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Resumen
El norte del artículo ha sido sistematizar y analizar el proceso de intervención del programa
de Recuperación de Barrios: Quiero Mi Barrio en el barrio La Vega, Calbuco,
enfocándonos en el uso y operacionalización del concepto de participación ciudadana
promovido por aquel. Para contrastar este proceso, se pretendió contextualizar el actual
modelo de gestión de políticas públicas y la agenda de descentralización chilena. Se
concluyó que el programa Quiero Mi Barrio, dado el lastre normativo e institucional
chileno -centralista, tecnocrático, vertical y elitista-, erige un modelo de participación
incipiente y con profundas deficiencias.
Introducción
En primera instancia, para enriquecer el análisis, se pretendió dar cuenta del contexto
político-institucional que circunda el programa, en tanto, marco de acción que delimita el
horizonte valórico y operativo del accionar público chileno. Para ello, nos enfocamos en el
modelo de gestión de políticas públicas; como también los avances y desaciertos en torno a
agendas de descentralización chilena, ambos, puntos clave para entender el área temática
que se pretende abordar y reflexionar, a decir, la participación ciudadana en políticas
públicas.
Más también, situándonos teóricamente, abordamos el concepto de participación ciudadana
desde sus implicancias valóricas y prácticas, dando cuenta de su utilidad y pertinencia en el
contexto actual de una profunda deficiencia en la democratización del diseño y ejecución
políticas públicas en Chile.
Y es que hay que entender de base, que la prioridad de los gobiernos de concertación y
derecha que han mantenido el poder en estas últimas décadas ha consistido en “remendar”
un marco normativo y operativo que, desde sus cimientos valóricos cristaliza un potencial
de injerencia ciudadana severamente limitado.
Ante tal escenario, Montecinos (2005) arguye que los mecanismos participativos resultan
instancias “no sustantivas, inevitablemente van soslayando la capacidad de las personas
para constituirse en sujetos activos y constructores de una sociedad más democrática” (p.5).
“éxito en la transformación de los métodos y los objetivos de gestión de las políticas públicas, no
depende de la mera existencia de mecanismos participativos, sino que en primer término de la
capacidad existente en las contrapartes de la sociedad para hacerlos exigibles” (p. 48).
Esto es decidor, pues la descentralización desde “arriba hacia abajo” -propia de Chile-
otorga atribuciones y poderes a entes subnacionales sin contemplar a las personas y
organizaciones del territorio, hecho que obnubila el potencial alcance, democratización,
efectividad y eficiencia que pudiera tener dicho proceso (Delamaza, 2017).
Cabe acotar también que, el rol que han adquirido los municipios en la gestión local ha sido
incoherente en un sentido político y fiscal. Si bien, los municipios mantienen
1
El informe “Revisión de Gobernabilidad Multinivel en Chile: Modernización del Sistema
Municipal” de OCDE (2017), grafica las severas problemáticas del centralismo en el país.
2
Para profundizar más, véase Delamaza (2011), que trata las problemáticas de las Ordenanzas
Modelo de Participación Ciudadana en el nivel Municipal implementadas en 1999.
responsabilidades directas en torno a las áreas de salud, educación, cultura, recreación,
deportes, vivienda, asistencia social y fomento productivo, a decir, tienen un rol político
importante, poseen reducidas atribuciones fiscales, pues son los gobiernos regionales y
organismos sectoriales quienes tienen un rol clave en la distribución los presupuestos.
3
Véase: MIDEPLAN (Ministerio de Planificación). 2000. “Percepciones sobre el grado de importancia y
utilización de los Planes de Desarrollo Comunal en la gestión comunal”. División de Planificación Regional,
Santiago. En dicho estudio, se patenta la nimia importancia del Plan de Desarrollo Comunal en funcionarios
públicos, en tanto, las iniciativas de desarrollo local dependen de disponibilidad y priorización regional-
central.
la moldean en función de los intereses y dogmas, más, si consideramos la existencia de
distintos grados y tipos de participación.
