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I. Información General
II.- Sumilla
Estudiaremos la estructura del texto hebreo, ayudados del material que utilizaremos en el
estudio, sus pensamientos,su cultura, su religiosidad, su espiritualidad y su desarrollo en el
tiempo, en todo esto nuestro interes será conocer a profundidad la realidad de la cual nacen
posteriormente los textos bíblicos, para comprender con detalles la fe ( las diversas expresiones
de esa fe) y las crisis socio religiosa del pueblo hebreo.
La exégesis será la observación, el análisis, ver las estruturas, los contextos, trabajar la
gramática
y la lingüística del pensamiento hebreo y traducir e interpretar los acontecimientos que vemos
en los textos. La exégesis será penetar los textos y desde esos textos: ver y sacar correctamente
su verdadero sentido.
III.- Justificación
Objetivo General:
- Tener las herramientas necesarias para profundizar y conocer el pensamiento del antiguo
Testamento.
Objetivos específicos:
Unidad I
-Qué es la exégesis y cómo ingresar dentro de los textos bíblicos. Metodología del trabajo
de investigación…
Objetivos especificos
-Cómo acercarnos a un texto para hacer un trabajo de investigación.
- Una lectura panorámica en busca de imaginarnos el todo…
- Lo previo, lo tuyo, lo que tú ya conoces… del curso…
Cronograma de actividades
Unidad II
Objetivos específicos:
Unidad III
Objetivos específicos:
Unidad IV
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
VII. Evaluación
José L. Licre.
El pentateuco.
Introducción al pentateuco…
I. Los Narradores e Historiadores de Israel Quizá fue una noche de frío, junto al
fuego, cuando comenzó a contarse la historia de Israel. Primero los ancianos que
recordaban las andanzas de antepasados famosos. Llegaron más tarde los grupos del
Vendrían luego los poetas populares, cantores de gestas realizadas contra los
filisteos, que cambiaban batallas y ejércitos por una buena comida antes de seguir
santuarios, relataban al pueblo cómo se apareció Dios en aquel lugar sagrado. Así,
las tradiciones históricas de Israel. Hasta que surgió una clase más culta, en torno a
proceso de construcción del templo de Jerusalén y del palacio, con sus numerosos
que datos tan importantes se pierdan con el paso del tiempo. Por último, dentro de
esta tradición escrita, surgen verdaderos genios, que recopilan con enorme esfuerzo
los relatos antiguos y los unen en una historia continua del pueblo. Algunos se
de su época, como la subida de David al trono o las terribles intrigas que provocó
las tradiciones que iban desde la conquista de la tierra (siglo XIII) hasta la
deuteronomista” (Josué, Jueces, Samuel, Reyes). Pero, siglos más tarde se produce
agarra los libros de Samuel y Reyes y los copia al pie de la letra, pero suprimiendo
lo que no concuerda con su punto de vista y añadiendo otras tradiciones. Surge así
distintos contarán la historia de la rebelión macabea. De este modo, siglo tras siglo,
en Israel ¿Por qué los israelitas concedieron tanta importancia a contar la historia?
historia es para Israel el lugar del encuentro con Dios. La fe de este pueblo no se
basa en mitos atemporales, ajenos al espacio y al tiempo que nos rodean. Es una fe
mundo. A través de ellos, Dios revela su amor, su perdón, su interés por el hombre,
revelación que cae del cielo, perfectamente esbozada y concretada en todos sus
pormenores, de una vez para siempre. Dios se revela poco a poco, paso a paso, no a
perfectamente, una lucha humana por penetrar en el misterio del Señor. Y así, igual
que los cristianos conocemos a Jesús por lo que él hizo y dijo, por lo que el Espíritu
sigue realizando en la Iglesia, también los antiguos israelitas conocieron a Dios por
lo que hizo y dijo a lo largo de la historia. Nada tiene de extraño que los israelitas
maravillas que el Señor ha hecho por su pueblo”. Esta interpretación oficial corre el
peligro de idealizar los hechos y no valorarlos rectamente. Sin duda, hubo en Israel
autores que vieron la historia como lugar del encuentro del hombre con Dios, y
precisamente por ello dedicaron gran parte de su vida a escribirla. Pero muchos de
hablando del interés que concedían los asirios y babilonios a contar el pasado, lo
exaltación del héroe; 4) utilidad práctica, para los calendarios, la adivinación, etc.;
apartado, los restantes nos ayudan a comprender por qué los israelitas escribieron
política está, a veces, mucho más presente en la Biblia incluso que el estrictamente
religioso. Así lo advirtieron los fariseos, que no aceptaron en el canon los libros de
sino en su valor como arma política. Por otra parte, ya a comienzos de siglo hablaba
histórica siempre persigue [en oriente] un fin determinado, y éste es, naturalmente,
demostrar lo justificado de las pretensiones políticas planteadas por las partes que
entre lo político y lo religioso carece de sentido para un israelita antiguo, puede ser
esclarecedora para un lector actual. Por otra parte, así se explica que muchas
páginas de la Biblia resulten poco “edificantes” para los cristianos actuales y no les
vean ningún provecho; leídas a la luz de motivos políticos, adquieren todo su
todo. Esto no tiene nada de extraño, ya que incluso entre los historiadores actuales
impuesta por la época y la cultura, también debemos tener presente que, dentro del
escribirla. Cosa natural si pensamos que las primeras obras están separadas de las
últimas por más de diez siglos. A continuación intentaré esbozar a grandes rasgos
extraño que empecemos hablando de este modo de enfocar la historia, tan poco
actual y científico, pero esta concepción tuvo gran importancia en los primeros
siglos de Israel y no podemos pasarla por alto. Sus rasgos fundamentales los
personaje famoso por sus hazañas militares: Sansón, Gedeón, etc. Los autores que
nos transmitieron estas sagas (primero oralmente, luego por escrito) carecen de una
visión profunda de la historia: les falta un análisis serio de los factores económicos,
políticos o sociales; son incapaces de captar una relación de causa y efecto entre los
Transmiten a veces noticias de gran valor histórico, pero carecen de una concepción
rasgos fundamentales. Primero, la tendencia a exagerar los datos: los ejércitos son
inmenso, etc. Segundo, la afición a introducir milagros. Quizá sería más exacto
decir que estos autores no conciben que la historia marche adelante sin una serie de
por encima del héroe o del protagonista. Esta forma de concebir la historia y de
escribirla es típica de los primeros siglos de Israel, pero sigue dándose en tiempos
posteriores, incluso hasta el siglo II a.C. Como ejemplos concretos de este tipo de
según sus fuerzas inmanentes, dirigida por la voluntad de los hombres, arrastrada
por sus pasiones y ambiciones, sin que en ningún momento se perciba una
tiempos muy antiguos. No se puede comparar a estos historiadores con los actuales,
pero se encuentran mucho más cerca de nosotros que los de la anterior concepción.
compárese la batalla de Gedeón contra los dos reyes madianitas (Jue 8,4ss) con el
capítulo anterior (Jue 7), ejemplo típico de la postura épicosacral. Para algunos, la
ampulosos elogios de los reyes asirios al relatar sus grandes hazañas. Por el
contrario, parece haber mantenido una apreciación especialmente sensata de la
oculta el hecho de que tiene que vérselas con pequeñas tribus vecinas, que lo
corriente eleva el relato hasta esa zona del realismo a que tan sólo los escritores
literatura judía que no está incluido en el Antiguo Testamento tal como lo conocen
de los días más heroicos de la nación judía, relato sincero tomado de testigos
Macabeo (…) La historia de esta hazaña está narrada con escrupulosidad científica,
punto de vista que no es, ni pretende serlo, el del historiador imparcial, sino el del
teólogo con un mensaje que transmitir y unas ideas que inculcar. Naturalmente, los
puntos de vista varían según las épocas y los autores (profetas, sacerdotes). Sólo la
que abarca las grandes obras “históricas” de Israel, como la Historia deuteronomista
prescindir de hechos de gran interés histórico para nosotros, o incluso en falsear los
acontecimientos o deformarlos. Tendremos ocasión de ver numerosos ejemplos.
Pero su ingente trabajo nos hace pensar que eran personalidades enormemente
porque no pudieron, sino porque no quisieron. Así se explica ese extraño fenómeno,
hebrea quienes hicieron que esa historia valiera la pena”. Aunque de estas tres
resultado final ha sido una amalgama de las tres posturas. En ciertos momentos
definitiva, cada autor, con su mentalidad, intentó dejar claro a sus contemporáneos
que el pasado no es algo accesorio, que conviene tenerlo siempre presente (“el que
diario por la mañana sabe que cada noticia hay que leerla a su manera. No son lo
mismo las páginas de información política que las deportivas. Ni el chiste del día
tiene nada que ver con los anuncios por palabra. Cada autor, según la materia que
trata, utiliza un “género literario” distinto. De acuerdo con él, valoramos sus
futbolista de moda y las del presidente de los Estados Unidos (aunque algunos
empleamos el mismo estilo que si escribimos una carta a nuestros padres o una
carta comercial. Este detalle, tan elemental, tardó tiempo en ser advertido en la
sus autores. Lo que dice un poeta no podemos interpretarlo tan literalmente como
una lista de funcionarios de Salomón. Un narrador popular, enfrentado directamente
catalogar todos los géneros literarios que se usan en la Biblia, y no todos los autores
este apartado incluiría los decretos como 2 Cr 36,23; Esd 1,2-4 y los memorándum
fenómeno de la naturaleza (Jue 15,9-19); tribal (Jue 18); de héroes (Josué, Gedeón,
cuenta de que, ante géneros tan distintos, debemos adoptar posturas distintas a la
suponer que mucho de lo que dicen (incluso todo a veces) ha sido inventado por el
autor del libro. No nos extrañemos; también el gran historiador griego Tucídides se
documentos, no es lo mismo una lista de ministros de David (que ofrece todas las
garantías) y la lista de los descendientes de Noé (Gn 10), que pretende abarcar a
todos los pueblos del mundo. No podemos poner al mismo nivel una leyenda
Nombre Los cinco primeros libros de la Biblia (Génesis, Éxodo, Levítico, Números
rollo de papiro; más tarde pasó a significar “volumen”, “libro”. Por eso, Pentateujos
los cinco primeros libros como la “ley” (Torá), “la ley de Moisés”, “el libro de la
ley”, “el libro de la ley de Moisés”, subrayando con ello el contenido legal de estos
Pentateuco ofrece un conjunto bastante armónico, que abarca desde la creación del
mundo (Gn 1) hasta la muerte de Moisés (Dt 34). A grandes rasgos, cuenta los
secciones legales (parte del Éxodo, todo el Levítico, gran parte del Deuteronomio).
Primeras etapas hacia la tierra prometida (Ex 15,22-18,27) 5. En el monte Sinaí (Ex
de Moab (Nm 22-Dt 34) 1. El Génesis comienza hablando de los orígenes del
pronto por el pecado de la primera pareja, al que siguen otra serie de injusticias y
por toda la tierra (Gn 1-11). Pero Dios responde la cadena continua del mal con la
vocación de Abrahán, comienzo de la salvación para todos los hombres. 2. Con esto
(Gn 12-36). Andanzas y aventuras de pequeños pastores, alentados por una doble
promesa que Dios les hace: una descendencia numerosa como las estrellas del cielo
dramáticamente, con retrasos y tensiones que hay que aceptar con fe. Desde el
no les da de comer. Sin embargo, el libro del Génesis termina con estas palabras de
José a sus hermanos: “Yo estoy para morir, pero Dios cuidará de ustedes y les hará
subir a la tierra que juró dar a Abrahán, Isaac y Jacob” (50,24). Esta vuelta desde
Egipto hacia la tierra prometida será el tema central de los cuatro libros restantes
del Pentateuco (a excepción del Levítico, que se limita a cuestiones legales). 3. Los
comienzos del libro del Éxodo nos sitúan en el momento en el que “subió al trono
de Egipto un faraón que no había conocido a José”. Tiene lugar entonces una dura y
Siguen tres meses de camino hacia el monte Sinaí. En pocas páginas se condensa la
nueva experiencia del desierto, con sus amenazas de hambre y sed, el acoso de
revelación. Allí tiene lugar la alianza y el Señor dicta las normas que deben regir la
conducta del pueblo en los más diversos aspectos. Se trata de una amplísima
sección legal (Ex 19-40, salvo algunos capítulos; todo el libro del Levítico; Nm 1,1-
10,10) que no es útil detallar ahora más exactamente. Entre los pocos pasajes
narrativos de este inmenso apartado destacan los encuentros de Moisés con Dios en
el monte, y el famoso episodio del becerro de oro (Ex 34). 6. Se reanuda la marcha,
caminando desde el Sinaí hasta la estepa de Moab (Nm 10,11- 21,35). Es una
sed, motines del pueblo, rebelión de algunos cabecillas, desánimo ante los primeros
Pentateuco: oráculos del vidente pagano Balaán, primer conflicto con los cultos
sobre todo, la gran despedida de Moisés y su muerte. Este amplio apartado (desde
extenso discurso de Moisés antes de morir. Comienza recordando los años pasados,
desde que Dios ordenó ponerse en marcha en el Sinaí (Dt 1-4). A la promulgación
del decálogo y una exhortación sobre la ley (Dt 5-11) sigue un amplio cuerpo legal
con comentarios (Dt 12-26). Cierra el discurso una extensa serie de bendiciones y
maldiciones (Dt 27-28). El estilo oratorio cede el puesto una vez más al narrativo,
para contarnos la alianza en Moab (Dt 29-30). La obra termina con las últimas
Iglesia durante muchos siglos, han atribuido el Pentateuco a Moisés. Resulta difícil
imaginarlo buscando papiro y tinta en medio del desierto para poner por escrito
unos recuerdos tan extensos. Faltan muchos siglos para que Julio César escriba
durante la campaña su Guerra de las Galias. ¿Cómo llegaron los antiguos a este
más tarde, cuando nos encontramos en el monte Sinaí, se dice: “Entonces Moisés
puso por escrito todas las palabras del Señor” (Ex 24,4). Más aún, incluso las etapas
del desierto se dice que las fue consignando por escrito: “Moisés registró las etapas
de la marcha, según la orden del Señor” (Nm 33,1-2). Por último, al final del
Moisés: “Moisés escribió esta ley y la consignó a los sacerdotes levitas” (Dt 31,9).
“Aquel día, Moisés escribió este cántico y se lo hizo aprender a los israelitas” (Dt
31,22). “Cuando Moisés terminó de escribir los artículos de esta ley hasta el
final...» (Dt 31,24). Si había llevado a cabo una tarea tan variada —memorias de
guerra, leyes, diario de viaje, cantos—, nadie mejor que él para haber redactado
objetaban a la teoría tradicional que Moisés debería haber contado su propia muerte
(Dt 34,5-12). Pero no cundió el pánico. Bastaba atribuir estos versos finales a
estudio científico de la Biblia, se sigue pensando que Moisés era el autor del
Las objeciones a la opinión antigua son tan claras y variadas que ésta hace agua por
definitiva por otros autores. Son ganas de salvar lo insalvable. Hoy día, una de las
bíblica es que Moisés no escribió el Pentateuco. ¿Cómo se justifica este cambio tan
siguientes apartados, en los que sólo cito algunos ejemplos. El catálogo completo
(Gn 1,1-2,4a) sigue otro relato que vuelve a los orígenes y se expresa en categorías
muy distintas (Gn 2,4b-24). Después del nacimiento de Set (Gn 4,26), se vuelve a
los orígenes de Adán (Gn 5,1). En Ex 19,24s, Dios ordena a Moisés que baje del
monte y suba de nuevo con Aarón. Pero el relato se interrumpe para dar paso al
descendencias de Adán (Gn 4 y 5). Dos relatos del diluvio, mezclados en Gn 6-9.
