Está en la página 1de 10

(En este archivo van a encontrar dos textos referentes a dos

libros sobre hominización)


Cocinar hizo al hombre
Cordón, Faustino. Barcelona, 1999.

Cordon Faustino (1999) en “Cocinar hizo al hombre” nos explica la evolución


sufrida por los monos (primates), causas y circunstancias que permitieron el surgimiento
de la especie humana.
Para entender el cambio evolutivo que condujo a un mono arborícola a salirse
del bosque, o el cambio de este mono descendido al suelo en el homínido erecto y
portador de útiles, o, bien como de este último evoluciona a hombre, es necesario
comprender la teoría evolutiva. Nada cambia por sí solo; todo cambio tiene una causa
(un proceso) exterior a él que lo determina, y el cambio, a su vez repercute en dicho
proceso.
Todo entorno o medio animal debe cumplir con las siguientes condiciones:
1. Proveer energía necesaria para vivir.
2. Adecuado a la acción del animal para que este pueda plegarse a
los cambios circunstanciales del medio.
3. Los cambios provocados en el medio de un animal deben ser
percibidos por él, para que se pueda adaptar.
4. Actúa lentamente sobre la especie modificándola generación en
generación, afinando su capacidad sensorial, nerviosa y muscular. Estos cambios
son progresivos y perfeccionadores.
Conforme a Darwin el medio actúa seleccionando a los individuos más aptos,
acorde con él. Casos relevantes de la evolución es cuando una especie se diferencia en
dos, como por ejemplo una especie de monos que ocupo los bosques fue desplazada al
campo abierto deviniendo en la especie ancestral de los homínidos.
Durante el proceso de evolución se aniquila activamente aquellos individuos
débiles o enfermos en la “lucha por la existencia”, sobreviviendo los más aptos para ese
medio (selección natural).
En el proceso evolutivo del que surgió el hombre aparecen varias
diferenciaciones ej: el mono ancestral de todos los hominoidea (grupo donde se
encuentra el hombre y los grandes monos) se diferenció hace 15 millones de años en la
especie ancestral en los grandes monos (familia pongidae) y en la especie ancestral de
los homínidos de la que surge el hombre (familia hominidae). Y cada una de estas dos
familias han producido un número indeterminado de especies nuevas, unas extintas y
otras que siguen vivas.
Los monos arborícolas de gran tamaño estaban adaptados a vivir en los arboles
desplazándose sobre ellos, haciendo uso de sus cuatro extremidades perfectamente
configuradas para agarrarse a las ramas y desplazarse sobre la fronda tropical (no
colgados). Tenían extremidades inferiores fuerte, que le permitían el sostenimiento del
cuerpo, las extremidades superiores además de usarse para el desplazamiento se
empleaban para tomar los alimentos y llevarlos a la boca. Presentaban pulgar oponible
en pies y manos, su dentadura especializada para consumo de vegetales y semillas
estaba constituido por molares y premolares, con un escaso desarrollo de caninos e
incisivos. Hace aproximadamente 15 millones de años estos monos arborícolas se
diferenciaron en dos especies diferentes, una que ingreso en el bosque más denso y otra
que se fue especializando hacia la periferia del bosque.
Aquellos que se adentraron en el bosque más denso, se especializaron más en
explorar el bosque desplazándose colgados de las ramas por los brazos y
columpiándose, denominándole a este modo de desplazamiento (braquiación) actividad
que, si bien puede haberse realizado como juego, les resulto ventajoso para buscar
alimentos y lo fueron adoptando como un modo normal de desplazarse. Claro que en un
comienzo esta diferenciación solo fue física, brazos y tórax más desarrollados y piernas
más débiles (como un hombre que se entrena en determinado ejercicio, del que no). La
braquiación significo reducción del pulgar y reducción de su oponibilidad.
Los monos ancestrales que no desarrollaron la braquiación conservaron su
estructura corporal anteriormente descripta. Lo que ambos mantuvieron fue su régimen
alimentario predominantemente vegetariano (brotes, semillas, frutos) y algunos pocos
alimentos animales (huevos, insectos, etc). Cada una de las dos especies estaba adaptada
a entornos diferentes, mientras los braquiadores tenían ventaja para obtener alimentos
de zonas densas del bosque, los monos ancestrales tenían ventaja para obtener alimentos
en bosques más ralo, donde debían pasar corriendo por el suelo entre árbol y árbol. En
fin, cada especie se adaptó a su respectiva habitad.
Pero la evolución continuó, y devino el homínido. La gran disponibilidad de
alimentos en la zona periboscosa, empujó al mono bajado del árbol a modificar su
conducta antigua de modo conveniente para vivir en él. Esta modificación en la
conducta es lo que terminó convirtiéndolo en homínido.
