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Los grupos ilícitos en El Salvador.

Las agrupaciones ilícitas se definen como un fenómeno de carácter criminal, en lo que la


principal función que desempeñan son actos de violencia o delincuencia hacía una
población determinada, y se contemplan como los delitos que se cometen por individuos
que actúan con un mismo plan criminal, en el que el agrupamiento no termina con tan
solo una acción delictiva, al contrario, se fortalece participativamente para continuar
delinquiendo.

“En ese sentido, el crimen organizado al cual se inscribe el delito que nos ocupa, tiende a
afectar bienes jurídicos de mucho interés para la colectividad, lo que en el fondo se
traduce en la afectación de valores generales y supra nacionales como el orden social, la
paz o la estabilidad sociales. En su oportunidad, se regresará a este punto cuando se
examine el bien jurídico que se protege con este tipo penal.” Ramírez Murcia, L. (2009).

En la década de los años ochenta el país se vio inmerso en una cruenta guerra civil que
generó consigo destrucción, desolación y muerte, dejando al descubierto las deficiencias
que poseía el sistema existente en ese momento. Se dio con mayor incidencia secuestros y
el surgimiento de grupos con ideas contrarias al orden estatal. Lo anterior trajo
consecuencias negativas, por ejemplo: La emigración a otros países, la Fuga de capital
nacional y extranjero o la desintegración familiar.

Después de la firma de los Acuerdos de Paz, firmados en Chapultepec (México, 1992)


durante el periodo presidencial de Alfredo Félix Cristiani, se dio una transición de un
estado represor, autoritario y violador de los derechos de la población a un estado
democrático de derecho, que dejó entrever las dificultades que estos últimos heredaron
del sistema anterior y comienzan a percibirse síntomas a un problema que hasta el día de
hoy afectan a toda la sociedad, porque las asociaciones ilícitas representan un peligro
permanente y abstracto para la misma. Durante el periodo de transición democrática los
grupos de jóvenes se reunían generalmente con otros sujetos que se habían expuesto al
proceso de deportación de los Estados Unidos de América, por pertenecer a Pandillas
adoptando costumbres diferentes para manifestar su personalidad.

En el año de 1998, se decretó un nuevo código penal, que viene a regular en su artículo
345 el delito de asociaciones ilícitas; dicho comportamiento ha sido objeto de reformas
siendo una de las más notables el cambio del acápite que actualmente es llamado
Agrupaciones Ilícitas y la penalización ha sido aumentada.

A ciencia a cierta no se sabe desde cuando el ser humano se asocia con fines ilícitos,
probablemente sea tan antiguo como lo hace con legitimidad, en la actualidad las
asociaciones ilícitas como expresión criminal colectiva y, en muchos casos, exige
profundizar cuestiones como la teoría y participación criminal. Esta situación de violencia
y criminalidad, enriquecida por noticias sensacionalistas publicadas en varios medios de
comunicación, causa temor y preocupación en la ciudadanía.

Uno de los grupos sociales más afectados por la violencia y la criminalidad es el de la


niñez, la adolescencia y la juventud, particularmente, quienes viven en zonas marginales
urbanas y algunas zonas rurales pobres. Tradicionalmente, este segmento es uno de los
más excluidos en estos países, a pesar de que representa un alto porcentaje de su
población. Recientemente, la situación está empeorando debido al aumento de la
violencia juvenil y a la propagación de las maras y pandillas. Aunque no se tienen cifras
exactas de cuántos niños y jóvenes se integran las maras y pandillas, algunos estudios
estiman el número miembros entre 50 mil y 100 mil miembros (USAID, 2006). 1

La permanencia de la violencia se debe tanto al éxito como a los fracasos de los acuerdos
de paz. Los antiguos enemigos de guerra han pujado por la supremacía democrática en los
últimos años, usando repetidamente la política de seguridad con fines electorales
buscando satisfacer la demanda pública de mano dura contra las pandillas. Si bien el
gobierno ha cambiado de manos, las mismas estrategias de seguridad han persistido. Las
detenciones masivas, el encarcelamiento, así como la militarización de las labores
policiales se han convertido en la moneda corriente, ya sea bajo el mando de las élites
conservadoras o de las antiguas guerrillas. Las autoridades estadounidenses
recientemente han ofrecido su apoyo a este enfoque represor, comprometiéndose a
“desmantelar” la MS-13.

