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AlejandroUned

Ecología II: Ecología Humana

2º Grado en Sociología

Facultad de Ciencias Políticas y Sociología


Universidad Nacional de Educación a Distancia

Reservados todos los derechos.


No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
CAPITULO 2

LA SOCIOLOGÍA ECOLÓGICA O MEDIOAMBIENTAL

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
El marco de las ciencias ambientales supone, para cada una de las disciplinas implicadas, una doble operación de
desarrollo:
La primera, consiste en el intento de aplicar sus propias categorías a los problemas medioambientales, es decir
una extensión que puede requerir algún ajuste o revisión en esas categorías y puede dar lugar a la aparición de
una subespecialidad, la sociología del medio ambiente.
Esta operación consiste sobre todo en ciencia aplicada.
La operación de extensión predomina en estudios sobre la gestión de espacios naturales, el movimiento social
ecologista, las opiniones y actitudes sobre el medio ambiente, etc.

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La segunda, consiste en plantearse lo que cabe decir, partiendo de la propia perspectiva, acerca del núcleo
transdisciplinar que va definiéndose en el proceso dirigido a intentar comprender esos problemas. Se trata de una
exploración, cuyo punto de partida es conocido, aunque la llegada es incierto.
Comporta o puede comportar revisión de fundamentos.
La exploración predomina en estudios sobre sostenibilidad, distribución intergeneracional o interespecies,
equidad intrageneracional en una economía de estado estacionario, etc.

Los orígenes de la sociología medioambiental y su relación con la teoría clásica.

Año de referencia 1972 para poner una fecha de inicio a la preocupación académica. En él coincidieron la
conferencia de Estocolmo sobre desarrollo y medio ambiente y la publicación del primer informe al Club de
Roma sobre límites al crecimiento. Ambos acontecimientos se vieron pronto seguidos por la crisis del petróleo y
por las primeras manifestaciones masivas del movimiento ecologista. En Europa, la problemática medioambiental
fue recibida como algo nuevo, difícil de integrar en los enfoques existentes, casi no existían conceptos,
paradigmas o teorías que tuviesen en su centro la relación entre el hombre y su medio ambiente. El medio
ambiente físico era una categoría casi olvidada por las ciencias sociales. Varios de los trabajos más significativos
consistieron en reelaboraciones conceptuales que trataban de integrar la problemática medioambiental en lo que
se percibía como una situación generalizada de crisis social, incluso de crisis civilizatoria. Fueron menos
abundantes las investigaciones con un contenido empírico, como las realizadas sobre el movimiento antinuclear
o sobre el movimiento ecologista en su conjunto.
En Estados Unidos, la sociología medioambiental se desarrolló al principio a través de estudios empíricos sobre
fenómenos de degradación urbana, contaminación en ambientes locales, opinión pública, movimientos sociales
o gestión de recursos y de espacios protegidos. Hubo visiones diferentes de la vinculación entre sociología
ecológica y la tradición sociológica,

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1. Algunas propuestas se orientaron hacia una fuerte discontinuidad entre ambas y una aproximación a la
biología.
2. Otros pusieron el acento en la continuidad y en la elaboración a partir de la acción social y del conflicto.
En España, hubo también trabajos reseñables. Se discutieron los criterios desarrollistas de ordenación territorial
y expansión económica desde una perspectiva sensible a sus costes ambientales, se cuestionó el significado del
medio ambiente para la sociología, se apuntó la convergencia de capitalismo y socialismo hacia un modelo
unificado de industrialismo expansivo enfrentado al Tercer Mundo, se analizó la posición de los dirigentes
económicos y políticos del sector energético ante las alternativas y las iniciativas de planificación en este ámbito,
se examinaron la relación entre el ecologismo y la lucha de clases y los problemas planteados por la crisis

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ecológica a la confianza marxista en la expansión ilimitada de las fuerzas productivas, se publicaron los primeros
estudios sobre el movimiento ecologista (Lemkow y Buttel 1983) y se revisaron los fundamentos de la relación
entre sociedad y naturaleza.
Las revistas sociológicas de la época se hicieron eco de la nueva problemática.
Hay que mencionar el libro de Esteban y Alvira (1982) que recogió diversas aportaciones de miembros del
departamento de población y ecología humana de la Universidad Complutense, en el que se ha dedicado mucha
atención a la ecología humana sociológica, así como algunas otras contribuciones.

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La primera fase de la sociología medioambiental estuvo caracterizada por diferentes intentos de tomar posición,
de reaccionar ante los nuevos problemas. La cuestión ambiental le llegó a la sociología desde fuera, se trataba de
algo que no estaba previsto en sus desarrollos modernos. Un núcleo de interés fue y sigue siendo el grado de
continuidad o discontinuidad con los enfoques sociológicos existentes y, dado que éstos están conectados con la
teoría clásica, la relevancia de esta para tratar dicha cuestión. Pueden distinguirse tres tipos de respuestas:

En primer lugar: Se ha afirmado que existe una ruptura o discontinuidad fundamental entre la sociología
medioambiental y los diferentes enfoques que dominaron la sociología en la segunda mitad del siglo XX. Dicha
ruptura se ha expresado en términos de un cambio de paradigma, entendido un tanto “libremente” como conjunto
de supuestos preteóricos que conforman una determinada visión del mundo. Así, las diferentes escuelas
sociológicas habrían sido propensas a exagerar sus diferencias, pese a que todas ellas habrían compartido y
asumido algunos presupuestos fundamentales, como el antropocentrismo fundamental que subyace a todas ellas.
Catton y Dunlap, asociarion al principio de antropocentrismo con el excepcionalismo de la sociología, y hablaron
de “paradigma de excepcionalismo humano”. Su idea es que la conciencia de los limites ecológicos fundamenta
una visión alternativa, ecocéntrica 1, en la que los seres humanos son reintegrados al mundo natural del que forman
parte, refiriéndose a ella como el nuevo paradigma ecológico.
Dunlap se refieren a Durkheim y Weber como precursores de la visión exencionalista 2:

1
Ecocentrismo: las acciones y los pensamientos del individuo se centran en el medio ambiente por sobre todas las cosas, tanto en su
cuidado y la conservación, es por tanto antihumanista. Característico del movimiento ecologista
2
Exencionalismo, pensar que las leyes de la física y de la biología no condicionan la organización y el cambio de las sociedades,
dichas leyes dejan de regir cuando se trata de los asuntos humanos.
2

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1. El legado de Durkheim del antirreduccionismo sugería que el entorno físico debía ignorarse. Menciona
concretamente la regla de Durkheim de que la explicación de un hecho social debe buscarse siempre en
otro hecho social.
2. El legado weberiano sugería que podía ignorarse el entorno físico porque no era considerado importante
en la vida social. Menciona el principio de Weber de que es importante comprender los modos en que la
gente define su situación con el fin de comprender sus acciones.
Estos autores han contribuido a que la relación entre sociedad y medio ambiente no se tuviera en cuenta.

“Un hecho social sólo puede ser explicado por otro hecho social” (Durkheim). El contexto de esta famosa

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afirmación no es tan transparente como supone Dunlap. Hay una intención polémica, encaminada a desmarcar la
sociología tanto de las ciencias naturales (reduccionismo naturalista) como de la psicología (análisis según
motivos e intenciones y del individualismo metodológico). El concepto clave para establecer la demarcación, el
de hecho sociale, es definido así: “Es hecho social toda manera de hacer, fija o no, susceptible de ejercer
sobre el individuo una coacción exterior” (Durkheim); la expresión “manera de hacer” es la que resulta
decisiva, en tanto que da pie a la interpretación de que sólo los seres humanos pueden hacer. Escribe “El primer
origen de todo proceso social de alguna importancia debe buscarse en la constitución del medio social interno”.
Aclara, que el medio social interno está compuesto por cosas y personas. Entre las cosas además de los objetos

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materiales están los productos de la actividad social anterior, las costumbres establecidas, monumentos literarios,
etc. Pero no es de ellos de donde proviene el impulso que determina las transformaciones sociales, porque ello
no encierran ninguna potencia motriz. Sin duda habrá que tenerlos en cuenta, tienen cierta influencia, pero no
tienen nada de lo que es necesario para ponerla en marcha. Por sí mismos no producen ninguna fuerza viva. Por
consiguiente queda como factor activo, el medio propiamente humano.
Durkheim destacó dos propiedades del medio propiamente humano como susceptibles de influir en el curso de
los fenómenos sociales: el volumen de la sociedad (el número de unidades sociales) y la densidad dinámica (el
grado de unión moral entre esas unidades). Las metáforas mecánicas de Durkheim son un tanto confusas,
interpretadas literalmente invalidarían todo su argumento (potencia motriz de la eistencia social como de
cualquier forma de vida es en última instancia la energía del Sol). La opción durkehimiana parece dependiente
de una metafísica dualista, naturaleza inerte y pasiva y la humanidad viva y activa. Según Dunlap esto conduce
fácilmente al excencionalismo. Y la mayoría parte de la visión durkheimiana de la sociología podría reconstruirse
al marge de este supuesto filosófico.
Parece razonable afirmar que en la elaboración de Caton y Dunlap la discontinuidad fundamental es más de tipo
histórico que filosófico, se refiere sobre todo a la creencia en el progreso material característica de la cultura
occidental en la era moderna, suponiendo que la no percepción de los límites naturales se deriva de esa creencia:
“la herencia de la abundancia ha hecho que, para la mayoría de los sociólogos, la posibilidad de una era de escasez
no artificial sea difícil de percibir.. conceptos como capacidad de carga son ajenos al vocabulario de los
sociólogos, y la desatención a dicho concepto ha sido equivalente a asumir que la capacidad de carga puede
ampliarse tanto como sea necesario, negando la posibilidad de escasez”. (Catton y Dunlap).
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La palabra herencia no es muy exacta, fue más bien la perspectiva de la abundancia, la visión de un mundo lleno
de riquezas naturales cuyo aprovechamiento aparecía limitado sólo por el atraso tecnológico y la imperfección
organizativa, lo que en las primeras fases de la era industrial borró de la conciencia social los limites naturales.

El NPE (nuevo paradigma ecológico) era y sigue siendo una visión general del mundo que conduce a ver éste
de tal modo que la necesidad de la investigación sociológica sobre las cuestiones medioambientales se hace obvia,
el modo preciso en que se hará esa investigación se verá claramente afectado por la perspectiva teórica específica
que se adopte (Dunlap).

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Una segunda Posición. Considera que sí existen precedentes fuera de la “corriente principal”. Llamamos a este
punto de vista “hipótesis-Guadiana” de la sociología medioambiental.
La referencia a Malthus ilustra bien las dificultades de este punto de vista. Su teorización se resume en los tres
puntos siguientes:
1. La población está limitada por los medios de subsistencia.
2. La población crece siempre que crecen los medios de subsistencia, a menos que lo impidan obstáculos
poderosos y manifiestos.

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3. Estos obstáculos particulares, y todos los que , ejerciendo un papel preponderante, obliguen a la
población a reducirse al nivel de los medios de subsistencia pueden comprenderse en tres clases
principales, la repugnancia moral, el vicio y la miseria.

Malthus situó la existencia de límites externos, biofísicos, en el centro de su reflexión; la provisión de medios de
subsistencia depende de la superficie cultivable (que es finita) y de las características de los suelos, que según la
hipótesis de los rendimientos decreciente, limitan la productividad agraria.

Las profecías más calamitosas derivadas de este punto de vista no se han cumplido. El incremento de la
productividad agrícola a lo largo de la era industrial y sobre todo, en la segunda mitad del siglo XX, ha sido muy
grande y se ha debido a un factor de cambio tecnológico no previsto en la hipótesis malthusiana. Pero, ese cambio
tiene costes ecológicos (erosión, salinización, reducción de la biodiversidad, contaminación química, minado de
aguas subterráneas) que mantienen abiertos los interrogantes relativos a la naturaleza de toda especie de terreno.
Es decir, en los términos que las formuló, las ideas de Malthus sobre los límites a la producción de alimentos no
han sido refutadas, y continúan siendo objeto de discusión en la actualidad.

El lugar de Malthus en la historia de las ideas es bastante peculiar. Fue un ecólogo avanzado a su tiempo, un
antropólogo ingenioso (más imaginativo que riguroso), un sociólogo poco sutil y un ideólogo poco amigo del
progresismo. Y tal vez por esto último le ha hecho una fama tenebrosa, para una ciencia comprometida con los
avances de la industria como ha sido la sociología. Ha habido diversos neomalthusianos, discontinuos y en
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ocasiones ignorados. Como determinados segmentos del movimiento obrero en las primeras décadas del siglo
XX, que conectó dichas ideas con propuestas libertarias y protofeminisitas, entendidendo el control de la
natalidad como una de las condiciones para la emancipación tanto del proletariado como de las mujeres.

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El problema con el enfoque de la corriente discontinua es que, a menos que se introduzcan en él restricciones
precisas, tiende a generar una proliferación casi ilimitada. Si no se especifican las ideas de referencia de un modo
detallado, cualquier crítica del industrialismo o de la modernidad puede ser interpretada como una manifestación
de protoecologismo.

Una tercera posición, ha mantenida que hay, aunque escasamente desarrollada, una sociología medioambiental
clásica De los trabajos de los tres teóricos clásicos se podría extraer una ecosociología digna de interés.
En apoyo de esta tesis Buttel ha invocado puntos con que se enumeran a continuación:
1. La idea durkheimiana de que la división del trabajo mejora la adaptación a su ambiente de las sociedades

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más densamente pobladas, reduciendo la competencia directa por la apropiación de los recursos y
provocando cambios culturales que redefinen y amplían la base de recursos.
2. La idea de Weber de que los factores ambientales, aun siendo determinantes universales, puede tener
una importancia causal en ciertos momentos clave de la historia de cada sociedad.
Buttel ha alegado que la teoría clásica fue menos antiecológica que la sociología inmediatamente anterior.

Ahora vamos a reseñar brevemente algunos intentos de la sociología medioambiental a partir de ideas de Weber
o de otros autores clásicos. El análisis weberiano del papel histórico de la ética protestante ha inspirado, más o
menos directamente, diferentes versiones de la tesis de que una especie de conversión, de naturaleza religiosa, al
ecologismo está siendo el motor de los movimientos y cambios sociales que tienden hacia una mayor
compatibilidad entre sociedad y naturaleza. Bahro insistió en esta idea presente también en diversos
planteamientos ecofeministas y en muchos discursos de la “ecología profunda”.
Se ha argumentado también que el mencionado análisis weberiano, en combinación con algunas ideas de
Durkheim, permite comprender las patologías asociadas al cambio medioambiental global, así como definir las
condiciones de una posible respuesta social a ellas. Una definición de clase social de inspiración weberiana en
términos de oportunidades objetivas de vida ha sido la base para un intento de conceptualización de las “clases
ambientales” como una nueva dimensión de la estructura en las sociedades contemporáneas. (Murphy).
En Simmel encontramos reflexiones sobre la belleza que puede encontrarse en la naturaleza humanizada, una
idea de comunidad que incluye tanto elementos humamos como no humanos, en que la naturaleza y la sociedad
son dos perspectivas diferentes e interactivas acerca de los mismos fenómenos.

En los últimos años es visible una tendencia a la aproximación mutua entre tres versiones reseñadas de la relación
entre la sociología ecológica y la tradición sociológica. Los puntos de convergencia son:

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1. La aceptación de que hay una discontinuidad en cuanto a la perspectiva, a los supuestos más generales de la
relación entre sociedad y la naturaleza, tanto si se interpreta dicha discontinuidad en términos de un cambio
de paradigma como si se interpreta de otras formas.
2. La aceptación del pluralismo, del hecho de que muy diversos instrumentos conceptuales y metodológicos
están siendo incorporados al trabajo dentro de esa nueva perspectiva.

Ecología humana, ecología humana sociológica y sociología medioambiental.

Distinción respecto a los diferentes usos de la expresión “ecología humana”.

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Por una parte, se refiere a la antropología física, que se ocupa de estudiar la adaptación de los seres humanos (y
homínidos anteriores) a sus diferentes ambientes, principalmente a partir de los conceptos de la teoría de la
evolución; sus temas habituales son los orígenes de la cultura y las relaciones entre lo genéticamente programado
y lo cultural, los condicionantes ecosistémicos de grupos de cazadores-recolectores y de asentamientos agrícolas,
etc, soliendo detenerse en los orígenes de las ciudades, del estado y de la estratificación social. Desde esta
perspectiva, la ecología humana es un ámbito esencialmente transdisciplinar, un lugar de encuentro entre la
biología, la antropología, la paleontología y la prehistoria.
Son de sumo interés los ejemplos de desarrollos sociológicos que han dedicado atención a esta modalidad de la

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ecología humana y explorado sus posibles implicaciones para el estudio de las sociedades contemporáneas.
La familiaridad con el análisis de la relación población-recursos-ambiente propia de esta perspectiva de la
ecología humana ha contribuido a que algunos de sus practicantes hayan emergido como voces autorizadas en
los debates sobre la presente crisis ecológica. Algunos planteamientos hechos desde esta perspectiva han tenido
repercusiones en ciencias sociales, como es el caso de la interpretación que ha hecho Hardin de una antigua idea
formlada por Malthus y por Lloyd, según la cual una situación en la que el acceso a los bienes públicos sea
totalmente libre (es decir, no hay institución de regulación) conduce en condiciones de escasez a un desastre
colectivo.

Esta propuesta de Hardin, ha sido acusada con frecuencia de implicar una negación radical de toda forma de
propiedad o gestión colectivista, sin embargo, nótese que la ausencia de control, es decir, el hecho de que los
bienes públicos sean no gestionados (inmanaged), y no su carácter de bienes públicos (commons), lo que conduce
a la tragedia. Y que Hardin afirma que no hay forma de decidir cuál de los tres sistemas posibles de gestión
(comunal, privatista o socialista) es el más adecuado, lo que relativiza bastante esta línea crítica.

1. El comunismo: permitiría dar a cada cual según sus necesidades: en condiciones de escasez afirma que
cada persona pueda establecer sin restricción cuáles son sus necesidades, es una receta segura para el
desastre.
2. Privatismo. Cuando tanto la tierra como los animales son posesión de la misma persona, prevalece la
responsabilidad frankeliana. El propietario sufre plenamente por sus errores y sus aciertos. Si la tierra
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pertenece a otro, los peligros de la “agricultura de alquiler” se conoces desde hace tiempo. Una
acreditación legal como “propiedad privada” no garantiza una plena responsabilidad frankeliana.
3. Socialismo. Un bien público controlado es una forma de socialismo. Se designa a un gestor para la
propiedad común, autorizando a éste a imponer reglas. Si gestiona bien será recompensado, si lo hace mal
será despedido. El gestor está sujeto a una responsabilidad artificial. Esto plantea la cuestión de ¿quién
vigila al gestor? Ninguna respuesta resulta adecuada para todos los casos.

Hardin ha atizado el fuego de la polémica, enfrentando su principio a esperanza marxista de que el comunismo
permitiría dar a cada cual según sus necesidades: en condiciones de escasez, si existen límites, la idea de que cada

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persona pueda establecer cuáles son sus necesidades es una receta segura para el desastre.
También lo enfrentó con la mano invisible, con la tesis de que el egoísmo privado produce el bien público: la
tragedia de los bienes de acceso libre es un obvio contraejemplo de dicha tesis.
O recuperando la crítica malthusiana a las leyes de pobres por la capacidad de éstas para reducir los costes de la
paternidad irresponsable, con el estímulo consiguiente al crecimiento incontrolado de la población: Hardin ha
reiterado este punto de vista respecto a las instituciones del estado del bienestar. No era de esperar que un análisis
como este tuviera fácil aceptación y no la ha obtenido. Pero ha formulado con claridad que existen claros límites
naturales al desarrollo: la necesidad de coerción mutuamente acordada. Y directa o indirectamente, siguiendo sus

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ideas o tratndo de refutarlas, ha estimulado a un refinamiento en el estudio de las condiciones institucionales para
tratar los problemas de gestión de bienes públicos.

Por otra parte, “ecología humana” es el nombre de una concreta propuesta sociológica, que se ha ocupado
de temas como las organizaciones formales, los barrios y suburbios, las regiones y sobre todo, la ciudad (unidad
de análisis más habitual de este enfoque), bajo el punto de vista de que estas y otras formas de la organización
social pueden ser descritas y explicadas mediante un uso adecuado de conceptos y métodos más o menos
directamente tomados de la ecología. Suele distinguirse del anterior enfoque mediante la adición de un adjetivo
“ecología humana sociológica”. Su objeto de estudio son los sistemas sociales humanos en lo que respecta a su
organización y a los cambios en ella. La organización incluye los tipos de relaciones sociales habitualmente
considerados en sociología: diferenciación en la estructura, integración funcional, actividades realizadas para
obtener el sustento y dominación o poder. La referencia a la ecología se explica porque se considera que la
organización resulta de las interacciones entre una población y su ambiente: natural, construido, social y
simbólico. Se explica también por la importación de categorías biológicas como principios explicativos que son
usados luego mediante analogías más o menos precisas. Ej.: la explicación de las formas de la organización como
respuesta adaptativa. Es el caso también del recurso de la sucesión ecológica (secuencia de las poblaciones de
seres vivos que aparecen en el curso de una transición hacia un estado estacionario que suele llamarse clímax)
para intentar dar cuenta de las reorganizaciones o cambios sociales. Algunos ecólogos han sugerido que la
sucesión constituye una fuente de analogías interesantes para la comprensión del cambio social, más incluso que
la evolución de las especies. Conviene añadir, que la referencia a un estado final de equilibrio estable en los
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modelos clásicos de la sucesión hizo que éstos resultaran poco adecuados para los procesos estudiados por la
ecología humana sociológica, en la que el cambio pasó pronto a ser descrito en términos (menos específicos) de
expansión, crecimiento y acumulación.
En España la ecología humana sociológica se ha aplicado sobre todo, al estudio de la distribución de las
formaciones urbanas sobre el territorio y de las relaciones de influencia y dominación entre ellas. También se ha
estudidado su posición en cuanto a la relación entre ciencias sociales y la biología.

La ecología humana sociológica es uno de los muchos intentos de extrapolar esquemas físicos o biológicos que
han ocupado un lugar en la historia de la sociología. Sus resultados son objeto de debate por los problemas entre

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otros del razonamiento por analogía. Por ejemplo, en la teoría biológica de la evolución, adaptación es sobre
todo éxito reproductivo diferencial, que se explica por la aparición azarosa de alteraciones en la estructura
genética que permiten a los organismos portadores de las mismas aumentar su presencia relativa en el conjunto
de una población. Los elementos relevantes para discriminar entre grados de adaptación están definidos con la
precisión suficiente y cuentan con la evidencia empírica mínima para que haya consenso entre los especialistas.
Nada de esto ocurre cuando se da cuenta de un rasgo determinado de la organización social en términos de la
adaptación a su ambiente de la comunidad humana que adquiere o incorpora dicho rasgo. La aplicación estricta
de la analogía es insatisfactoria. Casi nadie aceptaría hoy que una tasa de crecimiento demográfico muy elevada

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indica la adaptación a su ambiente de una nación.
Esas dificultades no han pasado desapercibidas a los portavoces de la ecología humana sociológica, que han
tenido que remitirlas a la excepcional diversidad de soluciones organizativas expresada por la comunidades
humanas frente a condiciones ambientales similares, es decir, a las complejidades introducidas por la cultura.

El análisis de Hawley sobre la expansión urbana destaca por la rica diversidad de sus observaciones, por la
precisión de sus criterios y la amplia aplicabilidad de las generalizaciones que propone; sin embargo en dicho
análisis el principal factor explicativo es el cambio tecnológico en materia de movilidad y comunicación y los
referentes biológicos invocados al principio de la argumentación desaparecen casi por completo, lo que hay de
ecológico en dicho análisis es la influencia de factores externos, el enfoque holístico y la preocupación por el
registro de distribuciones espacio-temporales, es decir rasgos un tanto inespecíficos desde el punto de vista de la
ecología como parte de las ciencias de la naturaleza. Resumiendo el propio Hawley ilustra bien la idea que al
desarrollarse, la ecología humana sociológica mantuvo como mucho un difuso aire de familia con la disciplina
que la inspiró en sus inicios.

En resumen, la ecología humana sociológica es un enfoque particular en ciencias sociales que no ha dedicado
más atención que otros a la relación entre sociedad y naturaleza. De todas formas, algunas características como
la preferencia por el nivel macro, la admisión de variables externas o ambientales y la disposición a importar,
adaptar y someter a prueba modelos procedentes de la ecología, parecen prometedoras a la hora de abordar dicha
relación. Es extraño que dicho enfoque ha tenido una presencia muy limitada en los desarrollos de la nueva
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sociología medioambiental o ecológica. Catton da dos respuestas: en primer lugar la corriente sociológica de
ecología humana debería recuperar su inicial inspiración biológica, en segundo lugar, debería reconocer la
imposibilidad de continuar la pauta de uso creciente de energía que ha caracterizado la era industrial.
Efectivamente el desencuentro ha tenido raíces tanto teóricas como prácticas. Mientras tanto, Hawley se planteaba

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la cuestión y, en base al cambio tecnológico y al mercado, descartaba que mereciese la pena ocuparse de ella:
“Las ofertas de recursos no son diferentes del espacio einsteiniano: finitas pero ilimitadas”. Ese doble
desencuentro no se ha superado desde entonces, más bien al contrario.

En la sociología medioambiental la aportación que ha recogido en mayor medida la herencia de la ecología


humana es la realizada por Catton y Dunlap. Sin embargo, la insistencia de ambos autores en remarcar la
discontinuidad entre su punto de vista y todas las escuelas sociológicas anteriores han oscurecido esa conexión.
La obra fundamental de Catton es una descripción de la crisis ecológica, con un tratamiento conceptual que le
aproxima a los planteamientos más reduccionistas de la ecología humana biológica. Dunlap, su trabajo empírico

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se ha dedicado fundamentalmente, al estudio de la opinión pública sobre los problemas ambientales, con más
influencia aparente de su formación como psicólogo social que desde un punto de vista sociológico particular.
Así, parece que la pregunta sobre la influencia de la ecología humana sociológica en la actual sociología
medioambiental ha sido más bien difusa.
Comparación entre los principales supuestos de la Visión Occidental Dominante (VOD), del Paradigma
Sociológico del Exencionalismo Humano (PEH) y del propuesto Nuevo Paradigma Ecológico (NEP).

Supuestos sobre la naturaleza de los seres humanos:


VOD: Las personas son diferentes de todas las demás criaturas a las que dominan
PEH: Los humanos tienen herencia cultural además de su herencia genética, sindo por tanto muy distintos a todas
las otras especies animales.
NEP: Aunque los humanos tienen características excepcionales (cultura, tecnología, etc.) siguen siendo una
especie implicada de forma interdependiente en el ecosistema global.

Supuestos sobre las causas de los hechos sociales:


VOD: Las personas son dueñas de su destino, pueden elegir sus objetivos y aprender a hacer lo necesario para
conseguirlo.
PEH: Los factores sociales y culturales (incluida la tecnología) son los determinantes principales de los asuntos
humanos.
NEP: Los asuntos humanos aparte de estar influidos por factores sociales también lo están por lazos de causa,
efecto y retroalimentación. Por tanto, las acciones humanas intencionales tienen muchas consecuencias no
buscadas.

Supuestos sobre el contexto de la sociedad humana:


VOD: El mundo es muy grande y proporciona oportunidades ilimitadas a los humanos.
PEH: Los ambientes social y cultural son el contexto crucial para los asuntos humanos, siendo el ambiente
biofísico irrelevante.
NEP: Los humanos viven en un ambiente biofísico finito del que dependen, lo que impone poderosas restricciones
físicas y biológicas a los asuntos humanos.

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Supuestos acerca de las constricciones sobre la sociedad humana:
VOD: La historia de la humanidad es la del progreso, para cada problema hay una solución, así el progreso no
tiene porque detenerse.
PEH: La cultura es acumulativa, así el progreso tecnológico y social puede continuar indefinidamente, haciendo
que todos los problemas puedan en última instancia solucionarse.
NEP: Aunque la inventiva de los humanos pueda ampliar aparentemente los límites de la capacidad de arga, las
leyes ecológicas no pueden ser anuladas.

La economía política del medio ambiente: continuidades y rupturas.


Las propuestas en la sociología actual tratan de conectar los problemas ambientales con los procesos de

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estructuración y los conflictos de intereses vistos desde la perspectiva de la producción. Veremos la tradición del
materialismo histórico.
Marx, la sociología de inspiración marxista ha considerado el trabajo como la mediación principal entre los seres
humanos y la naturaleza. La tesis de que el desarrollo de las fuerzas productivas no encuentra más freno que las
relaciones de producción (cuando éstas se vuelven inadecuadas para seguir impulsando el desarrollo) hizo que
tales condicionantes fueran ignorados, incluso hacia posiciones del exencionalismo extremo, como la ida de que
el comunismo liberaría definitivamente a los humanos del reino animal.
Marx: “En la fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora

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de los individuos da la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo
manual; cuando el trabajo no se solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el
desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las furezas productivas y corran a chorro
lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del
derechos burgués, y la sociedad podrá escribir en su bandera: ¡De cada cual, según su capacidad; a cada cual,
según sus necesidades!”

Bujarin (1921) en su manual (capitulo V) “El equilibrio entre la sociedad y la naturaleza”, comienza con la
afirmación de que, si estudiamos la sociedad como sistema, el medio en que ésta evoluciona, es la naturaleza
exterior, por lo que es imposible imaginar una sociedad humana fuera de ese ambiente del que obtiene su energía
material y que le proporciona el sustento. Apunta que los rasgos principales de la evolución de un sistema
dependen de sus relaciones con su medio ambiente y que, por lo tanto, es en los cambios en tales relaciones donde
debe buscarse la causa de los cambios del sistema mismo. En el caso de los sistemas sociales, las relaciones
cambian debido al trabajo.
El éxito de la adaptación a la naturaleza depende de la cantidad de energía que la sociedad pueda extraer de ella
(y asimilar). Llega a plantear que así como el trigo, la remolacha y la patata pueden ser expresadas en calorías, lo
mismo podría hacerse para todos los productos útiles, pero no desarrolla esta línea de razonamiento,
manteniéndose sólo la recomendación de utilizar la relación entre la cantidad de energía exosomática movilizada
y el monto del trabajo social como indicador de la productividad de este último. Bujárin propone tomar la base
técnica de la sociedad, las fuerzas productivas y no la naturaleza como punto de partida del análisis sociológico.
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Lo justifica: “Los elementos existentes en la naturaleza se encuentran en ella de una anera más o menos constante,
y por tanto, no pueden explicar los cambios”, es la técnica lo que cambia. Engels: “Los animales se adaptan a la
naturaleza sometiéndose a ella, los humanos transformándola en bienes de uso”. Eso permite eludir los límites
naturales. Bujárin escribe criticando a Malthus “el crecimiento de la población es exclusivamente una función
del desarrollo de las fuerzas productivas”. Y da pie a curiosas manifestaciones de exencionalismo: las materias
primas son un producto del trabajo y no se encuentran en absoluto en el seno de la naturaleza, no más que un
cuadro de Rafael.

Que los elementos existentes en la naturaleza se encuentren en ella de una manera más o menos cosntante

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(principio de la termodinámica; conservación de la materia y energía). Referirse exclusivamente a ella es igonrar
que la constancia de los elementos es compatible con el hecho de que éstos pasen irrevocablemente a estados
menos accesibles en el transcurso de su utilización como objetos del trabajo (ley de entropía). Quien quema un
trozo de carbón para mover una máquina, la cantidad de energía es la misma antes y después de la combunstión,
pero no le permitirá volver a quemar nunca más el mismo carbón. Engels vio en esto una dificultad que
seguramente sería superada cuando el desarrollo de la ciencia descubriera el modo de volver a utilizar la energía
degradada en forma de calor. El rechazo de la ley de entropía por parte de Engels tuvo una motivación ideológica;
pensó (erróneamente) que la muerte térmica del universo implicaba un límite temporal al mismo y que, si el

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universo tenía final, había de tener principio, algo que en su opinión, daría la razón al creacionismo.
Se ha sugerido que el prejuicio de Engels, contribuyó a bloquear un desarrollo del materialismo histórico más
sensible a consideraciones ecológicas. De cualquier forma, es claro que la celebración de la enorme capacidad
expansiva del capitalismo, así como el convencimiento de que ésta se vería reforzada tras la transición al
socialismo, han impregnado profundamente la evolución del materialismo histórico, minimizando la atención
dedicada a cualquier tipo de límites naturales.
Incluso después de 1972, algunos textos marxistas sobre el concepto de naturaleza seguían sin dedicar mucha
atención al asunto, alegando que el desarrollo de las fuerzas productivas no tenía nada que ver con el crecimiento
del producto nacional bruto.

El impacto causado por la difusión del primer informe al Club de Roma sobre los límites al crecimiento, por la
casi simultánea crisis del petróleo y por la aparición del movimiento ecologista marco un punto de inflexión, pues
despertó el interés por la relación entre marxismo y ecología.
En diversas obras publicadas en esos años se señaló la incompatibilidad entre los datos aportados por los informes
sobre el medio ambiente y la visión marxiana de un reino de la libertad surgido a partir de la abundancia materia,
revindicando un igualitarismo de la escasez, o reconociendo dicha incompatibilidad como un fracaso definitivo
del materialismo histórico.

