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COMPRENSIÓN LECTORA 1RO DE SECUNDARIA

EL HORNERO Y EL TARAJCHI
En los valles y cabeceras de valle, donde la tierra es fértil, clima benigno y pródigo, la vegetación, sino es
frondosa, es por lo menos festiva, crecen en estas regiones árboles de diversa forma y tamaño: coposos y
encrespados, los unos; llorones e inclinados en ramazón, los otros; erguidos como saeta1 que señala el cielo yo
espinosos o montaraces2, los más. Entre las ramas de estos, revolotea un precioso pajarillo que tiene el color del
hollín. Su cuerpecito es delgado, largo; cabecita menuda y patitas ágiles.

Construye su nido en lo alto del “cuñuri” o en las ramas de algún espinoso “churqui”. Se mimetiza con el color de la
arcilla con la que trabaja su nido. Ese pájaro es el hornero. Se llama así, porque su vivienda se asemeja a un
horno de panadería. Hace su nido de arcillosos casquetes en lo alto de los árboles o en los erguidos postes del
telégrafo, con encantadora visión que nos hace pensar en la sencilla vida campesina, en la ingenua de los seres
humildes, de las pequeñas criaturas: las avecillas, que como esta, construyen su nido, fabrican su vivienda con
maestría de humana previsión.

Este pajarillo es natural de América, aborigen, indio de este continente, nativo como la tierra que apisona. No
destruye los campos ni daña los sembradíos. Su vivir es pasible, su trino es melodioso; su fidelidad, ejemplo para
el vivir humano. Como entre los hombres, sufre depredaciones: es víctima del robo y la usurpación de audaces
que se apoderan de su casa y, despojándolo, le dejan sin hogar.

El indio quechua ha imaginado una leyenda y ha inventado su historia que dice Thuruchaqhi era albañil. Pisando
paja y barro, se ocupaba en la fabricación de adobes para las construcciones de las casas. En su oficio, hacia
deslizar la vida con alegría en el alma; por eso cantaba con su melodiosa voz mientras pisaba el barro. Alternaba
su faena de albañil con la del labrantío cultivar y pastoreo de su pequeño y escaso ganado.

El albañil de alma jocunda había construido una casita para su amada. Allí vivía en medio de la felicidad en medio
de los humildes, con la alegría en el alma, el candor en el corazón y la dicha imperturbable del amor; pero no faltó
un ser malévolo y envidioso que quiso hacerle daño. Su nombre era Tarajchi, un rudo mozalbete de pueblo
grosero y zafio 3 ; flojo y vagabundo. No era trabajador y vivía de sus fechorías, robando y engañando; por eso se
propuso hacerle daño a Thuruchaqhi.

Una noche mientras Thuruchaqhi y su esposa dormían, Tarajchi llegó hasta la casa y tapo la puerta, acumuló
mucha leña alrededor de la casa, cuando todo estaba listo, prendió y se alejó.

Las llamas ardían crepitantes, el humo en lenguas espirales móviles, todo esto en el resplandor el fuego que
iluminaba la noche, en la puerta, grandes pedrones impedían el paso, la chamarasca acumulada ardía junto a los
troncos y espinos en una voraz pira. No había salvación posible para los moradores de la incendiada choza; ya las
llamas rodeaban el cuerpo de aquellos, el humo los iba asfixiando. Ninguna salida era posible.

La vida del albañil había sido virtuosa y honrada. Su ejemplar conducta y su moral sin dolo ni pecaminoso
comportamiento se habían hecho dignos ante los ojos de Pachacamaj, quien al oír la imploración de las víctimas
en el suplicio del fuego, les deparó nueva existencia: las transformó en aves que tienen el color ahumado
debido al incendio.

Diminutas y ágiles pudieron salir las transformadas personas, por el agujero de la chimenea. El aire puro de los
campos, alumbrado a esa hora por el lubricán de la mañana que ya asomaba en las crestas de los cerros, purificó
los pulmones de los pajarillos que revoloteando vagaron aquel día por los sembrados de maíz. Vieron que la
nueva vida a la que habían ingresado, era mucho más placentera y bella. Los campos y los árboles, las plantas y
las flores; el aire puro, el cielo azul, los arroyos de fuentes murmuradoras, de hondas pozas con arenilla fina. Un
nuevo canto como plegaria de gorjeo fue ensayando en el ramaje, el aletear bullanguero y la agilidad de

las patitas en el lodazal reiniciaron la vieja faena de albañilería. No quisieron tomar su primitiva forma humana
ante el espectáculo de la naturaleza siempre renovada y bella. La enramada y el rumor de las hojas; las auras de
la tarde refrescantes en la encima; la primera luz en la copa del algarrobo y la alegría de la libertad, impusieron a
sus alas seguir el nuevo ritmo de vida.