El punto muerto ocasionado por un desgastado conjunto de políticas de seguridad y un


fenómeno pandillero que se nutre del aislamiento y el desprecio del resto de la sociedad
salvadoreña solo puede resolverse transformando el enfoque de seguridad en el país. Si
bien los principales partidos políticos y la opinión pública del país se oponen a cualquier
insinuación de negociación con las pandillas, la realidad en muchas áreas pobres es un
encuentro diario e inevitable con estos grupos.
1
(USAID, 2006) Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional.
Por eso los gobiernos locales han ganado importancia en los últimos años respecto a la
implementación de iniciativas de prevención de la violencia, aunque su principal labor
sigue siendo mantener la base de apoyo social de los partidos en un contexto de campaña
electoral constante.

El Salvador vivió una época con un robusto sistema bipartidista, es decir, un sistema de
gobierno basado en la existencia de dos partidos, dominados por el FMLN y ARENA. Tanto
el FMLN como ARENA se caracterizan por tener un profundo arraigo social y por contar
con liderazgos que han permanecido casi intactos durante los últimos 25 años.

A pesar de sus claras diferencias ideológicas, los objetivos de los principales partidos con
respecto a la seguridad son sorprendentemente similares. Entre 1999 y 2009, ARENA basó
su estrategia contra el crimen en agilizar los procesos judiciales, el aumento de las
detenciones y el encarcelamiento masivo.

En los últimos años, un contado número de iniciativas multipartidarias han visto la luz,
mientras que más de 25 intentos de negociación en áreas clave han fracasado. El más
reciente fue una misión de la ONU de seis meses que inició en enero de 2017 para
conmemorar el 25 aniversario de la firma de los acuerdos de paz, el cual no logró crear
espacios de consenso entre los principales partidos.

El diplomático encargado mexicano Benito Andión, finalizó su mandato en julio de 2017


concluyendo que: “las condiciones (para el consenso) no se cumplían en el actual clima
político”.

La relación entre actividad criminal y presencia territorial es tal vez la característica más
singular del fenómeno de las pandillas en El Salvador. Los ingresos de las pandillas
provienen de la extorsión, y en menor medida del narcomenudeo. La respuesta del Estado
salvadoreño a la amenaza de las pandillas ha desencadenado grandes transformaciones
dentro de estas organizaciones. Tras la detención de 4.000 pandilleros entre 2004 y 2008 y
su segregación por grupos rivales para evitar los enfrentamientos violentos, los líderes
pandilleros comenzaron a centralizar sus operaciones y a comportarse más como
estructuras criminales tradicionales.
Según Jeannette Aguilar, académica salvadoreña: “el aumento de la población
penitenciaria que propiciaron los planes antipandillas ha generado las condiciones para
que las pandillas hayan encontrado en la cárcel el nicho apropiado para su formalización e
institucionalización, convirtiendo a los penales en sus nuevos espacios de control
territorial”.

Si bien hoy en día las pandillas parecen más peligrosas que nunca, hay indicios de que un
considerable número de miembros estarían dispuestos a dejar las armas. Publicando en
enero del 2017, un comunicado conjunto una semana antes del 25 aniversario de los
acuerdos de paz de 1992 en el que solicitaban al gobierno un nuevo proceso de diálogo,
ofreciendo su propia desarticulación, demostrando que casi el 70 por ciento de los
pandilleros iban a abandonar el grupo, ya sea por responsabilidades que tenían o
experiencias personales.

En el caso de agrupaciones ilícitas como las maras, se sabe que se unen debido a sus
situaciones sociales, como la mayoría provienen además de hogares pobres, sin ingresos
suficientes para su mantenimiento o desarrollo, desintegrados, con ejemplos vivos de
violencia intrafamiliar de todo tipo, sin la tolerancia necesaria, eventualmente extrañados
del hogar por medidas arbitrarias de sus mayores, encargados o responsables, y sin el
aprendizaje regular de la escuela, la cual han abandonado en su momento, se vuelven de
forma instintiva en la aplicación de mecanismos de defensa como grupo, como pandilla,
que sólo conoce la violencia como forma apropiada de conducirse.

