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Tema I

PODERES DEL ESTADO.


Para poder conocer los poderes de estado primero debemos definir dicho
término.
¿Qué es un estado?
Un Estado se entiende como el conjunto de instituciones públicas que posee un
determinado país. Estas se encargan de regular todas las actividades que en
este se producen, controlando toda la actividad que se genera en el país. En
este sentido, se define como una organización política. Pero remarcando
aspectos fundamentales como su carácter atemporal, permaneciendo
independientemente del Gobierno que se encuentre en el poder. El Estado,
cabe decir, es una organización que actúa de forma independiente, siguiendo
una serie de reglas y leyes. Para reconocer un estado debe tener estos tres
elementos fundamentales: población, territorio y Gobierno.
En nuestra Constitución establece que Panamá es una República Democrática
y representativa donde hay una clara división de los poderes. El Estado
distribuye sus funciones entre el poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Estos
actúan de manera independiente atendiendo a sus labores específicas, las que
desarrollan con absoluta autoridad. Con esta separación se busca que las
atribuciones no estén concentradas en una persona o institución, evitando
posibles arbitrariedades o abusos de poder.
Se denomina poder ejecutivo o poder administrativo a una de las ramas del
poder público tradicional, es decir, uno de los poderes que se le atribuyen al
Estado moderno.
Este poder tiene la tarea de dirigir y administrar el país para alcanzar los fines
que la sociedad se propone. Además ejecuta las leyes. A la cabeza del poder
ejecutivo se encuentra el Presidente de la República.
Este poder ejecutivo es una de las primeras formas de gobierno de la historia.
Los regímenes de la Antigüedad, eran en su mayoría monárquicos o
despóticos.
Consistían en un único gran poder ejecutivo a manos de un gobernante,
generalmente algún tipo de monarca (rey, sultán, emperador, etc.). En esta
figura recaía el poder más o menos absoluto de la nación. Su palabra era ley,
ya que en general se consideraba que estaba en el trono por designio divino.
Los reyes ejercían todas las funciones del Estado en este tipo de regímenes
absolutistas.
La República moderna reemplazó al absolutismo de los reyes con asambleas o
congresos de elección pública, creando la división de poderes.
El poder ejecutivo desde ese momento estuvo también acompañado de jueces
designados por las asambleas. De esta manera se evitaba el surgimiento de
despotismos.
El poder ejecutivo es normalmente ejercido por el jefe de estado, que puede
ser un Presidente (o un Vicepresidente, en su ausencia) o un Primer Ministro,
Canciller o cargo semejante.
La constitución que rige el sistema de gobierno de cada país especifica las
delimitaciones y condiciones de cada caso. Además, establece el protocolo a
seguir en caso de que dichas figuras estén ausentes, indispuestas o
inaccesibles.
La forma de renovar el poder ejecutivo, en regímenes democráticos, es la
elección popular. La misma puede ser:
Directa. Se elige a quien ocupará el cargo.
Indirecto. Se elige a quienes elegirán a quien ocupe el cargo.
En países democráticos, la voluntad popular suele ser la encargada de asignar
dicho poder, tal y como ocurre con el legislativo.
En los regímenes autoritarios o totalitarios, en cambio, el ejecutivo puede ser
sucesorial, es decir que se transmite de padres a hijos. O bien puede ser
elegido por una asamblea del partido, generalmente conformada por la cúpula
política de la facción dominante.
Como todos los poderes públicos, el ejecutivo requiere de limitaciones para que
el Estado mantenga su balance y la democracia se preserve. En ese sentido,
se halla sometido a las leyes que emite el poder legislativo.
Esta limitación es mutua, ya que en algunos casos el ejecutivo posee también
un poder de veto si considera que una ley es injusta o contraproducente. Por
otro lado, las decisiones de las Cortes Supremas de Justicia son inapelables
incluso para el ejecutivo, que debe someterse a ellas.
Un presidente o primer ministro, puede ser destituido de sus funciones
legalmente por el parlamento o por los tribunales de la República. No existe
forma de contrarrestar el procedimiento administrativo o judicial en su contra.
El ejecutivo responde a dos grupos de funciones primordiales:
Funciones políticas. Aquellas que implican la dirección de la sociedad en su
concierto y diferenciación, para la satisfacción de sus necesidades de la mejor
manera, así como sus relaciones con otras naciones o ante situaciones
imprevistas.
Funciones administrativas. Funciones de mantenimiento del Estado, sujetos a
la ley, y que permiten su duración en el tiempo y su efectividad de funciones.
