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Del multiculturalismo a la
interculturalidad: evolución y
perspectivas
Gunther Dietz

.): Patrimonio Inmaterial y Gestión de la Diversidad

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El pat rimonio int angible como inst rument o para la diversidad cult ural
Vict oria Quint ero

La int ercult uralidad ent re el “empoderamient o” de minorías y la “gest ión” de la diversidad


Gunt her Diet z

Ant ología: Mult icult uralismo y et nonacionalismo Ant ología: Mult icult uralismo y et nonacionalismo
Leopoldo Basurt o Hernández
CUADERNOS IAPH Patrimonio Inmaterial, Multiculturalidad y Gestión de la diversidad

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Del multiculturalismo a la
interculturalidad:
evolución y perspectivas
Gunther Dietz, Laboratorio de estudios interculturales, Universidad de Granada

A partir de una definición amplia del fenómeno del multiculturalismo, el presente capítulo traza la evolución de
dicho conjunto de preceptos académicos y políticos desde sus orígenes como un movimiento social que reivin-
dica el reconocimiento de la "diferencia cultural" y la pluralización de los "patrimonios culturales" específicos
de las diferentes minorías que componen una determinada sociedad. Tras este análisis diacrónico de las diver-
sas influencias que los discursos postmodernos y postcoloniales han ejercido en el multiculturalismo, en una
segunda parte se reconstruye el proceso de institucionalización académica de este movimiento, sus políticas
de cuotas para minorías y de discriminación positiva desarrolladas a partir de los Estudios Étnicos y Culturales
para "conquistar" ámbitos educativos y culturales de la sociedad mayoritaria así como para transformar el dis-
curso multiculturalista en un nuevo ámbito no sólo académico, sino también social y político en las sociedades
contemporáneas: el aún emergente y ya debatido campo de la interculturalidad.

From multiculturalism to interculturality: evolution and perspectives

This chapter offers a broad definition of the phenomenon of multiculturalism, charting the evolution of this set of academic and political rules,
from its origins as a social movement vindicating the recognition of the "cultural difference" and pluralisation of specific "cultural heritages"
of different minority groups in specific societies. After this diachronic analysis of the different influences of post-modern and post-colonial dis-
courses on multiculturalism, the second section of the study reconstructs the process of academic institutionalisation of this movement, its
policies of quotas for minorities and positive discrimination based on Ethical and Cultural Studies to "conquer" educational and cultural cir-
cles of the majority society and to transform multiculturalism into a new line of academic and social and political discourse in contemporary
societies: the still fledgling and already hotly debated issue of interculturality. CUADERNOS IAPH Patrimonio Inmaterial, Multiculturalidad y Gestión de la diversidad