Lo que caracteriza a estas pandillas es que en los territorios que se encuentran bajo su
control suelen estar llenos de grafitis alusivos a la pandilla; borrarlos o intentar hacerlo
puede implicar incluso la muerte. Para el mantenimiento del control territorial que ellos
tienen, utilizan a niños y adolescentes de entre 13 y 17 años, a los que despliegan en los
diversos puntos de su territorio, con el objetivo de controlar los movimientos de quienes
entran y salen, en una permanente comunicación o como ellos lo llaman “Postear” esto se
realiza principalmente a través de teléfonos celulares. Esta capacidad de control de las
maras provoca que, desde hace varios años, buena parte de la sociedad salvadoreña haya
tenido que aprender a coexistir con dos estados o con estados paralelos, cruzando
diariamente líneas invisibles, pero tan reales que pueden costar la vida, puesto a que si
por x o y razón debes de salir de tu zona de residencia a una que es contraria, se corre con
este tipo de riesgos.
En las zonas controladas por maras es habitual que estas (y no el estado), decreten
«toques de queda», que no son más que estados de sitio ilegales, aplicados por una
organización criminal que tiene la capacidad de imponer las horas de entrada y salida a los
habitantes de la comunidad, así como al transporte público.

“No obedecer los «toques de queda» es una cuestión de vida o muerte, sin que las fuerzas
del Estado tengan la capacidad para retomar el control de esas comunidades, salvo
excepcionalmente y por cortos periodos”. Marlon Hernández Anzora (2020).

Otro de los medios por los cuales estas pandillas atentan con la tranquilidad de la
población es la «renta». Las maras han impuesto una suerte de tributo ilegal, pero
efectivo, a través de un sistema de extorsión sobre grandes sectores de la población. Si
bien estas prácticas carecen de cualquier legalidad, también es cierto que resultan
efectivas y permanentes y que logran alcances en sectores de la economía que, por su
informalidad, escapan del control del Estado.

Según el especialista, Walter Murcia (2020) «la defensa del barrio, uno de los pilares de la
identidad de las pandillas, paulatinamente adquirió un doble perfil: defender el territorio
de la agresión de la pandilla contraria y preservarlo como resguardo y proveedor de los
beneficios obtenidos mediante la extorsión».

Se estima que en El Salvador hay de 30.000 a 60.000 de pandilleros o grupos criminales.


Las dos agrupaciones principales son la Mara Salvatrucha y la pandilla Barrio 18. Las
pandillas se organizan en grupos barriales de entre 10 a 60 personas que controlan la
actividad criminal en un territorio especifico.

Es decir, cerca del 1% de la población total, consideradas un verdadero problema de


seguridad nacional, no hay que descartar que las pandillas representen una cuestión clave
ante las elecciones presidenciales "Las pandillas son un poder político, económico y
militar. Al sentirse dueños del territorio, todos (empresas a las que extorsionan y partidos
políticos) tienen que negociar con ellos, forzosamente", indicó el analista y excomandante
del FMLN, Dagoberto Gutiérrez, para 'BBC Mundo'.

Los desplazamientos forzados generados por las maras en El Salvador se están


incrementando a gran parte del territorio nacional, como se puede observar actualmente
por la gran alza de homicidios que generan día a día. Las maras operan cobrando la cuota
mensual (extorsión) a gran parte de la población, amenazan por medio de estrategias
criminales y asesinatos, controlan la localidad comunitaria y vigilan de manera exhaustiva
a la población, para aumentar los actos delictivos, de esta forma, el patrón de
desplazamiento forzado en El Salvador generado por el crimen organizado inicialmente se
da al interior del país, y en segunda instancia forzando el cruce de fronteras.

El rol que cumplen las pandillas ha sido y siempre serán uno de los principales factores
que nos detienen a poder seguir avanzando como país en su ámbito social y económico,
por lo que erradicarlo es difícil y con el nuevo régimen se ha estado tomando en cuenta
los elementos para el delito de agrupaciones ilícitas, para poder así llegar a un solo
objetivo que es el de controlar esta problemática.

