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OPERACIÓN PRIMERA LINEA

El escuadrón antiguerrilla número cuatro había recibido información de que el jefe del
frente Luis Carlos Cárdenas se encontraba en las afueras de Trujillo, Valle del Cauca.
Cuando llegaron al campamento sorprendieron al muchacho vigía durmiendo. Algunos
dentro del cambuche alcanzaron a reaccionar y hubo un intercambio de disparos. El soldado
Rodríguez fue tras el muchacho que antes dormía y que ahora pretendía escabullírsele. Lo
siguió hasta un riachuelo y le disparó.
Eran casi las cuatro de la mañana cuando el citofono empezó a sonar en la mansión de
Erick Gonzales.
-A quien carajo se le ocurre molestar a esta hora -dijo su esposa refunfuñando.
-Qué pena despertarla doña Martha, aquí se encuentra el señor Jhon que quiere hablar con
don Erick, dice que es urgente.
-No se preocupe Pedro, déjelo entrar por favor.
Como si no hubiera sabido que era él –pensó ella.
-Erick, te busca Jhon –le habló al oído.
-Sí, ya voy –le contestó él somnoliento.
Como un resorte Erik se sentó en la cama. Tomó el revolver que guardaba al lado de su
almohada y lo metió en la mesa de noche. Se lo había regalado su esposa en su cumpleaños
al ver su fascinación por el arma que usó Charles Bronson en “Vengador Anónimo”, su
película favorita. Era un Colt Police Positive calibre .32 niquelado de mango blanco. No
fue muy difícil para ella hallarlo, aunque sí le resultó muy costoso. Gracias a un contacto en
Estados Unidos pudo rastrear el original usado en la película, que estaba en manos de un
coleccionista. Aunque fue muy duro deshacerse de él, al final dinero mató sentimientos.
“Business are business”, dijo el vendedor, y recibió los cincuenta mil dólares por la venta.
El dormir con un arma a su lado era una costumbre que Erick aprendió en la guerrilla.
Para él era como un vicio al que varias veces había intentado dejar, unas veces obligado, y
otras voluntariamente, pero al que volvía a sucumbir. Sin un arma en su cama no podía
conciliar el sueño. En la guerrilla un revolver de juguete fue el substituto de su muñeco de
trapo. Su Ma Elvira intentó quedarse con el que encontró en la casa bombardeada de sus
padres, pero los jefes le prohibieron llevárselo y así todo vínculo con sus orígenes se había
perdido. Al menos eso fue lo que ella le contó. Cuando creció, el juguete fue reemplazado
por un fusil Galil.
-Ponte el tapabocas, no sabemos en donde ha estado –le advirtió ella.
-No empieces, ¿Sí? –le dijo él serio.

-Sabes que no te molestaría a esta hora si no fuera algo urgente –le dijo su amigo cuando
le abrió la puerta.
-No hay problema Jhon, pasa.
Jhon no podía asegurar que sentimiento era el que más le embargaba al ingresar a esa
mansión: Disgusto, deslumbramiento, admiración, o porque no, envidia. Se sentó en el
cómodo sofá de cuero y contempló el enorme Botero que colgaba en un marco de lujo en la
pared del frente. No podía dejar de contrastarlo con el humilde cuadro con la foto de su
madre adoptiva puesto en una mesita de madera, situada en un rincón.
-¿Quieres un café?, solo tengo instantáneo.
-Gracias Vicente, tu sabes que solo tomo café molido. Como el que tomábamos en el
monte, ¿recuerdas? Café recién recogido de la montaña, molido por nosotros mismos y
endulzado con panela. Ese aroma es el recuerdo más vívido que tengo de esa época, ni
siquiera el olor de la pólvora ni de la sangre lo reemplazan.
-Sabes que no me gusta que me llames así.
-Perdona hermano, no quise incomodarte. A mí en cambio no me molesta que me llamen
José –le dijo para contrariarlo un poco.
-Hay cosas que es mejor dejar atrás –dijo Erick.
-Y bien, que es eso tan urgente que no podía esperar hasta la mañana.
-Amigo, necesitamos tu ayuda. Hace un rato agarraron a tres de la primera línea y se los
llevaron en un camión sin placas. Los del Esmad no dieron razón de a dónde los
trasladaban.
-Escucha Jhon, tú sabes que yo no tomo ese tipo de casos. Si se tratara de ti o un familiar
tuyo con gusto lo haría.
-Suponía que ibas a decir eso, pero creí que te importaría saber que entre los que se
llevaron estaba Jenny.
Erick se sintió perturbado. Se quedó pensativo un momento pero luego su rostro cambió
adquiriendo una expresión dura.
-Eso no cambia las cosas. Ya hablaré con mama Teresa.
-El dinero y el poder te han cambiado, camarada Vicente –dijo esto último despacio y en
voz alta.
-Siento que no hayas corrido la misma suerte. Pero ese es el juego de la vida, unos ganan
y otros pierden. ¿No es así como dice la canción? –dijo Erick displicente.
-Tú crees que lo tuyo fue suerte, yo en cambio creo que fue una desgracia.
Jhon esperó una reacción de Erick, pero no fue así.
-Creo que cometí un error al haber venido –dijo mientras se levantaba.
Ya en la puerta, le dijo para despedirse:
-Salúdame a tu linda y rica mujercita –dijo esto y tiró la puerta.

-Erick volvió a la cama y encontró a su esposa despierta esperándolo.


-Que maleducado es tu amigo, tirar la puerta de esa manera. Espero que no te haya traído
malas noticias de allá.
-¿Acaso nos estabas espiando? –preguntó Erick molesto.
-No sé porque siempre que hablas con tu ex camarada terminas enojado conmigo –le
reclamó ella-. Perdí el sueño y me levante a tomar una taza de leche caliente, y ahora yo
estoy igual –le dijo insinuante-. Ven y nos arrunchamos, aprovechemos que aún no ha
amanecido.
Erick volvió a colocar el revolver al lado de su almohada y se acostó dándole la espalda.
-Bueno, tú te lo pierdes.
Ya en su buffet de abogados Erick tomaba su primer café de la mañana mientras escuchaba
las noticias de la radio. Cuando su secretaria lo ponía al tanto de la agenda del día, alcanzó
a oír algo sobre tres desaparecidos, según denunciaban los familiares. El nombre de Jenny
Gonzales llamó su atención.
-Espera Elsa –interrumpió a su secretaria y se acercó a la radio para escuchar mejor.
Luego de enterarse de la toda la información siguió con su agenda.
Ese día no pudo concentrarse. Decidió posponer la última reunión y salió de la oficina
temprano, a eso de las cuatro. Se subió al carro y empezó a dar vueltas esperando llenarse
de valor, hasta que se decidió.

Alguien toca la puerta en la casa de Teresa.


-Un momento, ya abro –se escuchó a la dueña desde el interior.
-Erick, que gusto verte hijo –dijo ella sollozando al verlo.
-Hola mama Teresa.
-Pasa hijo, pasa.
-Solo un momento, tengo una reunión ahora –le mintió.
-Si hijo, ya sé que eres una persona muy importante, y no sabes cómo me alegra eso, y
que hayas tenido tiempo de venir acá.
-Me enteré de lo de Jenny y quise venir a acompañarlos un rato en estos momentos tan
difíciles.
-En verdad es una desgracia esto que ha sucedido. Nos enteramos esta mañana por
intermedio de Jhon, y Jesús salió inmediatamente a averiguar su paradero. He estado
escuchando el noticiero y me siento aliviada porque ya se dio a conocer el caso.
-Yo también escuché la noticia en la radio, y quiero que no se preocupe. Ya verá que la
devolverán sana y salva.
En el fondo Erick temía lo peor, ya había escuchado las trágicas historias de los que se
llevaban. Existía la posibilidad de que la soltaran después de unos días, pero también podría
ser encontrada tirada en cualquier esquina, violada. Otra probabilidad era que nunca más se
supiera de ella, o tal vez su cuerpo descompuesto fuese hallado flotando en el rio, con
signos de tortura. Así estaban las cosas en el país.
Su conversación fue interrumpida por alguien que ingresaba a la casa.
-Jesús, hijo. ¿Qué noticias me traes?
-No pude averiguar mucho madre, estuve buscándola en las estaciones de policía, los
hospitales y las morgues, luego fui a la defensoría del pueblo.
-Ya aparecerá hijo, debemos rogarle a Dios y a la virgen. Yo he estado haciendo el
rosario todo el día.
-Hola Jesús –Erick le extendió la mano siendo despreciado por éste.
-Porque te portas así con Erick hijo, mira que vino a vernos tan pronto se enteró de la
noticia.
-Tal vez la conciencia no lo dejó en paz –exclamó Jesús en voz baja pero no lo suficiente
para que él no lo escuchara.
-Hijo, quédate un momento con Erick mientras te sirvo tu comida, debes estar hambriento
después de todo ese ajetreo. ¿Tú quieres tomar algo Erick?
-Gracias mama Teresa, pero no se preocupe por mí.

Ya a solas con Jesús, Erick lo encaró.


-Porque la dejaron meterse en eso, ustedes sabían que era un juego peligroso.
-Tal vez para ti este es un juego que no necesitas jugar, pero para gente como nosotros
jugarnos la vida todos los días es el único camino que nos queda. Lo único que lamento es
no haber estado a su lado y que no me hubiera tocado a mí, estaba tan cansado después de
tres días en las calles que la dejé sola anoche.
-¿Que te dijo Jhon?
-Nada nuevo. Que te había importado un comino la suerte de Jenny.
-No es así, es solo que no quise hablar de eso en mi casa. Voy a pagarle a un abogado
para que se encargue de todo.
-¡Vaya ayuda!, ¿no se supone que tú eres abogado?
-Tendría que tomar el caso en mi tiempo libre, y esto necesita a alguien dedicado a
tiempo completo.
-Sí ya sé, ahora eres abogado de delincuentes importantes.
-Solo quiero ayudar.
-No necesitamos tu ayuda. Tal vez mama aún te quiera, pero desde que saliste de esta
casa dejaste de existir para Jenny y para mí.
En eso apareció Teresa con la comida para Jesús.
-Mama Teresa, me tengo que ir. Ya le dije a Jesús que voy a conseguirles un abogado
para que se encargue de lo de Jenny. Cualquier cosa que necesiten, solo tienen que
llamarme a mi celular.
-Sí, ya sabemos que no podemos llamarte a tu casa, no sea que tu mujercita se enoje –le
dijo Jesús con ironía.
Teresa y Erick se despiden en la puerta y éste secretamente le da en sus manos una fuerte
cantidad de dinero.
-Gracias por todo hijo –le dijo ella en voz baja.

