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Un primer enfoque(*)
Primera Parte
Introducción
El nuevo DIDH comenzó a desarrollarse sobre los moldes del derecho internacional
clásico, aunque rápidamente se advirtió que era un zapato que no entraba en el pie,
debido a que el derecho internacional no pudo explicar suficientemente los conflictos
suscitados, en los juicios de Nüremberg, que plantearon una nueva cosmovisión del
derecho elaborada por medio de los estudios de Robert Alexy1 y de Chaim Perelman,
los creadores de ese nuevo enfoque.2
Así, pues, desde la mitad del siglo pasado, se delinearon de manera concreta las tres
clases de crímenes por las cuales existe cierto consenso en la actualidad y por los que
se puede atribuir responsabilidad internacional al individuo: los crímenes de guerra
(que incluyen las violaciones a las leyes y costumbres arriba mencionados), los
crímenes de lesa humanidad y el crimen de genocidio.
Pero pasaron muchas cosas en el mundo del siglo XX y también en los días que
vivimos de pleno siglo XXI. Parece reiterado ocuparse de cuestiones como la
globalización, la regionalización y los nuevos esquemas del mundo inmerso en la
tecnología, que están afianzando nuevas reflexiones, pues resulta inevitable hacer
referencia al nuevo escenario. Es muy común encontrar estos temas en textos
nacionales e internacionales y en las conversaciones cotidianas.
A partir del cambio de milenio o bien antes se fue produciendo una revolución
exponencial en toda la sociedad. El problema es que gran parte de los casi siete mil
millones o mañana diez mil millones de personas se hallan cabalgando entre dos
realidades, las del presente y las del pasado. El problema es que no se trata solo del
pasado siglo XIX o del siglo XX. La situación es peor, pues, a veces, tenemos la
sensación de que estamos en el siglo XVII cuando las carretas trajinaban por rutas
polvorientas. Incluso los nacidos en pleno siglo XXI también están inmersos en una
sociedad antigua, pues cuando cumplan diez años se encontrarán con un mundo
nuevo, al que deberán adaptarse.
Parece trivial esta afirmación, pues hemos leído varios libros que se refieren a los
cambios en la sociedad. El punto es que advertimos que es fácil analizar esos
procesos. Lo angustiante es vivir esos nuevos enfoques que se han verificado en la
tecnología, que produjo una alteración de todas las preguntas de la sociedad. Lo
complejo es que no hubo un cambio simétrico en el resto de las disciplinas y hábitos,
porque, en alguna medida, el resto de la sociedad ha permanecido inmutable.
Comenzamos con una adivinanza ofrecida por Jorge Luis Borges, que ofrece una
semblanza de lo complejo de esquemas simples. Se dice que “En una adivinanza cuyo
tema es el ajedrez, ¿cuál es la única palabra prohibida?”.
Ofreceremos la solución de la adivinanza al final del capítulo para incrementar el
suspenso, pero por ahora estas reflexiones sirven para introducirnos en la historia,
en todas las historias.
Nuestro primer enfoque se dirige al concepto de los derechos humanos, que es muy
amplio y tiene íntimos contactos con la historia. No recurrir a esta implica abordar
estudios parciales, limitados a lo jurídico, lo político, lo social, etc. No recurrir a la
historia también es acudir a los antiguos esquemas de la ideología del derecho natural
actualizado con nueva terminología.
La historia de los derechos humanos plantea, pues, dos relaciones: la primera con la
historia en sí misma, que no significa retroceder hacia el pasado; la segunda, con el
mismo concepto de los derechos humanos.5
La segunda relación, la de los derechos humanos, requiere otras precisiones que son
complementarias de las anteriores pues los derechos humanos han adquirido un
carácter dinámico, que se ha extendido especialmente en la última mitad del siglo XX,
dentro de grandes contradicciones.
El tránsito de una a otra etapa no fue solo fruto de una evolución, de un proceso
automático ya determinado o de una herencia, pues los derechos humanos se fueron
conquistando dentro de un proceso múltiple de cambios. Es así que los cambios del
sistema económico produjeron el capitalismo y el auge de la burguesía que impulsó
el desarrollo, la generalización e internacionalización de los derechos humanos. Los
cambios en el poder político generaron el Estado caracterizado como un poder
racional, centralizado y burocrático, sin el cual no hay derechos humanos. También
hubo cambios en el pensamiento, impulsados por los humanistas, por la reforma
religiosa, el individualismo, el racionalismo y la secularización. Estos cambios en el
pensamiento operaron también hacia un nuevo paradigma en el desarrollo científico
que consolidó nuevas ideas sobre la persona, su dignidad sin discriminación, la
libertad, la relación en la sociedad y un paso hacia otra concepción del derecho
superador de las fronteras de los Estados. Por tanto, los derechos humanos no son el
producto de la naturaleza sino de la civilización humana, que implica ampliación,
transformación y cambio, en especial desde y hacia el Estado, que en el final del
camino debe contar con medios eficaces de defensa para los derechos humanos para
asegurar la vida de las personas.
Estas reflexiones sirven para asignar a los derechos humanos, un sentido estratégico
dentro de la sociedad, instrumentado tácticamente a través de los derechos civiles,
económicos, sociales o culturales.
