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Universidad del Rosario

Del programa de: Lic. en Filosofía

Para la clase: Filosofía del lenguaje.

Presentado por: Romeo Arias.

De la referencia indirecta a la apodicticidad

Para iniciar la semblanza crítica que voy a construir a continuación, me dispongo, en


primera instancia, a fabricar argumentos en favor de una asociación filosófica entre el texto
que nos convoca, a saber: Sobre sentido y referencia. Y entre el texto El maestro o sobre el
lenguaje, de San Agustín. Aquí intentaré solucionar el misterio propuesto por San Agustín
valiéndome de los recursos que hallo en Frege. Asimismo, conduciré el hilo de la discusión
hacia argumentos de Husserl en Meditaciones Cartesianas. Con el fin, de exponer el cómo
es que el oyente logra entender la conversación con ayuda de su ego cogito.

Comienzo mi argumentación bajo la cita que reza de la siguiente manera:

Parece que casi siempre, al emitir un pensamiento principal, asociamos con él


pensamientos concomitantes que, aunque no son expresados, el oyente los vincula
también con nuestras palabras en virtud de leyes psicológicas. Y puesto que tales
pensamientos concomitantes aparecen asociados por sí mismos a nuestras palabras,
casi como el propio pensamiento principal, también nosotros queremos expresar tal
pensamiento concomitante (Frege, 1998, P. 107).

San Agustín en su texto El maestro o sobre el lenguaje, se mueve y argumenta bajo un


misterio, el cual, según mi parafraseo, luciría de la siguiente manera: ¿cómo se logra el
truco de que sepamos los significados de los signos? A partir de este supuesto, planteo una
asociación filosófica entre los argumentos de Frege y los de San Agustín, pues, en virtud de
la cita que mencioné como el comienzo de mi argumentación, parto de ella, para exponer la
razones que hallo para efectuar dicha asociación.

Cuando Frege expresa que de un pensamiento principal se desprenden pensamientos


concomitantes que no son expresados por el hablante, sino, más bien, vinculados por el
oyente en virtud de leyes psicológicas; es lo que, bajo mi percepción, podría hacer posible
que la comunicación entre seres humanos funcione. O, en palabras parafraseadas que
evocan la tesis de San Agustín, lo que podría hacer posible el truco de que, entre personas,
conozcamos el significado de los signos cuando éstos nos los comunican en una
conversación.

Sin embargo, en El maestro o sobre el lenguaje, se exponen las distintas posibles


soluciones ante el misterio planteado por San Agustín. Y, asimismo, también el
derrumbamiento de cada una de las posibles soluciones propuestas, las cuales, en una burda
síntesis, todas, sin excepción alguna, hacían alusión a paralogismos que me permitiré no
explicar porque no vienen al caso. No obstante, me atrevo a proponer de solución al
misterio formulado por San Agustín, la vinculación de pensamientos concomitantes que
hace el oyente en virtud de unas leyes psicológicas.

Por lo cual, me es menester traer a colación la siguiente cita:

En el estilo indirecto se habla, por ejemplo, del sentido de lo que ha dicho otra
persona. Resulta claro también que en esta manera de hablar las palabras no tienen
su referencia habitual, sino que se refieren a lo que habitualmente es su sentido. Para
expresarlo con brevedad diremos: en estilo indirecto las palabras se usan
indirectamente o tienen su referencia indirecta. Por consiguiente, distinguimos entre
la referencia habitual de una palabra y su referencia indirecta y entre su sentido
habitual y su sentido indirecto. La referencia indirecta de una palabra es, de acuerdo
con esto, su sentido habitual. Tales excepciones tienen siempre que tenerse
presentes si se quiere captar correctamente, en los casos particulares, los modos de
conexión entre signo, sentido y referencia (Frege, 1998, P. 87).

De esta cita puedo inferir que lo que hace que una conversación entre dos personas
funcione es su contexto; el cual, con ayuda de las leyes psicológicas que actúan en el
oyente, hacen que los pensamientos emitidos en la conversación cobren sentido. Puesto
que, es en el contexto de una situación que se desarrolla la referencia indirecta de una
palabra; logrando que el oyente capte correctamente el sentido habitual de dicha palabra.