-Me imagino que ya te compró con su dinero –le dijo Jesús a su madre cuando se sentó a
su lado.
-Erick es un hijo agradecido.
-Erick es un traidor, cuando consiguió plata olvidó de donde proviene. Y ahora lo quieres
más que a nosotros porque es millonario, mientras que para ti Jenny y Yo somos unos
buenos para nada.
-A todos los quiero por igual. Es solo que Erick decidió dejar la violencia a un lado,
mientras que ustedes se metieron en esa protesta, y mira lo que le pasó a Jenny. Mi pobre
hija, quien sabe en dónde la tienen –Teresa lloraba angustiada mientras Jesús arrepentido
trataba de consolarla.
Luego del enfrentamiento con la guerrilla, un helicóptero aterrizó en el campamento
llevándose a los heridos del ejército. Luego regresó por los de la guerrilla.
La recuperación de Vicente, el niño guerrillero, fue rápida. Por su edad, de solo catorce
años, fue trasladado al Bienestar familiar. Luego fue devuelto a su verdadera familia que
vivía en un barrio pobre de la capital del departamento a donde llegaron desplazados. Por
recomendación del Bienestar fue rebautizado como Erick. Tenía la misma estampa de su
padre asesinado: Trigueño, ojos color miel y buena contextura. Para su madre Teresa fue
una bendición recuperar a su hijo después de diez años de haber sido separado de él. Estaba
curtido por la guerra pero le agradó su inteligencia y su dedicación a la lectura.
Pero José, otro niño algo mayor que fue capturado junto a Vicente, no corrió la misma
suerte. La familia de José nunca fue encontrada y fue por eso que en el Bienestar Familiar
lo rebautizaron con el nombre de Jhon. Pronto se aburrió de estar ahí y se fue.
A la mañana siguiente en su oficina, Erick le daba instrucciones a su secretaria para que
consiguiera un abogado particular para Jenny.
-¡Jenny Gonzales, esa es la chica que encontraron esta madrugada violada y muerta!
-Disculpe señor Erick, no debí decírselo así, espero que no sea familiar suya.
-¿Estas segura de que su nombre era Jenny Gonzales?
-Sí señor, su hallazgo fue noticia de primera hora por la forma tan macabra en que fue
asesinada.
-Está bien Elsa, mantén este asunto confidencial y déjame solo un rato.

Por más que buscaba alejarse de la violencia, ella se encargaba de hallarlo. Pero esta vez
sí que lo había golpeado duro y de frente. Erick derramó algunas lágrimas. Jenny era su
hermana mayor y era la única persona que recordaba antes de ser llevado por la guerrilla,
por lo que representaba la parte más importante y bella de su pasado. Ella le brindó la
paciencia y la confianza que le permitió adaptarse cuando regresó a la vida civil, y fue su
mejor amiga hasta que Martha apareció en sus vidas. Pero ahora Martha era su esposa, y
Jenny estaba muerta. Pensó en Teresa, a esa hora ya debía estar enterada.

Al mediodía, y ya con la información que le entregó su secretaria, Erick se dirigió a


medicina legal. Allí Se encontró con Teresa y Jesús, y con la gente de su barrio que
esperaban en la entrada. Después de consolar a Teresa, obtuvo su autorización para
representarlos como su abogado.
Erick no pensó que el cadáver de Jenny lo fuera afectar tanto. En su vida de guerrillero y
luego como abogado de criminalística había contemplado cuerpos destrozados, pero nada
se podía comparar con el nivel de sevicia con el que se habían ensañada con la chica. Todo
lo que quedaba del cuerpo era una masa amorfa y una cara desfigurada por los cortes de
cuchillo. Sintió rabia e impotencia. No solo buscaron satisfacer aberraciones sexuales sino
que pareciera que hubieran usaron su cuerpo como saco de boxeo y de prácticas de corte de
ganado.
Uno de los investigadores forense era un conocido y Erick lo sobornó para que le diera
una copia de los resultados apenas los tuviera.
La reunión con sus antiguos vecinos no era algo que quería hacer. Al dejar el barrio Jesús
se había encargado de predisponer a la gente contra él, pero ahora con la muerte de su
hermana se mostraron más cordiales. Se entrevistó con Jhon para pedirle toda la
información que tenía.
-Esa noche asistíamos a un velatón por el asesinato de Kike el día anterior en la protesta
del sector de La Luna –le conto Jhon-. Pensamos que iba a ser una noche tranquila, estaban
reunidas muchas madres acompañando a doña Gertrudis en su duelo y algunas habían
llevado a sus pequeños. Era una reunión comunal, no hubo ningún tipo de protesta. Jesús
me dijo que ya que no iba a haber acción se iba a dormir a su casa. Doña Teresa llegó con
Jenny, rezó con las madres un par de horas y luego se devolvió sola. Los muchachos de la
primera línea, Jenny y yo nos fuimos al parque a conversar, desde allí teníamos una
panorámica de la velatón y de la entrada al parque. Las madres se marcharon a eso de la
una de la mañana y a las dos solo quedábamos Chucho, Miguel, Jenny y Yo. Y fue ahí
cuando aparecieron esos desgraciados. No los vimos venir, vinieron desde detrás del parque
y nos emboscaron. Eran cinco del Esmad, nos rodearon y empezaron a dispararnos con las
balas de goma obligándonos a huir hacia la calle de la entrada. Yo me quedé cubriéndoles
las espaldas, les lancé a los “tombos” una molotov, y cuando pude salí a alcanzar a los
muchachos. Cuando me acerqué vi que la policía estaba embarcando a los tres en un
camión particular, pero yo me les pude escapar. Luego supe que llegaron algunos vecinos
preguntando a donde se los llevaban, pero no les dijeron nada.
-Muy bien Jhon, creo que es suficiente por ahora.
-¿Viste como la dejaron hermano? ¡Esos malditos cerdos! La vi donde la encontraron,
tirada como un perro aquí en el barrio. Es como si hubieran querido enviar un mensaje.
Jhon hizo una pausa para dejar que Erick reflexionara, luego lo atacó. Sabía cómo
manejarlo, sería como en los viejos tiempos.
-Te necesitamos aquí Erick, estamos haciendo algo importante pero debemos escalar esto.
Esta gente necesita un líder que la organice, que le enseñe a combatir y que le fije un
objetivo claro. Yo no puedo hacerlo pero sé que tú puedes lograr eso, tienes la inteligencia
y conoces la táctica. ¡Se lo debemos a Jenny! –terminó de decir en forma dramática.
Erick enciende un cigarrillo y se queda pensativo. Luego reacciona y se dirige a Jhon.
-Ya veremos. Por ahora debemos concentrarnos en resolver lo de Jenny.

Más tarde se reunió con el comandante de la policía de la zona y le pidió un reporte de los
sucesos de la noche de la detención.
-En realidad fue un proceso rutinario lo de esa noche –le comentó el comandante-. Esos
vándalos fueron retenidos por daños al bien público y se les llevó a un centro de detención
provisional. Se les dejó en libertad veinticuatro horas después, exactamente a las seis de la
mañana de hoy. Tenemos la firma de los tres en la boleta de salida donde consta que se les
trató bien.
-La firma de ellos no es garantía de nada, pudieron torturarlos para que lo hicieran, ya se
ha visto antes –le dijo Erick para provocarlo.
-Mi gente no hace eso, somos respetuosos de los derechos humanos. Ellos tampoco
tuvieron nada que ver con lo que le pasó a su defendida –le respondió el comandante
poniéndose a la defensiva.
-Cuando uno de ellos comete un delito toda la institución se confabula para protegerlo
–pensó Erick-. Es un verdadero concierto para delinquir.
-Por lo que me han contado hubo claras violaciones al procedimiento policial –le reclamó
Erick-, no había protestas esa noche, se los embarcó en un camión particular y no se dio
información de a donde se les llevaba.
-Eso dígaselo a la Fiscalía –le respondió el comandante secamente y se alejó.
-Es como hablar con bestias, no aceptan razones –se dijo Erick.
-Debo hablar con Chucho y Miguel –concluyó.

En la noche en su casa, mientras leía lo que se comentaba en twitter sobre el caso, su


esposa se le acercó.
-Me enteré lo que le ocurrió a tu hermana, lo siento mucho.
-Sí, está bien.
-No pensarás tomar el caso, ¿No?
-Sabía que eso era lo que te preocupaba. Pues para tu desgracia ya lo tomé.
-¡Porque hiciste eso!, ¿Acaso quieres echar todo a perder?
-Y que es “todo”.
-Todo por lo que hemos luchado.
-¿Quieres decir esta mansión, el buffet, los carros?
-Quiero decir yo. ¿Es que no te importo?
-Tu no necesitas mi ayuda, ellos sí.
-Sabes que no te conviene que se conozca tu relación con ellos.
-¿Que más quieres de mi Martha? –Estalló Erick-. Me case contigo e hice a mi familia a
un lado porque tú lo quisiste así. Acepté hacerme cargo de los negocios de tu papa para
llenar tus aspiraciones sociales y solventar tus caprichos y tus lujos. Traicioné mis
principios, a mi familia y a mi gente. ¿Y ahora quieres que sea indiferente ante esta
situación? Pues déjame decirte que ya me harté. Voy a llegar hasta las últimas
consecuencias con esto así tenga que acabar con todo.
-Está bien, lo acepto. Solo quiero que te cuides. Aunque creas que soy un monstruo, que
he sido lo peor que te ha pasado en la vida, quiero que sepas que tú eres lo mejor que me ha
pasado a mí, y que te amo –le dijo ella con lágrimas en los ojos.
Hacía mucho tiempo que Erick no recorría las calles de su barrio. Decidió ir de noche
porque pensó que a esa hora le sería más fácil ubicar a Chucho y a Miguel.
Dejó su carro al frente de su anterior casa y se dirigió al parque. Cuando cruzaba la
avenida se vio en medio de una batalla campal entre manifestantes y el Esmad. Una
granada antigás le pasó rozando la cabeza.
-¡No puede ser, estos hijos de perra casi me matan!
Cuando vio que el Esmad se le venía encima salió corriendo hacia donde huían los
demás, y al doblar la calle escuchó que Jhon lo llamaba. Lo ubicó en la esquina, detrás de
un poste, aunque no fue fácil reconocerlo por su indumentaria. Tenía puesto un casco de
bicicrós, una máscara antigás cubría su boca y unos lentes de motociclista protegían sus
ojos. Vestía unos jean viejos con una camiseta negra, y en las manos calzaba unos guantes
de cuero industriales y zapatos tennis en los pies.
-¡Quédate aquí! –le dijo a Erick que tosía y lagrimeaba por los gases.
De inmediato junto a varios muchachos más, no todos tan protegidos como él, se pararon
en mitad de la calle con sus escudos hechos con tanques de metal, y lograron detener el
avance del Esmad lanzándoles piedras y devolviéndoles las granadas. La lluvia de piedras y
de disparos de balas de goma duró unos minutos hasta que una tanqueta envalentonó a los
del Esmad que se vinieron en mandada obligándolos a retroceder.
Mientras que los demás se dispersaban por el barrio, Jhon buscó a Erick.
-¡Es hora de correr!
Luego de atravesar recovecos, cruzar calles, saltar patios y avanzar sobre tejados, se
vieron a salvo.
-Creo que ya estoy viejo para estas cosas –dijo Erick respirando agitado.
-Viejo está el sol y todavía alumbra, tú solo estás gordo y oxidado –le dijo Jhon
bromeando-. Eso sucede cuando te vuelves un ejecutivo y te casas.
-Tal vez tengas razón. Mañana mismo me pongo a dieta y comienzo un plan de ejercicios.
Cuando las cosas se tranquilizaron se dirigieron al parque.
-Es como en los viejos tiempos, ¿no Erick? A veces era divertido. ¿Recuerdas la vez que
nos vimos atrapados en esa vieja escuela y desde arriba le dejamos caer el inodoro al
soldadito que vigilaba en la entrada? ¡No se lo esperaba!, jajajaja.
-Éramos solo unos mocosos temerarios, no sabíamos lo que hacíamos. Ahora es diferente.
-Para mí nada ha cambiado, antes y ahora es lo mismo. La misma violencia, la misma
injusticia, todo sigue igual –le contestó Jhon poniéndose melancólico.
-Necesito hablar con Chucho y Miguel para que me cuenten lo que pasó esa noche –lo
interrumpió Erick.
-Ya deben haber llegado al parque.

