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Las citas bíblicas han sido tomadas de La Santa Biblia, Nueva Ver-
sión Internacional © 1999 por Biblica, Inc. Todos los derechos re-
servados. Las citas marcadas con la sigla RVC han sido tomadas
de La Santa Biblia, Versión Reina Valera Contemporánea © 2011
por Sociedades Bíblicas Unidas.
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SDG
Contenido
Introducción
1. El problema: un corazón contaminado
2. Las consecuencias: vidas destrozadas
3. La solución: un nuevo corazón
4. La transformación: la iglesia local
Conclusión: un caso de estudio
Ejercicios prácticos de aplicación personal
Notas de texto
PREFACIO
vv. 20-23
v. 23
2 Samuel 11:2-3
vv. 4-5
2 Samuel 12:10-14
Los sacaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los
pueblos y los haré regresar a su propia tierra. Los rociaré con
agua pura, y quedarán purificados. Los limpiaré de todas sus
impurezas e idolatrías. Les daré un nuevo corazón, y les infun-
diré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que
ahora tienen, y les pondré un corazón de carne. Infundiré Mi
Espíritu en ustedes, y haré que sigan Mis preceptos y obedezcan
Mis leyes. Vivirán en la tierra que les di a sus antepasados, y
ustedes serán Mi pueblo y Yo seré su Dios.
Ezequiel 36:24-28
“Vienen días”, afirma el Señor, “en que haré un nuevo pacto con
el pueblo de Israel y con la tribu de Judá. No será un pacto como
el que hice con sus antepasados el día en que los tomé de la
mano y los saqué de Egipto, ya que ellos lo quebrantaron a pesar
de que Yo era su esposo”, afirma el Señor. “Este es el pacto que
después de aquel tiempo haré con el pueblo de Israel”, afirma el
Señor: “Pondré Mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón.
Yo seré su Dios, y ellos serán Mi pueblo. Ya no tendrá nadie que
enseñar a su prójimo, ni dirá nadie a su hermano: ¡Conoce al Se-
ñor!”, porque todos, desde el más pequeño hasta el más grande,
me conocerán”, afirma el Señor. “Yo les perdonaré su iniquidad,
y nunca más me acordaré de sus pecados”.
Jeremías 31:31-34
Marcos 1:15
Las palabras “buenas nuevas” se refieren al “evangelio”, y la
bondad de esta noticia es que Jesús ha llegado ahora como el Re-
dentor prometido para cumplir el nuevo pacto y salvar a Su pue-
blo de sus pecados (Mt 1:21).
Vemos un adelanto de la manera en la que Jesús lograría esto
durante Su última cena de la pascua con Sus discípulos antes de
que fuera traicionado, declarado culpable y crucificado. Mien-
tras estaba sentado con Sus discípulos, Jesús tomó pan, lo par-
tió, se los dio y dijo: “Tomen; esto es Mi cuerpo” (Mr 14:22).
También tomó la copa, dio gracias, se las dio para que la bebie-
ran y dijo estas palabras proféticas: “Esto es Mi sangre del pacto,
que es derramada por muchos” (Mr 14:24). Este evento que los
cristianos celebran como la Cena del Señor representa la buena
noticia del evangelio: cómo Dios, por medio del derramamiento
de la sangre de Su propio Hijo, inauguró el nuevo pacto y redi-
mió a Su pueblo.
Jesús, completamente hombre y completamente Dios (Heb
4:15), vivió la vida perfecta que nosotros no podemos vivir y
murió en la cruz sufriendo en nuestro lugar la ira de Dios por
nuestros pecados (2Co 5:21). Se levantó de los muertos al tercer
día para darnos una nueva vida (Ro 4:25) y ahora está sentado a
la diestra del trono de Dios, reinando sobre todas las cosas (Heb
1:3) e intercediendo como el mediador entre Dios y Su pueblo
(Heb 7:25). El evangelio declara que, aunque somos pecadores
merecedores de la ira de Dios y del castigo por los pecados que
salen de nuestros corazones contaminados, podemos ser perdo-
nados, recibir corazones nuevos, ser salvos del juicio de Dios y
recibir una herencia eterna. Nuestra salvación no se logra por
nada que hayamos hecho o vayamos a hacer, sino solamente por
lo que Jesús ha logrado a nuestro favor. Sin embargo, para reci-
bir las promesas del nuevo pacto, debemos responder al evange-
lio.
