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Herramientas financieras

31/08/2011 01:39:44 p.m.

El patrón cambio oro es un sistema monetario por el cual se fija el valor de una divisa en términos
de una determinada cantidad de oro. El emisor de la divisa garantiza que puede devolver al poseedor de sus
billetes la cantidad de oro representada en ellos. Este sistema se reimplantó en la Conferencia de Bretton
Woods, cuando surgieron el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial en 1944. Las divisas
que garantizaban el cambio al oro fueron el dólar y la libra esterlina. Este sistema dio lugar a una estabilidad
relativa y duradera, DESDE 1944 HASTA 1971. La mayoría de las economías del mundo se desarrollaron,
por lo que esa etapa se conoce en la historia como la "Edad de oro". La vigencia del patrón oro, que imperó
durante el siglo XIX como base del sistema financiero internacional, terminó a raíz de la Primera Guerra
Mundial, de forma que ya no se utiliza en ningún lugar del mundo. Suiza fue el último país en abandonarlo
en 1998.

Si un país sufre déficit en la balanza de pagos produce un flujo de salida de oro fuera de su
territorio, si no se toman medidas compensatorias por parte del banco central del país afectado, este flujo
de salida causa una contracción en la oferta monetaria. Este hecho, a su vez, causa la disminución de los
precios en el mercado interno con respecto a los de otros países, lo cual alienta las exportaciones y reduce
las importaciones, posibilitando así un flujo de oro en sentido inverso (entrante al país). Se genera de este
modo, mediante el patrón oro, una compensación automática que lleva al equilibrio, al cual ayudan además
los flujos de capital que actúan, en definitiva, del mismo modo.

A lo largo de la geografía y de la historia se han usado muchos bienes como dinero; conchas, vacas,
sal, cigarrillos, etc. pero el que acabó triunfando fue el oro, usado desde los inicios de la historia. Sus
características como bien duradero, divisible, homogéneo y difícil de falsificar lo convirtieron en el bien
líquido por excelencia en casi todas las culturas del planeta, por lo que fue aceptado por el mercado para
servir de moneda de cambio. De todas formas, en la práctica, la moneda fraccionaria más utilizada a lo largo
de la historia ha sido la plata, aunque el verdadero valor residiera en el oro. Por eso, cuando se habla de
"patrón oro" no quiere decir que se esté hablando siempre de monedas circulantes de oro o de pagarés
respaldados contra reservas de oro disponibles en el acto; sino de un sistema monetario respaldado por un
bien tangible con valor en sí mismo.
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Por Felipe Ramírez Mallat

El Presidente se sentó, serio, y miró hacia la cámara. Puso sus manos sobre el escritorio y tomó los papeles donde debía
leer su comunicado. Se trataba de un Presidente que nunca improvisaba en público. "Debemos mantener la posición del
dólar estadounidense como pilar de la estabilidad monetaria alrededor del mundo (...) y es mi deber que el dólar no
vuelva a estar jamás en manos de los especuladores de monedas", dijo. Y agregó: "Ahora tomaré las medidas necesarias
para mejorar nuestra balanza de pagos y la creación de empleo". Su intención, según compartió con el público, era
proteger al trabajador, al inversionista y a los creadores de riqueza verdadera del ataque de los especuladores contra el
billete verde.
Corría el día 15 del mes de agosto de 1971 y Richard Nixon terminaba de un plumazo con lo que hasta entonces era la
base del sistema monetario internacional: el patrón oro. La cosa no funcionó tan bien cómo lo había anunciado. Hoy la
tasa de de-sempleo en los Estados Unidos se mantiene arrogante en 9,2%, el déficit comercial de junio fue de u$s 53.100
millones y el país carga con una deuda externa del mismo tamaño que su enorme PBI de u$s 14,2 billones.
Hace dos semanas hablábamos de la fiebre del oro que sufrían los inversionistas asustados por la inestabilidad de los
mercados bursátiles. Contamos casi con escándalo cómo la onza de oro había superado los u$s 1.700. Ahora pisa los u$s
1.800.
Ésta es otra historia. Si en la película del miedo financiero el papel del oro es ser el jovencito con el que todos quieren
andar, en la obra donde se cuenta el armado de la arquitectura financiera mundial el metal amarillo se maquilla de
aquel hombre viejo pero sabio, a quien el resto de los personajes recurre en busca de consejo. Porque se hicieron
muchas macanas, y ya nadie sabe bien qué hacer.

