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VICTIMOLOGÍA

LIBROS DEL A U T O R

Prisión Abierta, una nueva experiencia pcnológica, tesis doctoral


recomendada al Premio "Facultad", Buenos Aires, 1962 2"
ed. reestructurada y ampliada, 1984.
/,</ prevención de la delincuencia en Israel, Buenos Aires, 1964.
h'! problema sexual en las cárceles. Bueno". Aires, 1965, 2" ed.,
1982.
/,<( sociedad carcelaiia, en coautoría con Víctor |. Iiurzun, Buenos
Aires, 1968. Esta obra fue seleccionada por la Sociedad Inter-
nacional de Criminología para optar al premio Denise CaroU,
año 1970, 2^ ed. en prensa.
Problemas actuales de ¡a criminología argentina, en coautoría, Bue-
nos Aires, 1970.
I''('olución de la pena privativa de libertad tj regímenes carcelarios,
Buenos Aires, 1971.
t.ds penas de un penalista, Buenos Aires, 1976.
/,.) sociedad de la droga, Buenos Aires, 1979.
Pioga y criminología, México, 1984.
Hialogos con drogadictos, Buenos Aires, 1984.
Ciiminología y dignidad humana, en coautorla con Antonio Beris-
tain y Serqio García Ramírez (en preparación).
/)i7 amor, del hijo, de la sangre, Buenos Aires, 1972 (poemas).
/./ maga y otros ensueños, México, 1983 (poemas).
linigma para jueces, Buenos Aires, 1977 (15 cuentos argentinos).
ELÍAS NEUMAN

VICTIMOLOGÍA
EL ROL DE LA VÍCTIMA
EN LOS DELITOS
CONVENCIONALES Y NO CONVENCIONALES

EDITORIAL
UNIVERSIDAD
BUENOS AIRES
1984
ISBN 950-9072-75-3

(O) Copyright by EDITORIAL UNIVERSIDAD S.R.L.


Talcahuano 287 - Buenos Aires
lli(lii> el depósito de la ley 11.723. Derechos reservados.
IMPRESO EN LA ARGENTINA
A mis amigos
Antonio Beristain
Marino Barbero Santos
Sergio García ílamírez
Antonio Sánchez Galindo
Luis Rodríguez Manzanera
e Hilda Marchiori
compañeros en la lacha por
la humanización de la pena.
Como las vibraciones de un necio ruido,
ni W a g n e r ni Ro=sini me dicen ^adn.
Pero si por rcaso, gime un gemido. . .
¡me traspasa las carnes COFIO una espada!
(ALMAFUERTE, Conpteor Oco).

El ser humano aprende en !a medida en


que participa en el descubrimiento y la
invención. Debe tener libertad para opi-
nar, para equivocarse, para rectificarse,
para ensa^'ar métodos, para explorar. De
otra manera, a lo más, haremos eruditos,
y en el peor de los casos ratas de biblio-
teca y locos repetidores de libros santi-
ficados.
(ERNESTO SÁBATO, Apologías y rechazos).
ÍNDICE

CAPÍTULO I

LA V Í C T I M O L O G Í A E N LA C I E N C I A P E N A L

1. Sociedad y delito 17
2. El delincuente 19
3. La victimología como propuesta 21
4. ¿Qué es ser víctima? Evolución del concepto 24
5. Las ideas precursoras. Von Heting. Mendelshon y ia
"vicíimidad" 27
6. Su importancia e interés actual 32
7. Cuestión terminológica 35
8. La "pareja penal" 36
9. ¿Es la victimología una ciencia autónoma? 38
10. El inexplicable olvido de la víctima 42
10. bis La "cifra negra" de la criminalidad en la delincuen^
cía convencional 46
11 . Los regímenes socio-políücos, los delitos no convencio-
nales y la "pareja penal" 49

CAPÍTULO II

• T I P O L O G Í A DE LAS V Í C T I M A S

12. La clasificación de las víctimas de Mendelshon 57


a) La víctima enteramente inocente o víctima ideal . . . 57
b) La víctima de culpabilidad menor o por ignorancia 58
c) La víctima es tan culpable como el infractor (vícti-
ma voluntaria) 58
d) La víctima más culpable que el infractor 59
1) La víctima provocadora 59
2) La víctima por imprudencia 60
ÍNDICE

e) La víctima más culpable o únicamente culpable . . . . 60


1) La víctima-infractor 60
2) La víctima-simulante 60
3) La víctima-imaginaria 60
Tipologías victímales 62
Otras clasificaciones 64
A) Víctima provocadora 64
1) El tipo pasivo 64
2) El tipo activo 64
I) La víctima consciente 65
II) La víctima no consciente 65
B) Víctima participante 66
1) El tipo pasivo 66
2) El tipo activo 66
Mi clasificación. Víctimas individuales, familiares, colee- —•-
tivas y sociales 68
La "víctima nata". Cristo como víctima 71
Víctimas a pesar de sí mismas. Los sumergidos sociales 75

CAPÍTULO III

V I C T I M O L O G I A Y LEY PENAL

El art. 41, inc. 2?, del Código Penal 77


Peligrosidad social y legal de la víctima 81
La personalidad objetiva 83
Legítima defensa 87
Consentimiento y eutanasia 89
Esquema del consentimiento de la víctima en el Código
Penal y sus implicancias 94

CAPÍTULO IV

LA V I C T I M A E N EL DELITO DE SANGRE

24. El, homicidio. Caín y Abel: La primera "pareja penal"


de la historia 99
25. La víctima pasional 101
26. Otros crímenes con elección de la víctima 104
27. Un caso de corresponsabilidad victimal 108
ÍNDICE 13

El magnicidio 112
El tiranicidio u homicidio "justiciero" 116
El atormentador atormentado 118
El homicidio de sí mismo 121
Un caso de doble suicidio frustrado 123
La víctima del tránsito vehicular 125
El suicidio y la agresión colectiva 128
La víctima en (y de) la multitud 129
La víctima individual provocadora de la multitud 131

CAPÍTULO V

LA V Í C T I M A E N D E L I T O S DE
LESA H U M A N I D A D

El genocidio ,. 137
Víctimas del genocidio 140
La causa armenia 142
Los "jóvenes turcos" 144
El 24 de abril de 1915 147
La heroica e infructuosa resistencia 151
El holocausto judío 152
La víctima desesperada. El ghetto de Varsovia 157
La víctima oprimida 159
El etnocidio en el continente americano y la "civilización
dominante" 160
La acción de ciertos antropólogos y religiosos 163
La acción de los "colonos" y los organismos guberna-
mentales. Las matanzas en Brasil 166
La experiencia en México 170

CAPÍTULO VI

SEXO Y VÍCTIMA

Delito sexual y víctima consintiente 173


El rapto consensual 177
El adulterio 179
Menores víctimas de delitos sexuales 181
El incesto 185
14 ÍNDICE

55. Victimización de los menores durante el proceso judicial 189


56. La experiencia israelí 190
57. El homosexual como víctima social y penal 193

CAPÍTULO VII

LA V Í C T I M A D E LA E S T A F A

La victimización mediante estafa 199


A^proximación al victimario y su víctima 203
La víctima-delincuente. Timos 208
"Pequeros" 209
"Filo-misho" 211
Falsos inspectores 212
"Paqueros" 213
"Tocomocíieros" - 214
Pautas de conducta frente al secuestro de personas y de
aeronaves 216
Delitos tecnotrónicos 22l
Cómo se generan las condiciones delictivas 224
Caracterización de la víctima 228

CAPÍTULO VIII
LA SANCIÓN P E N A L A LA V Í C T I M A

70. La sanción penal a la víctima. Conductas bilaterales . . . 231


71. Un caso de la justicia militar. Hecho único y conductas
alternativas 236
Víctima "totalmente responsable" 238
Víctima responsable del accidente de tránsito 243
El estafador estafado 244
¿Qué tipo de pena aplicar a la víctima? 247
Criterios sancionaíorios. La disminución de la pena. Casos 249
ÍNDICE 15

CAPÍTULO IX

LA C O M P E N S A C I Ó N A LA V Í C T I M A

El resarcimiento de la víctima en la antigüedad. Ven-


ganza privada 253
La ley del talión 257
La composición o compensación. Facultades del ofendido 259
El derecho al resarcimiento económico 261
El resarcimiento del daño por el Estado 264
El trabajo carcelario y la reparación del daño 269
Algunas críticas 272
Protección privada. Seguros 275
La experiencia mexicana 277
Ley sobre auxilio a las víctimas del delito 278

CAPÍTULO X

A M P L I T U D DEL C A M P O V I C T I M O L Ó G I C O

Las víctimas del sistema penal 283


Amplificación del ámbito victimológico 285
Selección de víctimas sociales 290
Casos de victimización mediante la ley penal. Drogadictos 292
Los menores materia] y moralmente desamparados . . . . 295
Victimización del procesado. Las torturas y apremios ile-
gales 298
Victimización del condenado en prisión 302
El liberado como víctima 306

ANEXO

Primer Simposio de Victimología (Israel) 309


Segundo Simposio de Victimología ( U S A ) 312
Tercer Simposio de Victimología (República Federal de
Alemania) 313
Programa Científico del Cuarto Simposio sobre Victimolo-
gía efectuado en Tokyo y Kioto (Japón, 1982) 314
BIBLIOGRAFÍA 319
CAPÍTULO I

LA V I C T Í M O L O G Í A E N LA CIENCIA P E N A L

1 . Sociedad y delito.

Desde el trasfondo de la historia, abandonado el pa-


raíso terrenal, aparece el crimen. Caín derrama por vez
primera sangre, la de su hermano, en el planeta. Desde
entonces el crimen no ha cesado. En párrafos del Viejo
Testamento, mitologías y leyendas, interpretaciones exe-
géticas, códigos, leyes, hallamos abrumadora reseña y
también severísima represión del delito.
Si ei mundo hubiese mejorado, el decálogo de Moisés
tendría nueve u ocho mandamientos. Contrariamente, se
calcula que se han puesto en vigencia hasta la fecha, dos-
cientos millones de leyes para adjetivarlo y así reglar la
conducía de los hombres. Los resultados están a la vista.
El hombre no se intimida ni disuade y los rebrotes de-
lictivos son cada vez de mayor violencia.
De la rugosa mano de una herencia psicológica in-
consciente liega el delito a nuestros días, a nuestras acti-
tudes y actividades habituales, a nuestro pensamiento, a
los actos fallidos que emitimos y que lo proclaman. Claro
está que una cosa es el delito y otra —muy otra— llegar
o ser delincuente en el sentido técnico y legal. Así como
parecieran existir seres programados y delitos conven-
cionales que llegan invariablemente a conocimiento de la
jusíicia, muchos otros quedan en el oscuro terreno de lo

2 - Victimologia.
18 V I C T I M O LOGIA

innominado, en una cifra negra que parecerá dorada a


sus autores...
En gran parte de religiones politeístas, en ritos in-
dígenas de sociedades primitivas y aun de otras más
avanzadas, como también en religiones monoteístas, exis-
te una búsqueda inconsciente de regreso al Paraíso, a la
sensación arcaica de natural placidez. Ello reside en el
fondo del inconsciente del hombre. Huir de las tentacio-
nes. No delinquir. Pero, en vano.
En el terreno político, habrá siempre conductores y
líderes que lograrán éxitos, temporales éxitos, con sólo
afirmar —aunque deriven en sistemas teocráticos y dicta-
toriales-r- que hay algo puro en que creer, algo que desa-
rraigue el dehto y funde una nueva (y ya vieja) moral.
Apelan a la glorificación de la patria, la nación, la raza,
para establecer esa nueva moral, aunque en su nombre
cometan crueles y nefastos crímenes y arrasen dignidad'
y tradición desde el poder público.
El delito nos persigue y continúa como una sombra.
Estaríamos forzados a creer la aseveración de Durkheim
de que es un fenómeno "normal". Hay momentos en que
toda la sociedad delinque individual y colectivamente. El
crimen llega "desde arriba" por el abuso de poder. El
pueblo está infundido por el temor a la represión opreso-
ra que a todos alcanza. El oprimido se ve compelido al
silencio cómplice, a la convalidación y encubrimiento de
ciertos actos. Es posible que de victimizado pase a su vez
a victimario, sea por cuidar su vida, patrimonio, salvar la
moral o su apariencia.
El crimen está imbricado en el devenir de la historia
de la humanidad. Y ese concepto de Durkheim debe apo-
yarse en una formulación epistemológica y causal que le
sirva a la vez de consecuencia y origen: porque el cri-
men tiene condicionantes y se mimetiza con esas estruc-
L A VICTIMOLOGÍA EN LA CIENCIA PENAL 19

turas sociales y políticas y los hechos que ellas producen.


Es un producto típico de esa sociedad y es probable, como
afirma Pinatel, que el error de Durkheim consistiera en
confundir "normalidad" con continuidad, esa constancia
estadística.
Darle consenso de normalidad al crimen, por otra
parte, podría resultar sensiblemente peligroso por motivos
que no es posible explicitar en este trabajo. Sería como
plantear la antinomia entre comprender y justificar que
nos quitaría la posibilidad, y feliz sensación, de proyec-
tar nuestro oprobio de "seres decentes" a aquellos que
han delinquido.
Investigar los procesos dinámicos del delito nos lleva
a la comprensión de que se trata de un fenómeno psicoló-
gico, social y político que abarca a todas y cada una de
las clases sociales. Aunque quienes están en prisión per-
tenezcan a una muy tangible: la de "abajo".

2. El delincuente.

La llamada Escuela Clásica se ocupó medianamente


del delincuente pero no se concentró en él. Es claro que,
tras el hecho criminoso se perfila el actor y, tras éste, su
capacidad de obrar. En todo acto jurídico hay seres hu-
manos que realizan o dejan de hacer. Obviamente una
cosa es el delincuente desde el plano óntico y técnico-ju-
rídico como sujeto activo del delito, y otra, su composi-
ción humana que piensa, siente y es pasible de motivacio-
nes racionales e irracionales, afecciones y defecciones y
el todo inmerso en sus creencias, y su marco social y
cultural que casi siempre lo determina. La ciencia y la
técnica, y lo jurídico no escapa a ello, ve menos al hom-
bre que a su acto disvalioso y así hasta hoy.
20 VlCTIMOLOGÍA

Mientras se marchaba raudamente hacia el Olimpo


penal, apareció Lombroso, que no era jurista sino médico
de cárceles y antropólogo, para centrar la elucubración
en el principal actor del drama penal: el hombre delin-
cuente, el "protagonista", como diría después Enrico
Ferri.
La pasión de Lombroso era la de fijar estigmas so-
máticos que condicionaban al delincuente. A medida que
avanzaba en sus investigaciones, pretendía hallazgos que
exponía con singular vehemencia cual si fueran deter-
minismos cosmogónicos. Había estudiado al loco y, al
hacerlo con los delincuentes, encontró puntos de simili-
tud. No en balde locos y criminales se reclutaban para
ser estudiados en los mismos establecimientos penales
donde solían yacer conjuntamente.
Es con Ferri y con Garófalo que la escuela positiva
italiana acrecienta el estudio del delincuente, de las cau-
sas del deHto, de los tratamientos más adecuados. El
hombre pasó a ser pulpa y epicentro de toda investiga-
ción penal. Había nacido la criminología, cuyo estudio
después se diluyó, y hoy, al menos en América latina y en
buena parte de Europa, es escamoteado al estudiante
universitario como disciplina sistemática porque, a través
de ella se observan, al margen de las motivaciones y
causalismo delictual, las siluetas ideológicas de los siste-
mas políticos y los factores del control social que las
perfilan y definen. Y eso puede resultar "peligroso" por
la revisión que implica, al menos en América latina.
Lombroso y sus seguidores vendrán a decir en esen-
cia que el delincuente y el ser humano objeto de investi-
gación, forman parte indisoluble del plano penal. En la
naturaleza del deUto está la naturaleza del delincuente y
la descripción del marco social de pertenencia.
LA VICTIMOLOGÍA EN LA CIENCIA PENAL 21

La Escuela Positiva no se lo propuso directamente


pero signó al crimen como una expresión de psicopatía
social. Como una enfermedad social con etiología que
concernía tanto al hombre en sí como al contexto social. Y
esa anormalidad había que combatirla más allá de las
propias leyes.
El delito, entre tanto, no es un hecho normal que se
da consecuentemente en la sociedad. La criminología
vendrá a expresar que, tal como se lo advierte, es exacta-
mente lo contrario. Sólo tiene constancia en el tiempo,
cual una enfermedad comunitaria que es preciso prevenir
y combatir con elementos idóneos y para ello será necesa-
rio conocer y sopesar ^-agregaríamos hoy—' la ideología
político-social en donde se desarrolla. La victimología
agregará a ese estudio el rol de la víctima.

3 . La victimología como propuesta.

Los códigos penales se ven influidos por el actuar del


hombre. De ahí que pongan límites a su capacidad, a las
formas de su obrar y omitir actos; las excusas absoluto-
rias de ese obrar; el laberinto, en fin, entre pena y culpa-
bilidad; imputabilidad y su contrario, etc.
Se trata de calibrar y frecuentar las formas que
pueden asumir las distintas conductas. Los criminólogos,
a su vez, pretenden, no siempre con claridad, establecer
las condiciones del estudio interdisciplinario a favor de
nuevas técnicas y hallazgos científicos, concernientes al co-
nocimiento del drama penal, sus actores, factores predis-
ponentes de la sociedad post-industrial en sí, sin dejar
de lado los datos estadísticos.
Entre penalistas y criminólogos se suelen producir
(cmpestuosas controversias aunque en ciertos cenáculos
están comenzando a convivir. Mientras ello ocurre, para
' 22 VlCTIMOLOGÍÁ

enriquecer el ámbito de estudio, aparece la victimología


con su proposición sobre la víctima. Intentar observar el
nudo gordiano de la maraña delictual desde la óptica y
perspectiva de la víctima, siempre en relación con el
victimario.
La victimología es el estudio científico de las víctimas
del delito ^. Si bien este concepto se ve influido actual-
mente por otro mucho más amplio que alude a toda
víctima social —^que hará evolucionar el campo nosoló-
gico de esta disciplina—', como introducción del presente
estudio vale señalar que la víctima puede constituirse en
el factor desencadenante en la etiología del crimen y
asumir, en ciertos hechos y circunstancias, un rol de
acompañamiento que integra al delito. Es preciso visua-
lizarla dejando de lado el preconcepto de su "inocencia",
sostenido a ultranza. El sujeto pasivo; muerto, vencido,
humillado, patrimonial, física o moralmente, no es siem-
pre —^ni mucho menos ^ sinónimo de inocencia.
Así como nadie está exento de culpa penal o, dicho
de otra manera, así como cualquier individuo puede lle-
gar al delito canalizando una tendencia inmanente o ante
determinadas condiciones sociales, así también, aunque
por diversos motivos, con igual o mayor facilidad, se
puede llegar a ser víctima de un crimen.
En el mundo actual la violencia se ha enseñoreado de
tal modo que existe el riesgo diario y latente de ser vícti-
ma. Pero hay, además de factores externos y ajenos, pre-
disposiciones y probabilidades de convertirse en agredido,
con lo que aumenta o decrece la victimidad.
Las fluctuaciones suelen obedecer a circunstancias
que corresponden al sistema social en que ellas ocurren.
En los delitos tradicionales se trata de determinar hechos

' Definición del Primer Simposio sobre Victimología celebrado en Je-


rn.salén, Israel, en 1973. Ver Anexo.
LA VICTIMOLOGÍA EN LA CIENCIA PENAL 23

concretos como el porqué de la elección efectuada por el


agresor sobre determinada víctima. Habrá que recordar,
empero, a manera de ejemplo, que cuando el chita o el
tigre amenaza a un ciervo, son varios los que se sienten
víctimas y corren apareados como atraídos por el instinto
de muerte. Sin embargo, el elegido ya estaba determinado
en la mente del ejecutor.
¿Hay factores inherentes a la víctima que influyen
en la elección o es mera casualidad? ¿Por qué todos los
seres humanos no tienen la misma "capacidad" para ser
víctimas? ¿Existen víctimas predispuestas?
Es indiscutible que hay razones personales las más
de las veces o en amalgama con otras de tipo familiar o
social, que posibilitan hablar de víctimas predispuestas,
atraídas, destinadas.
No todas las personas en similar situación devienen
santos. O llegan a víctimas. Tampoco delincuentes. Lo
que aspira la victimología es a visualizar que en la deter-
minación delictiva en que siempre hay víctimas, es pre-
ciso perseguir y estudiar sus rasgos, características, com-
portamiento y conducta para relacionarlos directamente
con el obrar delictuoso. Un estudio de la criminogénesis
no puede ser relevante y serio si no se tiene en cuenta el
papel jugado por la víctima y en qué medida ella ha
contribuido, consciente o inconscientemente, al acto. Equi-
vale a que en múltiples casos habrá que estudiar ese co-
rrelato, esa conexidad correcurrente para integrar debi-
damente el hecho que denominamos delictual.
De modo que así como en criminología se habla del
estudio físico, psíquico y social del delincuente, también
habrá que estudiar, en principio, similares aspectos del
ofendido y ver entonces el desenvolvimiento del suceso
delictual como un todo. Por eso se ha dicho que la victi-
24 VlCTIMOLOGÍA

mología es una suerte de criminología pero al revés. De


la víctima.
Esa interacción reflejada en los delitos convenciona-
les, que son los que se tienen a la mano, permite com-
prender los factores dinámicos que entrelazan las predi-
lecciones del delincuente y las anuencias tácitas y
explícitas del sujeto pasivo y aun la provocación y la per-
secución victimal.
El delincuente no deja de ser tal aunque la conducta
de la víctima pueda ser de igual magnitud e importancia.
Freud estableció la existencia de delincuentes por
sentimientos inconscientes de autopunición debido al com-
plejo de culpa resultante de una apetencia edípica no re-
suelta. Existiría una fuerza impelente similar, una rara
labilidad a nivel no consciente para ser víctima. Cuando
esas inclinaciones se transforman en actos visibles y con-
cretos, coadyuvan y refuerzan la elección de la víctima
y la actuación del delincuente.

4. ¿Qué es ser víctima? Evolucióin del concepto.

El concepto del vocablo "víctima" apela a dos varie-


dades. "Vincire": animales que se sacrifican a los dioses
y deidades, o bien, "vincere", que representa el sujeto
vencido. Y así "victim" en inglés, "victime" en francés y
"vittima" en italiano.
La víctima ofrecida en cumplimiento de una promesa
o un mito religioso —^sea hombre o animal—- no tendría
aparentemente correlación con la criminología, pero como
bien lo recuerda Drapkin ^, esos sacrificios ante los al-
tares para evitar infortunios o las iras de los dioses que
parecían pertenecer al pasado, siguen efectuándose y no

2 Israel Drapkin, El derecho de las víctimas, en "Anuario de Derecho


Penal y Ciencias Penales", Madrid, 1980, p. 368.
LA VICTIMOLOGÍA EN LA CIENCIA PENAL 25

sólo por aborígenes aislados en alguna remota e infran-


queable selva, sino en países que han alcanzado niveles
de civilización. Cita el caso de una mujer estadounidense
que en 1978 asesinó a su hijo de cinco años e intentó ha-
cer lo mismo con otro de diez, "porque eran hijos de
Satán y trataban de matarla".
Pero ese caso individual donde se mueven ancestros
y coraplejas situaciones psíquicas, no tiene parangón
comparado con las víctimas humanas que "cobran los
dioses" en las celebraciones de rituales de misa negra que
se celebran en el nordeste brasileño o los suicidios colec-
tivos en esas regiones, sin olvidar el del clan del santón
Iones en Guyana. Esas muertes ni siquiera tienen el sen-
tido bello, aunque cruel, de las doncellas arrojadas a los
cenotes (lagunas) sagrados o del "juego de pelota" de
la civilización maya, en que el capitán del equipo vence-
dor era ofrendado al dios de la lluvia, mientras el perde-
dor lo sentía cual una afrenta y se resignaba a morir en
un juego próximo.
La víctima que interesa es la que sufre el perjuicio.
Es para la victimología, diríase clásica, el ser humano que
padece daño en los bienes jurídicamente protegidos: vi-
da, salud, propiedad, honor, honestidad, etc., por el he-
cho de otro e, incluso, por accidentes debidos a factores
humanos, mecánicos o naturales, como ocurre en los
accidentes de trabajo.
En un primer momento interesó a la victimología lo
que Mendelshon delimitó como la "pareja penal" y Von
Hentig, "el delincuente y su víctima". Naturalmente, el
campo conceptual se ha ido amplificando. El primer paso
consistió en dejar de contemplar a la víctima como "ino-
cente", y el segundo, en ir más allá de la mera "pareja
penal" que no satisface por su proposición limitativa en
26 VlCTIMOLOGÍA

cuanto al objeto de estudio: lo que únicamente cabe den-


tro de la ley penal.
La descripción de un Código Penal con sus tipos
muchas veces no alcanza por su propio vacío a ciertos
hechos criminales de nuestro tiempo y ciertos delincuen-
tes que por ineluctables razones no llegan al banquillo
de los acusados. No es posible continuar con la idea de
la víctima "codificada" como contrapartida de la activi-
dad del criminal, también codificada. Menos aún como
único objeto de estudio de la victimología.
Toda elucubración sobre delincuentes efectuada has-
ta la actualidad, ya sea por el derecho penal, la crimino-
logía o el derecho penitenciario, se verifica con el sujeto
en determinada situación: aprehendido por la policía, jus-
ticiable en el proceso incoado, condenado en la prisión.
Siempre que se habla o estudia al delincuente se está ha-
blando del que se halla privado de libertad o es autor de
delitos convencionales.
f Hay muy serios y concretos victimarios que pululan
en la sociedad y que por múltiples motivos no han sido
ni serán, al parecer, aprehendidos. Tienen las mejores y
mayores posibilidades de evasión de la ley. Forman parte
de lo que se denomina delincuentes innominados, y sus
ilicitudes, delitos "no convencionales". Escapan por esa
razón a la investigación de la criminología tradicional o
clásica. Sin embargo, sus víctimas son tangibles.
Va siendo superada la sociedad industrial nacida fi-
nisecularmente para dar paso hoy a una suerte de civili-
zación tecnotrónica. Se han producido y producen, en esta
sociedad post-indusírial, nuevos e innominados delitos,
como lo son sus autores: ejecutados por empresas tras-
nacionales que encuentran campo propicio en las actitu-
des imprudentes o dolosas de altos funcionarios adminis-
trativos en países que, como la Argentina, son llamados
LA VICTIMOLOGÍA EN LA CIENCIA PENAL 27

eufemísticamente "en vías de desarrollo"; delitos banca-


rios; por computadora; de falsificación de alimentos y
medicamentos; de polución de la atmósfera, la tierra y las
aguas; y, fundamentalmente, el cúmulo de ilicitudes pe-
nales que se derivan y perpetran desde las esferas guber-
namentales, por abuso del poder sin consenso o utilización
de ese poder para la opresión, el terror y la tortura contra
vidas humanas, propiedad, honra, salud, trabajo o fami-
lia. Derechos, éstos, inherentes a la dignidad, y cuyo me-
noscabo y desprecio por la autoridad posibilita la conver-
sión en víctimas de casi todos los habitantes, porque
vulneran los Derechos Humanos in genere. Y no digo
todos, porque existe el grupo beneficiario, el que manda
y sus acólitos.
El olvido y despojo a que son sometidos toda clase
de sumergidos sociales explícita la existencia de grupos
emergentes de un sistema de poder social con una ideo-
logización propia. Lo cierto es que ninguna de estas víc-
timas debe ser olvidada por la victimología, que deberá
amplificar su campo de investigación sí es que desea sub-
sistir científicamente para trabajar en materia de preven-
ción del delito y ser un pilar en la política criminológica.

5 . Las ¡deas precursoras. Von Mentig.


Mendeishon y la "victimidad".

La relevancia adquirida por la figura de la víctima


integrando activamente el mecanismo de interacción con
el delincuente, se debió a la preocupación de diversos es-
tudiosos que avizoraron su fuerza y correlación criminó-
gena. Hans von Hentig, que había inmigrado a los Esta-
dos Unidos, pubhca en 1948 en la Universidad de Yale
el estudio: The criminal and his victims, donde esboza
una clasificación de la víctima que posteriormente subra-
28 VlCTIMOLOGÍA

yará en un estudio sobre La estafa (año 1957). El sujeto


pasivo es estudiado insertándoselo en la conducta del vic-
timario como una suerte de figura de contradanza pero a
la vez capaz de engendrar el delito o reforzar las apeten-
cias del delincuente.
Señala Von Hentig que "el individuo débil en el rei-
no animal y entre hombres es aquel que posiblemente será
la víctima de un ataque. Algunos, como los menores y los
ancianos, son débiles de cuerpo; algunos pertenecen al
sexo débil, otros son débiles de espíritu. La debilidad
puede consistir también en la fuerza excesiva de una im-
pulsión vital, lo que entorpece los mecanismos ordinarios
de precaución y prevención". En principio, otorga relieve
a la víctima por su juventud, sexo, edad y también por
las deficiencias mentales. Luego las engloba en ciertos
grupos que no clasifica de una manera precisa y consi-
dera que coadyuvan al delito, con lo que se constituyen
en elementos causales. Habla de víctimas deprimidas, ad-
quisitivas, desenfrenadas y libertinas, solitarias, acongo-
jadas, atormentadas, bloqueadas, luchadoras, etc. La
clasificación es sumamente amplia, como punto decisivo
para la acción del delincuente.
Cuando Von Hentig trata específicamente de la es-
tafa, divide a las víctimas en resistentes y cooperadoras.
Observando con la lente actual, el estudio aparece como
premonitorio respecto de muchas de sus conclusiones.
Fundamentalmente porque va más allá de la victimología,
que se limita a las relaciones entre individuos por hechos
penales que lesionan simplemente la norma. Se refiere,
por ejemplo, al caso de alta traición en que la víctima no
es un ser humano sino la propia comunidad ®.

•' Hans Von Hentig, La estala, en Estadios de psicología criminal, Es-


pasn-Cnlpe, Madrid, 1960, vol. III, p. 25.
LA VICTIMOLOGÍA EN LA CIENCIA PENAL 29

, El vocablo "victimología" fue acuñado por el israelí


Beniamin Mendelshon, que venía trabajando en la déca-
da del 40 en estos temas y que lo sigue haciendo entusias-
tamente hasta nuestros días. Antes de apuntar algunos de
los hitos de su pensamiento, será preciso reponer entre
nosotros su figura, ya que fue duramente criticado por
Jiménez de Asúa en su momento. Decía el profesor espa-
ñol que Mendelshon se había atribuido la calidad de
creador o fundador de la disciplina y no podía ignorar en
modo alguno que Von Hentig había hablado antes de
ella.
Desde que conocí a Mendelshon en 1973 y, mucho
más, tras leer sus trabajos, me persuadí de lo inmerecido
de la imputación. Es un precursor que, incluso un año
antes de que apareciera el libro de Von Hentig, habló pú-
blicamente por vez primera en una conferencia sobre
"Victimología". Ello ocurrió el 29 de marzo de 1947, in-
vitado por la Sociedad de Psiquiatría de Bucarest (Ru-
mania) *. En 1940 había publicado sus estudios sobre
violación {Giusíizia Pénale) y en 1946, New Bio-psycho"
social Horizons: Victimology,
•^ Pero el pensamiento de Mendelshon va mucho más
allá que el del criminólogo alemán. En efecto, habla de
toda víctima y de todos los factores que provocan su exis-
tencia. Su pensamiento se ha ido perfeccionando en el
tiempo y con el aporte, que él reconoce, de otros autores
y de las jornadas victimológicas a que luego aludiré.
Pero desde un principio el investigador israelí definía
a la victimología como "la ciencia sobre víctimas y VicM-
midad". Y exphca: "Entendemos el término «victimidad»
como un concepto general, un fenómeno específico co-
mún que caracteriza todas las categorías de victimas cual-

'' La conferencia se dio en el hospital estatal Coltzea ante un auditorio


integrado por médicos psiquiatras, psicoanalistas y forenses.
30 VICTIMOLOGIA

quiera que sea la causa de su situación. De esa manera,


la victimologia satisface por completo las necesidades
de la sociedad, y su definición como ciencia de las víc-
timas resulta ser la más adecuada; por eso deberá tomar
en consideración todos los fenómenos que provocan la
existencia de víctimas, en la medida en que tienen algu-
na relación con la sociedad". Y agrega seguidamente: "Si
limitamos la Victimologia únicamente a un factor —^el
delictivo—' la denominación «victimologia», o sea, la
ciencia sobre las víctimas, ya no corresponderá al concep-
to de víctimas en general. . . " *"\
Señala que el objetivo fundamental de la disciplina
es lograr que haya menos víctimas en todos los sectores
de la sociedad, siempre, claro está, que la sociedad esté
honestamente interesada en el problema. Ya que el hom-
bre constituye parte de la naturaleza integrada en la
constitución de la sociedad, la menor cantidad de víctimas
significa menor costo social, menos pérdidas y una ma-
yor energía capaz de asegurar la existencia armónica del
ser humano. "Ya que el hombre representa la fuerza crea-
dora de la sociedad, la reducción del número de víctimas
contribuirá al progreso social".
El concepto de víctima adquiere de tal modo un ám-
bito desmesurado, tanto más cuanto que Mendelshon la
estructura refiriéndola a la personalidad del individuo,
pero también a la de la colectividad, en cuanto ésta y aquél
se encuentren afectados por las consecuencias del sufri-
miento debido a factores de origen muy diverso: físico,
psíquico, político, social, así como por el ambiente natural

4bis Beniamin Mendelshon, La victimologia y las tendencias de la socie-


dad contemporánea, en "Rev. Danud, al día", año 4, n ' 10, San José, Costa
Rica, 1981, ps. 55 y 56. Similar concepto puede leerse en el trabajo del mismo
autor, Une noavelle branche de la science bio-psycho-sociale: la victimologie,
en "Reviie Internationale de Cnmtnologie et de Pobce Technique", vo!. X,
n" 2, avril-jiun, 1956, ps. 95 a 109.
L A ViCTIMOLOGÍA EN LA CIENCIA PENAL 31

o técnico: "cualquier maquinaria en acción o energía en


movimiento" (ob. cit., p. 58). En el mismo sentido dice
haber pergeñado el término "victimidad" para aludir al
concepto amplio, un fenómeno específico común que ven-
dría a caracterizar a todas las categorías de víctimas cua^
quiera sea la causa de su situación.
Es muy probable que esa gran cantidad de víctimas
i que engloba en su concepción sean, en gran parte, pro-
venientes del abuso del poder. Además, víctimas como
los sumergidos y subculturizados sociales tienen como
base equivalentes regímenes dictatoriales o, al menos, no
democráticos —que detenta el 80 % de los países inte-
grantes de la O.N.U. —, donde se han violado normas
jurídicas, alterado pautas de convivencia y perfeccionado
delitos contra la comunidad.
Mendelshon apunta hacia una gran generalización
que produce impacto pero también reticencias en quienes
nos encontramos frente a una realidad de vida muy di-
versa. En general lo siguen autores provenientes de paí-
ses con gran desarrollo económico, como Estados Unidos
y Japón (Wolfgang, Sellin, Viano, Miyazawa). No sé,
entre tanto, cómo podría obviar los roces con otras cien-
cias, la medicina por ejemplo, que recluta víctimas diaria-
mente. Resulta seductora la idea de una ciencia de las
víctimas, para la prevención, en esta sociedad post-indus-
trial y cibemiética, donde cada vez parece más evidente
la existencia de víctimas como producto de los sistemas
político-sociales y la irracional violencia opresiva ejercida
lanto desde el poder como por grupos subversivos.
^"^ En el presente trabajo, no desdeño a ciertas víctimas
sociales que puntualizo. Pero prefiero ceñirme a las víc-
timas de delitos incluyendo a los no convencionales y por
abuso de poder. ^
32 VlCTIMOLOGÍA

Cada vez que mencione el término "victimidad" lo


opongo al de "criminalidad", en un deseo de abrazar la
realidad práctica y circundante, aunque sin negar la pro-
yección de la materia abordada. Cabe recordar, en tal
sentido, que pese ai desenvolvimiento teórico exitoso de la
vfctimología en estos últimos años, no existe en ningún
país del mundo un tratamiento sistemático, legal y social
de toda víctima o tan siquiera de los derechos de las víc-
timas del delito o de ciertos delitos.
La ciencia no se detiene en este como en ningún otro
campo. El debate de teorías será siempre enriquecedor
pero, cuando poco y nada se ha hecho en la realidad con
lo mínimo que se posee, estas teorías sólo permiten ahon-
dar frustraciones.

ó . Su importancia e interés actual.

Muchos impulsos se fueron sumando, desde hace


unos años, hasta constituir a la disciplina, en baluarte de
un tema olvidado como es el de la víctima del delito.
Un psicoanalista alemán, Menniner ^ escribe El hom-
bre contra sí mismo, en el que alerta sobre el tipo de sui-
cidas inconscientes en los delitos con automotores. Henry
Ellemberg, en 1954, aportó una considerable contribución
a través de un artículo que denominó Relaciones psicoló-
gicas entre el criminal y su victima (cit. en la Bibliogra-
fía K También lo hizo el belga Cornil, a través de otro
artículo, Contribución de la victimología a las ciencias
criminológicas (1958/59) ®. En Latinoamérica, el vene-
zolano José Rafael Mendoza trató el tema en un trabajo

^ Cit. por Lola Aniyar de Castro, en Victimología, Maracaibo, Vene-


ziicl.i, 1969, p. 13,
" Paul Cornil, Contríbufíon de la vicdmologie aux sciences criminologi-
qiu •., en "Yicvue óc Droit Penal et de Crimmologie", Bruselas, 1958/9, p. 587.
L A VICTIMOf^OGÍA EN LA CIENCIA PENAL 33

sobre La importancia de la víctima en velación con los de-


litos por imprudencia o culposos del automovilismo, 1953,
y sobre todo Luis Jiménez de Asúa, quien en el Instituto
de Derecho Penal y Criminología de la Facultad de De--
reclio de la Universidad de Buenos Aires, efectuó, por el
año 1958, un seminario de doctorado que dirigía, un in-
gente trabajo de investigación junto a varios discípulos
(Iturbe, Sempertegui, Liechestein Mohr y otros), cuya
lectura es imprescindible''. El profesor español, cuya hue-
lla ha sido indeleble en quienes fuimos sus discípulos y
amigos, dio sobre el tema conferencias en Méjico, Pana-
má y Valparaíso (Chile).
Sin embargo, poco ha quedado de todo ello. Las en-
señanzas no fueron recogidas en nuestro país. Las nuevas
generaciones —^incluidos algunos profesores— no han
accedido a su estudio. Y es lamentable, por la importan-
cia actual que reviste la victimología como rama auxiliar
de la criminología y como fundamental aporte para una
coherente política criminológica. Hay sólo artículos aisla-
dos (Scime, Rosentok, Iturbe, Aguirre Obarrio, entre
otros) que dan cuenta de la novedad, pero el desconocí-
aiento es casi total.
Es que resulta alarmante que la criminología, cuyos
cofundadores fueran Ingenieros, Duffy, Helvio Fernán-
dez, Loudet, no tenga arraigo como asignatura obligato-
ria u optativa en las Facultades de Derecho del país.
Únicamente se estudia como materia de posgrado, sin
haberse aprendido más que sus rudimentos durante la
carrera. Mal podrá conocerse sobre victimización y con-
ductas victímales si no se estudia la criminología en sí.
En el extranjero, en los países europeos, en Israel
y sobre todo en los Estados Unidos y Japón, se ha des-
arrollado una notable doctrina con respecto a la materia
'' 'Trabajos citados en la Bibliografía.
34 VlCTIMOLOGÍA

y se han reunido varios simposios bajo el patrocinio de


la Sociedad Internacional de Criminología. El primero de
ellos fue en Jerusalén (Israel) en 1973, en que tuve
oportunidad de participar; el segundo, en Boston (EE.
UU.) en 1976; el tercero, en Munster, Alemania Occi-
dental, en 1979; el cuarto parte en Tokio y parte en
Kioto (Japón) en 1982® y el quinto se realizará en Za-
greb, Yugoslavia, en setiembre de 1985.
En Tokio, Japón, tal vez el país más adelantado en
la materia, funciona el primer Instituto de Victimología
fundado en 1968 por el Dr. Koichi Miyazawa, su actual
director. La idea reside en crear una Facultad de Victi-
mología General, según las teorías de Mendeishon y
otros investigadores. En el Instituto aprendieron hasta
1980, ochocientos estudiantes a partir de diciembre de
1971 y se están preparando "victimólogos" (científicos y
profesionales en la materia). Cuenta con el personal ne-
cesario y una biblioteca especializada con un catálogo de
50.000 temas referentes a las víctimas. Ha publicado una
serie de cinco volúmenes sobre victimología conteniendo
cada uno de ellos aportes de 10 ó 12 estudiosos japone-
ses. El primer boletín publicado en el mundo apareció en'
japonés en 1972.
En los congresos para la prevención del delito y el
tratamiento del delincuente que reúne la O N U cada cin-
co años, no se ha abordado directamente el tema, aunque
implícitamente al hablarse de ciertos problemas de polí-
tica criminológica (derechos de los reclusos, torturas,
apremios ilegales, abusos de poder gubernamental) se

8 Una reseña del temario de los importantes simposios y las conclu-


siones y recomendaciones del de Jerusalén puede verse en el Anexo de este
libro. El criminólogo mexicano Luis Rodríguez Manzanera, que asistió a los
tres primeros sun.posios, efectuó una reseña en la Revista del Instituto Latino-
americano de Criminología, "Ilanud, al día", año 4, n' 10, abril 1981, ps. 46
a 54. San José, Costa Rica.
LA VICTIMOLOGÍA EN LA CIENCIA PENAL 35

está tratando en realidad de la víctima. La Secretaría de


la organización captó la necesidad de tomar de lleno la
problemática victimal y sus causas y, paralelamente, el
Comité para la Prevención y Control del Crimen convi-
no en incluirlo. Así ha quedado propuesto para el séptimo
congreso a realizarse en 1985, bajo el tema "Víctimas del
crimen".
Esto da idea de la vitalidad doctrinal y la importan-
cia que se asigna a la victimología en el campo político
social y criminológico donde, como en la antigüedad más
remota, vuelve a asumirse la gravitación decisiva de la
víctima.
Tiempos vivimos en que no queda duda de que la
cantidad de victimas es mucho mayor a la de delincuen-
tes. Piénsese no sólo en la violencia actual, sino en la que
puede ejercerse por terror desde "arriba" (muertes,
"desaparecidos", torturas, padecimiento económico, etc.)
.para tener una idea de cómo muy pocos pueden victimi-
zar a un pueblo. De allí que con todo rigor señale Drapkin
que se trata de llamar la atención de la opinión pública y
de los organismos internacionales competentes en favor
del Derecho de las Víctimas para ser incluido en la De-
claración Universal de los Derechos del Hombre.

7. Cuestión terminológica.

La voz con que Mendelshon acuñó a la disciplina


fue "victtmologie", cuya traducción literal al castellano
como victimología no mereció en ningún lugar del mundo
mayores problemas ni cuestionamientos semánticos. Em-
pero, en nuestro país, Jiménez de Asúa entendió que se
debía decir "victimiología", razón por la cual en algunas
publicaciones suyas y de sus discípulos se acepta tal
rebautización.
36 VlCTIMOLOGÍA

Nadie habla en lengua castellana de criminiología o


criminalogía. Se debe aceptar, tal cual ocurre en jorna-
das y congresos internacionales y desde hace más de
cinco lustros como iiis recepíum, el término "victimolo-
gía" como lo usa la inmensa mayoría de los autores de
habla hispana. N u n c a llegué a comprender los motivos
del cambio introducido por Jiménez de Asúa, aunque uno
de sus dilectos discípulos y amigos siga llamándola "viC'-
timiología" en una muy reciente publicación''.

8 . La "pare¡a penal".

Mendelshon con notable acierto se refiere a la " p a -


reja penal", que debe ser distinguida de lo que el italiano
Escipión Sighele denominaba "pareja delincuente". E n
la "pareja delincuente" existe mutuo y pleno consenso en
la armonía delictiva en que dos personas, caracterizadas
como íncubo y súcubo (en el lenguaje psicoanalítico),
realizan un crimen. E s la comisión del delito en que dos
están de acuerdo.
La "pareja penal" no es armónica sino contrapuesta.
Suele comenzar siendo armónica -^como en el caso de la
estafa—, pero lo que interesa al dehncuente fundamen-
talmente es causar, al final, esa desarmonía que determi-
na y destaca los roles a que estaban destinados en el
acto delictual: victimario y sacrificado.
E n la "pareja delincuente" se actúa por las claras y
determinantes sugestiones del íncubo-dominante al súcu-
bo-dominado. Esta suerte dialéctica de la pareja engen-
dra y reditúa comportamientos antijurídicos conjuntos.
H a y casos en que la relación es poco clara. N o se sabe

* Manuel de Rivacoba, Elementos de criminología. Colección Elementos,


do la Universidad de Valparaíso, Chile, 1982, ps. 251 y ss.
LA VICTIMGLOGÍA EN LA CIENCIA PENAL 37

— y será preciso investigar— si el acto lo consumó una


"pareja criminal" o bien una "pareja penal" según la
describe Mendelshon.
En la tentativa de suicidio o su instigación, por ejem-
plo, puede suponerse el caso en que tanto el criminal
como la víctima tengan similares responsabilidades. Ha-
brá que determinar quien fue el instigador (íncubo) y
quién el instigado (súcubo). Y en la pareja suicida, ¿quién
ha sido el ejecutor? Tiene singular importancia crimino-
lógica el instinto tanático: el interés por morir, quién de
ambos lo ha manifestado primero y, consecuentemente,
quién lo ha aceptado: éste sería el sujeto pasivo.
Cuando el íncubo es ejecutor, desde el punto de
vista penal da la impresión de que su responsabilidad es
mayor. Pero ¿qué ocurre si ambos intentan el suicidio de
manera coetánea e independiente? ¿De quién es la res-
ponsabilidad? ¿Es posible hablar de responsabilidades
iguales? Será preciso verificar la criminogénesis de cada
uno y la mayor actividad desplegada individualmente
para llegar al hecho. No me refiero, claro está, al con-
cepto de culpabilidad como juicio de reproche.
La criminalidad de uno de los participantes puede
ser superior y neta con respecto a la criminalidad del
otro. Hay oportunidades en que la comisión del delito
hace que la pareja se transforme en delictiva en cuanto a
sus dos sujetos. En estos casos la consideración crimino-
lógica queda en manos de la psicología individual, que
será, finalm.ente, la que señale quién ha tenido la mayor
energía o persistencia en el delito y las razones que lo
impulsaron.
Puede haber ocurrido un trasvasamiento entre ambos
sujetos que los pone en paridad de condiciones. De todos
modos, cabe señalar la existencia de una víctima esíre-
38 VlCTIMOLOGÍA

chámente ligada a la decisión que asume, sin solución de


continuidad, calidad de victimario y víctima.
El estudio de las relaciones interpersonales implica
un juego de subjetivismos que interesa profundamente al
criminólogo. Y también al jurista porque cabría advertir
que en ambos polos de la pareja existe una doble perso-
nalidad: se es víctima y victimario. En el delito de duelo,
por ejemplo, correspectivamente los actores del suceso es-
tán concretamente dispuestos a matar o a morir. Me reíiero
al duelo criollo fundamentalmente en salvaguardia del
honor, ya que el duelo en las ciudades resulta ser, al
menos en Buenos Aires, un simulacro con balas de
fogueo o a primera s a n g r e . . . En el duelo, víctima y vic-
timario se definen por la destreza, la valentía, y, a veces,
por el azar.

9 . ¿Es la victimología una ciencia autónoma?

Mendelshon entrevio a la victimología como una


ciencia autónoma y bregó para que así se la considere.
Todos a una, los autores que se ocupan aunque fuere
tangencialmente de ella, explican que se trata de una
rama integrativa o auxiliar de la criminología, y encuen-
tran que la postura del citado autor parece excesiva.
Resulta particularmente unamunesco, pero para gran
parte de penalistas y algunos criminólogos, la criminología'
no es ciencia autónoma, con lo cual se crea un laberinto
infernal: ¿La victimología podría ser ciencia autónoma de
otra que no lo es?
En nuestro país, como en casi todos los de América
latina y Europa, la criminología se estudia en seminarios
y da lugar a jornadas, congresos que casi nunca hablan
de la materia, sino del derecho penal. Es que la disciplina
no ha obtenido aval de ciencia, y ello equivale a someterla
LA VICTIMOLOGÍA EN LA CIENCIA PENAL 39

a un renovado examen de su objeto, método y estructura.


Examen que para los penalistas no ha aprobado y difícil^
mente aprobará. Se la enseña muy brevemente en el .pro-
grama de estudios de la parte general de derecho penal,
junto a la penología, como una formulación difusa para
la interpretación y como una rama auxiliar del derecho
penal, integrándolo. Es posible que en las Facultades de
Derecho pueda llegar a estudiarse criminología, si alguna
vez se llega a codificar. . .
Si la victimología reclama autonomía científica, ya
se sabe la suerte que ha de correr. Quedará sepul-
tada como una "disciplina discutida", según la llama
Rivacoba ^°.
He sostenido ^^ que hay que dejar de lado discusio-
nes bizantinas sobre la autonomía de ía criminología e in-
sisto en que se la debe estudiar, desde diversos ángulos,
con el aporte interdisciplinario que propone.
Parece una antigualla que en estos tiempos en que
las ciencias se apelan unas a las otras, a punto tal que
ya no quedan sin mácula aquellas que se denominan
"puras" (recuérdense los esponsales entre las matemá-
ticas y la genética, por ejemplo), sigamos con la discu-
sión menuda sobre la autonomía de la criminología o la
victimología. Tal vez investigándolas y estudiándolas
perdamos en "rigor" o en respeto a los métodos científicos
y a las normas objetivas de causalidad, pero ganaremos
en ¡a vitalidad de una mejor comprensión de los hombres
y de la sociedad que los rodea: y, fundamentalmente, en
materia de política de prevención delictual.
Pongo de relieve que ciertos investigadores que se
formulan a la victimología como dependiente de la cri-
minología, ensanchan cada vez más sus objetivos y tcma-

1'" Elementos de ctiminologia, cit, p. 251.


II Las penas de un penalista, ps. 62 a 64.
40 VlCTIMOLOGÍA

rios, según ocurre en los simposios referidos en el


parágrafo 6.
M e uno a quienes entienden que actualmente la vic-
timología forma parte de la criminología, pero adelanto
que se trata de una certidumbre provisional y que el de-
curso y auge de la criminología, por un lado, y la victi-
mología, por el otro, podrán favorecer un cambio de
criterio.
Los primeros pasos en esta disciplina llevan a esta-
blecer, de manera científica, las leyes que presiden los
procesos de victimización y los factores personales y
sociales que atañen a tal victimización. E n el caso de la
"pareja penal" se deberá tener en cuenta cuáles fueron
los elementos que han servido al deseo de incrementar
actitudes criminales y cuáles loe que debilitaron o inhi-
bieron la resistencia de la víctima contra el crimen. H a b r á
que estudiar pormenorizadamente las predisposiciones
que tornan a mucha gente más vulnerable a ser victimi-
zada o atacada criminalmente.
U n a de las ideas que va ganando consenso mayori-
tario, ante la exagerada tendencia de ciertas personas a
convertirse en víctimas, es que tal reiteración puede dar
lugar a cierto peligro social. Se viene propugnando la
posibilidad de aplicar medidas de seguridad curativas
(ver parágrafos 75 y 76) a esas personas creadoras de
perturbaciones del orden, tal como si fueran instigadores
del delito. H a b r á que protegerlas contra el daño público
y privado que pueden infligir o infligirse.
E n el otro extremo están los que pretenden, como
Mendelshon, ubicar a la víctima en un rol protagónico
en la etiología delictiva. Consecuentemente se desplaza
al autor. Del fervor por la actitud victimal ce pasa al
"enamoramiento" y la exculpación moral y hasta legal
del delincuente. Se llega en ciertos delitos a ubicar al
LA VICTIMOLOGÍA EN LA CIENCIA PENAL 41

agredido como figura central del hecho criminal. Es po-


sible que sin su accionar decisorio, el delito no pudiese
ocurrir.
Por ese cammo no creo se vaya a liberar a la vic-
timología y erigirla en ciencia. Me excluyo de dar ese
paso aun advirtiendo la existencia de víctimas coadyu-
vantes y provocadoras en grado sumo, perseguidoras
has<^a el ruego. Es que el "protagonista" es y será siempre
el delincuente, a quien, por así decirlo, la víctima seduce
en ciertos casos. Así se trate de esa carrera vivaz entre
la inteligencia atrapante y la avidez material, que define
a la estafa, la mano del delincuente es la que concreta el
delito y adjetiva las fases del derecho punitivo y la
criminología.
^ En síntesis: puede considerarse actualmente a la
victimología un ramal de la criminología, según la consa-
gra la inmensa mayoría de autores e investigadores. Pero
en cuanto amplíe su campo de acción y operatividad a
todas las víctimas sociales y a aquellas que provienen de
la com'sión de delitos no convencionales, no investigados,
cualquiera sea el sistema político e ideológico que las
prohije, habrá que rever y replantear el concepto.
Son también víctimas las de los accidentes de traba-
jo, los enfermos, los ancianos, los niños abandonados a
su suerte, los oligofrénicos, los locos, los minusválidos, los
reclusos, los liberados de la prisión de manera definitiva
o condicional; los marginados y sumergidos sociales. Sin
olvidar a las minorías raciales, religiosas e ideológicas;
los homosexuales; y, fundamentalmente, la gran masa
humana damnificada "desde arriba" por los abusos del
poder y del terrorismo, sea ác pseudogrupos políticos o
del Estado. ^
El tiempo dirá si la victimología se constituirá en el
futu' o en la ciencia que se encargue de toda clase de víc-
42 ViCTIMOLOGÍA

timas (sociales y penales). Si así ocurre, habrá que reco-


nocer el nacimiento de esa nueva ciencia de las victimas
in genere que, ineludiblemente, deberá tener en su seno
el acopio y la información multidisciplinar pertinente.

10. El inexplicable olvido de la víctima.

En este laberíntico mundo que habitamos da la im-


presión de que el criminal promueve una mayor identifi-
cación, una suerte de mayor respeto, por parte tanto del
estudioso de las disciplinas penales como del hombre
común. Apela con su acto a las profundas solicitaciones
inconscientes hacia el delito. Solicitaciones inconscientes
que no se canalizan porque factores constructivos de la
personalidad, aprehendidos por razones de educación,
posibilidades sociales de toda índole (buena salud y eco-
nomía) inhiben desplegar. Pero la conducta delictual
reside en nuestra más esencial naturaleza y suele expre-
sarse en actos fallidos, sueños, fantaseos y tam^bién en
pequeños actos delictivos.
El delincuente canaliza esa tendencia y adjetiva lo
que inconscientemente desearíamos realizar y trabamos
con el buen reflejo de los frenos inhibitorios. Esto acarrea
una forzosa conclusión: nadie desea identificarse con la
víctima o, en todo caso, tai identificación lo es en grado
superlativamente menor.
Por razones de temores y fantasmas, que la psicolo-
gía profunda ha anahzado -—temores y fantasmas que
nos acometen porque residen en nuestro interior'—, ve-
mos en el delincuente el estilete latente, dañoso, injusto,
cruel, pero de un sustancial atractivo. En cambio, la víc-
tima nos parece innocua, sin incentivos. Nadie desea ser
robado, lesionado, torturado. . .
LA VICTIMOLOGÍA EN LA CIENCIA PENAL 43

El hombre, en el mundo actual, se encuentra impul-


sado más hacia la destrucción que hacia la construcción.
Sólo interesa un abyecto progreso rectilíneo e ilimitado y
para eso será preciso uniformarlo, vaciarlo por dentro,
aniquilando sus raíces y contenidos espirituales y minimi-
zarlo a la categoría de robot. Así será más fácil dirigirlo
en el futuro.
Ya no podremos los humanos contener la fuerza de
destrucción nuclear que hemos creado y estamos almace-
nando para lanzarnos a guerras en nombre de la paz, es-
tigmatizando la tierra que pisamos, depredándola. Si al
dehto se lo identifica con la violencia y la destrucción,
bien está que nos seduzca más el delincuente que la víc-
tima. Para demostrarlo bastará recordar la victimización
diaria de inocentes. Leemos ios periódicos y, del horror
inicial, hemos pasado a la internalización como si fuera
una noticia deportiva más.
La omisión de la víctima ha sido perjudicial en pri-
mer lugar para la propia víctim.a, que tanta relevancia
había tenido en los tiempos de la "venganza privada" y,
más tarde, de la "compensación" o "composición" (ver
parágrafo 79), pero también para el armónico estudio de
la criminología y la política criminológica. Desde antes
de Lombroso ya se habían puesto los ojos en el criminal.
La víctima, el agredido por el delito, resultaba siempre
por sublime naturaleza "inocente". Como si lo ocurrido
"podría pasarle a cualquiera".
En la actualidad se estudia, clasifica, castiga, prote-
ge, e intenta readaptar socialmente —aunque la expre-
sión se torna cada vez más difusa^ y se trata de mitigar
y humanizar la sanción penal del delincuente, eje indis-
cutido de toda lucubración. Se ponen a su servicio ciencia
y técnica, más todos los medios posibles.
44 VlCTIMOLOGÍA

No hay más que observar el cuidado y trato que me-


rece el victimario en las obras de dogmática penal como en
las de criminología y sus múltiples disciplinas que le con-
vergen. Nada más que abordar la temática de los últimos
setenta años en jornadas, congresos, cursos y simposios
nacionales e internacionales para advertir que la víctima
no interesa.
Se es delincuente cuando por un hacer u omitir se
infringe la ley penal. Ésa es la única oportunidad, por
así decirlo, de figuración que alcanza. En cambio, se pue-
de llegar a la situación de víctima, en amplio sentido, por
la actividad de ese delincuente cualquiera sea la interre-
lación criminogenética; pero también por minusvalías de
tipo físico y síquico o por propia decisión (caso de suici-
dio), sin implicancias exógenas; devenir víctima de la du-
reza de la ley procesal y penal, del poder abusivo que se
ejerce desde el gobierno, por opresión colectiva e indivi-
dual, por razones de raza, credo religioso o ideas políti-
cas; sumergido social por razones de índole económica y
estructural de la sociedad; por razones atinentes a la tec-
nología, por ejemplo, en una represa nuclear. Y a todo
ello habría que sumarle factores sociales predisponentes
de carácter endógeno (enfermedad, niñez, locura, minus-
valía física, ancianidad, etc.) y exógeno (condiciones
meteorológicas: terremoto, rayos, lluvia).
Sin embargo, se observa una actitud científica reve-
rencial respecto del delincuente.
Las disciplinas integrativas de la criminología, entre
eüas, la psicología, la sociología o la antropología, han
favorecido ese cuito estudiándolo desde sus puntos de
mira a veces deterministas. La llamada criminología clíni-
ca centró tanto su estudio en el delincuente que es posible
haya olvidado los cambios sociales. Ha venido investi-
gando de espaldas a la realidad sociopolítica.
LA VICTIMOLOGÍA EN LA CIENCIA PENAL 45

Desde hace relativamente poco tiempo, empero, se


trata de reparar el error a través de las jornadas de la
Sociedad Internacional de Criminología y de la O.N.U.,
ya señaladas, y de una cada vez más abundante biblio-
grafía. En la Argentina el tema comienza a balbucearse
y es de esperar se reponga en poco tiempo a las víctimas,
comenzando por los ofendidos por el delito, en el sitial
que humana y científicamente merecen.
Las consecuencias de ese estudio son impredecibles
y surtirán un enriquecimiento de ideas, entre los escozo-
res de la novedad que tanto asusta a las mentalidades
tradicionalistas que no parecen pertenecer a un mundo de
cuatro dimensiones. La justicia resplandecerá con el es-
tudio del agredido, se comprenderá mejor la conducta del
transgresor, las sentencias serán más justas.
No puede explicarse el fenómeno criminal sin la pre-
sencia de la víctima. Será preciso su análisis e investiga-
ción, que revelan, en múltiples delitos, la cada vez más
tangible interacción con el delincuente, a punto tal que,
sin ella, no puede comprenderse debidamente la conducta
de éste.
La víctima —para evitar inútiles eufemismos— no
está más allá del bien o del mal, sólo que las conclusiones
pueden ser sorprendentes cuando irrumpe activamente in-
citando, provocando en sentido genérico, cooperando y
aun rogando la conducta criminal que humana y penal-
mente la agrede.
El avance en el estudio repercutirá saludablemente
para una mejor consideración y amparo de las víctimas.
Sobre todo en cuanto a la indemnización privada o esta-
tal, reconociéndoseles los derechos humanos inherentes a
su propia dignidad, su incapacidad proveniente del deli-
to, su sufrimiento y el de sus familiares.
46 VlCTIMOLOGÍA

10 bis . La "cifra negra" de 3a crirríinalidad en la delincuencia


convencional.