Se reunieron con ellos y empezó el interrogatorio.


-Díganme que sucedió luego que los subieron al camión.
Chucho empezó a hablar mientras los demás escuchaban atentos.
-En el camión nos esposaron y nos cubrieron el rostro con una capucha. Luego
comenzaron a golpearnos en el cuerpo, decían que nos iban a tirar al rio y a Jenny le decían
que esa noche se iban a divertir con ella. Yo estaba aterrado y lloraba, también escuchaba a
Miguel llorar pero Jenny no decía nada. Llegamos a un sitio donde nos quitaron la
cachucha y las esposas. Había más detenidos y allí permanecimos toda la noche encerrados
en un cuarto pequeño sin ventanas. Éramos diez, dos mujeres y ocho hombres. Los tres nos
hicimos juntos y Jenny nos daba ánimo. En la mañana nos separaron, a nosotros nos
dejaron con los hombres y a Jenny y a la otra que se llamaba Carol se las llevaron aparte.
Pedimos que nos dejaran hablar con nuestras familias pero solo se burlaron. En la noche
aún estábamos ahí, no nos habían dado comida y solo una botella de agua para todos. Nos
pidieron firmar un papel prometiendo que si lo hacíamos nos iban a dejar salir en la
mañana. Los dos firmamos el papel sin leerlo. En la madrugada, tal vez a la una o a las dos,
oímos unos gritos lejanos de una mujer pidiendo auxilio. Yo pensé que era Jenny pero
Miguel decía que no era ella. Le gritamos llamándola pero no nos contestó, en cambio sí
llegó un policía que nos amenazó con golpearnos si no nos callábamos. Le preguntamos por
esos gritos y nos dijo que una de las chicas se había desmayado y que la otra llamó para que
la auxiliaran. Al amanecer del segundo día a Miguel y a mí nos embarcaron creemos que en
el mismo camión, esposados y con capucha. Unos minutos después nos dejaron bajar.
Cuando llegamos al barrio nos enteramos que Jenny había aparecido muerta.
Todos quedaron callados luego del relato. Solo Erick interrumpió el silencio.
-Hay que hallar a Carol.
Nada más se dijo esa noche.
Las actividades del día en el buffet se vieron interrumpidas por la llegada del doctor
Eduardo Cárdenas, fundador del buffet y accionista principal. Los corrillos en los pasillos
comentaban lo extraño de la visita ya que el doctor Cárdenas no había vuelto después de
dejar al mando a su yerno; algo grande había pasado.
Cuando la secretaria anunció a su suegro, a Erick se le revolvió el estómago, su sola
mención era capaz de dañarle el día.
-Dile que siga Elsa, y por favor no nos interrumpas.

-Hola Erick –el saludo del viejo no lucía muy cordial.


-Como esta don Eduardo. Siéntese por favor. ¿Quiere que le pida algo de tomar?
-No gracias. A mi edad hasta el café está prohibido.
El viejo continuó de pie y recorrió la oficina pavoneándose un poco, haciendo sentir su
presencia. Luego se sentó –se aplastó en la silla más bien- y se dirigió a Erick.
-Sabes Erick, no fue fácil para mí conseguir todo esto. Tú me conociste en mi apogeo,
pero no siempre fue así. Al principio tuve que arriesgarme mucho, hacer algunas
inversiones no muy sanctas y joder a unos cuantos. Cuando te metes en ciertas cosas eres
consciente que si te juegas el todo por el todo y sales triunfante, luego tendrás el dinero y
el poder suficiente para limpiar tu pasado. Son pocos los que se atreven a enfrentar la vida
de esa manera, y tú y yo somos de esos. Aquí de lo que se trata es de entender cómo se
mueven las cosas en este país y hacerse del lado correcto. Tú más que nadie sabes cómo
funciona todo esto, ese discurso de justicia, de igualdad, de honestidad, es una mierda. Allá
la gente que le cree a los políticos. Gracias a Dios a buena hora me di cuenta que el negocio
de defender a narcotraficante y a políticos corruptos era mejor que andar en esas fechorías,
se gana bien y se arriesga poco. A nosotros los que nos interesa es como sacar provecho de
ellos cuando caen en desgracia.
Erick recordó las palabras de Jesús y sintió vergüenza. Todo ese discurso le causaba asco
y ya empezaba a desesperarse, solo deseaba saber a dónde quería llegar el viejo.
-Y bueno, ya llegados a este punto supongo que quieres saber porque estoy aquí.
-Lo escucho señor –respondió Erick resignándose a su suerte.
- Me enteré de lo de tu hermana y sé que estas investigando su caso. La ventaja de estar
en mi posición y de haber tenido ciertos contactos, es que la información que me puede
perjudicar me llega a tiempo para poder anticiparme. Entre bomberos no nos pisamos la
manguera.
Hizo una pausa y continuó.
-No te culpo por querer que se haga justicia por lo que le pasó a tu hermana, fue una
salvajada lo que le hicieron, pero primero están los negocios y esa intromisión tuya le
puede causar problemas a la empresa. A los de la policía los tiene un poco nervioso que
estés metiendo las narices y eso no nos conviene, podrían empezar a escarbar en tu pasado
y… ¿Sabes lo que pasaría si tus clientes se enteraran que los defiende un ex guerrillero?
Sugiero que contrates a un abogado externo y te salgas, creo que es lo mejor.
Erick trataba de contenerse, aunque por dentro le hervía la sangre. Hizo de cuenta que se
enfrentaba a un tribunal y trato de argumentar su decisión.
-Que haría usted si se encontrara en mi lugar y fuera Martha la víctima –le preguntó
mirándolo fijamente a los ojos.
-Vamos Erick, es un argumento muy bajo.
-Solo quiero que se ponga en mi lugar.
-En primer lugar Martha nunca se enfrentaría a la fuerza pública, es muy inteligente para
hacer eso.
-Pero supongamos que estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Supongamos que se vio envuelta sin quererlo en una manifestación pública, quizás cuando
iba al banco. Las cosas se salieron de control e intervino el Esmad. Ella sin saber que hacer
se paraliza y un objeto disparado por ellos acaba con su vida. En estas protestas se han
presentados situaciones como esa. Luego viene el encubrimiento, las dilaciones y la
satanización de la víctima. ¿No movería usted cielo y tierra para que se haga justicia? ¿No
tiraría usted todo al demonio y usaría toda su influencia, todo su poder, para castigar al
culpable?
-Está bien, reconozco que tienes un punto ahí. Pero aun así insisto con lo del abogado
externo.
-Agradezco su consejo, pero esta vez haré las cosas a mi manera.
El viejo se dirige a la puerta molesto.
-¿Ese es el futuro que quieres dejarle a tu hijo? –le dijo antes de salir.
-¿De qué está hablando? –preguntó Erick sorprendido.
El viejo no le responde y se marcha.

Un hijo era lo que Martha y él habían deseado desde que se casaron. Al fin los
tratamientos habían dado resultado. Un cúmulo de emociones lo embargó, no se esperaba
esto, y menos en esos momentos. No sabía si eso cambiaba las cosas, tenía que asimilarlo
primero.

Erick llega a su casa y encuentra a su esposa en la habitación.


-¿Cuándo pensabas decirme que estas embarazada? –le lanzó la pregunta.
-¡Oh no!, papá arruinó la sorpresa, pero supongo que no se aguantó las ganas de
felicitarte. Lo siento mi vida, me avisaron esta mañana. No me atreví a llamarte por el
problema que tienes, pero estaba tan contenta con la noticia que cometí el error de
contárselo a él de inmediato. No estarás celoso por haberlo preferido ¿no? ¿Te imaginas tu
y yo criando a una hermosa bebe?, porque presiento que va a ser una hembra.
-Erick se sienta en la cama y se queda pensativo.
-Qué te pasa mi vida, ¿Es que acaso no te alegra la noticia?
-Perdóname, todo esto ha sido tan repentino que me he quedado sin aire –Erick se acuesta
a su lado, le da un beso y la abraza.
-Espero que ahora dejarás el caso, debes pensar en el futuro de tu hijo.
-Es lo mismo que me dijo tu papa, ¿le dijiste lo que estaba haciendo verdad?
-Sí, no vi nada de malo en eso, pensé que podría aconsejarte.
-Si claro –exclamó Erick.
-Mi padre y yo solo queremos lo mejor para ti.
-Está bien, ahora vamos a dormir –Erick cierra los ojos y se queda pensando-,
últimamente todos parecen saber qué es lo que debo hacer –se dijo antes de dormirse.
Pedro Gonzales se levantó cuando los gallos empezaron a cantar. Se paró de la cama, se
calzó sus sandalias de cuero y salió a orinar al patio en pantaloncillos y camisilla. A esa
hora Teresa, su mujer, ya tenía el tinto y las arepas cocinándose en el fogón de leña.
Cuando se lavaba la cara en la ponchera de zinc, escuchó a los perros ladrar.
-Esos ladridos son de gente –dijo Teresa persignándose.
Pedro le dijo a su mujer que se entrara y salió afuera con su machete al cinto.
Los ladridos de los perros fueron silenciados por tiros de fusil y enseguida una columna
guerrillera llegó al frente de la cabaña.
-Lo venimos a matar por sapo –le dijo el jefe de la columna a Pedro.
-Pero yo no he dicho nada –se defendió Pedro.
-Usted sabía que no podía darle comida a los soldados.
-No les di nada, ellos se robaron las gallinas.
-Da lo mismo.
El jefe le apunto con su fusil y Pedro se le abalanzó con su machete al aire, pero un tiro
en el pecho lo derribó.
Adentro Teresa salió al patio con su hija de nueve años, se subió con ella a la empalizada
y la dejó caer del otro lado.
-Corre hacia el pueblo y pide ayuda –le dijo.
Cuando ingresó a la casa encontró a los guerrilleros adentro. Una guerrillera sostenía a su
hijo de cuatro años en los brazos mientras su hijo menor lloraba en la cuna.
-Como no quiso que nos lleváramos a la niña nos llevamos a este –le dijo el jefe.
Teresa trató de agarrar un machete de debajo de la cama pero un guerrillero se le fue
encima y le dio con la cacha del fusil en la cabeza privándola. La guerrillera recogió
algunas cosas del niño y salió con él.
Erick no podía concentrarse en su trabajo, la historia de Chucho le daba vueltas en la
cabeza.
-Necesito ubicar a la chica que acompañó a Jenny esa noche, Carol. Si tan solo tuviera los
resultados de la autopsia las cosas irían más rápido, pero mientras llegan las pruebas de
ADN de Estados Unidos podrían pasar semanas. El grito que oyeron en la madrugada
podría ser porque Jenny se oponía a ser sacada del lugar. No creo que la violación haya
ocurrido en ese centro. Puedo entender que un psicópata quisiera abusar de ella, Jenny era
una chica muy vigorosa y su altivez podría haber despertado en él el deseo de someterla.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por una llamada en su celular.
-Ubicamos a Carol –le dijo Jhon.
-¿Pudieron hablar con ella?
-No, ella y su familia están muy desconfiados, pero aceptaron verte por ser el abogado de
Jenny.
-Muy bien, ya te recojo para que vayamos.