Soltar la cuerda
Esta semana se cumplieron cuatro décadas desde que Nixon terminara con el oro como referencia fija para el dólar.
Ésta se remontaba a la segunda mitad del siglo XIX, cuando una onza de oro equivalía a u$s 20. El objetivo de esta
fijación era terminar con el pago de bienes contra bienes -o, en el mejor de los casos, los pagos hechos literalmente en
metálico, con bolsitas o pepitas de oro- en un mundo que ya hacía tiempo había dejado atrás al mercantilismo para
entrar en una etapa más avanzada de la Revolución Industrial. Con el trueque eliminado, el objetivo era sacar
físicamente al oro de una ecuación en la que había estado presente por siglos. Esto se logró fijando un tipo de cambio
respecto de las monedas de los distintos países (por ejemplo, la libra costaba un cuarto de onza, o u$s 5), siempre y
cuando éstos se comprometieran a devolver, de ser necesario, el equivalente en oro sólido.
Pero luego de periodos de impresión descontrolada de billetes, hiperinflaciones y dos guerras mundiales, los aliados
victoriosos en el segundo conflicto global se reunieron un buen día de 1944 en el poblado de Bretton Woods, en los
Estados Unidos, para sentar las bases de lo que sería la arquitectura financiera mundial para el resto del siglo.
Entre las definiciones hechas estuvo el fin de la convertibilidad con el oro, con la excepción de los Estados Unidos. Cada
dólar equivaldría a 1/35 de onza de oro y el valor del resto de las monedas respecto del oro estaría mediado por su
paridad con el dólar.
A partir de entonces, la moneda estadounidense se transformaría en la principal divisa de reserva para los bancos
centrales de todo el mundo. Sí, en esa reunión, de paso, también crearon el Fondo Monetario Internacional y una serie
de bancos de fomento a la reconstrucción que luego se fusionarían en el actual Banco Mundial.
Así las cosas, todo anduvo bastante bien en la economía de posguerra. Los EE.UU. creció a sus mayores tasas históricas,
Alemania disfrutó de su milagro económico, Francia e Inglaterra reconstruyeron sus ciudades y crearon prósperos
Estados de bienestar. Todo financiado con billetes impresos en la Reserva Federal que los EE.UU. se comprometían a
convertir de ser necesario.
Pero un cuarto de siglo después, los especuladores se daban cuenta de que era posible igualar todo lo impreso en su
versión dorada. Y la Casa Blanca se daba cuenta de los especuladores. Así fue como, para evitar un proceso inflacionario
y defender las exportaciones estadounidenses, Nixon llevó a cabo la devaluación menos dolorosa de la historia. Decía
adiós a la convertibilidad y le decía al mundo que simplemente confiara en la fortaleza de su economía y de su moneda.

