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LA MASACRE DE TLATELOLCO EN LA PRENSA URUGUAYA

Faltaban pocos días para que se celebraran los primeros Juegos Olímpicos organizados en América
Latina, en México DF. La movilización estudiantil que se arrastraba desde mediados de año, con la
autonomía universitaria y la democratización política como principales banderas, venía creciendo. La
continua represión gubernamental (ocupación militar de facultades y predios educativos, operación
de grupos paramilitares contra los dirigentes estudiantiles) generaba una respuesta mayor y más
organizada de los estudiantes. Entonces el régimen del PRI (al que Carlos Fuentes llamara
“monarquía de partido”), para dar “seguridad”, decidió cortar por lo sano y atacó salvaje e
impunemente a los estudiantes.

El 2 de octubre, el Poder Ejecutivo montó la provocación. Una trampa mortal: la manifestación era en
la Plaza de las Tres Culturas. Se preparó a un grupo de estudiantes de la escuela militar infiltrados de
civil (el Batallón Olimpia), que dispararía desde los edificios circundantes y desde la multitud contra
el Ejército regular que rodearía la plaza. Este estaría preparado para bloquear con 40 carros de
combate todas las salidas posibles. La señal planificada fue una bengala, que dio lugar al comienzo de
la balacera. Avanzado el “combate” (que en realidad contaba con combatientes confabulados por
uno solo de los bandos y víctimas del otro, a excepción de un soldado muerto “por error”), los
integrantes del Batallón Olimpia irían “zafando” de la multitud mostrando a los soldados del Ejército
su “contraseña blanca” (un vendaje blanco en sus manos y muñecas), salvoconducto que les
permitiría volver a las filas del Ejército, en las que se vestían con el uniforme militar.

La desinformación oficial y el clima de guerra fría no contribuyeron a que la noticia fuera claramente
narrada por la prensa uruguaya. El País optó por la interpretación de la seguridad nacional, pintando
un clima de guerrilla urbana: “Suman veinte los muertos en México. El peor brote de violencia en las
nueve semanas de agitación estudiantil contra el gobierno. Los soldados evidentemente dispararon
contra francotiradores estudiantiles. Un testigo dijo que disparaban con armas automáticas calibre
22 y que los soldados contestaron con ametralladoras. Varios autobuses arden en las calles en medio
de continuos tiroteos, gritos y granadas. Grupos de estudiantes corren por las calles disparando a
diestra y siniestra sus pistolas automáticas”, informaba el 3 de octubre. “Los motines han
estremecido a Ciudad de México. Grupos de jóvenes revoltosos incendiaron tres tranvías en las
inmediaciones del Estadio Azteca”, decía el 4 de octubre, para llegar a la fantasía total después: “Un
‘Ejército de Liberación’ opera en México. El grupo luchó contra los soldados en Tlatelolco. Recibieron
adiestramiento guerrillero en Cuba” (5/10).

Luego, la cruda información ya no aparecía en primera plana: “Los muertos en México fueron 200,
afirman estudiantes”, y noticias de la represión pos balacera: “Miembros de nuestro Consejo
estudiantil fueron conducidos al sótano del edificio, desnudados y asesinados a sangre fría por
agentes de la Policía”. Para Acción, órgano de prensa del batllismo liberal que reprodujo algunos
pequeños cables (“México: 27 son los muertos”), el problema era otro: “Las Olimpíadas no se
suspenden. Afirmativo: habrá Juegos”, titulaba el 5. El Día amplió la mirada sobre los hechos:
“México: balean estudiante. Cerca de las seis de la tarde el ejército comenzó a disparar contra todo
el mundo que se hallaba reunido en la explanada de la denominada Plaza de las Tres Culturas. A una
señal luminosa roja, probablemente una bengala disparada desde un helicóptero, empezó la
balacera”. Pero no permaneció ajeno al contexto de Guerra Fría: “Peligran los Juegos Olímpicos (a 25
km de la Villa, comienzan en una semana) Mientras la capital discurría nerviosa entre la paz olímpica
y la guerra de guerrillas urbana”. Días después, agregaba otra información: “El líder de la poderosa
Confederación de Trabajadores de México (CTM) Fidel Velásquez pidió a los obreros que participen
activamente en el conflicto en apoyo al gobierno” El semanario Izquierda, en su sección “Al sur del
río Bravo”, denunció recién el 18 de octubre: “El gobierno efectuó uno de los crímenes más
sangrientos de la historia [de los] más monstruosos en la historia del continente. La policía dice que
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son 34 los muertos, los periodistas europeos hablan de medio centenar, mientras los estudiantes
elevan ese número a 200”.