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El debate actual acerca de la interculturalidad y de tarse al reto de la reflexividad (Bourdieu 1991) - una
sus repercusiones en las sociedades contemporáneas reflexividad característica de todo actor social, pero
tanto como en sus conceptos predominantes de “cul- cuya complejidad discursiva se incrementa al tratarse
tura nacional” y “patrimonio cultural”, se desencade- aquí de un movimiento que ha ido generando su pro-
na a partir de los años ochenta. En aquel momento, pia academización y teorización (Touraine 1996). La
inicialmente sobre todo en Estados Unidos, un con - confluencia de paradigmas teóricos y epistemológicos
junto altamente heterogéneo de movimientos contes- como el “postestructuralismo” y la “postmodernidad”
tatarios surgidos a partir del ya mítico “68” empren- con determinados movimientos políticos y culturales a
de el camino de la institucionalización social, política, menudo desdibuja las fronteras conceptuales entre la
cultural y académica. Las confluencias programáticas programática de un movimiento y su (auto-) análisis
de estos así denominados “nuevos” movimientos académico. En los siguientes apartados, sin embargo,
sociales – afroamericanos, indígenas, chicanos, femi- procuraré discernir ambos componentes acudiendo a
nistas, gay-lesbianos, “tercermundistas” etc. – se han la constatación de Eagleton (1997a:253), según la
dado a conocer a partir de entonces bajo el a menu- cual “los procesos por los que se enmascaran, racio-
do ambiguo lema del “multiculturalismo”. nalizan, naturalizan y universalizan cierto tipo de inte-
reses, legitimándolos en nombre de cierta forma de
Recurriré en lo siguiente a dicho término para desig- poder político” se subsumirán bajo el – admitidamen-
nar a este heterogéneo conjunto de movimientos, aso- te poco “postmoderno” – concepto de “ideología”.
ciaciones, comunidades y - posteriormente - institucio-
nes que confluyen en la reivindicación del valor de la Los orígenes como nuevo movimiento social
“diferencia” étnica y/o cultural así como en la lucha
por la pluralización cultural e identitaria de las socie- Partiendo de definiciones de Raschke (1988) y Muro
dades que acogen a dichas comunidades y movimien- & Canto Chac (1991), entendemos por movimiento
tos1. Mientras que en la primera parte de este capítu - social a todo aquel actor colectivo que despliega - con
lo se trazan desde un punto de vista diacrónico los cierta permanencia en el tiempo y en el espacio - una
orígenes del multiculturalismo como movimiento capacidad de movilización que se basa en la elabora-
social, de sus estrategias institucionales y sus pautas ción de una identidad propia y en formas de organiza-
discursivas, la segunda parte está dedicada a analizar ción muy flexibles y escasamente especializadas, con
las aportaciones disciplinares e interdisciplinares que el objetivo de impactar en el desarrollo de la sociedad
desde los estudios étnicos y culturales así como contemporánea y de sus instituciones. Ya desde los
desde la pedagogía y la antropología han permitido años setenta, sobre todo en el contexto político poste-
transformar el discurso multiculturalista en un nuevo rior al “68”, surge una vertiente teórica que rechaza
ámbito no sólo académico, sino también social y polí- el énfasis puesto hasta entonces en el actor individual
tico en las sociedades contemporáneas: el aún emer- completamente racional para explicar el surgimiento
gente y ya debatido campo de la interculturalidad2. de movimientos sociales. Desde la sociología, sobre
todo Touraine y Melucci parten de la necesidad de
estudiar los subyacentes conflictos estructurales de
La evolución del discurso multiculturalista las sociedades contemporáneas, de los cuales los
movimientos sociales son sólo su expresión visible
Para poder abarcar este discurso y su impacto en las como “conductas conflictuales al interior de un siste-
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sociedades contemporáneas, a continuación se anali- ma social” (Melucci 1985:99). Los cambios estructu-
zan sus orígenes y su gradual proceso de instituciona- rales que experimentan las sociedades occidentales,
lización. Empleo para ello un marco conceptual de aná- su paso de un modelo de producción industrial “for-
lisis de los movimientos sociales ya elaborado y empí- dista” a una sociedad “post-industrial” (Touraine
ricamente aplicado al caso de los movimientos indíge- 1996), genera nuevas pautas de movilización, mis-
nas mexicanos (Dietz 1999) así como al caso de los mas que no son reducibles a una “metafísica del
movimientos asociativos de apoyo a los inmigrantes actor” (Melucci 1995:110).
extracomunitarios en el sur de España (Dietz 2000).
Los nuevos movimientos que reivindicarán la multicul-
La interpretación del multiculturalismo como un turalización de la sociedad contemporánea y que
28 determinado tipo de movimiento social ha de enfren- cuestionarán su patrimonio cultural supuestamente
homogéneo son el producto de dichas transformacio- con un fuerte componente procedente de las clases
nes estructurales (Giménez 1994, Gledhill 1994). La medias, lo cual para algunos analistas plantea el pro-
terciarización del sistema económico traslada los con - blema de cómo identificar el “sujeto histórico”
flictos socio-culturales del sector productivo al sector (Alonso 1988);
de consumo, con lo cual el “adversario de clase” ya - y, probablemente como consecuencia de dicha com-
no constituye el destinatario directo de los movimien- posición plural, una constante tematización de la
tos sociales (Touraine 1981). Las dimensiones cultu - identidad y la subjetividad (Raschke 1988).
rales y simbólicas cobran una mayor importancia: las
acciones - a menudo directas y espontáneas - se vuel- La aportación del postmodernismo
ven auto-reflexivas, conciben “la acción como mensa-
je” (Melucci 1995:113). La contribución “europea” al multiculturalismo no se
limita a los análisis sociológicos de Touraine, Melucci,
La literatura teórica desde los años setenta refleja una Giddens et al. Es el ámbito filosófico y sobre todo epis-
intensa discusión acerca del concepto de los “nue- temológico en el que los movimientos multiculturalistas
vos” movimientos sociales. Reaccionando a las men- y su reivindicación de una nueva “política de la diferen-
cionadas transformaciones contemporáneas de las cia” encuentran un peculiar aliado académico: el giro
sociedades occidentales, este nuevo tipo de movi- “postmoderno” o “post-estructuralista”, que ha prota-
mientos de “estilos de vida” (Hetherington 1998) pre- gonizado la filosofía francesa de los años setenta y
tende agrupar a movimientos estudiantiles, urbanos, ochenta (Frank 1989). El punto de partida de dicho giro
feministas, ecologistas, pacifistas y multiculturalistas - la crítica a la “metafísica” universalista de las omni-
–bajo un denominador común que se caracterizaría presentes “estructuras elementales” que según Lévi-
por los siguientes rasgos 3. Strauss (1979) operan de forma subyacente en todo
tipo de sociedad humana - y su consecuencia episte-
- una estructura organizativa altamente flexible, expre- mológica - la ruptura con las nociones occidentales,
sada mediante redes escasamente jerarquizadas y un supuestamente eurocéntricas y reificadas, de “indivi-
rechazo abierto a liderazgos explícitos, producto del duo”, “sociedad” e “historia” -, constituyen, a la vez,
legado “anti-autoritario“ de la revuelta estudiantil que un punto de llegada de los primeros movimientos mul-
desencadenó este tipo de movimiento; ticulturalistas de finales de los años sesenta. La disi-
> la insistencia en la autonomía del movimiento espe- dencia filosófica confluye con la disidencia política,
cífico frente a otros actores políticos, sobre todo fren- social y cultural en su énfasis en el carácter construido
ta al Estado y a los partidos políticos, interpretados y por tanto arbitrario de los actores sociales (de Castell
como “aliados“ o representantes del viejo establis- & Bryson 1997). Es sobre todo el feminismo tanto aca-
hment y de los movimientos sociales de origen deci- démico como político quien ofrece una primera crítica
monónico; sistematizada al universalismo y esencialismo subya-
- la carencia de una ideología de transformación de la centes en las nociones occidentales del análisis social
sociedad en su totalidad, como lo fuera el proyecto (Kincheloe & Steinberg 1997).
marxista; el rechazo a los amplios proyectos de cam-
bio societal será el punto de partida de la confluencia Partiendo de esta crítica feminista de la supuesta
entre los movimientos multiculturalistas y los discur- neutralidad genérica del pensamiento occidental,
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sos “postmodernos“; no la política revolucionaria, que camufla su carácter patriarcal y autoritario bajo
sino la life politics (Giddens 1991), la individualizada la singularización y monopolizacion del
política vital, se convertirá en el lema común; “Conocimiento” (Singh 1995), las diferentes corrien-
- la consecuente limitación a temáticas específicas tes postestructuralistas coinciden en su afán de de-
que no abarcan un proyecto societal global, sino que construir los grandes “relatos” hegemónicos, las
sólo se articula como single-issue-movement; para el autorizadas “narrativas” occidentales que dotan de
caso de los movimientos multiculturalistas, sólo su sentido a la “nación”, su “cultura” y “patrimonio”
institucionalización y academización posterior impli- común y con ello legitiman los poderes fácticos
cará el intento de trascender esta limitante “monote- vigentes en las sociedades contemporáneas (Dreyfus
mática“ mediante el establecimiento de coaliciones & Rabinow 1982). Este afán “deconstructivista”, crí-
“inter-disciplinares“; tico y disidente del postestructuralismo es retomado
- una composición social heterogénea, “multiclasista”, y aprovechado por los protagonistas de los movimien- 29
tos multiculturalistas en su intento de demostrar el específicos de las minorías subalternas de las socie-
carácter subversivo y potencialmente contrahegemó- dades contemporáneas pronto adquieren un matiz
nico del propio multiculturalismo4. eminentemente cultural. Varios estudiosos de los nue-
vos movimientos contestatarios tanto norteamerica-
Dos conceptos nucleares del nuevo paradigma discur- nos como europeos y latinoamericanos afirman la
sivo – las nociones de identidad y de poder – ilustran necesidad de indagar en la relación entre un determi-
el grado de confluencia alcanzado entre los nuevos nado movimiento social y las prácticas culturales de
movimientos sociales y sus exeguetas postestructuralis- sus miembros. Sobre todo en contextos de margina-
tas. La corriente postestructuralista retoma la noción ción socioeconómica y/o política, la cultura se puede
de los “nuevos movimientos sociales” haciendo espe- convertir en pilar básico de una acción colectiva
cial hincapié en su faz identitaria. La identidad se vuel- (Eckstein 1989). Recreando prácticas culturales loca-
ve una preocupación constante de los movimientos. les y adaptándolas a nuevas situaciones extralocales,
Lejos de ser simple expresión de los intereses comunes el movimiento es “re-significado”, genera su propia
de un grupo, la identidad se convierte en “política iden- identidad y puede convertirse con ello en una nueva
titaria”, en negociación de múltiples identidades frente “comunidad” para sus miembros (Escobar 1992,
a diversos contrincantes sociales (Slater 1994). La Alvarez & Escobar 1992). Surgirían así “patrimonios
correspondiente “política de la diferencia” es liberado- culturales” plurales, alternativos y contestatarios.
ra y emancipadora mientras desenmascare los falsos
esencialismos reduccionistas que bajo la “estrategia de Este proceso, no obstante, se encuentra limitado y
la asimilación” (Zarlenga Kerchis & Young 1995:9) condicionado por la influencia y vigencia ejercida por
reúne tanto a los nacionalismos burgueses como al el segundo de los conceptos teóricos aportados por el
marxismo clásico. Como las identidades ya no son sim- postestructuralismo: la noción básicamente foucaul-
ples expresiones fidedignas de las posiciones que ocu- tiana del “poder”, formulada para superar la excesiva
pan los individuos en el proceso de producción, estas fijación en el Estado - supuestamente todopoderoso -
identidades se diluyen: ya no corresponden a sujetos frente al actor social, reducido a mera víctima. Tanto
identificables, sino a meras “posiciones de sujeto” el Estado como la sociedad son actores que actuali-
(Laclau 1985:32). zan relaciones de poder (Laclau & Mouffe 1987). Un
concepto no substantivista, sino relacional del poder
A lo largo del subsiguiente proceso tanto conceptual evita objetivarlo en instituciones cuasi-personalizadas
como político-cultural, los “sujetos sociales” son des- y permite “coger al poder en sus extremidades, allí
centrados y des-esencializados. El individuo ya no es donde se vuelve capilar” (Foucault 1992:14). El
concebible como un “agente completamente coheren- correspondiente enfoque se centraría no en las insti-
te, `racional´, auto-consciente y capaz de acceder tuciones en sí, sino en las desiguales relaciones que
directamente a la realidad y a la verdad”, sino que se existen entre ellas; en estas relaciones, el poder con-
reduce a un “conjunto de potenciales y actuales posi- formaría “una estructura total de acciones cargada
ciones de sujeto” (Rattansi 1999:78). Por consiguien- encima de las acciones posibles” (Foucault
te, para que un determinado movimiento multicultura- 1982:220). El Estado, por consiguiente, ya no es el
lista se afiance y sobreviva los vaivenes de sus mani- destinatario preferencial de las “prácticas discursi-
festaciones espontáneas y puntuales, tendrá que vas” de los nuevos movimientos sociales, puesto que
inventar, generar y/o nuevos sujetos sociales que, a las identidades individuales se construyen a partir de
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su vez, necesitarán engendrar prácticas culturales “adversarios” polifacéticos y oblicuos, no de un poder