El estudio de las víctimas implica un acercamiento


directo a la "cifra negra" de la criminalidad convencio-
nal y permite atisbar buenas posibilidades sobre algunas
otras ilicitudes penales no convencionales. Esa cara ocul-
ta, ese otro lado silenciado y silencioso de la víctima, pre-
supone la aprehensión de parte de las conductas antiso-
ciales de relevancia penal que no llegan a conocimiento
de la justicia o de la policía y que se han dado en llamar
"cifra negra".
Interesan a una investigación victimológica, sexo,
edad, origen, clase social, profesión, religión, estado ci-
vil, familia, parentesco (en su caso), etc. de la víctima y
los motivos que la impulsaron a no hacer denuncia del
hecho que la agravia. Dentro de los datos habrá que in-
vestigar el marco sociocultural del cual proviene, la idio-
sincrasia de la población en amplio sentido, el tipo de de-
lito, los medios empleados para su comisión, personalidad
del victimario a través del ofendido.
Al menos en América latina son pocas las investiga-
ciones de campo que, contando con esos elementos y mu-
chos otros y con un cuestionario bien estructurado, se
lanzan a la búsqueda indeterminada o perfectamente de-
terminada de personas para lograr investigar el porqué
del ocultamiento del delito.
Resulta muy meritoria, en tal sentido, la tarea lleva-
da a cabo por Rodríguez Manzanera en Jalapa, una ciu-
dad mexicana situada en el estado de Veracruz donde,
con ayuda de alumnos de la Universidad, encuesto a 3.000
personas (fueron utilizables 2405 cuestionarios) a fin de
establecer la victimización oculta y, por ende, la "cifra
LA VICTIMOLOGÍA EN LA CIENCIA PENAL . 47

n e g r a " de la criminalidad ^^ entre similar cantidad de


mujeres y hombres elegidos al azar. U n a de cada dos
personas aceptó ser víctima de un delito durante el año
1975, lo que llamó la atención del investigador, que dedujo
con asombro la alta tasa de hechos que no llegan a cono-
cimiento de la justicia.
Las conclusiones que de momento interesa señalar
y que probablemente sean válidas para otras comunida-
des latinoamericanas, son éstas: el 40 % conocía a sus
victimarios por "cercanía victimal"; la mayoría de tales
victimarios son jóvenes menores de 25 años, según señala
el 66 % de los entrevistados. Solamente el 22,34 % de
las víctimas denunció el delito, lo que indicaría que 4 de
cada 5 delitos quedan en la cifra negra y no son conoci-
dos por las autoridades (al menos por denuncia del dam-
nificado). Las razones que invocan son terminantes y
muy claras. El 45 % dijo: "no se hace nada", "es inútil",
"sólo se pierde tiempo". Se agrega un 26 % que consi-
dera que "el hecho no valía la pena" o que tenían cosas
más importantes que hacer. . .
" L a desconfianza en las autoridades es proyectada
por la mayoría de las víctimas y parece convertirse en la
primera causa de impunidad de los victimarios".
El miedo a la venganza alcanza al 11 % y el temor
o vergüenza a la investigación policial llega al 8,2 %,
siendo más notable en las mujeres, sobre todo víctimas
de delitos sexuales. D e ahí que expresa Rodríguez M a n -
zanera: "El miedo a la venganza puede considerarse
como falta de fe en las autoridades, a igual que el te-
mor o vergüenza a la investigación, lo que hace necesaria

12 Luis Rodríguez Manzanera, Vic'imización en ana ciudad mexicana,


en "Rev. Ilanud, al día" (órgano del Instituto Latinoamericano de Crimino-
logía para la prevención del delito y tratamiento del delincuente de la O N U ) ,
año 4, n ' 10, abril de 1981, San José, Costa Rica, ps. 77 a 8Í.
•18 VlCTIMOLOGÍA

la capacitación de oficiales de policía para el desarrollo


de interrogatorios técnicos y no traumatizantes, principal-
mente de mujeres, para interrogar víctimas femeninas"
(ob. cit., p, 80).
Otro trabajo de mérito fue efectuado en el Instituto
Vasco de Criminología sobre un estudio criminológico de
sentencias del fuero penal, por su director Antonio Be-
ristain y un grupo de profesionales ^^. Se trata de estudiar
sobre hechos constatados y condenados lo atinente al
sexo, edad y demás datos de la víctima, cuantía de lo sus-
traído y valor de lo dañado, tipo de lesiones, etc., con el
fin de establecer parámetros concretos de victimación.
La "cifra negra" de delitos tradicionales de la que
siempre se ha hablado hace que las estadísticas en mate-
ria penal tengan casi siempre un valor no desechable
pero indiciario. Las razones que inhiben la denuncia de
estos hechos penales tradicionales aparecen enunciadas
en un trabajo de Marchiori ". Ellas son:
1 . El temor del victimizado a serlo nuevamente.
Miedo al autor del dehto.
2. Por considerar que no es grave la conducta le-
siva.
3 . No confiar en la justicia.
4. Temor a perjudicar al autor porque es miem-
bro de la famillia.
5. La pérdida de tiempo que implican la denuncia y
los trámites judiciales.
6. La víctima agredió al autor y se sabe tan res-
ponsable del delito como éste.
7. La denuncia la parjudica: violación, estafa, etc.

'•*' A. Beristam, B. Casares, ]. L. Cucstn, I. Muñagorri, L. Muñoz y


'M. }. Virto, Estadio criminológico de sentencias en materia penal, publicación
del Instituto de Criminología de la Univers dad Complutense, Madrid, 1983.
^* Hilda Marchiori, La víctima del delito, artículo inédito.
L A VICTIMOLOGÍA EN LA CIENCIA PENAL 49

8. La víctima no tiene pruebas o desconoce al


autor.
9. Para evitar ser victimizados nuevamente por la
policía, peritos forenses, jueces.
10. Por la presión familiar y social al ser identifi-
cada como víctima de ciertos delitos que la
marginan y humillan.
Podrían agregarse otros casos habituales, como, por
ejemplo, el simple y llano desconocimiento de la ley o el
temor a la policía cuando ésta no está cerca del pueblo y
asume un carácter únicamente represivo; el temor a gas-
tos; la preservación de la vida de un familiar o un amigo
en ciertos delitos como el secuestro extorsivo.
Será preciso investigar esta victimización oculta den-
tro del marco de una política criminológica preventivista.
Este tipo de estudios puede aclarar los motivos por los
cuales la gente se abstiene de informar y cuál es la real
criminalidad ^®.

11 . Los regímenes socio-políMcos, los delitos no


convencionales y la "pareja penal".

No es posible investigar en criminología o pretender


elaborar programas de política criminológica, de espaldas
a la realidad acuciante de nuestros días, sin tener la
exacta dimensión de los regímenes socio-políticos que
aparecen como condicionantes de la deplorable violencia

15 E n los Estados Unidos, la comisión presidencial que se encarga del


cumplimiento de la ley y de la administración de justicia inició el primer estudio
en el plano nacional sobre la victimización criminal, a fin de establecer la can-
tidad de delitos no denunciados. Igualmente, en Costa Rica se efectuó un es-
tudio nacional de victimización en 1979, pero sus datos no fueron analizados.
Ver Luis Salas, La ¡ustiiiceición de los estudios de victimización en América
latina, en "Rev. Ilanud, al día", año 4, n ' 10, abril 1981, San José, Costa
Rica, p. 37.
50 VlCTIMOLOGÍA

que sacude y envuelve a distintas comunidades sociales.


La tortura síquica y física ha recrudecido de manera inu^
sitada, los secuestros y desaparición de personas, la per-
secución a los disidentes políticos o sospechosos por sus
ideas, el espionaje, la rebelión y traición, la sedición y
quiebra de la estabilidad institucional de gobiernos legí-
timamente elegidos por el pueblo (de lo que en Latino-
américa tenemos trágicos ejemplos), el abuso del poder,
en fin, ponen al investigador ante una problemática difi-
cultosa que, no pocas veces y por motivos que no es el
caso señalar, deja deliberadamente abandonada. Y así
vuelve a abocarse, una vez más, a la pequeña esfera de
los delitos convencionales que nutrió el estudio criminoló-
gico, y a los sistemas penales vigentes hasta la actua-
lidad.
Igualmente, será preciso estudiar criminológicamen-
te la violencia terrorista y guerrillera que ha encontrado
en el crimen una forma de liberación y que dice represen-
tar a los pueblos oprimidos, aunque no posee siquiera el
consenso de éstos. Esa prejustificación del crimen, implí-
cita en el accionar de estos grupos, conlleva inexorable-
mente a nuevas formas de violencia, opresión y esclavitud
mucho más graves de lo que se pretende liberar. Se sabe
de antiguo que cuando se debe apelar políticamente a la
violencia homicida es porque se ha perdido el sentido éti-
co de la vida y se delata la inexorable presencia de la
propia insuficiencia y debilidad.
Tanto el liberalismo económico, que suele informar
a la sociedad capitalista de producción y consumo, cuan-
to el marxismo colectivista, parecieran sacralizar y abso-
lutizar las ideologías e intereses que las definen. A través
de ellas se da respuesta a todo. Así se deben instru-
mentar seres humanos, degradarlos en su dignidad, bas-
tardear instituciones y derechos, porque lo único que im-
LA VICTIMOLOGÍA EN LA CIENCIA PENAL 51

porta es el logro de los fines para una supuesta felicidad


desplazada al futuro de un tiempo inescrutable.
En ninguno de estos sistemas el hombre, honesta-
mente, interesa.
Al liberalismo económico capitalista, si bien aparece
cobijando la libertad creadora individual, lo que le im-
porta es la riqueza y el lucro como motor del progreso
económico. Sus tecnócratas suelen creer que todo: espí-
ritu, cultura, instrucción, educación, pasa por ese progreso
económico sin límites que implica concurrencia competi-
tiva como ley primordial, propiedad privada de medios de
producción como derecho absoluto y sin cortapisa, sin las
obligaciones sociales y morales correspondientes. Y así
los privilegios ilegítimos impelen a una situación de de-
pendencia opresiva tanto en lo interno como en lo inter-
nacional.
También el colectivismo marxista conduce a una ido-
latría de la riqueza a través de la dialéctica de la lucha
de clases que acepta como meta la dictadura del proleta-
riado. La búsqueda de tal hallazgo deriva, al menos en
la Unión Soviética y sus acólitos, en la dictadura del par-
tido. Se forma así un régimen totalitario cerrado a las po-
sibilidades de la simple crítica y el disenso. Y, al fin, la
masificación del hombre, salvo la del grupo dirigente, que
posee una situación de claro privilegio.
En los países de América latina, en los últimos tiem-
pos, se ha introducido una filosofícula: la llamada doctri-
na de la seguridad nacional vinculada a un determinado
modelo económico que bien puede ser el del liberalismo,
que deriva en el beneficio de élites. Se suprime la partici-
pación del pueblo en cualquier tipo de manifestación y
decisión; se entroniza a esta doctrina como la defensora
de un sentido de vida, el de la civilización occidental y
cristiana, que no se sabe a ciencia cierta en qué consiste;
52 VlCTIMOLOGÍA

se impone la fuerza militar y policial y se conduce delibe-


radamente a una profunda desigualdad de participación y
a una suerte de respeto verticalista y opresivo.
Esta somera descripción permite apreciar que casi
todos los delitos arriba mencionados de una manera no
exhaustiva, se producen casi siempre bajo estos sistemas
totalitarios de derecha e izquierda, aunque algunos crimi-
nólogos radicalizados, que se dicen progresistas desde
detrás de sus escritorios, sin el mínimo diapasón por el
dolor humano, se jactan en endilgar la violencia de estos
tiempos a determinados sistemas sociales.
Es en la democracia, con todos sus errores y falencias,
donde la dignidad y los derechos humanos tienen, quizá,
la última posibilidad de acceder al respeto y a la cabal
consideración que merecen. Cuando el ser humano intere-
sa per se, por su simple virtualidad de ser, será posible
planificar sensata y seriamente respecto de su presente y
de su futuro.
Frente a tantos casos de seres doblados por las tra-
gedias de sus vidas —sean victimarios o víctimas— es ne-
cesario establecer una política o un programa preventivo
para su seguridad y un sistema penal social amplio y sin
desigualdades.
La delincuencia no convencional que surge en los
países de régimen totalitario, y la violencia que por razo-
nes totalitarias trata de doblegar a países democráticos
(caso España), aparecen como un fenómeno socio-políti-
co. Es por eso que las estadísticas criminales dibujan de-
litos tradicionales mientras sus autores pueblan las cárceles
de prevenidos o de condenados. No es fácil que tales esta-
dísticas establezcan los genocidios, etnocidios, o los delitos
provenientes del exceso de poder gubernamental que no
sólo se refieren al terror y la tortura sino que pasan por los
LA VICTIMOLOGÍA EN LA CIENCIA PENAL 53

grandes y graves delitos económicos y financieros, in-


dustriales, etc.
Señala López Rey y Arrojo, durante casi 30 años jefe
de la Sección de Prevención del Delito de la O.N.U.:
"En términos generales puede decirse que la criminalidad
no convencional es expresión del abuso del poder políti-
co, ideológico, económico, industrial y otros varios aspec-
tos no siempre fácilmente separables. Ello ha dado lugar
a que las Naciones Unidas presten particular atención a
la criminalidad derivada de dichas modalidades del poder
bajo el título de Crimen y Abuso de Poder: delitos y de-
lincuentes fuera de la ley que fue discutido en el congreso
de Caracas de 1980" ^\
El profesor español efectúa una enunciación de las
múltiples modalidades del abuso de poder que es la que,
a su criterio -—que comparto—, da lugar al mayor número
de delitos innominados:
a) Abuso de poder económico, industrial, financiero,
bancario, tecnológico y científico. En tales modalidades,
las grandes empresas multinacionales juegan un papel pre-
dominante pero no el único.
Por supuesto que no es el único, ya que tales empre-
sas requieren de un asentamiento y un eco en funcionarios
administrativos, militares y civiles que conocen perfecta-
mente sus manipulaciones y delitos, en detrimento siempre
de la economía y de los intereses nacionales.
b) La desestabilización por motivos político-económi-
cos de regímenes legítimamente establecidos (levantamien-
to, golpe, insurrección, rebelión, etc.). Y, asimismo, la
invasión o intervención de un país disimulada bajo una pe-
tición o por la existencia de una presunta situación crítica.
18 Manuel López Rey y Arrojo, Criminología Internacional, publicación
del Instituto de Criminología de la Universidad Complutense de Madrid, en la
Colección de Criminologia y Derecho Penal, Madrid, 1983. Del mismo autor.
Criminalidad y abuso de poder, Ed. Tecnos, Madrid, 1983.
"íi VlCTIMOLOGÍA

c) El fraude económico. Dentro de una inacabable


lista de modalidades, sobresalen la evasión de capitales,
la ocultación de beneficios, la sirrulación de balances, la
concesión de monopolios ilegítimos, fraudes en la importa-
ción y exportación de mercancías, especulaciones prohibi-
das, transferencias de bienes o existencias ilegales, frau-
des en los planes de urbanización y obras de interés
general y pagos ilícitos vulgarmente llamados "coimas" o
"cometa" en nuestro país.
d) La persecución polítxa a toda persona o grupo
considerada como contraria o dudosa respecto del régimen
imperante, mediante la utilización de los servicios policia-
les, militares, paramiliíares, judiciales, fiscales, etc.
Bien conocemos en Latinoamérica que la simple disi-
dencia sin participación en actividad revolucionaria e in-
cluso política puede ser objeto de persecución. Basta, en
ocasiones, aparecer en la agenda de algún detenido, vin-
culado o no a la subversión. También suele sufrir el arresto
como rehén por algún familiar hasta que éste se entregue
a los perseguidores. Delitos de amistad o de parentesco. . .
que se materializan en detenciones sine die, uso de tormen-
tos, castigos crueles e infrahumanos, ejecuciones, desapa-
riciones, pena de muerte opresora y arbitraria. Esos actos
pueden ser también llevados a cabo por facciones u orga-
nizaciones autotituladas revolucionarias de derecha o de
izquierda que poseen "tribunales y cárceles del pueblo".
e) Estrechamente unido a lo señalado en el párrafo
anterior se halla el grupo de delitos vinculados al terro-
rismo, cuyas modalidades son varias. Asesinatos, lesiones
corporales, tenencia de armas de guerra, imposición de
"impuestos revolucionarios", tal como ocurre en estos días
con la organización vasca Eía, asaltos, secuestros extorsi-
vos, robos.
LA VICTIMOLOGÍA EN LA CIENCIA PENAL 55

f) Producción industrial dañosa que escapa intencio-


nal o culposamente al debido control sobre la producción
industrial, alimentación, farmacología, protección debida
al medio ambiente o a la salud que provoca defunciones,
enfermedades.
g) El funcionamiento deficiente o abusivo del sis-
tema penal, que se manifiesta de manera especial, pero
no únicamente, en el creciente número de detenciones pre-
ventivas por largos periodos de tiempo y en la carencia
de defensa o asistencia legal.
La no investigación o la investigación deficiente de
ciertos delitos, el rápido archivo de los habtas corpus,
el pedido de instrucciones al poder administrador y la
captación, a través de ciertas m-edidas judiciales, de la
buena voluntad de dicho poder.
h) El uso abusivo de los medios de comunicación
llamados a servir los intereses del sistema. Obviamente,
esto ocurre en los países capitalistas y marxistas y debe
prestarse una atención sagaz en el estudio del lenguaje
directo y subliminar que se emplea.
El cúmulo de estos delitos no convencionales plan-
tea la necesidad de una criminología inmersa en la reali-
dad sociopolítica, atenta a la brutal violencia reinante y
al menosprecio de los Derechos Humanos. Una ciencia
para la libertad más que para la búsqueda de normas cau-
sales y axiomáticas que día a día habrá que poner en
crítica revisión.
La "pareja penal" es importante para una victimo-
logía escueta, proveniente de una criminología clínica
tradicional que investiga delincuentes convencionales pri-
vados de libertad. Seguirá siendo importante en la eluci-
dación de interrelaciones individuales que atañen a los
hechos ilícitos más tradicionales (homicidio, robo, hurto,
violación, estupro, privación de libertad, etc.) y en la me-
56 VlCTIMOIX>GÍA

dida en que sus autores sigan poblando las cárceles o si-


quiera estén bajo proceso.
Dicha "pareja penal" se ve superada por los críme-
nes no convencionales y por la violencia actual, con las
modalidades enunciadas párrafos arriba. En estos casos
queda inerme, sin relación alguna con el victimario o agre-
sor, un pueblo victimizado. Será difícil hallar la "pareja
penal" en hechos cometidos mediante técnicas modernas.
Piénsese en un delito que se comete en pocos segundos
a través de una computadora cuyos efectos se producen
donde se encuentran las víctimas ¡a 20.000 kms. de dis-
tancia!
CAPÍTULO II

T I P O L O G Í A D E LAS V Í C T I M A S

12. La clasificación de las víctimas de Mendeishon.

Para Mendeishon la víctima puede ser tan culpable


como el crimina] en el hecho delictivo. Esta relación entre
criminal y víctima se establece claramente, según advier-
te, al estudiar motivación y reacción en la "pareja penal",
lo que daría lugar a la repartición similar de responsabi-
lidades penales. Dependerá del examen de cada caso
concreto la determinación de esta circunstancia.
Establece un esquema gráfico de dos polos opuestos,
que determina uno con O de culpabilidad y el otro con
100. Explica que la víctima que no es responsable crimi-
nológica ni penalmente estaría situada en el O y el crimi-
nal, obviamente, en los 100 grados. Sostiene que en la
relación de la "pareja penal" es común encontrar que la
posición del criminal y la víctima no se encuentran en
polos opuestos sino en posiciones intermedias. Basándose
en este tipo de esquemas y según sean las relaciones en-
tre ellos, elabora diversas categorías de víctimas:

a) La víctima enteramente inocente o víctima ideal.

Es la que se suele denominar víctima anónima que


nada ha hecho o nada ha aportado para desencadenar la
situación criminal por la que se ve damnificada. Es total-
"SS VlCTIMOLOGÍA

mente ajena a la actividad del criminal: el caso de la mu-


jer a la cual el delincuente le arrebata un bolso que lleva
consigo. Al delincuente le da lo mismo que sea ella u otra.
Le interesa sólo el bolso y su contenido,

b) La víctima de culpabilidad menor


o por ignorancia.

En este caso se da un cierto impulso no voluntario al


delito. Pero el sujeto por cierto grado de culpa o por me-
dio de un acto poco reflexivo causa su propia victimación.
Es el caso de la pareja de enamorados que mantiene re-
laciones sexuales al aire libre o en un sitio no muy oculto
de las miradas o de la posibilidad de ser advertidos. Son
atacados por una pandilla y sucede la violación de la mu-
chacha y la muerte del joven amante.

c) La víctima es tan culpable como el infractor


(víctima voluntaria).

1) Los que cometen suicidio tirándolo a la suerte.


2) El suicidio por adhesión.
3) El caso de eutanasia en que la víctima sufre de
una enfermedad incurable (o ha tenido un accidente gra-
vísimo aislado de toda posibilidad médica) y no pudiendo
soportar los dolores implora que se le ayude a morir.
Aduce Mendelshon que en estos casos la víctima es tan
o más responsable que el autor.
Siempre debería despuntar un análisis lógico crítico
de los hechos. Supóngase un médico que progresivamen-
te va señalando a su paciente que no tiene remedio y que
por lo tanto no le queda otra posibilidad que morir, hasta
que el enfermo le solicita la inyección letal. En este caso
cabría una clara instigación y ya no se trataría de la
víctima suplicadora que por su propia voluntad y ante sus
TIPOLOGÍA DE L^s VÍCTIMAS 59

crueles padecimientos, solicita desesperadamente la muer-


te. Para graduar certeramente la actividad del agredido
en la ocasión, es imprescindible efectuar una investiga-
ción previa y determinar frente a qué tipo de pareja
situarnos.
Enrico Ferri, en el prólogo de El suicidio, decía que;
"El que da muerte a otro con su consentimiento no es jurí-
dicamente responsable si ha sido determinado a la acción
no sólo por el consentimiento de la víctima sino por un
motivo moral, socia"^ y legítimo; en cambio, será jurídxa-
mente responsable si ese motivo en su acción es inmoral,
antisocial y antijurídico". Esta observación conduce dere-
chamente al problema de la legitimidad de la eutanasia.
Dependerá de la postura que se adopte respecto del con-
sentimiento de la víctima y si ésta ha sido la determinante
de la acción y si puede ser (o llegar a ser) causa de jus-
tificación pata el autor.
Quedaría también la tesis moral de justificación de
este homicidio según la apreciación que de la moral se
tenga en una estructura social dada. Existe al respecto un
precepto claro dentro de las sociedades occidentales ate-
nidas al principio "no matarás". Será preciso recordar
este precepto cuando el Estado aplica la pena de muerte,
que es un asesinato frío, legal, en día y hora determinada,
y que evidentemente no ayuda a "bien morir" a nadie. . .
4) La patela criminal. Se trata del mcubo y el súcu-
bo que intentan el suicidio y que ya ha sido tratado en
otro parágrafo.

d) La vícíima más culpable que el infractor.

Para Mendelshon los casos serían los siguientes:


1) La vícíima provocadora. Es aquella que por su
conducta incita al autor a cometer ilicitud penal. Este tipo
60 VlCTIMOLOGÍA

de víctima desarrolla un papel notable en la criminodina-


mia desde la génesis delictual, ya que tal incitación crea
y favorece la explosión previa a la descarga que significa
el crimen. El caso más común se da en los homicidios pa-
sionales, sobre todo en las celotipias cuando, por ejem-
plo, la mujer sabiendo que el marido es extremadamente
celoso lo provoca, lo azuza con su conducta inconsciente
a punto que produce la descarga que culmina en su
muerte.
2) La víctima por imprudencia. Es la que determina
el accidente por falta de control. Quien deja el automóvil
mal cerrado o con las llaves puestas da la impresión de
que estuviera llamando al ladrón. . .

e) La víctima más culpable^ o únicamente culpable.

Aquí Mendelshon efectúa una subclasificación:


1) La víctima-infractor. Se trata del sujeto que, co-
metiendo la infracción, resulta finalmente víctima. Es el
caso del culpable de homicidio por legítima defensa.
2) La víctima-simulante. Quien acusa y logra impu-
tar penalmente con el deseo concreto de que la justicia
cometa un error.
3) La víctima-imaginaria. Se trata por lo general de
individuos con serias psicopatías de carácter y conducta.
Es el caso del paranoico reivindicador; querulante; per-
seguido-perseguidor; interpretativo histérico; mitómano;
demente senil; del niño púber (sobre todo las jovencitas).
En estos casos no existe la víctima en el sentido exacto del
término porque simplemente no ha habido infracción. Sólo
sirve para señalar a un autor imaginario ante la justicia pe-
nal y habrá que evitar que se cometan errores judiciales
contra un inocente. En el proceso se debe seguir y perse-
TIPOLOGÍA DE LAS VÍCTIMAS 61

cjuir al presunto damnificado o víctima, teniendo muy en


mira que pueda resultar finalmente el cabal responsable del
hecho. Menciona los casos de la muchachita histérica que
induce a error a sus padres y, por ende, a la justicia, ya
que éstos denuncian a una persona por violación —que
resulta detenida y procesada— siendo que el delito nunca
había ocurrido.
Mendelshon concluye calificando a las víctimas des-
de el punto de vista represivo en:
1er. grupo: La víctima inocente. En este caso le será
aplicada al infractor la totalidad de la pena o integral,
sin ninguna disminución, debido a que la víctima no ha
tenido ningún rol.
2do. grupo: La víctima provocadora.
La víctima por imprudencia.
La víctima voluntaria.
La víctima por ignorancia.
Estas víctimas han colaborado en la acción nociva y
existe una culpabilidad recíproca, por lo cual la pena de-
be ser menor para el victimario.
Ser. grupo: La victima agresora.
La víctima simuladora.
La víctima imaginaria.
En estos casos son las víctimas las que cometen por
si la acción nociva y el inculpado debe ser excluido de
toda pena.
Una primera critica a esta última subclasificación es
que el investigador israelí incurre en una generalización
determinista. No se puede calificar la penaHdad o la san-
ción a priorí. En materia penal siempre se está frente a
situaciones singulares. No son partidas de ajedrez que
hasta cierto número de jugadas se conocen de antemano.
El hombre y sus actos merecen siempre el interrogante,
62 VlCTIMOLOGÍA

el asombro y, al fin, la comprensión. Que la víctima tenga


una actitud concreta provocadora y coadyuvante no im-
plica ignorar o desconocer la personalidad del autor del
suceso penal. Esta calificación no se puede hacer de an-
temano según sea la acción y participación de la víctima.
El delincuente es importante y es posible que sucum-
ba a la seducción de la víctima colaboradora cuando el
sujeto demuestra ser de una u otra forma socialmente pe-
ligroso. Es decir, bien pudo cometer el crimen sin la cola-
boración de la víctima que, en el caso, pasaría a ser acci-
dental. Se trata de una cuestión circunstancial a tener
muy en cuenta por el juzgador.
Sin desconocer que la víctima juegue decisivamente,
entre otras circunstancias, la convicción la dará el decurso
de la concreta producción de los hechos y sus motivacio-
nes. Esta elucidación permitirá graduar (no de la mane-
ra taxativa como lo hace Mendelshon) de una forma
mucho más controlada y ajustar la pena que en definitiva
deberá recaer.

] 3 . Tipdcgías vid-imales.

He mencionado en el parágrafo 5 la clasificación


propiciada por von Hentig incorporada a la victimología
como tradicional, aunque el transcurso de los años la ha
envejecido.
Luis Jiménez de Asúa ensaya una nueva clasifi-
cación y ubica a las víctimas en dos categorías sustan-
ciales: indifwentes y determinadas. Juega un papel
importante en esta calificación el plano y la óptica en el
que se mueve el delincuente. Dice: "Pensemos, por
ejemplo, en el que sale a la calle con el objeto de atracar
a cualquiera, al primer transeúnte. Para él la víctima es
indiferente: sea hombre o mujer, no le interesa ni su nom-
TIPOLOGÍA DE LAS VÍCTIMAS 63

bre ni su condición, lo único que le importa es apoderarse


de lo que lleva en el bolsillo, con el grito que se hizo fa-
moso en España de «la bolsa o la vida». Pero, en cambio,
otras veces la víctima no es indiferente. AI hombre que
mata a la mujer que le ha sido infiel, no le da igual ma-
tarla a ella que matar a otra mujer; tiene que ser deter-
minada, concreía, esa mujer, en el crimen pasional".
Más que una clasificación se trata de una sistema-
tización de tipo genérico y escueto atractivo. Propone
una nueva categorización entre las víctimas determinadas
a las que divide en resistentes y coadyuvantes, ya que ad-
vierte terminantemente que las víctimas anónimas o indefi-
nidas no tienen mayor interés para la victimología.
Pone como ejemplo concreto de víctima resistente a
quien ante un ataque con un cuchillo o un revólver, se
defiende de tal manera que pueda llegar a matar en le-
gítima defensa. En cambio, quien envenena a otro suele
pensar que la víctima será capaz de resistir y, por lo tanto,
supone que el intento puede quedar desbaratado y mata
no dando oportunidad de defensa.
Lo que acontece con los atentados contra la vida y
la integridad corporal, acaece también en los delitos con-
tra la propiedad. Al arrancarle un reloj a una persona se
le obliga a que lo entregue mediante intimidación, lo que
constituye el robo clásico. El medio empleado puede ser
también extorsivo y, otras veces, se emplea el ardid o en-
gaño. Señalaba que lo mismo acontece en los delitos con-
tra la honestidad.
Expresa Jiménez de Asúa: "Podemos poseer a la
mujer de modo violento, intimidándola, lo que implica
violación, o bien engañándola con la promesa de matri-
monio, lo que implica estupro. En el fondo se trata de
víctimas resistentes de modo expreso o presunto". Indu-
dablemente para la victimología, las víctimas más impor-
64 VlCnMOLOGÍA

Lantes, dentro de los delitos convencionales, son las co-


adijuvantes. En este rubro están comprendidas aquellas
que participan del tiranicidio, los homicidios "justicieros",
los homicidios pasionales, el duelo, la riña, el suicidio,
el rapto (incluso el consentido), los delitos sexuales, las
muertes y lesiones en accidentes causados por otros y,
fundamentalmente, en aquellos contra la propiedad, la
estafa.

14. Otras clasificaciones.

El investigador hindú Fattah efectúa una clasifica"


ción de las víctimas en la que, si bien se ciñe a conceptos
extraídos de von Hentig y Mendelshon, presenta ciertas
originalidades:

A) Víctima provocadora.
Es la que desempeña un rol decisivo desde el punto
de vista etiológico porque incita al delincuente a cometer
la infracción. Describe dos tipos: el pasivo y el activo.
1) El tipo pasivo (provocación indirecta). Es el in-
dividuo que por su negligencia o imprudencia favorece
la situación propicia del crimen, incitando indirectamente
al delincuente a accionar. Los ejemplos clásicos son el del
automovilista que deja sin cerrar correctamente su auto-
móvil en la vía pública o con las llaves puestas en su inte-
rior. O el del comerciante que expone la mercadería de
manera atrayente pero muy al "alcance" de los clientes
y sin vigilancia ostensible, tal como ocurre en ciertos
supermercados.
2) El tipo activo (provocación directa). Este tipo
de víctima desempeña un rol más concreto, relevante en
la descarga del crimen. Existen dos variedades:
TIPOLOGÍA DE LAS VÍCTIMAS 65

/) La víctima consciente es la que incita a la acción


como agente provocador o promotor. Desea el acto delic-
tuoso y hace todo lo que puede y está a su alcance para
que se produzca: toma la iniciativa, solicita, exige la in-
tervención. "Se encuentra a menudo a esta víctima insti-
gadora, rogante o solicitante en ciertos casos de homici-
dios deseados; de los menores que incitan al agente a
violar las leyes destinadas a su protección; o el de indivi-
duos incitando a alguien para que lo mutile a fin de sal-
varse del servicio militar; o el del aborto practicado sobre
la víctima a su pedido. Esa categoría de víctima —dice
Fattah— es entonces casi identificable con el malhechor
como su cómplice".
/ / ) La víctima no consciente que provoca la acción.
En estos casos la víctima, al contrario de lo señalado en
el tipo anterior, no incita al acto pero lo provoca con sus
reacciones conscientes o inconscientes. Las variedades
principales son:
a) La víctima del acto cometido por el otro en esta-
do de legítima defensa. Ha provocado con su agresión el
ataque que se emprendió contra ella y que pueden deter-
minar su muerte.
b) La víctima "iprecipitante". Este término señala a
la persona que ha provocado el acto cometido en su con-
tra, sea recurriendo a la fuerza física o mostrando un ar-
ma, por ejemplo.
c) La víctima que por actos injustos o bien por in-
sultos ha hecho perder al victimario su sangre fría y lo ha
incitado al atentado en su contra.
El otro gran grupo está señalado por:
66 VlCTIMOLOGÍA

B) Víctima participante.

Si bien la víctima provocadora desempeña un papel


preponderante en la génesis del crimen, la participante
se sitúa generalmente en la fase de la misma ejecución.
Su participación puede consistir en una actitud pasiva,
que facilita la ejecución del crimen, o en una forma activa.
Describe los siguientes casos:

1) El tipo pasivo: Se caracteriza por su actitud fa-


vorable a la realización del crimen. Pasividad que puede
tomar diversas formas:
Simple deseo de que el acto sea cometido.
Consentimiento: por persuasión; por ignorancia de
ía naturaleza del acto a causa de la edad joven; por defi-
ciencia mental.
Sumisión, resignación.
Complicidad.
Indiferencia, indolencia, apatía, letargo.
Todas estas actitudes son favorables a la ejecución
del crimen, sin alcanzar empero la deliberación que im-
plica el consentimiento.

2) El tipo activo: Aquí la víctima trae una partici-


pación directa en la infracción. Señala los siguientes
casos; la víctima contribuyente; la víctima cooperadora;
la víctima colaboradora; la víctima coadyuvante.
Explica Fattah que la víctima puede ser sucesivamen-
te provocadora (instigadora o suplicadora) en la fase de
descarga y participante en la fase de ejecución, constitu-
yendo en tal modo un tipo mixto. En estos casos desem-
peña un rol activo en el cometido de la infracción penal,
ya sea que actúe conjuntamente con el culpable (la menor
consciente en los casos de rapto o violación) o que preste
una ayuda o asistencia cualquiera al autor.
TIPOLOGÍA DE LAS VÍCTIMAS (H

De un trabajo de Hilda Marchiori (ob. cit.), extrai-


go una sistematización interesante referida fundamental-
mente a la relación autor-víctima del delito, en que se
analizan los mecanismos psicológicos de las circunstancias
del encuentro entre ambos: a) víctimas pertenecientes al
mismo grupo familiar del autor del delito; h) víctima cono-
cida; c) víctima desconocida.
En cuanto al primer grupo, señala el maltrato a me-
nores, homicidios por celos, alcoholismo, incesto y un
gran número de delitos que no son denunciados, como le-
siones e impudicicias con menores.
"Hay niños que desde los primeros meses de vida
y en algunos casos desde los primeros días, son víctimas
de maltrato, torturas, castigos generalmente ocasionados
por los padres o familiares del menor. Niños abandonados
y menores drogadictos que llegan a esta situación de de-
lincuencia por la carencia de cuidados maternales y de la
patología del núcleo familiar".
Menores explotados por sus padres en el plano la-
boral, que son estimulados a robar para asistir económi-
camente a la familia. Son víctimas que muy probablemen-
te se conviertan en futuros delincuentes.
En el homicidio por la "identificación emocional"
(celos), el agredido mantiene una relación sado-maso-
quista con el autor. Se observa que los celos entre la pareja
conducen inexorablemente a la autodestrucción. Y en el
homicidio que se produce en el grupo familiar tras la in-
gesta de alcohol, éste actúa como desinhibidor de la agre-
sión ya que generalmente existe una dinámica interna de
tipo persecutorio en el autor del delito.
En el caso de la víctima conocida para el autor, se
dan diversas circunstancias: cercanía domiciliaria, de tra-
bajo, etc., que permiten conocer la situación y costumbres
68 VlCTIMOLOGÍA

de la víctima, para cometer delitos de robo, sexuales, ho-


micidios por venganza, entre otros.
En los supuestos de víctima desconocida para el
autor, casi siempre existe una visualización previa de cier-
tas circunstancias, que también se refieren al lugar de
ocurrencia de la agresión, como en el caso de las pandillas
que hacen víctimas de delitos sexuales o el caso del ex-
hibicionista que efectúa una rápida selección de su víc-
tima impresionable frente a su conducta patológica. Mu-
chas prostitutas, por el simple hecho de ejercer tal co-
mercio, están propensas a ser víctimas de delitos de robo,
lesiones y, acaso, homicidio.

1 5 . M i clasificación. Víctimas individuales, familiares,


colectivas y sociales.

No resulta fácil asir el número, calidad y covariantes


de las víctimas individuales, bidimensionales y colectivas
o comunitarias en los tiempos que corren. No en todos los
casos se advierte activamente el mecanismo interaccional
entre los principales actores del delito. De ahí que con
respecto a los delitos convencionales parece muy poco lo
que se pudiera agregar. Por lo demás, ya se ha desandado
un cuarto de siglo desde que Mendelshon hablara de la
pareja penal y diera pie a su clasificación que otros auto-
res han retomado con ligeras variaciones. En ese lapso
se ha amplificado, paralelamente, la cantidad de delitos
no convencionales, y la celebérrima "pareja penal", como
ya he dicho, no puede celebrar ningún connubio, desde
que pocos victimizan a muchos, sin siquiera conocerse,
aunque se sabe que la víctima siempre está allí. . .
Recogiendo esas experiencias pretendo esbozar una
clasificación más moderna y dinámica, cuya característica
esencial estriba en que no es —-ni podría ser— exhaustiva.
TIPOLOGÍA DE LAS VÍCTIMAS 69

Divido a las víctimas en: a) individuales; b) fami-


liares; c) colectivas; d) sociales (o del sistema social).

Inocentes.
Sin actitud victima!
Resistentes.

Provocadoras
(legítima defensa).
Con actitud victima! , Provocadoras genéricas.
a) Individuales culposa Cooperadoras o coadyuvantes.
Solicitantes o rogantes
(mutilación, eutanasia).

Por propia determinación


Con actitud victima! (suicidio).
dolosa IT
Delincuentes (ciertos timos en la
estafa).

Niños golpeados y explotados económicamente (traba-


jo, instigación a robar).
b) 'Familiares
Mujeres maltratadas.
Delitos del ámbito conyugal (violación, incesto).

Los delitos de índole familiar escasamente llegan a


conocimiento de la justicia y tal vez constituyan -^dentro
de los delitos convencionales'— los que engrosan de ma-
nera más elocuente la llamada "cifra negra". Incluyo a
los menores golpeados, que constituye un hecho reiterado
en estos tiempos, porque se trata de una forma de victi-
mización que engendra grandes resentimientos y desequi-
librios emocionales que conducen frecuentemente a la
delincuencia.

^^ Los términos doloso y culposo no tienen aquí las connotaciones de


la ley penal, sino que se trata de subrayar los matices de la actitud victima!.
70 VlCTIMOLOGÍA

Alta traición.
Rebelión.
La comunidad Sedición. '
como Nación Levantamientos.
Toda otra forma de conspiración
para derrocar un gobierno legíti-
mamente establecido.

Terrorismo subversivo.
Genocidio.
Etnocidio 18
Delitos de "cuello blanco" cometi-
dos por particulares (fraude ban-
cario, financiero).
Polución de la atmósfera, la tierra
y las aguas.
Falsificación de medicamentos.
Falsificación de alimentes.
Tráfico internacional de drogas.
Compra fraudulenta de armas de
guerra.
Abu'jo de poder gubernamental.
La comunidad Terrorismo de Estado.
social Abuso de poder económico estatal.
Evasión fraudulenta de capitales por
funcionarios.
Ociiltación de "beneficios" por fun-
c) Colectivas cionarios.
Monopolios llénales.
Especulaciones ilegítimas desde el
poder (con motivo de' c>noc'-
miento de desvalorizaciones mo-
netarias, por ejemplo).
Fraudes con planos urbanísticos.
Persecucionet, políticas a disidentes
de todo tipo
Censura y uso abusivo de medios
de comunicación.
Leyes que crean delincuentes (dioga-
dictos, usuarios, tenedores).
Menores con conductas antisociales.
Detenidos en sede policial (vejacio-
nes, tratamiento cruel, tortura).
Determinados Inexistencia de asistencia jurídica.
grupos comu- Exceso de detenciones preventivas.
nitarios p o r Prisioaes de máxima seguridad, pro-
medio del sis- miscuas, que sólo atienden al de-
tema penal pósito.
Inoperancia en la reinserción social
de liberados (definitivos o condi-
cionales).
Dificultades para el resarcimiento
económico de las víctimas.

1* Considero que tanto el genocidio como el etnocidio son delitos que,


más que a determinados grupos, afectan a toda la comunidad social. De ahí la
inclusión que efectúo.
TIPOLOGÍA DE LAS VÍCTIMAS 71

Niños material o moralmente abandonados.


Enfermos.
Minusválidos.
d) Víctimas de la Locos.
sociedad o del Ancianos.
sistema social Sumergidos sociales.
Minorías étnicas, raciales y religiosas.
Homosexuales.
Algunos casos de accidentes de trabajo.

Esta última categorización referida a las víctimas so-


ciales se incluye por sus posibilidades ciertas -—debido a
su propia debilidad y falta de asistencia— para constituir-
se en víctimas de delitos. Y en ciertos casos devenir
delincuentes.

1 6 . La "víctima nata". Cristo como víctima.

Algunos autores, como una suerte de especulación


asistemática e hipotética, señalan la existencia de víctimas
que tienen una inclinación natural a serlo. Una tenden-
cia de raíces biológicas, tal vez metabólicas, un destino, en
fin, que las lleva naturalmente a sufrir reiteradas tro-
pelías y delitos en su contra. Recuerdan un tanto a una
película cinematográfica francesa que se conoció en la
Argentina con el nombre de "Mala pata", donde el
protagonista iba sufriendo varias veces al día debacles
y agresiones, algunas delitógenas, sin solución de con-
tinuidad.
Se ha querido avalar con bases estadísticas este tipo
de situaciones. Se habla también de familias que tienen
una tendencia o predisposición especial a transformarse
en víctimas. El ejemplo que le he escuchado al profesor
Drapkin es el de los Kennedy. Como se recordará, John
Kennedy fue asesinado siendo presidente de los Estados
Unidos. Lo mismo ocurrió con su hermano Robert, can-
didato a la presidencia; otro hermano pereció en un ac-
72 VlCTIMOLOGÍA

cideníe de aviación; Edward Kennedy también sufrió en


su momento un accidente de aviación y cayó en un ba-
rranco en otro accidente automovilístico; a un hijo de
Edward debió amputársele una pierna, y a un hijo de
Robert se lo acaba de hallar muerto por la ingestión de una
sobredosis de droga. En fin, una cantidad nada común
de casos y circunstancias que hace que esta familia pueda
ser considerada con una suerte de inclinación genética a la
victimización. Debe tratarse de una inescrutable labili-
dad, como dicen en el interior del país, un "mal de ojo"
que recae sobre toda la familia Kennedy proclive a una
cantidad de hechos victimizantes.
El profesor belga Severin Vérsele señala: "El liga-
men psicológico de la pareja criminal reviste las formas
más diversas, desde la provocación directa al delito por
parte de la víctima hasta la desconcertante constatación de
que existen víctimas predestinadas, que circunstancias par-
ticulares parecen impulsar a devenir víctimas por vía de
algunos factores psicológicos y sociales"; y agrega segui-
damente: "A nosotros nos parece que existen sujetos
predispuestos a ser víctimas, como existen sujetos de
escasa resistencia que permiten a los microbios invadir
fácilmente un terreno favorable predispuesto. La víctima
nata parece ser una realidad viviente cuya aptitud especí-
fica a ser víctima se explica con particularidades biopsi-
cológicas y psicosociales, estas últimas siendo tal vez el
resultado de aquéllas" (citado por Aniyar de Castro,
pág. 63).
En nuestro país se ha dado el caso de comercios que
han sido asaltados varias veces incluso en un mismo año.
El diario "Clarín", en su edición del 1° de noviembre de
1983 trae un sugestivo título: "Asaltó cinco veces a un
repartidor de soda", y narra cómo un mismo delincuente.
TIPOLOGÍA DE LAS VÍCTIMAS 73

"pirata del asfalto", en cinco oportunidades sucesivas,


entre mayo de 1982 y octubre de 1983, asaltó durante su
recorrido al mismo camionero que repartía sifones de so-
da a domicilio " .
Así como Lombroso pretendió precisar y describir al
"delincuente nato", se trata de remedarlo a través de la
posible existencia de la "víctima nata".
No es novedad que la criminología clínica ha dejado
de lado esa teoría y su investigación, aunque hace pocos
años se reavivó la idea, frente al presunto descubrimien-
to en personalidades criminales de variantes en sus cro-
mosomas. La búsqueda de este tipo particular de crimi-
nalidad, de esa variedad antropológica y biológica, ha
cesado prácticamente. Los criminales están entre nosotros
y se nos parecen cada día más. . . Inútiles las probetas y
las distancias asépticas. Similares razones u otras pare-
cidas atañen a la cautela con que se debe acoger el con-
cepto de "víctima nata". Podrá hablarse en el mejor de
los casos de "víctima latente" considerando diferencias
de actitud para constituirse ciertas personas en víctimas.
Ésa es una realidad constatable, según datos experimen-
tales.
De ahí que Aniyar de Castro señale (pág. 6 3 ) : "ha-
blar de víctima nata sería un anacronismo doctrinal,
puesto que ni siquiera de los sujetos subnormales, los más
representativos, podemos asegurar que sean arrastrados
por fuerzas inescrutables a convertirse en víctimas. Así
como todos los subnormales no son a fortiori criminales".
El concepto' puede conducirnos a los excesos de una
"caza de brujas" ya que la palabra predestinación es un
vocablo cuya semántica resulta cargada de un sentido de
magia o de religión. Agrega la autora venezolana: "Tal

13 Ocurrió en La Matanza (Villa Madero, Prov. de buenos Aires).


74 VICTIMOIJOGÍA

vez la única víctima nata que podamos concebir sea Cris-


to, nacido para morir asesinado, que psicológicamente
estaba determinado a autorrealizar la muerte que lo
justifica. . . ".
Sócrates, que fue un innovador en Atenas para su
tiempo, terminó aceptando la necesidad de su muerte y
desechando los ruegos de sus discípulos Platón y Jeno-
fonte para que se exiliase. El caso de Cristo, dejando de
lado dogmas y puestos en la Tierra, se le parece en cuan-
to refleja la incomprensión a un visionario a quien, ni su
época ni los jueces de ésta, pudieron, quisieron o supie-
ron entender. Desentrañar el sentido de esa vida y si esa
muerte era predeterminada excede los parámetros de la
victimología aunque, con la mira interpretativa actual,
puede hablarse con la debida cautela de una víctima
coadyuvante por su altiva y reiterada actitud de testimo-
nio ante sus jueces, aun sabiendo que éstos podrían con-
denarlo a morir (¿búsqueda inconsciente de su fin?). Y
coadyuvante en su sentido poco convencional: buscó ser
comprendido hasta el último momento. En su actitud se
plantea la comprensión y el amor entre los hombres. La
de sus jueces es exactamente opuesta en plano a esa com-
prensión que se les reclama.
No advierto factores predisponentes ni aun en la
aceptación de la propia muerte y el perdón a sus ofenso-
res para definir, en los términos difusos con que lo hacen
los victimólogos a esta víctima, como "nata". Habrá que
estudiar la existencia de factores subyacentes que predis-
pusieron a la elección de Cristo como víctima sin olvidar
que la víctima nunca se da sola o al acaso. A su costado
o a su frente siempre se encuentra el victimario.
Desde otro ángulo, resulta Cristo una de las escasas
víctimas que perdona a sus asesinos intelectuales y ma-
teriales. Actitud en la que seguramente se inspirara Juan
TIPOLOGÍA DE LAS VÍCTIMAS 75

Pablo II cuando visitó en la cárcel de Rebibbia, a fines


de diciembre de 1983, a quien atentara contra su vida dos
años antes, Mehemet Ali Agca, para ratificarle su perdón
y de quien, según expresara, recogió expresiones de
arrepentimiento.

17. Víctimas a pesar de sí mismas. Los sumergidos sociales.

Existen víctimas a pesar de ellas con predisposición


latente a convertirse en victimarios. Son los sumergidos
sociales, los desposeídos, las familias hambreadas que
viven en habitáculos misérrimos de latas y madera o ma-
teriales prensados, sin posibilidades de asistencia ni ac-
ceso a los medicamentos cuando son necesarios, acarrean-
do agua desde allí donde ella se encuentre para las nece-
sidades higiénicas. De espalda a toda expresión de
instrucción y cultura. Desconocen al autor o autores con-
cretamente responsables de su victimización. No les
ofrece un rostro. Pero son muchos los que han convali-
dado tanta monstruosidad y creen que estos sumergidos
sociales, subculturalizados, están así porque lo son por
"derecho natural" o porque les gusta.
Esa violación consecuente de sus Derechos Humanos
y la situación a las que se los ha arrojado, los convierte
forzadamente en víctimas de un sistema social. Y quienes
nacen en esas pocilgas y allí desarrollan sus vidas están
más cerca de la victimización nata que aquellos inducidos
por esotéricos determinismos.
Hay en estos casos una indiscutible facilidad y pro-
pensión para devenir delincuentes, en el sentido de "po-
bre diablo", previa victimización. Una suerte de víctimas
contra sí mismas que suelen transformarse en delincuentes
por el denominador común del resentimiento.
76 VlCTIMOLOGÍA

Es posible que en el futuro la victimologia establezca


científicamente las leyes que dirigen los procesos de vic-
timización social y los factores de ideologización que
confluyen para que ello ocurra.
CAPÍTULO III

V I C T I M O L O G Í A Y LEY P E N A L

18. El art. 4 1 , inc. 2?, del Código Penal.

En el Código Penal se verifica la existencia de un


precepto muy anterior al advenimiento de la victimología
como disciplina del campo penal. Empero, sería poco
serio endilgar a Rodolfo Moreno que haya tenido la pre-
monitoria intención de contemplar expresamente la situa-
ción de la víctima y su comportamiento para graduar la
penalidad aplicable al responsable del delito. Ocurre, sin
embargo, que la norma está formulada de tal manera que
cabría una interpretación más actual. Si el precepto avan-
zó sobre una victimología inexistente, habrá sonado la
hora en que ésta avance sobre él. Dice el art. 41, inc. 2°,
del Cód. Penal: "El juez deberá tomar conocimiento di-
recto y de visa del sujeto, de la víctima y de las circuns-
tancias del hecho, en la medida requerida para cada
caso".
Zaffaroni, al referirse al origen de la norma, señala
que proviene del Proyecto de 1917 en cuya Exposición
de Motivos se lee una de las razones explícitas que la in-
trodujeron: "no habrá así penados que ignoren al juez
que los juzgó". Menciona como antecedentes legales al
art. 70 del Código de Procedimientos de San Luis de
1906, que aún rige, y al art. 7 del Código Procesal de la
Prov. de Buenos Aires, ambos proyectados por Tomás
78 VlCTIMOLÜGÍA

Jofré ^. La naturaleza y filiación de la norma es de ca-


rácter procesal aunque cumple también una función "de
fondo" que es la de obligar al juez a valorar la peligrosi-
dad del autor tal como la reconoce al momento de sen-
tenciar, sin que dicha misión pueda delegarla", t^a^fun-
ción procesal está dada en el hecho que permite al
justiciable tener la última palabra ante el tribunal y en-
trar en contacto con quien deba juzgarlo. Sería equiva-
lente a aquello de "¿tiene algo más que agregar. . .?".
Cóncuerdo con el precitado autor en la obligatorie-
dad de esta visita de visu y la nulidad de la sentencia que
su incumplimiento acarrea, pero a la vez pregunto qué
ocurre con la víctima cuya comparecencia aparece igual-
mente normada.
Casi todos los autores se refieren al procesado y sos-
layan la necesidad de esa presencia de la víctima, tan
siquiera con respecto a algunos delitos donde su partici-
pación pueda resultar decisiva para una exacta valoración
criminogenética y causal (estupro, estafa, tentativa de
homicidio, etc.). Cierto es que en los antecedentes legis-
lativos señalados, las precisiones se establecen respecto
a quien va a ser sentenciado y no se ha subrayado obli-
gatoriedad alguna con respecto al reconocimiento de la
víctima por el juez.
Considero que en los procedimientos escritúrales, por
un principio mínimo de inmediatez, el juez debe obligato-
20 Esas disposiciones le habían sido sugeridas a Jofré por Rodolfo R i '
varóla, en una carta, transcripta por el propio jofré, en la que dice: " N o olvide
la presencia del reo ante el juez cuando está terminada la discusión de la causa.
Muchas consecuencias graves y muchos errores irreparables se producen por-
que nadie ve al reo, si no es e! comisario que lo prendió o el secretario que
le recibe la ratificación de la indagatoria, y a veces el juez de primera instancia.
No siempre el defensor. Nunca el fiscal, que acusa sin saber a quién. Jamás
los tribunales superiores que le condenan definitivamente, aun a muerte". Véa-
se Eugenio Raúl Zaffaroni, Tratado de derecho penal, Parte general, t. V ,
p. 335, Ediar, Buenos Aires, 1983.
Vl(-riMOLOGÍA Y LEY PENAL 79

riamente conocer a quien va a sentenciar pero también a la


victima. En el juicio oral ello resulta obvio y extremada-
mente saludable.
Acepto que se trate de introducir, cumpliendo estric-
tamente el precepto legal, ideas criminológicas en el ám-
bito de la ley procesal por un principio de equilibrio y
practicidad y a fin de que no se siga sentenciando, como
suele ocurrir, simples legajos más que seres humanos. El
conocimiento del obrar de la víctima, la interacción en la
conducta delictual, ese desandar la relación de la pareja
penal, en muchísimos casos va a influir positivamente en
la graduación de la pena y a advertir las modalidades de
la participación victimal. Ello se traducirá en sentencias
más justas y certeras.
En nuestro país, al menos en la justicia nacional y fe-
deral, este artículo y su implicancia son objeto de aplica-
ción escasa. En modo alguno se llama sistemáticamente a la
víctima para tener un conocimiento directo o personal de
ella o para ser oída por jueces de sentencia y mucho
menos por el tribunal de alzada ^\ Es más. La visita "de
visu" que efectúa el procesado queda librada al deseo del
juez de hablar con quien va a recibir la sentencia. Me
consta que procesados, detenidos o en libertad provisio-
nal, al comparecer ante un juez de sentencia, van con la
ilusión de volcar su visión de los hechos, sus sentimien-
tos y acaso a aceptar su culpabilidad o explicar motiva-
ciones que induzcan al juez a clarificar ciertas circuns-
tancias que el expediente no revela y él no conoce, por
la permanente delegación de funciones de nuestros tribu-
nales. Ocurre que buena parte de los jueces mantienen con

21 Algunos jueces, y el propio Zaffaroni entre ellos, me ind'caror. que


el conocimiento de la víctima suele ocurrí'- en delitos de índole sexual y muy
difícilmente con respecto a otros hechos. Ningún juez en el fuero de la Capital
Federal utiliza sistemáticamente de estas visitas que prescribe la ley penal.
80 VlCTIMOLOGÍA

ellos una charla burocrática de rutina, referida a si en


esos momentos trabajan o que es lo que piensan hacer
cuando salgan en libertad, si poseen familia y datos por
el estilo.
No es la primera vez que me detengo con alarma ante
esta suerte de corruptela e insisto en que muchas veces
la visita del artículo 41 pareciera depender del volumen
de causas, del trabajo del juez ese día o de su "humor he-
pático", cuando debería ser una reunión clarificadora y
recoleta. Algunos magistrados me señalaban que ellos no
desean verse influidos por la presencia o la palabra de
personas a las que deben juzgar. Que el hecho de aplicar
la ley penal está exento de otra valoración que no sea la
que surge del Código Penal y que su función consistiría
en la interpretación de la causa y de los hechos que ésta
ventila. Finalmente agregan que el prevenido siempre tiñe
las cosas del color de su interés. Creo que esos jueces
tienden a concretar una justicia técnico-jurídica y lega-
lista, desvinculándola del ser humano que es el centro del
suceso penal. Una ley perfecta, un proceso perfecto y una
interpretación perfecta, pero deshumanizados, recuerdan
al mundo tecnocrático de los robots.
¿Qué podría decirse entonces de la víctima? Por un
lado, se ve absolutamente olvidada y desprotegida. Por
el otro, pudo tener en el suceso penal una actividad mayor
o menor que pueda llevar al juzgador a un conocimiento
sustancial de circunstancias que muy pocas veces han sido
arrimadas al proceso.
A una justicia enmarcada en un derecho penal social
toca incluso el conocer la situación y circunstancias ac-
tuales que viven victimario y ofendido. Conocer y eva-
luar otros aspectos, como el concerniente a si la víctima
ha quedado material y moralmente abandonada, para
VlCTlMOLOGÍA Y LEY PENAL 81

graduar cabalmente la indemnización que restañe en parte


su situación.
En síntesis, como ha señalado Jiménez de Asúa, si
los jueces cumplieran el precepto del art. 41 del Cód.
Penal, se haría algo para que la justicia sea más humana.
Sin contar con el hecho de poder apreciar si la víctima ha
sido coadyuvante, resistente o indiferente y también para
graduar debidamente la pena.
Un código penal moderno no puede soslayar estas
consideraciones y así ocurre, entre otros, con el Código
Penal mexicano para el Distrito Federal y muy especial-
mente con el de los estados de Michoacan y Chihuahua,
que gradúan la penalidad aplicable según sea la conducta
de la víctima y prevén el conocimiento personal del juez.
El de Michoacan prescribe la atención expresa del juzga-
dor en la relación entre el delincuente y el ofendido.

19. Peügrosidad social y legal de la víctima.

El rol de la víctima se tiene poco en cuenta. La rela-


ción criminal-víctima y el papel jugado por ésta en la pro-
ducción de la infracción han sido escasamente recogidos
por la jurisprudencia del país. Lo que existe a su respecto
son esquemas teóricos y no hay normas que consagren y
leglameníen explícitamente ciertos aspectos referidos a la
víctima. La investigación del sujeto pasivo del delito per-
mitiría obtener mejores y más consecuentes realidades.
Se ha dicho, no sin razón, que este tema ha sido des-
cuidado y que vale la pena que los criminólogos lo seña-
len porque atañe a una de las cuestiones importantes que
se plantean en política criminal. En ese desequilibrio o
equilibrio de fuerzas que da por resultado un delito, habrá
que caber hasta dónde llegaron la actitud y la aptitud cri-
minal y hasta dónde, la actitud y aptitud victimal.
82 VlCTIMOLOGÍA

El artículo 62, inc. 5°, del Código Penal italiano se


refiere al tema, atenuando la sanción cuando "haya con-
currido a determinar el evento... el hecho doloso de la
persona ofendida". Aniyar de Castro es partidaria de un
ensanchamiento de este atenuante, a fin de que compren-
da todo hecho provocador de la víctima y no sólo a la
persona ofendida de manera que no se exija estrictamen-
te el dolo sino cualquier otra actitud idónea. Para el art.
64 del Código Penal suizo basta considerar que el autor
"haya sido inducido a tentación grave por la conducta de
la víctima", dado que el que induce al otro a la tentación
grave de cometer un delito es poseedor de una culpabili-
dad que no se aleja mucho de aquella del instigador, pre-
vista en casi todos los códigos penales y castigada con la
misma pena que el autor material del delito. Señala la
autora venezolana: "Este nuevo tipo de instigador, sui
generis, merece algo más que ser el sufriente de la acción
delictuosa del victimario. Por él y en virtud de su particu-
larísima conducta, un hecho antisocial se ha cometido; ha
permitido que salte la chispa y, como consecuencia, el pa-
cífico transcurrir de la vida colectiva se ha trastornado".
No parece excesivo hablar en ciertos casos, sobre
todo en los referidos a la estafa y sus timos, como de ver-
dadera instigación. Cierto es que la comunidad se defien-
de del autor de una ilicitud penal pero también debería
hacerlo respecto de quien la ha promovido y de quien la
ha provocado.
La victimología puede prestar un auxilio estimable al
derecho penal para mejor ubicar las sanciones o las me-
didas de seguridad en caso de que corresponda por ser
la víctima culpable o peligrosa. De ahí que la autora ci-
tada hable de víctima que actúa con dolo, destacando la
peligrosidad social de tales víctimas.
VlCTIMOLOGÍA Y LEY PENAL 83

Se refiere también a la víctima que actúa con culpa,


una suerte de culpa con previsión. Pero esa culpa parece
ser la más grave de todas porque demuestra una falta de
consideración por la normalidad ajena y debe ser vista
como un elemento antisocial en la vida colectiva. Esa ne-
gligencia, al menos, crea el peligro de transformar en
agente de delito culposo a un ciudadano confiado en la
prudencia y el sentido común de los demás. Es una autén-
tica amenaza social y su actitud de desprecio por las otras
personas que con ella comparten la vida diaria es sín-
toma de la urgencia con que requiere la aplicación de una
medida de seguridad.
Se trata de ciertos comportamientos de la víctima que
determinan su propia victimización. Es la víctima provo-
cadora que incita a la acción de manera consciente o no
consciente, como un verdadero agente promotor.
El examen de todas estas circunstancias de hecho en
delitos de estafas, sexuales o accidentes de tránsito por
ejemplo, ponen en evidencia el rol que juega la víctima y
la atención que deben tener los jueces para advertir la po-
sibilidad de eximición de responsabilidad en el presunto
autor o disminución considerable de su penalidad.

20. La personalidad objetiva.

La ley penal toma en cuenta la personalidad objetiva


de la víctima y sus caracteres externos tales como edad,
sexo, situación social. También en ciertas circunstancias
la personalidad subjetiva o al menos ciertas características
psicológicas que constituyen la individualidad: el grado
de inteligencia, de atención, de distracción, etc. Algunas
veces las sentencias reportan ciertas cualidades morales
como bondad, coraje, debilidad, honestidad, ausencia de
escrúpulos, el hecho de ser madre prolífera. Pero son ele-
84 VlCTIMOLOGÍA

mentos que se hacen jugar en el marco de la producción


del delito.
La relación criminal-víctima por lo general no es vista
para evaluar objetivamente la personalidad del autor. En
este entrechocar de las dos personalidades cabe dilucidar
algunos aspectos, por mínimos que fueran, del criminal
y la interacción intersubjetiva con la personalidad de la
víctima. Otras veces el rechazo por la atracción suele si-
tuarse fuera de la personalidad profunda de ambos, más
allá de sentimientos de simpatía, de compatía, de antipatía
que pueden existir según la, óptica de cada uno de ellos,
hasta verificar la forma de captación de uno al otro.
Para buena parte de los penalistas la relación tiene
como base la personalidad, pero no es parte de la perso-
nalidad en sí y mucho menos de la personalidad objetiva.
La relación víctima-victimario o viceversa se establece
bajo el influjo fundamental de la personalidad subjetiva
de cada uno de los individuos en que la manera de actuar
es un emergente de esa personalidad, un índice, una forma
de comportarse en que está presente la captación psicoló-
gica objeto de oíros estudios científicos.
La personalidad de la víctima es siempre objetiva en
la ley. Al tomar ese cariz, si la víctima no ocupa ese lugar
efecíivo dado por su sexo, su honestidad, su edad, su inca-
pacidad, el sujeto activo queda terminantemente exento de
pena por no entrar en el tipo legal o bien por entrar en
un tipo legal más genérico. Los ejemplos se encuentran
en múltiples códigos penales. Puede señalarse el rapto a
una persona de sexo femenino o si el hecho se consuma
sobre mujer casada o menor de edad, lo que implica agra-
vantes; la seducción con promesa matrimonial, penada ex-
plícitamente en algunos códigos y que en el nuestro
puede tener un carácter de estafa genérica. En la viola-
ción o en el abuso deshonesto debe tratarse de una menor
VlCTIMOLOGÍA Y LEY PENAL 85

de determinada edad. En otros casos se requiere la ca-


pacidad o la comprensión de la persona para advertir la
severidad del hecho. Es el caso, por ejemplo, del sentido
de la amenaza en el dehto de amenazas. En los códigos
figura la violación de personas que no estén en capacidad
de resistir, ya sea por causa de enfermedad física o bajo
el efecto de drogas; el abandono de personas que requiere
en algunos casos que el incapaz no pueda proveer a su pro-
pio sustento por enfermedad; el abuso del incapaz; el
atentado contra un diplomático o un jefe de una nación
extranjera. Adquiere también la víctima relevancia obje-
tiva en caso de violación de descendiente, pupilo o discí-
pulo o en la corrupción de menores que en algunos có-
digos se agrava por el parentesco.
La enumeración es larga e intenta tomar en cuenta
la personalidad del sujeto pasivo para, de tal manera,
construir típicamente el hecho. Se trata de proteger por
esa vía derechos propios y aquellos intereses de la sociedad
que están más expuestos o son más vulnerables al delito.
Sosa Chacín {La victimología y el derecho. . ., p. 204)
señala que es ahí precisamente donde falla la legislación
penal, pues al estructurar los tipos delictuales en base al
principio de legalidad toma las situaciones en abstracto
estableciendo una presunción de victimidad en favor de
ciertas personas y explica: "en muchos casos la ley se
olvida de aplicar ciertos correctivos que permitan modifi-
car la sanción e incluso eliminarla, si del examen concreto
del caso, surge la evidente prueba de que la correlación de
culpabilidad no está establecida en concreto, tal como
el legislador la supuso en el momento de legislar".
Esta apreciación deviene del hecho de la presunción
de que la "víctima siempre es inocente", establecida sin
admitir prueba en contrario desde el punto de vista legal.
Es el caso de la edad de la víctima en el estupro o en la
86 ' VlCTIMOLÜGÍA

violación de una menor en que resulta imposible, al menos


por nuestro Código Penal, aplicar atenuante alguno. Si
bien no se suele efectuar un examen psíquico a la víctima,
sí se la somete a la aberrante revisación por médicos le-
gistas y forenses, sobre su virginidad. No interesa el
punto de vista de las motivaciones y el correlato de los
hechos, para encontrar el verdadero contexto de culpa-
bilidad o no y establecerla en su caso concreto, tal como
es de esperar que se deba aplicar objetivamente la justi-
cia. El juez se encuentra limitado en estos casos a ser un
fiel repartidor de penas y no un verdadero administrador
de justicia.
Hay otros tipos legales en que se plantean algunas
situaciones que parecieran estructuradas por el legislador
en la definición del delito en la que se involucra a la
víctima. Es el caso de la violación incestuosa o de aquella
cometida por abuso de autoridad, en que el sujeto pasivo
debe encontrarse bajo la autoridad del victimario y debe
mediar entre ambos una relación de confianza, dada la
tutela en que se encuentra el uno respecto del otro. Tam-
bién entra en esta clasificación el abandono de personas
que se encuentran bajo la guarda o cuidado del sujeto
activo. En el homicidio calificado existe la relación directa
por ser ascendiente, descendiente, cónyuge, lo que implica
•una situación especial.
En algunos casos estas relaciones se tienen en cuenta
para atenuar o eximir de penalidad, como es el caso de
las excusas absolutorias que operan con respecto a ciertos
delitos contra la propiedad consumados entre parientes.
En nuestro Código Penal se señala que el hurto, la estafa
u otro fraude, inclusive el de la apropiación y retención in-
debida, si se cometen en perjuicio del cónyuge ^ s e a sepa-
rado de hecho o no—, da lugar a una excusa absolutoria
de modo tal que no procede un juzgamiento.
VlCTIMOLOGÍA Y LEY PENAL 87

En los códigos penales se suele considerar el rol de


la víctima en la producción del hecho como elemento sin-
tomático. Se lo abarca con calidad objetiva y sin aden-
trarse más que en lo técnico-jurídico, aunque su gravita-
ción suele llevar en las sentencias a otro tipo de elucubra-
ciones, saliéndose del molde y lenguaje habituales. Me
refiero a delitos desencadenados precisamente por la ac-
ción delictuosa de lá victima en los casos de víctima pro-
vocadora o a petición de ella, que merecen consideración
en parágrafo aparte.

