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el
psiquiatra,
la
confianza
nace
de
la
sumisión:
del
niño
a
su
madre,
del
pasajero
al
piloto
del
avión,
pero
también
del
individuo
al
poder
autoritario.
Psiquiatra,
psicoanalista
y
etólogo,
fundador
(al
final
del
2013)
del
Instituto
Pequeña
Infancia,
Boris
Cyrulnik
nos
dice
desde
hace
treinta
años
que
el
ser
humano
ne
puede
vivir
sins
sus
“alimentos
afectivos”.
Quien
mejor
que
él
podría
hablarnos
de
la
manera
en
la
que
la
confianza
se
construye
en
nosotros
desde
el
nacimiento
–
o
se
reconstruye,
como
lo
explica
el
concepto
de
resiliencia,
clave
de
su
trabajo
de
psicoterapeuta?
Tiene
usted
la
impresión
que
la
desconfianza
se
generaliza,
particularmente
en
Francia?
Si,
nosotros
vivimos
en
una
sociedad
de
desconfianza
en
aumento
y
generalizada.
La
primera
razón
que
me
viene
a
la
mente,
es
que
vivimos
en
democracia.
En
las
sociedades
de
la
sumisión,
la
confianza
es
total.
Cuando
la
regla
es
inscribirse
en
una
jerarquía
y
seguir
a
un
jefe,
la
mayoría
le
da
una
confianza
ciega
–se
trate
de
un
religioso,
de
un
militar,
de
un
científico
o
de
un
filósofo.
Ciertamente,
esto
termina
siempre
mal.
Se
termina
por
odiarlo
y
revocarlo,
pero
en
general
por
remplazarlo
por
otro
jefe.
En
las
sociedades
obedientes
al
orden
de
la
sumisión,
aquellos
que
se
salen
de
las
normas
son
deportados,
torturados,
eliminados.
Reina
allí
la
calma
de
la
certitud.
Se
sabe
de
donde
viene
la
verdad,
eso
apacigua
y
da
confianza.
Con
certeza,
el
precio
a
pagar
es
exorbitante:
es
aquel
de
la
ignorancia.
Entre
menos
se
tienen
conocimientos,
más
se
tienen
certitudes
y
más
se
está
confiado.
De
manera
contraria,
en
una
democracia,
mil
verdades
y
maneras
de
vivir
se
contradicen.
La
libertad
diversifica
las
normas
y
el
compartir
el
saber
complejiza
las
visiones.
Es
más
estimulante.
Pero
el
precio
a
pagar
es
la
intranquilidad
y
la
duda,
y
entonces,
la
desconfianza.
No
se
puede
a
la
vez
cultivar
la
duda
y
la
confianza?
La
dificultad
es
que
se
trata
de
dos
placeres
divergentes.
El
dogma
es
placentero
porque
tranquiliza.
Algunas
personas
tienen
vitalmente
la
necesidad
de
creer
en
las
certitudes
–
aquellas
del
clan,
de
la
comunidad,
del
jefe.
Dentro
de
estos
círculos,
su
confianza
es
tan
total
como
su
desconfianza
respecto
a
aquello
que
se
sitúa
afuera
del
mismo.
Sin
embargo,
el
mundo
moderno
ha
visto
encenderse
otro
tipo
de
placer:
el
placer
de
pensar,
de
cuestionar,
de
encontrar,
de
desafiar,
de
dudar,
tantas
actitudes
que
angustian
a
las
personas
del
primero
tipo,
que
quieren
que
les
digan
lo
bello,
lo
bueno,
lo
verdadero,
lo
malo
y
lo
feo.
Dicho
esto,
los
dos
tipos
de
personas
se
mezclar
a
veces,
hasta
dentro
de
las
mismas
personas.
Por
tomar
sólo
un
ejemplo,
los
científicos,
que
deberían
ser
quienes
hacen
las
preguntas
al
servicio
de
la
duda
y
de
la
democracia,
ceden
fácilmente
al
atractivo
de
las
certitudes
y
forman
a
menudo
tan
conformistas
como
los
religiosos.
Nosotros
no
permanecemos
en
la
desconfianza:
si
me
subo
a
un
avión,
resultado
de
una
sociedad
científica
compleja,
confío
bastante
en
el
piloto!
Si,
porque
al
montarse
en
el
avión,
ustedes
se
someten.
