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El que se alejó del rebaño

Hoy mataron a un hombre. Bien muerto estaba, el cráneo destrozado, un


amasijo de sesos y sangre ¡el rostro era irreconocible! y alrededor la
multitud, su verdugo y juzgador, sentían miedo, pero a la vez alivio.
«Pensaba diferente» dijo alguien y a este comentario lo secundaron otros
como «¡Exacto hermano! Alborotaba el orden» se unieron más voces de
afirmación. «Hemos obrado bien» Dijo uno de los que lidero a la
multitud «¡En nombre de la libertad, hermanos!»
la multitud exploto en gritos y ovaciones. Una que otras señoras
empezaron a arrodillarse y a rezar no a dios, ni a ningún otro, pues no
necesitaban mas dios que aquel que les había sacado la duda que
carcomía sus mentes hace un momento «¿Esto ha sido en nombre del
bien o del mal?». Siguieron los gritos y en unos instantes la alegría
remplazo el miedo que aun tenían en sus corazones. La música no tardo
en hacerse sonar y todos empezaron a danzar alrededor del cadáver. Era
por aquel entonces muy tarde ya. El sol se puso, pero la fiesta seguía.
Yo observaba todo a lo lejos. Me encontraba en lo alto de un almacén.
Bebía un poco de ron, amargo en la boca y aun mas cruel con el
estómago. Pero, en fin, ya de noche el frio se hacía insoportable.
—Así que ya empiezan a quemarlo—Dijo Brandon.
Mire otra vez hacia donde sucedía toda la locura y efectivamente el
cadáver estaba en llamas y unos cuantos de la multitud bailaban, bebían
y fornicaban alrededor.
—Si, así parece—Le respondí.
—¡Vamos, hombre! ¿Por qué no te unes? —Brandon me tomo por la
espalda y con sus manos me obligo a seguir mirando aquella locura—
Tienes una fiesta delante de tus ojos eso sin mencionar el espectáculo
principal: ¡El hombre en llamas! Tal vez y se den un festín con la carne
cosida ¿te gustaría? ¡eh!
—¡Jodete enfermo! —Replique y lo empuje. Brandon ya hacia en el
suelo y por un momento me sentí triunfante, pero el empezó a reírse
como un maniaco.
No se si fue el ron o su asquerosa risa, pero algo empezaba a quemarme
por dentro. Tenia tantas ganas de echarme en su encima y golpearlo una
y otra y otra vez. El debió intuirlo
—Tranquilo campeón—Dijo con una mirada desafiante—. Sabes que es
inútil, por mucho que lo intentes ni uno de tus golpes me alcanzara.
—No debería hablar contigo—Dije frustrado
Brandon se puso de pie y, antes de que pudiera evitarlo me abrazo con
mucha fuerza, no pude zafarme. Dentro de poco deje de resistirme y
permanecimos así largo rato.
—¿Entonces quien te queda? — Me pregunto con una voz dulce, pero
venenosa—Yo soy todo lo que tienes y tendrás. ¿A pesar de mi cariño
vas a permitir que estemos separados?
Negue con la cabeza y con la voz más lamentable le rogué que me dejara
solo al menos el resto de la noche. No me sentía de humor de soportar
hoy su compañía. El accedió.
—Esta bien—Dijo apartándome y forzándome a que lo mirara a la cara
—. Pero recuerda que no durara mucho ¿lo sabes verdad? Yo soy tú y tú
eres yo. —Dicho esto me beso en la frente. Yo cerré los ojos y cuando
volví a abrirlos el ya no estaba. Por fin sentí alivio.

No recuerdo la hora ni el día en que Brandon llego a mi vida. Solo se que


la primera vez llovía y ya hacia tirado en medio de la calle. Si mal no
recuerdo los carroñeros (Así llamamos a los que después de la caída de
todos lo ordenes mundiales abrazaron el anarquismo y muerte como
dios, en realidad eran solo unos ladrones muy violentos y más
degenerados que la multitud que antes observaba) me habían asaltado.
Cuando recupere el conocimiento ya hacia tirado bajo la lluvia.
Confundido estaba. Intenté ponerme de pie, pero fue doloroso, volví a
caer.
—Tranquilo—Dijo una voz que no provenía de ningún lado— ¡Eh, por
aquí! — Miré otra ves y vi una silueta frente a mí, que traía una linterna
en la mano. Era extraño, había mirado hacia adelante pero no había
nadie hasta hace un momento. — ¿Te puedes poner de pie? — La figura
misteriosa se arrodillo y coloco su mano en mi hombro y pude verlo al
fin.
Tenía el cabello tan negro como la noche y los ojos del mismo color,
tenía una sonrisa amable, y todo ello sumado a su rostro que podría
considerar hermoso, pero por alguna extraña razón sentí inquietud.
—No. —Respondí— ¿creo que me he roto algo?
—No lo tienes.
—¿Q-Que? —Fue lo único que pude decir ante aquella fría respuesta.
—Que no tienes nada roto. Esos cabrones no tuvieron tiempo de hacerte
nada.
Apunto la linterna hacia un lugar en la oscuridad y revelo tres cuerpos
que ya hacían bajo la lluvia. Tenían cortes en todo el rostro y viendo mas
detenidamente era en todo el cuerpo. Grite y me puse de pie.

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