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En el siglo XIX se constituyó la idea del sujeto con conciencia, que se asume como
el artífice de su propio destino, y será su tarea “adecuar la realidad política a la
razón” y ahí aparece el elemento mitológico, cosa que se ve necesaria, es necesario
tener alguien que quién mitificar (un ejemplo de esto es el caso de San Martín con el
Cruce de los Andes o Belgrano con la creación de nuestra bandera) ya sea para
poder mirar con orgullo el pasado o para relucir este mito frente a invasores
extranjeros o para quienes quieran descreerlos, dentro de la misma sociedad. Si
estos mitos se encuentran muy arraigados en las personas, puede tomar una
dimensión increíble.
Para que estos mitos perduren en el tiempo, se deben transmitir a las personas,
para que los asimilen y los tomen como la única verdad existente respecto a los
próceres, muchas veces sin cuestionarlos en lo más mínimo, cosa que puede ser
positiva o negativa, según la opinión de cada persona.
La Historia tiene varias interpretaciones, cosa que la hace una disciplina compleja,
pero tampoco puede tener un solo punto de vista porque sería obsoleta y se le
estaría negando la posibilidad de entrar en ella a múltiples realidades, culturas,
lenguas y experiencias que merecen y quieren contar su versión de las cosas. Esta
Historia puede darles a los vencedores un pasado brillante, o hacer que se desliguen
de él totalmente críticamente. Esa parte queda a elección de cada quién.
Muchos opinan que los mitos son necesarios, para poder estar orgullosos del
pasado del país al que pertenezcan, y defender ese pasado a capa y espada. Otros
pueden decir que no, que no son necesarios, porque esos próceres fueron personas
comunes y corriente con sus errores y aciertos, como todos, que esos mitos cuentan
una verdad a medias o la “endulzan” demasiado, queriendo tapar otras cosas más
importantes.
Soldá Facundo.