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Evitar la tortura
Allá por el siglo XVII, en los tiempos de la glorious revolution inglesa, se
detectó un problema que llevaba siglos arrastrándose. Los jueces
pretendían a toda costa que el reo confesara, porque de esa forma,
prestando tal confesión bajo juramento, se cubría el expediente, es decir,
se tenía lo único que había que tener: a un reo reconociendo los hechos.
Así se evitaban los jueces el trabajo de juzgar. Ya no había que
oír tediosos interrogatorios a los testigos, ni analizar documentación
alguna –escasa en la época– ni, en definitiva, valorar la prueba celebrando
el proceso. Nada era necesario si existía la confesión.
La injusticia duró mucho tiempo, tuvimos que llegar al siglo XVII para
comenzar a reconocer este derecho.
Tres años más tarde, la Corte Suprema decidió que el acusado debía
tener derecho a un asesor legal desde mucho tiempo antes de
comparecer en el tribunal. Ernesto Miranda fue declarado culpable de
rapto y violación, por una corte estatal de Arizona. Su convicción se basó
en la confesión que hizo Miranda a los oficiales de policía al cabo de dos
horas de interrogatorio, sin que antes se le hubiera informado que tenía
derecho de contar con la presencia de un abogado. En su veredicto, la
Corte Suprema dispuso que los oficiales de policía, al llevar a cabo un
arresto, tienen el deber de informar lo que hoy se conoce como
las advertencias Miranda, es decir, que el sospechoso tiene derecho de
guardar silencio, que cualquier cosa que diga podrá ser usada en su
contra, que puede contar con la presencia de un abogado durante el
interrogatorio y que se le asignará un abogado si no puede pagar uno por
sus propios medios.
La decisión del caso Miranda vs. Arizona es uno de los veredictos más
conocidos de la Corte Suprema porque las advertencias Miranda se
repiten muy a menudo en el cine y en los programas de televisión de los
EE.UU. Sin embargo, en 1999 un tribunal federal de apelaciones impugnó
esa decisión en el caso de Dickerson vs. Estados Unidos, en el cual un
ladrón de bancos convicto alegó que no se le habían leído en forma
correcta sus derechos. En junio del año 2000, la Corte Suprema invalidó
la decisión del caso Dickerson y, por votación de 7 a 2, dispuso de modo
enfático la reafirmación de las advertencias Miranda. [Para ver la fuente
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