El mono ancestral que vivía en los bosques ralos, limitando con la sabana,
comenzó a modificar su conducta cuando debía desplazarse corriendo, en los claros del
bosque. Este desplazamiento por el suelo debido a su condición arborícola les daba
inseguridad, por lo que bajaban en hordas y se desplazaban rápidamente en silencio.
Este sentimiento de inseguridad los llevo a comportarse de manera diferente, a
cuando estaban en el árbol, y comenzaron a desarrollar la cooperación, solidaridad y
costumbres gregarias, donde cada individuo apoyaba a la horda para también ser
protegido (De esta manera comenzaron a pasar la mayor parte del tiempo en el suelo y
solo subir al árbol a dormir). Fue la necesidad de tener la horda a la vista, lo que forzó
la postura erecta.
Esta nueva adaptación comenzó siendo individual, donde cada uno de los
integrantes de la horda, por la necesidad de ampliar su campo visual debió desarrollar al
máximo los músculos implicados en erguir la postura y mantener la cabeza en alto.
Adquiridas estas características individuales, fue la selección natural quien fue eligiendo
como progenitores a quienes presentaban mejores caracteres (estructura adecuada de la
pelvis, de los huesos de pie, etc).
Esta nueva postura adquirida (erecta) permitió prescindir de las manos para el
desplazamiento, dejándolas libres para otros usos, como portar una piedra, un palo, un
hueso, etc. La postura erecta debió inducir de inmediato la costumbre de marchar
provisto siempre de un útil. Fue esta actividad tan transcendental en el proceso
evolutivo hacia el hombre, que debe considerarse ella, como la transición del mono al
homínido, en tanto que el recurso permanente al útil abre claramente un proceso
evolutivo que, en condiciones favorables culminan con la adquisición de la facultad de
hablar.
El útil constituye un valioso auxiliar en la actividad mecánica (como de todo
animal), del homínido, y el perfeccionamiento del útil y del modo de aplicarlo, por lento
que realmente fuese en esa época, era más rápido que el lentísimo progreso de la
conducta general de otras especies superiores coetáneas. La consecuencia parece ser que
el homínido, por una parte, entraría poco a poco en relación regular con mayor número
de especies, mediante conductas apoyadas en útiles más eficaces, y, por todo ello, iría,
probablemente, aumentando en densidad demográfica.
El uso de útiles le permite al homínido emplearlos, como garras, dientes,
cuernos, lo que significa acceder a nuevos alimentos, comenzando a salirse de los
alimentos para los que había ido modelándose su cuerpo en el curso de las eras. Solo el
homínido, que además era omnívoro, gracias a sus útiles podía suplementar sus
alimentos tradicionales con otros nuevos. en consecuencia, podemos decir que el
homínido, aunque siga sometido a la evolución conjunta de las especies, comienza a
trastornar el equilibrio entre ellas y que iría aumentando, por lentísimamente que fuera,
a expensas del alimento, de especies de su medio, su densidad poblacional, es decir el
tamaño de la horda que podía vivir en un territorio dado.
La posibilidad de ampliar los recursos alimentarios, tropieza con un fuerte
obstáculo: lo que otro animal normalmente coge y come, el homínido, aunque pudiera
cogerlo, en general no lo podía comer, porque le resultaba imposible de masticar, de
ingerir y, en fin, de digerir. Fue una hazaña memorable descubrir la transformación del
alimento, descubrimiento muy difícil, ante todo por el hecho de que se trata de una
práctica que antes nadie había hecho, que no puede imitarse, que es, en realidad, el
esbozo del modo de acción propio del hombre que le distingue de los demás animales.
Pero, evidentemente, las cosas no estuvieran maduras hasta que el homínido no
hubo dominado el medio principal de transformación culinaria de alimento, esto es el
fuego, la aplicación del calor. Ni que decir tiene que el fuego no se dominó para
cocinar, ya que antes de dominar el fuego, el homínido no podía ni barruntar este tipo de
actividad que carecía totalmente de precedente en la evolución biológica, de modo que
cuando se produjo, fue algo absolutamente nuevo; además debió ser por azar que por
efecto de un incendio fortuito se produzca la transformación de productos naturales en
alimentos aprovechable por el hombre y lo mismo hubo de ser con el homínido. Sea
como fuere, dicha familiaridad con el fuego estableció, ciertamente las condiciones
objetivas para que el descubrimiento de la cocina, tan capital en la evolución que marca
la frontera entre el animal heterótrofo y el singular animal autótrofo que prepara sus
alimentos. Esta transformación artificial del alimento es propia del homínido, y fue la
primera en generar cambios a nivel molecular. Probablemente hubieron de transcurrir