Tres veces la esposa en peligro (Gn 12,10ss; 20; 26). Dos pactos de Dios con
Abrahán (Gn 15 y 17). Dos relatos de la vocación de Moisés (Ex 3 y 6). Dos
promulgaciones del decálogo (Ex 20 y Dt 5). Ley sobre los esclavos (Ex 21 y Dt
15,12-28). Leyes sobre homicidio (Ex 21; Dt 19; Nm 35). Diversos catálogos de
arca una pareja de cada viviente; en 7,2 se trata de siete parejas de animales puros y
una de impuros. En Gn 7,6s tiene lugar el diluvio, y Noé entra en el arca; en 7,10
se dice que el diluvio ocurrió una semana más tarde. En 7,11 vuelve a hablarse de
madianitas sacan a José del pozo donde lo habían metido sus hermanos, lo venden a
los ismaelitas, éstos lo llevan a Egipto. En 37,36 son los madianitas quienes lo
33,7 se dice que la tienda de reunión estaba situada fuera del campamento; en Nm
2,2, que los israelitas debían acampar en torno a ella. En Ex 16,14-35 se habla del
10,31, Moisés no cuenta con esa ayuda y pide a Jobab que los acompañe. En Nm
10,33, quien guía al pueblo es el arca. Tres tradiciones distintas en poco más de una
Anacronismos En Gn 12,6 y 13,7 se dice: “en aquel tiempo habitaban allí los
cananeos”. El autor supone que quienes habitan ahora la tierra son los israelitas. La
Moisés. En Gn 36,31 se habla de los reyes edomitas que existieron “antes de que
los israelitas tuvieran rey”; quien escribe esta frase conoce la existencia de
monarcas en Israel, cosa que sólo ocurrió dos siglos después de la muerte de
profano puede parecer intrascendente, fue la que permitió el análisis inicial de las
fuentes del Pentateuco. Al monte donde Dios se revela se lo llama en unos casos
creación (Gn 1). Otras secciones presentan un estilo narrativo ágil y vivaz;
que se pasea por la tarde, come, etc. (antropomorfismos). En este punto, podría
objetarse que el mismo autor puede usar estilos muy distintos, según las
mismos episodios. Todos estos argumentos, que podrían multiplicarse, han creado
la profunda convicción de que el Pentateuco no pudo ser escrito por un solo autor,
conozcamos con seguridad. Pero es interesante tener una idea sumaria de las
hipótesis que se han formulado sobre este problema. 5. ¿Cómo se formó el lago? La
maravilloso, lleno de vida, espléndido para nadar y remar. Parecía imposible que no
opinión, una gota fría muy localizada había provocado su aparición en pocas horas.
de patatas, la pelota, el transistor, gozando de la paz del lago. Pero el martes, las
se tendría el viernes en el salón de actos del Municipio. “El lago y la gota fría. A
atacó duramente la hipótesis de una gota fría que no había sido detectada por
ningún observatorio. En su opinión, el lago estaba allí hace muchos años, quizá
siglos, y se había formado a partir de un gran río, hoy desaparecido, pero cuyas
fotografiaron en sus orillas. El obispo publicó una pastoral en la que dejaba libertad
gota fría. A partir de ahí, todo eran disensiones. Las hipótesis principales fueron las
siglos pasados vertió allí sus aguas. Este río vio engrosado su caudal por numerosos
afluentes. El lago se formó a partir de dos o tres ríos, no de uno solo. Corrían
paralelos, sin encontrarse nunca, hasta que los encauzaron para converger en el
mismo sitio. Todos ellos habían desaparecido, pero era fácil detectar sus huellas en
paisajes vecinos. El lago no se formó por la corriente de ningún río. Lo que había
antes eran pequeñas lagunas, que los habitantes de pueblos cercanos habían unido
gente le ha sacado partido de forma sencilla, disfrutando con las andanzas de los
patriarcas, sufriendo con la opresión del pueblo en Egipto, gozando del relato
lago. Los viejos lo explicaban por una especie de gota fría, un torrente impetuoso
caído del cielo sobre la mente inspirada de Moisés. Pero aumentaron los
lagunas anteriores en aquella zona. Y así se formularon las diversas hipótesis que
médico francés del siglo XVIII. Jean Astrue (1684-1766), que a los veintiséis años
médico y consejero de Luis XV, no sólo se interesaba por la medicina, sino también
por la historia. Varias Memorias sobre la peste, una historia natural del Languedoc
Bruselas sus Conjeturas sobre las memorias originales de las que parece que se
sirvió Moisés para componer el libro del Génesis. Dicen las malas lenguas que el
libro se imprimió en París, pero sin nombre de autor, para no crearse problemas con
la autoridad eclesiástica. No sería muy raro. Astruc comienza estudiando los tres
primeros capítulos del Génesis. Lo que más le llama la atención es que se nombra a
Dios de dos formas distintas, Elohîm y Yahvé y que estas denominaciones aparecen
en relatos de estilo literario diverso. Por eso, propone la teoría de que Moisés utilizó
dos documentos escritos por autores anteriores a él. El primero, documento A, usa
hipótesis al resto del Génesis. Pero no consigue repartir sus cincuenta capítulos
entre estos dos documentos y termina admitiendo que Moisés utilizó otros diez
todo el lago, sólo una quinta parte del mismo. Y lo ve formado por dos ríos
principales y diez secundarios. Pero fue Moisés quien los encauzó. La teoría
últimos años del siglo (1792-1800), Alexander Geddes propone una nueva teoría,
que será aceptada poco después por Vater (1802- 1805). A diferencia de Astruc,
ríos que recorren un largo camino), sino de fragmentos sueltos (las lagunas que los
siglos, hasta que adquirió su aspecto actual poco antes del destierro de Babilonia
(siglo VI). c) Hipótesis de ríos y afluentes (teoría complementaria) Parece que las
Ewald va elaborando una nueva teoría, que expone en 1831. Ante todo, no cree que
podamos limitarnos a los cinco primeros libros de la Biblia. El lago es más grande
de lo que parece. Hay que incluir también el libro de Josué, que cuenta la conquista
Pentateuco (cinco libros), sino de Hexateuco (seis libros). Este nuevo lago, de
documentos más. Pero se trata de afluentes, no de ríos, que poco a poco van
cuatro ríos (nueva hipótesis documentaria) Fue formulada por Hupfeld en 1853.
Este autor se limitó a estudiar el libro del Génesis y descubre en él tres estratos
narrativos, cada uno completo y homogéneo: el original Elohísta, una obra Elohísta
posterior, y otra que usa el nombre de Yahvé. Finalmente, un redactor unificó estos
Sacerdotal (P), Elohísta (E), Yahvista (J) y Deuteronómico (D). Pero quien llevó a
cabo un estudio más detenido de los ríos del Pentateuco fue Julius Wellhausen. Para
Yahvista (J), nacido en el reino de Judá hacia el año 850 a.C. Un siglo más tarde se
forma en el Reino Norte el Elohísta (E). Ambos corren paralelos durante años, sin
conocerse. Hasta que el año 722, cuando la capital del norte, Samaría, cae en manos
de los asirios, muchos israelitas huyen a Judá, llevando consigo el río de sus
tradiciones elohístas, que terminan fusionándose con las yahvistas (J + E). Pasa otro
siglo, y en tiempos del rey Josías nace el río Deuteronómico (D), cuyas aguas se
unen poco más tarde a las anteriores (J + E + D). A mediados del siglo V surge el
río sacerdotal (P). Por último, hacia el año 400, todos estos ríos unidos dan lugar al
siguiente modo: hacia 850 ... J hacia 750 ... .... E hacia 722 ... J + E hacia
622 ... ... ... D hacia 600 ... J + E + D hacia 450 ... ... ... ... P = hacia 400 ... J +
protestantes y católicos (donde hay que notar como honrosa excepción al dominico
Lagrange), y cada vez mayor aceptación entre los científicos. Sin embargo, el paso
del tiempo ha provocado un cambio de situación. Mientras hoy día se puede decir
cuatro documentos básicos, los científicos muestran cada vez más reservas con
respecto al sistema global o con respecto a algunos de sus puntos. Sería extensísimo
ciertos datos de mayor interés. a) Los ríos no son tan claros, se buscan afluentes En
primer lugar, algunos autores advierten que los cuatro documentos no son tan
homogéneos como parece a primera vista. Por eso, comienzan a distinguir J1, J2,
J3, Pg, Ps..., hasta diseccionar el Pentateuco en una lista casi interminable de siglas.
Más éxito ha tenido la distinción de una nueva fuente, anterior a las cuatro
(Laica). Pero son bastantes los autores que se niegan a admitir este quinto río. c)
Desaparecen ríos antiguos Por el contrario, hay autores que niegan la existencia de
alguna de las fuentes indicadas por Wellhausen. La batalla más dura se ha dado
manuales siguen hablando del Elohísta como de un dato seguro, hoy día son cada
vez más quienes niegan la existencia de esta fuente. Discusión parecida tiene lugar
esta fuente en el Génesis. Volz, en la obra citada anteriormente, negaba que de los
sacerdotal. Por su parte, Engnell concibe el Sacerdotal como el autor que combinó
los diferentes relatos independientes en un libro de sagas, que abarcaba los cuatro
nacieron los ríos También las fechas propuestas por Wellhausen para los distintos
documentos han sufrido cambios. Por ejemplo, Procksech sitúa P antes del exilio, y
de los autores tiende a situarlo un siglo antes, en tiempos de Salomón (siglo X).
Pero resulta significativo que dos de las obras más recientes sobre el tema sitúen al
Yahvista mucho más tarde. Por lo que respecta al Elohísta, entre quienes admiten
Jeroboán. e) Se piensa en un laguito del que nacieron los ríos Al margen de las
Por último, conviene saber que ni siquiera los autores que siguen a Wellhausen
pertenecen a cada una de las fuentes. Una teoría bastante aceptada puede verse en J.
pedagógico es el folleto Gráfico en color de las fuentes del Pentateuco, tomado del
libro de P. F. Ellis, Los hombres y el mensaje del Antiguo Testamento (Sal Terrae,
Santander 1970). 7. Conclusiones de un escéptico Los datos anteriores, que
es más aparente que real. En el fondo, no hay dos autores que coincidan, y las
una vez con la hipótesis de los documentos. Quizá el error de Rendtorff consista en
querer sustituir un método por otro. Y las investigaciones de los últimos siglos
sabemos a ciencia cierta cómo se formó. Por eso, es preferible dedicarse a un tipo
de lectura que tenga en cuenta el resultado final, los cinco libros actuales, no el
de espíritu crítico, que soslayan las dificultades cerrando los ojos ante ellas. Se trata
extensión de su obra, por poner un caso concreto, todo lo demás es pura hipótesis.
demasiado optimistas, para no caer en posturas tan ingenuas como las de quienes
Para explicar mejor mi punto de vista, prefiero cambiar de metáfora. Los autores
antiguos que dieron forma final al Pentateuco emplearon materiales muy diversos.
contemplándolo desde los más diversos puntos de vista, es lo que nos permitirá
421-44
PANORAMA
POR:
WILLIAM SANFORD, DAVID
ALLAN HUBBARD Y
FREDERIC WILLIAM BUSH
El Antiguo Testamento impreso tiene una larga historia. Producto de tiempos y lugares distantes,
debió pasar por un proceso de siglos de revisión, colección, copia y traducción. Los documentos
de una veintena de autores o más, que cubren un periodo de casi un milenio, han sido combinados
y transmitidos por manos devotas pero falibles. ¿En qué lenguas hablaban y escribían los autores
bíblicos? La Biblia de la actualidad, ¿refleja con precisión los documentos originales? ¿Qué
importancia tienen las traducciones antiguas para la recuperación del significado de los pasajes
oscurecidos por el descuido de los copistas? ¿Sobre qué base se escogieron los libros del Antiguo
Testamento? ¿En qué medida los descubrimientos recientes, como el de los rollos del Mar Muerto,
han impuesto un cambio de actitud hacia la precisión y la autoridad de la Biblia? Estas preguntas y
muchas más surgen de la consideración del complejo proceso por el cual la providencia divina
permitió que pasara el Antiguo Testamento hasta el presente. LAS LENGUAS Las dos lenguas del
AntiguoTestamento, hebreo y arameo, pertenecen a la familia de lenguas «semíticas», palabra
derivada del nombre Sem, uno de los hijos de Noé.! Al parecer los semitas originalmente
provenían de la península de Arabia. Las innumerables migraciones hacia Mesopotamia, Siria,
Palestina y algunas regiones del Africa dieron corno resultado cambios graduales en el lenguaje
y,por consiguiente, el desarrollo de lenguas distintas aunque relacionadas entre sí. Si bien toda
clasificación trae aparejada alguna dificultad, puede resultar útil una agrupación geográfica corno
la representada en la siguiente lista: 1. No todos los descendientes de Sem hablaban lenguas
semíticas. Por ejemplo, Elam y Lud hablaban lenguas no semíticas (Gn. 10.22), mientras que
algunos descendientes de Cam (p.ej., Canaán, v. 6, y los hijos de Cus mencionados en el v. 7)
hablaban lenguas semíticas, y no camíticas. 24 25 PANORAMA DEL ANTIG UO
TESTAMENTO FORMACION DEL ANTIGUO TESTAMENTO Los logros titánicos de los
lingüistas y filólogos del siglo pasado han colocado a los eruditos de hoy en una posición mucho
más favorable para interpretar las Escrituras de acuerdo con el contexto lingüístico y cultural, que
la que haya gozado cualquier otra generación en la historia de la iglesia. Hebreo. Las afinidades
entre el hebreo y las demás lenguas cananeas se reconocen en el Antiguo Testamento mismo, pues
uno de los nombres que se le da a este idioma es literalmente «labio de Canaán» (Is. 19.18). Las
narraciones de los patriarcas de Génesis sugieren que la familia de Abraham hablaba en arameo y
que los patriarcas y sus descendientes aprendieron un dialecto cananeo al establecerse en Canaán.
En Génesis 31.47 Jacob dio un nombre hebreo al majano, mientras que Labán le dio un nombre
arameo. De particular utilidad en la interpretación de la lengua hebrea han sido las numerosas
inscripciones fenicias del tiempo de la monarquía hebrea (siglo X al VI a.Ci), la piedra moabita
(una excelente ilustración de la relación entre las lenguas hebrea y moabita) y las tablas ugaríticas
de Ras Shamra en la costa del norte de Siria. Si bien más distante del hebreo que el fenicio y el
moabita, la lengua ugarítica ha contribuido al conocimiento del hebreo y de la vida y literatura del
Antiguo Testamento de forma más significativa que las otras lenguas mencionadas, tanto por la
cantidad como por la calidad de su literatura. La desalentadora escasez de textos hebreos
contemporáneos del Antiguo Testamento acentúa la importancia de estas lenguas afines? Sin duda
los manuscritos hebreos más antiguos se escribieron utilizando el alfab~to fenicio, que se conserva
en las inscripciones fenicias y moabitas antes mencionadas. Al parecer, la grafía de caracteres
cuadrados reemplazó esta escritura alrededor del año 200, si bien el antiguo estilo aparece
ocasionalmente en los rollos del Mar Muerto, en especial en el nombre divino Yahvéh. Los
manuscritos más antiguos constaban sólo de consonantes: el lector debía añadir la pronunciación
vocálica," Las vocales escritas (o puntosvocálicos) que aparecen en la Biblia hebrea impresa
Semüico del Este Babilónico Asirio2 Semúico del Norte Arameo Amorreos Semüico del Oeste
Cananeo Moabita Fenicio Ugarítico Hebreo Semúico del Sur Arabe Etíope Arabe antiguo del sur
se añadieron algún tiempo después del año 500 d.C. por los masoretas, un grupo de eruditosjudíos
que fijó la pronunciación del hebreo bíblico de acuerdo con su propia comprensión. Sin embargo,
las traducciones más antiguas del Antiguo Testamento y la evidencia extrabíblica, tal como ciertas
palabras de las cartas de Amarna/' sugieren que la pronunciación tradicional de los masoretas en
muchos casos difiere de la lengua bíblica original. En efecto, es probable que originalmente el
hebreo bíblico presentara variaciones dialécticas, luego oscurecidas por los esfuerzos masoretas de
unificación. Las palabras hebreas, así como las de las demás lenguas semíticas, por lo general se
basan en una raíz de tres consonantes. Los distintos patrones vocálicos junto con la adición de
prefijos y sufijos determinanel valor semántico de la palabra. Porejemplo, algunas palabras
basadas en la raízmlk son: melek; «rey»; malkñ, reina; malkui; «reinado»; malak; «él reinó»;
mam~, «reino». El sistema verbal difiere en algunos aspectos del de los idiomas que nos son más
familiares. Por ejemplo, consta de dos tiempos verbales, que en realidad denotan aspecto de la
acción (i,e., completa o incompleta) y no especificaciones temporales (que generalmente se
establecen por el contexto). La gramática hebrea tiende a ser simple y directa, especialmente en
cuanto a estructura oracional. Por ejemplo, las proposiciones coordinadas son mucho más
frecuentes que la subordinación. La relación entre la lengua hebrea y las formas de pensamiento
distintivas del hebreo es un asunto problemático. Los lingüistas no están de acuerdo sobre la
relación entre el idioma de un pueblodeterminadoy su visión de la realidad. ¿Podrían haberse
expresado las verdades bíblicas con igual precisión en algún otro idioma? Una negación
demasiado rotunda podríasugerir que sólo el conocimiento del hebreo garantiza precisión en la
comprensión del significado del Antiguo Testamento. Una afirmación demasiado enfática podría
minimizar el hecho de que Dios escogió registrar su revelación en esta lengua, y el Dios de la
Biblia no hace nada por casualídad," Arameo. Cuando el imperio asirio comenzó su expansión
hacia el oeste a mediados del siglo VIII, se adoptó el arameo como lengua oficial para la
diplomacia y el comercio. En el apogeo del imperio persa (ca. 5(0) era la segunda lengua, si no la
primera, de los pueblos del Cercano Oriente desde Egipto hasta Persia. Las conquistas
helenizadoras de Alejandro difundieron el griego por toda esta región, aunque reemplazó al
arameo sólo de manera gradual y parcial, tal como lo sugiere el Nuevo Testamento.? 2. El
babilónico y el asirio se denominan en conjunto, «acadio», 3. Los documentos hebreos no bíblicos
más importantes que datan de la época del Antiguo Testamento son: el calendario de Gezer, al
parecer una tabla de ejercicios de un niño (ca. 1000); 1m: ostracas samaritanas, unas setenta y
cinco inscripciones breves sobre fragmentos de cerámica (ca. 750); la inscripción de Siloé, que
relata la culminación de los canales de Ezequías (ca. 700) y las ~rtas de Laquis, unos cien
renglones en hebreo legible (ca. 589). 4. En e~ hebreo ~bíbhco, las vocales se escriben encima de
las consonantes o debajo de ellas, mediante un sistema de puntos y guiones. 26 5. Correspondencia
diplomática acadia entre funcionarios de Canaán (entre otros) y sus superiores egipcios,
descubiertas en Tell el-Amarna, Egipto, que datan del siglo XIV. 6. Sobre este tema, ver J. Barr,
The Semantics ofBiblical Language, Londres, 1961. 7. Esmuy probable que el arameo haya sido la
lengua materna de Jesús y de la mayoría de losautoresneotestamentarios(p.ej., los evangelistas,
excepto Lucas); cf. Mr. 5.41; 7.34; 15.34. Compárese asimismo el empleo que Jesús hace de
Mam6n (Mí. 6.24), Raca (5.22),Efata(Mr. 7.34), Talita cumi (5.41), Eloi, E/oi, ¿lama sabactani?
