Está en la página 1de 62

¡Ayuda!

Un amigo lucha con la pornografía


Brian Croft

© 2017 Poiema Publicaciones

Traducido del libro Help! He's Struggling with Pornography ©


2010,
publicado por Day One Publications.

Las citas bíblicas han sido tomadas de La Santa Biblia, Nueva Ver-
sión Internacional © 1999 por Biblica, Inc. Todos los derechos re-
servados. Las citas marcadas con la sigla RVC han sido tomadas
de La Santa Biblia, Versión Reina Valera Contemporánea © 2011
por Sociedades Bíblicas Unidas.

Prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cual-


quier medio visual o electrónico sin permiso escrito de la casa
editorial. Escanear, subir o distribuir este libro por Internet o
por cualquier otro medio es ilegal y puede ser castigado por la
ley.

Poiema Publicaciones
info@poiema.co
www.poiema.co

SDG
Contenido
Introducción
1. El problema: un corazón contaminado
2. Las consecuencias: vidas destrozadas
3. La solución: un nuevo corazón
4. La transformación: la iglesia local
Conclusión: un caso de estudio
Ejercicios prácticos de aplicación personal
Notas de texto
PREFACIO

P uedes estar leyendo este minilibro por una de muchas razo-


nes. A lo mejor conoces a alguien que está luchando esta ba-
talla y lo quieres ayudar. O puedes ser tú el que necesita ayuda.
Puede que estés mirando este minilibro porque la palabra “por-
nografía” atrajo tu atención y te hizo hojearlo para ver de qué te-
mas jugosos habla. Cualquiera que sea tu motivación, espero
que consideres las razones que me motivaron a escribir este mi-
nilibro.
La primera y la más obvia es la presencia incontenible de la
perversión sexual en nuestra cultura que está alimentada por
esta forma repugnante de entretenimiento. Gracias a esta in-
dustria de miles de millones de dólares las vidas se destrozan y
los matrimonios se destruyen, y su influencia constante afecta
nuestras vidas cotidianas. Por esta razón debemos estar equipa-
dos para saber cómo hacerle frente, tratar con su influencia y ca-
minar en victoria y libertad.
Una segunda razón es la falta de buenos recursos sobre este
tema. Aunque varios libros han abordado las cuestiones destruc-
tivas que giran en torno a la esclavitud a la pornografía, algunos
diagnostican bien el problema, mientras que otros pueden pasar
por alto la raíz del problema y, sin embargo, dar un buen consejo
práctico para la lucha diaria. Mi oración para este minilibro es
que el asunto fundamental se diagnostique con claridad y de for-
ma bíblica, que se presente una solución esperanzadora y que las
maneras prácticas para caminar en victoria sobre esta
esclavitud aquí descritas capaciten a los que buscan ayuda.
Además, tengo unas cuantas razones personales para dedicar-
me a este proyecto. Es abrumador darme cuenta, como pastor,
con cuántos asuntos he tratado que están relacionados de mane-
ra directa con seducciones, esclavitudes y patrones destructivos
que surgen de la lucha contra la pornografía. El contenido de
este minilibro es un reflejo del proceso por el que yo y los otros
pastores de nuestra iglesia atravesamos con los hombres de la
comunidad —casados, solteros, jóvenes o ancianos— y ha pro-
bado ser increíblemente fructífero, por la gracia de Dios, a lo
largo de los años. Espero que esto resulte igual para tu amigo, tal
vez tú mismo, tus pastores y tu iglesia local.
Por último, y de manera más personal, te cuento que esta lu-
cha se apoderó de mí durante muchos años. Fui expuesto a la
pornografía a una edad temprana y eso me condujo a una
esclavitud que me siguió en mis años de adolescencia y hasta la
universidad. Yo, con mucho gusto pero con temor a la vez, estoy
escribiendo este minilibro porque las verdades bíblicas que an-
clan el proceso para vencer esta lucha trajeron una sorprenden-
te ayuda y libertad a mi propia vida. Por favor sigue leyendo y
que tú o tu amigo sean ayudados por Dios como lo he sido yo.
Brian Croft
Iglesia Bautista Auburndale
Louisville, Kentucky, Estados Unidos
INTRODUCCIÓN

E stamos viviendo en una época sin precedentes. Las imáge-


nes pornográficas y el material sexual están disponibles con
mayor facilidad en estos momentos que en cualquier otro tiem-
po de la historia. Esto se confirma en los centros comerciales por
los que caminamos, en las vallas publicitarias en las calles, en
los catálogos de ofertas que envían a nuestras casas y en los
estantes de revistas que hay en las tiendas. El volumen financie-
ro estimado de la industria mundial del sexo es de alrededor de
$57 mil millones de dólares y $12 mil millones (poco más del
veinte por ciento) provienen de los Estados Unidos. 1Pero la ver-
dadera influencia de la pornografía la vemos con dolor por los
matrimonios que destruye, por los pastores avergonzados y
despedidos por su uso y por las víctimas de los crímenes relacio-
nados con el sexo, de las cuales escuchamos en las noticias casi
todos los días.
Tal vez el efecto más fuerte de esta tendencia es la forma en la
que ha afectado tan profundamente a los cristianos dentro de la
iglesia local. Hasta el bombero más hábil se quemará si lo aislas
en un edificio que se esté quemando, rodeado por las llamas y
sin refuerzos. De manera similar, aunque nosotros como cristia-
nos hemos sido transformados por la fe en la persona y obra de
nuestro Salvador Jesús, también hemos sido perjudicados al
estar inmersos en esta cultura saturada de sexo. ¿De qué manera
nosotros como cristianos encontramos la victoria duradera so-
bre esta lucha y ayudamos a los demás a hacer lo mismo?
En primer lugar, encontramos la victoria por medio del poder
transformador del evangelio. Sin importar la clase de esclavitud
al pecado que enfrentemos, lo único que puede traer la libertad
duradera que buscamos es arrepentirnos de nuestros pecados y
confiar en la persona y obra de Jesucristo. Un error común que
se comete al tratar con los patrones pecaminosos de ver mate-
rial sexualmente explícito es enfocarse solamente en emplear
métodos para poner fin a ese comportamiento (modificación de
la conducta) y no abordar la raíz de los problemas del corazón. El
cambio verdadero, genuino y duradero en esta lucha, o en cual-
quier lucha contra el pecado, debe comenzar desde adentro. El
cambio interno va a producir el cambio duradero en nuestra
conducta.
También debemos estar completamente comprometidos con
la iglesia local si hemos de encontrar la victoria duradera sobre
esta lucha.
Otro error común al tratar de romper el ciclo de la pornografía
es pensar que es suficiente con tener a uno o dos compañeros al
azar a quienes se les rindan cuentas. Caminar todos los días en
victoria sobre esta lucha requiere un esfuerzo comunitario y
una rendición de cuentas que vaya más allá de que un compañe-
ro de trabajo cristiano le haga preguntas a un hombre una vez a
la semana con relación en los sitios de Internet que ha visitado.
La victoria llega cuando los líderes del hombre le dan una guía
espiritual, cuidado, reprensión y consejería matrimonial; cuan-
do los que están más comprometidos con la madurez espiritual
del hombre (otros miembros de la iglesia) oran por él y por su lu-
cha; cuando el compañero al que el hombre le rinde cuentas re-
porta a sus pastores y cónyuge (si está casado) sobre su progreso
en esta batalla y el hombre siente la presencia constante de la
disciplina de la iglesia en respuesta a la seriedad de su pecado;
cuando hay más en juego que solo desilusionar a un compañero
a quien se le rinden cuentas y que probablemente ha sido escogi-
do por su simpatía con esta lucha. Sin la participación estrecha
de la iglesia local, pocos encuentran una victoria duradera sobre
cualquier pecado y pocos viven la vida victoriosa que Cristo
compró para nosotros con Su propia vida.
El poder de Dios obra por medio del evangelio en la iglesia lo-
cal para que se pueda encontrar una victoria verdadera y dura-
dera sobre la lucha con la pornografía y para que se pueda expe-
rimentar una verdadera sanación y un perdón. Oro para que te
convenzas de lo mismo mientras lees estas páginas.
1
EL PROBLEMA:
UN CORAZÓN CONTAMINADO

