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La leyenda del hornero

Jalié era un muchacho que había sido criado por su padre, y él lo hacía
ejercitar al máximo su fuerza y su destreza para sobrevivir.
Un día en el que Jalié había salido a perseguir un carpincho, escuchó un
chapoteo en el agua y, creyendo que se trataba del animal, acudió, pero,
en lugar de verlo, se encontró con una hermosa joven.
Esa joven era hija de un cacique de otra tribu y Jalié, enamorado de su
belleza, rogó a su padre que lo acompañara al poblado vecino a pedir su
mano. Pero, al llegar se encontró con que había otros pretendientes,
motivo por el cual, el cacique estipuló que cada uno debía pasar por una
serie de pruebas en un torneo. El ganador recibiría como premio a la
joven como esposa.
Jalié venció como nadador, corredor y arquero, hasta que quedaron sólo
dos contendientes: Aguará (en guaraní significa zorro) y él. La última
prueba consistía en ayunar durante 9 días, en tanto se permanecía
inmóvil dentro de un cuero atado. Aguará se dio por vencido, Jalié afrontó
la prueba, pero una vez liberado de su envoltura, ante el estupor de todos
se transformó en ave, voló hasta la rama de un árbol y luego huyó a la
selva donde su amada lo esperaba, también convertida en ave. Desde
entonces el hornero anda siempre con su pareja y, en recuerdo de que
fue hombre, construye su rancho con paja y barro.

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