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A las y los integrantes de la Junta Nacional

Nuestro país enfrenta un momento crucial de su historia. El 4 de septiembre,


tendrá que pronunciarse sobre la posibilidad de tener una nueva Constitución,
que cambie las reglas del juego, por las cuales nos hemos regido por cerca de
40 años, o mantener la vigente.
Desde que nos constituimos como Estado, como sociedad hemos vivido
muchas crisis, que no siempre hemos resuelto bien y de las que hemos salido
en difíciles procesos, que nos han dividido por décadas. Siempre, hasta ahora,
en toda nuestra historia Republicana, las nuevas reglas del juego
constitucionales fueron hechas por pequeños grupos de notables
representativos de los grupos dominantes que controlaban el poder, sin
participación del pueblo chileno.
Sin duda, para muchos de quienes hoy constituimos la nación chilena, el más
doloroso y violento de estos procesos fue el golpe de estado de 1973, cuando
miles de compatriotas fueron perseguidos, encarcelados, muertos y exiliados,
y por la fuerza de las armas se implantó una nueva Constitución, basada en el
individualismo, el mercado y en minimizar el rol del Estado como garante del
bien común, estableciendo un nuevo modelo de sociedad en que cada persona
debía resolver por sí los problemas que enfrentara, aunque estos fueran
generados por la sociedad. De esa forma, las privatizaciones de servicios
sociales y las limitaciones a la organización comunitaria y sindical, como la
primacía de la propiedad privada sin cumplir su rol social, construyeron un
modelo en función de los intereses de los grandes grupos económicos.
Ese modelo de sociedad nunca se pudo modificar, porque la derecha, aunque
muchas veces prometió cambios, nunca cumplió su palabra y siempre usó su
poder de veto, que mantiene en el Congreso, y conforme a la composición
actual, hasta el día de hoy.
Sin embargo, y en parte por esa causa, el modelo hizo crisis en octubre del
2019, puesto que, pese a los avances en bienestar, había y hay dos Chile: Se
había construido una sociedad llena de desigualdades e injusticias, privilegios
para unos muy pocos, malos tratos y malas prácticas, que hizo que el pueblo
demandase dignidad.
Esto abrió espacio a un proceso constitucional, que por primera vez se haría
bajo los imperativos de la soberanía popular, y que fue apoyado por la inmensa
mayoría del país, que estaba y está de acuerdo en cambiar la Constitución de
Pinochet.
Ese trabajo ha concluido y, como toda obra humana, está llena de luces y
sombras, pero, en lo sustancial, posibilita un camino hacia una sociedad más
justa e inclusiva, estableciendo un Estado social y democrático de derechos.
El 4 de septiembre, en el denominado plebiscito de salida, el pueblo chileno
tendrá que pronunciarse y merece saber cuál será la postura de la Democracia
Cristiana al respecto.
Puesto que no estamos ante un dilema moral, sino a una disyuntiva política en
la que se juega el destino del país, como partido político tenemos que
pronunciarnos, por lo que no cabe la libertad de acción.
Como hombres y mujeres, nos hemos asociado libremente en un partido
político, cuya finalidad es la conducción del Estado, obligación que no
podemos soslayar, sin caer en el incumplimiento de nuestros compromisos
militantes y sin darle la espalda a lo que ha sido nuestra historia. Hemos
enfrentado las coyunturas más difíciles sin eludirlas, por complejas que ellas
hayan sido.
Una opción es apoyar el Rechazo. Un triunfo del Rechazo no solo significa
seguir con la Constitución de Pinochet, sino que vuelve a colocar a la derecha
con plenos poderes sobre el futuro del país, con su poder de veto en ambas
cámaras del Congreso, incluso si se reducen los quórums de modificación
constitucional. ¿Por qué creerle ahora?
Si se quiere hacer transformaciones, en ese escenario de rechazo, estaremos
a merced de la voluntad de la derecha que, en estos años, desde la
recuperación de la democracia, nunca quiso cambios al modelo social y
económico que impuso la dictadura cívico militar, y soló acepto maquillajes
que nunca alteraran la esencia del modelo.
Instamos a no cometer el error histórico de tomar esa opción. No por aparecer
aliados con la derecha, cuyo norte es la defensa de los intereses de los
poderosos ni por lo que dijera nuestro camarada Radomiro Tomic que cuando
estás con la derecha, es la derecha la que gana, sino porque significa renunciar
a nuestra vocación de justicia y cambio social, y entregarnos en cuerpo y alma
a ese sector político con el que no compartimos ideales ni propósitos.
La otra opción es votar Apruebo. El nuevo texto constitucional, sin duda,
significa un avance fundamental en construir una sociedad más justa e
igualitaria. Creemos que es necesario hacerle algunos ajustes, los que se
podrán realizar buscando lo mejor para el país, en un acuerdo con todos, ya
que ganando el Apruebo, tanto la derecha como los poderes fácticos carecerán
de poder de veto, como ha sucedido a lo largo de nuestra historia, pero
tampoco lo tendrán los sectores radicalizados de izquierda, lo que facilitará y
permitirá el entendimiento mayoritario.
Por eso llamamos a votar Apruebo el próximo 4 de septiembre.
Nos ilumina la figura de nuestro camarada Eduardo Frei Montalva, el primero
que, en plena dictadura, alzó su voz contra esta Constitución ilegitima y cuya
fuerza, valentía y consecuencia moral le significó ser asesinado, en un oscuro
episodio, durante la dictadura.
Nos ilumina la figura de nuestro camarada Patricio Aylwin, que condujo la
transición a la democracia y que, frente a los cuestionamientos que en la hora
nona algunos han levantado contra los pueblos originarios, no solo firmó el
Acuerdo de Nueva Imperial, sino envió 4 proyectos de ley el año 1992 al
Congreso: La creación de la Conadi, la ley Indígena 19.253, el reconocimiento
constitucional de los pueblos indígenas y la ratificación de Chile del Convenio
169 de la OIT. La derecha solo acepto los dos primeros. El Convenio 169 fue
ratificado recién luego de 16 años por el Congreso, y el proyecto de
Reconocimiento Constitucional espera hasta hoy. Aylwin, además presidió la
Comisión que le encargó el Presidente Lagos y que dio origen al Informe sobre
la Verdad Histórica y de Nuevo Trato (2003) con los pueblos originarios de
Chile, que es el más completo estudio que se ha dado el Estado de Chile,
acorde con los instrumentos jurídicos de las Naciones Unidas, firmados por
nuestra Cancillería y que ha servido de base sustancial al contenido de la nueva
Carta Fundamental que se plebiscitará el 4 de septiembre.
Hacemos un llamado a la Junta Nacional a tomar la decisión de comprometer
a su militancia y simpatizantes de votar APRUEBO en el plebiscito del 4 de
septiembre, siendo fieles a nuestra historia y a nuestros valores, los que se
encuentran plasmados en la propuesta de texto constitucional: Una
democracia más profunda, respetuosa de las identidades y diferencias, con
real descentralización, equidad de género, separación y equilibrio de poderes,
promotora de la iniciativa privada, de la participación popular y respetuosa de
la estabilidad económica, todo lo que facilitará la justicia social, la estabilidad
política y el crecimiento económico.
Votar Apruebo es situarse en el lado correcto de la historia, es reafirmar la
doctrina y principios de la Democracia Cristiana.

