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Referencia Lean V., C., & Betancur D., E. (2020). Responsabilidad civil derivada de las cirugías
APA: estéticas en menores de 18 años (Artículo como trabajo de grado). Universidad de
San Buenaventura Colombia, Facultad de Derecho, Bello.
Resumen
El propósito principal de este escrito se centra en establecer la responsabilidad civil que puede
derivarse de la práctica de cirugías estéticas en menores de 18 años a través de un análisis doctrinal,
jurídico y jurisprudencial, desde diferentes ópticas, a saber: la responsabilidad del profesional
médico, la responsabilidad de las personas que otorgan la autorización (padres) y la responsabilidad
solidaria de los centros médicos que facilitan las instalaciones para la realización del procedimiento
quirúrgico. Para ello se desarrolla un estudio de carácter cualitativo a través del cual se analizan
las implicaciones y conceptualizaciones jurídicas sobre un tema que causa gran polémica en la
sociedad colombiana y que, de una u otra forma, polariza las opiniones de legisladores, personajes
públicos, funcionarios, comunidad médica, entre otros; razones más que suficientes, ya que la
actividad medica estética sin necesidad urgente o por vanidad de unos menores que aprovechando
el poco tiempo de los progenitores o tutores que admiten o autorizan la realización de unas cirugías
que muchas veces no se logra el objetivo final, puede generar consecuencias muchas veces
irreparables como la muerte o las lesiones físicas permanentes, que pueden derivar en controversias
que requieren una respuesta clara del ordenamiento jurídico colombiano.
Abstract
The main purpose of this paper focuses on establishing the civil responsibility that can be derived
from the practice of cosmetic surgery in children under 18 years through a doctrinal, legal and
jurisprudential analysis, from different perspectives, namely: the responsibility of the medical
professional , the responsibility of the persons granting the authorization (parents) and the joint and
several liability of the medical centers that facilitate the facilities for performing the surgical
procedure. For this, a qualitative study is carried out through which legal implications and
conceptualizations are analyzed on a topic that causes great controversy in Colombian society and
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that, in one way or another, polarizes the opinions of legislators, public figures, officials , medical
community, among others; more than enough reasons, since the aesthetic medical activity without
urgent need or by vanity of some minors that taking advantage of the little time of the parents or
guardians who admit or authorize the performance of surgeries that often do not achieve the final
objective, can generate consequences that are often irreparable, such as death or permanent
physical injuries, which can lead to controversies that require a clear response from the Colombian
legal system.
Keywords: Cosmetic surgeries, Informed consent, Children under 18, adolescents, civil liability,
Medical responsibility, Joint and several liability.
Introducción
jurídico que se materializa en el acuerdo de voluntades entre médico y paciente, con carácter
expreso, tácito o legal, aunque por tratarse de menores de edad el tema adquiere otro matiz; dicho
acuerdo da lugar a una relación médico-paciente cuyo objeto, por parte de aquél, consiste en
diagnosticar, atender, prevenir, curar y/o habilitar a éste y satisfacer sus expectativas; el acto
jurídico clínico es el tratamiento médico-quirúrgico que el médico aplica al paciente, previo análisis
del caso especial, y teniendo en cuenta los eventuales riesgos previsibles e inherentes al caso.
También es posible identificar dicho acto jurídico como contrato de prestación médica,
asimilándolo a la categoría de los contratos de prestación de servicios.
Vale destacar que, de tales contratos, surge naturalmente una obligación civil para cada una
de las partes involucradas, la cual da derecho a exigir su cumplimiento, so pena de que el
incumplimiento origine procesos de responsabilidad civil, independiente de si el hecho objeto de
trámite es o no un delito, puesto que lo fundamental es el daño causado como consecuencia de este.
La segunda modalidad, responsabilidad extracontractual, a su turno, involucra la
responsabilidad originada en el daño o lesión al paciente. Esta modalidad tiene sus fuentes en los
delitos y los cuasidelitos (responsabilidad aquiliana) y en la ley, de donde se infiere el daño a un
tercero. Para el caso de la cirugía estética en menores de edad, el daño recae directamente sobre la
persona (el paciente), surgiendo de allí un conflicto interpartes que conlleva el problema de la
responsabilidad concreta, cuando la víctima solicita al autor de tal daño (a través de apoderado o
de sus padres) la reparación de este.