Al mediodía Jhon y Erick se encontraban en la casa de los padres de Carol. Vivían en un


barrio de invasión donde la desesperanza era lo único que abundaba. Las casitas estaban
hechas de materiales reciclados y las calles eran un lodazal. Los jóvenes de ese sector eran
de los más combatientes en las protestas. La mayoría eran familias desplazadas que
llegaron huyendo por la violencia en el campo y consiguieron algún oficio en la ciudad,
pero debido al encierro y a la parálisis de la economía estaban aguantando hambre.
Tocaron la puerta de tablas de la casa y salió un hombre vestido de obrero que los miró
desconfiado.
-Señor German, este es el abogado de Jenny que vino a hablar con su hija.
-Pensé que eran los hijueputas de la policía, esos malparidos no nos dejan quieto.
-¿Puedo ver a Carol? –pregunto Erick.
-Si Doctor, siga no más.
La casa no tenía paredes que la dividieran por dentro, solo había unos muebles en la
entrada, una estufa en el fondo y al lado dos espacios que hacían de habitaciones tapadas
por cortinas.
Carol salió de un cuarto extrañada y apenada. Les ofreció asiento en la mesa que hacía de
comedor y se sentó frente a Erick. Sus padres se sentaron aparte.
Erick le agradeció y le entregó un paquete de frutas que le había llevado, lo cual le
mejoró el ánimo a todos los de la casa.
-Quiero que me hables de los momentos que estuviste junto a Jenny –le dijo Erick.
-No sé qué hubiera sido de mí si ella no hubiera estado allí –empezó diciendo Carol-, me
trató como si yo fuera su hermana menor. Era una chica muy fuerte y muy valiente. Los
puercos policías nos decían vulgaridades y se reían. Pero el jefe de ellos, al que llamaban
Teniente Mendoza encaró a los demás protegiéndonos. Siempre estuvo pendiente de mí,
entraba al salón y me miraba. Jenny no confiaba en él, me dijo que tenía cara de sádico.
Una vez nos trajo comida, Jenny no le aceptó nada y él le tiró la comida en la cara. Luego
de pasar todo el día encerradas, en la noche nos trajeron un documento para que lo
firmáramos. Yo lo firmé sin leerlo pero Jenny lo leyó y se negó a firmarlo diciendo que
eran mentiras lo que decía ahí, la amenazaron y trataron de obligarla a la fuerza pero ella se
mantuvo firme. En mitad de la noche sentí ganas de ir al baño, siempre íbamos juntas Jenny
y yo pero no quise despertarla. Cuando estaba dentro del baño sentí que alguien forzaba la
puerta queriendo entrar, grité fuerte pidiendo ayuda y enseguida escuché la voz de Jenny
que discutía con alguien. Cuando salí estaba el teniente Mendoza y otros policías. Jenny
acusaba al teniente de intentar abusar de mí y él se defendía diciendo que solo estaba
verificando si yo estaba en el baño porque pensaba que me había escapado. Los policías se
llevaron al teniente y nosotras volvimos a nuestro sitio. Cuando ya casi amanecía nos
dijeron que nos iban a dejar salir y nos embarcaron en un camión esposadas y con los ojos
vendados. Luego de un recorrido pararon el camión y nos bajaron, nos quitaron las esposas
y las vendas y Jenny y yo nos tomamos de las manos. Estábamos en un sembradío de caña,
me hicieron agachar y alguien me puso un arma detrás de la nuca. A Jenny le dijeron que si
no firmaba el papel me matarían, y ella aceptó. Vimos cuando se iban en el camión pero
casi de inmediato salió un tipo de la espesura, tenía el rostro cubierto y nos amenazó con un
cuchillo enorme. Jenny se puso delante de él y me gritó que corriera. Corrí como una loca
sin mirar atrás hasta que salí del cultivo. Fue la última vez que la vi. Cuando llegué a la
carretera traté de detener a algún vehículo para conseguir ayuda pero todos seguían de
largo. Caminé hasta mi casa y luego me enteré por la radio lo que le pasó.

Después del interrogatorio Erick y Jhon discutían sobre lo que habían escuchado.
-No cabe duda que el tal Mendoza violó y asesinó a Jenny –le dijo Jhon.
-Esa declaración no es suficiente para condenarlo, necesitamos más pruebas para llevarlo
a un juicio.
-¿Quien está hablando de un juicio?, debemos aplicarle nuestra propia justicia, hacerle
pagar por lo que le hizo.
-Estoy en este caso como abogado, no puedo violar la ley.
-¡Que te pasa Erick!, estamos hablando de tu hermana. ¿Ya se te olvidó como la dejó ese
sádico asesino?
-No estamos seguros que fue él.
-Todo apunta hacia él, antes de matarlo lo haremos confesar.
-Ya no hago eso Jhon, debo seguir con el proceso –le dijo Erick y se alejó.
Una semana después del asesinato, Erick recibió una llamada de medicina legal, su
contacto allí le tenía noticias. Se reunió con él y obtuvo los resultados de la autopsia. La
hora del fallecimiento coincidía con la del momento en que Carol dejó a Jenny, y los restos
de vegetación de caña hallados en el cuerpo la ubicaban en el cañaduzal. Las heridas
ocasionadas también correspondían a un cuchillo como el descrito por Carol. Poco a poco
las pistas iban encajando. Ahora solo faltaba esperar los resultados la prueba de ADN
efectuada al semen depositado en el cadáver y el de los restos de piel encontrado en las
uñas para poder cotejarlos con el ADN del teniente Mendoza.

Por otro lado y debido a la presencia de Erick en los medios independientes y en las redes
sociales, la comandancia de la policía se vio presionada a publicar una la lista de los
agentes presentes en el centro de detención cuando Jenny estuvo allí. Y ahí estaba él, el
teniente Felipe Mendoza. Su hoja de vida reflejaba una carrera llena de faltas disciplinarias,
investigaciones por corrupción, y un par de acusaciones por abuso sexual que nunca
llegaron a ninguna condena. En una institución medianamente decente esas conductas
hubieran sido motivo de una baja deshonrosa, pero no en este país donde la corrupción, la
violencia y la injusticia había permeado todas las ramas del Estado y el sistema garantizaba
la impunidad.
Días después Erick se reunió con el fiscal que llevaba el caso de Jenny, pero la desidia y
la negligencia que encontró allí lo sacó de quicio. El fiscal no se había entrevistado con
ningún testigo y desconocía lo que pasó en el centro de detención mientras Jenny estuvo en
ese lugar. En lugar de eso había encaminado su investigación hacia el entorno familiar y
social de ella y había logrado descubrir el pasado guerrillero de Erick. Su investigación a la
policía solo se había limitado a constatar los documentos firmados por los detenidos donde
daban fe del buen trato que recibieron. Furioso Erick lo amenazó con acusarlo ante la
procuraduría si no investigaba el papel que había jugado la policía en todo el asunto.

Como respuesta de la presión de Erick a las instituciones, el comandante de la policía y el


fiscal se dedicaron a atacar a la víctima en lugar del victimario, como era usual en este
régimen. En lugar de enfocar su labor en el esclarecimiento de los hechos, se enfocaron en
desprestigiar al abogado y en mancillar el nombre de la víctima.
Por un lado el fiscal filtró a los medios el pasado guerrillero de Erick, lo cual le sirvió de
material a los medios de información aliados del gobierno para desprestigiarlo. No
importaba que Erick hubiese sido en realidad una víctima y que se hubiera reincorporado a
la vida civil. En el estado de podredumbre reinante a nivel estatal, la propaganda política
usaba la estigmatización como modus operandis para aquellos que osaban hacer justicia en
violaciones de derechos humanos por parte del Estado. Pero lo más paradójico y que dejaba
en claro la tergiversación moral de las cosas, era que la labor de Erick como abogado de
mafiosos y corruptos, nunca había sido motivo de escándalo en los medios tradicionales.
Por el otro lado, la policía usó la información del fiscal para satanizar a Jenny, insinuando
que pertenecía a un grupo guerrillero infiltrado en la primera línea, estableciendo una
relación imaginaria con esta a través de su hermano.
De esta manera la fiscalía lograba aliviar la presión del público por su inoperancia,
mientras la policía desviaba la atención de la gente en el señalamiento del asesino, que
sospechaban pertenecía a sus filas.

Las redes sociales no fueron ajenas a los nuevos acontecimientos en el caso de Jenny.
Luego de divulgarse lo de Erick en la guerrilla, en twitter se inició una batalla de
publicaciones, aunque un poco más equilibrada. Las llamadas “bodegas”, que era un
ejército de opinadores pagos por el partido de gobierno, lo señaló directamente de
guerrillero, lo cual era suficiente para que la ultraderecha del país lo incluyera en la lista
negra. Mientras tanto los partidos de oposición y sus seguidores tomaron el caso para atacar
al gobierno y al jefe de su partido.
Pero a pesar de esas diferencias, ambos bandos compartían la parcialidad y la ausencia de
objetividad, dejando a un lado la búsqueda de la verdad. Mientras tanto la víctima quedaba
en medio de estos ataques, siendo al final revictimizada y expuesta a la picota pública.