En España, el intento de compatibilizar marxismo y ecologismo se expresó inicialmente en la revista


“Materiales”. Después en otra revista “Mientras Tanto”. También algunos libros del mismo editor dedicados a la
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relación entre trabajo y sostenibilidad. La revista editada en España que dedica atención más especializada al
estudio de cuestiones ambientales desde las ciencias sociales es “Ecología Política”; esta revista mantiene una
conexión con el intento de revisar el marxismo desde un punto de vista ecológico, aunque buena parte de sus
raíces están en el pensamiento anarquista y se muestra menos preocupada por la compatibilidad entre ciencias
ambientales y las tradiciones culturales del movimiento obrero y se interesa más en lo que su fundador llama el
“ecologismo de los pobres”

Finalmente en el grupo de sociología crítica de Madrid, Jesús Ibáñez propuso un enfoque sociológico definido
por tres características:

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1. ser ecológico, debido al hecho de que todo sistema abierto existe en un ecosistema, la unidad de
supervivencia no es el sistema sino el circuito entre sistema y ecosistema.
2. ser global, en el sentido de que un sistema no puede sobrevivir si no lo hacen todos los ecosistemas con
los que se relaciona.
3. ser complejo, pasando de los elementos al todo, integrando el azar, informando de singularidades e
incluyendo al observador en las observaciones.

La competencia, la explotación y la acumulación no tienen valor de supervivencia, a diferencia de la cooperación,

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el uso y el almacenamiento.

Otros intentos de revisar el materialismo histórico desde un punto de vista ecológico:


Dickens, ha extendido el concepto de alineación para dar cuenta de las dificultades existentes en la relación con
la naturaleza. Un alejamiento tanto espacial como temporal, entre las bases naturales de sustentación de la vida
social y los contextos locales y las interacciones a pequeña escala a través de las que los seres humanos construyen
su identidad tiene como consecuencia una creciente “cosificación” de la naturaleza. A partir de un recurrente
motivo marxiano (la idea de que el capitalismo sólo puede subsistir minando las fuentes de las que mana toda
riqueza: la tierra y el trabajador), se ha propuesto una explicación del desarrollo capitalista como una sucesión de
“rupturas metabólicas” que, según sus exponentes, no sólo demostraría que el marxismo clásico contenía ya una
completa teoría ecológica sino que también superaría el materialismo vulgar de los ecologistas.

O`Connor, ha elaborado en diferentes trabajos su hipótesis acerca de una segunda contradicción del capitalismo,
referida al freno que la acumulación del capital encuentra en los costes crecientes que se requieren para mantener
las condiciones naturales de la producción. La primera contradicción corresponde a las relaciones de producción
y es expresa en la tasa de explotación (en la relación entre salario y valor). Las condiciones de producción se
caracterizan por no ser producidas como mercancías (trabajo, familia, salud, educación, agua, aire, costas, etc.).
Condiciones naturales de la producción son la parte que corresponde a servicios de la naturaleza en esa esfera
externa al mercado. Al tener lugar fuera del mercado, los conflictos y los movimientos sociales originados en esa
esfera son directamente sociopolíticos, más que económicos.
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Schnaiberg, (1980) ha llamado “rueda de la producción” a un conjunto integrado de impulsos expansivos que
llevan a las sociedades industriales a incrementar su presión sobre los ecosistemas y para dar cuenta de los
insuficientes efectos de las políticas de medio ambiente, de los impactos redistributivos regresivos de las prácticas

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de reciclaje, de los frenos a la difusión de tecnologías “blandas” o intermedias o de la frustración de las iniciativas
locales. Toma la producción como punto de partida del análisis y dedica atención al conflicto entre clases
definidas por su posición en cuanto a la propiedad, y si bien sus referencias explícitas al materialismo histórico
son casi inexistentes, es fácil reconocer un marcado familiar con éste en muchos de los conceptos que emplea.
Sin embargo, a diferencia de muchos autores, no se refiere sólo a los límites que la provisión de servicios
medioambientales pone al desarrollo de la sociedad capitalista y, sobre todo, no considera que esos límites sean
más económicos que biofísicos.

Cuadro 2.3 La lógica de la “rueda de producción” según Schnaiberg.

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1. Incrementar la acumulación de la riqueza, usando con éxito los recursos ecológicos para expandir la
producción y los beneficios.
2. Incrementar el movimiento de los trabajadores desde el autoempleo hacia posiciones de empleado, con lo
que dependen de la expansión de la producción para mejorar puestos de trabajos y salarios.
3. Incrementar la asignación de riqueza acumulada a nuevas tecnologías para sustituir trabajo por capital
físico y generar más beneficios para los propietarios, de modo que éstos puedan sostener y aumentar su
propiedad frente a la competencia.
4. Incrementar las actividades de los gobiernos dirigidas a facilitar la acumulación ampliada de la riqueza,
de acuerdo con objetivos de “desarrollo nacional”, y de “seguridad social”.
5. El resultado neto de los anteriores procesos es una necesidad creciente de extracciones (de recursos) y
adiciones (de residuos) ecológicas a fin de sostener un nivel determinado de bienestar social.
6. El anverso ecológico del punto 5 es la probabilidad creciente de que una sociedad industrial cree
desorganización ecológica a fin de sostener un nivel determinada de bienestar social.
7. Como extensión del punto 6, las sociedades se tornan crecientemente vulnerables a la desorganización
socioeconómica, a medida que su base de recursos ecológica resulta ella misma desorganizada.

La emergencia del ecofeminismo.


Relación entre la desigualdad sexual y el deterioro del medio ambiente.
Las primeras versiones del ecofeminismo se formularon en Europa en los años setenta del siglo XX y señalaban
dos procesos fundamentales en el origen del patriarcado:
1. la apropiación masculina de la agricultura y de la reproducción, de la fertilidad y de la fecundidad
2. expropiando a las mujeres de su poder como cultivadoras y como madres.
Otro componente inicial del ecofeminismo fue la identificación de postulados de dominio y violencia sobre las
mujeres y sobre la naturaleza en los orígenes de la ciencia moderna.
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A finales de los ochenta se elaboraron algunos libros colectivos, tanto en Europa como en Estados Unidos, que
intentaron ofrecer una panorámica de las diferentes propuestas relacionadas con este enfoque. Varias de esas
fuentes fueron integradas en la tesis de que el desarrollo según el modelo europeo avanza a costa de las mujeres,
de los campesinos, de los pueblos indígenas y, en general de las formas secularmente sostenibles de intercambio
con la naturaleza.

Vandana Shiva, ha construido una síntesis que integra elementos del feminismo (crítica del patriarcado), de las
enseñanzas de Gandhi, de la visión holística y antirreduccionista de la ciencia y del ecologismo. La aplicó para

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explicar la elevada participación de las mujeres en los movimientos sociales que se oponen a la expansión de las
explotaciones madereras con fines comerciales en las laderas del Himalaya. Analizó la forma en que los mismos
procesos de desarrollo económico que generaban daños ecológicos (reducción de la diversidad biológica, erosión
en las zonas de cabecera de grandes ríos, etc.) implicaban, para las mujeres de la zona, condiciones de trabajo
más duras y en general marginación con respecto a las condiciones mercantiles y saláriales del nuevo sector
“moderno” que debía de traer bienestar para toda la población.

Debates sobre la teoría feminista, María Mies y Shiva, toman como punto de partida de que el patriarcado

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encuentra sus últimos ámbitos a ocupar en los lugares de la capacidad regenerativa: el cuerpo de las mujeres
(medicalización del nacimiento ha ido a la par con la mecanización del cuerpo femenino), y las semillas (su
capacidad de regeneración y multiplicación que les había hecho ser un recurso controlado ahora se trata de
eliminar pues es obstáculo a la expansión de mercados agroindustriales). Estos conflictos son las expresiones de
una largo proceso de “maldesarrollo” en los que las demandas de recursos para la economía de mercado,
dominada por fuerzas globales, ha socavado la economía de la naturaleza y la economía de subsistencia de las
mujeres.

Críticas a la teoría de Shiva:


1. El paralelismo entre el dominio sobre las mujeres y la explotación de la naturaleza refuerza la
identificación entre lo femenino y lo natural que es, precisamente una de las característica de la ideología
patriarcal.
2. La reivindicación de las manifestaciones de un “principio femenino” en algunas culturas tradicionales
empuja al feminismo en dirección de una mística contraria a la ciencia y al racionalismo.
Ambas objeciones son inexactas, en su planteamiento el compromiso con las mujeres, en el contexto de la
economía de subsistencia, con formas sostenibles de uso de la naturaleza no deriva de ninguna proximidad
esencial, sino de una determinada posición en la división social del trabajo y del intento de valorizarla y
potenciarla. Más compleja parecen las implicaciones de una tercera objeción:
3. Shiva elude denunciar las formas precapitalistas del patriarcado existentes en las comunidades objeto de
estudio.
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Shiva dedica mucha atención a examinar como el desarrollo de los mercados de fuerza de trabajo tipificados
como masculinos y en general el peso económico creciente de los sectores “modernos” suponen un
empeoramiento relativo de la situación social de las mujeres y las relaciones de poder entre los sexos. Sin
embargo, en pocas ocasiones dice que la posición de las mujeres empeore “todavía más”.

El principal dilema que el ecofeminismo plantea sobre la eventual superación de la desigualdad entre los sexos
en términos de género y poder y se deriva de la tesis según la cual el desarrollo de acuerdo con el modelo
occidental no es generalizable y, por lo tanto, no puede ser auténticamente universal (más aún, que es un masivo
dispositivo de exclusión que excluye sobre todo a las mujeres). Este punto de vista encaja mal con la idea de que

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las cotas de relativa igualdad conseguidas en las sociedades occidentales son uno de los logros más indiscutibles
de la modernidad. No es un logro que se haya producido espontáneamente sino es el resultado de largas luchas y
conflictos.
Mies y Shiva han presentado su punto de vista como una tercera vía en el debate feminista sobre la igualdad y la
diferencia, como una alternativa. Coinciden con otras propuestas de reconstrucción cultural a partir de “lo mejor
de los dos mundos” para las cuales, para resolver el problema de la desigualdad entre los sexos, no basta con la
noción clásica de igualdad, el reto que se plantea es la transformación del conjunto de normas sociales y la
transformación de ambos géneros, hasta su desaparición, pero, no basada en la eliminación de uno de ellos sino

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en la fusión de ambos para convertirse en posibilidades humanas.

El dilema planteado por el ecofeminismo sería:


1. La modernización según el modelo occidental no es generalizable, no es un futuro posible para toda la
humanidad, porque sólo puede existir minando los servicios de la naturaleza y las economías de
subsistencia.
2. Tampoco son generalizables las formas de superación de la desigualdad que sólo se hacen posibles en
dicho contexto, por tanto, sólo podrían ser auténticamente universales las formas de superación de la
desigualdad generadas en otro marco de referencia, en un contexto de postdesarrollo.

La problemática medioambiental y las instituciones contemporáneas: modernización y riesgo.


1972 (Conferencia de Estocolmo), punto de partida de la sociología ambiental, pero, 1992 (Cumbre de la Tierra
en Río de Janeiro) marca la consolidación de la sub-disciplina. Dicha reunión significó el reconocimiento solemne
de la importancia de la problemática del medio ambiente y el desarrollo por parte de gobiernos e instituciones de
todo el mundo, con el consiguiente efecto de difusión tanto sobre el conocimiento como sobre las prácticas
sociales. La década de los noventa fue una etapa de proliferación de las publicaciones y nuevas revistas. En esta
etapa han sido abundantes los intentos de codificar y sistematizar la materia a través de manuales y presentaciones
más o menos organizadas del “estado de la cuestión”, tanto en contextos nacionales como internacionales.

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La principal diferencia entre la sociología medioambiental de la fase inicial y la de la fase de consolidación
ha sido su relativamente mayor “densidad empírica”.
Durante los primeros años la sociología medioambiental se enfrentó a una doble dificultad:
1. Muchas de sus informaciones de referencia tenían un carácter prospectivo, es decir, apuntaban los
efectos sociales que podría tener en el futuro la eventual prolongación de las tendencias existentes en la
sociedad industrial.
2. Muchas de las instancias sociales fundamentales reaccionaban con incredulidad o incluso con hostilidad
a esas predicciones.
Para la sociología cuyo caldo de cultivo es la observación y el análisis de las formas presentes de la existencia

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social, superar la doble dificultad constituía una tarea ardua. Y en muchos sentidos, las dificultades aputnadas
para la maduración de la sociología medioambiental contiúnan existiendo.

Existen novedades para que se pueda hablar de un nuevo contexto en la sociología medioambiental:
1. Porque una parte al menos de lo que hace treinta años se anunciaba para el futuro ha llegado ya.
2. Porque conceptos como el desarrollo sostenible o el principio de precaución están incorporados a procesos
y prácticas sociales existentes en las que su impacto puede ser examinado en detalle.
3. Porque los gobiernos han definido políticas de medio ambiente y han creado las correspondientes

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administraciones, las empresas han incorporado algunos criterios de ecoeficiencia y líneas de productos
verdes, muchas ciudades redefinen su planificación en busca de más sostenibilidad, los impactos de la
cuestión ambiental en la conciencia colectiva son profundos y diversos, el medio ambiente ha aparecido
como un componente significativo del debate sobre la “gloabalización”.

La nuevas políticas de medio ambiente, han sido examinadas en cuanto a sus procesos de elaboración y a su
posición en el sistema de prioridades de los gobiernos, se han discutido sus impactos redistributivos y, sobre todo,
se ha debatido hasta qué punto su implantación ha contribuido o a mejorar el estado de los ecosistemas y a
potenciar prácticas sociales orientadas a esa finalidad.

Se han estudiado manifestaciones diversas a diferentes escalas geográficas, de conflicto social originado por la
escasez, de recursos naturales como consecuencia de su sobreexplotación, por las tensiones derivadas de la
incompatibilidad entre usos alternativos de los mismos o por la incidencia desigual sobre diferentes grupos
sociales de riesgos tecnológicos o fenómenos de contaminación. La adaptación de los sistemas laborales y de las
organizaciones a los requerimientos de reforma ecología de la economía, así como las relaciones entre
sustentabilidad y condiciones de trabajo, y entre medio ambiente y empleo han sido objeto de análisis minucioso.
Las investigaciones sobre valores, opiniones y actitudes en materia de medio ambiente han revelado diferentes
aspectos de su relación con el nivel de desarrollo de las distintas sociedades, han permitido registrar la presencia
relativa y la evolución de los puntos de vista productivistas y ambientalistas y como se conecta todo eso con los
comportamientos. Diversos estudios han detectado una tendencia creciente en el impacto ambiental del consumo
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doméstico, que no llega a ser compensada por la aparición de segmentos verdes en los mercados ni por ciertos
cambios relativos a estilos de vida menos derrochadores.
La cuestión ambiental ha ocupado también un lugar en las elaboraciones sociológicas a propósito del conjunto
de procesos que suelen agruparse bajo el rótulo “globalización”, así como en los debates al respecto.

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En la sociología medioambiental de la pasada década han tenido un papel relevante las aportaciones europeas;
rasgo muy visible en los desarrollos empíricos. Es visible también en las propuestas conceptuales, como las
teorizaciones sobre modernización ecológica o sobre la sociedad de riesgo.

La idea de un desarrollo sustentable (que satisfaga las necesidades de las generaciones presentes y futuras), se
convirtió después de Río en un motivo recurrente de la política europea. Eso suscitó el interés por investigar en
qué medida los procesos sociales y económicos en las sociedades industriales maduras contienen ya concreciones
de dicha idea. La sociología de la “modernización ecológica” se articula precisamente en torno a este punto. Su

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núcleo básico está constituido por un doble posicionamiento:
1. Sostiene que la fase anterior de la modernidad habría sido demasiado ingenua al creer que el suministro
natural estaba dejando de ser un asunto del que preocuparse.
2. Apunta que la solución al problema no pasaría por el rechazo o cuestionamiento de la modernidad, sino
por una inflexión de la misma que la profundice o la intensifique, que, haciéndola más autoconsciente, la
lleve a sus últimas consecuencias.
La sociología de la modernización ecológica supone que más modernización es lo que hace falta para que se
desarrolle, en el marco de las instituciones existentes, una “esfera medioambiental” autónoma respecto a la esfera
económica, capaz de moderar los excesos de ésta y de introducir así un equilibrio adicional en la dinámica
histórica de racionalización. Expresiones de esta nueva esfera son las políticas de medio ambiente introducidas
por los gobiernos, la búsqueda de eficiencia energético-material por parte de las empresas y la difusión de valores
postmaterialistas y de hábitos de “consumo verde” entre las poblaciones. Los movimientos sociales ecologistas
quedan frecuentemente reducidos a un papel secundario.

Se ha señalado que la idea de una modernización ecológica tiene dos lecturas:


1. Como programa político, la modernización ecológica promete que el mismo modelo de desarrollo social
que ha creado la crisis ecológica se encargará, mediante correcciones adecuadas de sus instituciones de
solucionarla.
2. Teorización sobre el cambio social, sostiene que esas correcciones ya se han introducido o, al menos,
que ha comenzado a introducirse. Las instituciones de la modernidad (tecnología, mercado capitalista,
industrialismo) están:
a. Desempeñando un papel cada vez más significativo en la reforma medioambiental.
b. Transformándose a fin de cumplir mejor con ese papel progresivo “verde”.

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En muchos textos se admite que hasta hoy, no se han producido las mejoras ambientales esperadas en la “fase
postindustrial”: desmaterialización de la economía como consecuencia de la expansión de servicios, pautas de
consumo menos derrochadoras, etc. Sin embargo, suelen estar presentes, de modo más o menos explícito la idea
que esas mejoras sólo se han aplazado.

Las relaciones entre el proceso de modernización y el uso de energía y materiales en las dos últimas décadas han
sido el principal ámbito de contrastación empírica de la hipótesis de la modernización ecológica. Ha habido
también elaboraciones teóricas que han insistido en que el conflicto entre desarrollo y medio ambiente que se
hizo patente hacia 1970 está lejos de poder ser considerado algo en vías de disolverse. En cualquier caso el estudio

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del alcance real de incorporar criterios de calidad ambiental a las prácticas políticas y económicas ha sido una de
las novedades significativas en la sociología más reciente.

Otra aportación ha sido la idea formulada por Ulrich Beck de una “sociedad del riesgo”. La hipótesis central es
que el desarrollo de la sociedad moderna la ha llevado a desembocar en una fase en que los riesgos sociales,
políticos, económicos e individuales tienen cada vez más a ponerse fuera del alcance de las instituciones
establecidas para su supervisión y control. En esta fase, la disputa en torno a la distribución de la riqueza va
perdiendo importancia a medida que se generalizan unos niveles elevados de bienestar material y, en cambio, el

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enfrentamiento derivado de las diferentes respuestas sociales ante el riesgo tecnológico se torna más y más
significativo como principio de estructuración. La reducción de las tensiones sociales al mínimo, conseguida
gracias al crecimiento económico, se ve socavada por la intensificación de las tensiones derivadas de la dimensión
creciente de los peligros. El principio organizador de la sociedad industrial fue la distribución de los bienes, el de
las sociedad del riesgo es la distribución, prevención, control y legitimación de los “males”, esto es, de los peligros
que acompañada a las megatecnologías nuclear y química, el deterioro del medio ambiente. La sociedad de riesgo
implica una intensificación de la modernización. Mientras que la primera fase transformó la sociedad tradicional,
la fase actual implica transformar la sociedad industrial. La dimensión alcanzada por los peligros tecnológicos y
por el deterioro de los sistemas naturales desborda los límites del estado-nación:
1. Las culturas y tradiciones de clase han ido erosionándose después de la II Guerra Mundial.
2. La rígida codificación de los papeles de género en la familia nuclear se descompone en muchas
direcciones.
3. La flexibilización hace borrosas las fronteras entre trabajo y no trabajo
4. El escepticismo metódico de la ciencia ya no se aplica sólo a sus objetos de investigación, sino a sus
propios fundamentos.
5. La democracia parlamentaria se ve distorsionada por diversas manifestaciones de la “subpolítica”.
La expresión elegida para referirse a esta nueva fase, “modernización reflexiva” es un tanto equívoca, pues como
Beck ha aclarado, el adjetivo no alude a la reflexión, sino a la autoconformación, al choque consigo misma de la
sociedad industrial.

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La teorización de Beck difiere de la modernización ecológica en que la sociología de la modernización ecológica
insiste en que las reformas de las instituciones tienden a asegurar la continuidad del proceso de racionalización;
la visión de la sociedad del riesgo mantiene que ese proceso se trunca debido a que la capacidad de las opciones
técnicas crece al mismo tiempo que lo hace la incalculabilidad de sus consecuencias.
Beck es más escéptico de lo habitual, en cuanto a la capacidad de las instituciones de la sociedad industrial para
responder a las nuevas situaciones de riesgo, así describe muchas de las regulaciones que establecen umbrales de
tolerancia para la radiactividad o para muchos contaminantes químicos, como dispositivos de legitimación en un
contexto de irresponsabilidad organizada. También acentúa la incertidumbre en cuanto a las posibles respuestas
sociales e institucionales. Su punto de vista se distingue también por la importancia atribuida a la dimensión

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política que alcanzan muchas cuestiones de la vida cotidiana.

La cuestión del construccionismo social y otras propuestas.


Propuestas que han tenido una incidencia significativa en los debates ideológicos y filosóficos pero cuya
presencia en la sociología medioambiental ha sido menos visible.
La contraposición entre ecología profunda y ecología social:
1. Ecología profunda, propugna un cambio en la conciencia que, en lugar de pensar en la naturaleza como
un recurso para ser usado en la satisfacción de las necesidades humanas, lleve a ver en ella un valor

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intrínseco e independiente de su utilidad.
2. Ecología social, se pregunta por los cambios en la organización social que permitirían evitar los efectos
negativos para los seres humanos del agotamiento de recursos, la contaminación y la alteración de los
ecosistemas.
Ha quedado al margen, un debate que ha sido notorio en la sociología medioambiental: el planteado entre
realismo y construccionismo:
1. El punto de vista realista propone examinar la influencia mutua entre los procesos sociales y las
alteraciones en el medio ambiente como un fenómeno objetivo, básicamente independiente de cómo sea
socialmente percibido.
2. El punto de vista construccionista se concentra en los procesos de interacción social que producen una
determinada definición o percepción social de los problemas y, en algunas versiones extremas, sostiene
que no hay nada que investigar más allá de esa percepción socialmente construida.
La definición social de los problemas queda subsumida en un marco general que es matizadamente realista:
aunque la forma en que es percibida la relación entre sociedad y naturaleza tiene efectos que han de ser
incluidos en el análisis, éste no se agota ahí, pues incluye también datos sobre el estado de los sistemas
naturales y sobre dimensiones estructurales de los procesos sociales. Lo percibido como real, es real en sus
consecuencias. Por lo tanto el estudio de cómo se construye una determinada definición de los problemas es
parte de la comprensión de éstos. Sin olvidar que: si algo es ignorado o es eventualmente definido como irreal,
no por eso deja de tener consecuencias.

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Capitulo 3
SOCIOLOGIA, LIMITES Y SOSTENIBILIDAD

Esquema general de una sociología ecológica.


Los postulados más generales o proposiciones básicas de la sociología ecológica pueden formularse:
1. Enfoque ecológico. El objeto de estudio no es la sociedad sino el sistema formado por la sociedad y su
medio ambiente.
2. Enfoque sociológico. Las relaciones entre sociedad y medio ambiente dependen siempre de formas
históricas concretas de la tecnología, la desigualdad social y el sistema de necesidades.
3. Contexto histórico (sociología ecológica). La expansión de la civilización industrial está siendo

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condicionada ya por los límites de la naturaleza para suministrar recursos y absorber residuos.
La necesidad de tener en cuenta la interacción entre las sociedades y su entorno natural no es una novedad.
La organización social expresa la adaptación de una comunidad a su medio ambiente. Un conocido manual toma
como punto de partida la afirmación de que las características de una determinada sociedad dependen de su propia
historia pasada, así como de sus interacciones con la naturaleza humana, por una parte, y con los ambientes
biofísicos y sociales por otra, “las sociedades humanas son una parte del ecosistema global y no pueden ser
adecuadamente comprendidas a menos que ese hecho sea plenamente tenido en cuenta”. La cuestión es por qué
ideas como éstas, han tenido una escasa presencia en los desarrollos concretos de la sociología, en la que el

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análisis de las características sociales y culturales ha aparecido en la mayoría de los casos como autosuficientes,
capaz de agotarse en sí mismo. Las características socioculturales más relevantes, presentes en todas las
sociedades humanas, son la población, la “cultura simbólica”, los artefactos, la organización social y las
instituciones. La gran variabilidad de esas características es el principal interés de las ciencias sociales.

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Los diferentes tipos de sociedades que han existido en la historia humana son definidas a partir de dos criterios
básicos: las diferencias en sus tecnologías y las diferencias en sus ambientes.
1. Las diferencias en sus tecnologías, es el principal de los dos criterios, el que explica las transiciones y

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etapas fundamentales en el desarrollo.
2. Las diferencias en sus ambientes dan lugar a diferenciaciones secundarias, a subclases de sociedades
dentro de etapas definidas por un nivel semejante de desarrollo tecnológico. Explican la dedicación
prioritaria a la pesca o a la ganadería en lugar de horticultura. Su influencia en la configuración de subtipos
desaparece con la llegada de la era industrial. De forma similar, su influencia en la configuración de rasgos
de la organización social, como la estratificación, es secundaria o menor.

También hay otros factores que pueden tener una influencia menor, como las ideologías, las características de los
líderes políticos. Las influencias externas al ámbito sociocultural pierden significado para el análisis en la medida

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en que son consideradas una constante. Se convierten en una especie de telón de fondo, inmutable, sobre el cual
se desarrollan los acontecimientos que valen la pena tener en cuenta.

En este manual las variables fundamentales son las tecnológicas “la teoría ecológico-evolutiva pone énfasis en la
tremenda importancia de la tecnología y la innovación tecnológica en la vida de las sociedades humanas” (Lenski
y Nolan)
Una revisión del enfoque que dedicara más atención a la condición variable de los factores externos al ámbito
sociocultural, tendría como resultado una concepción de la sociología más adecuada al tipo de problemas que son
centrales para las ciencias ambientales. Esa revisión, seguramente, no debería afectar solo a la consideración del
medio ambiente biofísico, sino también a la visión de la naturaleza humana. Es decir, no basta ver la condición
humana como algo que debe abordarse a partir de la elaboración de “un constructo donde las realidades biológicas
y sociológicas, ambas humanas, reflejen una realidad a una tanto biológica como sociológica.
Hay que añadir que la interacción entre la herencia genética y los diferentes ambientes, a través de las distintas
mediaciones culturales, produce múltiples naturalezas humanas, lo que convierte en insuficiente el tratamiento
de la influencia ejercida por esas naturalezas sobre las relaciones sociales como una constante.

De forma similar, aceptar que las interacciones entre la organización social y el medio ambiente natural son de
doble dirección implica aceptar que este último (medio ambiente natural) resulta continuamente alterado por la
intervención humana, por lo que su influencia sobre las formas en que dicha intervención se produce no puede
tampoco ser tratada como una constante. Este es el punto de vista de la nueva historia ecológica y en lo que
respecta a la fase presente de la sociedad industrial el punto de vista de la sociología ecológica.

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Cuando lenski inicia su análisis de la sociedad industrial, registra con datos precisos el salto gigantesco que el
recurso a los combustibles fósiles significó en cuanto a la movilización de energía exosomática 3, minerales y
otras materias primas. Ese salto fue un resultado del cambio tecnológico y, aparentemente, inició un proceso de
una sola dirección: “El consumo de estos elementos está creciendo y no se divisa el final de ese crecimiento”,
esta panorámica sin final visible es el asunto que ocupa en la actualidad a la sociología ecológica.

Human Societies (varios autores), recuerda que la tasa de crecimiento en la demanda de recursos naturales que
se ha registrado en las últimas décadas de la era industrial carece de precedentes y presentan un sintético resumen
de previsiones al respecto. Descartan la escasez de energía como una amenaza grave (salve en sociedades poco

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desarrolladas que dependen de la madera como combustible); predicen tensiones en cuanto a la provisión de
alimentos y agua; describen con inquietud la pérdida de diversidad ecológica, la contaminación química y la
intensificación artificial del efecto invernadero. Aventuran las líneas de innovación tecnológica que deberán dar
respuesta a esos desafíos: gas natural, radiación social, el hidrógeno, fusión nuclear como alternativas energéticas;
además la ecoeficiencia industrial, mejora en tratatimiento de residuos, control demográfico, informática, etc. El
tono general de sus comentarios responde al optimismo tecnológico que es característico de su punto de vista.
Gracias a los sistemas simbólicos y a la cultura, no sólo podemos comprender el proceso evolutivo, también
podemos trazar para nosotros mismos un curso evolutivo dentro de los límites impuestos, por una parte, por

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nuestra herencia genética y por otra, por las restricciones del medio ambiente biofísico, que podría proporcionar
a la mayoría de las personas un grado de libertad, justicia y felicidad.
En definitiva, los asuntos que son objeto de estudio de la sociología medioambiental son un punto de llegada para
cualquier enfoque consciente de que las sociedades humanas son sistemas biológicos abiertos.

Lo dicho hasta ahora se refiere a unidades territoriales extensas, fenómenos duraderos y grandes agregados de
población, sin aludir a sus efectos y sus dependencias respecto de la acción humana. Es un enfoque macro y
estructural, se trata de una visión parcial. Se trata de una visión parcial. A menudo se requiere atención al detalle
y, sobre todo, se requiere no olvidar la vida social de la acción intencional, es decir, la acción guiada por propósito
en un determinado contexto de creencias. Las distinciones macro/micro y estructura/agencia son importantes.

La distinción entre macrosociología y microsociología.


1. Macrosociologia. Se ocupa de las sociedades.
2. Microsociología. De las partes y rasgos que las componen.
Otras veces se ha visto como una cuestión de escala espacio-temporal y del número de personas o situaciones
implicadas, es decir, del ángulo de la lente a través de la cual se observa el mundo.

3 energía exosomática o energía externa es generada fuera del cuerpo humano, y la que usamos para nuestra
vida diaria; la leña que quemamos por ejemplo.

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En otras ocasiones, se ha remarcado la correspondencia entre las dualidades micro/macro y agencia/estructura:
El mundo humano suele explicarse unas veces desde la perspectiva de los seres que, consciente e
intencionalmente lo componen (microsociologia). En este caso los protagonistas son las personas dotadas de
pasiones, intereses, preferencias e inclinaciones varias que procuran satisfacer. Otras veces se explica desde las
fuerzas anónimas que lo constituyen (macrosociología), como pueden ser las corrientes políticas, religiosas y
tecnológicas.
Prestar atención a la acción y a la conciencia que se encuentran en ellas, es pensar en la antropogénesis de nuestro
mundo. Lo mismo con las estructuras y procesos colectivos que lo condicionan y conforman es pensar en su
sociogénesis.

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Cada una de las distinciones macro/micro se asocia con problemas particulares de la sociología ecológica. Aunque
se trata de enfoques parciales, que no agotan todas las dimensiones relevantes, son a menudo muy significativos.
Estos estudios pueden llevarse a cabo con sentido independientemente del hecho de que la unidad de análisis sea
una sociedad propiamente dicha o una parte componente de ella. Así, el cálculo de huella ecológica responde a
los mismos criterios tanto si se trata de una nación, una región o una ciudad o incluso un individuo. Los estudios
sobre “desmaterialización” pueden llevarse a cabo mediante técnicas analíticas muy similares para la economía
mundial y para el ciclo de vida de un producto, etc.

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Las cuestiones de escala espacial y temporal están asociadas con algunos de los problemas más difíciles de la
sociología ecológica y en general de las ciencias ambientales. Con respecto a la delimitación espacial de las
unidades de análisis conviene recordar que, la contaminación no conoce fronteras. El espacio ambiental y el
espacio político no suelen coincidir. El dióxido de carbono liberado en el siglo XX provocará una subida del nivel
del mar avanzado el siglo XXI.
La falta de concordancia temporal entre los procesos ambientales y los procesos sociales es un obstáculo muy
serio cuando se trata de registrar los efectos sociales presentes de eventos ambientales previstos para el futuro y,
sobre todo, cuando se intenta predecir los efectos sociales que dichos acontecimientos tendrán cuando se
produzcan. La cuestión se solapa (no totalmente) con el recurso frecuente del razonamiento que se deriva del
desajuste entre los criterios de sustentabilidad y los fenómenos sociales observables
De acuerdo con los criterios propuestos por Daly, desarrollo sustentable es el que incrementa el servicio obtenido
por cada unidad de energía-materia consumida, usa los recursos renovables dentro de la tasa natural de reposición
y vacía los stocks no renovables al mismo ritmo que desarrolla para ellos sustitutos renovables. Pueden ser
utilizados de:
1. forma normativa, como objetivos a los que se debe tender
2. como apoyos para una explicación comprensiva, evaluando la distancia respecto a ellos de las prácticas
sociales observables.

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Los criterios de desarrollo sustentable de Daly pertenecen a la familia de los tipos ideales de Weber,
concretamente al tipo ideal mediante el cual comprender la acción real, influida por irracionalidades de toda
especie (afectos, errores), como una desviación del desarrollo esperado de la acción racional.

