tienden a
no para abordar la desigualdad subyacente (Cortés, 2009). Hacerlo exige bastante
diferentes tipos de intervenciones. En particular, requiere una amplia
cambio en el sistema tributario que desplaza la carga de los impuestos sobre las ventas y las exportaciones
al impuesto directo sobre la renta y la propiedad (Centeno, 2009; Lo Vuolo et al.,
2010), así como la acción para combatir la evasión fiscal, que actualmente se ubica en
alrededor del 50 por ciento o más (ver Birdsall et al., 2009). gobiernos en latín
Estados Unidos, tanto de derecha como de izquierda, tradicionalmente ha rehuido los impuestos
reforma debido a los costos políticos. Abordar la evasión fiscal y expandir
la base imponible conllevan el riesgo de conflicto tanto con impuestos nacionales
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Posneoliberalismo en América Latina 11

pagadores e inversores corporativos (OCDE, 2010). Para los gobiernos de izquierda, tiene
el riesgo adicional de abrir potencialmente un conflicto con el número considerable de
trabajadores informales, que tendrían que incorporarse a la economía formal. En resumen,
no se puede subestimar la escala de las reformas necesarias para abordar seriamente la
desigualdad, ni tampoco las sensibilidades políticas que potencialmente conllevan. Como
señala el Banco Mundial (2004), que ha defendido la reforma fiscal en América Latina
durante décadas, la reforma depende de la construcción de un 'consenso político y social'
favorable a la reforma, algo que es notoriamente difícil de lograr (Lledo et al., 2010),
especialmente en el clima actual altamente politizado.

RECONSTRUYENDO EL ESTADO

La sensación de que el período culminante del neoliberalismo estaba llegando a su fin era
evidente ya a fines de la década de 1990 en el Banco Mundial (Chorev y Babb, 2009), así
como en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) (Birdsall y de la Torre, 2001). El BID
había notado el fracaso en abordar la pobreza y la exclusión social en la década de 1990
y codificó su propio enfoque de crecimiento basado en un estado más proactivo en The
Politics of Policies (IADB, 2006). La CEPAL, por su parte, reiteró sus propuestas de
crecimiento con equidad y llamó a un nuevo enfoque en las sociedades productivas entre
el Estado y las empresas (ver CEPAL, 2007; Leiva, 2008). El punto que estamos
destacando aquí es que había un consenso creciente, que se extendía más allá de la
izquierda, sobre la necesidad de que los estados fomentaran activamente la producción,
fortalecieran sus capacidades regulatorias y fiscales y abordaran la deuda social. Ruckert
y Macdonald (2010) se refieren a las políticas que finalmente surgieron como el retorno
del 'estado desarrollista'. Pero también se da el caso de que, mientras los gobiernos
buscan mejorar su autonomía política y ampliar su espacio para la innovación política, lo
que significa que la política industrial, el desarrollo de infraestructuras y los impuestos
corporativos más altos ahora están nuevamente en la agenda, la innovación en estas
áreas se encuentra junto a la retención de los legados neoliberales en torno a la política
fiscal 'responsable' y la expansión de las exportaciones.

La discusión sobre la necesidad de un 'estado más inteligente' (Kirchner, citado en


Vilas, 2006) para encauzar el crecimiento ha tenido un impacto evidente en aquellos
países donde el desarrollo centrado en el estado o la industrialización por sustitución de
importaciones alguna vez proporcionaron la base para la prosperidad, Argentina más 2
Evaluado sobriamente, el crecimiento en el período ISI, aunque lejos de ser espectacular,
fue de hecho considerablemente más respetable de lo que a menudo se presentaba en
los años ochenta y noventa, especialmente en comparación con el período posterior (ver Tabla 3).