Pronto empezaron a llegar las amenazas, algunas exigiéndole desvincularse del caso y
otras declarándolo objetivo militar por los paramilitares. El tema de las amenazas no era
nuevo para Erick debido a la actividad que desempeñaba, porque así como sus clientes
ganaban mucho dinero con la corrupción y el narcotráfico, también ganaban grandes
enemigos, y ambas cosas las compartía Erick al defenderlos. Sin embargo esto nunca había
sido motivo de mucha preocupación para él. En su paso por la guerrilla aprendió a tratar
con gente peligrosa y el acecho de la muerte siempre estuvo pisándole los talones. Pero
ahora tenía un motivo por el que aferrarse a la vida.
Su empresa también empezó a sentir las consecuencias del señalamiento. En una sociedad
donde se tolera ser corrupto o mafioso, pero no guerrillero, esto era previsible. Sus clientes
se pusieron nerviosos por la noticia y ya algunos estaban renunciando a que los defendiera.
La noticia se regó como pólvora en las esferas de la mafia y de la política y pronto la
empresa empezó a tener problemas. Pero ese no era todo el problema, Erick conocía
muchos secretos de ellos y ahora no sabían que esperar de él lo que lo convertían en un tipo
peligroso al que había que silenciar…
Cuando Erick regresó a su casa esa noche, su esposa lo recibió muy contenta por la visita
de sus padres.
La suegra de Erick nunca había sido muy amable con él. Desde que lo conoció le había
hecho la vida imposible y se opuso a su noviazgo con Martha. Apenas aceptó a
regañadientes el matrimonio de ellos, y no estuvo muy contenta con la decisión de su
esposo de dejar el buffet en sus manos.
Erick siempre había sido un estudiante brillante. Primero estudio abogacía gracias a un
auxilio económico otorgado por el gobierno a los estudiantes con las pruebas más altas en
el examen del Estado, y luego hizo un préstamo para especializarse en la mejor universidad
privada del país. Fue en esa especialización donde conoció a su futura esposa. Martha no
era muy buena estudiante, había aceptado especializarse en criminalística para complacer a
su padre que quería dejarla a cargo del buffet cuando él se retirara. En la universidad se fijó
en Erick por su inteligencia y lo buscaba para que la ayudara en los trabajos y le explicara
algunas materias. Erick no podía creer que una muchacha como Martha se fijara en él, lo
deslumbró la opulencia que la rodeaba y se sintió privilegiado cuando ella lo ubico en un
cargo menor en el buffet de su padre. Poco a poco la relación académica se convirtió en
noviazgo y al terminar los estudios se casaron. Martha declinó el puesto en el buffet y en
cambio propuso a Erick pues quería dedicarse a su hogar. Su padre aceptó pues ya había
comprobado las capacidades de Erick, y dos años más tarde se retiró dejándolo a cargo del
negocio.
La familia de Erick no vio con buenos ojos esa unión. Su madre le advertía del
inconveniente de pertenecer a dos mundos tan distintos, mientras que sus hermanos
consideraron esa escogencia como una traición de clase. Pero el más decepcionado fue su
amigo y ex camarada Jhon, quien veía en Erick un futuro aliado jurídico e ideológico en la
lucha por las reivindicaciones de su gente, y consideró que se había pasado al bando
enemigo.

Luego de las felicitaciones y la conversación en torno al futuro miembro de la familia, su


suegro se llevó a Erick aparte.
-Te había advertido que te mantuvieras al margen de la investigación de tu hermana, y
ahora estas en la picota pública.
-No es mi culpa que en este país las cosas funcionen al revés –le replicó Erick.
-Vamos Erick, no me vengas con sermones de ética y moral, tu bien sabes cómo funciona
el sistema y ambos nos hemos beneficiado de él. Pero ahora te has puesto en su contra.
-Pues yo estoy empezando a creer que estoy del lado correcto.
-¡Déjate de idioteces! ¿Acaso quieres volver a ser un renegado, un paria? –le dijo su
suegro levantando la voz-. Te lo advierto, no dejaré que mi familia y mi empresa se hundan
contigo –dijo esto y terminó la discusión.
Erick se quedó meditando en esas últimas palabras.
-Le vendí mi alma al diablo y ahora viene por ella –pensó.
Las órdenes que recibían los uniformados para enfrentar a los marchantes o al custodiarlos
en los sitios de detención, era tratarlos con mano dura. La permisividad en el maltrato a
todo aquel que alterara el orden público, le daba pie a algunos para dar rienda suelta a su
parte psicópata. Esto iba unido a la defensa incondicional de los altos mandos y las altas
esferas del Estado a todo funcionario de la fuerza pública que caía “en desgracia” por
excesos en los actos cometidos en el cumplimiento de su deber, como eufemísticamente
eran llamadas las violaciones a los derechos humanos. Estas incluían disparos con arma de
fuego en las manifestaciones, disparos de perdigones a la cabeza, lanzamiento de granadas
de humo directamente al cuerpo, abusos sexuales, detenciones arbitrarias, tortura,
desapariciones, y toda una serie de actos salvajes que se hicieron comunes en el paro. Estos
actos eran soterradamente condenados, pero en el fondo aceptados, y en algunos casos
descaradamente aplaudidos.
La violación de derechos humanos por parte de miembros del Estado no era nueva en el
país, aunque hasta antes de la pandemia estaba restringido a las regiones y a algunos casos
específicos en las ciudades por las llamadas “manzanas podridas”, que era como llamaba el
Estado a los integrantes de la fuerza pública que se veían involucrados en ellas. Pero luego
de la pandemia y el posterior encerramiento decretado por el gobierno, la pauperización de
las condiciones de vida del ciudadano común debido a la caída de la economía y a la poca
ayuda del gobierno, generaron una serie de protestas que fueron reprimidas a sangre y
fuego por el Estado, generalizando y casi institucionalizando la violación de los derechos
humanos a la población que se manifestaba en las calles.
Antes de la pandemia el teniente Mendoza tenía una vida relativamente apacible. Salía de
su casa temprano y caminaba hasta el paradero, allí se embarcaba en la buseta y luego se
bajaba frente a la central de la policía. En la noche invertía el recorrido. Como no trabajaba
el fin de semana, cambiaba su rutina. Los sábados en la mañana asistía con su familia a un
culto y algunas veces salían en la tarde a un centro comercial o a visitar a algún familiar.
Los domingos en la mañana se reunía con sus amigos a jugar futbol, se tomaban unas
cervezas y regresaba en la tarde algo tomado.
Esa rutina se vio de repente interrumpida por el encierro y luego por las protestas. En los
actuales momentos ni el horario del trabajo ni los días de descanso tenían una programación
normal, era por eso que podía ser llamado a trabajar cualquier día de la semana, y llegar a
su casa a medianoche o a temprana hora en la mañana, lo cual le irritaba. Un seguimiento a
sus movimientos no sería nada fácil…

Pero la incomodidad de la jornada de trabajo era el menor de los problemas que debía
afrontar el teniente Mendoza. Los resultados de las pruebas de ADN por fin llegaron a
manos de Erick quien de inmediato acudió a la fiscalía.
-Necesito que el ADN encontrado sea cotejado con el de los policías que aparecen en el
listado de los que estuvieron involucrados en el caso de Jenny –le solicitó Erick al fiscal.
-No veo la necesidad de hacer eso –le respondió él-. No hay ningún indicio que relacione
a esos policías con la muerte de Jenny Gonzales.
-Tal vez yo puedo ayudarle con eso señor –le dijo Erick y le entregó todas las pruebas que
había recopilado del caso-. Con copia a los medios –agregó.
El fiscal aceptó revisarlas de mala gana.

La información del caso entregada por Erick a los medios y a las redes sociales volvió a
encender la polémica. La demanda de resultados ejercida a la fiscalía aceleró la
investigación y pronto el análisis de ADN de los involucrados arrojó un culpable: el
teniente Felipe Mendoza.
La fiscalía fue tras del teniente pero no lo halló, había desaparecido. Su esposa aseguraba
que él no había huido e insistía que su desaparición no fue voluntaria. Obviamente nadie le
creyó.

Poco a poco el interés en el teniente fue decayendo en la opinión pública. Y pareciera que
en Erick y Jhon también. Solo Jesús seguía empeñado en su captura.
-Abandonaste a Jenny, su espíritu pide venganza y a ti parece no importarte –le dijo Jesús
a su hermano.
-Ese crimen no quedará impune, ya verás que se hará justicia.
-Yo solo conozco una justicia, la que se hace con nuestras propias manos –le dijo su
hermano dejando preocupado a Erick.
Una carta de despido firmada por la junta directiva llegó al despacho de Erick, lo cual no le
causó sorpresa. Su situación en la empresa se había vuelto intolerable y para él significó un
alivio entregar la dirección. Sabía de donde venía la orden, había caído en desgracia con su
suegro y al final no le importaba, solo le quedaba la duda de cómo lo tomaría su esposa. Su
arribismo lo había llevado a la cima, pero aparte de las comodidades que le brindó su
posición nunca se sintió realizado en su profesión. Sabía que eso era solo el comienzo de lo
que se le venía encima y aun así sentía que por primera vez había hecho lo correcto.

En casa lo esperaba su esposa.


-Me enteré lo que pasó en la empresa, lo siento mucho –le dijo ella consolándolo.
-Está bien, ya no podía permanecer más allí.
-¿Y ahora qué piensas hacer?
-He decidido alejarme un tiempo para meditar, debo decidir qué voy a hacer con mi vida.
-¡Por favor no hagas eso, podemos salir de esto juntos!
-No quería decírtelo pero las cosas se han complicado, he recibido amenazas muy serias y
sé que vendrán por mí. No quiero exponerte a ti ni a mi hijo.
La actitud de su esposa cambió de improviso.
-Desde un comienzo te advertí que no te metieras en eso, tomaste esa decisión y echaste
todo a perder, supongo que ya estarás contento –le reclamó ella enojada.
-Hice lo que tenía que hacer, y lo menos que puedo esperar de ti es que me apoyes.
-Siempre has contado conmigo en todo, pero si sales de esta casa no quiero que vuelvas.
-Es tu decisión, no la mía –dijo Erick y se dirigió a su habitación.
Cuando empacaba la maleta llegó ella.
-No te lleves lo que no es tuyo –le dijo secamente.
-Tienes razón, nada de lo que hay aquí me pertenece, solo mi hijo –dijo eso y se marchó
sin nada.

Una vez más la historia se volvía a repetir para Erick, verse obligado a dejar lo que más
quería. Se sentía un pasajero de la vida siendo conducido a sitios a los que no deseaba ir,
aunque las decisiones que había tomado últimamente fueron solo suyas. Sabía que había
atravesado un punto de no retorno y que poco a poco se iba acercando a su destino final.