(15.34) yAbba (14.36), que al parecer reflejan el arameo original. Sobre la influencia aramea en
la> evangelios y los Hechos, en especial en la estructura oracional del griego, ver M. Black, An
Aramaic Approach to the 27 PANORAMA DEL ANTIGUO TESfAMENTO Ostraco hebreo
(siglo VII a.c.) de Yavneh Yam. (Departamento deAntigüedades de Israel) Tinteros de escritorios
de Qumrán (siglo 1d.Ci). (Departamento deAntigüedades de Israel) 28 FORMACION DEL
ANTIGUO TESfAMENTO Si bien el predominio del arameo fue relativamente tardío, tenía ya
una larga historia antes de convertirse en lengua franca del Medio Oriente. Por esta razón, los
eruditos han optado por una actitud más cuidadosa antes de rotular de «tardío» a un pasaje de la
Biblia hebrea sobre la base de las palabras arameas que allí aparecen. De hecho, algunos
estudiosos señalan el uso de una palabra aramea (la palabra traducida «repetir» en Jue. 5.11) en
uno de los poemas más antiguos de la Biblia, el Cántico de Débora (ca. 1150). El libro de Génesis
revela la relación cercana entre los pueblos de habla hebrea y los de habla aramea (p.ej., Gn.
31.47). En medio de un oráculo contra la idolatría dirigido al pueblo de Judá, Jeremías introduce
un verso en arameo de juicio contra los dioses falsos: Les diréis así: Los dioses que no hicieron los
cielos ni la tierra, desaparezcan de la tierra y de debajo de los cielos. (Jer. 10.11) Quizá haya
elegido este recurso para que la condena de los dioses gentiles fuera más gráfica al censurarlos en
una lengua gentil: el arameo. Si bien los funcionarios de la corte de Judá conocían el arameo
mucho antes del exilio (nótese la conversación entre la delegación de Ezequías y el Rabsaces de
Asiria, ca. 701; 2 R. 18.17-37), muchas personas del común del pueblo lo adoptaron como lengua
materna durante el cautiverio y después. De allí que los autores de Esdras y Daniel no
consideraran necesario ofrecer una traducción de los largos pasajes en arameo de sus escritos. EL
TEXTO Uno de los principales problemas de los estudiosos de la Biblia ha sido tratar de
establecer con la mayor aproximación posible la forma exacta de los escritos originales (a veces
denominados autógrafos). Tras siglos de copia y aun de revisión ha sufrido cambios de
vocabulario, de expresión y quizá, de vez en cuando, del orden de los versículos o las secciones.
Omisiones y adiciones pequeñas han entrado en el texto, así como errores de ortografía y de
división de palabras. No sería justo acusar de irresponsables a los escribas en el manejo del texto,
pero como seres humanos seguramente cometieron errores a pesar de su cuidado y diligencia. La
tarea de la crítica textual es detectar esos errores y restituir los textos hebreos y arameos a la forma
más aproximada posible al original. Materiales y métodos de escritura. En el tiempo del Antiguo
Testamento, el rollo era la forma más común de preservar las Escrituras.8 Los rollos del Mar
Muerto son un buen indicio de la naturaleza de los rollos antiguos y de los métodos de escritura
utilizados. Fabricados de un cuero preparado cuidadosamente (pergamino), están Gospe/s andActs,
3a. ed., Londres, 1967. Ver además referencias en el cap. 51 con respecto al libro de Daniel. 8. Ver
Sal. 40.7 [1M 6]; Jer. 36.2ss. (la mejor descripción de los métodos de escritura); Ez. 2.9-3.3; Zac.
5.1s. 29
PANORAMA DEL ANTIGUO TESfAMENTO formados por numerosos pedazos cosidos y
alisados. El rollo de Isaías (1QIs), por ejemplo, consta de diecisiete hojas cosidas que forman un
rollo de unos siete metros de largo. El escriba se tomó el trabajo de trazar líneas horizontales y
perpendiculares en el pergamino, que sirvieran de guía a los renglones y las columnas (cf. Jer.
36.23) y así favorecieran la prolijidad. Sin embargo, es probable que los documentos bíblicos más
antiguos hayan sido escri tos sobre papiro, que ya se utilizaba en Egipto en el tercer milenio y se
exportaba a Fenicia hacia el 1100, si no antes. El material de estos rollosse preparaba cortando las
cañas de papiro y colocando una capa de caña sobre otra en ángulo recto. La goma natural del
papiro actuaba como pegamento entre las tiras cruzadas de cada sección y las distintas secciones
que se unían entre sí para formar un rollo. Los escribas utilizaban sólo el interior del rollo para
escribir y las tiras horizontales les servían como guía. Aunque el papiro Harris mide más de treinta
y cinco metros, un rollo de más de diez metros era difícil de fabricar e incómodo para manipular.
Quizá se explique así en parte la extensión de algunos de los libros del Antiguo Testamento. La
escritura más formal se hacía sobre papiro, pero también se utilizaban otros materiales, por lo
general, para mensajes breves: tablas de madera, cera o arcilla, y fragmentos de ollas de barro
rotas (ostracas). Como el papiro es un material perecedero resulta muy poco probable que se
realicen descubrimientos significativos de rollos de papiro en Israel o el Jordán, en donde, a
diferencia de Egipto, el clima es demasiado húmedo para permitir su conservación. La transición
del papiro al pergamino al parecer ocurrió en los últimos siglos de la era precristiana, mientras que
el uso de los códices (libros) en vez de rollos se remonta al siglo 1 d.C. La introducción de la
forma de libro facilitó mucho la circulación de las Escrituras, pues por primera vez pudo reunirse a
todos los escritos en un volumen manejable. Los instrumentos usados para escribir en la
antigüedad eran muy variados y dependían del sistema de escritura empleado. La grafía
cuneiforme, por ejemplo, se grababa en piedra con un cincel (en el caso de documentos
permanentes o públicos) o se inscribía en tablas de arcilla con un estilo. El instrumento usado
habitualmente en Israel era el estilete de caña, cuya punta probablemente se afilaba con un
cortaplumas, aunque Jeremías habla de un cincel de hierro con punta de diamante (17.1), que quizá
se empleaba para escribir sobre materiales más duros. La tinta que se utilizaba con los estiletes de
caña se fabricaba con el hollín de las lámparas que quemaban aceite de oliva y, mucho después,
con diversos polvos metálicos. La sorprendente durabilidad de la tinta no metálica se comprueba
en los rollos de Qumrán y en las cartas de Laquis, de más antigua data. Unificación del texto. Las
antiguas traducciones del Antiguo Testamento y los roll~ del Mar Muerto reflejan cierto grado de
libertad en la forma en que los escribas copiaron y volvieron a copiar los documentos bíblicos en
la era precristiana. Tanto en la escritura fenicia antigua como en el alfabeto de caracteres
cuadrados existen letras que por su semejanza pueden confundirse. Es más, las evidencias
demuestran que se han omitido secciones breves por homoioteleuton (Gr. «terminación similar»),
pues el escriba debe de haber pasado con una mirada veloz de una frase a otra de terminación
similar y omitido el texto intermedio. Otro error común sucedía 3D FORMACION DEL
ANTIGUO TESfAMENTO cuando el escriba repetía involuntariamente una letra, palabra o frase
(ditografia) o suprimía la repetición de algo que aparecía repetido en el texto original (haplogra-
/fa). El asunto se complica aún más pues parecería que en los manuscritos más antiguos no había
espacios ni marcas que separaran a las palabras entre sí, de modo que el escriba debía hacer las
divisiones a su criterio. Además, a medida que se introduciéndose las letras yodh, waw y he como
signos vocálicos, aumentaron las probabilidades de errores de ortograffa. A veces, como en el caso
del libro de Jeremías (ver cap. 31), existían simultáneamente dos ediciones distintas. Quizá un
escriba asimiló al texto los comentarios y demás notas marginales de otro escriba, mientras que las
omisiones textuales que el escriba luego abarrotara en el margen o entre líneas, confundidas con
glosas por su sucesor, se descartaron. El prejuicio teológico fue la razón de algunos de los
cambios, tales como la sustitución del elemento ha'al (<<~~nzaron a adoptar la forma escrita poco
antes de la era cristiana. Su historia es difícil de reconstruir, pero los principales problemas que
impiden el uso de los 13. Ver R.H. Pfeiffer, lruroduction to the Old Testament ed rev Nueva York
1948 p.l03. ' .., " 34
FORMACION DEL ANTIGUOTESfAMENTO
tárgumes escritos en los estudios textuales son la falta de buenas ediciones críticas y el hecho de
que a veces se convierten en paráfrasis o comentarios en vez de ser traduccíones." La traducción
más importante y más fiel es el Tárgum de Onquelos,15 la versión oficial del Pentateuco para la
sinagoga. De cierta utilidad en la crítica textual para corroborar otras versiones, Onquelos es más
importante como testimonio de la actitud judía hacia el Antiguo Testamento. Su larga historia -
algunos pasajes datan de comienzos de la era cristiana y la revisión definitiva, de la Babilonia de
los siglos N o V d.C.- ha hecho posible la introducción de breves comentarios o glosas de
interpretación, que echan luz sobre el crecimiento del judaísmo, aunque son de poco valor en lo
referente a la crítica textual. En contraste con el Tárgum de Onquelos se halla el Tárgum de
Jerusalén, escrito en un dialecto arameo y concluido alrededor del siglo VII d.C. Aunque presenta
algún material más antiguo, las traducciones están atestadas de tradiciones judías e instrucciones
legales, rrlo que resulta de mayor interés al estudiante del judaísmo que al crítico textual.' La
traducción aramea oficial de los profetas, el Tárgum de Jonatán17se efectuó en Babilonia
alrededor del siglo V d.C., después de pasar por una revisión palestina. El texto es más libre que el
de Onquelos, especialmente en los Profetas Posteriores y es probable que no gozara de tanto
prestigio en el judaísmo. Los tárgumes de los Escritosson numerosos y diversos. La mayoría son
paráfrasis en vez de traducciones. Además, su utilidad en los estudios textuales se ve reducida por
datar de una época demasiado tardía (siglo VII d.C. y aun después). Los samaritanos también
elaboraron un tárgum de su Pentateuco. Se conserva en diferentes formas sin que se haya
descubierto aún una edición oficial; éstas reflejan la fluidez textual de los antiguos tárgumes que
antecedieron al texto oficial y la libertad con que a veces los traductores trataban el texto bíblico.
La Septuaginta (LXX). La historia de la LXX no sólo se ha perdido por el tiempo, sino que
también está empañada por leyendas judías y cristianas que realzan su origen milagroso. Según
estas leyendas, los traductores trabajaron por separado y, 14. Enel presente, A. Sperber, ed.,
TheBible inAramaic, 4 vols., Leiden, 1959-1973, cubre la falta de un texto crítico confiable. 15. Al
parecer una deformación babilónica de «Aquila», nombre que también honra una versión griega
antigua de la Biblia. 16. Dos tárgumes antiguos hallados sólo en forma fragmentaria, el Tárgum
Palestino sobre el Pentateuco y el Tárgum Jerusalén 11 (o Tárgum Fragmento), confirman la
naturaleza didáctica e interpretativa de los tárgumes, pues contienen una abundante cantidad de
comentarios extrabíblicos. 17. La tradición judía atribuye este tárgum a Jonatán ben Uziel,
discípulo del famoso rabí Hillel en el siglo 1 d.C. En cambio, algunos eruditos modernos asocian
el nombre con su equivalente griego, «Teodoción», nombre de quien fuera responsable de una de
las versiones griegas. Sin embargo, no se puede considerar que los textos oficiales de los tárgumes
sean la obra de individuos, sino más bien de grupos de eruditos que recopilaban las tradiciones
targúmicas conocidas. 35 PANORAMADEL ANTIGUOTESTAMENTO sin embargo, lograron
traducciones que concordaban palabra por palabra. La LXX recibe su nombre de la cantidad de
traductores que, según la tradición, fueron responsables del trabajo (lar, septuaginta; «setenta», de
allí LXX). Al parecer se originó en la comunidad judía de Alejandría entre los años 250 y 100 a.e.