Mariol Acevedo Lucia González Patricia Pinto


Rosana Adaros Gabriela Grondona Claudia Pizarro
Kathya Alarcón Ernesto Guajardo Luis Platoni
Ricardo Andrade Alejandro Gutiérrez Gabriel Pozo
Néstor Aravena Ricardo Halabí Luis Quezada
Osvaldo Aravena Francisca Hernández Ramón Rada
Octavio Arratia Rodrigo Hidalgo Mario Radrigán
Gabriel Ascencio María Huachaqueo René Ramírez
Patricio Aylwin Francisco Huenchumilla Jorge Ravanal
Osvaldo Badenier Patricio Huepe Eduardo Reveco
Pablo Badenier Omar Jara Albino Reyes
Juan
Cristina Bravo Fernando Joo Claudio Reyes
Humberto Burotto Alejandra Krauss Tomas Rogers
Manuel Cáceres Angelina Labra Carolina Rollano
Jorge Calderón Andres López Juan Romero
Diego Calderón Dharma López Ivonne Rozas
Sara Campos Gabriel Madrid José Sabat
Héctor Cea Ramón Mallea Nicole Sáez
Juan Pablo Chau Julio Manques Marcel Saintard
Miguel Cisternas Carmen María Claudio Salas
Patricia Comas Galo Maureira Christian Sanhueza
Carlos
Carlos Contador Eduardo Mena Rodolfo Seguel
Juan
Héctor Contreras Nicolás Mena Manuel Sepúlveda
Ana María Correa Alejandra Miranda Lisetty Sotelo
Claudia Díaz Cleofe Molina José Soto
Darío Díaz Marisol Montero Marcos Soza
Raúl Donckaster Tamara Mora Eugenia Subiabre
Luis
Marco Ensigna Juan Morano Eduardo Thayer
Carlos Espinoza Ernesto Moreno Carlos Tomic
Pedro Espinoza Gerardo Muñoz Ricardo Troncoso
Patricio Ferreira Jaime Muñoz Claudina Valdés
Luciano Foullioux Javier Muñoz Patricio Vallespín
Herex Fuentes Gary Olivares Lorena Vargas
Beatriz Fuenzalida Oscar Osorio Richard Vargas
Francisco Garay Verónica Ozimica Iván Veliz
Laura Giannici Andrés Palma Patricia Veliz
Jorge Gibert Marité Palma Rafael Vera
María
Mauricio Gilbert Eugenia Parra Marcelo Yévenes
Iván Gómez Patricio Pinilla Marcel Young
Raúl Gómez Jorge Pinochet

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