Erick se instaló en la casa de su madre pero no le contó su problema familiar, solo le


habló de las amenazas.
Ahora estaba en su hogar, en la única parte donde se sentía amado de verdad. Pero ya no
era como antes, no estaba su hermana, la que lo escuchaba, la que lo comprendía y le daba
consejos. La separación de su hermano más querido estando tan pequeño fue un golpe muy
duro para Jenny, y el saber que se lo habían llevado por no poder llevársela a ella le creó un
sentimiento de culpa que solo calmó cuando lo tuvo de vuelta. Es por eso que le dedicó
todo su cariño y comprensión cuando volvió a tenerlo a su lado. Y aunque cuando se casó
decía odiarlo por traicionar a los de su clase, en realidad lo que sentía eran celos de
hermana por haber cambiado el cariño humilde pero sincero que ella le daba, por el amor
interesado de una millonaria. La violencia de la vida obligó a Jenny a madurar muy
temprano y a asumir junto a su madre la falta de su padre asesinado. Fue por eso que dejo a
un lado sus estudios y se dedicó a trabajar desde niña para sostener la casa. La huida del
campo a la ciudad fue muy traumática, tuvieron que asentarse en los tugurios de invasión y
pasar muchas necesidades al comienzo, pero gracias a su tesón y sacrificio pudieron con el
tiempo mudarse a un mejor sector. Sin embargo, a pesar de las condiciones tan duras en las
que vivían, Jenny le prohibió a su familia recibir cualquier ayuda de Erick cuando se casó,
y fiscalizaba a su madre en ese sentido. Era muy orgullosa y altiva, admirada en su barrio
por ser una defensora de sus derechos. Y pese a su mala experiencia con la guerrilla, a
quien odiaba, era una activista de izquierda muy preparada, y le inculcó a su hermano
menor esas ideas.

La estadía de Erick en el barrio fue aprovechada por Jhon para atraerlo a su causa. Lo
llevaba como observador a las actividades diarias de los jóvenes en los llamados “puntos de
resistencia”. La gente del barrio consideraba a Erick un duro, aún más que Jhon, su pasado
guerrillero y sus vínculos con clientes mafiosos lo antecedían. Aunque después de su
matrimonio dejó una mala impresión entre ellos, ahora con sus actuaciones en el caso de
Jenny habían vuelto a confiar en él. Érick empezó a acompañarlos para analizar el
desenvolvimiento de ellos en las marchas, como respondían a los ataques del Esmad y
como se defendían los de la primera línea. Poco a poco se fue formando una imagen clara
de la situación encontrando los puntos débiles en las estrategias usadas tanto por ellos como
por el bando contario, e identificando a los individuos más inteligentes, los más arrojados y
a los que tenían mentalidad de antisociales, todos ellos les sería de utilidad en un momento
dado. Erick tenía un gran conocimiento teórico y practico de la lucha armada. En la
guerrilla aprendió las tácticas de combate irregular, y estudió en los libros las estrategias
militares usadas por los grandes generales en las batallas más famosas de la historia.
Cuando ingresó al mundo de los mafiosos, paramilitares y políticos corruptos, aprendió sus
tácticas que iban desde el chantaje y el soborno, hasta la violencia y el terror. Nada de lo
más bajo de la condición humana y las porquerías del sistema le era extraño. Todo esto le
sirvió en su profesión donde combinaba tanto el ataque como la defensa. En las cortes
buscaba los resquicios de las leyes, y aunque se mantenía en el límite del sistema, cuando
era necesario no dudaba en utilizar métodos non sanctos para ganar juicios, lo que le ganó
una gran reputación.
Las emisoras de la mañana dieron la noticia, el teniente Felipe Mendoza había sido
encontrado muerto a tiros, envuelto en una bolsa a orillas del rio. Las pruebas de balísticas
pronto identificaron el tipo de arma que había sido usada, pero la información no fue
divulgada al público.

El hecho pasó casi que desapercibido para Erick, pero no así para la policía. Pocos días
después, cuando descansaba en su antigua cama, recibió una llamada.
-La fiscalía estuvo aquí –le decía su esposa con un tono serio-, tenían una orden de
allanamiento y se llevaron tu revolver Colt. Les pregunté a que se debía todo eso y no me
contestaron.
-Entiendo.
Erick hizo una pausa para analizar la situación.
-¿Y ustedes dos como se encuentran? –preguntó tratando de disipar la tensión.
-Estamos bien, él bebe se mueve mucho, te extraña.
-Y yo los extraño a ustedes también.
-Cuídate.

Erick se reunió de inmediato con Jhon y le comentó lo sucedido.


-No entiendo porque fueron tras de tu Colt, no pensarán que fuiste tan estúpido como para
asesinarlo con tu propio revolver y después dejarlo en casa para que lo encontraran.
-No podrán probar nada –le dijo Erick no muy convencido.
-No te confíes, debe haber gente muy poderosa detrás de esto.
-Vendrán a buscarme aquí, debo encontrar un sitio donde esconderme.
-Yo me encargaré de eso, esta noche vendrás conmigo.
Ese día Erick vació sus cuentas bancarias, canceló sus tarjetas y su plan de celular y
desapareció.

Los acontecimientos sucedieron muy rápido en los días siguientes. El análisis de balística
encontró que el arma usada en el asesinato del teniente Mendoza correspondía a la
incautada en el allanamiento a la casa de Erick. Luego de la orden de captura emitida por la
fiscalía lo fueron a buscar a su antigua residencia, y al no encontrarlo llegaron a la casa
materna. Pero a diferencia del procedimiento seguido en la lujosa mansión, donde fueron
amables y cumplieron todos los protocolos, en el humilde hogar de Teresa dieron rienda
suelta a la rabia y el desprecio por quienes representaban para ellos sus enemigos
declarados.
La puerta de la casa fue destrozada con un mazo. Una vez adentro y ante el reclamo de
Teresa y los insultos de Jesús los golpearon y recorrieron el lugar tirando todo lo que
encontraban a su paso. Voltearon las camas, tumbaron los armarios y reventaron algunas
paredes, luego destrozaron el cielorraso y levantaron algunos pisos. En el fondo sabían que
no iban a hallar a Erick, su intención era causarle el mayor daño posible y dejarle un
mensaje.

Erick fue declarado reo ausente y se inició su búsqueda por toda la ciudad. El barrio fue
barrido de arriba abajo y las cosas se agravaron cuando no lo encontraron. La represión
contra la primera línea se hizo más sangrienta y la mano negra entró a operar. El barrio se
llenó de panfletos amenazando de muerte a algunos muchachos y declarando el toque de
queda de noche y la ley seca de día. En la lista aparecía Jesús. En las noches una camioneta
blanca recorría las calles protegiendo a sicarios armados. Si encontraban a alguien que
estaba en la lista lo desaparecían, si no, le disparaban.

Pese a todas las advertencias para que no saliera, y el celo con que Jhon lo cuidaba, Jesús
fue capturado cuando se aventuró solo de noche, al regresar del parque donde charlaba con
algunos amigos. Días después apareció descuartizado, la cabeza fue tirada en el barrio y el
resto de su cuerpo fue hallado en otro sitio.
Al enterarse Erick se desplomó.
-Debí entregarme, tal vez así lo hubieran soltado –se lamentó con Jhon.
-Eso de nada hubiera servido. Jesús estaba condenado desde el momento en que fue
capturado. No les diste el gusto de que te mataran y así podremos vengarnos.
-Son unos hijos de perra; pero no saben por donde les va a llegar el golpe. No voy a ir por
los de abajo, la culebra se mata por la cabeza.
Erick le entrega a Jhon un dinero y un papel con un listado de nombres.
-Necesito que entrenes a estos diez, págales bien. Enséñales el manejo de armas y
explosivos, y capacítalos en tácticas guerrilleras.
-¿Que planeas hacer?
Estaré ausente un tiempo… la guerra se hace con dinero y con armas.
Erick le pidió un revolver y un celular y se marchó.
Erick fue robado a la edad de cuatro años por la guerrillera Elvira, la mujer de German
Barrientos, Alias el Paisano. En realidad el robo no fue casual, Elvira era estéril y siempre
había querido ser madre. A las guerrilleras se les prohibía tener hijos, y los embarazos de
ellas terminaban en abortos. Pero Elvira era la mujer de un jefe de la plana mayor, y
algunos de ellos violaban la prohibición. Elvira le insistió tanto a su pareja que al final este
terminó cediendo y permitió que se llevara al pequeño luego del asesinato de su padre.
Erick pronto olvidó a su mama Teresa y se acostumbró a su nueva madre, la llamaba Ma
Elvira. Cuando Erick creció, Elvira le dijo que su familia había muerto acribillada por los
paramilitares, y que ella lo encontró en el monte donde seguramente sus padres lo habían
ocultado. Así vivió engañado hasta cuando fue capturado por el ejército y el Bienestar
familiar lo reunió con su verdadera familia.

Ahora Erick buscaba a sus padres adoptivos. Por las noticias se enteró que el Paisano aún
estaba vivo, y que combatía con un grupo de disidentes de la guerrilla que no firmó el
acuerdo de paz. Pero la suerte de Elvira era incierta para él.
Los guerrilleros desmovilizados aún recordaban a Erick, conocidos por ellos como
Vicente, sabían que era el hijo del Paisano y gracias a eso obtuvo la información de su
ubicación.

Luego de días recorriendo pueblos, atravesando ríos y después de internarse en la densa


selva, llegó al campamento donde se encontraba el grupo de disidentes.
El júbilo de los que lo conocían fue grande y lo recibieron efusivamente. Pero la más
contenta de todas era su Ma Elvira que se acercó tímidamente a él.
-Hijo de mi alma, no sabes cómo me alegra verte –le dijo ella tratando de abrazarlo.
-Hola Ma Elvira –le dijo Erick impidiéndole que lo tocara.
Elvira lo condujo a su sitio de descanso y empezaron a hablar.
-Entiendo lo que puedes estar sientes hacia mí –empezó diciéndole ella-. Sé que fui una
mala mujer, pero no puedes decir que fui una mala madre.
-Lo que pasó ya no tiene marcha atrás. Soy un hombre pragmático, ustedes dos están en
deuda conmigo por lo que le hicieron a mi familia y a mí, y he venido a darles la
oportunidad de reparar el daño.
-¡De que estas hablando hijo!
-Debo hacerle una petición al Paisano y necesito que me apoyes.
-Él vendrá en la noche, ya hablaremos los tres. Ahora descansa, debes estar exhausto.
Mientras Erick dormía, Elvira le preparó la comida que más le gustaba, una sopa de
gallina de campo, y organizó una fiesta para celebrar su visita.