Su desarrollo ha sido comparado con el de los tárgumes: se realizaron diversas traducciones
extraoficiales a medida que surgió la necesidad, y el texto pasó por cierto grado de unificación a
comienzos de la era crístíena," época en que la iglesia la adoptó como versión autorizada del
Antiguo Testamento. La LXX presenta una considerable diversidad en cuanto a perspectivas
teológicas y al grado de literalidad, por 10cual no puede aceptarse sin previa consideración. No
obstante, es de suma significación para los estudios textuales, pues presenta una forma del texto
hebreo previa a la unificación que se produjo a comienzos de la era cristiana. Junto con el
Pentateuco Samaritano y los manuscritos del Mar Muerto, es el testimonio más valioso de la forma
premasorética del texto hebreo. Otras versiones griegas. A medida que los cristianos comenzaron a
adoptar la LXX, las comunidades judías de la diáspora se volcaron a las demás traducciones
griegas. A principios del siglo II d.C., Aquila, un gentil convertido al judaísmo que probablemente
fuera discípulo del rabí Aquiba, realizó una versión acartonada, estrictamente aferrada al texto,
que, por lo tanto, fue de rápida y ávida aceptación entre muchos judíos. Lamentablemente, sólo se
conservan fragmentos de su obra. Hacia fines del mismo siglo, Teodoción, al parecer otro
prosélito, revisó una traducción anterior y logró una versión que ganó más popularidad entre los
cristianos q~e entre los judíos. Aparte de la traducción de Daniel, que ha reemplazado
VIrtualmente a la LXX, sólo quedan algunos fragmentos. Estas obras, así como la traducción de
Símaco de superior calidad, se conocen por medio de los fragmentos que se conservan de la
Hexapla de Orígenes (ca. 220 d.C.), un esfuerzo monumental de crítica textual que ofrece un
registro cuidadoso del texto hebreojunto con diversas versiones en columnas paralelas para su
comparación. Versión siriaca. Generalmente conocida como Peshita (o Peshito, en el sentido de
«simple», i.e., la versión aceptada de la gente «común»), la traducción al siríaco (dialecto arameo)
al parecer se realizó en los primeros siglos de la era cristiana. Varias consideraciones reducen su
valor textual. En primer lugar, ciertas partes del Pentateuco aparentemente se derivan del Tárgum
Palestino. Además, se reconoce la influencia de la LXX en algunos pasajes, de modo que la
concordancia de ambos textos puede tomarse en algunos casos como un mismo testimonio de una
interpre18. P..Kahle, The Cairo Genizah, 13. OO., Londres, 1959; Kahle y otros (p.ej., Bentzen,
lntroductto~ 1, pp. 80-85; E. Würthwein, The Text ofthe Old Testament, trad. E.F. Rhodes, Grand
Rapids, 1979) mantienen esta teoría, mientras que H.S. Gehman, «Septuaginta», TCERK 2.1015-
17; y R.M. Orlinsky «On the Present State of Proto-Septuagint Studies» JAOS 61, 1~41, pp. 81-
91, defienden la teoría de la LXX arquetípica u original que fu~ adoptando diferentes formas por
medio de la copia y la revisión editorial. 36 FORMACIONDEL ANTIGUOTESTAMENTO
tación antigua. Laaparición relativamente reciente de una edición crítíca'" contribuirá a la
evaluación del aporte de la Peshita a los estudios del Antiguo Testamento. Versiones latinas. En un
principio las traducciones latinas no eran necesarias en Roma (pues a~ los estudiosos empleaban el
griego) sino en Africa del Norte y en el sur de la ~alia. Basadas e~ la ~XX, las antiguas versiones
latinas (ca. 150 d.C.) son más valiosas como testímonío del texto griego que como instrumentos
para esclarecer el hebreo. El conocimiento de la tradición latina antigua se limita a las citas de los
Padres de la Iglesia, a algunos libros litúrgicos y a manuscritos breves?) La diversidad de
traducciones latinas antiguas planteó a la Iglesia Latina el problema de qué texto emplear para la
liturgia y el debate teológico. El papa Dámaso 1(ca. 382 d.C) encomendó a Jerónimo, un estudioso
muy capaz, la elaboración de una versión autorizada. Una parte importante de la traducción de
Jerónimo se basa en el texto hebreo, aunque tiene otras secciones, en particular los Salmos, que
responden a las versiones griegas. El empleo que hizo del texto hebreo despertó sospechas por un
tiempo, incluso de su amigo Agustín, pero eran infundadas. Jeróni~o trabajó con cuidado y para
los pasajes confusos apeló a la LXX, a Aquíla, Teodocíón y Símaco, así como a la Versión
Antigua Latina. El ?rige? ~ixto de «Vulgata» (<? También se la conoce corno «la tierra
prometida», por la promesa que Dios hizo a Abraham (Gn. 17.7s.) y que reiteró a sus
descendientes. Luego de la ocupación israelita, se la denomina «Israel» o «la tierra de Israel» (1 S.
13.19, etc.). La expresión «Tierra Santa» (cf. Zac, 2.12) se popularizó en la Edad Media.
Extensión y significado. En el uso popular, Palestina se refiere a la tierra que va desde Dan hasta
Beerseba (Jue. 20.1, etc.). Este territorio se extiende desde la ladera sur del monte Hermón hasta la
orilla del desierto del sur (el Neguev); limita al oeste con el Mar Mediterráneo o (Mar Occidental)
y al este con el valle del Jordán. En el tiempo de los griegos y romanos, el término incluía el
territorio que se extiende al este del Jordán o Transjordanía." La «promesa» de Dios a Abraham
abarcaba mucho más que Palestina. En Génesis 17.8 se menciona simplemente «toda la tierra de
Canaán», pero en otros lugares la tierra se extiende hacia el norte hasta «la entrada de Hamat» (en
la Siria moderna) y hacia el sur «hasta el torrente de Egipto» (Wadi9 el-'Arísh al norte del Sinaí;
cf. Nm. 34.1-12).10 En el tiempo de David y Salomón, Israel alcanzó su extensión máxima, pues
ocupaba la mayor parte del territorio mencionado, además de buena parte de Transjordania,
aunque esa tierra no se incluía en la promesa (Nm.34.12). 4. En el octavo año de Rarnsés III (ca.
1190 a.C.), se registra que el faraón repelió una invasión de pueblos del mar, y se menciona a los
prst (filisteos) y a cuatro pueblos más. 5. Herodoto i.105, en te PalaistinéSurie. 6. En sentido
estricto, el valle entre el Líbano y el Antilíbano. No obstante, el nombre se empleaba con
referencia a diversos lugares de la región que se extendía más allá de Palestina, hasta el Eufrates,
que incluía Damasco, partes de Transjordania y aun Escitópolis (Betsán), Cf. JosefoAnt. xiii. 13.2,
párr. 355. 7. En las cartas de Amarna (EA 8.17; 137.76; etc.) la región es llamada kinahni o lána!
J/]i, que muy probablemente sea análoga a la palabra hebrea que se traduce «Canaán». Las
evidencias del dialecto de Nuzi sugieren que el significado podría ser «púrpura»; en ese caso,
tendría el mismo origen que el nombre griego de «Fenicia», que proviene de la tintura extraída del
múrice, molusco que se obtenía en la costa de Palestina. 8. En el Nuevo Testamento no se emplea
el término ••Palestina». Transjordania recibe el nombre de «Perea», que tiene aproximadamente el
mismo sentido (en griego significa «[la tierra] del otro lado»); a veces la tierra «de este lado» se
llama «Cisjordania». En esta exposición haremos distinción entre Palestina y Transjordania. 9.
Vaguada que permanece seca excepto en la temporada de lluvia. 10. No nos referimos aquí al
estado moderno de Israel. Sobre los lugares mencionados en Nm. 34, ver Y. Aharoni, The Land
ofthe Bible, 2a. ed., Filadelfia, 1979, pp. 69s. 41 PANORAMA DEL ANTIGUO TESTAMENTO
GEOGRAFIA / 5 ! lU ./ ,: / / / í) I ( .) d. 3c o a: LAS DIVISIONES ./ NORTE-SUR DE
PALESTINA sudoeste,l1 pero aquí resulta más importante señalar los accidentes más obvios con
dirección norte-sur. Los cinco accidentes, que se observan claramente en la mayor parte del
Levante, son loo siguientes de oeste a este: la llanura marítima, la cordillera occidental (en
Palestina, la cordillera «central»), el sistema del valle de fractura, la cordillera o altiplanicie
oriental y el desierto. . Palestina se ensancha considerablemente (en dirección este-oeste) en el
extremo sur de su territorio,12 ypor 10 tanto puede existir alguna variación de esta distribución
general. La llanura marítima es angosta en el norte y desaparece a la altura de la escalera de Tiro
(la actual frontera libanesa-israelf) y del pie del Monte Carmelo. En el extremo sur, la llanura
marítima se dilata. Por consiguiente, esta llanura costera ha sido dividida en regiones, conocidas
en tiempos del Antiguo Testamento como llanura de Aser (entre la escalera de Tiro y el Monte
Carmelo), la llanura de Sarón (al sur del Carrnelo hasta Jope o Tel Aviv) y la llanura Filistea (al
sur hasta Gaza). Entre los pocos puertos naturales de la llanura de la costa de Palestina, Aco
(Acre), Dor y Jope eran los principales en la antigüedad. Una importante ruta norte-sur corría J.H.
Breasted denominó «medialuna fértil» a la franja de tierra cultivable colindante de l desierto de
Siria, que comprende las tierras del sistema rnesopotámico Eufrates-Tigris y de la costa oriental
del Mediterráneo (el Levante). En el extremo sudoeste abarca Palestina y se extiende hasta el valle
del Nilo (ver mapa). Mu~ho tiempo antes de que existieran los registros históricos, a juzgar por los
objetos naturales y por los implementos hechos por la mano del hombre que se hallaron a cie ntos
y miles de kilómetros de su lugar de origen, la gente iba y ve~ía vía Palestina, «el puente terrestre
de la historia» que conectaba Europa, Asia y Africa. Mercaderes, migrantes, peregrinos y soldados
transitaron los caminos y cruzaron los ríos de ese territorio. Dios escogió aquellas tierras para Ab
raharn y sus descendientes, y ade más allí manifestó la mayor parte de su revelación rede ntora. El
río J ordán cuando serpentea a través de la llanura inundable del Zor; el oasis selvático a 10 largo
de sus orillas. (A.D. Baly) Div~ione norte-sur. Las divisiones políticas varían con relativa rapidez,
pero los acctdcmes físicos permanecen casi intactos durante milenios. Palestina forma parte de una
formación terres tre que abarca varios centenares de kilómetros del Levante. D. ~aly ha propuesto
de manera convincente que la estructura geológica de esta reglón del Levante se extiende
fundamentalmente en dirección nordeste11. Geography oflhe Bible, 13. ed., Nueva York , 1974,
pp. 28-41. 12.En el extremonorte, Palestinamide, entreel mary el Alto Jordán, alrededor de 52 km;
en el extremo sur, de Gaza a Sodorna, alrededor de lOS km. 42 43 PANORAMA DEL ANTIGUO
TESfAMENTO paralela a la costa a varios kilóm~tros tierra adentro, debido a los pantanos y
dunas característicos de la llanura marítima. Al sur, entre la llanura de la costa y la cordillera se
extiende una región baja amplia fértil la SefelaP En el tiempo de los jueces y a comienzos de la
monarquía, esta ~egiónera el foco de una guerra casi constante entre los israelitas (de las montañas
y los filisteos (de la llanura marítima). . . La cordillera occidental (que en Palestma más
específIcamente se llama «central») constituye la columna vertebral de la región. Se interrumpe
sólo en la llanura de Jezreel (Esdraelón)14 en la Baja Galilea, donde una estribación de cadena
central se proyecta en dirección noroeste hacia el mar y forma la cordillera del Carmelo. El camino
troncal paralelo a la costa se internaba por el sur del Carmelo, recorría el estrecho paso de WMí
'Ara bordeando Meguido, cruzaba el valle de Jezreel, atravesaba la Baja Galilea y finalmente
llegaba a Damasco. A esta sección de la ruta se la llamaba «el camino del mar» (VUlMaris; d. Is.
9.1).Existía un camino norte-sur más corto pero más intrincado que recorría la cadena
centralserpenteando por los valles entre los picos montañosos. La llanura de Esdraelón marca una
separación clara entre las colinas del norte y la región montañosa del sur. La región norteña
generalmente se conoce como Galilea. La región del sur no tiene un límite natural bien definido
antes de la estepa o el Neguev. De acuerdo con la división política del territorio durante la época
del reino israelita, el norte se denominaba Samaria y el sur, Judea. Al sur del Neguev se encuentra
la península del Sinaí. 1) Galilea. Al norte, el límite natural de Galilea lo forman el cañón del Río
Litani al noroeste y el Monte Hermón al nordeste. El límite sur está formado por la cordillera del
Carmelo al sudoeste y Gilboa al sudeste. La Alta Galilea, al norte, es montañosa con elevaciones
que superan los novecientos metros. La Baja Galilea presenta colinas y amrlios valles que van en
declive hacia el sur para formar la vasta llanura de Esdraelón. 5 La palabra «Galilea» proviene de
una V. "
El nombre «Génesis» es una transliteración de la palabra griega que significa «fuente», «origen»,
el título dado al libro en la LXX. El nombre hebreo es beré 'Slf, «en el principio», la primera
palabra del libro. Ambos nombres son adecuados, pues Génesis relata el principio de todo aquello
que se vincula con la fe bíblica. En cuanto a contenido, el libro se divide claramente en dos
secciones: los capítulos 1-11, la historia primitiva, y los capítulos 12-50, la historia patriarcal.
(Estrictamente las dos secciones comprenden 1.1-11.26 y 11.27-50.26.) Génesis 1-11 constituye
una introducción a la historia de la salvación, pues presenta el origen del mundo, la humanidad y
el pecado; Génesis 12-50 presenta el origen de la historia de la redención, en la elección por parte
de Dios de los patriarcas y en la promesa pactada de darles tierra y posteridad. En tal sentido,
Génesis es un libro completo en sí mismo. Estos dos prólogos son una introducción al relato del
pueblo escogido, formado por la liberación graciosa de Dios en el Mar Rojo y por el otorgamiento
del pacto mosaico en el Sinaí. Según la estructura literaria, el libro se divide en diez secciones. La
clave de esta forma externa es la «fórmula de toledot»: «Estos son [esta es] los descendientes [la
historia] (heb. tofdof) de...», El contenido de las subdivisiones pueden diagramarse como en el
cuadro anexo.' Los primeros cinco toledot estructuran el prólogo primitivo, pues demarcan las
divisiones principales. Así, el capítulo 1 concluye en 2.4a y la siguiente unidad 1. Ver H.T. Kuist,
Old Testament Book Studies, Princeton, slf. Si tófcf:ót se traduce "descendientes» o «historia»
depende de si se refiere a una genealogía (p.ej., 5.1; 10.1) o a ~na narración (p.ej., 6.9; 25.19).
PANORAMA DEL ANTIGUO TESfAMENTO -Edén y la caída- concluye en 5.1, la introducción
a la lista de los descendientes de Adán. Queda demarcado como una unidad el pasaje de 2.4b-4.26.
En 6.9, la fórmula introduce la historia de Noé, además de separarla del relato sobre los hijos de
Dios y las hijas de los hombres (6.1-4) y de la reseña del pecado del hombre (vv, 5-8), ambos
reflejos de la magnitud de la corrupción que condujo al diluvio. En Génesis 10.1 se inicia la lista
de las naciones, y se separa así la nueva población de la tierra, que comienza aquí, de la historia
del diluvio que aparece en 6.9-9.29; 11.10 introduce la lista de patriarcas posteriores al diluvio y la
deslinda de la historia de la torre de Babel de los vv. 1-9. Estas son, pues, las divisiones naturales
del prólogo primitivo, impuestas al texto por el autor sagrado en persona. De la observación de
estos pasajes y de la forma en que se vinculan entre sí se desprende la intención del autor en la
organización de la historia. GENERO LITERARIO A fin de interpretar el prólogo primitivo en el
mismo sentido que el autor antiguo, se deberá considerar su género literario. ¿A qué tipo de
literatura corresponde? ¿Cómo espera el autor que se interpreten sus palabras? Estas preguntas han
de plantearse para no imprimir en las palabras del autor un sentido que él no se propuso darles.
Observemos, pues, (1) la naturaleza literaria de Génesis 1-11, (2) el material del antiguo
CercanoOriente del cual Israel se nutrió para relatar la historia primitiva y (3) las consecuencias
para Génesis 1-11. Naturaleza literaria. De un examen detenido del contenido y la composición de
los caps. 1-11 surgen numerosos elementos que contribuyen a determinar la naturaleza del género
utilizado, aunque subsistan muchos problemas. En primer término, en estos capítulos se destaca el
empleo de convenciones y recursos literarios de dos tipos bien diferenciados. Un grupo de textos
(que comprende los caps. 1; 5; 10; 11.10-26) se distingue por su estructura, casi la de una fórmula,
y la cuidadosa organización lógica. El capítulo 1, por ejemplo, está formado por una serie de
oraciones sucintas, muy estructuradas a manera de fórmula, cuyos componentes se distinguen
fácilmente. Cada mandato de creación consta de:2 --el anuncio en una frase de introducción, «Y
dijo Dios...» (1.3, 6, 9,11,14,20, 24,26). --el mandato en una frase creadora, «Sea...» (1.3, 6, 9, 11,
l4s., 20, 24, 25). -la concreción en una frase de síntesis, «y fue así.... (1.3, 7, 9, 11, 15,24,30). -la
concreción en una frase descriptiva, «E hizo Dios...», «Produjo la tierra...» (1.4, 7, 12, 16-
18,21,25,27). -la asignación de un nombre o la bendición en una frase descriptiva, «y llamó
Dios...», «y Dios los bendijo...» (1.5,8, 10,22,28-30). 2. Ver C. Westermann, The GenesisAccounts
ofCreation, Facet Books. Biblical Series 7, Filadelfia, 1964. Sobre un análisis más detallado de las
características literarias del prólogo primitivo, ver A. Robert y A. Tricot, Guide to the Bible, pp.
