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UNIVERSIDAD DE PAMPLONA

FACULTAD DE EDUCACIÓN
LICENCIATURA EN CIENCIAS SOCIALES Y DESARROLLO LOCAL
CURSO: DESARROLLO LOCAL
DOCENTE: NIDIA YOLIVE VERA ANGARITA
GUIA DE TRABAJO 01

El desarrollo desde lo local: una introducción


Nidia Yolive Vera Angarita
1. Introducción
Como ya se ha reiterado la cuestión del desarrollo no ha respondido a las expectativas,
especialmente, de los países subdesarrollados, por lo cual ha resultado inevitable que la noción
entre en crisis y genere reacciones originándose un fecundado trabajo, tanto teórico como
práctico, encaminado a la búsqueda de nuevas y más consistentes alternativas (Arocena, 1995).
De otra parte, los diversos procesos que ha generado la globalización han permitido, desde lo
territorial, el desarrollo de un interesante debate sobre las relaciones entre lo local y lo global, lo
cual ha traído consigo una perspectiva teórica y conceptual que reivindica la localidad, ya no
como un dato geográfico, sino como un actor fundamental en el devenir de las comunidades
(Santos, 2004). Ello ha generado, por consiguiente, una propuesta de desarrollo en el cual
consideraciones sobre unos nuevos vínculos entre comunidades y territorio, podría generar una
dinámica de vida y de crecimiento integral, que conduciría a las colectividades, a partir de sus
propias capacidades generar nuevas y más eficientes dinámicas de desarrollo (Arocena, 1995).

2. La localidad, un actor clave para el desarrollo


Como ha observado Santos (2004), la globalización, especialmente de corte neoliberal, ha
profundizado las crisis y los problemas propios del modelo de desarrollo capitalista; el
desencanto generado por la idea moderna de progreso ha traído consigo la búsqueda de nuevas
alternativas para el desarrollo, especialmente para las comunidades del Tercer Mundo, víctimas
evidentes de los problemas de pobreza, miseria, desigualdad e injusticia social (Lacoste,1978);
sin embargo, ello, igualmente, ha suscitado que se abra espacio para una reflexión que ha
priorizado tanto una nueva idea sobre el territorio, la región y la localidad, como el de la activa
participación de las comunidades en la búsqueda de sus propias condiciones de desarrollo
(Arocena, 1996 y Escobar, 1999). En efecto, como bien observa Precedo (2004):
el valor de lo local que va desde la reafirmación de la identidad territorial de los lugares, como un
antídoto al desarraigo y la homogeneización de los procesos culturales, sociales y psicológicos
derivados de la globalización, pero también como factor de compensación a los procesos de
concentración espacial, haciendo que en las nuevas tecnologías los lugares - que al principio parecían
haber perdido su papel- hayan encontrado nuevas oportunidades para construir una geografía mundial
más equilibrada espacialmente y un sistema de habitabilidad y convivencia más humanista” (p.14).