Formulo de ejemplo el siguiente contexto: cuando mi mamá me daba una orden y yo no la


cumplía correctamente, ella me decía: “usted sirve pa’ tres cosas: pa’ nada, pa’ mierda y
pa’ culo” de esta oración completa se pueden desprender tres subordinadas, cada una; con
un signo, sentido y referencia. En este caso, el signo es la palabra que cobra sentido, y
como ya dije, de este contexto se desprenden tres, a saber; nada, mierda y culo que aluden
al mismo sentido: la nada misma. Y las cuales, comparten la misma referencia: la evidencia
de que no cumplí con la orden designada.

Concluyendo de esta manera, que la referencia habitual que tienen por separado las
palabras nada, mierda y culo se pierden en la formulación de la frase que propuse de
ejemplo. También, se evidencia que bajo las leyes psicológicas y en virtud del contexto en
el que se desarrolla es que la referencia indirecta cobra su sentido habitual. Haciendo que el
oyente me entienda sin problema alguno.

Ahora bien, esto nos lleva al segundo punto que quiero tocar, puesto que, para asegurar el
entendimiento del oyente y argumentar su cómo, me apoyaré en argumentos de Husserl
suscitados en Meditaciones cartesianas. Parto de la siguiente cita postulada por Frege:
“sólo se tiene derecho a concluir que la referencia de una oración no es siempre su valor de
verdad y que «lucero de la mañana» no siempre se refiere al planeta Venus: no lo hace
cuando esta expresión tiene su referencia indirecta” (Frege, 1998, P. 97).

En una breve síntesis, lo dicho hasta aquí es que aún no se sabe bajo que suerte es que
conocemos el significado de los signos, provocando un atolladero sobre cómo es que
logramos una conversación. Las leyes psicológicas juegan en función de inferir los
pensamientos concomitantes que no son propiamente dichos, pero sí sugeridos por el
hablante y entendidos por el oyente. Y, las referencias indirectas que suscitan el sentido
habitual de las palabras sólo tienen coherencia bajo un contexto establecido.

Siguiendo por la línea de la referencia indirecta, es indispensable, que, para que el oyente
entienda el sentido habitual de la palabra que se le está mencionando en un contexto
establecido, haya tenido que, en una primera instancia, haber experimentado dicho
contexto. Dado que, con ayuda de su cogito (o experiencia consciente) pueda entender el
cómo es que bajo ciertos contextos las palabras carecen de su referencia habitual y hacen
alusión a su sentido habitual.
Aceptando la evidencia apodíctica como la evidencia indubitable (o, verdad absoluta), es
menester, que para que haya un entendimiento completo por parte del oyente, éste,
encuentre indubitabilidad en la referencia indirecta que se le muestra en el mundo real, pero
con un velo de leyes psicológicas.

Me explico, según lo que he venido tejiendo hasta ahora: el oyente debe cerciorarse del
sentido habitual de la palabra que le están mencionando, para ello, se vale de su cogito, con
el fin de ir a la cosa misma, pero esta vez no bajo la objetividad del caso, sino, bajo el velo
de las leyes psicológicas, las cuales, le mostrarán la referencia indirecta; así pues, está
sustentada en el contexto que se desarrolla y en la experiencia del sujeto, por ende, le
brinda seguridad de entendimiento. Concluyendo así, que la referencia indirecta debe
suscitar indubitabilidad bajo la evidencia de su contexto.

Referencias
Frege. (1998). Sobre sentido y referencia. En Valdés, Ensayos de semántica y filosofía de la lógica
(págs. 84-111). Madrid: TECNOS.

Hipona, A. d. (2003). El maestro o sobre el lenguaje. Madrid: Trota.

Husserl. (1929). Meditaciones cartesianas . En Husserl, Meditaciones cartesianas (págs. 31-104).


ciudad de méxico: Fondo de cultura económica.

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