Podría decirse que el objetivo de la sociología ecológica es examinar la compatibilidad y el conflicto entre dos
racionalidades ideales, la del largo y la del corto plazo, la de la sostenibilidad y la de la expansión económica.
Algunos de los enredos surgen cuando se conectan los problemas ecológicos con la perspectiva de la acción
social. En la medida en que ésta depende no de cómo sea el mundo, sino de cómo los seres humanos que actúan
creen que es, la conexión entre acción social y naturaleza puede parecer en última instancia irrelevante, es decir,

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puede parecer que ya no importa si los límites naturales son o no un freno a la expansión de la sociedad industrial,
que sólo importa lo que la gente crea al respecto. Aun a riesgo de simplificar en exceso un problema difícil
mantendremos que la sociología medioambiental requiere alguna clase de modelo realista de integración de la
estructura y la acción, pues sólo en un contexto así la conexión entre las acciones sociales y el estado de los
ecosistemas continúa siendo relevante incluso si los agentes la ignoran por completo, incluso si se engañan al
interpretarla. El estudio de la construcción social puede ayudar a entender por qué ambos extremos de la relación
pueden llegar a ser del todo incongruentes. Los habitantes de la isla de Pascua con grandes problemas de
desforestación, siguieron construyendo estatuas (utilizando troncos como rodillos para desplazar piedras), y desde

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luego, no percibir esa conexión no les evitó el colapso que les llevó a de diez mil habitantes a unos cientos. (se
construya como se construya el significado tendrá consecuencias ecológicas).

La sociología medioambiental puede ser abordada desde una perspectiva macro o micro. Las dimensiones
estructurales resultan relevantes para la misma, así como la acción social.
Ejemplo: Una comunidad humana dedicada a la pesca, depende de las características biológicas del mar, de los
peces. Estos serán un referente de sus tecnologías, de la articulación y las tensiones de sus relaciones de propiedad
y poder, mitos y leyendas. Es posible que durante largas etapas históricas el incremento de las capturas dependa
sólo de la capacidad para movilizar barcos, redes, etc; así los factores limitantes serían el capital y la fuerza de
trabajo (no los peces). Así las preocupaciones se centrarán en los cambios tecnológicos para construir barcos,
transportes, redes, etc. También en conflictos derivados de los intereses contrapuestas por ejemplo de cómo
realizar las capturas, si redes más grandes o pequeñas. O en las ideologías que legitimen los cambios en la
organización. Todo cambia cuando los peces pasan a ser el factor limitante. Ahora casi nada puede entenderse
al margen de cosas como las paradas biológicas, la búsqueda de nuevos calderos, etc. La peculiar indiferencia
que ha mostrado la sociología hacia las relaciones entre la sociedad y su medio ambiente, se ha debido más a un
efecto de este tipo que a limitaciones teóricas. La noticia de que están manifestándose otros límites no
dependientes de la tecnología ni de la organización, es lo que cambia las coordenadas. Éste es el punto de partida
de la sociología ecológica.

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Explorando los límites: ¿catástrofe o cornucopia?
Conceptos:
1. Recursos naturales: Bienes, servicios o funciones útiles del medio ambiente biofísico que satisfacen

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necesidades humanas.
2. Recursos: Tanto las fuentes de energía libre y materiales ordenados como los sumideros (o vertederos) de
energía disipada y materiales degradados; como también a los servicios procedentes de fuentes.
3. Residuos: Los desechos que son devueltos al ambiente. Son limitados porque depende del hecho que la
tierra es un sistema cerrado y a la vez que es un sistema en el que hay vida.
4. Recursos no renovables: Están limitados por la cantidad total disponible.
5. Recursos renovables: No están limitados en cantidad si son usados sosteniblemente, pero si lo están en la
tasa de uso. La energía solar, no está limitado por la cantidad total ni tampoco por la tasa de uso, pero lo
está en la concentración de su llegada a la superficie terrestre y por el hecho de que esta estructura de

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captación es finita.
Los recursos son cualitativamente heterogéneos, unos son más necesarios que otros o más fácilmente sustituibles
o más abundantes. La escasez es relativa a las necesidades. La cuestión es si el hecho de que los recursos sean
limitados impone o no alguna restricción a la expansión de la escala física de las sociedades humanas y a su
prolongación en el tiempo, tomando como referencia la escala actual y teniendo en cuenta la diversidad de los
recursos.

Los términos catástrofe y cornucopia son dos puntos de vista opuestos acerca del alcance y las consecuencias
concretas de la presión actualmente ejercida por las actividades humanas sobre los ecosistemas:
1. Catástrofe. Mantiene que hay límites naturales que no pueden ser sobrepasados sin provocar un colapso
y que la escala física actual de la actividad humana excede ya esos límites o está próxima a hacerlo, de
forma tal que se está comprometiendo la capacidad de sustentación futura de la Tierra. La presión humana
sobre la naturaleza es ya peligrosa.
2. Cornucopia. Tiende a negar que la existencia de límites naturales sea algo de interés práctico y a mantener
que las capacidades humanas de innovación tecnológica y de adaptación social pueden superar cualquier
escasez particular, de forma tal que los límites a la expansión humana serían socioeconómicos, no
naturales. Presentan la expansión demográfica y económica como prueba histórica del éxito en el dominio
humano sobre la naturaleza.

El debate tiene precedentes históricos:


1. Las predicciones de Malthus, sobre crecimiento demográfico y producción de alimentos. En la forma que
Malthus lo planteó, sus previsiones no se han cumplido, pues el aumento de la población ha ido paralelo
a incrementos muy grandes en la productividad agrícola (fertilizantes sintéticos, irrigación, mecanización,
etc.). Sin embargo las dimensiones de la población humana y las tendencias de expansión ha renovado las
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preocupaciones y sumado consideraciones relativas a la erosión, la expansión de los desiertos, y otras
formas de decadencia de los suelos.
2. Jevons (1866). Precedente que se centró en la provisión de recursos energéticos y materiales no
renovables, por la eventual duración del suministro de carbón. Que recientemente se ha extendido se ha
ampliado a la contaminación del aire, el agua y los suelos, extinción de especies animales, cambio
climático, etc. A medida que el perfeccionamiento tecnológico aumenta la eficiencia con la que se usa un
recurso, lo más probable es que aumente el consumo de dicho recurso, antes que disminuya.
Concretamente, la paradoja de Jevons implica que la introducción de tecnologías con mayor eficiencia
energética pueden, a la postre, aumentar el consumo total de energía.

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3. En 1972, el primer informe al Club de Roma sobre límites al crecimiento, presentó los resultados de una
modelización realizada por ordenador, según la cual el crecimiento exponencial de la población y de la
producción industrial sobrepasaría en menos de un siglo la capacidad del planeta para proporcionar
alimentos y recursos no renovables y para absorber residuos. El impacto de este informe, en el contexto
social y político creado por la casi simultánea crisis del petróleo, fue muy grande.
4. La postura que invita a no preocuparse en exceso del asunto ha tenido también diversos protavoces, Simon
y Kahn (1984), Beckerman (1996) y Lomborg (2001), caracterizada por una periódica reformulación de
datos y argumentos descansando en el exencionalismo de las ciencias sociales y en especial la corriente

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principal de la economía.
5. La sociología de la segunda mitad del S. XX, no ha sido pródiga en argumentaciones detalladas acerca de
las tensiones de recursos y contaminación, pero, sí lo ha sido en cuanto a la presencia del exencionalismo
como una especie de postulado básico de la fe modernista.
a) Nisbet, señaló las cuestiones ecológicas como una de las fuentes de la crisis de la idea de progreso.
Otra cuestión al respecto del crecimiento económico, es la del miedo a la escasez, al agotamiento de
los recursos de los continentes, los mares y la atmósfera de los que depende el crecimiento económico.
Uno de los presupuestos básicos de la idea moderna de progreso es la fe en el carácter invariable de
la naturaleza, confiados en esta invariabilidad, los Modernos decían que el presente tenía que ser
superior al pasado puesto que contaba con todos los conocimientos acumulados a lo largo de los siglos.
Expresó su desasosiego ante la posibilidad de que, incluso si las ideas pesimistas sobre el estado del
medio ambiente resultaban finalmente falsas, su difusión social fuese lo suficientemente grande para
impulsar una era de guerras por los recursos y otras crisis y conflictos políticos.
b) Bell, mantuvo que el informe de los Meadows4 se equivocaba al considerar la Tierra como un sistema
cerrado, expresando al mismo tiempo una firme confianza en las señales enviadas por los precios y en

4
Informe Meadows. Si el actual incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción
de alimentos y la explotación de los recursos naturales se mantiene sin variación, alcanzará los límites absolutos de
crecimiento en la tierra durante los próximos cien años.

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la innovación tecnológica. Bell sostuvo que el problema de la superación de la escasez se mantenía
sólo en términos del “juego entre personas” postindustrial en relación con la información, la
organización y la regulación. Y sugirió que, en la medida en que se podía hablar de límites éstos serían
sociales y morales, en particular los derivados del desajuste entre el subsistema económico y el
cultural.

Resulta necesario para la sociología contemporánea interiorizar las variables medioambientales, no seguir
considerándolas un dato externo y constante.

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El debate de los límites, dos posiciones contrapuestas:
1. Se ha avanzado en la comprensión de las interconexiones ecológicas: considerar aisladamente cada
problema puede llevar en muchos casos a minimizar erróneamente sus efectos y a ignorar los inquietantes
fenómenos de amplificación que se derivan a menudo de las interacciones entre cuestiones aparentemente
no relacionadas.
2. Se ha profundizado en la conciencia de que el alcance de los problemas ecológicos actuales es
radicalmente nuevo en cuanto a su ritmo temporal y a su extención geográfica, de modo que la
comparación con episodios pasados de presión humana sobre los recursos puede resultar engañosa.

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Diversas sociedades históricas entraron en decadencia al sobrepasar la capacidad de sustentación de las regiones
en que surgieron, pero eso no alteró las condiciones de la existencia social en otras partes del mundo. Si hablamos
a nivel mundial, las implicaciones de una sobrecarga son de otro orden. Es decir, la crisis ecológica no es nueva
por ser ecológica sino por ser una crisis global y de aceleración.

Lo más frecuente hoy es reconocer que la presión humana sobre el medio ambiente representa un problema real,
no una falsa alarma. Y el debate está en si las medidas económicas y políticas adoptadas para responder al
problema actúan en la dirección adecuada. Reconocer la existencia de límites ambientales se ha convertido en un
rasgo común de lo que podríamos llamar el paradigma post-Brundtland5.

Las diferentes posiciones podrían resumirse:


1. Confianza productivista, tiende a sostener que la transición demográfica estabilizará la población mundial
antes de que su dimensión se haga insostenible, que las demandas que ejercen una presión más directa
sobre el agua, los suelos y los hábitats crecerán más despacio o se estabilizarán a medida que se saturen
las necesidades de alimentos, papel, madera, etc., que el desacoplamiento entre el crecimiento económico
y el consumo de recursos se intensificará como consecuencia del desplazamiento de las actividades
económicas hacia los servicios y la información, y que en definitiva la situación actual puede entenderse

5 El Informe Brundtland, Tiene como eje central, la incorporación de todo tipo de recursos, biofísicos, humanos,
financieros y de infraestructura, en los cálculos de las cuentas nacionales
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como la fase inicial de la transición a una expansión económica sostenible, que debe culminar antes de
que la capacidad de sustentación de la Tierra se vea sobrepasada.
2. Prevención ecologista, tiende a pensar que los niveles presentes de población, consumo de recursos y
emisión de residuos están ya por encima de la capacidad de sustentación del planeta, que la expansión de
la economía sigue asociada a la de su escala física y que, si las tendencias existentes no se invierten de
una manera sustancial, los efectos del sobrepasamiento se agravarán.

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El punto de encuentro entre ambas posiciones se ha configurado en los últimos años en torno a la idea de un
desarrollo sostenible.
El autor mantiene que cualquier descripción de la situación presente de la sociedad depende de la posición que
se adopte en este debate. Y que es preferible hacer explícita la posición adoptada, tratando de elaborarla mediante
el examen de la información relevante, así, puede ser sometida al escrutinio crítico característico de los
procedimientos científicos, puede ser discutido o sustituidos (si fuera el caso), las hipótesis contrastadas, etc.

Los argumentos del neomalthusianismo


Un elemento fundamental acerca de los límites de la naturaleza es la idea de que la finitud de la Tierra ha de
condicionar de alguna manera su capacidad de sustentación, su capacidad para suministrar recursos. Tratar de
medirla es algo muy distinto.
El concepto de capacidad de carga, se refiere en ecología a la máxima población de una determinada especie que
puede ser mantenida indefinidamente por un ecosistema.
Odum (1953), lo conectó con el modelo general de crecimiento de la población conocido como ecuación
logística. Este modelo supone que debe haber un límite absoluto más allá del cual la expansión de una población
se hace imposible y que la tasa de crecimiento, alta en circunstancias propicias, ha de disminuir en la proximidad
de ese límite. La capacidad de carga es una constante a la que la curva logística del crecimiento de la población
tiende a aproximarse.
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Price (1999), el modelo supone, por una parte, que la curva describe el crecimiento de cualquier especie de
organismos, por otra parte, supone que el medio ambiente impone un límite constante al crecimiento. La
observación de poblaciones ha revelado que éstas fluctúan según patrones diversos, y a veces, sin ninguna

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regularidad aparente. La idea de que la capacidad de carga es un límite constante que regula el crecimiento de
una población, haciendo que ésta se estabilice antes de alcanzarlo, resulta muy difícil de mantener. Price concluye
que lo más problemático de la evolución demográfica humana es que tratándose de una especie niveladora, su
capacidad para usar energía sin tener que canalizarla a través del cuerpo ha hecho posible un crecimiento
explosivo, sin la capacidad natural de recuperación que es propia de las especies para las que el ciclo crecimiento-
colapso es la dinámica normal.

Lo habitual es recordar que el impacto ambiental de las actividades humanas es el resultado de tres factores:
1. El número de individuos,

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2. la cantidad de recursos consumidos en promedio por cada uno de ellos y,
3. el tipo de tecnologías utilizadas.
Como consecuencia de las diferentes tecnologías y de los diferentes niveles de riqueza, la variabilidad
interindividual en el consumo humano de energía es tan grande que no tiene parangón en ninguna otra especie.

El grado tan alto de variabilidad cuando los tres factores de impacto son introducidos en el análisis, produce a
menudo un debate sobre la influencia relativa de cada uno de ellos que nunca llega a conclusiones satisfactorias.
No se llega a acuerdo de la capacidad de carga de la Tierra para seres humanos.
Los problemas medioambientales están relacionados con el crecimiento de la población humana en una forma
indirecta y a través de varios factores intermedios de naturaleza social, tecnológica, económica y política

Llegamos a un planteamiento que podría formularse así: si los límites naturales a la expansión del consumo de
recursos tienen un alto margen de indeterminación, si no existe un dispositivo natural de regulación que contenga
la expansión a medida que ésta va aproximándose a los límites y si, además, en caso de sobrepasamiento, la
capacidad de adaptación cultural ha de verse restringida por la inadecuación de la estrategia reproductiva de la
especie a una situación así, entonces la eventualidad de un curso histórico en la vecindad de los límites ha de
verse como una situación extrema de riesgo. El tipo de riesgo implicado deriva de la pérdida de flexibilidad en la
relación sistema-medioambiente, flexibilidad que es necesaria para que sea viable a largo plazo un proceso
inherentemente impredecible, como es el cambio social. La coincidencia de mucho riesgo y mucha incertidumbre
es, entonces, el principal rasgo definitorio del problema.

Además de los ejercicios heurísticos sobre población máxima o población óptima, los intentos de explorar detalles
más precisos se han centrado en la relación entre la evolución de la presión sobre los recursos y la disponibilidad

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de algunos recursos naturales básicos y muy escasamente sustituibles (tierra cultivable, agua dulce, etc). Ahora
veremos algunos datos de referencia.
La población mundial ha atravesado en el S. XX por una extraordinaria fase de expansión. La mayor parte de ese
crecimiento se ha concentrado en la segunda mitad del siglo y su ritmo ha sido más rápido en las zonas menos
desarrolladas del planeta. Las proyecciones realizadas por Naciones Unidas, el Banco Mundial, etc., coinciden
en que continuará creciendo, aunque a una tasa más baja, hasta por lo menos el año 2050.

Los cálculos de estas proyecciones se hacen en función de ajustes en la metodología y de las tendencias más
recientes de la fecundidad en algunos países, por lo que acotan el rango de indeterminación, definiendo escenarios

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diferentes que vienen definidos por supuestos relativos a la fecundidad. La variante media asume que los niveles
de reemplazo (2,1 hijos por mujer) se generalizan a escala mundial en las próximas décadas. Las variantes altas
y bajas asumen 0,5 puntos por encima y por debajo de este valor. Se supone que la fecundidad en los países en
vías de desarrollo está en transición hacia valores más bajos que los actuales debido al incremento de las
inversiones parentales requeridas, a la aceptación creciente tanto de la idea como de los medios de control de
natalidad y a la mejora en las probabilidades de supervivencia infantil.
Se supone, igualmente, que la fecundidad posterior a la transición se mantendrá en niveles próximos o incluso
inferiores a los de reemplazo, como viene ocurriendo en muchas sociedades industrializadas. Se supone por

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último, que la mortalidad continuará declinando en la mayoría de los países, alargándose la esperanza de vida.

Ha sido excepcional el crecimiento demográfico registrado en la segunda mitad del S. XX, unido a la tendencia
expansiva que aún se manifiesta lo que ha revitalizado en las últimas décadas las preocupaciones que se han
descrito como malthusianas (la relación entre población y producción de alimentos) se ha visto minimizado por
un incremento de la producción agrícola, ganadera y pesquera.

La producción de alimentos ha aumentado mucho debido al uso de nuevas técnicas, sin embargo, ulteriores
aumentos derivados de la difusión de estas técnicas y de otras innovaciones más recientes deberían conseguirse
a partir de cantidades menores de suelo y de agua por persona. Habrían de tener lugar moderando o invirtiendo
los efectos de erosión y salinización de los suelos, agotamiento y pérdida de calidad de los acuíferos y alteración
de los ciclos nutrientes que han sido hasta hoy los costes ambientales más significativos de ese aumento de la
producción. La preocupación nace de dos procesos: el aumento de la población y de renta que empuja hacia arriba
la demanda, y la disponibilidad decreciente de los recursos básicos

El estado de la cuestión viene definido por una creciente coincidencia en torno a la evaluación de que los márgenes
son estrechos. Estimaciones que son en muchos aspectos divergentes tienen sin embargo en común la idea de que
un crecimiento más lento de la población permitiría, como mínimo, ganar tiempo para adoptar decisiones y
realizar ajustes de una importancia crítica.

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Dos análisis recientes:
Lester Brown, tesis según la cual la colisión entre la población y la base natural de recursos ya ha comenzado a
manifestarse. Se basa en una interpretación de la dinámica población-recursos en la segunda mitad del S. XX.
Brown reconoce que la producción mundial de grano casi se triplicó entre 1950 y 2000l, pero añade que a partir
de 1984 el crecimiento de la producción has sido más lento que el de la población. Algo similar en la producción
de carne pero insiste que dado que las praderas están siendo explotadas por encima de su capacidad, los aumentos
futuros serán limitados.

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La interpretación más habitual de la inflexión en el ritmo de crecimiento de la producción es que ésta es un efecto
de la relativa saturación de la demanda en los países más desarrollados, puesta de manifiesto por la caída
continuada de los precios agrícolas, y que no habrá problemas sustanciales en aumentar la producción para
satisfacer demandas adicionales derivadas del crecimiento demográfico y económico. Brown mantiene, por el
contrario, que esa inflexión es el reflejo de la influencia de límites relativos al agotamiento de las posibilidades
abiertas por las tecnologías de la “revolución verde”, a la capacidad biológica de las plantas y a la escasez relativa
de suelo y agua. Hay por lo menos tres vías para incrementar la productividad agrícola:
• aumentar el rendimiento de las cosechas,

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• incrementar el número anual de cosechas
• obtener más de cada una de ellas procesando los residuos mediante rumiantes para producir carne y leche.
Rendimientos más altos requerirían, asimismo, compensar las restricciones de nutrientes y de humedad. El uso
de fertilizantes podría aumentarse con provecho en algunas partes de la India y de América Latina pero en el resto
del mundo se ha llegado a los límites fisiológicos de las plantas para absorber nutrientes. La irrigación compensa
la falta de humedad de los suelos. Entre 1950 y 2000 la superficie de regadío en el mundo se triplicó, la mayor
parte de ese crecimiento fue hasta 1978 y desde entonces la superficie irrigada por persona ha descendido un 8%.
En los próximos años la combinación del agotamiento de acuíferos y el desvío de agua a usos no agrícolas podría
poner fin a la tendencia histórica de expansión de la superficie regada, llegando a una situación en la que el
desafío consistirá en aumentar la productividad del agua utilizada.
Brown concluye que ulteriores avances en la productividad agrícola serán cada vez más difíciles, pese a que aún
podrían obtenerse adiciones importantes a través de la duplicación del número anual de cosechas y de la cría de
rumiantes con biomasa agrícola residual.

Smil, este autor sostiene que una combinación adecuada de recetas económicas y técnicas ya bien conocidas y
contrastadas, medidas de protección medioambiental y ajustes en la composición de la dieta puede proporcionar
una nutrición adecuada a la próxima y amplia generación sin deteriorar irreparablemente los sistemas naturales
de soporte de la vida. Los pasos principales de su argumento:
1. A escala mundial, la disponibilidad de tierra cultivable no es todavía un factor limitante. La situación
relativa al uso del agua, sí se aproxima a un estrés global. El suministro de nitrógeno parece garantizado
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si bien su gestión supone problemas de contaminación muy difíciles de gestionar. La seguridad
alimentaria puede verse amenazada por la extrema simplificación de los ecosistemas agrícolas que
caracteriza a las técnicas de cultivo modernas por lo que hay que adoptar medidas que frenen la reducción
de la diversidad de especies.
2. Hay un relativo margen para frenar la degradación de los suelos por erosión, salinización y
empobrecimiento biológico que resulta de la explotación agrícola intensiva, aunque el calentamiento
global puede dificultar notablemente esta tarea.
3. Es posible mejorar la eficiencia en el uso del agua mediante sistemas descentralizados de captación,
técnicas de riego más ahorrativas, cultivo en ciertos lugares de plantas más resistentes a la sal y otras

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medidas, algo similar ocurre con los fertilizantes.
4. Es posible seguir consumiendo alimentos de origen animal, aunque ese consumo debería ajustarse a lo
obtenido a partir de rumiantes que pastan en terrenos no aptos para el cultivo de plantas digeribles por los
humanos y a partir de animales que puedan mantenerse con una variada combinación de residuos
orgánicos.
5. Las pérdidas que se producen durante la cosecha y después de ella, así como las derivadas de la
putrefacción del pescado son muy elevadas, de modo que el margen para mejorar los aprovechamientos
es significativo.

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6. Los cálculos habituales sobre necesidades de energía y proteínas podrían tal vez ajustarse a la baja.
7. La composición de la dieta se ha descompensado durante la modernización, pero podría volver a
reajustarse, aunque una corriente poderosa (comida rápida, etc.) empuja en el sentido de un desequilibrio
todavía mayor.
La argumentación de Smil es alentadora en la medida en que establece la posibilidad de alimentar a la población
humana previsible en las próximas décadas. Es malthusiana en la medida en que hace depender esa posibilidad
de la adopción de una serie de medidas preventivas impuestas por los límites ecológicos. No parece exagerado
concluir, en cualquier caso, que “el juego contra la naturaleza”, lejos de hundirse en el pasado de la sociedad, va
a estar en primer plano en el presente siglo, y que las ciencias sociales están abocadas a seguir atentamente la
evolución de las cosas en este terreno.
La interrelación entre factores socioculturales y ecológicos encuentra en la problemática examinada por Smil una
ilustración que puede ejemplificarse mediante una referencia a la cuestión de la tierra cultivable disponible,
sostiene que los datos existentes sobre la superficie apta para la agricultura son mucho más imprecisos de lo que
podría suponerse dadas las características métricas de esta variable, y aclara que la irregular distribución
geográfica de las reservas de tierra cultivable hace que la cifra sea en muchos aspectos equívoca, y que la cantidad
de tierra necesaria para alimentar a una persona depende de las condiciones medioambientales, la tecnología, y
otros factores y en muy alto grado de la dieta. Las cantidades de grasa y proteína animal incorporadas a la dieta
en sociedades más industrializadas son un ambivalente producto del cambio sociocultural. Y un rasgo
sociocultural de este tipo puede ser fuerte para establecer la diferencia entre la suficiencia y la escasez de alto tan
“físico” como la tierra.
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Diferentes acepciones de “insostenibilidad” y el papel de las ciencias sociales.

Las palabras sostenibilidad e insostenibilidad se refieren a la viabilidad o inviabilidad en el tiempo de la relación

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entre un sistema social y su medioambiente y constituyen la formulación más general del debate de los límites
que se ha planteado en las páginas precedentes.
“Sostenible y sostenibilidad”, se utiliza en los más diversos contextos. Con frecuencia expresa el deseo de que
“esto dure” y a veces que para mantener las formas vigentes de producción y consumo, tendría que dedicarse más
atención al medio ambiente. “Insostenible e Insostenibilidad” su uso más habitual significa “esto no puede durar”.
En ciertas formulaciones, se asocian a la convicción de que las formas vigentes de producción y consumo serían
inviables a largo plazo incluso con reformas significativas.
Distinguiremos cuatro acepciones, formas diferentes de percibir el mismo conjunto de hechos desde perspectivas
diferentes.

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La acepción más próxima al paradigma mecanicista, considera que:
1. Insostenibilidad es la tendencia al colapso causada por sobrepasar los límites establecidos por la capacidad
de carga de los ecosistemas. Implícita en la advertencia ecologista de que nada que tenga una dimensión
material puede crecer indefinidamente en un medio finito.
2. La sostenibilidad implica que la escala física del sistema social (Boulding llamó la sociomasa), es decir,
los cuerpos humanos y los artefactos asociados a ello, así como el flujo metabólico de energía y materiales
necesarios para reproducirla, han de mantenerse por debajo de la capacidad natural para suministrar
recursos.

En otras elaboraciones, insostenibilidad es sobre todo el resultado de un desequilibrio catastrófico en el proceso


de coevolución. Si una de las especies recibe una subvención energética demasiado grande, impone al ecosistema
una simplificación radical, provocando una reducción drástica de la diversidad biológica. Esto es lo que viene
pasando con la especie humana, que se apropia a gran escala de la producción fotosintética primaria. En este
contexto la sostenibilidad requiere que haya suficiente espacio y alimento para el resto de las criaturas. La
producción primaria neta es la cantidad de energía que queda disponible después de restar la respiración de los
productores primaria (plantas) de la energía total que es fijada biológicamente (la mayor parte es solar), y
proporciona la base para el mantenimiento, crecimiento y reproducción de todos los organismos heterótrofos.
Casi el 40% de la producción primaria neta potencial sobre tierra es usada directamente, cooptada o perdida por
las actividades humanas. El crecimiento demográfico y económico empuja hacia una apropiación aún mayor de
los productos de la fotosíntesis. Hay una zona de coincidencia con la primera acepción. Sin embargo no advierten
sólo de la capacidad de carga para seres humanos, sino también acerca de los efectos sobre otras especies,
destacando la posibilidad de extinciones que conllevaría a una destrucción de la diversidad orgánica tan grande
como la que se produjo hace 65 millones de años.

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Los sistemas vivientes sólo pueden subsistir y evolucionar incrementando la entropía de su medioambiente. Los
sistemas autoorganizadores son sistemas desorganizadores, que dependen de un contacto estrecho y una
interacción permanente con un medio ambiento que contenga orden y energía disponibles, a costa del cual pueden
arreglárselas para subsistir. Si el desorden introducido en el entorno es demasiado grande, el sitema puede acceder
a un nuevo nivel adaptativo consumiendo más energía (incrementando la degradación del medio ambiente).
1. La insostenibilidad puede verse como el resultado del incremento de entropía generado por procesos de
producción demasiado grandes o demasiado intensivos. Nada dura eternamente. Esta perspectiva destaca
el hecho de que la civilización industrial ha sido posible gracias a una extraordinaria y difícilmente
repetible bonanza mineral. En la situación actual percibe como límites la incertidumbre que rodea a la

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eventual sustitución de los combustibles fósiles por fuentes energéticas más abundantes y menos
contaminantes.
2. En este contexto sostenibilidad, tiende a identificarse con conservación en el sentido de parsimonia en el
uso de los recursos.

Por último:
1. Insostenibilidad, puede significar bloqueo de los dispositivos sociales de aprendizaje, como consecuencia
de una aceleración excesiva y de una conectividad demasiado alta. Se supone que los seres humanos son

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capaces de aprender por anticipación y, por tanto, de modificar su conducta por razones diferentes de la
constricción física directa. El aprendizaje consciente tiene algunas condiciones; dos de ellas son tener
tiempo (para seleccionar positivamente las adaptaciones viables) y lugares no tocados por los efectos del
error desde los que éste pueda corregirse. Ambas condiciones emanan del hecho de que el error es
inevitable. Si un sistema se acelera demasiado empieza a cometer errores cada vez más grandes y
frecuentes; si se globaliza demasiado los errores se difunden por todas partes. Si además dispone de una
tecnología poderosa, entonces se dan todas las condiciones para que valga la pena preocuparse seriamente.
2. Asís, la sostenibilidad, consiste en mantener la flexibilidad, evitando una aceleración y una interconexión
excesivas. Según esta acepción, una sociedad se torna insostenible cuando tiene más y más opciones en
intervalos temporales más y más cortos. Ej. Cuando se introduce cada año en la naturaleza miles de nuevas
sustancias químicas.
Se ha registrado que son muchas las sustancias químicas industriales, así como algunas naturales, tienen el
potencial de perturbación, con muchos afectados (aves, peces, etc.).
Aunque la pauta de los efectos varía mucho según especies y según sustancias, hay cuatro rasgos que pueden
generalizarse:
1. los efectos sobre el embrión, el feto o el organismo perinatal son muy diferentes de los que se producen
sobre los organismos adultos.
2. los efectos se manifiestan con más frecuencia sobre los descendientes que sobre los progenitores
expuestos.

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3. el momento en que el organismo en desarrollo se ve expuesto es crucial para determinar los efectos
futuros.
4. aunque la exposición sea crítica durante el desarrollo embrionario, sus efectos pueden no manifestarse
hasta la madurez.
Los seres humanos pueden estar sometidos a los mismos peligros ambientales que los animales silvestres.
El espacio para contribuciones relevantes de la ciencia social es más amplio a medida que nos desplazamos de la
primera a la cuarta de ellas.
El enfoque de la escala física requiere dos elementos principales en su formulación: cálculos sobre la capacidad
de sustentación (o de carga) y reglas prácticas de comportamiento. La perspectiva coevolutiva parece exigir un

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marco unificado para la evolución biológica y la cultural, con lo que la distinción básica entre sociedades y
poblaciones de organismos se desvanece. El análisis que comienza con la ley de entropía ha de incorporar la
noción de “disfrute de la vida” y tener en cuenta la construcción social de las necesidades y otros procesos
culturales. Las dimensiones sociológicas de la idea de insostenibilidad como bloque del aprendizaje parece, en
principio, que han de ser abundantes.

En los desarrollos característicos del enfoque de los límites al crecimiento encontramos cálculos relativos a la
capacidad de carga (población, capital, recursos, contaminación, etc.); y por otra parte se formulan

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recomendaciones políticas y morales de una forma abiertamente normativa, casi como mandamientos (“di la
verdad” , ”aprende”, “ama”, etc.). En la teoría neomalthusiana el espacio para la teoría social es muy reducido.
El enfoque coevolutivo (la segunda acepción) parece requerir una clase especial de teoría integrada, social-
natural. En algunos se esboza un marco común para la evolución cultural y biológica, y en otros se intenta definir
una pauta de evolución cultural paralela a la evolución biológica. Bajo una u otra forma, la visión de la
coevolución depende de la definición de un marco común para el análisis del cambio en la naturaleza y en la
sociedad. Dado que ese marco común no existe, la referencia casi obligada es la teoría de la evolución. El resultad,
a menudo, es la reducción de la sociología a una borrosa ecología ampliada, cuyo problema principal deriva del
hecho de que los acoplamientos orgánicos y los lingüísticos son de diferente orden.
Parece obvio que el análisis sociológico ha de resultar relevante para el debate generado, a partir de la cuarta de
las acepciones antes reseñadas; el aprendizaje social está mediado por el sistema de instituciones que regulan la
producción y distribución de bienes, el orden político, los sistemas de creencias y valores, etc; entonces, todo eso
entra directamente en los análisis de sostenibilidad.

Resumiendo: si los análisis de sostenibilidad realizados en base a las perspectivas más próximas al paradigma
mecanicista fuesen suficientes para describir adecuadamente todos los problemas planteados por la crisis
ecológica, entonces las ciencias sociales no tendrían un papel significativo en la comprensión de ésta. Pero no es
el caso. La sustitución de bosques genuinos por monocultivos de madera podría ser percibida como sostenible
según la primera acepción, pero no sería compatible con la segunda. La combinación de una elevada tasa de
reciclaje y extensas reservas naturales podría verse como sostenible desde el punto de vista del equilibrio
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biológico, pero no desde el punto de vista de la degradación entrópica. El cambio acelerado de la entropía podría
prolongarse en algunas partes del mundo bajo las condiciones generales del tercer enfoque, aunque sin satisfacer
los requisitos para el aprendizaje del último.

El medio ambiento como variable sociológica.


Hasta ahora no hemos considerado muchos problemas (extinción de las especies, contaminación de origen
químico, cambio climático, etc.), se trataba de plantear que el estudio de la sociedad contemporánea no debe
seguir considerando el medio ambiente natural como un fondo constante, inalterable por las acciones sociales y,
en la misma medida irrelevante para seguir el curso de éstas.