480s. 68 GENESIS: EL PROLOGO PRIMITIVO -la aprobación en una frase evaluadora, «y vio
Dios que era bueno» (1.4, 10, 12,18,21,25,31). --el marco temporal en una frase de conclusión, «y
fue la tarde y la mañana el día...» (1.5, 8,13,19,23,31). Si bien cada mandato de creación responde
a un plan deliberado y uniforme que usa las mismas expresiones estereotipadas, el efecto
producido no es el de una repetición mecánica ineficaz, debido a las variaciones en el orden, la
extensión y la presencia de estos componentes.' La organización de los mandatos presenta un
orden estricto, con una división intencional en dos períodos: la creación y separación de los
elementos del cosmos, que avanza de 10general a 10particular (los primeros cuatro mandatos, vv.
1-13) y la ornamentación del cosmos, de 10imperfecto a 10perfecto (los cuatro
mandatossiguientes, vv. 14-31). El relato se eleva a un notable crescendo en el octavo mandato: la
creación de la humanidad. El capítulo, en realidad, no es una «narración» o historia, sino una
reseña de una serie de mandatos de estructura muy cuidada. Asimismo, el capítulo 5 y 11.10-32
presentan genealogías de construcción pulida, que repiten la misma estructura con cada
generación, y el capítulo 10 es una lista etnográfica, que también se distingue por su carácter
estructurado. El segundo grupo de pasajes (caps. 2-3, 4, 6-9; 11.1-9) presenta una diferencia
evidente. Una vez más aparecen el orden y la progresión, pero se emplea la forma de relato. Así,
por ejemplo, los capítulos 2 Y3 ofrecen una narración exquisita, una creación literaria, casi una
obra dramática. Cada escena se logra con algunos trazos generales y una profusión de imágenes.
El autor se deleita en los antropomorfismos ingenuos pero expresivos. Yahvéh aparece como uno
de los personajes del drama. Es el alfarero (2.7, 19), el hortelano (v, 8), el cirujano (v. 21) y el
tranquilo hacendado (3.8).4 Las diferencias de concepción y de convenciones literarias entre los
capítulos 1 Y2 se manifiestan también en las diferencias notables en la forma de expresar la
creación. En ambos relatos se emplea el término genérico 'aSa, «hacer», pero el capítulo 1 se
distingue por el uso debl'lrlJ', «crear», un verbo que sólo se emplea.con Dios como sujeto y nunca
en relación con el material del cual <
COMENTARIO EXEGÉTICO
Y
EXPLICATIVO DE LA BIBLIA.
TOMO I
EL ANTIGUO TESTAMENTO
POR:
ROBERTO JAMIESON.
A.R. FAUSSETT.
DAVID BROWN.
PAGS. 4-16
El Pentateuco, el nombre por el cual se designan los cinco primeros libros de la Biblia, se deriva
de dos palabras griegas, pente, cinco, y teuco, volumen, o tomo, significando así el volumen
quíntuplo. Originalmente estos libros formaban una obra continua, como todavía en los
manuscritos hebreos están unidos en un solo rollo, sin división. Cuándo fueron divididos en cinco
porciones, con títulos propios de cada parte, no se sabe, pero es evidente que la distinción data del
tiempo de la traducción Septuaginta, o antes. Los nombres que estos libros llevan en nuestra
versión, son tomados de la Septuaginta, y eran usados por aquellos traductores griegos como
descriptivos de los temas principales, y el contenido más importante de los distintos libros. En las
Escrituras posteriores frecuentemente están comprendidos bajo la designación general de La Ley,
El Libro de la Ley, puesto que el dar un relato detallado de los preparativos para el divino código y
la entrega del mismo con todas las instituciones civiles y sagradas que eran peculiares a la
economía antigua, es el objeto al cual son exclusivamente dedicados dichos libros. Siempre han
sido colocados al principio de la Biblia, no sólo por causa de su prioridad cronológica, sino porque
forman una introducción apropiada e indispensable a los demás libros sagrados. Las referencias
frecuentes hechas en las Escrituras posteriores, a los acontecimientos, al ritual y doctrinas de la
antigua dispensación, no sólo habrían perdido mucho de su propósito y significado, sino que
habrían quedado absolutamente ininteligibles sin la información que contienen estos cinco libros.
Ellos constituyen el cimiento o base sobre el cual descansa todo el edificio de la revelación, y el
conocimiento de la autoridad e importancia que hay en ellos, ampliamente dan la razón de los
ataques porfiados que los infieles han hecho contra estos libros, como también del celo y ardor que
en su defensa han desplegado los amigos de la verdad. El origen mosaico del Pentateuco está
establecido en las voces concordantes tanto de la tradición judaica como de la cristiana; y su
testimonio unánime es apoyado por el carácter interno y las declaraciones de la obra misma. Que
Moisés guardó un relato escrito de las transacciones importantes relacionadas con los israelitas,
está atestiguado por su propia afirmación expresa. Porque al relatar la victoria sobre los
amalecitas, que se le mandó por autoridad divina registrar, el lenguaje empleado—“Escribe esto
para memoria en un libro (Hebreo, el libro),”—demuestra que aquel relato había de formar parte
de un registro ya en formación, y varias circunstancias se combinan para probar que aquel registro
era una historia continua de la especial bondad y del cuidado de la Providencia divina en la
elección, protección y dirección de la nación hebrea. Primero, las repetidas afirmaciones de
Moisés mismo de que los acontecimientos que diversificaban la experiencia de aquel pueblo, eran
escritos a medida que sucedían (véase Exodo 24:4–7; 34:27; Números 33:2). Segundo, hay los
testimonios encontrados en distintas partes de los libros históricos posteriores al Pentateuco de que
era obra bien conocida y familiar a todo el pueblo (véase Josué 1:8; 8:34; 23:6; 24:26; 1 Reyes 2:3,
etc.). Tercero, hallamos en las obras de los profetas frecuentes referencias a los hechos registrados
en los libros de Moisés (comp. Isaías 1:9 con Génesis 19:1; 12:2 con Exodo 15:2; 51:2; con
Génesis 12:2, 54:9; con Génesis 8:21, 22; Oseas 9:10 con Números 25:3; 11:8 con Génesis 19:24;
12:4 con Génesis 32:24, 25; 12:12 con Génesis 28:5; 29:20; Joel 1:9 con Números 15:4–17; 28:7–
14; Deuteronomio 12:6, 7; 16:10, 11; Amós 2:9 con Números 21:21; 4:4 con Números 28:3; 4:11
con Génesis 19:24; 9:13 con Levítico 26:5; Miqueas 6:5 con Números 22:25; 6:6; con Levítico
9:2; 6:15 con Levítico 26:16, etc.). Cuarto, el testimonio de Cristo y los apóstoles se presta
repetidas veces en favor de los libros de Moisés (Mateo 19:7; Lucas 16:29; 24:27; Juan 1:17; 7:19;
Hechos 3:22; 28:23; Romanos 10:5). En realidad las referencias son tan numerosas, y los
testimonios tan distintamente encaminados a sostener la existencia de los libros mosaicos al través
de toda la historia de la nación judaica, y la unidad de carácter, designio y estilo de estos libros es
tan claramente perceptible, a pesar de las afirmaciones racionalistas de que forman una serie de
trozos distintos y [PAG. 8] sin conexión; que puede decirse con toda seguridad que hay evidencia
inmensamente más sólida y más variada en prueba de que son de la mano de Moisés, que la
evidencia de que cualquiera de las obras clásicas griegas o romanas sean la producción de los
autores cuyos nombres llevan. Pero, aunque reconocemos que el Pentateuco fué escrito por
Moisés, se suscita una cuestión importante, de si los libros que lo componen han llegado hasta
nosotros en una forma auténtica; si los tenemos genuinos y enteros tal como salieron de las manos
del autor. En contestación a esta pregunta, podría ser suficiente decir que, en las repeticiones
públicas y periódicas de la ley en las solemnes asambleas religiosas del pueblo, las que indican la
existencia de ejemplares numerosos, se hacía provisión para conservar la integridad del “Libro de
la Ley”. Pero además de esto, dos hechos notables, uno de los cuales sucedió antes del cautiverio,
y el otro después, proveen una evidencia concluyente de lo genuino y la autenticidad del
Pentateuco. El primero es el descubrimiento en el reinado de Josías del ejemplar autógrafo que
había sido depositado por Moisés en el arca del testimonio, y el segundo es el cisma de los
samaritanos, quienes levantaron un templo en el Monte Gerizim, y quienes, 5 apelando a la ley de
Moisés como la norma de su fe y culto igualmente con los judíos, vigilaban con cuidado celoso
toda circunstancia que pudiera afectar la pureza del relato mosaico. Hay, pues, la razón mas
poderosa para creer que el Pentateuco, como existe en la actualidad, es substancialmente igual a
como salió de las manos de Moisés. La aparición de una mano posterior, es verdad, se nota en el
relato de la muerte de Moisés al final de Deuteronomio, y en algunas pocas interpolaciones, como
la inserción de nombres de lugares cambiados, que habrían sido hechos por Esdras, quien revisó y
corrigió la versión de las antiguas Escrituras. Pero substancialmente el Pentateuco es la obra
genuina de Moisés, y muchos, que alguna vez impugnaban su pretensión a tal carácter, y lo
miraban como producto de una edad posterior, se han visto obligados, después de una completa
investigación, sin prejuicios, del asunto, a confesar su convicción de que se puede confiar
plenamente en su autenticidad. Admitiéndose lo genuino y la autenticidad del Pentateuco, siguen
como consecuencia necesaria la inspiración y la autoridad canónica de la obra. El acceso de
Moisés al privilegio de la comunión frecuente y directa con Dios (Exodo 25:22; 33:3; Números
7:89; 9:8); sus declaraciones repetidas y solemnes de que él hablaba y escribía por mandato de
Dios; la sumisión reverente que era tributada a la autoridad de sus preceptos por todas las clases
del pueblo judío, inclusive el rey mismo (Deuteronomio 17:18, 27:3); y el reconocimiento de la
misión divina de Moisés por los escritores del Nuevo Testamento, todo prueba el carácter
inspirado y la autoridad de sus libros. El Pentateuco poseía los derechos más grandes a la atención
del pueblo judaico, porque formaba la norma de su fe, la regla de su obediencia, el registro de todo
su plan de acción civil y religioso. Pero es interesante e importante a todo ser humano, en vista de
que, además de revelar el origen y el temprano desarrollo del plan de la gracia divina, es el
manantial de todo conocimiento auténtico que da la verdadera filosofía, historia, geografía y
cronología del mundo antiguo. Finalmente, el Pentateuco “es indispensable a la revelación entera
contenida en la Biblia; porque siendo el Génesis el prefacio legítimo a la ley; siendo la ley la
introducción natural al Antiguo Testamento; y siendo todo esto el preludio a la revelación del
evangelio, no habría podido omitirse. Lo que son los cuatro Evangelios al Nuevo Testamento, lo
son los cinco libros de Moisés al Antiguo Testamento. GENESIS, el libro del origen o producción
de todas las cosas, consiste en dos partes: la primera, comprendida en los caps. 1–11, da una
historia general; la segunda, contenida en los capítulos siguientes, da una historia especial. Las dos
partes están esencialmente unidas; la una, que empieza con el relato de la descendencia de la raza
humana de una sola pareja, la introducción del pecado en el mundo, y el anuncio del plan de la
misericordia divina para reparar las ruinas de la caída, fué necesaria para preparar el camino para
la otra parte, es decir, el llamamiento de Abraham y la selección de su descendencia para llevar a
cabo los benévolos propósitos de Dios. Una evidente unidad de método, pues, hay a través de todo
este libro, y la información en él contenida era de la mayor importancia para el pueblo hebreo,
porque sin él ellos no habrían podido entender las frecuentes referencias en su ley a los propósitos
y a las promesas de Dios acerca de ellos mismos. Los argumentos ya presentados para apoyar el
origen mosaico del Pentateuco, naturalmente prueban que Moisés fué el autor de Génesis. Los
pocos pasajes en que los racionalistas basaban sus afirmaciones de que era la composición de una
época posterior, ya hemos mostrado con éxito que no merecen semejante conclusión. El uso de
palabras egipcias y el conocimiento minucioso de la vida y las costumbres egipcias, manifiesto en
la historia de José, están de acuerdo con la educación de Moisés, y sea que recibiera su
información por revelación directa, o de la tradición, o de documentos escritos, [PAG. 9] nos llega
a nosotros como la obra auténtica de un autor que escribía de la manera que era inspirado por el
Espíritu Santo (2 Pedro 1:21). EXODO, una salida, deriva su nombre del hecho de que se ocupa
principalmente en relatar la salida de los israelitas de Egipto, y los incidentes que precedieron
inmediatamente así como los que siguieron a aquella memorable migración. La redacción del
mismo por Moisés, se afirma distintamente por él (Exodo 24:4) como también por nuestro Señor
(Marcos 12:26; Lucas 20:37). Además el completo conocimiento que manifiesta de las
instituciones y costumbres de los antiguos egipcios y los minuciosos detalles geográficos de la
marcha hasta Sinaí, establecen de la manera más clara la autenticidad de este libro. LEVITICO.—
Así llamado porque trata de las leyes relacionadas con el ritual, los servicios y sacrificios de la
religión judaica, la superintendencia de los cuales era confiada al sacerdocio levítico. Sin embargo,
son principalmente los deberes de los sacerdotes, “los hijos de Aarón”, los que describe este libro.
Su pretensión de ser la obra de Moisés se establece por los pasajes siguientes: 2 Crónicas 30:16;
Nehemías 8:14; Jeremías 7:22, 23; Ezequiel 20:11; Mateo 8:4; Lucas 2:22; Juan 8:5 Romanos
10:4; 13:9; 2 Corintios 6:16; Gálatas 3:12; 1 Pedro 1:16. 6 NUMEROS.—Así se llama este libro
por contener un relato de la enumeración y la colocación de los israelitas. La primera parte del
mismo, capítulos 1 al 11, parece ser un suplemento de Levítico, pues se ocupa en relatar el
nombramiento de los levitas a los oficios sagrados. El diario de la marcha por el desierto va en
seguida hasta el capítulo 21:20; después de lo cual se relatan los primeros incidentes de la
invasión. Sólo una cita directa de este libro (cap. 16:5) se hace en el Nuevo Testamento (2
Timoteo 2:19); pero referencias indirectas a él por los escritores sagrados posteriores, son muy
numerosas. DEUTERONOMIO, la segunda ley, título que claramente demuestra cuál es el objeto
de este libro; es decir, una recapitulación de la ley. Se da en forma de discursos públicos dirigidos
al pueblo; y, como Moisés hablaba con la perspectiva de su pronta partida del mundo, encareció la
obediencia a ella con muchas apelaciones potentes a los israelitas, acerca de su larga y variada
experiencia tanto de las misericordias como de los juicios de Dios. Las detalladas noticias de los
pueblos paganos con los cuales llegaron a tener relaciones, quienes después desaparecieron de las
páginas de la historia, como también el relato de la fertilidad y los productos de Canaán, y los
consejos respecto a la conquista de aquel país, fijan la fecha de este libro y el tiempo de su
composición por la mano de Moisés. La conclusión, sin embargo, puede haber sido agregada por
otro; y, más bien, algunos suponen que formaba el prefacio original al libro de Josué. JOSUE.—El
título de este libro se deriva del piadoso y valiente guía, cuyas hazañas relata, y quien, se supone,
fué su autor. Las objeciones a esta idea se fundan principalmente en la frase “hasta hoy”, que se
menciona varias veces (cap. 4:9; 6:25; 8:28). Pero esto, por lo menos en el caso de Rahab, no es
razón válida para rechazar la idea de que él sea autor del libro; porque, suponiéndose, lo que es
más probable, que este libro fuera compuesto hacia el fin de la larga carrera de Josué, o compilado
de documentos escritos dejados por él, todavía habría podido estar viva Rahab. Una manera más
sencilla y satisfactoria de explicar la frecuente inserción de la frase “hasta hoy”, es la opinión de
que es un comentario introducido por Esdras, cuando revisó el sagrado canon: y quitada esta
dificultad, las pruebas directas de que el libro fuera producido por un testigo de los
acontecimientos en él relatados; las vívidas descripciones de las escenas sucesivas, y el uso de la
palabra “nosotros” (cap. 5:1–6), visto junto con el hecho de que, después de su discurso de
despedida al pueblo, Josué “escribió estas palabras en el libro de la ley de Dios”,—todo provee
una prueba fuertemente presuntiva de que el libro entero fuese la obra de aquel eminente hombre.