La administración implica el manejo de presupuestos, el diseño de logísticas, la
implementación de planes, etc.
El poder ejecutivo es la cabeza visible de los Estados. Suele ser la encargada
de la toma estratégica de decisiones, siempre teniendo al legislativo y al judicial
como contrapesos y como ayuda, en pro del equilibrio democrático y
republicano.
Esto quiere decir que Un Estado sin ejecutivo se considera “vacío de poder”, es
decir, acéfalo, sin un conductor que planifique la ruta. Sin embargo, el ejecutivo
puede ser temporalmente ejercido por otras instituciones, como el legislativo,
en momentos críticos, que no suelen durar demasiado.
Poder Legislativo:
Su misión es concebir y aprobar las leyes que rigen al país y que están
destinadas a regular la conducta de los miembros de toda la sociedad. La
formulación de estas leyes se realiza en el Senado y en la Cámara de
Diputados.
El proceso legislativo puede ser distinto en cada país en sus procesos, pero por
lo general éstos se caracterizan por cierta complejidad. Una ley, pasa, antes de
entrar en vigor, por un complicado proceso que puede incluir un buen número
de pasos.
Sin embargo, aunque éstos pueden diferir de unos lugares a otros, sí que
pueden diferenciarse tres fases que son comunes a la mayoría de países que
se rigen por un sistema democrático de representación parlamentaria.
Fase Inicial: es la fase en la que se presenta la propuesta. Puede llamarse
“proposición de ley”, “proyecto de ley” o tener otra denominación, la cual se le
concede en base a de quien haya partido la iniciativa. Pueden llevar o no un
proceso de discusión y puede complementarse o enriquecerse con otras
propuestas. Una vez tienen forma definida, pasan a la siguiente fase.
Fase constitutiva: tiene lugar en las cámaras parlamentarias, y en este periodo
se debaten enmiendas presentadas por los diferentes grupos y finalmente se
vota su aprobación.
Fase final: una vez aprobada la ley, el último paso previo a su entrada en vigor
es la validación por parte de la mayor autoridad del estado. Sin embargo, esta
figura no tiene la capacidad de modificarla ni rechazarla, sino únicamente de
rubricarla para que se publique de manera oficial y comience a aplicarse.
En cambio el poder legislativo tiene el sometimiento sobre otros poderes esto
da como resultado de la división de poderes que debe imperar en todo régimen
democrático, cada uno de los poderes del estado tiene autonomía para ejercer
su función, pero a su vez es controlado por los demás.
Esto significa que el poder legislativo tiene capacidad para elaborar libremente
diferentes tipos de leyes, pero éstas se verán sometidas al escrutinio del poder
judicial, que tendrá en su mano decidir si alguna de ellas contraviene normas
de mayor rango, en cuyo caso, el poder legislativo estará obligado a derogarlas
o modificarlas.
Poder Judicial:
Administra la justicia y aplica la ley de acuerdo a la Constitución. Lo hace
obligando a su acatamiento o sancionando a los que la quebrantan. Los
principios sobre los que se fundamenta son los de Independencia,
Inamovilidad, Legalidad, Responsabilidad y Jurisdicción Territorial. Su máximo
órgano a nivel nacional es la Corte Suprema de Justicia.
Casi por una ironía del destino, el último Registro Judicial del Poder Judicial del
Departamento de Panamá en la República de Colombia, específicamente el
527 del Volumen III, salió a la luz pública el día 2 de noviembre de 1903, como
si los responsables de su publicación presintieran que, al día siguiente se
proclamaría la nueva República y se daría inicio a una nueva era institucional,
no solo en lo político-administrativo, sino también, para importantísima función
jurisdiccional, baluarte de todo verdadero estado de Derecho.
De acuerdo a la Ley 83 de 20 de octubre de 1888, el territorio del
Departamento de Panamá formaba un solo distrito judicial y en él,
administraban justicia un Tribunal Superior con sede en la ciudad de Panamá,
compuesto de cinco Magistrados divididos en dos salas: una civil, compuesta
por tres Magistrados y otra criminal, formada por dos Magistrados; un Juez
Superior con sede también en la ciudad de Panamá; diez Jueces de Circuito,
con asiento: cuatro en la ciudad de Panamá; dos en Colón; uno en David; uno
en Penonomé; uno en Los Santos y uno en Veraguas.
Los Jueces Municipales debían funcionar por lo menos uno en cada municipio
y serían designados por los respectivos Consejos Municipales, aunque era
evidente que esta norma programática distaba aún por cumplirse.