21 . Legítima defensa.

Para que exista la legítima defensa debe existir una


concreta provocación por parte de quien deviene agredido
y, por ende, víctima. Se entiende por provocación sufi-
ciente una actitud ofensiva de cierta gravedad como in-
sultos, desafío a pelear, gestos obscenos. La valoración de
tales actitudes requiere considerar las relaciones entre las
partes, su grado de cultura y las costumbres ambientales.
En el nordeste argentino. Chaco o Corrientes, se da el
caso, que también se registra en Méjico, en que el "mirar
mal" es motivo concreto de un duelo criollo, en el que casi
siempre alguien deja la vida. Un recluso en la cárcel pe-
nitenciaria de Corrientes, no sin cierta resignación, me
decía con respecto a su amigo a quien había ultimado, "el
finadito me miró mal".
El carácter de legitimidad de la provocación y de la
agresión en sí está dado por el hecho de que el atacado
no esté obligado a acatar por imperativo legal esa situa-
ción. Se hace jugar habitualmente la racionalidad del
medio empleado conforme a las características del ele-
mento utilizado por el agredido para repeler el ataque.
88 VlCTIMOIX)GÍA

que en ciertas oportunidades no guarda proporción con el


utilizado por el agresor.
E n consecuencia, desde el punto de vista de la pa-
reja delictual se requiere coincidencia entre los sujetos.
La provocación por un lado, lo cual implica una desarmo-
nía en que la víctima resulta tal por haber ejercido pre-
viamente una acción concreta contraria a la otra parte,
la cual reacciona para conservar sus derechos atacados
(vida, honra, p r o p i e d a d ) , cometiendo entonces el delito.
Se requieren actitudes inequívocas del agresor. Pero
no por ello se va a dejar de entender como legítima de-
fensa a la denominada putativa, que efectúa quien recha-
za una agresión aparente a la que ciertas circunstancias le
daban viso de realidad siempre que se cumplan las otras
condiciones de tipo legal ^'^.
E n el Código Penal argentino el artículo 34, inciso
&, toma a la legítima defensa como causa de inimputabi-
lidad y por lo tanto hace al hecho no punible. La provoca-
ción no es más que una causa porque el individuo no
imputable no ha accionado para evitar el daño sino que
lo ha hecho contra el mal cometido y se ve en la necesi-
dad de defenderse y de tal manera evitarlo.
E n nuestra hermenéutica jurídica esta inimputabili-
dad se contempla para toda clase de delitos; por eso la
22 En ciertos casos del llanado "homicidio provocado" la jurisprudencia
ha abierto, aunque muy aisladamente, una suerte de prospectiva victimológica:
El súbito furor o el propósito de hacer expiar una afrenta, aun inme-
diatos al acto de la provocación, no dan cabida a la emoción violenta. El hecho
—^homicidio, en el caso—•, debe ser excusable y no simplemente explicable por
las circunstancias que mediaron para su producción (CNCrim. y Corree, Sala
de Cámara, 25/4/67, "Mendes Duarte da Cruz, Amadeo", "L.L.", t. 128,
p. S67).
El homicidio provocado, como subespecie del cometido en estado de
emoción violenta, se regula por reglas distintas a las aplicadas a este último.
Entre ellas, la de que el transcurso del tiempo entre la ofensa y el acto pro-
vocado por ella y aun cierto grado de premeditación, no excluyen la atenuante
calificativa (CS Santa Fe, 17/3/65, "Rosas, Rubén R " , "L.L.", t. 123, p. 950,
13.760-S),
VlCTlMOLOGÍA Y LEY PENAL 89

figura está legislada en la parte general del Código. N o


ocurre así en otros códigos penales, como el francés, que
la mantiene para el homicidio y lesiones (art, 3 2 1 ) . El
Código soviético, en cambio (art. 3 8 ) , es más amplio en
su definición, pues acepta el atenuante cuando la provoca-
ción viene de cualquier ilícito penal de la víctima. E n el
derecho anglosajón se reconoce que la provocación por
parte de la víctima es una circunstancia atenuante de la
responsabilidad del culpable. El Código Penal canadien-
se también señala que el homicidio puede ser reducido y
contemplado como un homicidio involuntario o culpable,
si la persona que lo ha cometido ha accionado en un- ac-
ceso de cólera causado por una provocación súbita
(art. 2 1 3 ) .

2 2 . Consentimienlo y eutanasia.

La mayor parte de los delitos constituyen una ofen-


sa dirigida al orden jurídico, un hecho disvalioso trasgre-
sor de un código de leyes previamente establecido, en el
que se tutelan bienes jurídicos. Esa violencia al orden ju-
rídico se considera tradicionalmente más importante que
la producida con el mismo delito a los derechos de la
víctima. El delito y su represión no puede ser objeto,
como en la remota antigüedad, de la voluntad de los par-
ticulares, porque existe un interés público, aun en los casos
en que concretamente sólo se dañe a esos particulares.
Pero el Código Penal ha planteado excepciones, causas
de atipicidad, excusas absolutorias que decretan impunes
ciertas conductas, incluso casos de atenuación con acuer-
do a estudios dogmáticos no siempre enraizados en la
realidad social.
E s t e planteo semeja una definición frente a delitos
como el denominado homicidio eutanásico, en que la víc-
90 '•'• VlCTlMOLOGÍA

tima no sólo consiente en que se la mate sino que lo pide


angustiada y de manera persistente para evitar un dolor
físico inaguantable.
Es un problema que se presenta con toda su signifi-
cación humana y legal: es en el homicidio consentido don-
de aparece con toda su virtualidad la víctima suplicante,
atenazada por dolores imposibles de sobrellevar por una
enfermedad incurable o provocada por un accidente fuera
de toda posibilidad de asistencia médica, como es el caso
de descarrilamiento de un tren en plena Patagonia, que
seccionó las piernas y un brazo a una persona, que soli-
citaba a gritos la mataran. El pueblo más cercano se ha-
llaba a más de 700 km de distancia. . .
La palabra eutanasia que adjetiva al homicidio, de-
riva de las voces griegas eu que literalmente significa bien
y thanatos, muerte. Equivale a ayudar a la buena muerte,
sin dolor, tranquila, a fin de suprimir una agonía larga y
dolorosa.
El médico, el familiar o el amigo, aun quebrantando
sus deseos íntimos, pero sobrecogido por la desdichada
dolencia, da muerte y ahorra el padecimiento. Pareciera
ser la mano activa de la víctima- Por eso Ferri muy lúci-
damente tituló su libro Homicidio-Suicidio y se pregun-
taba en la primera página, si es que el hombre puede
disponer de su propia vida y, seguidamente, si el consen-
timiento de la víctima "respecto de su propia muerte tiene
valor jurídico y hasta qué punto, con relación al autor o
cómplice de su muerte".
El homicidio piadoso resulta en definitiva un suicidio
en que se difiere la persona del autor. Como si quien va
a morir no tuviera valor o los elementos a su alcance para
administrar su fin. Sólo se siente víctima de dolores y
padecimientos. La muerte se le impone para dejar de su-
frir, para dejar de ser víctima.
VlCTIMOLOGÍA Y LEY PENAL 91

Es posible, aunque probarlo humana y procesalmente


resulte arduo, tal vez inalcanzable, que algún mecanismo
haya jugado en el psiquismo del autor. Sé de médicos
que ante lo irreductible de un cáncer generalizado no han
vacilado en medicar excesivamente buscando el fin, in-
cluso ante el pedido de parientes muy cercanos; éstos sue-
len agotar sus posibilidades de sufrimiento frente al cor-
tejo del duelo psicológico y moral que significa un enfer-
mo que sufre horriblemente y, sin proponérselo, hace su-
frir de manera indecible a quienes lo rodean.
Los médicos deberían hacer públicos estos hechos
bastante frecuentes y propiciar un debate honesto para
robustecer ideas o revisarlas. Es que la eutanasia forma
parte de un tabú de especiales ritos y, en nuestro sistema
penal, se considera homicidio simple o bien, según el caso,
instigación al suicidio (art. 83 del Código Penal).
El consentimiento de la víctima no puede borrar lisa
y llanamente la ofensa y tenerse a ésta como no produ-
cida. Ello atacaría al orden jurídico y a la política crimi-
nal, que no considera la voluntad de los particulares per-
judicados y erige, al menos en nuestro país, al ministerio
público en defensor de intereses jurídicos de carácter
comunitario que han sido transgredidos por la conducta
disvaliosa. Queda al particular damnificado la oportuni-
dad de constituirse en accionante.
No es ésta la ocasión de hurgar en la significación
dogmática del consentimiento del ofendido. Para la vic-
timología resulta más importante determinar el momento
en que pueda ser prestado tal consentimiento por una ma-
nifestación de la voluntad otorgada, sea antes o durante
el hecho que se reputa penalmente ilícito. Y si las conse-
cuencias de este acto tienen la misma relevancia en el Có-
digo Penal que en el juzgamiento de los casos.
92 VlCTlMOLOGÍA

Parece fuera de discusión el tema de la eutanasia,


ya que no es lícito disponer de la vida de otra persona
sin esperanza de salvación y poniendo fin a sus angus-
tiosos sufrimientos. Es además un delicado problema. No
es posible abreviar la vida mitigando el sufrimiento, dado
que la vida es un bien inalienable y no puede haber jus-
tificación legal ni forma de excusar a quien comete este
homicidio. El Estado tiene un interés directo e inmediato
en conservar a los seres humanos. Además, aunque con ais-
ladas voces en contra emanadas de la Iglesia, subsiste el
dogma de fe que no permite al hombre disponer de lo que
no es suyo sino de Dios, que es el Señor de la vida y de
la muerte.
Cuello Calón ^^ señala que aun cuando eí consenti-
miento tuviese una efectiva eficacia jurídica no podría
invocarse como justificación de la muerte eutanásica y
que "no hay que confiar mucho en el consentimiento en
que se encuentra el atenazado por dolores horrendos".
Explica que se pide la muerte como una liberación; ase-
gura que en muchos casos se trata de desventurados en
estado de perturbación de la conciencia originada por el
mismo sufrimiento, lo que excluiría •—o disminuiría en
grado considerable^— la capacidad de consentir. De ahí
que habla de "eutanasia homicida".
Es muy difícil lograr una causa de justificación au-
tónoma que prevea la ley con respecto a este delito. Los
códigos implícita o explícitamente señalan que el consen-
timiento frente a una infracción contra derecho no justi-
fica al delincuente. Pero eso no obsta para que algunas
normas legales de los propios códigos señalen que existen
hechos que si son cometidos con el consentimiento del ti-
tular no constituirían delitos. Vale decir que el autor será
23 Eugenio Cuello Calón, Tres temas penales, Ed, Bosch, Barcelona,
1955. p. 139.
VlCTIMOLOGÍA y LEY PENAL 93

siempre responsable, salvo que exista una disposición


concreta y expresa de la ley como causa de justificación
o bien una causa supralegal conforme a los fines recono-
cidos por el Estado.
Se cita por lo general el lejano antecedente en el de-
recho territorial de Prusia, que por el año 1794 castigaba
como responsable de homicidio al que con "buena inten-
ción" acortase la vida de un enfermo o herido mortalmen-
te. Ya dentro del siglo que corre, el Código Penal norue-
go de 1902 autoriza una notable reducción de pena, por
debajo del mínimo, para la muerte por piedad del enfer-
mo en estado desesperado. El Código ruso de 1922, hoy
derogado, autorizó la eutanasia. Igualmente, de una ma-
nera no explícita, el Código Penal del Uruguay señala en
el artículo 37: "Los jueces tienen la facultad de exonerar
de castigo al sujeto de antecedentes honorables, autor de
un homicidio efectuado por móviles de piedad mediante
súplicas reiteradas de la víctima". Lo propio ocurre con
el de Colombia, que simplemente atenúa la pena para
estos casos. El Código suizo (artículo 239) exige la pe-
tición expresa de la víctima del homicidio como una cir-
cunstancia atenuante.
Para la concepción victimológica, la víctima que su-
plica es un problema de agudas aristas. Se interpreta que
lo implorado por el enfermo desesperado y sin posi-
bilidades, es precisamente dejar de sentirse torturado por
tanto sufrimiento y que, en realidad, se está suicidando
de la mano de otro a quien ruega. El problema adquiere
elocuentes contornos porque se trata de un bien cívico y
jurídico importante y superior como es la vida humana.
Pero es innegable que constituye una de las formas de
homicidio que semejan un suicidio larvado y que el autor
debe ser objeto de normas específicas en los códigos pe-
nales tendientes a una sanción leve, no siempre de carác-
9é VlCTIMOLOGÍA

ter privativo de libertad sino alternativa a ésta, comproba-


do que sea que la víctima demandó su muerte de manera
continua y angustiosa.

23. Esquema del consentimiento de la víctima en el Código


Penal y sus implicancias.

En el Código Penal, el obrar de la víctima se ad-


vierte, como en un especial juego de espejos, sólo en cier-
tas figuras en que se requieren conductas bizarras y clara
manifestación de voluntad. Ello puede servir para elimi-
nar la parte objetiva del tipo penal, en que se exige expre-
samente cierta forma de acción y característica, para que
el consentimiento sea una causa de justificación que esté
prevista en la propia ley o sea obra de la doctrina judicial
y general.
El caso de hurto proporciona un ejemplo claro.
Puede presentarse el hecho de que el propietario de la
cosa mueble abandone o renuncie a ella. Entonces el apo-
deramiento o sustracción que lleva a cabo un tercero no
hace incurrir en hurto porque la cosa ya no tiene calidad
de ajena, que es el elemento típico y estructurante de la
figura del autor según art. 162. En el daño ocurre lo
propio: pierde la acción envergadura penal por falta de
tipicidad (art. 183).
En victimología interesa la actividad del sujeto pa-
sivo, sea iniciado el proceso de la sustracción o con pos-
terioridad. El otro problema es el de tipo dogmático y el
hecho de si entraña esa suerte de consentimiento la im-
punidad o si esa impunidad se produce fuera de la vo-
luntad de la ley o el hecho de que el autor se hubiera
apoderado de esa cosa ajena conociendo el consentimien-
to del dueño o supuesta víctima.
VICTIMOJUOGÍA Y LEY PENAL 95

En el caso en cuestión el disentimiento aparece diríase


encubierto por la característica que proporciona la pala-
bra ilegítimamente que pertenece al tipo del art. 162 del
Cód. Penal a lo que también debe agregarse la otra ca-
racterística de "ajeno".
En el delito de extorsión (art. 168 del Cód. Penal)
se obliga a otro, mediante intimación, a "entregar, enviar,
depositar o poner a su disposición o a la de algún tercero
cosas, dinero o documentos. . .". Todo lo cual supone un
obrar contra la voluntad del interesado y que esos ele-
mentos constituyen las características objetivas del tipo
que caen ante el consentimiento del interesado porque
privaría de tipicidad a la acción, según se ha considerado
reiteradamente, y de ilegitimidad al efecto que supone el
despojo patrimonial. En consecuencia, se llega a la jus-
tificación mediante el consentimiento de la víctima por
constituir, el caso, atribución del tipo simplemente.
En la estafa (art. 172 del Cód. Penal) la figura se
constituye sobre un supuesto obrar ardidoso del victima-
rio que induce a engaños, logrando de tal manera una
disposición patrimonial a través de la voluntad viciada de
la víctima. Cuando el artículo dice "cualquier ardid o
engaño" queda claro el disentimiento del titular del de-
recho y que se obra contra su voluntad, lo que está im-
plícito en la propia figura.
Si se supone que la disposición patrimonial ha sido
tomada sin la voluntad y sólo en virtud del engaño o "mis-
se en scéne", resulta claro que es inherente al tipo ese
obrar con voluntad viciada. Por lo tanto, cuando el inte-
resado preste su consentimiento al acto dispositivo con
voluntad plena importará conírario sensu la aprobación
del supuesto acto ardidoso, con lo cual al entregar volun-
tariamente los bienes desaparece el tipo del art. 172.
96 VlCTlMOLOGÍA

En el caso del delito de daño, la ley hace una des-


cripción en el artículo 183 mediante los verbos destruir,
inutilizar, hacer desaparecer o de cualquier otro modo
dañar una cosa mueble o inmueble, o un animal total o
parcialmente ajeno. Según se advierte, no existe refe-
rencia literal de que ello debe realizarse en contra o sin
la voluntad del dueño, que permita afirmar que es de la
exigencia del tipo. Ante la conformidad del titular que-
daría perdiendo su característica delictiva. Buena parte
de la doctrina así lo ha entendido y por virtud del consen-
timiento se produce la eliminación del tipo penal.
En la usurpación que se opera (art. 181) mediante la
violencia o engaño o abuso de confianza se advierte que
el obrar debe ser contrario a la voluntad del interesado,
es decir que en esas palabras está claro el disentimiento
que es la forma negativa del consentimiento. Si la víctima
consiente, torna lícito el acto en cuanto que el elemento
normativo "ilícitamente" tiene igual significación que en
el hurto y se relaciona con las características objetivas del
tipo que exige el obrar en contra de la voluntad del titular.
En el caso de privación ilegitima de la libertad (art.
141 del Cód. Penal) se sostiene que el consentimiento del
interesado excluye el delito, aunque doctrinalmente no
se puede advertir cuál puede ser la causa de esa exclusión.
Sebastián Soler, sin revelar cuál es, afirma que en los
delitos contra la libertad individual "el consentimiento tie-
ne ordinariamente por efecto hacer desaparecer la figura
delictiva {Tratado, t. I, pág, 347). Explica que actúa
"como dirimente capaz de la existencia del hecho". Eso
equivaldría a sostener que el consentimiento impide la
realización del tipo delictivo.
Los ejemplos anteriores explicitan que en términos
generales el consentimiento de la víctima dentro de nues-
tra sistemática no tiene relevancia como causa de justifi-
VICTIMOIJOGÍA Y LEY PENAL 97

cación autónoma. E n primer lugar, porque no existe una


i'egla de ese carácter en la parte general del Código ni
disposición alguna en la parte especial que atribuyan efi-
cacia al consentimiento. D e las diferentes figuras penales,
no obstante, se extraen elementos que doctrinal y judi-
cialmente dan valía a ese consentimiento. E n síntesis:
funciona como causa de exclusión del tipo cuando la fi-
gura en sí implica el disentimiento o sea cuando la acción
se desarrolla en contra de la voluntad de la víctima.
E n otros casos, la exigencia del disentimiento no
aparece literalmente en el tipo-acción. Se encuentra ocul-
to en alguna característica objetiva del tipo y entonces
será preciso buscarla en ciertas expresiones como por
ejemplo en el sentido de palabras tales como " a r d i d " o
" e n g a ñ o " o "apoderación ilegítima". E n otros casos, tal
disentimiento de la víctima se requiere con sentido obje-
tivo en el tipo que precisa una acción que se caracteriza
por una significación ofensiva cuya ausencia excluiría la
adecuación. Por ejemplo, en el art. 110 del Cód. Penal,
cuando dice: "deshonrare o desacreditare a otro".
Pero existen casos en donde el consentimiento posi-
bilita el ejercicio de una causa especial de justificación. El
aborto terapéutico (art. 86, inc. 1°, Cód. Penal) y el
aborto eugenésico (art. 86, párrafo 2", inc. 2', del Cód.
Penal) que no constituyen figuras delictivas porque, como
bien dice Severo Caballero ^'^, prevén causas especiales
de justificación donde la propia ley ha establecido la pre-
ponderancia de la salud o de la vida de la madre o bien
de la razón eugenésica sobre la vida del feto.
" E n tales supuestos, expresa, la conducta considera-
da a los fines de la justificación es la del médico y el con-
sentimiento exigido de la mujer o de sus representantes

2* José Severo Caballero, El consentimiento del oiendido (o del inte-


resado) en el derecho penal argentino, Ed. Lerner, Córdoba, 1967, p. 106.
98 VlCTIMOLOGÍA

legales sólo funcionan como una circunstancia que per-


mite el desenvolvimiento de la autorización legal o de la
preponderancia de un interés como justificación de tales
artículos".
Cabría hablar de consentimiento de la víctima en
algunos otros casos que han cobrado actualidad. En su-
puestos de lesiones determinadas por el arte de curar o
conservar la salud, el caso de operaciones mutilantes,
transfusiones de sangre, transplantes cutáneos y de órga-
nos de los cuales existe autorización otorgada al médico ^^.
Sosa Chacín ^^ apunta el caso de una sentencia por
la cual se absolvía en Italia a un individuo y a los ciruja-
nos del hospital que le injertaron a aquél un testículo ex-
traído a un estudiante con su consentimiento, mediante el
pago de 10.000 liras.
Para la victimología el estudio debe realizarse de una
manera consciente sobre la "pareja penal" a fin de arribar
a conclusiones sobre la criminogénesis y decurso delictivo
más allá de las actuales posturas legales y sin influirse
por ellas.

25 Severo Caballero, El consentimiento. •. cit., ps. 88 y ss,


^6 Jorge Sosa Chacín, La victimología y el derecho penal, en el Anuario
del Instituto de Ciencias Penales y Criminológicas de la Universidad Central
de Venezuela, n ' 2, año 1968, p. 210.
CAPÍTULO IV

LA V Í C T I M A E N E L D E L I T O D E S A N G R E

2 4 . El homicidio. Caín y Abel: La primera "pareja penal"


de la historia.

El Antiguo Testamento n a r r a el primer crimen de


abrumadora trascendencia en la historia de la humani-
dad, que tiene como protagonista —"pareja criminal"—'
a los hijos de A d á n y Eva. El relato es escueto, diríase
aséptico. Golpea con fuerza y hace ineludiblemente t r a s -
ladar la imaginación: " A d á n empero, conoció a E v a , su
mujer, la cual concibió y parió a Caín, diciendo: H e a d -
quirido un hombre por merced de Dios. Y parió después
al hermano de éste, Abel. Abel fue pastor de ovejas y
Caín labrador. Y aconteció al cabo de mucho tiempo que
Caín presentó al Señor ofrendas de ios frutos de la
tierra. Ofreció asimismo Abel de los primerizos de su ga-
nado, y de lo mejor de ellos, y el Señor miró con a g r a d o
a Abel y a sus ofrendas. Pero de Caín y las ofrendas
suyas no hizo caso; por lo que Caín se irritó en grande
manera y decayó su semblante. Y dijo el Señor: ¿por qué
motivo andas enojado?, ¿y por qué está demudado tu
rostro? ¿No es cierto que si obraras bien serás recompen-
sado; pero si mal, el castigo del pecado estará siempre
presente en tu puerta o a tu vista? M a s de cualquier modo
tu apetito o la concupiscencia estará a tu mandar, y tú
le dominarás, si quieres. Dijo Caín a su hermano A b e l :
100 VlCTIMOLOGÍA

,s^i^mos fuera. Y estando los dos en el campo, Caín


(sefCoraetió a su hermano Abel y lo mató" (Viejo Testa-
m^'^nfo. Gv?nesis de Reyes, 411-9).
Los artistas plásticos, literatos, dramaturgos y músi-
cos han plasmado este primer gran horror de la Tierra
—que signó con su leyenda el más brutal delito—• con
mayor profundidad y elocuencia que los psicólogos y la
pretensión explicativa de algunos victimólogos. ¿Cuál es
la interpretación que puede asignarse? Sólo bosquejos que
encierran nuevos interrogantes. Ni siquiera dando conte-
nido tanático ai obrar del bueno de Abel, porque se corre
el riesgo de pensar que la actitud con el delincuente es
demasiado compasiva o, en otras palabras, el infierno se
pretende tibio. . .
Desde Byron a Baudelaire, pasando por el Ticiano
o Rubens al oratorio de Scarlatti, hasta el formidable
bronce de Jacob Epstein, no se hace más que plasmar y
describir la dura tragedia concisamente, tal como ocurre
en el rispido relato bíblico. Pero los victimólogos no pue-
den rehuir la leyenda sin parábola, porque se encuentran
de frente a la primera "pareja penal" de la historia, y a la
fuerza y miseria de la naturaleza humana. Y dirán que
Caín, trastornado por el trato discriminatorio de Dios,
mató a su hermano con una quijada de burro, carcomido
por celos provocados inconscientemente. Tal vez, imagi-
nemos, ante la escasez descriptiva, que esta muerte sim-
boliza a dos personalidades enfrentadas secretamente.
Por un lado, la abrumadora sumisión de Abel y, por el
otro, la agazapada rebeldía de su hermano.
El fratricidio podría simbolizar también el conflicto
de antaño —que muda de ropaje en el tiempo— entre se-
dentario y nómade.
Sólo nos queda una suerte de conmovedor símbolo
primitivo para ser aplicado hoy a nuevos casos en que ya
LA VÍCTIMA EN EI. DEIJTO DE SANGRE 101

no In gracia de Dios, sino la de los superhombres de una


sociedad tecnificada hasta el tuétano de sus raíces, per-
mite nuevos fratricidios cuando los hombres se olvidan
que son hermanos.
Será sumamente difícil endilgar una actitud victima!
a Abel. No la prescribe ei texto bíblico y no lo permitiría
fácilmente el amplio consenso popular que ve en él a la
"víctima inocente". El mal y el bien. Ormuz y Arimán.
En el presente caso, si bien existe una "pareja criminal",
no sería aceptable elucidar la interacción y, además, ¿pa-
ra qué? La víctima ha despertado en casi todos nosotros
una indeleble compasión, es la sinonimia axiomática de la
inocencia. Es uno de los pocos casos. Y si es cierto que
ello pueda ser metacientífico, simplemente es así.
Será mejor entonces dejar a los remotos venerables
antepasados y admitir que sólo sean un símbolo adapta-
ble a nuestro deleznable mundo actual y a los fratricidios
de lioy.

2 5 . La vídima pasiona!.

Hay una sepulcral danza entre Eros y Tánatos, que


han celebrado de antiguo inescrutables esponsales reco-
gidos en leyendas mitológicas, en viejas civilizaciones y
en múltiples libros religiosos y sus exégesis. Sin embargo,
el crimen pasional no es mero patrimonio de los hombres,
como parece querer recordarnos el Marqués de Sade.
El mundo animal trae notables ejemplos de relacio-
nes demoníacas. Baste recordar a la "mantis religiosa"
hembra que, mientras el macho la fecunda, toma entre sus
patp.s la parte del cuerpo de su amante que esté a su al-
cance y la devora. La fúnebre cópula sigue su curso como
si nada pasara habida cuenta de la descentralización del
sistema nervioso que poseen estos insectos.
102 VlCTIMOLOGÍA

Ha quedado demostrado el arraigo del crimen por


pasión en el espíritu de los hombres. Ellos mismos se en-
cargan a diario de dar razón a los mitos y leyendas que
se reproducen y no parecen tan ciegas como la pasión. No
sin cierta ironía decía Thomas de Quincey, en El ase-
sinato considerado como una de las bellas artes, que mu-
chas veces la víctima desea ser asesinada. . . Y más
modernamente García Márquez en Crónica de una muerte
anunciada hace juguetear a Santiago Nasar con su pro-
pia muerte y a una buena cantidad de circunstantes y
mirones con su indescifrable silencio que ni siquiera los
victimarios comprenden.
Mendelshon define gran parte de sus conclusiones
anclando en el crimen pasional. Es que en ese delito se
revela con aristas nítidas, la participación y provocación
inconsciente de la víctima. Su tendencia a ser castigada
hasta el fin. Siempre será una cuestión de hecho suscep-
tible de ser investigada, pero las tendencias agresivas y
masoquistas de la víctima en los crímenes por pasión, se
manifiestan de manera concreta y alarmante, a veces pau-
sadamente en una suma de días calcados, llevando a la
cólera ciega al victimario. Es una característica victimal
inconsciente. Una suerte de predisposición, casi de seduc-
ción, en que es posible que el instinto de muerte de que
hablara Albert Camus se superponga al de vida.
Se ha dicho que el instinto homicida navega en lo
profundo de todos los seres. Algunas voces nos alertan
sobre las víctimas. El poeta libanes Khalil Gibran ha di-
cho: "El asesinado no es irresponsable de su propio ase-
sinato". Y más científicamente Abrahamsen, siguiendo a
Freud, señala en La mente asesina: "El homicidio surge
de la intensidad de los deseos de muerte que coexisten
con nuestras emociones al servicio de la vida, del mismo
modo que el amor y el odio conviven dentro de nosotros.
LA VÍCTIMA EN EL DELITO DE SANGRE 103

El homicidio, a pesar de nuestra resistencia a admitirlo,


es parte de nuestra humanidad y tiene su raíz en las emo-
ciones humanas. Es este aspecto frágil y cruel de nuestra
conducta el que hace a muchos de nosotros más capaces
de matar de lo que imaginamos" ^'^.
En el crimen pasional la víctima está fijamente de-
terminada en la mente del victimario. Esa mente martiri-
zada, corroída por un malestar cuya fenomenología reside
en la actitud victimal que parece irradiar ondas de atrac-
ción de valor negativo. Allí está el sujeto pasivo, general-
mente muy cerca, con su poderoso y atrapante estímulo,
buscando inconscientemente la reacción en cortocircuito,
la respuesta huracanada, la descarga, en fin, que conduce
a su supresión. La eliminación de esa víctima coadyuvan-
te y provocadora significa para el victimario la solución
de su conflicto interior, que es el centro de la angustiada
lucha de tantos días.
Hace unos años defendí en los tribunales de Buenos
Aires a un hombre que mató a su mujer de dieciséis puña-
ladas. Las últimas las asestaba, tras la cólera inicial, ya
en el suelo sangrante la víctima, acompañadas por besos
y llantos. Sin embargo, volvía una y otra vez a levantar
su filoso cuchillo. La historia de esta desdicha tiene por
centro a un denodado trabajador, español de origen, due-
ño de un bar, casado hacía seis años, cuya mujer a quien
amaba profundamente, vivía despreciándole y apostro-
fándole el que no tuvieran hijos.
Los médicos consultados habían sometido a la mujer
a largos tratamientos sin éxito y ella no sólo no elaboraba
la situación sino que no toleraba la idea de su esterilidad.
Hacía culpable al esposo, lo trataba de impotente y le de-
cía que frecuentaba sexualmente a otros hombres. Si bien

2T David Abrahamsen, La mente asesina, Ed Fondo de Cultura Eco-


nómica, México, 1976, p. 17.
104 VlCTIMOLOGÍA

nunca pudo constatarse esa circunstancia, la noche del


crimen, volvió la víctima a burlarse y con la retahila de
que era un xnepto sexual, expresándole que había que-
dado embarazada por otro hombre cuyo nombre le dio y
volvió a enrostrarle una y otra vez su impotencia. Lo apos-
trofaba, riendo, de ¡cornudo e impotente!
Tras destrozar parte del negocio, el victimario, que
era un hombre naturalmente bueno y capaz de sufrir has-
ta límites increíbles, tomó un cuchillo de largas dimensio-
nes —para cortar fiambre— y se dirigió al apartamento
en la parte trasera de la finca y encaró a la víctima, que
no pudo atinar a defensa alguna. Los vecinos llamaron a
la policía, que encontró a ella muerta y a él abrazándola
con patética desesperación, el rostro manchado de sangre,
besándola una y otra vez y expresándose fuera de sí, de
manera gutural.
Tras ordenar el juez, luego de la declaración inda-
gatoria, el traslado del procesado para su atención al Hos-
pital Neurosiquiátrico '—donde permaneció algo más de
un mes—•, en oportunidad de la primera visita que le efec-
tué, sin importarle la marcha del juicio, me explicó y pidió
dijera al juez, que él había pensado otras veces en matar
a su mujer porque la existencia de ella lo perturbaba al
punto de no dejarlo vivir. "Ahora, me dijo, ni ella ni yo
tenemos que perdonarnos nada".
Fue sobreseído definitivamente por homicidio en es-
tado de emoción violenta (art. 34, inc. 1', del Cód. Penal).

2 6 . Oíros crímenes c®n eleeción de ía víctima.

La determinación de la víctima se verifica no sólo


en aquellos homicidios provocados por una pasión mórbi-
da, sino en otros en que los móviles aparecen envueltos
en la piedad, los celos, el odio, la envidia o la venganza.
LA VÍCTIMA BN ¿L DELITO DE SANGRE 105

Este último tipo de delito no es habitual en los ana-


les de la antología dellcíual en la Argentina, pero los ca-
sos de venganza que se recogen en la jurisprudencia, sue-
len ser de duro patetismo. Germán Marracino, que fue
durante varios años Director de Criminología del Servi-
cio Correccional de la Provincia de Buenos Aires, narra
un conmovedor y ejemplificativo caso que conoció en la
cárcel. Se trata de un anciano de 82 años, nacido en Si-
cilia, y que llevaba 50 años de residencia en el país.
Dueño de un taller de cromados y de situación económica
desahogada, "de correctos modales, buen nivel discursivo
y fluido manejo del castellano", cuando se le preguntó
sobre las causas de su prisión contestó secamente: "Fue
el destino". Narró que cometió el homicidio de un hom-
bre de 35 años que había reducido a su hija. Al pregun-
társele la edad de ésta, pensando se trataba de una joven,
el anciano contestó con absoluta naturalidad: "cuarenta
años". Expresó entonces los motivos de su decisión. El
occiso "lo había burlado", pidiéndole le permitiera visitar
a su hija en la casa paterna donde habitaba, autorización
que le fue concedida. Tiempo después se enteró de que
el hombre era casado.
Le enrostró el engaño y que so capa de un correcto
proceder, mantuviera relaciones sexuales con su hija. Por
toda contestación, la víctima esbozó una sonrisa que el
anciano interpretó como burlona. Entonces tomó un cor-
tapapel que estaba sobre la mesa y se lo hundió en el pe-
cho causándole la muerte. Mientras narraba el hecho sólo
atinaba a decir como una suerte de cantilena aprendida
y sin el más mínimo remordimiento, firme en su decisión:
"fue el destino. . .".
Podría pensarse en n í a tragedia italiana que evoca
aconíeccres de la región meridional, pero el hecho ocurrió
en la Argentina. De todos modos, el remate del asunto y
106 VlCTIMOLOGÍ A

la visión victimológica por un lado y antropológica por


el otro, nos la revela una carta que el autor remite a su
hermano residente en Nueva York, al que hacía 25 años
que no veía, cuya traducción es la siguiente: "Querido
Aldo: Hoy, 28 de febrero de 1968, llego al fin de mi vida
con un epílogo trágico. Me he visto constreñido a matar
a un hombre, un monstruo, que ha seducido a aquella que
fue mi hija Rita, digna hija de la mala oveja que fue su
madre, no ha vacilado en enfangar mi honor. Pero así no
podrás avergonzarte de llevar mi nombre. Te saludo" ^^.
Para nada han influido en el espíritu de este hombre,
tras medio siglo pasado en la Argentina, nuevas pautas
sociales, culturales y de convivencia. Continuaba fiel a
su herencia psicológica y a su marco de referencia, valo-
res y pautas de conducta de su lugar de origen. No cabe
duda de que se ajustó a ellos sin vacilación: "Fue el des-
tino", decía, pero también la víctima jugó un papel deci-
sivo con su conducta provocadora e inconscientemente
sobrevaloradora de los sentimientos del honor de la fami-
lia que se hallaban inmersos en la conciencia moral del
anciano frente a la salvaguardia de "su honra", y que no
podía desconocer.
Otro ejemplo de víctima determinada es la del infan-
ticidio. La idea del crimen del niño recién nacido forjado
en la mente de la madre, aunque simbólicamente puede
estar "matando" al padre de la criatura.
Hay víctima elegida con antelación por quien devie-
ne delincuente en casos que suelen ocurrir en nuestros
campos, aunque pudieran terminar exactamente al revés.
M e refiero al desafío a duelo, cuchillos en mano, para
vengar la muerte de un hermano o un amigo. He hablado
largamente hace unos años con el autor de un hecho como

28 Germán A, Marracmo, Meditaciones y recuerdos de un eX'Criminólogo,


en "Rev. Panorama Cnminológico", n'' 21, ps 3 y ss., Córdoba, 1979.
LA VÍCTIMA EN EL DELITO DE SANGRE 107

el que narro, en la cárcel-penitenciaria de la provincia de


Corrientes.
Se trataba de un hombre de 30 años, muy medido
en su exteriorización, que decía, con gran asombro de mi
parte, que bien estaba la justicia en condenarlo: "Yo debí
lavar el crimen de mi hermano y fui el mejor en la pelea.
La justicia estuvo bien conmigo". Dicho esto con entera
calma.
En el homicidio cometido tras el secuestro extorsivo
para el logro de dinero u otros fines, el criminal efectúa
su elección. Igualmente en los casos del homicidio come-
tido para cubrir la retirada, a fin de escapar de la captura
policial o de un particular o por el hecho de haber sido
descubierto mientras sustraía objetos. Son las circunstan-
cias de hecho las que determinan las víctimas en estos
casos tan frecuentes.
Fattah agrega otros casos en que la víctima aparece
determinada: a) el del homicidio para heredar. Cabría
agregar el homicidio contra la persona que impediría la
herencia o, en otras palabras, que tiene mayores derechos
en la eventual sucesión; b) homicidio para cobrar un se-
guro en que sólo puede ser víctima el asegurado; c) casos
de homicidio para escapar al pago de alimentos o para
liberarse de una persona a cargo en que sólo esa persona
puede ser víctima ^®.
La elección o determinación de la víctima dependerá
de los mecanismos de interacción que conforman la "pa-
reja penal", que es la que suele permitir la visualización
de los motivos del acto y las razones directas de la elec-
ción De ahí que sea sumamente importante la investiga-
ción para explicar el rol del sujeto pasivo y para saber
hasta qué punto éste ha tenido una actitud activa en la

2& Abdel Ezzat Fattah, ponencia presentada en las Jornadas Internacio-


nales de Criminología, p. 36.
10(5 VlCTIMOI.OGÍA

génesis delictuaL Eso permite aseverar, desde von Hentig


a la actualidad, que víctima y victimario (o en orden in-
verso) constituyen un todo inseparable, que se influye
recíprocamente. Esa reciprocidad representa un resultado
traducible como la ganancia para uno y la pérdida para
el otro, habrá que saber si ese débito y ese crédito es siem-
pre susceptible de distinguirse con claridad, más allá del
fin concreto y objetivo del acto.
Algunos investigadores han trazado estadísticas co-
rroborantes, aunque indiciarías. Por ejemplo, Marvín B.
Wolfgang observó, en 1958, que sobre un total de 550
casos de homicidio cometidos en Filadelfía entre 1948-
1952, se constata una relación entre criminal y víctima
en los siguientes porcentajes: amigo íntimo, 28,2 %; re-
lación de parentesco, 24,7 %; conocido, 13,5 %; desco-
nocido, 12,2 %; amante o prostituta, 9,8 %; rival sexual,
4 9Ó; enemigo, 2,9 %; agente de policía, 1,1 %; especta-
dor inocente, 1 %; compañero homosexual, 0,6 % ^^
Este tipo de estadísticas resulta singularmente útil a
una política criminal prevencionalista. Hasta cierto punto
sorprende que en la enorme mayoría de los homicidios
dolosos la "pareja-penal" se conociera de antemano. Ha-
brá que tener en cuenta el marco social, jurídico y cultu-
ral donde esas estadísticas se verifican.

2 7 . Un caso de corresponsabiSidad vicíimal.

El 16 de agosto de 1983, el juez de sentencia, Dr.


Ricardo José Galli, absolvió un caso de homicidio reite-
rado de contornos sumamente dramáticos y raíces profun-
damente victímales. La lectura de ese legajo hace nacer,

•*<> Cit. por Hans Góppinger, Criminología, Ed. Reus, Madrid, 1975,
p 367
LA VÍCTIMA EN EL DELITO DE SANGRE 109

aun en el lector más avezado, una suerte de simpatía por


el victimario. Un hombre sometido a una sucesión incalcu-
Inblp de ultrajes, al desmembramiento de su matrimonio,
que debe asistir impotente al agravamiento de la enfer-
medad de su hijo y al desprecio de su esposa. Soportar
también duros insultos respecto de su propia madre. Todo
lo cual es pergeñado y metódicamente articulado por su
suegra, a quien acompañan ciegamente el esposo y su
hija, casada precisamente con quien devendrá victimario.
El relato que efectúa en su declaración indagatoria
P.N.B. señala que desde el inicio del noviazgo incidió
notoriamente su suegra, cuya voluntad dominante mane-
jaba personas y situaciones y acallaba cualquier discre-
pancia del núcleo familiar, del que era la voz cantante
y única.
La imposibilidad de adquirir o alquilar una vivienda
lleva a la joven pareja a aceptar el ofrecimiento de vivir
con sus suegros hasta tanto pudieran acceder a la casa
propia. Inmediatamente se producen los primeros enfren-
tamieníos. La actitud de la suegra es de permanente y
r-margo reproche y hostilidad. Convirtiéndose definitiva-
mente en la espina irritativa en la relación matrimonial.
Nace un hijo y en el matrimonio se produce un grupo
de circunstancias sobrecogedoras. Al niño se le descubren
dos hernias inguinales y su madre, que es médica de pro-
fesión, adopta, dominada por su progenitora, una actitud
de increíble inactividad. Ni como madre ni como médica
procede a efectuar o lograr un tratamiento adecuado.
P.N.B. se inquieta pero trata de dominar su indignación
y trae un médico, pero su suegra, con el incondicional apo-
yo de su marido e hija, requieren e imponen la presencia
de un curandero que es, junto a una vidente, quienes se
encargaban de la salud del niño.
lio VlCTIMOLOGÍA

Se suceden consultas y la presencia de nuevos cu-


randeros, uno de los cuales efectúa en la casa una suerte
de ritos exorcistas. Mientras tanto la vidente llega a la
conclusión de que la madre del procesado es culpable, a
través de la trasmisión de un maleficio, un "daño" a su
propio nieto, del que éste no sanará. El "daño" ocurría
en los momentos en que la mujer visitaba a su nieto. . .
y por simple presencia.
Por orden de la irascible suegra se decide prohibirle la
entrada. La madre de P.N.B. no podrá ver más a su nie-
to, hijo y nuera. Ante la protesta lógica, ocurren los con-
sabidos insultos. P.N.B. vive en extrema tensión; su hijo
no se cura; su mujer, pese a su condición de médica, no
atina más que a obedecer a su madre y a separarse cada
vez más del procesado que la ama profundamente.
Como la declaración indagatoria fue grabada en
cassettes por el juez que instruyó la causa, Dr. Tor-
lasco, el sentenciante dirá: "Si dramática resulta la lec-
tura de esta indagatoria, al escuchar la grabación de sus
dichos produce una inmediación que nunca percibí en el
cargo que ocupo. Logra el detallado relato introducir al
oyente en el drama que vivió B. Narra el deterioro que
se produce en el matrimonio; la falta de asistencia médica
a su hijo; los desplantes que le hacían; cómo lo conside-
raron a él como portador o trasmisor de la suerte de ma-
leficio, y cómo trató por todos los medios de salir del
círculo en que lo encerraban".
Los problemas se van planteando hora a hora, día a
día, con mayor crudeza en el mortificado psiquismo del
hombre. Su suegra, dominante de la situación, va a des-
atar inconsciente •—casi naturalmente'— el crimen. El
propio juez, en su afán de hacer más gráfica su convic-
ción, dice estas palabras: "Suprimiendo mentalmente el
LA VÍCTIMA EN EL DELrro DE SANGRE 111

final, es importante decir que se puede apreciar que algo


serio va a pasar".
Inútilmente P . N . B . trata de mejorar la relación de
la pareja. T o d o lo ha destruido la suegra y la enfermiza
relación de la hija con sus padres. El rechazo de su ma-
dre no era más que la viva repulsa hacia él, a punto tal
que su esposa llega a impedirle que la tocara porque p o -
dría hacerle "un d a ñ o " .
El día anterior al hecho se produce la ruptura y se-
paración entre P . N . B . y su esposa (y obviamente la
s u e g r a ) . E n su declaración dirá: "hablé a solas con mi
esposa fracasando totalmente como hombre, padre, espo-
so e hijo". Resulta notable, aunque comprensible por el
amor que profesaba a su mujer e hijo que siguiera atado
fuertemente a ellos. N o otra cosa sugiere el hecho de que
se va a vivir a casa de su cuñado (hermano de su mujer),
quien no sólo comprende su situación sino que lo acoge y
protege sin mayores dilaciones.
A la mañana siguiente se sentía tan quebrantado fí-
sica y psíquicamente que pensó internarse y decidió pre-
viamente visitar a su socio en el taller de ambos, pero
imp"evistamente tomó otro rumbo y se encontró en una
armería que conocía deode su infancia, adquiriendo un
revólver calibre 32. Fue luego a su casa en busca de un
pijama que había olvidado al retirarse del hogar el día
anterior y es recibido por sus suegros. La suegra tras bur-
larse de él y de su madre, según su costumbre, adoptó una
actitud triunfante. E s lo único que recordará P . N . B . ,
quien descargó todas las balas de su revólver sobre am-
bos causándoles la muerte.
El llanto de su pequeño hijo lo hizo volver en sí. Poco
después llamó a sus familiares dándoles cuenta de lo
ocurrido y se dirigió a la comisaría. E n el trayecto pensó
112 VicriMOTOGÍA

en matarse, pero no lo hizo, según declara, por su peque-


ño hijo, entregándose preso.
La absolución fue resuelta por estado de emoción
violenía (art. 34, inc. 1°, del Cód. Penal).
El caso de por sí es elocuente y la actitud victimal se
advxrlc muy clara. No cabe duda de que la mujer ponía
en juego su temperamento destructivo atacando directa e
indirectamente a P.N.B. subrogando a la hija a nivel in-
consciente mediante insultos y agravios a la hombría del
vicí^íraario. Hizo cuanto fue posible por separar a la pa-
reja y cuando lo logró, infiriendo al hombre una verda-
dera estocada, pues tal separación implicaba no ver a su
hijito, adopta una actitud de triunfo digna de la trage-
dia griega. Es más, ha puesto en igual situación agresiva,
por el propio desborde de su personalidad dominante,
a su esposo e hija, trasíormándoles en potenciales vícti-
mas. La joven absolutamente dominada y con su débil
carácter a punto que siendo médica no atina a curar a
su hijo, ahondó con su desprecio la desesperación y des-
ventura de su marido. No me cabe duda de que si hu-
biese estado en el escenario del suceso al tiempo de su
ocurrencia, hubiera corrido igual suerte que sus padres.
Así como se habla de codelincuencia, en el caso po-
dría hablarse de una corresponsabilidad victimal que tiene
como eje central a la occisa por su recurrencia inconscien-
te en desatar la agresividad del victimario.

2 8 . El magriÍGÍdio.

La historia de la humanidad se ha poblado de seres


incomprendidos, verdaderas "víctimas del delito". Suelen
ser, de más está decirlo, quienes lanzaron fecundas semi-
llas en el campo del amor y la comprensión al hombre,
verdades científicas y elucubraciones metafísicas que los
LA VÍCTIMA EN EL DELITO DE SANGRE 113

liños y una mayor generosidad, libre de pasiones, recogie-


i'nii en el tiempo. Sus ideas han gobernado y gobiernan
iiiuchos de los pensamientos actuales y poblarán los
III (uros.
Siempre ha habido y habrá seres limpios y profun^
(ioíi dispuestos a dar hasta la propia vida en defensa de
HiiK verdades y sobre los cuales converge, tal vez por su
mnyor inteligencia o humanidad, la rebelión de los me-
illocres, hipócritas, fanáticos, envidiosos y conservadores,
con sus rencores Implacables que también recoge la
historia.
C u a n d o hoy se trata de los atentados y muerte vio-
lenta de los que gobiernan, habrá que vincularla a grupos
U'iToristas, logias, centros de inteligencia que actúan por
rozones políticas y funestas instituciones transnacionales
tjue preconizan la desestabilización social a través del
"crimen del que gobierna" (allí está el ejemplo de los
Kennedy, de Salvador Allende o el más reciente atenta-
do de muerte a Juan Pablo I I ) . El magnicidio es obra,
hoy en día, de grupos como los señalados y, cada vez
menos —^aunque no se descarta—, de psicópatas fanáti-
cos, místicos y mesiánicos que buscan notoriedad a tra-
vés de su hecho. Se suele hacer creer en oportunidades
iiue se trata de un psicópata que actúa por sí y ante sí.
Quienes más desean hacer creer esa versión son los ins-
ligadores o la "ingenua" interpretación de algún servicio
policíaco.
Será preciso evocar casos tan sobrecogedores como
el de M o h a n d a s Karamchand Gandhi, a quien el pueblo
hindú otorgó el nombre de M a h a t m a (Alma G r a n d e ) ,
.asesinado el 30 de enero de 1948 en N u e v a Delhi en los
líirdincs de la casa Birla, donde se encontraba rezando
IHiblicamente; o el de Abraham Lincoln, presidente de los
l'E.LIU. y profundo defensor de la dignidad humana. Y a
114 VlCTlMOLOGÍA

por el año 1865, terminada la guerra civil que dividió a


Estados Unidos durante años en un fratricidio como pocos
se recuerdan en la historia, quedaba plasmada la figura
de Lincoln a través de palabras pronunciadas en el ce-
menterio de Gettyburg, de profunda y majestuosa belle-
za: ". . .nuestros antepasados hicieron nacer en este con-
tinente una nueva nación, concebida en la libertad y
dedicada a la idea de que todos los hombres nacieron
iguales. . . Nos hemos reunido en un gran campo de ba-
talla para la guerra civil. Hemos venido a consagrar una
parte de este campo como un sitio de reposo final para
los que aquí dieron sus vidas, a fin de que la nación pu-
diera vivir. . . ¡que de estos venerados muertos tomemos
una acrecentada devoción a la causa por la cual ellos die-
ron la última y plena medida de su devoción! Decidamos
de todo corazón que estos muertos no hayan muerto en
vano. . . que esta nación nazca nuevamente a la libertad
y que el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo,
no desaparezca de la Tierra" ^\
Estas palabras resultaron trágicamente premonito-
rias. El 14 de abril de 1865, mientras se encontraba en un
teatro de la ciudad de Washington, una bala se alojó en
el cerebro del presidente, que murió horas después. La
había disparado un actor de segundo orden llamado
John Wilkes Booth, en la oscuridad del palco donde pudo
llegar sin oposición.
Dicen los historiadores que Lincoln había invitado
ai Gral. Grant al teatro y que éste no pudo asistir por
razones circunstanciales. Grant rogó al mandatario que
adoptara todas las precauciones, a lo que Lincoln con-
testó: "Señor general, si hay alguien dispuesto a cambiar
su vida por la mía, toda precaución es inútil". Las pala-

31 A. Quiroz Ciiarón y S. Maynez Puente, en Psicoanálisis del magnici-


dio, Ed. Jurídica Mexicana, México, 1965, p 1".
LA VÍCTIMA EN EL DELITO DE SANGRE 115

bras resultan dramáticamente actuales. Pero despunta, si


es que fueron pronunciadas, una actitud victimal caracte-
rística de una personalidad con contenidos místicos y ac-
titudes de tipo delirante.
Para intentar el análisis de la personalidad de su
victimario, habrá que destacar que, tras haber disparado
sobre Lincoln, apuñaló al comandante Rathbone que in-
tentó sujetarlo. Saltó luego desde cuatro metros de altura
al escenario pero se enganchó con una bandera del palco
presidencial; al caer se fracturó el tobillo de la pierna
izquierda. Como si sobre ese escenario sintiera represen-
tar el papel más importante de su carrera actoral, apuñaló
a un músico, hizo rodar a una actriz al suelo y al niño
que tenía las riendas del caballo donde debía montar para
emprender la huida, lo abatió con la empuñadura del re-
vólver dándole un golpe en el cráneo. Y luego huyó
durante varios días ^^.
Recién el 26 de abril fue localizado junto a un com-
pañero que salió con los brazos en alto a la primera orden
de rendición. Pero Booth "siguió representando para la
posteridad". Se negó a rendirse. La orden era capturarlo
vivo, pero intervino un sargento, fanático reUgioso que,
azuzado por la actitud de Booth -—ahora apreciable desde
un punto de vista victimal—, le descerrajó un balazo en
la cabeza, con lo que decretó su muerte instantánea.
Corbett, que así se llamaba el sargento, señaló des-
pués del hecho que había recibido "órdenes directas de
Dios todopoderoso". Curiosa similitud con la muerte de
John Kennedy por Oswald, y la muerte de éste, en situa-
ción de extrema emoción por Jack Rubí.
El victimario, cuando no existen motivos políticos sino
32 Quiroz Cuarón y Maynez Puente, Psicoanálisis. . . cit., p. 176, señalan
que ese día, en la reunión de gabinete matutina, se había acordado la creación
de la policía federal de E . E . U . U . y de un servicio secreto que tenía por
objeto, entre otros, proteger la vida del presidente.
116 VICTIMOIJOGÍA

personales, generalmente padece de una psicosis delirante


con exaltación pasional, ideas obsesivas y maníacas, exa-
geraciones del carácter de la hiperafectividad y estados
místicos, entre otros síntomas.

2 9 . El firanicidio u homicidio "iusticiero".

Es un homicidio cuya etiología es fundamentalmente


política.ALa víctima perfectamente determinada ha hecho
fermentar con su actividad contraria a la sociedad y hu-
líiilíante para los ciudadanos, la idea de su muerte en la
mente de varios de ellos. Es una situación ambivalente,,
una relación entre atormentador y atormentado.. Hoy el
atormentador, como la historia no ha transcurrido inútil-
mente, barrunta que su fin puede ser violento (no tiene
la calma y preparación de ánimo de Lincoln, Gandhi
o Juan Pablo 11) y contrata equipos de hombres destina-
dos a su seguridad y protección.
Explica Jiménez de Asúa ^^ que la doctrina del ti-
ranicidio tiene su origen en Confucio y su discípulo Meng-
Tsé (Mencio), que en Grecia fue defendida por Polibio,
en la época grecorrom.ana, por Plutarco y, siglos después,
entre los españoles por Juan Mariana y Francisco Suárez.
La figura del tirano que ha victimizado a su pueblo
durante años y a quien muchos de sus subditos le deben
tormentos, desesperación, hambre y brutalización se ha
modernizado un tanto respecto de las ideas que el tirano
pretende hacer creíbles: entronización de la Nación, se-
guridad estatal, raza superior, restaurador del bien común
o los principios nacionales tantas veces difusos. El tirano
confunde el bien común con sus propios intereses. . . Un

83 Luis Jiménez de Asúa, Vicíimiohgía. en Estudios de derecho penal y


criminología, Ed. Omeba, Buenos Aires, 1961, p. 27.
LA VÍCTIMA EN EL DELITO DE SANGRE 117

día se encontrará, por así decirlo, "con la horma de sus


zapatos" (El propio Hitler fue víctima de un atentado que
casi le cuesta la vida).
El tirano es causante tangible y determinado de una
sociedad oprimida y él lo sabe. Los Somoza en Nicaragua
constituyen un vivo ejemplo. Conocen el descontento co-
lectivo y la frustración cotidiana de muchos de sus go-
bernados. Otros callan por temor u obsecuencia. A las
medidas de seguridad elementales suman un aparato de
sofisticadas técnicas para allegar seguridad a sí y a su
familia. Cuando se mueve o viaja un séquito de especialis-
tas en balística lo sigue alertando el más mínimo detalle
que pueda ser comprometedor para esa seguridad. El ti-
rano, sin embargo, no amaina sus actitudes soberbias y
autocráticas. Inconsciente, asume y robustece su actitud
victimal: los hitos de violencia de los grupos de obreros,
políticos y estudiantes le explicitan y adelantan la res-
puesta de las víctimas atormentadas. Se trata de situacio-
nes que por desgracia nos toca vivir a los latinoamerica-
nos, aunque sea preciso recordar como típicos ejemplos las
numerosas muertes de zares en Rusia que hiciera decir a
Napoleón: "Nada hay menos seguro que la cabeza de
un zar. . .".
Las víctimas, los propios zares, reaccionaban ante las
reclamaciones de la multitud echando sobre ella mayor
violencia y represión '—ideas propias del paranoico que,
pretendiendo esconderse, descubre su temor—. Inútiles
eran las advertencias. A esa mayor violencia se respondía
con una violencia superior aún.
Pero tal vez la mejor visualización victimal de su ac-
titud la dé el hecho corriente de que el tirano salga ileso
en una o varias oportunidades. No ha podido ser muerto
pero los atentados y la advertencia están claros. El no
modificar su acción de gobierno, el seguir una conducta
Vl( riMOI.OGlA

atormentadora implica claramente una búsqueda extra


consciente de su propio fin. Y esa conducta va atrayendo
a los perseguidores políticos, y cuando no fanáticos, que
llegan a la convicción, no pocas veces delirante, de que
deben dar el gran golpe y matar en nombre de Dios, la
patria, la libertad, la anarquía o algo más simple y ele-
mental: la venganza. De ahí que al tiranicidio se lo deno-
mina "homicidio justiciero".

3 0 . El atormentador atormentad©.

Hav situaciones en que se anuda de tal modo la


"pareja penal" que no llega a visualizarse claramente,
desde el punto de vista estrictamente victimológico, quién
es el verdadero autor del homicidio y quién lo es simbó-
licamente y, más precisamente, quién es en realidad la
víctima.
Hay un caso típico que suele ocurrir con frecuencia
en las periferias de nuestras ciudades y en los barrios de-
nominados de emergencia o "villas miserias". El padre
que regresa alcoholizado y somete a su mujer a vejámenes
y golpes en presencia de sus hijos. También éstos reciben
golpes y humillaciones. Así por años.
La virulencia del progenitor-atormentador se convierte
en una obsesión familiar porque su irritabilidad, acompa-
ñada de alcohol que lo torna aún más agresivo, se des-
carga brutalmente sobre la mujer y los hijos que suplican
vanamente que se contenga. Ocurre que los niños van
creciendo y un día uno de ellos, generalmente el mayor
—que suele ser penalmente imputable por su edad— ulti-
ma al padre con un puñal o el arma que tenga más a mano.
Cabe insistir: ¿Quién ha sido la víctima?
En La sociedad de la droga (pág. 161) narro el diá-
logo sostenido con el esposo de una joven mujer a la que
LA VÍCTIMA EN EL DELITO DE SANGRE 119

quería profundamente. Esta mujer era consumidora •—^en


proporciones geométricas— de anfetaminas que la lleva-
ron a una psicosis anfetamínica y posteriormente a la
muerte por hepatitis medicamentosa a la que se ligó una
hemorragia esofágica. Las explicaciones sobre cómo debía
proveer droga sabiendo la situación de su mujer adicta
para evitar sus crisis de excitación, producto del síndrome
de abstinencia o carencia, son abrumadoras. Cómo no
podía dormir debido a la excitación de ella, sus agresiones
y sus temores de sentirse perseguida, el tener que vivir a
oscuras o en semioscuridad porque le molestaba la luz,
lo llevó a un arranque de ofuscación, tras haber soportado
durante años en silencio y calma. La tomó del cuello y
pudo haberla matado. Un llamado telefónico lo volvió a
la realidad providencialmente.
El convivir con toxicómanos y fundamentalmente con
alcohólicos es sumamente arduo y puede llevar a situa-
ciones como las deácr'iptas de atormentador-atormentado
que indudablemente deben ser tuteladas. Estos casos hay
que incluirlos cuando sobreviene una muerte entre los
homicidios denominados justicieros, aunque el victimario
no se enmarque en una actitud reivindicadora de una si-
tuación política o social. Resulta tan consecuente y coad-
yuvante la conducta de la víctima que atrapa en una te-/
laraña al victimario. Y como la araña que conoce las más
sutiles trepidaciones de su red, va^^determ-inando con su
conducta agresiva y progresiva las acciones que luego se
producirán en su contra.
Éstos son los casos en que Mendelsohn sostiene que
la culpabilidad de la víctima es mayor que la del delin-
cuente.
Existe una especial comprensión y compasión hacia
el delincuente en virtud de las torturas a las que lo some-
tió la víctima y debido a que el móvil del hecho es casi
120 VlCTIMOLOGÍA

siempre altruista. Para ubicar la situación en sus justos


límites y dentro de esquemas criminológicos y legales,
cabría concretamente estudiar cada situación que se plan-
tea y lograr la inclusión de preceptos específicos en los
cuerpos normativos de orden penal para que se prevea la
disminución de la pena al autor o, en su caso, la irrespon-
sabilidad penal.
Al joven de 18 años que mata a su padre en un caso
como el que he citado, puede caberle en nuestro ordena-
miento legal pena de prisión o reclusión perpetua, pudién-
dosele aplicar la accesoria del art. 52 con acuerdo al
art. 80, inc. 1°, del Código Penal. Habrá que probar enton-
ces el estado de emoción violenta previsto en el art. 81 y,
en función de lo que señala el art. 82, in line, podría co-
rresponderle una pqna de seis meses a cinco años en tal
supuesto. Los jueces generalmente optan por este atajo
aunque la emoción violenta no es de fácil prueba. El joven
pudo haber comprendido "la criminalidad del acto al tiem-
po de dirigir sus acciones" y declarar incluso que el al-
cance de su tortura y la de su familia había llegado a un
límite tan intolerable que, en más de una oportunidad,
pasó por su mente como una ráfaga la idea de matar a
su progenitor. . . ^*.