A un la solución más inteligente y bien pensada no tiene sen-


tido si el problema se diagnostica mal. Comencemos por re-
conocer lo que no es el problema antes de que nos enfoquemos
en lo que sí es. La esclavitud a la pornografía no discrimina gé-
neros. Ahora más que nunca las mujeres también son seducidas
a exponer sus mentes a esas imágenes con el fin de alcanzar sa-
tisfacción propia. (Un excelente consejo para las mujeres, que se
basa en la Biblia, se encuentra en otro minilibro de esta serie,
¡AYUDA! Una amiga lucha con la pornografía, de Rachel Coyle).
La lucha no es el resultado de un deseo sexual fuerte y profundo.
No se le puede echar la culpa de la lucha a una relación fallida
con alguien o a los padres que no nos amaron como nos deberían
haber amado. Aunque es un factor en la lucha, la culpa ni siquie-
ra se le puede echar al fácil acceso a internet, a la televisión, al
cine y a las revistas inadecuadas que exhiben en la cajas registra-
doras de las tiendas. Todas estas cuestiones pueden contribuir a
la lucha, pero ninguna de ellas es la verdadera raíz del problema.
El problema fundamental es que nuestros corazones no están
bien, una condición que viene desde el Jardín del Edén. Dios
creó los cielos, la tierra y todas las criaturas vivientes (Gn 1-2).
También creó al hombre y a la mujer a Su imagen (Gn 1:27), y
ellos se unieron en una sola carne, estaban desnudos y no se
avergonzaban (Gn 2:24-25). Dios vio que todo lo que había he-
cho era muy bueno (Gn 1:31). Sin embargo, Adán y Eva pecaron
cuando desobedecieron la palabra de Dios y comieron del árbol
del conocimiento del bien y del mal (Gn 3:6). Dios les dijo a Adán
y a Eva que no comieran de este árbol porque si comían, mori-
rían (Gn 2:17); sin embargo, Satanás tentó a Eva y ella comió del
árbol y dio de su fruto a su esposo (Gn 3:6). En vez de obedecer el
mandamiento de Dios se rebelaron contra Él. Ellos querían go-
bernar, no que Dios los gobernara.
Como resultado, el pecado entró al mundo y afectó todo lo que
había en él, incluyendo a los que nacieran de Adán y Eva. En
vista de que ellos fueron los primeros seres humanos, cualquiera
que naciera después de ellos heredaría su corazón pecaminoso.
Por lo tanto, toda la gente que nace en este mundo pecaminoso
nace con corazones contaminados que tienen una disposición
natural a rebelarse contra Dios y a buscar los placeres del peca-
do. Debemos echar la culpa de nuestro pecado (sea sexual u otro)
a una cosa: a nuestros corazones contaminados.
Jesús afirmó esto. Marcos 7:1-23 describe una confrontación
que Jesús tuvo con los fariseos que de manera arrogante estaban
poniendo su fe en sus obras y tradiciones. Estaban ciegos a lo
que Jesús dijo que realmente le importaba a Dios: no las cosas
externas y físicas que hacemos, sino los asuntos internos y espi-
rituales del corazón. En este contexto, Jesús dijo las siguientes
palabras profundas no solo acerca del estado contaminado de
nuestros corazones, sino también de cómo nuestros corazones
afectan nuestra relación con Dios. Afirmó que lo que entra en un
hombre desde el exterior no lo contamina porque no va a su co-
razón, sino a su estómago (vv. 18-19). Prosiguió:

Lo que sale de la persona es lo que la contamina. Porque de


adentro, del corazón humano, salen los malos pensamientos, la
inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, la
avaricia, la maldad, el engaño, el libertinaje, la envidia, la ca-
lumnia, la arrogancia y la necedad. Todos estos males vienen de
adentro y contaminan a la persona.

vv. 20-23

¡Qué impresionante revelación para Sus discípulos judíos que


durante la mayor parte de sus vidas habían seguido las leyes est-
rictas y las tradiciones que decían que la contaminación prove-
nía de la comida y de otros objetos que se habían declarado como
impuros! Sin embargo, los relatos del evangelio registran que la
enseñanza continua de Jesús era que el reino de Dios se basa no
solo en lo externo, sino en lo interno; se basa en el corazón.
Nuestros corazones contaminados se reconocen por las malas
acciones que salen de ellos. Imagina que te acercas a un árbol gi-
gante de manzanas para encontrar jugosas manzanas rojas, pero
te das cuenta de que la mayor parte de las manzanas son muy pe-
queñas y están podridas. Habría solo una conclusión posible.
Aunque no podemos ver las raíces ni el interior del árbol, al ver
la clase de fruto que produce sabemos que el árbol está enfermo.
De manera similar, no podemos ver la contaminación de nuest-
ros corazones, pero la enseñanza de Jesús muestra que algo pe-
caminoso existe en nuestros corazones por el pecado y por la
contaminación que emana de ellos.
En los versículos 21 y 22 Jesús también enumeró los pecados
que salen del corazón contaminado. Hay pecados de naturaleza
sexual (fornicación, adulterio, sensualidad), pecados que lasti-
man a otros (robo, asesinato, calumnia) y pecados que muestran
un descarado amor propio (codicia, orgullo, envidia). Parte de
esta lista también se conecta con los Diez Mandamientos (robo,
asesinato, adulterio, codicia). Marcos escribe esta lista para que
sus lectores sientan el peso de la contaminación que brota del
corazón del hombre y que lo condena.
Jesús no solo identificó el problema, sino que también demo-
stró su seriedad:

Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona.

v. 23

La solución a esta contaminación no es tan simple como pasar


por una ceremonia para limpiar nuestras manos (vv. 1-5). No
ayuda simplemente abstenerse de comer cierta comida (v. 19).
La situación es mucho más seria porque nuestra contaminación
está tan arraigada en nuestras naturalezas que, incluso antes de
que le podamos enseñar al niño más pequeño a hablar o a cami-
nar, ese niño ya muestra los síntomas de esta condición. Esto es
tan serio que nosotros mismos no podemos dejar de decir pala-
bras hirientes a los que más amamos. Es tan serio que no pode-
mos evitar desear lo que no podemos tener aunque ya poseamos
mucho. Es tan serio que podemos llegar a esclavizarnos a un pe-
cado en particular, tal como la pornografía, sabiendo todo el
tiempo que está mal, que no satisface y que va a destruirnos.
Esta contaminación es tan seria que somos incapaces de hacer
algo en nuestras propias fuerzas para cambiarla.
La enseñanza de Jesús es clara. Nuestro anhelo por el engaño-
so placer y la perversión de la pornografía no se deben a lo que
estamos expuestos, a lo que ingerimos ni a lo que experimenta-
mos en las circunstancias dañinas de la vida. El problema es que
nuestros corazones están contaminados y no los podemos arre-
glar ni podemos reparar el daño nosotros mismos. Necesitamos
nuevos corazones. La esperanza de recibir un nuevo corazón va
a ser el tema del capítulo 3. Por ahora, pasemos a las consecuen-
cias especiales que con frecuencia acompañan esta lucha dest-
ructiva.
2
LAS CONSECUENCIAS:
VIDAS DESTROZADAS

N adie discutiría que el pecado acarrea consecuencias


inevitables. El pecado es, ante todo, contra Dios. Nuestros
corazones contaminados, nuestra enemistad contra Dios y la
eterna separación de Dios, todas estas son consecuencias por ha-
bernos rebelado contra nuestro Creador. También, el pecado
muchas veces se comete en contra de otras personas. Todos, de
una manera u otra, hemos sentido el aguijón del pecado por sus
consecuencias: el dolor físico, las relaciones que dejan una cica-
triz y a veces complejidades legales. Aunque muchas consecuen-
cias dejan un recordatorio doloroso de los efectos del pecado,
pocas consecuencias del pecado hieren tanto como las que
acompañan al pecado sexual que se comete en contra de los de-
más. Los matrimonios sufren traiciones, las iglesias son heri-
das, las familias son destruidas y las vidas individuales se man-
tienen en esclavitud, todo debido a la naturaleza destructiva de
este pecado en particular.
Estas consecuencias no son nuevas para nuestra época. Las
consecuencias del pecado sexual a lo largo de la historia han te-
nido un efecto profundo y destructivo que ha alterado la vida de
todos los que han caído en sus garras. Hasta el Rey David, des-
crito como un hombre conforme al corazón de Dios (1S 13:14)
no fue inmune a esta tentación y cosechó sus consecuencias
desastrosas. Para empezar, David violó el mandamiento de Dios
de tener solo una esposa (Gn 2:24) al tener muchas. Él fue un
hombre que con mucha facilidad satisfacía sus lujurias. Un
ejemplo en particular se encuentra en 2 Samuel 11 cuando
David se paseaba por la azotea de su casa y vio a una mujer que se
estaba bañando:

Una tarde, al levantarse David de la cama, comenzó a pasearse


por la azotea del palacio, y desde allí vio a una mujer que se
estaba bañando. La mujer era sumamente hermosa, por lo que
David mandó que averiguaran quién era, y le informaron: Se
trata de Betsabé, que es hija de Elián y esposa de Urías el hitita.