específicas del grupo o movimiento en cuestión. central.
Como demuestra Eyerman (1999) para el la iniciativa
afroamericana Harlem Renaissance y su vinculación En el terreno del multiculturalismo, la relacionalidad y
a los movimientos de derechos ciudadanos de los ubicuidad de esta definición del poder, “des-centra-
años sesenta y setenta, la praxis cultural genera nue- da” de la tradicional fijación monotemática en el
vas identidades colectivas mediante la ritualización Estado como antagonista, acaba relativizando las
del propio quehacer asociativo. fronteras entre “nosotros” y “los otros” (Kristeva
1990). No obstante, los movimientos multiculturalis-
Con ello, los heterogéneos movimientos que desde los tas en defensa de determinados derechos de las
30 años sesenta comienzan a articular los intereses “minorías” que conforman sus activistas y/o destina-
tarios requieren de un “otro” imaginario para sostener moderno son criticadas por su inherente esencialismo
su capacidad de convocatoria y movilización colecti- conceptual, evidenciado en la oposición semiótica de
va, dado que “toda identidad es más bien contra “significado” y “siginficante”, en la dicotomía marxia-
alguien que a favor de alguien” (Lamo de Espinoza na de “base” y “superestructura”, en la distinción
1995:29). Así, la problematización del concepto de freudiana entre “lo latente” y “lo manifiesto” así
poder por extensión también problematiza la distin- como en las explicaciones supuestamente mono-cau-
ción entre la sociedad mayoritaria y dominante, por sales de Habermas (1982) acerca de la “coloniza-
un lado, y las minorías dominadas, por otro (Brah ción” del “mundo vivencial” por la “lógica del siste-
1996). ma” (Sarup 1996, Zizek 1999). Estos enfoques
“modernistas” son rechazados porque su tendencia a
Precisamente por las consecuencias políticas que dicotomizar los fenómenos sociales acaba “binarizan-
tiene esta relativización anti-esencialista de las identi- do” la diversidad existente (Rattansi 1999).
dades hasta entonces binarias y antagónicas de los
movimientos sociales en su capacidad de moviliza- Institucionalizando el multiculturalismo
ción, el encuentro con el postestructuralismo será un
parteaguas para el conjunto de este tipo de movimien- Como ya mencionamos, el énfasis postmoderno en la
tos. Como se demostrará a continuación, una vertien- pluralidad de identidades, géneros y culturas confor-
te del multiculturalismo procurará redefinir y “domes- ma el parteaguas del multiculturalismo. Todos los
ticar” la crítica postestructuralista en lo que habitual- “nuevos” movimientos sociales recurren a la acción
mente se etiqueta como teorización acerca de la “con - colectiva para construir nuevas identidades; las “iden-
dición postmoderna” (Lyotard 1984), mientras que tidades proyecto” (Castells 1998) de dichos movi-
otra vertiente radicalizará dicha crítica conceptual del mientos no son el punto de partida, sino el objetivo y
esencialismo y su aplicación multicultural en un dis- resultado de la movilización. Esto implica que para
curso autodenominado “post-colonial” (cfr. abajo). consolidarse como movimiento social y para impactar
en el conjunto de la sociedad, el multiculturalismo
Existen obvias “afinidades electivas” entre el multicul- requerirá de una fase de construcción y estabilización
turalismo y la corriente postmoderna. Cuando desde de las identidades de los nuevos actores sociales cuyo
los años ochenta el desafío postestructuralista paula- surgimiento y consolidación alberga. Sin embargo, el
tinamente comienza a institucionalizarse en el afán de construir nuevas identidades delimitables es
ambiente académico primero francés y luego anglosa- un “clásico” anhelo de la época moderna, no del lúdi-
jón como “pensamiento postmoderno”, el punto de co juego postmoderno con identidades múltiples y
partida será la crítica del proyecto moderno de la heterogéneas (Bauman 1996). Estas identidades per-
Ilustración, entendido ahora como un intento hege- manentemente “recicladas”, sin embargo, no gene-
mónico de subyugar, uniformizar y – en última instan - ran discrecionalidad identitaria: el movimiento social
cia - silenciar una multiplicidad de culturas, patrimo- corre el riesgo de diluirse a través de la paulatina indi-
nios, identidades y narraciones bajo la canonización vidualización de “estilos de vida personales y un con-
del racionalismo cartesiano y del criticismo kantiano sumismo cosmopolita” (Modood 1997:21). Por ello,
5
. los movimientos multiculturalistas, como los demás
“nuevos” movimientos sociales, refuncionalizan la
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Aunque el subsecuente debate acerca del carácter cultura como un recurso emancipatorio (Habermas
potencialmente represivo versus emancipatorio de la 1996:246).
modernidad europea en lo fundamental acaba replan -
teando el ya “clásico” análisis de Horkheimer & Las nuevas identidades se construyen precisamente
Adorno (1997) sobre la dialéctica ambigüedad inhe- en el “gozne entre sistema y mundo vivencial”
rente desde sus orígenes en el proyecto de (Habermas 1981:581), de cuya confrontación surge
Ilustración, el enfrentamiento teórico desencadenado un potencial de protesta que convierte la cultura, la
sobre todo entre la segunda generación de la Escuela forma de vida, la identidad diferencial, en su pana-
de Francfort (Habermas 1985, 1996) y los “nuevos” cea, en su patrimonio diferencial. Por ello, ya en los
filósofos franceses (Lyotard 1984) se profundiza gra- años ochenta la gran mayoría de los protagonistas del
cias a la aportación de los movimientos multicultura- multiculturalismo sobre todo anglosajón comienza a
listas. Las estructuras “totalizadoras” del discurso distanciarse del discurso postmoderno de la filosofía 31
1. XXX