Si En aislados casos la jurisprudencia asumió, frente a la cruda realidad


de patas situaciones, una sería connotación victimológica. N o obstante, en los
ejemplos que siguen, se advierte que hubo circunstancias capaces de adelantar
una importante brecha en la doctrina judicial;
Cabe considerar provocado por la victima el homicidio cometido por
el hijo en la persona de su padre, si de los antecedentes existentes resulta cjue
aquél padeció de un estado emocional obsesivo que hiZo que la persona de su
progenitor fuese asumiendo ante él caracteres que lo apartaban cruda o grose-
ramente del tipo ideal que todo hijo exige para el autor de sus días, y ha ido
transformando en odio su amor filial (CS Santa Fe, 17/3/66, "Rosas, Rubén
F.", "L.L.", t. 123, p. 950, 13.760-S).
Si la causa eficiente de! estado emocional radica decisivamente en la
agresión injusta de la víctima, y no tan sólo en la intemperancia o en el desa-
rreglo del homicida, tal estado es excusable, no obstante la peligrosa persona-
lidad del reo y su ebriedad en el momento de cometer el hecho ( T S Córdoba,
LA VÍCTIMA EN EL DELITO DE SANGRE 121

No es el propósito ni es cometido de este trabaio


plantear cuestiones normativas. Pero es preciso señalar
que en buena parte, por vías de la victimología, puede y
debe llegarse a la desincriminación de ciertas figuras y
a la irresponsabilidad penal de sus autores cuando éstos
clara y terminantemente son víctimas torturadas, ator-
mentadas que, para evitar el objeto del tormento, lo su-
primen causándoles como en este caso la muerte.

31 . El homicidio de sí mismo.

¡iménez de Asúa sintetizaba el criterio victimológico


con cierta demasía: "En todo suicidio hay otra víctima,
además del propio suicida; una víctima oculta a la que el
que se mata quiere alcanzar con su cuchillo o su revólver".
Sus ejemplos ya típicos son el del hombre engañado que
se dispara un tiro en la sien. Ha muerto él, pero simbó-
licamente el tiro iba dirigido a la mujer o al amigo que lo
han engañado.
Además, es una sutil forma de venganza porque será
difícil a esa pareja vivir o amar sobre una tumba.
El caso del ex presidente del Brasil, Getulio Vargas,
acosado por varios generales del ejército que le piden su
renuncia, es muy elocuente. Los militares, como ocurre en
nuestros países latinoamericanos, lo compelen, lo amena-
zan. Vargas toma un revólver y se suicida. ¿Apunta
realmente así a los militares sublevados? ¿Cuál es el me-
canismo no consciente? En definitiva los generales resul-
tarán políticamente aniquilados si se recuerdan las elec-
ciones que se efectuaron con posterioridad. El tiro del ex

Sala Crim. y Corree, 24/7/63, "Noriega, Vicente A.", "Rep. L.L.", t. XXV,
p. 750, sum. 34) .
122 V I C T I M O LOGIA

presidente fue simbólicamente certero aunque le costara la


vida. Vargas ha quedado en la historia del Brasil como un
hombre político inolvidable, mientras sus generales mere-
cen el repudio de la ciudadanía.
Autores alemanes han llamado con justeza a estos
suicidios, "homicidios de sí mismo".
Desandar el psiquismo del suicida no es fácil. En
buena cantidad de casos existe en ellos un gran senti-
miento de autopunición debido a complejos de culpa mal
sublimados, actitudes edípicas (o su equivalente feme-
nino ), aunque como lo ha señalado Durkheim, entre otros,
la mujer, en todos los países del orbe, se suicida mucho
menos que el hombre. El propio Durkheim en su celebé-
rrimo libro El suicidio publicado en 1897, que inaugu-
ra la metodología científica en sociología, nos lo ubica en
relación a los estados psicopáticos más o menos profundos.
Dejando de lado estados demenciales, si por psicopático
se entiende, como señala Kurt Schneider, la personalidad
que sufre y hace sufrir a los demás, resulta comprensible
que con la muerte propia se intente, con una postura para-
noide, hacer sufrir a otros e incluso hacerles sentir que
son autores morales. En el esquizofrénico y en los dina-
mismos psicopatológicos de los enfermos depresivos, suele
rondar o concretarse la idea suicida como producto de la
propia enfermedad si bien en todos los casos podría ras-
trearse la concatenación de circunstancias que lo impelen.
La depresión puede llevar a una desintegración de la per-
sona con respecto a la realidad circundante, a una total
carencia volitiva y de toda valoración, incluso religiosa,
que hasta entonces se tenían como elementos básales de
la vida.
En todo suicida se esconde un hombre desesperado
que desea "terminar con todo de una sola vez". Más que
desesperado, o decepcionado, cabría hablar de enferme-
LA VÍCTIMA EN EL DELITO DE SANGRE 123

dad que lo lleva a no querer confiar y a sentir que nada


tiene que esperar. Una especial pérdida de la esperanza
y las posibilidades de un proyecto de futuro. Otras veces,
la idea del suicidio se presenta con características obsesivas
o íóbicas.

3 2 . Un caso de doble suicidio frustrado.

En el año 1971 asistí jurídicamente a un joven de


20 años que junto a su novia de 19 intentaron el suicidio
en un hotel de citas de Buenos Aires. Ingirieron una can-
tidad aproximada de 30 somníferos cada uno. La joven
muñó y él pudo ser salvado mediante lavajes estomacales.
Sus padres se oponían a esas relaciones por motivos re-
ligiosos. Ella era israelita y él pertenece a una familia
católica. En este caso resulta claro que estamos frente a
un "homicidio de sí mismo" por partida doble. Y aunque
una de las víctimas no pudo, por razones ajenas, concre-
tar su voluntad, es también clara la partida doble con
respecto a quienes simbólicamente "han matado": los
padres.
Este joven, que fue querellado por el padre de la
víctima por homicidio y a quien el fiscal encuadró final-
mente en el art. 83 del Código Penal, como instigación o
ayuda al suicidio, terminó siendo absuelto de culpa y cargo
tras sufrir detención preventiva por casi dos años. En una
carta que me enviara desde la cárcel de Villa Devoto,
me dice: "Los padres de J. que me querellaron, no se dan
cuenta que ellos son culpables, que ellos la han matado".
Curiosamente los padres del muchacho (víctimas
simbólicas) me manifiestan, palabra más o menos, simi-
lar concepto achacando las culpas de lo ocurrido a los
padres de la muchacha y dicen que ellos hubieran accedi-
do finalmente a esas relaciones y al casamiento. Sin em-
124 VlCTlMOLOGÍA

bargo, la madre en cierta ocasión me revela que "pensa-


ba que con el tiempo podrían casarse por el rito católico".
Mi defendido me explicaba, a su vez, que ésta era una
nueva postura de sus padres, una vez producidos los
hechos.
Nunca pude hablar personalmente con los querellan-
tes pero el colega que los patrocinaba -—ya concluido el
proceso—, me explicó que también ellos pensaban que
podían haber cedido finalmente. . . y dejar que se casa-
ran. Siempre ex posí ¡acto. En el expediente, en cuanta
oportunidad pudieron, señalaban, a fin de abundar sobre
la personalidad moral de mi representado, que había lle-
vado a la joven a un albergue transitorio, hecho que en-
tendían francamente inmoral y desdoroso.
En definitiva, podría decirse que los querellantes
sentían el peso de la pérdida de su hija, por un lado, y
ser el motivo directo de su decisión, por el otro. Como
quien requiere una purificación de la memoria y una auto-
exorcización de los propios fantasmas que los señalaban,
acusaron descabelladamente por homicidio a mi asistido,
con singular obstinación. No podían sentirse homicidas en
el plano inconsciente.
Los padres del procesado, a su vez, enmarcaban su
actitud en sus férreas convicciones religiosas explicando
que su hijo había salido de la muerte por la gracia divina.
Decían una y otra vez que su hijo no era homicida "desde
que él también en un raptas de locura quiso matarse". Una
y otra vez insistían en comprender la actitud de los padres
de la chica y "perdonarlos".
El análisis psicológico de la situación y sus persona-
jes nos llevarían a extremos insospechables. En cierto
momento el padre del muchacho me explica con total na-
turalidad, aunque con énfasis, que la elección por parte
de ellos de un judío {por mí) para que asumiera la defen-
LA VÍCTIMA EN EL DELITO DE SANGRE 125

sa, era suficiente prueba de que ellos nada tenían contra


los judíos en sí, que además contaban con varias personas
"de esa religión entre sus amistades. . .".
Al margen de la consideración que cabe a tamaña
aseveración y que emite ¡a típica concepción de ios "pre-
juiciados de buena conciencia", es importante connotar
que la elección se produce por ser yo judío y no por ser
abogado del fuero penal. Creo que eso sintetiza y explica
que la muerte de la joven había tocado profundos estra-
tos inconscientes de los padres de mi defendido. Esa co-
participación en la negativa a las relaciones por tratarse
de una chica judía —que en todo momento me corrobora
el hijo: "a mis padres no les crea, doctor", eran sus pala-
bras habituales-— delimita un aspecto no desdeñable, una
cuota de coparticipación en el suicidio-homicidio.
Las víctimas materiales (aunque una de ellas resultó
salvada) lograron indudablemente sus propósitos incons-
cientes de matar o castigar simbólicamente a sus padres.
No cabe duda de los mecanismos de huida, por parte de
los padres, de sus propias culpas, tomando actitudes apa-
rentemente bizarras pero que no hacen más que desnudar
y remover su abrumadora problemática.

3 3 . La víctima de! tránsito vehicular.

Los homicidios y lesiones graves y leves que ocasiona


la imprudencia, negligencia, impericia e inobservancia de
los reglamentos en Ja Argentina, han alcanzado calidad
de catástrofe nacional aunque comúnmente no se diga.
No pasa día en que los periódicos no anuncien la exis-
tencia de un número ingente de muertos y heridos. Fami-
lias diezmadas, coches incrustrados en la parte trasera de
camiones, automóviles que vuelcan en pleno centro de las
126 VlCTIMOLOGÍA

grandes ciudades, o que suben a las aceras provocando


luctuosos saldos.
No deseo detenerme en datos estadísticos que resul"
tan abismales, como abismales son algunas de nuestras
rutas mal señalizadas o en las ciudades las calles con
pozos y transeúntes, aquí y allá, esquivando por centíme-
tros el paso raudo de los automóviles y transportes de
pasajeros.
Entre tanto los medios de comunicación, por sobre
todo la televisión, que suele persuadir sobre cómo lograr el
éxito y develar en cómodas cuotas qué es la felicidad, nos
alerta y nos lleva a automóviles de mayor potencia, de
mayor cilindrada, sin los cuales esa mañosa felicidad se
aleja del alcance de los sueños y las manos.
Producido el hecho comienza un neblinoso proceso
en que se trata de ubicar únicamente la acción penalmen-
te responsable del conductor, porque la culpa concurrente
—achacable a la víctima, cualquiera fuera el quantum— no
excluye la del victimario. No hay compensación alguna y
el delito queda perpetrado. Por lo común se tiene en mira
la "culpabilidad de la víctima" para graduar la sanción
a aplicar.
En esos procesos, la vista, trastornos auditivos, olfa-
tivos, de atención, los factores deficitarios del vehículo:
falta de luces, de frenos, estado de las cubiertas y de la
dirección del rodado, el exceso de velocidad, adelantarse
indebidamente respecto de otro vehículo, transgredir un
semáforo en rojo, y también factores exógenos que atañen
a la causalidad del delito: alcohol u otros tóxicos en el
conductor, son los que se tienen en cuenta de manera
prioritaria. Todo lo referido al comportamiento del A/icti-
mario, su estado psico-biológico al tiempo del hecho, las
condiciones propias del vehículo, factores telúricos (llu-
LA VÍCTIMA EN EL DELITO UE SANGRE 127

vías, neblina) y también la iluminación y estado de las


calles. ¿Y la víctima?
Y a señalé que si concurre con su imprudencia al de-
lito no inhibe la propia imprudencia del victimario. E s un
caso típico de presunción de inocencia generalizado. N o
obstante, en estos delitos, ciertas actitudes de la víctima
no son casuales sino causales. N o me refiero a quien
transita normalmente por la acera y ni siquiera tiene opor-
tunidad de avizorar cómo el vehículo se le viene encima,
sino a quien cruza desaprensivamente una calle muy
transitada, fuera de las líneas peatonales. N o cabe duda
de que inconscientemente ha buscado su fin. H a querido
morir. . . Como dice M e n d o z a (citado por Jiménez de
Asúa, ob. cit., pág. 3 5 ) : "Existen factores psicológicos y
temperamentales que se traducen en desatención, teme-
ridad, estupidez, distracción, precipitación, desidia, fasti-
dio, pavor, etc., que contribuj-en a la dinámica del infor-
tunio, a la propensión de accidentes de automovilismo en
el peatón".
N o inhibe estas conclusiones, sino que las refuerza,
el hecho de que la víctima se encuentre alcoholizada o
hubiese ingerido otra droga o se trate de alcoholistas
agudos o crónicos.
F a t t a h explícita que la inexistencia de culpas con-
currentes es de difícil dilucidación a la luz de la lógica
crítica. M u c h o más lo es arribar a la real culpabi'idad de
la propia víctima.
El concepto me parece excesivo. N a d a h a y más im-
portante que la vida. La víctima sigue y seguirá siendo
quien la ha perdido, aún atendiendo considerablemente a
su actitud victima! como punto de referencia procesal
penal; no cabe duda de que existen verdaderos liomicidios
de sí mismo en ciertos hechos del tránsito vehicular en
que la víctima, por sus deseos tanáticos inconscientes.
128 VlCTIMOLOGÍA

parece que se precipitara contra el rodado. Se trata


siempre de cuestiones de hecho de difícil y no convencio-
nal dilucidación a las que debe darse cabal importancia
y ser mensuradas por el juzgador. Además, con criterio
prevencional, servirán como toque de atención para una
correcta prevención de estos diarios y lamentables sucesos,

34. El suicids© y la agresión coíecfiva.

El suicidio es un tema que atrae no solamente a


criminólogos sino también a investigadores de muy diver-
sas disciplinas. Una variante aterradora la constituyen
los casos de suicidios masivos, de los que ha habido
elocuentes muestras en estos tiempos. Se conocen psicosis
de situación de carácter masivo, de muy diversos tipos,
incluso autoagresivas, como el caso de los encarcelados
que se infieren cortes con vidrios, hojas de afeitar, o los
peligrosísimos "sunchos". En La sociedad carcelaria
narro el caso de cortes autoinflingidos en la cárcel de
Villa Devoto por casi 100 detenidos. Cuando el recluso
no se atrevía o no poseía los elementos, acercaba su brazo
para que lo hiciera algún compañero. Los médicos de-
bieron suturar heridas todo un día. Se trató de una forma
de protesta colectiva de reclusos que no pudieron asistir
por falta de comodidades a la actuación de artistas en
el penal.
Se sabe de muertes de ciertos miembros de tribus o
cofradías de tipo fanático por razones de ofrendas a dio-
ses. Lo ocurrido en Guyana rompe con los moldes cono-
cidos. Cientos de personas decidieron inmolarse por
solidaridad con su gurú o "santón". Se dice que unos
ayudaron a otros y las muertes ocurrieron sin solución de
continuidad. Podría argüirse que los suicidas se sentían
acechados por remotas y terrenales razones, pero la psi-
LA VÍCTIMA EN EL DELITO DE SANGRE 129

cosis suicida que se precipitó con singular fanatismo


parece recorrer los andariveles de un culto secreto, eso-
sérico. Se sabe que había quienes ppdían ser muertos y
padres que, antes de suicidarse, mataron a su mujer e
hijos. El instigador fue el llamado "pastor Jones", cuya
íuerza de convicción y carisma ha quedado fuera de dis-
cusión. Pero habrá que advertir que este suicidio masivo
efectuado con tal espontaneidad no parece recoger vícti-
mas simbólicas sino las muy precisas que ofrendaron sus
vidas.

3 5 . La víctima en (y de) ia multitud.

La muchedumbre delincuente ha sido objeto de es-


tudio fundamentalmente con respecto a su proceder ins-
tintivo y espontáneo producto de la pérdida de todo con-
trol individual. La masa humana no parece tener capaci-
dad de espera como autora de delitos. Baste recordar los
linchamientos de tantos acusados y sospechosos con esa
avidez desesperada de hacer justicia por mano propia.
Un típico caso de multitud enfrentada a otra multi-
tud rival en un ámbito especial lo proporciona un campo
de fútbol, donde se encuentran partidarios de uno u otro
equipo. Se detectan inmediatamente por sus cánticos, sus
banderas, sus aplausos y el lugar que en la tribuna ocupan
ordinariamente. Esa multitud proclive a emociones puede
reaccionar enfervorizada o fanatizada de manera impre-
decible. A la vez, se siente objeto de agresiones concretas
y tangibles que se simboHzan por los cánticos, gestos y
pullas de sus rivales, la deficiente actuación de uno o
varios jugadores o de un arbitro. Cualquier circunstancia
parece despertar la reacción en cortocircuito.
Cuando se producen reyertas entre ambos bandos en
pugna pueden sobrevenir víctimas de lesiones y homici-
1 50 VlCTIMOI.OGÍA

dios. Ese trenzarse a golpe de puño, con cachiporras, ca-


denas o botellas, no reconoce víctimas ni victimarios (des-
de cierto punto de vista) sino la total confusión. El resul-
tado se sabrá al final, tal como ocurre con los duelistas.
Hace poco tiempo se produjo un hecho en Buenos
Aires de características inéditas, aunque años atrás ocu-
rriera uno similar en Italia. En un estadio de fútbol y
antes de la iniciación de un partido, dos o tres sujetos
dispararon una bengala, según se describió en los diarios,
que atravesó el campo de arco a arco y fue a dar a la
multitud partidaria del equipo rival. En tales circunstan-
cias murió instantáneamente un joven al que se le intro-
dujo el arma en el cuello y otro resultó con quemaduras.
El debate giró sobre si se trataba de un homicidio
simple y, por ende, doloso —como lo caratuló el juez
instructor'— o si fue —'Como lo señaló la Cámara en lo
Criminal al revocar la prisión preventiva-— un homicidio
por culpa. La causa se encuentra en estos momentos en
trámite.
Para el criterio victimológico importa más que el
dolo o la culpa, la circunstancia de haber ingresado en un
estadio deportivo un arma tan poderosa, que requiere
preparación previa para ser disparada, sabiendo eventual-
mente de antemano que el punto de disparo es una mul-
titud adversa (repárese que el partido no había comen-
zado). La multitud está determinada y es la víctima ge-
nérica del disparo, aunque la resultante penal sea la
muerte de un espectador y las lesiones que sufriera un
segundo.
No creo se trate de una multitud "inocente". Su sola
presencia antagónica explícita en niveles inconscientes la
posibilidad latente del estallido y la gresca, teniendo en
cuenta la idiosincrasia de estos grupos humanos y la vio-
LA VÍCTIMA EN EL DEUTO DE SANGRE 131

lencia contenida que encierran, dispuesta a expandirse


ante circunstancias adversas.
El caso narrado no es delito típico de la multitud
sino desde la multitud. Sus autores fueron inmediatamen-
te detectados y se los enjuicia partiendo de la base de
que su actividad fue deliberada, previendo o no el resul-
tado. Delinquieron desde la muchedumbre con los pun-
tos y preconceptos de ésta y sus pautas de comportamien-
to en ciertos casos, desde que los agresores forman parte
de una pandilla o "patota" con su lenguaje y códigos de
comportamiento donde literalmente desaparece la indi-
vidualidad.
La masa como víctima se define por sola presencia y
por las características de pertenencia grupal (política,
deportiva) que la identifica y hace vulnerable de agre-
siones por parte de un grupo opositor. Sóio bastará el es-
tallido emocional que la haga sentirse agredida para que
asuma un papel reivindicante y agresivo a la vez. Esas
bases emocionales tocan niveles inconscientes que están
más allá de la cultura o compostura habitual de sus miem-
bros individualmente considerados.

3 6 . La víctima individual provocadora de la multitud.

Hay casos en que la víctima crea con su actitud o


su obrar o, simplemente, por sola presencia, un nuclea-
miento espontáneo en su contra que con desconcertante
rapidez está dispuesto a todo. Cuando se reconstruye un
asesinato por orden judicial, si el hecho ha conmovido la
sensibilidad pública, debe intervenir cuidadosamente la
policía para evitar que ciudadanos que acaso se han co-
nocido en ese momento, intenten agredir al victimario y
pidan su linchamiento. Es que la naturaleza de la fuerza
132 VICTIMOIJOGÍA

que gobierna a la masa tiene en su génesis un fenómeno


de sugestíonabilidad colectiva.
En pueblos y villorrios en que ciertas creencias ances-
trales sobre el "mal de ojo" o "gualicho" se dan como cosa
cierta y en las que se cree a pie juntillas, como en hechi"
cerías y en brujos que emplean raros brebajes, suelen
ocurrir verdaderas cazas de brujas. En los pueblos existe
siempre un personaje al que se lo liga a esas "cosas del
diablo". Esta potencial víctima, en oportunidades ni si^
quiera ha abierto la boca y desconoce la situación, pero
puede ser acusada imprevistamente como causante de al'
guna calamidad pública. Su suerte suele resultar fatal.
Terminantemente clara resulta la situación de la víctima
provocadora que azuza la conciencia de los habitantes de
esos pueblos prejuiciados y subculturalizados. A medida
que esas conciencias se van juntando y los habitantes van
cambiando opiniones, se crea el espectro mítico y se corre
la voz. Habrá que presagiar desgraciadas consecuencias.
Un caso paradigmático resulta el narrado por un
grupo de investigadores ecuatorianos ^^. El hecho ocurrió
en el año 1964 en la provincia de Azuay y al personaje
central que resultara víctima se lo conocía como "coma-
dre Chepita", una mujer mestiza, de carácter irascible y
dudosa moralidad para el cerrado ambiente de ese pueblo
compuesto por habitantes pauperizados y alcohólicos.
Esta mujer entra en una situación de litigio familiar
de carácter económico por la posesión de unos terrenos
heredados de su padre. Se supone que su madre tuviera
derechos a esa herencia. Utilizaba todas las formas posi-
bles y a su alcance, para que ésta no pudiera usufructuar
S8 Hernando Rosero, José Elsitdie, Aníbal Torres y José Irarzábal, "Pro-
blemática de la conducta de la víctima en la determinación delictiva", ponencia
presentada por el Instituto de Criminología de la Facultad de Jurisprudencia
de la Universidad Central de Ecuador, a las Jornadas Internacionales de Cri-
minología, 22 al 28 de junio de 1969, Mendoza, Argentina.
LA VÍCTIMA EN EL DELITO DE SANGRE 133

tales terrenos. En tal situación la madre cede sus dere-


chos a un tercero quien tampoco puede tomar posesión por
la seria y agresiva actitud de la "Comadre Chepita".
Para evitarse problemas, el comprador decide a su vez
traspasar sus derechos a la sindicatura de la Iglesia pa-
rroquial del pueblo para así beneficiar al párroco. En
esos momentos comienza a tomar cuerpo entre los habi-
tantes el hecho de que la mujer, redoblando su agresi-
vidad, no permite que el fruto de los sembradíos favo-
rezca a la iglesia.
Algunos habitantes le habían hecho saber insisten-
temente que esos bienes ya pertenecían al párroco. En
esos momentos la autoridad eclesiástica hizo comparecer
al cura para que diera explicaciones. Como tardaba en
volver a la iglesia más de lo previsto, se reunieron algunos
pobladores y fueron a hacer la denuncia de ese hecho
ante la autoridad policial señalando que, con sus actitu-
des la "comadre Chepita" había logrado que el cura ya
no volviera, con lo que el pueblo quedaba sin tan querido
párroco.
Reunido un considerable grupo de pobladores se de-
cidió "castigar a la culpable", a quien se acusaba de ser
bruja, "hechicera", enemiga de la religión, etc. Ya nadie
podría detener a esta multitud que se sentía hondamente
provocada.
" . . . a las nueve de la noche, más o menos, una mu-
chedumbi-e de la mencionada parroquia, que previamente
ss había puesto de acuerdo, atacó la casa de V.B. (con
quien vivía la mujer) rompiendo puertas y ventanas y lue-
go incendiándola; a puñetazos y puntapiés sacaron a V.B.
y su conviviente («Comadre Chepita») llevándolos al
centro de la plaza en donde los ataron a un poste, los ro-
ciaron con gasolina y les prendieron fuego. Milagrosa-
mente V.B. logró escapar, no así la mujer, que murió
134 VICTIMOIJOGÍA

quemada y su cadáver fue descuartizado y nuevamente


incinerado en una pira de leña, a tal punto que fueron po-
quísimos los restos calcinados que al segundo día recogió
el teniente político de la parroquia para los respectivos
peritajes".
El hecho en análisis es fruto de una subcultura de
violencia llevada a cabo por seres homogéneamente pri-
marios y rústicos; según destacan sus análisis clínicos,
trátase de individuos con herencias patológicas con sín-
dromes epilépticos y tendencia al alcoholismo. Seres su-
mergidos socialmente, sin posibilidades de educación, sin
organización cultural, carencia de ideales donde la reli-
gión tradicionalmente cubre las necesidades espirituales
de la masa convirtiéndose sus integrantes en fanáticos,
fieles cumplidores del ritualismo religioso, sin el concurso
de la razón, sin mayores esclarecimientos.
Esa suerte de vida bucólica y sin planos ni proyectos
de futuro se ve alterada o hasta cierto punto se induce tal
alteración según creo, por la presunta agresión al cura
párroco que canaliza la aversión pública a la mujer. Mien-
tras la víctima no entraba en conflicto con la autoridad
eclesiástica no representaba en realidad amenaza alguna
para la comunidad. Pero bastó que la enfrentara, no acep-
tando su derecho al inmueble, para que toda la población
se sintiera en la imperiosa necesidad de defender al cura.
Su reacción, ineludible en cuanto a su violencia, fue la
de atacar a la víctima, a la que tildaron de bruja que
osó ofender y enfrentar al sacerdote. Es ésta una profa-
nación que habrá que rastrear en los ancestros. Una
forma de castigo por la violación del "tabú". El tabú no
se venga por sí solo y en el caso ha sido transgredida la
personalidad de la divinidad encarnada por el párroco.
Era preciso castigar al que se atrevió, porque la falta de
tal castigo recaería sobre quienes lo omitieron. Ésta puede
LA VÍCTIMA EN EL DELITO DE SANGRE 135

ser una somera explicación de la dinámica de lo incons-


ciente en el alma colectiva.
Cabe insistir en que la víctima fue advertida por la
masa respecto de su conducta, pero su actitud fue burlona
y despectiva, lo que victimológicamente debe traducirse
como inconscientemente provocativa y coadyuvante.
Es posible que las legislaciones del futuro deban
comprender estos casos desde el punto de vista de la di-
námica delictiva y, fundamentalmente, a la víctima como
gestante de la situación en su contra. A esa actitud victi-
mal deberá también ligarse la situación de marginación
social de la multitud agresora.
El aporte de la victimología refuerza la idea ya im-
prescindible de crear programas para las poblaciones
campesinas que no parecen incorporadas al mundo de hoy.
No son libres y lo que juzgamos o, al menos ponemos en
íníerrelación con la víctima, son actos y conductas que les
surgen como producto de tan soterrada libertad. Ello po-
dría constituir un aporte para la comprensión de la feno-
menología victimal en éste como en otros casos.
CAPÍTULO V

LA V Í C T I M A E N DELITOS DE
LESA H U M A N I D A D

37. El genocidio.

La Convención para la Prevención del Delito de Ge-


nocidio de la O.NXl. del 9 de diciembre de 1948, ratifi-
cada por nuestro país en 1956, de modo que inviste fuerza
obligatoria, establece la finalidad de protección de la
existencia de grupos determinados de individuos. Obliga
a las partes contrayentes a prevenir y reprimir tal delito
sancionando normas expresas dentro de sus ordenamien-
tos jurídicos internos.
A fin de elucidar al genocidio, crimen de crímenes,
desde la perspectiva de la víctima, es preciso recordar que
para la Convención constituyen genocidio los actos diri-
gidos a destruir en todo o en parte un grupo nacional
étnico, racial o religioso como tal.
IvOS grupos étnicos pueden ser subgrupos de una
región o país determinado que aunque pertenezcan a la
misma raza se distingan por sus tradiciones o patrimonio
cultural diverso.
Los actos y conductas que constituyen el delito de
aenocidio se encuentran enumerados en el art. 2 de la
Convención:
1) La muerte de los miembros de un grupo. Se en-
tiende que bastará la muerte de un solo miembro siempre
138 VlCTIMOLOGÍA

que sea parte de un proyecto debidamente comprobado


de exterminio de todo o parte del grupo.
2) El atentado grave a la integridad psíquica o men-
tal de los miembros de un grupo. Lo que obviamente
puede lograrse sometiéndolo a determinados tormentos o,
modernamente, por medio de medicamentos y estupefa-
cientes.
3) La sumisión intencional del grupo a condiciones
de existencia que entrañen su destrucción física total o
parcial. Es el caso de la "reducción" de tribus indígenas
u otros grupos que son trasladados por orden de un go"
bierno, o por particulares con anuencia gubernamental,
de una región a otra, en la que, por falta de adaptación
a las condiciones telúricas o por labilidad de sus miem-
bros, pueden contraer ciertas enfermedades que causan
muertes y diezman a esas tribus y grupos,
4) Las medidas orientadas a entorpecer los naci-
mientos en el seno del grupo. Lo que puede lograrse por
los medios conocidos para impedir la fecundación. Se in-
cluye desde la esterilización, el aborto obligatorio, hasta
la segregación de los sexos impidiendo los matrimonios y
concubinatos.
5) La transferencia forzada de niños de un grupo a
otro. De tal manera el niño pierde la identidad y el sen-
timiento de pertenencia grupal. Bastará dispersar a los
niños individualmente o en masa entre otros grupos
comunitarios.
Siendo el genocidio un delito contra la humanidad,
resultaría ideal que allí donde es hallado el genocida sea
juzgado, aunque el crimen no lo haya cometido en ese te-
rritorio. La comunidad mundial respondería así con un
sentimiento hermanado ante el daño infligido con una
suerte de "represión universal" puesta de manifiesto por
LESA HUMANIDAD 139

diversos autores. El genocida sería de tal modo un delin-


cuente erga hominis más allá de su nacionalidad o el sitio
donde cometiera tan atroz delito. También la víctima se
universaliza por la simple razón de pertenecer al género
humano.
Las jurisdicciones nacionales de los distintos países
deberían, por añadidura, tener competencia para el juz-
gamiento de delitos de lesa-humanidad como los de tor-
tura, guerra, terrorismo, de los llamados grupos políticos
y del Estado, desaparecidos, y cualquier otro similar, pro-
veniente del abuso del poder gubernamental o militar, sea
doloso o culposo y siempre que el o los involucrados se
encuentren en aquellas jurisdicciones, cualquiera sea el
lugar donde se hubieran cometido tales delitos.
Es hora de rever ciertos casos de asilos que bien
está se concedan a disidentes y los llamados delincuentes
políticos o ideológicos, pero no a quienes cometieron atro-
cidades que repugnan y vituperan a los Derechos Huma-
nos. Piénsese en el último de los Sonioza o en ídi Amin
Dada.
Con todo, como lo ha hecho resaltar Beristain ^^ en
referencia al terrorismo subversivo, ciertas metodologías
guerrilleras se califican de "terrorismo" en Nueva York,
mientras las mismas merecen en La Habana o Moscú el
calificativo de "heroísmo", y agrega: "Los terrorismos
(se refiere también aí represivo y desde arriba) se expli-
can siempre o casi siempre en los terrenos psicológico y
sociológico. Pero nunca se justifican en el campo jurí-
dico y ético".

36 Antonio Beristain, "Los terrorismos en el país vasco y en España",


ponencia que sirviera de base para su exposición oral el 9 de jumo de 1982
en Ids Décimas Jornadas de Estudio del Instituto de Criminología de París,
sobre Aspectos actuales del terrorismo en Eurooa, celebrado en La Sorbona,
p. 1.
'1'40 VlCTlMOLOGÍA

Esta fraternidad en el horror y la aplicación legal,


casi nunca ha tenido condignas respuestas de los países,
por razones políticas. Tampoco por parte de gobernantes,
eclesiásticos, científicos, escritores, artistas —salvo hon-
rosas excepciones— que deberían por imperativo de los
fueros humanos que representaban, alzar su voz frente
a los atropellos y las muertes, con la fuerza y acción ne-
cesarias. Es ésta una llamativa y triste comprobación:
cerrar los ojos y acallar los labios frente a los genocidios
más abismantes del siglo y a sus consecuencias. El tiem-
po troca ese silencio en lapidaria acusación.
De acuerdo con la Convención, deben ser castigados
por los países signatarios no sólo los sujetos que cometen
el crimen, sino los funcionarios y gobernantes que lo apo-
yen. Habrá que tener en cuenta ciertos etnocidios —que
constituyen un escalón menor del genocidio aunque ter-
minan en éste'— que se llevan a cabo en países latino-
americanos (ver parágrafo 46).
Debe recordarse que son susceptibles de castigo la
alianza con miras a cometer genocidio, la incitación pú-
blica a cometerlo, la tentativa y la complicidad.

38 . Víctimas de! genocidio.

Actualmente la palabra genocidio se aplica con cierta


largueza. Es un rótulo estigmatizante cuando se refiere
a medidas atribuidas a fuerzas dominantes, a controles
sociales del poder, sobre todo en los sistemas dictatoria-
les de derecha o izquierda y en las políticas que suelen
utilizar con determinadas minorías (judíos, negros). Se
habla también del "genocidio cultural" como el que pro-
duce Rusia con respecto a los judíos que habitan el país,
a los que no se les permite libremente la práctica de su
religión y cultura o salir de su territorio.
LESA HUMANIDAD 141

En lo que va del siglo, dos han sido los genocidios


capaces de absorber, por su brutal gravedad, el conte-
nido total de la palabra y su significado. Y a ninguno de
ellos puede comparársele, aunque se pretenda con otras
finalidades, los que presuntamente vinieron después y,
tal vez, los que vengan en el futuro. Ya se sabe que a la
ciencia y a la tecnología no siempre se la ha utilizado
para la paz y el bien del hombre.
Los dos supremos holocaustos han sido: la masacre
de armenios por parte de los turcos durante la Primera
Guerra Mundial y el aniquilamiento físico de judíos por
las fuerzas de la Alemania nazi, tanto en ese país como
en el este europeo, durante la Segunda Guerra Mundial.
Un estudio elucidativo de estos hechos no ha sido
aún encarado en profundidad por los sociólogos y psiaó-
logos sociales, como si tanto horror inhibiese la investi-
gación y no se acertara con la metodología más adecua-
da. Hay múltiples datos y sobrevivientes que hubieran
podido aportar elementos de importancia.
Escasos son al respecto los conceptos de quienes se
ocupan de la victimología. La perspectiva interaccionista,
aunque fuere simbólica, aplicable a la relación de la gé-
nesis y el decurso de la relación existente entre el agresor
y la víctima, lleva a aproximaciones apresuradas. Para
mover el barómetro impuesto por Mendelshon y encon-
trar actitudes victímales en ingentes masas humanas, es
necesaria cierta labilidad social o política o actitudes de
poderío económico que la ubiquen mucho más allá de la
pasividad. Ello implica, a la vez, la cautelosa e ímproba
demostración de que hubiera culpa de su parte. En un
trabajo del año 1973 correspondiente a Vahakn N .
Daddrian ^'^ puede leerse: "Armenios y judíos mostraron

^'' "Las características comunes de los casos de 'genocidio de armenios


142 VlCTIMOLOGÍA

una especial combinación de vulnerabilidad y determinis^


mo que les hicieron particularmente idóneos para asumir
la calidad de víctimas. La perspectiva victimológica es
vista como agregando una crucial pero hasta aquí des-
cuidada dimensión del estudio del problema. . .".
Estas palabras si no son mera retórica, parecen pro-
poner un desafío a la investigación no convencional y as-
piran a una interpretación diversa que intenta rescatar de
la historia, aspectos culturales, económicos y psicológicos
por un lado, y por el otro, hasta qué punto las víctimas
determinan la hecatombe o el holocausto de un pueblo.
Habrá también que estudiar si ese exterminio no proviene
de una psicopatología colectiva y, en su caso, la psicogé-
nesis inconsciente de la actitud. La víctima resulta así de-
terminada por su religión, su raza, sus convicciones polí-
ticas o su color, es cierto, pero habrá que ser muy
cuidadoso en la búsqueda de actitudes victimales, cuando
es la locura la que arrastra a la fuerza asesina del grupo
militar o civil. La psicopatía de ese grupo humano dis-
puesto a matar a otro es similar al comportamiento de un
sujeto afectado por una neurosis o una psicosis grave. El
caso de Hitler es prototípico.

39 . La causa armenia.

La historia de Armenia se remonta a 1000 años an-


tes de la era cristiana y pareciera estar signada por la
persecución y matanzas debido a dos circunstancias con-
céntricas que apuntan a su situación victimal y de las que
no tiene culpa. La primera es su cultura superior a la de
los pueblos que la rodean e invaden en Asia Menor, en

y judíos (una perspectiva victimológica comparativa)", ponencia presentada


en el Primer Simposio de Victimologia, Jerusalén, Israel, 1973.
LESA HUMANIDAD H3

Turquía y en la Unión Soviética. La segunda, la pujanza


nacida de su fuerza espiritual, que lo impulsa, aún después
de sus crueles tragedias, a reagruparse y emerger flore-
ciente en las industrias, el comercio, las ciencias y el arte.
Es un pueblo que se reveló siempre contra la injus-
ticia y la iniquidad y nunca ha perdido el sentido de iden-
tidad y el amor a la libertad.
Otra importante causa de las sucesivas matanzas que
sufrió a través de la historia se debieron a su situación
geográfica. Pese a sus luchas por subsistir sucumbieron
frente a los continuos ataques y a la beligerancia de otros
pueblos vecinos. Ya en el año 885, Armenia fue domina-
da por Persia, Bizancio y los árabes.
Pero nada se compara al martirologio de este pueblo
a manos de los turcos. Todos los gobiernos turcos, cual-
quiera fuera su enfoque político, han tratado, como obe-
deciendo a impulsos de un mal dosificado ancestro, de
exterminar a los armenios. Nunca pudieron asimilar en
provecho propio el empuje civilizador y progresista de ese
pueblo. Al contrario, los dirigentes otomanos advertían
con preocupada envidia que tan avasallante fuerza no
hacía más que acentuar la incapacidad e ignorancia de su
propio pueblo, su inercia e incapacidad laboral, su atraso
en los ámbitos científico, técnico y artístico.
Podría decirse que los victimarios turcos se sentían
a la vez víctimas incoercibles del avance de los armenios
que vivían en su seno. Claro está que también intervinie-
ron factores de tipo político expansionistas, religiosos y
otros, como la incomprensión e insensibilidad de los paí-
ses que debieron detener la masacre. Y no pudieron o no
quisieron hacerlo.
Contrariamente a lo ocurrido con los romanos que,
tras la conquista de Grecia se sirvieron culturalmente de
ésta, a punto de convertir a los griegos en maestros y a
144 VlCTlMOljOGfA

sus dioses en deidades propias, los turcos procedieron


como una sociedad tosca e ignorante pese a que por su
número y armamento hubieran podido convivir y asimilar
enseñanza y mejoras.
A través de la historia, los armenios sufrieron varias
matanzas en masa, como formando parte de un cuadro
general de la política otomana que desde el siglo pasado
intenta eliminar naciones sometidas y deseosas de liber-
tad, a fin de evitar, se dice, la desmembración del
imperio "'^

40 . Los "jóvenes turcos".

A fines del siglo XIX se fundó el partido de los "Jó-


venes Turcos", llamados también "Ittihad ve Terakke"
("Unión y progreso") cuyo comité central aparentemen-
te deseaba convencer a las naciones sometidas de la po-
sibilidad y la conveniencia de un renovado Imperio Oto-
mano.
Los turcos, cuyo número ascendía a 10.000.000, te-
nían en realidad como objeto el exterminio de los cristia-
nos y de los pueblos no turcos para unirse de ese modo
a otros pueblos turanios de oriente y constituir un Estado
homogéneo de unos 30.000.000 de habitantes. El princi-
pio político principal fincaba en el exterminio como solu-
ción definitiva de esas naciones, principiando por Arme-
nia, ya que además de ser cristianos, los separaba material-
mente de los pueblos con los que deseaban unirse.

••**' La primera matanza de armenios data de 1850 (algunos miles); la


segunda de 1877 (6.000); en 1893, la maracrc de Sassoun (12.000 muertos);
en 1895-1896, primera masacre general (300.000 muertos); en 1909, la masacre-
de Adana (30.000 muertos); en Exterminio armenio de 1915, publicación de la
Comisión Central Pro Conmemoraciones Armenias, Ed. Araca, Buenos Ai-
res, s/f.
LESA HUMANIDAD 145

La guerra de 1914 fue ocasión propicia para la eje-


cución de plan tan siniestro porque la conflagración con
sus secuencias bélicas servía para ocultar los verdaderos
designios genocidas. Turquía luchaba al lado de Ale-
mania.
Los turcos poseían una infraestructura doctrinal cu-
yas conclusiones no dejaban dudas sobre sus ideas. En
un congreso secreto del comité de los "Jóvenes Turcos"
efectuado en Salónica el 10 de octubre de 1911, uno de
los más prominentes dirigentes apellidado Nazim, expre-
sa: "Es necesario aniquilar a los armenios de nuestro
país. Para llevar a cabo esta decisión es necesario actuar
desprovistos de toda conciencia, de todo sentimiento de
humanidad frente a las dificultades, pues la cuestión no
es de conciencia ni tampoco de sentimientos humanitarios.
Es un asunto sólo de índole política íntimamente vincu-
lada al beneficio y futuro de Turquía" ^®.
Propuso y así fue votado por unanimidad la "ani-
quilación total y radical de la nación armenia". Siempre
con miras al ideal panturánico, se designaron comisiones
dispuestas a llevar a cabo la ejecución de la llamada "so-
lución final Armenia", pero se consideró, de momento,
inoportuno pues podría acarrear la intervención de las
potencias europeas.
Los armenios tenían conocimiento de reuniones se-
cretas y fundamentalmente de los designios de los "Jó-
venes Turcos". Habitaban por entonces en su gran ma-
yoría, en los llamados siete "vilayetos" o provincias, que
comprendían la antigua Armenia y Cilicia. La juventud
armenia solía educarse en los grandes centros europeos
de Francia, Italia e Inglaterra y traía inquietudes y ansias
de una vida más decorosa para todos sus connacionales

•™ Ob. cit., ps. 5 y 6.


146 VlCTIMOLOGÍA

que vivían bajo la férula de la tiranía otomana. Intenta-


ban llamar la atención de la situación a los países euro-
peos, sobre todo de origen cristiano, de los cuales Armenia
se sentía una hermana menor. Una suerte de avanzada
del cristianismo en el Asia Menor.
La cuestión armenia fue llevada a los congresos mun-
diales de Berlín y La Haya y el 26 de febrero de 1914
se firmó un acuerdo bajo la garantía de las grandes po-
tencias para dar autonomía a las siete provincias armenias
dominadas por Turquía, nombrando dos fideicomisarios.
Pero el gobierno de los "Jóvenes Turcos" aprovechando
la guerra ya declarada se negó a poner en vigencia el
acuerdo.
El 9 de marzo de 1915 entró en ejecución el dispo-
sitivo de la matanza. El ministro del interior turco, Taalat
Pacha ordena ese día: "Todos los derechos de los arme-
nios de vivir y trabajar en suelo turco han sido comple-
tamente cancelados. Con respecto a esto, el gobierno toma
la responsabilidad y ordena no hacer excepción de nin-
guna especie, incluyendo las criaturas recién nacidas, ya
que habiendo observado los resultados de nuestras órde-
nes en algunas provincias, en las cuales fueron tomadas
medidas de excepción con «cierta gente», que en vez de
ser enviadas al destierro permanecieron en Alepo, el go-
bierno se ve envuelto en dificultades adicionales. Hacien-
do caso omiso a sus protestas sírvanse evacuarlos, ya sean
mujeres o niños e incluyendo a los incapacitados físicos,
y no dejen al pueblo turco protegerlos, ya que debido a
su ignorancia, atribuye mayor importancia a los valores
materiales que a los sentimientos patrióticos, sin poder
apreciar la gran política de este gobierno al insistir en su
propósito. En lugar de tomar medidas indirectas de ex-
terminio usuales en otros países, tales como severidad ea
LESA HUMANIDAD 147

las deportaciones, miseria, etc., podrán ser tomadas me-


didas directas sin mayores miramientos.
"Órdenes generales han sido emitidas por la oficina
de guerra a todos los comandos del ejército a fin de que
éstos no interfieran en la labor de deportación. Comuni-
quen a los oficiales que esto ha sido especialmente indi-
cado con el propósito de poner en ejecución nuestro real
intento, sin que ello les signifique responsabilidad alguna.
Por favor sírvanse enviarnos semanalmente informes ci-
frados acerca de vuestras actividades".
Poco después el gobierno de los "Jóvenes Turcos"
se reunió en Constantinopla y decidió la puesta en mar-
cha final de la matanza. El texto de esa reunión es un
compendio del proceder del extremismo de derecha y su
pretensa justificación doctrinal *°, que deja a la víctima
señalada con especial determinación, inerte en sus posibi-
lidades defensivas ante el avasallamiento de la fuerza y
la velocidad de la acción.

41 . Ei 24 de abril de 1915.

En la noche del sábado 24 de abril de 1915 se inició


la acción de exterminio. Seiscientos armenios fueron
arrestados en Constantinopla y deportados inmediata-
mente al interior de Anatolia, sin juicio previo y sin ser
interrogados. Se trataba de los jefes de partidos políticos,
escritores, profesores, abogados, eclesiásticos, periodis-

^t*) Puede consultarse íntegramente en la obra citada en la nota 38 entre


las ps. 8 y 11. También existen fragmentos elocuentes en La causa armenia
(Síníesis histórica), publicación del Consejo Central Pro Causa Armenia para
la América latina, Buenos Aires, 1964; Jorge Sarafian, discurso pronunciado
en el cincuentenario de las grandes masacres de armenios de 1915, Buenos Ai-
res, 1965; H. Thorossian, Armenia y la causa armenia, traducción de Jorge
Sarafian, Ed. Organización Juvenil de la Apostólica Armenia, Buenos Aires,
1965.
148 VlCTIMOLOGÍA

tas, médicos, es decir, los más altos dignatarios de la co-


lectividad. Conducidos al valle Kanlideré, encadenados
de a dos, tras hacerles sufrir innumerables torturas (que-
maduras con aceite hirviendo, arrancamiento de uñas y
lenguas con tenazas), fueron asesinados.
Las ciudades, pueblos y villorrios comienzan a ser
arrasados. El pregonero público llegaba para anunciar
que todos los hombres de la población deberían presen-
tarse inmediatamente a la administración gubernativa.
Quienes se negaran a ir en ese mismo momento, así como
se encontrasen eran llevados a viva fuerza. Una vez con-
centrados se los encarceló sin miramientos. Sus negocios
y sus casas habían quedado abiertos y servían a la más
miserable rapiña. Sus animales corrían igual suerte.
Poco después empezaba la travesía a pie. Se les de-
cía que se dirigían rumbo a las distantes ciudades de Ma-
sul o Bagdad. Encadenados entre sí, mal equipados, sin
alimentos ni abrigos, aquellos hombres que ni siquiera
pudieron despedirse de sus mujeres e hijos, quedaban li-
brados a la suerte de una espantosa perspectiva. No tu-
vieron sin duda tiempo de pensar en ello. En el primer
apartado del camino los mataron despiadadamente.
Los obreros turcos, que trabajaban tras la frontera,
rodeaban a sus compañeros armenios en una acción per-
fectamente coordinada y les daban muerte a sangre fría.
De esta roanera se cumplió la parte inicial del plan; el
asesinato de los hombres jóvenes y válidos para evitar una
eventual defensa. Todo fue planeado con horrible efi-
ciencia.
Resulta irreverente pretender la existencia de al-
guna actitud victimal de parte de los armenios. Los habi-
tantes turcos podrían no mirarlos con buenos ojos por la
desigualdad cultural, religiosa o económica, pero fueron
LESA HUMANIDAD 149

sus gobernantes —tal como ocurriría pocos años después


con la barbarie nazi—- quienes los azuzaban. En una co-
municación telegráfica del ministro del interior enviada a
los gobernadores turcos que las tropas inglesas encontra-
ron en Alepo se ordenaba: "A la Prefectura de Aíepo:
ya se ha comunicado que el gobierno ha decidido exter-
minar totalmente a los armenios habitantes de Turquía,
Los que se oponen a esta orden no podrán pertenecer ya
a la administración. Sin miramientos por las mujeres, los
niños y los enfermos, sin escuchar los sentimientos de la
conciencia, es necesario poner fin a sus existencias. 13 de
setiembre de 1915".
Las deportaciones se utilizaron para mujeres, niños
y hombres de edad avanzada. Estos desdichados también
fueron objeto de torturas indecibles. Viajaban en convo-
yes en un hacinamiento insoportable o a pie a través de los
más abruptos senderos. Era verano y los pozos de agua
se encontraban a varios kilómetros de distancia. Nadie
daba agua a los deportados que morían de hambre y de
sed, de insolación o agotamiento físico. Quienes los con-
ducían sabían de antemano la "finalidad" de este viaje y
no escatimaban ultrajes y torturas. Muchas mujeres ar-
menias resultaron violadas. Estas víctimas sólo tenían una
posibilidad de huir de la deportación y era convertirse al
islamismo, "pero la conversión para una mujer armenia,
en 1915 significaba más un cambio físico, que un cambio
de religión" {Libro azul inglés, pág. 641, cit. por José
Sarafian en su conferencia) *"^.
En algunos casos, para demostrar el grado de alevo-
sía e indefensión de las víctimas, éstas eran masacradas
obedeciendo a las autoridades centrales. En Res-ul-Ain
en 1916 fueron decapitados entre 15.000 y 20.000 perso-

41 Ver nota anterior.


150 V I C T I M O i.OGÍA

ñas por ejemplo. Aún cuando los turcos entrevieron Ig


posibilidad de que perderían la guerra al lado de Alema-
nia, tal como ocurrió, persistían en estas matanzas en gran
escala que les daría posibilidades políticas de unificación
islámica.
El siniestro y escabroso plan fue ejecutado. Se ani-
quiló a casi 1.500.000 armenios en las provincias que es-
taban bajo la dominación turca. La ferocidad no pudo con
600.000, que milagrosamente quedaron con vida, ya que
la población total, antes de la matanza, era de 2.100.000
personas. Sus propiedades fueron confiscadas; se calculó
en 1965 en 35.000 millones de dólares, al cambio de ese
año, lo obtenido por las confiscaciones turcas.
No es del caso señalar los "esfuerzos" diplomáticos
efectuados para hacer justicia al pueblo armenio. Justicia
que hasta hoy espera. Bastará decir que tras la guerra
todo fue olvidado. Las potencias aliadas que contaron con
notables contingentes de armenios, sobre todo la Rusia
zarista e Inglaterra, entraron en serias controversias en-
tre ellas y ya nadie recordó que por derecho natural y de
gentes debió erigirse un Estado armenio independiente
luego de la victoria.
Tal actitud es recogida por Adolfo Hitler como un
incentivo. Tras iniciar la guerra en 1939, al dirigirse a sus
jefes militares decía en un discurso: "Nuestra fuerza re-
sidirá en nuestra rapidez y dureza. He dado orden a las
fuerzas especiales del servicio secreto para que se dirijan
al frente polaco y maten sin compasión niños y mujeres.
¿Quién habla hoy, por ejemplo, de las matanzas de ar-
menios?" *^.
Seguramente Hitler se sintió estimulado con tan
abrumador ejemplo y por el hecho de la impunidad de

•** En La causa armenia, cit., p. 16.


LESA HUMANIDAD 151

que gozaron los autores de esos crímenes contra armenios


y el hecho de que las potencias aliadas no intentaron juz-
garlos ante tribunal alguno. Los colaboradores de Hitler
y ejecutores de sus impresionantes planes tuvieron, al
menos, el juicio de Nüremberg.

4 2 . La heroica e infructuosa resisterecia.

Las matanzas y deportaciones fueron un hecho ines-


perado para el pueblo armenio, que no tuvo tiempo de
organizar la resistencia. Además, parte de sus hombres
más jóvenes y aptos se encontraban luchando en la
guerra.
Pero la víctima desesperada, tal como ocurrió en el
caso de los judíos, juega cara su derrota y su vida.
En 1915 la ciudad de Shabín Carahisar resultó sitia-
da por los turcos. La población armenia, compuesta en su
gran mayoría por mujeres, niños y ancianos, abandonó
sus casas con muy limitadas provisiones y con muy escaso
y primitivo armamento. Se estableció en un fuerte en rui-
nas. Así lucharon y lograron lo que pareció un repliegue
del enemigo. Pero los turcos sitiaron el lugar y el hambre
precipitó el final.
Hetesia, ciudad notoria por su pasado histórico como
centro del cristianismo, fue también objeto del ataque
turco. También en este caso las mujeres, ancianos y niños
se entregaron a la defensa. Lucharon día tras día espe-
rando el milagro de la llegada en su auxilio de los rusos,
que no se produjo. En cambio llegaron las tropas alema-
nas y su artillería ayudó a los turcos. El pueblo no pudo
continuar la resistencia y fue aniquilado.
Una obra de Franz Werfell, traducida al castellano
{Los cuarenta días de Musa Dagh) inmortaliza la epo-
peya de Sued. La población de esa montañosa región de
152 VlCTIMOLOGÍA

Cilicia, en número de 5.000, abandonó el pueblo y decidió


resistir en las montañas de Musa Dagh frente al Medi-
lerráneo. Tras 40 días de resistencia y cuando ésta se
tornaba imposible sobre todo por el hambre que les aco-
metía, pasó un buque de la marina francesa que al advertir
las señales desesperadas de socorro acudió en defensa de
los sitiados y ios trasladó a Egipto.
Deben mencionarse otras defensas heroicas, como
la de la ciudad de Van, donde se luchó casa por casa,
también las de Sansún, Hadjín, Aintab, Marash y otros
pueblos, que demuestran que al instinto de conservación
se une firmemente el de honra y puede hacer de una
víctima acosada un impredecible luchador por la vida.

43. El holocausto judío.

La historia ha signado a los judíos como el pueblo-


víctima por excelencia. Dispersado de la tierra prometida,
donde hoy se encuentra enclavado el Estado de Israel,
debió vagar por siglos por los más diversos lugares del
orbe. Empero, no sucumbió como otros pueblos de la anti-
güedad incluso semitas, como los fenicios. Siguió aferrado
a su religión y las exégesis y parábolas bíblicas, a sus
rasgos medulares de cultura, reclamando allí donde se
encuentra su gente su derecho a ser. Sobre los judíos,
aún agnósticos, pareciera subtender una herencia psico-
lógica inconsciente. Herencia, no podría ser de otro modo,
poblada de persecuciones, ghettos y pogroms y el Viejo
Testamento y sus exégesis enclavado profundamente.
Del primer pueblo monoteísta de la Tierra, se han
estudiado profusamente los avatares que ha debido sufrir
en los diversos países en que fue recibido. Un verdadero
caleidoscopio que va desde la esclavitud a la opulencia,
desde infectas pocilgas donde fueron arrojados, hasta
LESA HUMANIDAD 153

llegar a ocupar los más insignes cargos de la política, la


filosofía, el arte, la ciencia.
Más que paradojal resulta paradigmático que haya
sido un judío, Beniamin Mendelshon el pionero del es-
tudio de la victimología y que el primer evento interna-
cional sobre el tema se reuniese en Jerusalén en el año
1973, con el patrocinio de la Sociedad Internacional de
Criminología y del Instituto de Criminología de la Uni-
versidad Hebrea de Jerusalén *^. En ese simposio, sobre-
manera importante, se advirtieron trabajos mesurados
sobre experiencias victimológicas de los más diversos
países, pero también otros, y algunos oradores, que pare-
cían tener una suerte de postura interna sobre la víctima
a la que desmesuradamente encontraban participando en
la génesis delictual y su desenvolvimiento y a la que
cargaban de culpas de lo acontecido. Ello traía aparejado
ineludiblemente una suerte de condonación al delincuente.
Pero esa falta de mesura y razonabilidad sobre la
actitud victimal pareció empequeñecida cuando algún par-
ticipante pretendió reflejar con una verbalización de lu-
gares comunes acostumbrados, la "culpabilidad de las
víctimas" en los genocidios armenio y judío.
Años antes había aparecido una serie de conceptos
poco reflexivos de Lola Aniyar de Castro. En su tesis
doctoral sobre "Victimología", escrita en 1966 y recomen-
dada su publicación por el jurado en 1969**, se lee lo
siguiente en referencia al pueblo hebreo y al genocidio de
que fuera objeto por parte del régimen nazi: "Los momen-
tos sociopsicológicos que ha debido vivir a través de la
historia, han hecho de la suya carne de cordero, desarro-
llándosele un complejo de victimidad casi fatal que ha

43 Ver parágrafo 6 y Anexo.


** Victimología, publicación del Centro de Investigaciones Criminológi-
cas, Facultad de Derecho, Universidad de Zulia, Maracaibo, 1969.
1 54 VlCTlMOLOGÍA

dejado ir a la muerte en masa con una estupefaciente pasi-


vidad. Complejo de víctima que, por necesidad de auto-
afirmación, le ha impulsado a ubicarse en posiciones de
superioridad intelectual y económica -—lo que, entre otras
cosas, ha sido también una necesidad histórica— y a ence-
rrarse en estrechos círculos, «tabú» para los extraños, ale-
gando una necesidad de sobrevivencia que, hemos visto, no
es sólo un pretexto. Se sabe que esa actitud contribuyó a
despertar reservas y malevolencias entre los pueblos en los
cuales vivieron. El caso de Alemania y Polonia ha sido
bastante estudiado sociológicamente para insistir .sobre él.
El hebreo es extranjero en todas partes; se siente extran-
jero porque pertenece a una nación, a un territorio / a una
tradición étníco-histórica que no deja lugar a duda?. Aun
aquellos asimilados al país donde generaciones enteras se
han sucedido, continúan la cadena de la endogamia man-
teniendo así, subsidiariamente, la extranjeridad".
Es posible que esta yuxtaposición de preconceptos
reaccionarios haya sido superada con el tiempo por la
propia autora pero renglón por renglón son inequívocos
y abrumadores para quienes, en razón de ser judíos, te-
nemos un aprendizaje de siglos para detectar la natura-
leza del prejuicio.
En cuanto a "la carne de cordero" y al "complejo
victima!'' de los judíos cabe recordar que en Alemania
existía una fuerte burguesía de ese origen insertada des-
de hacía muchos años y enraizada en la tradición huma-
nística judeo-alemana. Participaban en un primer nivel
en múltiples actividades conductivas, intelectuales, políti-
cas y sus niños y jóvenes eran bien recibidos en escuelas
y universidades. Si existió un sitio en la Tierra donde la
comunidad judía pudo llevar a cabo una floreciente situa-
ción en el orden religioso, cultural, científico, artístico y
económico en general, ése fue Alemania. Mucho más que
LESA HUMANIDAD 155

en Polonia, por ejemplo, donde se les obligaba a vivir en


ghettos y en determinados poblados *^.
Miles de alumnos republicanos de origen judío com-
batían con coraje a Hitler y fundamentalmente contra los
alumnos nazis que eran mayoría. Pero ya en 1931 los
estudiantes judíos fueron expulsados de la universidad
de Berlín por tropas de la S.A. Siguieron luchando codo
a codo contra el nazismo junto a muchos otros alemanes.
Cuando el 30 de enero de 1933 Hitler es designado
canciller, no cabían ya dudas de que se avecinaban días
difíciles para toda Alemania, pero muy particularmente
para los judíos. Y después vinieron la marcha de las an-
torchas por las calles de Berlín a la caza de judíos y
comunistas para darles furiosas tundas; los discursos de
Hitler, Goebels y Goering lanzando insultos y amenazas
crearon una atmósfera insoportable. Y así llegarán las
noches de los bastones largos. Los hombres de la S.S„ y
la S.A. se apostaron delante de los negocios, de las casas,
de los consultorios y estudios jurídicos de judíos y cien-
tos y cientos fueron arrastrados por las calles golpeados
e insultados públicamente. Se instaló el terror desde
arriba.
La reacción de la comunidad judía fue de profunda
conmoción. Muchas veces he oído algún pariente salvado
milagrosamente de la matanza narrar aquel desconcierto:
¿qué hacer? Algunos optaron por irse o refugiarse pero la
mayoría se quedó porque sencillamente se sentía alemana.
N o estaban preparados para la situación, como no lo es-
tuvimos los argentinos cuando se instauró el terror de

45 Pueden consultarse: Simón Dubnow, Manual de la historia judia, Ed.


Sigal, Buenos Aires, 1977; Leo Baeek, La esencia del judaismo, Ed. Paidós,
Buenos Aires, 1964; Gideon Hausner, Seis millones acusan..., Ed. Documentos,
Montevideo, Uruguay, 1962; Silvano Santander, El gran proceso Eichmann y
el nazi-facismo ante la justicia, con prólogo del Dr. José Peco, Ed. Silva, Buenos
Aires, 1961.
1 56 VlCTIMOLOGÍ A

Estado a partir de 1976. Se sentían parte inseparable del


pueblo alemán y no llegaban a entender qué pasaba con
sus connacionales. Sólo una minoría avizoró los riesgos.
Los más trataban al principio de convencer a sus enemi-
gos de su propia insania con argumentos racionales. Pero
la postura de esos nazis provenía, según se estudió des-
pués, de creencias irracionales, emocionales y míticas.
Hubo incluso en un principio un grupo de judíos que
simpatizaron con la nueva aurora del despertar nacional
germánico.
Vendrá el decreto inspirado por Rosemberg según el
cual, a partir de marzo de 1934, los niños judíos no pueden
mezclarse con los de origen ario y son separados. Final-
mente, la estrella de David penderá de los pechos de los
judíos alemanes. En vano los discursos de Martin Buber
o Joachim Prinz instando sobre todo a la juventud judía
a recobrar y reconstituir su moral. No fue el determinis-
mo de la "carne de cordero" sino que la comunidad judía
en su gran mayoría no comprendió el carácter cruel y fa-
nático de un régimen que quería dominar al mundo, que
barría con todo límite ético y moral y que la neurosis de
un hombre podía insertarse y robustecerse en la conciencia
de la gran mayoría del pueblo. Los judíos y no judíos y
aun las autoridades de los países europeos, pensaban que
el nacional-socialismo no podría durar. También se equi-
vocaron. No entendían el cambio fundamental que nadie
se atrevió a avizorar. No podía preverse por 1933 que
iban a existir los campos de concentración, y las matanzas
se hicieron de manera abismal violando al derecho natu-
ral y de gentes. Implican la más sórdida separación de
odio en las relaciones de los hombres y van mucho más
allá de pretendidas actitudes victímales.
No todos habían leído cuidadosamente "Mein
Kampf", ni habían oído prolijamente a los dirigentes del
LESA HUMANIDAD 157

partido. No todos advirtieron que no había futuro para


los hebreos en Alemania. ¿Cómo podría esto ser visto
desde un plano victimológico? Esa sensación paralizante
que se ahonda frente a la desaparición violenta de seres,
la vigilancia, el seguimiento y al fin la muerte sumada al
hecho de que países y personalidades que pueden ayudar
guarden silencio.
Cierta vez un ministro argentino en 1978 me expresó
con las gruesas aristas que confunden a la víctima con el
victimario: "Hay muchos jóvenes judíos entre los guerri-
lleros y terroristas". Eso prueba c—le dije—- que, en con-
tra de lo que muchos creen sobre que los judíos se apartan
de ¡os problemas del país en donde viven, o que son pasi-
vos y cobardes, hay jóvenes que equivocando los méto-
dos son capaces de dar la vida por la patria.

