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En un remoto y salvaje había un valiente cazador llamado Alejandro.

Desde
muy joven Alejandro había aprendido las habilidades necesarias para sobrevivir
en los bosques y montañas y su pasión por la caza lo llevó a embarcarse en
aventuras emocionantes y peligrosas como cuando peleo con un león de más
de cien kilos.

Un día, corre el rumor de que en lo más profundo del Bosque Encantado


habitaba una criatura legendaria era un majestuoso ciervo blanco. Según las
historias que se contaban alrededor de una hoguera este magnífico animal
poseía cuernos mágicos que concedían deseos a quien los encontrara.
Alejandro como era espíritu aventurero no conocía lo que son los límites
decidió que cazar al ciervo blanco ya que sería su mayor desafío.

Equipado con su escopeta dieciséis así como con provisiones para varios días
Alejandro se adentró en el Bosque Encantado. El lugar estaba lleno de árboles
altos y espesos, quebradas cristalinas y una gran variedad de animales
salvajes. Pero Alejandro sabía que debía estar alerta ya que también había
peligros ocultos en la espesura.

Durante días, el cazador rastreó al ciervo blanco. Siguió sus huellas, observó
las señales que dejaba a su paso y escuchó atentamente los sonidos del
bosque A medida que avanzaba enfrentó numerosos desafíos como atravesar
pantanos fangosos pasar trampas naturales y evadir a otros depredadores.

En su travesía Alejandro se encontró con otros cazadores que buscaban al


ciervo blanco por sus propios motivos egoístas. Algunos estaban decididos a
comercializar sus cuernos mágicos mientras que otros simplemente deseaban
el poder y la fama que les otorgaría la captura del legendario ciervo Pero
Alejandro no compartía esos objetivos Él solo quería vivir la experiencia de
enfrentarse a una criatura tan majestuosa y honrar la naturaleza.
Finalmente después de semanas de búsqueda Alejandro avistó al ciervo blanco
en un claro del bosque. Era aún más impresionante de lo que había imaginado:
su pelaje era blanco como la nieve, y sus cuernos brillaban bajo los rayos del
sol. Sin embargo en lugar de apuntar con su escopeta Alejandro decidió
acercarse pacíficamente y entablar una conexión con el animal.

El ciervo blanco parecía entender la intención de Alejandro y no mostraba


señales de miedo. En un acto de respeto Alejandro se arrodilló ante él y le
habló en voz baja. Le expresó su admiración por su belleza y le aseguró que no
le haría daño Para su sorpresa el ciervo blanco se acercó y permitió que
Alejandro lo acaricio.

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