2 Samuel 11:2-3

El viaje de David por este camino comenzó como comienza con


muchos: a través de sus ojos. Él vio a esta mujer y, aunque tenía
acceso a muchas mujeres hermosas, quería más. Si David hubie-
ra apartado la mirada y se hubiera negado a su primer deseo, las
consecuencias hubieran sido menores. Sin embargo, David no
pudo controlar sus ojos y de esta manera actuó de acuerdo con
su deseo lujurioso:
Entonces David ordenó que la llevaran a su presencia, y cuando
Betsabé llegó, él se acostó con ella. Después de eso, ella volvió a
su casa. Hacía poco que Betsabé se había purificado de su men-
struación, así que quedó embarazada y se lo hizo saber a David.

vv. 4-5

Cuando le reportaron sobre el embarazo, ingenuamente pensó


que lo podía cubrir con una serie de mentiras y de traiciones.
Poco a poco David entró en pecado mayor y cada vez más grave.
Finalmente, mató al esposo de Betsabé, Urías (v. 17), y tomó a
Betsabé por esposa (v. 27), confiado de que su pecado no sería
descubierto.
La triste historia de David nos enseña que el pecado se comete
no solo contra los demás, sino, en última instancia, contra Dios,
a quien no se le puede esconder ningún pecado. Esta realidad se
hizo especialmente clara para David cuando el Señor envió a Na-
tán el profeta para confrontarlo con su pecado (2S 12). Natán
contó una parábola que acusaba a David como el hombre que ha-
bía cometido este grave pecado en contra de los que debía cuidar
y sobre los que debía gobernar con justicia. Encontramos en esta
poderosa palabra de Dios por medio de Natán las consecuencias
del pecado de David en contra de Dios y en contra de aquellos a
quienes les hizo daño:
“Por eso la espada jamás se apartará de tu familia, pues me
despreciaste al tomar la esposa de Urías el hitita para hacerla
tu mujer”. Pues bien, así dice el Señor: “Yo haré que el desastre
que mereces surja de tu propia familia, y ante tus propios ojos
tomaré a tus mujeres y se las daré a otro, el cual se acostará con
ellas en pleno día. Lo que tú hiciste a escondidas, Yo lo haré a
plena luz, a la vista de todo Israel”. “¡He pecado contra el Se-
ñor!”, reconoció David ante Natán. “El Señor ha perdonado ya
tu pecado, y no morirás”, contestó Natán. “Sin embargo, tu hijo
sí morirá, pues con tus acciones has ofendido al Señor”.

2 Samuel 12:10-14

Aunque el Señor le mostró a David misericordia porque confesó


su pecado, no lo libró de las consecuencias de su adulterio ni de
su asesinato, incluyendo la muerte de su hijo ilegítimo. Se puede
examinar mucho de este trágico relato, pero una reflexión es
cierta: sin importar quién seas, de dónde vengas o qué posición
de poder ocupes, las consecuencias del pecado sexual van a ser
feroces e inevitables. Aunque el pecado sexual de la pornografía
tiene graves consecuencias para todos, esas consecuencias se
vuelven cada vez más graves conforme aumenta el papel de res-
ponsabilidad espiritual que una persona tiene hacia los demás.
El resto de este capítulo va a resaltar estas consecuencias, ya que
estas afectan a tres grupos: a los hombres solteros, a los hom-
bres casados y a los pastores.
Una de las consecuencias más obvias para un hombre soltero es
que la pornografía pervierte su comprensión del buen propósito
que Dios tiene para el sexo en el matrimonio. Dios dijo que no es
bueno que el hombre esté solo (Gn 2:18). El hombre tiene el
deseo, que Dios le ha dado, de tener una ayuda, compañera y
amante en una esposa, y este deseo es bueno. Concretamente,
los deseos sexuales de esta unión en una sola carne (Gn 2:24) se
deben satisfacer y gozar solo y de forma total en una esposa (Pr
5:19). Sin embargo, si un hombre continuamente llena su mente
y su corazón con una perversión de la verdad de Dios, como ver
pornografía, con el tiempo va a creer y a aplicar esa perversión.
La pornografía hace que los hombres vean a las mujeres simple-
mente como objetos para satisfacer su propio placer y no como
seres humanos preciosos que deben ser apreciados, honrados y
respetados. Entre más se exponga un hombre a una perversión
malvada y egoísta del diseño que Dios le dio al sexo, es más pro-
bable que lleve esa comprensión a la cama con su futura esposa,
y por tanto no va a experimentar lo que Dios ha tenido en mente
para un esposo y una esposa.2 Este malentendido también con-
duce inevitablemente a la ingenuidad de la mayoría de los hom-
bres que piensan que esta lucha desaparecerá, de buenas a pri-
meras, una vez que se casen.
Otra consecuencia dañina de la lucha de un hombre soltero es
la profunda frustración y el descontento que acompañan cual-
quier intento de permitir que el pecado reemplace eso que solo
Dios puede satisfacer. C. S. Lewis afirmó esta verdad: “Todo lo
que nosotros llamamos historia humana —dinero, pobreza, am-
bición, guerra, prostitución, clases sociales, imperios,
esclavitud— es la historia larga y terrible del hombre tratando
de encontrar algo que lo haga feliz que no sea Dios”.3
Si un hombre soltero busca satisfacción en la pornografía y en
la masturbación en vez de buscarla en Cristo, se esclavizará a las
promesas vacías del pecado y nunca va a experimentar el gozo
que solo viene de caminar con el Salvador y de atesorarlo más a
Él.

La consecuencia más obvia y dañina para el hombre casado que


ve pornografía es la devastadora traición a su esposa y al pacto
matrimonial que ha hecho delante de Dios. Debemos reconocer
que ver pornografía y cometer el acto físico de adulterio no son
lo mismo. En la mente de un hombre casado, ni siquiera están
en la misma categoría. Para la esposa, sin embargo, la traición es
impresionantemente similar. Los efectos dañinos en la esposa y
en la relación matrimonial es probable que también sean simila-
res. La esposa duda de la atracción física que su esposo siente
por ella. El lecho matrimonial se considera como contaminado.
La confianza en todos los niveles se rompe. Si un hombre casado
mantiene su lucha con la pornografía como un secreto que no le
dice a su esposa (que la mayoría trata y puede llevar a cabo por
un tiempo), estas mismas consecuencias se intensifican a un
nivel incluso mayor una vez que la lucha queda expuesta.
A pesar de lo destructiva que es esta consecuencia, no se iguala
a la forma en la que el evangelio se pervierte cuando un hombre
casado se involucra con la pornografía. El apóstol Pablo escribe
que el amor de un esposo cristiano por su esposa debe ser una
demostración del amor de Cristo por Su iglesia, por la forma en
la que Él dio Su propia vida por ella (Ef 5:25). Por lo tanto, cuan-
do un hombre busca la satisfacción en la pornografía, traiciona
y lastima a su esposa de tal forma que muestra a Cristo como un
adúltero egoísta y sin amor. Nuestro enemigo, el diablo, gana
una victoria especialmente dañina cuando tiene como objetivos
a los hombres casados y los seduce por medio del pecado sexual,
porque esta perversión distorsiona el evangelio ante un mundo
que está observando.

