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1. Piedra Rosetta.
Es La Piedra, la estrella del museo. Quien más y quien menos ha oído hablar de ella. Consiste en
un gran trozo de granito negro con inscripciones en tres idiomas diferentes: jeroglífico, demótico y
griego antiguo, que fue descubierta en Egipto durante las campañas napoleónicas y que, como no,
los británicos se trajeron para casa. El hallazgo es de una relevancia histórica incalculable.
Mediante la comparación de los caracteres y un soberbio conocimiento de la fonética y lingüística
de los idiomas antiguos y modernos, Champollion consiguió descifrar el idioma jeroglífico,
abriendo la puerta a la egiptología para comprender una cultura que se extendió a lo largo de más
de 3000 años.
La complejidad de su desciframiento solo es comparable a la dificultad de hacerle una foto
decente sin que aparezcan cuatro turistas japoneses en el fondo o se refleje el flash en la urna de
cristal que lo protege.
2. Los Mármoles de Elgin o Mármoles del Partenón.
Este conjunto de relieves y estatuas de mármol componen el set de piezas más polémico del
museo. Todo el mundo sabe que las mejores piezas de arte griego están fuera de Grecia y éste es
su máximo exponente. En el siglo XIX, Grecia estaba ocupada por el imperio otomano y los
templos clásicos caían en el olvido. Lord Elgin pasaba por allí y vio esta colección de mármoles en
el más magnífico templo clásico, por lo que les propuso un trato a las autoridades: yo me llevo
esto, que lo tenéis todo tirado por el suelo y os pago algo. Os libráis de unos cuantos dioses
paganos y hacéis caja. Pero los griegos ni lo vieron ni lo ven de igual modo. Hace poco
construyeron un museo a los pies de la Acrópolis, para el día en que los británicos devuelvan las
piezas a Grecia. Dada la experiencia de españoles y argentinos, pueden esperar sentados.
3. La Leona herida.
Este ajedrez medieval (S. XII), descubierto en una playa de la isla de Lewis,
en Escocia, inspiró el usado por Ron y Harry en Harry Potter y la Piedra Filosofal. Consiste en un
número inconsistente de piezas hechas de marfil de morsa y diente de ballena, proveniente de
Escandinavia, que nadie sabe exactamente cómo acabó enterrado en una duna de la costa
escocesa. Originariamente las piezas eran blancas y rojas, no blancas y negras como en el
moderno ajedrez, y tienen unas increíbles y elaboradas expresiones faciales que merece la pena
admirar. Y es que el Ajedrez era el juego de los reyes.
8. El Astrolabio Hebreo.
La conocéis todos, repetida una y mil veces cada vez que se nombra la
palabra tsunami en la tele. Probablemente el grabado japonés mas famoso, de extrema
delicadeza y de extrema dificultad técnica. Se hicieron miles de reproducciones y los cazadores de
estampas del siglo XIX en Europa las buscaban con afán. El mismo Van Gogh tenía muchas de
ellas que se dejaban reflejar en sus cuadros. Curiosamente, el objeto de esta estampa no es otro
que el monte Fuji, que aparece imperturbable al fondo, contrastando con el poderoso muro de
agua que amenaza con engullir a las pequeñas embarcaciones. El grabado forma parte de una
serie de Hokusai llamada 36 vistas del monte Fuji, pero me temo que actualmente no está
expuesto.
10. Donation box.
Finalmente este es uno de los objetos que más comentarios levanta en los turistas no británicos:
la caja de los donativos. Y es que en el Museo Británico no hay que pagar, solo te piden
la voluntad. Claro que, de una forma muy british, se permiten la libertad de sugerirte una voluntad
de 5 Pounds y por si no queda claro te hacen el cambio a tu moneda. Curioso.