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Unidad IV.

Las nuevas fórmulas que legitiman el poder: la negociación y la lucha por la


hegemonía política en la crisis de la sociedad estamental.

El medioevo se dedicó a argumentar teológicamente la noción de que cada ser humano, lejos de
ser un individuo, era integrante de un universo. Esta sociedad generaba personas a las que jamás
se les ocurrió alegar derechos individuales. El mundo medieval es por naturaleza un mundo
donde prima el sentido de comunidad. No existían cosas individuales sino comunitarias.
¿Quién organiza este sistema? Dos grandes estructuras significantes en términos
comunitarios: Iglesia y Estado. La Iglesia como institución señala el camino y determina el
rumbo a seguir, el Estado acompaña a la Iglesia en este proceso. El trabajo era colectivo y por
ello no podemos distinguir o separar economía de sociedad. Todo posee una lógica regional y
comunitaria.
¿Qué ha pasado en estos últimos 5 siglos para que la lógica comunitaria deje de primar y
tenga preponderancia un individualismo fuerte? Se modifica el estado y la iglesia.
Hacia 1560 podemos empezar a observar que algo se está modificando. Desde la monarquía
inglesa se empieza a defender la idea de propiedad privada, que reconoce que las personas en
tanto individuos, sujetos portadores de derechos.
Entre la segunda mitad del siglo XV y todo el XVI se produjo una reformulación de esta
lógica comunitaria liderada por la secularización del Estado y la desacralización de la sociedad
(crisis de valores cristianos, no cree en lo que le dicen). Es decir, a medida que los Estados se
separan de la Iglesia y eligen su credo, la sociedad se desacraliza. La ruptura moderna del
Estado y la Iglesia da por resultado el moderno individualismo. No estamos hablando de
una sociedad laica, todos ellos creían en Dios. No está tensionada la idea de la existencia de
Dios, no se cuestiona su veracidad. Con la secularización hacemos referencia a que el Estado
está por sobre la Iglesia, y no viceversa.
El proceso del individualismo moderno esta potenciado e impulsado por la Ilustración. La
Ilustración es “hija” directa de la reforma protestante.

El estado, en la medida que se seculariza, necesita un cuerpo legal que la valide. Que a cada
gran modificación de la estructura le ha correspondido adecuaciones del cuerpo legal jurídico.
El estado prima sobre la iglesia (cristianismo fragmentado y con varios dogmas)
Para el siglo XVII se puede observar con claridad al nivel político, social y a nivel de la retórica
jurídica en boga, tanto en Francia (París) como en Inglaterra (Londres), que ningún teórico
habría argumentado que el Estado era producto de Dios. Nadie sostendría que era algo divino,
que Dios habría inventado ningún tipo de monarquía, absolutista, parlamentaria o la que fuera.
Pero si argumentaban que el estado garantizaba el bien común, este existe para superar el caos
social (postura de Locke y Hobbes). ¿Cómo puede el Estado estar sometido a la fuerza de la
Iglesia (supuestamente universal) si ésta se encuentra dividida?

Hobbes: El Estado sigue relacionado al bien común, pero dice que es el producto de pactos
contractuales. El Estado es producto del sometimiento voluntario de los ciudadanos para que
prime el bien por sobre las partes, pone fin a la lucha social. El Estado como contrato entre
hombres libres. Existe un contrato entonces con el Leviatán (Rey) para que éste controle el
conflicto. Imagen del rey como justiciero y pacificador. Queda claro también que el rey y el
Estado existen gracias a que los hombres así lo quieren. Si el rey cumple estas funciones merece
su puesto. Comienza el proceso de desacralización.
El escrito de Hobbes no es antimonárquico, sino que legitima la posición del rey. Aunque saca
uno de los ladrillos que sostienen la razón de ser del absolutismo: la monarquía no tiene un
origen divino. Leviatán es el garante de la paz y de la justicia y por eso merece obediencia.