muchos milenios – tal vez cientos de miles de años - desde que comenzó a aplicarse el
fuego como defensa, y, luego incluso como fuente de calor, hasta que se descubrió su
aplicación realmente fundamental a la transformación culinaria. 
La consideración del primer tipo es la de que, en nuestra opinión, el hallazgo de
la actividad culinaria precedió a la palabra. Constituyó, de hecho, la condición para que
surgiese la palabra. Ello, por lo demás, significa que homínido llegó a realizar la
primera actividad ya puramente humana y que, efectuándola, devino probablemente
pronto, en hombre:  Interpretación, por lo demás, de acuerdo con el hondo
pensamiento de Goethe de que en el principio siempre está la acción; en el proceso de
surgimiento del hombre también se originó pues en vanguardia a su modo de acción y
sólo luego sobre este modo de acción se plasmó su modo peculiar de experiencia, la
experiencia comunicable, el pensamiento. Así pues, un tremendo obstáculo que se
opuso a las primeras tentativas con éxito de actividad culinaria, tuvo que ser el hecho de
que fueran obras de homínidos, esto es, de animales genuinos, si bien en trance ya de
devenir hombres, es decir, a punto de adquirir la palabra y, con ello, de constituirse en
semejantes nuestros. En resumen, podemos decir que la cocina fue conquistada por un
homínido de facultades congénitas humanas, o casi humanas, pero falto aun del
instrumento cognoscitivo esencial del hombre, la palabra.
Podemos decir que la cocina, pues, nació sin recetas, que fue conducida por
signos meramente organolépticos, aprendida por mera imitación. En un inicio la cocina
debió realizarse a fuego directo, sin aplicar más agua que la contenida por los alimentos,
sin vasijas y con otros útiles más rudimentarios, por lo que había que lograr que el
alimento se transforme en su jugo sin ser quemado por el fuego. Sea como fuere el
homínido logró transformar el alimento propio de otras especies en alimento adecuado
para él. La cocción logró que muchos nutrientes hasta ahora difícil de digerir y absorber
se vuelvan asimilables. Este aumento en las fuentes de alimentos produjo aumento
demográfico significativo.
La práctica culinaria tuvo consecuencias enormes para el porvenir del homínido,
que podemos resumir así: 1) ella misma le constituye ya en el animal autótrofo, frente a
todos los demás heterótrofos por definición, y 2) le pone en condiciones de adquirir la
facultad de hablar y, en consecuencias, de devenir hombre.
La primera y más trascendental consecuencia de la actividad culinaria hubo de
ser la palabra, esto es, nada menos que el cambio cualitativo del homínido al hombre.
La práctica culinaria amplia tanto la provisión de alimento, que tuvo que
imponerse como actividad regular a los homínidos que la descubrieron. Desde entonces
las hordas ya no pueden limitarse ya a su alimento natural y, junto a éste, cazan o
recogen alimentos que exigen tratamiento culinario.
Ahora bien, en la comunicación oral entre los homínidos, los gritos, tanto los
“sustantivos”, como los “verbales”, aunque probablemente fuesen ya bastante
numerosos, seguían emitiéndose desvinculados unos de otros, y tenían varios sentidos.
Es el hombre quien relaciona el sujeto y el predicado formando oraciones, las cuales
forman su lenguaje. Fue al cocinar que los homínidos saltaron del medio animal al
medio social propio del hombre.
Estamos ya en condiciones de entender cómo el cambio de circunstancias, que
supuso el hecho de acampar para transformar por el fuego alimento ajeno en alimento
propio, permitió el surgimiento de la palabra. Tenemos unos homínidos cooperantes,
vitalmente atentos a algo que tienen delante que exige una acción conveniente pero que,
ahora por primera vez, depende exclusivamente de la propia voluntad y experiencia de
ellos. En consecuencia, los homínidos cocinantes han conseguido una conquista esencial
de libertad, ya que, en cada momento, pueden, a voluntad, solicitar colaboración de
otro, comunicándole doblemente 1) algo continuamente en presencia (algo inerte
sometido a cambio artificial) y 2) la acción que se estima que conviene realizar.
Podemos decir que la actividad culinaria proporcionó a los homínidos una conciencia de
agente (les llevó, ante todo, a diferenciar a ellos mismos de su obra) que les permitió
relacionar, en las primeras oraciones, voces “sustantivas” y voces “verbales”: en una
palabra, la actividad culinaria llevó a hablar al homínido, esto es, a percibir en la
realidad para comunicar a otros, no seres aislados, ni acciones aisladas, sino el proceso,
la relación misma entre seres y acciones.
A esta primera actividad, genuinamente humana y alumbradora del hombre,
seguirían todas las sucesivas actividades que el hombre ha ido aprendiendo a ejercer
sobre la realidad para adecuarla en su beneficio: la cerámica, la agricultura y ganadería,