tanto francesa como estadounidense y de su radical relación que mantienen los diversos actores sociales
de-construcción de todo tipo de esencia conceptual con el Estado. Sobre todo en contextos de desigual-
(Willett 1998). dad socioeconómica, incluso la actividad meramente
“cultural”, no política, desplegada por un determina-
Mientras que el constructivismo filosófico profundiza do actor social se inserta en procesos hegemónicos,
en la noción “híbrida”, “poli-contextual”, “escenifica- de lucha por la distribución y apropiación de poderes
da” y por tanto “construida” (Schmidt 1997) de las entre grupos dominantes y subordinados.
identidades sociales, cuyo carácter ontológico se
reduce a entidades lingüísticas (Searle 1997), el dis- Superando el maniqueísmo originalmente implícito en
curso dominante de los movimientos multiculturalis- la noción de hegemonía (Gramsci 1977), en su refor-
tas rompe con la de-construcción filosófica y retorna mulación “multicultural” es posible aplicarla a todo
a sus inicios como disidencia ética, cultural y política. tipo de prácticas y patrimonios culturales que constitu-
yen sistemas de sentidos y valores generados en con-
El resultado de este giro hacia la praxis política es un textos de dominación y subordinación y que por tanto
“pragmatismo moral” (Willett 1998) que deliberada- han internalizado dichas desigualdades 6. Lo distintivo
mente mezcla el desciframiento y la deconstrucción de esta noción de hegemonía es su “doble cara” - para-
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crítica de la ideología esencialista occidental con enfo- dójicamente, lo hegemónico es tanto un proceso como
ques “constructivos” provenientes sobre todo de la el resultado de dicho proceso (Mallon 1995).
tradición dialéctica de la filosofía europea. Tanto del
marxismo clásico como de la Escuela de Francfort se Sin embargo, los generadores y portadores de las prác-
adoptan nociones poco “postmodernas” como “repre- ticas culturales que conforman un determinado movi-
sión”, “alienación” y “hegemonía” (Willett 1998). miento no son simples víctimas de imposiciones hege-
mónicas, sino que son, a la vez, artífices creativos de
Para el autoanálisis de los propios movimientos afro- estas prácticas; se trata por tanto de una “dinámica de
americanos, indígenas, feministas, gay-lesbianos etc., doble vía” (Stephen 1993:28). La elaboración de una
se postula la necesidad de partir de antagonismos identidad propia en un proceso de recreación de prác-
32 realmente existentes en el seno de la sociedad y de la ticas culturales y de apropiación de espacios de auto-
nomía, característica fundamental de los nuevos movi- multicultural, para ser efectiva la política de cuotas
mientos sociales de cuño multiculturalista, también es, requiere de cierta estabilidad en las “fronteras” y deli-
por consiguiente, una “construcción hegemónica” mitaciones establecidas no sólo entre la mayoría
(Laclau & Mouffe 1987:162), que bajo determinadas hegemónica y las minorías subalternas, sino asimis-
circunstancias puede convertirse en resorte de una mo entre cada uno de dichos grupos minoritarios.
estrategia “contrahegemónica” frente a los poderes Con ello, paradójicamente, cuanto más éxito tiene el
dominantes (Varese 1988, Mallon 1995). Como “fuen- movimiento multiculturalista en la praxis social, más
tes de sentido”, las identidades construidas a lo largo profundiza en una noción estática y esencialista de
de una movilización social, proyectadas hacia el futuro “cultura”. Subsumiendo diferencias “raciales”, “étni-
pueden confluir con identidades residuales, producto cas”, “culturales”, “subculturales” y relativas a los
de resistencias generadas por “comunidades” contra- “estilos de vida”, el nuevo concepto multiculturalista
hegemónicas (Castells 1998). de “cultura” se asemeja cada vez más a la noción
estática que la antropología había generado en el
Para los movimientos multiculturalistas, el afianzamien- siglo XIX y que pretendía definitivamente superar a
to normativo de estas nuevas identidades ha pasado finales del siglo XX (Vertovec 1998).
por una fase de “re-esencialización” de diferencias ori-
ginalmente construidas. De forma paralela al inicio de La evidente culturalización detectable en los discursos
la institucionalización cultural, educativa, académica y públicos que en los años ochenta giran en torno a
luego política del multiculturalismo, es sobre todo en el cualquier problema social constituye, a la vez, el prin-
contexto de los estudios étnicos y culturales (cfr. abajo) cipal logro y el mayor peligro de los movimientos mul-
donde las diferencias “raciales”, “étnicas” y/o “cultu- ticulturalistas (Giroux 1994). Al tratar a las minorías
rales” se utilizan como argumentos en la lucha por el como “especies en vías de extinción” (Vertovec
acceso a los poderes fácticos (Grillo 1998). 1998:36) y diseñar políticas exclusivamente orienta-
das hacia su “conservación”, el multiculturalismo
En esta estrategia, nuevamente se acude al prototipo aplicado a la intervención educativa y social corre el
del feminismo, cuya noción de “cuotas” de acceso al riesgo de “etnificar” la diversidad cultural de sus des-
poder es retomada por el multiculturalismo para gene- tinatarios originales.
rar un sistema altamente complejo de trato diferencial
de grupos minoritarios. El objetivo de esta política de Como alertan Balibar & Wallerstein (1988) y Giroux
“acción afirmativa”, aplicada primero en los órganos (1994), la apropiación de este tipo de discurso esen-
de representación y toma de decisiones de los propios cialista de la diferencia por parte de los grupos hege-
movimientos y posteriormente trasladada al ámbito mónicos genera nuevas ideologías de supremacía gru-
académico, cultural y educativo, consiste en paliar las pal que basan sus privilegios en un culturalismo difí-
persistentes discriminaciones que por criterios de cil de distinguir del “nuevo racismo cultural”. A menu-
sexo, color de piel, religión, etnicidad etc. sufren las do, autores sobre todo europeos critican la indirecta
minorías a través de una deliberada política de “dis- confluencia entre la tendencia segregacionista del
criminación positiva” (Pincus 1994). multiculturalismo recién institucionalizado en Estados
Unidos y un incremento de la xenofobia y el racismo:
Ante las críticas formuladas desde el ámbito tanto aca- ambos coinciden en relativizar la vigencia universal de
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démico como político contra este trato diferencial y su los derechos humanos más allá de las – supuestas o
distinción un tanto artificial entre discriminaciones reales - diferencias culturales (Martiniello 1998).
“negativas” versus “positivas” 7, el multiculturalismo rei-
vindica la diferencia normativa entre las discriminacio- En busca de la sociedad
nes históricamente sufridas por los miembros de un
colectivo estigmatizado, por un lado, y las discriminacio- Cuando el discurso multiculturalista pasa así del ámbi-
nes que a nivel individual puede generar la política de to meramente académico a adquirir una creciente
“acción afirmativa” para determinados miembros del influencia en la opinión pública sobre todo norteameri-
grupo hegemónico, por otro (Mosley & Capaldi 1996). cana, a finales de los años ochenta e inicios de los
noventa surge un debate político acerca del futuro de
Transferida de su inicial contexto feminista y su análi- las sociedades occidentales. La confluencia de los “dis-
sis de las diferencias generizadas al nuevo contexto cursos de la diferencia”, por un lado, con cambios cua- 33
litativos en la composición y por tanto la autopercepción Durante los años noventa, el resultante “comunitaris-
de las clásicas sociedades de inmigración, por otro mo” se establece como el movimiento políticamente
lado, impregna este debate de un fuerte carácter nor- más influyente que ha surgido de forma indirecta en los
mativo: ¿hacia dónde deberían evolucionar las socieda- confines del multiculturalismo8 y que desafía el “mono-
des contemporáneas de composición multicultural? polio” discursivo del que hasta entonces disfrutaba el
liberalismo en la teoría política sobre todo estadouni-
Al inicio de la confrontación se percibe un fuerte mani- dense. Sin embargo, sus consecuencias prácticas para
queísmo entre posiciones universalistas y particularis- el multiculturalismo en su afán de institucionalización
tas a ultranza. Mientras que los defensores del liberalis- permanecen reducidas (Martiniello 1998).
mo clásico y del antiguo asimilacionismo sostienen que
la única alternativa al clásico paradigma integracionis- La a menudo simplificante dicotomización entre uni-
ta del melting pot son las neotribales “comunidades versalismo occidental hegemónico y particularismos
cercadas” (Blakeley & Snyder 1997), que acabarán étnicos y culturales potencialmente contrahegemóni-
descomponiendo el “proyecto” común del “sueño cos se acentúa aún más en el ámbito afín de las rela-
americano” (Miller 1998), sus antagonistas - ubicados ciones internacionales (Martiniello 1998). Las polémi-
sobre todo en la ideología de la afrocentricity - resaltan cas tesis de Huntington (1997) acerca del inevitable
el carácter nada neutro, sino eurocéntrico del supues- “choque de civilizaciones” entre el “bloque cristiano-
to universalismo estadounidense (Scharenberg 1998). occidental” y sobre todo “el Islam” profundizan y
Frente a esta interpretación, la tradición liberal del pen- parovechan la estereotípica visión de “Oriente” como
samiento político defiende la democracia “universalis- otredad incomensurable con “Occidente” (Hunter
ta” como un mecanismo meramente procedural, exen- 1998); a la vez, desencadenan – ya antes del 11 de
to de contenidos culturales particulares (Eller 1997). septiembre de 2001 y más aún posterior al mismo -
Este supuesto axiomático del universalismo es rechaza- toda una serie de especulaciones acerca del impacto
do por el discurso multiculturalista. A pesar del proce- que ocasiona el “peligro del Islam” en un mundo
so de secularización y del laicismo como principio de cada vez más globalizado y pluricéntrico (Barber
las democracias contemporáneas, su trasfondo sigue 1995, Humphrey 1998).
revelando una determinada matriz cultural, la cristiana.
En este sentido, la separación liberal de lo público y lo En dicho debate sobre universalismo y particularismo,
privado no establece un “terreno neutro”, sino que ambas partes coinciden en identificar a “Occidente”
impone una forma específica de concebir la política con el proyecto moderno y con la concepción univer-
(Taylor 1993). salista e individualista de los derechos humanos, por
un lado, y a las culturas no-occidentales con tradicio-
Sin embargo, la crítica que desde el particularismo se nalismo, colectivismo y el rechazo de los derechos
formula contra el proyecto integracionista estadouni- humanos, por otro lado (Schulte 1992, Gelfand &
dense no se restringe a las minorías étnicas, sino que Holcombe 1998). Contra esta tendencia maniquea,
es retomada por aquellos sectores de la sociedad cabe recordar que el universalismo no es más que
mayoritaria que rechazan las ingerencias públicas – “un localismo globalizado” (de Sousa Santos 1997:9),
tachadas como “centralistas” - en sus ámbitos loca- cuya noción de derecho humanos ha surgido en un
les y regionales. Según una percepción creciente en determinado contexto cultural. A raíz de este tipo de
estos sectores, “todos somos minorías”, por lo cual amonestación relativizante surge un segundo debate
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somos “propietarios” de determinados patrimonios menos dicotómico en sus conclusiones políticas y


culturales y portadores de derechos y obligaciones más directamente enfocado hacia el multiculturalis-
únicamente en función de nuestra pertenencia a mo. Partiendo del citado reconocimiento de que el
determinadas comunidades integradas de forma seg- universalismo como forma específica de conceptuali-
mentada en el conjunto de la nación. La correspon - zar derechos y obligaciones es producto de una deter-
diente noción de ciudadanía tampoco puede ser neu- minada tradición occidental, cabe preguntarse si ello
tra o meramente formal, como lo estipula el ideal del automáticamente debe hacer sospechar de todo plan-
“patriotismo constitucional” (Habermas 1996), sino teamiento universalista (de Lucas 1998).
que ha de tener una faz comunitaria, definida en tér-
minos culturales y/o nacionales, según sus particula- Desde esta perspectiva, “el imperialismo escondido y el
34 res “valores subyacentes” (Miller 1997:174). monoculturalismo implícito” (Pinxten 1997:155) en la
tradicional concepción de los derechos humanos ha de gonistas de estos movimientos se dedicarán a defen-
ser des-contextualizado y separado de los derechos der las “cuotas” de poder conquistadas dentro de las
humanos como tales, para rescatar la aportación –inci- instituciones públicas no sólo frente al antiguo anti-
dencialmente “occidental”, pero en principio universa- multiculturalismo asimilacionista de la “dercha histó-
lizable– que realiza la original Declaración de Derechos rica”, sino sobre todo frente a dos corrientes críticas,
Humanos a la formulación de un nuevo concepto inclu- articuladas desde posiciones políticas muy próximas
sivo de ciudadanía (Donald 1996). al primer multiculturalismo como movimiento social.

La subsecuente tarea, en la que coinciden los libera- En primer lugar, se trata de aquellos que coinciden con
les y comunitarios menos dogmáticos 9, consiste en el multiculturalismo institucionalizado y hegemónico en
reconocer el pluralismo cultural existente en las socie- la necesidad de superar el anárquico anything goes
dades contemporáneas y formular nuevos mecanis- (Feyerabend 1976) del pensamiento postmoderno, pero
mos de negociación y “criterios procedimentales que – a diferencia del multiculturalismo “oficializado” –
transculturales” (de Souza Santos 1997:9) que respe- insisten en la necesidad de distinguir entre identidades
ten el principio de que “sólo puede haber consenso a subjetivas, por una parte, y relaciones de poder objetiva-
partir de la diversidad” (de Lucas 1998:205). mente existentes en el seno de la sociedad, por otra.

