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El desencantamiento del mundo
Una historia política de la religión
M arcel Gauchet
E D I T O R I A L T R O T T A
U N I V E R S I D A D D E G R A N A D A
Esta obra se beneficia del apoyo del M inisterio Francés de Asuntos Exteriores
y del Servicio C ultural de la Em bajada de Francia en España, en el m arco
del Programa de Participación en la Publicación (RA.R G arcía Lorca)
C O L E C C IÓ N ESTRU CT U RAS Y P R O C E S O S
S e r ie R e lig ió n
Título orig ina l: Le désenchantem ent du m onde. Une histoire politique de la religión
© Universidad de G ra nad a, 2 0 0 5
http://w w w .editorialugr.com
© Esteban M o lin a , 2 0 0 5
Diseño
Joaquín G a lle g o
ISBN: 8 4 -8 1 6 4 -7 7 7 -2
D epósito Legal: M . 4 8 .0 7 9 -2 0 0 5
Impresión
Fernández C iudad , S.L.
ÍNDICE
Presentación ....................................................................................................... 9
P r im e r a P arte
LAS M E T A M O R F O S IS DE L O D IV IN O
ORIGEN, SENTIDO Y DEVENIR DE LO RELIGIOSO
Historicidad, de lo religioso........................................................................ 31
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In di ce
S ecunda Parte
APOGEO Y MUERTE DE DIOS
EL CRISTIANISMO Y EL DESARROLLO OCCIDENTAL
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III
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cide con el lugar que, por otra parte, le es asignado por adelantado;
cada cosa corresponde a su justa definición; el orden m anifiesto se
ajusta exactam ente a su soporte sagrado; en una palabra, lo visible y
lo invisible se ajustan, se ensam blan por todos los puntos com o una
sola e idéntica realidad. A quí el acon tecim iento es precisam en te
la reordenación de esta articulación de lo visible y de lo invisible, la
conjunción que se torna disyunción; la com plem entan edad, dife
rencia; el ajuste, separación. El fundam ental, el original nutriente
del que irradia el sentido no es ya en lo dado, con el destino que nos
toca, donde se libera, sino m ás acá; sólo se encuentra mediante una
travesía interior. Ya no es lo que carnalmente se confirm a por d o
quier en la escala hum ana y cósm ica de las superioridades, sino otra
cosa, algo m ás allá.
A partir de esta diferenciación organizadora se abren varias p o
sibilidades. Prim eram ente en el plano de la interpretación. Así, es
perfectam ente concebible, una vez planteada la experiencia de esta
dualidad, asignarse com o meta superarla, disipando las ilusiones de
consistencia del sujeto y del m undo, y rem ontando hasta la im perso
nal e insondable unidad de la nada prim ordial. Concebible es tam
bién, opuestam ente, ahondar en la dualidad hasta la separación, es
cind ien d o la o b jetivid ad p asiv a de este m undo de un fo co de
om nipotencia subjetiva. Es ahí, a través de esta divergencia esencial,
donde se juega la relación entre la herencia y la innovación; o la
nueva experiencia espiritual se funde, a fin de cuentas, en la antigua
estructura, y el m antenimiento estricto de la unidad de este m undo
y de su otro im plica entonces la im personalidad radical de este otro;
o tiende a traducirse en una estructura inédita, a base de dualidad,
donde lo otro, en tanto que personificación del infinito, deviene
absolutam ente otro respecto a este m undo.
En los dos casos, a fin de cuentas, por reconducción o sustitu
ción, el cam bio inducido en el m odo de pensar es análogo. De
form a semejante se da una reducción del principio de m ultiplicidad
característico del pensam iento mítico e inherente — lo hem os visto,
por muy paradójico que pueda parecer— a la conjunción plena y
com pleta de lo visible y de lo invisible. En el seno de un universo
puesto com o uno en su ultim idad, el pensam iento responde a una
lógica de lo m últiple; m ientras que en un universo dividido entre
presencia y ausencia surge un pensam iento gobernado por el enfo
que del uno. Así aparece, reducido a su m ás estrecha expresión, el
m om ento eje o el giro axial de la historia del pensam iento hum ano,
considerado a la vez en su inscripción social y en su expresión reli
giosa. En función de la distinción o de la diferencia del fundam ento
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que al mismo tiem po no cam bia m enos radicalm ente la relación en
tre religión y sociedad. Estábam os en un régimen de lo incuestiona
ble instituido cuando prevalecía la conjunción corporificada efe lo
invisible con los vivos, la imbricación de los seres en una cadena
jerárquica única que anuda indisolublem ente el vínculo de los hom
bres entre sí y la com unicación tangible con la sobrenaturaleza.