la metalurgia, etc. La cocina alumbró la palabra, por lo que es considerada la partera del
hombre como el título del presente trabajo: “Cocinar hizo al hombre”.
El hambre es junto al fuego, otra condición indispensable para el descubrimiento
y arraigo de la actividad culinaria, ya que parece estar en la lógica de las cosas que el
homínido, habituado a su régimen animal crudivoro, haya tenido que vencer
inicialmente una gran repugnancia a comer alimentos extraños a la especie
transformados por el fuego. Solo el hambre, pudo incitarle a insistir en algo tan
contrario a su naturaleza. Pues el homínido “cocinante” y el hombre mismo son los
únicos animales cuyo alimento natural es, paradójicamente, el alimento artificial.
La actividad culinaria es el resultado de una serie ordenada de acciones de un
grupo de homínidos, es objetivamente panificable y se lleva adelante conforme a un
proyecto que incluye a los individuos cooperantes. Es por este motivo que la cocina
termina dando origen a la palabra, ya que esta permite proyectar acciones complejas.
Es decir, el homínido, desde limitarse a llamar la atención con un grito de la
presencia de algo que sugiriera al oyente la acción adecuada o de enunciar con un grito
una acción que sugiriera al oyente la presencia de algo, en una palabra, de comunicarse
al modo animal con gritos aislados (sustantivos o verbales), pasó a emitir una oración
(relacionar gritos sustantivos y verbales) que evocase, para él y para sus oyentes, algo
que aún no puede percibirse con los sentidos, y que permite proyectar una acción. Por
ejemplo, la palabra permitiría organizarse para recolectar productos vegetales y cazar
siguiendo un plan basado en datos obtenidos previamente.
Podemos desde ahora afirmar, primero, que la actividad culinaria dio ocasión a
la primera recopilación de conocimientos empíricos, y, en segundo lugar, que la cocina
permanecer todavía en el nivel empírico y no se ha podido elevar a ciencia, a
organización teórica de conocimientos.
Un avance esencial de la actividad culinaria fue el que supone la cocción. La
cocina aporta cuatro ventajas muy importantes: 1) Ante todo, como sabemos, en la
intimidad del proceso, las transformación culinaria del alimento consiste en
transformaciones químicas que se producen en el seno del agua y con participación del
agua como reactivo; a fuego directo, la transformación hay que verificarla en la corta
cantidad de agua contenida en el alimento mismo que fácilmente se evapora totalmente,
en cambio, en la cocción en agua esta se repone en todo momento hasta el volumen que
se estima conveniente conforme a la experiencia. 2) asimismo, la cocción permite
regular cómodamente otra variable fundamental, el calor, que se puede aplicar a una
temperatura suave (100°C) por toda la masa del alimento. 3) otra ventaja esencial de la
cocción es que la masa de agua hirviente consigue que el proceso de transformación se
verifique en ausencia de aire atmosférico lo que impide la destrucción de algunos
nutrientes por oxidación. 4) una última ventaja es que permite cocinar junta varias
materias primas vegetales y animales, con el agregado de sal y especias.
Así pues, la práctica de la cocción tuvo que constituir una inflexión principal en
el desarrollo de la actividad culinaria. Aumento el rendimiento de esta actividad; su
posibilidad de cocinar juntas materias primas de distinto origen va a permitir acumular
experiencia de las mezclas más adecuadas para satisfacer el apetito y para conservar la
energía corporal durante más horas, lo que ha ido enseñando qué es lo que conviene
comer en cada ocasión contando con lo que se disponga y con el trabajo que se prevea
realizar; y por ultimo repetir con mayor exactitud que antes la calidad de lo cocinado.
Claro que elevar la cocina exigió unificar otras variables que intervienen en la obtención
de la materia prima, esto pudo lograse debido al descubrimiento y desarrollo de la
agricultura y la ganadería. A partir de entonces, probablemente, el conocimiento
empírico de la cocina se elevó al proceso cultural que podemos denominar desarrollo de
las cocinas tradicionales.
El homínido llegaba a comer muchas veces, pequeñas ingestas, hasta llegara al
reposo nocturno; esta modalidad de placer que el homínido tenia comiendo parece
preparar el gusto para lo que la cocina haría del paladar en el hombre. Ni que decir tiene
que el disfrute humano con la comida se apoya en su placer animal con ella; podemos
decir que, asi como el placer animal con la comida consiste en la satisfacción del
hambre, el disfrute humano con la comida se apoya ciertamente en el hambre atenuada,
o aún mejor regulada, que denominamos apetito.
Modelo para armar. Martín Cagliani.
Editorial Siglo XXI, 2012, Buenos Aires.