El problema que se plantea se debe abordar desde dos perspectivas: de un lado, desde la
responsabilidad civil en general, bajo sus modalidades contractual y extracontractual, y por el otro,
desde para partir del caso concreto de daños causados por el ejercicio médico-profesional derivados
de la cirugía estética cuando se trata de pacientes menores de 18 años. En este sentido debe tenerse
en cuenta el alcance de la Ley 1799 de 2016, a través de la cual se prohibieron los procedimientos
médicos y quirúrgicos de carácter estético para pacientes menores de edad en Colombia,
disposición cuyo artículo 3* fue declarado condicionalmente exequible por la Corte Constitucional
a través de la Sentencia C-246 de 2017 en donde se establece que dicha prohibición no se aplica
para adolescentes mayores de 14 años.
*
“Se prohíbe la realización de procedimientos médicos y quirúrgicos estéticos en pacientes
menores de 18 años. El consentimiento de los padres no constituye excepción válida a la presente
prohibición” (Congreso de la República, Ley 1779 de 2016, art. 3).
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En las últimas décadas, por la influencia de las tendencias de moda y a las facilidades que
el medio ofrece para modificar caracteres físicos de las personas, las intervenciones estéticas se
han generalizado ampliamente, sin que en todos los casos se practiquen estas por profesionales
debidamente capacitados y en ocasiones sin tener en cuenta los riesgos previsibles y menos aun los
que se derivan (física y legalmente) de una cirugía estética practicada en menores de edad.
De ahí que también se observe la alta cifra de personas lesionadas o inconformes con las
intervenciones estéticas practicadas, y más aún que se haya incrementado el número de casos de
cirugías estéticas en menores de edad, lo cual concuerda con un estudio de la Sociedad
Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS) (2019), en donde se señala que en el país se ha
presentado un incremento de víctimas mortales del 130% por este tipo de procedimientos, pasando
de 13 a 30 casos de 2018 a 2019; aunque ello se debe, en gran medida, al importante número de
procedimientos quirúrgicos y no quirúrgicos que se adelantan al año en el territorio colombiano,
que es de cerca de 410.000 intervenciones.
Si bien es cierto que la responsabilidad médica es de medios y no de resultados, igualmente
lo es que, por esta misma razón, en beneficio del paciente, el profesional médico está obligado a
hacer gala de sus mejores conocimientos y de todos los recursos a su alcance. Y que, si en definitiva
se le demanda como responsable de un hecho, para liberarse contractualmente de su obligación,
deberán darse las condiciones civiles que vicien o hagan nulo el contrato celebrado, y se librará
extracontractualmente de culpa probar que actuó del mejor modo posible y demostrando en su
favor las causas eximentes de responsabilidad.
Por lo anterior, y para cumplir el objetivo de la presente investigación, es necesario
caracterizar en todos sus aspectos la responsabilidad civil derivada de la práctica médica de la
cirugía estética en menores de edad, determinando los elementos teóricos en ella involucrados y
las consecuencias jurídicas que se derivan de esta.
Así las cosas, el presente escrito tiene en cuenta una serie de derechos y principios de
carácter constitucional relacionados con los derechos a la vida, la integridad física, y la salud; a
ello se sumas otros preceptos relacionados con la necesidad de brindar cuidado, asistencia y
protección a los niños, niñas y adolescentes en virtud de los preceptuado por la Constitución
Política de 1991 en sus artículos 11 y 44.
Por lo anteriormente descrito, y teniendo como referente la doctrina colombiana en los
últimos años, esta investigación apunta a generar algunas respuestas, desde la doctrina y la
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órgano o para mejorar la apariencia personal teniendo aquí el consentimiento informado un papel
fundamental, ya que es obligación del médico advertir a su cliente de los pro y los contra, ya que
lo que se está buscando es un resultado específico.
Así como sucede en cualquier acto jurídico, el consentimiento del paciente en el contrato
de servicios médicos debe estar exento de vicios que afecten su validez, tales como el error, la
fuerza y el dolo; fuera de estos requisitos existe uno de relevancia, y es la información previa que
le debe suministrar el médico al paciente en torno a su procedimiento y al tratamiento a seguir o la
operación a ejecutar. Es por lo anterior que:
Según Astorga (2001), es importante diferenciar entre la información que se brinda como
elemento del consentimiento informado y la información terapéutica que hace parte de la
explicación que da el profesional de la medicina a su paciente, ya que en este último bloque de
información se brinda la explicación sobre el consumo de fármacos, régimen alimenticio,
condiciones de reposo, estilo de vida y autocuidado del paciente; aunque dicha información es
fundamental para que un tratamiento sea exitoso, ésta no se constituye en un requisito del
consentimiento informado.
