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REFLEXIÓN SOBRE LA ADOLESCENCIA

Es sin lugar a dudas la etapa de la adolescencia una época singular en la vida de


toda persona, ya antes lo era y en la actualidad en la denominada
postmodernidad, lo continúa siendo, solo que cada vez que avanza esta sociedad
parece ser que los problemas de nuestros adolescentes son cada vez más
diversos y complejos.

A cualquier persona que se le pregunte sobre la etapa adolescente, sea de la


generación que sea, soltará algún comentario tal como, “la típica edad del pavo”,
“a esa edad se vuelven insoportables”, “todo se les vuelve problemático a los
jóvenes”, etc…

Pues bien, realmente el perfil de los adolescentes siempre ha venido marcado por
un profundo aroma a “problemas”. Es una etapa de cambios, por un lado de
cambios físicos y hormonales, éstos son inevitables y a pesar de que se suelen
achacar al típico vecinito que no para de molestar, han sido sufridos por cada una
de las generaciones desde que la cebada se utiliza para obtener cerveza.

Dichos cambios físicos acompañan a una etapa en la vida de las personas en que
se empiezan a vivir otras experiencias, a veces traumáticas, queremos ser adultos
y algunos hasta se lo creen, se nos obliga a asumir ciertas responsabilidades,
estamos en edad de merecer y de trabajar, aparecen apetitos hasta la fecha
desconocidos como el sexo, necesitamos más que nunca sentirnos admitidos y
comprendidos. Desde la sociedad se viene criticando muy duramente la nueva
generación de jóvenes que, entre todos, estamos creando, porque a fin de cuentas
no podemos olvidar que nuestros/as hijos/as son producto de todo lo que les
rodea. Se les acusa de vagos, desmotivados, maleducados, violentos,
individualistas, gastadores compulsivos, despreocupados de la vida social y
política, borrachos, vividores, y un largo etcétera.

Y no es que solo se les acuse, sino que además muchos de ellos mismos se
reconocen y definen como egoístas y consumistas. No cabe duda que la situación
que se nos viene encima es preocupante, cada generación que viene, tiene la
sensación de que la que le sigue detrás aun es peor, más conflictiva, más violenta,
en resumen, más problemática.

Se les acusa de no valorar el esfuerzo, no tener consciencia de lo que cuesta


ganar las cosas, que todo lo que se tiene proviene del cielo, y no del esfuerzo de
alguien al que llaman “Papa”. Nuestros abuelos e inclusos muchos padres y
madres de hoy, hablan de generación de consentidos, de mimados, de
despreocupados, de egoístas… sin darse cuenta que han sido ellos mismos los
que los convirtieron en lo que son, aunque cuando se les tilda de lo anterior, es
muy fácil recurrir al “no quiero que mi hijo pase por lo que yo he pasado” u otra

perla como “quiero que tenga todo lo que yo no pude tener”.

Otra característica que identifica el perfil adolescente, y social en general, es la


violencia y conductas delictivas que poco a poco van dejando de ser monopolio de
la marginalidad y la adultez, para convertirse en realidades de la denominada
“clase media”. No en vano los centros de menores se encuentran a rebosar y cada
vez es más común ver en ellos a hijos de universitarios y de padres acomodados,
lo cual nos debería hacer reflexionar a todos y analizar fervientemente las posibles
causas, pues al fin y al cabo que un joven sin nada en la vida se preste a robar o
asaltar tendría cierta explicación, ahora bien, un joven acomodado, con todo lo
que necesita y con un potencial futuro prometedor.

Así pues, mientras los padres y madres echan la culpa de lo que son sus
adolescentes al colegio o a la sociedad, los educadores hacen lo mismo, pero al
revés, y entre tanta culpa, nos olvidamos al final de lo importante, solucionar lo
que nos ataña.
Los adolescentes, desde siempre, sienten la necesidad vital de empezar a
definirse como individuos al marguen del grupo, de destacar, y reconocerse a sí
mismos, desvinculándose de lo que les ahoga o controla, es decir, la familia.

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