Cada vez que nos miramos en el espejo, estamos viendo la historia de la vida en la Tierra. Nuestro cuerpo,
nuestros sentidos, nuestras manos reflejan millones de años de evolución.

3. ¡Corre, Forrest, corre!

Caminar no es fácil, y resulta interesante destacar que ningún animal puede logar lo que nosotros:
desplazarse “en dos patas”. Nosotros somos los únicos, entre las 400 especies de primates existentes, que lo
hacemos de forma exclusiva y habitual. La gran mayoría de nuestros músculos y huesos están adaptados
especialmente para mantener el equilibrio.

Uno de nuestros antepasados más conocidos es Lucy, una Australoopithecus afarensis que vivió hace 3,2
millones de años. Aunque se trata de uno de los fósiles más completos con los que contamos, por desgracia
le faltan los pies. Por fortuna, recientemente fue hallado un pie de otro individuo de la misma edad y
especie que confirma lo que se venía sospechando: los afarensis podían desplazarse como lo hacemos
nosotros.

La mecánica del paso

La evolución del andar bípedo es sumamente importante. Es uno de los momentos centrales de la evolución
de los primates y una de las adaptaciones que permitieron llegar a una criatura como nosotros.

Aprendiendo con Ardi

No sólo nuestro pie está adaptado al bipedismo. También tenemos la columna vertebral curvada, la pelvis
corta y ancha, el fémur inclinado, las extremidades inferiores más largas y con mayores superficies de
articulación, y todo un conjunto de músculos especializados para ello.

En 1992, fue hallado un diente homínido en Aramis, Etiopía, el primer resto fósil de un Ardipithecus. En el
transcurso de los años se descubrieron 110 fragmentos más, correspondientes a unos 35 individuos. Pero la
verdadera protagonista es una mujer apodada Ardi.

El rostro de Ardi es más vertical que el de los chimpancés, es decir un poco más parecido al nuestro y, su
mandíbula es menos protuberante y no tiene dientes incisivos filosos, al igual que la mayoría de los monos
actuales.