Por eso es válido cuestionarnos: ¿cuál es la historia de los derechos humanos? ¿Qué
hechos la integran y cuál es el criterio clasificador? Desde el punto de vista jurídico, la
historia de los derechos humanos se encuentra dirigida especialmente a los hechos y
a su consolidación normativa, o sea, la positivización.
Pero hay algo más y con un sentido crítico, atendiendo el proceso tecnológico, se ha
dicho que “el Derecho no existe, ni es imaginable al lado de la historia”. Los
conceptos y categorías básicos de la Ciencia y de la Teoría del Derecho actual
surgieron en la modernidad y en la etapa de la codificación, como respuestas jurídicas
a las exigencias éticas y los problemas políticos de aquella coyuntura histórica. Hoy
ese punto de vista ha variado profundamente, fruto de la revolución tecnológica.
Por eso, una Teoría del Derecho encerrada autopoiéticamente, esto es encerrada en
sí misma, no solo sería incapaz de explicar de forma satisfactoria la función de los
sistemas normativos, sino que sería incluso inútil (o, en el peor de los casos,
deformadora) de su significado...9
Este enfoque permite descifrar esta sociedad contemporánea, en la que los bytes y
las TIC (tecnologías de la información y comunicación) operan con más fuerza que las
balas.
Nuestro objetivo consiste en descifrar esos enigmas o, por lo menos, plantear los
grandes cuestionamientos.
Mientras se agotaba el siglo XX, el DIDH se desarrollaba con prisa y sin pausa. Se
consolidaron los caracteres inscritos en la realidad de posguerra, en relación con la
materia, esto es la independencia científica (objeto y método) y la interdependencia
que hacían del Estado, el sujeto y agente generador de las relaciones internacionales.
Ese estado impugnado por todos después de la Segunda Guerra mundial lucía
solitario en el curso de la historia y se lo declaraba culpable de las mayores
atrocidades.
Pero el caso es que hoy el Estado no está solo, no es el único sujeto y agente
generador de normas jurídicas, sino que también su rol se halla en tela de juicio a nivel
económico, político y social. Mientras tanto, la persona tiene un rol en el DIDH
motorizado por el principio “pro hominem”10 que exige que el acceso a la jurisdicción
internacional no se halle mediatizado, planteando si la persona conquista espacios y
competencias o bien, si el estado los pierde.11
Así pues, se aplica el sistema de derechos humanos que establece el mayor soporte
para la protección de estos. En el mismo orden de ideas, hemos sostenido que los
derechos humanos tienen que estar en el cuadro del cumplimiento de los derechos.
Así, el juez debe declarar la inconstitucionalidad cuando por medio de esta se amplíe
el estándar jurídico que asegure una mayor protección para la persona y sus
derechos12, porque la ampliación de derechos es un objetivo estratégico.
El tema central es que los tratados internacionales deben respetar las disposiciones
del derecho interno y de la Constitución articulados con los derechos humanos.13 Por
ello, la cuestión central e institucional que domina el DIDH en los hechos, es su
ejecución, el “enforcement”. Desde el punto de vista de la persona, la consideración
primaria resultará, entonces, la medida o extensión en que esas disposiciones de los
tratados tendrán efecto concreto y directo, dentro del sistema jurídico interno”.14
En ese contexto, la realidad tiene tal velocidad que nos halla relatando un film en 3D,
en el que estamos en pleno ascenso de un avión, que no está terminado y que se está
construyendo dentro de una ingeniería popperiana. Una hipótesis increíble, pero
válida para explicar esta situación.
En ese nuevo mundo 3D, hay fuerzas que operan de manera tradicional y otras de
manera modernizadora y que dan lugar a los caracteres distintivos del DIDH.
Así pues, y desde el umbral, hay que aclarar que usualmente se han considerado a los
derechos humanos como derechos fundamentales, integrando una querella
nominalista. En la doctrina se ha utilizado esta denominación de manera habitual.
Esta calificación responde al carácter absoluto que se les atribuye a algunos
derechos, frente a otros de carácter accesorio. Los primeros serían inderogables y
entonces, a primera vista, denominar “fundamentales” a algunos derechos, induce a
cuestionar los demás y plantear entonces, si hay una escala jerárquica entre unos y
otros.15
Por tanto, es posible considerar que los tratados de derechos humanos no admiten
derogaciones. En términos generales, los tratados sobre derechos humanos tienen el
carácter de “ius cogens”. Y existe consenso de que ciertos derechos, como el derecho
a la vida, a no ser torturado ni esclavizado, son tan básicos que no pueden ser
derogados.18
El tema adquiere relevancia en cuanto al relativismo cultural, pues allí pugnan los
principios de universalidad y de diversidad. Según algunos autores, podría hablarse
de la “Uni-di-versalidad” de los derechos humanos, precisamente para defender la
idea de que ellos deben ser concebidos dentro de un abordaje mutuo y abierto.20
El tema se plantea con respecto a las normas del DIDH y su aplicación en el sistema
jurídico interno automáticamente, o si requieren procesos de recepción, y si el juez
puede aplicarlas en forma directa.