Su inspiración y autoridad canónica se establecen plenamente por los repetidos testimonios de
otros escritores de las sagradas Escrituras (compárese cap. 6:26 con 1 Reyes 16:34; cap. 10:13 con
Habacuc 3:11; cap. 3:14 con Hechos 7:45; 6:17–23 con Hebreos 11:30; cap. 2 con Santiago 2:25;
Salmo 44:2; 68:12–14; 78:54, 55). Como relato de la fidelidad de Dios en dar a los israelitas
posesión de la tierra prometida, esta historia es de lo más valioso, y lleva el mismo carácter como
secuela del Pentateuco, así como los Hechos de los Apóstoles, de los Evangelios. JUECES es el
título dado a este libro, porque contiene la historia de aquellos dirigentes que no siendo reyes
gobernaron a los hebreos desde el tiempo de Josué hasta el de Eli, y las funciones de los cuales en
tiempo de paz consistían principalmente en la administración de la justicia, aunque en ciertas
ocasiones dirigían al pueblo en sus guerras contra sus enemigos públicos. La fecha y el autor de
este libro no se conocen exactamente. Es seguro, sin embargo, que antecedía al Segundo Libro de
Samuel (comp. 9:35 con 2 Samuel 11:21), como también a la conquista de Jerusalén por David
(comp. cap. 1:21 con 2 Samuel 5:6). Su autor fué, con toda probabilidad, Samuel, el último de los
jueces (véase cap. 19:1; [PAG. 10] 21:25). La fecha de la composición de la primera parte se fija
en el reinado de Saúl, mientras que los cinco capítulos finales, puede ser que no hayan sido
escritos sino después que se estableció David como rey de Israel (véase cap. 18:31). Es una
historia fragmentaria, siendo una colección de hechos importantes y de libramientos notables en
tiempos distintos y en distintas partes del país, en el período intermedio de 300 años entre Josué y
el establecimiento de la monarquía. El carácter inspirado de este libro está confirmado por
alusiones al mismo en muchos pasajes de las Escrituras (comp. cap. 4:2; 6:14 con 1 Samuel 12:9–
12; cap. 9:53 con 2 Samuel 11:21; cap. 7:25 con Salmo 83:11; cap. 5:4, 5 con Salmo 7:5; cap.
13:5; 16:17 con Mateo 2:13–23; Hechos 13:20; Hebreos 11:32). RUT es correctamente un
suplemento del libro anterior, al cual, en efecto, estaba añadido en el antiguo canon judío. Aunque
relata un episodio del tiempo de los jueces, su fecha exacta no se conoce. Parece seguro, sin
embargo, que no habría podido ser escrito antes del tiempo de Samuel (véase cap. 4:17–22), quien
generalmente se supone habrá sido su autor; y esta opinión, además de otras razones sobre las
cuales descansa, se confirma en el cap. 4:7, donde es evidente que la historia no fué compilada
sino mucho tiempo después de los hechos relatados. La inspiración y autoridad canónica del libro
son atestiguadas por el hecho de que el nombre de Rut es incluído por Mateo en la genealogía de
nuestro Señor. 7 LOS LIBROS PRIMERO Y SEGUNDO DE SAMUEL.—Los dos estaban
unidos en uno por los antiguos judíos, y en tal forma podía llamarse el Libro de Samuel con más
razón que ahora, pues el Segundo Libro se ocupa completamente en relatar acontecimientos que
no se efectuaron sino después de la muerte de aquel eminente juez. Por consiguiente, en la
Septuaginta y la Vulgata, se llaman el Primero y Segundo Libros de los Reyes. La primera parte
del Primer Libro, hasta el fin del capítulo veinticuatro, probablemente fué escrita por Samuel;
mientras que lo restante de él, y todo el Segundo Líbro, se atribuyen comúnmente a Nathán y a
Gad, fundándose la opinión en 1 Crónicas 29:29. Los comentadores, sin embargo, están divididos
acerca de este punto, suponiendo algunos de ellos que lo dicho en el cap. 2:26; 3:1, indican la
mano del juez mismo, o de un contemporáneo; mientras que algunos piensan, según los cap. 6:18;
12:5; 27:6, que la composición tiene que referirse a una época posterior. Es probable, sin embargo,
que estas supuestas señales de un período posterior fuesen interpolaciones de Esdras. Pero esta
incertidumbre respecto al autor no afecta la autoridad inspirada del libro mismo, la cual es
indisputable, porque se cita en el Nuevo Testamento (Hechos 13:22; Hebreos 1:5), como también
en muchos de los Salmos. LOS LIBROS PRIMERO Y SEGUNDO DE REYES, en los antiguos
ejemplares de la Biblia Hebrea, constituyen un libro. Se les han dado diversos títulos; en la
Septuaginta y la Vulgata se llaman los Libros Tercero y Cuarto de Reyes. El autor de estos libros
es desconocido; pero la opinión general es que fueron compilados por Esdras o por uno de los
profetas posteriores, de antiguos documentos a los cuales se hace referencia frecuente en el curso
de la historia como de autoridad pública y reconocida. Su carácter de inspirados era reconocido
por la nación judaica que los consideraba como segundo canon; además, su carácter es atestiguado
por nuestro Señor, quien frecuentemente los cita (comp. 1 Reyes 17:9; 2 Reyes 5:14 con Lucas
4:24–27; 1 Reyes 10:1 con Mateo 12:42). LOS LIBROS PRIMERO Y SEGUNDO DE
CRONICAS también eran considerados por los antiguos judíos como uno solo, quienes los
llamaban “palabras de días”, es decir, diarios o jornales, siendo probablemente compilados con
datos de los registros que guardaban los historiógrafos de los reyes acerca de los acontecimientos
diarios. En la Septuaginta el título dádoles es Paraleipómenon, “de cosas omitidas”, o sea, los
libros eran suplementarios, porque muchas cosas inadvertidas en los libros anteriores, están
registradas aquí; y no sólo son suplidas las omisiones, sino que algunos relatos son ampliados, y
otros agregados. Como autor comúnmente se reconoce a Esdras, cuyo propósito principal parece
ser el de mostrar la división de familias, posesiones, etc., antes del cautiverio, con miras a la
restauración exacta del mismo orden después del regreso de Babilonia. Aunque muchas cosas son
relatadas de nuevo, y otras son repeticiones exactas de lo que se contiene en Reyes, hay mucha
información nueva e importante que, como dice San Gerónimo, las Crónicas proveen medios para
comprender partes del Nuevo Testamento, que habrían sido ininteligibles sin ellas. Cristo y los
apóstoles hacen referencias frecuentes a que forman parte de “la Palabra de Dios” (véanse las
genealogías en Mateo cap. 1; Lucas 3; comp. 2 Crónicas 19:7 con 1 Pedro 1:17; 2 Crónicas 24:19–
21 con Mateo 23:32–35). ESDRAS, junto con Nehemías, era considerado como un solo libro por
los antiguos judíos, quienes los llamaban el Primer Libro y Segundo Libro de Esdras, como
todavía son llamados por los escritores católicos romanos. Este libro [PAG. 11] naturalmente se
divide en dos partes o secciones; una sección, contenida en los seis primeros capítulos, relata las
circunstancias del regreso del primer destacamento de desterrados babilónicos bajo Zorobabel con
la consiguiente reedificación del templo y el restablecimiento del servicio divino. La otra parte,
contenida en los cuatro capítulos restantes, cuenta el viaje de la segunda caravana de cautivos que
regresaron bajo la dirección de Esdras mismo, quien venía investido de facultades para restaurar,
en todo su esplendor, todo el sistema del ritual judaico. La opinión general de la iglesia, de siglo
en siglo, ha sido la de que Esdras es el autor de este libro. La objeción principal se funda en el cap.
5:4, donde las palabras “entonces les dijimos”, etc., han causado la conjetura de que la primera
porción del libro no fuese escrita por Esdras, quien no fué a Jerusalén sino muchos años más tarde.
Pero un poco de atención mostrará lo fútil de esta objeción, porque las palabras en cuestión no se
referían al escritor, mas fueron usadas por Tatnai y sus compañeros. El estilo y la unidad del
objeto del libro prueban claramente que fué el producto de un solo escritor. La autoridad canónica
del libro está bien establecida; pero otro libro bajo el nombre de Esdras es rechazado como
apócrifo. NEHEMIAS parece haber sido el autor de este libro por el hecho de que generalmente
escribe en su propio nombre, y excepto en aquellas porciones que son evidentemente ediciones
posteriores y copiadas de documentos públicos, él emplea como regla general la primera persona.
La porción mayor del libro se ocupa en la historia de los doce años de administración de Nehemías
en Jerusalén, después de los cuales él volvió a sus deberes en Susán. Más 8 tarde volvió a
Jerusalén con nuevas facultades, y comenzó con medidas nuevas y vigorosas de reforma, las
cuales se detallan en los últimos capítulos del libro. ESTER deriva su nombre de la dama judía
que, llegando a ser esposa del rey de Persia, empleó su influencia real para efectuar un memorable
libramiento del perseguido pueblo de Dios. Existen varias opiniones acerca de quién sería el autor
de este libro, atribuyéndolo algunos a Esdras, a Nehemías y a Mardoqueo. La preponderancia de
autoridades está a favor del último. El carácter histórico del libro es evidente, puesto que, además
de las evidencias internas, su autenticidad está probada por el fuerte testimonio de la fiesta de
Purim, la celebración de la cual puede trazarse hasta los acontecimientos que son descritos en este
libro. Pero la tradición uniforme tanto de los judíos como de los cristianos, apoya esta pretensión,
que nada en el libro tiende a debilitar; siendo él una señal del cuidado vigilante de la Providencia
Divina sobre su pueblo escogido, señal con la cual es de suma importancia que la iglesia sea
asegurada. El nombre de Dios extrañamente está omitido, pero la presencia de Dios se siente a
través de toda la historia; y todo el tono y la tendencia del libro están tan decididamente
subordinados a la honra de Dios y a la causa de la verdadera religión, que ha sido generalmente
recibido por la iglesia en todas las épocas como parte del sagrado canon. 9 [PAG. 12]
La poesía hebrea es única en su clase; en esencia, la más sublime; en forma, marcada por una
sencillez y facilidad que fluyen de su sublimidad. “El Espíritu del Señor habló por el poeta hebreo,
y su palabra ha sido en mi lengua” (2 Samuel 23:2). Aun la música se colocaba bajo la dirección
de hombres espiritualmente dotados; y uno de los músicos principales, Hemán, se llama “el
vidente del rey en las palabras de Dios” (1 Crónicas 25:1, 5). Se dice que el rey David inventó
instrumentos de música (Amós 6:5). No hay en la poesía hebrea el ritmo artístico de la forma que
aparece en la poesía clásica de Grecia y Roma, pero compensa ampliamente por esto su graciosa y
fresca naturalidad. Aparecen ejemplares antiguos de la poesía hebrea, por ejemplo, la parodia de
Lamec de la profecía de Enoc, o, como creen algunos, una lamentación por un homicidio cometido
en aquellos días desordenados, en defensa propia. (Génesis 4:23; comp. Judas 14; Exodo 32:18;
Números 21:14, 15, 17, 18, 27; 23:7, 8, 18; 24:3, 15). El elemento poético aparece mucho más en
el Antiguo Testamento que en el Nuevo. Los libros poéticos son exclusivamente los del Antiguo
Testamento; y en el Antiguo Testamento mismo, las porciones que son las más fundamentales (por
ejemplo, el Pentateuco de Moisés, el legislador, en su cuerpo principal), son las que tienen en sí
menos del elemento poético. Elías, padre de los profetas, está exento del arte poético. Los profetas
siguientes no eran estrictamente poetas, excepto cuando el estado extático en la inspiración los
elevaba a modos poéticos del pensamiento y la expresión. El profeta era más bien maestro
inspirado que poeta. Es cuando el escritor actúa como representante de las experiencias personales
de los hijos de Dios, cuando la poesía halla su esfera propia. El uso de la poesía en las Escrituras
fué particularmente para suplir la falta no provista por la ley, es decir, de formas devocionales para
expresar en privado, y en el culto público, los sentimientos de los israelitas piadosos. Las escuelas
de los profetas alentaban y difundían un espíritu religioso entre el pueblo; y los hallamos usando
instrumentos líricos para acompañar sus actos de profetizar (1 Samuel 10:5). David, sin embargo,
fué quien especialmente llevó las efusiones líricas de devoción a una perfección que no habían
alcanzado antes. Otro propósito al que la Salmodia, por las producciones inspiradas de David,
servía, era hacer salir de entre las formas típicas de los servicios legales su escencia y espíritus
ocultos, adaptándolos a las variadas exigencias espirituales de la vida individual y congregacional.
La Naturaleza también en ellas se muestra hablando de la gloria y bondad del Dios invisible,
aunque siempre presente. Se proveía al israelita un manual de devoción, por medio del cual podía
entrar en el verdadero espíritu de los servicios del santuario, y así sentir la necesidad de aquel
Mesías venidero, de quien testifica especialmente el Libro de los Salmos. Nosotros también, en
nuestra dispensación cristiana, necesitamos su ayuda en nuestras devociones. Obligados como
estamos, a pesar de nuestros privilegios superiores en muchos sentidos, a caminar por fe más bien
que por vista en un grado mayor que ellos, hallamos en los Salmos, con sus expresiones que hacen
real la sentida proximidad de Dios, el mejor repertorio de donde sacar un lenguaje divinamente
sancionado con el cual expresar nuestras oraciones y acciones de gracias a Dios, y nuestras
aspiraciones por una santa comunión con nuestros hermanos santos. Acerca de la objeción
presentada contra el espíritu de venganza que se respira en algunos Salmos, la respuesta es, que
hay que hacer una amplia distinción entre el espíritu vengativo personal y el deseo de que el honor
de Dios sea vindicado. La venganza personal, no sólo en otras partes de las Escrituras, sino
también en los Salmos, en la teoría y en la práctica, es condenada (Exodo 23:4, 5; Levítico 19:8;
Job 31:29, 30; Salmo 7:4, 5, 8, 11, 12; Proverbios 25:21, 22), lo que corresponde con la práctica de
David en el caso de su enemigo implacable (1 Samuel 24:5, 6; 26:8–10). De la otra parte, el
pueblo de Dios siempre ha deseado que, cualquier cosa que dañe la causa de Dios, como por
ejemplo la prosperidad de los enemigos de Dios y de su iglesia, sea destruida (Salmo 10:12; 30:27;
40:16; 79:6, 10). Es bueno que nosotros también, en nuestra dispensación de amor, reavivemos la
memoria por medio de estos Salmos de nuestras laxas opiniones en cuanto [PAG. 13] to al odio de
Dios por el pecado; y de la necesidad que hay de que nosotros comprendamos bien la mente de
Dios sobre tales puntos, al mismo tiempo que busquemos la conversión de todos los hombres a
Dios (comp. 1 Samuel 16:1; Salmo 139:21; Isaías 66:24; Apocalipsis 14:10). Algunos Salmos se
componen de veintidós oraciones paralelas, o estrofas de versos, las que empiezan con palabras
cuya letra inicial corresponde con las letras hebreas (veintidós) en su orden (Salmos 37 y 119).
También Las Lamentaciones. Este arreglo era ideado como una ayuda a la memoria, y se halla
únicamente en tales composiciones 10 que tratan, no un tema distinto y progresivo, sino una serie
de reflexiones piadosas, caso en que el orden preciso era de menos importancia. El Salmista, al
adoptarlo, no lo sigue servilmente; mas, como en el Salmo 25, se desvía, para así hacer que la
forma, cuando es necesario, se amolde al sentido. De estos poemas hay doce en toda la Biblia
hebrea (Salmos 25, 34, 37, 111, 112, 119, 145; Proverbios 31:10–31; Lamentaciones 1, 2, 3, 4). La
gran excelencia del principio hebreo de versificación, es decir, el paralelismo, o “ritmo de
pensamiento” (Ewald), es que, mientras que la poesía de todos los demás idiomas, cuya
versificación depende de la regular repetición de ciertos sonidos, sufre considerablemente en la
traducción, la poesía hebrea, cuyo ritmo depende de la correspondencia paralela de pensamientos
similares, casi no pierde nada al ser traducida—habiéndolo provisto así el Espíritu Santo
prescientemente para su final traducción a todas las lenguas, sin la pérdida del sentido. Así en
nuestra versión castellana, Job y Salmos, aunque son traducciones, son eminentemente poéticas.