Entre los chimpancés actuales, y en el caso de otros monos, los machos suelen tener los dientes más
grandes que las hembras, cosa que no ocurría entre los australopitecos ni sucede entre los humanos. Para
sorpresa de los paleoantropólogos, los Ardipithecus tenían los dientes menos afilados y estaban menos
diferenciados entre los sexos. Esto indica que la estructura social no era como la de los monos actuales, en la
que un macho dominante reúne a varias hembras y, puesto que debe defender su posición, tiene un tamaño
mayor y dientes más grandes que ellas.

Otra característica interesante de Ardi es que, como la base de su cráneo es corta, podía balancearse sobre
la espina dorsal y, por lo tanto, caminaba en dos patas. Este dato se apoya además en la forma de la pelvis y
de los pies. Pero sus pies no sin ciento por ciento los de un bípedo, ya que tienen un pulgar oponible, lo que
le permitía agarrarse a las ramas de los árboles.
Ardi habitaba un medio ambiente boscoso, con pequeños islotes selváticos densos surcados por arroyos. El
andar bípedo permite recorrer mayores distancias y, aunque no parezca, es incluso mejor, desde el punto de
vista energético, que la forma de desplazarse de los cuadrúpedos caminadores.

La importancia del bipedismo

Como caminar en dos patas dejaba las manos libres para transportar objetos y manipularlos, se supuso que
correspondía a la necesidad de llevar herramientas o armas. No obstante, aunque es evidente que caminar
en dos patas dio una libertad mayor a las manos, esta no es su causa sino una consecuencia.

La teoría más aceptada entre los paleoantropólogos es que esta adaptación no respondió a una única causa,
sino a una combinación de varios factores relacionados con las estrategias alimentarias y el comportamiento
reproductivo. Esa mayor libertad en las manos las volvió más gráciles y útiles para manipular objetos y
derivó en el desarrollo de un cerebro más complejo para aprovechar esas ventajas.

Justamente a partir del Austrolopithecus afarensis empieza a notarse un crecimiento en el tamaño del
cerebro respecto del de los homínidos anteriores. El de Ardi tenía apenas 300 centímetros cúbicos, mientras
que el de Lucy, entre 400 y 500.

Homo sapiens maratonista

Hemos evolucionado, precisamente, para ser máquinas de correr. Contamos con ciertas características que
son demasiado buenas para caminar y que nos sirven más que para correr. Desde el tendón de Aquiles, las
abundantes glándulas sudoríparas, los músculos y otros tendones especiales para mantener el equilibrio,
hasta las grandes articulaciones y forma de los pies, que nos permite soportar el impacto del trote, todo
apunta al mismo objetivo.

Manejamos nuestra temperatura corporal. La mayoría de los animales que corren mucho, como los perros
salvajes, jadean para bajar la temperatura y traspiran por la boca. Nosotros, por el contrario, tenemos miles
y miles de glándulas sudoríparas distribuidas por todo el cuerpo, algo que, junto con la ausencia del pelo
corporal, nos permite regularla mejor.

Nacidos para correr

La habilidad de trotar por horas y horas nos resulta demasiado útil para sobrevivir: correr a mucha velocidad
parece ser una capacidad más conveniente para escapar o alcanzar alguna presa.

El primate corredor

Hace unos 3 millones de años había dos especies de homínidos diferentes: los australopitecos, que tenían
cerebros y cuerpos pequeños y delgados, y los primeros miembros del género humano, los Homo habilis,
que se diferenciaban principalmente por poseer un cerebro mayor. Más cerca en el tiempo, unos 2 millones
de años atrás, la familia humana estaba representada por el Homo erectus, de cerebro grande, cuerpo
erguido, piernas largas y un andar muy parecido al nuestro. También tenía dientes más pequeños, lo que
indica que su dieta había variado y que ingería comida más fibrosa: carne. Tengamos en cuenta que las
lanzas apenas aparecen hace unos 300 mil años, y el arco y la flecha, hace unos 50 mil, así que no eran
cazadores; corrían a sus presas hasta producirles hipertemia.

Si pudiéramos tener una visión panorámica del continente africano del periodo comprendido entre 2 y 3
millones de años atrás, veríamos que los terrenos arbóreos fueron abriéndose para dar lugar a las sabanas y
que algunos homínidos del género Homo empezaron a comer alimentos más calóricos: carne, tuétano de
huesos, seso y cerebro obtenidos gracias a que, como acabamos de decir podían correr.