El Judicial es un poder más del Estado, aparte del Órgano Legislativo y el
Ejecutivo, donde los jueces acceden preparando una oposición, avanzando en
la carrera administrativa o con los años de servicio van ocupando puestos de
más poder, sin que exista ningún control del poder popular sobre ellos.
Una verdadera independencia judicial debería tener en cuenta, en primer lugar,
la elección directa de los jueces y la elección para ellos de sus órganos de
Gobierno, sin influencias del Poder Ejecutivo ni del Legislativo.
Deberíamos iniciar los debates en la Asamblea en interés de seleccionar a los
mejores jueces, aquellos que en sus apostolados de jurisprudencia puedan
actuar con transparencia y siempre apegado al principio de equidad.
Tendrá que ser así, el escenario judicial de Panamá debe empezar a moverse
en una sola dirección ética, sólo si queremos ir en esa dirección; es nuestra
responsabilidad y nuestro destino ciudadano el que está en juego, pero
también el porvenir de la nación.
El Órgano Judicial es uno de los tres poderes del Estado panameño. Es el
encargado de la administración de justicia, e interviene cuando existen
conflictos de intereses entre las personas, y así lograr, mediante la aplicación
imparcial de la ley, la paz social por todos anhelada.
Su objetivo fundamental es administrar justicia en forma gratuita, equitativa,
expedita e ininterrumpida en todo el territorio nacional a través de sus
estructuras jurisdiccionales y administrativas, como principio fundamental para
salvaguardar el sistema democrático y los derechos humanos, generando
mayor confianza de los ciudadanos en el sistema judicial.
Este trabajo tiene como finalidad dar a conocer los aspectos de importancia de
este órgano, uno de los más importantes y que en la actualidad ha
revolucionado con sus noticias y publicaciones escandalosas y de corrupción
en los medios.
Nos enfocamos en las funciones de los magistrados, como se dividen, cuál es
su jerarquía, administración y sobre todo su jurisdicción y competencia.
El Órgano Judicial está conformado por la Corte Suprema de Justicia, los
Tribunales Superiores de Justicia, Juzgados de Circuito, Juzgados Municipales,
Tribunales Marítimos y cualesquiera otros Tribunales que se creen dentro del
Órgano Judicial.
Los Tribunales Superiores de Distrito Judicial y la Agencias del Ministerio
Público que ante ellos actúen, tendrá su sede en las ciudades de Panamá,
Penonomé, David y las Tablas, respectivamente.
Los Circuitos Judiciales, a su vez, se subdividen en Distritos Municipales que
corresponden a cada uno de los distritos, según la división política establecida
en el artículo 250 de la Constitución Política de la República.
Los elementos en que se divide el Órgano Judicial:
En lo Judicial.
Corte Suprema De Justicia
Está compuesta por un Presidente quien además de presidir el Pleno, dirige la
Sala a la que pertenece y la de Negocios Generales, un Vice-Presidente quien
reemplaza al Presidente en sus ausencias.
Funciones del Presidente:
Dirigir la Corte Suprema de Justicia, la Sala de Negocios Generales y aquella a
la que pertenece;
Presidir las audiencias que celebra la Sala de Negocios Generales y aquella a
la que pertenece;
Convocar al Pleno para celebrar reuniones que conlleven la atención de
asuntos que son de consideración de la Corte;
Funciones del Vicepresidente:
Reemplazar al Presidente de la Corte Suprema de Justicia mientras dure su
ausencia; Apoyar al Presidente de la Corte Suprema de Justicia en actividades
y materias que éste determine; Desarrollar cualquier otra función que se le
asigne por ley.
Consejo Judicial.
Entre los miembros que conforman al Consejo Judicial están:
El Presidente de la Corte Suprema de Justicia, quien lo presidirá.
Los Presidentes de las Salas de la Corte Suprema de Justicia.
El Procurador General de la Nación.
El Procurador de la Administración.
El Presidente del Colegio Nacional de Abogados.
El Secretario General de la Corte Suprema de Justicia.
Sus funciones principales son:
Asegurar la independencia, eficacia, y decoro en los tribunales de justicia que
operan en el territorio nacional;
Garantizar a los Magistrados, Jueces, Agentes del Ministerio Público y personal
subalterno de la administración de justicia, los beneficios de la Carrera Judicial
para lo cual administrará todo lo concerniente a ella según lo dispone el Código
Judicial;
Emitir opiniones y formular recomendaciones sobre proyectos de reglamentos
relativos a la Carrera Judicial;
Emitir opiniones sobre los programas de selección, clasificación y capacitación
de los empleados de la rama judicial y del Ministerio Público; entre otras mas…
Sala De Corte:
Corte Primera de lo Civil
Está integrada por tres Magistrados, de los cuales uno es el Presidente de la
Sala.