Entram os, en virtud de esta diferencia inexorablem ente producida
entre los poderes terrestres y el principio divino que funda su supe
rioridad — diferencia que ningún poder podría enteramente dom i
nar— en la edad de lo cuestionable virtual; im posible de im pedir, a
falta de ser necesariam ente reconocido. Algo escapa ahí definitiva
mente al poder: lo que lo sostiene podrá volverse contra él. Inheren
te a la aprehensión nueva de lo divino y anclada en ella hay una
irreductible, aunque incluso secreta, autonom ía de la creencia, del
acto, del cam ino, o de la elección, que abren al verdadero rostro de
lo que verdaderam ente es. En el límite, el orden de la fe contra el
orden de la ley. Lo religioso, contra su inclinación de siempre, con
tra lo que perm anece su ideal constitutivo de fidelidad a lo origina
rio y a lo inmutable (pues si se innova es en nom bre de una verdad
que hay que reencontrar, de un prim ordial que hay que restaurar),
se hace m ovim iento, invención, historia. Efecto práctico m ayor de
la trascendencia com o doctrina: al exponer el sistem a de la creencia
al auxilio y a la disidencia lo descentra potencialm ente y aloja la
inestabilidad en su corazón; consagra la pasión de la coincidencia
inmóvil a la m ovilidad.
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1. Es lo que nos opone a una defensa e ilustración del genio del paganismo
como la presentada por Marc Auge [trad. cast., M . Augé, El genio del paganismo ,
Aleph, Barcelona, 1993].
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y el hom bre está arrojado solo, con el único puñado de sus faculta
des de inspección, delante de esta totalidad m uda de la cual su am bi
ción de sentido lo separa radicalm ente. N o es un asunto con dos
térm inos, sino con tres. La escisión acabada entre el agente de con o
cimiento y la objetividad de los fenóm enos no se da sin la secesión
acabada de lo divino con relación al m undo. La supone y la acom pa
ña. En la raíz de la revolución m oderna de las condiciones del con o
cimiento está el térm ino del muy largo y lento proceso religioso de
expresión de la trascendencia, el acabam iento del tránsito del Uno
ontológico, que continúa obstinadam ente uniendo a Dios y al m un
do desde el seno de su separación, a la dualidad definitiva. Con el
despliegue com pleto de la exterioridad divina se cumple hasta el
final la transform ación del m odo de pensam iento y de estatuto de lo
inteligible em prendido desde las tem pranas apariciones de la sepa
ración del fundam ento; se deshace lo que quedaba de alianza y de
com penetración entre las cosas, la fuente de su sentido y la inteli
gencia hum ana; emerge, sobre fondo de inaccesible absoluto divino,
la oposición constituyente de la realidad desnuda y del yo puro. Por
un lado, pues, la más alta afirm ación concebible de la grandeza de
D ios y, por otro, la autonom ía de la razón humana. N o solam ente la
separación divina proporciona así el soporte de una em presa de re
cuperación, p or parte de los hom bres, de las razones que presiden
desde el más allá sus destinos, sino que incluso entrega las bases
prim eras de una intelección del m undo independiente de Dios.
La historia de las form as civilizadas del pensar, desde la filosofía
balbuciente cuando vuelve del revés el mito desde el sitio del mito,
hasta la ciencia positiva, pasando por la especulación teológica, tie
ne aquí, en este trabajo de la diferencia de lo divino, su foco prim or
dial. C om enzando, pues, por la inversión congénita del orden de la
recepción en orden de la com prensión, de lo que se presenta com o
dado en algo susceptible de ser reapropiado. N o es que sea la m isma
cosa la que en un caso se im pone simplemente repetir m ientras que
en el otro se ofrece para ser atravesada. H ay transform ación sim ul
tánea de la naturaleza de las razones y de la relación que se mantiene
con ellas, de lo que es planteado com o pensable y de los poderes que
se presum en al pensam iento. H em os hablado m ás arriba, para ca
racterizar la ruptura de la trascendencia, de reunión del pasado fun
dador y del presente m ágico, fundam entalm ente separados en el dis
positivo prim itivo del origen. Debem os extender el sentido de la
operación. Pues esta división de tiem pos es igualmente división de
los dos ejes de funcionam iento del pensam iento salvaje: su organi
zación contra-subjetiva, tal y com o deriva precisam ente, lo hemos
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2. F.s la ocasión, puesto que cruzamos las dos figuras religiosas que plantean de
manera más específica el problema, el dualismo y el Dios separado de la gnosis,
de insistir sobre la diferencia entre el nivel del discurso explícito y el nivel de la
estructura que implica el método adoptado aquí. Tratamos de sistemas de creencias
que se presentan masivamente bajo el signo de la dualidad o de la alteridad: combate
cósmico del Bien y del Mal, o ajenidad absoluta del verdadero Dios a nuestra esfera
de las tinieblas (por comodidad tomémoslos como tipos puros; se trata en realidad de
polos lógicos que corrientemente encontramos en combinación). N o pertenecen
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O bien este m undo caído es testim onio de los límites de la fuerza del
verdadero Dios en su lucha contra principios contrarios y la débil
luz que nos advierte de nuestra desgracia resulta de un avatar azaro
so de este guerra cósm ica, más que responder a un designio sensato
de cualquiera; y en este caso salim os del m arco de la trascendencia
para retornar a la im agen de una divinidad interior al cosm os (de la
que nuestro m undo constituye sim plemente una parte), cosm os en
el que está en lucha con las fuerzas del mal de su m isma envergadu
ra. La igualdad relativa de las partes en liza, a título de suprem as
fuerzas de lo invisible, obliga a alojarlas dentro de un universo en
última instancia uno, teatro de su división y de su confrontación. O
bien, en sentido opuesto, la decadencia de esta esfera inferior proce
de de un enigm ático designio de lo com pletam ente otro separado,
que a la vez ha concedido a sabiendas este m undo a fuerzas nefastas
que de hecho él controla, y, sin em bargo, nos ha conservado, por un
resto de interés por sus criaturas, el m edio obligado de acceder a la
luz salvadora de su verdad y, en ese caso, en función de ese todo-
sujeto que se postula, se hace im posible m antener hasta el final la
sustracción radical de lo incognoscible. Incluso si sólo sabem os eso
por D ios, ya sabem os bastante para ascender a la certeza razonada
menos, desde el punto de vista de la organización última del ser que postulan, a una
ontología unitaria.
