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El accidente en la central nuclear de Chernóbil no solo fue el más grave en la

historia de la energía nuclear civil, sino también en términos de exposición de la


población a la radiación. De hecho, la dosis que resultó de Chernóbil fue muchas
veces mayor a la suma de las de todos los demás accidentes de radiación.

Lo que sucedido dio lugar a una nube radiactiva que depositó cantidades
considerables de material radiactivo en zonas de la antigua Unión Soviética y otras
partes de Europa, particularmente en lo que hoy son Belarús, la Federación de
Rusia y Ucrania.

En 1995, las Naciones Unidas crearon el Comité Científico de las Naciones Unidas
para el Estudio de los Efectos de las Radiaciones Atómicas con la finalidad de
informar sobre las consecuencias de la radiación en las personas. El organismo
reúne expertos de todo el mundo para recomendar medidas de prevención y
protección.

Cáncer de tiroides
Los estudios señalan que quienes tienen mayor riesgo de experimentar efectos
secundarios son las personas que estuvieron expuestas cuando eran niños al yodo
radiactivo, así como los trabajadores de emergencia y los de operaciones de
recuperación que recibieron altas dosis de radiación. Sin embargo, el resto de
residentes de las zonas afectadas absorbieron cantidades de radiación
comparables, o poco superiores, a los niveles habituales.

Uno de los grandes problemas fue la contaminación de la leche fresca con el


radionucleido yodo-131 (radiactivo).  Como no se aplicaron rápidamente medidas
de protección, muchos niños ingirieron altas dosis de radiación, que se
concentraron en la glándula tiroides, favoreciendo la aparición de cáncer.

Desde principios de la década de los 90, la incidencia de cáncer de tiroides entre


las personas que se expusieron cuando eran niños o adolescentes en 1986 ha
aumentado en Belarús, Ucrania y algunas regiones de la Federación de Rusia. Para
el período comprendido entre 1991 y 2005, se han reportado cerca de 20.000
casos de cáncer de tiroides y, de éstos, más de 5000 serían resultado del
accidente.

A todas estas limitaciones —sin entrar en consideraciones políticas,


ideológicas, sociales o económicas— se han tenido que enfrentar los
científicos. No es de extrañar que los resultados difieran entre sí o que los
datos se ofrezcan en forma de amplias horquillas. El Foro de Chernóbil, un
grupo de expertos que aúna a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y
otras agencias de la ONU, cifra en 9.000 las muertes causadas por el
escape. La alta radiación a la que fueron expuestas las poblaciones
colindantes aumentó en 4.000 los fallecimientos por cáncer, mientras que
otros 5.000 serían atribuibles a la radiación que se diseminó por otras regiones.

Residente del área contaminada. | Gleb Garanich

La Agencia Internacional de Investigación del Cáncer también ha estudiado


ampliamente el tema. Sus resultados difieren de los antes expuestos, aunque
no los contradicen directamente. Este organismo calcula entre 6.700 y 38.000
las muertes achacables a Chernóbil, un amplio margen que refleja las
limitaciones esenciales de este tipo de estudios. Las investigaciones de
Greenpeace, por su parte, arrojaron resultados muy distintos: los científicos
contratados por la organización ecologista consideraron que todo aumento en
la tasa de tumores se debía a la radiación, sin descontar otros factores como
los cambios de hábitos, de forma que obtuvo una horquilla de entre 93.000 y
200.000 muertes debidas a la explosión nuclear.
«Existe una tendencia a atribuir los aumentos en las tasas de todos los
tumores a lo largo del tiempo al accidente de Chernóbil, pero debería
apreciarse que también se habían observado estos incrementos en las áreas
afectadas antes del accidente. Además, se había identificado un aumento
general de la mortalidad en décadas recientes en todas las áreas de la Unión
Soviética, y esto ha de tenerse de cuenta cuando se interpretan los resultados
en estudios relativos al accidente», advierte el Comité Científico de Naciones
Unidas para los Efectos de la Radiación Atómica (UNSCEAR).