Para la configuración del delito de Agrupaciones Ilícitas, deben concurrir los siguientes
elementos:
a) El sujeto activo debe ser miembro de una agrupación, organización o asociación,
conformada con cierto número de integrantes, tres como mínimo. Es viable advertir que
debe exigirse que el carácter de miembro se haya exteriorizado en un aporte concreto
dirigido a fomentar una finalidad delictiva concreta, lo anterior se deriva del mismo art.
345 Pn., cuando dice “el que tomare parte”, que significa participar de las actividades de
la asociación, por lo cual nunca podría ser suficiente el mero “pertenecer” a la asociación
si ello no se traduce, al menos, en alguna colaboración con la actividad de la agrupación,
organización o asociación ilícita. Sancionar el solo hecho de ser miembro de la asociación,
sería infringir los principios de legalidad y de culpabilidad.
b) Dichas personas deben poseer algún grado de organización, estar de acuerdo de
cualquier modo, con una estructura más o menos compleja, según la actividad que se
propongan realizar; es decir, que de alguna manera tiene que haber un reconocimiento
negativo de ese grupo de personas, en la cual se conoce una estructura de mando o de
operaciones; en efecto, requerirá una investigación de la banda o agrupación más allá de
una sola incriminación de delitos a un grupo de personas.
c) Que la agrupación, organización o asociación, tenga como uno de sus objetivos
pluralidad de planes delictivos, por lo que el simple acuerdo para un delito determinado
no constituye una agrupación ilícita; debe existir por tanto una unidad de acuerdo y
pluralidad de contextos delictivos a realizar sucesivamente.
d) Existencia de la agrupación, asociación u organización ilícita temporal o permanente en
el tiempo, es decir, una estabilidad temporal de sus miembros en ella que denote una
persistencia en su accionar y una continuidad de actos delictivos, que vaya más allá del
simple u ocasional consorcio para el delito.

Las pandillas, por tanto, son actores generadores de inestabilidad al atentar contra el
orden, la tranquilidad y todos los derechos arriba mencionados. El principal instrumento
que utilizan para provocar dicho efecto es la violencia. A pesar de que el homicidio no es
el único indicador de la violencia, la tasa de homicidios es la medida que se utiliza con
mayor frecuencia para determinar los niveles generales de violencia en una ciudad o país.
Esto se debe a que el homicidio constituye el más grave y públicamente visible de todos
los actos violentos y por lo general se informa con mayor precisión en las estadísticas del
crimen violento (Buvinic & Morrison, 1999).

El Salvador presentó una tasa de homicidios de 55 por cada cien mil habitantes en 2008, a
razón de 10 y 12 homicidios diarios. La cifra es alarmante y rebasa el promedio de
homicidios que ocurren en otros países de Latinoamérica. Esta situación de violencia,
asociada a múltiples factores históricos, políticos y sociales, contribuye a hacer de la
violencia un medio utilizado por muchos sectores y actores para mantener o ganar poder,
resolver conflictos y beneficiarse económicamente. En El Salvador, por ejemplo, el sistema
penal no alcanza a esclarecer ni siquiera el 3% de los homicidios. Tomando este indicador
como medida El Salvador, en el año 2015, con una tasa de homicidios de 104 por 100,000
habitantes, es el país más violento del mundo con la tasa más elevada para cualquier otro
Estado en los últimos 20 años (Gómez, 2016).

La tregua entre pandillas encarecida entre los años 2012-2013, demostró sin lugar a duda
que la mayor parte de homicidios eran cometidos por miembros de estas.
Inmediatamente entró en vigor la tregua, los homicidios bajaron sensiblemente. Además,
varios autores coinciden en que a partir de la tregua las pandillas demostraron no solo que
tenían la capacidad de disminuir los homicidios, sino de utilizar éstos como un mecanismo
de presión sobre el gobierno para acatar medidas de beneficio a las pandillas (Hernández
Anzora, 2015; Von Santos, 2014; Luna, 2015).

El Salvador pasó de tener una tasa de 70 homicidios por cada 100.000 habitantes en 2011
a una de 41 en 2012. Para ser exactos, en 2011 hubo 1.784 homicidios menos. De un
promedio diario de 14 muertes violentas se pasó a cinco homicidios. Dicha reducción fue,
en buena medida, producto de una tregua entre las principales pandillas (MS y 18 que
predominan en El Salvador) en marzo de 2012, la que se dio a conocer a través de una
investigación realizada por el periódico digital El Faro.
A partir de la tregua, el gobierno impulsó estrategias como los Municipios libres de
violencia, en los que se involucró a los gobiernos locales en el desarrollo de acciones con
las comunidades incluyendo pandillas, para prevenir la violencia. Sin embargo, muchas
organizaciones de la sociedad civil, al tiempo que aplaudían la disminución de las tasas de
homicidios, sostenían que la tregua no solo era ilegal, sino que, lo que resultaba más
inquietante, había fortalecido a las pandillas. En esa línea, José Miguel Cruz (2013),
experto en pandillas, señala que el problema fundamental de la tregua fue que ella no se
basó en una estrategia institucional de reconstrucción del Estado de derecho, sino en la
búsqueda desesperada de legitimidad política a través del manejo de las tasas de
homicidios.