Así también se da una clave al sentido de muchos pasajes, porque el sentido de la palabra en una
cláusula se presenta más cabalmente en la palabra correspondiente en la siguiente cláusula
paralela. En la puntuación Masorética del hebreo, el arreglo métrico se señala por los distintos
acentos. Concuerda con la divina inspiración de la poesía bíblica, que el pensamiento sea más
prominente que la forma, el meollo de la nuez más que la cáscara. Hay un ritmo verbal superior al
de la prosa; pero como está perdida la verdadera pronunciación hebrea, se reconoce sólo
imperfectamente el ritmo. La particularidad de la edad poética hebrea es que era siempre histórica
y verdadera, no mítica, como las edades poéticas de todas las demás naciones. Otra vez, su poesía
se distingue de la prosa por el uso de términos decididamente poéticos. El lamento de David por
Jonatán proporciona una muestra hermosa de otro carácter distintivo hallado en la poesía hebrea,
la estrofa: siendo señaladas las tres estrofas por la repetición tres veces de la endecha cantada por
todo el cuerpo de cantores, que representan a Israel; la segunda, por niñas; la tercera, por un coro
de varones jóvenes (2 Samuel 1:17–27). La poesía lírica, que es el estilo predominante en la
Biblia, y es especialmente concisa y sentenciosa, parece haber venido de una clase más antigua
parecida al Libro de Proverbios que es más moderno (comp. Génesis 4:23, 24). La mente oriental
tiene tendencia a incorporar el pensamiento con aforismos, máximas y proverbios. “La poesía de
los orientales es una ristra de perlas. Cada palabra tiene vida. Cada proposición es la sabiduría
condensada. Cada sentencia es sorprendente y epigramática.” (Kitto, Biblical Cyclopedia.) Somos
llevados a la misma conclusión por ser usado el término Mascal, “proverbio” o “similitud” para
designar la poesía en general. “La poesía hebrea, en su origen, era una pintura al ojo, una parábola
o enseñanza por medio de semejanzas descubiertas por la mente popular, expresada en la lengua
popular, y adoptada y pulida por el poeta nacional.” Salomón, bajo la inspiración, incorporaría en
sus Proverbios tales de los dichos sabios preexistentes cuales fueran sancionados por el Espíritu de
Dios. El título hebreo para los Salmos, Tehilim, quiere decir himnos, alabanzas gozosas (a veces
acompañados por danzas. Exodo 15; Jueces 5), que no responde exactamente al título de
Septuaginta, Salmo, u odas líricas, o cánticos acompañados por algún instrumento. El título
Tehilim, “himnos”, fué adoptado probablemente por causa del uso hecho de los Salmos en el
servicio divino, aunque sólo una parte puede llamarse estrictamente cánticos de alabanza, siendo
otros endechas, y muchísimos son oraciones (de suerte que en el Salmo 72:20, David intitula todas
sus composiciones anteriores “las oraciones de David”). Sesenta y cinco llevan el título odas
líricas (Mizmorim), mientras que uno se llama Tehilah, o Himno. Como el título Salmos se usa en
la Septuaginta y en el Nuevo Testamento, como también en la versión Peshitta, es probable que
Salmos (Mizmorim) u odas líricas fuera el viejo título antes de Tehilim. La poesía épica, como
tiene su esfera propia en una edad mítica, heroica, no tiene lugar entre los hebreos de la edad del
Antiguo Testamento. Porque en sus épocas más tempranas, la patriarcal, reinaban no la fábula,
como en Grecia, Roma, Egipto y todas las naciones paganas, sino la verdad y la realidad histórica;
hasta tal punto, que el elemento poético que es producto de la imaginación, se halla menos en
aquellas épocas tempranas que en las edades posteriores. El [PAG. 14] Pentateuco es casi todo
prosa histórica. En la edad subsiguiente, no inspirada, en el libro de Tobit tenemos algún
acercamiento al Epos. El Drama, en el sentido moderno completo, tampoco se halla en la literatura
hebrea. Esto se debe no a una falta de cultura intelectual, como está demostrado ampliamente por
la sublime excelencia de su poesía lírica y didáctica, sino al carácter serio del pueblo y a la
solemnidad de los temas de su literatura. El elemento dramático aparece en Job, más que en
cualquier otro libro de la Biblia; hay dramatis personae, un plan, y la solución del plan en el
discurso preparado por Eliú, el cuarto amigo, y efectuada dicha solución por la intervención de
Jehová mismo. Pero en sentido estricto no 11 es un drama, sino más bien un debate inspirado
sobre un problema difícil del gobierno de Jehová ejemplificado en el caso de Job, con relato
histórico, prólogo y epílogo. El Cantar de Cantares también tiene mucho de lo dramático. Véase
mis Introducciones a Job y el Cantar de Cantares. El estilo de muchos Salmos es muy dramático,
apareciendo a menudo transiciones de una persona a otra, sin introducción, y especialmente
cuando se habla indirectamente de Dios, se hace un cambio para dirigirse a Dios; así en el Salmo
32:1, 2, David hace una introducción general, “Bienaventurado aquel cuyas iniquidades son
perdonadas,” etc.; entonces en los vers. 3–7 pasa a dirigirse directamente a Dios; luego en el v. 8,
sin prefacio se introduce a Dios hablando directamente en respuesta a la oración anterior; entonces
en el v. 10, otra vez el autor vuelve a hablar indirectamente de Dios, y al final se dirige a los
justos. Estos cambios repentinos de persona no nos sorprenden, mas nos dan un sentido más claro
de su trato habitual con Dios, de lo que podrían hacer las afirmaciones cualesquiera. Compárese
también en el Salmo 132:8–10, la oración, “Levántate, oh Jehová, a tu reposo; tú y el arca de tu
fortaleza. Tus sacerdotes se vistan de justicia, y regocíjense tus santos. Por amor de David tu
siervo no vuelvas de tu ungido el rostro,” con la respuesta directa de Jehová, que sigue en casi las
mismas palabras de la oración, “En verdad juró Jehová a David”, etc. “Este es mi reposo para
siempre. Asimismo vestiré a sus sacerdotes de salud, y sus santos darán voces de júbilo”. Así
también en el Salmo 2, se introducen varios personajes, obrando y hablando dramáticamente: las
naciones confederadas, Jehová, el Mesías y el salmista. Un rasgo frecuente es la sucesión alternada
de partes, adaptándose los varios Salmos a la recitación alternada por dos semi coros en la
alabanza del templo, seguidos por el coro completo entre las partes y al final. Así es en el Salmo
107:15, 21, 31. De Burgh, en su valioso comentario sobre los Salmos, dice: “Nuestro servicio de
catedral ejemplifica la forma de cantar de los Salmos, excepto que el semi coro canta
alternativamente un verso entero, en vez de alternar, como de antiguo, en el medio verso; mientras
que el coro completo es la ‘gloria’ al final de cada Salmo.” En conclusión, además de su especial
punto de excelencia, su divina inspiración, la poesía hebrea se caracteriza por ser esencialmente
nacional, pero eminentemente católica o universal, hablando al corazón y a la sensibilidad de la
humanidad entera. Simple y espontánea, se distingue por una frescura natural que es el resultado
de su genuina veracidad. El poeta hebreo no buscaba su “ego”, o su propia fama, como todos los
poetas paganos, mas era inspirado por el Espíritu de Dios para llenar una necesidad urgente que
sus propias aspiraciones y las de su nación hacia Dios, hacían al mismo tiempo una necesidad y un
deleite. Véase 2 Samuel 23:1, 2: “Dijo David … el suave en cánticos de Israel: El Espíritu de
Jehová ha hablado por mí,” etc. Ewald con razón observa, que varias odas de la más elevada
excelencia poética, no están incluidas en el libro de los Salmos (por ejemplo, los cánticos de
Moisés, Exodo 15 y 32; de Débora, Jueces 5; de Anna, 1 Samuel 2:1–10; de Ezechías, Isaías 38:9–
20; de Habacuc, Habacuc 3; y aun la endecha de David por Saúl y Jonathán, 2 Samuel 1:17, 18).
La selección de los Salmos, reunidos en un libro, fué hecha no tanto con referencia a la hermosura
de las piezas, como por su adaptación para el culto público. Sin embargo, un Espíritu dirigente
ordenó la selección y el arreglo del contenido del libro, pues un tono y tema penetrantes aparecen
al través de todo: Cristo en su propia vida interior como el Dios hombre, en sus relaciones pasadas,
presentes y futuras con la iglesia y con el mundo. Isaac Taylor llama a los Salmos, “La liturgia de
la vida espiritual”; y Lutero, “Una Biblia en miniatura.” El principio del orden en que se nos
presentan los Salmos, aunque no siempre manifiesto, en algunos casos es claro, y demuestra que el
arreglo es sin duda la obra del Espíritu, y no meramente la del compilador. Así el Salmo 22
claramente presenta las agonías morales del Mesías; el Salmo 23, su descanso tranquilo en el
Paraíso después de su muerte en la cruz; y el Salmo 24, su ascensión gloriosa al cielo. 12
La segunda división de las Escrituras, siendo las otras la Ley y Hagiógrafos. Incluía esta segunda
división Josué, Jueces, Primero y Segundo de Samuel, Primero y Segundo de Reyes, llamados los
Profetas Primeros; e Isaías, Jeremías, etc. hasta Malaquías, los Profetas Posteriores. Daniel está
excluído, porque, aunque altamente dotado de dones proféticos, él no había llenado el oficio de
profeta; su libro pues está clasificado con los Hagiógrafos. Esdras tal vez empezó, y otros más
tarde completaron, el arreglo del canon. Los profetas no eran meros pronosticadores. Su nombre
hebreo, Nabƒ, proviene de una raíz de brotar como una fuente (Gesenius); de ahí el fervor de la
inspiración, 2 Pedro 1:21 (otros lo interpretan como de una raíz arábiga, Exodo 4:16, interlocutor,
el que habla en nombre de Dios, supliéndole las palabras el Espíritu Santo); comunicadas por
sueños, Joel 2:28, Job 33:14–17 (ningún caso de esto aparece en Isaías); o visiones, haciéndose
pasar la escena ante su mente (Isaías 1:1); o rapto, éxtasis (Números 24:4, 16; Ezequiel 1:3; 3:14);
sin privarlos a ellos, sin embargo, de su libre actuación consciente (Jeremías 20:7, 9; 1 Corintios
14:32). Estas formas peculiares de inspiración distinguían a los profetas, estrictamente llamados
así, de Moisés y otros inspirados (Números 12:6–8). De ahí su nombre veedores. De ahí, también
el molde poético de su estilo, aunque menos restringido, debido a su tendencia práctica, en las
formas externas observadas en los libros poéticos. De ahí, también, la unión de la música con el
acto de profetizar (1 Samuel 10:5). Este estado extático, aunque elevado, no es el más alto; porque
Jesucristo nunca estuvo en él, ni Moisés. Se hacía necesario por la debilidad de los profetas, y la
torpeza espiritual del pueblo. Por consiguiente, este estado predomina en el Antiguo Testamento,
pero está subordinado en el Nuevo, donde el Espíritu Santo por la plenitud de sus dones ordinarios
hace menos necesario el extraordinario. Después del tiempo de la economía mosaica, la idea de
profeta se asociaba regularmente con el oficio o cargo profético, no conferido por los hombres sino
por Dios. En esto ellos difieren de los místicos, cuya pretendida inspiración es por ellos mismos; el
profetismo es práctico, no iluso y apartado; la inspiración de los profetas es propia sólo como los
mensajeros de Dios al pueblo. Los siervos ordinarios y maestros regulares del pueblo eran los
sacerdotes: los profetas, distinguidos de ellos por la inspiración, eran designados para despertar y
excitar. En Israel, sin embargo, a diferencia de Judá, como no había verdadero sacerdocio, los
únicos profetas eran los ministros ordinarios de Dios. La profecía en Israel necesitaba ser apoyada
más poderosamente y entonces las “escuelas” fueron establecidas; y más hazañas proféticas
llamativas (por ejemplo, las de Elías y Eliseo) son recordadas en Israel que en Judá. La ley era su
base (Isaías 8:16, 20), tanto en su forma como en su espíritu (Deuteronomio 4:2, 13:1–3); a veces
ellos miraban hacia adelante al día cuando su espíritu siempre viviente rompería su forma
imperfecta de entonces a favor de un desarrollo más libre y perfecto (Jeremías 3:16; 31:31); pero
ellos no cambiaron ni un tilde en sus días. Eichorn bien llama al cántico de Moisés (Deuteronomio
32) la Magna Carta de la profecía. El cumplimiento de sus predicciones había de ser la señal de
que eran ellos verdaderos profetas de Dios (Deuteronomio 18:22). También lo era el que ellos no
hablaran en el nombre de ningún otro que no fuera el verdadero Dios (Deuteronomio 18:20). La
profecía era la única indulgencia sancionada por el vehemente deseo de conocer acontecimientos
futuros, el cual es tan común en Oriente (Deuteronomio 18:10, 11). Para una inspiración
momentánea el mero comienzo de la vida espiritual bastaba, como en el caso de Balaam; pero para
una misión continua, el profeta tenía que ser convertido (Isaías 6:7). En los días de Samuel (1
Samuel 10:8; 19:20) empiezan las “escuelas” proféticas. Estas eran asociaciones de hombres, más
o menos dotados del Espíritu, en las cuales los más débiles eran ayudados por los de poderes
espirituales más grandes: como en Beth‐el y Gilgal (2 Reyes 2:3; 4:38; 6:21). Unicamente los
dirigentes estaban en comunión inmediata con Dios, mientras que los demás se unían a Dios
mediante su meditación (1 Reyes 19:15; 2 Reyes 8:13); aquéllos obraban por medio de éstos como
instrumentos (1 Reyes 19:16; 2 Reyes 9:1, 2). La concesión de los dones proféticos, sin embargo,
no se limitaba a estas escuelas (Amós 7:14, 15). [PAG. 16] En cuanto a ACCIONES
SIMBOLICAS, muchas de ellas no eran reales sino solamente partes de las visiones proféticas,
hechos internos, no externos, siendo imposibles o indecorosos (Jeremías 13:1–10; 25:12–38;
Oseas 1:2–11). Sin embargo, las acciones internas, cuando era posible y propio, eran a menudo
expresadas exteriormente (1 Reyes 22:11). Aquellas puramente internas expresan el tema más
fuertemente de lo que pudiera una afirmación seca. Otros CRITERIOS de un verdadero profeta, a
más de los dos mencionados arriba, eran: conformidad de sus discursos con la ley; el que no
prometiera prosperidad sin arrepentimiento; su propia seguridad de su misión divina (a veces
recibida de mala gana, Jeremías 20:8, 9; 26:12), el producir aquella seguridad interna de la verdad
en otros, lo que era para ellos una 13 prueba más segura de parte del Espíritu de Dios, que aun los
milagros externos y argumentos; su vida piadosa, su fortaleza en el sufrimiento, exención del
fanatismo, confirman estos criterios. Los milagros, aunque son pruebas, no han de ser creídos, sin
los criterios negativos (Deuteronomio 13:2). Las predicciones cumplidas durante la vida del
profeta, establecían su autoridad desde allí en adelante (1 Samuel 3:19; Jeremías 22:11, 12;
Ezequiel 12:12, 13; 24). En cuanto a su PROMULGACION, era generalmente oral, ante el pueblo
reunido, y después revisada por escrito. La segunda parte de Isaías, y Ezequiel 40–48,
probablemente no fueron dadas oralmente, sino por escrito. Antes del tiempo de Isaías y sus
contemporáneos, las profecías no eran escritas, porque no se destinaban al uso universal. Pero
ahora se abre un campo más extenso. Al poder mundano de las naciones paganas, que amenazaban
destruir la teocracia, desde allí en adelante se opone el reino de Dios, el cual estaba por conquistar
a todos por medio del Mesías, cuya venida concierne a todas las edades. Los profetas menores dan
la quintaesencia de sus respectivos autores. Ocurre un caso de la manera de juntar y publicar las
profecías (Jeremías 36:4–14). Las de los profetas posteriores descansan sobre las de los anteriores
(Zacarías 1:4; 7:7, 12). Ewald supone que un gran número de rollos proféticos ha sido perdido.