El simio desnudo
¿Por qué no estamos cubiertos de pelo? El Homo sapiens, es el único entre los primates que no posee vello
corporal. Un rastro de nuestro antiguo pelaje se puede apreciar durante la gestación. Entre el quinto y el
octavo mes de embarazo, el feto está cubierto casi por completo de un vello fino, que se conoce como
lanugo, que luego se pierde.

La mayoría de los antropólogos cree que no tenemos pelaje por una adaptación al nuevo medio que
nuestros antepasados exploraron cuando comenzaron a caminar en dos patas. Es decir que se trataría de
una selección asociada con la termorregulación.

Transpirar es una forma de regular la temperatura corporal perdiendo calor. El sobrecalentamiento de un


ser vivo es sinónimo de muerte. Por eso, nuestros antepasados desarrollaron un mecanismo de refrigeración
gracias a las glándulas sudoríparas que se distribuyeron por todo el cuerpo. Y conservamos el de la cabeza
como una protección contra la insolación.

Contra el frío apareció una adaptación que fue el aumente de la grasa debajo de la piel, cosa que ayuda a
retener el calor sin impedir la evaporación del sudor. En resumen, nuestra desnudez no es más que una de
las muchas adaptaciones que nos llevaron a ser expertos en maratonistas.

Gracias a la comida

Los Homo erectus, hace 2 millones de años, fueron los primeros en consumir tejidos ricos en calorías de
diversas fuentes: las evidencias fósiles indican que comían animales terrestres y acuáticos. ¿Por qué? Porque
el cerebro es un gran devorador de calorías y necesita esos alimentos para poder funcionar. Lo determinante
para que el cerebro siguiese evolucionando hacia uno de mayor tamaño, como el del Homo sapiens, fue que
el Homo erectus comenzó a consumir alimentos más grasos, y los conseguía precisamente gracias a que
comenzó a correr.

4. Las manos

Las manos son nuestro medio para explorar. Los primates fueron los que desarrollaron una mano adaptada
para trepar, ya que para ir de una rama a la otra era necesario poder asirse con fuerza. Entre los primates
apareció la adaptación del dedo prensil-pulgar: que uno de los cinco dedos se pudiera oponer, para hacer de
pinza.

Bajo la influencia del cerebro

La adaptación a las sabanas y al bipedismo moldeó evolutivamente los pies y liberó las manos. También
vimos que esas manos cayeron bajo la influencia de un cerebro, que también se había desarrollado. Más
precisamente, de la corteza cerebral, donde se localiza la capacidad de establecer asociaciones entre causa y
efecto. Así fue como apareció la tecnología.

Sólo el ser humano ha creado la tecnología. La tecnología es el conjunto de conocimientos acumulados que
permiten diseñar y crear herramientas, es decir, bienes que sirven para ayudarnos en alguna tarea cotidiana.
Lo que nos diferencia del resto de los animales que utilizan herramientas es que hemos creado un corpus de
conocimientos que fue acumulándose y fue mejorándose a punto tal que, hoy en día, podemos escribir en
una computadora.

Hoy en día, con los filos perfectos que nos da el metal, nos resulta increíble que una piedra haya podido ser
útil para cortar, raspar y golpear, pero lo cierto es que así fue. Eso sí, había que saber elegir muy bien la roca
perfecta para cada una de esas tareas.

5. El cerebro
Somos los animales con el mayor cerebro en todo el reino animal. El cerebro humano es un órgano muy
importante, que consume mucha energía. A pesar de que apenas representa un 2% del peso total del
cuerpo, le destinamos entre el 18 y el 25% de nuestro presupuesto energético.

El punto final de la evolución biológica de nuestro cerebro comenzó hace 2 millones de años, cuando la
corteza cerebral, comenzó a crecer hasta llegar a su volumen actual, que supera el resto de las partes del
cerebro. La corteza es la responsable de los procesos de aprendizaje y de la formación y manejo de las
asociaciones, es decir, es lo que nos permite relacionar causa y efecto de manera más eficiente.

Cuando los homínidos empezaron a caminar en dos patas, su cerebro también comenzó a cambiar: en
apenas 3 millones de años, su tamaño se triplicó, de unos 400 cm 3 a 1350 cm3, que es el valor promedio que
tenemos hoy en día.

También podría gustarte