Según explicó el Fiscal Cruz, las primeras negociaciones inician dentro del proceso de
pacificación conocido como “Tregua”, cuando los miembros del FMLN Benito Lara y
Arístides Valencia, con el apoyo de Wilson Alvarado y Raúl Mijango, realizan
acercamientos con miembros de ambas pandillas en busca de acuerdos electorales, para
lo cual les entregan la cantidad de US$150,000.00.

Posteriormente a la primera vuelta y ante los resultados obtenidos, los políticos del FMLN
buscan de nuevo el acercamiento con ambos grupos delincuenciales. Miembros del
partido ARENA se acercan también a estos grupos para buscar revertir los resultados
adversos obtenido en la primera vuelta, es por ello que les entregan la cantidad de
US$100,000.00, a través del señor Paolo Lüers, periodista alemán con raíces salvadoreñas.

Además, el alcalde de Ilopango de esa época, Salvador Ruano, ya fallecido, llegó al


acuerdo de contratar miembros de pandillas dentro de la comuna, quienes llegaban
únicamente a cobrar, pero al ver que se captura al entonces alcalde de Apopa, cambian la
metodología y contratan a los parientes de los pandilleros.

Se dice que las pandillas, a partir de la tregua, ya no son las mismas. Algunos sostienen
que estas se fortalecieron o consolidaron sus liderazgos, mejoraron sus estructuras y se
han convertido no solo en actores sociales que han logrado introducirse en diferentes
comunidades, sino en actores políticos con capacidad para negociar con el poder. Una de
las lecciones que deja la tregua es que las pandillas han aprendido que su activo político
más importante son los altos niveles de homicidios que desestabilizan y ponen en juego la
gobernabilidad del país:
“menos cadáveres en las calles es concesión; más cadáveres es presión” (Martínez, 2013)

Los incrementos de homicidios en el presente año, entre el 1 y el 31 de marzo de 2022, al


menos 172 personas fueron asesinadas en El Salvador, según estadísticas de la Policía
Nacional Civil (PNC). Esto lo coloca como el mes más violento desde el lanzamiento del
Plan Control Territorial, la estrategia de seguridad del presidente Nayib Bukele. Esto,
debido a un inusual repunte de violencia homicida registrada entre el viernes 25 y el
domingo 27 de marzo de 2022, que dejó al menos 87 asesinatos en todo el país. En total,
marzo cierra con 172 homicidios que, según registros brindados por la PNC, superan en 53
los asesinatos cometidos durante 2021 ese mismo mes, cuando fueron asesinadas 119
personas en el país.

La cifra se ubica incluso por encima del último gran repunte de homicidios registrado en
octubre de 2020, mes en que fallecieron 158 salvadoreños víctimas de la violencia.
Durante ese mes, Bukele decretó emergencia máxima en las cárceles del país y ordenó
que pandilleros de la Mara Salvatrucha y el Barrio 18 fueran mezclados en las celdas. Estas
duras medidas fueron seguidas de una relativa estabilidad en el número de homicidios,
que, según las autoridades del Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, disminuye mes a
mes. Sin embargo, a diferencia de meses anteriores, marzo de 2022 cerró con un aumento
sin precedentes.

Actualmente, El Salvador se encuentra bajo régimen de excepción, dictado el domingo 27


de marzo por el Congreso a petición del Gobierno de Nayib Bukele, tras una escalada de
homicidios que el fin de semana se cobró la vida de más de 80 personas. En el que se
suspende por 30 días el derecho a la libertad a cualquier persona que cometa o haya
cometido actos criminales.

En esta crisis de asesinatos, que no es la primera que enfrenta el Ejecutivo de Bukele, se


marcó el récord de 62 homicidios en un solo día como la cifra más alta en la historia
reciente del país. El Gobierno, que es acusado por Estados Unidos y señalado en
investigaciones periodísticas de haber sostenido una supuesta negociación con las
pandillas, no ha explicado las causas que habrían generado la ola de violencia homicida.