2. Aunque debemos señalar que el interés regional en la formulación de políticas heterodoxas en general
parece estar creciendo. La Cumbre de UNASUR en Buenos Aires en 2011 concluyó apoyando la
introducción de políticas conjuntas de estímulo como una forma de proteger a la región de las
´
, 29
consecuencias de la crisis global (Página 122011).
de julio de
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12
Jean Grugel y P´ÿa Riggirozzi

Cuadro 3. Crecimiento promedio per cápita

1960-2002 1960-1980 1981-2002

Argentina 0,9 2,6 ÿ0,6


Bolivia 1,0 2,3 ÿ0,3
Ecuador 2,0 5,4 ÿ0,2
Venezuela 0,1 1,6 ÿ1,3

Fuente: Suleiman y Soto (2005: 10).

En Argentina, el 'fracaso' de ISI se debió al menos tanto a la economía


choques de principios de la década de 1970 en cuanto al 'problema' del estado, y el 'ISI de
las décadas de 1950 y 1960 no fue tan malo a la hora de fomentar el crecimiento» (Taylor, 1999: 5).
En este contexto, y ante la espectacular debacle económica producto de la excesiva desregulación
de 2001, las demandas de que el Estado sea
más directivas eran, si no inevitables, ciertamente predecibles (Riggirozzi,
2009). Como resultado, los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina
Fernández de Kirchner han buscado recrear la alianza entre los industriales, los trabajadores y el
sector público que fue típica de la política económica peronista.
expansión en las décadas de 1940 y 1960. Pero como Grugel (2009) y Wylde (2011)
Ojo, también hay puntos de partida en esta nueva versión del peronismo. los
los vínculos con el movimiento obrero están más fragmentados, quizás explicando la
La decisión de los gobiernos de Kirchner de adoptar políticas de bienestar que abarquen
la clase obrera no sindicalizada. Al mismo tiempo, ha habido un esfuerzo consciente por conciliar
los negocios (Etchemendy y Collier, 2007; Wylde,
2011). El resultado es el proteccionismo selectivo para la manufactura, una preocupación para
tratar de limitar la inflación a través de la gestión de precios en el mercado interno para
artículos para el hogar e intervenciones para alentar a los trabajadores a negociar en lugar de
que la huelga por salarios más altos (Riggirozzi, 2009). Estas políticas han permitido
la fabricación para el mercado interno y para la exportación desempeñe un papel vital
en la recuperación económica de Argentina desde 2003. De hecho, la recuperación industrial
ha significado que la exportación de manufacturas ha superado a la de productos agrícolas no
procesados (Bezchinsky et al., 2007, en Wylde, 2011) .
ha ido acompañada de nacionalizaciones limitadas, la más emblemática de
la línea aérea nacional, Aerolíneas Argentinas, y provisión de agua en Buenos
Aires; la creación de nuevas instituciones como Energ´ÿa Argentina Sociedad
´
Anónimo (ENARSA) en 2004 que regula el sector del gas y la energía; y aportes al desarrollo de la
infraestructura regional (Alcachofas,
2012).

3. El sector financiero ha perdido el protagonismo que alcanzó en la década de 1990. En contraste con ambos
el período anterior de ISI y los años neoliberales, hay una nueva reticencia en América Latina
con respecto al endeudamiento externo (Cooper y Momani, 2005).
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Posneoliberalismo en América Latina 13

Cuadro 4. América Latina y el Caribe: Evolución de las exportaciones de bienes por


Intensidad tecnológica e intensidad factorial, 1990–1999 y 2000–2009
(porcentaje de tasas de crecimiento anual promedio)

America latina
y el caribe Sudamerica
1990–1999 2000–2009 1990–1999 2000-2009

Productos primarios 2,6 11,4 2,7 13.0


Manufacturas basadas en recursos naturales 7,5 8,9 6,8 9.4
Industrias extractivas 2,6 8,2 2,4 8.8
Agricultura, caza, silvicultura y pesca 6,0 9,2 4,8 11.1
Minas y canteras 0,5 7,7 1,0 7.6
Industrias manufactureras 14,2 6,0 5,9 10.1

Fuente: CEPAL (2010d: 79).