Hablando de los objetivos del enemigo, el pastor está en la pri-


mera línea de ataque y parece ser específicamente el blanco de
Satanás en el área del pecado sexual. De acuerdo con una en-
cuesta realizada por Christianity Today [Cristianismo hoy] en el
año 2000, “el 37 por ciento de los pastores dijo que la pornogra-
fía era para ellos una ‘lucha en curso’. El 57 por ciento llamó a la
pornografía la cuestión sexualmente más dañina dentro de sus
congregaciones”.4 Sin duda, esos números han aumentado en
los últimos años. El enemigo es astuto y ha descubierto una ma-
nera brillante de destruir los matrimonios, los ministerios, las
iglesias locales y, en última instancia, el mensaje del evangelio
por un solo medio: seduciendo a los pastores al pecado sexual.
Todas estas consecuencias devastadoras ocurren cuando un pas-
tor que lucha con el pecado sexual es puesto en evidencia.
Las consecuencias que resultan del pecado sexual son innega-
bles y devastadoras, y las vidas que este destruye muchas veces
no se recuperan. Ahora más que nunca debemos conocer la solu-
ción a esta epidemia y aferrarnos a ella como nuestra única espe-
ranza.
3
LA SOLUCIÓN:
UN NUEVO CORAZÓN

S i el problema de la pornografía es que nuestros corazones


están por naturaleza contaminados, y si su corrupción es
tan seria que nosotros somos incapaces de hacer algo en nuest-
ras fuerzas para cambiarlos, entonces solo hay una forma de
vencer esta esclavitud. Necesitamos nuevos corazones. En
nuestra era de tecnología médica, los médicos hacen un tra-
splante de corazón cuando de manera física nos quitan nuestro
viejo corazón y ponen en su lugar uno nuevo. Sin embargo, Je-
sús dice que se necesita otro tipo de trasplante de corazón, uno
que el médico más dotado no puede llevar a cabo y que todas las
buenas obras en el mundo no pueden compensar. Es el mismo
Dios quien nos debe dar un nuevo corazón de una manera sobre-
natural.
Aunque el problema es inmenso y las consecuencias son devas-
tadoras, el único Dios vivo y verdadero del universo tiene el po-
der para cambiar los corazones más contaminados, colocar un
nuevo corazón dentro de un hombre y capacitarlo para caminar
por la vida teniendo victoria sobre el pecado. La provisión de
este nuevo corazón se expone en la revelación de la historia de la
redención que se encuentra en la Biblia. La única manera de ca-
minar teniendo una victoria duradera sobre el pecado, incluyen-
do la trampa de la pornografía y del pecado sexual, es recibir un
nuevo corazón que solo se puede encontrar en el evangelio.

Por medio de Moisés Dios hizo un pacto con Su pueblo escogido,


Israel. Fue un pacto que tenía la promesa de las bendiciones por
la obediencia y de las maldiciones por la desobediencia (Dt 28).
Aunque Israel declaró que obedecería todo lo que el Señor le
mandara (Éx 24:3, 7), cada generación olvidó al Señor y traicio-
nó el pacto. Como resultado, Dios trajo las maldiciones prometi-
das por la desobediencia. Esto se convierte en un tema triste y
recurrente para la mayor parte del Antiguo Testamento.
Sin embargo, en medio de la infidelidad del pueblo, Dios most-
ró fidelidad. Aunque ellos sufrieron bajo la maldición del pecado
y por la desobediencia al pacto, Dios prometió por medio de Sus
profetas que los redimiría, los salvaría de la maldición del peca-
do y los haría caminar por Sus caminos. El profeta Ezequiel de-
claró que esta redención vendría en la forma de un nuevo cora-
zón:

Los sacaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los
pueblos y los haré regresar a su propia tierra. Los rociaré con
agua pura, y quedarán purificados. Los limpiaré de todas sus
impurezas e idolatrías. Les daré un nuevo corazón, y les infun-
diré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que
ahora tienen, y les pondré un corazón de carne. Infundiré Mi
Espíritu en ustedes, y haré que sigan Mis preceptos y obedezcan
Mis leyes. Vivirán en la tierra que les di a sus antepasados, y
ustedes serán Mi pueblo y Yo seré su Dios.

Ezequiel 36:24-28

Nuestros corazones nuevos vienen a través de la redención,


cuando Dios por Su Espíritu nos quita el corazón de piedra y nos
da un corazón de carne (v. 26). El Espíritu de Dios mora dentro
de nosotros y este trasplante de corazón divino capacita al pue-
blo de Dios para caminar en los estatutos de Dios y para ser cui-
dadoso en observar las ordenanzas de Dios (v. 27).
Cuando el profeta Jeremías describió esta misma promesa, la
identificó como el “nuevo pacto”:

“Vienen días”, afirma el Señor, “en que haré un nuevo pacto con
el pueblo de Israel y con la tribu de Judá. No será un pacto como
el que hice con sus antepasados el día en que los tomé de la
mano y los saqué de Egipto, ya que ellos lo quebrantaron a pesar
de que Yo era su esposo”, afirma el Señor. “Este es el pacto que
después de aquel tiempo haré con el pueblo de Israel”, afirma el
Señor: “Pondré Mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón.
Yo seré su Dios, y ellos serán Mi pueblo. Ya no tendrá nadie que
enseñar a su prójimo, ni dirá nadie a su hermano: ¡Conoce al Se-
ñor!”, porque todos, desde el más pequeño hasta el más grande,
me conocerán”, afirma el Señor. “Yo les perdonaré su iniquidad,
y nunca más me acordaré de sus pecados”.

Jeremías 31:31-34

Jeremías describió esta promesa del nuevo pacto como la ley de


Dios escrita, no en tablas de piedra, sino en los corazones de Su
pueblo. Este nuevo corazón en este nuevo pacto traería consigo
el “perdón de pecados” y daría la capacidad para “conocer al Se-
ñor” y caminar en Sus caminos. La esperanza del nuevo pacto
no se asoció en primer lugar con la nación de Israel, sino con un
nuevo pueblo que sería llamado la salvación de todas las nacio-
nes (Ro 1:16; Ap 7:9-10). ¿Cómo cumpliría Dios esta promesa?

Dios prometió establecer el nuevo pacto por medio de un Mesías


que redimiría a Su pueblo y que inauguraría ese pacto. El mensa-
je del Nuevo Testamento gira en torno a Jesús como este Mesías.
Cuando el ministerio de Jesús comenzó, Él declaró:

Se ha cumplido el tiempo […] El reino de Dios está cerca. ¡Arre-


piéntanse y crean las buenas nuevas!

Marcos 1:15
Las palabras “buenas nuevas” se refieren al “evangelio”, y la
bondad de esta noticia es que Jesús ha llegado ahora como el Re-
dentor prometido para cumplir el nuevo pacto y salvar a Su pue-
blo de sus pecados (Mt 1:21).
Vemos un adelanto de la manera en la que Jesús lograría esto
durante Su última cena de la pascua con Sus discípulos antes de
que fuera traicionado, declarado culpable y crucificado. Mien-
tras estaba sentado con Sus discípulos, Jesús tomó pan, lo par-
tió, se los dio y dijo: “Tomen; esto es Mi cuerpo” (Mr 14:22).
También tomó la copa, dio gracias, se las dio para que la bebie-
ran y dijo estas palabras proféticas: “Esto es Mi sangre del pacto,
que es derramada por muchos” (Mr 14:24). Este evento que los
cristianos celebran como la Cena del Señor representa la buena
noticia del evangelio: cómo Dios, por medio del derramamiento
de la sangre de Su propio Hijo, inauguró el nuevo pacto y redi-
mió a Su pueblo.
Jesús, completamente hombre y completamente Dios (Heb
4:15), vivió la vida perfecta que nosotros no podemos vivir y
murió en la cruz sufriendo en nuestro lugar la ira de Dios por
nuestros pecados (2Co 5:21). Se levantó de los muertos al tercer
día para darnos una nueva vida (Ro 4:25) y ahora está sentado a
la diestra del trono de Dios, reinando sobre todas las cosas (Heb
1:3) e intercediendo como el mediador entre Dios y Su pueblo
(Heb 7:25). El evangelio declara que, aunque somos pecadores
merecedores de la ira de Dios y del castigo por los pecados que
salen de nuestros corazones contaminados, podemos ser perdo-
nados, recibir corazones nuevos, ser salvos del juicio de Dios y
recibir una herencia eterna. Nuestra salvación no se logra por
nada que hayamos hecho o vayamos a hacer, sino solamente por
lo que Jesús ha logrado a nuestro favor. Sin embargo, para reci-
bir las promesas del nuevo pacto, debemos responder al evange-
lio.

Aunque solo Dios despierta y llama a los pecadores a venir a Él,


tenemos la responsabilidad de responder con fe a esta buena no-
ticia. Por medio de nuestra respuesta de fe, Dios, de manera mi-
lagrosa reemplaza nuestros corazones contaminados por cora-
zones nuevos. La respuesta bíblica es:

¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!

Marcos 1:15

Como pecadores debemos ver nuestra necesidad de un Salvador,


arrepentirnos (cambiar de dirección) de nuestros pecados y con-
fiar en Jesús. Entonces podremos conocer al Señor, caminar en
Sus caminos y desear lo que Dios desea. Es precisamente esta
transformación la que nos permite estar…
… muertos al pecado,
pero vivos para Dios en Cristo Jesús.