“la acción o conjunto de acciones realizadas de manera voluntaria por las personas que portan sus
propios intereses o que representan a colectivos, que tiene la intención de incidir directa o
indirectamente en los asuntos públicos, desde una perspectiva de deliberación e interés público, en
un marco de pluralidad y respeto a los derechos humanos"(p. 13)
Desde distintos matices, uno de los grandes canales de esta acción voluntaria es a través de
la incidencia en políticas públicas, desde sus distintos diseños y etapas. Para este caso, los
medios, herramientas, e instancias de participación ciudadana son mediados por la oferta
institucional de participación propia de cada territorio (Iturrieta, 2008). Sin obviar claro, la
existencia de otros canales, como los extrainstitucionales o informales, como lo son las
acciones colectivas de protesta, o los meramente procedimentales e instrumentales, como
sufragar.
Para profundizar, una dimensión clave para entender la participación ciudadana es a través
de los distintos niveles propuestos por Canto Chac (2007) citado por Fernández y Ordoñez
(2007) (Anexo 1); o la distinta naturaleza de las instancias de participación (Anexo 2).
“La participación ciudadana en la gestión pública refuerza la posición activa de los ciudadanos y las
ciudadanas como miembros de sus comunidades, permite la expresión y defensa de sus intereses, el
aprovechamiento de sus experiencias y la potenciación de sus capacidades, contribuyendo de esta
manera a mejorar la calidad de vida de la
población” (p.4).
Siguiendo con el hilo de este trabajo, el programa Quiero Mi Barrio ha sido un programa
que ha seguido esta misma línea, según MINVU (2018) la participación ciudadana ha sido
una variable transversal en todo el proceso de intervención, para esta política pública “a
través de la Participación deliberativa y vinculante, permite igualdad de derechos,
inclusión, sostenibilidad. Es decir, permite un trabajo de co-responsabilidad” (MINVU,
2018, p. 63). Así, se trata de deslindar de la tradicional forma de concebir la participación
en políticas públicas, que erróneamente se asocia a la mera entrega de información y
sentirse representado, en cambio, aboga por la influencia en la toma de decisiones y
comprometer y convocar a la comunidad (MINVU, 2018). En términos valóricos, según
Jirón et. al (2018) este programa reformula la participación política, expandiéndola de
manera inclusiva; contribuye a articular actores y engrosar el tejido social barrial; y
potencia los procesos deliberativos.
Ante tal escenario, es interesante analizar cómo se operacionaliza este concepto, y más, si
realmente se coordina a todo el potente discurso al que se suscribe el programa. Y es que al
menos los principios y sentido que rigen el funcionamiento del programa giran en contra
de la tendencia que han venido arrastrando las políticas públicas chilenas en las últimas
décadas, con un modelo de gestión profundamente centralista y vertical; excesiva confianza
en el saber experto -en desmedro de conocimientos comunitarios-; y la preponderancia de
mecanismos de participación meramente simbólicos e informativos, con limitados
mecanismos de fiscalización (Rojo, 2019; Vial y Hernández, 2017, Consejo Nacional de
Participación Ciudadana, 2017; Delamaza, 2010, 2011, 2012, 2015; Henneus, 2014;
Delamaza, Cunill y Joignant, 2012; Pressaco y Salvat, 2012)
Esto es justamente lo relevante a estudiar, a decir, cómo se desarrolla una política pública
de estas pretensiones, en un contexto en el que las instituciones están debilitadas, tanto
política, administrativa y fiscalmente, donde la ciudadanía política es una cuestión difícil de
concebir -por lo menos, coordinada a las instituciones-. Resulta interesante ver cómo se
desenvuelve esta política pública aparentemente reformadora y novedosa, y en específico,
analizar concretamente cómo se define y operacionaliza el concepto de participación
ciudadana en el programa Quiero Mi barrio, el caso de La Vega, Calbuco.
