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Título: El Prado pinturero.

Autor: Elías Bellido. (www.eliasbellido.com)


© Elías Bellido, 2022. Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por
cualquier medio electrónico o mecánico, sin autorización por escrito del autor.
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dirigirse a eliasbellido@eliasbellido.com

1
Índice:

A modo de prólogo: .......................................................................................................... 3


Mateo Sánchez. La primera mujer jesuita. ....................................................................... 4
Las pinturas de Maderuelo o las consecuencias de la sequía ........................................... 5
El Museo de la Trinidad ................................................................................................... 6
Para chulos, Velázquez ..................................................................................................... 7
No dar la cara.................................................................................................................... 8

2
A modo de prólogo:
El Prado pinturero, el Prado gracioso, pretende ser simplemente un recorrido por algunas
curiosidades de este nuestro museo más importante. Somos conscientes de que todo lo
que nosotros digamos ya se ha contado y, seguramente, mucho mejor. Nuestro afán es
simplemente aprender enseñando y difundiendo, una generosidad egoísta.

Nota al lector: Indicar la sala en la que se encuentra un cuadro en el Museo del Prado es
una tarea ardua, condenada al fracaso. Las obras se trasladan de unas salas a otras para
desesperación de cualquiera que quiera escribir una guía. Pese a ello, como uno ya está
cuidado de espantos y no teme fracasar de nuevo, he decidido en muchos casos aportar
dicha información. En general, las salas en el Museo se organizan con números, pero en
algunos casos también con letras. Esta es también otra cuestión con la que luchan los
visitantes, que han de saber, por ejemplo, que no hay solo una sala con el número 56, sino
tres: 56, 56A y 56B. Si uno desea ver La Anunciación de Fray Angélico, debe acudir a la
sala 56B y no intentar buscarla al otro lado de la pared, en la 56.

3
Mateo Sánchez. La primera mujer jesuita.

En la sala 56 del Museo del Prado, cerca de la sala con los retratos de Felipe II y Felipe
III, nos encontramos con un retrato del pintor flamenco Antonio Moro que representa a
Mateo Sánchez, es decir, a Doña Juana de Austria (1535-1563), hermana del emperador
Carlos V y, por tanto, tía de Felipe II. Se la conoce entre otras muchas cosas porque llegó
a ser regente de España, también porque fundó el Convento de las Descalzas Reales en
Madrid, edificio que no se debe olvidar visitar si se viene a la corte, y que constituye todo
un remanso de tranquilidad en pleno centro de la capital. Lo que es menos conocido es
que Doña Juana, debido a su gran piedad religiosa, quiso entrar en la nueva orden religiosa
creada por Ignacio de Loyola, la Compañía de Jesús. Dado que la orden solo admitía
hombres, Doña Juana, que contaba con el apoyo de Francisco de Borja, adoptó el nombre
de Mateo Sánchez. Ahí es nada.

4
Las pinturas de Maderuelo o las consecuencias de la sequía

Nuestra tierra es proclive a la sequía. Una vista por satélite nos revelará que España está
bastante próxima a la zona desértica que recorre la mitad norte de África. Es por ello por
lo que a lo largo de nuestra geografía existen muchos pantanos de cuyo caudal andamos
siempre preocupados los españoles que hemos conocido las carencias de agua.
Se le suele atribuir a Franco la construcción de los embalses españoles. Lo cierto es que
la política hidrográfica comenzó anteriormente y continuó tras su muerte, si bien, en la
época del dictador se construyeron la mayoría de los embalses importantes en España, de
los que todavía actualmente nos abastecemos.
Uno de dichos pantanos inaugurados en la época franquista (1951) fue el de Linares, en
la provincia de Segovia, en el río Riaza, afluente del Duero. Este embalse se encuentra
junto al pueblo de Maderuelo, una pequeña población castellana que fue importante
durante la Reconquista y que cuenta con varios monumentos arquitectónicos de esa época.
Entre ellos destaca la ermita de la Vera Cruz, situada en la orilla contraria del río, exterior
a la ciudad medieval y comunicada con ella mediante un puente romano que hoy en día
no es normalmente visible al haber quedado sumergido. En 1947, pensando que la ermita
podría correr también riesgo de inundación, se decidió arrancar sus pinturas mediante la
agresiva técnica del strappo y llevarlas al Museo del Prado. Allí el arquitecto Pedro
Muguruza1 proyectó en lo que entonces era un local para la restauración, una capilla para
exponer dichas pinturas con una disposición que respeta la original.
No conocemos al autor de las pinturas de Maderuelo. Son pinturas románicas del siglo
XII que tratan temas religiosos característicos de la época: Pantócrator sostenido por
cuatro ángeles, San Mateo y San Lucas, Caín y Abel, la Magdalena ungiendo los pies de
Cristo, etc.
Podrás encontrar las pinturas en la sala 51C del Museo, en la planta baja.

1
Pedro Monleón Gavilanes. El Museo del Prado. Biografía de un edificio.

5
El Museo de la Trinidad
Se suele decir que el Museo del Prado tuvo su origen en las Colecciones Reales, es decir,
en las colecciones que tenían nuestros reyes en sus palacios y lugares de descanso. Lo
anterior es cierto, el Museo se inauguró con obras cedidas por el entonces rey de España,
Fernando VII. Dicha colección se remontaba, al menos, hasta la época de Carlos V y
había pasado, con sus más y sus menos, de unos a otros reyes como herencia. Sin
embargo, no debemos olvidar que otra parte del gran patrimonio artístico que posee este
museo proviene del Museo de la Trinidad.
El origen de las obras del Museo de la Trinidad estaba en la desamortización de los bienes
de la Iglesia llevada a cabo por esos años. Cientos de obras religiosas fueron confiscadas
por el Estado. Muchas fueron subastadas con objeto de ingresar dinero en las arcas
públicas y otras depositadas en dicho convento con la intención de formar un museo.
El Museo de la Trinidad se inauguró en 1838, bajo la regencia de la reina viuda María
Cristina (1806-1878), y se clausuró en 1872, pasando sus fondos al Museo del Prado. Su
verdadero nombre era Museo Nacional de Pintura y Escultura y se situaba en el
exconvento de la Trinidad Calzada, un edificio que ya no existe.
Entre las obras más importantes que atesoraba estaban pinturas de Pedro Berruguete, Juan
Bautista Maíno, Vicente Carducho, Claudio Coello, el Greco o Goya.