Pero el hecho de que los profetas frecuentemente hacían alusión a los escritos que tenemos, y
nunca a los que se puede probar que no tenemos, hace probable que ya tengamos todas las
predicciones que fueron dadas por escrito; el cuidado dado de ellas, y el conocimiento exacto de
las mismas mucho tiempo después (Jeremías 26:18, 19), confirman esta opinión. La
COLOCACION es cronológica; pero como los doce profetas menores son considerados como una
sola obra, y los tres últimos de éstos vivieron más tarde que Jeremías y Ezequiel, los primeros
están colocados después de los últimos. Los profetas menores están arreglados en orden
cronológico, excepto Oseas, que siendo el más largo, está puesto primero, aunque algunos eran
anteriores a él: también Jonás, quien parece haber sido el primero de los profetas posteriores. En
cuanto al Mesías, ningún profeta por sí solo da una vista completa de él. Esta se compone de los
diversos aspectos de él en profecías diferentes combinadas; así como su vida en los Evangelios es
una sola bajo un aspecto cuádruplo. En la primera parte de Isaías, dirigida a todo el pueblo, la idea
prominente es su triunfo como Rey, siendo el propósito allí el disipar sus temores de las naciones
circundantes; en la segunda, dirigida al resto elegido, se presenta como Profeta y Sacerdote, siendo
él mismo el sacrificio. 14 [PAG. 17]
El don profético existía mucho tiempo antes que fuera instituído el oficio o cargo de profeta. Así
Enoc tenía el don (Judas 14). También Abraham se llama “profeta” (Génesis 20:7), como también
los patriarcas (Salmo 105:15). Se instituyó el cargo primero bajo la economía mosaica; pero aun
entonces el don no siempre estaba unido con el cargo; por ejemplo, Daniel estaba grandemente
dotado, pero nunca fué llamado al oficio, pues vivía en una corte pagana donde no habría podido
ejercerlo. Así también David (Mateo 13:35; 27:35). Por esto, los escritos de ambos están
colocados en los Hagiógrafos, y no con los profetas. Además, aunque el oficio o puesto cesó con el
final de la dispensación del Antiguo Testamento, el don continuó, y estuvo entre los principales
carismas de la iglesia del Nuevo Testamento. Profeta (en hebreo de una raíz, “brotar como una
fuente”) quería decir uno que habla en nombre de otro (Exodo 7:1); esto es, uno que hablaba con
autoridad por Dios como intérprete de su voluntad. Vidente era el término más antiguo (1 Samuel
9:9), lo que da a entender que hablaba mediante una comunicación divina presentada a sus
sentidos o su mente; como “profeta” indicaba su autoridad como que hablaba por Dios. Cristo era
la única fuente de la profecía (1 Pedro 1:11; Apocalipsis 19:10; también Hechos 16:7, la lección
más antigua decía “Espíritu de Jesús”), y declaraba la voluntad de Dios a los hombres por medio
de su Santo Espíritu que obraba en las mentes de los profetas. Así la historia de la iglesia es la
historia de la revelación que Dios hacía de sí mismo a los hombres en su Hijo. Las tres divisiones
de esta historia, la Dispensación Patriarcal, la Mosaica y la Cristiana, se caracterizan cada una por
un modo distinto de las manifestaciones de Dios—es decir, por una forma distinta del don
profético. El modo teofánico caracteriza a la dispensación patriarcal: Dios se revela a sí mismo en
apariencias visibles, o teofanías. El modo teopnéustico, la mosaica: Dios se revela por medio de
hombres divinamente inspirados. El modo teológico, la cristiana: Dios se revela a sí mismo, no
meramente a intervalos, sino permanentemente, por escritos inspirados (“los oráculos de Dios,” 1
Pedro 4:11). En la primera o edad patriarcal, los hombres no obran milagros, a diferencia de todas
las demás historias primitivas, que abundan en milagros obrados por los hombres, como prueba de
la autenticidad. Todos los milagros son obrados por Dios, sin la intervención de hombres; y las
comunicaciones divinas son generalmente expresiones directas, de suerte que el don profético es
raro, pues en esta dispensación sólo excepcionalmente Dios emplea la agencia profética de
hombres; sólo en Génesis 20:7, se halla el término “profeta”. En la segunda, o dispensación
mosaica, Dios se aleja más de las comunicaciones directas con la humanidad, y se manifiesta por
medio de instrumentos humanos. En vez de obrar Dios milagros directamente, Moisés, Josué, etc.,
son sus agentes. Así también en sus comunicaciones él habla no directamente, sino por medio de
Moisés y sus sucesores. La teocracia necesitaba una nueva forma del don profético: Hombres
divinamente inspirados (teopnéusticos) tienen que obrar y hablar por Dios, Cabeza de la teocracia,
como administradores de él; el don profético, pues, ahora se une con el cargo profético. De
consiguiente, estos profetas son profetas que obran, no escriben. Estos sólo aparecen en las edades
posteriores de esta segunda dispensación. Moisés obraba como legislador; Josué, los jueces y
Samuel como profetas ejecutivos; David y Salomón como profetas devocionales. Aun en caso de
los profetas escritores de la última mitad de la dispensación mosaica, su deber primario era el de
hablar y obrar. Sus escritos tenían referenecia más al uso de la dispensación del Nuevo Testamento
que a la suya propia (1 Pedro 1:12). De modo que aun en el caso de ellos, el carácter de la
dispensación mosaica era teopnéustico; antes que teológico. La tercera, o dispensación cristiana, es
teológica, es decir, una revelación de Dios por medio de escritos inspirados; 1 Pedro 4:11; 2 Pedro
1:16–21, donde hace contraste entre “los tiempos pasados” cuando “los santos hombres de Dios
hablaron siendo inspirados del Espíritu Santo”, con los tiempos nuestros, cuando “tenemos la
palabra profética más permanente”. De modo que Dios ahora revela su voluntad, no por teofanías
directas como en la primera dispensación ni por hombres inspirados, como en la segunda, sino por
la palabra escrita, que vive y permanece para siempre (en contraste [PAG. 18] con las inconstantes
manifestaciones de Dios, y con la descontinuación en la vida de los profetas, bajo las dos
dispensaciones anteriores respectivamente, 1 Pedro 1:23; 2 Pedro 3:2, 16). La forma próxima
futura será el retorno de las manifestaciones teofánicas sobre la tierra, en una forma más perfecta y
permanente que en la edad primera (Apocalipsis 21:3). La historia del cargo profético bajo la
dispensación mosaica cae dentro de tres divisiones. La primera termina con la edad de Samuel, y
no tiene una sucesión regular de profetas, no haciendo falta éstos, mientras Dios mismo gobernaba
al pueblo sin ejecutivo hereditario. El segundo período se extiende desde Samuel hasta Uzzías, 800
A. de C., y es la edad de los profetas de acción. Samuel reunía en sí los tres elementos de la
teocracia, siendo juez, sacerdote 15 y profeta. La creación de un rey humano hizo que el cargo
formal de profeta fuese más necesario como un contrapeso al rey. De modo que la edad de los
reyes es también la edad de los profetas. Pero a esta altura ellos eran profetas de acción antes que
escribas. Hacia el final de este segundo período, las profecías devocionales y mesiánicas de David
y Salomón prepararon el camino para el tercer período (de 800 A. de C. a 400 A. de C.), que
empezó bajo Uzzías, y que era la edad de la profecía escrita. En este tercer período los profetas se
vuelven del tiempo presente al futuro, y así el elemento mesiánico llega a ser más distinto. De
modo que en estos tres períodos más cortos, los grandes rasgos de las tres grandes dispensaciones
vuelven a aparecer. El primero es teofánico; el segundo, teopnéustico, y el tercero, teológico. De la
misma manera las grandes leyes orgánicas del mundo reaparecen en departamentos más pequeños:
la ley del árbol se desarrolla en formas diminutas en la estructura de la hoja, y la curva de la órbita
del planeta reaparece en la línea trazada por la bala de cañón que ha sido proyectada. (Moore.)
Samuel probablemente estableció reglas que daban forma permanente al orden profético; por lo
menos en su tiempo ocurre la primera mención de “escuelas de los profetas”. Estas estaban todas
cerca una de otra, y en la tribu de Benjamín, en Beth‐el, Gilgal, Rama y Jericó. Si hubiese sido el
profeta un mero relator de acontecimientos futuros, tales escuelas habrían sido inútiles. Pero él era
también el representante de Dios para asegurar la debida ejecución del ritual mosaico en su pureza;
de ahí surgió la necesidad de escuelas en donde se estudiara aquella institución divinamente
ordenada. Las más veces Dios elegía sus profetas de entre los educados en estas escuelas, aunque
no siempre; como lo prueban los casos de Amós (Amós 7:14) y Eliseo (1 Reyes 19:9). El hecho de
que los hombres más humildes pudieran ser llamados al cargo profético, obraba como obstáculo al
poder hereditario de los reyes, y como estímulo para que se buscaran las cualidades necesarias
para tan exaltado cargo. Los Salmos mesiánicos, hacia el fin del segundo período, forman la
transición entre los profetas de acción y los profetas de la palabra, entre los hombres que se
ocupaban sólo con el tiempo presente y los que miraban desde el presente al porvenir glorioso. El
tercer período, el de Uzzías hasta Malaquías, incluye tres clases de profetas: 1. Los de las diez
tribus; 2. Los de los gentiles; 3. Los de Judá. Naturalmente ellos se juntaban alrededor de la sede
de la teocracia en Judá. Por este motivo los de las diez tribus eran las más veces profetas de
acción. En la segunda clase están Jonás, Nahum y Abdías, los cuales eran testigos de la autoridad
de Dios sobre el mundo gentil, como otros testificaban de la misma cosa en la teocracia. La tercera
clase, los de Judá, tienen más amplitud de vista y un tono más lleno de esperanza y gozo. Estas
caen bajo cinco divisiones: 1. Los que moraban en Judá en el punto culminante de su grandeza
durante su estado de separación de Israel; es decir, el siglo entre Uzzías y Ezequías, años 800 a
700 A. de C., los profetas Isaías, Joel y Miqueas. 2. El período de decadencia de Judá, desde
Manasés a Sedecías; los profetas Sofonías y Habacuc. 3. La cautividad: profeta Jeremías. 4. El
exilio, cuando el porvenir era la única esperanza que podía avistarse; profetas Ezequiel y Daniel,
que son principalmente profetas del porvenir. 5. La restauración; período al cual pertenecen los
últimos profetas escritores del Antiguo Testamento: Hageo, Zacarías y Malaquías. Juan el Bautista
mucho después, pertenecía a la misma dispensación, pero no escribió nada (Mateo 11:9–11); como
Elías, Juan era profeta de acción y predicación, preparando el camino para los profetas de la
palabra, como Juan lo preparó para la Palabra Encarnada. Para entender el espíritu de la enseñanza
de cada profeta hay que considerar su posición histórica y las circunstancias del tiempo. El
cautiverio tenía por propósito extirpar la tendencia de los judíos hacia la idolatría, y restaurar el
espíritu teocrático que reconocía a Dios como gobernante único, y las instituciones mosaicas como
su ley establecida por un tiempo, hasta que viniera el Mesías. De modo que los profetas de la
restauración son mejor ilustrados mediante [PAG. 19] una comparación con las historias de Esdras
y Nehemías, contemporáneos de Malaquías. De los tres profetas de la restauración, dos, Hageo y
Zacarías, están en el principio del período, y el otro, Malaquías, a su final. El exilio no fué una sola
deportación del pueblo, sino una serie de deportaciones que se extendieron por un siglo y medio.
Igualmente la restauración no fué completada de una vez sino en regresos sucesivos extendidos
por un siglo. Por esto se nota una diferencia de tono entre Hageo y Zacarías en el principio y de
Malaquías al final. El primer regreso se efectuó en el primer año de Ciro, año 536 A. de C.; 42,360
personas regresaron bajo Sesbassar o Zorobabel y Jesuá (Esdras 2:64). Ellos edificaron un altar, y
echaron los cimientos del templo. Fueron interrumpidos por las falsas representaciones de los
samaritanos, y la obra fué suspendida durante catorce años. La muerte de Esmerdis dió
oportunidad para renovar la obra, setenta años después de la destrucción del primer templo. Este
fué el tiempo cuando se levantaron Hageo y Zacarías. Aquél para animar a la inmediata
reedificación del templo y la restauración del ritual mosaico, y éste para ayudar en la obra y
revelar el gran porvenir de la teocracia como un aliciente a la obra presente. La imposibilidad de
observar el ritual mosaico en el destierro, generó una indiferencia 16 antiteocrática a ella entre los
jóvenes quienes eran extraños al culto de Jerusalén, del cual la nación había sido separada por más
de medio siglo. Además, la vistosa pompa de Babilonia tendía a hacer que ellos despreciaran los
humildes ritos del culto a Jehová en aquel tiempo. Por este motivo hacían falta un Hageo y un
Zacarías para que corrigiesen estos sentimientos manifestando la verdadera gloria de las
instituciones teocráticas. La siguiente gran época dé la restauración fué el regreso de Esdras, en el
año 458 A. de C., ochenta años después de la primera expedición bajo Zorobabel. Trece años más
tarde, en el año 445 A. de C., vino Nehemías para ayudar a Esdras en la gran obra. Ahora fué
cuando se levantó Malaquías para secundar estas obras, tres cuartos de siglo después de Hageo y
Zacarías. Como la obra de ellos era la de restauradores, la de él fué la de un reformador. Las
propiedades de muchos habían quedado hipotecadas, y la depresión de las circunstancias llevó a
muchos a un espíritu escéptico en cuanto al servicio de Dios. No sólo dejaron el culto del templo,
mas tomaron esposas paganas, para perjuicio de sus esposas judías y deshonra de Dios. Por esta
razón, además de la corrección de los abusos civiles y la reedificación del muro, efectuada por los
esfuerzos de Nehemías, hacía falta un reformador religioso tal como lo era Esdras, quien reformó
los abusos eclesiásticos, estableció sinagogas, donde una enseñanza regular de la ley pudiera ser
recibida; restableció la observancia del sábado y la Pascua y la dignidad del sacerdocio, y generó
una reverencia por la ley escrita, que más tarde llegó a ser una superstición. Malaquías ayudó en
esta buena obra, dándole su autoridad profética. Cuán cabalmente fué efectuada la obra, se prueba
por el cambio completo en el carácter nacional. Antes siempre propensos a la idolatría, desde el
cautiverio en adelante la aborrecieron. Antes amantes del gobierno monárquico, ahora llegaron a
ser sumisos al gobierno sacerdotal. Antes negligentes de la Palabra escrita, ahora la miraban con
una reverencia que a veces lindaba con la superstición. Antes amantes de las alianzas extranjeras,
después se apartaban con horror de todos los extranjeros. Una vez amantes de la agricultura, ahora
vinieron a ser un pueblo de comerciantes. De pueblo voluble antes, ahora llegaron a ser fanáticos y
nacionalmente intolerantes. De esta manera la restauración de Babilonia moldeó el carácter
nacional más que ningún acontecimiento desde el éxodo de Egipto. Ahora desaparece la distinción
entre Judá y las diez tribus. Así en el Nuevo Testamento se menciona a las diez tribus (Hechos
26:7; Santiago 1:1). El sentimiento teocrático generado en la restauración atrajo a toda la nación
escogida alrededor del asiento de la teocracia, metrópoli de la verdadera religión, Jerusalén.
Malaquías tendía a fomentar este sentimiento; así su profecía, aunque dirigida al pueblo de
Jerusalén, se llama “la palabra de Jehová a Israel”. El largo silencio de profetas desde Malaquías
hasta el tiempo del Mesías, era lo que se necesitaba para despertar en la mente judía el deseo más
ardiente por Aquel que había de sobrepasar infinitamente en palabra y en obras a todos los
profetas, precursores de él. Los tres profetas de la restauración, siendo los últimos del Antiguo
Testamento, son especialmente claros en señalarlo a él, quien, como el gran tema del Nuevo
Testamento, había de cumplir