J. Locke: El Estado como una creación consciente de la voluntad humana. El hombre en


comunidad decide conscientemente crear el Estado. Lo hace porque el hombre está dominado
por la razón (o sea que puede someter su búsqueda de intereses, diferencia con Hobbes), y al ser
un ser racional, busca realizar a través del Estado los principios del orden trascendental, divino.

El campo historiográfico moderno se divide en 2 grupos:


 Estatistas: los seguidores de Marx, Anderson. El estado es centralizado y desde el
centro dirige el reino. (el estado moderno como un todo coherente)
 Jurisdiccionalitas: el estado es un entramado político, compacto propio de la
modernidad y cuya formulación espacial todavía sigue siendo feudal. El estado es una
superposición de soberanías superpuestas. Liderado por Antonio Hespanha. El estado es
producto de negociaciones constantes, es absolutamente dinámica y en estos años se
logra un equilibrio de poder.

 El Estado en la Modernidad. Tres perspectivas diferentes.

Texto Skinner: Genealogía del Estado Moderno.


Mayor representante de la historia inglesa de los conceptos. Hay una distinción entre concepto y
término. Desarrolla la teoría absolutista del estado y las influencias que hacen que los autores
ingleses tomen esta concepción absolutista (devenida de la tradición escolástica española)
Al inicio del texto es autor advierte dos cosas sobre su estudio; en primer lugar, que el único
método válido para poder entender las formulaciones de los autores sobre el estado, es conocer
las circunstancias particulares en que éstos discuten el término Estado, por lo tanto, se debe
concentrar en cómo llego esta palabra a conformar los debates acerca del poder público. En
segundo lugar, el autor señala que sólo tratara autores anglófonos pertenecientes a una sola
comunidad lingüística (esto tiene relación con la distinción primordial que hace la Historia de
los conceptos entre término y concepto)
Dentro de la teoría jurídica y política anglófona se encuentra por primera vez discusiones acerca
del estado, lo estatal y los poderes de los estados hacia finales del S. XVI y comienzos del
XVII; influido por la discusión escolástica sobre la patria potestas, así como por la
disponibilidad de tratados franceses sobre la soberanía y de manuales italianos acerca de la
‘política’ y la razón de estado. Con la confluencia de estas corrientes, el término Estado
comenzó a ser usado para aludir a un tipo específico de unión o asociación civil, la de una
comunidad de personas (pasivas y obedientes) que viven bajo la autoridad soberana de un
monarca. El soberano tiene el deber de preocuparse por el bienestar de todo el estado. Esta
forma de pensar el estado puede denominarse como Teoría absolutista.
En Inglaterra, fue adoptada por dos corrientes jurídico-políticas; una proveniente de las
discusiones escolásticas sobre la potestad; y, la otra, que articulaba la teoría absolutista como
parte de la doctrina del derecho divino de los reyes (poder absoluto e incuestionable) Su
preocupación principal era reivindicar el derecho de los gobernantes temporales a ejercer un
control absoluto sobre los asuntos eclesiásticos del mismo modo que sobre los civiles.
La teoría populista del Estado, propuso una distinción entre monarquías y estados (analizaron
diferentes formas de gobierno). El término Estado era usado para referirse al cuerpo soberano
del pueblo.
Finalmente, aparece una teoría del Estado muy diferente, en la que la relación entre súbditos y
soberanos fue conceptualizada en términos inauditos. Es la teoría del Estado como persona
ficticia, es la teoría que representa el pensamiento de Hobbes. ¿a quienes representa el
soberano? al Estado. Hobbes hace hincapié en que el estado es una persona distinta tanto de los
gobernantes como de los gobernados.
Esta teoría es un medio para juzgar la legitimidad de los actos que realizan los gobiernos. De
acuerdo con la teoría absolutista, estos actos son legítimos en la medida en que son realizados
por un soberano reconocido como la cabeza de estado. De acuerdo con la teoría populista, estos
actos son legítimos si son llevados a cabo por la voluntad del cuerpo soberano del estado. Y, de
acuerdo con la teoría del estado como persona ficticia, estos actos son correctos si son llevadas a
cabo por un soberano autorizado para hablar en nombre del Estado, y si apuntan a su bienestar
(bien común)
Texto Poggi. El Ständestaar. El sistema absolutista de gobierno.
Sociólogo italiano. Se ocupa del desarrollo del Estado moderno; en este sentido, recorre
distintas etapas de desarrollo. A diferencia de Skinner, que se subsume a las formulaciones
jurídico políticas en términos conceptuales, Poggi se va a fijar en el desarrollo de las formas
estatales, y va a pensar el estado en donde hay una manifestación del poder político.
El Ständestaar (segunda etapa) lo entiende como un espacio dual, que se empieza a formular en
el siglo XV. (Ejemplos: Franco condado; Estados Generales franceses) donde hay distintos
cuerpos y donde hay una tensión entre ese Estado (que responde a un cuerpo) y el gobernante
territorial (príncipe). Es un periodo transicional antes del absolutismo.
Análisis de tipo weberiano, se preocupa por ver los aparatos de gobierno y sus formulaciones,
sus tipos ideales.