Marcos 1:15
Romanos 6:11
Efesios 6:12
Salmo 51:1-4
La confesión de David refleja una confianza en la compasión del
Señor y en Su perdón basado en Su carácter inmutable. ¡Cuánto
más los cristianos deberían ver a la cruz y tener confianza en
esta misma compasión y perdón! Los cristianos que entienden la
conexión que existe entre la gracia misericordiosa de Dios y la
confesión y el arrepentimiento ven que es un regalo ocuparse de
esta tarea todos los días.
Aunque el arrepentimiento implica momentos personales in-
tensos de introspección, también debemos estar abiertos a exa-
minar nuestro pecado en el contexto de las relaciones estrechas
que valen la pena y que desarrollamos con otras personas dentro
de nuestra iglesia local. Luchamos contra el pecado con otros al
mismo tiempo que les confesamos nuestras luchas. Existe una li-
bertad que experimentamos no solo cuando confesamos nuest-
ros pecados a Dios, sino también cuando los reconocemos ante
otros que también están preocupados por la pureza de nuestras
vidas.
Otra razón importante para involucrar a otras personas den-
tro de nuestra iglesia local en esta tarea de la confesión diaria y
del arrepentimiento de todos los días es la tendencia que la ma-
yoría tiene a esconder este tipo de pecado. Los pecados sexuales
son algunos de los pecados más penosos, vergonzosos y prohibi-
dos, y a pesar de esto nuestros corazones y nuestras mentes son
muy susceptibles a ellos. Necesitamos de otros cristianos que
nos aman, que están involucrados en nuestras vidas, que están
dispuestos a decir palabras duras y que les interesa mucho que
vivamos en victoria sobre el pecado, para que caminen a nuestro
lado y nos ayuden a arrancar de raíz esos pecados. Los cristianos
debemos darnos cuenta de que aunque tenemos nuevos corazo-
nes y una habilidad (dada por el Espíritu Santo) para caminar en
los caminos de Dios, nunca debemos subestimar la importancia
de la lucha diaria contra el pecado y de involucrar a los que se
han comprometido con nosotros a luchar por la pureza y la
santidad. John Owen afirmó esta tarea de luchar todos los días
contra el pecado cuando exhortó a todos los cristianos: “Mata el
pecado o el pecado te estará matando a ti”.5
Se les habló y enseñó de Jesús según la verdad que está en Él. Con
respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían
quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompi-
da por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su
mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a
imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad.
Efesios 4:21-24
Pablo instruye a estos cristianos a “quitarse el ropaje de la vieja
naturaleza, la cual está corrompida”. Debemos ser renovados en
el espíritu de nuestras mentes poniéndonos “la nueva natura-
leza”. Esto es parte de la batalla diaria contra el pecado y nece-
sitamos a los demás para que nos ayuden a quitarnos el pecado y
a ponernos a Cristo. Ya que gran parte de este principio de
“quitarse y ponerse” se arraiga en la renovación de la mente (Ef
4:23), la mente tiene que ser el campo de batalla en el que nos
enfoquemos.
Una vez hablé con un hermano soltero que deseaba con todas
sus fuerzas pelear esta batalla contra la pornografía. Se dio
cuenta de que, en los momentos de tentación, no tenía éxito
cuando trataba él mismo de predicarse repetidas veces: “No voy
a ver esto; no voy a hacer esto; no voy a codiciar a esta mujer”. La
mayoría de nosotros admitiríamos que si solo seguimos dicién-
donos: “No hagas esto; no hagas aquello”, eso es exactamente lo
que con el tiempo vamos a hacer. Por eso es importante “quitar-
se”, pero después también “ponerse”. Esto lo logramos de una
mejor manera cuando reemplazamos pensamientos pecamino-
sos por pensamientos de Cristo y de Su Palabra. Este hermano
encontró mayor éxito cuando no solo se dijo que no mirara, sino
que también llenó su mente con “todo lo verdadero, todo lo
respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo
digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca
elogio” (Fil 4:8).7
Una parte importante de quitarse el pecado y ponerse a Cristo es
la enseñanza radical de Jesús en el Sermón del Monte sobre lo
que quiere decir ser Su discípulo. Después de advertirles a Sus
oyentes acerca de cometer adulterio en el corazón como resulta-
do de mirar a una mujer con codicia, Jesús dijo:
Mateo 5:29-30
1 Juan 1:9