El Popular, diario del Partido Comunista, además de denunciar hizo una amplia cobertura con
destaques en primera plana: “Ametrallan a estudiantes, 7 muertos en la capital azteca” era la
primera información. “En momentos en que los estudiantes manifestaban pacíficamente contra la
represión policial, la más sangrienta represión se abatió sobre ellos. Una inmensa manifestación de
12.000 estudiantes fue ametrallada esta noche en un tiroteo que duró 15 minutos y que causó la
muerte de siete estudiantes, entre ellos una joven de 20 años y 8 heridos, hasta lo que se sabe. No se
descarta la idea de una provocación originada por infiltrados en la manifestación. Tropas del ejército
dispararon con sus metralletas contra la inerme multitud, cercaron la plaza, encerrando a los
asistentes al mitin”.

Al principio se calculaban en 28 los muertos, más de 4.000 detenidos, y 500 heridos: “tropas
gubernamentales que precedidas por carros blindados y helicópteros que arrojaban bengalas para
iluminar el escenario de la represión, arremetieron a bayoneta calada y disparando ráfagas de
ametralladora”. Pero las víctimas crecían con la llegada de nuevos cables: “200 muertos en México
monstruosa matanza policial ¿Se ha levantado el gobierno en armas contra el pueblo?”.

“Paradójicamente, la ‘Plaza de las Tres Culturas’ (llamada así porque en ella se armonizan gloriosos
vestigios, como raíces, de nuestro pasado prehispánico, junto a monumentos de la etapa colonial, en
un hermoso marco que muestra también la más moderna arquitectura) fue construida con intención
de símbolo del progreso de México. El símbolo sin embargo, se transformó acorralada en una trampa
urdida por manos siniestras una multitud que se manifestaba pacíficamente, y con la autorización
previa que exigen las reglamentaciones municipales, fue víctima de una operación militar de
inconcebible despliegue y ferocidad. Helicópteros, tanques, bazucas, ametralladoras. Generales al
mando como en una guerra. Fue recinto de sangre y fuego”. Al mismo tiempo, dejaba en evidencia la
pusilanimidad del Comité Olímpico Internacional (COI): “Avery Bundage, presidente del COI, dijo ‘si
nuestros Juegos tuvieran que suspenderse cada vez que los políticos violan las leyes de la humanidad
jamás habría competiciones internacionales’”.

Sacar a Tlatelolco de la foto de una agitación juvenil reprimida más y reflexionar sobre la narrativa
con la que se informó al respecto permite observar cómo aquel crimen masivo forma parte de los
mecanismos tradicionales de control del Estado mexicano (tal como analizó Marcha) y el centenario
régimen semidemocrático del PRI. Y es que el 68 mexicano sigue impune y vigente: la semana pasada
los empresarios millonarios mexicanos declararon públicamente que van a hacer todo lo posible para
que caiga Andrés Manuel López Obrador, y se llevan denunciados ya los asesinatos de 88 alcaldes en
la campaña electoral. Pero eso no se convirtió en tema de portada, trending topic o páginas centrales
ni de programas ni de sitios web democráticos. Reflexionar también sobre lo que creemos que son
los problemas de la democracia y cómo los contamos y nos los cuentan es un mínimo homenaje que
se debe a las víctimas del movimiento estudiantil latinoamericano.

Fuente: https://ladiaria.com.uy/articulo/2018/5/la-masacre-de-tlatelolco-en-la-prensa-uruguaya/

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