Texto Anderson: El estado absolutista.


Como buen marxista, busca salvaguardar el significado revolucionario de la burguesía, y, por
ello, sostiene la naturaleza aristocrática y conservadora del Estado en el Antiguo Régimen.
Analiza la relación entre clase y estado. El Estado Absolutista aparece como un estado feudal
centralizado.
En principio el autor desestima la visión de Engels y Marx del absolutismo como mecanismo de
equilibrio político entre la nobleza y la burguesía, a menudo considerada una designación
implícita como un tipo de Estado burgués en cuanto tal.
Sin embargo, para el autor la clase política y económicamente dominante en ese período siguió
siendo la nobleza feudal. “Mientras el trabajo no se separó de las condiciones sociales de su
existencia para transformarse en «fuerza de trabajo», las relaciones de producción rurales
continuaron siendo feudales”
Los cambios en las formas de explotación feudal al final de la época medieval no fueron en
absoluto insignificantes; por el contrario, son precisamente esos cambios los que modifican las
formas del Estado. El absolutismo fue esencialmente eso: un aparato reorganizado y potenciado
de dominación feudal, destinado a mantener a las masas campesinas en su posición social
tradicional. El Estado absolutista nunca fue un árbitro entre la aristocracia y la burguesía ni,
mucho menos, un instrumento de la naciente burguesía contra la aristocracia: fue el nuevo
caparazón político de una nobleza amenazada. Instrumentos modernizados para el
mantenimiento del dominio nobiliario sobre las masas rurales.
Proceso de centralización a través de algunos elementos: el derecho romano (económicamente,
respondía a los intereses de la burguesía comercial y manufacturera; políticamente,
correspondía a las exigencias constitucionales de los Estados feudales reorganizados de la época
con el aumento de la autoridad pública); la creación de un ejército y de una burocracia, el cobro
de impuesto y la aparición de la diplomacia como sustituto de la guerra.
La aparente paradoja del absolutismo en Occidente fue que representaba fundamentalmente un
aparato para la protección de la propiedad y los privilegios aristocráticos, pero que, al mismo
tiempo, los medios por los que se realizaba esta protección podían asegurar simultáneamente los
intereses básicos de las nacientes clases mercantil y manufacturera.
Realizó algunas funciones parciales en la acumulación originaria necesaria para el triunfo final
del modo de producción capitalista. La centralización económica, el proteccionismo y la
expansión ultramarina engrandecieron al último Estado feudal a la vez que beneficiaban a la
primera burguesía. Incrementaron los ingresos fiscales del primero al proporcionar
oportunidades de negocio a la segunda.

Texto Elías Norbert: La sociedad cortesana.


