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¿Sabías que la lejía comercial es una sal? ¡Así es! Es hipoclorito de sodio (NaClO). Se puede obtener hipoclorito de sodio
cuando se neutraliza el ácido hipocloroso con el hidróxido de sodio.
Su poder desinfectante se debe a que tiene en su estructura elementos alcalinos como el sodio. Además, el ion metálico se
disocia con facilidad y ataca a los gérmenes, debilitando la membrana de las bacterias, atacándolas y eliminando la
suciedad.
Cuando se une a otros productos desinfectantes, la lejía comercial libera gases tóxicos que irritan la piel, los ojos y
dificultan la respiración. Por ejemplo, cuando se une la lejía con limpiadores de vidrio que tienen sales de amonio se
producen gases clorados altamente tóxicos. Y, si lo unimos con agua oxigenada (H2O2), puede crear un compuesto corrosivo
para la piel y los ojos. Asimismo, después de usar la lejía comercial, los restos van al desagüe, contaminando el agua y el
ambiente.
Desde la antigüedad se conocía el poder de las sales; por ejemplo, se descubrió que las cenizas de madera contienen
carbonato de potasio (K2CO3), que, al mezclarse con agua, forma hidróxido de potasio (KOH) que usaban para la limpiar y
desinfectar la ropa, superficies y utensilios del hogar. Este proceso en el cual usaban el agua de ceniza para lavar la ropa se
conocía como “colada”. El potasio es más ligero que el sodio; por ello, se usaba como lejía para el lavado de la ropa.