Fernández (2015) señala que todo paciente antes de que emita su consentimiento tiene el
derecho de que el médico le informe sobre posibles riesgos y efectos adversos que pueden
generarse por una intervención médico-quirúrgica, información que debe estar acorde con lo
establecido en la Ley 23 de 1981, mediante la cual se dictó el Código de Ética Médica para
Colombia y donde se hace referencia al deber del médico de informar al paciente o a sus familiares
sobre los posibles riesgos de su actividad: “La responsabilidad del médico por reacciones adversas,
inmediatas o tardías, producidas por efecto del tratamiento, no irá más allá del riesgo previsto. El
médico advertirá de él al paciente o a sus familiares o allegados” (Congreso de la República, Ley
23 de 1981, art. 16).
Cuando la Ley citada señala que el médico se responsabiliza por el riesgo previsto por todas
aquellas situaciones adversas, quiere decir que el galeno deberá responder por las situaciones
imprevisibles que se presenten en el tratamiento o cualquier otra clase de procedimiento.
Dentro de los efectos adversos existe una división en típicos y atípicos, siendo los primeros
los que suelen suceder con determinada frecuencia en cierto tipo de operaciones y los segundos
aquellos que son totalmente imprevisibles y por ello ubicables en la hipótesis del caso fortuito; sin
embargo, según Aristizábal (1999), es imposible que un médico pueda advertir a sus pacientes de
absolutamente todos los riesgos que pueden generarse de su tratamiento de intervención, ya que no
es posible que éste tenga a su disposición una lista completa de los riesgos posibles, pues cada
organismo es diferente y puede reaccionar de manera diversa a un tratamiento que se encuentre
frecuentemente utilizado. Este autor también afirma que:
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Respecto a los riesgos atípicos, Parra (2014) dice que por ser absolutamente imprevisibles
no generan responsabilidad del profesional de la medicina ya que pueden considerarse como casos
fortuitos; y, en lo que hace relación a los riesgos típicos, sólo habrá responsabilidad cuando el
médico no empleó las medidas preventivas normales y el daño se produjo por su conducta
negligente y culposa.
La doctrina sostiene que, en la situación actual, por consiguiente, el resultado lesivo
producido fortuitamente, es impune. A esta solución se acoge también el llamado accidente
imprevisible. Por tal debemos entender el resultado perjudicial para la salud o integridad corporal
del paciente, acaecido con ocasión de la actuación del médico, pero que no se deriva de ella y que
no existía ex ante (es decir, antes del inicio de la acción) posibilidad de preverlo y, por tanto, el
evitarlo, no sólo por él, sino por cualquier otro colega con una preparación media puesto en su
lugar. Se trata de un evento no representable intelectualmente por el médico.
El consentimiento informado en la actualidad, tiene una escasa regulación en Colombia más
allá de lo establecido en el artículo 16 de la Ley 23 de 1981; como en cualquier contrato, esta
aceptación voluntaria de someterse a una intervención, que en el caso de estudio sería de tipo
estético, obligatoriamente debe ser un consentimiento libre de vicios: error, fuerza o dolo (art. 1508
Código Civil), aparte que debe cumplir con todos los requisitos contemplados en la ley para que
toda persona se obligue: causa lícita, objeto lícito, capacidad, consentimiento, etc. (art. 1502 C.C.),
libre de vicios.
Al realizar una aproximación al concepto de consentimiento informado se encuentra en la
doctrina que este hace referencia a “la conformidad o asentimiento del paciente para recibir un
tratamiento médico o intervención quirúrgica, después de haber recibido y entendido toda la
información necesaria para tomar una decisión libre e inteligente” (Noya et al., 2006, p. 2).
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Del mismo modo, la Resolución 4343 de 2012 establece la necesidad de que en cualquier
tipo de tratamiento el paciente o cualquiera de sus familiares puedan dejar una constancia expresa
sobre la aceptación o rechazo del mismo.