En Bolivia y Ecuador, en cambio, el crecimiento se basa más exclusivamente


en las exportaciones de materias primas y el auge de los recursos naturales.4 El petróleo proporciona
alrededor del 35 por ciento del PIB de Ecuador (Banco Mundial, 2011). Ambos Ecuador
y Bolivia se han beneficiado de la creciente demanda de petróleo y minerales en China,
y en menor medida India, con un crecimiento anual de alrededor del 5% por
anual desde 2006 (CEPAL, 2010c). Exportaciones chinas a América Latina
saltó a una tasa anual de 42 por ciento a US$ 21.668 millones (CEPAL,
2004: 184). China incluso se ha unido al Banco Interamericano de Desarrollo
(BID), aportando US$ 350 millones y allanando el camino a chinos
capital para invertir en la expansión de infraestructura que se está llevando a cabo en todo
la región. China también ha negociado un fondo de desarrollo de US$ 12 mil millones
en Venezuela, y prestó a Ecuador US$1.000 millones para construir una hidroeléctrica
(Romero y Barrionuevo, 2009).
El auge actual de los recursos naturales no tiene precedentes en la historia reciente. Es diferente
del período de exportación anterior a ISI cuando el valor de América Latina
Las exportaciones de Estados Unidos disminuyeron constantemente y el principal mercado de la región se centró en
Estados Unidos (Jenkins y Dussel Peters, 2010). Como tal, es difícil predecir
con certeza la medida en que el crecimiento de las exportaciones ofrece ahora bases más firmes
para la estabilidad y la diversificación económica a más largo plazo. El mundo
Bank (2009) es pesimista acerca de las posibilidades de diversificar el perfil exportador de Bolivia
más allá de la energía sin reformas más enfocadas para apoyarlo,
mientras que Gudynas (2010) sostiene que el 'nuevo extractivismo', es decir, la explotación y
exportación intensiva y extensiva de los recursos naturales, profundiza
dependencia de los mercados globales y riesgo de concentración en una pequeña cartera de
productos El alcance de esta tendencia se revela en la Tabla 4.

4. El auge ha transformado el crecimiento en toda la región. Aunque el mundial


La crisis financiera interrumpió levemente el crecimiento regional en 2008 y 2009, cuando las exportaciones cayeron
abruptamente en un 24 por ciento en general y las exportaciones mineras en un espectacular 42,3 por ciento, para 2010
América Latina estaba creciendo nuevamente en un impresionante 6 por ciento en general, con exportaciones mineras
un 29% (CEPAL, 2010b).
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14 Jean Grugel y P´ÿa Riggirozzi