4 4 . La víctima desesperada. El ghetto de Varsovia.

Los delirios de Hitler, acompañados primero por la


clase alta de Alemania y luego por casi todo el pueblo,
hicieron que el régimen de ultraderecha se proyectara con
ideas de hegemonía universal poniendo a su frente como
estandarte el bien de la Nación y la pureza de la raza
aria. Así se llegó a la anexión de Austria, la inapreciable
ayuda para la aniquilación de la España republicana, la
invasión a Polonia y Checoslovaquia, como fase inicial,
con un denominador común: la matanza de judíos y opo-
sitores políticos.
Erx Polonia, que nunca fue un país filosemita, los
judíos se veían en la situación de vivir, como dije ante-
riormente, en enclaves o ghettos (verdaderas guaridas),
donde podían observar la religión, hablar un mismo idio-
ma, sostener la tradición y apartarse del menosprecio ge-
neralizado.
158 VlCTIMOLOGÍA

El ghetto de Varsovia fue visto por los nazis y los


colaboracionistas polacos como el epicentro de proyec-
ción de su odio racial, el estandarte judio que el régimen
nazi debía vulnerar. Pero un grupo de jóvenes encabeza-
dos por Mordechai Anilevich, de 17 años, decidió resis-
tir. La suerte estaba echada y presentían el destino final.
La víctima acorralada pretendía no ser humillada; con fir-
mes ideales de vida y también políticos decidió resistir,
Chaplin lo narra tragicómicamente en El gran dictador.
Decidieron luchar pese a saber de antemano que era
inútil porque en su contra se hallaban las perfectamente
adiestradas tropas que querían gobernar el mundo.
Durante un mes, muchos más días de lo que duró la
defensa de los polacos por Polonia, tuvieron a mal traer a
los alemanes. El mundo se asombró de ver cómo ese
grupo de víctimas desesperadas, encarnaban con total
heroísmo lucha tan desigual. En medio del fragor de la
pelea se dieron tiempo Anilevich y sus amigos de cele-
brar el 1 de mayo, ya que esos jóvenes, a más de dar su
vida por la liberación de su patria y de sí, pensaban en
un mundo mejor.
Fue una revuelta de oprimidos, de seguras víctimas
tal como ocurriera siglos atrás en Massadah, no siempre
bien conocida o apreciada en el mundo actual, pero que
prueba que no hubo complacencia ni bucólica resignación
ante la muerte. Esos jóvenes y todo el ghetto se defen-
dieron hasta el previsible final, y prueban que la pacien-
cia benevolente de los judíos ante su desgracia es un
mito o en todo caso una especial leyenda que anida en
mentalidades prejuiciosas.
LESA HUMANIDAD 159

4 5 . La víctima oprimida.

Dejando de lado concepciones psicoanalíticas sobre


estos temas que tanta luz —pero tan determinista— han
echado, prefiero en la ocasión efectuar un análisis victi-
mológico a través de lo que se ha dado en llamar la
cultura del oprimido.
El judío alemán entrañablemente unido al pueblo, a
punto tal que algunos de ellos que habían emigrado a Israel
volvieron a establecerse en Alemania, pasa de pronto, de
manera imprevisible y frente a su propio y abrumador
asombro, a convertirse en un hombre oprimido en el doble
sentido que pensadores como Albert Memmi, Pablo Freiré
o Frank Fannon suelen otorgar a tan nefasta situación.
Esta doble carencia puede llevar cuando, como en el
caso, se junta el terror y el horror, a la paralización. Su
suerte ya no depende de la víctima sino del dominante. El
victimario siente como una araña las vibraciones de su tela
cuando el insecto se enreda, y la víctima no tendrá calma
porque sabe que el golpe mortal ha quedado librado al
momento en que su captor lo decida. Si esa minoría se im-
pacienta, su opresor, que la ha acusado de querer la
ruina de la nación, la aniquilará rápidamente y sin
miramientos.
Hay un momento en que el papel de la víctima es,
atrapada como se halla, esperar a su vez el rol de la pre-
potencia y la locura. Ese entrechocar del sadismo y cier-
tas pulsiones masoquistas que afloran sin remedio. No se
trata de una postura victimal propensa a marchar idioti-
zada al matadero, como se pretende.
Por eso también, la afirmación del aislamiento del
judío, la insistencia en no querer fraguarse con la comu-
nidad y no permitir casamientos mixtos, es otra vieja can-
160 VlCTIMOLOGÍA

tilena, ahora bajo la espectacular visión de que favorece


su victimización o robustece prejuicios en su contra. Estos
argumentos sirven sólo a una condescendiente sonrisa.
Deberían entonces ser contestados por la Gioconda. Entre
ta.TSto sólo cabría decir, para no extender la relación, que
las minOlías raciales y religiosas y los oprimidos por ra-
zones políticas o económicas, nunca sintieron el regusto de
serlo. Habrá que girar los ojos a las normas sociales, ju-
rídicas, económicas, culturales, religiosas y fundamental-
mente políticas, del opresor.

4 6 . El efnoctcSio en el continente americano y


Sa "civilización dominante".

Desde 1492, con el descubrimiento de América, se


inicia la sistemática destrucción ideológica y cultural de
los pobladores indígenas. Frecuentemente, y a fin de fa-
cilitar el saqueo de sus tierras y bienes, se los ha ani-
quilado directamente causando su muerte en masa o en
forma sistemática. Quienes acompañaron a Colón y más
tarde a los conquistadores en sus travesías, eran hombres
de muy baja condición, delincuentes liberados para la
ocasión de viajes y de conquistas ultramarinas. Ambi-
ciosos sin escrúpulos, que más que gloria buscaban
enriquecerse. Todo ello acompañado por un afán cate-
quista. No se entendía que los aborígenes no conocieran
y amaran a Cristo y, para ser llevados a su reino, fueron
esclavizados, sojuzgados y reducidos, aunque no se pu-
dieron extraer de sus espíritus ancentrales creencias y
tradiciones milenarias.
Los indios fueron tratados, y asi hasta hoy, como
inferiores, salvajes débiles mentales o "menores de edad",
subvalorando sus culturas, pero eso sí, recogiendo algu-
nos de ios productos salidos de sus manos para introdu-
LESA HUMANIDAD 161

cirios en sociedades consumistas hartas de puerilidades y


estupideces. Esa subvalorización, entre otras circunstan-
cias, trajo aparejada soluciones para el "problema indí-
gena", siempre en su detrimento y daño.
La conquista de estos grupos étnicos continúa en
varios países de América. Ya se sabe que una historia
oficial recogió y recogerá los hitos de esa lucha como
una conquista de la civilización, ¡de la civilización
dominante!
No sólo los particulares, sino los propios gobiernos
mediante sus aparatos ideológicos y represivos se encargan
de arrojar de sus tierras, a los indios cual minorías des-
preciables, destruyendo sus tradiciones, usos, costumbres
y creencias al socaire de incluirlos en el Nuevo Mundo.
El costo es dramáticamente preciso: liquidar literalmente
sus culturas, aunque mucho más sencillo resulte eliminar-
les físicamente.
No es de esperar que quienes así proceden se hayan
asomado al estudio de las formidables civilizaciones inca
o azteca, ni conozcan siquiera de oídas Chichen-Itza o
Machu Picchu. Qué decir de otras comunidades indígenas
inferiores a éstas, pero ricas en creencias y tradiciones,
que conservan tesoros artísticos capaces de reflejar la
pureza primitiva o el sentido místico de estos grupos étni-
cos. Ese caudal de energía humana, esa formulación pri-
mordial, unida a fuertes sentimientos históricos y de
comunidad, queda de ese modo sepultada, pese a los
ditirambos sobre los Derechos Humanos de hoy día.
No parece necesario detenerse a conocer la cultura
e idiosincrasia de estas minorías. Resulta más importante
destruirlas de la manera más grosera o larvada en aras
del "progreso". O, mejor dicho, de la expansión econó-
mica e industrial. Los gobiernos utilizan las llamadas
"reservas" para estos aborígenes (como ocurre en núes-
162 VlCTIMOLOGÍA

(ro país, con los tobas en el Chaco), el traslado de esas


tribus a regiones casi siempre inhóspitas sabiendo de su
fragilidad para contraer ciertas enfermedades incurables
para ellos, aunque perfectamente curables para cualquier
otro habitante; a veces se ha procurado su masiva esteri-
lización. Este etnocidio, esta agresión a la raza y cultura
indígena, deriva en la muerte física: es un paso previo
bien conocido.
Desde una visión estrictamente victimológica se apre-
cia la existencia de dos culturas diversas y su ineludible
choque. Dos conceptos muy distintos sobre la vida, creen-
cias y actitudes. La sociedad dominante con un mayor
manejo de elementos llamados de civilización y un vas-
tísimo acopio científico y técnico avasalla a su víctima
inocente y expectante, la envuelve y desprotege con fin-
gidos miramientos y, en el fondo, la humilla y destroza
cultural y físicamente. La asimilación es siempre dificul-
tosa. Queda aniquilada una vasta mayoría y se piensa
entonces que puede hacerse con quienes finalmente pare-
cen dispuestos a "colaborar".
Lo que prima en esta insolente y despreciativa acti-
tud es el interés económico de la civilización dominante
que ni se ha propuesto siquiera desmentir. Interés que
el indio, con su presencia, entorpece.
¿Cómo enfrentarse a la civilización dominante? Bas-
tará decir que para los indios americanos la tierra no es
de nadie, y su usufructo o utilización pertenece a todos,
es de la comunidad, como el aire, el cielo o el agua. En.
la tribu no se entiende lo que significa vender esas tierras,
como no se entendería qué significa vender el aire o el agua
de los ríos. Ya se sabe que, en cambio, para el conquista-
dor de antaño o los gobiernos de hoy la tierra es un valor
inapreciable, susceptible de propiedad individual. Es una
LESA HUMANIDAD 163

condición natural amparada por la religión y por normas


fundamentales.
Cuando la víctima se defiende es porque defiende
su ancestro. Su desesperación se liga al instinto de con-
servación física y a la estructuración de múltiples creen-
cias (religiosas, culturales, hermetismos tribales, valora-
ción parental). Nada de eso interesa a la civilización
dominante.

47. La acción de ciertos antropólogos y religiosos.

Probablemente el más grave error lo cometan antro-


pólogos y religiosos que, en definitiva, resultan servidores,
aunque amparados por aparentes y serias u honestas ra-
zones, al pretender incluir e integrar a estas comunidades
indígenas a la forma de pensar y vivir de las civilizacio-
nes occidentales. Se adentran en el conocimiento de la
lengua, organización social, religiosa, tradición, arte y
ritos indígenas y pretenden su "conversión" a las ago-
biantes pautas y estereotipos de la civilización actual.
Aspiran a que los indios se "ajusten" a esa civilización.
Muchos antropólogos y sociólogos que se introducen
en comunidades indígenas llevan y pontifican consciente
o extraconscientemente, sus puntos de vista y, lo que es
considerablemente peor, sus elementas de civilización. No
todos tienen la lucidez de Carlos Castañeda, que me-
rece el elogio de Octavio Paz en el prólogo de "Las
aventuras de don Juan, una forma de pensar yaqui".
Castañeda se adentró profundamente, mucho más que
Malinowski en Australia, del profundo sentir y las expe-
riencias indígenas que lo influyeron decisivamente en su
pensamiento y conducta ***. Su contrafigura sería la de
*6 Otros libros de Carlos Castañeda son El segundo anillo de poder.
Viaje a Ixílan, Una realidad aparente (nuevas conversaciones con Don ]aan)„
164 VlCTIMOLOGÍA

aquel antropólogo social estadounidense que obsequió a


una vieja curandera de una tribu del Yucatán con mesca-
lina para que reemplace a los hongos alucinógenos que
sólo podía encontrar en las épocas de lluvias en la bosta
del cebú. . . Fue un favor fácilmente descifrable a través
de la naturaleza del propio prejuicio.
Piere íves Jacopín señala lúcidamente "'' que el an-
tropólogo, al meterse en una comunidad aborigen, hace
uso de la malicia para poder superar inicialmente la des-
confianza de los indígenas hacia él y lo que él representa.
Explica que, finalmente, se adentra en la comunidad por
ser el más rico y el más fuerte. Pasa a ser como un ad-
quirente y coleccionista de tradiciones, fotografías, obje-
tos, un donante mezquino y un contraofertante más mez-
quino aún. Los indios suelen advertir que se trata de un
aprovechamiento obtenido en su perjuicio.
La actividad del antropólogo implica un previo acto
de contrición. Es preciso extirpar los prejuicios adquiri-
dos inconscientemente y por tradición en la sociedad en
que se vive, la llamada "mentalidad" y su vulnerabilidad
estructural y las formas de conducta aceptadas. N o im-
porta el acopio de un buen bagaje teórico y la exacta con-

y Relato de poder (las lecciones de Don Juan), pertenecientes todos a Ed. Fon-
do de Cultura Económica, México.
*''' En Conívibuíion au debaí sur l'eíhnocide des indiens d'Amazonie. Le
livre blanc del'eíhnocide en Amerique, Fayard, París, 1972. La edición española
pertenece a la Ed. Siglo XXI con el título El eínocidio a través de las Américas,
textos y documentos de diversos autores reunidos por Robert Jaulin, México,
1976. Pueden consultarse, asimismo. Castro Caícedo, Colombia amarga, Ed.
Valencia, Bogotá, Colombia, 1977; Unidad indígena. Fechoría de los misioneros
gringos, del Instituto Lingüístico de Verano, Popayán-Colombia, 1975; Am-
nesty International, Rapporío sulla tortura nel mondo, Ed. Sugarco, Milán,
1975; Terzo Mondo Informazione, Indios, genocidio, etnocidio e lotte, 4, 5, 6,
1975, Torino, Italia; México Indígena, Atención educativa de los grupos mar-
ginados, órgano de la Comunicación del Instituto Nacional Indigenista, n ' 3,
México, 1970.
LESA HUMANIDAD 165

ceptuación de las características de la comunidad indí-


gena. Para comprender la problemática de ciertos grupos
y minorías es preciso sentirla y para sentir hay que ser.
El antropólogo debe estar convencido de que su trabajo
no es el de civilizar sino el de entender. Y cuando pre-
tenda civilizar y dar respuesta al problema indígena, no
podrá prescindir de los propios indios que conocen muy
acabadamente las esperanzas del alma colectiva.
No debe subestimar. Al emprender la obra es preciso
dejar de lado un sentido paternalista sin mayor provecho
e incluir e interesar a los propios indios en el proyecto.
Así podría con su participación aceptada y activa, influir-
se benéficamente en la incorporación de los indígenas en
la sociedad común, respetando fundamentalmente su cul-
tura, sus creencias religiosas, sus sentimientos, tradiciones
y arte*^
Otro de los medios de aculturización lo integran un
gran número de religiosos y misioneros que deberían re-
ver muy críticamente sus formas de acción, pues cons-
ciente o inconscientemente están victimizando las comuni-
dades indígenas y a la vez favoreciendo intereses que nada
tienen de intemporales.
Los religiosos van con fines de catequesis y ayuda.
Ya se sabe que etimológicamente la palabra "in"-"dio"
quiere decir "sin Dios" o, según se vea, con muchos
dioses, dado el carácter pagano de sus creencias. Los
sacerdotes llegaron a América junto a los conquistadores
y aún después. Tenían, con acuerdo a la época que les
tocó vivir, un sentimiento de aversión por el paganismo

*^ La Conferencia Internacional del Trabajo ( O I T ) de 1957, dio a co-


nocer un documento llamado Convenio número 107 pava la protección y la in-
tegración de las poblaciones aborígenes y otras poblaciones tribales y semUti'
bales en los países independientes, que si bien no tiene fuerza legal pues es una
simple recomendación a los gobiernos, está basado en el respeto irrestricto a
esas culturas indígenas y a sus miembros.
166 VICTIMOIJOGÍA

de los "salvajes". Con eficiencia metódica se dedicaron a


infundirles sus creencias. Hoy sigue ese "ajuste" con pa-
recidos presupuestos sustanciales y formales que ya nadie
ignorara.
Informa Sánchez Sandoval *^ que existe un Instituto
Lingüístico de Verano o "Sumer Institute of Linguistics",
que desarrolla sus actividades entre los indígenas de Gua-
temala, Panamá, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú,
Bolivia, Brasil, Surinam y México, conquistando indios y
creando condiciones favorables para la instalación en sus
territorios de empresas agrícolas o petroleras, como ocurre
por ejemplo en Brasil. El Servicio Ecuatoriano de Infor-
mación señala que igual situación se verifica en Ecuador
a través de la empresa "Texas Gulg" ^°.
La acción de estos misioneros, aunque no estuviesen
ligados específicamente a finalidades e intereses espurios,
al pretender vaciar de ideologías al indígena para incul-
carle otra religión, es una obra de colonización cultural.
Y por allí se comienza a preparar las condiciones para
una "integración" al sistema occidental en todos sus
aspectos.
Mientras tanto pareciera que la víctima nada dice
que es decir mucho. . .

48. La acción de los "colonos" y los organismos


gubernamentales. Las matanzas en Brasil.

Con el fin de perpetrar el despojo de las tierras y


bienes muebles de los indios, el hombre blanco se ha de-

*9 Salomón Augusto Sánchez Sandoval, "Etnocidio y genocidio en el


continente americano", ponencia presentada en el Primer Congreso Nacional
de Criminología, Monterrey, Nuevo León, México, del 16 al 19 de noviembre
de 1983.
^0 Intervención norteamericana en las comunidades indígenas, 1975.
LESA HUMANIDAD 167

dicado en varios países de América a una verdadera


"caza del indio".
Quien haya leído La patagonia trágica de Borrero
o, más recientemente La patagonia rebelde, de Bayer,
sabrá que en esa gran extensión argentina, una familia
encumbrada socialmente efectuó la más cruel matanza
de indios pagando, como en el Lejano Oeste, a quienes
consumaban por precio tanta vileza.
La historia verdadera y aun la oficial de la llamada
"conquista del desierto" está plagada de aberrantes e in-
soslayables actos de aniquilamiento.
El enemigo íntimo, la víctima, es siempre el indio.
En Brasil se sabe que el hombre blanco ha esclavizado
por años a las tribus del Amazonas haciéndoles traba-
jar en el caucho por misérrima paga. Son los "caucheros"
y ésa es la manera que se ha encontrado para aculturi-
zarlos; claro que de paso, con mano de obra tan barata
se proporcionan ingentes sumas de dinero como ganan-
cia. Pero tal vez nada supera a lo que ocurre actualmente
en ese país, con motivo de la construcción de la ruta
Amazónica, que al par de desvastar la selva creando un
abrumador problema ecológico a la humanidad, liquida el
"problema indígena" mandando a la muerte a grupos
étnicos allí radicados.
A fin "de ayudar a la población indígena", se creó
en 1910 el servicio de Protección al Indígena (S.P.L).
Se trataba de un organismo que acabó por convertirse en
una institución para la corrupción y el asesinato de indios,
a los que despojó de sus propiedades en una acción cla-
ramente genocida. Al respecto dice Sánchez Sandoval
(ob. cit., pág. 10): "Se conocen diversas masacres de
indígenas, como aquella de los «Cintas Largas», que
fueron bombardeados por aire con dinamita; aquella de
los «Baleas de Pau» a quienes fueron suministrados ali-
168 VlCTIMOLOGÍA

mentos mezclados con arsénico". El jefe de la S.P.I. y


58 funcionarios del Instituto, acusados de peculado y ho-
micidio nunca fueron llevados ante un tribunal. Ese escán-
dalo provocado por la corrupción administrativa obligó al
cambio de nombre de la institución y hoy se llama
" F U N A Í " . Este organismo. Fundación Nacional del In-
dio que es dirigido prácticamente por militares, se creó
en 1968 a fin de "respetar al pueblo indio y sus institu-
ciones, y organizarles la posesión permanente de sus tie-
rras y sus recursos naturales". Sin embargo un ex fun-
cionario, Antonio Cotrin, declaraba en 1972 que "de ser
un pacifista de tribus autóctonas, se había convertido en
un enterrador de indios" y explicaba: "recientemente una
tribu de 76 indígenas se había reducido a sólo 16 miem-
bros porque la F U N A I había tardado 48 días en enviar
los medicamentos solicitados para curarlos".
Se citan el caso de los "lanomani" que hace poco
eran 500 y hoy se redujeron a 200 debido a la tubercu-
losis; los "macuparis" que son obligados a trabajar sin
salario alguno bajo la amenaza armada; los "acurinis"
expulsados, igual que otras tribus, por los tractores y los
bulidozers que constituyen la carretera transamazónica;
los "tapirapes" que son habitantes milenarios de Matto
Grosso, trasladados a una reserva natural donde, como
suele ocurrir en estos casos, no se adaptan y contraen
enfermedades que los llevan a la muerte en gran número.
Podría decirse que en el Brasil, al margen del feno-
menal negocio que importa el despojo de tierras y la con-
secuente persecución y explotación de indios y su lisa y
llana liquidación, existe un especial sentimiento de des-
precio o indiferencia por el problema del indio. Hace po-
cos años, en 1982, se los atacó para desalojarlos del
Parque Nacional Xingu, donde habitaban, por parte de
[azendeiros (hacendados) y personal mercenario, que
LESA HUMANIDAD 169

pretendían arrasarlo todo, tierras y derechos. Pero los in-


dios se defendieron, mataron alrededor de 10 de los ata-
cantes e impidieron que se consumara el etnocidio, ya que
intervino con premura la Federación Internacional de De-
rechos Humanos y se estableció una tregua.
Las instituciones protectoras en teoría detentan bue-
nos principios y atribuyen a la escasez de medios y ser-
vicios el incumplimiento de sus funciones. La ley es, de
tal modo, una petición de principio, pero sería necio igno-
rar que cuando esto ocurre es porque la realidad concreta
y acuciante dice muy otra cosa. Brasil ha declarado en
múltiples oportunidades que está interesado en la conquis-
ta y explotación de grandes extensiones de tierra en el
Amazonas, muchas de las cuales están habitadas por co-
munidades indígenas. Hay que dar cumplimiento . . . pues
millares de hectáreas ya han sido vendidas a "holdings"
estadounidenses, por ejemplo a: "Universal Overseas
Holding", 504.700 Has.; "Stanley Amos Sellig",
1.305.000 has.; "Robin HoUi Mac Glowa", 400.000 has.;
"Cattle Packing", 2.881.000 has.; "The Lancashire Ge-
neral ínvestimen Company", 998.000 has. y otras me-
nores.
¿Qué sentencia pueden esperar las comunidades in-
dígenas allí asentadas desde siglos? La muerte inmediata
para algunos; en episodios, para otros. Alejados de sus
estructuras tribales y su organización, de sus vínculos so-
lidarios, de sus creencias, de sus familiares, no pueden
aclimatarse a las normas de la civilización en las reservas
que se les asigna. Son una espina irritativa y por ello no
interesan. Van muriendo quebrantados espiritual y física-
mente sin asimilarse. Sus vínculos de cohesión e identidad
étnica son despreciados por el hombre blanco y ellos pa-
recieran morir sin esa cohesión heredada de identidad.
170 VICTÍMOLOGÍA

49. La experiencia en México.

México, con su enorme población de indios, ha en-


carado los diversos problemas sin soluciones cruentas, si
bien desea la aculturización, o sea el traspaso de esas co-
munidades a las pautas de su sociedad actual. En Yuca-
tán y otros Estados mexicanos, se observan grandes
comunidades indígenas que van ingresando a través de
sus hijos, educados en colegios estatales, a esas pautas
decididas por los gobiernos mexicanos. Empero, estos
indios viven en sus comunidades y el traspaso se va efec-
tuando lenta aunque continuamente. Se ha establecido un
sistema de educación bilingüe. Hay casos en que el niño
vive en el colegio donde aprende y los fines de semana
visita y convive con sus padres. De tal modo se van aco-
modando los diversos grupos culturales y lingüísticos,
pero sin dejar a un lado sus costumbres y tradiciones.
Antes bien, manteniéndolas. Esta etapa durará varias ge-
neraciones, pero el fin propuesto, no es otro que la asimi-
lación definitiva a las instituciones de la vida mexicana.
Dentro de lo que se ofrece, es el país donde con ma-
yor respeto se trata al indígena en América. Hay consenso
general de que los indios saben sobradamente que han si-
do objeto de un implacable genocidio por parte de los
conquistadores españoles. Esas comunidades son parte de
la historia viva de México y así han quedado plasmados
de manera imborrable en los monumentos. Como el de
Cauthemoc o en los bellos murales de Rivera o Siqueiros.
Muchos mejicanos opinan sinceramente que los indígenas
deben representar sus valores en un marco pluricultural,
que permita una convivencia rica entre diversas culturas
y que los grupos étnicos tienen todo el derecho a su iden-
tidad. Será a partir de ella que se asegure su participación
LESA HUMANIDAD 171

en el desarrollo nacional. La misión cabal y honesta del


antropólogo indigenista es la que pone su acento en la
conservación de esos valores y su acrecentamiento. Así
se descarta cualquier brote o gestión etnocida.
La realidad irrefragable de los hechos hace apreciar
que la identificación cultural, racial o religiosa es un de-
recho humano básico y se relaciona directamente con la
supervivencia de cualquier minoría aborigen o desplaza-
da. En México, si bien se da firme vigencia a parecidas
premisas, se trata de lograr una total asimilación a la vida
nacional, que debe ser incruenta. En agosto de 1976 un
grupo de humanistas y cultores de las ciencias sociales de
nueve países firmaron la llamada "Carta de México en
defensa del patrimonio cultural" en la que, entre otras
cosas, se señala con total precisión: "Frente a la tenden-
cia homogeneizadora que amenaza con uniformar todos
los pueblos de la Tierra, con la consecuente pérdida de
las características distintivas que los singulariza y le per-
mite expresarse a través de la creatividad propia, se hace
necesario que todos los programas de desarrollo nacional
y regional incorporen una preocupación activa por la de-
fensa del patrimonio cultural representado tanto por las
creencias heredadas del pasado, como por el legado de
talentos y capacidades creativas de las poblaciones
vivientes".
Todas las culturas son válidas y aportan profundas
experiencias acumuladas por el devenir histórico y la he-
rencia, aunque difieran sustancialmente de la cultura do-
minante. De pronto debemos recordar que el calendario
maya es mucho más perfecto que el gregoriano, que hoy
se utiliza en casi todo el mundo, ya que sólo atrasa cinco
minutos cada 500 años. Cuando los hombres de la cultura
o civilización dominante no quieran imponer sus ideolo-
gías, principios, formulaciones y modelos de progreso
172 VlCTIMOLOGÍA

material, con el pretexto de su mayor y mejor desarrollo,


no habrá lugar a la victimización por el genocidio o etno-
cidio de una gran cantidad de seres humanos.
CAPÍTULO V I

SEXO Y VÍCTIMA

50. Delito sexual y víctima consintiente.

Se ha dicho con referencia a ciertos delitos sexuales


que "cuando uno no quiere dos no pueden", que es una
traducción gráfica, aunque callejera, del caso que sabia-
mente dirime Sancho Panza sobre la mujer que se decía
violada. El gobernante de la ínsula de Barataría expresa:
"Hermana mía, si el mismo aliento y valor que habéis
mostrado para defender esta bolsa, le mostrades, aun la
mitad menos, para defender vuestro cuerpo, las fuerzas
de Hércules no os hicieran fuerza". Ceder negando por
parte de la mujer es una forma de la "fuerza grata" de
que hablaron los romanos.
El papel de la víctima resulta en muchas oportunida-
des considerable y digno de tenerse en cuenta por la
provocación e incitación que supone. La actitud instintiva
de coquetería y seducción suelen bastar en ciertos casos.
La jovencita que sube a un taxímetro o hace auto-stop y
comienza una conversación desprejuiciada con el conduc-
tor o vuelca una gama de actitudes de coquetería, ha ser-
vido, más de una vez, para que el volante salga de ruta
y se dirija hacia el a t a j o . . . El riesgo de violación lo ge-
neró inconscientemente la propia víctima. Es el caso de
174 VlCTIMOLOGÍA

la mujer que recibe en ropas de cama transparentes a un


joven operario que ha entrado a su apartamento a hacer
la reparación de algún servicio.
Goppinger ^^ ^^^ cita investigaciones tendientes a es-
tablecer si la víctima del delito sexual conocía o no a su
agresor. Expresa que Stuka, sobre 34 jovencitas menores
de 16 años, detectó que en la mayoría de los casos la víc-
tima ya era conocida por el autor con anterioridad, mien-
tras que el autor desconocido para la víctima, resultaba
más raro de lo que habitualmente se supone. A su vez
Mathes comprueba al valorar expedientes de delitos se-
xuales cometidos contra 841 niños (689 niñas y 152
niños) menores de 14 años, que en los dos tercios de la
totalidad, el autor y su víctima se conocían y muchos eran
parientes. En otra investigación efectuada en Washing-
ton, según Wolfgang, 2/3 de las 151 víctimas de violación
conocían al menos al autor. En otra investigación efec-
tuada en Tubinga por el propio Goppinger resultó que
sobre 141 estudiantes femeninas, 83 de ellas habían sido
víctimas de un delito sexual; algunas incluso varias veces,
de modo que el número total de delitos ascendió a 137,
En 63 casos la víctima conocía al autor.
Estos trabajos sobre la percepción previa del victi-
mario y la conducta sexual de la víctima pueden ser útiles
para posteriores investigaciones experimentales que lle-
ven a una política de prevención victimal. Se sabe que
muchos delitos de violación, estupro, incesto, abuso des-
honesto, constituyen buena parte de la cifra negra de la
criminalidad. Es difícil que una mujer haga denuncia de
su violación, hecho que queda sellado en el seno de su
hogar o de sus amistades.

50 bis Hans Goppinger, El delincuente y la víctima, en Criminología, Ed_


Reus, Madrid, 1975, p. 367.
SEXO Y VÍCTIMA 175

Puede ocurrir el caso inverso. La mujer que se dice


estuprada para chantajear a un hombre por dinero o por'-
que quiere casarse con él; éste podrá finalmente hacer
uso de esa opción que, al menos en nuestro derecho, se
ofrece como excusa absolutoria.
Como se trata de una relación sin testigos y entre
dos personas, las denuncias no fructifican por inexisten-
cia de elementos corroborativos. El imputado advierte
cómo al poco tiempo el expediente se cierra o el caso ter-
mina en absolución, mientras la joven ha sido sometida a
interrogatorios judiciales escabrosos, tactos vaginales y
otros estudios por parte de los médicos forenses.
El tema que plantea vigorosamente la victimología
se refiere a la víctima que ha sido consintiente e incluso,
ha provocado al autor. La esfera intrínseca de la libertad
sexual no ha sido violentada pero ha sido trasgredida la
ley.
Para fijar la responsabilidad de la víctima habrá que
estudiar esa actitud consentidora que interesa legalmente
cuando se trata de delitos que tienen como base esencial
la ausencia del consentimiento. Habrá que verificar si ha
sido prestado con voluntad y conciencia y si es válido.
Interesa a la victimología el prisma de la ley penal,
el "corruptor" y el "corrompido". Subrayar la culpa de la
víctima y, por ende, la irresponsabilidad penal del supues-
to victimario. Pulsar si el consentimiento victima] destruye
o debe destruir las figuras aplicables.
¿Qué ocurre cuando el consentimiento es irrelevante?
Sería el caso de ía homosexualidad en ¡os países en que
es condenada por la ley; del incesto, en donde no se ad-
mite. Hay casos de violación en que el bien jurídico pro-
tegido es la "honestidad", que está por encima de toda
conducta victimal. El deseo libre de la víctima, su con-
sentimiento pleno de tener relaciones sexuales y prestarse
176 ' VlCTIMOLOGÍA

a ellas no descarta el dolo del autor, quien deberá respon^


der por su delito. La actitud de la víctima, así lo dice la
ley, servirá en ciertos casos como atenuante de la pena,
por ejemplo, en el estupro.
He narrado en "Las penas de un penalista", el caso
de un joven correntino a quien entrevisté hace unos años
en la cárcel-penitenciaria de Corrientes. La reitero ahora,
desde otro prisma. En pleno campo —trabajaba en un
tabacal— un amigo le ofreció su hija de 14 años de edad.
Le preguntó entonces a la jovencita si quería irse con él,
lo que fue aceptado. Nueve meses después nacía de esa
unión una niña que fue reconocida y anotada en el Re-
gistro Civil. Por denuncia del jefe del Registro, el hombre
fue detenido y le fue incoado el correspondiente juicio
por estupro, con prosecución de la acción por el agen-
te fiscal.
El juez de la causa me explicaba que había hablado
varias veces con este muchacho a fin de persuadirle que
debía casarse y que si lo deseaba, podía oficiarse la boda
en el propio establecimiento penal o fuera de él, y que ello
implicaba la inmediata liberación. En vano. El procesado
no quería hacer uso de la excusa absolutoria y la exigen-
cia le parecía un atropello a su libertad de elección. "Nos
queremos sin libreta", me dijo.
La joven concubina lo visitaba con la niña en brazos
y le llevaba comida a la cárcel. También hablé con ella.
Como toda explicación dijo: "prefiere estar preso y no
casarse", y preguntó: "¿Siempre es necesario casarse?".
Pareciera, en casos como éste, que más que reprimir-
se el estupro se reprime al amor.
SEXO Y VÍCTIMA 177

51 . El rapto consensual.

La situación del delito de rapto debería ser repensa-


da con acuerdo al rol actual de la mujer en la sociedad y
su proceso de parificación con la actividad y los derechos
corrientemente asumida por el hombre. Se debe estudiar
la interrelación de los roles femenino y masculino como
también la mayor libertad en el plano sexual, ya que al
rapto sigue la violación o su tentativa o el abuso desho-
nesto que, al menos, aparecen incluidos en nuestro sistema
legal. Las "miras deshonestas" del art. 130. del Cód. Pe-
nal no son otras que las enunciadas. El art. 132 señala
como excusa absolutoria el casarse efectivamente —'no
sólo el pretender hacerlo—' con la ofendida. En caso de
subsiguiente matrimonio, la absolución se otorga, según
la jurisprudencia aceptada, a los cómplices del delito.
Desde un punto de vista normativo no sólo sería víc-
tima el sujeto pasivo del ilícito penal, sino, para el caso
de rapto o sustracción de menores aunque fuera consen-
sual, los padres, tutores y guardadores que los tienen a
su cargo. Curiosamente, se verifica que en muchas opor-
tunidades estas presuntas víctimas son victimarios en
grado de instigadores. Han insistido y delineado el modo
del rapto para luego lograr que, por ejemplo, su hija con-
traiga matrimonio con el raptor, generalmente adinerado,
que asi blanquea sus culpas.
Nuestra ley considera inhábil por inmadurez el con-
sentimiento prestado por una menor de 15 años y mayor
de 12. Quien la raptase sin emplear fuerza, intimidación
o fraude, sino que obrare por seducción, incurre en el rap-
to "impropio". Para el caso en que la menor no prestare
consentimiento el hecho constituye el rapto "propio" (art.
178 VlCTlMOLOGÍA

131), que requiere las miras deshonestas. Ello implica la


honestidad de la menor raptada.
P a r a el caso de la menor de 12 años que es sustraída
con miras deshonestas (violación, abuso deshonesto), los
delitos que se endilgan al autor concurren en concurso
material.
E n esta relación ínter subjetiva de la "pareja penal",
la mujer que consiente su rapto no sólo ejecuta un acto
de voluntad sino que debe tomar medidas para efectuarlo.
E s a s medidas superan por su audacia toda previsión y
aun la actividad desplegada por el propio victimario.
A g r e d e a su familia y promueve todas las escaramuzas y
subterfugios posibles para no ser advertida, mientras el
hombre no hace más que llevarla en un automóvil (o au-
tobús) como generalmente ocurre. Si de trasgresión a las
pautas de la familia se trata, no cabe duda que la joven
consintJente ha vulnerado el respeto que merece y su pe-
ligrosidad social es tanta o mayor que la del presunto
raptor. E s éste uno de los casos en que la justicia debería
sancionar a la víctima (ver parágrafo 7 3 ) .
Indudablemente se ha avanzado lo suficiente en la
evolución de la mujer en la sociedad y se han roto ciertos
tabúes sexuales como para llegar a la descriminalización
del rapto consensual, como ocurre en distintos
predicción de "honestidad" de la supuesta víctima se
presta a una muy variada interpretación que va mucho
más allá del hecho de haber tenido relaciones o contactos
sexuales, en una sociedad mutable y sin criterios sexofó-
bicos. E s preciso dar también una tutela honesta a la ocu-
rrencia de estos sucesos, como en el caso del joven co-
rren tino, respetando los marcos culturales carentes. E n -
tender, de una buena vez, que hay, en muchos países, gen-
tes humildes e ignorantes de la ley y que para ellos resulta
SEXO, Y VÍCTIMA 179

eufémico aquello de que la ley se reputa conocida a los "x"


días de publicada. . .

52. El adulterio.

Aún subsiste en nuestro ordenamiento legal el delito


de adulterio (art. 118 del Código Penal) con su conte-
nido y lenguaje machista y arcaico '^^.
Se trata de un delito de acción privada del cual es
pasible la mujer legítimamente casada cuando tuviere una
sola relación sexual extramatrimonial. Se reprime tam-
bién a su "codelincuente". Y al marido, cuando tuviere
"manceba" (que debe traducirse como amante, amiga ín-
tima o pareja) dentro o fuera del hogar conyugal. Asi-
mismo es punible la "manceba" del marido. El delito es
instantáneo para la mujer y permanente para el marido.
Muy escasamente ha llegado a los tribunales el juz-
gamiento de estos hechos que requieren como cuestión
previa, sentencia de divorcio por adulterio, aunque el di-
vorcio no sea vincular pues no existe en nuestro país. En
todo el territorio conviven miles de matrimonios "de
facto", celebrados por "vía aérea" en México, Bolivia,
Paraguay o aun en Los Angeles (Estados Unidos). Sin
contar la notable cantidad de parejas que no son estables
aunque resultan clandestinas. Todos adúlteros.
El criterio sexofóbico del Código Penal se pone en
evidencia en este como en otros delitos que atañen a la
libertad sexual. Comenzando por su ubicación entre aque-
llos contra la honestidad cuando de lo que se trata es de
cohesionar a la familia. Al margen de ello, existen con-
notaciones semánticas que recaen sobre el término y el

51 E n el Anteproyecto de Código Pena! del Dr. Sebastián Soler, del


año 1960, el adulterio fue suprimido.
180 VlCTIMOLOGÍA

concepto de "honestidad" que son inactuales. Se trata, en


fin, de no llevar a la familia hijos clandestinos, concebidos
fuera del matrimonio legítimo. De ahí que se pena a la
mujer y su coautor sólo por una relación sexual porque
la mti)ex puede quedax embarazada. Ei hombre, en cam-
bio, debe tener cierta continuidad estable con su pareja
para ser adúltero. Reforzando el criterio, algunos autores
señalan, aunque de manera tentativa, que la inseminación
artificial con espermatozoides que no sean del marido o
la que éste no haya consentido, haría pasible de adulte-
rio a la mujer. Es claro que en el caso nos encontraríamos
sin "codelincuente", ya que el médico interviniente podría
aparecer como autor de otro tipo de delito. De hecho ha
sostenido Remme Savatier que "desde el momento de in-
tentar ella esa fecundación artificial se expone seriamen-
te al peligro de introducir un intruso en la familia e im-
ponerlo mentirosamente al marido. Este acto de la mujer
es punible de adulterio" ^^, Resultan exentos de todo rigor
y hasta risibles estos criterios que confunden inseminación
artificial con acceso carnal, que es lo que reclama el
Código en la figura del adulterio.
Desde el punto de vista victimológico importa el
hecho de que el art. 74, inc. 2°, del Código Penal estable-
ce que el consentimiento del adulterio por parte del cón-
yuge o el perdón, priva "del derecho de iniciar la acción,
sea contra su mujer o contra el codelincuente". En el caso,
resulta aquí irrelevante si se trata de una causa de jus-
tificación o si es causa extintiva de la acción penal.
Más allá de la increíble supervivencia de este delito
de nuestro orden social y jurídico, importa decir que, de
acuerdo a la sistemática adoptada, el no consentir es con-
dición sine qua non de punibilidad. Sobre la base del

52 Cit. por Jorge D. López Bolado, Los médicos y el Código Penal, Ed.
Universidad, 1981, p. 175.
SEXO Y VÍCTIMA 181

pretenso orden familiar, el Código Penal no puede inmis-


cuirse en la privacidad familiar del modo en que lo hace.
Ocurre entre tanto un hecho curioso: el consentimiento es
un castigo para el marido ofendido porque no puede
ejercer la acción pero se le permite restablecer el orden
y la armonía de la familia y aun aceptar al hijo gestado
o ya existente de la relación adulterina, cosa que en
muchos casos así ocurre. La vida se impone por sobre la
inocuidad de la norma.
En los delitos contra la honestidad, casi siempre los
códigos sustantivos traen la forma de cerrar el caso cuan-
do la postura del supuesto victimario es la de consentir el
hecho y casarse. Eso lo limpia de culpas. Constituye una
curiosa forma de reponer lo justo.
El consentimiento de la supuesta víctima como causa
de no punibilidad, debe ir ganando posiciones en ciertos
delitos contra la honestidad o la famiha (estupro, rapto,
abusos deshonestos) para llegar a una mejor adecuación
a la realidad social y a un más amplio espíritu de justicia.

5 3 . Menores víctimas de delitos sexuales.

Las agresiones sexuales a menores de ambos sexos


son muy comunes, aunque ordinariamente no llegan a los
estrados judiciales y no se han efectuado, al menos en la
Argentina, estudios e investigaciones criminológicos sobre
ellas. Pareciera que un manto de olvido trata de no ver
aquello que no es posible evitar.
En casos concretos investigados en los tribunales por
incesto, violación, estupro o abuso deshonesto, se somete
con fines procesales al menor o a la jovencita a una cruda
reedición de lo acaecido y a vejámenes personales (peri-
cias, interrogatorios, careos con el agresor), a los fines
de establecer un criterio de verdad judicial.
''Í8'2 VlCTIMOLOGÍA

Los menores casi ^siempre presen-tan el hecho a sus


padres o a las personas a su cargo como ajeno a su con-
sentimiento y colaboración. Como si hubiesen sido obli-
gados por el victimario. Le temen al castigo y prefieren
—-en ciertos casos•— fantasear argumentando que han
sido violentados aunque frecuentemente no sea así.
Hay padres que ponen en conocimiento de lo ocurri-
do a parientes y vecinos y el menor pasa a ser objeto de
una malsana curiosidad. No hay que olvidar que en el
campo del comportamiento sexual están imbricados anti-
guos tabúes y una férrea coraza prefiere pasar por alto y
no analizar, ni siquiera advertir, el cambio social operado.
El chico o la chica son precipitados a una conducta
de aislamiento por la escasez de comprensión y no se les
prodiga el especializado auxilio moral y psicológico que
requieren.
A un menor, víctima de una relación homosexual o
incestuosa, se lo vive como inepto para el ejercicio futuro
de la vida, como si hubiese contraído una enfermedad
oculta que lo incapacitará para siempre. Se piensa que la
experiencia lo va a precipitar a una continua desviación
homosexual. Obviamente, no es así.
Tampoco en otros países se efectúan estudios feha-
cientes sobre qué cantidad de menores son agredidos se-
xualmente y si previamente habían tenido relaciones sexua-
les o cualquier contacto de ese tipo; si sus victimarios eran
conocidos o no por él antes de la relación; si se trata de
parientes (padres, hermanos). Resulta de tal modo difí-
cil elucidar hasta qué punto han prestado su consentimien-
to o cooperación, aunque tal consentimiento resulte irre-
levante en materia penal.
El estudio criminológico y victimal está erizado de
dificultades en cuanto a la psicogénesis de los hechos y
la "pareja penal". La cifra negra, el ocultamiento y el
SEXO Y VÍCTIMA 183

juicio disvalioso que emana de la ley penal para el victima-


rio hacen que en muchos casos, aun mediando el consen-
timiento de la víctima, se considere delito, todo lo cual
incide negativamente para ubicar el área preventiva que
propone el victimólogo.
No es fácil ni lo será con esos parámetros determi-
nar cuándo la víctima en su caso plantea, consciente o
.•nconscieiitemente, su papel criminógeno. A fin de obte-
ner ciertas respuestas es preciso ubicarse en otros presu-
puestos, que también frecuenta el victimólogo, referido
ai ambiente de procedencia de la víctima, como del victi-
mizador. Cabe recordar que así como los niños y jóvenes
no crearon la sociedad en que les toca vivir (o sobrevivir),
tampoco han creado el ámbito familiar donde transcurre
esa existencia.
Será preciso aceptar también en estos casos que el
desajuste y la transgresión tiene manifiesta vinculación
con lo que se suele denominar problemas familiares. El
aqredido no es más que un emergente de esa situación.
En familias grandes, subculturizadas, con paupérrimo
habitat, educación y situación económica, donde se suele
vivir de manera promiscua, ocurren comúnmente inces-
tos; en el caso de padres agresores, chicos abandonados
a su suerte o castigados que terminan vinculándose a
hombres bondadosos de mediana edad o con el comercian-
te que les da dulces y golosinas y finalmente acceden a
efectuar ciertos actos de carácter sexual que pueden llevar
a las relaciones concretas.
N o puede decirse a ciencia cierta que desconocieran
la situación o fueran superados por los hechos, sobre todo
cuando esas relaciones fueron perdurables, pues se trata
de chicos y chicas que tienen una experiencia, dura ex-
periencia, de lo que han padecido y visto en sus casas.
Aun con sus complejos de culpas a cuestas participan
184 VlCTIMOLOGÍA

sabiendo de lo que se trata. En esos ambientes pueden


verificarse chicuelas de 10 u 11 años que ejercen una
forma de prostitución recibiendo dinero y obsequios de
hombres con los que se frecuentan. No siempre tienen
acceso carnal, les basta sólo con danzar desnudas frente
a ellos o permitir les acaricie ciertas partes del cuerpo o
ser ellas las que acaricien.
En hogares de mucha mejor economía pero iguala
mente disociados, o donde se vive una continuidad ma^
trimonial hipócrita, se suele acentuar lo sexual. El padre
lo enfatiza en su hija y de ese modo crea condicionamien-
tos para el desarrollo de su "femeneidad". Se conocen
casos de padres con cierto criterio libertino respecto del
sexo, que han hecho practicar "strip-tease" a su hija
recién entrada en la pubertad, en reuniones sociales ante
invitados. O padres que en ciudades balnearias, como
Punta del Este, han llevado a sus hijos varones de 14 a 15
años a tener relaciones sexuales con una prostituta como
rito de iniciación.
Hay padres que encuentran natural pasearse desnu-
dos en la casa frente a sus hijas preadolescentes o adoles-
centes, en la creencia de que ésa es una de las formas de
liberación a que lo introdujo el psicoanalista o por una
inescrupulosa interpretación de lo que el profesional le qui-
so significar. En realidad, se pasean así porque quieren y
entienden que es "normal". Mientras el analista tratará
luego de lograr la racionalización de la situación, los hijos
ven cómo la madre se escandaliza y advierten y recogen
todo el misterioso aspecto de tensión que genera, en la
casa y entre sus padres, el sexo.
En otras ocasiones se trata a la hija como una atrac-
tiva niña, subrayando su andar, sus movimientos, sus
pechos, sus caderas. Hay madres que interpretan la si-
tuación con fingidos celos y en el fondo con orgullo y
SEXO Y VÍCTIMA 185

satisfacción, pues la relación padre-hija les parece inme-


jorable. En todos estos casos, al margen del daño psíquico
y moral, las niñas de ciase media y alta terminan por
aprender que los adultos las encuentran atractivas
sexualmente.
Es inútil solicitarles luego que jueguen con mu-
ñecas . . . La niña pondrá énfasis en sus atractivos físicos.
Es que les han enseñado a sentirse "cosa sexual" desde
muy pequeñas. Es posible que sean muy prontamente se-
ducidas. Su victimización, inconscientemente, había comen-
zado mucho antes. No será posible a los padres preten-
der separar a estas adolescentes de sus amigos, compa-
ñeros, novios o amantes.

54. E! incesto.

En cuanto al incesto, tema socialmente aceptado


siempre que se refiera a leyendas mitológicas, a relaciones
tribales o alguna peUcula cinematográfica, más o menos
discreía, no debe ser rehuido por criminólogos y penalis-
tas, aunque no puedan sublimar ciertas y consecuentes
aversiones. Sin embargo, hay que estudiar lo anormal
porque también forma parte de lo humano. Y ninguna
razón puede verse influida por preconceptos en quienes
deseen investigar las relaciones sociales de las que se
nutren las leyes (algunas veces para desnaturalizarlas).
El incesto ocurre-mtucho. más. de lo que sue]£„Cfeerse
y no en los laberintos del infierno. En algunas regiones
aisladas de nuestros campos es moneda corriente. En
cualquier cárcel del interior del país y en otras que he
estudiado en países latinoamericanos he conocido casos
de encarcelados y penados por este delito.
Frecuentemente la víctima prefiere callar y no re-
currir ante la justicia. Las razones son de diferente espe-
•186 VlCTIMOLOGÍA

cié pero, por lo general, se trata de aguantar la situadóa


porque el victimario es el propio padre o un hermano y ello
puede dar lugar a la detención de éstos. En algunos casos
se cree que acudir a denunciar implica gastos y, en
oíros, se teme a las represalias que eventualmente pueda
tomar el pariente o el resto de la familia. Las razones
podrían resumirse así: a) temor de hijos y hermanos del
castigo al padre o del padre por el delito; b) el problema
social y sobre todo económico que pueda implicar ante la
intervención de la justicia; la detención del padre o her-
mano mayor en su caso; c) complacencia con la situación;
d) complacencia específica de la madre de la víctima por
el temor consciente o inconsciente de desmembrar la fa'-
milia; e) complacencia de la madre, cuando el marido le
hace frecuentemente demanda sexual a ella, pese a man-
tener relaciones con la hija.
Frecuentemente, chicuelas de 13 ó 14 años se pre-
sentan embarazadas en hospitales cuidándose muy bien
de decir que es con su propio padre que han mantenido
relaciones sexuales. Si las relaciones son satisfactorias,
pocas veces dan lugar a la negación o al rechazo. La re-
velación de estos actos, cuando se hace judicial o públi-
camente, llenan de vergüenza a los autores. Y aunque no
existen parámetros para medir las conductas de las fa-
milias afectadas por el delito, en cambio, se admite que
la menor, al entrar en la adolescencia y tomar idea acaba-
da de sus actos, puede sufrir, en ciertos casos, situaciones
de stress que la llevan a abandonar su hogar y dedicar-
se a la prostitución. Pero no siempre es así. La joven
víctima puede sentirse confusa y llenarse de ansiedad y
opresión como producto de la culpa y el sentimiento de
no saber cuál es su rol en el hogar. Y desde el punto de
vista psicológico, puede tener serias dificultades en futu-
ras relaciones sexuales, por agresión o aversión a su padre.
SEXO Y VÍCTIMA 187

"Una niña que ha sido víctima del incesto es a me-


nudo víctima de una tuerte sensación de vergüenza, sien-
Jo ccmün que no informe de su situación Basta que ya no
pueda sostenerla más. Entonces, ya sea que ella lo diga
o sea descubierta por otra persona, cuando las autorida-
des entran en acción es generalmente para trasladar fuera
de su casa a la víctima y ponerla bajo protección, o en una
casa de cuidados. Este tipo de procedimientos desafor-
tunadamente refuerzan su convicción de ser el}^ la parte
agresora. Una larga lista de funcionarios públicos deberán
oír el horrible hecho una y otra vez; entre ellos, la traba-
jadora social, la policía, investigadores, el fiscal, el juez,
etc. y, si es que la víctima sigue el ejemplo acostumbrado,
ya habrá adquirido el problema de las drogas, promiscui-
dad sexual, etc., y perderá así su verosimilitud como tes-
tigo. Consecuentemente, su padre será liberado" '^^. Esta
narración tan caótica como real delimita la situación que
suele plantearse en los Estados Unidos, seguramente con
puntos de similitud con otras partes del mundo, pero ío
que resulta sobrecogedor es el remate de la situación, na-
rrada en estos términos: "En vista de eso la mayoría de
las oficinas del Fiscal de Distrito están interesadas en
dar buenas condenas en este tipo de casos de incesto,
pero por lo general no se acostumbra a dar parte de estos
hechos al Juzgado. El resultado: el padre se reúne con
su familia. La víctima, para su propia «protección», con-
tinúa su detención en el albergue adoptivo".
En cualquier clase social resulta mucho más difícil
el incesto entre madre e hijo. Si ello ocurre es porque se
trata de una relación consentida, es decir, no forzada. Bien
es cierto que la violencia muy raramente acompaña a los
actos incestuosos que tienen una componente de seduc-
es John P. J. Dussich y otros, Un enfoque criminológico sobre el incesto,
ea "Rev. Criminologia", n° 3, 2'^ época., Toluca, México, 1982, p. 79.
188 VlCTIMOLOGÍA

ción pasiva, exploración sexual y curiosidad enmarcada


en docilidad. La relación puede durar largos años y, en
algunas esferas sociales, finaliza cuando la hija estudia
o se casa, yéndose del hogar.
El ahondar en los complejos de Edipo y su equiva-
lente de Electra permite explicar los niveles inconscientes
de ciertos amores intensos y emocionales que, general-
mente, no llegan a actos sexuales. Casi todas las niñas y
adolescentes de clase media y media alta prueban su poder
de seducción con el padre. Y muchas veces éste sufre con
la crudeza de los celos cuando la niña se encuentra fuera
del hogar hasta altas horas de la noche y cree que se halla
en una situación amorosa.
La psicología profunda e individual ha investigado
de antiguo las relaciones incestuosas y es hora de retomar
el tema para una honesta regulación y prevención penal.
Ello permitirá adentrarnos en la posibilidad nada despre-
ciable, en algunos casos, de que sea la supuesta víctima
quien haya seducido a su pariente, aunque esto parezca
inadmisible en quienes ven al adulto como único res-
ponsable.
En todos los casos poco y nada se conoce de cuál
debe ser el tratamiento de los sistemas penales con res-
pecto a la víctima y qué hacer con ella ^*.

5* Conocí hace unos años en el Instituto Penal Abierto de Baurú (San


Pablo, Brasil) a un hombre de origen rural que había violado a sus tres hijas,
cosa que le parecía absolutamente normal y nada delictivo. Se trataba de un
hombre rústico que vivía y trabajaba en medio del campo sin mayor relación
con los medios de cultura e instrucción. Su coeficiente mental era normal pero
poseía una visión muy particular de la vida. Decía que él había criado a sus
hijas, les había dado de comer y vestir, de modo que no entendía por qué no
podía tener con ellas acceso camal.
SEXO Y VÍCTIMA 189

5 5 . Victimizacíón de los menores durante el proceso ¡udicial.

He señalado el nuevo daño moral que se causa en


aras de la investigación policial y judicial del suceso de
que ha sido víctima, al menor agredido sexualmente y al
menor testigo del hecho. Es como reabrir una herida, un
trauma psíquico, victimizando al menor a través de inte-
rrogatorios policiales, con su comparecencia posterior a
los tribunales, donde se ratificará ese interrogatorio,
donde le pedirán que aclare nuevos detalles y en los que
será sometido a careos. Sin contar con las escabrosas pe-
ricias legistas y forenses, las preguntas médicas y los
tactos vaginales o anales.
En 1983 tuve que defender a un adulto acusado de
supuesto abuso deshonesto (tocamientos) de una menor
de 11 años de edad ocurrido presuntamente en una pileta
de natación donde aquel trabajaba de bañero y profesor
de natación. El magistrado decidió, tras solicitar el con-
sentimiento de la madre de la niña, efectuar un careo entre
el presunto agresor y la víctima. Fue un careo entre una
niña llorosa en pleno raptus histérico y un hombre inco-
municado gritando por su inocencia. El juez preguntaba
a la menor, a fin de aclarar el hecho, si el hombre había
extraído o no su miembro viril, al que llamaba pito. . .
La chica había sido sometida previamente a un estudio
efectuado por el médico policial y a otro por el médico
forense.
En la mayor parte de los casos los contactos sexuales
se verifican ocultamente en un sitio apartado o en una
habitación. Los dichos del victimario se contradirán ge-
neralmente con los de la víctima y no vale la pena una
verificación que se me ocurre despiadada en una menor,
190 VlCTIMOUOGÍA

cuando no se llegará '—'lo que se sabe de antemano— a


ninguna prueba efectiva de cargo. Sólo se incide de
manera agresiva sobre el menor. Las palabras y explica-
ciones de la víctima serán, como generalmente ocurre, re-
batidas y rechazadas por la defensa, que podrá pedir su
nueva comparecencia para verificar nuevos detalles y así
sobrevendrán nuevas preguntas. . .
Cierto es que no todos los jueces efectúan esos ca-
reos, pero ¿vale la pena tamaña mortificación y victimi-
zación en aras del logro del inseguro hallazgo de la cul-
pabilidad penal?
Igualmente el testigo o circunstante, pariente o amigo
de la víctima, con sus pocos años, enfrentando a la ma-
quinaria judicial tratando de recordar y reproducir
momentos sórdidos, golpes, palabras soeces y el propio
acto sexual, en su caso.
No se victimiza a estos menores en el sentido penal
stricto sensu, pero el mal que se causa a la no estructura-
contextura de su psiquismo, es una forma de victimiza-
ción social y una falta de respeto a sus derechos humanos.

5 6 . La experiencia israelí.

Ya en 1964, en la búsqueda de alguna solución más


feliz, o menos funesta, a estos brutales atropellos a la dig-
nidad, señalé el ejemplo israelí como digno de imitar ^®.
En 1955 se había sancionado en Israel una ley sin
precedentes, respecto de menores víctimas y testigos de
delitos sexuales, que prohibe el interrogatorio policial y la
declaración ante tribunales de menores de 14 años contra

55 Elias Neuman, La prevención de la delincuencia en Israel, Ed. ICAI,


Instituto de Intercambio Cultural Argentlno-Israelí, Buenos Aires, 1964, p. 113.
SEXO Y VÍCTIMA 191

quienes o en presencia de quienes se hubiese perpetrado


un delito sexual.
Esos menores deberían ser interrogados únicamente
por funcionarios especializados designados por el Minis-
terio de Justicia a propuesta de una comisión de expertos.
Generalmente se trataba de una mujer especializada en
psicología, reclutada entre el personal de asistencia y guía
infantil. Se contemplaba por entonces la posibilidad de
organizar cursos especiales para el personal policial, tam-
bién femenino, para estos casos.
El sistema consiste en que ese personal presta decla-
ración ante el juez y su confesión o testimonio, estricta-
mente ceííido a la declaración de los menores obtenida
sin forcejeos, es admisible como prueba de evidencia, con-
tra el o los acusados. Se recababan y recogían otras pro-
banzas corroborantes del hecho para así llevar al o los
autores a juicio. David Reifen, juez de menores de Tel-
Aviv, señala que en vista de la experiericia realizada
se consagró una nueva ley (1958) vigente en la actua-
lidad ^^ La transcribo por el sentido de prevención que
encierra:
a) No se hará ningún interrogatorio o encuesta con
relación a un menor de 14 años y no podrá ser oído como
testigo o examinado en los casos de delitos contra el sexo
sin permiso de un examinador de la juventud.
b) Ninguna declaración hecha por un niño en re-
lación a un delito de orden sexual del cual haya sido
víctima, testigo o autor presunto, será tenido como testi-
monio válido sin la aceptación del examinador de la
juventud.

•"6 David Reifen, Le dehnquant sexuel tí sa victime, en "Revue ínter-


nationnie de l'Eafant", Ginebra, 19i8, ps 110 y ss. Tambiéa Sosa Chacín, ob.
cit, p. 239.
192 VlCTIMOLOGÍA

c) Para el cumplimiento de esta ley, los examinado-


res de la juventud serán nombrados tras previa consulta
efectuada a un comité especial compuesto por un juez
de menores (presidente) un experto en sanidad mental,
un educador y un experto en protección a la infancia.
d) Los testimonios relativos a delitos contra el sexo
y la moralidad, recibidos y registrados por un examinador
de la juventud, así como los informes verbales relaciona-
dos contra el delito, preparados por el examinador, serán
considerados como testimonio válido para los tribunales.
e) En los casos en que tales documentos sean exhi-
bidos ante el tribunal, éste puede pedir al pesquisador,
examinar de nuevo al niño sobre un punto particular o de
hacerle una pregunta determinada; el examinador puede,
si así lo entiende, rehusarse si cree que esto podría hacerle
mal al menor.
f) Las pruebas aportadas por un examinador de la
juventud no serán consideradas suficientes si ellas no
son corroboradas por otras pruebas.
Expresa Reifen que la aplicación estricta de estos
preceptos está dando óptimos resultados sobre todo por
el tacto y versación del examinador y porque el interro-
gatorio se efectúa en un ambiente adecuado.
Ningún niño israelí, autor o víctima de cualquier
delito, es enfrentado a la maquinaria policial o judicial.
Los juicios que he presenciado tienen lugar en casas co-
munes ane operan como tribunal donde llega el juez, el
fiscal, el defensor, el acusado y los familiares de éste,
como también algún miembro del consejo interdisciplina-
rio que intervino en el estudio.
Los diarios no pueden dar noticia de hechos delicti-
vos en que estén involucrados en cualquier carácter me-
nores. Mucho menos proporcionar sus nombres, so penas
SEXO Y VÍCTIMA 193

graves al periodista que los proporcione y al editor que


los difunda.
Los examinadores de la juventud con humanidad
hacen uso de múltiples conocimientos adquiridos y la de-
bida persuasión para ganarse la inmediata confianza. Y
asi el niño les explica detalladamente lo acontecido.
Aunque la ley no lo señala en los hechos, el examinador
suele sugerir al juez la medida que debe tomar con res-
pecto al menor víctima o testigo. Vale decir que se tutela
también la situación de ellos en determinados delitos con
el fin de reponerlos anímicamente y hacerles olvidar el
trance sufrido ^'^.