Atar la cuerda
Pero lo que en 1971 costaba u$s 35 ahora vale casi 1.800. En medio de todo esto, vivimos uno de los momentos de
mayor incertidumbre en los mercados globales y los inversores están tratando de entrar -todos al mismo tiempo- a la
cabaña del techo dorado, donde esperan pasar mejor el chaparrón. Lo cierto es que cada vez son menos los que confían
en papelitos de colores. Sobre todo de color verde. Y son cada vez más los que piden que, para volver a creer en los
billetes, es necesario un regreso al "patrón".
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Uno es el precandidato presidencial para 2012 Ron Paul, acaso el más republicano de los republicanos. Paul es tan liberal
que no apoya ninguna ley porque dice que con la Constitución basta, y es uno de los principales promotores de cambios
drásticos en el sistema financiero mundial. Con el fin del patrón oro, dijo en una entrevista al Wall Street Journal, Nixon
"admitió que no podríamos honrar nuestros compromisos y que ya no habría más respaldo para el dólar. Luego de ese
día, todo el dinero sería dinero político antes que dinero con valor real".
Ahora, en los Estados Unidos, el fantasma de la inflación es cada día más real. Esta semana el índice de precios
mayoristas registró un aumento de 0,2%, cifra mayor a la esperada por los analistas. Y con la Reserva Federal
comprometida a mantener las tasas de interés en la franja 0%-0,25% hasta mediados de 2013, sólo se puede esperar
que los precios sigan aumentando.
La firma inglesa de inversión en metales preciosos, GoldCore, ha advertido sobre las posibilidades de una espiral
inflacionaria global de no avanzar en una instancia regulatoria del tipo patrón oro.
Y es cierto que hasta hace poco, la mayoría de los pedidos pro-patrón venían del ala más derechosa del espectro político
estadounidense. Gobernadores y senadores ligados al Tea Party piden que la tenencia de oro y plata sea algo legal -
desde el Gobierno de Roosevelt en 1933 que no lo es para los estadounidenses- y con exención tributaria. Pero de a
poco se han comenzado a escuchar voces de mayor peso, como las del presidente del Banco Mundial y ex secretario de
Comercio, Robert Zoellick, el Nobel de Economía Robert Mundell o el icónico ex presidente de la Reserva Federal, Alan
Greenspan. Algo similar sucedió a principios de los '80, cuando la crisis de la deuda provocó una estampida similar hacia
el refugio dorado.
En la vereda contraria, los analistas Martin Hutchinson y John Foley escribieron esta semana en el New York Times sobre
la imposibilidad de regresar a un patrón oro. Le enrrostran a la gente del Tea Party que no consideran un factor clave en
la volatilidad del metal como es la posibilidad de descubrir nuevas reservas, lo que podría impactar en su valoración de
mercado. "Además, un patrón oro podría desencadenar procesos deflacionarios cuando la población mundial está
creciendo rápido", dicen. "La misma razón que comenzó a erosionar el sistema a comienzos del siglo XX".
En la Argentina, éste es un debate casi inexistente. El economista de Inversor Global, Diego Martínez Burzaco, plantea
que los bancos centrales están diversificando sus reservas internacionales "porque lo que falta es un activo financiero
que asuma el liderazgo a nivel global, como lo fue el dólar hasta antes de que se desatara la crisis subprime. De todas
formas, en los actuales tiempos de un mundo más globalizado y de intercambios comerciales acelerados no es el
momento de regresar al viejo sistema". Sobre por qué no se habla de este tema en el país, Martínez Burzaco apunta que
en la Argentina "el debate no está instalado porque el ahorrista sigue pensando en el dólar como reserva de valor". z we
Publicado por Tal Cual el Martes, 30 de agosto del 2011
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VENEZUELA: Vender el oro es tumbar las reservas


