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Lo que sucedido dio lugar a una nube radiactiva que depositó cantidades
considerables de material radiactivo en zonas de la antigua Unión Soviética y otras
partes de Europa, particularmente en lo que hoy son Belarús, la Federación de
Rusia y Ucrania.
En 1995, las Naciones Unidas crearon el Comité Científico de las Naciones Unidas
para el Estudio de los Efectos de las Radiaciones Atómicas con la finalidad de
informar sobre las consecuencias de la radiación en las personas. El organismo
reúne expertos de todo el mundo para recomendar medidas de prevención y
protección.
Cáncer de tiroides
Los estudios señalan que quienes tienen mayor riesgo de experimentar efectos
secundarios son las personas que estuvieron expuestas cuando eran niños al yodo
radiactivo, así como los trabajadores de emergencia y los de operaciones de
recuperación que recibieron altas dosis de radiación. Sin embargo, el resto de
residentes de las zonas afectadas absorbieron cantidades de radiación
comparables, o poco superiores, a los niveles habituales.
Este organismo, que ha seguido año tras año los efectos de la catástrofe de
Chernóbil, ha contabilizado 134 muertes producidas directamente por el
escape, debido al conocido como síndrome por radiación aguda. De ellas, 31 se
produjeron inmediatamente tras la explosión inicial. En total, 600.000
residentes fueron expuestos a dosis muy altas, incluidos los llamados
'liquidadores', trabajadores que se encargaron de recoger escombros
radiactivos y clausurar la central nuclear. Los cálculos de las agencias de la
ONU muestran que un 0,6% de estas personas ha muerto de cáncer debido al
accidente. En concreto, los casos de leucemia se duplicaron entre esta
población debido a la radiación recibida.
Otro efecto reconocido por la OMS es el aumento de cataratas entre los más
afectados, ya que el ojo es especialmente sensible a la radiación. Se han
detectado estos problemas tras recibir bajas dosis en astronautas (expuestos
a la radiación cósmica) o incluso pacientes que habían sido sometidos a una
tomografía computerizada (TAC). Por el contrario, la agencia de Naciones
Unidas no ha encontrado pruebas de un aumento de malformaciones
congénitas atribuibles a la radiación entre las personas directamente
afectadas.