Romanos 6:11

No te dejes engañar pensando que el pecado de la pornografía se


puede vencer por métodos externos, como si necesitaras otro
programa de los Doce Pasos de los Alcohólicos Anónimos. Para
destruir los efectos que la pornografía ha tenido en una vida, de-
bemos llegar a la raíz del problema: el corazón contaminado y
pecador. Arrancar el problema de raíz comienza con poseer el
nuevo corazón que se promete en el nuevo pacto, que se hizo po-
sible gracias a la obra salvadora de Jesús, y que poseemos cuan-
do nos volvemos de nuestros pecados para seguir a Jesús. Sin
embargo, tienes que alimentar y desarrollar este nuevo corazón
si buscas alcanzar la victoria sobre el pecado sexual. Es de este
proceso y de su contexto apropiado de lo que ahora nos vamos a
ocupar.
4
LA TRANSFORMACIÓN:
LA IGLESIA LOCAL

E l individualismo es un enfoque de la vida que produce la


idea de que no necesitamos a nadie ni a nada. Esta filosofía,
como muchas ideologías de nuestra cultura, se ha infiltrado en
la iglesia y ha hecho que se le dé un enfoque “solitario” a la vida
cristiana, enfoque que no es bíblico y que es, además, infructuo-
so.
Así como un bebé recién nacido necesita constantemente que
otras personas lo cuiden para crecer de una manera saludable y
madura, así el nuevo corazón de un cristiano tiene que ser ali-
mentado y cuidado para que se desarrolle y crezca de la manera
bíblica y saludable que Dios ha diseñado. La mejor manera de
hacer esto es a través del pueblo redimido de Dios en el contexto
de la iglesia local. La iglesia debe ser central en la protección de
este corazón transformado por dos razones importantes.
En primer lugar, la lucha diaria contra el pecado es una reali-
dad constante. Aunque los cristianos poseemos este nuevo cora-
zón y el Espíritu de Dios mora en nosotros, todavía vivimos en
un mundo caído donde los ataques del pecado, la carne y el dia-
blo son constantes e intensos. La lucha diaria contra el pecado es
una intensa batalla espiritual:
Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra
poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan
este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas
en las regiones celestiales.

Efesios 6:12

Tratar de pelear esta batalla solo es tan tonto como un soldado


atacando solo al ejército opositor. Necesitamos que otros estén a
nuestro alrededor con el fin de pelear la batalla contra el pecado
y contra los ataques del enemigo. Dios ha provisto a esos guerre-
ros designados a través de la iglesia local.
En segundo lugar, la tendencia que tenemos a abrazar el indivi-
dualismo demanda la ayuda de la iglesia local. La mentalidad de
que como cristianos no necesitamos nada que esté fuera de no-
sotros mismos (incluyendo a otros cristianos) para caminar por
la vida y pelear nuestras luchas contra el pecado es un error muy
común. Para que la iglesia local se involucre en nuestras vidas
como Dios lo ha diseñado, debemos pelear con diligencia contra
los constantes mensajes de la cultura, como por ejemplo: “Tú
eres independiente en tu juicio y acción. No necesitas a nadie
más. Eres débil si dependes de los demás”. La iglesia local juega
un papel correctivo en las vidas de los cristianos y se necesita de
manera especial en la batalla contra la pornografía. ¿Cómo debe
la iglesia local desempeñar su papel en las vidas individuales de
los cristianos?
La idea central de este tipo de cuidado y de la rendición de
cuentas comienza cuando los pastores y los ancianos de una igle-
sia local divinamente designados ministran la Palabra de Dios
y...

... corrigen, reprenden y animan con mucha paciencia, sin de-


jar de enseñar.

2 Timoteo 4:2; ver también 1 Pedro 5:1-4

Seguidamente, estos pastores ayudan a que progresen las rela-


ciones de discipulado entre los miembros más débiles y los
miembros más maduros que desean obedecer la instrucción de
“ayúdense unos a otros a llevar sus cargas” (Gá 6:2). Por lo tanto,
los líderes y los miembros de la iglesia local son los que más cui-
dan de los creyentes más débiles, de su pureza y crecimiento
espiritual en Cristo. Este esfuerzo que hace la iglesia local tam-
bién mantiene vigente la disciplina de la iglesia para cualquiera
que se vuelva autocomplaciente en la tarea de luchar contra el
pecado (Mt 18:15-17; 1Co 5:1-8; 2Ts 3:14-15). Dentro de este
contexto, hay tres áreas principales que la iglesia local debe
abordar con fidelidad si quiere nutrir y desarrollar los nuevos
corazones de los creyentes de un modo que pueda traer una vic-
toria duradera sobre la lucha contra la pornografía.
Un malentendido que muchos tienen es creer que el arrepenti-
miento ocurre solo en el primer momento cuando confiamos en
Cristo. Sin embargo, ese momento solo es el inicio de lo que de-
bería llegar a ser un proceso diario para examinar nuestros cora-
zones y ver si hay pecado, confesándolo y arrepintiéndonos de
él. Así, por fe, caminamos en la libertad del evangelio y en la
justicia que es nuestra en Cristo. El rey David fue un modelo de
esta clase de confesión transparente y de arrepentimiento mien-
tras pensaba en su pecado con Betsabé:

Ten compasión de mí, oh Dios,


    conforme a Tu gran amor;
conforme a Tu inmensa bondad,
     borra mis transgresiones.
Lávame de toda mi maldad
      y límpiame de mi pecado.
Yo reconozco mis transgresiones;
      siempre tengo presente mi pecado.
Contra Ti he pecado, solo contra Ti,
      y he hecho lo que es malo ante Tus ojos;
por eso, Tu sentencia es justa,
      y Tu juicio, irreprochable.

Salmo 51:1-4
La confesión de David refleja una confianza en la compasión del
Señor y en Su perdón basado en Su carácter inmutable. ¡Cuánto
más los cristianos deberían ver a la cruz y tener confianza en
esta misma compasión y perdón! Los cristianos que entienden la
conexión que existe entre la gracia misericordiosa de Dios y la
confesión y el arrepentimiento ven que es un regalo ocuparse de
esta tarea todos los días.
Aunque el arrepentimiento implica momentos personales in-
tensos de introspección, también debemos estar abiertos a exa-
minar nuestro pecado en el contexto de las relaciones estrechas
que valen la pena y que desarrollamos con otras personas dentro
de nuestra iglesia local. Luchamos contra el pecado con otros al
mismo tiempo que les confesamos nuestras luchas. Existe una li-
bertad que experimentamos no solo cuando confesamos nuest-
ros pecados a Dios, sino también cuando los reconocemos ante
otros que también están preocupados por la pureza de nuestras
vidas.
Otra razón importante para involucrar a otras personas den-
tro de nuestra iglesia local en esta tarea de la confesión diaria y
del arrepentimiento de todos los días es la tendencia que la ma-
yoría tiene a esconder este tipo de pecado. Los pecados sexuales
son algunos de los pecados más penosos, vergonzosos y prohibi-
dos, y a pesar de esto nuestros corazones y nuestras mentes son
muy susceptibles a ellos. Necesitamos de otros cristianos que
nos aman, que están involucrados en nuestras vidas, que están
dispuestos a decir palabras duras y que les interesa mucho que
vivamos en victoria sobre el pecado, para que caminen a nuestro
lado y nos ayuden a arrancar de raíz esos pecados. Los cristianos
debemos darnos cuenta de que aunque tenemos nuevos corazo-
nes y una habilidad (dada por el Espíritu Santo) para caminar en
los caminos de Dios, nunca debemos subestimar la importancia
de la lucha diaria contra el pecado y de involucrar a los que se
han comprometido con nosotros a luchar por la pureza y la
santidad. John Owen afirmó esta tarea de luchar todos los días
contra el pecado cuando exhortó a todos los cristianos: “Mata el
pecado o el pecado te estará matando a ti”.5

El principio de despojarse del pecado y vestirse de Cristo se ex-


pone con mayor claridad en la carta del apóstol Pablo a la iglesia
en Éfeso:6

Se les habló y enseñó de Jesús según la verdad que está en Él. Con
respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían
quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompi-
da por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su
mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a
imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad.