Con arcilla fina apasionada a la orilla de los ríos, con bodoquitos de barro amarillo, construyeron su casa en el más
alto algarrobo y le dieron la forma de un horno de panadería campesina. Allí revivió la felicidad, renació la alegría y
floreció la vida con aleteos de ave, blanda puma, gorjeo y trino.
Tarajchi, en castigo de sus maldades, había sido también convertido en pájaro vagabundo, sin hogar ni casa;
volaba por los campos destruyendo los sembrados, especialmente los del maíz. En estas correrías encontró a la
pareja de horneros que un día atalayaban en lo alto de un churqui. La hornera lo reconoció y comunicó a su
compañero los perversos planes de ese pájaro de quien se fueron cuidando en lo sucesivo.
No desapareció el instinto perverso de Tarajchi. Siguió su vida mala, hecha para odiar y envidiar. Vio que los
antiguos albañiles habían conseguido una nueva felicidad en su existencia de avecillas. Le mordió la envidia, le
renació la perversidad. Meditó un plan de dañina acción e invadió el nido. Se apoderó de la vivienda y allí se
instaló.

Cautelosamente llegaron los dueños del horno hasta la rama que los sostenía. Sintieron el rebullir del intruso e
hicieron su prudente retirada esperando la noche. Durante ella, Thuruchaqui y su pareja trabajaron sin descanso,
volando del charco al nido y del nido al charco hasta tapar la puerta de la casa horno que se convirtió en tumba del
intruso Tarajchi que murió sin que nadie acudiera a salvarlo.

Escrito por Vicente Terán Erquicia, publicado en 1977

AHORA RESPONDE A LAS PREGUNTAS:


1. ¿Quién era Turuchaqui?

A. Un hombre que vivía con su vecino Tarajchi.

B. Un hombre trabajador que soñaba con una casa.

C. Un hombre dedicado a las tareas de campó.

D. Un hombre de oficio albañil que vivía con su esposa.

2. ¿Por qué Pachacamaj salvó las vidas de Thuruchaqui y su pareja?


A. Porque tenía los mismos valores que Tarajchi.

B. Porque Pachacamaj no los quería ver felices.

C. Porque Tarajchi se arrepintió de sus maldades.

D. Porque Thuruchaqui expresaba humildad y trabajo sacrificado

3. ¿El relato nos enseña que…?

A. Pachacamaj es justo e implacable.

B. El trabajo sacrificado genera envidia en las personas.

C. trabajo humilde y constante son acciones a valorar.

D. La envidia es un valor que se debe cultivar y precautelar.


COMPRENSIÓN LECTORA 2DO DE SECUNDARIA

MANUEL EL ARRIERO
José Antonio Martín Corujo
Extraído del libro Cuentos y Matemáticas (2000)

De los muchos oficios que ejerció Manuel en su juventud, quizás sea el de arriero del que
guarda un mejor recuerdo. Se levantaba muy tempranito, a las cinco de la madrugada, y
antes de despuntar el día ya estaba con sus tres mulas en el remate de monte o de carbón,
dispuesto a cargarlas y regresar al pueblo. Hace algún tiempo, me contó que Andrés y
Donato eran por aquel entonces en el pueblo los intermediarios del carbón y de las varas para
los tomateros, y siempre le estaban reprochando que si primero atendía a uno que al otro,
cuando la verdad era que él se rompía la cabeza tratando de satisfacerlos de la mejor manera
que podía y sabía. Por esta razón, muchas veces hacía viajes en los que unas mulas traían
varas y otra carbón, o viceversa, con el fin de contentar a ambos.

Una vez se encontró en la situación de tener que acarrear 60 sacos de carbón y 80 fejes1 de
varas, y se planteó llevar en cada viaje carbón y varas, de modo que en todos los viajes fuera
siempre el mismo número de sacos de carbón y también fuera fijo el número de fejes de
varas. Luego de darle muchas vueltas llegó a la conclusión de que esto era posible, y así
podía satisfacer tanto a Donato como Andrés al comenzar y terminar el mismo día con el
transporte de ambos productos y, además, cada día les traería una cantidad fija del
respectivo material.