Una “ciudadanía multicultural” deberá basarse, por una Desde su “giro postestructuralista”, el multiculturalis-
parte, en los derechos individuales qua ciudadanos, y, mo se enfrenta a una creciente crítica formulada desde
por otra parte, en el reconocimiento mutuo de “derechos la tradición marxista de los estudios culturales (cfr.
grupales diferenciales” por todos los componentes de abajo) y desde la Escuela de Francfort. Mientras que
una sociedad. La concreción específica de estos dere- algunas corrientes sobre todo postestructuralistas hací-
chos sólo será factible si en cada contexto multicultural an hincapié en el carácter no esencial, sino construido
los derechos universales se traducen en derechos parti- y aleatorio de todo tipo de fenómeno social, otra ver-
culares de determinados grupos (Kymlicka 1995). tiente luego hegemónica del multiculturalismo por razo-
nes estratégicas recurre a un concepto nuevamente
Como el punto de partida para este diálogo multicul- esencialista de la cultura y la identidad (cfr. abajo).
tural-liberal es la negociación del reconocimiento de
derechos colectivos por parte de un Estado basado en Entre estas posiciones constructivistas versus esen-
la concesión de derechos individuales, los partícipes cialistas, la teoría crítica sostiene que es preciso dis-
de dicho diálogo necesariamente serán las “comuni- tinguir entre aspectos esenciales, “materiales” de la
dades” que se consideran portadoras de estos dere- realidad social y otros aspectos, no “materiales”, sino
chos diferenciales. Con ello, el propuesto “compromi- “culturales”, para analizar la dialéctica relación que
so” liberal-multicultural llevado a la práctica desenca- enlaza a ambos – algo que el multiculturalismo ha
denaría una “invención”, institucionalización y “reifi- marginado por completo (Eagleton 1997b).
cación” de las comunidades culturalmente “diferen-
tes” (Caglar 1997:179). Ante la proliferación de identidades parciales y exclu-
yentes promovidas por los nuevos movimientos socia-
El multiculturalismo entre establishment y les, la teoría crítica de la sociedad recuerda “el peli-
disidencia
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gro de un desarmante descuido del análisis del `sis-


tema´ como totalidad articulada” (Grüner 1998:38).
Cuando a finales de los años ochenta las elites aca- Por consecuencia, este tipo del análisis postula la
démicas de estas diferentes comunidades sexuales, necesidad de “restituir a la teoría el eje de las clases
étnicas y/o culturales que originalmente habían y sus luchas” (Grüner 1998:38), puesto que la equi-
impulsado a los nuevos movimientos sociales logran paración - supuestamente horizontal e integral - de las
asentarse en una gran mayoría de los espacios edu- diferencias culturales, étnicas y de género con las
cativos y académicos estadounidenses (cfr. abajo), el desigualdades sociales resulta ideológicamente inte-
multiculturalismo y su expresión política, la “acción resada (Eagleton 1997b).
afirmativa”, se establecen como un discurso hegemó-
nico en gran parte de la opinión pública sobre todo Esta vertiente abiertamente disidente del multicultu-
anglosajona. A partir de ahora, muchos de los prota- ralismo recuerda la creciente “compatibilidad” entre 35
el éxito del discurso multicultural de la diferencia, tanto en “provincializar” la mirada occidental, a la vez
por un lado, y la universalista transnacionalización que se redimensiona y “reterritorializa” el mundo no-
del capitalismo, por otro lado, que logra mercantili- occidental (Gandhi 1998).
zar todo tipo de faceta identitaria y cultural
(Jameson 1991). Como resultado de este proceso de Contra el generalizado victimismo cultivado acerca de la
incorporación “diferencial” en el mercado, el multi - “condición colonial” por las elites académicas tanto en
culturalismo imperante asume “una nueva y podero- el ámbito anglosajón como en el propio Tercer Mundo,
sa forma de fetichismo ideológico” (Grüner una nueva generación – a menudo formada entre uni-
1998:26). versidades del norte y del sur - reivindica la memoria
histórica ante la “mistificante amnesia colectiva acerca
Una vez extendido tras la caída del muro de Berlín el de las secuelas coloniales” (Gandhi 1998:4). El resul-
sistema capitalista a lo largo y ancho del planeta y tante discurso “post-colonial” problematiza la lógica
diluidas las dependencias unilaterales entre “metró- binaria de colonizadores versus colonizados, aún pre-
polis” colonialistas y “periferias” dependientes, el sente en el análisis de Said (Sarup 1996). En vez de
único desafío restante reside en la “autocolonización” reproducir de forma acrítica los postulados occidentales
(Zizek 1998). El carácter autorreferencial del discurso – multiculturalistas o asimilacionistas – acerca de la
“tolerante” con las diferencias culturales revela un sociedad contemporánea, una reconceptualización de
nuevo tipo de eurocentrismo. la dialéctica relación entre colonizadores y colonizados
y su persistencia en los países post-coloniales cuestio-
La segunda corriente crítica con la ya institucionaliza- nará asimismo las nociones occidentales de “identi-
da “política de diferencia” cuestiona dos de los prin- dad”, “cultura” y “nación” (Gandhi 1998).
cipales postulados del multiculturalismo: por un lado,
su elección del ámbito educativo y académico anglo- Las identidades que se están generando en la época
sajón como campo preferencial de actuación y reivin- post-colonial no corresponden a límites territoriales o
dicación, y, por otro lado, su insistencia en la necesi- a delimitaciones culturales. Los nuevos sujetos parti-
dad de construir comunidades delimitables y portado- cipan de varias tradiciones culturales – occidentales,
ras de identidades discernibles. autóctonas y/o mestizas – a la vez; por ello, no es
posible postular, tal como lo hacía el multiculturalis-
En primer lugar, un grupo de intelectuales, historiado- mo, una tendencia a la congruencia entre sujetos,
res y estudiosos del subcontinente indio, conocido identidades, culturas y comunidades. Las identidades
luego como el Subaltern Studies Group, desencadena se tornan “limítrofes” y parciales, se constituyen
a finales de los años ochenta y comienzos de los como “puntos de sutura” (Hall 1996:5) entre culturas
noventa un debate criticando la excesiva fijación - pri- y comunidades (Bhabha 1996:54).
mero de la historiografía, pero luego por extensión de
la academia anglosajona en general – hacia el elitis- El sujeto post-colonial simultáneamente está “dentro
mo y eurocentrismo en los estudios de los países del y fuera” de su ámbito cultural de origen, creando así
sur (Prakash 1994). Los representantes de este grupo un “tercer espacio” entre la cultura hegemónica y la
constatan que a pesar de todos los intentos de “mul- cultura subalterna. Como sujeto colectivo, surgirá una
ticulturalizar” el ámbito académico anglosajón, la comunidad identitaria necesariamente híbrida y auto-
mirada hacia “el otro” externo y lejano apenas se dis- rreflexiva, que rehúsa las exigencias externas de leal-
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tingue de la clásica percepción colonial de la diversi- tades antagónicamente enfrentadas (Bhabha 1998).
dad cultural. Sus facetas de identidad serán producto de un proce-
so de “hibridación” o “creolización” cultural. La hibri-
El “orientalismo” ya analizado por Said (1978) como dez cultural no es un producto privilegiado de los paí-
estructurante de la percepción occidental del otro per- ses del sur, dado que la persistente condición post-
siste incluso en la teorización multicultural y anticolo- colonial enlaza profundamente la suerte de Occidente
nialista de las relaciones norte-sur (Dirlik 1997)10. con la de sus antiguos espacios de imaginación colo-
Mediante el multiculturalismo, esta mirada eurocéntri- nial (Bhabha 1994).
ca pretende re-substancializar las identidades post-
coloniales que están surgiendo en los países de las La consecuente hibridación de las identidades arti-
36 antiguas colonias de Occidente. La tarea consiste por culadas en las metrópolis de los antiguos imperios
2. XXX

