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El imputado tiene derecho a guardar silencio desde que la policía le

atribuya la comisión de un delito (y tiene la condición de sospechoso)


hasta que recaiga sobre él una sentencia firme que declare su
culpabilidad. Ninguna persona o autoridad puede, desde luego, obligarle a
hablar en ningún sentido, ora para confesar su delito ora para proclamar
su inocencia.

Pero un mandato tan sagrado como este no siempre estuvo en vigencia.


Tuvieron que pasar muchas injusticias, muchas detenciones ilegítimas,
para que por fin quede establecido en todos los ordenamientos jurídicos
democráticos.

El hito que marca la consagración de ese mandato es el


precedente Miranda v. Arizona, un caso resuelto por la Corte Suprema de
los Estado Unidos hacia el año 1966 en una tensa decisión de 5 a 4. La
histórica decisión, redactada por el entonces presidente de la
Suprema, justice Warren, estableció que cada vez que un imputado sea
intervenido debía previamente ser advertido de un conjunto de medidas
preventivas que hoy se conocen mundialmente como las advertencias de
Miranda.

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todo abogado debe conocer

Evitar la tortura

Como nos lo recuerda el profesor Jordi Nieva-Fenoll, este derecho surgió


como una forma de evitar que las autoridades obtengan una confesión
mediante la tortura:

Allá por el siglo XVII, en los tiempos de la  glorious revolution  inglesa, se
detectó un problema que llevaba siglos arrastrándose. Los jueces
pretendían a toda costa que el reo confesara, porque de esa forma,
prestando tal confesión bajo juramento, se cubría el expediente, es decir,
se tenía lo único que había que tener: a un reo reconociendo los hechos.
Así se evitaban los jueces el trabajo de juzgar. Ya no había que
oír  tediosos interrogatorios a los testigos, ni analizar documentación
alguna –escasa en la época– ni, en definitiva, valorar la prueba celebrando
el proceso. Nada era necesario si existía la  confesión.

La injusticia duró mucho tiempo, tuvimos que llegar al siglo XVII para
comenzar a reconocer este derecho.

Lea también: Scott vs. Sandford. El peor fallo de la Corte Suprema de EE.


UU.

La «lectura de derechos», una fórmula sacramental

La famosa «lectura de derechos», el derecho que toda persona privada de


su libertad tiene de conocer los derechos que le asisten en el marco de
una detención (y que, por supuesto, incluye el derecho a mantenerse
callado), afinca su origen en el no menos famoso caso Miranda v.
Arizona. Hacia el año de 1966 los Miranda Rights o derechos Miranda se
convirtieron en una fórmula sacramental (popularizada por las películas
norteamericanas) sin la cual toda detención se torna inválida:

 Tiene el derecho a guardar silencio.


 Todo lo que diga puede ser usado en su contra en un tribunal.
 Tiene derecho a ser asistido por un abogado y a que esté con usted
cuando sea interrogado.
 Si no puede contratar a un abogado, el Estado designará y pagará a
uno para que lo represente si así lo quiere.
 Puede usar estos derechos en cualquier momento y no responder
preguntas ni hacer declaraciones.
Se trata, pues, de un poderoso puñado de frases que marcaron un antes y
un después en el desarrollo de la democracia de los Estados Unidos de
América.[1]

Lea también: ¿Qué hacer cuando exista detención arbitraria o afectación


a la integridad personal?

El origen: Miranda vs. Arizona


Para entender el contexto histórico de este caso debemos tener en
consideración otro caso que le antecede, Gideon v. Wainwright.

Clarence Earl Gideon fue arrestado en 1961 por el allanamiento de un


salón de billar en Florida. Cuando el acusado pidió que el tribunal le
asignara un abogado defensor, el juez se negó a complacerlo, aduciendo
que la ley estatal sólo disponía la asignación de un abogado en los casos
importantes, es decir, aquéllos en los que hubiera muerto una persona o
los que se sancionan con la pena de muerte. Gideon se defendió a sí
mismo y fue declarado culpable. Ya en la cárcel, pasó horas enteras en la
biblioteca estudiando libros de derecho y envió una petición manuscrita a
la Corte Suprema para que ésta conociera su caso. La Corte decidió que
a Gideon se le había negado el derecho a un juicio justo y dictaminó que
todos los estados deben proveer asesoría legal a las personas acusadas
de delitos que no pudieran contratar un abogado defensor por su cuenta.
Cuando Gideon fue sometido a un nuevo juicio, ya con la ayuda de un
abogado defensor, fue declarado inocente.

Tres años más tarde, la Corte Suprema decidió que el acusado debía
tener derecho a un asesor legal desde mucho tiempo antes de
comparecer en el tribunal. Ernesto Miranda fue declarado culpable de
rapto y violación, por una corte estatal de Arizona. Su convicción se basó
en la confesión que hizo Miranda a los oficiales de policía al cabo de dos
horas de interrogatorio, sin que antes se le hubiera informado que tenía
derecho de contar con la presencia de un abogado. En su veredicto, la
Corte Suprema dispuso que los oficiales de policía, al llevar a cabo un
arresto, tienen el deber de informar lo que hoy se conoce como
las advertencias Miranda, es decir, que el sospechoso tiene derecho de
guardar silencio, que cualquier cosa que diga podrá ser usada en su
contra, que puede contar con la presencia de un abogado durante el
interrogatorio y que se le asignará un abogado si no puede pagar uno por
sus propios medios.

La decisión del caso Miranda vs. Arizona es uno de los veredictos más
conocidos de la Corte Suprema porque las advertencias Miranda se
repiten muy a menudo en el cine y en los programas de televisión de los
EE.UU. Sin embargo, en 1999 un tribunal federal de apelaciones impugnó
esa decisión en el caso de Dickerson vs. Estados Unidos, en el cual un
ladrón de bancos convicto alegó que no se le habían leído en forma
correcta sus derechos. En junio del año 2000, la Corte Suprema invalidó
la decisión del caso Dickerson y, por votación de 7 a 2, dispuso de modo
enfático la reafirmación de las advertencias Miranda. [Para ver la fuente
click aquí]

Ernesto Miranda fue condenado en un segundo juicio en virtud de otras


pruebas. Salió en libertad condicional hacia el año de 1972. y luego de
cuatro años murió apuñalado en una reyerta callejera.

Lea también: D.L. 1298 que modifica aspectos de la detención preliminar


judicial y la detención judicial en caso de flagrancia

Reconocimiento en el derecho internacional

El 19 de diciembre de 1966, se abrió a firma en la ciudad de Nueva York,


el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, donde se
estableció, en su artículo 9, numeral 2:

“Toda persona detenida será informada, en el momento de su detención,


de las razones de la misma, y notificada, sin demora, de la acusación
contra ella.

De igual manera, la Convención Americana sobre Derechos


Humanos promulgada en San José, Costa Rica, el 22 de noviembre de
1969, estableció en su artículo 7, numeral 4:

Toda persona detenida o retenida debe ser informada de las razones de su


detención y notificada, sin demora, del cargo o cargos formulados contra
ella.

Por otra parte, el Conjunto de Principios para la Protección de todas las


Personas sometidas a cualquier Forma de Detención o Prisión, aprobado
por la Asamblea General de la ONU el 09 de diciembre de 1988, señaló en
su artículo 10:
Toda persona arrestada será informada en el momento de su arresto de la
razón por la que se procede a él y notificada sin demora de la acusación
formulada contra él.

Lea también: Proponen que detención preventiva de crimen organizado


sea por 15 días

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