La corte es la fracción de la nobleza que el monarca necesitaba para legitimar su poder en
grupos nobiliarios que le fueran leales.
El autor estudia la corte, entendiendo que existe en ella una dinámica de poder político
particular, que anida en lo que no se dice. En este sentido, ningún cortesano iba a decir lo que
pensaba ya que había una forma de estar y de ser en la corte. Había determinadas formulaciones
de las relaciones interpersonales, estos eran cortesanos porque se comportaban como tales.
Norbert profundiza en el estudio de estas relaciones entre los miembros de la corte y, de esta
manera, ver la dinámica en el estado moderno.
La corte es una sociedad jerarquizada alrededor del rey, pero al mismo tiempo la domina desde
una forma inmensurable. Permite una autonomía relativa política de los cortesanos. Parece una
sociedad cortesana domesticada, pero hay que ver hasta donde esta domesticada. La corte es un
espacio real, físico, pero al mismo tiempo es un espacio figurado. Es decir, hacen política a
través de juegos simbólicos, demuestran para los demás la riqueza. (Manejo simbólico del
poder)
La corte es un espacio real, pero también es un espacio de ritualidad simbólica. Es
un centro de poder, forma de vida y de estar.
Hoy en día se entiende a la corte como un espacio de disputa y de purga de la nobleza, donde se
luchaba por poder y prestigio (una de las formas de estudiar la crisis de la aristocracia)
El autor quiere realizar un estudio estructural sin caer en los prejuicios sobre la “actitud frívola”
de los cortesanos. El comportamiento de despilfarro y egoísmo, debe entenderse desde el
contexto global en el que tienen lugar. Weber, por ejemplo, ya advertía del “lujo” como medio
de autoafirmación social. Esta configuración social cortesana aristocrática, desplegó un carácter
civilizador y cultural que, ya sea como herencia o contra imagen, se introdujo en la
configuración social burguesa.
Las peculiaridades del entramado cortesano-aristocrático: las normas y valoraciones sociales de
cada grupo social, tienen razón de ser en tanto los individuos permanecen dentro del grupo. Los
gastos lujosos de los cortesanos no son meros caprichos o falta de autocontrol. Contrapone
entonces la valoración del ahorro burgués para garantizar su posición y continuo ascenso social,
a la posición establecida cortesana.

 El Estado, el sistema político y jurídico en el AR.


Texto de Benigno: El estado moderno.
Analiza cómo cada periodo histórico entendió el Estado moderno; y como los debates insertos
dentro de cada uno de estos periodos, le dio distintos significados al Estado moderno. En los
últimos apartados, el autor presenta como el debilitamiento de esa idea de “estado total” lleva a
nuevas formas de abordar el estudio del Estado. Identifica algunos abordajes (asignados por el
estudio del poder y no tanto al Estado en sí, como aparato de gobierno): los estudios de Foucault
y de Elías; también autores que piensan en la continuidad con la Edad Media como Elliot, y su
idea de “asociación de estados” (los monarcas tienen un límite a su poder por la asociación y la
tradición jurídica de cada uno de esos estados); y, por último, todos los trabajos de los
historiadores del derecho que analizan las instituciones en casa país europeo.

La construcción historiográfica del Estado moderno es consustancial al desarrollo en el siglo