Los ejes transversales que articulan estos instrumentos son: participación ciudadana;
identidad y patrimonio; medioambiente; seguridad ciudadana; y conectividad digital. La
primera mantiene una mayor importancia y densidad conceptual, pues se insiste que éste
resulta el horizonte metodológico del programa.
La forma en la que se articula la intervención del programa resulta de las fases 1 (9 meses),
de formulación de un contrato de barrio -que sirve de guía y compromiso intersectorial-; La
Fase 2, ejecución del contrato de barrio (18 meses); y fase 3 evaluación y cierre del
programa (2 meses) (MINVU, 2010; 2017). En teoría, la participación es transversal a cada
etapa del programa.
En términos concretos, este programa comenzó a funcionar en Calbuco durante el año
2016, gracias a la coordinación de dirigentes del barrio La Vega y Municipalidad de
Calbuco, quienes postularon a través de un sistema concursable de elección – focalizado en
barrios vulnerables-. Para entender el desarrollo de este proceso, antes resulta pertinente dar
cuenta de algunas antecedentes necesarios respecto al territorio en cuestión.
Según CENSO (2017), Calbuco cuenta con 33.985 habitantes, 15.996 del área urbana
(47,07%) y 17.989 de la rural (52,93%); 16.881 personas son mujeres (49,67%) y los
17.104 son hombres (50.33%); la concentración poblacional se ubica en el tramo de 40 y 49
años.
Tras la breve descripción del territorio de Calbuco, resulta pertinente dar cuenta de algunas
características en las que intervino el programa para terminar con esta contextualización.
4
Véase:https://www.emol.com/especiales/2016/actualidad/nacional/elecciones-municipales/
resultados.asp#a4101
5
Plebiscitos Comunales; Consejo Comunal de Organizaciones de la Sociedad Civil, Consejo
Comunal de Salud de Calbuco, Consejo Comunal de Seguridad Pública, Consejo Escolar,
Audiencias Públicas, Oficina de Partes, Reclamos e Informaciones, Encuestas o sondeos de opinión,
y Presupuestos Participativos
6
Véase:https://www.portaltransparencia.cl/PortalPdT/pdtta/-/ta/MU020/MPC/CC/30614397
La Vega, es un barrio ubicado al suroeste de la isla, orillando la bahía de La Vega. En ella
existe una larga tradición marina e industrial, pues la industria conservera y la pesca
configuraron este espacio durante todo el siglo XX y la actualidad.
Metodología
Ahora bien, como este artículo responde al contexto de una reflexión sociológica relativa a
las experiencias vividas en la práctica profesional, cabe acotar que el análisis tendrá como
eje, las actividades y tareas hechas en la etapa de evaluación. Éstas se construyeron en
conjunto con la comunidad -en la medida de lo posible- y el equipo comunal y regional. Por
tanto, las siguientes líneas serán atingentes a una visión evaluativa de cada fase del
programa, dada a la naturaleza de los productos construidos.
Resultados
Dando cuenta del proceso de intervención, el programa inicia sus actividades en mayo de
2016, y termina, administrativamente el mes de julio del presente año, 2019.
Fase 1
Para esta fase se realizaron una serie de estudios técnicos de base -diagnóstico urbano
territorial, social, ambiental y de seguridad realizado por el equipo técnico del barrio- y se
definió el espacio de intervención (Anexo 3), así también se aplicó una encuesta de
caracterización, percepción y satisfacción, talleres autodiagnósticos, marchas exploratorias,
asambleas, etc. La finalidad de esta etapa fue elaborar un diagnóstico participativo para
construir un Plan Maestro, que consistió en una estrategia de intervención que articula un
Plan de Gestión de Obras (PGO), referido a la cartera de proyectos de infraestructura
priorizados por los vecinos, que responden a las categorías de áreas verdes, equipamiento,
circulación, y obras complementarias; un Plan de Gestión Social (PGS) en el que se
articulan una serie de proyectos sociales también elegidos participativamente, además,
coherentes con el PGO y los ejes transversales del programa; y una Estrategia
Comunicativa (EC), para fortalecer la participación. También se articula un hito de inicio y
un proyecto urbano de confianza para generar lazos entre los operadores del programa y la
ciudadanía.