En
los
momentos
de
viaje,
ustedes
olvidan
la
democracia:
hay
un
jefe
a
bordo
y
ustedes
se
regocijan
al
darle
100%
su
confianza,
algo
que
difunde
en
un
ustedes
los
neurotransmisores
de
la
tranquilidad.
O
son
ustedes
parte
de
la
minoría
que
no
tiene
confianza
–
ni
en
el
avión
ni
en
el
piloto
–
y
se
emborrachan
con
ansiolíticos
para
que
su
viaje
no
se
transforme
en
una
pesadilla.
La
confianza
es
nuestro
tranquilizante
natural,
nuestra
condición
de
partida.
Quiere
usted
decir
que
el
niño
(infante)
construye
su
confianza
al
someterse?
Absolutamente.
No
hay
otra
opción:
sino,
la
muerte.
El
debe
darle
confianza
absoluta
a
su
madre,
o
la
persona
que
se
ocupe
de
él,
porque
ella
despliega
una
alteridad
afectiva
a
la
que
el
va
a
apegarse.
Sin
este
“baño”
de
afección,
su
desarrollo
viológico
no
se
lleva
a
cabo
y
el
niño
se
apaga
para
siempre.
Si
la
alteridad
afectiva
existe,
aunque
débilmente,
si
hay
una
guerra,
si
su
madre
muere
u
oscurece
en
la
depresión,
o
todavía,
si
hay
una
fuerte
violencia
conyugal,
el
recién
nacido
no
puede
apegarse
a
otros;
el
sobrevive,
pero
de
manera
autocentrada,
psicótica.
El
fundamento
de
la
confianza
es
entonces
el
apego,
es
decir,
el
sentimiento
de
pertenencia
–
“yo
pertenezco
a
otro”
–
lo
que
le
da
al
niño
un
sentimiento
de
confianza
en
sí
mismo
y
le
permite
su
desarrollo.
Este
sentimiento
de
pertenencia
es
necesario,
delicioso
y
peligroso.
Necesario,
porque
biológicamente
es
vital.
Delicioso,
porque
el
bebé
siente
un
gran
placer
al
encontrar
un
nido
en
el
que
se
puede
cobijar
–
construyendo
en
su
memoria
la
base
de
la
seguridad
y
de
disfrute
que
el
rencontrará
en
sus
relaciones
amorosas.
Pero
este
apego
este
apego
es
también
peligroso,
porque
va
a
convertirse
en
un
prisión,
un
molde,
la
fuente
de
sus
conformismos.
Cuando
se
convierte
en
adolescente,
el
niño
intentará
liberarse,
pero
generlmente
no
por
completo,
porque
heredará
los
gustos
y
disgustos
de
su
grupo
–
confiando
en
algunas
relaciones
y
desconfiando
de
otras.
Puede
tener
uno
confianza
en
otros,
sin
tenerla
en
uno
mismo?
Es
necesario
cambiar
la
propuesta:
es
porque
confío
en
los
demás,
que
puedo
construir
la
confianza
en
mí
mismo.
Habiendo
estado
bañado
en
una
alteridad
aseguradora,
mi
memoria
biológica
me
impregna
de
una
confianza
en
mí
mismo
que
me
da
la
posibilidad
y
el
placer
de
partir
a
la
conquista
de
cosas
y
de
personas.
Es
entonces
la
alteridad
lo
que
crea
confianza
en
nosotros
mismos.
Luego,
por
supuesto,
la
confianza
en
el
otro
y
la
confianza
en
sí
mismo
entran
en
un
bucle,
un
círculo
virtuoso
o
vicioso.
La
famosa
“resiliencia”,
de
la
que
usted
nos
habla
desde
hace
años,
no
dice
ella,
en
lo
profundo,
que
una
confianza
desgarrada
puede
repararse?
De
echo,
tanto
en
el
niño
como
en
el
adulto,
mientras
no
haya
fallecido,
la
confianza
se
puede
reconstruir.
No
hay
una
sola,
sino
muchas
resiliencias.
La
resiliencia
afectiva
consiste
en
reaprender
a
tener
confianza
en
otros.
Existe
una
resiliencia
familiar:
se
ven
familias
que
explotan
y
que
luego
se
reorganizan
con
éxito.
De
manera
similar,
se
habla
de
resiliencia
sociocultural:
algunos
grupos
de
inmigrantes,
terminan
con
muy
pocos
síndromes
psicotraumáticos,
mientras
que
otros
son
desgarrados
por
la
desconfianza
que
suscita
la
inmigración.
Aunque
los
descubrimientos
más
espectaculares,
conciernen
a
la
resiliencia
neuronal.