Fue feliz durante los días que duró el trabajo y pudo dedicar mucho de su tiempo a observar
la naturaleza, de la que siempre estuvo enamorado, al no tener que pensar en cada viaje qué
cantidad de cada elemento debía cargar en sus mulas.

Me hizo observar que él nunca cargaba a ninguna con más de 2 fejes de varas o 3 sacos de
carbón, pues éstas constituían su principal medio de trabajo y no quería arriesgarse a que
alguna, por exceso de carga, se le mancase.

¿Podrían ustedes animarse e intentar hallar el número de viajes que tuvo que hacer y los sacos
de carbón y fejes de varas que transportaba en cada viaje?

¿Podría Manuel, respetando las condiciones de carga de sus mulas, haber finalizado en un
mismo viaje el transporte si las cantidades hubieran sido 83 fejes de varas y 60 de carbón?
¿Y cuántos viajes hubiera tenido que hacer para finalizar conjuntamente el transporte si el
carbón hubiera sido 60 sacos y 20 los fejes de varas?

AHORA RESPONDE A LAS PREGUNTAS


1. ¿ A quiénes se refiere el texto cuando señala: Por esta razón, muchas veces hacía
viajes en los que unas mulas traían varas y otra carbón, o viceversa, con el fin de
contentar a ambos?
A. A los habitantes del pueblo.

B. A las mulas que cargaban varas y carbón.

C. A las varas y carbón que transportaba en las mulas.

D. A Andrés y Donato que eran los intermediarios del carbón y de las varas.
2. ¿Por qué Manuel se levantaba muy tempranito, a las cinco de la madrugada, y
antes de despuntar el día ya estaba con sus tres mulas en el remate de monte o de
carbón?

A. Porque el trayecto del pueblo al monte y el retorno era distante.

B. Porque le gustaba, de retorno, quedarse a contemplar el paisaje.

C. Porque don Andrés y don Donato lo perjudicaban con sus


reclamos y discusiones.
D. Porque gracias a su trabajo de arriero visitaba otros pueblos.

3. ¿Cómo benefició a Manuel el hecho de no recargar a sus mulas con mayor


cantidad de varas y carbón?

A. Continuó con su trabajo de arriero sin generar conflictos entre


sus compradores y cuidando a sus mulas.
B. Dedicó mayor tiempo a contemplar la naturaleza.

C. Cambió de trabajo y de amigos.

D. Logró ganar mucho dinero.


COMPRENSIÓN LECTORA 4TO DE SECUNDARIA
LA ORTOGRAFIA ES EL TERMÓMETRO
Alex Grijelmo
Quien tiene un problema de ortografía no sufre solamente ese problema. Los errores
con la puntuación o las letras van siempre asociados a una deficiente expresión
sintáctica y a un vocabulario pobre. La ortografía es el mercurio que sirve para señalar
la fiebre. Se podrán abolir las haches y las tildes, como propuso García Márquez, pero
no por romper el termómetro bajará la temperatura.

Las personas acostumbradas a leer buenos libros y buenos periódicos no suelen


cometer faltas cuando escriben, porque su memoria inconsciente ha ido almacenando
las palabras exactas y ha deducido las relaciones gramaticales que mantienen entre
sí.

Y cuando las necesiten para expresar una idea, brotarán casi sin esfuerzo.

Frente a eso, las faltas involuntarias afloran en quienes no quisieron o no pudieron


recibir una enseñanza de calidad y no han enriquecido luego su pensamiento con las
cuidadas lecturas que conducen siempre a cuidadas reflexiones.

Hoy en día salimos a la plaza pública más con la palabra escrita que con la expresión
oral. Redactamos mensajes de WhatsApp, de correo, escribimos en Twitter… Y
paseamos por esa calle de múltiples vestidos solamente con nuestra ortografía y
nuestra sintaxis. Así nos mostramos a los demás, que se formarán una opinión al
respecto del mismo modo que se establece una impresión general ante quien lleva
siempre lamparones en el traje.

En definitiva, la ortografía es sobre todo un indicio.