La Sala Civil del Corte Suprema de Justicia, es competente para conocer,
según lo normado en los artículos 92 y 93 del Código Judicial. Entre sus
funciones pueden mencionar:
Conocer en primera instancia: Los recursos de casación y revisión en los
procesos civiles, de los recursos de hecho contra las resoluciones de los
Tribunales Superiores y de las cuestiones de competencia en materia civil
suscitadas entre Tribunales que no tengan otro superior común.
Conocer en segunda instancia: Los negocios civiles que saben en primera
instancia los Tribunales de Distrito Judicial en los cuales haya lugar a consulta
o apelación de autos y sentencias;
Conocer del procedimiento marítimo (Ley N° 8 de 30 de marzo de 1982): El
recurso de apelación contra las resoluciones del Tribunal Marítimo con
jurisdicción en toda la República.
Corte Segunda de lo Penal:
Está compuesto por la misma cantidad de magistrados como en la Corte
primera y entre ellos igual debe formar parte el Presidente de la Sala.
El Artículo 95 del Código Judicial, establecen los recursos y consultas que son
ventilados en la Sala, así como los recursos de hecho, contra resoluciones de
los Tribunales Superiores de Distrito Judicial en materia Penal. El Artículo 96
del Código Judicial, establecen los negocios que conoce la Sala en segunda
instancia, los de Apelaciones y las Consultas de las resoluciones dictadas en
primera instancia, por los Tribunales de Distrito Judicial en materia penal.
Luego de establecer la Competencia y Jurisdicción de la Sala penal,
pasaremos a detallar las funciones de la Secretaría de la Sala Segunda de lo
Penal, que se encuentran reguladas en el Título VII, Capítulo Único de los
Artículos 183, 184, 185, 186 y demás del Código Judicial.
Juzgados Municipales:
Se dividen en:
Penales: Deciden los procesos por delitos sancionados por la ley con pena de
privación de la libertad, que no exceda los 2 años. Delitos de hurto y robo cuyo
monto no supere B/.1,000.00.
Civiles: Conocen casos civiles de cuantía mayor de B/.250.00 sin exceder de
B/.5,000.00.
Familia: Tratan casos relacionados con pensiones alimenticias y celebran
matrimonios.
Libre competencia al Consumidor: Conocen casos cuya cuantía no exceda de
B/.3,000.00 de parte del consumidor.
Mixtos: Tratan casos civiles y penales.
Juez Comarcano:
En la Comarca Indígena de San Blas existirá un juez y un personero quienes
tendrán las funciones que se señalen por ley especial y cuyas resoluciones son
apelables ante los Jueces de Circuito.
Conclusión
Los tres poderes de la Unión no son soberanos. Son autónomos en el ejercicio
de sus funciones. No se impide que uno de ellos pueda realizar
actos que originalmente le corresponden a los otros, sino que la esencia del
principio de división de poderes es evitar la posibilidad de una dictadura
constitucional, que se daría en aquel caso en que en un poder
reuniera dos o más, pero no se contraviene el principio en comento
cuando la misma Constitución previene una flexibilidad en la división de
poderes y relaciones entre los mismos, lo que se traduce en la autorización de
que un poder realice funciones que en una estricta división de poderes y
funciones no podría desempeñar.
El Estado de Derecho moderno se caracteriza por la separación o división de
Poderes y la consagración constitucional de los derechos fundamentales. El fin
de ello es disminuir la concentración de poder en una sola persona u órgano.
Este sistema se refiere a varias reglas de procedimiento que permiten a una de
las ramas del gobierno limitar a otra. Pero el poder es uno y éste es delegado
por los ciudadanos al gobierno. El hombre entonces sacrifica su
completa libertad por la seguridad de no ser afectado en su derecho a
la vida, la integridad, la libertad y la propiedad. Sin embargo, el hombre puede
encontrarse desprotegido frente al Estado, el cual podría oprimirlo mediante
las facultades coercitivas que le ha otorgado la propia colectividad. De esta
forma, existe un trato entre la delegación del poder al líder y la necesidad de
controlarlo para evitar la tiranía. Esto implica que la delegación de poder para
sancionar buenas leyes es también la delegación para que el gobierno pueda
sancionar malas leyes. En otras palabras, el delegar para que se lleven a cabo
políticas económicas tendientes a aumentar el bienestar de la comunidad no
precave el hecho de que se lleven, políticas económicas cuyos objetivos
respondan a intereses sectoriales egoístas.