57. E! homosexual como víctima social y penal.

En sociedades predominantemente machistas (como


Ja nuestra) se tiene una actitud de aversión, de irresisti-
ble desprecio, por el homosexual y mucho más por las
conductas lésbicas. Desde esa perspectiva y con tanta
proyección inconsciente de agresividad social, se está vic-
timizando a un grupo de seres humanos objeto de ideas
preconcebidas en su contra, al que se compele a actuar
en el ocuítamiento y asumir, en ciertas oportunidades,
actitudes de minoría perseguida. Mucha gente habla de
los homosexuales con llamativa brutalidad y significativo
desprecio. Significativo, porque con esa actitud pretende
demostrar (o demostrarse) que están en el lado opuesto,
lo que psicológicamente resulta eufémico. En todo caso
nadie debería sentirse orgulloso de algo que nada hizo
para obtener. No se advierte mérito en ello. Nadie hizo

5T Ver La prevención de la delincuencia en Istael, cit., ps. 109 a 112,


en que trato extensamente sobre las características y el funcionamiento de los
tribunales para menores en Israel que pude verificar personalmente en una vi-
sita de estudio.
194 VlCTIMOLOGÍA

nada para ser judío, mahometano, negro, mujer, varón,


argentino o invertido. Por sentirse normal no se debe di-
famar, atacar o v^ctimizar lo que no se es o acaso no se
conoce.
En la Argentina, o en cualquier parte del planeta,
ninguna práctica sexual hecha con amor y aceptación de
ambas partes debe ser, en principio, criticable. En el robo
se podrá teorizar sobre sus móviles como en cualquier
otro delito pero otra cosa es el impulso ineludible de-
bido a la atracción sexual que debe pensarse como el
hambre o el deseo de dormir. Y creo que estos ejemplos
vienen a cuento porque con esta mitología nefanda de la
inversión sexual se llega a sentir por un homosexual lo
que se siente por un delincuente, aunque a éste, a veces,
se lo justifica.
La homosexualidad es una manera sexual de ser de
la que en buena medida participaron y participan -—el
tema ha merecido una notable investigación histórica, psi-
cológica y social^ todos los hombres. No parece ni es
una enfermedad física, Al menos no daña a la salud y
no debe confundirse con la bisexualidad donde la tenden-
cia heterosexual puede hacerse triunfar reprimiendo o elu-
diendo a la otra.
La victimización social del homosexual tiene segura-
mente su mejor explicación en que muy pocos hombres
escapan a la anécdota homosexual (fantaseos, pensa-
mientos, actos fallidos). Freud, Marañón o Wenninger
lo han demostrado con sobrada lucidez. Pero para huir
de los demonios es necesario crearlos. Para muchos hete-
rosexuales la inversión sexual es demoníaca y quienes
están en ella son cual demonios. Sólo que el infierno de
estos demonios sería ser trasladados al paraíso y no por-
que su naturaleza sea el mal, sino porque la fealdad que
se les endilga se llama, para ellos, belleza.
SEXO Y VÍCTIMA 195

Es necesario que se tenga para con la homosexua-


lidad una postura más humana y honesta. No puede se-
guir siendo como una culpa inalterable. Da la impresión
que todo se íiñe de preconceptos y que en el fondo no
asusta la anormalidad. Asusta lo que uno no es. Se ha di-
cho: 1) la homosexualidad es una enfermedad y concierne
a los psiquiatras; 2} ocurre que los psiquiatras no han en-
contrado la forma de curarla; 3) luego es un delito. .
De ahí que cuando los códigos penales explicitan el
delito de un homosexual da la impresión que lo reprimen
doblemente. Por la violación, por ejemplo, y por la homo-
sexualidad. El estado del alma del que juzga este delito
no puede desprenderse generalmente de sentir que el acto
homosexual es horrendo, "es más perverso".
Conocí el caso de un muchacho de 17 años que se
suicidó con un revólver que el padre le había dejado de-
bajo de la almohada tras haberlo sorprendido en un acto
homosexual. En una nota le decía: "Hacelo por tu ma-
dre". Los periódicos publicaron discretamente la noticia,
pero una revista "especializada" hacía resaltar la enorme
tragedia. ¡La tragedia del padre, no la del muchacho!
Creo que si este joven hubiese sido sorprendido en
manoseos o en un acto sexual concreto con una niña de 10
ó 12 años tal vez mereciera sólo una reprimenda... o una
sonrisa de orguUosa consideración, seguramente no le al-
canzarían un revólver.
La victimización del homosexual, en síntesis, se de-
be a ideas preconcebidas que, tarde o temprano, se debe-
rán clarificar. Será preciso escuchar a los invertidos
sexuales y a los que no siéndolo aborden sensata y pro-
fundamente la problemática, más allá de preconceptos
y actitudes prejuiciosas que conducen a la violencia y la
humillación del ser humano.
196 VlCTlMODOGÍA

En Brasil y en nuestro país se han conocido, en de-


terminados momentos políticos que coinciden invariable-
mente con gobiernos dictatoriales, grupos armados a la
caza de homosexuales, como si desearan practicar una
política eugenésica. Para no caer en rasgos de excesiva
fugacidad, convengo que pueda tratarse de grupos ins-
trumentados para distraer la atención de los ciudadanos
hacia otros problemas y soslayar los acuciantes. En todo
caso cabría preguntarse ¿por qué los homosexuales? La
respuesta podría atraer otras preguntas: ¿por qué los ju-
díos?, ¿por qué los negros?, ¿por qué los testigos de
Jehová?
Como un colonizado, el homosexual se repliega. Tra-
ta de pasar inadvertido —no me refiero, claro está, al que
sintiéndose asumido martilla con su voz aflautada y sus
contoneos, histéricamente—. Ese ocultamiento es proclive
a su victimización en los delitos de extorsión o chantaje
o robo, por la creencia de su debilidad.
En el mundo de la delincuencia, según lo analicé en
"La sociedad carcelaria", existe la idea muy difundida de
que el homosexual es fácil de perjudicar "porque no es
hombre". No hay que olvidar que el delincuente de la
"pesada" homicida, asaltante, ladrón, emparenía su condi-
ción a la hombría, viejo preconcepto del hampa: "chorear
es de machos".
Es común el homicidio por razones pasionales entre
homosexuales®** de los que dan cuenta frecuentemente los
periódicos que, dicho sea de paso destacan siempre la con-
dición de invertidos de sus autores y siguen la noticia a
través de los días con el subjetivo (y vendedor) título:
"El crimen del homosexual. . .".

58 El 90 por ciento de los casos de muerte ocurridos en los establecimien-


tos carcelarios de máxima seguridad se deben a problemas homosexuales.
SEXO Y VÍCTIMA 197

No podría asegurarlo pero creo que la asfixiante si-


tuación de ocultamiento a que se los somete en nuestra
comunidad, por ejemplo, hace que las relaciones homose-
xuales adquieran un tono y vibración muy sutil y profunda
en que cualquier desencuentro, cualquier infidelidad, im-
plica desbordes nerviosos y tensiones más intensas en
personas que viven reprimiendo sus sentimientos pública
y privadamente.
Una actitud comunitaria y legal más permisiva de
estas relaciones brindaría, sin duda, una mejor evaluación
de múltiples circunstancias delictógenas que prevendrían
ciertos tipos de delitos que se cometen contra ellos. Estas
ideas resultan, por ahora, impracticables sin violentar la
moral, o su apariencia, de los detentadores de las llamadas
buenas costumbres.
CAPÍTULO VII

LA V Í C T I M A D E LA E S T A F A

5 8 . La victimización mediante estafa.

Es en el delito de estafa, como ya lo había manifes-


tado Von Hentig en Der Bertrug (La lB,staía), donde se
pone de manifiesto la relación más intensa entre el victi-
mario y la víctima y donde ésta llega a alcanzar en ciertos
limos, calidad de delincuente. Son timos especiales en que
la imaginación supera cualquier realidad y que ocurren,
con leves variantes, en muchos países. Se verifican iguales
apetencias entre víctima y delincuente y en el fondo una
porfía de personalidades parecidas.
El cuento del "legado" (o "contó do vigatio", en
Brasil, el pacazo en Méjico), el de la máquina de hacer
billetes y monedas, el "billete premiado" son, según se
verá en los siguientes parágrafos, hechos que aparecen
como surrealistas, con un cautivador diálogo en que vic-
timario y víctima mancomunados y atraídos están atra-
pados en un juego en que nadie permanece inactivo. Uno
motiva el impulso del otro. Como ocurre en tantas estafas.
Pero no son esas las grandes estafas y fraudes de
nuestros días. Estos timos quedan enmarcados en la cri-
ir<malidad del "pobre diablo" de que habla Pinatel. Hoy
el ardid y las maquinaciones engañosas pasan por otros,
muy otros, estratos y muy otras cifras. Suelen tener como
200 VlCTIMOLOGÍA

sede las alfombras rojas de los ministerios, las gerencias


de financieras y bancos, las oficinas de empresas multina-
cionales y abarcar negocios tales como la venta de armas
de guerra. También se estafa con la falsificación de me-
dicamentos y alimentos en que las víctimas son inocentes
e inermes, sin mayores posibilidades. El engaño se recibe
social y masivamente porque va dirigido a la población.
¡Qué decir de las estafas y fraudes que ocurren por abuso
de poder!
Hay momentos, como los que se vivieron en la Ar-
gentina y en otras latitudes, en que la banca oficial y pri-
vada ofrecen grandes intereses de carácter usurario y se
alienta a constituir plazos fijos renovables aun en dólares.
Multitudes acuden a depositar sus ahorros para conser-
var el valor de su dinero ante la inflación o bien a acre-
centarlo. Concretamente ese dinero rinde más que el
trabajo, aunque se esté sumiendo en un desastre de orden
ético y económico a la ciudadanía. En medio de la enor-
me estafa que la situación representa en sí, ocurre que
bancos, financieras y cooperativas, suelen ir a la quiebra
y queda una abrumadora cantidad de víctimas (caso
B.I.R.D.). Se dirá desaprensivamente que la codicia ha
sido, «en ciertos casos, la razón de la victimización. No pue-
de ni debe omitirse, entre tanto, que las víctimas han con-
tado con una especial sensación de seguridad, ya que está
el Estado de por medio tutelando a esos bancos y empre-
sas financieras y a la propia seguridad pública.
Curiosamente el tema no es nuevo. Von Hentig apor-
ta elocuentes ejemplos, tras señalar que el estafador ope-
ra, como un pescador, con provechos aparentes hasta dar
el gran paso. Como las víctimas serán múltiples parece
lógico brindarles de entrada seguridad y felicidad y ello
servirá para atraer incautos. Lo mismo que el jugador con
ventaja, siempre al principio deja ganar a la víctima.
LA VÍCTIMA DE LA ESTAFA 201

La gran estafadora Adela Spitzeder daba de inmedia-


to el 10 % por mes de intereses a quienes confiaban en ella
invirtiendo (luego bajó al 8 % ) . Al llevarle el dinero a
su banco, abonaba a cada cliente intereses por dos meses
y entregaba una letra a 90 días en la que se incluía el in-
terés mensual. Cada cliente recibía además lo que la mu-
jer denominaba una "propina" del 5 al 7 ^ . "Esta tre-
menda carga, dice Von Hentig, no la podía soportar nin-
gún negocio bancario serio".
Tal como ocurrió en nuestro país, nuevos clientes
aportaban dinero con el que se solucionaban acuciantes
pagos en una espiral que presuponía la catástrofe y el
consigitiente pánico del público. Pero la Spitzeder poseía
un carisma especial y aunque los periódicos y revistas de su
época se ocupaban a diano de ella, nada igualaba el he-
cho de que quien integraba 1.000 florines en plazo fijo
recibía inmediatamente 160, más una letra a 90 días por
1.080 florines, firmada por el Banco de Dachau en Mu-
nich, del que la mujer era titular.
Al producirse la debacle, al conocerse que la Spitze-
der sostenía el "negocio" con una red de prestamistas,
fue enjuiciada y entonces dirá que en múltiples oportuni-
dades, y de manera airada, tuvo que echar de su propia
casa a clientes que venían con sus dineros, conminándoles
a que fueran a otros bancos. En vano. En pleno juicio
recibe cartas de sus clientes, como el editor de un perió-
dico, que se ofrece a limpiarle los zapatos de por vida
siempre que continúe en su negocio. . .
Narra Von Hentig el caso de un célebre estafador
apellidado Weil que dedicó su azarosa vida al delito con-
tra la propiedad. Poseía una especial y sistemática idea
sobre sus víctimas, de entera aplicación a los más actua-
les conceptos victimológicos respecto de la estafa. Expli-
caba: "Yo sentía, como siempre, que los hombres a los
202 VlCTIMOLOGÍA

que estafaba, no fueron íntimamente más honestos que yo


mismo". O : " U n estafador prospera sólo porque en el
fondo de su intimidad la víctima no es honrada". Después
vendrá Sutherland, a señalar exactamente lo mismo por
su contrario: " E s imposible hacer caer en la trampa de
una operación de estafa a un hombre honrado",
Weil mandó imprimir un folleto titulado "Cómo ha-
cerse rico" e hizo publicar en los periódicos el siguiente
anuncio:
Pequeña historia de un gran éxito
Cómo pueden convertirse 100 dólares en 1000
P a r a detalles escríbase a:
SIMPSON y WEIL
Banqueros y corredores de Bolsa
W o m e n ' s Temple Building
Chicago, Illinois.
Recibió una exhorbitante cantidad de corresponden-
cia y puntualmente remitió en cada caso el folleto. Se
exigían 100 dólares por un pronóstico infalible. Transcu-
rrido exactamente un mes, devolvió a cada cliente 125
dólares con unas conceptuosas líneas en que le hacía sa-
ber que se trataba del capital con sus intereses. Expli-
caba: "Lamentamos comunicarle que la importancia de
nuestro negocio no nos permite admitir en lo sucesivo
cantidades tan pequeñas".
Sólo se admitieron sumas entre 500 a 1.000 dólares,
añadiendo una tasa de 10 dólares. Así tenía alejada a la
gente imposibilitada de aportar una suma seria y, conse-
cuentemente, seleccionaba la "clientela", que se redujo
a 400 depositantes. Cuando los pagos, tiempo después,
no pudieron satisfacerse por inexistencia de nuevos ingre-
sos, Weil y sus cómplices desaparecieron. Habían obteni-
do una renta anual de 480.000 dólares ( H a n s V o n H e n -
tig, ob. cií., p. 88 y s s . ) .
LA VÍCTIMA DE LA ESTAFA 203

En noviembre de 1982 efectué en Mendoza una


constatación similar. Se encontraban detenidos en la cár-
cel-penitenciaria los hermanos Greco, bodegueros, que po-
seían financieras. Entre otros problemas no habían podido
cubrir a sus clientes los certificados de depósito a plazo
fijo que les habían confiado. Desde profesores universita-
rios hasta empleados de comercio, taxistas y operarios
señalaban, a quien quisiera oírles, que lo más lógico era
liberarlos inmediatamente y dejarles continuar con su ne-
gocio. De esa manera nadie se sentía estafado y los her-
manos arreglarían la situación que según se decía,
amenazaba la economía de toda la provincia.
Es extraña al jurista la relación afectiva que se es-
tablece muchas veces entre el autor y la víctima de la esta-
fa. Hay, claro está, casos en que los estafados se encuen-
tran aparentemente en un estado de indefensión porque
confían en las entidades bancarias y financieras, que se
entiende están vigiladas por el gobierno o que pertenecen
a éste. Aún así, prestan cierta cooperación para la comi-
sión del delito. Recuérdese que en nuestro país cuando
se hizo patente, a través de la quiebra de varios bancos y
financieras, que el sistema tenía muy serias fisuras, si bien
hubo retracción, mucha gente siguió aportando a entida-
des crediticias sus capitales y consolidando sus intereses
(y los de la llamada "patria financiera").

59. Aproximación ai victimario y su víctima.

De los delitos contra el patrimonio el más sutil es la


estafa. No se trata del robo, que trae aparejada la vio-
lencia física, ni de la extorsión, con sus notas de tiranía
moral y temor físico; ni del hurto, que nos pone en indig-
nado resguardo, o de la quiebra, con su cortejo de cesa-
ción de pagos y acreedores. El estafador, para apropiarse
204 VlCTIMOLOGÍA

de lo ajeno, tiene como arma vital su inteligencia, ingenio,


intuición, capacidad de espera y, fundamentalmente, el
conocimiento de la víctima y la confianza que en ella debe
inspirar.
Desde tiempos remotos ese ingenio y la manera de
ubicar la situación y el estudio de la víctima han permi-
tido las variaciones más audaces e increíbles en este delito.
Es cierto: sólo se convence a los convencidos. . . . La
víctima lo es por su codicia, por su sensualidad de pode^^
material. En oportunidades no se atreve a efectuar la ac-
ción dolosa por sí misma; busca a un "gestor" para que
de manera espuria logre sobornar a funcionarios y el
gestor escapa con el dinero.
Cualquier estafador profesional sabe que una forma
de test instantáneo consiste en preguntarle a la futura
víctima a boca de jarro y de manera imprevista: "¿liaría
usted algo incorrecto para conseguir una sustancial ga-
nancia?". Si la contestación es un rotundo sí, indudable-
mente se está frente a alguien victimizable, porque además
de la escasez de escrúpulos, tiene ambiciones urgentes y
desmesuradas y es susceptible de caer en la trampa.
Podría darse el caso en que el damnificado haya pro-
cedido de buena fe. Por impulso o por la sugestión que le
produce la personalidad del victimario, circunstancias
que disminuyen su capacidad de entender plenamente el
negocio o, aun entendiéndolo, inhiben su resistencia, lo
que no pasa desapercibido para aquél. Hay una actitud
victimal, negligente o imprudente (por ejemplo, quien
compra un inmueble, sin leer acabadamente la escritura
traslativa de dominio, ignora que está sujeto a expropia-
ción, lo que fue omitido deliberadamente por el vendedor
o el escribano actuante). La actividad del sujeto pasivo
puede resultar en ciertos casos empalidecida por la astu-
LA VÍCTIMA DE LA ESTAFA 205

cia y la maniobra engañosa desarrollada en su contra. Su


actitud victimal es, diríase, relevante por culpa.
Las víctimas que más interesan son aquellas en que
interviene su propia codicia, su propio dolo y que se de-
nominan gráficamente, en contraposición total a la "víc-
tima inocente", "víctima-delincuente", Y como la estafa
admite tal variedad y, por lo tanto, tantas especiales co-
rrelaciones en su etiología dinámica, habrá también tipos
intermedios entre la inocencia y la delictuosidad.
Decía Goethe: "No nos engañan los demás, es que
nos engañamos a nosotros mismos". No hay que olvidar
que la víctima no es compelida, forzada, puesta en una
situación límite: se desprende voluntariamente de su di-
nero o de otros bienes para entregarlos al estafador o a
los cómplices de éste. Es un acto volitivo. Pero entrega
su dinero siempre por algo o a cambio de algo. Y ese algo
no suele emparentarse con lo altruista sino con situacio-
nes más pedestres: sentimientos de poder, lucro, engaño
a un tercero en un negocio jurídico, etc., que le reporte
un beneficio tantas veces espurio.
El resultado se produce según lo planeado por el au-
tor al llegar al fin de la relación de la "pareja penal". La
armonía se rompe: es el momento en que el estafador es-
capa con su botín y la víctima empieza a darse cuenta,
con angustiado asombro, que lo es.
Hace años actué en la justicia como defensor del pre-
sidente y los principales miembros del consejo directivo
de una cooperativa de crédito. Mis asistidos se sentían
estafados por el síndico de la sociedad. Hombre joven,
con toda la apariencia del ejecutivo dinámico y empren-
dedor. Se había ganado la simpatía y el afecto de todos y
cada uno de sus componentes que eran profesionales:
contadores públicos, abogados y comerciantes avezados
y conocidos como personas honorables. El síndico llegó a
206 VlCTIMOLOGÍA

manejar a su antojo la sociedad, como si todo el consejo


se encontrara bajo un efecto hipnótico o de profunda
sugestión.
En 'as primeras entrevistas parecían no entender.
Repetían temáticamente que habían veraneado junto al
síndico, que se prestaban las carpas en Mar del Plata o
en Punía del Este, que sus familiares se visitaban y hacían
favores, que sus hijos eran amigos, que siempre concu-
rrían en un día determinado de la semana a almorzar o a^
comer todos juntos, que existía una notable cordialidad
y que confiaban en ese joven síndico por su inteligencia,
simpatía y don de gentes. Me confesaban que hasta les
elegía las telas de los trajes que debían usar, y los obse-
quios que debían hacer a sus mujeres. Pero un día se alzó
con dos millones de dólares y desapareció.
Mis representados habían descubierto con estupor
que sus cuentas corrientes eran utilizadas para efectuar
operaciones "non santas" por el prófugo, sin saber cómo
aparecían sus firmas en otras cuentas no aclaradas ("ne-
gras"). Por supuesto, no en todos los casos era así, aun-
que no pudiesen o quisieran admitirlo.
Con el tiempo, llegaron las anécdotas individuales en
relación al síndico y un generalizado consenso cuando se
redujo la tensión en el proceso judicial. Era un consenso
de inocultable admiración. Volvía a aflorar el afecto per-
sonal y el aprecio por la capacidad del "ausente".
Considerándose estas personas como "víctimas inme-
diatas" del manejo fraudulento del estafador y a pesar
del perjuicio económico (que individualmente sufrieron
con su huida) y moral ante sus familiares y la comunidad
social y de sentirse objeto de una maquinación engañosa,
tenían un sentimiento casi respetuoso y admirativo por
quien, objetivamente, tanto daño les había hecho.
LA VÍCTIMA DE LA ESTAFA 207

Más de una vez les oí decir que sólo él (refiriéndose


al prófugo) con su capacidad podría arreglar el entuerto
que había provocado. Con sólo dejarle seguir trabajando
como entonces o llevar a cabo nuevas ideas. . .
Von Hentig (ob. cit., p. 218) explica que nadie de-
sea ser víctima de un hurto y el que mete la mano en nues-
tro bolsillo provoca la resistencia inmediata y la llamada
a la policía. En cambio en la estafa, que tiene un daño
material mucho más expresivo, se recorre entre la víctima
y autor un largo trecho que permite, tolera y demanda
la peligrosa aproximación, para enterarse sólo en el últi-
mo momento, a veces nunca, de que ha sufrido un daño
inferido por un malvado al que se tenía por bueno. Con
frecuencia la reacción ulterior queda como adormecida
bajo el influjo paralizante de la antigua inyección de amis-
tad y confianza. Explica el citado autor que en numero-
sos casos de estafa se repiten determinadas constantes y
giros que llama "característicos". El estafador, al volver
—aun de la prisión^ es recibido "con los brazos abiertos,
tan pronto como él oprime el botón de las ideas cargadas
de acción, afluyen a él donativos una y otra vez y los
testigos y el estafador repiten las mismas palabras de:
honor, respeto, admiración. . .".
Es probable que pueda explicarse cuáles son los pro-
fundos o arcaicos anhelos que el estafador hace aflorar
por su palabra y accionar en el inconsciente de la víctima.
Él sabe que es muy difícil estafar a ciertos ingenuos —ar-
tistas, científicos, por ejemplo—. Son demasiado puros,
lineales y hasta es posible que acudan a la policía. En
cambio, los comerciantes, los industriales, los que conocen
de números y por eso se sobrevaloran y creen conocer de
todo, son los más susceptibles de ser engañados.
208 VlCTlMOUOGÍA

60. La víctima-delincuenfe. Times.

Casi todas las acepciones de "timo" y "timar" que


proporciona el Diccionario de la Real Academia Españo^
la convergen para entender los efectos que puedan pro-
ducir estos astutos engaños. Timo: "glándula situada
detrás del esternón, en la parte superior del mediastino".
Debe ser, precisamente, aquella que se revuelve y con-
mueve cuando la víctima advierte la burla de que ha sido
objeto y en la que ha entrado con una parte de voracidad
material y otra de estupidez humana. Timar; "/entenderse
con la mirada, hacerse guiños; quitar o hurtar con enga-
ño; engañar a otro con promesas". Todo lo cual ocurre,
sin afanes semánticos, en los "ires y venires" de estos
casos.
Ciertos timos especiales suelen ingresar en la anto-
logía del crimen con su peso delictual y con cierta gracia,
porque el ingenio anda suelto y se debe tener para ser
protagonista una suerte de fisic du rol, cierta teatralidad,
tanto en el victimario como en la víctima. Nadie "vende
un buzón" sin convencer a quien desea ser convencido.
Nadie tima a abogados penalistas si no supiera que éstos
están ávidos del "gran asunto" que reporte "el gran
dinero" ^^.
Así como en cualquier orden de la actividad humana
se requiere la especialización técnica, científica y profesio-
nal, en el caso de ciertas estafas o timos se ha alcanzado
esa jerarquía axiomática. La profesión y el modus operan"
di de estos delincuentes no cambia y siempre reaparecen
los viejos moldes de los timos con un nuevo ropaje, como

^^ Como en el cuento Muifo abrigado, de mi libro Enigmas para jueces


(Quince cuentos argentinos), Ed. Plus Ultra, Buenos Aires, 1977, p. 60.
LA VÍCTIMA DE LA ESTAFA 209

ciertos males recibidos por tradición. Desde los más au-


daces, que parecen brincar con la víctima en varias opor-
tunidades hasta el golpe final, en donde el delincuente
juega con el tiempo, días, horas, minutos, mientras que el
damnificado progresa en su "vocación" victimal. Pero hay
otros timos infantiles, con mayor pobreza de creación, que
también encuentran sus víctimas siempre dispuestas a
creer, en la medida del beneficio personal y sus fantaseos,
de que pueden a su vez estafar al estafador.
Los timadores requieren investigadores especializa-
dos, capaces de captar su modo de operar y la medida de
sus fechorías y así determinar, al iniciar la investiga-
ción, quién pudo haber sido el autor.
Los casos más conocidos de timadores son los
"cuenteros del tío" llamados en la jerga delictiva y policial,
"pequeros", "filo-mishio", "falsos inspectores", "paque-
tes" y "tocomocheros".

ó l . "Pequeros".

Se los calificaba —y así hasta hoy en ciertos am-


bientes^— "ladrones de alta escuela". Son sumamente in-
teligentes y emprenden el delito como una empresa en la
que no pueden fallar. . . La presencia física, buenos mo-
dales y formas son de suma importancia y, fundamental-
mente, saber imponerse en el momento preciso a la víctima
con inusual seducción.
El "pequero" (o "picotero"), del inglés "pecker", es
el jugador de naipes con ventaja que debe ubicar "clien-
tes" con dinero para ganarles en mala ley. Utilizan naipes
marcados o cómplices estratégicamente ubicados, que
puedan ver las cartas de sus adversarios; anillos marca-
dores de naipes, juegos de espejos, naipes con dibujos al-
210 VlCTlMÍJI OGÍA

terados sólo perceptibles para él y, aunque parezca inve-


rosímil, cómplices que informan con dispositivos eléctricos
sobre el juego que tiene el rival.
Pero el "pequero" entra en otro juego: el de la
confianza y el tiempo. La confianza que debe ganar en
su víctima a la que debe predisponer. Casi siempre se
hace pasar, tras elaborada mise en scéne, por hombre adi-
nerado, para lo cual alquila casa-quinta o va a hoteles
costosísimos. Toma la vida con aire displicente como si
estuviera de vuelta, hastiado de ella. Generalmente tiene
un informante que le prepara el candidato.
Es ley que en las primeras partidas de pókeí" pierda
fuertes sumas. Es aquí donde el "pequero" juega astuta,
aunque peligrosamente, con el tiempo y su víctima, a la
que va engolosinando con ganancias, a la que crea un
sentido del honor en el juego, a la que habla continua-
mente de viajes e inmuebles, juegos en la bolsa o yates,
fingiendo gran posición económica. El "pequero" va
aquilatando la personalidad y la moral de su víctima; ésta
se ve seducida por la personalidad del delincuente que
"pierde ' dinero con indiferencia, con savoir [aire. Siem-
pre habrá un desquite al día siguiente. El "pequero" apa-
rece como un "millonario maniático" y excénüico pro-
ducto de su mesurado estudio.
El momento crucial tiene un suspenso de expectativas
que el delincuente domina. La víctima gana y se entu-
siasma hasta el límite. Tiene un poker de ases que sólo
puede ser vencido por la escalera real. En ese momento
se sella la partida. Al día siguiente el "cliente" gana, pero
aunque ha traído mucho más dinero en su afán de redo-
blar apuestas. . . perderá hasta el último céntimo. No es
su día. Mañana habrá desquite. . , Pero ese mañana no
llegará jamás porque el pequero ha huido con su botín.
LA VÍCTIMA DE LA ESTAFA 211

La víctima ha caído. Pero también ha querido desva-


lijar al victimario. Se dan casos, en su afán de recuperar
el dinero perdido, de llevar a la mesa de juego "nuevos
clientes" oficiando, sin saberlo, de entregador.

62. "Füo-misho".

Es el cuentero de la "máquina de fabricar moneda".


Tiene generalmente un cómplice que atrae a la víctima al
sitio donde se encuentra la singular y secreta máquina.
Allí le mostrarán cómo opera. La máquina suele ser ex-
traña, fantasmal, aunque es posible que actualmente —con
la especialízación técnica— sea más compacta. Lo cierto
es que debe estar enchufada a un toma corriente y fun-
cionar con gran lentitud produciendo dólares y monedas
de oro que va arrojando gradualmente y que conservan
"la alta temperatura" del cuño. En realidad se trata de
un mecanismo que sólo trasporta lentamente las monedas
y billetes, que el "filo-misho" puso de antemano, y una
resistencia eléctrica que las calienta.
Como la víctima debe convencerse de todo el pro-
ceso, el "filo-misho" ofrece ir con ella a cambiar la mo-
neda en cualquier casa de cambio o banco donde, obvia-
mente, son negociadas.
La venta se perfecciona en una gruesa suma de di-
nero. La máquina lo vale y la víctima queda satisfecha
tanto más cuanto que se le entrega una bolsa con varios
kilogramos de oro molido (cobre) para la "preparación
especial". Además, ya ha manejado por sí la máquina; y
las monedas, aunque muy lentamente, salen brillosas y
calientes. . .
Existen otras variantes de este "cuento del tío" que
requieren mayores conocimientos. El "filo-misho", ade-
212 VlCTIMOLOGÍA

más, debe ser "gráfico" (delincuente que se dedica al


lavado de cheques, órdenes de pago, vales, entradas de
espectáculos). La máquina en este caso no crea billetes
sino que los calca. Se le explica a la futura víctima que no
se trata de una falsificación sino de un proceso secreto
y desconocido que reproduce exactamente billetes verda-
deros utilizando para ello las mismas tintas de impresión
de! billete. Se hace la demostración en las máquinas del
tipo de las fotocopiadoras, pero de tal manera que siem-
pre expele el billete verdadero.
El negocio consiste en que la víctima aparte la mayor
cantidad de billetes nuevos para ser calcados, y del mayor
valor posible para acrecentar la ganancia. Luego con una
rápida y hábil maniobra uno de los "vendedores" distrae
a la víctima mientras el otro hace funcionar la máquina con
cualquier papel hasta que se caliente. Mientras el incauto
espera, los delincuentes ya se han ido con el dinero.
La pregunta que resta es precisa: ¿para qué adquiere
la víctima la máquina. . . ?

6 3 . Falsos inspectores.

La variedad y formas operacionales de estos inspec-


tores es tan notable que cabría pensar que no existe en el
país repartición u oficina pública alguna dedicada a la ve-
rificación de inmuebles, negocios, libros de empresas, im-
puestos, teléfonos, etc., que no haya tenido que denun-
ciar la existencia de falsos inspectores. Para poder im-
presionar a sus víctimas llevan credenciales, órdenes, pa-
peles membretados, portafolios, revistas de la repartición
y suelen presentarse en negocios aunque éstos estén po-
blados de clientes. Por lo común exigen dinero a cambio
del silencio ante las presuntas infracciones que verifican.
Las variantes son muchas.
LA VÍCTIMA DE LA ESTAPA , 213

A veces se trata de clausurar el negocio vecino para


evitar la competencia; lograr determinadas franquicias;
eludir que el "cliente" deba ir a las oficinas del presunto
inspector para embarcarse en farragosas y costosas tra-
mitaciones; o, más simplemente, desviar un impuesto o no
pagarlo, abonando una suma considerablemente menor.
En definitiva, el comerciante suele advertir su victimiza-
ción recién cuando llega el verdadero inspector. Su ac-
tividad victimal consistió en la pretensión de escamotear
el pago por alguna falta real.
En oportunidades, los falsos inspectores se hacen
pasar por funcionarios policiales o impositivos para ges-
tionar donaciones (Hogar Policial, Sindicatos de Funcio-
narios Impositivos) o avisos para supuesta revista como
pertenecientes a esas oficinas públicas. Avisos que no
serán publicados. Se ha dado el caso de previas llamadas
telefónicas de "coroneles" y "comisarios" que logran in-
timidar a la víctima.
También en muchos de estos casos la propia víctima
se encuentra separada por una diferencia capilar —de
un pelo— del delincuente.

64. 'Taqueros".

Son los que para engañar a la víctima utilizan el


"paco" que está formado por recortes de diarios y peque-
ños trozos de papel moneda, lo que le da la absoluta apa-
riencia de un fajo de billetes.
El "paquero" tiene apariencia de "hombre de cam-
po", bonachón y poco entendido. Atrae a sus "clientes"
con el cuento del legado del padre o tío muribundo y arre-
pentido, inspirando confianza con sus apariencias y tona-
da campesina.
214 VlCTIMOLOGÍA

A la escogida víctima, el "paquero" le cuenta que su


padre, un estanciero enriquecido, sintiéndose morir, le
encargó entregar a los pobres una elevada suma de dine-
ro y le comenta que su progenitor le confesó que en su
juventud se había apropiado de esa suma con malas
artes. Explica que quiere morir en paz y que para ello
desea devolver lo robado. Los pobres serían los benefi-
ciarios del legado.
Cuando advierte que la víctima entró en confianza y
se interesa por el legado, el "ingenuo" hombre de campo
le ofrece exhibir el dinero y lo extrae, en su presencia, del
banco donde previamente lo había depositado. Le dirá que
tiene que regresar con urgencia hacia su lugar d¿ origen y
convence a la víctima para juntar sumas iguajles y bene-
ficiar a los pobres siempre que ella se ocupe de repartirlo.
La víctima en ciernes se convierte por pocos momentos en
victimario, ya tiene en su poder ambas sumas de dinero
¡adiós al campesino! y ¡adiós a los pobres!
Cuando desate el paquete se encontrará con que sólo
hay dos o tres billetes y el resto es papel de diario muy
bien recortado. El paquero, en un toque de prestidigita-
ción, se llevó el dinero. Por eso el tango dirá: "ligereza
y buena vista para el cambiazo de «paco» " ("El nene del
abasto").

65. "Toeomoeheros".

También con el disfraz de "campesino ingenuo" en


las estaciones terminales, o cerca de ellas, atraen a sus
víctimas con el cuento del billete premiado. Exhiben el
billete y la víctima verifica en los extractos de la lotería
que efectivamente el billete tiene premio. Entonces se trata
de engañar al "ingenuo" y la víctima se transforma en toda
magnitud humana: sólo desea apropiarse del billete.
LA VÍCTIMA DE LA ESTAFA 215

Casi siempre el "candoroso paisano" ignora cómo


cobrar el premio. Ni siquiera sabe dónde debe hacerlo y,
paralelamente, necesita volver al campo con extrema ur-
gencia por razones de enfermedad de su padre o su
mujer. Anda en búsqueda de una persona honorable que
tras cobrar el "billete premiado" le remita el importe. En
esos momentos irrumpe su cómplice que dice haber escu-
chado sin querer. . . todo el problema suscitado y, sin más,
ofrece comprar el billete.a un precio menor, para tran-
quilidad del "paisano" y enviarle el resto.
Por supuesto el "paisano" no acepta por no tenerle
confianza y la víctima se encargará de alejarlo y salvar
de la situación al pobre muchacho del interior. . .
El cómplice ha sido como un detonante. Ya sabe la
"víctima" cómo apropiarse del billete. El campesino re-
cibirá una cifra importante por el "billete premiado" y la
promesa absoluta de entregarle el resto por encomienda
certificada. . . La operación se realiza.
Hasta allí llegó la armonía de la pareja penal men-
delshoniana. Se separan. El "tocomochero", con rumbo
desconocido y la víctima, con la premura del caso, a
cobrar su billete. Pero ocurre que los números están adul-
terados o el billete pertenece a una jugada anterior. . .
La intención de la víctima estaba clara y recién des-
cubre que lo es frente a la ventanilla de la lotería donde
fue a cobrar el billete. Hasta ese momento actuó como
un delincuente. Sólo que se vio superado. No llegó a con-
figurar su delito aunque hizo todo lo posible por lograrlo.
Le faltó estatura. . .
A las víctimas-delincuentes no debería considerár-
selas como "inocentes" por la ley, reconociéndoles la po-
sibilidad de perseguir judicialmente al autor ante ios tri-
bunales y reclamar indemnización civil.
216 VlCTIMOLOGÍA

66. Pautas de conducta frente al secuestro de personas


y de aeronaves.

Interesa subrayar cómo debe ser aproximadamente


la conducta de la víctima de determinados delitos para
que éstos no se agraven en sus consecuencias, si es que
no se pueden evitar. ¿Qué posturas se deben asumir?
¿Cómo dirigirse al autor sobre todo en crímenes violentos
como el secuestro de personas y de aeronaves, la e:ktor-
sión, el robo con rehenes, etc.? Son pautas empíricas con
que la victimología pretende reducir las posibilidades
victímales.
Es preciso recolectar y asimilar experiencias de si-
tuaciones anteriores y verificar cuáles y cómo fueron las
conductas asumidas en esas ocasiones por los delincuentes
y sus víctimas. Las conclusiones analizadas y procesadas
minuciosamente pueden permitir un mejor desenvolvi-
miento a futuras posibles víctimas.
Así como se puede instruir a cajeros de bancos y tri-
pulantes de aviones comerciales frente a un robo a mano
armada y al secuestro de una aeronave, respectivamente,
puede hacerse con la probable víctima de un secuestro, sus
familiares y los miembros de la sociedad de que forman
parte, también víctimas del delito.
En los secuestros efectuados por delincuentes comu-
nes, lo primero que habrá que advertir es, precisamente,
si son delincuentes comunes o pertenecen a un grupo
terrorista. Verificar si se puede establecer identidad de
lenguaje, clase social, tratamiento, consideración, etc.
La manera más extrema que se conoce se vio en la
película cinematográfica "Tarde de perros", en que su
protagonista, el actor Dustin Hofmann, en compañía de
un cómplice, promueve el asalto a un banco donde per-
LA VÍCTIMA DE LA ESTAFA 217

manece varios días a la espera de una posibilidad de


huida por avión con el dinero sustraído. Las víctimas lle-
gan a compaíibilizar de tal modo que el diálogo, las ac-
ciones, las sugerencias y consejos se suceden con afecto
y comprensión, con respecto a las vidas privadas y ten-
siones que viven los delincuentes. Llegan incluso a efec-
tuar un movimiento de opinión pública a su favor y ponen
en seria crítica y ridículo a la policía. Son las víctimas las
que sufren profundamente cuando uno de los asaltantes
es muerto por las balas policiales. En este filme hay una
crítica acerba, una burla, a las formulaciones y contenidos
ideológicos del sistema policial y los controles del poder
social con su pretendida eficiencia metódica.
Las sociedades democráticas se presentan aparente-
mente como extremadamente propicias para individuos
capaces de dar muerte para lograr ciertos objetivos. El
terrorismo de derecha o izquierda sabe que esas socieda-
des tienen su basamento en el respeto irrestricto de la co-
munidad y sus gobernantes al imperio de la ley. En la
democracia no hay discriminaciones y así los integrantes
de esa comunidad deban sufrir indeciblemente, será siem-
pre preferible mantener firmemente las leyes y la justicia
por donde deberán pasar los terroristas subversivos que
tienen en el secuestro de personas una de sus maniobras
habituales, sea para lograr dinero, o bien para peticionar
en canje la liberación de detenidos.
Y son esas democracias, que sufren por conservar sus
libertades, las más capacitadas para resistir al terrorismo,
según se demuestra en Italia y España. De ahí que el te-
rrorismo tiene mayor expansión y campo propicio a su
acción allí donde el sistema democrático sea frágil o co-
rrupto. Y mucho más, cual ocurre en los países latinoame-
ricanos, con gobiernos autocráticos y dados a la repre-
sión. En la Argentina, según es desgraciadamente cono-
218 VlCTIMOLOGÍA

cido en el mundo entero, se respondió con otro terrorismo


considerablemente peor, con instituciones militares y pa-
ramiíitares y medios reñidos con los derechos humanos,
para repelerlos. Se demostró, de tal modo, la escasa o nula
fe que merecía la ley a los encargados de administrarla.
En términos generales, la víctima debe precaverse,
sentirse "víctima potencial" debido a su actividad social,
política o industrial o a su fortuna y procurar ayuda. Si
prefiere correr riesgos, antes que perjudicar la eficiencia
de su tarea cotidiana o por no angustiar a su familia o
sacrificar placeres, la "víctima potencial" debe ser con-
cientizada sobre que, secuestrado, los problemas y las an-
gustias serán considerablemente mayores.
En un curioso libro. Secuestro y rescate *''°, con obje-
tividad absoluta, se brindan consejos útiles frente a un
secuestro terrorista, entre ellos que la familia no negocie
por si misma, sobre todo cuando se trata del rapto de un
niño muy pequeño, porque está demasiado impactada
emocionalmente. Debe designar a negociadores y abo-
gados.
Si es la empresa a la que pertenece la víctima del
secuestro la afectada por la exigencia de dinero a cambio
de su vida, deberá salvaguardar esa vida pero además
la protección de su personal, su reputación y moral.
Es imprescindible, aunque no siempre ocurre así,
recurrir a la policía para que aconseje cómo solucionar la
situación y, además, trate de aprehender a los autores,
sean terroristas o delincuentes comunes. Creo que los
abogados o asesores en este tipo de casos no tienen la
menor experiencia y además son objeto de la propia ten-
sión acuciante que deben vivir. Sin embargo, no es acon-

to Richard Clutterbuck, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, Ma-


drid, Buenos Aires, 1979, ps. 96 y 97.
LA VÍCTIMA DE LA ESTAFA ' 219

sejable a la víctima pagar de inmediato sumas exorbitan-


tes. No hay que olvidar que los terroristas han de preferir
siempre el rescate a tener que matar una víctima sin
posibilidad ninguna de cobro. Ha habido casos en que
delincuentes comunes han llegado a percibir el rescate e
igualmente a ultimar al secuestrado.
En el secuestro por lucro existen más posibilidades
de interrelación verbal y anímica entre víctima y victima-
rio. Inversamente, el peligro es sustancialmente mayor
cuando ese secuestro obedece a motivos surgidos del fa-
natismo político, porque las relaciones entre los sujetos
del delito son mínimas y no puede establecerse comuni-
cación alguna.
Middendorff '^^ narra el caso del secuestro en un
banco, en que se desarrolló un curioso diálogo entre
un delincuente y una cajera. A la amenaza producida por
aquél, que dijo "Quiero el dinero o haré volar el banco",
la cajera contestó: "No sea idiota, vaya y tome el dinero",
con lo que el delincuente quedó confundido y la dejó ir.
Uno de los delitos que ha tenido un auge muy espe-
cial por sus características y propósitos ha sido el secues-
tro de aeronaves, que en la actualidad parece descansar
de su primigenia virulencia. En la "piratería aérea" tam-
bién existen varias víctimas. Los inmediatamente amena-
zados son los tripulantes de cabina que están bajo la
presión de las armas de fuego o explosivos. El sentido
común y el instinto de conservación tienden a impedir la
reacción de los agredidos en salvaguardia de la seguridad
del avión. De ahí que muy pocas veces resulten lesionados
y se registren escasísimas muertes entre esas personas.
Amenazados directos son también las azafatas y los

61 Wolf Middendorff, Victimologia del secuestro, en Capítulo criminoló-


gico. Facultad de Derecho, Universidad de Zulia, Venezuela, 1975, ps. 99 a
103.
220 VicriMOLOGÍA

pasajeros. Los primeros estudios que se realizaron entre


estas personas víctimas de este tipo de delitos, según
Middendorff, revelan que cabría advertir a los pasajeros
de aviones desviados para que asuman una actitud casi
enteramente pasiva y un cierto interés por la aventura,
sin ofrecer resistencia.
Las precauciones deberán ser otras cuando un avión
—como suele ocurrir— es secuestrado por un maniático
o una persona con las facultades mentales alteradas. En
ese caso habrá que entrar en conversaciones amistosas.
Lo propio ocurre en el caso de los secuestros de bebés y
niños. '
Las víctimas mediatas de los secuestros de aeronaves
son las compañías de aviación que deben subrogar a par^
ticulares que no poseen medios cuando se trata de res-
catar personas por la exigencia de un precio. El propio
Estado es víctima, cuando las compañías de aviación son
estatales y como tutelador de una sociedad humana a la
que se ha ofendido penalmente con la actividad delictuosa
desplegada.
Dentro de las situaciones que muy someramente he
apuntado, no cabe duda que la prevención de estos delitos
por un lado y saber cómo debe procederse en cada caso,
quedan supeditadas al estudio de la conducta de los
victimarios y a la acumulación de datos a través de la
referencia que puedan reflejar las víctimas. La postura
asumida por la propia víctima debe servir para extraer
conclusiones importantes a la criminalística policial en
sus investigaciones y a los legisladores para dictar normas
de comportamiento que permitan aventar situaciones
trágicas. Se trata de una política prevencional sobre las
predicciones de los modos de actuar de víctimas y victi-
marios para el logro del menor infortunio posible.
LA VÍCTIMA DE LA ESTAFA 221

67. Delitos tecnotrónicos.

La creciente implantación de máquinas y técnicas


electrónicas ha creado una nueva tiranía que amenaza con
esclavizar aún más a los hombres. Caminamos hacia el
endiosamiento del robot olvidando el "factor humano".
Se cree que la computadora dará por sí respuestas, acaba-
das respuestas, a múltiples enigmas y problemas de la
vida. Dado que su proceso no es aún irreversible, pode-
mos intuir que la computación empleada de cierta manera
podría desembocar en una limitación creciente de las li-
bertades políticas y sociales y contribuiría a desbaratar
la fuerza impulsora colosal que reside en la individualidad
del hombre y su pujanza de creación.
Expresa Sadosky: "Hay pocos campos como el de la
computación, en los cuales se evidencia con mayor nitidez
la necesidad de que el progreso de las ciencias humanas
se ponga a tono con el de las ciencias físicas y naturales
y de que el hombre sea capaz de darse una ética y una
organización política y económica que le permita utilizar
"humanamente" —^es decir poniéndola al servicio real de
toda la especie— las conquistas técnico científicas" ^^.
Son, éstas, atinadas palabras que marcan el sentido social
de todo progreso científico. Pero es de temer que el hom-
bre, impelido por regímenes sociopohticos opuestos que
rivalizan en la disputa del dominio del mundo, no del
bienestar de sus habitantes, marchen en sentido contrario.
Entretanto, resulta admirable, y por ello debe pensársela
profundamente, la capacidad de construcción y destruc-
ción del hombre.

62 Manuel Sadosky, Las computadoras, realidades, falacias, perspectivas,


en "Transformaciones'', n ' 24, Ed. Centro Editor de América Latina.
222 VlCllMOLOGÍA

Mientras Estados Unidos prepara la sexta genera-


ción de computadoras "inteligentes", capaces de ver,
hablar e incluso "pensar", la Unión Soviética hace nota-
bles avances en el desarrollo de computación "tendiente
al control de los cerebros". Por ambos lados esta tecno-
logía se acerca tanto a la industria militar como a la civil,
aunque desconozco la proporción.
El proyecto estadounidense para los próximos cinco
años, espera el logro de computadoras con un sistema
informativo de lenguaje que reconozca más de tres mil
palabras en el área específica del conocimiento, poseedora
de un sistema gramatical y capaz de responder a voces
diferentes.
Todo este alucinante mundo de hallazgos no impMe
que, según se ha podido conocer a través de medios de
comunicación se produjera un hecho inédito. Unos cuan-
tos adolescentes se introdujeron computacionalmente en
la red electrónica de seguridad de varias áreas del terri-
torio metropolitano de los Estados Unidos, hicieron saltar
controles, facilitaron la posibilidad de franquear seguros
y de ejecutar robos ^^.
El impacto de la computadora debe equipararse al
producido en su día por el motor o máquina a vapor, lo
que implica que la inmutabilidad de instituciones y cos-
tumbres caerá irremisiblemente en crisis. La máquina a
vapor desplazó al músculo humano. La computadora ame-
naza con reemplazar su cerebro, su pensamiento.
I'-ío es posible y sería ilusorio negar su notable utili-
dad para generar profundos y decisivos progresos en un
mundo en paz y en los más diferentes ámbitos. Habrá

63 En e! peuódico "La voz del mter.or", Córdoba, 10/1/84, se publica


un suelto titulado Más allá de lo imaginable, con información de las agencias
CINECC-OEA.
l^A VÍCTIMA DE LA ESTAFA 223

que tener muy en claro, entretanto, que el hombre es quien


manda a la máquina y ésta obedece y no al revés. Es el
terreno de la informática por medio de la computación,
uno de los que más interesa al área victimológica. Pocas
dudas caben de que la computación va a transformar pro-
fundamente en un futuro próximo a las ciencias jurídicas,
a la propia ley y a los procesos penales. Memoria, juicio
y voluntad del pensamiento son varios de los aspectos
abarcativos de estas máquinas electrónicas que, se asegu-
ra, "piensan y aprenden".
En síntesis: se dice, y a fe que lo es, una gran ayuda
del género humano. Pero esperemos siga siendo el hom-
bre dueño del tiempo y el ámbito en que le ha tocado vivir.
La expansión del número de computadoras ha ido en
constante aumento en los Estados Unidos en donde, en
un futuro más que cercano, se medirá la alfabetización por
si sabe o no computar. Calcula Christopher °* que para el
año 1980 había más de 500.000 en uso y que "constituyen
el singular caballito de trabajo de la sociedad humana".
Esperemos no se transforme en el caballo de Troya. . .
Se calcula en dos millones y medio las personas que la-
boran en ese país (el 3 % total de la capacidad laboral).
Esta civilización tecnotrónica con sus máquinas para
computación ha creado novedosos tipos de delito. Los
criiüinólocjos, quienes trabajan para la prevención y las
legislaciones, deben declararse en estado de alerta porque
la progresión de ilicitudes está en vía directa con la crea-
ción de nuevos elementos, cada vez más sofisticados, que
no ha de cesar. Ya se habla de Computer crimes.

fii Barón G. Christopher, Las computadora'; y el empleo en yaiscs en


desarrollo, en "Rev. Internacional del Trabajo", vol. 9"!, n" 3, mdyo-;unio, ¡973,
Ginebra, p. 366. En los países en desarrollo, 2500: y en Brasil una-, 600 (da-
tos del año 1971).
Cario Sarzana, Criminalitae tecnología, en "Rassegna Penitenciaria o
Criminología", n"^- 1-2, año 1, enero-junio, Roma, 1979, p. 53.
224 VlCTIMOLOGÍA

La actividad criminal emparentada con el delito de


"cuello blanco" ha encontrado por la lógica gravitación
del avance en computación, nuevos objetos y métodos de
acción. Se sobreentiende la insistencia de un nuevo tipo
de delito y delincuente y -—no podría ser de otro modo—',
de nuevas formulaciones y clases de víctimas ®''. En la Ar-
gentina debe sonar el alerta para este tipo de delitos. Su
desenvolvimiento acaecerá tarde o temprano, cuando la
tecnología y la producción sean adaptadas cuantitativa y
cualitativamente a los beneficios que puede brindar la
computación. Pero parafraseando a quien dijo "quien
agrega ciencia, agrega dolor" habrá que señalar que una
sola infracción penal efectuada desde o mediante una
computadora puede causar daños patrimoniales incal-
culables, verdaderos estragos. Según Christopher (ob.
cit., p. 370 y ss.), la Cámara Nacional de Comercio de
los Estados Unidos calcula el costo social del delito eco-
nómico (cuello blanco, de sociedades comerciales, sabo-
taje y espionaje industrial, etc.) en 40.000 millones de dó-
lares. Bastará señalar que un delito de falsificación de
pólizas de seguro por medio de una computadora arrojó
una pérdida de 2.000.000.000 de dólares para la empresa
Equity Funding Life Insurance Company ®®.

6 8 . Cómo se generan ¡as condiciones delictivas.

La computadora brinda, entre otras cosas, informa-


ción y ello implica la o r g a n i z a c i ó n selectiva d e ciertos d a -
tos que toman relevancia y que se denominan computa-
se Si bien se comprende la novedad del tema, en la mayoría de los ca-
sos se trata de delitos contra la propiedad. De ahí su ubicación en el presente
capítulo.
66 Henry S. Dogin, Computer Crimes, en Criminal Justice. National Cri-
minal Jusíice and Stadistic Service, Law Enforcement Assistance Administra-
tion U.S. Departament of Justice, p. 1.
LA VÍCTIMA DE LA ESTAFA 225

bles. Entrega de tal modo formulaciones que hacen


estrechamente a la esfera del convencimiento o persuación
de quienes la manipulan. De allí se está a un paso, veloz
y breve, de decisión. Quien tiene mayor información po-
see, como inconcusa norma causal, mayor poder.
Luego puede generarse la espiral conocida: a mayor
poder, mayor codicia, mayor envidia, mayor y más peli-
grosa tentación del victimario y, por ende, mayor posibi-
lidad de ser víctima.
Los centros de computación suelen manejar sutil in-
formación entre los factores decisorios del poder social:
gobiernos, empresas estatales y privadas, medios finan-
cieros y económicos. También se implantan por computa-
ción nuevas formas empresariales vinculantes de diversos
países donde ubicar, por ejemplo, la capacidad y actividad
productora. Se calcula que existen más de 300 centros de
comunicación internacional por computadoras por donde
pasan más de 10.000 mensajes por día. La computadora
se ha trasformado en un medio de comunicación de pri-
merísima magnitud.
De allí surgen dos primeras aseveraciones capaces
de trastocar el mundo del delito: a) para manejar esas
computadoras se requiere de un personal avezado, culto,
una élite capaz de transmitir, reproducir, leer, penetrar o
volver a programar toda información. De esa élite deberá
surgir el delincuente; y b) quien comete un delito puede
hacerlo desde la computadora o dentro de la misma, y sus
resultados y víctimas encontrarse a millares de kilómetros.
Todo ello a una velocidad de vértigo. El delincuente, en
otras palabras, no requiere estar en el lugar del hecho.
Y cuando digo vértigo, acomodo el lenguaje, porque me
estoy refiriendo a mil millonésima parte de un segundo.
Conociendo una clave es posible perfeccionar un delito en
otro país.
226 VlCTlMOLOGÍA

La contracara de la situación, que hará reflexionar


al policía más avezado, reside en el tiempo en que se des-
cubre el hecho. Pueden pasar meses y aun años. El delin-
cuente tiene las mejores posibilidades de ordenar los bie-
nes mal habidos, enajenarlos, reiterar los delitos y decidir
—-en su casO'-- el tiempo que se propone para la huida.
María de la Luz Lima, que ha efectuado un intere-
sante estudio sobre el tema '^'^, afirma que este tipo de de-
litos debe incluirse entre los "white collar". Se trata de
delitos ocupacionales porque ocurren mientras el sujeto
se encuentra trabajando y aprovecha la ocasión; de ahí
que —^expresa— se trata de "delitos de oportunidad".
Define al delito electrónico (que he denominado tecno-
trónico) como "cualquier conducta criminógena o crimi-
nal que en su realización haga uso de la tecnología elec-
trónica, ya sea como método, medio o fin" y le da al delito
por computadora la calidad de especie de aquél: "En
cualquier acto ilícito-penal en las computadoras, su técni-
ca y funciones desempeñan un papel ya sea como método,
medio o como fin". Se trata de dos descripciones abarca-
tivas de conductas teniendo en cuenta el medio empleado.
Según la investigadora mejicana, las conductas cri-
minales qjie usan métodos para llegar al resultado ilícito
conllevan a que la máquina o instrumento mismo realiza la
infracción penal dirigida por su autor. Menciona las si-
guientes categorías (ob. cit., p. 12):
a) falsificar una tarjeta de crédito. Se programa
que por cada tarjeta se imprima un duplicado que se uti-
lizará ilícitamente;
b) un homicidio programado (self-control);

6T María de la Luz Lima, "Delitos electrónicos'', ponencia presentada


en el Primer Congreso Nacional de Criminología, Monterrey, 16 al 19 de no-
viembre de 1963, Nuevo León, México, p. 10.
LA VÍCTIMA DE LA ESTAFA 227

c) defraudar a una compañía alterando activos, pa-


sivos etc.;
d) fraude de técnica salami. Consiste en extraer me-
diante computación pequeñas cantidades de dinero de las
cuentas corrientes de un Banco. Los afectados muchas
veces no lo perciben y si ello ocurriera se trata de sumas
insignificantes que no merecen la molestia de la reclama-
ción. Si ocurriese en nuestro país aceptaríamos que se de-
ba a esotéricos "gastos de administración";
e) adquisición de bienes modificando registros o in-
ventarios archivados;
/) sustracción a la propia computadora de servicios
no autorizados o prestación de su línea para que alguna
persona no autorizada extraiga información o haga la par-
te casi artesanal de sus investigaciones;
g) falsificación de cintas magnetofónicas; y,
h) reproducción no autorizada de películas deshe-
chadas o censuradas, integrando los llamados "clips".
Pueden valerse de cualquier elemento electrónico co-
mo medio para cometer ilícitos:
a) interceptar teléfonos con transistores, "Beeprs",
radios, "bugs" a los fines de efectuar espionaje industrial,
o sabotaje político (que costó la caída del ex presidente
de EE.UU., Nixon);
b) lectura e información confidencial para bloquear
la capacidad operativa de la víctima y cometer sabotaje
industrial;
c) lectura de ficheros judiciales para extorsionar;
d) lectura de datos confidenciales para chantajear;
e) simulación de un servicio que no existe utilizando
la computadora como símbolo.
Los delitos pueden ir dirigidos a la entidad física del
objeto computadora como fin; algunos ejemplos son:
a) destrucción de un programa;
228 VlCTIMOLOGÍA

b) dañar una memoria;


c) quemar la computadora;
d) sabotaje político, quemar centrales militares, etc.
Buena parte de los hechos que se enuncian como de-
litos en esta nómina bien pueden ser tutelados por una
ley penal y los menos ingresan en los tipos penales ya en
vigencia.
Valiéndose de computadoras se registran fraudes por
la utilización de tarjetas de crédito. Se le suele denominar
dinero electrónico, representado en signos electrónicos
magnéticos que son almacenados y procesados en compu-
tadoras y transmitidos a través de líneas telefónicas. Que
decir de otros fraudes con cheques, cables de transferenh
cia de divisas, acciones, cheques del viajero, etc.
Otros delitos tecnotrónicos se pueden perfeccionar
por dos transmisores [infinity ttatismittevs) manejados
por dos personas y colocados ambos en los circuitos te-
lefónicos. Son capaces de dar comunicación con cualquier
parte del mundo gratuitamente.

6 9 . Caracterización de la víctima.

La mayoría de estos delitos tecnotrónicos son come-


tidos por sujetos que la víctima ha escogido por sus cono-
cimientos tecnológicos y por tratarse de personal alta-
mente capacitado. Es evidente que no estamos frente a la
delincuencia común y, sin pretender describir el perfil de
estos delincuentes, cabe el atrevimiento de pensar que se
tientan ante los mismos mecanismos que dominan y la po-
sibilidad de hacerse millonarios apretando botones. . . Se-
rá llegado el momento de que alguna computadora pro-
grame la prevención criminológica con respecto a su uso,
para que los manipuladores de estos aparatos comprendan
LA VÍCTIMA DE LA ESTAFA 229

los riesgos penales que asumen, y otra computadora los


intimide. . .
Podría ocurrir en un futuro no muy lejano que la SO"
ciedad estigmatice a la computadora y no a quien mane-
jándola ha cometido el delito.
Donde tal vez se advierta claramente que es el hom-
bre el que domina la relación con estas máquinas, es en el
hecho de que los ingenieros de sistemas y electrónicos,
los presidentes de empresas bancarias, los programado-
res, los operadores en terminales, los que reparan compu-
tadoras son los que poseen las claves y, por lo tanto, se
constituyen en los salvaguardias de la inviolavilidad de
la información.
La mayor parte de las víctimas de estos delitos son
las empresas y organizaciones y, en muy pocas oportuni-
dades personas físicas, afectadas por el uso del sistema
de computación. Y uno de los rasgos medulares de la pos-
tura que asumen suele ser nefasto: no preocuparse por las
infracciones que entran en sus libros comerciales en el
"debe", estimado de antemano.
Para otras constituye un descrédito o un menospre-
cio público al que no pueden arriesgarse y prefieren ab-
sorber la pérdida material irrogada. Por lo tanto no toman
medida alguna ante las irregularidades constatadas y no
efectúan denuncia; prefieren, en la mayoría de los casos,
perfeccionar los sistemas y las claves computables.
Estas posturas no contribuyen a acopiar elementos
para la elaboración de pautas de seguridad y de preven-
ción delictual y se ha señalado que las empresas y com-
pañías no toman en serio los programas de seguridad, de
ahí que sus controles suelen ser inadecuados. Ello impli-
ca una constante tentación para esa élite deíincuencial que
debe obviamente poner bases de resguardo por sí misma
a sus propios frenos inhibitorios. Tanto más cuanto que
230 VlCTIMOLOGÍA

manejar computadoras con claves conocidas y similares


puede resultar aburrido. . .
El desafío tecnológico echa por tierra una serie de
pautas criminológicas. Al menos cabe admitir que quien
delinca mediante computadoras lleva notable ventaja a
la víctima, al criminólogo, al penalista, a los sistemas de
investigación y a la propia ley penal. Por supuesto que
la "pareja penal" parece destruida, salvo que alguna com-
putadora no diga lo contrario. Pero la victimología puede
cumplir un rol preventivo coadyuvante con los sistemas
de seguridad. No se trata esta vez de investigar el rol de
la víctima en la criminogénesis, pero sí su labilidad victi-
ma!. Para ello habrá que alentarla a que coopere y no
ahonde la cifra negra —esta vez sí que dorada—' de lá
criminalidad y así permitir el conocimiento de las falen/-
cias en que ha caído y que el victimario ha aprovechado.
CAPÍTULO VIH

LA SANCIÓN P E N A L A LA V Í C T I M A

7 0 . La sanción penal a la víctima. Conductas bilaterales.