Se supone que quien escribe con corrección ha leído y ha incorporado a su


pensamiento una estructura gramatical que le permite ordenar mejor las ideas y
analizar con más competencia tanto lo que oye como lo que piensa. La buena
ortografía ayuda además a relacionar unos vocablos con otros (y también a distinguir
unos conceptos de otros).

Por el contrario, cabe suponer que quien comete faltas de ortografía no dispone de
esas herramientas; que tal vez disfrute así de menor capacidad para la
argumentación y la seducción, y que probablemente sea, por todo ello, una persona
más manipulable.

AHORA RESPONDE A LAS PREGUNTAS

1. ¿Por qué las personas con buenos hábitos de lectura


suelen tener una buena ortografía?
A. Porque su memoria inconsciente va almacenando las palabras correctas.
B. Porque conocen los signos de puntuación.
C. Porque conocen las reglas gramaticales.
D. Porque conocen las sintaxis.

2. ¿A qué se refiere la frase del texto: “quien comete faltas de ortografía no dispone de
herramientas”
A. Que no tiene un pensamiento estructurado de manera gramatical.
B. Que la buena ortografía ayuda a relacionar unos vocablos con otros.
C. Que debe analizar lo que oye y lo que piensa.
D. Que tiene menor capacidad de argumentación y la seducción.

3. El título del texto “LA ORTOGRAFÍA ES EL TERMÓMETRO”


¿a qué se refiere?

A. Que las ideas, palabras que queremos transmitir son medibles.


B. Que la ortografía es un instrumento de medición.
C. Que un vocabulario amplio refleja el tipo personalidad y la actitud de las
personas.
D. Que el vocabulario se va ampliando a través de la utilización de nuevas
palabras.
COMPRENSIÓN LECTORA 5° DE SECUNDARIA
Lee con detenimiento el siguiente texto:

Filantropía
Julio Cortazar
Los famas son capaces de gestos de una gran generosidad, como por ejemplo cuando
este fama encuentra a una pobre esperanza caída al pie de un cocotero, y alzándola
en su automóvil la lleva a su casa y se ocupa de nutrirla y ofrecerle esparcimiento
hasta que la esperanza tiene fuerza y se atreve a subir otra vez al cocotero. El fama se
siente muy bueno después de este gesto, y en realidad es muy bueno, solamente que
no se le ocurre pensar que dentro de pocos días la esperanza va a caerse otra vez del
cocotero. Entonces mientras la esperanza está de nuevo caída al pie del cocotero,
este fama en su club se siente muy bueno y piensa en la forma en que ayudó a la
pobre esperanza cuando la encontró caída.

Los cronopios no son generosos por principio. Pasan al lado de las cosas más
conmovedoras, como ser una pobre esperanza que no sabe atarse el zapato y gime,
sentada en el cordón de la vereda. Estos cronopios ni miran a la esperanza, ocupadísimos
en seguir con la vista una baba del diablo. Con seres así no se puede practicar
coherentemente la beneficencia, por eso en las sociedades filantrópicas las autoridades
son todas famas, y la bibliotecaria es una esperanza. Desde sus puestos los famas
ayudan muchísimo a los cronopios, que se fregan.
Ahora, responde las preguntas :
1. ¿Cuál es el rasgo de principio de los cronopios?
A. Son generosos de principio.

B. Les gusta ayudar a los demás.

C. Por principio no songenerosos.

D. Son caritativos por principio.

2. ¿Del texto se concluye qué?

A. A los cronopios no les interesa el qué dirán.


B. Que la beneficencia y filantropía son acciones que buscan el satisfacer el ego
personal de todos.
C. Que las esperanzas son seres preocupados por los demás.
D. Que cronopios y famas son seres con comportamientos e intereses
opuestos.
3. En el texto leído, ¿la beneficencia y filantropía pueden

entenderse como?
A. Acciones que nos permiten relacionarnos entre
todos.
B. No son importantes para nuestra sociedad.

C. Acciones que, según los valores de las personas, pueden servir para exaltar el
ego personal.
D. Nos ayudan a vivir en comunidad.
COMPRENSIÓN LECTORA 6° DE SECUNDARIA

Lee con detenimiento el siguiente texto:


El mejor oficio del mundo

Gabriel García Márquez, el gran escritor colombiano acaba de cumplir 80 años, celebración que coincidió con el cuadragésimo aniversario de la aparición de
su mejor obra: Cien años de soledad. Chasqui se une al homenaje al colega, publicando un extracto de las palabras que pronunció el 7 de octubre de 1996 ante
la 52a. Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, (SIP), reunida en Los Ángeles, Estados Unidos.