Para aclarar esta cuestión hay que distinguir entre normas operativas y normas
programáticas (plan o programa); entendiendo que las normas operativas son
aquellas que se aplican directamente sin necesidad de norma auxiliar (self-executing).
Por tanto, la Convención no solo vincula a los Estados partes, sino que otorga
garantías a las personas. Por ese motivo, justificadamente, no puede interpretarse
como cualquier otro tratado.
Una vez que los derechos humanos son reconocidos por el Estado, no se puede
retroceder o revertir tal reconocimiento. Pero, qué sucede en caso de denuncia del
tratado considerando que, si el derecho es inherente a la persona humana por su
condición de tal, no es reversible. En caso de conflicto entre normas priman los
derechos humanos. La teoría de los derechos preferidos ubica en primer lugar en
relación jerárquica al DIDH.22
Los efectos verticales expresan que las obligaciones correlativas recaen en los
Estados y no en los individuos.23 De allí, surge la protección judicial establecida en la
Convención Interamericana de Derechos Humanos.24 Ello sin perjuicio del control de
convencionalidad que más adelante se desarrollará.
Hay que tener en cuenta que los organismos internacionales de derechos humanos
no sustituyen a los Tribunales internos de los Estados. Esta obligación se opera por
los medios judiciales del derecho interno solo de manera complementaria y
subsidiaria por los organismos internacionales, en caso de que esos medios no
existan, no sean idóneos, efectivos o estén agotados. Recién después del
cumplimiento de esos extremos, se puede acudir a los sistemas internacionales.
Desde luego, que es condición para el DIDH que existan estructuras subsidiarias,
necesariamente de orden internacional, esto es, fuera del Estado de que se trate.
Así pues, con la soberanía en disminución se presentan los conflictos entre Estados
que requieren cooperación internacional. Además, se observan las organizaciones
internacionales, los organismos no gubernamentales y los tribunales internacionales
que han acentuado sus nuevas competencias (Corte Penal Internacional). En ese
marco, se verifica la expansión del DIDH.
En realidad, estamos percibiendo que el derecho constitucional del siglo XXI va a ser
el DIDH. La Constitución ahora no es el único pacto de convivencia, hay nuevos pactos
que son los pactos de derechos humanos regionales y universales. Ejemplo de lo
expuesto resulta la Carta de la ONU de 1945 con sus disposiciones operativas entre
las que se señalan el preámbulo, los propósitos y principios (art. 1 inc. 2 y 3), el respeto
universal de los derechos humanos (art. 55), en lo referente a la Asamblea General
instando a la colaboración para hacer efectivos los derechos humanos (art. 13 inc. b)
y en él la facultad del Consejo Económico Social para hacer recomendaciones con el
objeto de promover el respeto a los derechos humanos (Cap. XX).27
Segunda Parte
Así pues, el planeta no está dividido por la ideología, sino por la tecnología. Lo
notable, en esta cuestión es que solo una pequeña parte, en la que vive
aproximadamente el 15% de la población del mundo, produce casi todas las
innovaciones tecnológicas. Ni hablar de las patentes, cuyo registro queda
monopolizado por las grandes potencias.
Los sucesos en Egipto, Libia y Siria confirman que, en este mundo paradójico, han
cambiado los paradigmas y es posible que en poco tiempo se analice el valor de
Facebook o Twitter en el reclamo de respeto por los derechos humanos e incluso en
la generación y demanda de nuevos derechos. No es lejana la idea de que las
expansiones de los derechos humanos nazcan, crezcan y se expandan por Facebook
y Twitter.
Y tras llovido, mojado… ahora se presenta una nueva complicación, pues el mundo
paradójico se ve en un modelo 3.0 de sociedad, metáfora que se utiliza para describir
la evolución del uso de internet y la interacción de las personas. Se trata de las TIC
que, mediante diferentes formas como las transformaciones de la red en
movimientos sociales, tienden a crear contenidos accesibles por múltiples
aplicaciones debido a su impulso.35 Ante tanto progreso, otra paradoja es que existe
la sensación de que la sociedad se percibe como un auto de fórmula 1, cuando en
realidad corresponde a un carruaje del siglo XV.
Lo cierto es que cada vez que hacemos click desde una computadora e ingresamos a
internet, estamos en condiciones de circunnavegar la tierra en milésimas de
segundos. La World Wide Web (www), por esencia, es internacional como los
satélites que transmiten información, los cables submarinos que permiten la difusión
con una fibra óptica de un ínfimo espesor, entre 10 y 300 micrones y que transportan
mensajes con haces de luz a enormes velocidades.36
Así, una de las cuestiones también más actuales es la relación entre la tecnología y
los derechos humanos. Cada vez se presentan más grupos de personas que reclaman
derechos desde ángulos insospechados y no tradicionales. Por tanto, cuando
articulamos el mundo globalizado con la actualidad, de inmediato surge la tecnología
y, por supuesto, el DIDH es el vector más eficiente para su transmisión.