Uno de los aspectos más novedosos que propone la


victimología es la sanción penal de la víctima. No a toda
víctima sino a la que ha contribuido a desencadenar de-
litos en que quedó a medio camino de ser ella misma de-
lincuente y le faltó la suficiente ductilidad o se apresuró
o, más exactamente, se vio superada por el delincuente.
Otro aspecto que pretende ahondarse es el de sen-
tencias más justas a partir de la conceptuación precisa del
juzgador sobre el ofendido, como desencadenante del su-
ceso que llega a la justicia, a fin de evaluar la culpabili-
dad y responsabilidad penal del prevenido. N o me refiero
especialmente a casos de legítima defensa en que el vic-
timario se vio compelido a desenvolver su conducta por
la provocación o la conducta insistente, persecutoria, o
aquellos casos en que la víctima coadyuva o coopera, sino
a otros en que ha tenido voluntaria o involuntariamente
un relevante papel en la criminodinamia.
Es que generalmente se trata de describir en sus más
mínimos detalles la conducta del autor, pero una comple-
ta valoración no puede dejar de lado lo concerniente a la
víctima para cotejar estas conductas y reconstruir lo que
en victimología se denomina "pareja penal". Todo el com-
232 VlCTIMOLOGfA

portamiento de la víctima, no sólo el del inicio del hecho


sino también su reacción, como fueron sus actitudes, su
comportamiento posterior, no puede pasar desapercibido
para el juzgador porque ella no es completamente ajena
a la acción. Siempre cabe la posibilidad de que pudo ser
copartícipe. Sólo el juez en posesión de todos estos datos
hará un juicio de valor para lograr determinar cabalmen-
te la incidencia de la víctima en el delito y, por ende, el
margen de culpabilidad del autor y así graduar la pena,
lo que permitiría una adecuada individualización judicial.
Resultará imprescindible el estudio biológico, psíqui"
co y social de la víctima, claro está que no en todos los
delitos. Así como en los expedientes penales suele existiív
un estudio de la personalidad del procesado, será necesa-
rio hacerlo, en su caso, con la víctima, para que el juez
tenga en cuenta algunos aspectos asertivos sobre la in-
teracción que existió en la "pareja penal" a través del jue-
go de esas personalidades. Lo ideal podría resumirse en
un estudio técnico hecho de manera interdisciplinaria y el
conocimiento de visa de ambos por el sentenciante en los
procedimientos escritúrales, lo que le permitirá interrogar
a los actores del drama penal y tener un concepto acabado
de la ocurrencia del hecho en investigación.
Insisto en que la sanción a la víctima, vivamente re-
clamada por algunos autores (Fattah, Sempertegui), lo
es para ciertos delitos o en determinadas circunstancias
criminogenéticas en que su participación semeja la del
cómplice o copartícipe. Empero, debe visualizarse esta
posibilidad con cautela y sentido de futuro, evitando en
el presente saltos al vacío e intentando una formulación
más allá de comprensibles apasionamientos. Por otra par-
te ¿qué tipo de pena le correspondería y cuáles serían los
casos?
LA SANCIÓN PENAL A LA VÍCTIMA 233

E n casi todos los códigos penales existe una serie de


figuras en que se describe la acción conjunta o bilateral
de dos (o más) participantes en delitos y se reprime a
ambos. E s el caso de adulterio, duelo, riña o incesto con-
sentido, rapto consensual entre adultos, por ejemplo.
Pareciera que si ambos son delincuentes ninguno es
víctima y que un análisis victimo lógico podría inferir quién
provocó al otro y de qué forma y modalidad se valió. El
problema residiría en saber si se castiga al verdadero de-
lincuente y no a la víctima o si a ésta se la considera vic-
timaria y se le aplica una penalidad alternativa.
El criterio de la ley es penalizar a ambos pero, ¿es
justo castigar con igual pena a uno y otro cuando se sabe
que no coadyuvó y fue arrastrado a delinquir?
La ley penal pretende proteger a la sociedad y tute-
lar su orden como intereses superiores, y así ocurre en la
inmensa mayoría de los delitos. ¿Suena a despropósito
e irreverencia admitir distinciones provenientes de la rea-
lidad concreta? La ley penal se aplica a seres humanos y,
sin dilaciones ni menoscabos a ese interés, debe avizorar
y distinguir las conductas que convergen en el mismo de-
lito y que suelen ser muy diversas. E n el caso de aborto
se penaliza a quien lo provoque intencionalmente a una
mujer. La actitud de ella resulta independiente pero, ob-
viamente, si la mujer ha concurrido a un médico para que
se lo efectúe, también será castigada.
E n el terreno de los hechos bien puede ocurrir que
el médico sea un hombre serio y honrado, conmovido y
arrastrado por la mujer, a efectuar su primera operación
ilegal que, presumiblemente, será la última. Ambos son,
sin embargo, sancionados en virtud del ordenamiento so-
cial y el atentado a la vida del feto.
Como un avance hacia una justicia más humana y
fielmente distributiva se deberá arbitrar distintos tipos de
234 VICTIMO LOGÍ A

penas, desigualdad de castigo, adecuándose la sentencia


a la realidad concreta y tangible del acontecer delictivo
en juzgamiento. No sufrirá detrimento el interés social ni
su protección.
En el incesto consentido entre personas mayores, las
leyes penales, salvo excepciones, abarcan a ambas perso-
nas sancionándolas por igual. Se trata de una coparticipa-
ción. Al juez parece que le estuviera vedado adentrarse
en el suceso para fijar la criminogénesis y el sentido inter-
subjetivo de la acción y así, graduar debidamente la pe-
na. Lo ejemplifica Sosa Chacín (ob. cit., p. 218) con el
art. 381 del Cód. Penal venezolano: "Todo individuo
que en circunstancias capaces de causar escándalo públi-
co, tenga relaciones incestuosas con un ascendiente o desV
cendiente, aunque fuera ilegítimo, con algún afín en línea
recta o con un hermano o hermana, hermanos consanguí-
neos o uterinos será castigado con presidio de tres a seis
años".
En el delito de bigamia, nuestro Código Penal efec-
túa una eficaz distinción por la cual una de las partes pue-
de ser la víctima o copartícipe según sepa o no de la exis-
tencia del matrimonio anterior. El art. 134 reprime a am-
bos en una suerte de dolo compartido, pues los contra-
yentes conocen la existencia del impedimento. El delito
en este caso es instantáneo y queda perfeccionado en el
acto de contraerse matrimonio aunque éste luego no se
consume biológicamente.
En el art. 135 se establece la existencia concreta de
^a víctima cuando se le ha ocultado la circunstancia del
matrimonio anterior.
Propugno un hallazgo legal en el que se especifique
claramente quién es víctima y por qué y cuándo existe
correspectiva delincuencia, aunque la victimología va más
allá porque desea dar al juzgador un más amplio espectro
LA SANCIÓN PENAL A LA VÍCTIMA 235

de conocimientos a través de la conducta de la víctima.


En el caso de bigamia habría que tomar en cuenta las mo-
tivaciones de la acción de ambos contrayentes para ade-
cuar sus responsabilidades a la realidad de lo acaecido y
aplicar tal vez distinta gradación penal u otro tipo de pe-
nalidad alternativa de la privación de libertad. Abrir paso
a la idea futura de que eventualmente, y según las cir-
cunstancias, uno de los contrayentes no sea reprimido.
Las realidades que envuelven a este delito son muy
amplias y van del intento de complacer a una mujer que
desea casarse religiosamente (por lo que es ineludible ha-
cerlo por registro civil con anterioridad) hasta la supina
ignorancia de la ley que no es excusable. En tal sentido
narra Sosa Chacín (ob. cit., p. 220) el caso de un cam-
pesino de un poblado venezolano que se presentó ante la
autoridad civil de un pueblo circunvecino a fin de con-
traer matrimonio con la hermana de su esposa, Al descu-
brirse el hecho contestó con total naturalidad y de ma-
nera afirmativa a la pregunta sobre su anterior matrimo-
nio. El hombre consideraba -—y seguramente la mujer
también— que era obligatorio contraer matrimonio pues
vivía en común con ambas hermanas y creía muy lógico
darles protección legal a las dos. Para las mujeres, aque-
lla comunidad resultaba normal. Tratábase, por lo demás,
de un individuo serio, trabajador, dedicado a duras fae-
nas campestres " . . . y hasta, podríamos decir, una espe-
cie de patriarca a la usanza del Viejo Testamento, jefe de
un clan primitivo que con su acción quería regularizar
«ante la ley» una situación de hecho".
En el c?ae/o irregular que suele celebrarse en el cam-
po en salvaguardia de la honra no existen padrinos que
elijan las armas, etc. (de ahí su carácter de irregular); la
jurisprudencia ha entendido en nuestro país que no pro-
cede la legítima defensa en ese culto al coraje en que na-
236 VICTIMOIJOGÍA

die cede para evitar el encuentro. Podría ocurrir que un


duelista se vea compelido por su contrincante a la nece-
sidad de proteger su vida ^^. Debería crearse una figura
sin necesidad de mencionar forzadamente siquiera a la
legítima defensa que le dé posibilidades al juez de avizo-
rar las circunstancias del caso para graduar la culpabili-
dad y la pena más allá de lo que señala el art. 98 del Cód.
Penal que gradúa la sanción, según sea el resultado del
hecho (lesiones leves, graves o muerte) y dejar a un lado
la sanción con pena de un año por el solo hecho de haber
aceptado el duelo.

71 . Un caso de la justicia militar. Hecho único y


conductas alternativas.

Existen precedentes elucidativos y muy concretos de


hechos en que víctima y victimario son penados por un
mismo hecho, en una misma investigación y una misma
sentencia por la tipificación legal de distintos delitos.
El caso lo ejemplifica un fallo del año 1957 de la jus-
ticia penal militar en que paradójicamente la víctima —por

S8 En la provincia de Corrientes ocurrió en 1980 un hecho de singulares


características. Tres actores recorrían diversos poblados para ofrecer obras
criollas, en estancias, escuelas y sitios que se preparaban para la ocasión. Rsos
actores reclutaban entre los paisanos a quienes actuarían como "extras" (y
aseguraban además, una nutrida concurrencia "para verlos actuar"). Se repre-
sentaba entonces "Juan Moreyra" y esos "extras" integraban la partida que
debía batirse con él. Con sus armas de utilería celebraban una suerte de duelo
previamente ensayado y Moreyra iba "dando muerte" a cada uno de los agen-
tes policiales de la partida. El publico enardecido no distinguía entre ficción
y realidad, como suele ocurrir en el interior, sobre todo en los pueblos no ha-
bituados, lamentablemente, a ver teatro. Entró entonces en acción subiendo sú-
bitamente al escenario uno de los circunstantes, quien extrajo de la cintura un
cuchillo, y, tras la escaramuza del duelo, ante la desesperada víctima, le hundió
el arma en el estómago causándole la muerte. Al verlo subir, otro espectador
poseído por la acción le gritó alentándolo: "¡Dale no.nás, R . . . ! " y alentó al
victimario.
LA SANCIÓN PENAL A LA VÍCTIMA 237

ser el agredido, aunque su conducta fuera transgresora—


recibe pena por otro delito.
El fallo emanado del Consejo de Guerra Permanente
para el personal Subalterno del Ejército (Buenos Aires)
en la causa instruida a N . N . , de 35 años, sargento V
perteneciente al Estado Mayor General del Ejército, acu-
sado de falta de disciplina, de "abuso de autoridad" (in-
jurias a un subalterno), y a X.X., de 23 años, soldado
conscripto, perteneciente al mismo Estado, acusado del
delito militar de "insubordinación" con el agravante de
"irrespetuosidad" (fuera de actos de servicio), con el ate-
nuante de "haber sido estos delitos precedidos de un abu-
so de autoridad por parte del superior".
Los hechos: "Primero. Que está probado el hecho
de que el acusado sargento 1' N . N . de haber sorprendido
al soldado conscripto X.X. en momento en que, dejando
de cumplir una orden que con anterioridad se le había
impartido, volvía a las caballerizas con una radio que no
le pertenecía, por lo que lo interpeló diciéndole: «Hijo
de una gran puta, ¿adonde ibas con esa radio?», al mismo
tiempo que le quitaba el aparato y le ordenaba que mar-
chara al calabozo. . .",
"Segundo. Que está probado el hecho de que el acu-
sado, el soldado X.X. de haberse negado reiteradamente
a cumplir la orden que le impartiera el sargento 1' N . N .
de marchar al calabozo, en el lugar, fecha y ocasión re-
latados, procediendo de inmediato a alejarse, siendo en-
tonces perseguido por dos soldados por orden del sargen-
to 1° N.N., logrando éstos detenerlo y luego, mientras
era conducido hacia la guardia de prevención, proferir
frases provocativas contra el suboficial aludido, tales co-
mo: «Ustedes son todos iguales, se valen de las tiras; sin
ellas no valen nada, yo sé que sos un fanfarrón. ¿Por qué
no te sacas las tiras si sos macho?».
238 ' VicnMOLOGÍA

En los considerandos se efectúa un análisis de los


elementos probatorios agravantes y atenuantes ligando
jurídicamente la situación y mencionando las normas le-
gales aplicables con acuerdo al Código de la Justicia Mi-
litar. Tras oír al fiscal y a la defensa, el Consejo de Gue-
rra falla:
"Primero: Condenando al acusado sargento 1' N.N.
. . . a cuatro meses de prisión menor como autor respon-
sable del delito militar de «abuso de autoridad» (injurias
a un subalterno); sin atenuantes ni agravantes, con obli-
gación de reintegrar servicios, si le correspondiere, todo
de conformidad con lo establecido en los arts, 704, 579,
589 incl y 541 del Código de Justicia Militar. ^
"Segundo: Condenando al acusado, soldado cons-
cripto X.X.. . ,, a cinco meses de arresto como autor res-
ponsable de falta grave de «insubordinación» con abono
de la prisión preventiva que lleva cumplida; todo de con-
formidad con lo establecido en los arts. 667, primer pá-
rrafo, 549, inc. 3', 108, inc. V, y 589 del Código de Jus-
ticia Militar y 107 y 112, apartado c, de la reglamenta-
ción de la Justicia Militar" ^^.

7 2 . Víctima "totalmente responsable".

El problema adquiere otras aristas cuando la ley pe-


nal no habla de conductas bilaterales y explícita, en cam-
bio, quién es el autor y quién la víctima: "el que matare
a otro. . .". Es lo que ocurre en la mayor parte de las ili-
citudes penales a través de la tipificación. Ya he señala-

69 Marcelo A. Lichtschein Mohor, La victimiotogía en el ámbüo penal


milííav, en Estudios de derecho penal y criminología, t. 1, Ed. Bibliográfica
Omeba, Buenos Aires, 1961, proporciona cuatro casos jurisprudenciales ema-
nados de la justicia penal militar en donde los actores son alternativamente
victimas y victimarios.
LA SANCIÓN PENAL A LA VÍCTIMA 239

do anteriormente que existen víctimas que son delineadas


por la ley penal por su edad, estado mental o psíquico, si-
tuación de dependencia, etc. En estos casos se toma como
presunción taris et de iure que la víctiirta es siempre ino-
cente y el autor totalmente responsable.
Penetrando por entre ese circunspecto cordón de se-
guridad se plantea la posibilidad de analizar las conduc-
tas victimales por un lado y, por el otro, sancionar ciertas
conductas con finalidad preventiva. Es que hay víctimas
muy expuestas y es preciso ejercer sobre ellas, por su
bien, la tutela que se ejerce cuando se habla del interés
u orden social, facultando al juez penal para que proceda
legalmente.
Un breve repaso a la caracterización de las víctimas
impone la circunstancia de determinar cuáles entre ellas
pueden ser objeto de punición legal. De suyo, no serán
las víctimas "inocentes" o inertes que nada hicieron para
convertirse en tales (infanticidio, o robo por asalto sin
determinación de persona, etc.). Las que interesan son
aquellas que consienten, las que ruegan o suplican, las
cooperantes o coadyuvantes y, fundamentalmente, las lla-
madas víctimas-delincuentes.
El investigador hindú Abdel Fattah, en dos de sus
trabajos sobre victimología '''^, señala la existencia de una
victima enteramente responsable en versión antinómica
de la totalmente "inocente". La delimita por su conducta
que "única y exclusivamente" ha provocado el crimen,
mucho más allá de todo cuanto hubiese podido hacer (o
dejar de hacer) el victimario.

•ío Ezzat Abdel Fattah. Quelques profc/emes poses á la jusíice pénnlc


par la victimologie, en "Annales Internationales de Crniino'.ogie'', París, 1966,
año V, 2" semestre, ps. 335 y ss., y "El rol de la víctima en la determinación
del delito", ponencia presentada en las Jornadas Internacionales de Crimino-
logia, Mendoza, junio 22 al 28 de 1969.
240 VlCTIMOLOGÍA

"Esta víctima desde el punto de vista moral y crimi-


nológico —explica Fattah'— es más responsable y más
culpable que el infractor. Ella es en verdad su propia
víctima, y el agente no es más que un simple instrumento
más o menos libre del acto consciente buscado o impru-
dente causado por la víctima. El papel que juega esa «víc-
tima» y su contribución al proceso causal de la infracción
es más grande, más activo y más eficaz que aquellos del
agente".
Expone dos ejemplos. Uno absolutamente claro y
capaz de hacer meditar por la sagacidad de su planteo.
En el otro, un tanto abstruso y no atenido a las reales con-
secuencias legales, parece perder un tanto el voltaje y la
armonía de su pensamiento. \
El primer caso, bastante común, es el de la joven
que faltándole escasos días para arribar a la mayoridad
penal resulta ^-con su consentimiento'^ víctima de un
abuso deshonesto o bien de un estupro. Jurídicamente
existe la presunción legal que emana fundamentalmente
de su edad, de que ha sido víctima sin admitirse prueba
en contrario. Sin embargo es ella quien se empeííó en bus-
car al hombre bastante mayor, coqueteó, se insinuó e in-
citó claramente para satisfacer sus propios deseos se-
xuales.
El Derecho, dice Fattah, no puede declararla vícti^
ma inocente.
Adhiero plenamente a esta posición y, aún más, creo
que es preciso dejar a un lado en estos casos las aprecia-
ciones numéricas de los códigos penales y dar al juez
arbitrio para investigar si ha habido víctima en el senti-
do legal.
La joven menor no puede ser equiparada a una dé-
bil mental, inválida o, en los tiempos que corren, explicar
que no pudo deliberar y comprender las consecuencias
LA SANCIÓN PENAL A LA VÍCTIMA 241

de sus actos. Creo que el delito de estupro debería ser


desincriminado o, en su defecto, dar amplia discrecionali-
dad al juez.
Fattah señala que "Victimológícamente esta joven
está más predispuesta que el hombre a reincidir" y que
las explicaciones sobre que el delincuente no debe apro-
vecharse de la explosión erótica de una joven que se su-
pone inexperta no tienen racionalidad.
A su vez, Sosa Chacín (ob. cit., p. 223) no puede
eludir, pese a la notable apertura hacia la victimología
que se verifica en su artículo, su condición de jurista y
ex magistrado y critica al autor hindú señalando que ha
perdido la perspectiva de la realidad: Dice: "El caso de
Abdel Fattah no podemos entenderlo del todo bien, l i n a
muchacha de 16, 17, 18 años, que está en pleno desarrollo,
que se encuentra fascinada ante el misterio del sexo, que
desea experimentar cosas nuevas, que a veces se encuen-
tra en conflicto con los principios de la moral, etc., me-
rece cierta protección. La mujer (y el hombre también)
de esa edad es proclive a ser seducida en base a los sue-
ños color de rosa; la picardía y el deseo de aventura que
aflora en la crisis de la pubertad, la pueden llevar a jugar
un papel activo en el juego amoroso".
Estas formulaciones resultan superadas y de mode.
Entiendo que fueron escritas en 1968 y me parece que
en estos últimos 15 años cambió radicalmente la concep-
tuación de las jóvenes en cuanto al sexo. Y no me refiero
a las muchachas que, con la edad que menciona el autor
venezolano, aparecen en tapas de revistas con los ante-
ojos de sol como único atuendo o a las que optan por el
título de "miss Mundo", sino a estudiantes, trabajadoras,
empleadas que con todo equilibrio han madurado hacia
el sexo que va perdiendo de tal modo su señalización de
"idea fija" y, por ende, su carácter morboso, para ser al-
242 VlCTIMOLOGÍA

go natural que implica a la vez la más estrecha y miste-


riosa relación humana cuando el amor o las afinidades
electivas, de que hablara Goethe, invitan a dos seres.
Nada extraño le ocurrirá a la niña que cita en su
ejemplo Fattah; ella deseaba tener relaciones sexuales y
deseaba también a un hombre al que sedujo. No puede
ser ese hombre tildado de delincuente por la ley y ésta no
debe inmiscuirse en la privacidad o en la intimidad huma-
na. Es preferible el totalitarismo del amor al totalitaris-
mo de la ley.
Tampoco resulta serio hoy en día lo que señala Sosa
Chacín sobre que: "Un hombre adulto normal no pode-
mos concebirlo seducido por una muchacha como ésta...".,.
No se explica que "un hombre se dedique a sus hijas por la\
vía de la moral tradicional y que luego pueda ser decla-
rado víctima porque no pudo resistir la seducción de una
adolescente, a la cual pudo encauzar como lo hizo con
sus propias hijas".
Es, palabra más o menos, la actitud de autores tra-
dicionales sobre el tema de ciertos delitos contra la ho-
nestidad. Subsiste una postura tabú que impide la revi-
sión crítica. Son personas que están informadas por su
ciencia y buena conciencia aquilatadas detrás de sus es-
critorios, pero de espaldas a la vida misma: ¡Lo que va
del saber al ver. . .! Dice, en efecto, el recordado autor:
"Sin un sujeto activo predispuesto o inclinado o de bases
morales débiles, nada se puede conseguir. No creemos en
la sola responsabilidad de la víctima".
En la actualidad se procede en estas cosas con ma-
yor sinceridad y menos remilgos. El tema no pasa por la
moral, al menos en el sentido que se le pretende endilgar.
Y si así fuera es posible que el hombre maduro del ejem-
plo es quien se hubiera hecho por razones generacionales,
mayores problemas.
LA SANCIÓN PENAI, A I,A VÍCTIMA 243

Párrafos arriba he expresado que este delito debe


ser desincriminado. Pero para el caso de que se lo pre-
tenda mantener, debe dejarse al juez una amplia gama
captable a través de las probanzas procesales de carácter
criminológico (psicológicas, sociales y victimológicas) que
pueda obtener para dirimir el hecho no aplicando pena
alguna cuando existió consentimiento mutuo antes del ac-
to sexual. Esto implica discutir ciertos parámetros de al-
gunos códigos penales.
Habrá que investigar si las leyes, so capa de protec-
ción iuris et de iure a los menores de determinada edad,
no hacen más que descubrir criterios sexofóbicos respec-
to de las relaciones sexuales extramatrimoniales. No otra
cosa significa en última instancia la manutención del adul-
terio como figura delictiva.

7 3 . Vícfima responsable del accidente de tránsito.

El segundo caso que plantea Fattah con respecto a


la víctima como única responsable del accidente de trán-
sito que le cuesta la vida o lesiones de cualquier tipo, no
parece tan sólido, y es un tanto desmesurado cuando ar-
gumenta que ". . .la verdadera víctima es el agente que
ha sufrido daños psicológicos o materiales a causa del ac-
cidente y al que la ley tiene por victimario".
No conozco códigos ni leyes penales especiales en
que se tenga a la víctima en los casos de delitos de trán-
sito vehicular como "inocente" a ultranza. Aun en países
como la Argentina, Israel o Dinamarca, que detentan los
más altos índices de mortalidad por estos hechos. Al con-
trario, cuando la víctima ha cometido para su desgracia
errores tales como cruzar una calle corriendo o fuera de
la vía peatonal o alcoholizada, por ejemplo y no media-
ran por parte de quien conducía el automotor actitudes
244 VlCTlMOLOGÍA

negligentes, imprudentes o imperativas o inobservantes de


los reglamentos del tránsito y su vehículo se encontraba
en perfecto estado de circulación, resulta por lo general,
absuelta. Y ya se sabe que la culpa concurrente no lo dis-
pensa.
En cuanto al impacto emocional o psicológico a que
alude Fatíah, que victimiza al agente, y a las pérdidas
materiales que debe sufrir, no se compadece, al menos, con
mi experiencia de más de dos décadas en la profesión de
abogado penalista. Jamás encontré a un acusado de ho-
micidio por culpa que tras la aciaga situación que le tocó
vivir (o sobrevivir, dicho esto sin eufemismos) no en-
cuentre rápido consuelo. Se trata de una suerte de "indus-
trialización de la inociencia" que internaliza de inmediato
achacando a la victima la culpa de lo acontecido. Ello
aventa los remordimientos, permite vivir en paz nueva-
mente y, aunque resulte un juego de humor corrosivo,
ayuda a volver a manejar '^^.

7 4 . E\ estafador estafado.

Mucho más interesante resulta el caso del estafador


que entendiendo estafar a otra persona termina estafado
por ella. En parágrafos anteriores, he informado sobre
los timos más en boga. No permiten avisorar, cos") criterio
victimológico, quién es la víctima y quién el delincuente.

'''1 Dentro de la experiencia que menciono, muchas personas, padres,


hijos, hermanos de victimas fatales de este tipo de delitos, van pasando a
través del tiempo por una notable evolución. Al principio desean proyectar
legalmente su agresivo odio respecto del victimario. Al correr de los días van
acomodándose a la situación y posiblemente debido a las dimensiones que
suele tomar en el tiempo el procedimiento penal, comienzan a exasperarse
en la medida en que el resarcimiento civil se demora. He conocido casos en
que, transcurrido en tiempo prudencial, lo único que interesa es el resarci-
miento patrimonial y sé de víctimas directas y parientes de éstas que se han
sentado a conversar el tema con el victimario.
LA SANCIÓN PENAL A LA VÍCTIMA 245

Es una singular carrera, en un mismo acto en que se reú-


nen las dos cualidades. El "protagonista" es el estafador
en un cincuenta por ciento y en el otro cincuenta cabe la
víctima, sólo porque la armonía de la "pareja penal" se
destruye en su contra, cuando pudo ocurrir exactamente
lo opuesto, al menos ese hubiera sido su deseo consciente.
De ahí que Sosa Chacín sea partidario de sancio-
narla como autor de estafa en grado de tentativa, siem-
pre que su accionar se encuentre adecuado a la tipicidad
legal.
Quien compra una máquina para fabricar papel mo-
neda o un billete "premiado" o un "legado" o acude a un
"gestor" para que éste logre cohechar a un funcionario,
está delinquiendo. Así la máquina no ande, el billete re-
sulte adulterado o de una jugada anterior, el legado no
exista y sí un paquete de papeles en vez de los billetes o
que, finalmente, el "gestor" haya desaparecido. Preten-
dió estafar ganando con su viveza y con la pretensa inad-
vertencia de quien resultó mucho más rápido y lúcido.
Por eso he dicho en otra oportunidad que "le faltó esta-
tura" pero ahora agrego que indudablemente tiene fisio-
logía de delincuente. De ahí que se habla del dolo de la
víctima y la necesidad de sancionarla.
Sempertegui efectuó un trabajo muy estimable sobre
este tema bajo el título de La víctima en la estafa (cit.
en la bibliografía) donde se muestra, enfáticamente par-
tidario de la sanción a la víctima. Piensa que debe punirse
al "timador triunfante" y al "timador derrotado".
Aunque desconozco la existencia, en estos casos, de
pedidos de indemnización por parte de la víctima, no ca-
be duda de que, al menos en el sistema del código vigente,
podría solicitarla. Entonces la ironía resultaría irreducti-
ble y paradojal, porque la sociedad, en vez de precaverse
246 VlCTIMOLOGÍA

de esos individuos de incuestionable peligro social apli-


cándoles la sanción que merecen, los premiaría.
Su conducta, expresa Sempertegui, debería verse co-
mo "algo totalmente independiente de la referida a la víc-
tima". Aquí sólo se trata de justificar o fundar la aplica-
ción del castigo correspondiente a quien ha jugado el do-
ble papel de "víctima-victimario".
El criterio es incuestionable si se piensa, como Sosa
Chacín, que de la conducta victimal pueda resultar una
tentativa de estafa. Será preciso ubicarse en el fundamen-
tal principio nullum crimen nulla poena sine praevia lege
pénale, aunque creo que la solución más adecuada no pue-
de partir de juzgar esas conductas como comportamientos
estancos. Toda la figura y sus contrastantes contradanzas\
deben verse bajo una óptica victimológica y el juez po- '
seer resortes legales para apreciar esas conductas en in-
teracción y para, si es que así lo entiende, reprimirlas a
ambas del modo y en la forma en ique se lo faculte; ello
le permitirá mensurar mejor la conducta del autor del he-
cho sin por ello confundir roles.
Es preciso recordar, una y otra v;ez, que no sólo en
la estafa sino en una buena cantidad de delitos el papel
de la víctima no es axiomáticamente "inocente" y que a
veces asume una fundamental trascendencia en la moti-
vación delictual (recuérdese el rapto consensual, por
ejemplo).
Hay víctimas que aún sin ser delincuentes pueden ser
sí objeto de punición o de un especial tratamiento puniti-
vo por el juez de la causa, quien con debida versación y
acopio de informes criminológicos, lo debería implementar.
Esta es una de las premisas fundamentales de la vic-
timología. Son pasos conducentes a un derecho penal so-
cial. Y sugiere una verdadera picada hacia la concreción
de estudios más amplios sobre delitos mucho más impor-
LA SANCIÓN PENAL A LA VÍCTIMA 247

tantes en cuanto a su costo social y económico. Bien está


que ese paso principie con respecto de esa especial clase
de timos. Pero por allí no pasa —como lo he dicho en va-
rias oportunidades-— la delincuencia económica no con-
vencional que más interesa y que más daño causa.
Será preciso visualizar a las víctimas complacientes,
coadyuvantes y hasta suplicadoras, en los delitos de "cue-
llo blanco" y en aquellos capaces de incidir sobre la suer-
te económica de una región o de un país.

7 5 . ¿Qué tipo de pena aplicar a la víctima?

El tipo de pena que debe aplicarse a la víctima de-


penderá directamente de su personalidad y del papel que
le ha cabido en la formulación etiológica del delito y, para
el caso en que fuera víctima-delincuente, la sanción a la
víctima no puede ni debe generalizarse porque sería bur-
do, pero sí hacerse efectiva sin vacilación cuando ello
proceda.
Así como se previene el delito a través de los dife-
rentes tipos de prevención conocidos (aunque escasamente
aplicados), también puede hacerse con las probables víc-
timas, esclareciéndoles sobre las posibilidades de ser vic-
timizadas como cuando los medios de comunicación aler-
tan sobre falsos inspectores impositivos.
Fattah propone medidas de seguridad para las víc-
timas que son a su criterio —lato criterio— responsables
totales de la infracción penal. Entiende que son un peli-
gro social y una constante amenaza por sus posibilidades
de recidiva: volver a ser víctima. El Estado puede, por
medio de sus organismos judiciales o administrativos lle-
gar a la conclusión de que las características personales
de la víctima pueden convertirla, a poco andar, nueva-
mente en víctima, y proceder.
248 VlCTIMOLOGÍA

El tratamiento que parece aceptar también Sosa Cha-


cin (ob. cit., p. 230) es similar al de las medidas reeduca-
tivas para los menores en estado peligroso aunque no ha-
ya existido infracción.
Creo que debería dejarse al juez a través de una
norma contenida en la parte general del código penal, un
amplio expectro no siempre punitivo sino tutelar o curati-
vo. Descarto la medida de seguridad detentiva que en su
aplicación siempre me ha parecido híbrida y poco efec-
tiva. Una forma genérica de penalización para algunos
casos podría ser la pérdida de la reparación civil.
En mi opinión, no debería aplicarse privación de li-
bertad sino alguna medida alternativa, como la multa, y
sanciones de tipo administrativo, como quedar al cuidado
de asistentes sociales criminológicos, que deberán rendir
informes al juez de la causa sobre el desenvolvimiento
ulterior de la víctima en la vida social, durante un tiempo
prudencial; tratamientos no asilares en instituciones reedu-
cativas, individualizando la medida de acuerdo a la per-
sonalidad de la víctima y según la gravedad de su acti-
tud victimal.
En cuanto a las víctimas-delincuentes, siempre que
fueran fracasadas en hechos concretos en que pudieran
devenir delincuentes —concuerdo se les reprima por ten-
tativa de estafa—' ante el mismo juez penal que intervie-
ne en el hecho principal. Y ser pasible de la pena que el
ordenamiento jurídico prevea, con pérdida del derecho
al resarcimiento económico.
Deberían crearse organismos de tutela donde la víc-
tima concurra por el término que el juez precise con
acuerdo al mayor grado de participación que le cupiera
en el delito.
La sanción a la víctima debería surgir de una modi-
ficación legal que faculte al juzgador a aplicar medidas
LA SANCIÓN PENAL A LA VÍCTIMA 249

punitivas protectoras teniendo en mira la prevención del


delito. Se impondrían en múltiples hechos con víctimas
suplicantes, coadyuvantes provocadoras genéricas todas
si el caso lo hiciera necesario. La víctima debería ser con-
vencida en ciertas ocasiones de la necesidad de la medi-
da cuando ésta deba efectuarse mediante algún trata-
miento psicoterapéutico de carácter no asilar con inter-
vención del representante legal cuando la víctima no ten-
ga legalmente discernimiento.

7 6 . Criterios sancionaíorios. La disminución


de la pena. Casos.

Con respecto a la actitud de la víctima, y sin que


ello implique su sanción, existen fallos aislados, que trans-
cribe Sempertegui (ob. cit. en la Bibliografía, ps. 76-77),
en que se advierten posturas extremas y opuestas.
1. "La causa torpe o inmoral del supuesto negocio
no priva al hecho de su carácter doloso, y la mayor o
menor honestidad de la víctima de estafa sólo podría
computarse como circunstancia influyente para graduar la
cantidad de la pena" (Cámara Criminal y Correccional
Capital, noviembre de 1946, C C C , 5-197).
2. "Cuando la víctima tiene las cualidades mentales
necesarias para librarse del engaño urdido y el éxito de
éste se debe a la negligencia o culpa del estafado, el juez
debe pronunciar la inexistencia del delito" (Sup. Corte
de Tucumán, "La Ley", t. 6, p. 933).
3 . "La protección legal se prodiga tanto al ingenuo
como al avisado. En los delitos mediante fraude, la ley
tutela la buena fe en la constitución, ejecución y extinción
de las relaciones jurídicas, por lo que la culpa del estafa-
do no es causa suficiente para excluir la punibilidad de la
250 VlCTIMOLOGÍA

estafa" (Cám. Crim. y Corree. Capital, "La Ley", t. 11,


p. 466).
4. "Han cometido el delito de estafa los empleados
de la policía que valiéndose de una influencia mentida
sobre la base del cargo que desempeñan, consiguieron de
un procesado la entrega de dinero para obtener la libertad
por orden judicial" ("J.A.", 1952, p. 11, p. 259). Este
fallo se ha visto reproducido a través de los años sin que
nada se disponga, salvo, en todo caso, una referencia ad-
monitoria de la resolución, con respecto a la conducta
claramente dolosa de la víctima.
Si bien los delitos tienen su base esencial en la falta
de consentimiento del ofendido, aun entendiendo que el
bien jurídico protegido sea el orden social y, más luego,
la situación personal de la víctima, cabe ampliar las bases
de una justicia real, atenida a los hechos y ávid¿ de la
realidad vivida por los seres humanos que involucra. Es-
tudiando profundamente la conducta victimal se determi-
na hasta qué punto el consentimiento debe ser o no
válido.
He señalado en tal sentido que debe deshecharse a
ultranza en algunos delitos contra el sexo (estupro, cier-
to tipo de violaciones, abuso deshonesto), el concepto de
"víctima inocente" y encarar en lo vivo la alteración del
binomio que como víctima y victimario llega a los estrados
judiciales, percibiendo claramente hasta qué punto la víc-
tima ha tenido parte activa y sustancial en el hecho, a fin
de determinar la ausencia de responsabilidad penal del
autor o acusado. El consentimiento debe ser evaluado por
el juez penal y así debería principiarse por el estupro —si
no es desincriminado'—, el abuso deshonesto y también el
rapto consensual.
Pero en los delitos en que el consentimiento no juega
ningún pre-asignado rol, las circunstancias necesariamen-
LA SANCIÓN PENAL A LA VÍCTIMA 251

te varían. En el homicidio, las lesiones o el aborto, ¿se


podría pensar en la descriminalización del hecho cuando
la víctima ha sido suplicante? El interés jurídico protegido
debe ponerse una y otra vez en el fiel de la balanza y
evaluarlo con acuerdo al marco jurídico y socio cultural.
No obstante, la conducta deseosa de la víctima hace que
se deba ver con la máxima lenidad la situación del acu-
sado y la pena a imponer debe ser mínima.
Resulta ciertamente que los ruegos de la víctima no
demuelen la intencionalidad penal del agente, pero suelen
reducir su voluntad o condicionarla. No es posible hacer
verdadera justicia sino por vías de una pena mínima y no
privativa de libertad. Es que no es lo mismo llevar a cabo
un crimen con una víctima no consintiente, que se revela
y lucha, que hacerlo con la que presta su consentimiento
pacíficamente o ante la primera insinuación y colabora.
Será preciso poner atención sobre el tantas veces di-
fuso "interés social" que se preconiza en los códigos y
tutelar el exceso —en ciertas oportunidades— en desme-
dro de víctimas y agresores. Lo propio ocurre con la lla-
mada "opinión pública", tan maleable, que tanto gravita
y es utilizada como gravitante, según convenga pero que,
en realidad, no se sabe bien qué es.
En delitos como el duelo, el rapto consentido, el es-
tupro consentido, el incesto entre adultos o la homose-
xualidad, allí donde se reprima, ¿es imprescindible casti-
gar a ambos autores? ¿Es cierto que la vindicta pública o
el sentido expiacionista enclavado en la conciencia social
no se satisface con el castigo al verdadero culpable? Estoy
persuadido de que precisamente sí se satisface con el
castigo de un culpable. Del verdadero culpable. Nada se
gana, no hay finalidad ulterior alguna, con castigar a
quien por debilidad fue arrastrado a compartir culpas.
252 VlCTIMOLOGÍA

Al momento de legislarse y constituirse los tipos le-


gales, suele tenerse una idea muy genérica de estas situa-
ciones. Es la realidad de vida la que da validez para
reordenar y restituir lo justo. Es preciso estudiar lo social,
conocer la naturaleza humana, reflexionar con sentido his-
tórico y recién construir la norma. La criminología del
futuro no podrá desprenderse de la víctima, tendrá que
acostumbrarse a su presencia en un papel cada vez más
revelador. También el derecho y la ley penal no deben
desprenderse de ella.
El juez debe tener amplias posibilidades para conocer
el hecho y sus actores y tomar vivida noción de quién es
el verdadero transgresor y quién la víctima y así castigar
o eximir a uno o a otro; ahondar la posibilidad de que las
culpas sean concurrentes ante los propios hechos V indi-
vidualizar la sanción correspondiente disminuyénqola al
que haya tenido un grado menor, lo que no siempre se
hace (recuérdese con qué generosidad se habla de coau-
toría y coparticipación) y, fundamentalmente, para apli-
car la sanción que estime corresponda a la víctima cuando
ésta ha actuado delictivamente, es recidivista o tiene
grandes aptitudes victímales.
Llegar a la inocencia del acusado si fuera preciso ante
la víctima rogadora o suplicante, coadyuvante en grado
sumo o genéricamente provocadora y siempre que la per-
sonalidad y conducta del victimario lo haga merecedor.
De esta manera el interés social se vería realmente
tutelado porque sus integrantes —-los habitantes de la co-
munidad--' tendrían una justicia más justa y más humana.
CAPÍTULO IX

LA C O M P E N S A C I Ó N A LA V Í C T I M A

77. Ei resarcimiento de ia víctima en la antigüedad.


Venganza privada.

El hombre primitivo no rigió su conducta según los


principios de causalidad y de conciencia del yo. Estudios
antropológicos, etnográficos, sociológicos y psicológicos
revelan la vinculación de la retribución a la magia y a la
psicología colectiva del clan. Ese micromundo, visto por
nuestros ojos actuales, constituía la cosmovisión del alma
primitiva de nuestros remotos antepasados.
Dice Jiménez de Asúa que del pensamiento mágico
y contradictorio, tótem y tabú, van a derivarse toda
clase de formas retributivas. El "hechizo" en que se trata
de ejecutar un acto para que se produzca un resultado
que se desea (pintar el animal que quiere cazarse) y el
aspecto negativo del tabú que implica un cúmulo de des-
gracias si se realiza la cosa prohibida. "Aquella serie de
prohibiciones, a las que, con una frase polinesia se llama
ahora "tapú" o "tabú", tiene origen mágico y religioso, y
significa el principio de retribución en vida: Eldson Best
dice que tapú, entre los maoríes, significa prohibición, una
multiplicación del "No harás". No es incorrecto llamar
a estas prohibiciones las leyes de los dioses que no deben
ser infringidas" {Tratado de derecho penal, t. 1, p. 205).
254 VlCTIMOLOGÍA

La penalidad por la desobediencia de estos manda-


tos es el retiro del poder protector de los dioses. La insti-
tución religiosa está revestida de autoridad ilimitada por
el esotérico misterio' que encierran por naturaleza aspec-
tos que conducen a que la violación del tabú implique el
castigo. Pero ¿cómo se evoluciona en las formas de
castigo?
Northcte W. Thomas '''^ proporciona la siguiente ex-
plicación: "El castigo de la violación de un tabú quedaba
abandonado primitivamente a una fuerza interior que ha-
bría de actuar de un modo automático. El tabú se venga
a sí mismo. Más tarde, cuando empezó a constituirse la
representación de seres superiores demoníacos o divinos,
se enlazó a ella el tabú y se supuso que el poder de tales
seres superiores desencadenaba automáticamente elVasti-
go del culpable. En otros casos, y probablemente a cpnse-
cuencia de un desarrollo ulterior de dicha noción, tomó a
su cargo la sociedad el castigo del atrevido, cuya falta
traía el peligro sobre sus semejantes. De este modo, tam-
bién los sistemas penales de la humanidad resultan enla-
zados al tabú".
Para los psicoanalistas, el influjo del tabú en los pue-
blos no puede entenderse sin el concepto de la libido.
Según esta concepción el "tabú" polariza la tendencia li-
bidinosa de los miembros de la comunidad tribal. Ello se
debe a que produce una suerte de coparticipación de los
instintos a los fines que está destinado y a la sustitución
del yo ideal por el objeco, así como a la "identificación"
en la actitud de los componentes de la tribu respecto al
objeto. La total constelación de fenómenos actúa como
una reminiscencia de la evolución fiíog enética de la libido
humana y condiciona la formación de la colectividad y

''^ Enciclopedia Británica, Londres, 1924.


LA COMPENSACIÓN A LA VÍCTIMA 255

también el principio de la inducción directa de las emo-


ciones mediante la reacción simpática primitiva que Freud
denominaría "contagio de efectos".
Pero el temor al "tabú", dejando de lado los con-
tenidos inconscientes individuales y colectivos, se produ-
ce porque las ofensas contra los dioses se castigaban en
este mundo. La retribución es actual y no en el otro
mundo, lo que permitirá en una evolución posterior que
el tabú religioso y mágico se extienda en sus formulacio-
nes a las prohibiciones civiles que se realizan paulatina-
mente, aunque al principio se confundiera el mandato
divino y el estatuto de los hombres. El sacerdote es ade-
más juez. Lo divino se mezcla con lo profano y terrenal.
La evolución de las penas en las estructuras sociales
antiguas se origina en la sistemática penal que, según
Freud, se remonta al tabú. En un principio, era el propio
tabú violado el que toma venganza; después serán los
dioses y los espíritus agraviados; y, finalmente, la socie-
dad se hará cargo del castigo '^^.
La primera reacción contra el autor del hecho fue co-
lectiva. Se había violado el tabú y diríase las pautas de
convivencia social. La lapidación fue uno de los más anti-
guos castigos a imponer. De ello se desprendería que
cuando los hombres reaccionan masivamente queriendo
linchar, vuelven por el hilo de una herencia psicológica
inconsciente a ser pre-lógicos en una actitud arcaica, re-
trotraída a los ancestros.
Ei tabú violado exige la expiación. Los dioses, de lo
contrario, podrían irrumpir con sus calamidades en el
seno social. Es preciso purificar el ambiente de los da-
ñosos manes que han dejado el hecho y el autor, con su
acto. Si fuese un animal, le llegará inexorablemente el

•¡•S Sigmund Freud, Tótem y tabú, Obras completas. Biblioteca Nueva,


Madrid, 1948, ps 419 y ss.
256 VlCTIMOLOGÍA

castigo expiatorio. Y será, la propia víctima y sus fami-


liares los que ejerzan en todos los casos tal castigo.
No es el momento de dilucidar si la venganza pri-
vada estaba ligada causalmente a la pena o si era una
formulación de real contragolpe individual o una reacción
de la asociación de las tribus. Se acepta mayoritariamente
que la venganza reside de manera ínsita en la naturaleza
humana que reacciona contra el daño. La pena tiene más
un sentido social y restitutivo del mal causado.
Ello acarrea la conclusión forzosa de que la ven-
ganza es inmemorial, aunque como elemento ajeno a la
vida psíquica del vengador, porque aún no existe la con-
ciencia del yo y la reacción es eminentemente colectiva.
Los impulsos de defensa y de venganza resultan absolu-
tamente instintivos.
Nadie podía poner en tela de juicio la venganza pri-
vada ante el hecho violatorio. Tampoco se tomaban como
elementos valorativos la naturaleza y extensIoSr~del daño
sufrido. Seguramente la venganza iba más allá del mal
inferido. No había relación de magnitud. En una pala-
bra: la venganza privada estaba justificada pero no im-
portaba su adecuación y, por lo tanto, su exceso.
Al quedar la justicia en manos de la víctima (o las
víctimas, ya que está comprobado que esa venganza pri-
vada era de grupo a grupo) se producía una nueva lesión
a la comunidad generalmente mayor a la inferida por el
agresor, aunque también la víctima, haciendo uso de su
sentido de justicia, podía ofrecer su indulgencia. Esa era
por entonces la jerarquía de la víctima.
Se producían reacciones en cadena ante los nuevos
hechos, entre grupos, por concretar la venganza. De ahí
que no se distingue claramente en todos los casos, cuándo
ha sido concretamente una venganza privada o cuándo
LA COMPENSACIÓN A LA VÍCTIMA 257

se desencadenó una guerra siempre de sanguinaria


crueldad.

78. La ley del falión.

Las leyes de talión vinieron a poner coto a la falta


de proporción existente entre la lesión y la venganza
privada y, a la vez, a sentar el poder político de los muy
incipientes Estados. Se trata de restaurar el daño inferido
arreglando aritméticamente la situación ante la ofensa.
Con esta ley la gravedad de la lesión jurídica infligida se
compadece exactamente con la pena a aplicar. Y ya no
será la víctima (o su familia) quien determinará la exten-
sión de la lesión y aquella que corresponde inflingir.
De ahí que señale Drapkin (ob. cit., p. 375) que la
primera intervención de derecho de los primitivos legis-
ladores "fue para defender a quien infringió inicialmente
la norma social, es decir, al delincuente y no a su víctima.
No podía ser de otra forma, ya que los derechos de esta
última eran absolutos e ilimitados, mientras que los dere-
chos del delincuente eran aún inexistentes".
Se desliga a la víctima y a los suyos del manejo y
ejecución del castigo, para traspasarlo a un juez imparcial,
que somete a prueba los hechos y está exento de prejuicios.
La medida de la venganza, según la "Leges talionis"
debía concordar con la medida de la injuria inferida.
"Ojo por ojo, diente por diente, animal por animal. . .".
Esta directa ecuación que ya se conocía en tiempo de
los sumerios, se encuentra en el Código de Hammurabi y
posiblemente por su influjo pasa a la ley mosaica.
Wolfgang recuerda que el Código de Hammurabi no
se atuvo siempre a la proporcionalidad estricta que a
menudo se le atribuye. Además del delito cometido, se
tenía muy presente la categoría de la víctima y del victi-
258 VlCTIMOLOGÍA

mario. Si un noble destruía un ojo a otro noble, su propio


ojo debía ser destruido también; si le rompía un hueso, la
víctima, a su turno le rompía otro. Así también los dientes.
Pero si la víctima no era un noble el castigo era una
multa ''*.
La ley del talión es también conocida en el Código de
Manú en la India y en el Zend-Avesta persa, en varios
de los sistemas penales germánicos, en la Ley de las XII
Tablas, etc. '^^, y no siempre ha merecido una conceptua-
ción exacta. Se ha dicho que se trataba de un régimen per-
verso y cruel. Contrariamente, resultaba notablemente re-
novador y humano, ya que trataba de poner en su punto,
diríase aritmético, a la venganza. De hecho, cesaban gue-
rras de familias o tribus y daba a un juez la potestad de
proceder objetivamente. Drapkin, no sin razón, explica
que hay que captar la verdadera intención de la norma,
para lo cual resulta importante poner énfasis en las tres
palabras que suelen mencionarse en el texto original: "no
más que" un ojo por un ojo, "no más que" un diente por
diente, "no más que" una vida por otra vida, y expresa:
"Enfocado en esta forma, el principio taliónico pierde su
aparente y feroz insensibilidad y se transforma en una
medida que, amén de restringir el ilimitado derecho a la
venganza que tenía la víctima, inyecta un concepto de
ecuanimidad no existente hasta entonces. Éste es el ver-
dadero significado del talión, lo que explica su éxito y rá-
pida propagación en las legislaciones del mundo entero".

74 Marvin E. Wolfang, Concepíos básicos en la íeoría vicíimológica:


individualización de la víctima, en "Rev. Ilanud, al día", año 4, ii" 10, abril,
1981, San José, Costa Rica, p. 69.
'7B Fue defendido por Pitágoras y Solón, en Atenas, Grecia. El mis-
mísimo Kant lo señaló como la penalidad más justa y fueron partidarios del
principio taliónico Betham y Filangieri.
LA COMPENSACIÓN A LA VÍCTIMA 259

79. La composición o compensación. Faculfades


del ofendido.

A medida que se va avanzando en la historia de la


humanidad la violenta reacción que terminaba con el san-
guinario aniquilamiento del ofensor, primero, y la infli-
ción de un similar daño después, se van amortiguando y
la víctima asume otro rol. Ello se debe a dos clases de
circunstancias complementarias.
a) Se advierte que la reacción violentísima de la vic-
tima no conduce a ninguna relación propicia y no tiene
mayor sentido.
b) Se encuentra en la compensación o composición,
monetaria que deberá prestar el ofendido, una aceptable
fórmula de resarcimiento.
La elección de la cantidad le corresponde a la víc-
tima: la venganza por el mal inferido debe sufrirla el agre-
sor (muerte por muerte) o merece indulgencia a través
de la dación de una suma de dinero que el agredido esti-
pula. Las XII Tablas mantienen el principio taliónico pe-
ro estipulan, "a no ser que la víctima lo determine de otra
manera de acuerdo con el malechor".
Las atrocidades de las penas, en ciarlas legislaciones,^
como los Fueros españoles, tenían como ratio legis lograr
la compensación. Es siempre la víctima y su familia la
que tiene poder discrecional y efectivo en el ejercicio del
derecho a la venganza. Los jueces son sólo regulado-
res para casos dudosos.
Notables resultan las prescripciones de los Incas del
Alto Perú. Centraban su preocupación más que en el de-
lito, en la víctima. Las normas que se han investigado
establecían que el autor de un hecho dehctivo antes de
cumplir la pena —que generalmente era de muerte— de-
260 VlCTIMOUOGÍA

bía indefectiblemente pagar los daños a la víctima con


acuerdo a una suma estipulada por el gobernador del área.
Como la estructura política incaica era hermética y rigu-
rosa, nada ni nadie podía escapar a la tutela del inca. De
manera que si el victimario no podía pagar personalmente,
era su clan familiar el que debía compensar. Si no podían
hacerlo, debía pagar la aldea de la cual provenía y en la
que vivía y, si aún así la paga fuera imposible, el propio
inca extraía la suma del erario de la comunidad. Las dis-
posiciones eran precisas.
No se debía castigar al agresor hasta que no se obla-
ra la compensación a la víctima privada y, más luego, se
producía la ejecución penal para resguardar a la comuni-
dad por el hecho cometido ''^.
Cuando los germanos invaden la Europa Occiden-
tal, llevan a los pueblos que ocupan (lo que sería Italia,
Francia, Inglaterra y España) sus normas penales, en
las que estaba muy desarrollado el sistema de composi-
ción. La correspondiente al homicidio se denomina~^^'wher-
geld", que los italianos llamaron "guidrigildo" y los an-
antiguos castellanos "veregildo". Todos los parientes de
la víctima tenían la solidaria obligación de vengar la muer-
te de su allegado y, obviamente, sustituir la pena de
muerte por el "veregildo" o cobro de una suma de dinero
{compositio mortui) que se repartían entre ellos.
Las sumas a percibir, monto y distribución, se encon-
traban sujetos a una especie de tablas con tarifas. En una
evolución posterior la composición quedó en manos de los
jueces que eran quienes manejaban esas tablas. Se deja-

re Juan José Vega, El robo en el imperio de los meas, en "Revista Po-


licial del Perú", 1959, n ' 262, p. 38. Habían previsto la existencia de delin-
cuentes ocasionales y habituales. Con respecto a estos últimos se los reprimía
con penas muy severas: muerte, flagelación, encarcelamiento y confinación en
la selva.
LA COMPENSACIÓN A LA VÍCTIMA 261

ron de lado las transacciones privadas, que pasaron al


texto de la ley, y su manejo fue confiado a la autoridad
de los jueces.
Resultan curiosas las formas que revestía la "com-
posición" con respecto a la calidad del occiso y al grado
de parentesco. La muerte de un hombre era objeto de una
"composición" sustancialmente mayor al de una mujer; la
de un joven, mayor que la de un sujeto entrado en años;
la de una persona sana, mayor que la de un enfermo. Con
respecto a la calidad del parentesco, el pariente legítimo
cobraba más cantidad que el que no lo era; en un princi-
pio la mujer no podía percibir porque se la consideraba
incapaz de practicar la venganza familiar. Fue Liutpran-
do el que posteriormente le dio acceso a esa participación
únicamente para el caso que faltaran herederos varones.
En síntesis: cabe advertir la importancia que se asig-
naba a la víctima desde la antigüedad hasta bien entrado
el Medievo. Era titular, por así decirlo, de la acción y la
justicia que ejercía sin miramientos; era debidamente com-
pensada por el daño irrogado, pudiendo al principio fijar
su monto. Después quedará sepultada su figura durante
siglos y, cuando adviene la criminología, el sentido de to-
da lucubración pasará por tuomo delinquente y así
se ahonda, hasta hace tres décadas, la razón de ese ol-
vido.
La victimología aspira a rescatar a la víctima de ese
olvido en el consenso social, científico y legislativo.

8 0 . E! derecho al resarcsmietito económico.

Los tiempos actuales parecen signados por una ira-


cundia tan necia como irrefrenable. Es probable que la so-
ciedad capitalista industrial, jamás haya sufrido un alud
262 VlCTIMOLiOGÍA

de tan extremada violencia precedida por la pérdida del


sentido ético de la vida humana, de la santidad de la vida.
Terrorismo, subversión, delitos de etiología política, re"
presión, terrorismo opresivo de Estado, aniquilamiento de
grupos minoritarios por razones étnicas que encubren
abrumadores negocios económicos. Todo ello deja tras sí
una trágica y muy considerable cantidad de víctimas ino-
centes.
La víctima puede y debe demandar, diría gritar, al
Estado por el derecho a su no victiraización y a una vida
armoniosa y digna.
Desgraciadamente, constituye el "vastago ignora-
do", por el derecho y las disciplinas penales. La atención
estatal y general se centra en el delincuente lo que produ-
ce con toda razón la irritación de criminólogos como Drap-
kin y Zípf, entre otros. Sus argumentos son insoslayables.
Se trata hoy de proteger al delincuente para no decretar
su detención sin los recaudos procesales debidos, dado
que existe una presunción de inocencia de su culpa hasta
que una sentencia pruebe lo contrario; de concederle lo
antes posible la libertad provisional caucionada porque
se ha dicho que la libertad provisional debe ser la regla
y la negación, su opuesto; que los establecimientos car-
celarios en que deberán permanecer mientras dure el pro-
ceso sean limpios y confortables para no deteriorar aún
más su personalidad social y psíquica; de brindarle segu-
ridades y proteger sus derechos; si llega a ser condenado
enviarlo a establecimiento de nuevo tipo con las^^mejores
posibilidades para su repersonalización y rehabilitación
social; que pueda codirigir el penal por medio de sus re-
presentantes; y, además, se intenta arbitrar medidas alter-
nativas más leves. En fin, reubicarlo socialmente median-
te patronatos y comités integrados por miembros de las
LA COMPENSACIÓN A LA VÍCTIMA 263

llamadas "fuerzas vivas" y liberados o ex reclusos. Y, a


todo esto, ¿nos acordamos de las víctimas. . . ?
Drapkin apunta posiblemente en base a la realidad
estadounidense, que los criterios de evidencia para decre-
tar la detención deben ser múltiples y, si no es así, delin-
cuentes confesos de hechos violentos pueden volver a la
sociedad de inmediato. Se pregunta si mientras no se con-
sigue otra prueba no se estará subrayando la violencia
"ocial, o si no se la está amparando con sentencias leniti-
vas que favorecen la reiteración delictiva y la reincidencia.
Si se comparan estas situaciones con el olvido y el
desamparo moral y material de la víctima, unido muchas
veces a la minusvalía física que le impide trabajar (lesio-
nes graves, por ejemplo), no deja de llamar a perplejidad.
En teoría, al menos, se piensa en medidas para ga-
rantizar los derechos del delincuente y se olvida el desam-
paro de la víctima, lo que se extrae del escaso interés de
los investigadores y las leyes.
Aunque mal no fuere, frente a la existencia diaria de
delitos de atroz ferocidad con que se pone en juego la vi-
da humana particularmente en ciertas ciudades (Nueva
York, Chicago, El Cairo, Bogotá, Lima, etc.), ha llegado
ya el momento de "simpatizar" con la víctima. Habría que
reparar en la posibilidad diaria .-—y cada vez más con-
creta—• de ser pasibles de una agresión criminal.
Sería burdo establecer una suerte de comparación por
antítesis y decir: los delincuentes tienen o han logrado
tales o cuales derechos y beneficios, mientras que los agre-
didos siguen en una ineluctable orfandad. Camino tan
imbricado no se desbroza por la existencia de tales anti-
nomias. No hay que olvidar que si bien los delitos suelen
ser hoy más atroces y de inusitada agresividad, muchos
de los que llegan a la cárcel han sido antes víctimas de
una sociedad que parece haberlos programado y que en
264 VlCTlMOLOGÍA

muchos casos no les brindó posibilidades de ajuste a la


vida por diferencias de oportunidad.
Estoy del lado de los que no creen que las penas por
más severas que fuesen puedan erradicar, o siquiera pa-
liar, la delincuencia violenta (y no violenta) y que el pro-
blema de la víctima debe ser resuelto independientemente
de cualquier reforma procesal o penal respecto del delin-
cuente. La abrumadora ola de crímenes —incluidos los del
tránsito vehicular.— deben convencer a los Estados de la
urgente necesidad de encarar en lo vivo las medidas de
prevención, por un lado y, por el otro, arbitrar los medios
para un rápido resarcimiento económico de las víctimas.
Ya no puede dudarse de que ese resarcimiento como
la antigua composición, es un derecho de la víctima y que
es ineludible estudiar las posibilidades de llevarlo a cabo
con agilidad.

81 . E¡ i-esarcimienfo del daño por el Esfado.

Los Estados que protegen a través de un código pe-


nal diversos bienes jurídicos en aras del interés social, no
continúan hasta sus últimos extremos el robustecimiento
de ese mismo interés, mediante una política criminológica
que permita eliminar consecuentemente los daños del he-
cho punible.
Muchas veces las víctimas ni siquiera están entera-
das de su derecho a la reparación material, pues no se les
ha informado debidamente en sede policial y judicial.
Después del delito, la víctima suele ser damnificada
ahondando su desesperación. Ello ocurre de diferentes
maneras perfectamente comprobables. Se le permite la per-
secución penal en carácter de particular^'^damnificado y
se acepta su cooperación en el esclarecimiento del hecho
cometido en su contra. Para ello, se la interroga como tes-
LA COMPENSACIÓN A LA VÍCTIMA 265

tigo, se la hace participar en careos y se le reciben todas


las pruebas que tenga. Pero es en la consideración de la
reparación del daño y en su persecución pena! y civil don-
de va a padecer su impotencia, ya que cuando acude a los
estrados judiciales no logra conformar en el tiempo debi-
do su pretensión. La víctima acrecienta así sus carencias,
aspiraciones y pesares.
Hay lesiones como la pérdida de la vista, parálisis,
e imposibilidad de locomoción, etc., que adquieren la des-
graciada categoría de daños permanentes que nunca se
podrán reparar sino por los medios que el hombre inventó
y el derecho consagró: la indemnización monetaria que
debería en ciertos casos ser automática, sin que la víctima
deba meterse en el túnel judicial para tras largo tiempo
atisbar la luz en uno de sus extremos.
¿Qué ocurre cuando el delincuente demandado no
posee medios económicos o se encuentra recluido en un
establecimiento penal en que no trabaja, o trabaja y no
le pagan más que migajas. . . ? Si volvemos los ojos atrás
en el tiempo, concluiremos en que la víctima se vio mucho
mejor amparada, antaño a través de la composición que
pactaba con su agresor, que en los tiempos que corren.
Y si nos inspirásemos en esa composición y pensára-
mos en la ineficacia y el daño que ocasionan las penas cor-
tas de prisión, sería posible preconizar, armonizando todos
los extremos, que deberían existir como pena en determi-
nados delitos, el resarcimiento económico en favor de la
víctima, sin mandar a prisión al condenado. Con ello se
lograría una pena alternativa de la privación de libertad,
usada con demasía en los últimos años.
El resarcimiento moral y material, del daño emergente
y lucro cesante, que marcan las leyes penales para ser de-
mandada en sede penal (por ej. el art. 29 del Cód. Penal)
difícilmente llegue en el tiempo requerido por la víctima
266 VlCTIMOLOGÍA

para mitigar su preocupante situación y la de su familia.