Existe, entonces, un enorme desafío que enfrentan tanto Bolivia como Ecuador,
es decir, cómo gestionar el crecimiento que se deriva casi por completo de la naturaleza
sector de recursos Tanto Morales como Correa han resistido la tentación de
nacionalizar el sector energético o introducir monopolios estatales. De hecho, a pesar de
proclamaciones de una 'nacionalización' del gas, el presidente Morales ha
persiguió un nuevo pacto con las corporaciones privadas que establecería la mayoría
(pero no absoluta) propiedad del estado mientras se busca redefinir las responsabilidades
corporativas y aumentar los ingresos del estado (Rochlin, 2007). en ecuador,
incluso antes de que el presidente Correa fuera elegido en 2006, uno de los más grandes de la
los campos petrolíferos, propiedad de Occidental Petroleum de EE. UU., pasaron a ser de
propiedad nacional, lo que provocó especulaciones de que se producirían más nacionalizaciones.
cómo. De hecho, prevaleció la opinión de que la explotación en conjunción con el sector privado
proporcionaría la única ruta realista para aumentar los ingresos.
(Bebbington y Humphreys Bebbington, 2011). A pesar de inicialmente radical
y la retórica ambiental, una vez en el cargo, el presidente Correa se centró en maximizar los
ingresos del Tesoro sin interrumpir la producción de petróleo (Tockman,
2010). Se ha introducido legislación para aumentar la participación del gobierno
de ganancias inesperadas, junto con impuestos más altos sobre la producción de petróleo. La amenaza
de expropiación se ha utilizado estratégicamente, con el fin de obligar a las multinacionales
empresas para renegociar contratos. Al mismo tiempo, se otorgaron nuevas concesiones
otorgado a una serie de compañías petroleras, incluidas la española REPSOL, la chilena
ENAP y PetroOriental de China, que acordaron pagar una tarifa plana por la producción de
petróleo, aumentando la participación de Ecuador en las utilidades petroleras y liberándolo de la
inseguridad de los precios mundiales del petróleo (Financial Times, 24 de noviembre de 2010). Está
sólo aquellas empresas que se han negado a renegociar que están programadas para
expropiación, con indemnización.
La política de recursos naturales, entonces, es aumentar el volumen de ingresos para el
gobierno en lugar de convertir el sector exportador en propiedad pública, lo que significa
que tanto Bolivia como Ecuador han apostado por incentivar la producción. Ahí
son, inevitablemente, riesgos de desarrollo a largo plazo inherentes a esta estrategia. En el
En primer lugar, existe la posibilidad de que la explotación intensiva agrave
degradación ambiental que ya es motivo de preocupación (Saguier,
2012). También existe el peligro de que, al generar ingresos "fáciles", los gobiernos queden
protegidos de la necesidad de abordar algunos de los problemas más profundos.
en torno a la diversificación de la economía y la productividad y podrá
evitar abordar el tema fiscal. La dependencia de las exportaciones reduce potencialmente la
competitividad industrial de la región y la encierra en una dependencia cada vez mayor
en la producción primaria - exactamente lo que la mayoría de las estrategias de desarrollo en el
siglo XX buscaba escapar (CEPAL, 2008; Jenkins y Dussel
Peters, 2010). Los gobiernos de Bolivia y Ecuador han adoptado un enfoque más activista hacia el
desarrollo y la gestión del crecimiento; pero sus políticas
no están dirigiendo la economía hacia la diversificación a largo plazo.
Además, hay incluso un signo de interrogación sobre hasta qué punto los gobiernos pueden
proteger eficazmente a los trabajadores del sector de la energía o incluso exigir la introducción de
reformas en materia de salud y seguridad que podrían obstaculizar la productividad.
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Posneoliberalismo en América Latina 15

Estas preguntas van al corazón de la paradoja emergente dentro de la gobernanza


económica posneoliberal: el estado está desarrollando una mayor capacidad fiscal (y
usándola para hacer algunas inversiones importantes en bienestar) a través de la expansión
de las exportaciones a expensas de ampliar la base económica. Incluso en Argentina,
donde la cartera de exportaciones es considerablemente más diversa que en Bolivia y
Ecuador, el peso de los productos primarios, tanto crudos como procesados, ha crecido
constantemente desde alrededor de 2003. La 'paradoja de la abundancia' ha perturbado
desastrosamente el desarrollo en América Latina en el pasado (Karl, 1997). Es difícil ver
cómo incluso una gestión cuidadosa de los ingresos del auge evitará, por sí sola, que las
vulnerabilidades inherentes a la dependencia de la producción primaria vuelvan a hacerlo.

CONCLUSIÓN

En resumen, hemos argumentado que los proyectos posneoliberales contemporáneos en