A una universidad colombiana se le preguntó cuáles son las pruebas de aptitud y vocación que se hacen a quienes desean estudiar periodismo y la respuesta fue
terminante: "los periodistas no son artistas". Estas reflexiones, por el contrario, se fundan precisamente en la certidumbre de que el periodismo escrito es un género
literario.

Hace unos 50 años no estaban de moda las Escuelas de Periodismo. Se aprendía en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente, en las
parrandas de los viernes. Todo el periódico era una fábrica que formaba e informaba sin equívocos, y generaba opinión dentro de un ambiente de participación que
mantenía la moral en su puesto, pues los periodistas andábamos siempre juntos, hacíamos vida común, y éramos tan fanáticos del oficio que no hablábamos de nada
distinto que del oficio mismo. El trabajo llevaba consigo una amistad de grupo que inclusive dejaba poco margen para la vida privada. No existían las juntas de
redacción institucionales, pero a las cinco de la tarde, sin convocatoria oficial, todo el personal de planta hacía una pausa de respiro en las tensiones del día y
confluía a tomar el café en cualquier lugar de la redacción. Era una tertulia abierta donde se discutían en caliente los temas de cada sección y se le daban los toques
finales a la edición de mañana. Los que no aprendían en aquellas cátedras ambulatorias y apasionadas de 24 horas diarias, o los que se aburrían de tanto hablar de lo
mismo, era porque querían o creían ser periodistas, pero en realidad no lo eran.

El periódico cabía entonces en tres grandes secciones: noticias, crónicas y reportajes, y notas editoriales. La sección más delicada y de gran prestigio era la editorial.
El cargo más desvalido era el de reportero, que tenía al mismo tiempo la connotación de aprendiz y cargaladrillos. El tiempo y el mismo oficio han demostrado que
el sistema nervioso del periodismo circula en realidad en sentido contrario. Doy fe: a los 19 años -siendo el peor estudiante de Derecho- empecé mi carrera como
redactor de notas editoriales y fui subiendo, poco a poco y con mucho trabajo, por las escaleras de las diferentes secciones, hasta el máximo nivel de reportero raso.

La misma práctica del oficio imponía la necesidad de formarse una base cultural, y el mismo ambiente de trabajo se encargaba de fomentarla. La lectura era una
adicción laboral. Los autodidactas suelen ser ávidos y rápidos, y los de aquellos tiempos lo fuimos de sobra para seguir abriéndole paso en la vida al mejor oficio del
mundo • como nosotros mismos lo llamábamos. Alberto Lleras Camargo, que fue periodista siempre y dos veces presidente de Colombia, no era ni siquiera bachiller.

La creación posterior de las escuelas de periodismo fue una reacción escolástica contra el hecho cumplido de que el oficio carecía de respaldo académico. Ahora ya
no son sólo para la prensa escrita sino para todos los medios inventados y por inventar.

Pero en su expansión se llevaron de calle hasta el nombre humilde que tuvo el oficio desde sus orígenes en el siglo XV, y ahora no se llama periodismo sino Ciencias
de la Comunicación o Comunicación Social. El resultado, en general, no es alentador. Los muchachos que salen ilusionados de las academias, con la vida por
delante, parecen desvinculados de la realidad y de sus problemas vitales, y prima un afán de protagonismo sobre la vocación y las aptitudes congénitas. Y en especial
sobre las dos condiciones más importantes: la creatividad y la práctica.

La mayoría de los graduados llegan con deficiencias flagrantes, tienen graves problemas de gramática y ortografía, y dificultades para una comprensión reflexiva de
textos. Algunos se precian de que pueden leer al revés un documento secreto sobre el escritorio de un ministro, de grabar diálogos casuales sin prevenir al
interlocutor, o de usar como noticia una conversación convenida de antemano como confidencial. Lo más grave es que estos atentados éticos obedecen a una noción
intrépida del oficio, asumida a conciencia y fundada con orgullo en la sacralización de la primicia a cualquier precio y por encima de todo. No los conmueve el
fundamento de que la mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor. Algunos, conscientes de sus deficiencias, se sienten
defraudados por la escuela y no les tiembla la voz para culpar a sus maestros de no haberles inculcado las virtudes que ahora les reclaman, y en especial la curiosidad
por la vida.