Recuerda
usted
que
en
una
entrevista
anteriormente
(leer
CLES
nº
76),
utilizo
la
metáfora
del
campo
de
trigo
para
describir
lo
que
sucede
en
el
cerebro
de
un
niño
abandonado
que
se
encuentra
de
repente
en
un
baño
afectivo
asegurador?
Le
contaba
que
sus
dendritas,
es
decir,
sus
conexiones
entre
las
neuronas
de
su
cerebro,
volvían
a
brotar
como
espigas
de
trigo
agotadas
por
la
sequía,
sobre
las
que
caía
por
fin
una
lluvia
salvadora.
Y
bien,
tractografías
recientes
extraordinarias
(una
técnica
de
IRM
que
permite
poner
en
evidencia
las
vías
neuronales)
han
demostrado
que
esto
sucede
realmente:
apenas
en
algunos
días,
un
cambio
de
contexto
afectivo
puede
cultivar
las
dendritas
y
las
neuronas
en
la
cabeza
del
niño!
Algunas
familias
fomentan
la
desconfianza
(tal
vez
hasta
la
paranoia),
otras
cultivan
la
apertura
(en
casos
hasta
la
credulidad).
Esto
impregna
a
los
niños
para
toda
su
vida?
Los
norteamericanos
Froma
Walsh
y
Steven
Wolin,
o
los
franeses
Michel
Delage,
lo
han
demostrado.
En
primer
lugar,
en
ambientes
muy
pobres,
pero
también,
cada
vez
más,
en
nuestras
sociedades,
se
vive
con
un
“síndrome
de
sprint”.
Despertar
a
un
niño
a
toda
velocidad,
correr
a
dejarlo
en
la
guardería
o
en
el
colegio,
luego
recogerlo
a
toda
prisa
en
la
noche,
en
resumen,
organizar
alrededor
de
él
un
nicho
sensorial
ultraestresado,
no
es
ayudarlo
a
construir
su
confianza.
Anteriormente,
los
niños
estaban
adheridos
a
una
rusticidad
entumecedora;
hoy
en
día,
están
proyectados
en
un
“sprint”
angustiante.
Se
vuelven
desconfiados
y
agresivos
hacia
sus
papás,
como
diciéndoles
“Esperaba
de
ti
la
seguridad,
tu
más
dado
la
angustia”.
El
colegio
puede
amortiguar
este
shock?
No
bastaría
con
que
los
profesores
dejaran
de
descalificar
a
sus
estudiantes
diciéndoles
que
nunca
“han
visto
una
clase
así
de
nula”?
Bueno,
eso
no
ocurre
en
todos
los
cosas.
Conozco
países
en
angustia,
por
ejemplo
los
dos
Congos,
donde
he
visto
clases
de
180
estudiantes
que
estaban
en
recintos
ultra
abarrotados,
pero
concentrados
en
lo
que
su
profesor
les
decía.
Estos
niños
viven
a
veces
a
tres
horas
de
camino
del
colegio,
pero
no
faltarían
por
nada
del
mundo,
ya
que
representa
el
solo
embiente
donde
les
cuentan
cosas
interesantes,
la
única
esperanza
de
salir.
Mientras
que
en
nuestra
sociedad
de
plétora
(abundancia
excesiva
jeje)
y
sprint,
el
colegio
se
ha
convertido
un
lugar
de
aburrimiento
y
los
niños
se
muestran
desesperados
de
que
los
profesores
se
pasen
su
tiempo
imponiéndoles
disciplina,
terminan
entonces
exhaustos
diciéndoles
a
los
estudiantes
“
Ustedes
son
inútiles”.
Es
el
desgaste
absurdo
porque
en
realidad,
estos
niños
son
cada
vez
más
inteligentes
–
más
que
nosotros
a
su
edad!
En
todas
las
encuestas,
por
ejemplo,
aquella
de
Eric
Debarbieux
para
la
Unicef,
se
muestra
que
realmente
el
70%
de
los
niños
estiman
y
quieren
a
su
profesor
de
escuela.
Entonces,
qué
hay
que
hacer?
Imitar
a
los
países
del
norte
de
Europa,
como
han
estado
haciendo
los
brasileños:
frenar.
Es
decir,
retrasar
la
edad
de
entrada
al
colegio,
que
sea
la
más
tardía
posible,
disminuir
el
volumen
del
aprendizaje
escolar,
limitar
la
duarción
de
los
cursos
a
dos
veces
20
minutos
–
las
personas
no
pueden
mantener
su
atención
por
una
hora,
pero
uno
le
exige
a
los
niños
que
deben
hacerlo!