De esta manera, no solo la geografía sino también un conjunto amplio de las ciencias sociales
han comenzado a asumir nuevas concepciones de lo espacial y su incidencia en la condiciones
de vida y de desarrollo de las comunidades; en efecto, como plantea Lussault (2015), queda en
evidencia que bajo las nuevas condiciones históricas, esta condición de estar en el planeta Tierra
“es un trabajo cotidiano con los espacios, desde los más pequeños hasta los más grandes, que
poco a poco transforma a la Tierra en una realidad geográfica inédita” (p.329). Es decir, la
cuestión del espacio, el territorio, la región y la localidad, ya no se pueden seguir asumiendo
solamente como datos estadísticos, sino que deben ser incorporados en la discusión sobre el
desarrollo, como un componente vital e indispensable en la idea de pensar un nuevo orden
espacial, y este nuevo orden tiene que ver con la manera como se crean, se disponen, se
organizan y se tiene acceso tanto a los elementos como a las condiciones de vida misma en las
diversas comunidades (Smith, 1980). Ello, sin embargo, hace necesaria una rigurosa
construccion y evaluación conceptual.
Ahora bien, esta idea del desarrollo local debe, igualmente, referenciarse no en la idea de un
antagonismo entre lo global y lo local, ni mucho menos sobre la idea parroquial de una vuelta
romántica sobre la recuperación de la idea tradicional de la comunidad, sino más bien dentro de
una lógica que, atendiendo a la diversidad y la diferencia, dé al territorio y la comunidad que lo
habita no solo la posibilidad de establecer una nueva perspectiva de la relacion Sociedad-
Naturaleza (Escobar, 1996), sino también y ello resulta crucial en las actuales circunstancias
históricas, establecer nuevas solidaridades y vínculos entre los lugares así como nuevos
ordenamientos, tanto locales, como regionales y globales que permitan dar respuesta a los
profundos y graves problemas que ahora aquejan a las sociedades y el planeta, desde una acción
que se inicia dentro de las comunidades mismas y mediante nuevas y estrechas relaciones con el
territorio. Ello, implica, al interior de los Estados y dentro de las comunidades una nueva idea de
los vínculos, las relaciones y los ordenamientos socio-espaciales.

3. …pero la comunidad también cuenta


En efecto, tal y como se ha venido planteando, debe reiterarse la idea de que la cuestión del
desarrollo bajo ninguna circunstancia debe obviar el papel de los actores sociales; como
plantearon varios autores (Sen y Kliksberg, 2007 y Escobar,1999), el propósito mismo del
desarrollo es la condicion humana, por lo cual se requiere que tanto el sujeto, tanto individual
como colectivo, se haga partícipe directo del desarrollo; como lo ha planteado Arocena (1995), la
crisis del desarrollo ha permitido una vuelta al sujeto, la recuperación de su condición como
sujeto de poder dado que la comunidad misma “es más bien un sistema de relaciones complejos
que genera asociaciones entre individuos en función de determinados valores” (p.13), lo cual
plantea la necesidad de su empoderamiento y su actuar como actores reales del desarrollo. Es
claro, que la cuestión del desarrollo local concita la necesidad de que las nuevas utopías se
construyan desde abajo y desde adentro, lo cual implica un fortalecimiento de las comunidades,
tanto como horizonte como agentes activos y partícipes del mejoramiento de sus condiciones de
vida.
Ahora bien, para ello es de gran importancia que las comunidades desarrollen, no solo una
nueva idea de lo que es y significa el desarrollo, sino que también apropien una concepción del
territorio y la localidad que vaya más allá del dato geográfico, del depósito de recursos y les
permita entender que la región y la comarca son, en realidad, construcciones sociales que se
configuran y se reordenan según las necesidades, las expectativas, las opciones y las
contradicciones que caracterizan cada grupo humano (Delgado, 2003; Harvey, 2003), pero
también frente a su condición dialéctica de producto-productor (Lefebvre, 2013). Por lo tanto, el
espacio social que se vive, se produce a partir de determinadas condiciones sociales, económicas
y políticas que orientan su despliegue y su ordenamiento; por ello Lefebvre (2013) observa que
no hace referencia “a un producto cualquiera, cosa u objeto, sino a un conjunto de relaciones”
(p.55), específicamente, las relaciones sociales de producción que deben ser miradas con
atención. Por ello, se requiere de sujetos sociales no solo solidarios sino también participativos.
Por consiguiente, para el sujeto comunitario debe ser claro que las cuestiones del lugar, de la
localidad, no son condiciones dadas, no son construcciones permanentes e inmutables sino
resultado tanto de determinadas condiciones históricas como de las relaciones que caracterizan a
los actores sociales entre sí, como con el Estado y con los demás ordenamientos socio-espaciales
existentes. En efecto, para Lefebvre (2013), la fisonomía y la dinámica que adquieren los
diferentes territorios y lugares hace que “en tanto que producto, mediante interacción o
retroacción, el espacio intervenga en la producción misma: organización del trabajo productivo,
transportes, flujos de materias y energías, redes de distribución de los productos, etc.” (p.56), así
como también define las condiciones de bienestar comunitario. Pero, igualmente, permite
visibilizar los juegos de poder y expresa una geometría de la vida comunitaria que, por lo mismo,
debe ser puesta en evidencia dado que esto es lo que permite identificar las condiciones que
pueden o no dificultar la construcción de los ordenamientos que requieren las comunidades, para
mejorar sus condiciones de vida y de desarrollo.
Aquí es importante recordar, como ya lo planteó Lussault (2015), que los seres humanos son,
esencialmente, seres espaciales y, por lo tanto, el ejercicio de habitar el planeta Tierra no solo
requiere conciencia de ello sino también de un proceso consciente de apropiación de esta
condicion y por lo mismo, desarrollar una real y activa participación en la definición de lo que
deben ser sus condiciones de vida. El territorio, dentro de los procesos que plantea la
globalización no solo debe ser re-conceptualizado sino también apropiado, pues como observa
Santos (2004), hay en las actuales condiciones históricas también un lugar para “la mutación
filosófica del hombree, capaz de atribuir un nuevo sentido a la existencia de cada persona y,
también del planeta” (p.140); ahora bien ello será posible si cada persona y cada comunidad
asumen junto con su territorio o localidad el desafío de construir una globalización con rostro y
sentido de lo humano. La idea del desarrollo local, es proporcionar una estrategia de trabajo que,
justamente, tenga como actores claves tanto la comunidad como el territorio, en una nueva
dinámica.