En la noche, cuando Erick disfrutaba de la música y el baile, llegó el Paisano con su


guardia personal. Sus miradas se enfrentaron, la del Paisano reflejaba desconfianza y la de
Erick odio.
-¿Qué haces aquí? –le preguntó el Paisano con tono fuerte.
-He venido a matarte, por lo de mi padre –le respondió Erick sacando un revolver.
Todos observaban la escena callados, nadie había amenazado antes al Paisano sin que
tuviera que pagar con la muerte.
-Jajajaja, se rió el Paisano-. Así que el gallito me salió fino –dijo eso y le apuntó con el
fusil.
La escena fue interrumpida por Elvira que le llegó por detrás al Paisano y le colocó la
punta de un fusil en la cabeza, usándolo como escudo. Los guardaespaldas del paisano de
inmediato le apuntaron a Erick.
-No se metan muchachos, esto es un asunto familiar –les dijo Elvira-. ¿Cierto querido?
El Paisano bajó el fusil y estalló en risa.
-Jajajaja, si si. No se preocupen muchachos, así nos tratamos en la familia –dijo esto y les
ordenó que se alejaran.
Cuando estuvieron solos los tres, guardaron las armas y se distensionaron un poco.
-¡Maldita sea Elvira! No me hagas quedar como un tonto delante de los hombres, vas a
hacer que ya no me respeten.
-Te lo advierto German, nunca en la vida le vuelvas a apuntar con un arma a mi hijo –le
dijo ella seriamente.
-Vaya vaya, ahora los dos se han confabulado contra mí.
-Vicente tiene una petición que quiere hacernos.
-Te escucho –le dijo el Paisano a Erick con rabia.
-Necesito armas y mucho dinero.
-Jajajaja, tu hijo resultó ser muy chistoso, ahora cuéntame uno de vaqueros.
-Tienes una deuda conmigo, y si no me la pagas a las buenas, buscaré cobrármela a las
malas.
El Paisano se le fue encima a Erick, pero este lo recibió con una patada en el pecho
derribándolo.
-Ya no soy un chiquillo –le dijo.
-¡Cuidado con lo que haces! –le gritó Elvira al Paisano apuntándole con el fusil.
-¡Madita sean los dos! –les gritó el Paisano levantándose.
Cuando se calmaron los ánimos Elvira le habló a su marido.
-Escucha Germán, no quiero ningún mal para ti, te quiero, pero daría mi vida por mi hijo.
Creo que lo que nos pide Vicente es algo justo después de lo que le hicimos, y tú puedes
dárselo. Por favor ayúdalo, así sea lo último que hagas en tu vida y lo único bueno que
hagas por él.
El Paisano pareció conmoverse un poco.
-¿Y para que quieres eso que me pides? –le preguntó.
Erick les explico todo lo que le había pasado desde que se separó de ellos, y los planes
que tenía. Elvira escuchaba emocionada los triunfos de su hijo y se conmovió por la
desgracia de su familia. Cuando terminó habló con él.
-No estoy de acuerdo con tus planes de venganza. Y no es porque sienta ningún
escrúpulo, he estado metida en esta mierda desde muy joven y ya estoy acostumbrada al
horror de la guerra. Es por la suerte que te espera hijo si te enfrentas al Estado.
-A mi parece muy bien lo que vas a hacer, así actúa un revolucionario –interrumpió el
Paisano-. Pero nosotros ya no tenemos el poder que teníamos antes del acuerdo de paz, no
tenemos armas, no tenemos hombres y mucho menos dinero.
-Sé que los altos mandos tienen caletas enterradas, así que no me salgas con excusas –le
respondió Erick-. Tomaremos esa plata y nos la repartiremos.
-Ese dinero es para la causa, además si llego a tocar algo de eso, soy hombre muerto.
-No si jugamos bien las cartas.
Elvira salió al auxilio de Erick y atacó al viejo.
-Eres un tonto German –le dijo-, todavía creyendo en la revolución. Has dedicado toda tu
vida por el movimiento y no has conseguido nada. Además los estas prefiriendo a ellos
antes que a tu propia familia. Los demás volvieron a la vida civil y están allá, gozando del
poder, pero tú preferiste seguir aquí pudriéndote en la selva. Esperas un triunfo que nunca
llegará y luchas por una causa perdida. Ese dinero es nuestro retiro, ya es hora que
pensemos en nosotros y tomemos lo que nos pertenece.
Esas frases hicieron tambalear al viejo. Si no hubieran sido su esposa y su hijastro los que
le proponían eso, inmediatamente los habría mandado a fusilar. Jamás en su vida se le había
ocurrido ni por un segundo siquiera desertar de la guerrilla, ahora mucho menos robarla.
El Paisano era uno de los más antiguos combatientes de esa guerrilla y el más dogmático.
A sus sesenta y cinco años llevaba casi cincuenta en el movimiento y los demás jefes le
tenían absoluta confianza. Era por ello que lo habían dejado encargado de cuidar las caletas
mientras ellos decidían que hacer con eso luego del acuerdo de paz. Las caletas de dinero
eran un colchón que habían dejado los altos mandos por si las cosas no resultaban, como
pasó con algunos que abandonaron el proceso de paz y se llevaron su parte al vecino país.
El Paisano y su grupo trataban de mantener vivo el movimiento, pero últimamente la
estaban pasando mal. Sus fuerzas estaban disminuidas y se encontraban en medio de una
lucha por el control de la zona con las bandas narcotraficantes, las tropas del gobierno y el
otro movimiento guerrillero. Si bien era cierto que aún recibían algún dinero de los cultivos
de coca, las extorsiones a multinacionales y las minas ilegales, no era suficiente para
mantenerse ellos y enviar a otros frentes.
Erick tomo nuevamente la palabra.
-El plan que te propongo es este: Convencemos a tus hombres de más confianza de robar
las caletas, ejecutamos el golpe, repartimos las partes y ustedes se van del país. Yo tengo
contactos en el exterior que los podrían recibir, con una fortuna a cuestas todo es más fácil.
Elvira se le acerca a su marido y lo toma de las manos.
-Llegó el momento de retirarnos –le dijo mirándolo a los ojos con una expresión de
súplica.
-Déjenme pensarlo, mañana les daré una respuesta –dijo el Paisano y salió.
Elvira y Erick se quedaron nerviosos, no sabían que esperar del Paisano. En cualquier
momento podía regresar con sus guardias y fusilarlos por traición a la causa. Llenos de
incertidumbre se fueron a dormir…
A la mañana siguiente el Paisano se reunió con Elvira y Erick, que se sintieron aliviados al
verlo entrar solo.
-Sales hoy para el pueblo, Tito te acompañará –le dijo a Elvira entregándole una alforja
llena de dinero-. Allá alquilarás una avioneta y la tendrás lista para dentro de cinco días
cuando nos reunamos contigo en la noche.
-¿Y qué pasará si no llegas? –le preguntó Elvira.
-Entonces nos darás por muertos y huirás en la avioneta con lo que te di.
Luego se dirigió a Erick.
-Ahora serás mi hombre de confianza, vamos a ver si de verdad eres tan machito.

El Paisano reunió a la tropa y les habló.


-Escuchen muchachos. Tengo que ausentarme unos días, voy a arreglar un asunto
personal muy peligroso del que tal vez no salga vivo. Los siguientes hombres podrán
acompañarme, si están dispuestos a jugarse la vida conmigo. Los que se queden deberán
esperarme cuatro días, y si no regreso deberán reportarse al frente 32.
De la lista de diez aceptaron ocho: Misael, Jaime, el Negro, Zamir, el Mugre, Jairo,
Carlos y Martin.

Salieron esa misma mañana. Después de avanzar varias horas llegaron al sitio de la
primera caleta. Los hombres del Paisano no conocían sus planes, por lo que Erick estaba
prevenido para lo que sucediera.
El Paisano mando a desenterrar los tanques de la caleta y cuando vieron el contenido no
lo podían creer. Había cientos de billetes en dólares y en pesos, además de armas y
explosivos. Sus hombres estaban confundidos.
-Muchachos, les tengo una noticia buena y una mala –les dijo el Paisano-. La noticia mala
es que vamos a desertar de la guerrilla, y el que no acepte se muere aquí mismo. La noticia
buena es que a los que acepten, les espera una vida de millonarios en el exterior, si es que
no nos atrapan.
Pasaron segundos antes de que reaccionaran. El Paisano y Erick tenían listas lar armas
para dispararle a los que se opusieran.
Ya repuestos de la sorpresa los hombres entraron en un estado de euforia tal que parecía
que se hubieran vuelto locos, saltaban, se abrazaban y se arrodillaban agradeciendo al cielo.
El Paisano y Erick sonrieron aliviados.
El plan estaba funcionando, pero el tesoro conseguido aún no era suficiente. Siguieron
caminando en búsqueda de la segunda caleta y al llegar la noche acamparon en una
quebrada. Los muchachos entusiasmados hacían planes con su parte.
-Jefe, ¿será que con lo que me corresponde me alcanzará para comprarle una casa a mi
madre? –preguntó Carlos.
-Con lo que te toque no solo le podrás comprar una casa, le podrás comprar hasta un
castillo –dijo esto y todos estallaron en risa.
Esa noche los muchachos durmieron contentos y confiados. Solo Erick y el Paisano
parecían ser conscientes de lo que estaban haciendo.

En el día siguiente alcanzaron a ubicar las otras dos caletas antes que anocheciera. Ahora
debían devolverse y llegar al pueblo. En el camino tenían que pasar obligatoriamente por el
campamento, pero el problema era que no podían presentarse con lo que llevaban, esto
hacía necesario tener que tomárselo.
Esa noche planearon la estrategia. La idea era causar el menor número de bajas posibles,
eran sus compañeros pero aun así debían prepararse para lo peor. La ventaja era que
estaban bien armados y con explosivos suficientes como para acabar con un batallón:
metralletas, morteros, dinamita, y hasta un pequeño cañón. Dejarían lo encontrado cerca del
campamento y Erick y Carlos se quedarían allí. A la hora convenida avanzarían con la
artillería para atacar si era necesario. Los demás entrarían en la madrugada. A la hora del
baño dos hombres se quedarían en el campamento y someterían a los que estuvieran con
ellos, los otros cinco apoyarían a Erick y al Paisano en el rio para emboscar a la tropa.