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El consentimiento hace referencia a uno de los aspectos más importantes dentro del ámbito
doctrinal de la responsabilidad civil médica en cirugías estéticas, más aún cuando estas se practican
en menores de edad, ya que, a partir de este, que no es sólo un documento que se firma y se da el
consentimiento, surgen distintos efectos normativos en torno a la relación médico-paciente, así
como en la relación entre el médico y quienes ostentan la patria potestad del menor. Este
consentimiento implica, por tanto, la autorización que da el paciente al médico para que efectúe el
acto médico-estético, ya sea un tratamiento o una intervención quirúrgica, pero en el caso de las
intervenciones en menores de edad son quienes ostentan la patria potestad los que están en el deber
de reconocer los riesgos que se asumen en tales intervenciones. Por lo anterior, es importante tener
en cuenta que:
Una vez se da la autorización por parte del paciente para que se ejecute un procedimiento
estético, se debe determinar su alcance y campo de acción; sobre ello, Ataz (2015) señala que si
luego de dar el consentimiento se requiere de un procedimiento no previsto, se debe establecer el
grado de urgencia o necesidad; en estos casos, es el médico el encargado de decidir si resulta
pertinente y conveniente; para ello es importante un adecuado consentimientos, ya se contenido es
obligatorio; allí, por tanto, deben quedar fijados los siguientes aspectos:
c) Riesgos personalizados: aquellos que derivan del estado físico del paciente, así
como de sus circunstancias personales o profesionales.
d) Contraindicaciones.
específico y que junto con el paciente las analice para que este tenga la posibilidad, dentro de su
libre albedrío, de tomar la decisión y permitir que esta intervención se realice en su cuerpo.
Parra (2014) señala que es simplemente el asentimiento para que se realice la cirugía que
conoce las consecuencias o los posibles riesgos y que los asume, pero no debe interpretarse como
la voluntad manifiesta de exonerar al cirujano de alguna responsabilidad por daños o lesiones
sufridas por algún descuido o imprudencia dentro de la intervención.
De acuerdo con el concepto del Ministerio de Salud y Protección Social (2019), las personas
que por ley están obligadas a informar ya están previamente delimitadas así: todo servidor de la
salud que realice una intervención con un paciente, médico o paramédico, profesional o técnico
debe cumplir con la diligencia del consentimiento informado; igualmente se puede presentar
exoneración de responsabilidad por el consentimiento informado. También es importante tener en
cuenta que:
Cuando se presenta una complicación de las previstas en el consentimiento
informado, y dentro de una buena práctica médica, se exonera de responsabilidad al
médico. Si no existe la constancia, el paciente puede alegar que no se tuvo en cuenta
su opinión sobre si aceptaba o no el riesgo de someterse al acto médico origen del
daño, también se pierde la oportunidad de asegurarse contra posibles culpas
exclusivas del paciente traspasadas al profesional y que no pueden ser demostradas
posteriormente, por lo cual se dificulta la situación del médico. Puede haber
responsabilidad del profesional de la salud por: incumplir con el consentimiento
informado, no informar de las consecuencias seguras de un procedimiento, dar la
información incompleta, no respetar el consentimiento negativo del paciente
(Manrique, 1999, p. 4).
En caso de incapacidad del paciente, sea por problema mental, neurológico u otro,
el consentimiento debe ser firmado por su pariente o allegado más cercano, a quien
debe explicarse en la misma forma que al enfermo en uso de sus capacidades
mentales. En este punto se contempla el código de ética médica colombiano (Título
II, Capítulo I, Artículo 14): El médico no intervendrá quirúrgicamente a menores de
edad, a persona en estado de inconsciencia o mentalmente incapaces, sin la previa
autorización de sus padres, tutores o allegados, a menos que la urgencia del caso
exija una intervención inmediata (Martínez, 2016, p. 241).
Frente a este asunto, es importante tener en cuenta lo señalado por la Corte Constitucional
en la Sentencia T-477 de 1995, al establecer que cuando un menor demuestra cierta incapacidad
frente a sus decisiones, son los padres los primeros llamados a tomar determinadas decisiones por
ellos; aunque esta potestad no es absoluta, ya que tiene unas limitaciones establecidas de manera
tácita en la ley, de ahí que se deban tener en cuenta criterios tales como la urgencia del tratamiento,
el impacto del tratamiento sobre la autonomía del menor y la propia edad del menor.