Ecuador, Bolivia y Argentina presentan claras diferencias pero deben entenderse en el
contexto de las aspiraciones nacionales de crecimiento, bienestar y ciudadanía; y que el
posneoliberalismo no es tanto un intento de volver al capitalismo de estado como de
remodelar la identidad del estado, redefinir la naturaleza de las responsabilidades
colectivas, desarrollar la capacidad del estado y repensar para quién es el desarrollo
nacional. En este sentido, se podría decir que los proyectos económicos, sociales y
políticos asociados con el posneoliberalismo -la agenda de la ciudadanía y la estrategia de
crecimiento- se complementan entre sí, pues como argumentan incisivamente Keck y
Neara (2006), la reconstrucción del Estado no es un anodino proyecto de crecimiento por
el crecimiento en América Latina, pero la expresión de una intención profundamente política
de 'hacer público el Estado' y asegurar que sea más capaz de defender el interés público.
En general, en los tres casos, hay evidencia de que el estado es más visible y proactivo en
la política, la política social y la economía. Políticamente, parece haber un cambio genuino
hacia la imaginación de nuevas formas de pertenencia democrática (aunque no están
exentas de problemas) y el establecimiento de nuevas relaciones entre el Estado y la
sociedad para apoyar el gasto social. Pero en el ámbito económico, el crecimiento tiende a
enmascarar algunas preocupaciones subyacentes graves, especialmente en torno a la
dependencia de las exportaciones primarias. Hay, sin duda, riesgos por delante como
consecuencia. Los estados pueden mejorar su autonomía fiscal ahora aprovechando el
auge de las exportaciones, solo para que los problemas a largo plazo de la dependencia
de los productos básicos vuelvan a aparecer; igualmente, los gobiernos actuales pueden
entrar en conflicto con sus propios electorados por la explotación de la energía, el ritmo y
la forma de redistribución o las estrategias para contener la inflación y promover la
estabilidad económica.

Todo esto significa que es fácil descartar el posneoliberalismo como una serie de
ajustes menores a lo que es esencialmente una gobernanza de mercado abierto sin
reformar (Radice, de próxima publicación). Los académicos que entienden que la
globalización ha terminado efectivamente con las oportunidades para una acción estatal significativa no pu
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dieciséis
Jean Grugel y P´ÿa Riggirozzi

concebir el posneoliberalismo como posible, al menos no sin una reestructuración


total del orden global capitalista. Mientras tanto, políticamente, si el
posneoliberalismo se entiende como un intento genuino de construir una política
más democrática también se reduce, en cierta medida, a lo que constituye la
democracia y la importancia (o no) de las formas horizontales de rendición de
cuentas, políticas de identidad y voz. dentro de los sistemas democráticos (ver
Peruzzotti, 2006). Hemos tratado de ofrecer aquí un argumento matizado que evita
tanto la polémica excesiva como el idealismo sobre la nueva izquierda y el proyecto
posneoliberal, reconoce que la autonomía política es una aspiración importante
para los estados y las personas en el mundo en desarrollo, incluso en condiciones
de incertidumbre, débil ness e integración global, y reconoce que la democracia
representativa requiere participación de varios tipos, ciudadanía social y capacidad
estatal para cumplir, así como resiliencia institucional. Como tal, entendemos que
el posneoliberalismo, con todas sus fragilidades, refleja un intento de generar un
contrato social democrático e inclusivo en América Latina dentro de los límites del
crecimiento orientado al mercado y liderado por las exportaciones.

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Jean Grugel es profesor de Desarrollo Internacional en la Universidad de


Sheffield. Sus intereses de investigación abarcan cuestiones de desarrollo,
ciudadanía, derechos humanos y democracia. Publicaciones recientes
incluyen Governance after Neoliberalism in Latin America (con P´ÿa Riggirozzi,
Palgrave Macmillan, 2009), Critical Perspectives on Global Governance:
Rights and Regulation in Governing Regimes (con Nicola Piper, Routledge,
2007) y Democ ratization (Palgrave, 2012 ). ), así como artículos en
International Sociology, Journal of Latin American Studies y Human Rights Quarterly.

P´ÿa Riggirozzi es profesora de Política Global en la Universidad de


Southampton. Su investigación se centra en la economía política del
desarrollo y el regionalismo. Sus publicaciones incluyen Advancing
Governance in the South: What Roles for IFIs in Developing States?
(Palgrave, 2009), 'Región, regionalidad y regionalismo en América Latina:
hacia una nueva síntesis' (Nueva economía política, 2011) y El auge del
regionalismo poshegemónico: el caso de América Latina (editado con D.
Tussie , Springer-UNU/CRIS, 2012).

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