coloniales desafía el credo multicultural, ya que sus nalización reside en la cuestión del esencialismo. El
actores a menudo se resisten a cualquier tipo de cla- énfasis puesto sobre todo por Bhabha en el carácter
sificación. Ni siquiera las denominadas hyphenated ambivalente, fluido e híbrido de las diferencias cultu -
identities, las “identidades escritas con guión” para rales y las consecuentes políticas identitarias desafía
expresar la ambigua lealtad e identidad de sus por- las posibilidades de generar sujetos políticos alterna-
tadores “afro-caribeños”, “paquistaníes-británicos” tivos y de definir sus respectivos patrimonios cultura-
o “franco-argelinos”, logran reflejar el abanico posi- les. Al igual que su antecedente postestructuralista,
ble de identificaciones, puesto que nuevamente la deconstrucción postcolonial de las identidades
equiparan identidad con cultura y nacionalidad delimitables corre el riesgo de desmovilizar al movi-
(Caglar 1997). miento social y/o a deslegitimar la institución públi-
ca multiculturalizada mediante políticas de acción
Es aquí donde sus propios críticos también detectan afirmativa.
una limitación importante del potencial explicativo
del discurso postcolonial: la celebración de la multi - Frente a la consecuente sensación de “vacío identita-
plicidad, del solapamiento y de la recíproca fertiliza- rio”, Hall (1996) y Spivak (1998) han resaltado la
ción de identidades concebidas como fluidas a capacidad de los nuevos actores sociales de recurrir
veces parece enfocar demasiado una determinada a una especie de “esencialismo estratégico” que tem-
situación histórica, la búsqueda de nuevas identida- poral y transitoriamente permite a las nuevas comuni-
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des en contextos posteriores al derrumbe de los dades culturalmente híbridas a “encubar” sus múlti-
grandes imperios (Friedman 1999). Generalizar a ples facetas identitarias para poder sobrevivir como
partir de esta situación concreta acerca de las iden- colectivo en el conjunto de la sociedad multicultural.
tidades en general adolece de “un exceso metafísico Este concepto acerca la crítica postcolonial al multi-
y a la larga historizante” (Grüner 1998:59). La posi- culturalismo institucionalizado: a pesar de los eviden-
ble transitoriedad de las nuevas identidades ambi- tes riesgos ya mencionados que implica la política de
guas restringe el valor explicativo del concepto de acción afirmativa, en determinadas fases las comuni-
hibridez (Venn 1999:263). dades étnicas y/o culturales requieren de empower-
ment, un “empoderamiento” explícito y estratégico
La contribución principal del discurso postcolonial al que necesariamente fomentará la esencialización
debate en torno al multiculturalismo y su institucio- identitaria, pero que simultáneamente creará las con- 37
diciones para que los miembros de estas comunida- los movimientos afroamericanos, chicanos e indígenas.
des puedan acceder a las instituciones de la sociedad Como respuesta, se comienza a diversificar y “multicul-
mayoritaria (Sleeter 1991). turalizar” el curriculum de varias ciencias sociales y
humanidades (Banks 1986b). El paso de los cursos
El pensamiento multiculturalista, originado en una monográficos sobre determinadas minorías étnicas y/o
serie de movimientos sociales específicos y monote- culturales, aún firmemente integrados en el seno de
máticos, se ha constituido así en un influyente factor carreras ya “clásicas” como la antropología, al estable -
que participará de forma activa en la reformulación cimiento de los “estudios étnicos” como carreras autó-
de las políticas públicas de las sociedades contempo- nomas nuevamente es propiciado con el apoyo indirec-
ráneas (Vertovec 1998). to del feminismo. A lo largo de los años setenta e ini-
cios de los ochenta, el programa político-ideológico del
feminismo se academiza no a través de los actuales
Hacia una “interculturalización” del “estudios de género”, sino en su primera vertiente
multiculturalismo como “estudios de la mujer” (Stolcke 1992). La distin-
ción es significativa, puesto que la implícita noción de
Una vez trazados los orígenes del multiculturalismo estudios realizados “por la mujer y para la mujer” con-
como un conjunto de movimientos sociales y su pos- lleva el postulado metodológico de una supuesta iden-
terior proceso de institucionalización, academización tidad y/o una estrecha interrelación entre el sujeto
y “domesticación” discursiva, a continuación se ana- investigador y el sujeto investigado (Mies 1984).
liza la relación que dentro del ámbito académico con -
temporáneo establece el “legado multicultural” con La resultante política de “acción afirmativa” no sólo
las ciencias sociales y humanidades que estudian es una reivindicación de tipo ético, sino que connota
fenómenos y temáticas de “lo intercultural”. Por últi- la necesidad de incluir la personalidad y “posicionali-
mo, esta discusión disciplinaria desemboca en la for- dad” (Torres 1999:253) del sujeto investigador en la
mulación programática de una futura “antropología propia investigación. Este concepto metodológico y en
de la interculturalidad”. últimas instancias epistemológico también se logrará
imponer en los estudios étnicos, que a partir de ahora
Academizando las diferencias tenderán a generar autoestudios –monográficos o
comparativos– de minorías étnicas realizados por
Por razones eminentemente estratégicas y prácticas, representantes académicos de dichas minorías. Con
los primeros pasos hacia la implantación de medidas ello se persigue el afán de “descolonizar” a las cien-
destinadas a multiculturalizar a las sociedades con - cias sociales y sobre todo a la antropología de su tra-
temporáneas se centran en dos ámbitos de actua- dicional mirada jerarquizante y colonial frente al
ción: en la escuela pública y en la Universidad (Banks “otro” (Gordon 1991). La multiculturalización de facto
1986a). Como en los afines movimientos sociales sur- de la composición del profesorado y alumnado será el
gidos en torno a la disidencia ciudadana frente a la primer resultado palpable de este giro hacia el auto-
guerra de Vietnam, ante el escaso impacto directo estudio étnico (Torres 1999).
obtenido en la sociedad estadounidense el multicultu -
ralismo también opta por la “marcha a través de las El consecuente “éxito” de los estudios étnicos y su
instituciones” para ampliar su influencia y asegurarse expansión cuantitativa hacia la práctica totalidad de las
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su sobrevivencia y permanencia como movimiento instituciones primero norteamericanas y luego británicas


disidente. Las transformaciones que simultáneamen- de educación superior, sin embargo, a la vez demuestra
te se estaban dando al interior del sistema de educa- su “fracaso”. En vez de lograr una multiculturalización
ción superior favorecían la rápida integración acadé- “transversal” de las disciplinas académicas, se obtiene
mica del multiculturalismo. un “nicho” propio desde el cual teorizar acerca de las
políticas de identidad y diferencia. Esta marginalidad
Antes de la institucionalización de los protagonistas estructural es reforzada por la política de acción afirma-
“étnicos” del multiculturalismo a través de la tiva, que acaba imponiendo identidades cada vez más
Universidad, en una primera fase de lo que luego se compartamentalizadas y esencializadas a los solicitantes
conocería como los “estudios étnicos” la academia es del puesto en cuestión. Las cuotas de trato preferencial
38 presionada “desde la calle” por las reivindicaciones de frecuentemente establecidas a partir de una rígida y arti-
ficial combinación de características demográficas – antropológico, sociológico, historiográfico o filológico,
sexo, edad, lugar de origen – con adscripciones identita- la producción y el consumo de “hechos” y “prácticas”
rias – etnia, “raza”, orientación sexual – minoriza, indivi- culturales son analizados como “procesos de dota-
dualiza y, por último, desmoviliza tanto al profesorado ción de sentido” (du Gay et al. 1997:85). Esta con-
como al alumnado involucrado en los movimientos mul- fluencia con nociones antropológicas sólo ha sido
ticulturalistas (Reyes 1997). posible gracias al giro simultáneamente realizado en
antropología hacia el “postmodernismo” (Layton
Como consecuencia, las “guerras culturales” desen- 1998). Tanto el enfoque semiótico y simbólico de
cadenadas por la aparición de los estudios étnicos, Geertz (1987) como la “etnografía textual” (Marcus &
por la política de discriminación positiva así como por Cushman 1982) y su reformulación como “crítica cul-
los intentos de multiculturalizar no sólo a la academi- tural” (Marcus & Fisher 1986) acercan la antropología
ca, sino a todas las instituciones públicas, a menudo a los estudios culturales.
se ha centrado en reducidas “guerras de campus”
(Arthur & Shapiro 1994), carentes de un impacto Sin embargo, la posible confluencia entre los estudios
generalizado en la sociedad contemporánea. No obs- culturales y la antropología fracasa ante el debate gene-
tante, aparte de los nichos de poder académico con - rado por el multiculturalismo en torno a la “teoría y
quistados, su principal aportación consiste en haber política de identidad y diferencia” (Grossberg 1996). A
despertado una nueva “sensibilidad” cultural y étnica pesar de sus críticas a la tendencia del multiculturalis-
en la opinión pública y de haber cuestionado por pri- mo institucionalizado de esencializar y predeterminar
mera vez el “canon cultural” de las sociedades occi- las delimitaciones entre grupos, culturas e identidades,
dentales (Eller 1997). los estudios culturales heredan la original reivindica-
ción de los movimientos multiculturalistas de desen-
Aprovechando este “boom” del concepto de cultura, y mascarar todo tipo de identidad como constructo.
contra la tendencia hacia una nueva esencialización de
las identidades, se dirige el giro protagonizado en los Es en este ámbito en el que la mencionada crítica pos-
años ochenta y noventa por las autodenominadas “nue - tcolonial al esencialismo es transferida del análisis de las
vas humanidades” (Gandhi 1998), entre las que predo- relaciones globales entre metrópoli y periferia colonial
minan los “estudios culturales”, término acuñado por el hacia el interior de las sociedades occidentales. A dife-
ya mítico Centre for Contemporary Cultural Studies de la rencia de la teorización antropológica acerca de las iden-
Universidad de Birmingham, fundado en 1964. Este tidades (cfr. Dietz 2003), los estudios culturales descu-
innovador “campo interdisciplinario, transdisciplinario y bren en la política de identidad el margen de libertad per-
a veces contra-disciplinario que funciona dentro de la dido al adoptar el concepto holístico de cultura. La iden-
dinámica de definiciones competitivas de cultura” tidad se equipara con la identificación individual, perso-
(Kincheloe & Steinberg 1997:85) pretende trascender nal y con ello subjetiva y cambiante del actor social
sus orígenes disciplinarios – a menudo filológicos - fusio- (Gilroy 1997), que sólo puede ser condicionada a través
nando la noción filológica y estética de “texto”, el con- del juego dialéctico y relacional entre lo dominante y lo
cepto de “representación” proveniente de los estudios subalterno (Grossberg 1996).
de los medios de comunicación y la teorización antropo-
lógica y sociológica en torno a la “cultura” 11. Al aplicarla a las relaciones sociales grupales, esta
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noción básicamente lingüística de identidad tiende a