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El asunto puede abordarse a dos niveles, que implican a su vez grados diferentes de dificultad:
1. Consiste en seleccionar los valores de las variables ambientales a partir de la mejor información disponible
según la perspectiva científica relevante y, entonces, examinar cómo esas variables influyen y son
influidas por los procesos sociales con los que están conectadas. La mayor parte de la sociología
medioambiental se ha movido hasta ahora en este nivel. En muchos casos esto es suficiente pero en otros
es llegar sólo a la mitad de camino.
2. El paso siguiente sería participar en la producción de los datos y en la discusión sobre si son o no

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adecuados y hasta qué punto, es decir, tratar las variables ambientales como auténticas variables, no sólo
como magnitudes relevantes pero inmodificables mientras los especialistas externos no digan otra cosa.
En algunos ámbitos lo más razonable es seguir la información especializada que vaya produciéndose, sin
embargo, en otros situados en general en el núcleo transdisciplinar donde ninguna perspectiva
especializada particular puede considerarse privilegiada. No son muchas, hasta ahora, las personas
formadas en sociología que se han aventurado en ellos, pero los títulos para hacerlo no son ni mejores ni
peores que cualesquiera otros.

CAPÍTULO 4

CAMBIO SOCIAL: DESARROLLO Y SUSTENTABILIDAD

Después de la Cumbre de la Tierra celebrada en 1992, en Río de Janeiro, la expresión “desarrollo sostenible” (o
“sustentable”) se ha difundido masivamente. La expresión se refiere a un proceso de desarrollo socioeconómico
capaz de prolongarse en el tiempo sin minar catastróficamente la capacidad de la naturaleza para mantenerlo.

Aunque el mencionado uso de la expresión es reciente, la idea a la que se refiere no lo es. Su origen recientes:

1. En 1980, con la formulación por diversas agencias internacionales de la Estrategia Mundial de la


Conservación, comenzó su éxito actual.

2. En 1983 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la constitución de una Comisión Mundial
sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, presidida por la Señora Brundtland.

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3. La publicación en 1987 del informe de la comisión (CMMAD 1988) fue el momento de su
consagración y en 1992, en la Conferencia de Río, su lanzamiento al estrellato.

4. Todo lo que existe bajo la luz del sol se supone ahora llamado a desarrollarse de modo sustentable.

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No sólo se ha difundido la expresión, también las confusiones, vaguedades y malentendidos que desde el
principio le han acompañado. Nació del tardío reconocimiento de que algunos límites naturales sí que
existen y de que ignorarlos puede poner en peligro el suministro material que mantiene la expansión de
la civilización industrial. Se planteó entonces la pregunta de cómo enfrentarse a esos límites para
prolongar tanto el suministro como la expansión. Para sus partidarios, “desarrollo sustentable” es el
concepto capaz de superar el viejo conflicto entre economía y ecología; para los críticos, el abracadabra
pronunciado para conjurar el dilema de una expansión duradera en un medio finito.

La difusión de la expresión “desarrollo sustentable” ha sido muy grande a pesar de su considerable ambigüedad.
La propia Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo incluyó en su informe una frase que luego se

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ha citado en infinidad de ocasiones: “Está en manos de la humanidad hacer que el desarrollo sea sostenible, es
decir, asegurar que satisfaga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras
generaciones para satisfacer las propias”. Aparte de introducir un importante principio de solidaridad
intergeneracional y de remarcar la importancia de una visión a largo plazo, la famosa frase no tiene un significado
muy preciso.

No es su vaguedad teórica o conceptual la que explica el éxito de la expresión “desarrollo sostenible”, sino más
bien su ambigüedad política. Por una parte, al exigir que el desarrollo llegue a ser sustentable, reconoce
implícitamente que ahora no lo es, sugiere que algo va mal en el modelo social vigente y que resulta conveniente
reformarlo. Por otra parte, al formular la esperanza de promulgar el desarrollo, se consolida la adhesión al modelo
social vigente, reconociendo que no se vislumbra ninguna alternativa a él, que no se acierta a concebir un proceso
de mejora de la vida que no adopte la forma de desarrollo. El primer matiz conformta a unas personas y el segundo
a otras.

“Desarrollo” es la reafirmación, el recordatorio de que el camino seguido ha sido acertado; “Sostenible” es la


promesa de un futuro sin restricciones ni decadencias. Así se establece su marco y su función ideológica.

Mucha gente opina que la vaguedad es la gran ventaja de la idea de desarrollo sostenible, permitiendo un consenso
amplio y superficial. Se trataba de tender puentes entre desarrollistas y ecologistas, entre partidarios y adversarios
de crecimiento económico, con la pretensión de superar la contradicción entre economía y ecología.

El desarrollo es una idea que recibe muchas adhesiones, e interpretaciones. Y las diversas interpretaciones no son
hoy más convergentes que hace treinta años.

El concepto de desarrollo sostenible según la CMMAD

“La satisfacción de las necesidades y aspiraciones humanas es el principal objetivo del desarrollo. En los países
en desarrollo no se satisfacen las necesidades esenciales (alimento, ropa, trabajo) de gran número de personas.”

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El desarrollo sostenible requiere la satisfacción de las necesidades básicas de todos y extiende a todos la
oportunidad de satisfacer sus aspiraciones a una vida mejor. Muchos de nosotros vivimos por encima de los
medios ecológicamente aceptables, por ejemplo, en cuanto hace al uso de energía. Las necesidades conocidas
están determinadas social y culturalmente, y el desarrollo sostenible requiere la promoción de valores que alienten
niveles de consumo que permanezcan dentro de los límites de lo ecológicamente posible y a los que todos puedan
aspirar. El desarrollo sostenible requiere el crecimiento económico de los lugares donde no se satisfacen esas
necesidades. Pero el crecimiento no es suficiente en sí mismo, ya que altos niveles de productiidad pueden
coexistir con pobreza general y poner en peligro al medio ambiente. Por lo que el desarrollo sostenible requiere
que las sociedades satisfagan las necesidades humanas aumentando el potencial productivo y asegurando la

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igualdad de oportunidades para todos.

Únicamente se puede fomentar el desarrollo sostenible si la evolución demográfica está en armonía con el
cambiante potencial productivo del ecosistema. El aumento del número de personas puede incrementar la presión
sobre los recursos y disminuir la elevación del nivel de vida en las regiones donde la carencia está generalizada.
El crecimiento no tiene límites fijos pasados los cuales se presente el desastre ecológico, muchos se presentan
como costes crecientes y rendimientos decrecientes y no como pérdida repentina de una base de recursos. El
desarrollo sostenible exige que el mundo asegure el acceso equitativo a los recursos restringidos y reoriente los
esfuerzos tecnológicos para aliviar la presión mucho antes de llegar a ellos.

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En suma, el desarrollo sostenible es un proceso de cambio en el cual la explotación de los recursos, la orientación
de la evolución tecnológica y la modificación de las instituciones están acordes y acrecientan el potencial actual
y futuro para satisfacer las necesidades y aspiraciones humanas”.

Desarrollo y sustentabilidad: el campo semántico

La semántica de la expresión “desarrollo sustentable” es de una enorme complejidad. La noción de desarrollo se


asocia ante todo a una dimensión económica. Se trata así, de cómo se producen y se distribuyen los bienes que,
productos del trabajo humano, satisfacen algunas necesidades humanas, de qué cantidades se han de producir,
etc.

Hay sobre esta cuestión diversas propuestas de circulación.

La que más abunda es la que mantiene que el desarrollo implica crecimiento. Éste es el punto de vista de la propia
Comisión Brundtland y de las autoridades de la Unión Europea. Es la opinión oficial de la ONU: “El desarrollo
sustentable exige el reconocimiento de que los problemas de la pobreza y el subdesarrollo y los problemas
ambientales relacionados, no se pueden resolver sin un vigoroso crecimiento económico. No obstante, el
desarrollo sustentable requerirá cambios en las formas actuales del crecimiento, para hacerlas menos intensivas
en energía y recursos y más equitativas”.

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Según la opinión de muchos expertos en economía medioambiental “la simple intuición sugiere que el
crecimiento sostenido es posible sin daños para el medio ambiente siempre que sea posible integrar
sistemáticamente la consideración del impacto ambiental en las decisiones económicas”.

Hay también otras propuestas:

1. La más conocida puede que sea la del estado estacionario o crecimiento cero, que admite toda clase de
cambios cualitativos susceptibles de mejorar la vida de la gente (cambios en la eficiencia técnica y en la
calidad de los productos o en su distribución, etc.) pero no incrementos en la escala física de la economía,
es decir, ni en la población, ni en el stock de bienes ni en la cantidad de energía y materias primas

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incorporadas a la producción.

2. Por otra parte, las propuestas que podríamos llamar “bioeconómicas” insisten en que la irreversible
degradación entrópica que implica cualquier actividad productiva y la incertidumbre inherente a la
evolución social consideran la eventual reintegración de las economía humanas en los ciclos naturales de
la biosfera, problematizan la búsqueda de una relación armónica entre ésta y la tecnosfera y aconsejan la
conservación, la parsimonia y el rechazo a la extravagancia como criterios principales de la sostenibilidad.
Programa mínimo bioeconómico de Georgescu-Roegen: 1) Prohibirse la producción de todos los
artefactos de guerra, esto además de impedir asesinatos en masa dejará inmensas fuerzas productivas para

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prestar ayuda internacional, 2) Así las naciones subdesarrolladas deben recibir ayuda para lograr una vida
mejor, 3) La humanidad debería reducir gradualmente su población a un nivel que pudiera ser alimentada
sólo a través de la agricultura orgánica, 4) Todo desperdicio de energía debería evitarse y si fuera necesario
reglamentarse en forma estricta. 5) Curarnos a nosotros mismos del anhelo morboso de artefactos
extravagantes, una vez lo hagamos los fabricantes tendrán que parar su fabricación, 6) Deshacernos de la
moda, esa enfermedad de la mente humana desechar un abrigo cuando aún puede ser útil, 7) Diseñando
bienes para ser reparables, 8) curarnos de lo que llamó “la pista circular de la máquina de rasurar”, es
decir rasurarse más de prisa para tener tiempo para trabajar sobre una máquina que rasure aún más de
prisa.

3. Es fundamental en cualquier visión del desarrollo otras esferas de la vida social, como la cultura. Por lo
que respecta a la cultura hay que mencionar como mínimo, dos categorías contrapuestas: la idea de que
“más es mejor” y la de que “suficiente es mejor”, entendidas ambas como principios reguladores de dos
formas de vida. La que se difunde en el contexto de la abundancia consumista y la que responde a
orientaciones de necesidades básicas, o de desarrollo humano.

4. En lo que se refiere a la política, se suelen resaltar los aspectos relacionados con el control y la equidad.
Según que se considere el desarrollo como un proceso susceptible de ser dirigido y controlado o, por el
contrario, como un proceso sometido a cambios básicamente impredecibles e incontrolables. Quienes
piensan que el desarrollo es un problema cuya solución depende de conseguir un buen conocimiento de
las consecuencias futuras de las acciones humanas, de la existencia de una institución internacional que

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reciba esa información y del hecho de que esa institución tenga bastante poder y autoridad para imponer
la política adecuada. En cambio si se cree que el cambio social es un proceso indetermista, la cuestión
radica en el mantenimiento de grados de libertad favorecedores de la adaptación al entorno y la
autoorganización.

Las posibles combinaciones de las opciones abiertas en las diversas líneas del análisis (económica, política,
cultural…) producirían centenares de acepciones de “desarrollo sostenible”. Pueden reducirse a tres sin pérdidas
excesivas, presentadas como construcciones ideales:

a) El desarrollo sostenible entendido como un crecimiento sostenido, manteniendo la expansión de la

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producción y el consumo, consolidando una cultura de acumulación de bienes materiales, supeditando la
reducción de la desigualdad a la creación de más riqueza a repartir y reforzando la dependencia a escala
mundial. La innovación tecnológica habría de asegurar la inocuidad de los eventuales episodios de escasez
o deterioro de los recursos naturales. Desde este enfoque, no es necesaria una alternativa al desarrollo
convencional, sino una corrección o ampliación de éste que incorpore la evaluación de los costes
ambientales. Puesto que una fuerte transferencia de riqueza de los países industriales a los países pobres
y el abandono del crecimiento son políticamente imposibles, es mejor intenten seguir el camino del
crecimiento mientras moderan sus impactos sobre el medio ambiente, mediante el desarrollo de fuentes

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energéticas no contaminantes, y bajo regulaciones para la compensación de costes sociales y ambientales.

b) El desarrollo sostenible entendido como mejora cualitativa sin incremento de la escala física, es decir,
como evolución de una economía homeostática, en estado estacionario o de crecimiento cero. La
intervención estatal habría de garantizar una satisfacción generalizada de las necesidades básicas en un
contexto de creciente interdependencia global. La transición a una era solar reduciría drásticamente la
dependencia respecto de los recursos no renovables.

c) La sostenibilidad solamente podría conseguirse a condición de abandonar el desarrollo, causa tanto de la


pobreza como de la degradación del medio ambiente. Una economía más integrada en los ciclos naturales
habría de permitir la satisfacción de las necesidades básicas, complementándose con una cultura de la
suficiencia y con instituciones de igualitarismo comunitario, en un sistema de relaciones de intensidad
media.

La capacidad humana de prolongar exosomáticamente el propio cuerpo mediante artefactos permite formas
extremas de desigualdad, así como el desarrollo de la conciencia y de los dispositivos de control. Llegamos así a
los mitos instituidores de la cultura, e incluso a las estructuras del inconsciente. En el debate del desarrollo
sostenible, cada capa o nivel se concreta irremediablemente con todos los demás. Aunque las diferentes capas no
tienen la misma textura: cada una de ellas es relativamente autónoma de todas las demás. El viaje a través de ellas
desvela finalmente un dato particularmente llamativo de la crisis ecológica: que ésta es también un problema de
la mente. No es sólo un fenómeno de la evolución de la materia, ni de la evolución de la vida, sino propiamente
de la evolución de la cultura.

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Recursos escasos y cambio tecnológico en el debate sobre desarrollo y sustentabilidad

En términos ecológicos, la noción de sostenibilidad apunta a la relación entre una población y la energía y los
materiales existentes en su ecosistema. Un ecosistema está formado por individuos vivos discontinuos, junto con

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los materiales que resultan de su actividad y que van desde moléculas hasta grandes estructuras físicas, así como
la matriz o entorno físico en que están inmersos y en que se desarrolla su actividad. Para una superficie
determinada, el concepto de capacidad de carga indica la población de animales que las cadenas del ecosistema
pueden mantener en un estado estable, o dicho de otra manera, la máxima población que puede ser sustentada al
nivel del mínimo vital necesario para la supervivencia. Si hablamos de poblaciones humanas, el nivel de
población óptimo no coincidirá con la capacidad de carga a menos que el nivel de vida mínimo para la
supervivencia sea el deseable.

Un proceso de desarrollo social es ecológicamente sostenible (durante un período de tiempo determinado) si

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puede mantenerse dentro de la capacidad de carga de su ecosistema o medio ambiente, pero eso siempre para una
determinada media de nivel de vida. El concepto de capacidad de carga puede resultar muy confuso a menos que
se disponga de una medida óptima de bienestar.

El tiempo también genera dificultades especiales: un proceso material no puede sostenerse para siempre y por
tanto la noción de sostenibilidad debe remitir a algún criterio de duración razonable. La noción de sostenibilidad
sólo puede concebirse de forma coherente como “cuasisostenibildad”; o bien en términos relativos, como una
noción comparativa: “más sostenible que”. La crítica ecológica ha dedicado mucha atención a consolidar la idea
de que nada puede crecer eternamente en un medio finito, aunque se ha detenido menos en otro principio
igualmente inevitable: nada puede durar eternamente en un medio finito.

Siempre que hablamos de evolución o de historia, hemos de introducir el tiempo, y eso complica las cosas. Así
la pregunta “¿cuánta población puede sustentar el planeta?, es una pregunta mal planteada, hay que replantearla
“¿cuánta población durante cuánto tiempo?, y nos daremos cuenta que no puede ser contestada.

Con la ampliación mencionada y la consideración del tiempo, el análisis de la sostenibilidad de las sociedades
humanas en términos solamente de la relación entre población y medio ambiente se vuelve incorrecto. Hay dos
razones:

1. Los cambios tecnológicos pueden hacer más (o menos) eficiente el uso de los recursos y pueden hacer
también que se vuelvan útiles materiales o potenciales que antes no lo eran.

2. La extrema variabilidad en el consumo exosmático de energía y materiales entre individuos, grupos de


población y países. La distancia entre lo que demandan de la naturaleza un agente de bolsa de Nueva York
y un jornalero de Bangladesh es tan grande que no admite comparación con la diversificación
interindividual en cualquier otra especie.

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La ecología no tiene muchos que decir sobre la desigualdad social, con la excepción del principio general de que
la desigualdad distributiva puede ser mayor a medida que el excedente con respecto al nivel de mera subsistencia
aumenta.

Puntos clave del debate sobre el cambio tecnológico

Las necesidades humanas son satisfechas, por una parte,

1. con bienes y servicios producidos por la sociedad mediante la economía mercantil y las instituciones
públicas (casas, camas, periódicos, etc.) o mediante relaciones interpersonales no remuneradas (cría,
afecto, cuidado, etc.).

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
2. Por otra parte son satisfechas con las funciones útiles de la naturaleza no producidas y en general no
producibles (agua, aire, petróleo…).

La segunda fuente de servicios no puede ser sustituida por la primera. Si llega a desaparecer, también
desaparecerá la vida humana. A esas funciones útiles de la naturaleza se las denomina recursos. Los recursos
son fuentes (agua, aire, tierra, minerales y energías fósiles, plantas y animales) o vertederos (o sumideros, o
colectores): depósitos en donde lanzamos los residuos de la actividad económica contaminándolos. La distinción
entre las dos categorías de recursos es funcional.

Reservados todos los derechos.


Los recursos son limitados. Los no renovables están limitados en la cantidad total disponible. Los renovables no
están limitados en cantidad en la medida en que se usen sosteniblemente (es decir, lo están en la tada de uso). El
principal recurso renovable, la energía solar, no está limitado ni por la cantidad total ni tampoco por la tasa de
uso, pero lo está en la concentración de su llegada a la superficie terrestre y por el hecho de que ésta (la estructura
de captación) es finita. El éxito de la economía humana depende de no agotar las fuentes y no saturar los
vertederos. El crecimiento de las economías industriales se ha basado en buena medida en una extraordinaria
sobreexplotación de las funciones naturales útiles. La economía y el medio ambiente están interrelacionados, de
manera que la primera crece a costa del segundo y éste no puede mejorar sin limitar la expansión de aquella.

No hay duda en que hay límites. La cuestión de si ya han sido traspasados, o de cuánto tiempo falta para hacerlo,
formulada en términos generales, seguramente no tiene respuesta aún. El debate sobre los límites concretos, sobre
puntos particulares de la frontera, acepta aproximaciones razonables. Hay algunos consensos como que la emisión
de de CFCs destruye la capa de ozono, entre otros. La conciencia de restricciones está en la base de la idea misma
de desarrollo sostenible. Incluso si se considera que el crecimiento puede continuar, habría de hacerlo de forma
tal que no se agotasen recursos medioambientales vitales.

La hipótesis más obvia sobre cómo materializar este principio de compatibilidad consiste en la continuidad del
crecimiento económico sin un incremento paralelo del volumen o escala física de la economía y sin aumentar el
flujo metabólico de energía y materiales que mantiene la sociedad. La noción de crecimiento económico es propia
de la crematística o economía monetaria. La noción de crecimiento discutida en el contexto de la
sostenibilidad medioambiental es biogeofísica. Un uso más eficiente y ahorrador de los recursos naturales

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podría, en teoría, alimentar durante un tiempo el primer tipo de crecimiento suprimiendo el segundo, pero eso no
es lo que ha sucedido hasta ahora. Un uso eficiente de los recursos naturales que limite de forma efectiva la
expansión de la escala física no es lo que viene sucediendo. La idea de una expansión económica progresivamente
inmaterial es un contrasentido.

La posibilidad de alterar los términos de intercambio entre la sociedad y la naturaleza mediante innovaciones
tecnológicas no se reduce a la eficiencia. Una fuerte de energía más abundante podría alejar los límites asociados
a la escasez de combustibles fósiles. Es quizás por lo que la ideología del crecimiento va tan ligada a la esperanza
en el próximo control de la fusión nuclear. Si tiene éxito el resultado sería el desplazamiento de los límites desde
el lado de las fuentes hasta el de los sumideros. Quién sabe si por esa razón los programas sobre la fusión nuclear

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corren paralelos a los programas espaciales. Si la fuente alternativa de energía fuese solar, se llevarían lejos
también los límites. Aquí también tenemos muchas incertidumbres. En cualquier caso, parece claro que el retorno
a una civilización de energías renovables, incluso si éstas pudiesen definir una tecnología viable que mantuviese
una importante base industrial, implicaría la transición a formas de vida considerablemente más humildes que las
experimentadas en la segunda mitad del s. XX por los beneficiarios de la presente civilización. La reintegración
a los límites de la biosfera supondría también la renuncia definitiva a una expansión indefinida.

La sustitución de los combustibles fósiles: los hidrocarbonos son una fuente de energía no renovable, y la energía

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no puede ser sustituida por ningún otro factor de producción: en cualquier sistema económico, el proceso que
produce energía ha de ser capaz no solo de automantenerse, sino también de mantener el resto de los procesos de
producción y consumo necesarios para la existencia social. Toda producción social requiere capital, fuerza de
trabajo humana y espacio como agentes constantes. También requiere flujos de materiales y energía (existentes
en la naturaleza y controlados para su utilización), de bienes de capital, de bienes de consumo y de residuos
reciclables y reutilizables. Ello genera subproductos inevitables: energía y materiales disipados y también
residuos que podrían ser reutilizables pero no se sabe cómo. Del proceso de producción se desprende, basado
como está en una fuente de energía agotable y contaminante, la civilización industrial no se podrá mantener como
una línea de la evolución social si no se pone en práctica una alternativa energética.

Puede ser cosa de cincuenta años si no se pone freno a la emisión de gases de invernadero o menos si están en lo
cierto los geólogos que anuncia el próximo pico en la extracción de petróleo convencional, es decir, el momento
en que, debido a las limitaciones naturales, la cantidad producida cada año de combustibles líquidos baratos
comenzará a declinar irrevocablemente, de forma tal que no podrá satisfacer una demanda de energía tan alta o
más que la actual. Es decir, el pico máximo es el punto en que la producción por unidad de tiempo ya no puede
aumentar, por grande que sea la demanda. Hay estudios que respaldan que el límite para incrementar la
producción de petróleo convencional, y con él, el final de la era histórica del petróleo barato será muy
probablemente experimentado por la presente generación. Así en los próximos años, la humanidad deberá
enfrentarse a la búsqueda de fuentes alternativas de energía y la invención y puesta en marcha de tecnologías
capaces de aprovecharlas.

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El hecho es que no han sustitutos claros para todos los usos actuales del petróleo. Hay dos candidatos persistentes:
la fusión nuclear y la energía solar.

• Si algún día se llegara a controlar la reacción de fusión para la producción de electricidad, se dispondría
de energía abundante capaz de alimentar la civilización industrial hasta toparse con límites naturales de
otra índole. Esta especulación está consumiendo grandes cantidades de dinero y de materia gris. El estado
de la cuestión puede resumirse así: se precisan presiones y temperaturas muy altas (del orden de las del
Sol) para calentar deuterio y tritio hasta que el plasma resultante pueda producir energía. Nadie sabe aún
qué materiales podrían soportar presiones y temperaturas tales. Además una planta de fusión produciría
un volumen de residuos radiactivos del orden de algunos millares de metros cúbicos, más que un reactor

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de fisión pero con una más rápida disminución de la radiactividad. Consumiría ingentes cantidades de
agua y de materiales y ocuparía superficies enormes. La construcción y el funcionamiento consumirían
una gran cantidad de energía. La energía de fusión comportaría más centralización energética y fortísimas
disposiciones de seguridad. Parece difícilmente compatible con una sociedad democrática. Por otra parte,
intriga el tiempo de desarrollo extremadamente largo de este proyecto tecnológico. En resumen: la energía
de fusión es dudoso que sea factible y tendría efectos sociales difícilmente asimilables desde el punto de
vista de los valores actualmente aceptados.

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La alternativa solar: no hay ningún problema especial a propósito de las condiciones técnicas. Son
conocidas desde hace mucho tiempo y han sido utilizadas en circunstancias muy diversas. Generan efectos
de contaminación o de destrucción inferiores a los ocasionados por cualquier otra fuente energética.
Reducen al mínimo las condiciones de seguridad y el riesgo de accidentes y son claramente compatibles
con estructuras sociales descentralizadas y democráticas. Los defensores de la era solar suelen decir que
quien controla el abastecimiento energético, controla también el poder y no tiene por tanto ningún interés
en potenciar la difusión de un modelo energético más difuso y menos subyugable. La otra incógnita es
que tal vez la radiación solar resulte demasiado “democrática” para el gusto de la sociedad industrial a
causa de su costumbre de difundirse moderadamente sobre la superficie entera del planeta. Y demasiada
escasa para el gusto de la sociedad industrial.

Una fuente energética alternativa, debe cumplir dos condiciones mínimas: la conversión cualitativa de un estado
de energía a otro estado (utilizable) y la capacidad de auto alimentación. Hay un largo debate sobre si la energía
solar puede satisfacerlas.

Tal vez pueda darse una transición a las energías renovables: no es probable, sin embargo, que se logre sin traumas
y sin tener como resultado una forma de vida notablemente más modesta y parsimoniosa que la actual.

Georgescu-Roegen decía que a lo largo de la historia de la humanidad sólo habían existido dos tecnologías
viables: el control del fuego y la máquina de vapor. Ahora, cuando la época histórica de los combustibles fósiles
se va acercadno a su fin, se abre la interrogante sobre cuál será la tercera tecnología viable.

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La fe en que “algo se nos ocurrirá” es la regla de oro del progreso moderno, la convicción preteórica de la
racionalidad tecnológica y económica de la sociedad industrial. Pero el descubrimiento no es programable. A
medida que los límites van haciéndose perceptibles, la incertidumbre y la indeterminación aumentan, se vuelven
más densas, más opacas.

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
Las alternativas energéticas no es la única dificultad a que debe enfrentarse la innovación tecnológica en su
intento de forzar los límites de la naturaleza. Los recursos se han de obtener de fuentes cada vez menos accesibles
y menos ricas a medida que las más asequibles y concentradas van agotándose. Las instalaciones necesarias para
el tratamiento de contaminantes son cada vez más complejas. Las disposiciones de seguridad son cada vez más
onerosas a medida que aumenta el riesgo derivado de las modalidades productivas. Cierto que todas estas
actividades pueden configurar nuevos sectores económicos, eventualmente muy rentables, pero es del todo
plausible la afirmación de que eso solamente es posible al precio de más rigidez y más dificultades de
acumulación en el resto de sectores.

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Si la economía ocupa una parte demasiado grande de la Tierra, está continuamente en peligro de ahogarse en sus
propios residuos y tiende a ganar rigidez y a perder dinamismo. Hay un límite interno, socioeconómico, al
crecimiento de la escala física.

Sustentabilidad y equidad: el concepto de huella ecológica

Turner ha propuesto tres reglas de conservación que habrían de permitir un uso sostenible de los recursos
naturales:

1. El mantenimiento de su capacidad regenerativa, evitando una contaminación excesiva que ponga en peligro
la capacidad de la biosfera para la asimilación de residuos.

2. La conducción del cambio tecnológico mediante una planificación indicativa encaminada a promover,
siempre que sea físicamente posible, la sustitución de los no renovables por los renovables.

3. La utilización de la información científica sobre los procesos geológicos y geoquímicos con la finalidad de
formular una política de etapas para el uso de los no renovables.

Turner afirma que no tiene sentido la idea de un uso sostenible de los recursos no renovables: por grande que
sea el esfuerzo de reciclaje y conservación, cualquier tasa positiva de explotación ha de llevar al agotamiento de
un depósito finito. Comenta que el vaciamiento parcial de depósitos minerales de alta calidad, con el consiguiente
aumento de los precios reales, estimulará su conservación y sustitución. También recuerda que la hipotética fuente
energética de abundancia suficiente para no convertirse ella misma en un límite todavía no existe y nada garantiza
que la innovación tecnológica continuará en el futuro con las mismas características que ha tenido en el pasado.

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Por su parte, Daly ha formulado también tres reglas muy semejantes.

1. Los recursos renovables han de ser explotados sobre la base de maximizar el beneficio de un rendimiento
sostenible y, en general, no se han de llevar a la extinción, porque se volverán más y más importantes a medida
que los no renovables se agoten. Eso es que las tasas de recolección no deben exceder las de regeneración y la
emisión de residuos no debe exceder la capacidad renovable de asimilación del medio ambiente.

2. El progreso tecnológico debe incrementar la eficiencia en vez de incrementar el flujo metabólico de recursos.
Los recursos no renovables se han de explotar a una tasa igual a la creación de sustitutos renovables.

3. La regla para los no renovables asume una idea formulada por El Searfy (economista del Banco Mundial): la

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idea sugiere que las inversiones no renovables sean compensadas con inversiones renovables, calculando estas
según sus rendimientos sostenibles; y que si ocasionalmente fuera preciso explotar hasta el agotamiento una
fuente renovable, se habría de sustituir por otra fuente renovable con el mismo criterio.

La aplicación de sugerencias como éstas resulta sumamente problemática en ámbitos geográficos en que los
sistemas renovables estén ya sobrecargados. Los suelos se degradan, los rendimientos de la pesca están a punto
de colapsar, las superficies de bosques primarios se contraen, la biodiversidad disminuye, las aguas y el aire
pierden calidad, la capacidad atmosférica de absorción de dióxido de carbono se ve rebasada, etc. Si como parece
ser el caso, los únicos recursos renovables infrautilizados resultan ser la energía solar directa y la fuerza de trabajo

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humana, entonces el proyecto de reducir por esa vía nuestra dependencia de los minerales se torna sumamente
equívoco. Complejas cuestiones de distribución y conflicto social, tanto en términos de Norte-Sur como dentro
de cada sociedad aparecen entonces ligadas de modo inseparable a los criterios de sostenibilidad.

Comentemos algo más respecto a la emisión de gases de efecto invernadero. Hay muchos criterios posibles de
distribución de los costes: el resultado no es el mismo si se computan las emisiones de gases hechas en el pasado
que si no se computan, o si se distribuyen cuotas de emisión en función de la población o del territorio, etc.
Agarwal y Narain: “es evidente que el concepto de desarrollo sustentable exige que los seres humanos no
produzcan colectivamente más dióxido de carbono y metano del que pueda absorber el medio ambiente terrestre;
el problema es cómo se habría de repartir entre la gente del mundo este bien común mundial (sumideros globales
de dióxido de carbono y metano).

Los portavoces del ecologismo del Sur insisten en la imposibilidad de separar sustentabilidad y equidad. El hecho
de que la superficie de la Tierra sea finita, hace que tampoco sean independientes en muchos contextos de análisis
empírico. El propio Daly ha recordado que la aplicabilidad de sus reglas micro de desarrollo sostenible depende
de una norma macro que ha enunciado de la siguiente manera: “En el momento en que se llega a la capacidad de
carga, se vuelve imprescindible la elección simultánea de un nivel de población y de un “estándar de vida” medio
(nivel de consumo de recursos per cápita).

En los últimos años se han desarrollado algunos conceptos orientados a permitir una medida de la escala física
de la sociedad y, al mismo tiempo, una evaluación de sus implicaciones en términos de equidad. El más conocido
es la huella ecológica:
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1. Huella ecológica es la superficie de tierra (o mar) biológicamente productiva que sería necesaria para
mantener indefinidamente una determinada población humana con una tecnología y un nivel de consumo
material determinados.

2. Planetoide personal es la huella ecológica per cápita.

3. Capacidad accesible es la superficie biológicamente productiva local que puede ser utilizada por los
habitantes del territorio analizado.

4. El déficit ecológico expresa la medida en que la huella ecológica supera, si lo hace, la capacidad accesible.

5. La justa porción de tierra es el territorio biológicamente productivo disponible per cápita en la Tierra.

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6. Capacidad apropiada (o sustraída) es la diferencia entre el planetoide personal y la justa porción de tierra.

El planetoide personal o huella ecológica de cada individuo es la suma de seis componentes:

1. el área de suelo agrícola requerida para producir los cultivos que ese individuo consume,

2. el área de pastos para productos animales,

3. el área de bosque para papel y madera, de mar para pescado, de tierra para vivienda e infraestructuras y
de bosque para absorber las emisiones de dióxido de carbono correspondientes a su consumo de energía.

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Se mide en “unidades de superficie” siendo una unidad de superficie equivalente a una hectárea según la
productividad media mundial. En 1996 había 2,2 hectáreas para cada persona (población 5.700 millones).
Quitando el 10% reservado para otras especies, la porción es de 2 unidades. La huella ecológica conjunta de la
humanidad aumentó en un 50% desde 1970 a 1996, y en este último año excede en un 30% la capacidad accesible
global, una sobrecarga que puede conducir a un agotamiento del stock planetario de recursos naturales. Los datos
de huella ecológica revelan también la desigualdad internacional en cuanto al acceso a los recursos biológicos
del planeta, mostrando como muchas sociedades viven por encima de sus posibilidades y conectando así las
cuestiones de sostenibilidad con las de equidad.