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Para chulos, Velázquez
Una de las acepciones de la palabra «chulo» según el diccionario de la Real Academia
Española es aquel que obra con chulería, es decir, jactancia y arrogancia. Pues bien, Diego
Velázquez (1599-1660), uno de los mejores pintores de todos los tiempos, podría
considerarse también uno de los más chulos si es que nos creemos la hipótesis de que no
firmaba sus obras porque lo consideraba innecesario, dado que era imposible que otro
pintor pudiera alcanzar su genio.
Son rarísimas las obras del pintor sevillano que tienen firma, pero concretamente nos
referimos a dos obras del Museo del Prado que fueron pintadas en torno al año de 1635.
La primera es un Retrato ecuestre de Felipe IV (Felipe IV, a caballo2) expuesto
actualmente en la sala 12, junto a Las Meninas; la otra es La Rendición de Breda3, también
conocida como Las lanzas. En ambas el espectador puede percatarse de la existencia de
un cartelito en blanco situado en una de las esquinas inferiores, a la izquierda en el de
Felipe IV y a la derecha en el de La Rendición de Breda.
La intención de los carteles no podía ser otra que escribir encima su firma y seguramente
también la fecha de ejecución del cuadro, sin embargo, desconocemos por qué, dicha
firma nunca llegó a estamparse. Que Velázquez fuera un chulo nunca podremos
constatarlo, en todo caso, razones para ello no le faltaban. Sí podemos acudir a los
autorretratos del artista y tomar nuestra propia decisión. De aproximadamente 1635 se
conserva en el Metropolitan Museum of Art un posible autorretrato4 de un joven
Velázquez. El rostro transmite un orgullo contenido expresado por los labios apretados y
una mirada firme. Por otro lado, la pincelada, como ocurre siempre en el sevillano es
magnífica, precisa, segura…
En los autorretratos que se conservan el palacio Piti de Florencia y en el Museo de Bellas
Artes de Valencia, que se datan posteriormente, vemos a un Velázquez maduro y
enigmático que parece que ya lo ha hecho todo. Es el Velázquez que asocio a La Venus
del espejo o a La Sibila, el del segundo viaje a Italia. Por último, está el Velázquez de Las
Meninas, embebido en su trabajo, derecho, digno, pero más cercano.

2
https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/felipe-iv-a-caballo/6fc1d82d-d984-41b3-b227-
af833cfd1240
3
https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/las-lanzas-o-la-rendicion-de-breda/0cc7577a-
51d9-44fd-b4d5-4dba8d9cb13a
4
https://www.metmuseum.org/art/collection/search/437874

7
No dar la cara

Sí, vamos a referirnos ahora a algo poco usual. ¿Creerían ustedes que en un retrato de la
familia real, realizado por el pintor más prestigioso del momento, podría aparecer uno de
los retratados con la cara vuelta, de manera que fuera imposible reconocerle? Pues
créanlo, es cierto y ocurre nada menos que en un retrato de Goya.

Goya fue primer pintor de cámara de Carlos IV en octubre de 1799 y, como tal, recibió
pronto el encargo de pintar un retrato de la familia real. El artista hizo varios estudios de,
al menos, diez de los retratos. En el Museo podemos contemplar cinco de ellos que se
exponen en la misma sala, la 32. El cuadro al que nos referimos, conocido como «La
familia de Carlos IV», es de grandes dimensiones (3,36 x 2,80 m) y fue pintado por el
artista aragonés en Aranjuez, durante los meses de junio y julio de 18005.

La figura a la que nos referimos, aquella que no ofrece su rostro de frente al espectador,
es la quinta empezando por la izquierda. Se trata de una mujer joven, que se encuentra
entre doña María Josefa y doña María Isabel, hermana e hija del rey Carlos IV
respectivamente. Junto a ella, un poco más adelantado, está el príncipe de Asturias,
Fernando, el que sería posteriormente rey como Fernando VII. La razón de por qué la
retratada aparece como queriendo ocultar su rostro se atribuye a que Goya estuviera
representando a la futura esposa del príncipe, y que no pudiera retratarla, puesto que, en
ese momento, al menos oficialmente, aún no existía.

La futura consorte de Fernando sería la joven María Antonia de Nápoles. El acuerdo de


matrimonio se cerró en 18016, es decir poco después de la realización del cuadro y los
prometidos se casaron en 1802. Entendemos, por tanto, que Goya sabría de su existencia
y previó la figura, pero que finalmente, por causa que desconocemos, hubo de entregar el
cuadro y no pudo ponerle rostro. Gracias a ello podemos escribir nosotros ahora unas
líneas sobre este cuadro que contiene muchas otras historias.

5
Mucha de la información aquí comentada ha sido tomada de la Guía de Goya en Madrid, de Xavier de
Salas.
6
Este y otros datos, como el de la personalidad de la princesa, están tomados de QUERALT, MARIA
PILAR (1997). La vida y la época de Fernando VII

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9
El retrete de su majestad

Los Boticelli del Prado

Fernando VII recibiendo los tributos de Minerva y las Bellas Artes

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