Es cierto que estas críticas valen para la educación general, pervertida por la masificación de escuelas que siguen la línea viciada de lo informativo en vez de lo
formativo. Pero en el caso específico del periodismo parece ser, además, que el oficio no logró evolucionar a la misma velocidad que sus instrumentos, y los
periodistas se extraviaron en el laberinto de una tecnología disparada sin controlhacia el futuro. Es decir, las empresas se han empeñado a fondo en la competencia
feroz de la modernización material y han dejado para después la formación de su infantería y los mecanismos de participación que fortalecían el espíritu profesional
en el pasado. Las salas de redacción son laboratorios asépticos para navegantes solitarios, donde parece más fácil comunicarse con los fenómenos siderales que con
el corazón de los lectores. La deshumanización es galopante.

No es fácil entender que el esplendor tecnológico y el vértigo de las comunicaciones, que tanto deseábamos en nuestros tiempos, hayan servido para anticipar y
agravar la agonía cotidiana de la hora del cierre. Los principiantes se quejan de que los editores les conceden tres horas para una tarea que en el momento de la
verdad es imposible en menos de seis, que les ordenan material para dos columnas y a la hora de la verdad sólo les asignan media, y en el pánico del cierre nadie
tiene tiempo ni humor para explicarles por qué, y menos para darles una palabra de consuelo. "Ni siquiera nos regañan", dice un reportero novato ansioso de
comunicación directa con sus jefes. Nada: el editor que antes era un papá sabio y compasivo, apenas si tiene fuerzas y tiempo para sobrevivir él mismo a las galeras
de la tecnología.

Creo que es la prisa y la restricción del espacio lo que ha minimizado el reportaje, que siempre tuvimos como el género estrella, pero que es también el que requiere
más tiempo, más investigación, más reflexión, y un dominio certero del arte de escribir. Es en realidad la reconstitución minuciosa y verídica del hecho. Es decir: la
noticia completa, tal como sucedió en la realidad, para que el lector la conozca como si hubiera estado en el lugar de los hechos.

Antes que se inventaran el teletipo y el télex, un operador de radio con vocación de mártir capturaba al vuelo las noticias del mundo entre silbidos siderales, y un
redactor erudito las elaboraba completas con pormenores y antecedentes, como se reconstruye el esqueleto entero de un dinosaurio a partir de una vértebra. Sólo
la interpretación estaba vedada, porque era un dominio sagrado del director, cuyos editoriales se presumían escritos por él, aunque no lo fueran, y casi siempre con
caligrafías célebres por lo enmarañadas. Directores históricos tenían linotipistas personales para descifrarlas.

Un avance importante en este medio siglo es que ahora se comenta y se opina en la noticia y en el reportaje, y se enriquece el editorial con datos informativos. Sin
embargo, los resultados no parecen ser los mejores, pues nunca como ahora ha sido tan peligroso este oficio. El empleo desaforado de comillas en declaraciones
falsas o ciertas permite equívocos inocentes o deliberados, manipulaciones malignas y tergiversaciones venenosas que le dan a la noticia la magnitud de un arma
mortal. Las citas de fuentes que merecen entero crédito, de personas generalmente bien informadas o de altos funcionarios que pidieron no revelar su nombre, o de
observadores que todo lo saben y que nadie ve, amparan toda clase de agravios impunes. Pero el culpable se atrinchera en su derecho de no revelar la fuente, sin
preguntarse si él mismo no es un instrumento fácil de esa fuente que le transmitió la información como quiso y arreglada como más le convino. Yo creo que sí: el mal
periodista piensa que su fuente es su vida misma • sobre todo si es oficial• y por eso la sacraliza, la consiente, la protege, y termina por establecer con ella una
peligrosa relación de complicidad, que lo lleva inclusive a menospreciar la decencia de la segunda fuente.