4. A modo de conclusión
El desarrollo desde lo local, sin duda, ha abierto una interesante discusión que invita a pensar
la cuestión del desarrollo desde una escala tal, que permite a las comunidades, mediante una
debida apropiación del territorio pensar que la cuestión del progreso y el desarrollo es posible a
partir del reconocimiento y fortalecimiento de las capacidades territoriales y mediante un nuevo
tipo de relación comunidad-naturaleza. Es la oportunidad de crear ordenamientos territoriales a
partir de procesos tanto identitarios como socio-culturales y económicos que, a su vez, permitan
la generación de relaciones a diversas escalas y cuyos intercambios sean solidarios y de
complementación. La idea del desarrollo local no es buscar refugio en el territorio sino, como
observa Precedo (2004), ser conscientes de que la crisis actual, tanto social como ecológica,
invita y exige la revisión de los fundamentos sobre los cuales se han construido ordenamientos
socio-espaciales, cuyo resultado final no ha respondido a las expectativas que el desarrollo
prometió y que, por consiguiente, pone a las sociedades en la búsqueda de caminos alternativos.

Referencias
Arocena, J. (1995). El desarrollo local: un desafío contemporáneo. Caracas: Nueva Sociedad.
Delgado, O. (2003). Debates sobre el espacio en la geografía contemporánea. Bogotá:
Universidad Nacional.
Escobar, A. (1999). El final del salvaje. Bogotá: CEREC-ICAN.
_________. (1996). La invención del tercer mundo. Bogotá: Norma- Vitral.
Harvey, D. (2003). Espacios de esperanza. Madrid: Akal.
Lefebvre, H. (2013). La producción del espacio. Madrid: Capital Swing Libros.
Lussault, M. (2015). El hombre espacial. Buenos Aires: Amorrortu.
Precedo, A. (2004). Nuevas realidades territoriales para el siglo XXI. Madrid: Síntesis.
Smith, D. M. (1980). Geografía humana. Barcelona: Oikos-tau.
Santos, M. (2004). Por otra globalización. Bogotá: Convenio Andrés Bello.
Sen, A. y Kliksberg, B (2007). Primero la gente. Barcelona: Deusto.

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