La huella ecológica es (entre otras cosas) una forma de aproximarse a la escala física sostenible de las
comunidades humanas. Aunque su interés es indudable, hay que tener en cuenta que se trata de un enfoque parcial,
pues sólo tiene en cuenta la presión humana sobre los recursos renovables. Además, hay un grado considerable
de indeterminación en su punto de referencia fundamental: la estimación del promedio global de la productividad
sostenible de los diferentes sistemas biológicos considerados.

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Tratando de determinar la escala de la sociedad sostenible

Es conveniente distinguir entre escala máxima y óptima:

Escala máxima: es relativa a los límites ecológicos más allá de los cuales un incremento del volumen físico de la
sociedad comportaría la alteración catastrófica de los sistemas naturales que mantienen la vida humana,
provocando un colapso de las formas sociales en que ésta última se organiza.

Escala óptima: hace referencia a los límites económicos por encima de los cuales un incremento del volumen
físico de la sociedad, aunque fuese ecológicamente posible, no supondría un incremento del bienestar, sino una
merma de éste.

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
¿Puede establecerse teóricamente la escala máxima? Hay razones para dudar de que sea posible una respuesta
inequívoca. La noción de sostenibilidad remite a la relación entre dos sistemas complejos autoorganizadores, el
de las sociedades humanas y el de la biosfera. El establecimiento teórico de la escala máxima implicaría la
determinación de la frontera entre los dos sistemas a partir de un número reducido de principios. Implicaría,
también, la determinación de los efectos producidos en cada uno de los dos sistemas a consecuencia de los
cambios producidos en el otro. Es poco probable que esa frontera tenga las propiedades métricas que pudieran
hacerla susceptible de una tal descripción.

En cuanto a la escala óptima, las dificultades son de otra índole. El punto de partida aquí, es que el bienestar

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deriva de los servicios recibidos de dos fuentes: los producidos de la actividad humana y las funciones naturales
no producidas. Si las dos fuentes se interfieren, si el aumento de la primera comporta pérdidas en la segunda, ha
de haber un punto de equilibrio más allá del cual un incremento marginal de la producción tenga como
consecuencia una reducción más grande de la utilidad natural; un punto a partir del cual el crecimiento se volvería
antieconómico. Así, este punto de equilibrio indicaría la escala óptima.

El enfoque de la escala óptima encuentra dos obstáculos:

1. En primer lugar, sería necesaria una medida común de valor para los productos de la economía y para los
servicios de la naturaleza, objetivo que mucha gente persigue en el ámbito de la economía ecológica; lo
que implica que ha de ponerse precio a la naturaleza. Y los precios son a menudo artificiales. ¿Cuánto
vale la capa de ozono?

2. En segundo lugar, el análisis de la escala óptima no es, en términos prácticos, independiente del de la
escala máxima. Obviamente el punto óptimo de bienestar económico estará por debajo de la capacidad
física de sustentación. Si la incertidumbre respecto a esta última es elevada, entonces la noción de
bienestar óptimo socialmente construida a partir de una determinada estructura de necesidades podría
situarse de forma persistente más allá del máximo ecológicamente soportable.

Los estudios que intentan poner un precio, tratan de poner de manifiesto que los servicios de los ecosistemas
aportan una parte importante de la contribución total al bienestar humano. Apuntan a tener en cuenta los costes
ambientales en los análisis coste-beneficio de los proyectos económicos. Numerosos son las dificultades que se

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presentan, la más importantes se refieren a las limitaciones inherentes a las técnicas de valoración monetaria de
servicios externos al mercado y la consideración de la biosfera que es un sistema dinámico complejo, mediante
una representación estática de ella. Por ello es posible que nunca lleguemos a contar con una estimación precisa
del valor económico de los servicios de la naturaleza. Problemas similares afectan a la propuesta de modificar los

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esquemas de la contabilidad nacional para incluir de forma adecuada los costes sociales y ambientales del
crecimiento. Así Daly y Cobb manifiestan que con estas distorsiones, el PIB no sólo es un indicador deficiente
del bienestar sino que puede resultar engañoso en la medida en que a partir de un determinado umbral, más
crecimiento puede no comportar más bienestar, sino menos.

Las principales dificultades de esta propuesta para hacer operativo el concepto de desarrollo sostenible, estriban
en primer lugar en las complicaciones para atribuir valores monetarios a servicios o daños externos al mercado
ya mencionados, y en segundo lugar a la selección de los componentes, cuya importancia puede en algunos casos
ser objeto de mucha discusión. Finalmente, en muchas sociedades, la obtención de los datos relevantes puede ser
extremadamente difícil. Su principal resultado, por contra, es que aumenta la visibilidad de la idea teórica de una

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escala económica óptima.

En busca de una brújula: midiendo sólo la dirección

Hay numerosos enfoques con un objetivo menos ambicioso, el de elaborar un conjunto de indicadores que permita
evaluar si las sociedades se encaminan en una dirección de más sustentabilidad (o al contrario); es decir, un
sistema de señales que permita detectar si el camino seguido se orienta en el sentido de esa visión o se aleja de
ella. Los indicadores adecuados para esta finalidad deben cumplir diversas condiciones entre ellas: deben ser
sencillos y direccionalmente seguros. Para ser sencillos deben ser limitados en número y calculable de forma
transparente. Para ser direccionalmente seguros debe ser obvio que lo que indican es relevante para la
sustentabilidad. Muchos de los sistemas existentes se basan en un modelo de Presión-Estado-Respuesta es decir
un modelo que intenta describir la presión ejercida por las actividades humanas sobre el medio ambiente, los
cambios en los ecosistemas causados por esa presión y las respuestas sociales en términos de políticas
medioambientales y otros ajustes institucionales.

Se hace muy difícil decidir de una manera inequívoca si el resultado de conjunto apunta o no en una dirección de
menos insostenibilidad. La situación en que se ha desembocado, plagada de visiones contradictorias sobre lo que
debe entenderse por sustentabilidad y de escasamente compatibles procedimientos para realizar las
correspondientes mediciones, ha sido descrita así: Superficialmente hay acuerdo en que el medio ambiente y la
economía interactúan, se reclama integración de las políticas socioeconómicas y medioambientales, y la solución
está en el paradigma del desarrollo sustentable. Raque usted la superficie y abrirá una caja de Pandora llena de
diferentes nociones de sustentabilidad y medios para conseguirla.

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Diferentes estudios utilizando los mismos países a partir de los mismos datos, pero seleccionando de manera
distinta las variables incorporadas al indicador agregado, obtuvieron resultados radicalmente diferentes. También
ha influido las visiones diferentes del significado de “sustentabilidad”.

(Hay que tener mucho cuidado antes de decidir si la cantidad científicos e ingenieros debe tener un signo positivo
o negativo a la hora de calcular su contribución a la sustentabilidad. Una sociedad ignorante de los límites de la
naturaleza pero tecnológicamente modesta puede dañar su propia base de subsistencia y poco más, incluso le
tomará bastante tiempo, pero si está dotada de una tecnología poderosa y capaz de un impacto global puede dañar
a todo el mundo muy rápidamente)

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El incierto futuro de un concepto

En los años anteriores y posteriores a la Cumbre de Río hubo mucha discusión conceptual acerca del desarrollo
sustentable. El debate no ha desaparecido, pero muestra menor vitalidad. Diez años después de Río las
concreciones empíricas del desarrollo sustentable han producido resultados tan difícilmente conciliables entre sí
como las elaboraciones conceptuales que las precedieron. Una y otra vez, la solución al problema de cómo hacer
compatibles el desarrollo y la sustentabilidad se escurre entre las manos de los analistas. La idea de un desarrollo
sustentable se reduce a la búsqueda, siempre recomenzada, en condiciones siempre nuevas, de un equilibrio

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razonable entre la conservación de los sistemas naturales que soportan la existencia social y los procesos
socioeconómicos que pugnan por mejorarla. La idea que quiso conquistar le mundo hace sólo una década
sobrevive debilitada.

Tema 5
CAMBIO SOCIAL: MODERNIZACIÓN Y MEDIO AMBIENTE
La referencia para el análisis será la visión sobre el cambio de las sociedades en la segunda mitad del siglo XX:
la sociología de la modernización o del desarrollo.

Modernización: se refiere sobre todo al tránsito de una sociedad tradicional a una sociedad moderna, así como
al resultado de dicha transición.
Desarrollo: se ha referido a la aceleración del proceso de modernización como efecto de la actuación consciente
e intencional de las élites de una sociedad y se ha aplicado sobre todo a los aspectos económicos del proceso.
Aunque hay algunas diferencias, al nivel de generalización que trataremos los matices no son decisivos, por lo
que usaremos ambos conceptos indistintamente.

De la modernización a la modernización ecológica.


La sociología de la modernización se formuló y desarrolló en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado,
coincidiendo con la difusión del desarrollo como objetivo para casi todas las sociedades del mundo.
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Conoció una crisis en los años 70 y hasta mediados de los 80
Al final de los 80 con el colapso del comunismo soviético, experimentó un cierto renacimiento, acentuándose su
vinculación con las teorías de la convergencia o de la sociedad industrial y con las del desarrollo.
El núcleo básico de la concepción de la sociedad moderna al cual nos referiremos, ha sido el punto de referencia
omnipresente en los debates sobre el cambio social. El concepto de modernización se construye mediante la
comparación entre una sociedad tradicional y otra moderna. Modernización es el proceso a través del cual se pasa
de un estado a otro.
La teoría establece diversos caminos o vías a la modernidad, sin embargo, tiende a sostener que hay en esencia
un único modelo de modernidad, que todas las sociedades modernas tienden a homogeneizar sus rasgos

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estructurales.
Rasgos o características para establecer la condición o el grado de modernidad (Ginner):
1. Desarrollo de las comunicaciones. La sociedad moderna está altamente comunicada entre todos sus
puntos, la circulación de bienes, personas e información es extremadamente rápida, lo cual implica una
presencia inmediata del centro en la periferia, también en la cual hay medios técnicos de comunicación
de masas (radio, televisión, etc.).
2. Hedonismo, consumismo, secularización. El habitante de la sociedad moderna es individualista, adicto
a los derechos, libertades y consumos personales; una cierta forma de hedonismo impregna su

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comportamiento. Este desarrollo individual aparece ligado al acceso abundante a bienes y servicios, con
una tendencia a la secularización de los valores, lo que no implica la desaparición de la cultura religiosa,
sino sólo la pérdida del monopolio por parte de ésta.
3. Preponderancia de los grupos asociativos. La familia pierde importancia como espacio de la
socialización (a favor de la escuela, medios de comunicación, etc.) y como unidad económica. Las formas
asociativas o secundarias de agrupación (sindicales, ideológicas, etc.) pasan a ocupar un lugar
preeminente. Los mecanismos de identificación emocional se desplazan a ámbitos más amplios, como la
clase social o la nación.
4. Autoridad legalista y racionalidad burocrática. Las formas políticas de la modernidad se caracterizan
por la consolidación del Estado, de la forma burocrática de administración del poder y la referencia a la
voluntad popular o nacional como principio de legitimidad.
5. Industrialización, urbanización. Preeminencia de las actividades económicas de industria y servicios
frente a las del sector primario. Uno de los indicadores más utilizados para describir los procesos de
modernización es la evolución sectorial de la población activa. Suele considerarse que el proceso de
industrialización comporta la concentración de la población en ciudades, y también, la configuración de
estructuras sociales y formas de estratificación complejas, basadas en una sofisticada división del trabajo.
6. Institucionalización del conflicto y de los cambios en la estructura. Se establecen normas para dirimir
los conflictos y mecanismos de arbitraje y conciliación; el estado asume funciones de mediación entre los
diversos agentes económicos y sociales. Los procesos de reproducción de las estructuras según

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atribuciones heredadas van dando paso a procesos basados en el logro, con estructuras de estratificación
más abiertas.
En el modelo de “antes y después” de la modernización, hay que distinguir la estructura social anterior de la
posterior mediante dos conjuntos de atributos dicotómicos, cada uno de los cuales constituye un sistema de
variables interrelacionadas (agrario/industrial, rural/urbano, cerrado/abierto, etc.). De acuerdo con este modelo,
las sociedades pueden ser clasificadas, quedando ordenadas según su relativa modernización en una escala
continua. El cambio será el descenso en la presencia de atributos “tradicionales” y el aumento de la presencia de
los “modernos”. La teoría de la modernización sirve a propósitos de descripción y clasificación.

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Las principales objeciones a que se ha enfrentado la visión del cambio social como modernización son:
1. La dificultad para establecer con aplicabilidad universal los conjuntos de atributos correspondientes a las
sociedades tradicional y moderna.
2. La vaguedad en las clasificaciones a lo largo de una escala continua.
3. La dificultad de seleccionar factores determinantes, que sean condición necesaria y suficiente para que se
ponga en marcha el proceso de cambio.

Ha habido una estrecha conexión entre los conceptos de modernización y desarrollo: El concepto desarrollo

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apareció en su forma contemporánea como un programa de extensión universal de los beneficios del progreso
científico y del bienestar material en el contexto posterior a la Segunda Guerra Mundial. Bajo la perspectiva del
desarrollo, todas las sociedades del mundo aparecen moviéndose a lo largo de un único camino con un solo
sentido, las posiciones de cabeza están ocupadas por las sociedades “avanzadas”, que señalan las metas para las
“atrasadas”, “subdesarrolladas” o en “vías de desarrollo”. El PIB por persona proporcionó el indicador básico
para determinar la posición de cada sociedad.
La visión convencional del desarrollo ha sido criticada, entre otras, por centrarse en los aspectos económicos,
desatendiendo las dimensiones sociales o “humanas”
La modernización ha sido el referente principal para la sociología y los estudios culturales, mientras que el
desarrollo lo ha sido en economía y en ciencia política.

Bell formuló ese núcleo común invocando la idea marxista de que el país industrialmente más desarrollado
muestra a los más atrasados la imagen de su propio futuro: “el desarrollo es un proceso de carácter global,
generalizable a todas las sociedades, es básicamente homogéneo por lo que resulta posible la clasificación de las
sociedades en un continuo, las sociedades atrasadas pasaran en un futuro por el estado actual de las avanzadas,
es un proceso sin final, de forma que no puede decirse que haya sociedades modernas sino sociedades más o
menos avanzadas en el camino de la modernización”.

Daly, se preguntó por la posibilidad de universalizar el consumo por persona de recursos no renovables de los
EEUU, y resumió su análisis así: La universalización implicaría un aumento del flujo anual de recursos de un
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orden superior al 700%. Esta multiplicación por siete (o más) parece de lo más problemática. Concluye que un
modelo de consumo al estilo de Estado Unidos para un mundo de 5000 millones de habitantes es imposible.
Argumentos similares pueden aplicarse a la alimentación; la expansión global de una agricultura cortada por el
patrón de los países industriales tropieza con límites relativos a la energía empleada en la producción de alimentos

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
en Estados Unidos, que si se extiende a una población mundial exigiría un volumen de petróleo que agotaría en
pocos años las reservas existentes. Además no habría tierra suficiente si todo el mundo hubiera de alimentarse
con la dieta y la tecnología estadounidense. Si tomamos a España, haría falta que la Tierra fuese casi tres veces
más extensa para que el uso español de recursos renovables fuese generalizable a escala global.

El uso de recursos naturales y la construcción son sólo uno de los rasgos definitorios de las sociedades modernas.
Un indicador básico de la modernización ha sido el cambio en la composición sectorial de la población activa:
en la sociología contemporánea es habitual referirse a la reducción porcentual del sector primario y la ampliación
del secundario en primer lugar y luego del terciario como una señal inequívoca de la entrada de una sociedad en

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la modernidad. Una vez más podemos preguntarnos si la población activa del planeta puede tener la misma
composición que la de EEUU o Reino Unido, y es la imagen del futuro para el conjunto de la humanidad. Hay
razones plausibles para una respuesta negativa, o al menos problemática. Hay muchos otros factores a tener en
cuenta: cantidad de población, nivel de vida deseado, agua, clima, fertilizantes, contaminación, etc.
El estudio de las limitaciones derivadas del uso de los recursos ha hecho aflorar una larga serie de anomalías para
el paradigma de la modernización-desarrollo: resulta ya difícil ignorar la cuestión de si existe o no un límite a la
expansión física de las sociedades y parece razonable la aseveración de que los países subdesarrollados no podrán
pasar por el estado actual de las economías industriales.
Uno de los resultados del balance ha sido la reformulación de las teorías de la dependencia, que definen el
subdesarrollo como un efecto de la forma en que los países industrializados obtienen su riqueza. El ordenamiento
de las sociedades de más a menos avanzadas se rompe por completo y adquieres sentido hablar de sociedades
superdesarrolladas (que no pueden reproducir su forma de vida sin agotar la capacidad de sostenimiento de la
biosfera) y sociedades infradesarrolladas (que podrían reproducir sosteniblemente niveles de producción y
consumo superiores a los actuales).

Otro de los resultados ha sido el intento de reformular la sociología de la modernización en los términos que
vienen conociéndose como modernización ecológica.
La hipótesis básica es que un curso de la innovación tecnológica inspirado por la ecoeficiencia podría incrementar
la productividad de los recursos para hacer posible la obtención de un flujo más grande de valor a partir de un
flujo de recursos inferior al actual. Esto generaría el espacio suficiente para que las sociedades menos
industrializadas pudiesen acceder al desarrollo sin sobrepasar los límites naturales, entonces lo que tal vez podría
generalizarse no sería la actual economía industrial norteamericana y europea sino un sistema hoy desconocido.
Esta hipótesis implica por una parte aceptar que las versiones clásicas de la modernización resultan inadecuadas
por no haber dedicado la necesaria atención a los límites naturales al desarrollo. Por otra parte implica que un
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conjunto de correcciones o ajustes adecuados de las instituciones de la modernidad permitiría tanto su pervivencia
como su universalización.

La sociología de la modernización ecológica, supone que el desarrollo de la sociedad industrial comporta el


surgimiento de un nuevo subsistema de la sociedad moderna capaz de servir de contrapeso a los excesos de la
expansión económica, introduciendo un nuevo equilibrio. Suele considerar que las políticas de medio ambiente,
la búsqueda de eficiencia energético-material y la difusión de valores postmaterialistas y hábitos de “consumo
verde”, son expresiones visibles de la constitución de ese subsistema.

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
La modernización ecológica tiene una dimensión normativa y una descriptiva.
a. Descriptiva, una propuesta sobre las vías más adecuadas o más fácilmente practicables para
aproximarse a un desarrollo sustentable e interpreta determinados rasgos del cambio social en
curso como señales de una efectiva orientación de las cosas en esa dirección.
b. La parte normativa puede argumentarse a partir de la tesis de que el problema de la
sustentabilidad se reduce a la búsqueda de un equilibrio razonable entre los tres factores de la
pseudoecuación según la cual el impacto ambiental está en función de la población, el consumo y
las tecnologías.

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Si se acepta que la presión humana sobre los sistemas naturales es excesiva o puede serlo pronto, la viabilidad de
la civilización industrial depende de reducir esa presión, entonces hay tres posibles líneas de actuación:
a. Control demográfico (natalidad baja) con el objetivo de disminuir la población.
b. Difusión de una cultura de la suficiencia (moderación del impulso adquisitivo y deseos
extravagantes) con la finalidad de reducir el consumo.
c. Mejoras en la ecoeficiencia, es decir, satisfacción de las necesidades con un uso menor de
recursos naturales.
Las líneas que aparecen como más viable son las que se centran en un uso más eficiente de los recursos: se basa
en la innovación tecnológica y no cuestiona la fe fundamental de la sociedad moderna.
Desde la perspectiva de la ecoeficiencia, la modernización ecológica comporta una reinterpretación de la ecuación
del impacto ambiental cuyo punto fundamental es la tesis de que el impacto puede reducirse sustancialmente a
través de la minimización de los requerimientos ambientales por cada unidad de producto.

Sociedad postindustrial y flujos materiales; desacoplamiento sin desmaterialización

Las cuentas o registros del uso de materiales son significativas para evaluar la sostenibilidad porque las
sociedades humanas, como todos los sistemas vivos, dependen de un entorno natural del cual obtienen recursos
y al cual devuelven desechos. Ese intercambio con la naturaleza permite a las sociedades reproducirse y cambiar.
Hay dos dimensiones de escala física a considerar:

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1. La sociomasa: compuesta por los cuerpos humanos y los artefactos a ellos asociados.
La sustentabilidad está asociada a la flexibilidad de que el peso de la sociedad sobre el planeta no sea ni
demasiado grande (comprometiendo la capacidad para obtener servicios ambientales) ni demasiado
pequeño (resulta vulnerable).
2. El flujo metabólico: los materiales que entran en el sistema social y son procesados por las actividades
económicas, incorporándose en parte a la sociomasa y devolviéndose en parte al entorno como residuos.
La dirección de una mejora en las perspectivas de sustentabilidad parece inequívoca: dados una población
y un nivel de vida determinados, cuanto menor sea la cantidad de energía no renovable y de materiales
necesario para reproducirlos (cuanto más eficiente sea el uso de los recursos) mejor.

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
La idea de sustentabilidad (o durabilidad) tiene que ver con cuatro cuestiones interrelacionadas pero parcialmente
independientes, no mutuamente reductibles.
1. El mantenimiento de la escala física de la sociedad dentro de la capacidad de carga del planeta.
2. La conservación de la diversidad biológica que evite una simplificación catastrófica de la biosfera,
3. La reserva frente a la intensificación innecesaria de la degradación entrópica que acompaña a toda
actividad productiva.
4. El mantenimiento de las condiciones de espacio y tiempo del aprendizaje social.

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El recuento de flujos materiales concierne a la primera de esas cuestiones, de modo que permite una aproximación
que es sólo parcial. Pese a ello, en la última década del siglo XX, una vez que la protección del medio ambiento
se convirtió en un objetivo aceptable para los gobiernos y las empresas, el debate sobre la sustentabilidad ha
tendido a centrarse cada vez más en la cuestión de la escala física, y ésta, a su vez, en el metabolismo. Obtener
más con menos, duplicar el bienestar con la mitad de los recursos naturales, o incluso reducirlos a una décima
parte, esto es lo que se propone como la regla operacional por excelencia del desarrollo sustentable. Concentrarse
en los factores tecnológicos del impacto ambiental resulta menos conflictivo desde el punto de vista político y,
además parece encontrar un cierto fundamento en tendencias que ya son observables en las sociedades
contemporáneas.

La referencia más habitual en este sentido es la contribución decreciente de los sectores económicos primarios al
producto económico, pero esto no implica que la reproducción de la existencia social dependa de estos sectores
menos que antes; si las actividades que generan mayores costes ambientales, las que comportan el procesamiento
de mayores cantidades de energía y materiales, aumentan más lentamente que el conjunto de la economía, este
hecho puede interpretarse como una señal de que es posible separar el crecimiento económico de la expansión de
la escala física.
Se ha empezado a creer que la expansión de la civilización industrial incluye dispositivos correctores de su
presión sobre los ecosistemas del mundo, resultado de un giro en la dinámica de la modernización que se habría
iniciado con la transición a estructuras postindustriales y la puesta en práctica de políticas de medio ambiente por
parte de gobiernos y empresas. Se estaría entrando en una nueva fase de la sociedad moderna a la vez más rica y
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más desmaterializada. Como señal más visible de esta nueva fase sería el desacoplamiento entre proceso
económico y uso de recursos naturales. Con “desacoplamiento” se alude a un proceso en que la producción
económica medida en términos monetarios se separa o desconecta del uso de materiales y los niveles de
contaminación, aumentando más deprisa que estos últimos.

En términos generales, desde la década de los setenta, el consumo de recursos por unidad de producto monetario
ha descendido significativamente en el mundo. Ese relativo desacoplamiento ha inducido a algunos a pensar que
podría haberse entrado en el camino de una verdadera desmaterialización, es decir, de una disminución en
términos absolutos de la masa de recursos minerales y biológicos mediante la que se sustenta la civilización

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
industrial, sin embargo, nada indica por ahora que las cosas vayan en esa dirección: el uso de combustibles fósiles,
metales y madera ha seguido aumentando. En su conjunto, lo que ha venido ocurriendo puede describirse como
desacoplamiento sin desmaterialización.

El desacoplamiento es un rasgo visible en la evolución de muchas economías contemporáneas, según los datos
del Banco Mundial, las sociedades más ecoeficientes, las más hábiles para extraer dinero de cada unidad de
energía consumida, no son precisamente las más desarrolladas, datos que implican una seria objeción a la tesis
de que la eficiencia energética se correlaciona positivamente con el nivel de modernización. Más bien que ilustra

Reservados todos los derechos.


un hecho primario de la existencia social: los ricos tienden al despilfarro, mientras que los pobres lo aprovechan
todo.
El grado de desacoplamiento no difiere mucho entre sociedades industriales maduras y sociedades con un sector
de economía moderna importante pero, en su conjunto, mucho menos desarrolladas como China o la India. La
obtención de más dinero por cada unidad de energía usada no parece estar en relación con el grado de desarrollo
tecnológico de las diferentes sociedades.
Lo más prudente es no confundir desacoplamiento con verdadera ecoeficiencia, reservando esta palabra sólo para
el análisis de dimensiones físicas, es decir, para aludir a eventuales efectos de desmaterialización, de reducción
total o parcial del flujo metabólico y/o la sociomasa.

El término desmaterialización fue introducido por referencia a la cantidad de materiales incorporados a los
productos industriales (y a la cantidad de residuos derivada de su uso). La expansión del consumo, la pérdida de
calidad que reduce la durabilidad de los productos, las características de los residuos y otros fenómenos
relacionados pueden determinar que las mejoras ambientales asociadas con la masa menor de cada producto
individual sean más que neutralizadas en el resultado total. Por ello la desmaterialización por unidad de producto
es sumamente engañosa como indicador de mejora medioambiental. Los críticos han insistido sobre todo en
cuatro argumentos:
1. Han destacado que no se trata ni mucho menos de un fenómeno nuevo, sino de un rasgo persistente en la
historia del capitalismo, debido a que éste prospera al reducir costes de producción: en muchas ocasiones
se han producido innovaciones y cambios tecnológicos que han permitido reducir la cantidad física de
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algunas materias primas por unidad de producto y con ello, los costes de producción; sin embargo, esa
reducción ha generado a menudo el “efecto rebote”, una expansión de los mercados y un aumento del
consumo total de dichas materias primas.
2. Han recalcado que las estimaciones optimistas se basan en la experiencia de sectores emergentes

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
(servicios o la información) infravalorando sus requerimientos materiales y olvidando que, aunque
disminuya la tasa de ganancia en los viejos sectores, su escala física no lo hace (televisores, teléfonos
móviles, ordenadores se añaden a los coches, etc, no los sustituyen).
3. En muchos casos, el descenso en la contribución de las industrias de materias primas al producto medido
en términos monetarios se confunde con un descenso en la cantidad total de energía y materiales
introducida en la economía que no se ha producido en absoluto.
4. Han observado que los cambios en la intensidad de uso de energía y materiales en algunos de los países
más ricos no son independientes de la reestructuración espacial hacia países más pobres de las industrias
más sucias y más material-intensivas.

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Así, la desmaterialización no se ha producido, tanto en el mundo considerado en su conjunto, como en los países
más desarrollados. El uso de energía no renovable ha seguido en aumento en todo el mundo y ha crecido más en
las sociedades desarrolladas que en el resto del planeta.

Las curvas medioambientales de Kuznets, modelo que examina la relación entre crecimiento económico e
impacto ambiental bajo la hipótesis de que el impacto crecería al mismo ritmo que el PIB hasta que éste alcanzará
un determinado nivel y, a partir de ese punto, los niveles de impacto comenzarían a descender. Los estudios
desmienten las previsiones asociadas al modelo.

La constatación de que el crecimiento económico no conduce por sí mismo a aliviar la presión sobre el medio
ambiente ha llevado a pensar que sería necesaria una intervención consciente, orientada a introducir reformas
inspiradas por la búsqueda de ecoeficiencia, por lo que ha surgido un nuevo campo de investigación, la ecología
industrial, que se ocupa de contabilizar en términos físicos los requerimientos materiales de los diferentes
procesos de producción, a fin de detectar las oportunidades para aumentar la productividad de los recursos
naturales. En buena medida, la ecología industrial procede a través de análisis parciales: debido a la irreductible
heterogeneidad cualitativa de los diferentes materiales, los estudios más cuidadosos han de abordarse sustancia a
sustancia, proceso a proceso.

En los últimos años, se han desarrollado metodologías específicas y se han definido algunos indicadores sintéticos
de contabilidad nacional en términos físicos para la UE. El objetivo común de estos trabajos es aproximarse a un
cómputo del uso total de materiales y de la emisión total de residuos por parte de una sociedad.
Los conceptos e indicadores básicos están bien definidos:
1. El Requerimiento Total de Materiales (RTM), mide el peso total de los recursos naturales requeridos por
la actividad económica en una sociedad determinada. Parte del RTM corresponde a flujos ocultos (FO),
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es decir, materiales que en el curso de los procesos productivos, son desplazados o movilizados en el
medio ambiente sin ser ellos mismos usados en la economía, por ejemplo el suelo erosionado o la tierra
removida para la construcción.
2. La Entrada Material Directa (EMD), es el indicador que resulta de restar del RTM esa parte oculta y
corresponde a todos los materiales con valor económico que entran en una economía para ser procesados
y usados en las actividades de producción y consumo.
3. La Balanza Comercial Física (BCF), mide la diferencia entre las importaciones y las exportaciones de
recursos.
La información acumulada revela que en las economías industriales maduras el flujo de recursos ha venido

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
aumentando lentamente, más o menos al mismo ritmo que la población, manteniéndose pues a unos niveles muy
elevados y seguramente insostenibles.

En cuanto a los residuos, los principales indicadores introducidos son los siguientes:
1. Residuo Procesado Interno (RPI), es el peso total de los materiales procedentes del medio ambiente local
e importados, que han sido usados en la economía y luego depositados en el medio ambiente.
2. Flujo Oculto Interno (FOI), es el peso total del los flujos ocultos en el ámbito territorial considerado.
La suma RPI + FOI representa la cantidad total de residuos materiales causada directa o indirectamente por la

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actividad económica en un ámbito territorial determinado.

Son también de interés los datos relativos a un aspecto que no suele tratarse en los debates sobre
desmaterialización: la evolución de la sociomasa. Ésta depende en parte de la evolución humana y en parte del
entorno artificial de ésta. Un indicador es el Adiciones Netas al Stock (ANS), que corresponde a la cantidad de
materiales añadida al stock de edificios e infraestructuras o incorporada a nuevos bienes duraderos (coches,
maquinaria industrial...) y permite medir el “crecimiento físico de la población de artefactos” y se calcula como
la diferencia en peso entre EMD y la suma de RPI y las exportaciones.

El balance del uso de materiales en la “fase postindustrial” de la sociedad moderna revela serias tensiones en
cuanto a la presión sobre los sistemas naturales. La información existente indica que, en las últimas décadas, la
cantidad de materiales procesados y desechados por las sociedades modernas ha aumentado, aunque (en
comparación) el producto económico lo ha hecho bastante más, esas sociedades se han vuelto algo más sucias y
bastante más ricas. Así, no puede decirse que la transición a un desarrollo sustentable se haya iniciado ya.

Modernización ecológica y tecnologías de la información.


Desde hace unos pocos años el auge de las tecnologías de la información y las comunicaciones está dando lugar
a una segunda versión del mismo debate. La nueva economía digital, permitirá un tipo diferente de crecimiento
económico, mucho menos devorador de energía y materiales que el tradicional. Se anuncian tasas de
productividad más elevadas en un mundo sin peso y sin fricción. Se proclaman sinergias, buenas para la economía
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y para el medio ambiente, entre el microprocesador, el láser, la fibra óptica y los satélites. Se predice una
expansión económica basada casi en exclusiva en actividades cinco veces menos intensivas en energía que el
conjunto de la economía actual. Se especula con la posibilidad de que todo ello, mediante una gestión adecuada,
abra la vía a una “sociedad de la información sostenible”, más material-eficiente y capaz de evitar el efecto rebote
que se produce cuando una mayor eficiencia se ve neutralizada por el aumento del consumo.

La fundamentación empírica es más bien escasa: falta perspectiva temporal y los datos son aún escasos y a
menudo imprecisos. El argumento se apoya sobre todo en el nuevo hombre y la nueva mujer conectados en red
trabajaran, estudiarán, comprarán y se divertirán sin salir de casa, con un minúsculo consumo de electricidad. Se

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construyen, así, diversos escenarios de sustitución. Internet será el centro comercial del siglo XXI. Un doble
efecto, no ya de desmaterialización sino, mejor aún, de e-materialización.
Todo esto es, de momento, bastante especulativo. No hay evidencia alguna de que se esté reduciendo el número
de viajes en coche o en avión ni el de Kilómetros recorridos. El comercio electrónico hará que disminuyan los
desplazamientos hasta la tienda, pero habrá que ver hasta qué punto incrementa el tráfico de carga, aéreo y por
carretera. La idea de que la sociedad de la información puede ser un paso más en el camino de una modernización
ecológica es hoy incompleta.