Cabe acotar que en esta etapa se crea C.V.D (Consejo Vecinal de Desarrollo) 7, una
organización creada instrumentalmente para los propósitos del programa, como ente
primordialmente representativo, administrativo y fiscal que sirva de puente entre la
sociedad civil y demás órganos detrás de la administración del programa a decir el MINVU
-a través de seremis- y el Municipio.
Para esta fase hay dos cuestiones interesantes a mencionar, una referente al proceso en sí
mismo y otra a los mecanismos participativos que lo estructuraron.
7
En MINVU (2000) “organización funcional de la comunidad integrada por representantes de las
organizaciones sociales existentes en el barrio, líderes naturales, actores locales relevantes” P. 19
8
Véase: https://www.minvu.cl/wp-content/uploads/2019/05/Manual-de-Procedimiento-Programa-
Recuperaci%C3%B3n-de-Barrios_modif_04oct11.pdf
transversales9 son impuestos desde la misma institucionalidad, y las instancias de
participación están forzadas a acoplarse a dichos ejes y patrones, las problemáticas
propias de un territorio específico -con todo lo que implica- está sujeta a ámbitos de
acción homogéneos y predefinidos.
Es relevante acotarlo, pues la clave para generar instancias de participación integral
parte de una buena compresión normativa y conceptual de aquellas, algo que, para
este caso, no se materializa.
c) Cabe acotar también, una cuestión interesante respecto al PGS articulado en esta
etapa, y es que un ámbito predefinido relativo al fortalecimiento organizacional y
vecinal, 12 de las 16 actividades a realizar, fueron a secas, capacitaciones laborales,
lo cual no resulta malo en sí mismo, sino que en el fondo, éstas no están enfocadas
en potenciar las organizaciones, sino en el beneficio económico individual de cada
partícipe.
Fase 2
En esta etapa, sin más, se concretó lo pactado en el contrato de barrio. Aquí, se produce una
dinámica de trabajo en el que C.V.D, y el equipo técnico regional, comunal y
municipalidad, acompañan y monitorean el desarrollo de los planes de acción propuestos
(MINVU, 2010).
Cabe mencionar, que uno de los productos clave para esta fase es la elaboración de un Plan
de Trabajo del C.V.D10, el cual consiste en un plan de fiscalización al contrato de barrio; y
por otro lado, se articula en una serie de actividades propuestas por el mismo C.V.D,
referentes a las temáticas de medio ambiente, seguridad ciudadana, gestión artístico
cultural, gestión y desarrollo de proyectos, etc.
En tanto al proceso llevado a cabo en el barrio La Vega, Si bien, la participación hacia las
actividades del programa fue funcional y consistente, de la fase II en adelante ésta fue
irregular. Y es que hubo una serie de sucesos que desbalancearon la participación e imagen
del programa, a decir:
9
Los ejes son: Participación, Seguridad Ciudadana, Conectividad Digital, Patrimonio e identidad, y Medio
Ambiente y Vida Sana.
10
Véase: https://www.minvu.cl/wp-content/uploads/2019/05/Manual-de-Procedimiento-Programa-
Recuperaci%C3%B3n-de-Barrios_modif_04oct11.pdf
a) Si bien se podría argumentar, que ante el inicio de cualquier política de intervención
social, las motivaciones y esperanzas iniciales son considerables, mas, al paso del
tiempo, son aquellos vecinos comprometidos y empoderados los que más participan,
a esto se suma una problemática transversal a todo el proceso de intervención, a
decir, una patente carencia de personal técnico-comunal. Y es que recién en el
segundo trimestre de la fase II, se integró un profesional de las comunicaciones al
equipo técnico comunal. Este hecho significó una limitante el momento de informar
y generar conexiones entre programa y los/as vecinos/as beneficiados respecto a las
actividades desarrolladas, como también el retraso del plan de acción referido a la
estrategia comunicacional, plan orientado justamente a atraer e informar a la gente
del sector.