Efesios 4:21-24
Pablo instruye a estos cristianos a “quitarse el ropaje de la vieja
naturaleza, la cual está corrompida”. Debemos ser renovados en
el espíritu de nuestras mentes poniéndonos “la nueva natura-
leza”. Esto es parte de la batalla diaria contra el pecado y nece-
sitamos a los demás para que nos ayuden a quitarnos el pecado y
a ponernos a Cristo. Ya que gran parte de este principio de
“quitarse y ponerse” se arraiga en la renovación de la mente (Ef
4:23), la mente tiene que ser el campo de batalla en el que nos
enfoquemos.
Una vez hablé con un hermano soltero que deseaba con todas
sus fuerzas pelear esta batalla contra la pornografía. Se dio
cuenta de que, en los momentos de tentación, no tenía éxito
cuando trataba él mismo de predicarse repetidas veces: “No voy
a ver esto; no voy a hacer esto; no voy a codiciar a esta mujer”. La
mayoría de nosotros admitiríamos que si solo seguimos dicién-
donos: “No hagas esto; no hagas aquello”, eso es exactamente lo
que con el tiempo vamos a hacer. Por eso es importante “quitar-
se”, pero después también “ponerse”. Esto lo logramos de una
mejor manera cuando reemplazamos pensamientos pecamino-
sos por pensamientos de Cristo y de Su Palabra. Este hermano
encontró mayor éxito cuando no solo se dijo que no mirara, sino
que también llenó su mente con “todo lo verdadero, todo lo
respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo
digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca
elogio” (Fil 4:8).7
Una parte importante de quitarse el pecado y ponerse a Cristo es
la enseñanza radical de Jesús en el Sermón del Monte sobre lo
que quiere decir ser Su discípulo. Después de advertirles a Sus
oyentes acerca de cometer adulterio en el corazón como resulta-
do de mirar a una mujer con codicia, Jesús dijo:

Por tanto, si tu ojo derecho te hace pecar, sácatelo y tíralo. Más


te vale perder una sola parte de tu cuerpo, y no que todo él sea
arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te hace pecar, córta-
tela y arrójala. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo, y
no que todo él vaya al infierno.

Mateo 5:29-30

La enseñanza de Mateo, que es exagerada (hiperbólica) y no


para tomar literalmente, sí es categórica: se debe ser radical en
la pelea contra el pecado. Ya que es especialmente fácil enredar-
se en el pecado sexual, Pablo dice que debemos...

... apartarnos de la inmoralidad sexual.

1 Tesalonicenses 4:3; ver también 1 Corintios 6:18

Una manera muy efectiva para no tropezar es implementar una


rendición de cuentas que sea radical. En el contexto de la porno-
grafía y de otras formas del pecado sexual, esto se puede definir
como poner barreras inquebrantables para evitar el acceso, 8 ba-
rreras que puedan parecer extremas a un no cristiano, pero que
son necesarias para asegurar la pureza.
Aun la rendición de cuentas más radical solo será frustrante,
legalista y una inefectiva modificación de conducta si la iglesia
local no alimenta ni desarrolla el nuevo corazón. Sin embargo,
la rendición de cuentas radical puede asegurar protección en un
momento de debilidad y puede dar oportunidades para abordar
efectivamente los pecados del corazón que producen esa debili-
dad.
Por último, consideremos un ejemplo real de cómo mi iglesia
tuvo el privilegio de alimentar y desarrollar el nuevo corazón de
un hermano soltero que tenía una gran lucha con ver pornogra-
fía en Internet. Este hombre se acercó a los pastores, confesó su
lucha pecaminosa y dijo que haría cualquier cosa que nosotros le
pidiéramos para buscar el arrepentimiento y tener la victoria
sobre esta lucha. Lo primero que hicimos fue ir a su casa, quitar-
le su computadora y darle instrucciones de que lo primero que
tenía que hacer la mañana siguiente era cancelar su acceso a In-
ternet (rendición de cuentas radical). Él pasó algún tiempo reu-
niéndose con uno de los pastores, tratando de descubrir los
deseos de su corazón que lo llevaron a este comportamiento.
Cuando esos pecados se descubrieron, ese pastor lo llevó a crear
un patrón diario para confesar esos pecados a Dios y a él ( confe-
sión diaria y arrepentimiento ), y a encontrar el perdón que se nos
promete por medio de Cristo en Su palabra:
Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los
perdonará y nos limpiará de toda maldad.

1 Juan 1:9

Después, los pastores nombraron a dos hermanos cristianos de


nuestra iglesia que eran maduros y dignos de confianza, para
que se reunieran con él cada semana para orar, alentarlo y ayu-
darlo a hacerse un autoexamen. Su tarea era enseñarlo a recono-
cer los deseos pecaminosos de su corazón que la tentación y los
malos pensamientos habían producido y a combatirlos con la
Escritura y con pensamientos de nuestro Salvador ( quitándose el
pecado y poniéndose a Cristo).
Por la gracia de Dios, este hombre encontró la victoria durade-
ra para su lucha y sigue caminando en esa victoria. Como pasto-
res creemos firmemente que si nos hubiéramos saltado cual-
quiera de estos tres pasos para buscar su restauración, no hubié-
ramos experimentado el mismo resultado. Los nuevos corazo-
nes que Dios nos ha dado, Su Espíritu que mora dentro de nosot-
ros y Su ley que está escrita en nuestros corazones son todo lo
que necesitamos para ser transformados en nuevas criaturas en
Cristo (2Co 5:17). No debemos pasar por alto, sin embargo, el
papel esencial divinamente diseñado que juegan otros herma-
nos y hermanas en Cristo dentro de nuestra iglesia local para
ayudarnos a alcanzar la victoria duradera sobre el pecado, sobre
todo las luchas pecaminosas que acompañan a la pornografía.
Conclusión:
UN CASO DE ESTUDIO

E ste minilibro argumenta que la manera más efectiva de ven-


cer la devastadora esclavitud a un pecado como la pornogra-
fía es por medio de un corazón transformado por el poder del
evangelio y por medio del impacto de la sumisión y del compro-
miso con un grupo de otros cristianos dentro de una iglesia lo-
cal. Para concluir, quiero contar la experiencia real de un matri-
monio que sufrió el dolor y la desesperación de esta lucha peca-
minosa y que aun así encontró esperanza en el evangelio y ayuda
en la iglesia local. Los nombres verdaderos se han cambiado y
los detalles que no tienen importancia en esta discusión se han
generalizado. Oro para que esta experiencia le dé fuerzas a este
trabajo y dé esperanza a ti y a otras personas mientras buscan
aplicar estos principios a su propia vida.
Mi iglesia estaba muy emocionada cuando Carlos y Sofía co-
menzaron a visitarnos. Venían de una iglesia saludable y vibran-
te donde habían crecido en su fe, y cuando se mudaron a Lo-
uisville, buscaron una iglesia local que siguiera cuidándolos y
pastoreándolos como antes lo habían vivido. Esta pareja era un
modelo de confianza, afecto, compromiso y gracia que nosotros
deseamos para todos los matrimonios en la iglesia. Por esta ra-
zón tuve curiosidad cuando Carlos, poco después de entrar a la
membresía de la iglesia, me pidió que fuera a su casa para reu-
nirme con él con tal de hablar de una lucha contra el pecado que
estaba afectando su matrimonio. Cuando me reuní con él, Car-
los confesó su lucha con la pornografía. Había luchado con esta
conducta en el pasado, pero ahora, después de un tiempo de obe-
diencia, había recaído en esta pasada manera de pecar. Hacía
poco le había confesado su lucha a Sofía, y por eso me invitó a
reunirme con él para pedirme consejo y ayuda. Recordé que la
evidencia de un matrimonio fuerte y piadoso no es la ausencia
de las luchas pecaminosas, sino cómo el esposo y la esposa deci-
den tratar con el pesar y el dolor que acompañan a estos tipos de
luchas.
Carlos nos expuso plenamente a su esposa y a mí los proble-
mas de su corazón y los pastores pusieron en marcha la rendi-
ción de cuentas radical usando a otros hombres de nuestra igle-
sia. Al darse cuenta de la gravedad de su pecado, Carlos aprendió
a ser amoroso y paciente mientras su esposa lidiaba con el dolor
que su comportamiento le había causado. La iglesia también
ayudó a Sofía a lidiar con el dolor, la amargura, los sentimientos
de falta de atracción y la confianza rota que siempre acompañan
esta traición. Pastoralmente, se le dirigió a otra mujer en la igle-
sia que se escogió con mucho cuidado para ayudarla a aceptar el
papel esencial que Dios le había dado de servir a su esposo a
través de esta lucha, a proteger su matrimonio y a encontrar la
libertad del perdón. Además, los pastores y miembros involu-
crados oraron diligentemente por Carlos y Sofía.
Por la gracia de Dios, Carlos y Sofía ahora prosperan en nuest-
ra iglesia como líderes y representan para los demás el modelo
de un matrimonio fiel y saludable. Los miembros se gozan en la
manera como Dios ha usado esta lucha para fortalecer su matri-
monio y mostrar cómo el poder del evangelio obra en los corazo-
nes del pueblo de Dios para vencer el pecado. Carlos y Sofía son
un recurso primordial, y nuestros pastores les envían otras pa-
rejas que están luchando con cosas parecidas.
Este testimonio no quiere decir que la lucha haya terminado
para ellos. El enemigo ama atacar los matrimonios en sus pun-
tos más vulnerables. Deben constantemente buscar el pecado en
sus corazones; sus esfuerzos por quitarse el pecado y ponerse a
Cristo deben ser diligentes, y la rendición de cuentas debe per-
manecer en su lugar. A pesar de todo, esta pareja permanece
como un modelo en nuestra iglesia de cómo el evangelio puede
cambiar poderosamente tanto al esposo como a la esposa mien-
tras permanecen comprometidos con Cristo y el uno con el otro,
mientras se someten a la autoridad, al cuidado y al consejo de la
Palabra de Dios y de la iglesia local, y ¡mientras confían en el po-
der de Dios para que todas las cosas ayuden para el bien de Su
pueblo y la gloria de Su gran nombre!
EJERCICIOS PRÁCTICOS
DE APLICACIÓN PERSONAL