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Castells: “Estamos entrando en un nuevo estadio en el que la cultura hace referencia directa a la cultura, una vez
dominada la naturaleza hasta el punto de que ésta se revive (preserva) de modo artificial como una forma cultural:
de hecho, éste es el significado del movimiento ecologista, reconstruir la naturaleza como una forma cultural
ideal. Es el comienzo de una nueva era, la de la información marcada por la autonomía de la cultura frente a las
bases materiales de nuestra existencia”.
No sólo es relevante el impulso dado por las nuevas tecnologías de la información al conjunto de la actividad
económica, y en consecuencia, a la presión sobre el ambiente, sino también la damana material inducida por la
difusión de esas mismas tecnologías.
Algunos estudios han comenzado a preguntarse por las consecuencias del hecho de que cada uno de los artefactos
que operan en la nueva economía digital, ordenadores personales, servidores, transmisores, enrutadores, tiene dos
conexiones, una para bits y otra para kilovatios-hora. Hay varias investigaciones donde se llega a las cifras de la
cantidad de energía que se necesita para producir hardware, más la que se utiliza en su uso, y luego el reciclado,
y es sorprendentemente alto.
La información sobre los costes ambientales durante la utilización de las nuevas máquinas de la era digital es aún
fragmentaria y está, además, bastante contaminada por intereses comerciales y tomas de partido políticas.

La gestión de los residuos generados durante la producción de los aparatos de la era de la información y cuando
éstos son desechados está siendo un motivo de preocupación creciente. Contienen metales pesados y compuesto
orgánicos halogenados. Centenares de millones de equipos informáticos o de telecomunicación están acabando
en vertederos o incinerados. Y crece deprisa.
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Los primeros balances empíricos han enfriado notablemente la euforia de las promesas iniciales. La difusión de
las tecnologías de la información y las comunicaciones se está sumando al consumo de recursos y energía y
también al peso y toxicidad de los residuos, tanto directamente como a través de su influencia indirecta en los
estilos de vida. No sabemos aún si el ordenador en red sustituirá en buena medida al coche y al cemento o si, por
el contrario, se les sumará o incluso si potenciará su ulterior expansión.

El impacto ambiental del consumo de los hogares.


Los estudios sobre la modernización ecológica se ocupan también del análisis de los comportamientos colectivos

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
y las reformas institucionales que de un modo u otro, suponen respuestas sociales relevantes desde el punto de
vista de un desarrollo sustentable.

El consumo para uso personal. El proceso de modernización ha tenido como resultado un modelo de consumo
que presenta, en general, los rasgos siguientes:
1. Una concentración creciente de las estructuras de distribución y comercialización.
2. Una dieta con mucha proteína animal y con una significativa presencia de alimentos y bebidas muy
procesadas y envasadas y transportadas a largas distancias.

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3. Una movilidad basada en el automóvil privado en el marco de un sistema de transporte organizado al
servicio del mismo.
4. Una forma de alojamiento caracterizada por el aumento de la superficie construida y por la tendencia a la
suburbanizaciòn.
5. Una cultura de “usar y tirar”, marcada por la moda, la poca durabilidad y reparabilidad de los productos
y la elevada producción de residuos.

El modelo de consumo así resumido es muy homogéneo, en los ámbitos sociales más modernizados. Indica el
estilo de vida de casi todos los grupos sociales en los países industrializados y de las minorías más o menos
amplias de clase media en los países en vías de desarrollo.
Dentro de ese marco unificado, determinados consumos constituyen “signos de distinción”, señalan las
diferencias entre los distintos grupos de estatus. Quién más tiene, más gasta.
Los consumos posicionales o de distinción suelen ser una buena guía para examinar las tendencias generales: a
medida que la capacidad de gasto aumenta, los grupos sociales y los países relativamente menos favorecidos
tienden a imitar los comportamientos observados en los grupos y países más favorecidos.
La larga tradición sociológica de análisis y discusión de este asunto se está aplicando ahora en el contexto de la
sociología ecológica para comprender la difusión de los estilos de consumo, tanto internacionalmente como entre
grupos diferentes dentro de una misma sociedad.

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Muchos de los consumos posicionales (no todos) están asociados a un impacto ambiental elevado, como
consecuencia, la difusión de los estilos de consumo más modernos tiende a menudo a incrementar la presión
sobre el medio ambiente.
El impacto ambiental de la dieta tiende a aumentar en función de tres factores:

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a. Las dietas con más proteína animal son ambientalmente más costosas que las relativamente más
vegetarianas; más todavía si esa proteína animal procede de carnes rojas.
b. La distancia recorrida por los alimentos desde el lugar en que son producidos hasta el punto de su consumo
final: a medida que esa distancia aumenta, lo hacen también la energía usada en el transporte y los
requerimientos de conservación y envasado.
c. El impacto ambiental tiende también a aumentar a medida que lo hace el grado de procesamiento previo
al consumo final.
Los tres factores no siempre se agregan linealmente. Diferencias locales (clima, suelos, etc.) pueden dar lugar a
excepciones. Pero la regla cualitativa identifica “ecológico” con local, fresco y bajo en la cadena trófica, es

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razonable.
El impacto ambiental del transporte. Aumenta, en general, a medida que lo hacen la distancia recorrida y la
velocidad requerida para llegar al punto de destino. Cuanto más intensivos en energía y materiales son los medios
utilizados. El coche privado menos sostenible que el transporte colectivo y este menos sostenible que la bicicleta.
La eficiencia ecológica de la forma de residencia. Materiales y procesos de construcción, proximidad o lejanía
entre los diseños y las condiciones bioclimáticas, durabilidad o ritmo de sustitución de los elementos duraderos
(muebles, equipos), magnitud de los flujos de energía y materia (agua, electricidad, etc.), distancia entre el lugar
de residencia y los destinos cotidianos, etc.

Los consumos con mayor impacto ambiental son: coches, carne, productos agrícolas, iluminación y artefactos
eléctrico, calefacción y refrigeración, construcción de la vivienda, agua consumida y aguas residuales...

En las últimas décadas, la expansión económica ha tenido como consecuencia un incremento en la capacidad de
gasto para el consumo, que se ha traducido en un mayor consumo de bienes asociados a un impacto ambiental
más elevado. Tanto la dinámica posicional de imitación/emulación como las exigencias básicas del desarrollo
humano empujan en grados diferentes en esa dirección (ej.: el consumo de papel tiene que ver con la distinción
cultural, pero también con la alfabetización). El consumo de varios de los productos con mayor impacto ambiental
ha seguido en aumento en todo el mundo, y más rápido en las sociedades en las que el punto de partida era más
bajo.

En general, los consumos ambientales más agresivos han venido aumentando a un ritmo relativamente más rápido
que el de la capacidad de gasto considerada en su conjunto, tanto en las sociedades industrializadas como en las
que están en vías de industrialización.

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Los datos sugieren que la globalización de los estilos de vida más modernos está incrementando la presión sobre
los sistemas naturales de soporte de la vida más de lo que correspondería linealmente al crecimiento demográfico;
y que, en el período más reciente, la contribución relativa a ese efecto de las minorías de clase media de las
sociedades en vías de desarrollo es significativa. La introducción de productos ambientalmente más costosos
viene a menudo de la mano de los grupos sociales con mayores ingresos, con niveles de educación más altos y
más urbanos. Estos grupos suelen ser los primeros en acceder a las novedades y son la referencia a imitar,
convirtiéndose en difusores de los requerimientos ambientales en aumento y en agentes involuntarios de una
“modernización antiecológica”.

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
El estudio del consumo no puede hacer abstracción de la desigualdad que existe en cuanto al acceso a los recursos.
La diferencia entre lo que toman del planeta las personas que forman parte de la minoría consumidora del mundo
y lo que toman las personas que integran la minoría de los más pobres es muy grande.

Durning en su análisis, consideró que la dieta, la movilidad y la generación de residuos son tres ámbitos
suficientemente significativos. Durning dividió la población del mundo en tres “clases de consumo”:
1. Clase alta, a la que llamó “clase del coche, carne y desechables”. A ella pertenece una quinta parte de la
población mundial. Se mueven en vehículos privados de motor de combustión, dieta con fuerte proporción

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de proteína de origen animal y producen gran cantidad de residuos (20% de la población).
2. Clase media, que se mueve en bicicleta o en transporte público, tiene una alimentación básicamente
vegetariana y desecha relativamente poco (60% de la población).
3. Clase baja, que se desplaza a pie o a lomos de animales domésticos, no come lo suficiente ni tiene
garantizado el acceso al agua potable y prácticamente no produce residuos (20% de la población).
Los niveles de consumo de recursos existentes en los países industrializados no son generalizables. Los
consumidores tienden a aumentar la presión sobre los recursos naturales globales. Los excluidos se ven
empujados a sobreexplotar su cada vez más restringida base local de subsistencia.

El programa 21 y la sustentabilidad local.


La Agenda o Programa 21, aprobada en la Cumbre de Río en 1992, recomienda establecer programas 21 locales
dirigidos a mejorar las condiciones de viabilidad, durabilidad o sustentabilidad de los asentamientos humanos.
Ese llamamiento se ha extendido ampliamente por todo el mundo. Ha estimulado dinámicas institucionales más
o menos coordinadas. En su formulación normativa, la elaboración del Programa 21 local exige identificar en
cada población los problemas medioambientales más acuciantes, desarrollar planes de actuación con la
participación de los actores sociales locales, crear foros de debate ciudadano y establecer dispositivos de control,
así como documentar el estado y los cambios de las estructuras sociales y del medio físico desde el punto de vista
de la sustentabilidad. Se han convertido en un laboratorio significativo para contrastar la adecuación de los
procesos políticos a las hipótesis de la modernización ecológica.

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En los países más industrializados el crecimiento de la población urbana es mucho más lento, pero el
desplazamiento desde centros urbanos concentrados hacia extensas regiones metropolitanas y hacia ciudades
intermedias aumenta también muy intensamente la presión sobre el territorio. Incluso si hay una inflexión en la
tendencia, la inercia de la expansión urbana de las últimas décadas será poderosa.
Aunque la concentración de personas en las ciudades posibilita economías de escala en los costes del transporte,
servicios, saneamiento eficaz, un ritmo de crecimiento y una escala muy grandes en las ciudades tienden a hacer
difícilmente gestionable la provisión del agua en cantidades suficientes y con la calidad necesaria, a acentuar la
insuficiencia de las redes de saneamiento, a superar la capacidad de creación de empleo, a agravar la congestión,
la contaminación del aire y la acumulación de residuos, a aumentar los requerimientos de energía y a incrementar

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las presiones sobres las zonas no urbanas.

La relación entre las ciudades actuales y las crisis ecológica puede percibirse a escalas diferentes.
1. Las ciudades del mundo concentran la mayoría de la población y de la actividad económica y, en
consecuencia, son un factor principal del incremento en la emisión de gases de invernadero y del
consiguiente cambio climático global.
2. Los problemas a escala local como dificultades en el suministro de energía o de agua potable, congestión
del tráfico, mala calidad del aire, etc. La cuestión de la sostenibilidad local se refiere a las formas de

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mejorar estos problemas sin esquilmar las áreas no urbanas y sin socavar la viabilidad económica y
cultural.
Los principios reguladores de una eventual transición hacia asentamientos humanos menos insostenibles son
conocidos, y su formulación es sencilla. El modelo de ciudad compacta y limitada en su expansión es más
eficiente desde el punto de vista medioambiental que la dispersión suburbana. La relocalización de determinados
procesos productivos básicos (agricultura, generación de energía, etc.) es aconsejable. La conservación de los
espacios ecológica o agrícolamente productivos que aún existen dentro de los límites urbanos resulta crucial. La
pacificación de las calles y el fomento de proximidad, con más facilidades para el transporte público y bicicleta,
aparecen como la única alternativa viable a la congestión, la contaminación y el ruido. Estos principios (entre
otros) son interdependientes, por lo que depende en buena medida de que sean aplicados conjuntamente. Es decir,
el nuevo paradigma propuesto por el movimiento de ciudades sostenibles, la viabilidad estructural está asociada
a la articulación de la complejidad: los espacios monofuncionales son simples pero, a la larga, insostenibles; los
espacios plurifuncionales son complejos pero pueden ser a la vez menos costosos ambientalmente y socialmente
más ricos.

La dimensión ecológica de la sustentabilidad urbana puede resumirse así:


Al igual que cualquier otro sistema vivo, una comunidad humana sólo puede subsistir y evolucionar si consigue
obtener energía y materiales útiles de su entorno o medio ambiente y si encuentra en él sumideros para los residuos
que produce. No hay que olvidar que a medida que se añaden órdenes de complejidad, los requerimientos
materiales del sistema aumentan. La viabilidad de las ciudades, no puede analizarse sólo en términos de su
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organización interna, sino que hay que examinar también sus relaciones con el mundo natural exterior, siguiendo
la analogía orgánica, la dimensión material de esas relaciones puede describirse como metabolismo. Hablamos
entonces del metabolismo de las ciudades:
a. Las entradas (agua, oxígeno, combustible...) son procesadas para reproducir la población y los artefactos
asociados a ella.
b. Ese procesamiento genera residuos a los que hay que dar salida (dióxido de carbono y otros gases, aguas
fecales, basura...)
c. El metabolismo de las ciudades modernas ha tendido a volverse más grande (consumo de más recursos)
y más lineal (alejado de la circularidad de los ciclos) lo que implica más presión sobre el territorio.

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Las ciudades de la era industrial han eludido los límites de su entorno inmediato por la vía de obtener recursos
de lugares cada vez más distantes, hasta hacerse dependientes de los servicios naturales del planeta entero. En
resumen, la viabilidad o sustentabilidad medioambiental de las ciudades puede aumentarse en la medida en que
su metabolismo y su huella ecológica se reduzcan. Ello exige que el uso de los recursos sea eficiente y en la
medida de lo posible más circular. Por otra parte, la viabilidad de las ciudades no depende sólo de la disminución
de sus requerimientos materiales, sino también de la capacidad para mantener su complejidad en tanto que
sistemas culturales.
Las aplicaciones urbanísticas de las ideas de modernización ecológica conectan el análisis de las ciudades como

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sistemas procesadores de flujos de energía y materiales con conceptos ampliamente difundidos. Tienden a
sostener que las causas de la degradación ambiental y de la degeneración cultural de las ciudades son las mismas,
y deben ser contrarrestadas al mismo tiempo. La ciudad moderna, funcionalista, ha separado los lugares de la
residencia, del trabajo, del estudio, del comercio y del ocio; con ello las distancias cotidianas han aumentado, el
tiempo se ha tornado escaso y la velocidad ha adquirido valor. Hay una estrecha conexión entre la organización
del espacio urbano al servicio del tránsito rodado y el deterioro de las condiciones de vida en las ciudades. Las
calles de la civilización del automóvil son un espacio hostil para todo el mundo. Para quien camina el atractivo
de una ciudad depende de la irregularidad, diversidad e imprevisibilidad de los estímulos, pero para quien
conduce, todo lo contrario: regularidad, uniformidad y previsibilidad; cualquier estímulo no rutinario es un
peligro letal. El coche expulsa la vida de los territorios que domina. En sus diversas formas, el movimiento hacia
la periferia hace a la gente todavía más dependiente del coche y reduce aún más la ciudad a la condición de
“espacio a atravesar tan deprisa como sea posible”. El último de los costes del proceso, es la erosión de la
civilidad: algunos estudios empíricos han constatado que la cantidad de contactos humanos que tienen lugar en
una calle está en relación inversa al número de coches que circulan por ella.

La ciudad moderna no ha encontrado otra fórmula salvo la segregación para mantener la diversidad, no ha sabido
facilitar el acceso a los destinos cotidianos sin aumentar el consumo de combustible, no ha encontrado más
fórmula para el éxito económico que el crecimiento ilimitado. Complejidad cultural y moderación ecológica han
resultado incompatibles. El proceso político implicado en el marco conceptual de las propuestas de Agenda 21
local, está destinado a mediar en esa incompatibilidad.
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Resumen: La relación entre las dinámicas de la modernización y las condiciones de la sustentabilidad
medioambiental, en los diferentes ámbitos considerados, tanto en lo relativo a la escala física como a las
tendencias del cambio tecnológico, las reformas institucionales, los comportamientos colectivos o los procesos

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políticos, dista de se tan fluida como sugiere la hipótesis de la modernización ecológica. “Medio ambiente y
sociedad” es, todavía, el rótulo que señala el lugar de una relación conflictiva.

Tema 6
MEDIO AMBIENTE, ESTRUCTURA Y CONFLICTO SOCIAL

De la misma forma que las sociedades industriales tienen una ecología en la sombra porque explotan recursos
naturales fuera de sus territorios, tienen también una estructura en la sombra, que incluye el conjunto de
relaciones sociales ocultas, externalizadas, que hacen posible esa aportación de recursos. La teoría social habría

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de esforzarse en la percepción de esta realidad, porque la parte oculta del modelo occidental de bienestar es muy
grande.

Si nos preguntamos por los eventuales resultados de una consideración conjunta de los tres rasgos, “la relación
entre los seres humanos y la naturaleza”,” la relación entre el mundo industrial y el preindustrial” y “la diversidad
jerarquizada de las posiciones sociales”, entramos en el territorio que está siendo explorado por el enfoque sobre
lo conflictual en la sociología ecológica. Algunos aspectos (criterios de distribución intrageneralcional,
intergeneracional, interespecies) son objeto de nuevos y polémicos desarrollos en ética ambiental. Desde la
perspectiva sociológica el objeto de estudio es más bien la influencia de las formas diferenciadas de acceso a los
recursos y alcance de los riesgos sobre los procesos de estructuración y las manifestaciones de conflicto.

El medio ambiente como segundo conflicto de la sociedad industrial.


Las formas y grados diferentes de acceso a los recursos y reparto de los residuos ocasionan relaciones
relativamente estables entre grupos sociales distintos, es decir, dan lugar a articulaciones estructurales.
Estas articulaciones pueden ser conflictivas. El tipo de conflicto que surge se denomina “ecológico-social” y se
produce cuando hay grupos, organización y otros agentes sociales que consideran que determinada actividad
económica implica una explotación excesiva de recursos naturales o una contaminación excesiva. La percepción
del exceso puede darse en:
1. Términos absolutos, como amenaza de que el recurso se agote o de que la contaminación afecte a todo
el mundo.
2. Términos relativos, como acceso insuficiente al recurso o incidencia desproporcionada de la
contaminación para un determinado grupo.
A un nivel muy abstracto en ambos casos se produce una contraposición entre dos principios de la acción social:

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1. Ecologismo o transindustrialismo, tiende a un uso parsimonioso de las fuentes naturales de energía y
materiales, a evitar alteraciones catastróficas de los equilibrios ecológicos que mantienen la vida y a
regular equitativamente la distribución entre los humanos y los demás seres vivos.
2. El productivismo o industrialismo, tiende a considerar que las funciones naturales valiosas para el
bienestar son siempre sustituibles y a maximizar su explotación, así como la parte de los recursos de la
Tierra correspondiente a la especie humana.
Para introducir un poco más de complejidad y de concreción, hay que examinar la conexión entre la distribución
de los recursos naturales (o de los costes ambientales) y otras dimensiones de la estructura social.

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Algunas propuestas mantienen que los procesos de estructuración y los fenómenos de conflicto con un
componente medioambiental se añaden a los que tienen lugar en torno al control de los procesos de producción
y a la distribución del producto, haciendo como un elemento subordinado o complementario de estos últimos.
Entienden que la producción económica es el factor fundamental a la hora de explicar tanto la estructura como el
conflicto social, y que la dimensión social de las cuestiones ecológicas puede ser comprendida desde esta
perspectiva. Podemos referirnos a los planteamientos de este tipo con la expresión “economía política del medio
ambiente (ecosocialismo)”.

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La relación entre sociedad y medio ambiente es conflictiva debido a la condición inherentemente expansiva de la
producción en la sociedad industrial capitalista.
La degradación tiende a aumentar porque todos los factores que la causan (número de empresas, fuerza de trabajo,
capital por trabajador, producción, extracciones y emisiones) se ven empujados hacia valores más altos por la
rueda de molino, cadena sin fin o rueda de la producción.
La conexión entre la teoría del capital monopolista y la crisis ecológica se establece a través de la hipótesis de
que el aumento en la velocidad de la rueda implica crecientes extracciones y emisiones medioambientales.

La práctica histórica de externalización de los costes ambientales (en la que las regulaciones impuestas a la
extracción de recursos y a la emisión de contaminantes han sido escasas) se explica por el carácter socialmente
dominante de la dinámica donde a medida que los efectos de la externalización se han vuelto imposibles de
dominar, las administraciones han introducido regulaciones y controles que implican internalizar parte de esos
costes (recayendo sobre las cuentas empresariales o sobre el presupuesto público). Los costes tienen dos
componentes:
1. los que se derivan de cumplir con los requisitos legales
2. los que se desprenden de oponerse en el plano político a la ampliación de tales requisitos.
Las organizaciones empresariales tratan de encontrar caminos para reducir los costes de las normativas
medioambientales ya sea bloqueando su aprobación o limitando el grado y el rigor de su cumplimiento.

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La intensificación y la persistencia del conflicto entre la sociedad y el medio ambiente se explican por la
generalización y profundización de sus causas:
1. La acumulación de capital requiere el uso de recursos naturales para expandir la producción y los
beneficios.
2. La asalarización hace a los trabajadores más dependientes del crecimiento para incrementar el salario y
las oportunidades de empleo.
3. El desarrollo tecnológico eleva la productividad del trabajo reemplazándolo por energía y capital físico.
4. Los gobiernos empujan en la misma dirección para asegurar la “riqueza nacional” y “la seguridad social”.
Todo ello aumenta la extracción de recursos y la emisión de residuos e intensifica la desorganización ecológica

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ante la que, al final, la sociedad se vuelve más y más vulnerable.
En el sistema educativo se han difundido tanto la educación ambiental en las escuelas como la investigación en
ciencias ambientales en las universidades. La familia es el ámbito en que se recibe la publicidad televisiva y en
que se potencian las expectativas y modelos de vida competitivo-consumistas.
El problema central para la economía política del medio ambiente es conectar el conflicto relativo a la distribución
del excedente con el que se deriva de la presión creciente que la expansión de este último ejerce sobre los sistemas
naturales. A menudo, los representantes de este punto de vista tienden a reprochar a los ecologistas la poca
atención dedicada a este asunto.

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El argumento viene a decir que el movimiento ecologista, al ocuparse de los cambios en el medio ambiente y no
de la distribución de los costes y beneficios de los cambios económicos necesarios para introducir medidas de
protección medioambiental, se sitúa en discordancia con los requerimientos de una redistribución positiva de los
recursos económicos, sin la cual no puede conseguir el apoyo social necesario para alcanzar los objetivos
ecológicos. El movimiento ecologista ha fracasado hasta el momento en su intento de refrenar las tendencias
expansivas de la economía porque ha sido incapaz de ligar sus propuestas ambientales con las necesidades
económicas de los trabajadores, las minorías y los pobres.

El ecosocialismo postula así un proceso político muy diferente del de la modernización ecológica, un proceso
saturado de conflictos prolongados, de vigilancia permanente, movilización continua, negociaciones penosas y
lucha sostenida con las instituciones dominantes en la política y la economía y sus representantes. Una parte de
ese proceso provendría del Sur, partiendo de la constatación de que los intentos de imitar el modelo de las
sociedades industriales se enfrentan a dificultades insuperables.

Las sociedades contemporáneas se estructuran según las líneas de distribución del excedente económico y las
cuestiones ambientales adquieren sentido en la medida en que se conectan con los conflictos planteados en torno
a dicha distribución.
Hay otro punto de vista donde los conflictos ambientales se añaden a los relativos a las relaciones de producción,
en lugar de simplemente derivarse de ellos. Este punto de vista mantiene que la contradicción entre fuerzas
productivas y relaciones de producción, que lleva a crisis de sobreproducción, se ve acompañada por otra,
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establecida entre las fuerzas y relaciones de producción capitalistas y las condiciones de producción, que da lugar
a crisis de infraproducción de capital: “el punto de partida de una teoría ecológico-marxista de las crisis
económicas y de la transición al socialismo es la contradicción entre las relaciones de producción capitalistas y
las condiciones de producción capitalistas o relaciones y fuerzas capitalistas de reproducción social”.
La relación entre sociedad y naturaleza se establece a partir de “condiciones de producción” y se establece como
una relación conflictiva debido al coste creciente de la aportación de las condiciones naturales de la producción.
Hay tres categorías o tipos de condiciones de la producción:
1. Las condiciones físicas externas o condiciones naturales. Remiten hoy al estado de los ecosistemas.
2. La fuerza de trabajo. Remiten a la educación y la atención a la salud.

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3. Las condiciones comunitarias. Remiten a infraestructuras, sistemas de comunicación, etc.
Así, el estado, la familia y el medio ambiente natural son el ámbito de conflictos en torno al suministro de esas
condiciones, donde tiene lugar el proceso material de reproducción de las mismas (división del trabajo dentro de
la familia, las normas de uso del suelo...), un ámbito externo a las relaciones de producción. Los actores colectivos
que operan en ese espacio de la reproducción social (movimientos ecologistas, feminista, etc.) actúan
directamente en una esfera sociopolítica, constituyéndose en barreras sociales a la expansión del capital. El
suministro de las condiciones de producción está politizado porque el estado es normalmente el intermediario en
la provisión de las mismas. Y es conflictivo porque el capitalismo crea sus propios límites o barreras, socavando

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los fundamentos de ese suministro y dando lugar, así, a que los costes de su reproducción sean crecientes.

El coste creciente del suministro de las condiciones de producción tiene un doble efecto:
1. Actúa como un freno a la acumulación de capital o, si se descarga sobre los presupuestos públicos, como
un acelerador de las crisis fiscal del estado.
2. Amplifica el conflicto que se deriva del hecho de que la provisión de las condiciones de producción sea
social mientras que la producción misma es privada.
Ambos efectos actúan como un límite interno, socioeconómico, a la acumulación. En esta doctrina no hay lugar
para la percepción de límites naturales, de hecho se describe la escasez ecológica como una deformación
ideológica.
De esta manera el ecosocialismo ofrece una explicación de por qué las fuerzas que empujan a la sobreexplotación
de la naturaleza son poderosas y persistentes, pero no permite entender la existencia de movimientos ecologistas.
Schnaiberg: la tesis de que la causa fundamental de la acción social es el conflicto por la distribución del producto
económico explica la adhesión a la rueda de la producción, pues ésta mejora las oportunidades al alcance de todas
las partes al hacer que “el pastel sea más grande”, pero no explica que alguien se oponga a ella.

El ecologismo aparece pues como una anomalía cultural, de la que la teoría no puede dar cuenta. Esta clase de
anomalías es muy abundante, hay una gran cantidad de conflictos sociales (étnicos, género, ecológicos, etc.) que
no parece que puedan ser reducidos a manifestaciones del conflicto de clases.

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En los últimos años algunos autores han visto en el movimiento de justicia ambiental una forma de eludir las
anomalías. Este movimiento surgió en EEUU como respuesta a la existencia de un sesgo muy marcado de clase
y raza en cuanto a la ubicación de industrias peligrosas e instalaciones contaminantes. Ese sesgo puede
interpretarse como el resultado de una correspondencia entre la estrucgura de clases y la distribución social de

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las externalidades ambientales negativas: ocupar una posición subalterna en la estructura de distribución del
producto económico incrementa también las probabilidades de ser una víctima ecológica. Esta correspondencia
hace coincidir las motivaciones sociales y las ambientales, dando origen a un ecologismo en el cual la presencia
de personas pertenecientes a clases trabajadoras y monrías étnicas es relativamente muy superior.
El movimiento de justicia ambiental implica volver la mirada hacia la distribución de los costes ambientales.

Estructura social y riesgo tecnológico.


El término riesgo se refiere a la exposición a un posible daño o pérdida, su definición incluye dos notas:
1. que uno al menos de los posibles resultados de una decisión sea indeseable y,

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2. que haya incertidumbre sobre cuál será el resultado efectivo.

La evaluación de los riesgos incluye típicamente una estimación de la probabilidad de que el resultado indeseable
tenga lugar. Hay distinción entre peligro y riesgo, pero para las cuestiones que se plantean aquí las usaremos
indistintamente ambos términos.
En las últimas décadas se han desarrollado diferentes técnicas para evaluar el riesgo asociado a la adopción de
una determinada tecnología. En todos los casos, esas técnicas asumen la posibilidad de establecer con cierta
precisión el rango de indeterminación y la posibilidad de delimitar con exactitud tanto las causas como el alcance
de los posibles efectos no deseados, haciendo así concebible una elección racional en un contexto de coste-riesgo-
beneficio. Pueden formularse clasificaciones o taxonomías, que distinguen diferentes niveles o categorías de
peligros tecnológicos en función del carácter extremo o moderado de las eventuales consecuencias negativas.

Ulrich Beck, ha tratado los riesgos derivados de diversas tecnologías desarrolladas en las últimas décadas
(química, nuclear, etc.) con sus características de elevada incertidumbre y grandes peligros, como el rasgo
definitorio de la sociedad contemporánea, que conduce a la sociedad industrial a ponerse en cuestión a sí misma
y se convierte en ella en principio básico de la estructuración social. Usa la expresión de “sociedad del riesgo”
para aquellas sociedades que han de enfrentarse a los desafíos de una posibilidad que ellas mismas han creado:
la autodestrucción de toda la vida sobre el planeta. Según Beck, los peligros de la civilización tecnológicamente
avanzada se diferencian de los propios de la sociedad industrial clásica por varias razones:
1. No pueden ser delimitados espacial, temporal o socialmente; desbordan el estado-nación, a las alianzas
militares y a todas las clases sociales y plantean problemas esencialmente nuevos a las instituciones
encargadas de controlarlos.
2. Fallan las reglas establecidas de atribución causal y de responsabilidad o culpa, la aplicación de
dichas reglas en la investigación y en los tribunales produce efectos contrarios a lo esperado, de forma tal
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que el peligro aumenta y se legitima su carácter anónimo (¿quién es el responsable de que haya residuos
de pesticidas en los tejidos de los pingüinos de la Antártida?), irresponsabilidad organizada.
3. Los peligros no pueden ser del todo controlados por medios tecnológicos, sólo minimizados. El
estado se esfuerza en garantizar la seguridad a los ciudadanos y se enfrenta al conflicto derivado de la
evidencia creciente de que no puede hacerlo, porque para examinar la seguridad de una central nuclear
primero hay que construirla. Lo mismo para conocer los efectos de una sustancia química. La aplicación
precede al examen de la seguridad, el laboratorio experimental pasa a ser la biosfera en su totalidad.
4. La ausencia de planes contra la catástrofe muestra el error de tratar los nuevos riesgos con los
medios antiguos. (Si hay un incendio damos por hecho que vendrán los bomberos) Pero en lo que respecta

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a los nuevos peligros, no hay estadísticas de accidentes para medir el alcance de los hechos sin precedentes
y tampoco funciona la idea de una compensación económica. La nuestra es la era de la mínima causa
posible para la máxima destrucción posible.

Resumen: El concepto de sociedad del riesgo describe una fase del desarrollo de la sociedad moderna en la que
los peligros sociales, políticos, ecológicos e individuales creados por el impulso de innovación escapan cada vez
más a las instituciones de control y protección de la sociedad industrial. Según Beck, los riesgos a gran escala
pueden ser interpretados sociológicamente como una especie de revolución que las condiciones de la sociedad

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moderna han fomentado contra sí mismas.
Tras tipificar como radicalmente nuevos los riesgos derivados de las tecnologías más recientes, Beck insiste en
la centralidad de los conflictos planteados en torno a los mismos que, a su juicio, se han convertido en la forma
básica del conflicto social en las sociedades industriales maduras: “No es la amenaza de la aniquilación, ni la
contaminación, sino rasgos distintivos de la sociedad: en un mundo completamente administrado, las normativas
de seguridad superestrictas y las pretensiones de perfección burocrática hacen que peligros que traspasan los más
finos tamices tecnológicos se conviertan en una amenaza interna para la racionalidad y los sistemas sociales. La
economía, el derecho, la ciencia, la política, no están en condiciones de prevenir realmente los peligros, formulan
una promesa de seguridad institucionalizada que intenta presentar la inexistencia del peligro…”

Caldo de cultivo de una irresponsabilidad organizada; Beck así se refiere a los efectos que se desprenden del
intento de tratar los nuevos peligros mediante un sistema de normas basado en la causalidad, la culpa, las
normativas de seguridad y la distribución desigual de la carga de la prueba, de forma tal que quienes advierten
de la posibilidad de impactos negativos de un proyecto o una tecnología deben demostrarlos, mientras que los
promotores de ese proyecto o tecnología no han de demostrar su inocuidad. Este sistemas es autodestructivo,
porque:
1. la causalidad es difusa y por tanto la responsabilidad nunca puede ser atribuida,
2. porque las nociones de riesgo residual se aplican mal a situaciones de extrema incertidumbre y daño
extremo,

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3. porque la carga de la prueba permite experimentos que tienen como escenario el planeta entero y cuyos
conejillos de indias somos todos.
El fallo del sistema se disuelve en una especie de “fatalismo industrial” para el que las consecuencias indeseadas
son el precio del progreso. Según Beck, el ideal positivista es refutado por el desarrollo de una ciencia objetivada
en la que las garantías experimentales ya no existen. La ley suprime la justicia que se suponía llamada a establecer,
y cuanto mayor es el peligro para los derechos individuales básicos, menor es la protección legal. La economía
externaliza los peligros creados por sus propios procesos de producción descargándolo en el medio ambiente; así
da paso a una nueva articulación social en la que los mismos sistemas naturales son contaminados por una de sus
partes (la industria química) son introducidos por otra de sus partes (el turismo, agricultura, pesca) como producto

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en el mercado.