La influencia de la antropología llega mediatizada a reducir el análisis de la interacción concreta y empírica-
través de la sociología de la cultura de orientación mente observable a la inventarización de recursos cuasi-
marxista. Es sobre todo Williams (1976, 1981) quien literarios que “representan” y “narran” identidades
como precursor directo impacta en la ampliación del (Rattansi 1999:83) así como al des-enmascaramiento y
concepto de cultura, recurriendo a la noción holística “reconocimiento de lo performativo” como procesos
de cuño antropológico para superar las limitaciones dinámicos de identificación (DuBose Brunner 1998:18).
del concepto a menudo elitista y estetizante desarro- A pesar del programático afán de desarrollar nuevos
llado por las humanidades. enfoques transdisciplinares, a menudo se evidencia el
persistente peso del legado “filológico”. En gran parte de
Más allá de las tradicionales fronteras disciplinarias los estudios culturales, la desenfrenada discursividad
que suelen dividir artificialmente el objeto de estudio propia del analista se mezcla con el análisis de la reali- 39
dad circundante, frecuentemente reducida a “texto el Reino Unido, los dos países pioneros en el campo
social”. En este sentido, la identidad se definiría como del multiculturalismo, así como también en otros paí-
un mero “espacio multidimensional en el que una varie - ses que tempranamente inician una política abierta o
dad de escrituras se solapa y enfrenta, escrituras com- encubiertamente multicultural –de forma explícita en
puestas de muchas citas provenientes de innumerables Canadá, Australia y Bélgica, por ejemplo, y de forma
centros de cultura, aparatos ideológicos de Estado y implícita en Alemania, Francia, los países escandina-
prácticas” (Sarup 1996:25). vos así como en algunos países latinoamericanos
(Cushner 1998b) – el multiculturalismo elige la escue-
Es este “pantextualismo” (Grüner 1998), la tendencia la pública como punto de partida y “aliado” estratégi-
a diluir la existencia de poderes fácticos empíricamen- co para influir en el conjunto de las instituciones.
te estudiables mediante el insistente recurso a parale-
lismos lingüísticos y metáforas textuales, el que des- El giro hacia la escuela y la consecuente “pedagogiza-
pierta críticas no sólo desde la antropología, sino desde ción” del discurso y de la práctica multiculturalistas
los sectores aún “disciplinares” de la academia. Por han asegurado su éxito institucional, dado que desde
ello, se rechaza la pretensión de trascender las fronte- el multiculturalismo pedagógico se ofrecían “solucio-
ras disciplinares sin antes haber resuelto las implicacio- nes” institucionales a “problemas sociales” creciente-
nes epistemológicas que surgen de la relación necesa- mente visibles. La tendencia a equiparar la presencia
riamente establecida con estas disciplinas de origen de niños provenientes de determinadas minorías en la
(Jameson 1998). La crítica se generaliza hacia el escuela pública con un específico “problema” peda-
supuesto “eclecticismo teórico” (Grüner 1998) de este gógico y la correspondiente tendencia hacia una “etni-
enfoque, que pretende superar las fronteras disciplina- ficación de conflictos sociales” (Dittrich & Radtke
res apropiándose, a la vez, del muy heterogéneo abani- 1990:28) mediante la escuela han sido aprovechadas
co de conceptos y paradigmas que cada una de estas por el multiculturalismo para acceder al debate acer-
disciplinas había ido generando y sistemtizando. ca de las reformas educativas necesarias. Como con-
secuencia de ello, hasta la fecha se sigue identifican-
La pedagogización del multiculturalismo do en gran parte de la literatura sobre todo pedagógi-
ca la “integración escolar” de los grupos minoritarios
De forma paralela al debate universitario en torno a en una determinada sociedad con un “desafío” que
los estudios étnicos y culturales, en Estados Unidos y requiere de adaptaciones compensatorias del sistema
2. XXX
CUADERNOS IAPH Patrimonio Inmaterial, Multiculturalidad y Gestión de la diversidad

40
educativo vigente (Radtke 1996). Mientras que en los En esta especie de “cortocircuito” terminológico se
países latinoamericanos - y en menor medida nortea- evidencian las consecuencias prácticas de la estrate-
mericanos – son las poblaciones aborígenes las que gia de problematizar la diversidad cultural, impulsada
se convierten en “problema”, en el contexto europeo tanto desde el clásico quehacer pedagógico como
lo son las poblaciones migrantes y sus descendientes desde el multiculturalismo diferencial. Al transferir la
(Glenn & de John 1996, Ramakers 1996). Así, gracias política de diferencia al aula, la “otredad” se convier-
al multiculturalismo la “intervención pedagógica” te en problema, cuya solución se “culturaliza”
indirectamente recupera y reactualiza su histórica mediante la re-interpretación de las desigualdades
misión de estigmatizar a “lo ajeno” para integrar y socioeconómicas, jurídicas y/o políticas como
nacionalizar “lo propio”. La educación “multicultural” supuestas diferencias culturales (García Castaño et
o “intercultural” recurre a este legado pedagógico en al. 1999).
su implícita, pero frecuente distinción entre “lo civili-
zable” y lo “intrínsicamente malo” dentro de la rela- La consiguiente tarea antes que nada antropológica
ción intercultural (Radtke 1995:855)12. consistirá en des-cifrar este tipo de discursos peda-
gógicos culturalistas y “des-culturalizar” las interpre-
La carga normativa que caracteriza al multiculturalis- taciones sesgadamente culturalistas (Kalpaka &
mo desde su opción por pedagogizar los discursos rei- Wilkening 1997). Un ejemplo es el ya mencionado
vindicativos provenientes de los movimientos sociales análisis del “rendimiento escolar” de los alumnos
iniciales se convierte en programa explícito a través de provenientes de contextos migratorios y/o minorita-
la así denominada “pedagogía intercultural”. Esta rios. Al contrastar “éxitos” y “fracasos” escolares del
recientemente establecida subdisciplina de las cien- alumnado inmigrante con el rendimiento escolar de
cias de la educación, definida de manera un tanto los alumnos “nativos”, se evidencia que gran parte
provisional como “el estudio científico de la educa- del llamado “problema pedagógico” planteado por
ción, condicionada por los factores dinámicos de la la presencia de niños provenientes de contextos
identidad y la diversidad, que comprenden y explican migratorios y/o minoritarios es explicable en térmi-
la mutua relación entre culturas diferentes, coexisten- nos clásicos de la estratificación social (Jungbluth
tes simultáneamente en el mismo espacio, como lógi- 1994). La equiparación de “migración” y/o “diversi-
ca consecuencia de sus distinciones” (Fermoso dad cultural en el aula” con problemas escolares es
Estébanez 1998:236), reproduce las mismas caracte- errónea (Fase 1994).
rísticas de las que ya pecaba la pedagogía generalis-
ta en el siglo XIX: un acusado “didacticismo” combi- La interculturalidad en los Estudios
nado con una predilección por la “ingeniería social” Interculturales
de tipo positivista (Juliano 1993:16).
Además de la proliferación de nociones antropológi-
Debido a su legado normativo y a su noción de la “dife- cas a partir de los estudios étnicos y culturales, por
rencia” cultural o étnica, no sólo se esencializa la dife- una parte, y de su aplicación por medio de la peda-
rencia intergrupal, sino que, a la vez, se equiparan fenó- gogía intercultural, por otra, en los últimos años un
menos individuales y grupales, se mezclan indiscrimi- tercer campo de análisis ha surgido alrededor de los
nadamente las perspectivas emic y etic, se confunden denominados “estudios interculturales”.
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nociones tan disímiles como cultura, etnicidad, diferen-


cias fenotípicas y situaciones demográficas como la de El término de “estudios interculturales” ha sido acuñado
minoría y, por último, se recurre al estereotipo de la ya para designar un campo emergente de preocupaciones
histórica otredad occidental, el topos de lo “gitano” 13. transdisciplinarias en torno a los contactos y las relacio-
Otros autores que pretenden basar sus propuestas edu- nes que a nivel tanto individual como colectivo se articu-
cativas en supuestos argumentos antropológicos aca- lan en contextos de diversidad y heterogeneidad cultural.
ban concediendo un estatus cuasi-ontológico a las dife- Esta diversidad cultural, concebida como el producto de
rencias culturales (Sánchez Fernández 1996, Pumares la presencia de minorías étnicas y/o culturales o del
Fernández 1998) o equiparando conceptos normativos establecimiento de nuevas comunidades migrantes en el
como el de “educabilidad” con añejas nociones analí- seno de las sociedades contemporáneas, es estudiada
ticas de la antropología como la de “aculturación” en contextos escolares y extraescolares, en situaciones
(García Amilburu 1996). de discriminación que reflejan xenofobia y racismo en los 41
distintas esferas de las sociedades multiculturalizadas. El nerviosismo antropológico ante la omnipresencia
En dichos estudios se refleja la confluencia de diversos académica y discursiva de “lo cultural” y “lo intercul-
factores que indican transformaciones profundas en el tural” no sólo se debe a las convencionales vanidades
propio quehacer académico: disciplinarias. Los emergentes estudios interculturales
demuestran que bajo el manto de los modismos ter-
- Los estudios étnicos pretenden superar su inicial minológicos persisten importantes diferencias concep-
fase de autoaislamiento como nichos de autoestudio tuales, teóricas e incluso epistemológicas. En vez de
por parte de miembros de la misma minoría analizar y discernir dichos modismos académicos 14,
(Gutierrez 1994). concluiré ejemplificando la posible aportación de la
“mirada antropológica” al multiculturalismo y su
- Por su parte, bajo la influencia de la teoría crítica los debate contemporáneo. Sostengo que es en el
estudios culturales recuperan enfoques teóricos acer- encuentro entre la tradición hermenéutica y crítica de
ca de los conflictos existentes en las sociedades con - la filosofía con la emergente “antropología reflexiva”
temporáneas, lo cual genera una nueva dimensión donde más nítidamente se perfilan las perspectivas
intercultural (Surber 1997). futuras del estudio de la interculturalidad.