¿Cómo armonizar la tradición con la innovación? Esa es una pregunta que se formula
a diario. En general, habitualmente, las fuentes del derecho internacional y por
supuesto las del DIDH han sido los tratados, la costumbre y los principios generales
del derecho. Como medios auxiliares se establecía a la doctrina de los publicistas y a
la jurisprudencia. Esa era la visión de mediados del siglo XX que se normaba en el
Estatuto de la Corte Internacional de Justicia (Art. 38).
No hay duda de que las fuentes son los tratados, la costumbre y los principios
generales del derecho ya que poseen una plasticidad y un poder de expansión
extraordinarios, en una época de globalización creciente dentro de un poder de
generación y posterior cristalización normativa. Sin embargo, a pesar de la ortodoxia
de este concepto doctrinal, podría discutirse siempre por vía de hipótesis, el
concepto también ortodoxo de que la doctrina y la jurisprudencia no son fuente del
derecho.37
Lo cierto es que en el DIDH parecería que este criterio sufre alguna variación hacia la
heterodoxia de dicho estándar al afirmar que la jurisprudencia de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos es ultra activa, esto es se presentaría como
una fuente de derecho, sin serlo de manera ortodoxa, luciendo con un indiscutible
valor efectivo.
Para verlo de manera práctica: en la formación del DIDH no solo han actuado los
Estados sino otros órganos jurisdiccionales, como la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, que también han operado con un plan muy concreto: primero
los cimientos y luego el edificio.38
Las fuentes del DIDH constituyen uno de los temas que hacen a la ingeniería de esta
materia y que se refiere a la formación de las normas de este ordenamiento, dentro
de un criterio evolutivo con los avances tecnológicos. Con la tecnología, es probable
que, dentro de pocos años seguramente, se va a analizar la formación de normas
mediante prácticas difundidas por internet, que matizarán jurídicamente el nuevo
espacio de las redes.
El punto de conflicto se produce ante los institutos tradicionales como, por ejemplo,
el Derecho de los Tratados. Más allá de estos factores de aceleración a los que
hicimos referencia, persisten los lineamientos generales clásicos en la formación de
las normas internacionales. Predomina la presencia activa de los Estados y otros
sujetos del derecho internacional que filtran, esto es, aceptan o rechazan y, en
general, siguen siendo los guardianes de la formación de derecho, con los
prerrequisitos del pacta sunt servanda y el deber de cumplir de buena fe las
obligaciones internacionales. Por supuesto, es evidente que esa actuación en materia
de tratados internacionales exige el consentimiento expreso y en forma escrita como
la clave de bóveda del sistema. Sin embargo, centralizar la formación del derecho
internacional exclusivamente en los tratados hubiera significado una esclerosis
pronunciada en el sistema, quedando todo el derecho reducido a su aspecto
convencional, un derecho cerrado dentro del círculo vicioso de la captación estatal, a
partir del cumplimiento de protocolos y formas.
Todo funciona bien a nivel teórico. El problema se presenta a partir del momento en
que ponemos en marcha una construcción hipotética. Es lo que podría suceder con
los inventos de Leonardo da Vinci: los diseños son perfectos, pero no le exijamos que
el avión vuele o que el submarino funcione.
Ahora bien, corresponde poner en marcha a las fuentes del DIDH de manera
sinérgica. Para ello es menester analizar los motores que constituyen los criterios de
interpretación para la aplicación del DIDH en el ordenamiento interno e internacional.
En una gran síntesis, de todos los sistemas expuestos se pueden detectar dos
posiciones que operan como los extremos de un arco.
En uno de ellos, se halla una posición que denominaremos el legalista, que plantea la
solución normativa o dogmática. Allí están en sintonía las normas internas y las
subsidiarias internacionales, esto es la Convención Americana, que obliga a adoptar
disposiciones de derecho interno articuladoras del sistema.43
En el centro del arco, y como resultante de las fuerzas que pueden operar y tensarlo,
se hallan los principios pro hominem, antes señalados, que operan como una suerte
de compensador, paraguas o umbrella.
Más allá de esa imagen del arco, se verifica que entre los ordenamientos nacionales
e internacionales se perciben también dos situaciones:
Estos dos conceptos constituyen algo más que simples paralelismos explícitos o
causales, fruto de concepciones jurídicas compatibilizadas. Representan un
intercambio intenso y un aporte significativo a la cultura jurídica que supera un
esquema del derecho tradicional. Se trata, pues, de un espacio dinámico que supera
la concepción clásica, ya que el juez interpreta los tratados con criterio de integración
de sistemas nacionales e internacionales fertilizados, transportados y transformados
en los nuevos principios de derecho público y que conforman el cuadro operativo del
DIDH.
DIDH y biotecnología. La punta del iceberg
El DIDH en el siglo XXI comienza a extenderse sobre los nuevos desafíos que se
presentan en la sociedad, en una suerte de contaminación un contagio en este caso
benéfico. En algunos casos se desarrolla de manera clásica, por medio de fallos que
operan con nuevos criterios y problemas, pero dentro de los cánones de estilo. Nos
estamos refiriendo al proceso de cambios que se van produciendo en la tecnología
con un alto impacto en la sociedad. El caso es que la sociedad se va rediseñando con
avances tecnológicos que impulsan renovaciones en las normas y sus
interpretaciones.