XIX de los Estados nacionales, del que constituye una forma básica de reconocimiento y de
legitimación. Se conforma la idea del desarrollo del «Estado moderno» como motor decisivo de
la evolución histórica, factor necesario y a la vez progresivo de la civilización. Aparece en esta
concepción una triple reducción: reducción de la política y del poder a la esfera estatal;
reducción de esta ultima al desarrollo de los aparatos; y la reducción del crecimiento de
las estructuras burocráticas a un proceso de concentración de funciones en los aparatos
centrales y de cada vez mayor control del centro sobre las periferias. El aumento de poder,
sobre todo militar y fiscal, de las monarquías es asumido como el eje de referencia de un
proceso englobante y civilizador. La unificación del derecho y el monopolio del mismo, son la
ley del Estado.
A partir de los años 60, a la vez que llega la historia social, la atención se centra a lo sumo en la
construcción de los aparatos y en los grupos sociales que entran a formar parte de los Estados
modernos, en la historia social del poder. En el plano teórico se observa desde hace tiempo el
predominio de teorías constitucionalistas, mientras que en el plano práctico el Estado moderno
es incapaz de ser un único y autónomo centro de poder, el sujeto exclusivo de la política. Al
final del monismo estatalista corresponde la apertura de espacios fuera del control del Estado
soberano. Está sobre todo en crisis el concepto jurídico político de soberanía, verdadero punto
de fuerza de una cierta concepción del poder.
Se produce una ruptura del paradigma del Estado Moderno. En primer lugar, hay un
correimiento de atención del aumento de intensidad y racionalidad de los aparatos estatales
al universo compuesto y polisémico de la corte
¿Qué ha sido la corte para los historiadores sino la antítesis del Estado moderno? En la misma
medida en que este actúa con orden, racionalidad, progreso y poder, lo hace aquella con
desorden, irracionalidad (lujos, intrigas e inmoralidad), decadencia (de la política y de los
hombres), impotencia (del gobierno y del príncipe)
Aquí, es significativa la propuesta de N. Elías en donde la corte ya no es vista como un universo
personal, contrapuesto al mundo impersonal y burocrático del EM.
También es importante la ruptura de la tradicional lectura de las instituciones, estudiadas por
la nueva historia política como pobladas de sujetos diversos, que se componen y se
descomponen según clientelas, facciones, orientaciones religiosas, etc. El carácter compuesto
de las monarquías constituye la norma; De ahí deriva que el príncipe está supeditado a respetar
las condiciones jurídicas con las que se produjo la unión o asociación de sus Estados,
condiciones que se volverían formidables obstáculos a su poder.
Se han subrayado también las continuidades entre la Edad Media tardía y la primera Edad
Moderna, y esto ha producido una especie de relativización de la modernidad (Hespanha)

Texto de Hespanha: la constelación originaria de los poderes.


Trata la dimensión de cuerpos sociales del AR, y en las instituciones que obtienen poder
formando parte de esos cuerpos. Profundiza en los grupos de privilegios relacionados
directamente con los cuerpos de esta sociedad; que dan cuenta, en ultima instancia, del carácter
corporativo de esta sociedad. La metodología del autor consiste en analizar textos jurídicos
(aplicación efectiva y política que tiene el derecho)

Antes del siglo XVIII la matriz de organización política de la sociedad; en vez de ser monopolio
de un centro único, el poder político aparecía disperso en una constelación de polos
relativamente autónomos (polos periféricos del poder político), cuya unidad era mantenida,
más en el plano simbólico que en el efectivo, por la referencia a una «cabeza» única.
En el medioevo, el gobierno debía reposar en la autonomía político-jurídica de los cuerpos
sociales. Su función no es la de destruir la autonomía de cada cuerpo social, sino la de
garantizar a cada cual su estatuto. Ejercer justicia (fin del poder político para los juristas
medievales) se confundía con el mantenimiento del orden social. La concepción corporativa y
organicista de la sociedad subrayaba la diversidad e irreductibilidad de las diversas funciones
sociales. El conjunto de personas con un mismo estatuto se considerado por la teoría social y
jurídica del antiguo régimen un «estado» o un «orden”. La base de esta distinción en ordenes,
estaba basada en la antigua división de los tres estados y sus respectivas funciones (belladores,
oradores y labradores) En la edad moderna, esta distinción se mantenía, aunque las funciones
sociales se habían modificado, diversificado y especializado. Así, la función es idealizada,
teniendo poco que ver con la realidad social. Esto gracias a la modificación de las fuentes de la
riqueza, ésta se va a separar progresivamente de la propiedad territorial, agraria y señorial y
asentarse en la riqueza mobiliaria y metálica de origen comercial de los estratos urbanos.
Pese a esta “crisis” de las categorías tradicionales de estratificación social, se asiste a una
acentuación de los fenómenos de discriminación político-jurídica.
Los estados en la edad moderna (el autor analiza el caso portugués) representan la diversidad de
los estatutos jurídicos y políticos de las personas. La diversificación social (es decir, la
diversificación de funciones sociales) había dado origen a una multiplicidad de estatutos
(fiscales, criminales, civiles, político-administrativos, procesales) distintos, que la teoría, venida
después, cubre con la designación o concepto de «estado».
El autor se pregunta en que medida el estatuto de los diferentes estados comporta poderes de
dirección política o exenciones ante la dirección política de otros. Para concluir, con el análisis
de algunos de estos “estados”, que el fenómeno de reserva político-jurisdiccional, como el
privilegio de fuero (sustracción del control de la justicia regia) para algunos estados, creará
creando para ellos un espacio político relativamente autónomo.
Más allá de los privilegios cuyo significado dominante se encuentra en el plano económico
(exención fiscal); existe otro tipo de privilegios, en el plano jurisdiccional, que crean espacios
de autonomía (por lo menos relativa) en el plano jurídico-político y que interesan al autor por su
aporte al estudio de los equilibrios del sistema del poder político.
Por último, el autor analiza la dinámica del sistema concejil en Portugal para demostrar su
hipótesis central. A través del análisis de las fuentes comprueba que el mundo local es un
mundo donde la corona sólo pretende dominar desde afuera. Así, el dominio de la periferia por
parte del centro, solo podía darse con un sistema político que, sin tocar las estructuras políticas,
jurídicas y culturales locales, se contentase con su integración parcial en el sistema político
global, pero que bastase para la consecución de sus objetivos, especialmente los fiscales y los
simbólicos del poder central.

