Está en la página 1de 3

Santo Domingo, D.N. 04 de diciembre del 2020.

A : Dr. Antonio M. Taveras Guzmán


Presidente de la Comisión Permanente de Justicia y Derechos Humanos
Asunto : Reflexión sobre matrimonio infantil –
Somos niñas, niñas.

“Al tiempo que iniciaba mi educación secundaria, acudí junto a las Hermanas Carmelitas a

visitar un lugar de ancianos ubicado en una zona rural al oeste del país. Observé que habían

muchas niñas, que bajo el sol incasdescente de las 11 de la mañana y, a veces, con los pies

descalzados, algunas hasta cargando otros bebés, acudían a una pequeña bodega y allí

compraban lo que parecía detergente, víveres y demás alimentos.

[…] Más de en una ocasión, deseé invitarlas a jugar con una pelota había traido

esperanzada de encontrar otros niños de la zona con los que compartir. Empero, tras

observar hacia fuera y concentrarme un poco más en las tareas que realizaban, me percaté

que en sus jóvenes rostros de 9, 10 y hasta 16 años de edad, se vislumbraba tristeza, mucha

tristeza y quizás, algo más.

Esto me extrañó, a pesar de que no indagué en el momento acerca de ello. Tras contemplar

este panorama, que no parecía muy alentador, simplemente me volví hacia mis compañeros

y charlamos con los envejecientes hasta la hora de partida.

Al llegar a mi adultez, comprendí que el trasfondo de aquella obra era muchísimo más gris y

entristecedor que el hecho de que no pude jugar con ellas.“ (Arias, 2020)

Y es que estas niñas se veían en la obligación de interpretar precipitandamente un papel que

no necesariamente habían audicionado para. Rememoro aquella anécdota y persisten las

mismas interrogantes que me formulé tras la conversación: ¿Por qué puedo ser niña y ellas
no? ¿Por qué yo puedo disfrutar de mi niñez y adolescencia, y ellas no? ¿Por qué yo puedo

simplemente preocuparme de hacer mi tarea de Lengua y tener tiempo de practicar mi

deporte preferido y ellas no? ¿Por qué yo y ellas no? Recuerdo que en 5to grado de primaria

aprendí un artículo de la Constitución Dominicana Infantil que reza: “La familia, la sociedad

y el Estado tienen la obligación de asegurar el desarrollo, la formación y el goce de todos

los derechos fundamentales de los menores de edad, es decir, niños, niñas y adolescentes”.

Vivimos en una misma isla, con la misma gente y bajo las mismas leyes. Naturalmente, no

hay lugar para diferencias.

En el 2017, un estudio revelado por Plan Internacional RD arrojó que una de cada cinco

adolescentes casadas conviven con una pareja de hasta 10 años mayor que ellas. Una de cada

cinco adolescentes no ha podido disfrutar de una de las etapas más felices e importantes en la

vida de un ser humano, por ser niña. Una de cada cinco adolescentes se ha convertido en

mujer sin nisiquiera saber que significa ello. Una de cada cinco adolescentes ha tenido que

decir adios a su vida, por las acciones de las personas supuestas a amarlas y protegerlas. ¡Qué

díficil es convivir con la fiera en tu mismísimo hogar y no poder escapar! Porque la oveja, es

quien te ha vendido a ella.

¿No les conmueve que niñas que podrían ser sus hijas, sobrinas, nietas, hermanas, vecinas;

padezcan de lo que no tienen culpa alguna? ¿No les conmueve que sufran las consecuencias

de una ley irresponsable y permisiva que se preocupa más de aquellos ya grandes y formados

que de aquellos indefensos y que aún no conocen el mundo? Pero que al hacerlo, obtendrán

una imagen distorsionada de lo que son y deben ser. Trayendo a menudo tempranamente al

mundo, otros seres que se verán bajo la sombrilla del mismo yugo.

Al parecer se está ignorando que el matrimonio infantil jamás será un acto voluntario de los

adolescentes y niños, puesto que no estamos en condiciones neurológicas para tomar


decisiones de la vida adulta, sino que por nuestra condición de niños o adolescentes son

ustedes los tomadores de decisiones, los que deben rezar por nuestra protección y debido

desarrollo. El matrimonio infantil, ya sea de unión libre o peor, avalado por la ley; no es una

oportunidad para salir de la pobreza, es un creador de bucles de pobreza extrema. Y ustedes

lo saben.

Ya basta de permitir estos abusos bajo el resguardo de la ley. Ya basta de normalizar que

niñas traigan otros niños al mundo y sean prematuramente convertidas en mujeres, para

cuando verdaderamente hayan alcanzado esa etapa, su vida se haya consumido en la nada, así

como sus sueños y aspiraciones. Por causa del abuso y la desatención.

- Soy Elisa Familia, tengo 14 años y soy una niña.

También podría gustarte