La medicina cuenta con avances científicos enormes en el siglo XXI. Se ve influida por
la tecnología y, en la interferencia con el DIDH, genera nuevos desarrollos. Así pues,
un avance en cuanto a la relación con la tecnología y la medicina se ha presentado en
el caso suscitado ante la República de Costa Rica sobre fecundación in vitro, la punta
del iceberg.45 Este fallo se presenta en la superficie, pero debe considerarse lo que se
encuentra por debajo de él.
De esta manera, la referida Corte Interamericana a fines del año 2012 declaró que la
prohibición establecida por dicho Estado en relación con la tecnología de salud
reproductiva violaba diversos derechos establecidos en la CIDH tales como, el
derecho a la privacidad, el derecho a la libertad, el derecho a la integridad personal y
el derecho a construir una familia, reconocidos por el DIDH. Esta decisión tiene una
importancia superlativa, toda vez que el criterio se hace aplicable a todo el ámbito de
la Convención Americana de Derechos Humanos, esto es, a los Estados que han
aceptado su jurisdicción. El DIDH tiñe todo el sistema.
Hace poco tiempo se planteó en las noticias un hecho singular. Mediante análisis
médicos se detectó un “gen defectuoso” que motivó a que la actriz Angelina Jolie se
extrajera las mamas con el fin de reducir el riesgo de sufrir cáncer. Ese tema
aparentemente de orden privado, ya era parte de una batalla legal en los Estados
Unidos de América que llegó a la Corte Suprema de ese país.
La cuestión es que la empresa, Myriad Genetics, no solo patentó ese gen –llamado
BRCA1– sino que también desarrolló el test para identificar sus mutaciones, que
pueden conducir al desarrollo del 10% de los cánceres de mama. Pasado un tiempo,
se presentaron denuncias contra el patentamiento y sus consecuencias. La Unión
Americana por las Libertades Civiles (ACLU) presentó una demanda porque la
patente, de acuerdo con sus puntos de vista, limitaba el libre intercambio de
información y la libertad científica, la integridad del cuerpo y la salud de la mujer.
Según los denunciantes, se otorgaba al dueño de la patente, en este caso a la
empresa Myriad, el control completo sobre los genes, con un monopolio de la citada
empresa para realizar el test correspondiente. Cabe aclarar que el examen descrito,
muy fuera del alcance económico de la generalidad de las mujeres, implicaba la
secuenciación completa del gen y tenía un costo de más de 3000 dólares. La demanda
judicial, que amparaba los argumentos de ACLU, por vía de apelaciones
finalmente llegó a la Corte Suprema.
La clave de la cuestión del debate jurídico era si la empresa Myriad inventó algo
nuevo. La respuesta fue que, si bien la empresa aumentó el conocimiento científico
porque identificó la conexión entre estos genes y el cáncer de mama, ello no implica
que se pueda otorgar una patente solo por identificar algo que se halla en la
naturaleza”. Por su parte, Myriad alegó que la empresa invirtió 500 millones de
dólares en el desarrollo de su prueba y que el 95% de los pacientes en EE.UU. puede
acceder a través de seguros privados o de otras coberturas, con lo cual el costo era de
solo 100 dólares en promedio.48
Otro tema de cambio de sintonía del DIDH es, sin dudas, el de la responsabilidad
internacional. De la misma manera que en otras materias del derecho, el paradigma
clásico del derecho internacional fue reformulado. Aparecieron nuevos sujetos de
derecho internacional que desalojaron la primacía del estado como único sujeto y
agente generador de normas jurídicas. Luego de esta ampliación de sujetos, en gran
parte fruto del realismo internacional, se ha tratado de centralizar la responsabilidad.
Ahora, en esta humanidad del siglo XXI, llamada posmoderna, se impone determinar
la verdadera eficacia del DIDH en cuanto a la responsabilidad efectiva.49
Atento a los acontecimientos históricos del final siglo XX y de los actuales del siglo
XXI previamente puede surgir la tentación de afirmar que la faz preventiva del DIDH
ha fracasado. Sin embargo, debemos analizar la complejidad de la situación de los
conflictos étnicos y religiosos de fin de siglo y los remedios que las normas han
previsto. En ese sentido, la subjetividad internacional, esto es, la posibilidad de
reclamar internacionalmente contra el Estado causante de un ilícito internacional
tiene profundos contactos con la situación del orden democrático, del control
popular y de la legitimidad (caso “Libia”, 2011). Las masas humanas que van a ser
objeto de las sanciones no pueden influir sobre sus gobiernos para obligarlos a
cumplir con los derechos humanos. Con esos antecedentes, nos cuestionamos acerca
de la superación de esa situación. No hay otra solución para este conflicto que el
establecimiento de un orden democrático con un adecuado control del poder.50
La visión del mundo actual, pleno de violaciones masivas de los derechos humanos,
es que se presenta un poder de demanda que debe cubrirse con una oferta de normas
eficaces, bajo apercibimiento de que el orden internacional pierda eficacia
sociológica y que su nivel de cumplimiento quede reducido solo a una larga
enumeración de buenos propósitos que se firman y ratifican en tratados, pero que
después no se cumplen.