Aun a riesgo de ser demasiado anecdótico, creo que hay otro gran culpable en este drama: la grabadora. Antes de que ésta se inventara, el oficio se hacía bien con tres
recursos de trabajo que en realidad eran uno sólo: la libreta de notas, una ética a toda prueba, y un par de oídos que los reporteros usábamos todavía para oír lo que
nos decían. El manejo profesional y ético de la grabadora está por inventar. Alguien tendría que enseñarles a los colegas jóvenes que la casete no es un sustituto de
la memoria, sino una evolución de la humilde libreta de apuntes que tan buenos servicios prestó en los orígenes del oficio. La grabadora oye pero no escucha, repite •
como un loro digital • pero no piensa, es fiel pero no tiene corazón, y a fin de cuentas su versión literal no será tan confiable como la de quien pone atención a las
palabras vivas del interlocutor, las valora con su inteligencia y las califica con su moral. Para la radio tiene la enorme ventaja de la literalidad y la inmediatez,
pero muchos entrevistadores no escuchan las respuestas por pensar en la pregunta siguiente:

La grabadora es la culpable de la magnificación viciosa de la entrevista. La radio y la televisión, por su naturaleza misma, la convirtieron en el género supremo, pero
también la prensa escrita parece compartir la idea equivocada de que la voz de la verdad no es tanto la del periodista que vio como la del entrevistado que declaró. Para
muchos redactores de periódicos la transcripción es la prueba de fuego: confunden el sonido de las palabras, tropiezan con la semántica, naufragan en la ortografía y mueren
por el infarto de la sintaxis. Tal vez la solución sea que se vuelva a la pobre libretita de notas para que el periodista vaya editando con su inteligencia a medida que
escucha, y le deje a la grabadora su verdadera categoría de testigo invaluable. De todos modos, es un consuelo suponer que muchas de las transgresiones éticas, y
otras tantas que envilecen y avergüenzan al periodismo de hoy, no son siempre por inmoralidad, sino también por falta de dominio profesional.

Tal vez el infortunio de las facultades de Comunicación Social es que enseñan muchas cosas útiles para el oficio, pero muy poco del oficio mismo. Claro que deben
persistir en sus programas humanísticos, aunque menos ambiciosos y perentorios, para contribuir a la base cultural que los alumnos no llevan del bachillerato. Pero
toda la formación debe estar sustentada en tres pilares maestros: la prioridad de las aptitudes y las vocaciones, la certidumbre de que la investigación no es una
especialidad del oficio sino que todo el periodismo debe ser investigativo por definición, y la conciencia de que la ética no es una condición ocasional, sino que debe
acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón.

El objetivo final debería ser el retorno al sistema primario de enseñanza mediante talleres prácticos en pequeños grupos, con un aprovechamiento crítico de las
experiencias históricas, y en su marco original de servicio público Es decir: rescatar para el aprendizaje el espíritu de la tertulia de las cinco de la tarde.
(Fragmento)

Ahora, responde las preguntas:


1. El autor del texto, Gabriel García Márquez, considera a la entrevista como:
A. Parte de los tres géneros que se trabaja en periodismo.
B. Uno de los géneros del periodismo.
C. Un género sobrevalorado del periodismo.
D. Un género trabajado por la radio y la televisión.

2. Del texto “El mejor oficio del mundo” se puede inferir que:

A. Existe una dependencia de los periodistas con relación a la tecnología.


B. La ética es el valor más importante para todo periodista.
C. Los grandes periodistas se forman en las universidades.
D. La literatura no tiene relación con el periodismo.

3. Del texto se concluye qué:

A. El oficio de Periodista lo deben dar las Universidades.


B. No es necesario formarse, lo importante es trabajar.
C. La formación universitaria es garantía para ser buen profesional.
D. La experiencia y la necesidad de formarse cotidiana son fundamentales para el oficio de periodista.

4. ¿Cómo denomina Gabriel García Márquez a las acciones que realizan aquellos periodistas que se precian del poder leer al revés un
documento secreto sobre el escritorio de un Ministro, de grabar diálogos casuales sin prevenir al interlocutor o de usar como noticia
una conversación convenida de antemano como confidencial?

A. Ética profesional.
B. Formación académica.
C. Noción intrépida del oficio.
D. Atentados éticos.

5. Del texto “la mayoría de los graduados llegan deficiencias flagrantes, tienen graves problemas de gramática y ortografía y dificultades
para la comprensión reflexiva de textos.

A. Su formación universitaria.
B. La competencia por la primicia es lo importante.
C. Los usos de los recursos tecnológicos.
D. Cumplir órdenes de los dueños de medios.
6. Cuál es la importancia de la ética para el trabajo periodístico?
A. Porque ella nos genera prestigio.
B. Porque nos marca la diferencia entre lo bueno y lo malo.
C. Porque nos permite relacionarnos con más personas.
D. Porque es parte de aquello que nos enseña en las universidades.

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