Los debates públicos acerca de las formas de tratar los residuos, de las propiedades de los materiales utilizados,
de los procesos de producción, etc., son vistos todavía por el mundo industrial como una anomalía, destinada a
desaparecer con las urgencias de la próxima recesión. Estos debates reflejan:
1. Una democracia más madura, en que la conciencia cívica rechaza ser excluida en la tomas de decisiones.
Esto sitúa a Beck al lado de una serie de propuestas que defienden una participación más democrática en
la evaluación y gestión de los riesgos y permite interpretar su punto de vista como una variante de la tesis

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de la modernización ecológica, una variante algo más crítica de lo habitual en el sentido de que no
requerirá sólo ajustes tecnológicos e institucionales, sino también formas más intensas de intervención
del público y formas más maduras de la conciencia social en el contexto de una “modernización
reflexiva”.
2. Responden a la naturaleza de los riesgos, que se proyectan más allá de las puertas de las fábricas y
afectan incluso a las personas que aún no han nacido. Le aleja de las visiones de la modernización
ecológica, en tanto, que el conflicto sobre el riesgo contiene nuevas líneas de estructuración de la sociedad,
poniendo en cuestión la continuidad de sus formas presentes.
Beck es consciente de la ambivalencia mencionada, y considera que no es posible una definición tajante. Parte
de la tesis de que las estructuras de la sociedad industrial se han configurado a partir de la distribución del
producto económico entre el capital y el trabajo, y que el conflicto resultante se ha regulado y suavizado gracias
al crecimiento económico, que ha permitido que el pastel a repartir sea cada vez más grande. Y se pregunta por
lo que ocurre cuando “el pastel está envenenado”. Comienza entonces un conflicto por la distribución de los
costes ambientales. ¿Lleva esto a una estructura social diferente? No responde explícitamente, pero sugiere que
la respuesta debería ser afirmativa. Este es el sentido de su insistencia en que se está produciéndo un
desplazamiento desde una situación en que las relaciones de producción son centrales hacia otra situación en que
son cada vez más importantes las que llama “relaciones de definición”. Con esta expresión alude a los procesos
a través de los cuales se determinan los niveles de toxicidad y las responsabilidades, se establece a quien
corresponde la carga de la prueba, se regula el papel de la ciencia en todo ello, etc.
Apunta también, la afirmación de que la seguridad está sustituyendo a la igualdad como principio de la acción.
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En tercer lugar, aparece la necesidad de una mutación institucional, se plantea ahora la pregunta acerca de cómo
se regularan los nuevos conflictos establecidos en torno a la carga de la prueba, a la determinación de
responsabilidades y culpabilidad, etc.

Los procesos de estructuración social impulsados por la distribución de los riesgos difieren de los impulsados por
la distribución de la riqueza. La diferencia depende del hecho de que la dinámica histórica de apaciguamiento del
conflicto mediante el crecimiento económico se ve socavada por el aumento de las tensiones en torno a los
peligros tecnológicos. La divisoria entre los que ganan y los que pierden en el terreno económico se ve

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profundamente alterada. Algunos sectores empresariales se benefician con los riesgos mientras que otros se
hunden. Los trabajadores se dividen también, entre quienes tienen empleo en los sectores que ganan con los
riesgos y quienes lo tienen en los sectores que pierden. Se genera una división geográfica entre regiones tóxicas
y regiones limpias, en cuyo contexto los grupos no se dividen por su posición en la jerarquía social, sino por su
localización espacial en un medio ambiente expoliado.

Resumiendo, la teorización de Beck parta de la afirmación de que los riesgos derivados de las tecnologías
química, nuclear y genética son sustancialmente diferentes de los conocidos en fases anteriores de la

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sociedad industrial. A continuación, mantiene que las instituciones establecidas son inadecuadas para
tratar con esos riesgos nuevos, lo que da lugar a un conflicto creciente. Finalmente sugiere que ese conflicto
está definiendo nuevas líneas de estructuración de las sociedades y planteando la necesidad de nuevas
instituciones y nuevas formas de articulación en los ámbitos de la participación, la representación y el
conocimiento.

En los últimos años, las ideas de Beck han conocido una amplia difusión y han sido objeto de un buen número
de estudios, ello responde a razones tanto contextuales como sustantivas:
Factores contextuales: la percepción de la centralidad del riesgo tecnológico en la sociedad contemporánea no es
en modo alguno una novedad. Ha constituido un rasgo básico de la autoconciencia de la era nuclear, ha estado
presente desde las escisiones provocadas en el mundo científico por la bomba de Hiroshima y desde el pacifismo
de los años cincuenta del siglo pasado.

Por otra parte, la reelaboración emprendida por Beck es muy original en su esfuerzo por conectar los riesgos
tecnológicos con la articulación de intereses y posiciones sociales y por presentar tales riesgos como fuente de
un conflicto interno de la sociedad industrial, no sólo como límites externos al desarrollo de ésta. Su
planteamiento adquiere más fuerza al ensamblar tres componentes que raramente se habían puesto en contacto:
1. la antigua tradición cultural de buscar un rasgo característico de cada fase de la evolución social, un
“espíritu de la época”.

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2. la tradición sociológica de análisis de las estructuras e instituciones de la sociedad industrial y sus
transformaciones y,
3. la más reciente escuela de análisis del riesgo.
Beck se coloca en un lugar intermedio entre dos posiciones que considera extremas y a las que denomina,

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respectivamente naturalismo objetivista y relativismo cultural. Observa en la primera que los umbrales de riesgo
regulados mediante mediciones empíricas son definidos socialmente, variando de cultura en cultura. Es crítico
con la segunda porque ignora las características peculiares de los nuevos riesgos tecnológicos y, en consecuencia,
es insensible a la objetividad social de los peligros. No acaba de dibujar de forma precisa esa posición intermedia.
En ocasiones parece aproximarse a una noción de naturaleza construida culturalmente. Esta idea construccionista,
coexiste en Beck con otra más realista, que es objeto en algún momento de formulaciones lapidarias: “no puede
haber praxis social sin respirar. Hasta donde yo sé, el respirar no ha sido descubierto todavía por los sociólogos
y por la teoría social como una actividad social”.
El deseo de respirar, comer, beber, lo que se ve amenazado por el envenenamiento ambiental y, de esta manera,

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las operaciones más primarias de la vida privada se convierten en asuntos de interés público. De todas formas, la
variante “objetivista” del concepto de naturaleza en Beck se resiente a menudo de una deriva apocalíptica, del
tipo de “destrucción del planeta y de la vida”.

La idea de naturaleza en Beck oscila con suma libertad entre la representación imaginada de un mundo prístino6
y la catástrofe final. No es extraño que haya sido criticado por ser demasiado poco culturalista como por serlo en
exceso. Le han acusado de no reconocer la autonomía de la cultura, de construir por tanto su teoría de la sociedad
del riesgo sobre la base de presuntas características objetivas de las nuevas tecnologías y, en particular, de su
elevada capacidad de destrucción; de ceder a un determinismo tecnológico que supuestamente funciona al margen
de la mediación de los marcos culturales.
También se le ha criticado por mantener una concepción demasiado objetivista de la ciencia, como una forma de
conocimiento no dependiente del contexto cultural, así como de mantener una división en exceso tajante entre
conocimiento experto y conocimiento común. Y desde un punto de vista opuesto, se le ha criticado por haber
dedicado poca atención a la investigación empírica relevante para varios aspectos que son centrales en su
teorización: la investigación acerca de la percepción del riesgo y sus condicionantes sociales o acerca de la
influencia de los medios de comunicación, los estudios sobre errores humanos en la producción de accidentes,
los elementos de continuidad entre las nuevas tecnologías y las formas “clásicas” del riesgo en el lugar de trabajo,
etc. En particular, la propuesta de Beck descansa en la afirmación de que las poblaciones están crecientemente
preocupadas por la posibilidad de un incremento en la frecuencia y el alcance de los desastres tecnológicos.
Muchos estudios han detectado una difusión amplia y al mismo tiempo baja intensidad de ésta, lo que justifica

6 Prístino: Antiguo, primero, primitivo, original.

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que se haya descrito la combinación de ambos como un “consenso permisivo”, es decir, una preocupación difusa
que ejerce una presión igualmente difusa sobre los gobiernos.

Medio ambiente, estructura y conflicto en los países en desarrollo.


Comentaremos un tercer punto de vista acerca de los conflictos ambientales que no considera que puean reducirse
a intereses económicos, sino que son el fundamento de ellos., que la estructura social y económica puede
comprenderse a partir del acceso diferencial a los recursos naturales. Consiste en la tesis de que el subdesarrollo
no puede representarse sólo por la forma en que la mano de obra es explotada en los países periféricos que
constituyen el entorno preindustrial, sino también porque en ellos los recursos naturales son sistemáticamente

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agotados en el impulso de la acumulación (Redclift).
El acceso diferencial a los recursos naturales puede utilizarse para formular clasificaciones a escala mundial.
Antes hemos visto como Durning ha dividido a la humanidad en tres clases: alta, media y baja. Una clasificación
no incluye por sí sola una hipótesis sobre las articulaciones estructurales. Durning sugiere que la articulación
depende del carácter limitado de los recursos, que determina que los niveles de consumo de la clase alta no sean
generalizables y que sólo puedan reproducirse socavando las oportunidades de subsistencia del resto de la
población.
La constitución de una sociedad no depende sólo de las relaciones ecológicas y económicas, sino también de los

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procesos que conducen a un cierto grado de homogeneización cultural y de unificación política. Las sociedades
modernas son sociedades nacionales, y sólo forzando mucho el concepto se podría hablar, incluso hoy, de una
sociedad mundial.

El intento de comprender la estructura de las sociedades industriales a partir de las formas de acceso a los recursos
naturales parece enfrentarse, en principio, a dificultades muy grandes. Empíricamente, la estructura de clases de
las sociedades industriales maduras aparece según una articulación básica:
1. clase media / trabajadora, abarca tres cuartas partes o más de la población y cuyos componentes se
distribuyen en proporciones más o menos equivalentes.
2. por encima una superclase, casi imperceptible para los dispositivos de investigación empírico-
cuantitativos.
3. por debajo una infraclase de marginados que engloba diferentes situaciones.
La gran mayoría de la población pertenece a la clase durningiana de los consumidores, la forma de acceso a los
recursos es homogénea, por lo tanto, no parece que pueda conducir al establecimiento de distinciones relevantes.
La estabilización de las relaciones estructurales en las sociedades industriales ha descansado en la satisfacción de
un nivel elevado de derechos, consumo y seguridad para los miembros de las clases más numerosas. Podría
añadirse que esta estabilización ha sido posible, entre otras cosas, gracias a las articulaciones externas: recursos
naturales abundantes y baratos, y empobrecimiento de las poblaciones que dependen de ellos. Las “estructuras
en la sombra”, las relaciones sociales externalizadas, formarían también parte de la sociedad. No se trata de

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sustituir los esquemas de análisis de las sociedades por modelos de estructuras-mundo, sino de incluir en el
análisis de cada sociedad todas las relaciones sociales que contribuyen a configurarla.

La situación es distinta en aquellas sociedades (como muchos países del Tercer Mundo) en los que hay un sector
económico moderno superpuesto a una amplia base de economía de subsistencia. En este caso, el acceso
diferencial a los recursos naturales puede usarse como criterio básico de la estructuración social. Por ejemplo en
la India, “el crecimiento de lo artificial a costa de lo natural” (Gadgil y Guha), con esta frase se alude a la
expansión de estructuras, tanto materiales como organizativas, alimentada por un flujo de recursos (agua, energía,
madera, etc) captado mucho más allá del entorno local. Los diferentes grupos sociales integrados en estas

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estructuras son (empresarios y trabajadores, políticos y funcionarios, etc.) son caracterizados como formando
parte de una categoría de “omnívoros” en tanto que consumen recursos de todo tipo procedentes de todas partes.
La parte desarrollada de la sociedad descansa sobre una amplia base preindustrial, de economía de subsistencia
cuyos integrantes son denominados “gente del ecosistema”, porque la reproducción de su existencia depende del
uso de los recursos naturales locales. En la medida en que el desarrollo sustrae una parte de esos recursos para
desviarlos al sector moderno, segmentos de la economía de subsistencia se hacen inviables y quienes forma parte
de ellos se ven desplazados y convertidos en “refugiados ecológicos”.
Omnívoros (16%), gente del ecosistema y refugiados ecológicos (34%), tres amplias categorías a las que podemos

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asignar la inmensa población de la India.
El proceso que estructura este sistema y da lugar a la forma básica del conflicto social en él es el drenaje de
recursos desde el sector de subsistencia hacia los omnívoros, canalizado a través de diferentes expresiones del
desarrollo (construcción de grandes pantanos, explotación maderera de los bosques, minerías, regadíos, etc.).

Un ámbito clásico de los estudios de estructura social es la conexión entre los diferentes grupos definidos en ella
y la conciencia y la acción social, entre las distintas posiciones en la estructura y sus expresiones ideológicas y
políticas. El libro de Gadgil y Guha se pregunta por las condiciones que harían posible la evolución de la
estructura antes descrita sin sobreexplotar los recursos naturales ni incrementar las cifras de personas desplazadas,
es decir, mitigando sus impactos ecológicos y sociales más desestabilizadores.
Consideran conveniente reforzar los poderes locales, democratizando el uso de los recursos naturales e
incorporando los costes ambientales en los precios, a fin de moderar el ritmo de exploración de los ecosistemas
y de reequilibrar la relación entre el sector moderno y la subsistencia; también potenciar la iniciativa privada a
fin de incrementar la eficiencia y reducir las distorsiones derivadas de una excesiva burocratización, así como
promover una distribución más equitativa del acceso a los recursos, la información y el poder. Contrastando con
las ideologías políticas presentes en la sociedad india, se encuentran elementos contrarios, como burocratización,
ineficiencia, desigualdad, sobreexplotación de los sistemas naturales, etc.
Aunque también hay elementos que las favorecen, llegando a una propuesta sorprendentemente transversal: Las
tres filosofías enfrentadas (gandhismo, marxismo y capitalismo liberal) tienen componentes que son muy

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deseables cuando se les contempla desde una perspectiva medioambiental, y también componentes que merecen
ser rechazados. Positivos:
1. Gandhismo, descentralización y reforzamiento de la aldea.
2. Marxismo, equidad y más derechos para los segmentos más débiles.
3. Capitalismo liberal, potenciación de la empresa privada unida a una mayor responsabilidad pública en
un sistemas democrático y abierto.
Gadgil y Guha llegan al argumento que la filosofía ecológica más apropiada para nuestro tiempo es el socialismo-
liberal-conservador.

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Otra línea de aplicación de los conceptos desarrollados por Gadgil y Guha tiene que ver con la comprensión del
significado social del movimiento ecologista, y observan que muchos de los conflictos con un referente ambiental
tienen que ver con el desvío de recursos de las gentes del ecosistema a los omnívoros. Concluyen que los
movimientos de este tipo pueden denominarse “ecologismo de los pobres”, que se originan en conflictos sociales
en torno al acceso a los recursos naturales y al control sobre los mismos: conflictos entre campesinos e industria
sobre los productos forestales. Muchos conflictos sociales pueden tener un contenido ecológico, cuando los
pobres tratan de retener bajo su control los recursos naturales amenazados de ser tomados por el estado o por el
avance del sistema de mercado generalizado.

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Este punto de vista al que Martínez Alier, se ha referido como neopopulismo o neonardnismo ecológico, se
diferencia del ecosocialismo porque no subordina el conflicto ecológico al relativo a la distribución del producto
económico, sino que ve el acceso a los recursos naturales y el control sobre ellos como la causa directa e inmediata
de ambos y no surge en la relación entre las dos clases del mundo industrial, sino en la relación entre el desarrollo
y la economía preindustrial de subsistencia.

Tres objeciones a la hipótesis del ecologismo de los pobres.


1. Aunque los conflictos asociados con la captación de recursos naturales y su desvío para alimentar procesos
de desarrollo son muy frecuentes, la propuesta de considerarlos como el criterio fundamental de la
estructuración social requerirá muchas elaboraciones de detalle y habría de dar cuenta de un gran número
de anomalías antes de poder ser considerada una teorización madura.
2. La hipótesis parece suponer que los pueblos y comunidades preindustriales tienen un interés definido en
relacionarse con los ecosistemas de un modo sostenible. Sin embargo, la integración de las comunidades
preindustriales con los ecosistemas locales tiene numerosos contraejemplos y la tecnología no es el único
factor del impacto ambiental, también está la presión demográfica.
3. Si se produce un conflicto en torno al acceso a los recursos naturales, no necesariamente una de las partes
tendrá una motivación conservacionista. Es posible que ninguna de las partes la tenga.

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Conflictos ecológico-sociales y distribución intergeneracional.
Ninguna de las propuestas teóricas examinadas alcanza a dar cuenta de todas las formas en que esos conflictos
se manifiestan. No siempre se trata de enfrentamientos de pobres contra ricos. A veces, el uso de un recurso
escaso genera tensiones entre pobres y pobres o entre ricos y ricos. En algunos casos ninguna de las partes está

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movida por objetivos de mayor sostenibilidad, en otras se oponen propuestas diferentes pero inspiradas todas
ellas por la búsqueda de mayor sostenibilidad.
Los conflictos ecológico-sociales, es decir, aquellos cuya definición incluye un referente medioambiental son de
muchos tipos. Las teorías comentadas, son por una parte demasiado generales para ser aplicables en todos los
contextos concretos y, por otra, al centrarse en una sola dimensión (como el impacto distributivo, el peligro)
resultan en exceso parciales. La situación hace aconsejable avanzar en dos direcciones:
1. Refinando y perfeccionando las propuestas más generales, explorando sus posibilidades de aplicación,
elaborando desarrollos de detalle para ellas y proponiendo esquemas más abstractos e integradores.
2. Acumulando información sobre episodios concretos de conflicto, estudiando en detalle manifestaciones

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diversas del mismo y creando así las condiciones para construir tipologías o clasificaciones
suficientemente comprensivas.
Para que estas dos direcciones puedan convergir en una síntesis es conveniente que los estudios de caso dediquen
atención a tres aspectos:
1. Medioambiental. Una determinación precisa de cuáles son las variables medioambientales relevantes y
de cómo evolucionan sus valores.
2. Estructural. Un examen de cómo el factor medioambiental altera o modifica las relaciones entre los
actores (grupos e instituciones) implicados, limitando el acceso de todos o algunos de ellos a un servicio
natural determinado.
3. Actoral. Un análisis de las percepciones y actuaciones de los actores que recoja en la medida de lo posible
su diversidad.
Los tres aspectos han de ser puestos en conexión para conseguir aproximarse a una comprensión del conflicto.
Dentro de cuatro mil quinientos años, los seres humanos que entonces pueblen el planeta, tendrán que seguir
pagando para mantener bajo control los residuos nucleares producidos hoy. Los costes de nuestra herencia no le
reportarán nada a cambio. Podemos imaginar que no sentirán la misma reverencia fascinada que hoy nos inspiran
los reyes, arquitectos y peones del antiguo Egipto.

La distribución intergeneracional es uno de los problemas centrales de las ciencias ambientales, haciendo
referencia al informe Brundtland sobre el desarrollo sustentable como aquel que satisface las necesidades de la
actual generación sin comprometer las oportunidades al alcance de las generaciones futuras. El asunto es objeto
de reflexiones de la ética ambiental, y habitual de la economía de los recursos naturales y economía ecológica.
Es un tema infrecuente en sociología, pues cuesta imaginar que algunos de los rasgos de la sociedad actual puedan
ser explicados, al menos en parte, por la posibilidad de cargar sobre el futuro los costes de las acciones presentes;
las sociedades modernas han experimentado la sensación contraria, de estar construyendo un futuro mejor, la de
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estar dejando tras de sí una herencia compuesta más por bienes que por males. La respuesta más frecuente ha
descansado en la hipótesis de que, gracias a la audacia actual, las generaciones futuras serían más ricas, tendrían
tecnologías más poderosas y dispondrían de mayores conocimientos. Puede parecer que el aplazamiento ha
funcionado hasta ahora. No obstante, los costes, las incertidumbres y los riesgos son cada vez mayores. Con los
residuos nucleares, por ejemplo, no tenemos medio alguno de evaluar hasta qué punto nuestro legado puede
resultar oneroso, los ejemplos podrían multiplicarse. El agujero de la capa de ozono y el efecto invernadero
tendrán sus efectos más pernicionsos muchos años después de la emisión de las sustancias que los provocan.

Mucha gente está inquieta por la dificultad de poner fin al desorden creciente en las ciudades, y en general, la

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regla de más de lo mismo (más rápido, más alto, más grande, más difícil), tan respetada en nuestro mundo, ha
creado estructuras enormes, material y organizativamente, de las que resulta muy difícil escapar. Si las
instituciones del industrialismo maduro fracasan, su sustitución resultará costosa, incluso si nuestros
descendientes fuesen en efecto más ricos y sus tecnologías más poderosas, las opciones del sistema serán en
muchos sentidos más reducidas. El problema es que, aun siendo consciente de todo eso, no parece un terreno
practicable para el análisis sociológico.
La incertidumbre se hace más densa a medida que pasamos de las estructuras físicas a la organización social. Los
depósitos accesibles de petróleo pueden ser estimados, aunque los márgenes de error sean grandes. La evolución

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de los precios es ya incalculable, aunque puede ser objeto de modelos definidos en condiciones hipotéticas.
Incluso el legado nuclear tiene su dosis de ambigüedad.

La incertidumbre es una buena razón para que la sociología medioambiental haya evitado hasta ahora arriesgarse
con la mediación intertemporal. Las sociedades actuales comienzan a experimentar algunos de los efectos de los
costes ambientales diferidos. Los glaciares de los Alpes tienen ya la mitad de la masa que tenían en 1850. Las
temperaturas medias en la superficie de la Tierra han subido ya en el siglo XX, etc. Los residuos de alta actividad
se acumulan en las piscinas de las centrales nucleares y comienzan a saturarlas sin que se conozca ninguna forma
definitiva de almacenarlos. La relación entre costes actuales y decisiones pasadas podrá dar entonces contenido
empírico al análisis de las mediaciones intergenaracionales.

La proposición central en el estudio de la relación entre el medio ambiente natural y la estructura y el conflicto
sociales puede formularse así: en las sociedades industriales, estabilizar las formas de organización y mitigar los
niveles de conflicto ha sido posible, entre otras cosas, gracias a una presión creciente sobre los sistemas naturales
y a al externalización de los costes de esa presión, descargándolos tanto sobre el mundo preindustrial como sobre
las generaciones futuras.
Corolario de esta proposición:
1. Con el paso del tiempo, los dispositivos de externalización están encontrando sus límites, y como
consecuencia, también en las sociedades industriales aparecen nuevos conflictos ligados a la distribución
de costes ambientales que ya no pueden ser desplazados ni diferidos.
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2. Se ha apuntado que los conflictos ecológico-sociales adquieren formas muy diversas, sin que ninguna de
las interpretaciones existentes pueda dar cuenta de todas ellas.
3. Se ha señalado la necesidad de comenzar a tener en cuenta la distribución intergeneracional.
Todo esto es un desafío al que la teoría sociológica apenas ha comenzado a dar respuesta, no existe síntesis
suficientemente comprensivas.

Tema 7
PERCEPCIÓN SOCIAL DE LOS PROBLEMAS
MEDIOAMBIENTALES Y CAMBIO CULTURAL

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La percepción social de los problemas medioambientales: creencias y actitudes.
Las cuestiones medioambientales se han convertido en problemas de importancia general. Los estudios
cuantitativos muestran que las poblaciones sitúan estas cuestiones dentro de los tres o cuatro grupos de objetivos
a incluir entre las principales prioridades públicas. También muestran que los objetivos relacionados con la
protección del medio ambiente ocupan una posición relativamente subordinada en la escala de prioridades, tras
la seguridad, la salud, la prosperidad económica y la redistribución. En muchas de las encuestas realizadas en los
últimos años la preocupación por el medio ambiente ha aparecido subordinada sólo al desempleo y al orden

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público y en niveles similares a las cuestiones de desigualdad social.
En las sociedades contemporáneas, la protección del medio ambiente se ha convertido en un valor, en una
referencia positiva y deseable; un problema serio que debe ser acometido con urgencia.
Los estudios sociológicos acostumbran a examinar tres dimensiones en la percepción social de los problemas
medioambientales.
1. La preocupación, se refiere al ámbito de las creencias: si la cuestión ecológica se considera o no grave y
urgente, qué manifestaciones concretas de ella son objeto preferente de esa consideración.
2. La disposición de actuar, se refiere sobre todo a las actitudes, a las declaraciones positivas o negativas
respecto a determinados comportamiento o a la actuación en ámbitos determinados.
3. El significado, se refiere sobre todo a la imbricación de la protección del medio ambiente con otros
valores, a su presencia en la visión del mundo y del futuro, etc.
Todas ellas deben tenerse en cuenta cuando nos preguntamos por los comportamientos individuales o por la
acción social.

El medio ambiente está presente en la sociedad como un concepto genérico, con múltiples manifestaciones.
Dependiendo del grado de información, de la presencia de los problemas en los medios de comunicación, de la
incidencia presente o futura de los efectos, de su proximidad o lejanía, del grado de incertidumbre, etc., la
gravedad atribuida a dichas manifestaciones varía.
Tres conclusiones habituales de los estudios acerca de la opinión sobre los problemas ecológicos:
- La mayoría de las personas se declara interesada o preocupada por dichos problemas.
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- El estado del medio ambiente en general, así como los problemas medioambientales más conocidos, se
consideran asuntos graves o muy graves.
- El movimiento ecologista tiene una alto grado de aceptación, aprobación y credibilidad.

Las dimensiones que suelen ser examinadas:


1. La actitud, puede interpretarse como una disposición declarada a la actuación. Solo una minoría de la
población declara que el medio ambiente no constituye un problema o que tiene cosas más urgentes de
las que ocuparse. Para la mayoría, el medio ambiente es algo de lo que vale la pena informarse, algo que

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comienza a traducirse en comportamientos en el ámbito del consumo.
2. La disposición a la acción, cuando se analiza se puede distinguir diversos ámbitos: económicos, político,
vida cotidiana, etc. Limitarse a uno de ellos puede ser demasiado restrictivo.

La disposición a actuar en forma medioambientalmente benigna es máxima cuando se trata de opciones cotidianas
que no implican cambio sustanciales en la forma de vida (ahorro de agua, reciclar, etc.), no lo es tanto cuando
implican cambios significativos (tecnologías solares, menor uso del coche). Y es más minoritaria cuando implica
un compromiso personal significativo (activismo social).

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Si se pretende indagar en cómo la población atribuye significados a los problemas medioambientales es
conveniente recurrir a técnicas de investigación cualitativas (encuestas), pero si queremos indagar que entiende
esa población por “efecto invernadero”, como siente o cree que puede afectar a sus vidas, con que problemas
sociales los relaciona, puede ser más adecuado una serie de entrevistas en profundidad o de reuniones de grupo
de discusión. En la sociología ecológica o medioambiental la investigación cualitativa no se ha desarrollado tanto
como la cuantitativa.

En diversos estudios la mayoría se declara preocupada por el estado del medio ambiente y favorable en general
a medidas encaminadas a protegerlo, mantiene posiciones mucho más contradictorias en temas concretos y es
poco o nada activa en la práctica. Algunos rasgos característicos del discurso sobre el medio ambiente de esa
mayoría son los siguientes:
1. La dislocación. La percepción de los problemas ecológicos aparece vinculada al conjunto de procesos
económicos, políticos y culturales que suelen designarse con el término “globalización”. En parte porque
algunos de esos problemas no conocen fronteras, en parte porque adquieren sentido en un contexto
mundial. También porque contribuye a una generalizada sensación de pérdida de la capacidad de influir
sobre el entorno inmediato de la existencia, de estar sometidos a los efectos de fuerzas incontrolables
externas al propio lugar y a la propia cultura, a la que Pura Duart llamó dislocación.
2. La contaminación. Es mayoritariamente usada para referirse a una serie de nuevas preocupaciones de
muy diversa índole; hay al menos dos tipos de problemas, cuyo origen se atribuye ya a trastornos en la
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naturaleza y al contacto con quienes padecen los efectos de dichos trastornos. La dislocación, la
incapacidad para dominar el contexto inmediato de la propia vida, nos expone al riesgo de ser
contaminados. Los problemas medioambientales aparecen conectados con amenazas muy diversas a la
seguridad y a la salud. (“ya no se contamina en Europa, se contamina en África, Asia, etc.)

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3. La culpa. La población de las sociedades industriales evalúa su propia situación como relativamente
privilegiada y, en relación con ello, se siente parcialmente responsable del deterioro social y
medioambiental (autoinculpación).

Los ciudadanos internamente divididos entre el interés económico y la alarma ecológica reclaman la intervención
de instancias externas que garanticen la resolución de los problemas. Este conflicto de valores refleja una escisión
interna de cada persona en la sociedad actual. Wallach: “sencillamente vivimos en un estado de contradicción”.

El consenso ambientalista y la posición social.

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Veremos algunas observaciones acerca de la relación entre las opiniones y las actitudes sobre el medio ambiente
y diversas variables en la estructuración de la sociedad: edad, sexo, nivel de instrucción y posición profesional.
El consenso ambientalista es transversal, está presente de una forma muy similar, básicamente homogénea, en
todos los grupos sociales que pueden definirse según las mencionadas variables. Examinaremos algunos aspectos
en que la edad, el género, la ocupación o la educación determinan matices significativos. Algunas encuestas han
detectado que las opiniones proambientalistas están ligeramente más presentes entre los integrantes de las
llamadas “nuevas clases medias”, personas jóvenes y consumidoras de mucha instrucción escolar. Cuando se han
estudiado los comportamiento en lugar de las opiniones, los matices son a veces de signo contrario: en los estilos
de consumo, por ejemplo, las nuevas clases medias parecen ser ligeramente más adictas ambientalmente más
costosas que los otros grupos sociales.

Continúa siendo habitual, en nuestra sociedad, la consideración del ecologismo como una ideología
específicamente juvenil. El tópico de que el ecologismo es “cosa de jóvenes” es falso. La percepción de los
problemas del medio ambiente como serios y preocupantes está difundida, de un modo bastante regular, entre
todos los grupos de edad, pero cuando se analizan las actitudes y los comportamientos hay algunas modulaciones
de interés. La educación ambiental llega más a las generaciones más jóvenes, puesto que éstas son las principales
consumidoras de educación en todos los campos. El nivel de activismo es una característica juvenil en general,
presente en diversos movimientos sociales, sin embargo la edad no suele aparecer en este ámbito como una
variable con mucho poder explicativo. En resumen, frente al tópico que identifica ecologismo y juventud, los
datos nos sitúan ante un cuado mucho más complejo.

Las investigaciones no suele reflejar diferencias sustanciales entre hombre y mujeres en cuanto a sus
declaraciones sobre el medio ambiente. En el caso de las mujeres, la actitud favorable hacia comportamientos
ecológicamente responsables en la esfera del consumo o de actividades cotidianas en la vivienda se expresa con
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algo más de fuerza. Por el contrario, los varones se declaran ligeramente más predispuestos a cosas como, por
ejemplo, la participación en manifestaciones o campañas ambientalistas.
Las mujeres tienden algo más a buscar la coherencia ecológica en la esfera privada y los varones en la esfera
pública.
El giro hacia una sociedad sostenible requeriría: cambios en la construcción social de las necesidades que
orientasen a las personas hacia más satisfacción obtenida de intercambios no mercantiles, y hacia la moderación
del combate por la riqueza y el poder. Requeriría más tiempo de todos para organizar las actividades cotidianas
de forma menos derrochadora. También requeriría la consideración de lo privado como espacio del cambio social,
demoliendo el muro patriarcal entre las dos esferas de la vida. Y requeriría la extensión al conjunto de la vida

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social de algunas dimensiones culturales tradicionalmente consideradas “femeninas”. En este sentido la
permanencia de normas patriarcales bloquea el camino hacia una sociedad menos insostenible. El viejo dilema
del movimiento ecologista sobre si lo prioritario es cambiar la vida o cambiar el mundo es un falso dilema: ni
una ni otra de las alternativas es autosuficiente. Las consecuencias ecológicas no serán las mismas si el patriarcado
se disuelve en la igualdad de los dos sexos en el mundo masculino que si da paso a una nueva cultura que
incorpore lo mejor de los “dos mundos”.

Los resultados de los estudios sobre la opinión acerca de los problemas medioambientales señalan que ésta parece

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distribuirse en los diversos estratos o clases sociales de una forma que es también básicamente homogénea.
1. Los estratos medios se muestran ligeramente más favorables a proteger el medio ambiente que los más
altos y los más bajos.
2. Los estratos más altos (los más ricos) se muestran algo más favorables que el resto de la población a
aceptar la degradación del medio ambiente como precio a pagar por la expansión económica, siempre que
no afecte al propio lugar de residencia.
3. Los estratos inferiores (los más pobres) se muestran algo más favorables que el resto de la población a
aceptar la degradación del medio ambiente local como precio a pagar por más oportunidades accesibles
de trabajo e ingresos.
La ocupación, la pertenencia a grupos socioprofesionales diferentes, comporta diferencias sustanciales.
Las características del mercado de trabajo, tanto o más que el contenido de las ocupaciones, parecen tener cierta
influencia. La posición favorable a la protección del medio ambiente se ve erosionada si la proporción de empleos
eventuales o temporales es muy alta: la precariedad laboral asocia con frecuencia a prácticas económicas
medioambientales costosas.