El amplio régimen de excepción adoptado en El Salvador en nombre de la seguridad


pública ha suspendido una serie de derechos básicos, lo cual abre la puerta a que se
cometan violaciones de derechos humanos, (Human Rights Watch, 29 de marzo, 2022).
El decreto que establece el régimen de excepción se basa en el artículo 29 de la
Constitución de El Salvador, que permite a la Asamblea Legislativa suspender ciertos
derechos constitucionales en circunstancias extremas, tales como una invasión extranjera
o “graves perturbaciones del orden público”.

En las últimas semanas y bajo este régimen de excepción, las autoridades de seguridad
pública dan cuenta de las “capturas de más de 16.000 supuestos pandilleros y personas
afines, de estos, 14.000 se encuentran recluidos en prisiones y el resto en las delegaciones
de la Policía”, mientras que a unos 6.000 detenidos se les ha decretado prisión preventiva
por el órgano Judicial. (PNC, 2022)

Posterior a estas arduas acciones y al buen manejo por parte de las autoridades de
seguridad al mando, se puede dejar a la vista pública el buen resultado que se estaba
generando, por lo tanto, el Presidente Nayib Bukele en sus redes sociales solicitaba
renovar el Régimen de Excepción para que, al vencerse el 27 de abril, se mantuviera en
vigencia por 30 días más, hasta el 27 de mayo. Los diputados oficialistas y sus aliados
también aprobaron un decreto que, mientras el Régimen esté vigente, autoriza al
Gobierno a saltarse los procedimientos legales habituales para hacer compras y
contrataciones públicas.

Por su parte el gabinete de seguridad del gobierno salvadoreño dijo que, pese a que los
homicidios han disminuido en el país, “la mayoría de los terroristas aún continúan en
libertad”, por lo que suspender su aplicación apenas propiciaría un retroceso en los
avances alcanzados.

En este caso existen dos caras de la moneda, puesto que hay personas que están
satisfechas con los resultados, mientras otras lo único que buscan es criticar el régimen de
excepción implementado. Algunos puntos de vista de funcionarios públicos de oposición
han presentado quejas por la extensión del régimen de excepción, por su parte,
cuestionaron "los resultados" del régimen y solicitaron al Ejecutivo suspender la medida
por graves violaciones a los derechos humanos.

Efectivamente el régimen de excepción ha sido una de las mejores estrategias tomadas


por el gobierno de El Salvador para controlar los crímenes que día a día cometían dichas
agrupaciones que ha afectado en todas las áreas al desarrollo tanto económico, social,
político y hasta personal, que por años atormentaron a la ciudadanía salvadoreña
causando miedo y terror por las amenazas que difundían, aunque su gran poder acabo
con la vida de muchas personas que no se merecían sufrimiento alguno, este problema
fue creciendo grandemente al punto de que este nuevo sistema de excepción ha sido lo
que ha traído paz y tranquilidad a las familias después de tantos años.

Sin embargo, tenemos su lado bueno y su lado malo, pues dicho precepto se lleva a cabo
con medidas un tanto rígidas y opresoras, la otra parte de la población que no esta de
acuerdo expresa como estas medidas son un ente principal para la violación de derechos
humanos contra las personas que son capturadas sin tener ningún antecedente penal o
algún lazo con las pandillas, el régimen de excepción ha sido la mejor opción para detener
a los criminales y terroristas, pero en su ejecución se ha llevado consigo a personas que
son inocentes acusadas por delitos sin justificación alguna.

“Varias organizaciones de derechos humanos han reclamado que muchísimos ciudadanos


se han enfrentado a graves violaciones de sus derechos" de parte del Estado y ante ello, el
régimen no debe de continuar, en primer lugar, hemos conocido que alrededor de 11
personas han fallecido y que estaban detenidas por el régimen de excepción sin mayor
opinión o declaración de las autoridades de Seguridad Pública. Por otra parte,
organizaciones de derechos humanos han reclamado que muchísimos ciudadanos se han
enfrentado a graves violaciones de sus derechos y esto no debe de continuar. Me sumo a
las peticiones de que el Gobierno debe de suspender el estado de excepción", dijo previo
a la sesión plenaria. (Johnny Wright Sol, de Nuestro Tiempo, 2022)

Dicha problemática tiene su raíz desde hace décadas atrás, la población se tuvo que
integrar a este estilo de vida, generación tras generación vivió y creció de la mano en la
que estos grupos crecían y se hacían cada vez más fuertes y temibles, la población
aprendió a vivir con las limitantes que ellos imponían, desde no salir de casa a altas horas
de la noche, a no poder visitar a su familia por vivir en diferentes zonas que eran
controladas por las dos principales rivales agrupaciones pandilleras.