De conformidad con estos criterios, así como según lo establecido en la Ley 23 de 1981,
“el médico no intervendrá quirúrgicamente a menores de edad, a personas en estado de
inconsciencia o mentalmente incapaces, sin la previa autorización de sus padres, tutores o
allegados, a menos que la urgencia del caso exija una intervención inmediata” (Congreso de la
República, Ley 23 de 1981, art. 14), lo que reduce el marco de acción del profesional de la salud.
a responsabilidad penal cuando la cirugía plástica con fines estéticos en menores de 18 años se
llevara a cabo por razones de carácter reconstructivo, genético o congénito. Básicamente, la
iniciativa generaba una prohibición sancionada penalmente y no regulaba ni reglamentaba el
ejercicio de la medicina estética para menores de 18 años.
En general, para los ponentes de la iniciativa un menor de 18 años, sin patologías de carácter
congénito, genético o reconstructivo, no requiere de una cirugía estética; además, se argumentó en
la ponencia de este proyecto que al realizar dicha tipificación penal taxativa en el parágrafo del
artículo 113 de la Ley 599 de 2000 se evita que los menores sean objeto de prostitución infantil,
trata de blancas y deserción escolar; sin embargo, dicha iniciativa no contó con el respectivo apoyo
del legislador colombiano, por lo que no pudo ser aprobada como ley de la República.
Posteriormente, se presentó una nueva iniciativa a través de la cual no se creaba ningún tipo
penal, más sí un régimen sancionatorio especial con multas y sanciones de carácter administrativo,
por realizar procedimientos estéticos en menores de edad; el proyecto se constituiría en la Ley 1799
de 2016, en donde se estableció una prohibición tácita para desarrollar procedimientos médicos y
quirúrgicos estéticos para pacientes menores de edad: “Se prohíbe la realización de procedimientos
médicos y quirúrgicos estéticos en pacientes menores de 18 años. El consentimiento de los padres
no constituye excepción válida a la presente prohibición” (Congreso de la República, Ley 1799 de
2016, art. 3).
Al igual que en el Proyecto de 2007, la norma contempló una serie de excepciones en los
casos de cirugías de nariz y orejas, cirugías reconstructivas, peelings químicos y mecánicos
superficiales y depilación láser, procedimientos para los cuales se hace necesario tramitar un
permiso ante el Ministerio de Salud.
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Con esta norma quedaba claro que en Colombia no se podía realizar ningún tipo de
procedimiento con fines estéticos a pacientes menores de edad; pero un año después se demandó
la exequibilidad del artículo 3, aduciéndose que la restricción generaba una limitación al derecho
a la intimidad y al libre desarrollo de la personalidad, particularmente de los adolescentes entre los
14 y 18 años; es así como la Corte Constitucional, a través de la Sentencia C-246 de 2017 declaró
la exequibilidad condicionada del artículo, argumentando lo siguiente:
es de aclarar que estos tratados internacionales no hacen referencia directa a algún tipo de
limitación para que un adolescente se practique una cirugía con fines estéticos, sino que establecen
disposiciones que invitan a los padres a educar y hacerse responsables de las decisiones de sus
hijos.
Así, actualmente es posible que un adolescente, sea hombre o mujer, puede practicarse
cirugías plásticas con carácter estético, siempre y cuando cuenten con la respectiva autorización de
los padres; esto a pesar del concepto de expertos en el tema como Moretti & Casari (2017), para
quienes una decisión que implica la modificación del cuerpo en un adolescente desconoce el hecho
de que estos aún no han completado su desarrollo físico y emocional; inclusive, desde la misma
Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica y Reconstructiva (2017) se ha recomendado que es
necesario esperar a que finalicen los procesos de desarrollo biológico y orgánico para tomar una
decisión sobre una cirugía de carácter estético.
consultorios en clínicas de reconocido nombre para así realizar procedimientos sin la debida praxis
y experiencia, son estas clínicas y centros de estéticas quienes deben asumir las sanciones de
carácter administrativo que establece la ley como es el cierre definitivo del centro cuando hay
reincidencia; aunque en la práctica este tipo de medidas resultan poco efectivas, más aún a
sabiendas de que cuando se presentan estas sanciones se puede abrir un nuevo centro de estética
bajo otra razón social, lo que evita que exista la posibilidad de responsabilizar estas instituciones
al permitir este tipo de prácticas, más si se trata de menores de edad.