La llegada del Paisano sin Erick y otro de los hombres que lo acompañaban, llamó la
atención del Pecoso, el segundo al mando. Ya había maliciado cuando se llevaron las
mulas, que solo eran llevadas cuando se necesitaba transportar cargas pesadas. Esto, unido
a la ida de Elvira lo tenían pensando, fue por eso que no acompañó al grupo al rio.
Cuando llegaron a bañarse, el Paisano y Martin se quedaron en la orilla charlando,
mientras los demás dejaron sus ropas y sus armas a un lado y se metieron al rio. Los cuatro
hombres que formaban parte del plan salieron del rio de improvisto y rápidamente tomaron
sus armas apuntándole a sus compañeros, apoyados por el Paisano y Martin. Una vez
sometidos, tres hombres se quedaron vigilándolos mientras el Paisano y otros dos
regresaron al campamento.
El grupo del Paisano se acercó al campamento y fue recibido a bala. El Paisano se tiró al
suelo y los otros dos se refugiaron detrás de los árboles. Había quedado en la peor de las
posiciones. En ese momento no sabía si sus hombres del campamento se les habían
volteado o si fallaron en la misión. El asunto se había complicado y debía hacerse cargo,
sabía que más que la fuerza debía usar la astucia.
-¡Mugre y Negro, no disparen.
El Paisano sabía que cuando vieran la artillería pesada lo pensarían dos veces antes de
seguir con la toma del campamento, por lo que decidió negociar con ellos mientras llegaba.
-Y ustedes, los del campamento, dejen de disparar también y escúchenme.
En el campamento dejaron de disparar. Lo que lo llenó de confianza. Ahora debía saber si
sus hombres allá se habían sumado a los otros.
-Quiero hablar con Misael o con Jaime.
-A esos dos los tenemos detenidos –le gritó alguien en el campamento.
El Paisano identificó la voz. Si sus hombres estaban presos era porque los habían tomado
por sorpresa, alguien allá conocía el plan, o sospechaba algo.
-Eres tu Pecoso. Escucha, creo que malentendieron las cosas, no íbamos a hacerles daño.
Recibí órdenes de los jefes de la capital de entrar al proceso de paz. Yo sabía que ustedes
no iban a aceptarlo de buenas a primera, por eso quise desarmarlos primero. Ahora que ya
lo saben les ordeno que se entreguen y los perdonaré.
-Escuche comandante, no sé lo que usted está tramando, pero no le creo. Lo que usted
está haciendo es un acto de traición a la revolución, así que yo ahora estoy al mando.
-Eso solo lo puede decidir la coordinadora en un consejo de guerra.
El Paisano necesitaba prolongar la discusión hasta que llegara Erick. Para eso utilizó su
capacidad narrativa con lo que los fue envolviendo en un discurso de anécdotas que abarcó
desde sus inicios en la guerrilla hasta el presente, pasando por los momentos de gloria y las
épocas tristes, sin dejar de ensalzarlos como el último bastión de la causa revolucionaria
que llevaría al pueblo al poder.
Luego de media hora de verborrea, la llegada de Erick fue anunciada con un disparo de
cañón al campamento, que destruyó parte del comedor.
-¡Podíamos habernos evitado eso! –le reclamó el Paisano a Erick.
La discusión llegó a su final y el Pecoso con los demás del campamento se entregaron.
La toma se había realizado sin ninguna baja, ahora debían llegar al pueblo ese mismo día.

El Paisano les entregó a sus hombres su parte del botín. Luego amarraron a los
prisioneros, botaron sus armas al rio y partieron con las mulas cargadas. Sabía que solo les
tomaría unas pocas horas soltarse, pero eso les daría el tiempo suficiente para llegar al
pueblo. Además confiaba que sin armas no se atreverían a perseguirlos.
Poco tiempo después de iniciar el viaje se desató una tormenta que los obligó a
refugiarse. Cuando escampó, los caminos se habían vuelto intransitables, las mulas se
atascaban en el barro retrasándolos aún más. El viaje se estaba demorando demasiado, ya
empezaban a temer no poder llegar al pueblo esa noche, lo cual implicaba el riesgo de no
encontrar a Elvira con la avioneta.
En el campamento uno de los guerrilleros se había podido quitar las amarras. Ya
liberados buscaron los fusiles en los alrededores hasta encontrar algunos en el rio. El grupo
del Paisano les llevaba medio día de camino, pero calcularon que con la tormenta y la
demora de las mulas con el camino empantanado podían llegar a ellos antes del anochecer.

El sol caía en el horizonte y el grupo del Paisano ya divisaba la iglesia del pueblo. Luego
de tantos percances podían saborear la coronación de su misión y se relajaron un poco. A
unos kilómetros de la entrada se desviaron para buscar la pista de despegues. Al acercarse
pudieron divisar a Elvira, que los esperaba junto a una avioneta parqueada en la pista. Al
verla el Paisano se separó del grupo para ir a buscarla y en ese momento una bala le
atravesó el pecho, el Pecoso había apostado en los árboles a un francotirador con la misión
de darle de baja. Sobre la avioneta Elvira tenía una mejor visión de los árboles y divisó al
francotirador. Le encomendó a su escolta la misión de bajarlo, y Tito que era también un
gran tirador le despachó un tiro certero que lo hizo caer como una rama.
Elvira llegó al grupo a tiempo para ver morir al Paisano en sus brazos, desesperada por el
dolor y presa de la ira tomó el mando. Mientras repelían el ataque, Erick armaba la
metralleta y preparaba el cañón. Cuando los tuvo listos se unió al grupo.
-Vicente, lleva el botín a la avioneta y prepárense para partir. Cuando hayan acabado
mandas una señal, yo te enviaré a los hombres y se irán todos –le ordenó Elvira.
-¿Y tú no vendrás? –preguntó Erick.
-Yo debo quedarme para defender la posición. Con este par de juguetes podré
entretenerlos un buen rato.
-No puedo abandonarte Ma Elvira, debes venir conmigo –le suplicó Erick.
-Déjame aquí hijo, quiero morir junto a tu padre. ¡Vete ya! –le gritó.
El combate era disparejo, el grupo del Pecoso ya les había infringido dos bajas pero
Elvira no había querido usar el armamento pesado. Cuando recibió la señal de Erick, se
despidió de los hombres que la acompañaban y se situó detrás de la metralleta.
-Ahora, ¡Vayan a la avioneta! –les gritó.
Mientras los hombres retrocedían, Elvira barría el campo con una lluvia de disparos. La
avioneta tomo pista y mientras despegaba pudieron ver como un disparo de cañón
retumbaba en las filas del Pecoso. Antes de perderse en el aire, Erick vio como Elvira se
enfrentaba con un revolver al Pecoso y a sus hombres que se le vinieron encima. Fue la
última vez que supo de ella.
La avioneta hizo escala en las afueras de la ciudad. Era una pista clandestina usada por los
narcotraficantes para cargar coca que Erick conoció cuando andaba con ellos. Los hombres
iban preparados para cualquier enfrentamiento al aterrizar, pero esa noche la pista estaba
sola. Erick le dio las instrucciones al piloto para conducir a los hombres a Panamá, donde
ya se había comunicado con un colega que los esperaba. Sin embargo Carlos y Martin
decidieron quedarse en la ciudad.
Ya en tierra Erick se comunicó con Jhon que llegó al poco tiempo en un camión. Mientras
cargaban todo, Jhon no pudo dejar de asombrarse al ver la cantidad de armamento.
-Bien hecho hermano, con esto podemos tomarnos la ciudad –le dijo a Erick emocionado.
-No hagas planes todavía, primero tenemos que esconder todo esto.
Avanzaron por la ciudad nerviosos, Jhon conducía y Erick iba atrás, preparado con la
metralleta para cualquier emergencia. Llegaron al escondite sin contratiempo, era la zona
más apartada y miserable de la ciudad, donde ni las ratas querían estar. Nadie podía
imaginar que una fortuna y un armamento semejante podían estar escondidos ahí.

Jhon había convertido el sitio en su base de operaciones. Allí se entrenaban, comían y


dormían los muchachos seleccionados de la primera línea.
A la mañana siguiente Erick se reunió con el grupo.
-Queremos darte las gracias Erick –dijo uno de ellos-. Gracias al dinero que recibimos
nuestras familias han podido comer bien y pagar las deudas.
-Quiero que sepan que sus familias recibirán cien veces esa cantidad si ustedes deciden
quedarse y hacer parte de este proyecto –les dijo Erick-. Pero no se equivoquen, no quiero
mercenarios aquí. Necesito hombres con convicciones, que estén dispuestos a jugársela
toda por una causa mayor, acabar con este régimen violento, corrupto e injusto.
-Sabemos que estas planeando algo grande Erick, lo hemos hablado y queremos decirte
que estamos contigo para lo que sea hasta el final, ya no tenemos nada que perder.
-Por eso los elegí muchachos, ustedes han sufrido grandes injusticias y han demostrado
que no son ningunos peleles y que saben luchar por lo suyo. Este gobierno no los ha
tomado en serio, es un gobierno marrullero, cínico e hipócrita, que aparenta dialogar
mientras por la espalda les clava el puñal. Pero no es solo él, todo el sistema está podrido
desde sus raíces, hay que acabar con esto y empezar de cero. La lucha será a muerte.
Erick los debía preparar psicológicamente para que lo acompañaran a un final que él
había escogido para él. Los eligió cuidadosamente, teniendo en cuenta la pasión que
sentían, su desprecio por la ley y su temeridad. Formaban parte de la primera línea y
siempre estaban exponiendo sus vidas, enfrentándose a quienes consideraban sus más
acérrimos enemigos. Ellos al igual que él habían sentido en carne propia la violencia
desatada por el Estado para reprimir las protestas, y el dolor que experimentaron solo lo
pudieron vencer cuando lograron desahogarlo a través del odio. La sed de venganza era el
alimento que impulsaba sus vidas, y se habían convencido que solo causando el mismo
daño que habían sufrido, podrían saciarla.
Pero Erick tampoco quería dejar a un lado a los otros, a los que destacaban por sus
capacidades intelectuales y de liderazgos. Eran los ideólogos de la primera línea y quienes
ya se habían convencido de que la lucha en las calles era una causa perdida y estaban
explorando soluciones políticas. A los primeros los quería para llevar a cabo su venganza
personal, y a estos porque compartían su proyecto ideológico. Pronto tendría que dividir su
accionar en los dos grupos para llevar a cabo dos misiones diferentes. Erick pensaba jugar a
dos bandas, sería a la vez el policía bueno y el policía malo.

En la noche se reunió con Jhon.


-Me he hecho a un nuevo enemigo –le comentó preocupado-. En estos momentos todos
los comandantes de la guerrilla ya deben estar enterados del robo que les hice. Mi vida no
vale la bala que disparen para matarme –dijo con ironía.
-Convertiremos esto en nuestro bastión, el que quiera venir por ti va a llevar chumbimba
de la buena –dijo Jhon esto y ambos se rieron del apunte.
Erick se queda pensativo, algo más lo inquietaba.
-Debo comunicarme con Martha, saber cómo esta ella y el bebé. Pero quiero verla
personalmente.
-Es muy peligroso Erick, los servicios de inteligencia saben que podrán llegar a ti a través
de ella. De seguro deben estar chuzando las comunicaciones, además la casa debe estar
vigilada y a ella la deben estar siguiendo.
-Déjame pensarlo –dice Erick mientras analiza la situación.
-Haz que la sigan por unas semanas –dice finalmente-. Quiero un listado detallado de sus
actividades, de seguro hallaré la forma de abordarla.

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