Por su parte, Claudia Ortiz, diputada por Vamos, mencionó su negatividad a votar por una
nueva prórroga debido a que estas no corresponden a "una solución permanente" a la
problemática de la inseguridad, sino que solo proporcionan una "percepción de
tranquilidad".
"Me posicioné en contra de la prórroga (del estado de excepción), voté en contra de la
primera declaración del régimen de excepción porque es evidente que no es una solución
permanente a largo plazo para la criminalidad. Puede que haya percepción de tranquilidad
en algunos territorios, (pero) mi intención es que sea permanente esa tranquilidad, que
sea permanente la solución a ese problema, pero solo se está repitiendo, con algunas
características diferentes, lo que hicieron otros gobiernos y no hay una transparencia de
que eso va a perdurar" (Claudia Ortiz, 2022).

Durante las últimas semanas, sin embargo, han surgido noticias y avisos en redes sociales
donde familiares de personas detenidas se quejan sobre la detención arbitraria de
parientes que no están relacionados a las pandillas.

(La Prensa Gráfica, 2022) reportó el 21 de abril cuatro casos distintos en los que las
personas que habían sido detenidas fallecieron por golpizas en el penal de Izalco o por no
haber tomado sus medicamentos diarios. En algunos casos, la presión en redes sociales ha
llegado a que liberen a algunos detenidos, incluidos casos emblemáticos como el de los
empleados de un café que fueron detenidos regresando de su jornada laboral o la
detención de un muchacho con discapacidades.

Ante estas críticas el señor Gustavo Villatoro actual ministro de Seguridad respondía
"Mientras la gente nos siga pidiendo y nos siga dando información de dónde se están
ocultando estos cobardes terroristas vamos a seguir trabajando en esa línea
independientemente si falta poco para que se venza el régimen. Lo que estoy seguro es
que si seguimos teniendo esta lucha como Estado y como sociedad en contra de ellos
vamos a ocupar el tiempo que sea necesario para erradicar a este cáncer de la sociedad".
Para el ministro está más que claro que el régimen de excepción si estaba dando sus
frutos y esperaba sacar a más terroristas de las calles del país.

Está más que claro que el objetivo del actual presidente es de proteger a la población a
toda costa de sus pandilleros poniendo mano dura a estos intentando incrementar la
seguridad hacia la población salvadoreña, sin embargo, muchos expertos consideran que
se está pasando de su límite, ya que, debido a este régimen se han estado dando casos
tanto positivos como negativos.

Se ha estado en un proceso en el que ciertamente por el más mínimo contacto relación o


cualquier cosa que tenga que ver referenciado a las pandillas los agentes policiales
tendrán el derecho a poder llevarte a la cárcel no importando si eres menor de edad
tendrás que cumplir hasta 20 años prisión.

“Tenemos una ley penal juvenil que regula el comportamiento delictivo de niños entre 12
y 18 años y, actualmente, no tiene dentro de sus medidas la prisión. Cuenta nada más con
orientación y apoyo familiar, libertad asistida, internamiento, entre otros. Con esta
reforma estamos enviando un mensaje a los niños de 12 a 18, para que tomen decisiones
consecuentes”, declaró la diputada de Nuevas Ideas, Rebeca Santos.

La legisladora dijo que niños de estas edades están capacitados para asesinar, por lo cual
es necesario imponer sanciones más fuertes para disuadir estas conductas delictivas, con
el fin de garantizar los derechos humanos de la población que es golpeada por el flagelo
de la violencia.
Los delitos referidos en la ley son homicidio simple, homicidio agravado, proposición y
conspiración en el delito de homicidio agravado, extorsión, posposición y conspiración en
el delito de extorsión, secuestro, posposición y conspiración en el delito de secuestro,
atentados contra la libertad individual agravados en el delito de secuestro, violación en
menor o incapaz, agresión sexual en menor e incapaz, violación y agresión sexual
agravada, robo agravado, así como proposición en el delito de robo agravado (Asamblea
Legislativa, 2022).