Texto Carzolio: La construcción del espacio político en la Edad Moderna.


Profundiza la idea de Hespanha, y va pensando en la idea de “territorialización” de lo político y
lo jurídico en las sociedades de Antiguo Régimen. Relaciona espacio y jurisdicción;
entendiendo como a partir de la aplicación de la jurisdicción y del derecho, se hacen los
espacios. Son estos espacios, y las corporaciones dentro de ellos, los que tienen la capacidad de
impartir justicia.

Existieron y existen diferentes culturas político jurisdiccionales, fruto de diversas formas de


organización de la sociedad y del poder.
Origen del espacio político de un sistema de poder de carácter tradicional: Las formas de
territorialidad premodernas concebían el espacio político como aquel habitado por una
comunidad que posee una misma autoridad política y que es regida por un mismo estatuto. La
coincidencia entre el espacio de comunidad de vida, de derecho y territorio caracterizó a las
estructuras políticas premodernas.
Esta forma de entender el espacio en tanto territorio comenzó a modificarse con el surgimiento
de la modernidad. Pero durante la Edad Media y hasta el siglo XVII, la cristalización de las
relaciones entre el poder, la comunidad y el territorio, al mantenerse durante generaciones,
llegan a naturalizarse de manera que comienza a considerarse al territorio como portador de
significaciones políticas, jurídicas y administrativas naturales.
La territorialización del poder: surgió a consecuencia de la disolución de las estructuras político-
jurídicas de naturaleza personal (comunidades basadas en el parentesco) Conforme se va
produciendo el progreso del poder centralizado de las monarquías modernas, se produce una
modificación de los espacios jurisdiccionales de los poderes locales, indicio de que se diluye
la indisponibilidad de los espacios políticos como producto de decisiones pragmáticas del poder,
con intención de facilitar sus condiciones de ejercicio y de allanar sus posibilidades de contacto
con los súbditos. El derecho romano justinianeo promovía una visión integrada y racionalizada
del espacio, pero la división tradicional del espacio institucionalmente consagrada por siglos
resistía los cambios.
Lo que A. Hespanha considera el “territorio real” (jurisdicción real) se intensificará
paralelamente al aumento de su poder. En tanto el ámbito de ejercicio del poder real como la
justicia va a hallar resistencias, la organización territorial real logrará avanzar en dominios
como la organización militar y fiscal, logrando conformar una redistribución asimétrica en esos
espacios, ajenos a las estructuras tradicionales, y favorables al desarrollo de un territorio
unificado y centralizado.

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