Un actor clave en los sistemas presidencialistas modernos es el Poder
Ejecutivo. La tenencia de poder en exceso en esta rama del poder puede
debilitar el sistema. Lo expuesto guarda relación con el diseño de las
instituciones relacionadas con la autoridad central; diseño pensado para dar
mayor poder al Ejecutivo, o para aislar la toma de decisiones de la
interdependencia política. El objetivo de las disposiciones institucionales
es contrarrestar amenazas a la continuidad y la coherencia políticas por parte
de la oposición, particularmente en países con largas historias de polarización y
conflictos sociales en materia económica. De este modo, aumenta la
discrecionalidad del Ejecutivo para iniciar políticas o para aislar la toma de
decisiones de presiones políticas de corto plazo.
Tema IV

Sobre la Política Pública:


En términos generales, la política pública se refiere al vínculo general entre el
Estado y la sociedad que, en realidad, toma cuerpo en la relación entre
gobernantes y gobernados, extendiéndose al ámbito de la cultura, en función
de los intereses y necesidades concretas que convocan a los distintos grupos
humanos a la acción política. Por lo general, la política pública se aborda desde
visiones técnicas e instrumentales preocupadas por las metodologías y
procedimientos para su elaboración, por los diagnósticos, fases, definición y
cumplimiento de objetivos y metas, rutas, cronogramas, recomendaciones, con
criterios de evaluación por eficacia, eficiencia y efectividad.
Las reflexiones más políticas, de análisis teórico sobre la relación entre política
pública, Estado, poder, hegemonía, sociedad civil que, para efectos de este
artículo, resultan más adecuadas, son menos frecuentes. Se hace énfasis en
esta perspectiva porque tiene que ver con los presupuestos ético-políticos a los
que responde, a su relación con los modelos de desarrollo en los cuales se
inscribe, con los proyectos económicos, sociales y políticos en disputa por
parte de actores específicos y caracterizados, en fin, con su sentido y fines.
Dese luego, esto no quiere decir que su dimensión técnica e instrumental deje
de ser importante; son dos caras de una moneda que se implican mutuamente,
pero su sentido está dado por la dimensión política. La política pública
trasciende su carácter instrumental y se ubica como acontecimiento político por
excelencia.
Estado, política pública y sociedad civil
Dentro de las muchas definiciones que se refieren a la política pública, es
particularmente importante aquella que la considera un punto de contacto entre
el Estado y la sociedad civil. Aunque en rigor teórico y en la práctica no es
posible establecer una distinción tajante entre ellos, y resulta más adecuada
una concepción “ampliada” del Estado, se puede entender a la sociedad civil
como el conjunto de instituciones llamadas “privadas” y, principalmente, al
ámbito en el que se disputan las hegemonías y se construyen los consensos y
los disensos. Cuando se hace la distinción conceptual entre estos dos
dominios, la sociedad civil aparece como “responsable” de la función de
hegemonía, como lugar propicio para su construcción y mantenimiento, en
tanto es el lugar en donde se disputa la construcción de los consensos que
sustentan la legitimación del poder. En este sentido, la sociedad civil es el
ámbito en que se desenvuelve la lucha política; la arena en la que se disputa la
construcción del consenso para acceder al control del aparato de Estado, sin
que se elimine ese primer nivel.
Por su parte, el Estado se puede entender como el aparato a través del cual
algunos sectores de la sociedad civil gestionan el interés público mediante el
ejercicio de actos de gobierno. Esta distinción entre sociedad política y
sociedad civil es conceptual, es una distinción lógica. En la realidad no es
posible trazar una clara línea divisoria entre las dos; por ejemplo, no se puede
desconocer la función estatal que desempeñan la familia y la escuela, sobre
todo la escuela pública, pues en el dominio de los hechos consensuales, del
ejercicio de la dirección intelectual y moral, contribuyen a la formación de la
ciudadanía y, en esa medida, cumplen una función estatal.
Por otro lado, no se puede dudar de la intervención del Estado en el seno de
las instituciones de la sociedad civil. Es el caso de la relación entre la iglesia y
el Estado o de la presencia del Estado en la regulación de la vida familiar al
intervenir, por ejemplo, en el matrimonio, en las responsabilidades de los
padres para con los hijos; en la legislación expresada en los códigos civil, de
policía, de tránsito y transporte, entre otros.