b) La demora en la constitución de las obras del eje Brasil y Caupolicán –en especial la
primera, que beneficiaba principalmente a los vecinos del polígono bajo-, proyectos
parte del PGO de suma relevancia para la población, generó incertidumbre y
preocupaciones hacia el programa, especialmente en los/as vecinos/as de la
costanera de Avenida Brasil, quienes, en periodos iniciales, mantuvieron una vasta y
comprometida participación. Este hecho puntual se debió a que las licitaciones de
ambas obras quedaron desiertas -sin oferentes- tres veces en el portal del Mercado
Público, y no se pudieron concretar sino hasta una vez terminado
administrativamente el programa. Ante tal desacierto, aunque, el fondo de esta
problemática radica en otra cuestión, de la mano con la incertidumbre, se generó un
ambiente controversial, que dio paso a creencias erróneas respecto a la realización
de las obras, como el que el programa terminaría sin concretar las que aún están
pendientes, y por tanto, climas conflictivos a nivel de dirigentes.
c) Cabe acotar en este sentido que algunos actores locales de suma importancia para
hacer un enlace con la comunidad como lo son las Juntas de Vecinos, se
mantuvieron relativamente distantes del programa, así sucedió por ejemplo con la
JJ.VV Cardenal Caro, que desde octubre del 2016 -etapa 1-, decidió no participar de
las actividades del programa; o con la JJ.VV de La Vega, que se mostró reticente a
participar, a pesar de focalizar reiteradas veces un trabajo de persuasión a participar,
dada su pertinencia en el programa, más, a lo largo de éste, dicho actor ha resultado
un punto crítico y negativo para la correcta realización de las actividades; fue la
JJ.VV Vista Hermosa que se mantuvo comprometida y participando, además,
prestando su sede comunitario para realizar actividades o reuniones –en los
siguientes apartados se profundizará más sobre las relaciones mantenidas con los
actores locales-.
d) Ahora bien, respecto a la estructura misma del programa, se puede destacar un nudo
crítico relativo a la ejecución irreflexiva del PGO Y PGS, suponiendo una serie de
mecanismos de control de avance y fiscalización, mas no se declara en ningún
momento, la oportunidad de rearticular los planes de trabajo en función de la
contingencia, éxito o pertinencia dada. Tampoco existen mecanismos de feed-back
en torno a la percepción de los/as vecinos/as sobre el avance de los proyectos y
actividades.
Fase 3
11
poca convocatoria a actividades y asambleas a pesar de usar muchos medios de
difusión en los inicios de la etapa II.
c) Por otro lado, para el caso de las problemáticas ligadas a los distendidos tiempos
administrativos-institucionales relativos a las obras urbanas con licitaciones
desiertas, no se realizó ninguna estrategia comunicativa de aclaración masiva, al no
contemplarse esta problemática, casi en la totalidad de la fase dos y tres, existió la
creencia generalizada relativa a la no realización de estas obras, sentimientos de
desconfianza, desarraigo y hasta fraudes.
Esto llama la atención, pues, parecer ser que para este programa, mientras existan
participantes que den funcionamiento a las actividades y proyectos propuestos, se
cumple con la participación, mas, se prescinde de un gran porcentaje de ésta.
Aquello es reflejo de una visión acotada los resultados, mas no, en el cumplimiento
de una noción de participación integral y completa, contradictorio a los valores que
el mismo programa pregona.
d) Respecto a la Evaluación del programa, es necesario insistir que, si bien existe la
libertad por parte del equipo técnico para realizar actividades de evaluación
participativa, no es obligatorio, en tanto, éste pudiera hacerlo prescindiendo de la
participación. Resulta, por tanto, problemático, pues sólo contemplando los datos
mencionados e instancias de participación aisladas, evaluar el posible “impacto” del
programa es un baladí, un resultado desvirtuado e incompleto, que por lo demás,
pierde trascendencia en cuanto no se generan instancias masivas de difundir esta
información al grueso de la población implicada.