Los
niños
tienen
ganas
de
subirse
por
las
paredes,
y
uno
los
obliga
a
no
moverse,
es
un
suplicio
.
La
mezcla
podría
ser
algo
más
por
mejorar.
Los
Europeos
del
Norte
han
hecho
todo
esto,
y
sus
resultados
están
entre
los
mejores
del
mundo.
Ellos
han
vuelto
mixtos?
Está
en
debate.
En
Irlanda,
las
niñas
han
exigido
la
separación
de
sexos,
porque
la
presencia
de
los
niños
las
inhibe.
En
Canadá,
los
congresos
han
debatido
la
cuestión.
Pero
sabemos
que
:
en
la
mezcla,
las
niñas
se
desenvuelven
cada
vez
mejor,
al
cuarto
y
tercero
les
conviene
de
maravilla.
70%
de
los
médicos
son
mujeres,
70%
de
los
veterinarios,
80%
de
los
jueces,
85%
de
los
profesores,
etc.
Es
entonces,
un
progreso
formidable,
ellas
ya
no
son
dependientes
de
los
hombres
–
para
ellas,
es
la
libertad
y
la
confianza
por
fin!
Aunque
esto
despersonaliza
completamente
a
los
niños
(hombres),
un
número
cada
vez
más
creciente
de
ellos
se
rinde.
El
modelo
masculino
está
en
plena
crisis:
en
su
inconsciente
colectivo,
se
mantienen
ligados
a
los
sectores
primarios
y
secundarios
(agricultura,
minas,
industrias,
etc),
que
han
pasado
a
un
segundo
plano,
si
es
que
no
han
desaparecido.
Este
avance
general
de
las
niñas
por
encima
de
los
niños
es
una
bomba
retardada.
Es
una
bomba
que
amenaza
la
confianza
entre
los
sexos?
Anteriormente,
en
el
imaginario
colectivo,
el
hombre
descendía
a
la
mina
y
estaba
orgullosos
de
darle
todo
su
dinero
a
su
mujer,
quien
le
daba
toda
su
confianza.
La
cultura
fomentaba
este
sentido.
Hoy
en
día,
la
cultura
impulsa
el
narcisismo
y
de
esta
manera,
la
desconfianza.
Narciso
piensa
en
él,
no
en
otros.
La
definición
de
la
perversión
narcisista,
es
el
disfrute
solitario:
yo
no
tengo
necesidad
de
otro
para
ser
disfrutar.
Esta
es
toda
la
tendencia
“sex
toy”,
que
permite
la
sexualidad
(hacer
el
amor)
solo.
Fui
invitado
por
Brigitte
Lahaie
a
RMC
(un
programa
de
radio
dedicado
a
temas
de
la
sexualidad),
y
quedé
estupefacto
por
las
preguntas
de
los
oyentes.
Una
mujer
con
una
voz
magnífica
describía
su
“hermoso
juguete
sexual
“,
que,
decía
ella,
le
daba
mayor
disfrute
que
su
novio.
El
individualismo
pone
en
peligro
la
confianza
en
nuestras
relaciones
afectivas
amorosas?
Esas
son
dos
cosas
diferentes.
Estar
enamorado
es
en
sí
mismo
un
estado
narcisista,
donde
el
otro
no
cuenta
realmente.
Mientras
que
en
el
apego,
hay
obligatoriamente
una
alteridad.
De
echo,
está
confirmado
que
en
nuestra
cultura
bien
organizada,
rica,
en
paz,
tenemos
cada
vez
menos
necesidad
del
otro.
La
alteridad
está
yendo
a
la
baja
constantemente,
y
nosotros
lo
pagamos
caro.
Daría
casi
ganas
de
regresar
a
una
sociedad
tradicional!
Eso
que
sienten
muchos
jóvenes
que
encuentran
el
sentido
de
un
clan,
que
se
inscriben
en
un
ONG
o
esperan
que
la
familia
les
de
el
bienestar
que
ellos
no
encontraban
anteriormente.
La
mayoría
de
los
adolescentes
sueñan
con
formar
su
familia.
Mientras
que,
más
de
la
mitad
se
divorciará
muy
rápido.
La
confianza
es
entonces
una
dimensión
que
nuestra
descendencia
deberá
reinventar.
Actualmente,
ignoramos
de
qué
manera.