En este orden de ideas, lo que importa establecer es que la “sociedad” no es
un conjunto homogéneo y neutro, sino un campo heterogéneo constituido por
sectores sociales, grupos, clases, etc., con intereses y necesidades diferentes
que pueden llegar a ser contradictorios, que se disputan permanentemente la
supremacía sobre el conjunto social en los ámbitos económico, político,
cultural, en función de sus particulares formas de concebir lo que es mejor para
todos. Así, la política pública media la relación entre los “gobernantes” y los
“gobernados”, pero también las relaciones entre los gobernados o sociedad
civil, en sus pugnas, tensiones y acuerdos por hacerse al control del aparato de
Estado y ejercer actos de gobierno.
Esto significa que el conjunto de la política pública se construye en un
movimiento de ida y vuelta, entre las ofertas que emanan de los grupos y
sectores que participan del gobierno, y las demandas de los “gobernados”, y
entre los grupos, sectores, y clases que integran a estos últimos, en la medida
en que puedan constituirse en sujetos sociales y políticos con capacidad para
actuar políticamente en función de sus particulares intereses y necesidades. En
otras palabras, las políticas públicas siempre están referidas a sujetos políticos
concretos, entendidos como sujetos sociales conscientes de sus deberes y
derechos y con capacidad de acción intencionada respecto de ellos. La política
pública aparece, así, como resultado de un conjunto de negociaciones
complejas determinadas por condiciones de tiempo, lugar y sujeto o, lo que es
igual, dependen de correlaciones de fuerzas sociales determinadas. En tal
sentido, las políticas públicas no son neutras, como se pretende en los
enfoques de tipo técnico-instrumental; los contenidos del “bien común”
dependen de las correlaciones de fuerza. En su nombre se puede permitir o
prohibir, amenazar, invadir, encarcelar, premiar y castigar. Es así como se ha
logrado que sectores sociales como el campesinado, las comunidades
afrocolombianas, los grupos indígenas y sectores sociales como las madres
comunitarias, las mujeres cabeza de hogar, los desplazados, la población
LGTBI, los pensionados, los usuarios de servicios públicos, las empleadas
domésticas, los discapacitados, las poblaciones llamadas vulnerables, para
citar algunos casos, cuenten con políticas públicas específicas que son
resultado de procesos de gestión y de lucha, de negociación, para satisfacer de
manera más adecuada sus particulares necesidades, intereses, aspiraciones.
Esto, cuando se piensa el tema en la relación de estos sectores con el Estado;
porque también se da el caso de políticas públicas que se gestan y se aplican
de manera autónoma en el seno de la sociedad civil, sin intervención del
Estado o, en algunos casos, contra ella, como ocurre con los programas y
políticas de diverso orden agenciadas por organismos internacionales,
organizaciones no gubernamentales y organizaciones de base, que proponen y
ejecutan políticas para su beneficio ante la incapacidad del Estado para hacerlo
o como medio de defensa y de resistencia contra los efectos nocivos de
algunas políticas estatales entendida, entre otras cosas, como el punto de
contacto entre la sociedad política (el Estado) y la sociedad civil, y hace un
énfasis especial en distinguir la hegemonía de la dominación (Gramsi, 1970,
pp. 414-415).
Las políticas educativas:
Las políticas educativas no escapan a las lógicas descritas. En el marco de los
planes de desarrollo nacionales, las políticas sectoriales han impuesto una
lógica fragmentada que ha tratado de ser superada, de manera infructuosa, con
formulaciones de alcance “intersectorial” o “transversal”. Los contextos
internacionales, regionales y nacionales pautan sus contenidos esenciales.
Educación como servicio, educación inclusiva y derecho a la educación el
proceso de reformas educativas en América Latina viene de mediados del siglo
pasado, con políticas diseñadas por “expertos” de los organismos
internacionales, orientadas a propiciar la “modernización” de los sistemas y de
las instituciones educativas, con énfasis en conceptos como “gerencia”,
“eficiencia”, “administración” y “calidad”, entre otros. En un balance de las
políticas educativas adoptadas en las Cumbres de las Américas de las últimas
décadas, Feldfeber y Saforcada (2005) identifican tendencias centradas en la
mercantilización de la educación, que le conciben como un servicio comercial
más por parte del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), el cual
debía contar con un mercado regional abierto; además notan una
concentración en ciertas problemáticas como la discriminación, la pobreza, el
cuidado del ambiente, entre otros. En ambos casos la educación deja de ser
considerada como un derecho fundamental. En dicho contexto, los ministros de
educación y planificación de la región concibieron el Proyecto Principal de
Educación (PPE) en 1979, para dar continuidad a las políticas educativas
teniendo como objetivo el año 2000, haciendo énfasis en la equidad social, la
consolidación de la democracia, sentar las bases de un desarrollo duradero y
avanzar en la integración regional. Entre los desafíos identificados por el PPE
aparece el de “mejorar la equidad en la distribución del servicio educativo
ofreciendo educación de calidad a los sectores prioritarios”
(UN CO-OREALC, 2001). Como se ve, destaca la expresión “servicio
educativo”, que hará carrera durante los años siguientes hasta la irrupción con
fuerza del llamado “enfoque de derechos”.