Grafiti sobre el sarcófago que cubre el reactor. | Gleb Garanich

Este organismo, que ha seguido año tras año los efectos de la catástrofe de
Chernóbil, ha contabilizado 134 muertes producidas directamente por el
escape, debido al conocido como síndrome por radiación aguda. De ellas, 31 se
produjeron inmediatamente tras la explosión inicial. En total, 600.000
residentes fueron expuestos a dosis muy altas, incluidos los llamados
'liquidadores', trabajadores que se encargaron de recoger escombros
radiactivos y clausurar la central nuclear. Los cálculos de las agencias de la
ONU muestran que un 0,6% de estas personas ha muerto de cáncer debido al
accidente. En concreto, los casos de leucemia se duplicaron entre esta
población debido a la radiación recibida.
Otro efecto reconocido por la OMS es el aumento de cataratas entre los más
afectados, ya que el ojo es especialmente sensible a la radiación. Se han
detectado estos problemas tras recibir bajas dosis en astronautas (expuestos
a la radiación cósmica) o incluso pacientes que habían sido sometidos a una
tomografía computerizada (TAC). Por el contrario, la agencia de Naciones
Unidas no ha encontrado pruebas de un aumento de malformaciones
congénitas atribuibles a la radiación entre las personas directamente
afectadas.

Pasados 25 años desde el escape radiactivo, y siempre por lo observado por


las víctimas de los ataques nucleares en Japón, lo más probable es que los
incrementos de tumores observados durante estos años hayan remitido. Por
otra parte, la radiación que los residentes de las poblaciones más cercanas han
recibido durante este tiempo apenas supera la que genera un TAC, de acuerdo
con la OMS.
En este sentido, la agencia de la ONU recuerda que, hoy en día, los peligros más
graves para la salud son los derivados del trauma provocado por los
desplazamientos y la estigmatización social de haber sido expuestos a la
radiación. Unidos a enfermedades asociadas a la pobreza del área y a la falta
de información veraz sobre las consecuencias reales del accidente, todo lo
cual ha provocado un «fatalismo paralizante» entre la población afectada.
El accidente en la central nuclear de Chernóbil no solo fue el más grave en la
historia de la energía nuclear civil, también marcó un récord en términos de
exposición de población a la radiación y supuso un antes y un después en la
industria de la energía atómica. En 1995, la ONU creó el Comité Científico de las
Naciones Unidas para el Estudio de los Efectos de las Radiaciones Atómicas con
el fin de informar acerca de las consecuencias de la radiación en la población. Esta
institución es, junto con el Organismo International para la Energía Atómica (OIEA),
la máxima autoridad en cuanto a seguridad nuclear se refiere.
Tras decenios de asistencia en los países del centro y el este de Europa, la mayoría
del trabajo de las instituciones nucleares se centraba en un principio en identificar
los puntos débiles de la reactores VVR y RBMK, hoy obsoletos, así como las
mejoras en los trabajos de desmantelamiento y preparación de los trabajadores.
Desde el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) citan al OIEA - dado que está
recibiendo la información de primera mano desde Ucrania -, e indican
a 20minutos que "la capacidad de refrigeración de los residuos radiactivos que
hay en la central está garantizada", por ello, "es improbable la posibilidad de fuga".
Con la información actual, se considera que la cantidad de agua que hay en la
piscina donde están almacenados los residuos radiactivos "es suficiente".
Rafael Grossi, director general del OIEA, ha denunciado que la situación actual, con
Chernóbil bajo el control ruso, "viola un pilar clave de seguridad para garantizar el
suministro de energía ininterrumpido". Aun así, este agencia no ve que la situación
vaya a a tener "un impacto crítico en la seguridad". Entiende que el volumen de
agua es suficiente para "la eliminación efectiva del calor" de un combustible
gastado.

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