La lucha de un hombre con la pornografía hiere a muchas perso-


nas, pero más a la esposa de ese hombre. Los sentimientos de do-
lor, traición y desconfianza que una esposa sufre en contra de su
esposo por esta lucha son muy parecidos a los que surgen por el
adulterio. El evangelio es la única esperanza que un hombre tie-
ne para alcanzar la victoria sobre su esclavitud y la única mane-
ra en la que una esposa profundamente herida por su esposo
pueda encontrar el perdón y restablecer la confianza.
Así que por medio del evangelio es posible trabajar para
restaurar la confianza y la intimidad dentro de un matrimonio
profundamente afectado por esta lucha pecaminosa, y esto se
aplica efectivamente dentro de la iglesia local. Sin embargo, se
requiere de un esfuerzo diligente, paciente y misericordioso por
parte tanto del esposo como de la esposa. He aquí seis formas
prácticas en las que una esposa puede ayudar a su esposo que lu-
cha y puede encontrar la forma de perdonarlo en el proceso.
1
. Debe aceptar el hecho de que juega un papel importante en la
rendición de cuentas de su esposo. La esposa puede estar tentada a
distanciarse de ayudar a su esposo y, por esta razón, depender de
otros hombres que desempeñen ese papel. Sin embargo, ella es
una fuente importante para la rendición de cuentas de su espo-
so. Lo conoce mejor que nadie, le interesa más que a nadie que él
venza esta lucha y es la que recibe el mayor afecto del esposo. La
esposa no debe tener miedo de desempeñar este papel. Ella juega
un papel muy valioso para su esposo para vencer en esta lucha.
2
. Debe saber que esto no es culpa de ella (realmente es culpa de
él). Irónicamente, cuando un esposo toma la decisión de pecar
de esta manera, muchas veces la esposa se culpa. No fue lo sufi-
cientemente atractiva, no le puso la atención suficiente o no vio
las señales de aviso. El hecho es que todos nosotros somos res-
ponsables ante Dios por nuestros propios corazones pecamino-
sos. Para un esposo, un matrimonio enfermizo puede ser un cal-
do de cultivo para esta lucha, pero la esposa nunca debe sentir la
responsabilidad de las decisiones pecaminosas de él.
3
. Debe compartir su dolor con él. La esposa debe compartir
cómo las acciones pecaminosas de su esposo la han hecho sentir.
Esto le va a recordar a él una de las muchas razones por las que
nunca debe dejar que este patrón destructivo regrese. Esto tam-
bién actúa como una forma saludable y buena para que la esposa
llore por el dolor y pueda perdonarlo.
4
. Debe buscar el consejo y el cuidado de otra mujer piadosa. Si es
posible, la esposa traicionada debe estar al cuidado de otra mu-
jer piadosa que haya pasado por esto o por una lucha parecida.
Sin embargo, se debe tener cuidado, que esto sea para ayudar a
la esposa a encontrar empatía, gracia y perdón para su esposo,
no a alimentar el fuego del dolor y de la amargura que ya existe.
5
. Debe guardar su corazón en contra de la amargura. La amar-
gura es una respuesta muy común para las ofensas que los demás
cometen contra nosotros. La mejor manera de ayudar a una
esposa que ha sido dañada por los pecados sexuales a protegerse
contra la amargura es recordarle el evangelio y cómo Dios ha
perdonado sus pecados. Ella debe recordar siempre su necesidad
de arrepentimiento y la promesa divina del perdón. Dios le dará
a ella la gracia que necesita para perdonar a su esposo.
6
. Debe buscar la intimidad sexual frecuente con su esposo. Lo
mejor que una esposa herida puede hacer es lo último que ella
tiene ganas de hacer después de haber sido herida de esta mane-
ra: buscar la intimidad sexual con su esposo (1Co 7:5). En un
esposo, esta intimidad intencional actúa como un salvavidas
para esta lucha en particular y va a derribar las barreras de la
intimidad que el enemigo quiere mantener levantadas el mayor
tiempo posible.
Que el Señor te dé la gracia mientras intentas cuidar a tu espo-
sa que con toda seguridad necesita el cuidado después de esta
clase de traición. Recuerda, el evangelio es poderoso para
restaurar cualquier matrimonio del daño más profundo que el
pecado sexual haya causado y Dios usa poderosamente a la igle-
sia local para cuidar de los afectados.

1. ¿Hay algo que te impida aceptar tu importante papel en la


rendición de cuentas para con tu esposo? Si así es, ¿qué es?

2. ¿Hay alguna amargura, falta de perdón o ira que tengas que


compartir con tu esposo?

3. ¿Puedes expresar la razón o razones por las que no deseas la


intimidad física con tu esposo?

4. ¿Cómo el evangelio te ha dado esperanza durante este tiem-


po?

El trabajo para restaurar la confianza y la intimidad dentro de


un matrimonio profundamente afectado por esta lucha pecami-
nosa solo es posible por medio del evangelio y se aplica de mane-
ra más efectiva dentro de la iglesia local. He aquí seis formas
prácticas en las que un esposo puede restablecer la confianza y la
intimidad con su esposa herida.
1
. Debe ser paciente con su esposa herida. Los hombres por lo ge-
neral hacen frente a algo y siguen adelante rápidamente. Una
esposa, y más una contra la cual se ha pecado con la pornografía,
no va a seguir adelante tan rápido. Ella no supera esta ofensa en
el mismo periodo de tiempo que un esposo muchas veces espera
que lo haga. Él debe ser paciente con su esposa mientras ella tra-
ta de encontrar la fuerza para perdonarlo y restablecer la con-
fianza. Por la gracia de Dios sucederá, pero con el tiempo.
2
. Debe entender la seriedad de su pecado contra ella. El pecado
sexual hiere a una esposa más profundamente que la mayoría de
los otros pecados que se cometen contra ella. Un esposo tiene
que saber que la razón por la cual este pecado hiere tanto es por-
que parece que confirma casi todas las dudas e inseguridades
con las que la mayoría de las mujeres ya luchan por sí mismas.
Entender la seriedad de este pecado y el dolor que provoca ayuda
a cultivar la paciencia y a prevenir que tal pecado se repita.
3
. Debe ver que su esposa juega un papel importante en la rendi-
ción de cuentas. Es fácil buscar la rendición de cuentas de otro
hombre cuando se trata de esta lucha porque puede decir: “Solo
otro hombre sabe cómo es esta batalla”. Sin embargo, no tiene
que dormir junto a ese hombre todas las noches. No tiene que
verlo a los ojos sabiendo el dolor que ha causado. No tiene que
ser tan paciente y misericordioso con él como lo tiene que ser
con su esposa. Esto puede ser en el contexto de la consejería re-
gular durante un tiempo, pero hay que convencerlo de que su
esposa va a ser de ayuda para establecer sus nuevos patrones y
para protegerlo de caer otra vez.
4
. Debe de manera consistente y creativa enamorar a su esposa. El
hombre ya debería haber estado buscando a su esposa románti-
camente como una práctica habitual. Ahora debe entender que
este patrón se ha de establecer para restaurar su matrimonio. El
pecado sexual ataca la confianza y la seguridad que una esposa
tiene de que su esposo la ama y la desea. Esta confianza es un de-
ber para un matrimonio saludable y lo sigue siendo para uno
que tiene que ser restaurado.
5
. Debe confirmar la atracción física que siente por ella. A ningún
hombre le debe sorprender que cuando ve a otra mujer de mane-
ra lujuriosa esto le va a comunicar un mensaje tajante a su espo-
sa de que él no la encuentra atractiva. La mayoría de los hom-
bres confesarían que eso no es lo que los condujo a la pornogra-
fía, pero es ineludible que así es como una esposa se siente por
esto. El hombre, de manera verbal, debe confirmar la atracción
física que siente por su esposa. Luego, lo debe respaldar con sus
acciones.
6
. Debe darse cuenta de que la batalla nunca termina en este lado
de la eternidad. El evangelio es poderoso para liberar a los hom-
bres de esta esclavitud y para establecer nuevos patrones en sus
vidas, pero el cerco de la rendición de cuentas siempre debe per-
manecer. La mayoría de los hombres que se deslizan en esta área
lo hacen solo cuando comienzan a confiarse de que ya no luchan
con la pornografía (1Co 10:12). Se baja la guardia. La esposa lo
ha perdonado. El compañero al que le rendía cuentas no ha pre-
guntado por un tiempo acerca de la lucha. La disminución gra-
dual de estas formas de rendición de cuentas deben actuar como
una señal de advertencia y como un recordatorio de que esta lu-
cha en nuestra cultura saturada por el sexo solo va a terminar
cuando el Esposo perfectamente fiel, Cristo, reúna a Su novia
para Él (Ap 19:6-9).
Que el Señor te dé sabiduría mientras trabajas con los esposos
que luchan de esta manera, para que los patrones se rompan, los
matrimonios se arreglen y el poder de Cristo sea creído.