Este último viene desde la Declaración Universal de los Derechos del Hombre
promulgada en 1948, pasa por la Declaración de los Derechos del niño (1959),
por la Declaración sobre la Eliminación de las Discriminaciones en materia de
Enseñanza (1960), por el Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, adoptado en 1966 y entrado en vigencia en 1976, por la
Convención Internacional para la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación Racial (1969), por la Convención Contra la Eliminación de
Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (1981), y por la
Convención sobre los Derechos del Niño (1990). La tradición se conecta con la
Declaración Mundial sobre la Educación para Todos (EPT), aprobada en
Jomtien, Tailandia, en 1990; con la Declaración de Salamanca para las
Necesidades Educativas Especiales, aprobada en junio de 1994 por la
Conferencia Mundial Sobre Necesidades Educativas Especiales: Acceso y
Calidad, que introdujo explícitamente el concepto de inclusión y lo relacionó
con el de “integración” (UNESCO, 1994).Dicho concepto de integración,
ampliamente debatido, fue muy importante en la discusión sobre inclusión que
se dio en la década de los noventa, sobre todo en el marco de la discapacidad
y más específicamente en relación con el tema de la lucha contra la
discriminación en educación.
La “educación inclusiva” promovía la convivencia con la diferencia y lo plural
mediante la “integración”; impulsaba la superación de estereotipos y prejuicios
y, por tanto, de la discriminación. Generó la noción de “educación inclusiva”,
promotora de un camino hacia los Derechos Humanos para todos los
estudiantes, con o sin discapacidad. Discusiones más recientes, ubicadas ya
en el enfoque de derechos, han cuestionado seriamente el concepto de
integración por aludir a intenciones homogeneizadoras que desconocen
particularidades étnicas, sociales, culturales, económicas, etc., en la idea de
imponer modelos hegemónicos que anulen la diferencia y la posibilidad de
distinción y reivindicación de especificidades no afines al modelo oficialmente
establecido. De allí proviene la idea de las “instituciones inclusivas” como
sinónimo de “atención a la discapacidad en las aulas”, que restringen el sentido
más amplio de la “educación inclusiva”.
El Marco de Acción de Dakar del año 2000 continuó esa línea de pensamiento
y se autodefinió como “la confirmación de la visión formulada en la Declaración
Mundial sobre Educación para Todos” de Jomtien en 1990 (UNESCO,
2000).En cumplimiento de estas declaraciones, y de mandatos mundiales, la
Oficina Regional de Educación de la UNESCO para América Latina y el Caribe
(OREALC) apoyó en 2002 a los ministros de educación de la región, en la
formulación del Proyecto Regional de Educación de América Latina y el Caribe
(PRELAC) que afirmó la visión inclusiva (UNESCO-OREALC, 2002).
En diciembre de 2006 se adoptó la Convención Internacional sobre los
Derechos de las Personas con Discapacidad, de enseñanza a lo largo de la
vida (UNESCO, 2006). Este planteamiento de la “enseñanza a lo largo de toda
la vida” se inscribe ya en un marco político que va más allá de la educación
inclusiva y hace puente con el enfoque de derechos actual, cuyo primer
desarrollo produjo la propuesta de las 4-A esbozada por Katarina Tomasevski
(Asequibilidad, Accesibilidad, Adaptabilidad, Aceptabilidad). A partir de
entonces, la noción de “derecho a la educación” ha tenido que dotarse de
contenidos específicos, para que pueda dejar de ser una consigna general y se
convirtiese en instrumentos de política educativa con capacidad de
transformación de la realidad. No ha sido una tarea fácil, pues el ejercicio debe
hacerse en función de particulares condiciones de tiempo y lugar, determinadas
por las distintas coyunturas que se han dado desde entonces.
Esos contenidos hacen que el “derecho a la educación” se conciba como un
“derecho de la persona”, “exigible” y “justiciable” como obligación del Estado”.