Numerosos estudios han detectado una relación significativa entre el nivel de estudios y las opiniones favorables
a la protección del medio ambiente. Sin embargo, hay que señalar que tampoco el nivel de estudios implica
diferencias sustanciales, en cuanto al grado de preocupación por los problemas medioambientales., y que las
cualificaciones académicas se relacionan con algunas contradicciones relevantes:

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Diversos estudios, han detectado una mayor presencia de actitudes ambientalistas entre personas con ocupaciones
técnicas y profesionales que en otros grupos ocupacionales. Este rasgo indica que en este grupo social se
encuentran muchas de las personas que absorben y difunden información sobre los problemas del medio
ambiente. Igualmente se ha constatado en muchos estudios la relativamente alta participación de técnicos y
profesionales en las organización y actividades del movimiento conservacionista y ecologista. Pero con
frecuencia quienes forman parte de ese grupo social oponen una fuerte a la adopción de medidas orientadas a la
protección medioambiental. Aunque las nuevas clases medias que han consumido mucha instrucción escolar,
constituyen el grupo relativamente mejor informado (por una parte contribuye a que su opinión sobre cuestiones
generales del medio ambiente sea como es y lleva a una parte de sus componentes al activismo ecologista), la

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mayoría de sus miembros están entrenados en conceptos y soluciones que no tienen en cuenta los costes
ambientales. La inercia de esos conceptos y soluciones es muy poderosa y empuja a que todo o que se aparta de
ellos tienda a ser percibido como prematuro, arriesgado, impracticable. La disociación entre una opinión
favorable a la protección de la naturaleza y una práctica que la arremete es particularmente aguda en este grupo
social.

Las opiniones sobre el medio ambiente en relación con otros problemas sociales.
La opinión sobre los problemas del medio ambiente consiste en examinarlos en el contexto de las diferentes

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cuestiones sociales donde dichos problemas están relacionados. Desde esta perspectiva, el valor “protección del
medio ambiente” se pone en relación con valores y creencias relativos a otras cuestiones como el comportamiento
reproductivo, las visiones sobre la ciencia y el cambio tecnológico, etc.
El nivel de complejidad del análisis es ahora mucho mayor. Hay tres campos conflictivos articulados en torno al
crecimiento demográfico, al impacto de las nuevas tecnologías biológicas y a los costes del crecimiento
económico.

1. La expansión demográfica.: se muestra sensible a la idea de que la población no puede crecer continuamente
en un planeta infinito; y tiende a confiar en la capacidad del progreso económico para ensanchar los eventuales
límites. Manifestando en ambos casos un alto grado de indecisión.
Es mayoritaria la percepción de la baja tasa de natalidad como algo preocupante. La estructura poco definida de
la opinión indica que el conflicto implicado por estas cuestiones se mantiene aún en forma sólo potencial. No
llega a expresarse activamente y está poco elaborado en la conciencia social.

La esperanza de vida. Un buen indicador de desarrollo humano. La capacidad de una sociedad para mantener
hasta una edad avanzada a la mayor parte de quienes nacen en ella es una señal consistente de progreso material.
Mucha gente considera deseable la estabilidad demográfica porque tiene la impresión de que el mundo
contemporáneo está sobrepoblado y, sobre todo, de que la dinámica demográfica de las últimas décadas no puede
continuar.

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Natalidad. La población es uno de los factores que contribuyen al impacto ambiental de las actividades humanas.
Por eso, las personas más sensibles a la gravedad de la presente crisis ecológica acostumbran a considerar la baja
natalidad como una buena noticia en todas las sociedades. La norma social es distinta (mucha gente piensa que
el control demográfico es una buena respuesta para los que viven en el Sur, pero que en el Norte los problemas
son otros). Sin embargo, casi nadie considera que una expansión demográfica galopante sea algo deseable,
precisamente porque se asocia a la imagen conflictiva del subdesarrollo.

Juventud. La preferencia por una población mayoritariamente joven suele vincularse a la preocupación por las
consecuencias del envejecimiento relativo derivado de la transición demográfica y de una tasa de natalidad

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situada por debajo del nivel de reemplazo. La tasa de edad en una población estacionaria con la esperanza de vida
actual tendería a situarse en torno a los 40 años. En cualquier caso, tanto el número de personas mayores de 65
años como su peso relativo en el conjunto de la población tiende a aumentar, lo que ha activado múltiples temores
acerca de la financiación del sistema de pensiones, el incremento de los costes sanitarios, la pérdida del
dinamismo y creatividad. Sin entrar en valorar si los temores están bien fundados, el hecho es que la difusión
lleva a buena parte de la población a percibir la tasa de natalidad actual en sociedades como la nuestra como un
problema grave. Y si el “envejecimiento” se percibe como problemático, se sigue que el “rejuvenecimiento” sería
deseable.

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No es sorprendente que se exprese socialmente la preferencia por una vida larga, una elevada proporción de
personas activas y una demografía estable. El problema es que los tres objetivos no pueden alcanzarse
simultáneamente.

2. Los grandes debates tecnológicos producen una considerable perplejidad. Las nuevas tecnologías despiertan
esperanzas e inspiran miedos. En un estudio que cubre la mayor parte del mundo industrializado se ha detectado
que la mayoría de las personas desarrollan al mismo tiempo dos esquemas de reacción frente a la ciencia y la
tecnología:
1. Positivo, de aceptación de los resultados ya obtenidos y confianza en las promesas sobre el futuro.
2. Negativo, de recelo ante los peligros y ante el posible mal uso del poder que se deriva del conocimiento.
Es importante señalar que esa compleja combinación de esperanzas y temores no está presente sólo en el público
en general, es decir, no es atribuible únicamente a una información escasa. En muchas ocasiones, la formulación
de los dilemas se ha iniciado en el interior de la comunidad científica y responde a una característica inherente
de la ciencia y la tecnología modernas: su enorme poder de intervención en el mundo.
La era nuclear se caracteriza porque, por primera vez en su historia, la especie humana se ha puesto en condiciones
de destruirse a sí misma mediante ingenios de su propia invención.

La relación entre la sociedad y el medio ambiente es uno de los campos de prueba esenciales de la ciencia.
Bateson “una civilización que cree que la naturaleza le pertenece para dominarla y que dispone además de una
tecnología poderosa tiene la misma probabilidad de sobrevivir que una bola de nieve en mitad del infierno.”
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A medida que se incrementa la incertidumbre y lo que se pone en juego en las decisiones, los atributos de la
ciencia tradicional, su certeza y neutralidad valorativa resultan más cuestionables.
Se habla que muchas de las cuestiones medioambientales corresponden a una ciencia postnormal, en la que los
ejercicios de ciencia aplicada y los informes de consultoría profesional resultan insuficientes para legitimar las

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decisiones y éstas deben abrirse a comunidades de pares ampliadas, no limitadas a colegas especialistas y a
expertos técnicos, en las que las personas directamente afectadas por los problemas y otros grupos ciudadanos
preocupados son participantes esenciales en el proceso de escrutinio crítico que define los procedimientos
científicos.

El grado creciente de complejidad, impredecibilidad y volatilidad y otros diversos factores están definiendo un
nuevo contexto para las relaciones entre ciencia y sociedad, un contexto en el que la ciencia y los científicos se
enfrentan a un ágora con múltiples públicos e instituciones plurales. Un contexto de secularización de la ciencia.

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3. Expansión económica y protección del medio ambiente. Un importante sondeo Gallup 7, realizado en 22
países con motivo de la Cumbre de Río, daba porcentajes de preferencia por el medio ambiente sobre el
crecimiento económico. En muchas sociedades del mundo, en diversos contextos culturales, la idea de que la
protección del medio ambiente debería primar sobre la expansión económica goza de un amplio respaldo. Lo
primero que salta a la vista es la incoherencia con lo que puede observarse en las prácticas sociales. La protección
del medio ambiente se ha convertido en un valor, en una referencia positiva con amplio consenso. En cambio el
crecimiento económico, en la medida que también es objeto de consenso, lo es sólo como una referencia
instrumental, como medio que se justifica si sirve para realizar otros valores (bienestar, reducción de la pobreza,
etc.). Cuando se trata de opiniones, la prioridad otorgada al medio ambiente es la que cabría esperar; el
comportamiento en cambio, tanto individual como colectivo no depende sólo de los valores de referencia, sino
también de intereses y deseos de compromisos con otros intereses en conflicto, de contextos institucionales y de
relaciones de poder más o menos favorables, etc.
Aventuraremos una conjetura sobre el fondo del asunto. La satisfacción de las necesidades depende de dos
fuentes:
1. la economía humana, parece más o menos asegurada.
2. Los servicios de la naturaleza, se están perdiéndose aceleradamente, por lo que reclaman más atención
para compensar las pérdidas allí donde se producen.

Las fuentes del cambio cultural.


Hay un amplio y complejo debate sobre si está produciéndose un cambio social caracterizado por la difusión de
comportamientos individuales y colectivos más orientados a la defensa del medio ambiente.

7
Sondeo Gallup. Es un sondeo de opinión frecuentemente usado en los medios masivos para representar a la opinión pública. Su
inventor, el matemático estadístico George Gallup. La encuesta usa típicamente un método de muestreo aleatorio simple para mantener
al mínimo los niveles de parcialidad.
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1. En algunos casos, la emergencia de ciertos fenómenos se considera el punto de partida para la difusión en
la sociedad de creencias, prácticas, relaciones y cambios institucionales.
2. En otros casos, el punto de partida es el inverso. Los conflictos sociales relativos al acceso a los recursos
o al impacto de la contaminación, impulsan la movilización de los grupos más negativamente afectados,
por lo que se van creando elementos culturales más favorables a la sostenibilidad que extienden su
influencia a otros sectores sociales.
Los resultados del debate no son concluyentes. Se está muy lejos de una visión unificada entre los especialistas.
En cualquier caso, uno de los puntos habitualmente examinados es el origen, la fuente, del consenso ambientalista.
Hay estudios que lo atribuyen a la aparición de una nueva visión del mundo o “nuevo paradigma ecológico” y en

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otros casos, se considera que la preocupación por la calidad ambiental es un aspecto más de los procesos de
configuración y difusión de nuevos valores en las sociedades postindustriales.

Algunas propuestas.
Nuevo paradigma ecológico (NPE), cuyos principios básicos son la aceptación de la finitud del planeta y de la
interconexión entre los humanos y el resto de los seres vivos. Riley Dunlap, el proponente más conocido de este
punto de vista, ha elaborado una escala para medir la influencia en la sociedad de las dos visiones del mundo o
paradigmas fundamentales. Dunlap sostiene que aplicándola pueden captarse las creencias primitivas acerca de

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la naturaleza y de la relación de la humanidad con ella, entendiendo por creencias primitivas el núcleo central del
sistema de creencias y verdades básica sobre el mundo de una persona. Una puntuación alta en la escala NPE
debe llevar a creencias y actitudes favorables al medio ambiente.
Dunlap ha sugerido que la puntuación obtenida en la escala puede utilizarse para predecir actitudes y
comportamientos respecto a cuestiones más concretas medioambientalmente significativas. El uso del término
“paradigma” sugiere que el cambio cultural orientado a más sostenibilidad depende de la difusión social de la
información científica acerca de la crisis medioambiental y de la revisión teórica a ella asociada. “Se supone que
la incesante aparición de nueva evidencia científica acerca de los impactos de las actividades humanas, generarán
presión continuada hacia la adopción de una visión del mundo más ecológica”.

Postmaterialistas. Otro punto de vista, la preocupación por el medio ambiente considerado como una parte del
nuevo interés por una mejor calidad de vida. Con un bienestar material consolidado y percibido como seguro, la
gente empezaría a interesarse por la conservación de su entorno.
Desde esta perspectiva, la difusión de ideas y valores ambientalistas sería un reflejo más o menos espontáneo del
progreso económico. La hipótesis según la cual, en los países más industrializados, el grado conseguido de
satisfacción de las necesidades materiales y la seguridad sobre su mantenimiento permiten la aparición de nuevas
prioridades y valores, menos dependientes de la provisión material. Ese nuevo conjunto de necesidades incluye
preocupación por el patrimonio histórico, la importancia de las ideas y de la libertad de expresión, la aspiración
a una sociedad menos impersonal, la tendencia a la participación en el trabajo y en la política, opinión favorable
sobre el feminismo y el pacifismo. Este sistema de necesidades postmaterialistas orientadas a la autorrealización
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y a la calidad de vida, colisionaría con la posición de los sectores sociales que atribuyen prioridad a las
necesidades materialistas.
A fin de analizar las prioridades valorativas materialistas/postmaterialistas, Inglehart elaboró elaboró un índice
derivado de las respuestas a una batería de preguntas. Ha reunido un gran volumen de datos empíricos que revelan
la presencia de opiniones postmaterialistas en diferentes países y su extensión a impulsos del relevo generacional
a medida que las personas ya han crecido en el contexto del bienestar van representando una proporción mayor
de la población. “los postmaterialistas no rechazan los frutos de la prosperidad, simplemente sus prioridades
valorativas están menos fuertemente dominadas por imperativos que eran centrales para la naciente sociedad
industrial y se desarrollan a partir de una sensación de seguridad física y económica”.

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En este marco, la preocupación por el medio ambiente sería dependiente, al menos en parte, de la difusión de
valores postmaterialistas, como una expresión más de los mismos. El origen del ecologismo, entonces, habría que
buscarlo en las posibilidades abiertas por las condiciones de vida en las sociedades postindustriales y en la
experiencia del deterioro en la calidad de los ambientes naturales locales.

La encuesta de 1992 del Instituto Gallup, mostró la ausencia de una relación clara entre la riqueza nacional y la
preocupación ciudadana por el medio ambiente. Cuestionaban así que la creencia en que el interés por la situación

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medioambiental es algo propio de las poblaciones de las sociedades industrializadas del Norte, diferente a la
prioridad otorgada a la supervivencia física y económica en los países del Sur. Dunlap y Mertig argumentaron
que los datos aportados por dicho sondeo cuestionan la tesis de que el ambientalismo dereiva de la emergencia
de valores postmaterialistas, así como la descripción del ecologismo como un movimiento social orientado más
por objetivos de calidad de vida que por intereses económicos. Dunlap señaló que datos como estos suponen una
seria anomalía la hipótesis del postmaterialismo (no reparó que también lo era para su propio punto de vista)

La hipótesis del nuevo paradigma ecológico parece implicar que la conciencia medioambiental depende de la
difusión en la sociedad de informaciones científicas sobre el estado de los ecosistemas y dado, que en general, el
nivel de riqueza se corresponde con el de escolarización, cabría esperar que la adhesión a dicho paradigma fuese
más alto en los países más desarrollados, pero tampoco es el caso.

Inglehart, examinó datos para 43 países, procedentes de la encuesta mundial de valores de 1990-1991, analizando
las actitudes en términos de disposición a pagar, así como a emprender otras acciones. Sus dos principales
conclusiones:
1. que el apoyo de la población a la protección del medio ambiente tiende a ser mayor en aquellos países
que tienen problemas ambientales severos.
2. que las actitudes están matizadas por factores culturales subjetivos, de modo que las poblaciones
relativamente más postmaterialistas se muestran más dispuestas a hacer sacrificios para proteger el medio
ambiente.
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Para evaluar la cuestión, Inglehart confeccionó un indicador al que llamó Índice de Protección Medioambiental
(IPM), que clasifica con alta puntuación a quienes se declaran de acuerdo o muy de acuerdo con dos
proposiciones:
1. estaría de acuerda en dar parte de mis ingresos si tuviese la seguridad de que el dinero se iba a usar para
prevenir la contaminación del medio ambiente.
2. estaría de acuerdo con un aumento de los impuestos si el dinero extra fuese usado para prevenir la
contaminación del medio ambiente.

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y en desacuerdo o muy en desacuerdo con otras dos:
1. el gobierno debe reducir la contaminación del medio ambiente sin que ello me cueste dinero
2. proteger el medio ambiente y luchar contra la contaminación es menos urgente de lo que suele decirse.
Los países que más puntuaron en el IPM fueron los países escandinavos y Holanda.
Inglehart registró que no hay una relación clara entre nivel de desarrollo y actitud favorable a la protección del
medio ambiente.

El esfuerzo de Inglehart para salvar la conexión entre postmaterialismo y ecologismo contiene algunos

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elementos claramente ad hoc. Tres de ellos bastante conflictivos, tienen que ver con:
1. Con la forma de determinar la gravedad objetiva de la situación del medio ambiente. En su artículo
Inglehart recurre a dos indicadores para evaluar la severidad de los problemas ambientales: los niveles de
contaminación del aire en las ciudades y de contaminación de las aguas superficiales. Y sobre esta base
afirma que los países en fases iniciales de industrialización tienen hoy problemas ecológicos que son tan
severos o incluso más severos que, los de las sociedades industriales avanzadas. En definitiva, mide la
situación de cada sociedad en materia medioambiental por su capacidad para limpiar los entornos
inmediatos de la vida, reduce la sustentabilidad a la calidad ambiental local.
2. Con el lenguaje usado para expresar los problemas. Inglehart advierte, que los mil millones de
personas que no tienen acceso a agua potable en buenas condiciones sanitarias han de sentirse muy
preocupadas por este problema, sin embargo, hay mucha evidencia de que las protestas y movilizaciones
que, en muchos lugares del Tercer Mundo, se producen a causa de la dificultad para acceder a recursos
naturales básicos para la supervivencia se expresan a menudo en un lengua no ecologista.
3. Con la medida de las actitudes básicamente en términos de disposición a pagar. Puede resultar muy
equívoco porque dicha disposición resulta siempre menos costosa a quien está menos necesitado y
también porque:
a. tales actitudes pueden expresarse en distintos ámbitos: la acción política, los estilos de vida, el
mercado, etc., y
b. Y no es claro que alguno de esos ámbitos haya de ser necesariamente el más significativo en todos
los contextos sociales.
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Los dos puntos de vista coinciden en una cosa: consideran que ciertos acontecimientos culturales son la causa
que, a través de complejas mediaciones, conduce a la difusión social de nuevos comportamiento. Sin embargo,
hay un punto de vista distinto, según el cual las condiciones en las que se desenvuelve la vida generan aspiraciones
o necesidades, y conductas coherentes con ellas, que terminan conectándose con determinadas ideas y valores.

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Así, el acceso a los recursos naturales que son necesarios para sobrevivir, o la distribución de los riesgos derivados
del desarrollo tecnológico, es desigual para distintos grupos sociales. Algunos de ellos sufren los impactos más
intensamente. Los movimientos sociales pueden producirse sin que su lenguaje y sus conceptos sean
explícitamente ecologistas (como los vecinos de una fábrica contaminante) aunque es probable que en la
actualidad, las poblaciones afectadas tiendan a incorporar creencias y valores ecologistas o próximos al
ecologismo.
Sin embargo, resulta plausible la hipótesis de que, a medida que dichas acciones colectivas se vuelven más
frecuentes, la difusión del consenso ambientalista puede favorecer la interiorización de creencias y valores
ecologistas por parte de quienes participan en ella.

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Parece difícil localizar la emergencia de la conciencia ecológica en una sola fuente, encontrarle un único origen.
Es plausible considerar esta pluralidad de factores causales heterogéneos como un síntoma más de que nos
encontramos ante un fenómeno histórico de considerable transcendencia.

De la preocupación a la acción: la fragilidad práctica del consenso ambientalista.

Hay numerosos estudios dedicados tanto a la formación de la identidad ecologista como a las mediaciones entre
las percepciones y la acción. Valores creencias, normas y comportamientos son categorías diferentes y cada una
de ellas tiene su propia lógicas.
El punto de vista más idealista, postulará que el cambio de valores y creencias suele ir por delante del cambio de
comportamientos y que, la amplia difusión del ambientalismo en la esfera de la opinión y los valores anuncia su
implantación práctica y la precede.
El punto de vista más materialista sugiere lo contrario que los comportamientos más asentados socialmente
arrastran tras de sí un cambio de creencias y valores y que, a medida que el egoísmo adquisitivo característico de
la sociedad de consumo de masas se generaliza, los valores favorables a la sostenibilidad se ven más y más
erosionados.
Ambos puntos de vista son demasiado esquemáticos. Tiene interés examinar brevemente los elementos
psicosociales del asunto. Lo haremos a partir de una propuesta que pone en conexión la estructura general del
sistema de valores con las creencias propias del ambientalismo para dar cuenta de diferentes formas de apoyo a
éste, tratando así de integrar la idea del nuevo paradigma ecológico en una teoría general de la relación entre
valores y comportamientos, (Stern y et.al). Los pasos del argumento serían los siguientes:
1. Diferentes orientaciones de valor influyen de forma diferente en la configuración de normas personales
que inciden directamente en los comportamientos. Tipología de Schwartz que divide todos los valores
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humanos en cuatro conglomerados u orientaciones, y sostienen que el altruismo favorece más el
comportamiento ecológicamente responsable que las otras orientaciones, mientras que el tradicionalismo
influye de un modo negativo en dicho comportamiento.
2. Las orientaciones de valor se relacionan con las creencias básicas del nuevo paradigma ecológico,
favoreciendo o dificultando la adopción de dichas creencias. Ese paradigma filtra las orientaciones de
valor y las focaliza hacia normas y comportamientos coherentes con él.
3. La conciencia de las consecuencias, a su vez, depende en mayor o menor grado de la visión del mundo.
Las personas que hacen suyas las creencias del nuevo paradigma ecológico tenderán también a atribuir
mayor gravedad al deterioro del medio ambiente.

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4. Otra mediación importante es la creencia de que las acciones emprendidas por uno mismo pueden ayudar
a reducir la amenaza y a restaurar los valores amenazados.
5. Los pasos anteriores ayudan a explicar la aparición de normas personales. Los autores sostienen que la
constitución de dichas normas es la explicación más directa de los comportamientos de apoyo al
ecologismo y a otros movimientos sociales. Y que son las normas personales las que resultan relevantes,
no las normas sociales.
6. Normas del tipo de las anteriores son la influencia más directa en la difusión social de comportamientos
de apoyo a los objetivos del ecologismo, especialmente en tres ámbitos:

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a. La ciudadanía proecologistas, actividades políticas menos públicas o menos arriesgadas que el
activismo más comprometido (firmar escritos, aportar dinero, etc.)
b. El apoyo político, aceptación de políticas que pueden requerir un cierto sacrificio material para
promover los fines del movimiento (ecotasas, recogida selectiva, etc.)
c. Ciertos comportamientos en la esfera privada, consumo de productos medioambientalmente
benignos, etc.

En resumen, Stern y sus colegas sostienen que el apoyo social al movimiento ecologista descansa sobre una
conjunción de valores, creencias y normas personales que impulsa a los individuos a actuar en formas que
constituyen una ayuda a los objetivos del movimiento, sin embargo, no tienen en cuenta las relaciones
estructurales, los conflictos y presiones que pueden activar o reprimir el proceso individual, resulta necesario
complementarlo en ese sentido. Los conflictos en torno al medioambiente comportan tensiones entre valores e
intereses distintos, como todos los conflictos sociales, y son difíciles de definir y gestionar debido a la influencia
de varios factores. Stern señala también que la norma social no es relevante para dar cuenta de comportamientos
de dicha norma Conviene preguntarse por qué la norma es resistente incluso en muchas ocasiones en que ya no
es asumida. Hay al menos tres factores que contribuyen a explicar que la preocupación por el estado del medio
ambiente no conduce a una práctica coherente.
1. La tendencia a descontar la preocupación. Descontar es devaluar. Las dimensiones de los principios
de descuento son: tiempo, incertidumbre, distancia, desconexión, personal e incapacidad para la sensación
directa y física.
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a. Descontar un acontecimiento. Es devaluarlo respecto al valor que tendría si ocurriera ahora, aquí,
si me afectara a mi, si lo percibiera con todos mis sentidos.
b. Descuento del tiempo. Es la disminución de la importancia presente de un acontecimiento a
medida que está más alejado en el futuro.
c. Descuento de la incertidumbre. Es la reducción del valor atribuido a un determinado suceso en
función de la inseguridad de si dicho suceso se producirá o no.
d. Descuento de la distancia. Es la disminución de la importancia atribuida a un acontecimiento a
medida que éste se produce más lejos de los lugares de nuestra existencia habitual.
e. Descuento interpersonal. Se refiere a que el nivel de preocupación tiende a ser más elevado si el

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peligro afecta o puede afectar a personas con las que se está personal o culturalmente identificado.
f. Descuento sensorial. Tendemos a minimizar los peligros que no podemos sentir fácilmente.

2. El conflicto entre valores-normas de signo contradictorio. En muchas ocasiones dos objetivos


prácticos pueden resultar incompatibles entre sí, incluso si las normas que empujan a perseguirlos están
relativamente consolidados en la mente individual. Un caso particular:
a. Dilema de concreción. Se produce cuando se considera deseable un determinado objetivo pero
todos los medios disponibles para conseguirlos son indeseables.

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Si se considera que el impacto ambiental de las actividades humanas es ya demasiado grande, o que puede
serlo pronto, entonces hay que actuar sobre alguno de los tres factores que producen ese impacto: la
población, el consumo y la tecnología. Ninguna de las tres vías resulta fácilmente aceptable.
Muchas de las opciones posibles para un comportamiento ecológicamente benigno aparecen como poco
deseables. Esto deja márgenes de actuación más bien estrechos en buena parte de los contextos prácticos.
Aunque esta clase de dilemas tienden a hacerse más frecuentes a medida que los niveles de complejidad
aumentan. Psicológicamente, se trata de situaciones que son experimentadas como un doble vínculo. Una
estructura de doble vínculo es el resultado de la vigencia de dos mandamientos contradictorios, que no
pueden ser obedecidos simultáneamente.
3. La inadecuación de las estructuras institucionales. La distancia entre la opinión y el comportamiento,
no es tan solo un fenómeno psicológico, muchas veces, puede ser el resultado de las condiciones sociales
en que se desenvuelve la vida de la gente. Es evidente que la recogida selectiva de residuos no puede
traducirse en la práctica si las ciudades no implantan un sistema adecuado de contenedores y de gestión.
No hay razón para suponer que la gente no dice lo que piensa cuando declara que preferiría que las
inversiones públicas se reorientaran hacia infraestructuras menos agresivas: la única forma de
comprobarlo sería un efectiva reorientación en ese sentido.
La información no es la cuestión: aunque la gente esté bien informada y preocupada por los problemas,
es el contexto institucional o relacional el que determinará en primer lugar su respuesta.

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De hecho, una parte significativa de la distancia que existe entre las palabras de la población sobre la crisis
ecológica y sus hechos debe ser atribuida a condiciones institucionales inadecuadas, que constituyen
obstáculos reales para un comportamiento más coherente.
Stern ha reformulado recientemente su punto de vista, integrando el esquema valor-creencia-norma en un
marco más general de influencias sobre el comportamiento, que no incluye solo variables relativas a las
actitudes en la esfera personal sino también diversos factores del contexto social, así como capacidades
adquiridas e influencia de los hábitos y rutinas.
Una estructura inestable e inconsistente como la configurada por el sistema de valores, creencias, normas,
comportamientos, relaciones sociales e instituciones sobre el medio ambiente en la sociedad actual, es también

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
una estructura abierta al cambio. “La gente está preocupada por el deterioro del medio ambiente y desea ver que
se hace al respecto. Aunque es fácil cuestionar dicha preocupación, señalando el impacto sobre las conductas,
quizás lo que haría falta es un liderazgo mejor, a fin de aprovechar la inquietud del públcio y traducirla en acción
efectiva” (Dunlap).

La cultura de la suficiencia: en busca del sentido.


Si la sostenibilidad despierta interés es porque se ha difundido la convicción de que la presión ejercida por la
sociedad contemporánea sobre los sistemas naturales que mantienen la vida es excesiva o puede llegar a serlo.

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Dicha presión depende de tres factores: la población, las tecnologías utilizadas y el consumo. En consecuencia,
reducirla exige:
1. Control demográfico. Estabilizar o disminuir la población.
2. Ecoeficiencia. Sustituir las tecnologías actuales por otras más ahorradoras de recursos y menos
contaminantes.
3. Suficiencia. Limitar el consumo, generando una norma cultural que regule la satisfacción de las
necesidades por lo que es bastante, no por la expansión ilimitada.
Más sostenibilidad, implica alguna forma de equilibrio razonable entre control demográfico, ecoeficiencia y
suficiencia, de forma tal que tanto la escala como la intensidad de la actividad económica se mantengan lo
bastante alejadas de los límites naturales como para proporcionar flexibilidad al cambio social, que es
inherentemente imprevisible.

El equilibrio sólo puede obtenerse a través de una experiencia de aprendizaje social que comporta ensayo y error,
cultura de la suficiencia, sistema de valores, normas y estilos de vida capaz de regular la forma de equilibrios y
de construir significado para ella.
Lo rasgos más generales de la cultura de la suficiencia no pueden establecerse sólo mediante la descripción
positiva de prácticas sociales, hay que tener en cuenta también expresiones ideales cuya concreción en dichas
prácticas es, si acaso, parcial. Una lectura entre muchas posibles, si alguna vez llega a producirse un giro de las
sociedades humanas hacia más sostenibilidad, entonces no florecerá una sola cultura de la suficiencia, sino varias.
Este postulado pluralista se deriva de la creencia en que la matriz cultural de cada sociedad, su tradición y sus
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continuas reelaboraciones han de resultar significativas a la hora de formular reglas de comportamiento orientadas
a la sostenibilidad. La evolución de una sociedad parte siempre del patrimonio acumulado en su historia, del
caudal de experiencias, conocimientos y sentimientos que la han constituido. Las visiones acerca de una sociedad
duradera han de filtrarse a través de la diversidad cultural antes de adquirir un mínimo de consistencia social.

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Principios generales:
1. La cultura de la suficiencia introduce en la práctica reproductiva de los seres humanos la pregunta: ¿Por
qué no hijos únicos? Considera que el hecho de que muchas personas tengan una vida larga y saludable
no es un problema, sino un signo de verdadero progreso y auténtica riqueza de las naciones. Una hipotética
transición hacia más sostenibilidad comportaría que el número de seres humanos se ajuste de forma tal
que no sea necesario esquilmar el capital natural. Una transición demográfica así sólo sería posible sin
traumas enormes a través de una profunda reelaboración cultural del significado de la reproducción, el
envejecimiento y la muerte.
2. La cultura de la suficiencia no acepta que algo deba darse sólo porque técnicamente sea posible hacerlo.

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A medida que el proyecto moderno de forzar a la naturaleza ha ido más y más adelante, los riesgos y la
incertidumbre han aumentado, pero no implica un rechazo de la ciencia y de la técnica, pero sí indagan
sobre sus límites y reclaman para los proyectos tecnológicos una escala humana.
3. La cultura de la suficiencia fluye y genera sus efectos, fundamentalmente, fuera del mercado y del estado.
Tiende a renunciar a los incrementos de bienestar conseguidos a partir de la posesión y consumo de bienes
y a obtener en cambio más satisfacción a partir de las funciones útiles del medio ambiente y lo
intercambios no mercantiles con otros seres humanos. La conducta correspondiente a esta actitud nace de
la convicción o de la vivencia de que, por encima de un determinado techo, más consumo no conduce a
mayor felicidad. Menos industria y más conversación fecunda.
4. La cultura de la suficiencia tiende a percibir los problemas actuales como manifestación de una
orientación básicamente mal dirigida del progreso, más que como un resultado de insuficiencias,
desviaciones o imperfecciones de un progreso auténtico. Percepción de que una implacable destructividad
va acoplada al progreso industrial como las dos caras de una misma moneda. Desconfían que las
enfermedades sociales pueden combatirse con dosis mayores de la misma medicina que las ha provocado
(el subdesarrollo con más crecimiento, la congestión urbana con más autopistas, etc.)
5. La cultura de la suficiencia rechaza el autoritarismo, valora la participación y la solidaridad
(intrageneracional, intergeneracional e interespecies) y se cuestiona cómo adecuar la democracia política
a la sostenibilidad.
6. La cultura de la suficiencia necesita de un cierto grado de descentralización y diversidad cultural. La
centralización del poder y la unificación cultural excesivas se perciben como inherentemente
antiecológicas en la medida en que menosprecian la impredecibilidad e irrevocabilidad de los fenómenos
emergentes en la evolución. La pluralidad de líneas de la evolución social es la única garantía ante el
eventual fracaso de alguna de ellas.

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7. La cultura de la suficiencia no cree que, si algo es bueno, más de lo mismo sea necesariamente mejor.
Considera que el exceso y la desmesura pueden ser contraproductivos: hay bastante en el mundo para
satisfacer las necesidades de todos, pero no para saciar la codicia de unos pocos (Gandhi).

Una buena parte de la tarea de la sociología medioambiental consiste en captar el significado que se atribuye a la
relación con la naturaleza en las sociedades contemporáneas, en describir el espíritu del ecologismo.
“A inicios de los años sesenta, por la polución del aire y la contaminación del agua empezaron a desaparecer las
luciérnagas. El fenómeno fue fulminante y fulgurante. Al cabo de pocos años ya no había luciérnagas. Ahora son
un recuerdo bastante desgarrador del pasado, y un hombre viejo que tenga ese recuerdo no puede reconocerse a

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
sí mismo de joven en los nuevos jóvenes y no puede ya tener las hermosas añoranzas de antaño.
Ese algo que pasó hace unos diez años, lo llamaré: desaparición de las luciérnagas”(Pasolini)

La necesidad de incorporar una dimensión ecológica a la comprensión de la sociedad se hizo inaplazable desde
el momento en que fue posible describir con sentido el antes y el después de un proceso de modernización tan
convulso como el de la sociedad italiana con una sola frase alusiva al destino de un insecto.

Reservados todos los derechos.

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