e) Para la Agenda Futura cabe reconocer el valor de generar un empoderamiento que
permita a la comunidad seguir articulando proyectos a través del C.V.D, mas, es
cuestionable la excesiva importancia que se le atribuye a este organismo, en
desmedro de comunidad en general; como también, el hecho de que la financiación
de estos proyectos sea posible mediante la obtención de fondos concursables
intersectoriales, niega el potencial comunitario relativo a capacidades de
autoorganización e iniciativas que surjan desde las bases. En consecuencia, se
articula una dinámica de empoderamiento unitario, una centralización del poder e
información que sólo recae a un organismo de administración creado de manera
artificial, pero aún más importante, se limita espectro de acciones posibles y
legítimas en cuanto a generar desarrollo comunitario.
Desde una mirada panorámica, son innegables los avances en materia urbana y social
anexados a la instalación del programa, el barrio se hermoseó con variadas obras y las
actividades sociales se realizaron con relativo éxito, sin embargo, refiriéndonos a la
temática de la participación, hay cuestiones insoslayables en tanto a la estructura misma del
programa y el proceso de intervención, que motivan a argumentar que ésta es un punto
débil en dicha política pública, y dista diametralmente del horizonte valórico y normativo
que defiende. A continuación, se discutirán tres nudos críticos a través de los cuales se
analizará la participación en el programa.
Participación incipiente
En términos del proceso de intervención del programa en el barrio La Vega, son patentes
los preocupantes resultados referidos a los grados de participación con los que se contó en
la fase II y III del programa. No es menor que durante todo este periodo de intervención,
más de la mitad de la población ni siquiera conozca el programa QMB, o que haya existido
un promedio de 20 a 25 personas activas participando.
Por otro lado, la ausencia de estrategias de aclaración ante la situación problemática relativa
a la demora de las grandes obras urbanas del programa, también da cuenta de un
desacoplamiento de la conflictiva y cambiante realidad comunitaria de un territorio. Los
crecientes sentimientos de apatía y desconfianza que se generaron gracias a ello, debido a
incipiente aclaración y respuesta institucional, detonaron un quiebre, un hito que terminó de
desarticular a la población general con el programa. Y lo irónico es que dicha problemática
pudo haberse subsanado con instancias de difusión de información masivas.
Arrastres institucionales
Primero, hay que considerar la predominante lógica vertical en cuanto al diseño y estructura
del programa, pues, los ejes transversales son impuestos desde la misma institucionalidad, y
las instancias de participación están forzadas a acoplarse a dichos ejes y patrones. Por otro
lado, el rol que tanto se le atribuye a la ciudadanía, en general, no es tan significativo, en
tanto, los principales mecanismos participativos del este programa son mucho más cercanos
a lo consultivo que a la co-gestión.
No es menor que en la descripción básica del programa12, para el caso de los procesos de
autodiagnósticos comunitarios, se propicie “la participación de los distintos sujetos sociales
que conviven en el barrio a fin de recoger sus requerimientos y expectativas”. Puede
parecer no importar, mas, el uso de la palabra “recoger” denota desde ya, una condición de
separatista, en cuanto, es el programa que interviene en grupo humano externo.
12
Véase: http://pdba.georgetown.edu/Security/citizensecurity/chile/politicas/QuieromiBarrio.pdf,
página 13.
Al tensionar los valores y prácticas del programa Quiero Mi Barrio, es de destacar que
predomina una lógica tecnocrática-burocrática, por sobre una comunitaria-popular. Si bien,
se contemplan variables territoriales, culturales, sociales, etc. no debemos obviar que se
éstas se ensamblan artificialmente a una modalidad homogénea de herramientas de
participación -en su mayoría consultivas-, categorías y ejes estratégicos que se aplican a
todos los barrios “intervenidos” independiente del territorio en cuestión. Ante lo anterior,
cabe mencionar también, que no se reconoce los modos de participar o asociarse
propiamente territoriales-tradicionales, como bien se graficó al no considerar ninguna
estrategia de fortalecimiento a las Juntas de Vecinos del barrio La Vega.