Pinilla (2006), basándose en jurisprudencia de la Corte Constitucional, y
recogiendo los aportes de la Relatora Katarina Tomasevski, presenta los
contenidos y las obligaciones del derecho a la educación como derechos
“universales, indivisibles, interrelacionados e interdependientes”, que
corresponden a cuatro obligaciones, las cuales, para su cumplimiento, implican
que el Estado tiene el compromiso de desarrollar actividades regulares y
continuas para satisfacer las necesidades públicas de educación: derecho a la
disponibilidad y obligación de asequibilidad; derecho de acceso al sistema y
obligación de accesibilidad; derecho a la permanencia y obligación de
adaptabilidad; y derecho a la calidad y obligación de aceptabilidad. El tema del
derecho a la educación se ha convertido en un principio universalmente
aceptado, hasta el punto de haber sido cooptado por los defensores de la
supremacía del mercado. No obstante, la aplicación de las acciones tendientes
a garantizarlo por parte de los Estados no se ha universalizado de la misma
manera. La doctora Tomasevski, en su sexto y último informe anual,
presentado a la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en
2004, dejó constancia del aumento progresivo de los obstáculos y las
dificultades para realizar su labor. La Relatora afirmó que las dificultades fueron
tantas que recomendaba no renovar el mandato de la Relatoría sobre el
derecho a la educación. Valga recordar que el mandato de la Relatora consistía
en “aumentar la visibilidad del derecho a la educación y eliminar los obstáculos
y las dificultades para su realización”. Esto significa que, a pesar de los
avances producidos en esta materia, todavía queda mucho terreno por
recorrer; sobre todo cuando se toman en consideración las acciones
adelantadas por los Estados en el marco de las políticas de fortalecimiento del
mercado libre como regulador de la satisfacción de las demandas y los
derechos sociales. Después de los aportes de Katarina Tomasevski en relación
con las garantías al derecho a la educación en función de las 4-A, la situación
ha cambiado.

Conclusión:
Tal vez la diferencia más notable es que las redes sociales nos aproximan “un
poco más” a la condición de sujetos, no solo objetos, de la política pública. Lo
digo “entre comillas” porque esta es una ilusión originada en los impactos
aislados y episódicos que en algunos momentos desencadenan las
“tendencias” de algunas “publicaciones” o “entradas” (“post”) en la Web. Con
todo, esto es un avance frente a la impenetrable red cerrada a la que nos
enfrentamos cuando leemos un periódico o una revista, o vemos un programa
de televisión. Compartir, decir “me gusta”, comentar en un sentido u otro, son
las opciones ofrecidas por estas redes que generan las “tendencias”, parecidas
o confundidas con “movimientos de opinión”. Se parecen o confunden porque
la capacidad para tomar decisiones para los cambios sustanciales que requiere
la sociedad continúan estando en el lugar de siempre: los grupos de poder, que
lo ejercen mediante acciones concretas respaldadas con la capacidad del
dinero. Es cierto que algunos temas e iniciativas ciudadanas se dispersan
ampliamente por las redes sociales y alimentan procesos como los de los
“inconformes”, que han dado lugar a gigantescas movilizaciones y
desencadenado procesos políticos importantes en Egipto, España o Grecia,
para citar algunos casos. Sin embargo, estas experiencias todavía no
configuran nuevos modelos de acción política que sustituyan los tradicionales,
aunque contribuyen en tal sentido. La “opinión en red” es un fenómeno nuevo
en la cultura que merece ser estudiado como caso particular de la “opinión
pública”. En estos marcos transcurre nuestra vida; aunque no lo percibamos
así, está pautada dentro de la tensión que enfrenta a quienes tienen
aspiraciones por llegar al control del aparato de Estado, o quieren mantenerlo,
y quienes lo consideran un estorbo; o a quienes quieren acabarlo o reducirlo y
quienes lo consideran necesario para regular la vida social. En una proporción
más decisiva de lo que quisiéramos, dependemos de lo que en este contexto
se haga o deje de hacer. Si podemos trabajar y en qué, bajo qué condiciones;
si podemos estudiar o no, y en qué tipo de condiciones; si podemos tener
servicio de salud o no; si podemos tener o no una pensión para la vejez, una
vivienda, un carro, un televisor, viajar, descansar. Todo eso se resuelve en el
marco de nuestras relaciones con el Estado (que es una abstracción) y con el
Gobierno (que encarna y materializa al Estado); relaciones que pueden ser de
mayor o menor grado de proximidad.

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