La Corte concluye: “el cumplimiento por parte de agentes o funcionarios del Estado
de una ley manifiestamente violatoria de la Convención produce responsabilidad
internacional del Estado. En caso de que el acto de cumplimiento constituya un
crimen internacional, genera también la responsabilidad internacional de los agentes
o funcionarios que lo ejecutaren”.53
En segundo término, la tecnología hace que delitos como las torturas, asesinatos,
desaparición de personas, etc. queden circunscritos al escenario tradicional. Estos
avances tienen un efecto de difusión y de destrucción inconmensurable. A veces un
“enter” de la computadora puede ser peor que una bomba.
En el futuro, hay nuevos peligros que acechan a la sociedad. Algunos de esos peligros
se desarrollan en las pantallas de las PC, íntimamente relacionados con el DIDH.
Otro caso se presenta en los datos de redes “Wi-Fi”. Originalmente el proyecto Street
View (desde el año 2007 a 2010) capturó todo tipo de datos de tráfico que circulara
por redes Wi-Fi sin clave.57
Se ha dicho que, hasta hace poco, los drones eran de uso exclusivo en las guerras.
Parte central de la estrategia de defensa del presidente Barack Obama consistió en
reducir la presencia de tropas estadounidenses en los escenarios de conflicto armado
y sustituirlos por operativos realizados por los vehículos aéreos no tripulados (UAV,
por sus siglas en inglés).
Para la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), esa falta de regulación clara y
detallada plantea problemas de privacidad formidables. Catherine Crump, de la
ACLU, sostiene: “A muy poca gente le gustaría vivir en un mundo donde cualquier
persona pueda volar un drone hasta su ventana y mirar hacia adentro”.
Las cosas no terminan allí. Ahora se están diseñando drones del tamaño de
insectos.59 La ACLU teme que los drones sean tan preponderantes que cada vez que
los estadounidenses salgan de sus casas, no puedan estar seguros si están siendo
vigilados o no, ya que cualquier persona puede comprar uno en internet por unos
cientos de dólares.
Nuevas tecnologías y redes sociales
Las nuevas tecnologías y las redes sociales están conformando un nuevo esquema
operando como herramientas de denuncia ante las violaciones de derechos
humanos. En esta circunstancia, el cambio tecnológico opera favorablemente en
defensa del DIDH, varios cientos de “me gusta” pueden variar una política.
Ahora bien, internet también presenta debilidades. Como afirma Reporteros sin
Fronteras: “Internet vuelve ineficaces los métodos de censura tradicionales, pero
también hay que tener en cuenta que algunos regímenes se dotan de estos recursos
para vigilar a los disidentes, especialmente vía Facebook y Twitter, e infiltrarse en sus
redes”.60
Internet 3.0 surge como una herramienta de denuncia y de promoción del derecho a
la información, del cumplimiento y respeto de los derechos humanos. Ejemplos como
el 15M o la “Primavera árabe” muestran el importante papel que las redes sociales
han desempeñado como herramientas de comunicación y movilización social para un
complejo abanico de grupos, colectivos y fuerzas políticas y sociales de oposición.61
La pregunta surge inevitable: ¿cuál es el papel que van a desempeñar los medios de
comunicación ante este nuevo paradigma? ¿Cómo operará el DIDH a partir de estas
realidades?
Los que pertenecemos al club del derecho nos sentimos viajando en una carreta con
ruedas cuadradas. Diferentes velocidades y conceptos entre el mundo del derecho y
el de la tecnología. Se habla de tecnología de interfaces, sistemas amigables que
traducen idiomas enfrentados.
Lo cierto es que la tecnología, simplificando, nos dice ponga un “me gusta” y todo
solucionado. Según ese punto de vista, el mundo se construye con cantidades de “me
gusta” o de contactos de Twitter. ¿Qué tiene que ver el derecho con el pajarito difusor
de informaciones e intimidades?
Ante el inusitado progreso de la tecnología, lo más grave es que nos hay normas que
la sustenten, o si las hay son insuficientes. ¿Un edificio sin cimientos?
Los juristas se miran desorientados dentro de una sociedad que disfrutan, pero que
se halla muchas veces fuera de la ley, en una tierra de nadie normativa sin regulación.
No hay reglas, los inventos son nuevos y las normas, antiguas e inadecuadas. Es una
asincronía que invade con una sobredosis de problemas.
Ante esta situación se plantea una disparidad. No hay normas que regulen la
tecnología del presente y hay un exceso de regulaciones en materias del pasado. Por
una parte, se genera ruido con pesados códigos e inflación normativa, con exceso de
normas y reglamentos y, por la otra, ausencia de normas, silencio de radio y espacios
en blanco, en relación con las innovaciones tecnológicas actuales. Es lo que ha
sucedido con la llamada Ley Hadopi, que en Francia intentó regular la piratería en
internet y se volvió obsoleta de la noche a la mañana por la modernización de la
tecnología.
Veamos qué pasa con internet en esta nueva sociedad 3.0, en la que cada vez que
hacemos click desde una computadora ingresamos a internet, en la www. La World
Wide Web (www) es internacional y todo se difunde mediante fibras ópticas de un
espesor entre 10 y 300 micrones que transportan mensajes a enormes velocidades.