-Dentro de las “clásicas” disciplinas de las ciencias La “hermenéutica intercultural” (Stagl 1993:34) se
sociales, el estudio de la diversidad cultural y su rela- autoconcibe como una extensión y sistematización de
ción con las relaciones entre minorías y mayorías así la clásica hermenéutica transcendental que – con evi-
como entre migrantes y no-migrantes propicia un dentes resonancias kantianas - reflexiona acerca de
acercamiento interdisciplinar a “lo intercultural” las condiciones que posibilitan la “comprensión” y la
(Malgesini & Giménez 1997, Hart 1999). comunicación entre seres humanos (Gadamer 1975).
Dentro de este paradigma, se entiende todo acto de
- Nuevas subdisciplinas como la pedagogía, la psico- “comprensión” como un procedimiento tentativo,
logía, la lingüística y la filosofía interculturales tienden aproximativo y necesariamente circular de “fusión de
a desarrollar una dinámica de investigación transdis- horizontes” (Gadamer 1975:289s.). El resultado de
ciplinar que permitirá acercar los respectivos “obje- dicha operación interpretativa contrastiva es la gene-
tos” de estudio (Nestvogel 1996, Nicklas 1998). ración de un “sentido” intersubjetivo, definido como
“el significado comprensible de experesiones y accio-
-Por último, disciplinas tradicionalmente poco afines nes así como de formas de vida culturales específicas
a la temática de la diversidad cultural como la econo- de un determinado grupo” (Braun 1994:20).
mía y las ciencias empresariales así como la ciencia
política descubren “lo intercultural” al internacionali- En la antropología dedicada a “lo intercultural”
zar su ámbito de estudio (Hofstede 1993). (Masson 1995) así como en la naciente “filología
intercultural” (Schmidt 1995), esta noción hermenéu-
tica se amplía recurriendo al concepto originariamen-
¿Hacia una antropología de la te fenomenológico de “mundo de vida”. La pluralidad
interculturalidad? de “mundos de vida”, compuestos como conjuntos
autorreferenciales que dotan de sentido a sus miem-
De esta forma, los nacientes “estudios intercultura- bros (Schütz 1974), obliga a pluralizar las pautas com-
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les” reflejan el éxito alcanzado por el multiculturalis- prensivas entre sus diversos y a menudo yuxtapuestos
mo en su estrategia de visualizar y tematizar la diver- patrimonios. Las posibilidades de una comprensión
sidad cultural en cualquier ámbito de las sociedades intercultural, que procura “traducir” entre estos mun-
contemporáneas (Radtke 1996). El carácter polifóni- dos de vida, dependen no sólo de las competencias y
co y multifacético de los fenómenos clasificados habilidades lingüísticas, tal y como sugeriría la comu-
como multiculturales o interculturales vuelve imposi- nicación intercultural, sino asimismo del desarrollo de
ble cualquier pretensión de abarcarlos desde una “diálogos reflexivos” con el horizonte de comprensión
perspectiva monodisciplinar. Ello afecta antes que del “otro” (Braun 1994).
nada a la “mirada antropológica” y su definitiva pér-
dida del monopolio sobre el concepto de cultura Si se establece esta reflexividad dialógica entre suje-
42 (Hannerz 1996). tos provenientes de diferentes “horizontes de senti-
do”, la comprensión del otro sentará las bases para desigualdades bajo el “manto” de la cultura (Stolcke
“modificar la actitud hacia la determinación del senti- 1992). Es aquí donde la tarea antropológica arranca:
do propio a raíz de lo ajeno” (Schmied-Kowarzik insistiendo en la necesidad de definir y delimitar
1993:73), lo cual inaugura un proceso de intercultu - “su” concepto de cultura, pero, a la vez, criticando
ralización entre lo propio y lo ajeno y genera compe- los usos que a este concepto se le confiere sobre
tencias interculturales de comprensión mutua. Esta todo en el campo de la “interculturalidad”, la antro-
es la contribución genuinamente antropológica, cuyo pología deberá “transmitir, promover, facilitar la
procedimiento empírico, la etnografía, sistematiza el comprensión crítica de la cultura, de las culturas”
desafío de traducir entre distintos mundos de vida, (García Castaño et al. 1999:78). Una antropología
“entre varios contextos de tradiciones“ (Stagl de la interculturalidad debe por ello renunciar a
1993:34). ambas tentaciones – tanto a la tentación de recluir-
se en la nostálgica invocación de su monopolio per-
Sin embargo, para no reproducir los reduccionismos dido en torno a la teorización sobre la cultura como
conceptuales del enfoque de la “comunicación inter- a la tentación de diluir su perfil propio en el crecien-
cultural” ni caer en la tentación filológica de equipa- te concierto transdisciplinar de estudios a menudo
rar culturas con “textos” (cfr. arriba), este tipo de her- abiertamente culturalistas y esencializantes de la
menéutica intercultural no debe limitarse a estudiar la diversidad cultural.
generación, la traducción, el intercambio y la “fusión”
de “horizontes de sentido”. No es posible comprender
el sentido sin analizar su inmersión y negociación Notas
dentro de los contextos sociales que le confieren vali- 1
Cfr. Lamo de Espinoza (1995), Habermas (1996) y Vertovec (1998).
dez y legitimidad intragrupal (Geertz 1987). 2
Una versión más amplia y detallada de la evolución teórica aquí esbozada
se encuentra en Dietz (2003).
Por consiguiente, es preciso redireccionar el legado
3
clásico de la hermenéutica, hasta ahora confinado a Resumido de Raschke (1988) y Slater (1994).
la dimensión semántica y conceptual, hacia la pra- 4
Las contradictorias y recíprocas influencias detectables entre el pensamien-
xis cultural. Ello requiere una “hermenéutica prag- to postestructuralista y la teoría crítica de la sociedad originalmente surgida
mática” (Braun 1994) que analice las condiciones y como Escuela de Fráncfort son analizadas por Dews (1987) y Horneth
posibilidades de la validación práctica del sentido (1990).

dentro de sus contextos sociales. Desde una pers- 5


Cfr. Steiner-Khamsi (1994), Bauman (1997), Best & Kellner (1997) y Rocco
pectiva intercultural, este enfoque hermenéutico- (1999).
pragmático permite distinguir entre la mera traduc- 6
Cfr. Williams (1977), García Canclini (1984) y Kurtz (1996).
ción de un sentido culturalmente específico, por un
7
lado, y el análisis de la validez y de las formas de Para detalles acerca de este debate, cfr. Mosley & Capaldi (1996), Glazer
validación de este sentido desplegadas entre diferen- (1997) y Nieto (1999).

tes grupos en contacto, por otro lado (Braun 8


Para detalles sobre la ideología y programática del comunitarismo, cfr. Bell
1994:20s.). (1993), Etzioni (1993) y Tam (1998).
9
Cfr. Taylor (1993), Kymlicka (1995) y Walzer (1998).
Aparte de este giro praxeológico y reflexivo aquí pro-
10
CUADERNOS IAPH Patrimonio Inmaterial, Multiculturalidad y Gestión de la diversidad

puesto, y a diferencia de anteriores debates interdis- Para el caso específico de la antropología, su relación simbiótica e instru-
ciplinarios, en los cuales la antropología insistía en mental con el colonialismo es analizada por Leclercq (1973), mientras que
Clifford (1988) ilustra su particular contribución al orientalismo occidental.
extender el concepto de cultura y “culturalizar” con
11
ello los discursos disciplinarios vecinos, hoy su tarea Cfr. Böhme (1996), du Gay et al. (1997) y Tudor (1999).
en el contexto de los estudios interculturales consis- 12
Las muy diversas y a menudo antagónicas "soluciones" conceptuales, teó-
te en “vigilar” los usos terminológicos y sus conse- ricas y programáticas elaboradas desde la educación multicultural se descri-
cuencias tanto teóricas como metodológicas. El rela- ben y discuten en Dietz (2003).
tivismo cultural, magistralmente defendido por 13
Un análisis más detallado de dichas confusiones conceptuales es aporta-
Geertz (1984) como un recurso heurístico y metódi- do por García Castaño et al. (1999).
co indispensable para el estudio de la diversidad cul- 14
tural, paulatinamente adquiere matices de un recur- Un análisis detallado de las aportaciones y limitaciones de cada uno de
estos enfoques se ofrece en Dietz (2003).
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