Por otro lado, excesiva conducción hacia formas de canalizar demandas a través de
mecanismos institucionales, como lo son, el acceso a fondos concursables del Estado,
resulta una cuestión de suma relevancia, en tanto, propicia ciertos grados de autonomía, co-
gestión y redes organizacionales-institucionales, empero, priorizar hegemónicamente estas
formas de resolver problemas territoriales responden a una forma limitada de concebir a la
ciudadanía, pues, se coarta un amplio potencial de empoderamiento comunitario ligados a
la autogestión, que en suma, implicarían dinámicas de poder que superan el paternalismo y
asistencialismo enraizado en los niveles de gestión locales. Así, desde el programa, salvo el
gran empoderamiento atribuible al C.V.D, no existen mecanismos de empoderamiento
comunitario que giren en torno a esta problemática.
Considerando esta última idea, es necesario ratificar el hecho de que el área fortalecimiento
organizacional y vecinal en el P.G.S, consista en su mayoría en capacitaciones laborales de
beneficio individual.
Además de este hecho, cabe acotar las significativas atribuciones otorgadas a este
organismo, ¿se espera que, de manera artificial y directa, el C.V.D. adquiera la legitimidad,
representatividad y competencias necesarias para dar cuenta de todos sus deberes? O por lo
demás, ¿qué sucede con las organizaciones territoriales existentes, como juntas de vecinos,
comités, etc.?
Por otra parte, es cuestionable el hecho de que cuente como un acto participativo la
exclusiva capacitación y empoderamiento unitario de esta organización, y para la base de
los/as vecinos implicados, se prioricen mecanismos de participación consultivos. Ante ello,
no podemos negar que se reproducen las típicas lógicas asimétricas de asistencialismo
propias de los modelos de gestión municipales, situación que sin duda es funcional, en
cuanto, permite el desarrollo óptimo del programa, mas, sin dinamizar de manera profunda
o significativa el tejido comunitario. Esto es fundamental, pues, el C.V.D centraliza su
poder de decisión y se coarta todo el potencial de decisión y gestión atribuible a ámbitos
comunitarios.
Un factor importante es que se opera una gran maquinaria participativa sin por lo menos
contemplar el escenario de participación y asociatividad precedente a su llegada. La
imposición de recetas ad-hoc de participación, en tanto, genéricas y homogéneas, no
necesariamente responderán con éxito en un territorio dado. Parece ser que se espera que,
en un relativo conciso periodo de tiempo, exista una ciudadanía activa y participativa a
todas las instancias dadas por el programa, más también, que se mantenga consciente de su
realidad territorial en cuanto a sus potencialidades y problemáticas, sin que exista un
periodo previo relativo al trabajo comunitario y constante de construir una ciudadanía
participativa, informada y empoderada.
No debemos olvidar que esta política pública se focaliza a sectores vulnerables, una
estrategia de activación comunitaria dada desde niveles centrales y por no más de tres años,
no tiene garantizada su eficiencia, eficacia o pertinencia per se, más en condiciones de
abandono, desigualdad, y tantos otros problemas estructurales.
En suma, el que este programa se defina como participativo, no tiene relación con generar
procesos de participación empoderadores e integrales, por lo visto, los modelos y
metodologías de intervención propuestas por este programa han de ser funcionales a la
concreción exitosa del proceso de intervención, por tanto, acopladas dentro del margen de
acción institucional, a decir, un modelo de gestión basado en los resultados y creación de
productos.
Conclusiones
No es casual, la aún abierta y punzante crisis social que está enfrentando el país en la
actualidad, sin duda, es efecto colateral de una inercia y miopía política que ha propiciado
un caldo de cultivo para un severo malestar social amordazado e impotente por décadas.
Actualmente, los cimientos de un modelo societal que reproduce desigualdad económica y
política tiemblan y se abre camino hacia nuevas formas de concebir a la ciudadanía y su
injerencia en asuntos públicos.
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