1. ¿No permites que tu esposa juegue un papel importante en tu


rendición de cuentas? ¿Por qué sí o por qué no?

2. ¿Cuál es tu plan deliberado de acción para enamorar a tu


esposa, confirmar la atracción física que sientes por ella y ga-
narte de nuevo su confianza?

3. ¿Estás creciendo en paciencia o impaciencia con la herida que


tu esposa ha sufrido? ¿Por qué?
4. ¿Qué te impide estar satisfecho únicamente en tu esposa (Pro
5:19)?
Mentiras comunes que los hombres se creen en los momentos
de tentación
» “El único afectado por esta acción soy yo.
Esto no afecta directamente a nadie más”.
» “Solo voy a hacer esto una vez”.
» “Como mi esposa no me satisface,
me tengo que satisfacer”.
» “Esto va a traer placer y satisfacción”.
» “Solo voy a navegar en Internet a ver qué pasa”.
» “Nadie se va a dar cuenta”.
» “Lo voy a hacer de cualquier forma, así que vamos a acabar de
una vez por todas con eso”.
» “Realmente no es la gran cosa”.
» “De cualquier manera Dios me va a perdonar”.
» “Puede haber algo nuevo que me esté perdiendo o que todavía
no haya visto”.
» “Si mi esposa se viera como unas de las que veo en Internet,
yo estaría satisfecho”.
» “Soy hombre, no puedo evitarlo”.
» “Dios me creó de esta forma”.
» “Estoy aburrido y no tengo otra cosa que hacer”.
» “No estoy pecando si no cometo físicamente el acto”.
Las verdades que los hombres deben creer en los momentos de ten-
tación
» Mi pecado es contra el Dios santo y se requirió la muerte de
Cristo para pagar por él (Sal 51:4; Ro 5:8-10).
» Cristo murió para que yo pudiera vivir una vida libre de todo
pecado y buscar la santidad (Ro 6:1; Ef 5:3; Stg 2:10).
» El placer sexual debe venir solo de mi esposa (Pro 5:19). Mi
matrimonio no trata de mí; trata de amar a mi esposa como
Cristo ama a la iglesia (1Co 7; Ef 5:25).
» La soltería no trata de mí; trata de glorificar a Dios en mi
cuerpo (1Ts 4:3-5).
» El pecado no puede traer el placer duradero; Cristo trae el pla-
cer verdadero y duradero (Heb 11:24-26).
» Coquetear con el pecado lleva a la destrucción; seguir a Cristo
conduce a la vida (Pro 5:8; Pr 7:21-23; 1Co 6:18).
» Es más satisfactorio agradar a mi Padre que ser indulgente
con mi pecado en secreto (Nm 32:23; Sal 90:8; Pro 5:21; Heb
13:4; 4:12-13).
» Cristo murió y me ha dado Su Espíritu para resistir toda ten-
tación (Ez 36:24-32; 1Co 10:13; 1Ti 6:11-12; 2Ti 2:22).
» Se necesitó la muerte del Hijo de Dios para liberarme de este
pecado (Ro 5:8-10).
» Complacer el pecado conduce a la destrucción; perseverar en
la fe conduce a la vida (Mt 5:27-30; Mt 18:7-9; Heb 13).
» La gracia de Dios me da el poder para resistir el pecado, no
para buscarlo (Ro 6:1; 2:4)
» Dios va a juzgar mi pecado, pero va a recompensar mi obe-
diencia (Heb 13:4).
» El alivio va a llegar cuando la guerra con el pecado se acabe, y
veré a mi Salvador en toda Su gloria (Fil 3:12; Ap 7:9-12;
21:3-4)
» Mi esposa es un regalo de Dios y la voy a valorar así como
Cristo valora a la iglesia (Pro 5:15-20; Ef 5:25).
» Soy un nuevo hombre en Cristo capaz de huir del pecado y
buscar la justicia (1Ts 4:3-8; 1Ti 6:11).
» Soy una nueva criatura en Cristo; no tengo porqué confor-
marme con este pecado (2Co 5:17)
» El pecado comienza en el corazón, pero Dios me ha dado un
nuevo corazón para agradarlo (Jer 31:31-34; Ez 36:24-32; Mt
5:27-30).
» El Señor ha comprado mi vida con la muerte de Su Hijo; voy a
usar mi tiempo para Su gloria (Pro 5:22-23; Ef 5:15-16; Stg
4:13-17)

1. ¿Qué mentira o mentiras estás más tentado a creer en el mo-


mento de la tentación?

2. ¿Todos los días estás haciendo el esfuerzo para arrancar de


raíz el pecado y recordar la Palabra de Dios?
3. ¿Con cuáles verdades de la Palabra de Dios estás luchando
más para creerlas?

4. ¿Qué medidas de la rendición de cuentas radical has puesto


en marcha a medida que todos los días te quitas el pecado y te
pones a Cristo?
NOTAS DE TEXTO

1. William M. Struthers, Wired for Intimacy: How Pornogra-


phy Hijacks the Male Brain [Conectado para la intimidad:
Cómo la pornografía secuestra el cerebro masculino ], (Dow-
ners Grove: Intervarsity Press, 2009).
2. Un libro completo de la Biblia (El Cantar de los cantares)
está dedicado al gozo y el placer que un esposo y una esposa
deben experimentar dentro de los límites de la intimidad
conyugal.
3. C. S. Lewis, Mere Christianity [Mero cristianismo] (New
York: Macmillan, 1952), 53-54
4. Citado por Amy Frykholm, “Addictive Behavior: Pastors
and Pornography” [“Comportamiento adictivo: Los pasto-
res y la pornografía”], 4 de septiembre de 2007, en The Ch-
ristian Century: http://www.christiancentury.org/arti-
cle.lasso?id=3629
5. John Owen, Overcoming Sin and Temptation [Venciendo el
pecado y la tentación ], ed. Kelly Kapic y Justin Taylor
(Wheaton: Crossway, 2006), 50
6. Este principio también se encuentra en Colosenses 3:8-9;
Santiago 1:21 y 1 Pedro 2:1-2.
7. Ir a la sección de “Proyectos para la Aplicación Personal”
para ver los ejemplos de las mentiras que los hombres
creen en la tentación y la verdad de Dios que las combate.
8. Los ejemplos pueden ser: 1) cancelar los servicios del Inter-
net o 2) que la esposa ponga las contraseñas para el Inter-
net o para el acceso a los canales por cable.

También podría gustarte