¿Qué sucede con el derecho? ¿Hay un click mágico para las normas? ¿Cómo se aplican
las normas en ese espacio cibernético?
La prueba de esa dificultad alcanza al lenguaje, que no tiene tiempo de traducir los
nuevos problemas y surgen las palabras “phishing”, “farming”, “hackers”,
“grooming”, “cyberbullyng”, Igualmente, está a la orden del día la expresión
“viralizar” como sinónimo de difundir o la otra expresión “lo bajé de internet”.
Steve Jobs señaló que la mejor forma de predecir el futuro es crearlo. Marx imaginó
muchas cosas, en especial, la caída del capitalismo, pero nunca imaginó la revolución
de internet.
Nuestro experto informático, Christian Javier Vila me mira con piedad ante
requerimientos técnicos sin razonamientos lógicos. El que no está en internet no
existe. Ser o no ser, estar o no estar en las redes. Tecnología diez, normas cero, en las
que todos somos celosos de nuestra privacidad, pero estamos peligrosamente
expuestos y, a veces, felices ante la exhibición escandalosa.
Internet es una maravilla con fortalezas y debilidades ¿Qué sucede con el espionaje
electrónico y los hackers vía Facebook y Twitter, que se infiltran en las redes, con fines
delictivos, sin sanciones? Diferentes jurisdicciones van soslayando rastros y eludiendo
responsabilidades en el desierto normativo.
Hoy el Estado Islámico, el de los verdugos vestidos de negro, que decapita rehenes
y genera ráfagas de metralla virtuales y hackea a TV5 Monde 5 y genera una página
denominada “cibercalifato”, en la que instala un juego de palabras: “Je suis is” (Yo
soy Isis). ¿Una nueva forma de invasión?
¿Qué hacer en el primer escalón de tecnología con o sin normas? ¿Un Robinson
Crusoe tecnológico?
La privacidad está en jaque, mientras sobrevuelan los drones y los minidrones que
admiten la paradoja de que se requiere licencia para volarlos, en general, sin un
régimen jurídico que los regule. Muchas palabras, pocos hechos, mientras nos invade
un enjambre de minidrones de 50 gramos, abejas electrónicas que caben en la palma
de la mano.
En el plano normativo, algunos autores han afirmado con razón que, si un programa
de computadora puede cambiar con solo apretar una tecla, sería indispensable que
el derecho se actualizara de la misma forma.
¿Es conveniente que el antiguo derecho regule esas andanzas? ¿Se puede pensar en
una estación de trenes abandonada que no permite bajar o subir todo el tiempo?
Mientras tanto, con nuestras caras iluminadas por los teléfonos y computadoras, hay
que convivir con las normas existentes, interpretarlas dinámicamente y hacer de ellas
el motor propulsor de los desafíos del nuevo siglo, con defensa de la privacidad y con
libertad, en la sociedad tecnológica del paraíso descubierto.
En diciembre de 2009, con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, la Carta adquirió
el mismo carácter jurídico vinculante que los Tratados. Es así que la Carta de los
Derechos Fundamentales de la Unión Europea, expresamente incorporó en la Unión
Europea el derecho humano a autodeterminación informativa, en su artículo 8º bajo
el título de “Protección de datos de carácter personal”: “1. Toda persona tiene
derecho a la protección de los datos de carácter personal que la conciernan”.
La comunidad internacional está alerta y preparada para atender los desafíos que
plantea la tecnología. El DIDH ha acompañado este desarrollo y ha operado
exitosamente: estamos protegidos.
“En una adivinanza cuyo tema es el ajedrez, ¿cuál es la única palabra prohibida?
Reflexioné un momento y repuse: la palabra ajedrez”.
El tema consiste en desentrañar las claves del futuro. El estudio de las instituciones
nos permitirá ir descifrando los códigos secretos que se avecinan, en especial, con el
desarrollo de la tecnología.
Desde hace más de un cuarto de siglo estamos transitando estos temas y en esa
época, prospectivamente, nos planteamos la relación entre los derechos humanos,
la informática y el derecho internacional.68 Hoy con una humanidad que supera los
7000 millones de personas, los desafíos se hacen más evidentes.
La ciencia y los derechos humanos deben entenderse de manera complementaria
para producir la articulación que la sociedad internacional requiere. Vivimos en una
era de reestructuración en la que la globalización se expande, en tanto que se
incrementa la fragmentación y la afirmación de las diferencias; se amplían las zonas
de paz y las de violencia; se crea riqueza sin precedentes mientras subsisten bolsones
de pobreza; la voluntad y los derechos de los pueblos se respetan y se violan al mismo
tiempo; la ciencia y la tecnología optimizan la calidad de vida con efectos colaterales
irrecuperables para el planeta.
Entre las figuras pioneras que plantearon la interacción entre las nuevas tecnologías
y los procesos políticos se destaca el profesor Yoneji Masuda69, artífice de la
informatización de la sociedad japonesa. Masuda opuso a la siniestra imagen del
“Estado automatizado”, esto es la organización política totalitaria apoyada en el
control tecnológico, la “Computopía”, es decir, la sociedad libre a través de las
computadoras y de la información. La futura sociedad informatizada o Computopía
será “una sociedad sin clases libre de un poder dominante y cuyo núcleo social serán
las comunidades voluntarias70, en el que ese modelo de sociedad será una realidad
“cuyo monumento histórico serán solo unos cuantos chips de un centímetro
cuadrado metidos en una cajita”.