A raíz del intenso debate que se produjo en el país a partir de la denuncia del diputado Julio Montoya,
en el sentido de que se estaban haciendo operaciones muy sospechosas y muy poco transparentes con las
reservas internacionales del país, vale la pena dejar sentadas algunas informaciones y reflexiones al
respecto. En primer lugar, aclarar que las reservas internacionales del país están conformadas
fundamentalmente por dos elementos, que tienen características y funciones diferentes: las reservas en oro
monetario y las reservas operativas, constituidas estas últimas por dólares, yenes, euros u otras monedas
que tienen alta aceptación internacional. Tanto el oro monetario como las reservas operativas pueden estar
en el propio Banco Central de Venezuela y/o en otros bancos internacionales de suficiente prestigio y
seriedad. El oro monetario -que se llama así, pero no está en forma de monedas, sino en lingotes de peso y
calidad certificada por organismos internacionales- cumple fundamentalmente el rol de mostrar al mundo
que se tiene una cantidad suficiente de activos con los cuales respaldar en última instancia las deudas y
obligaciones que contrae la República y los papeles que emite. El tener el oro en bancos internacionales de
suficiente seriedad es una forma de tenerlo "en vitrina", o tenerlo en una forma y en un lugar que da plena
confianza a todos los agentes del sistema financiero internacional. Se trata de un problema de transparencia
y credibilidad. Si ese oro estuviera en las bóvedas del Banco Central de Venezuela la cantidad y la calidad del
mismo sólo estaría avalada por la palabra de nuestro instituto emisor -de la cual no dudamos en absoluto
ninguno de los venezolanos- pero más de alguien en el mundo puede llegar a dudar, precisamente por su
alta dependencia con respecto al Gobierno nacional, cosa que no ocurre en los bancos donde actualmente
reposa ese metal. POCAS RESERVAS OPERATIVAS Hay que recordar, además, que en Venezuela existe la
extraña norma de que el Banco Central está obligado a entregar periódicamente parte de sus reservas al
Gobierno, una vez que estas sobrepasan un cierto umbral. Como esa norma no obliga a que la entrega se
haga en dólares, perfectamente se puede hacer en barras de oro, con lo cual las reservas en oro monetario
irían disminuyendo. No hay ninguna certeza de que tenga que ser así, pero es una posibilidad que se
fortalece en la medida en que el oro esté en Caracas. Además, como la reservas operativas, en diferentes
monedas internacionales son cada vez más reducidas, es posible que las dificultades financieras del
Gobierno se suplan con la venta pura y simple del oro monetario, que según ha fluido del debate reciente,
está más o menos en los mismos niveles y en los mismo lugares en que los dejaron los gobiernos anteriores
al actual. Con respecto a las reservas operativas las cosas son un tanto diferentes. Esos activos se usan para
financiar las operaciones comerciales y financieras cotidianas del país. Esas reservas están en permanente
movimiento. Se incrementan en la medida en que se reciben divisas por concepto de exportaciones, pago de
deudas, inversiones extranjeras, contratación de deudas con el exterior, etc. Se reducen en la medida en
que el país paga sus deudas, o realiza importaciones, o saca fondos hacia el exterior. Las reservas operativas
son algo así como el dinero en caja de una empresa cualquiera. Ni una empresa ni un país pueden funcionar
sin un fondo de esa naturaleza. Si las compras y ventas del país son fundamentalmente con el país A, lo más
conveniente es tener parte de esas reservas operativas depositadas en bancos del país A, pues eso facilita
las operaciones de todos los agentes económicos interrelacionados. A través de esos bancos se hacen más
fácilmente los pagos y se reciben los depósitos. Por ello es que es enteramente racional tener parte
importante de esas reservas operativas en bancos de Europa y de EEUU pues esos son los socios
comerciales más importantes de Venezuela. Pero depositar esas reservas en bancos de Rusia o de China es
una cosa que no se entiende fácilmente. Con esos países no hay un flujo comercial intenso y habitual. Lo
que más abundan son operaciones crediticias a mediano plazo, para financiar compras venezolanas de
armas y de maquinarias. Si las reservas operativas se trasladan a esos países, y se pretende seguir utilizando
esos fondos para las compras y ventas habituales con Europa o con EEUU, lo único que se conseguirá es
retardar y/o encarecer dichas operaciones comerciales, pues habrá que contar con transferencias de esos
bancos rusos o chinos a los bancos europeos o norteamericanos con que ellos se relacionan habitualmente,
pero con mayores costos administrativos que pagaría indudablemente Venezuela.

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