Por lo que los Estados deben asegurar que al establecerse un Régimen de Excepción se
justifique que existe una excepcionalidad de la situación de emergencia en cuanto a su
gravedad, inminencia e intensidad que constituye una amenaza real a la independencia o
seguridad del Estado y que la suspensión de algunos derechos y garantías sea
estrictamente por un tiempo limitado a las exigencias de la situación, que las disposiciones
que sean aprobadas resulten ser proporcionales y que la suspensión de derechos o
garantías constituya el único medio para hacer frente a la situación.

Las reacciones a las medidas fueron inmediatas. La directora de programa de la Fundación


para el Debido Proceso, Leonor Arteaga, se mostró en contra de decretar un Régimen de
Excepción para combatir el crimen. "Los homicidios de las últimas horas en El Salvador
deben combatirse con la ley penal, nada lo impide. Dar poderes extraordinarios a
gobierno Nayib Bukele vía un Régimen de Excepción, como ocurrió en pandemia, no
beneficia a ciudadanía, sólo generaría miedo y facilitaría la corrupción", escribió en su
cuenta de Twitter.
Por lo que esto actualmente se está haciendo realidad, debido a que existen casos en las
redes sociales en que se está denunciando y alarmando a las autoridades a que están
haciendo las cosas mal debido a que se está capturando a gente inocente y vulnerable la
cual no tiene nada que ver con las pandillas disculpan al presidente por ello.

Si bien, la influencia de las pandillas fue bastante grande, lograron contar con una
cantidad bastante alta de participantes, teniendo personas a su lado en diversos niveles
de criminalidad, desde asesinos hasta informantes, ninguna persona se podía reusar al ser
buscadas para colaborar con ellos porque la principal consecuencia sería la condena de
muerte a manos de estos criminales. Por lo que ahora en día esto les ha permitido a las
autoridades con la detención de personas que no estaban implicadas directamente con
este tipo de agrupaciones terroristas.

Algunas instituciones entes encargadas por velar la protección y la defensa de los


derechos humanos de la población salvadoreña, se ha visto inexistente contra las
denuncias de dichos casos, y es esencial también el respetar los reglamentos impuestos
por el gobierno, mas, sin embargo, ante situaciones que atenten contra la estabilidad de la
ciudadanía estas tienen que intervenir para tomar acciones contra el asunto.

“El gobierno del presidente Bukele debe tomar medidas serias, sostenibles y respetuosas
de los derechos humanos pare frenar la atroz violencia que ejercen las pandillas en El
Salvador”, dijo Tamara Taraciuk Broner, directora en funciones para las Américas de
Human Rights Watch. “Pero en lugar de proteger a los salvadoreños, este amplio régimen
de excepción es una receta para el desastre que pone en riesgo sus derechos”.

Algunas de las declaraciones de la población, expresan que tiene la esperanza de que el


gobierno implemente la oportunidad de dejar en libertad a las personas que fueron
detenidas por razones arbitrarias sin fundamentos ni pruebas, que comprometieran o
relacionaran la vida de cada uno con los criminales que verdaderamente cometían delitos.

No cabe duda que los grupos ilícitos son el problema mas complejo y peligroso que tiene
que afrontar el estado, los altos índices de homicidio no deberían de ser el principal factor
que de paso a la reacción de las autoridades para poner control hacia la violencia y el
crimen organizado, no tiene que haber un repunte de homicidios para que las autoridades
guarden y protejan a la población, si el problema se hubiese tratado desde todos los
puntos que influyen en él, desde la familia, la sociedad y la educación, no seria necesario
implementar preceptos hasta que estas personas ya hayan cobrado la vida de personas
inocentes, el encarcelamiento y detención no les devuelven a las personas los parientes
asesinados por razones en las que las pandillas eran las principales en estar detrás de eso,
un régimen de excepción permite la tranquilidad y la paz solo en el periodo en el que se
esta ejecutando, pero cuando las prorrogas culminen, la violencia puede volver a
aumentar, la principal medida para acabar con dicha atrocidad debería de implementarse
de la manera en la que cada vez se implementan nuevas soluciones con respecto a la
economía o la política, la construcción de una nueva realidad depende desde el estado al
igual que de todas las personas que la conforman.

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