El derecho tradicional se ubica en segundo plano ante la realidad que impulsa este
DIDH 3.0 para adecuarse a la atmosfera existente con un impulso de cambio.
Mientras tanto será necesario convivir con las normas clásicas, interpretándolas
dinámicamente y haciendo de ellas el motor propulsor de los desafíos del nuevo siglo.
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(*) (Extracto del libro "DERECHOS HUMANOS Y GARANTÍAS. BASES PARA SU
ESTUDIO Y ANÁLISIS", Director: Juan Antonio Travieso, elDial.com – 2019)
2 . Jorge Juan Hubner Gallo en Su obra Los Derechos Humanos, Edit. Jurídica de Chile,
1994, ha considerado el invalorable aporte de Perelman.
4 . http://www.localnomad.com/es/blog/2012/08/03/la-arquitectura-de-la-sagrada-
familia-en-barcelona/
5 . Véase http://www.youtube.com/watch?v=6ch14iqNC6w
6 . Recordemos que la Carta Magna de 1215 ha cumplido 800 años y constituyó una
limitación al rey para el cobro de los impuestos.
7 . http://www.youtube.com/watch?v=iOuRzbMeojE
8 . Travieso, J.A.: Historia de los derechos humanos y garantías, Buenos Aires, Heliasta,
1993; 2° edición, 1998, p. 437.
9 . Pérez Luño, A.-E.: Manual de Informática y derecho, Barcelona, Ariel, 1996, p. 35.
Cabe aclarar que la palabra “autopoiética” es un neologismo que refiere a un
concepto que puede reproducirse y mantenerse por sí mismo.
13 . Pinto, M.: Temas de Derechos Humanos, Buenos Aires, Editores del Puerto, 2004.
17 . Travieso, J.A.: Derechos Humanos y Derecho Internacional, op. cit., p. 204 y ss. Véase
también Higgins, Rosalyn, “Derogations under human rigths Treaties”, British
Yearbook of International law 1977/78, p. 282.
19 . Travieso, J.A.: Derechos Humanos y Derecho Internacional, op. cit., p. 209 y ss.
22 . Travieso, J.A.: Derechos Humanos y Derecho Internacional, op. cit., p. 212 y ss. En el
próximo capítulo se desarrollarán los conflictos entre Derechos Humanos.
23 . Vigo, R.L.: Ética y Responsabilidad Judicial, Santa Fe, Rubinzal Culzoni, 2007, p 26.
24 . Cançado Trindade, A.A.: “Democracia y Derechos Humanos: el régimen
emergente de la promoción internacional de la democracia y del Estado de Derecho”
en Nieto Navia, R. (ed.): La Corte y el sistema interamericano de derechos
humanos, San José, OEA, Unión Europea, 1994, pp. 529 y ss. Véase Travieso,
J.A.: Derechos Humanos y Derecho Internacional, op. cit.
27 . Travieso, J.A.: Derechos Humanos y Derecho Internacional, op. cit., 235 y ss.
28 . Travieso, J.A.: Derechos Humanos y Derecho Internacional, op. cit., 279 y ss.
Véase http://www.youtube.com/watch?v=1890h55r14Q y http://www.youtube.com/
watch?v=l0VihlbpiRc
29 . Travieso, J.A.: Derechos Humanos y Derecho Internacional, op. cit., p. 447 y ss.
31 . Friedman, T.: The World is Flat: A Brief History of the Twenty-First Century. La Tierra
es plana, Planeta, 2006. Véase Thomas Friedman
en http://www.youtube.com/watch?v=53vLQnuV9FY
32 . http://hdr.undp.org/en/media/HDR_2001_ES.pdf
35 . Esta expresión Web 3.0 apareció por primera vez en 2006 en un artículo de Jeffrey
Zeldman, crítico de la Web 2.0.
36 . http://www.lanacion.com.ar/1541910-internet-cumple-30-años.
40 . Véase en https://treaties.un.org/.
44 . Sands, P.: “Treaty, Custom and the Cross-fertilization of International Law”, Yale
Human Rights & Development Law Journal, v. 1, 07/11/1999.
45 . Fecundación in vitro, Artavia Murillo y otros c. Costa Rica, Corte IDH, Sentencia de
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46 . Véase Tyrer vs Reino Unido, TEDH, (1978), Marckx vs Bélgica, TEDH, (1979),
Loizidou vs Turquía, TEDH (1995), entre otros.
47 . http://www.sentirypensar.com.ar/nota532.html.
48 . Ver resumen del fallo en http://propintel.uexternado.edu.co/Pr0P1n73L-
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49 . Travieso, J.A.: Derecho Internacional Público, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 2012,
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59 . http://www.lanacion.com.ar/1556196-drones-para-uso-civil-una-tecnologia-de-
doble-filo.
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Publicado el 17/09/2019