La cosa se entiende cómodamente en el caso de un dualismo estricto: la inexpia
ble guerra que libran la oscuridad y la luz supone y confirma que se inscriben en el
seno de un mismo universo; la división en dos es una figura del Uno. Es menos
evidente en el caso gnóstico, cuyo Dios infinitamente alejado aparece a priori mucho
más otro que el sujeto absoluto del mundo de la ortodoxia cristiana. Y, sin embargo,
por este ultimo pasa la verdadera dualidad con la autonomía del mundo de los hom
bres cuando la gnosis continúa procediendo con un entendimiento jerárquico y, en
última instancia, continuista, metafísicamente hablando, de los órdenes de realidad;
desde el punto de vista del supremo principio y de su cualidad de absoluto supraper-
sonal, tal y como el ascenso de sus emanaciones permite acceder a él, toda realidad,
comprendida la estancia inferior en que nosotros nos corrompemos, el más bajo gra
do del grado más bajo concebible de la jerarquía de las realidades, vuelve a ser una. El
discurso del otro, de la división cósmica, del más allá del ser, del desconocido divino,
equivale a una afirmación de identidad en el plano de la economía ontológica.
El excepcional interés de la abundante tradición espiritual que sale de ahí con
siste a la vez. en que hace de puente con las espiritualidades orientales y que permite
situar exactamente, desde el interior, la bifurcación occidental. En efecto, desde los
parajes de su nacimiento hasta sus expresiones modernas acompaña a ésta como a su
sombra o su doble fiel. Del maniqueísmo al hermetismo místico, pasando por la
herejía del año mil o el catarismo, la vemos reactivarse bajo nuevos rostros en res
puesta a cada avanzada significativa de la separación de lo visible y lo invisible. Es la
historia de esta larga indecisión entre dos vías, en donde se ha jugado lo más singular
de nuestra historia, lo que se trataría de reconstruir.
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2. G R A N D E Z A D IV IN A , LIBERTAD H U M AN A
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dad encarnada entre este m undo y el más allá. Pero también pasó
en su caso por la producción de respuestas inventivas a las avanza
das m ayores de desligadura del m undo visible respecto a su princi
pio invisible, desde la respuesta m ística de la Edad M edia tardía,
que reencuentra la inmediatez de D ios contra el estremecimiento de
su presencia provocado por la crisis de la mediación política y ecle
siástica, hasta la respuesta rom ántica, que restaura por el juego de
las analogías y de las correspondencias la cohesión general de un
universo anim ado contra las divisiones del conocim iento objetivo.
T o d o s ellos son m eandros y desniveles que hay que deshacer y
atravesar si pretendem os concebir en su tensión nodal el proceso
de conjunto operante en m edio de estas fuerzas innum erables y de
su confusa combinación.
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Vim os asim ism o cóm o el surgim iento del dios personal conlleva de
entrada una transform ación radical del estatuto de los seres, singu
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tros religiosos que nos sitúan en una cierta continuidad con los tiem
pos de la religión. Pero, ¿dónde están esos «restos de religión»? ¿En el
cam po político? i Acaso en el cam po de la experiencia interior, de la
experiencia de sí? iO en otra parte?
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nal, im perfecta, aproxim ada y revisable de los datos de los que dis
ponem os. N o dibuja ningún final de la historia, sea cual sea; no
señala ninguna transparencia final de la hum anidad. Pero lo que
tengo que señalar en el otro sentido es hasta qué punto tal visión,
incluso aproxim ativa, de la historia universal nos es indispensable.
Por eso, pese a su pesada carga, asum o el térm ino. Las gentes que
creen poder prescindir de ella, tienen una de m anera inconsciente y,
p or lo general, bastante ingenua. Estoy im presionado por la super
vivencia de un progresism o m arxista que no dice su nom bre y que
con frecuencia se reduce a un econom icism o sum ario. Si querem os
orientarnos, no podem os prescindir de un pensam iento de la histo
ria en su conjunto. Tam bién hay que correr el riesgo de form ularla
de m anera m etódica y reflexiva. Es la única m anera de escapar a los
prejuicios que nos obsesionan, poniéndolos a prueba de la crítica.
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