En estos casos también es predicable la responsabilidad civil extracontractual de cada uno
de los intervinientes en el procedimiento, como lo ha señalado la doctrina:
paciente que demande a través de sus padres o de quien tenga su patria potestad deberá probar el
perjuicio; así, “la culpa del profesional de la medicina y la relación causal se dan por existentes”
(Guzmán, 1995, p. 693), correspondiéndole entonces al profesional allegar el material probatorio
suficiente con el cual logre demostrar la diligencia, la pericia y la prudencia en el ejercicio de su
actividad.
En un contexto general de responsabilidad legal como el antes descrito tiene entonces
cabida la realidad observable que precisamente da origen conceptual al problema, es claro que en
los últimos tiempos, debido sobre todo al factor moda y a las facilidades que el medio ofrece para
modificar caracteres físicos de las personas, las intervenciones estéticas en menores de edad se han
generalizado ampliamente, sin que en todos los casos se practiquen estas por profesionales
debidamente capacitados y, en ocasiones, sin tener en cuenta los riesgos previsibles y menos aún
informarlos al paciente.
4 Conclusiones
El ejercicio de la medicina tiene una incidencia directa en el ámbito del derecho, pues la
relación entre un médico y su paciente está fundada en el cumplimiento de un acto y un contrato
médico, cuyos efectos dan lugar al cumplimiento de una serie de obligaciones con incidencia en
diferentes ámbitos, siendo uno de ellos el de la responsabilidad civil.
En el caso de la práctica de cirugías estéticas en menores de edad, aunque la legislación
colombiana no las prohíbe de manera expresa, requieren de un componente ético específico, así
como de un mayor grado de responsabilidad por parte del cirujano, ya que aquí lo que se adquiere
es una obligación de resultado en la cual está inmersa la decisión de un individuo que aún no
cumple con la mayoría de edad, y por tanto requiere del consentimiento de los padres para legitimar
esta clase de procedimientos.
Parte de la comunidad científica-médica considera que las cirugías estéticas en menores de
edad sólo se deben considerar casos que exijan tratamientos reconstructivos, ya que de lo contrario
cualquier otro tipo de intervención a ciencia cierta está interfiriendo con el adecuado desarrollo
biopsicosocial del individuo (el niño o la niña, joven o adolescente); sin embargo, hay quienes
opinan que buscar una cirugía estética antes de los 18 años, e inclusive antes de los 16 años, hace
parte de ese proceso de demarcación de personalidad, por lo que una corrección en nariz u orejas
ayuda a mejorar la autoestima del adolescente.
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Resulta indispensable que la normatividad que busque reglamentar el tema de las cirugías
estéticas en menores de 18 años, de conformidad con la Ley 1799 de 2016, sea mucho más precisa
en sus alcances; además, este es un asunto que se debe abordar desde una política educativa, mas
no a través de una política criminal, punitiva y sancionatoria que lo único que fomenta es la
informalidad y clandestinidad de las instituciones de cirugía estética.
En materia de responsabilidad civil, aun cuando se trate de cirugías con fines estéticos en
menores de edad, el cirujano también se encuentra obligado a garantizar un resultado específico,
teniendo en cuenta los riesgos que este tipo de prácticas generan cuando se adelantan a través de
consentimientos que refieren no sólo la voluntad del menor, sino también de quienes ostentan su
patria potestad. Es por tanto el cirujano el que asume los riesgos, pues es quien toma la decisión
final de realizar o no este tipo de intervenciones, por lo que no puede eximirse de ningún tipo de
responsabilidad y su proceder estará supeditado a poner en riesgo la salud de un paciente que en
últimas no requiere de alivio o cura de una dolencia, sino que simplemente busca un interés estético.
Finalmente, cabe señalar que aunque existen opiniones compartidas entre juristas y
cirujanos acerca de que el tema de las cirugías estéticas en menores de 18 años, ello no representa
una problemática en sí, y no es necesaria una regulación restrictiva al respecto; es necesario que el
legislador tenga en consideración diversos casos y situaciones en los que es necesario tener
claridad, como por ejemplo con respecto a implantes mamarios en adolescentes, cirugías de
cambios de género en menores de 18 años, cirugías correctivas en párvulos con fines de
embellecimiento, liposucciones, entre otros casos.
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