Habrá que esperar la sentencia del juicio penal '''^.
Otra de las posibilidades que la ley le ofrece es recu-
rrir en sede civil. Ello implica empleo de tiempo, nuevos
gastos y resultado dudoso.
Mientras estos juicios, tanto el penal como el civil, se-
gún sea la opción, siguen su curso y crece la expectativa
del ofendido de lograr un resarcimiento, el tiempo pasa. Y
a veces, como señalé anteriormente, el demandado se en-
cuentra cumpliendo pena en prisión, tras haber estado re-
cluido en detención preventiva, lo que impide casi concre-
tar la indemnización. El victimario no tiene bienes.
La condena al pago de tal indemnización puede dar
lugar a un nuevo juicio de ejecución de sentencia y a la in-
hibición en el Registro de la Propiedad Inmueble u otras
ficciones: no hay bienes ni posibilidades de cobro del daño
irrogado. Sólo pérdida de tiempo, gastos y el ahondar el
sentimiento de victimidad, desvirtuando la finalidad de la
ley.
Con la prontitud del caso, debe ser el Estado quien
proceda a resarcir el daño. Los hechos contra la vida o la
integridad física o el robo, que derivan en imposibilidad
laboral para el agredido, pueden ser constatados rápida-
mente por medio de una investigación social, a fin de evi-
tar una mayor victimización del damnificado y su familia.
El Estado, por medio de sus contribuyentes, paga a
la policía para evitar delitos o, al menos, para reducirlos.
Eso no siempre se logra pero sí se pueden reducir sus efec-
tos. Uno de esos efectos es el daño que ocasiona a particu-
lares, sobre todo humildes. Está bien que el Estado con-
tribuya rápidamente a solucionar el problema, aunque mal
no fuera, porque la policía no ha prevenido eficazmente.

'^7 Heinz Zipf Introducción a la política criminal, Ed. Edersa, Jaén,


España, 1979, p. 174.
LA COMPENSACIÓN A LA VÍCTIMA 267

Los detractores del sistema argumentan que con resar-


cimiento tan rápido y efectivo se corre el riesgo de que se
fragüen delitos y situaciones afligentes. Este argumento,
además de derrotista no parece serio. Será mejor pensar en
los logros que en esas conjeturales posibilidades. Una se-
ria encuesta de la situación de la víctima y su familia va a
arrojar en el juicio penal precisiones sobre si la situación
es simulada. En los ejemplos que vengo refiriendo, esa si-
mulación significaría suicidarse, autoinferirse lesiones o el
robo de sí mismo. Por supuesto que me refiero al robo a
personas físicas y carnales, no a un banco.
El hecho de que el Estado solvente inmediatamente la
situación económica de la víctima directa y sus familiares,
no obsta para que la víctima pueda intentar el resarcimien-
to económico por la vía penal o civil.
Señala López Rey y Arrojo (Criminología internacio-
nal, p. 164) : "La responsabilidad civil del delito ha de con-
figurarse conforme a exigencias de la sociedad post-indus-
trial que demandan una más directa responsabilidad com-
pensatoria del Estado, debido en parte a su mayor inter-
vencionismo y al hecho de que los sistemas penales siguen
mayormente operando respecto "a los de abajo", cuya ca-
pacidad compensatoria es nula o reducida". Este autor, que
muy atinadamente insta a los criminólogos al estudio y tra-
tamiento de los delitos no convencionales y a asir científi-
camente algunas de las calamidades de esta sociedad que
denomina posindustrial, afirma que tanto los sistemas pe-
nales como la política criminal (o criminológica) deben
proteger a la víctima, y expresa: "Ello no signifique res-
pecto al delincuente que se le trate en forma cruel, inhu-
mana o degradante. La compensación efectiva de las víc-
timas de la criminalidad corresponde subsidiariamente al
Estado. En los crímenes de terrorismo será subsidiaria-
mente responsable civilmente antes que el Estado toda
268 VlCTIMOLOGÍA

organización o partido político que apruebe los actos te-


rroristas cometidos o se halle en estrecha relación con los
grupos u organizaciones que los perpetren" (ob. cit., p.
178).
Resulta evidente que en el caso de terrorismo de Es-
tado exteriorizado en muerte o tortura por ejemplo, debe
ser el propio Estado quien acuda directamente al resarci-
miento de la víctima.
Amnistía Internacional, organización que viene bre-
gando desde hace años para la abolición de la tortura, se
ocupó de dos temas acuciantes y generalmente silencia-
dos : la responsabilidad de los médicos asistentes a las se-
siones de tortura y el resarcimiento a los agredidos por
ese deleznable y cruel medio que se utiliza generalmente
en las dictaduras.
No corresponde referir en este trabajo lo atinente a
la complicidad del profesional médico; sólo decir que quie-
nes así proceden en cualquier parte del mundo, proyectan
una condición humana oprobiosa similar, en su cruel-
dad y desapego a todo rasgo moral, a los torturadores
materiales. Con respecto al resarcimiento de las víctimas,
el tema fue tratado por Amnistía Internacional conjunta-
mente con otros, en San José de Costa Rica, del 11 al 15
de enero de 1980, en el marco de activistas por los De-
rechos Humanos. Se resolvió proponer una serie de prin-
cipios sobre la compensación financiera según los cuales
tanto la tortura como cualquier "otra forma de castigo
cruel, inhumano o degradante" constituyen terreno legal
para exigir una restitución por parte del Estado. Se señala
que la tortura infligida en cualquier edificio o complejo
público, "al margen de si el torturador actúa en su capa-
cidad oficial o personal, constituye prueba prima facie de
que la tortura se llevó a cabo o fue instigada por una au-
LA COMPENSACIÓN A LA VÍCTIMA 269

toridad pública, implicando así responsabilidad plena del


Estado".
Se bosquejan los rubros que comprenderán tal resar-
cimiento, que incluyen, entre otros, al margen de los mo-
rales, los gastos de tratamiento médico y rehabilitación de
la salud física y mental por el dolor y sufrimientos cau-
sados a la víctima. Como elemento probatorio de la tor-
tura, amén de los dichos y pruebas periciales, están "las
conclusiones de los organismos autorizados por la O.N.U.
que han investigado actos de tortura y deberían tomarse
en cuenta en su totalidad en los procesos relativos a las
peticiones de restitución '^^.

8 2 . El trabajo carcelario y la reparación del daño.

El trabajo es un derecho inherente a la persona hu-


mana. Se halla garantizado en las leyes fundamentales
de diversos países a partir de la Revolución Francesa y
no existe ley alguna, ni pudiera haberla, que además de
privar de la libertad condene al ocio forzado, aunque
quien recorra cárceles y penitenciarías puede creer lo con-
trario. Tanto donde se cumple detención preventiva como
condenas, en países de Latinoamérica y también en Euro-
pa (Portugal, España, Francia, Italia), hay presos en
continua y permanente ociosidad. Un porcentaje mínimo
labora y no siempre en trabajos útiles y productivos.
La historia del trabajo carcelario es la historia de la
explotación de seres humanos muchas veces doblemente

•¡"S Amnistía Internacional, Informe 1980, Ed. Amnesty International Pu-


blications, Londres, 1981, ps. 17 y 18. Como parte de los esfuerzos para ganar
el reconocimiento intergubernamental de que los estados responsables de tortura
deben indemnizar materialmente a las víctimas y las consecuencias médicas y
sociales a largo plazo sobre éstas. Amnistía Internacional decidió presentar
estos principios ante el Congreso sobre prevención del delito y tratamiento del
delincuente de la O.N.U., realizado en Caracas, Venezuela, en 1980.
270 VlCTIMOLOGÍA

sumergidos. La mano de obra obligatoria y barata, pési-


mamente remunerada, no tiene puntos de contacto con el
derecho a trabajar del hombre y por ende del recluso, pe-
ro sí y muchos, con la repulsa al delincuente y su victimi-
zación que se ahonda en el encierro.
Desde Howard a la actualidad se admite que el tra-
bajo es terapia, y un elemento insustituible para cualquier
tratamiento carcelario con miras a la llamada readapta-
ción social. Si suponemos un recluso ' - ' ¡ y a fe que hay
muchos!— cuyo delito ha sido un hecho marginal en su
vida, pero que desde siempre ha trabajado, habrá que
admitir que el ocio a que se lo fuerza es un castigo conexo»
Castigo que se extiende a su familia —^que nada tiene que
ver con el delito— y que se ve constreñida económica-
mente a un reacondicionamiento a veces escabroso en sus
medios y consecuencias.
No estoy seguro de que el trabajo carcelario sea una
terapia para quien siempre trabajó y puede enseñarle el
oficio al mismísimo artesano que se le designa en la pri-
sión para aprender. Podrá ser una terapia ocupacional,
anímica, reconstituyentes de un saludable hábito, pero
nunca tal terapia o trabajo será feliz y proficuo si no se
encuentra correctamente remunerado. El recluso debe per-
cibir a igualdad de tarea y horarios, el sueldo del opera-
rio o del empleado del mundo de extramuros.
Cuando el Estado, por medio de la administración
carcelaria, abona sueldos que alcanzan sólo para comprar
diariamente cigarrillos, está estafando y descendiendo al
ínfimo estrado de canallería porque el preso pocas veces
puede defenderse. Y el ejemplo que le brinda a un hom-
bre que ha caído y debe reivindicarse ante sí mismo, su
familia y la sociedad, es nefasto a la vez que acentúa que
más interesa el trabajo que pueda brindar, que él perso-
nalmente.
LA COMPENSACIÓN A LA VÍCTIMA 27!

Si el trabajo fuera respetado, remunerándoselo debi-


damente, reconociéndosele las cargas sociales y familia-
res, seguros y horarios, la situación podría revertirse. No
se entiende seriamente, si son válidas las anteriores pre-
misas, que el procesado detenido preventivamente no esté
obligado a trabajar. Se suele decir que no se le puede com-
peler y siquiera solicitar que labore porque no se halla
condenado...
Es allí donde despunta la raíz de un preconcepto en
su esencial naturaleza. El trabajo fue antaño parte de la
pena. El estado ligaba la idea expiacionista con otra mu-
cho más pedestre: la utilidad. Entonces efectuaba depor-
taciones ultramarinas liberando a reclusos para enviarlos
como contingentes colonizadores (así se fundó Brasil o
se construyó Sidney en Australia, por ejemplo); de ahí
también las galeras, verdaderas prisiones flotantes, los
presidios arsenales, el laboreo de minas y lo que se cono-
ce, en fin, como "trabajos forzados". El procesado debe
trabajar porque el trabajo no es un castigo sino un dere-
cho y un hábito saludable.
Se alega que hay procesados que están sólo por al-
gunos días. Lamentablemente es cierto, por el abuso que
se suele hacer de la detención preventiva, pero también
lo es que hay procesados que pasan años en esa situación,
junto a condenados, sin que se les aplique tratamiento
penitenciario alguno.
Prevenidos y penados deberían trabajar y percibir
sueldos normales que les permitan mantener a sus fami-
lias y a las víctimas de determinados delitos, resarcién-
dolos con parte del peculio. Nada impide que el Estado
pague rápida y directamente a la víctima sin recursos, inu-
tilizada por el delito, sus primeros gastos y así en lo su-
cesivo, compensando luego con el trabajo del recluso.
272 VlCTIMOLOGÍA

Es posible que estas ideas puedan parecer una con-


jetura fantasiosa a ciertos espíritus que creen estar con
los pies en la tierra y se autoproclaman realistas. Cabría
recapacitar entonces en el costo social y económico de un
recluso que, como tantos otros, no trabaja en las prisiones.
Pasa a ser simplemente una unidad más en el mundo del
depósito carcelario y de consumo.
El pago del resarcimiento a su víctima, tendrá, si se
lo sabe encauzar, un sentido de fuerte impacto en la re-
habilitación moral del recluso.
En algunos países la reparación del daño se consi-
dera como un requisito previo para obtener los beneficios
de la preliberación, libertad bajo palabra, "parole", proba-
tion, etc. Se trata de que el trabajo en prisión permita
efectuar tal pago. No sería más que una cruda paradoja
que el liberado se vea precisado a delinquir una vez más
para saldar la devtda contraída.

8 3 . Algunas críticas.

Sosa Chacín señala no sin alarma, que se ha preten-


dido que la indemnización debería ser pagada por el Es-
tado y ser ampliada a otro tipo de víctimas. Cita a Sou-
chet quien dice: " . . . si la parte de responsabilidad de
la víctima debería ser dilucidada por una búsqueda más
científica, utilizando la psicología y la psiquiatría, las par-
tes civiles deberían recibir reparación, en todos los casos
donde la culpabilidad del infractor, esté objetivamente es-
tablecida. La víctima de estafa debería obtener repa-
ración de la sociedad cuando el delincuente está sin re-
cursos, al mismo título que la víctima de un accidente de
tránsito. El deber de la comunidad es, antes que nada, de
indemnizar a la víctima antes que castigar al criminal. Pe-
nando una falta, la sociedad se arroga el derecho divino;
LA COMPENSACIÓN A LA VÍCTIMA 273

ella establece el orden con todo lo que ello pueda com-


portar de prolongación metafísica. Reparando un perjui-
cio, ella reajusta el equilibrio social que el delito ha roto.
La opinión pública está lamentablemente más seducida
por los criminales que apiadada de las víctimas" (ob. cit„
p. 242).
Ya Beniamin Mendelshon había dado la idea de
crear fondos especiales o de compañías de seguros para
indemnizar a la víctima, tras que ésta hubiese ejercido
todos los medios normales y la propia sociedad no logra-
ra el resarcimiento por el victimario o por el tercero civil-
mente responsable. Según el caso, la indemnización debía
ser parcial o total y se cubriría por una prima a deducir
de la contribución por impuestos de los ciudadanos. El
Estado a su vez podría resarcirse repitiendo del autor del
hecho.
Sosa Chacín cree utópico recargar de impuestos a
los ciudadanos con esos propósitos; ya que existen nece-
sidades inmediatas de mayor urgencia social, "cualquier
alza de los impuestos debería ser aplicada preferentemen-
te a otros fines". Expresa que para atender los servicios,
habría que crear una burocracia "innecesaria y costosa y
absorbería una buena parte de los fondos".
Esta postura francamente pesimista se encuentra su-
perada. Recuerda, eso sí, a los funcionarios que dicen "pa-
ra qué ocuparse de las cárceles cuando en los hospitales
faltan medicamentos, gasa e inyecciones". Como si exis-
tiesen males prioritarios o no hubiera que combatirlos a
todos desde la parcela, grande o pequeña, de su inciden-
cia. También contribuimos con impuestos para solventar
la gran burocracia penitenciaria y la ociosidad de los re-
clusos.
Cree el citado autor que "aumentarán los delitos de
fraude contra el Estado por la cantidad de personas des-
274 VlCTlMOLOGÍA

honestas que verían en aquella entidad la solución a sus


problemas económicos y que se dedicarían a inventar de-
litos imaginarios". No advierte que esas personas desho-
nestas deberán pasar por un juzgado penal, donde se ha-
rán las investigaciones y pericias del caso y para lo cual
se colectarán elementos de convicción fehacientes. No
creo que puedan ser tantas las personas que pretendan
defraudar al Estado, pero aunque así lo lograsen, no se
debería suspender o interrumpir la experiencia respecto
de las reales víctimas. Sería como prohibir los permisos
de salida de una prisión porque un recluso beneficiado no
volvió.
Por eso creo que resulta excesivamente sutil el pro-
fesor venezolano cuando comenta: "Reparando los daños
no eliminaremos el delito; por el contrario, estamos crean-
do el peligro de aumentarlo tal como antes dijimos" (ob.
cit., p. 243).
Zipf aduce que en Alemania se ha suscitado una viva
discusión sobre la indemnización estatal sobre todo en he-
chos punibles contra la vida y la integridad física. Ex-
presa que en el ámbito nacional fue presentado en el Bun-
destag el 23 de setiembre de 1971 un Proyecto de Ley
sobre ayuda a víctimas de hechos punibles. La propuesta
aspiraba, entre otras cosas, a que las personas que hubie-
ran sido perjudicadas por una acción conminada con pe-
na, deban ser incluidas en el Seguro de Accidentes. Se
trataba de ayudar en delitos que producen daños físicos
graves y señala que " . . . si al Estado no le fuese posible
cumplir su función de impedir el delito, esa función pri-
maria de impedir el delito se transformaría en hechos pu-
nibles no evitados". Cita a Jeschek, quien, adhiriendo al
sistema, señala que esta función del Estado se deriva "del
deber de asegurar el orden jurídico y el orden de paz"
(ob. cit., p. 175).
LA COMPENSACIÓN A LA VÍCTIMA 275

El tema de la compensación fue tratado intensamen-


te en el Primer Simposio de Victimología realizado en Je-
rusaíén en 1973 y figura en sus conclusiones y recomen-
daciones como un temario abierto, enmarcado en interro-
gantes, para servir a la reflexión de los gobiernos y los
estudiosos (ver Anexo).

8 4 . Protección privada. Seguros.

El resarcimiento a la víctima de delitos como fun-


ción pública debería incorporarse a las legislaciones más
modernas pero no para que quede en letra muerta sino
para prohijar su efectiva ejecución. Comprender cabal-
mente que cualquier persona puede devenir víctima y dis-
tinguir, fundamentalmente, las magras posibilidades eco-
nómicas y familiares que el delito ha ahondado.
La protección estatal a las víctimas puede, en sínte-
sis, proveerse con las siguientes medidas: a) En ciertos
delitos establecer como pena el trabajo del autor a fin de
indemnizar a la víctima. Esta pena funcionaría como al-
ternativa o sustitutiva de la privación de la libertad; fe) el
trabajo del recluso bien remunerado permitirá que una
suma sustancial pase a la víctima en carácter indemniza-
torio; c) el pago directo e inmediato por el Estado a víc-
timas de determinados delitos que ocasionen muerte, le-
siones permanentes o graves, robos u otras sustracciones
hasta que las víctimas puedan rehacer su situación.
Existe otra formulación de pago por medio de em-
presas privadas de seguros contra delitos en general, que
implica un medio de autoprotección. Quien se asegura es-
tá explicitando de manera terminante que por su capa-
cidad económica no requerirá que el Estado o, la comu-
nidad, solvente la situación emergente de un delito.
276 VlCTIMOLOGÍA

Si todas las víctimas pretendieran que el Estado ase-


gure la indemnización correspondiente, se transformaría
en un negocio sumamente arriesgado y una carga pública
muy difícil de solventar.
En Estados Unidos, muy especialmente en Nueva
York, existen varias compañías que cubren las necesida-
des de buena parte de esa ciudad. Cometido el delito y
labradas las primeras actas, ya puede la víctima reclamar
a la compañía. Es curioso cómo efectúan los estudios de
incidencia delictual. Realizan un relevo social para cons-
tatar estadísticamente la producción de ciertos delitos en
determinadas áreas de la ciudad, su volumen, violencia y
resultados. De tal modo se establece la tasa a pagar. En
un barrio muy criminógeno es más alta que en otros.
En nuestro país, en el año 1973, durante el auge de
secuestros efectuados por grupos extremistas, las empre-
sas extranjeras que operaban en la Argentina estudiaron
la posibilidad, que no sé si llegó a concretarse, de esta-
blecer fondos comunes de rescate de carácter fijo. El dia-
rio "Clarín", del 30 de mayo de ese año, informa: "Otro
aspecto muy tenido en cuenta por las grandes empresas
es el que se refiere a las fuentes de recursos para pagar
los probables rescates. De esa manera ya casi todas las
que aquí operan han creado un «fondo fijo» para rescates,
lo que les permite abonar la suma requerida en forma in-
mediata, aún en los días feriados o en los fines de semana.
"Un punto que está siendo analizado por los altos di-
rectivos es la utilización de seguros para el pago de los
rescates, pero es improbable que el «seguro de secuestro»
sea utilizado, por su costo".
Estas compañías que se unen y crean un pozo común
y fijo para hacer frente a las pretensiones y demandas de
los delincuentes, podrán paliar el daño patrimonial que el
LA COMPENSACIÓN A LA VÍCTIMA 277

delito pueda causales, pero además, están explicitando y


alentando la acción delictiva.
Él o los actores del secuestro a un empresario sabe
de antemano que hay un fondo fijo con el cual se van a
resarcir y no habrá mayores problemas para hacerse de
la suma requerida (también los fines de semana. . . ) . Por
otra parte, la víctima no permite con su aceptación tácita,
entrar en el debate siquiera de si debe o no abonarse a
los autores de secuestros o dar cuenta a la policía.
Nada impide que se establezcan distintos tipos de se-
guros similares a los de automóviles contra riesgo de muer-
te o lesiones a un tercero, para el caso de ser víctima de
un delito contra la vida o la propiedad u otros valores
jurídicamente protegidos. Ese aseguramiento, debidamen-
te constatado el hecho estipulado en las cláusulas asegu-
rativas, debería ser de cumplimiento expeditivo.

8 5 . La experiencia mexicana.

A partir del año 1966 y al influjo del gran criminó-


logo Alfonso Quiroz Cuarón, se inició en el Estado de
México una ponderable reforma carcelaria. Por ese año
se creó el hoy célebre Centro Penitenciario de Toluca, en
verdad un complejo penitenciario con los tres niveles de
seguridad (máxima, media y mínima) y se puso a su fren-
te al Dr. Sergio García Ramírez, quien trabajó allí con
el Lie. Antonio Sánchez Galindo, ambos discípulos del
criminólogo citado.
Recién en el año 1971, y reflexionando sobre los pri-
meros resultados de ésa y otras reformas carcelarias, se
creó un notable cuerpo legal con muy pocas normas, la
Ley de Normas Mínima sobre Readaptación Social de
Sentenciados, para el Distrito Federal y para los reclu-
sos federales de todo el país. Los otros estados mexica-
278 VlCTIMOLOGÍA

nos fueron adecuando sus establecimientos carcelarios al


estilo del de Toluca y legislando normas similares para
el trato de los reclusos. Pero ya en 1969 el Distrito Fede-
ral se puso a la vanguardia de América y buena parte del
mundo, creando, por inspiración de García Ramírez, en-
tonces Procurador General de Justicia, una ley de pro-
tección y auxilio a las víctimas de delitos.
Allí se fija claramente la manera de comprobar el es-
tado económico de las víctimas a las cuales la ley proteje,
por medio de un organismo de antigua raigambre en va-
rios Estados del país, el Departamento de Prevención y
Readaptación Social. Se fijan las formas de recaudar los
fondos para el auxilio previsto sin necesidad de recurrir
a imposiciones de los contribuyentes. Por su importancia lo
transcribo a continuación.

8 6 . Ley sobVe auxiüo a las víctimas del delito.

Att. r — "El Departamento de Prevención y Re-


adaptación Social brindará la más amplia ayuda, confor-
me a las posibilidades y necesidades, a quienes se encuen-
tran en difícil situación económica y hubiesen sufrido da-
ño material como consecuencia de un delito, cuyo conoci-
miento corresponda a las autoridades judiciales del Es-
tado. Esto se entiende sin perjuicio de lo previsto acerca
de la reparación del daño, en el Código Penal, y en el Có-
digo de Procedimientos Penales.
"Para el anterior efecto, el propio Departamento
comprobará en forma sumaria y por los medios que juz-
gue pertinente la causa del daño que ante dicha depen-
dencia se manifestase, su monto, y la necesidad urgente
que el dañado tenga de recibir ayuda del Estado.
"Se deberá comprobar que el solicitante, carece de
recursos propios con que subvenir a sus necesidades in-
LA COMPENSACIÓN A LA VÍCTIMA 279

mediatas, y que no le es posible obtener, en forma lícita


y adecuada, auxilio de otra fuente".
Art. 2" — "El auxilio que el Departamento de Pre-
vención Social brinde a la víctima del delito, podrá ser de
cualquier clase, según las circunstancias del caso, para
lo cual recabará la colaboración de dependencias y orga-
nismos públicos que estarán obligados a prestarlas en la
medida de sus posibilidades. Asimismo, el Departamento
podrá solicitar la ayuda de particulares".
Art. 3° — "La asistencia económica que se preste, cu-
yo monto será prudentemente regulado por el Jefe del De-
partamento de Prevención y Readaptación Social, a fin
de que sea posible brindarla al mayor iiúmero de perso-
nas, se otorgará con cargo a un fondo de reparaciones
integrado con las siguientes percepciones:
"1) La cantidad que el Estado recabe por conceptos
de cauciones que se hagan efectivas en los casos de incum-
plimiento de obligaciones inherentes a la libertad provi-
sional bajo caución, la suspensión condicional de la con-
dena y la libertad condicional, según lo previsto por las
leyes respectivas.
"2) La cantidad que el Estado recabe por concepto
de multas impuestas como pena, por las autoridades ju-
diciales.
"3) La cantidad que por concepto de reparación del
daño deban cubrir los reos sentenciados a tal pena por los
Tribunales del Estado, cuando el particular beneficiado
se abstenga de reclamar en tiempo dicha reparación, o
renuncie a ella, o cuando la misma se deba al Estado en
calidad de perjudicado.
"4) El cinco por ciento de la utilidad líquida anual
de todas las industrias, servicios y demás actividades lu-
crativas existentes en los reclusorios estatales.
280 VlCTIMOLOGÍA

"5) Las aportaciones que para este fin hagan el pro-


pio Estado y los particulares".
Art. 4" — "A efecto que la Dirección General de Ha-
cienda inicie de inmediato el procedimiento económico co-
activo que corresponda, los Tribunales correspondientes
harán del conocimiento de aquella dependencia, los casos
de revocación de libertad provisional o de suspensión con-
dicional de la condena, cuando dicha vocación determine
que se haga efectiva la caución otorgada.
"Por su parte, el Departamento de Prevención y Re-
adaptación Social informará a la Dirección Nacional de
Hacienda, acerca de las sentencias ejecutorias en las que
se haga condena a multa y a reparación de daño, o sólo
alguna de estas penas.
Art. 5" — "Para los efectos previstos en el art. 3°,
fracción 4", y los demás fines de control que resulten per-
tinentes, los Directores de los reclusorios estatales ren-
dirán anualmente a las Direcciones Generales de la Go-
bernación y Hacienda, informe detallado sobre el resul-
tado del último ejercicio y entrarán a la segunda depen-
dencia indicada, la cantidad que constituya el porcentaje
fijado en la fracción 4" del art. 3°.
"Para ello, en los reclusorios se formará un fondo
de previsión, en el curso de cada ejercicio.
"A su vez, la Dirección General de Hacienda infor-
mará, trimestralmente, sobre las cantidades que integren
el fondo de reparaciones".
Además, el Reglamento del Centro Penitenciario de
Toluca prevé expresamente el trabajo obligatorio del re-
cluso para, entre otros fines, solventar la indemnización
debida a ia víctima del delito.
LA COMPENSACIÓN A LA VÍCTIMA 281

Avt. 31. — "El trabajo es obligatorio para todos los


internos sentenciados, según su aptitud física y mental,
y se prestará en las condiciones previstas por la Constitu-
ción General de la República, y por Ley de Ejecución de
Penas. No constituye, en modo alguno, una adicional, si-
no un medio de promover la readaptación del interno, per-
mitirle atender a su sostenimiento, el de su familia, y a la
reparación del daño privado causado por el delito, pre-
pararle la libertad, inculcarle hábitos de laboriosidad y
evitar el ocio y el desorden".
Según lo he podido comprobar personalmente, tanto
en el establecimiento de Toluca como en otros reclusorios
del Distrito Federal, la ley ha quedado en letra muerta.
Sin embargo, un nutrido grupo de trabajadores sociales
suele visitar los hogares de las víctimas de determinados
delitos y ofrecer ayuda material y moral.
Son muy comunes las venganzas familiares en los de-
litos de homicidio, lesiones, violación y otros, a punto tal
que el recluso teme por su vida al tiempo que debe egresar
en libertad. También su lfa,mi1íia puede ser objeto de í e -
presalias por parte de la de la víctima. Una suerte de re-
brote de la venganza privada digna de un análisis psico-
lógico y social.
Para estos casos, el personal de asistencia peniten-
ciaria se dirige a las casas de victimario y víctima y, por
lo general, ayuda a que una de ellas se mude a otro Esta-
do o a otro barrio lejano para prevenir nuevos delitos.
CAPÍTULO X

A M P L I T U D DEL C A M P O V I C T I M O L Ó G I C O

87. Las víctimas del sistema penal.

En el mundo tecnocrático industrial contemporáneo


se describe al éxito como la resultante del progreso rec-
tilíneo. Se trata de fagocitar al hombre e irremediable-
mente despersonalizarlo, alienarlo. Es que el criterio de
uniformidad es de más fácil manejo a las clases dirigentes.
Como nadie sabe a ciencia cierta qué es el éxito, los
medios masivos de comunicación, sobre todo la televisión,
nos lo dirán. Pareciera que es posible medir éxito y pro-
greso individual sumando, coleccionando, teniendo, mi-
diendo, pesando una gran cantidad de trivialidades y es-
tupideces que la sociedad consumista aconseja deglutir.
Para nada importa que una ingente y esencial fuerza
se desperdicie. Me refiero a la energía humana y a los
sentimientos que nutren las raices de toda acción y crea-
ción. Es que el individuo no interesa. Sí, importa su masi-
ficación. Imbuirle los beneficios de ese progreso ilimitado
como meta suprema. Se cambian dones humanos por bie-
nes materiales. En el fondo para nada importa cómo se
logran.
Se asiste además a la sacralización de la ciencia y la
técnica. Todo aquello que posea rigor científico es paté-
ticamente confiable, verdadero. Se vive en el culto a la^
284 VlCTlMOLOGÍA

objetividad y a la norma causal, parámetros insondables


de la eficacia mecanizada. La técnica —otra diosa— ame-
naza con reducirnos en un futuro a sus designios. En una
palabra, lo que no sea "científicamente constatable" o
"técnicamente perfecto" tiene hoy aval de defunción.
Mientras ciencia y técnica acceden al trono de los
dioses, el hombre permanece aerrojado en un cono de
lánguidas sombras. Oculto en la tiniebla del hambre, la
subculturización, la mortandad y desnutrición infantil, el
desempleo, la desviación social.
Se ha dicho "lo que es el hombre eso es la humani-
dad. . .".
La lucha está planteada entre los grandes consor-
cios económicos y financieros, directorios de fenome-
nales sociedades trasnacionales, trusts, logias, capaces de
constituirse en factores de decisión supraestatales con ine-
luctables medios científicos y técnicos a su disposición y
arbitrio por un lado y, por el otro, unos pocos, tal vez in-
genuos seres humanos. Hombres que provienen de las más
diversas confesiones religiosas, políticas, culturales, que
convergen, con todas las fuerzas de su talento, sabiduría
y persuación, en pretender alertar para extraer al hombre
de la oscuridad en que yace. Es que si algo habría que sa-
cralizar es al hombre fortificando sus derechos. Aunque
a veces no se sepa bien en qué consisten esos derechos,
se sabe siempre qué es la humillación.
Entre esos hombres cabría mencionar, entre otros
muchos, a Szweitzer, Conrad Lorenz, Martin Buber,
el Malraux de La condición humana, Theilard de Char-
din. Octavio Paz, el Chaplin de Tiempos modernos,
Cousteau, Henry Moore y entre nosotros a Ernesto Sá-
bato, que escribió un libro memorable sobre el tema ''*'. Y

'^^ Ernesto Sábato, De hombres </ engranajes. 1951


AMPLITUD DEL CAMPO VICTIMOLÓGICO 285

toda esa narrativa latinoamericana, que se reconoce en el


mundo entero y que está abocada a resaltar por sobre
todo el "Macondo" de nuestro hombre con sencido uni-
versal (García Márquez, Rulfo, Fuentes, Scorza, Yu-
panqui, Uslar Pietri, Benedetti, Vargas Llosa, entre tan-
tos otros).
No quiero creer que el mundo actual sea más cruel
o violento que en otras épocas. Pero no se me escapa que
la religión llevó a la inquisición; los ideales nacionales y
raciales, al nazismo y las ciencias, a las armas nucleares.
Lo que duele es que se ha avanzado en el conocimiento
del hombre y sus derechos, y eso hace más hondo e irre-
ductible el abismo con las realidades que nos toca vivir.
Mucho me temo que, si bien se declama lo contrario, la
ciencia y la técnica sirvan para una mutilación de las fuer-
zas creativas del hombre, que es como decir, del hombre
en sí.
El mundo de seres victimizados va mucho más allá
de aquellas personas que los delincuentes agreden y per-
judican. Bastaría pensar reflexivamente sobre los 40.000
niños que mueren a diario en el mundo (dato proporcio-
nado por James P. Grant, director de la U.N.I.C.E.F. en
mayo de 1983) para visualizar a grandes rasgos el pro-
blema de las víctimas sociales que, crecientemente, inte-
resan a la victimología.

8 8 . Amplificación de! ámbito vicfimolégico.

Cuando tras 20 años vuelvo a visitar reformatorios


de menores y cárceles para adultos —cuyos regímenes
suelen ser similares en muchos países—, encuentro, sobre
todo en los establecimientos provinciales, a los mismos
reclusos de entonces. Sólo que ahora se llaman internos.
Los mismos rostros, igual forma de andar, de dirigirse,
286 VlCTlMOLOGÍA

similares sonrisas de tristeza, torsos desnudos, los mis-


mos tatuajes, igual coloración de la piel: negra o parduz-
ca, y también los mismos delitos... A su cuidado están
jlos mismos guardiacárceles. . .!
Me pregunto: ¿es que serán los hijos de los reclusos
que vi hace 20 años y los padres de aquellos que tal vez
no podré conocer? Da la impresión de que estuvieran pro-
gramados por tara genética o hereditaria para poblar cár-
celes. Si hasta los viejos carceleros han acuñado una ex-
presión que no deja de ser sobrecogedora: "son 'cachi-
vaches', 'carne de cárcel' ".
De estos delincuentes que sobreabundan en el en'<
cierro de muchas partes del mundo se ha nutrido, desde
sus inicios, la criminología. Y por ellos llama la O.N.U.
cada cinco años a celebrar congresos para la prevención
y el tratamiento del delincuente (debería agregarse "pre-
so"). Se sabe de sobra que no son nadie, sólo pequeños
ladronzuelos en la delincuencia de hoy, "ladrones de ga-
llinas" comparándolos con los delincuentes económicos
que emplean su inteligencia, a veces mancomunada, para
succionar la economía de un pueblo desde sus cargos mi-
nisteriales o desde empresas de crédito, o que están li-
gados a la "droga dólar", a la venta de armas de guerra,
lo que implica fomentar guerras, o que lucran con el dolor
y el hambre del mundo (falsificación de medicamentos y
alimentos), etc.
A las cárceles llegan los delincuentes fracasados. . .
El costo social, ecpnórnico y humano del delito co-
metido por uno sólo de estos superhombres del mundo de
Koy, sobrepasa con creces el daño cometido por todos los
reclusos, por delitos contra la propiedad que pueblan las
cárceles de todo un país, (o de un continente, si hablamos
de Latinoamérica),
AMPLITUD DEL CAMPO VICTIMOLÓGICO 2^7

Creo que hay que decirlo de una buena vez: un hom-


bre sin ninguna posibilidad económica, paupeurizado, que
se encuentra desempleado, sin posibilidad de llevar comi-
da o medicamentos a su hogar, ¡no es un hombre libre!.
Cuando llega a una cárcel por un delito que se le imputa
o haya cometido se está insidiendo sobre su menguada
libertad. Se lo vuelve a sumergir y a victimizar. ^
Gran cantidad de delincuentes presos en las cárceles
y prisiones fueron previamente víctimas sociales que su-
fren una suerte de repersecución de la propia sociedad,
que no parece conformarse con su pasado infeliz. Se dice
actualmente que en 10 años se avanzó en la ciencia y en
descubrimientos de todo tipo, más que en el siglo anterior;
sin embargo, las cárceles siguen su habitual rutina de pro-
miscuidad, abigarradas de seres humanos que no eligie-
ron convivir y que deben hacerlo forzadamente, en días
calcados de opresión, donde se establece una comunidad
de lenguaje fruto de resentimientos comunes. Donde el
sexo se enloda hasta la perversión y el hombre bueno, se-
gún decía Concepción Arenal, se vuelve malo y el malo
mucho peor. Para las cárceles, la mente humana no pro-
gresó. Antes bien, pareciera que se retrotrajo, aunque los
establecimientos siguieron envejeciendo con su cuota hu-
mana acrecentada.
En el afán de dar respuesta a tan perdurable y ga-
rrafal situación, di alguna vez en pensar que el delito es
parte esencial de la industria de la criminalidad. Una "in-
dustria madre" diría un tecnócrata, de la que viven (vivi-
mos) muchísimas personas, muchísimas familias. Piénsese
en la policía, los jueces, fiscales, funcionarios judiciales,
abogados penalistas, la morgue, médicos legistas y foren-
ses, la administración carcelaria y sus construcciones, su
sideral cantidad de funcionarios y guardiacárceles, patro-
natos oficiales y mixtos y la colosal infraestructura que
288 VlCTlMOLOGÍA

implica todo eso. Además, se celebran congresos, jorna-


das, simposios, cursillos, cátedras, conferencias que se
dan por y en nombre del derecho penal, penología, pro-
cedimiento penal, criminología y todas sus ciencias inter-
disciplinarias. Se publican por obra del crimen, desde tra-
tados de derecho penal y otras disciplinas, hasta la lla-
mada prensa amarilla. . .
Será mejor entonces seguir aherrojando niños, jóve-
nes y adultos en el encierro y fomentando becarios del
delito para que la industria siga contando con la su na-
tural "materia prima" habitual y continúe su curso normal
o lo acreciente dentro de los límites que impongan los con-
troles sociales del poder.
Podrá pensarse que he convocado por un momento
a Bradbury, Borges y Henry Miller en vez de nuestros
conspicuos criminólogos. Tal vez habrá que meditar si
esta nueva religión del progreso, si esta organización de
la eficacia metódica, no requiere de cierta materia prima
y se nutre previamente de víctimas sociales para un ge-
nocidio con fines benéficos.
Es muy probable que se siga por cierto tiempo incor-
porando a las cárceles y prisiones a grupos humanos, re-
clutando gentes de menores medios económicos y fran-
camente pauperizada. Pero cada vez se hace más palpa-
ble la inexistencia de tipos y categorías criminales y la
imposibilidad a su respecto de marcar síndromes especí-
ficos. Si esos síndromes pueden obtenerse de algún modo,
podría decirse que hasta la actualidad ser gente "de
abajo", de clase social media baja y marginada, es condi-
ción para poblar como clientela habitual] los establecimien-
tos carcelarios.
Toda persona, aún los muy merecidos y muy perdo-
nados, pueden y deben hoy en día poblar las cárceles.'' Es
preciso olvidar al normo tipo penal, para introducir el
AMPLITUD DEL CAMPO VICTIMOLÓGICO 289

concepto de "persona"^ En las cárceles no están todos los


que son. . . y no son todos los que están. . .
Siempre se sabe que cae en la red de la justicia el
que hurta o roba un automóvil, el que lo desarma, el que
lo repatenta, pero nunca el gran capitalista que paga al
que "levanta" tal automóvil; que puede caer el tenedor,
el adicto o el minitraficante de drogas, pero difícilmente
el traficante internacional. Esto está en la conciencia pú-
blica. Es así.
El concepto de persona significa que un banquero,
un político, militar, terrorista, ejecutivo de empresa, tra-
ficante de armas de guerra, industrial, profesional médi-
co, abogado, policía, funcionario administrativo y judi-
cial, deben sufrir igual tratamiento en iguales recintos
llamados genéricamente cárceles como cualquier ladron-
zuelo, ratero o estafador ante un hecho delictivo. 'Debe
advertirse que desde el punto de vista del costo social
del delito ese hecho criminal resulta considerablemente en
lo humano y económico de mucha mayor alarma social.
Expresa López Rey y Arrojo, con absoluto rigor,
que la clientela penitenciaria raramente acoge a "los
de arriba o del medio" y especifica que " . . . c o m o
clases o grupos sociales son suficientemente numerosos
para hallarse más ampliamente representados en la refe-
rida clientela. En los países de habla española y portu-
guesa, el militar ha constituido y constituye aún un grupo
social de fuerte criminalidad que las más de las veces
queda impune. La literatura histórica muestra que en tales
países los golpes militares, pronunciamientos, alzamien-
tos, movimientos y demás actos de sedición o rebelión son
endémicos, pero raramente los autores, cómplices y encu-
bridores han entrado en el sistema penal y si lo hicieron
fue, las más de las veces por la puerta de una jurisdicción
290 VlCTIMOLOGÍA

de clase que debe desaparecer" {Criminología Internacio-


nal, ps. 171/2).

8 9 . Selección de víctimas sociales.

Es que al girar los ojos hacia la dinámica social caere-


mos en la cuenta de que esta insolente civihzación in-
dustrial y tecnotrónica describe una suerte de mecanismo
similar .con respecto a otros minusválidos para la vida a
los que aparta, como seleccionándolos.' La victimización
§e amplía a locos, inválidos, ancianos, drogadictos, oligo-
frénicos, enfermos y niños moralmente y materialmente
abandonados^ Los que en una palabra no pueden arribar
por sus propios medios a esas posibilidades del éxito
impoluto, acceder a la producción y al bienestar.
Se produce el sacrificio consciente de un buen nú-
mero de seres humanos porque no compatizán por inepti-
tud con la ideología del sistema que los sacrifica. De ahí
los horribles manicomios, los infectos reformatorios, las
lóbregas escuelas diferenciales, la escasa protección al
anciano, al oligofrénico residiendo en habitáculos de abru-
madora suciedad. Los que no sirven y no tienen recursos
económicos van a dar a depósitos donde sólo interesa el
hombre como un número. No hay medios y servicios que
|os apoyen y no hay para qué perder el tiempo| . . De tal
modo, ciertas teorías reformistas y terapias de rehabilita-
ción resultan meras formulaciones que a lo sumo servirán
para lucimiento intelectual en congresos y en las clases
universitarias. La sociedad capitalista productiva e indus-
trial y sus clases dirigentes han confundido el bien común
con sus propios intereses. A este tipo de sociedad le es
imposible programar serias y eficaces medidas de pre-
vención, desarrollo y asistencia. En ciertos casos resulta
mucho más fácil y expeditivo reprimir, depositar, conté-
AMPLITUD DEL CAMPO VICTIMOLÓGICO 291

ner. El saldo recuperable será salvado y el resto que


corra su impreciso (o demasiado preciso, según se vea)
destino.
Se crean mecanismos de etiquetamiento y rótulos que
sirven para descargar como antaño el oprobio y los te-
mores de los sanos, de los no viciosos, de los blancos, de
los juiciosos, de aquellos para los cuales el equilibrio está
siempre en el centro y han sido declarados aptos para
la vida. En una sociedad de producción y consumo,
altamente tecnificada, el fracaso es siempre un polo
negativo ^°.
No hay duda de que las leyes las crean y las dictan
las clases dominantes. Leyes para corregir en provecho
propio la realidad, no para captarla. Así también ocurre
en países de la órbita marxista. En la Unión Soviética,
donde teóricamente no deberían existir clases sociales,
hay un lumpen capaz de robar y matar y delitos de "cue-
llo blanco". Son delitos sin embargo menos graves que el
disentimiento con el régimen. Quien tan sólo critique al
régimen o al partido o quiera sahr del país, es pasible de
cárcel o manicomio, y otras veces de deportación. Se
cuenta para ello con el apoyo incondicional de una psi-
quiatría servil capaz de confirmar ciertos diagnósticos po-
líticos. Las prisiones de Hungría y Checoslovaquia son
tan tétricas como algunas mazmorras del mundo occi-
dental.
No cabe duda de que hay que ampliar el campo no-
sológico y conceptual de la victimología. Podría decirse
que la sociedad de capital y consumo.ha creado marcos

80 En nuestro país durante años, mas de dos decenios, mueren diaria-


mente supuestos delincuentes en enfrentamientos con la policía. El hombre
común ha internalizado la noticia que lee en los diarios con sugestivos títulos.
Ni a él ni en definitiva a nadie interesan estas muertes, salvo cuando algún
balazo se aloja en la cabeza o el corazón de algún inocente que transitaba
por el lugar.
292 VICTIMOLOGÍA

de ideologización que le permite victimizar a una canti-


dad notable de seres humanos: delincuentes, locos, enfer-
mos, minorías raciales, menores, oligofrénicos, ancianos.í.
Dentro del círculo de la política criminológica, que
es consecuencia de otro círculo concéntrico mayor de po-
lítica social general, la victimología debe proclamarse una
ciencia para la libertad y la liberación moral y material de
todo tipo de victimizados (delincuentes marginados y su-
mergidos sociales) que abarca también a damnificados
por los accidentes de trabajo, sin olvidar a la sociedad, o
gran parte de ella, cuando se trata del abusivo poder
gubernamental.

9 0 . Casos de victimización medíante la ley penal.


Drogadíctos.

Un caso típico de victimización desde la propia ley


penal que ejemplifica buena parte de lo sostenido ante-
riormente, lo proporcionan en distintos países, las normas
implementadas con motivo del masivo uso y consumo de
drogas, especialmente por los jóvenes. La ley crea de-
lincuentes donde hay enfermos.
Cualquiera sea la clase social de estos jóvenes, no
cabe duda de que estamos frente a un grupo contestatario
o si se quiere de contracultura (sobre todo el movimiento
hippie). Sus integrantes no aceptan las pautas de civiliza-
ción que se pretende transmitirles. El dique que articulan
es la droga que supone huida de la realidad social cir-
cundante, elación, búsqueda de nuevos influjos, nuevos
mundos sensibles a través de lo que se ha dado en llamar
paraísos artificiales.
En nuestro país se reprime la simple tenencia de
drogas como delito de mera actividad y peligro abstracto.
AMPLITUD DEL CAMPO VICTIMOLÓGICO 293

Y se han oído argumentos abtrusos generados por el


miedo, por parte de la jurisprudencia sentada por una de
las Salas de la Cámara en lo Criminal y Correccional de la
Capital, que debe llamar a la reflexión. Hay que reprimir
severamente al tenedor para que de ese modo el traficante
no tenga mercado. O dicho de otra manera: habrá que
matar al perro y se acabó la rabia *'\
Ocurre, entre tanto, que la represión nos pone frente
a circunstancias tan parado jales que lindan con la hipo-
cresía, a) Por un lado el uso y consumo del alcohol, pro-
piciado, amparado y bendecido legal y públicamente, que
llega como aguardientes a manos de enormes cantidades
de gente humilde, b) El hecho de que en cualquier hogar
haya buena cantidad de psicofármacos que contienen bar-
bitúricos o anfetaminas, indica que se automedica mu-
cha gente adulta. Lo toman en ciertos casos, para in-
sertarse útilmente en la vida diaria o bien para poder
dormir. Ello implicaría la existencia de drogas "legales"
y otras (las mismas) que no lo son cuando se refieren a
los jóvenes, c) Las penalidades, por más draconianas que
sean (ley 20.771) no disuaden al usuario o al drogadicto
que obviamente no posee capacidad de espera. Antes bien,
le crean nuevas y más fuertes tensiones que se suman a
las existentes. Ya se sabe: a mayor tensión mayor canti-
dad de droga, con lo que se formula exactamente una
teoría de retroalimentación.
Al joven drogadicto no se lo trata, aunque hasta los
más acerbos partidarios de las normas los incluyan como
enfermos individuales, familiares o sociales. Se ha gene-
ralizado un criterio de represión. Se los mete en cárceles

81 Por ese camino podríamos llegar a la conclusión de que los cintu-


rones de castidad imposibilitarían el adulterio, violación y estupro o que so-
cializando la producción y haciéndola colectiva no existiría el robo y así por
el e s t i l o . . . '
294 VlCTIMOLOGÍA

donde se mezclan con otros delincuentes (Villa Devoto),


o en un pabellón especial (Caseros), sin resultados po-
sitivos para su salud psíquica y física.
Expresa Aniyar de Castro caracterizando la victi-
mización: "Desviados son también las legiones de jóvenes
que no se incorporan al sistema, que crean una hipotética
cultura grupal, ignorando que el sistema los utiliza no sólo
para el consumo, sino que maneja hábilmente los elemen-
tos de la subcultura para definir y perpetuar la segrega-
ción necesaria, de manera que sólo unos pocos puedan
manipular la sociedad sin mayores remordimientos. La
droga es uno de los últimos hallazgos para el aniquila-
miento de la reacción juvenil y para el agrupamiento de
grandes masas de jóvenes que la sociedad no puede o no
quiere utilizar y que logra encerrar en las celdas de muros
culturales infranqueables" ®^.
No hay que olvidar que paradójicamente la Conven-
ción contra el Uso y Tráfico de Estupefacientes se cele-
bró en Ginebra, donde según es notorio se encuentran los
más importantes laboratorios de psicofármacos que se
expenden en todo el mundo.
La Corte Suprema de Justicia llegó a señalar hace
pocos años que los elementos subversivos utilizaban
drogas para consumar sus ataques al orden constituido y
que terrorismo y droga tenían un especial connubio. No se
refería seguramente al consumo de marihuana, que no
crea agresividad y que hoy se la acepta en las clasifica-
ciones especializadas como alucinógena. Tampoco podría
tratarse de drogas heroicas que, salvo durante el síndrome
de abstinencia, no producen agresividad sino aletarga-
mienío; menos aún L.S.D. o la mescalina o aun la cocaína

82 Lola Aniyar de Castro, Los desviados como víctimas, en "Rev. Ca-


pítulo Criminológico'', Facultad de Derecho de la Universidad de Zulia, Ma-
racaibo, Venezuela, 1974, p. 99.
AMPLITUD DEL CAMPO VICTIMOLÓGIOO 295

y ¡qué decir de los barbitúricosl Lo que siempre se ha


utilizado desde la guerra civil española, ha sido la anfe-
tamina, porque las aminas despertadoras vigorizan, y dan
agresividad como a veces ocurre con el alcohol. Pero
nadie lucha o ataca ni nadie delinque "por" la droga, sino
"con" la droga. La intención es anterior a la ingesta.
En el caso de los drogadictos, o de otros grupos vic-
timizados por la sociedad, no hay una actitud honesta que
respete al hombre en su dignidad y lo arranque del mundo
obnubilado y sin rumbo, mediante un serio tratamiento de
desintoxicación y psiquiátrico constante. Ya se sabe que
para ciertos psiquiatras, para el mismo caso se pueden
utilizar varios tratamientos: lobotomía, profusión de bar-
bitúricos o psicoterapia, según las condiciones económi-
cas del paciente. De ahí que los drogadictos han co-
menzado en nuestro país y en otros de Latinoamérica
(Uruguay, México) a celebrar reuniones de desintoxica-
ción y reparación psíquica tal como lo hacen los alcoholis-
tas anónimos.

91 . Los menores material y moralmente desamparados.

Quien visite los establecimientos para menores de


nuestro país —salvo en La Rio ja, donde hay un barrio
con "hogares sustitutos"-— verá reflejada la victimización
masiva de seres humanos más inicua que sea dable espe-
rar. Pareciera cierto que el menor es la "materia prima"
de la gran industria delictual que hay que cuidar y
acrecentar.
En cualquiera de mis publicaciones se encontrará
siempre un dolorido párrafo que de por sí resulta una
denuncia de esta situación, verdadero cáncer frente al
cual cerramos los ojos.
296 VlCTIMOLOGÍA

En el año 1968 escribí en La sociedad carcelaria


(ps. 36 y 3 7 ) ; "Ansiamos readaptar sociaímente a los
condenados, discurrimos sobre la mejor forma que deben
asumir los patronatos de liberados, cuando previamente
hemos degradado en la cárcel de procesados a tantos y
tantos seres que son los mismos que ahora queremos
readaptar. ¿Por qué entonces no comenzar por donde co-
rresponde, no despersonalizando moral, psíquica y física-
mente al encausado y, sobre todo, logrando que el hom-
bre que ha caído no se envilezca ante sus propios ojos,
ya que eso significa llenarlo de resentimientos por una
parte y, por otra, dar razón a su rebelión?
"Casi sin excepción la historia de los reincidentes
principia desde una infancia torturada, con desamor, pa-
dres desconocidos, hambre, orfanatos, reformatorios.
Después de jóvenes, juntarse para hacer «algunos traba-
jos al boleo». Nuevamente el reformatorio, la fuga, de
nuevo el reformatorio, después la cárcel. . . Cuántas ve-
ces he oído decir a curtidos funcionarios: «vea usted, ése
es carne de prisión. . .». Indudablemente lo es, pero ¿qué
hemos hecho?, ¿qué ha hecho la sociedad, el Estado, las
llamadas «fuerzas vivas» para rescatar a ese niño deam-
bulante y sin amparo moral y material. . . ? Ése era el
momento, cuando no había estructurado su personalidad
moral, ni física ni psíquica, cuando necesitaba las palabras
de todas las religiones y la razón de ser de todos los
buenos impulsos: amor. Entonces lo arrojaron con otros
en un reformatorio, o mejor dicho, un deformatorio, donde
fue sometido a vejámenes: «pagar el derecho de piso» y
menudearon sobre él, golpes... Después llegó la cárcel, que
lo recibió en su promiscuidad como a un becario más, para
perfeccionarlo en sus malas artes, estuvo en comisarías
donde en algunos casos fue maltratado.
AMPLITUD DEL CAMPO VICTIMOLÓGICO 297

"No, no caben términos medios: o somos muy ilusos


o muy hipócritas si queremos readaptar socialmente a un
penado que ha pasado por todo eso, salvo que ese hom-
bre esté dotado de una segunda sublime naturaleza. Si
verificamos nuestro esfuerzo hacia los menores y procesa-
dos ahorraremos un tiempo futuro pues muchos no llega-
rán a la sanción de un juez, será prevenida su actividad
delictual, se recuperará a un hombre y ésa es una misión,
una conquista no sólo de la penología sino de la comu-
nidad social" ^^.
Acéptese un mea culpa. Si he trascripto este largo
párrafo es porque quisiera seguir creyendo en lo que en-
tonces dije y hoy suscribo en la parte que se refiere a la
dignidad humana. La vicíiminología permite un enfoque
más amplio pues -—si se pretende dar respuesta— habrá
que luchar por todos los excluidos y degradados y ana-
lizar previamente si existen motivos ideológicos del siste-
ma social que los cobija en su seno y cuáles son esos
motivos que hace que sólo se degrade a los degradados.
De no ser así, las soluciones seguirán siempre caminos tan
tortuosos como intransitables.
El delincuente aparece acuñado como un estereotipo
de la sociedad. Y ello no se debe a taras hereditarias ni
a un determinismo metafísico. Habrá que bucear repito,
en las desigualdades de oportunidades que surgen de la
interpretación y aplicación de la ley penal y la realidad
(no apta para íecnócratas legales) y el designÍQ„claro de
las clases dominantes.
Con el menor, empieza la abismante faena de crear
ese estereotipo que servirá para saber que existe el delin-
cuente. Que existen de ese modo muchos chivos emisarios

83 El concepto de "readaptación social del delincuente" que utilizo, lo


he redefinido totalmente en el "Estudio preliminar" que efectúo en Prisión
abiería, una nueva experiencia penológica, Ed. Depalma, Buenos Aires, 1984.
298 VlCTIMOLOGÍA

que permiten aliviar nuestras buenas conciencias sabiendo


que nuestros hijos están del otro lado.
La represión genera la existencia de un tangible
grupo humano donde descargarla. Es el mismo grupo que,
como dije anteriormente, posibilita la descarga de nuestra
afrenta y, a la vez, permite refrenar nuestras propias
tendencias hacia el delito inmersas en el inconsciente. No
es difícil arribar a la conclusión de que en la sociedad
actual existen víctimas predeterminadas, lo que implica
también la existencia de agresores predeterminados desde
los controles del poder social.

9 2 . Victimización del procesado. Las torturas y


apremios ilegales.

Una norma fundamental en los países de occidente


señala que nadie es culpable de delito sin ley anterior al
hecho del proceso. Y otra, no menos importante y com--
plementaria, que nadie puede ser declarado autor de un,
delito sin juicio previo. La interpretación y aplicación
procesal en nuestro país, mientras no se efectúen estruc-
turales modificaciones, son violatorias de esta última
norma. Las cárceles están repletas de detenidos pre-
ventivamente.
Hay un dispendio de medidas asegurativas o caute-
lares sin que existan posibilidades de excarcelación por
mandato de códigos procesales inquisitivos o por pread-
judicaciones judiciales efectuadas a poco andar. En nues-
tro medio capitalino y de la provincia de Buenos Aires,
es muy común denegar la libertad provisional por man-
dato legal o porque el juez instructor cree que al tiempo
de ser condenado el procesado recibirá pena de cumpli-
miento efectivo. Se han conocido casos en que un sujeto
se encuentre en estado de detención 5, 6, ó 7 años y re-
sulte penado con una sentencia considerablemente menor.
AMPLITUD DEL CAMPO VICTIMOLÓGICO 299

Los procedimientos inquisitivos y escritúrales se ca-


racterizan por su duración. Cualquier juicio puede adqui-
rir dimensiones teratológicas. El primer efecto es el des-
crédito y el menosprecio de la justicia en la conciencia
popular. El segundo es la exasperada desesperación en
que se hunde al procesado preso. Y el tercero es la vic-
timización que recae en seres inocentes (los familiares).
La situación aguijoneante del procesado deviene de
múltiples factores que parecen endémicos en toda América
latina. A la incertidumbre que acarrea su perdida liber-
tad, se liga el hecho de la convivencia forzada, días de
ociosidad ^ l o s procesados no trabajan por ley y gene-
ralmente no hay trabajo para ellos si así lo quisieran—,
reacondicionamientos sexuales y la problemática familiar.
Ello entronca con el tercer punto en análisis. La fa-
milia (mujer e hijos y aún la madre) se ven privados
además, económicamente. Es éste un castigo accesorio y
no querido por la ley. La mujer debe mantener el hogar
y en muchos casos se ve obligada a ganar la calle y no
pocas veces deslizarse hacia la prostitución. Los niños
también ganan la calle y se engendra o vigoriza el círculo
delictual. Más materia prima. . .
En Latinoamérica, durante las dictaduras militares se
robustece el temor que los uniformes infunden a los ha-
bitantes y, concomitantemente, la proyección agresiva de
quienes los usan. La tortura y el apremio ilegal parecen
formar parte del proceso penal. En nuestro medio es co-
mún. Se ha formado un léxico superentendido y así como
"ser boleta" es caer bajo las balas policiales, "ir a la
biaba" o "ir a la parrilla" es pasar a recibir torturas mu-
chas veces con picana eléctrica ^^.

84 Al tiempo de escribir e&tas lineas el Poder Ejecutivo ha remitido "jn


proyecto de ley al Congreso a fin de penalizar con las sanciones del homicidio
a los autores, instigadores y encubridores de torturas y apremios ilegales.
300 VlCTIMOLOGÍA

Bien está que la persecución del delito se lleve a cabo


sin dilaciones ni perplejidades, lo cual requiere una or-
ganización de los medios y servicios que desde la policía
hasta los fiscales y jueces, funcione debidamente. Pero
cabe reclamar en los países democráticos que se defienda
al imputado desde el mismo momento en que éste resulta
detenido o debe comparecer en sede policial.
Debería existir una guardia permanente de aboga-
dos, que incluso en días sábado, domingos y feriados cu-
brieran la defensa de cualquier involucrado en un delito,
si éste no lo propusiera. Va de suyo que tal asistencia
debe ser prestada gratuitamente si el compareciente no
tuviere medios para solventarla.
Hay jueces que tienen una connivencia activa, du-
rante estos períodos dictatoriales tan desgraciadamente
prolongados, con las torturas y apremios a través de un
cómplice silencio; otros hacen un simulacro de investiga-
ción hasta sus últimos límites. Es la autoridad judicial la
única y la más capacitada para poner coto a estos atro-
pellos a la dignidad. Para ello los jueces no deberían ol-
vidar que ordenan.
Tras la tortura devienen nuevas humillaciones que
victimizan al procesado. En sede judicial explicará cómo
fue torturado y apremiado ilegalmente por malos funcio-
narios policiales que podría reconocer por sus voces,
muestra sus heridas constatadas por médicos forenses.
Tiempo después, tras reflexionar, explica que no recono-
cería a los policías o dice haber recordado "que se cayó
en el calabozo estando solo y se lastimó. . .". ¿Qué ha
pasado? La víctima, que lo es de un delito, tiene miedo a
una venganza que tarde o temprano puede recaer sobre
él o su familia.
AMPLITUD DEL CAMPO VICIIMOLÓGICO iOl

El Código de Conducta para Funcionarios Encarga-


dos de Hacer Cumplir la Ley adoptado por la Asamblea
General de la O.N.U. en diciembre de 1979 por pedido
de Amnistía Internacional, señala en el art. 5: "Ningún
funcionario encargado de hacer cumplir la ley podrá in-
fligir, instigar o tolerar ningún acto de tortura u otros
tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes, ni invo-
car la orden de un superior o circunstancias especiales,
como estado de guerra o amenaza de guerra, amenaza a
la seguridad nacional, inestabilidad política interna o
cualquier otra emergencia pública como justificación de la
tortura u otros tratos o penas crueles, inhumanos o de-
gradantes".
Torturas y vejaciones, tratamiento cruel, incomunica-
ción en pestilentes calabozos policiales, inexistencia de
asistencia penal en dicha sede, sobre todo en caso de
gente modesta, preadjudicaciones en su contra que denie-
gan su libertad —in dubio contra reO'—, un procedimien-
to penal inquisitivo y escritura! de dimensiones matusalé-
nicas, el ambiente carcelario que implica de por sí una
nueva vejación, el sufrimiento de su familia que debe
reacondicionar su vida porque no puede aportar ingreso
alguno, son formas de victimización del procesado para el
que la ley ha creado una presunción de inocencia hasta
que una sentencia decida lo contrario.
Las visitas de magistrados a la cárcel constituye una
farsa si ella se hace en días y horas prefijados porque la
autoridad suele preparar el instituto para la ocasión. Lo
más acertado es llegar en fecha indeterminada y por la
noche, tomando por un camino previamente establecido
por el visitante y no por donde se lo pretenda llevar. In-
sisto, los jueces ordenan.
En múltiples oportunidades el procesado no conoce
al juez que ha de sentenciarlo sobre todo cuando la causa
302 VlCTIMOLOGÍA

llega al Tribunal de Alzada. He señalado algunos moti-


vos (parágrafo 18) pero el caso es que de esa manera
no resplandece la justicia y siente el justiciable que es
un expediente, una categoría legal y no un ser humano»
Así se subraya una mayor victimización.
En síntesis: cierto es que resulta imperiosa y de enor-
me importancia e interés que los códigos de procedimien-
tos penales protejan a la víctima a la vez que eviten hu-
millación y sufrimientos al procesado. Se evitará, de tal
modo, el desamparo de aquélla y que el delincuente no
se transforme, a la vez, en víctima. Pero toda ley será lo
que sus intérpretes quieren que sea.

9 3 . Victimización del condenado en prisión.

Expresa Rodríguez Manzanera (ob. cit., p. 47) que


"La administración de justicia puede en ocasiones ser tan
severa que su excesiva dureza convierte al victimario en
víctima. En este importante punto agreguemos que es co-
mún que, aunque la pena impuesta por el juez sea justa,
los órganos encargados de la ejecución de la pena victi-
micen al sentenciado por la carencia de instituciones ade-
cuadas, de personal preparado y de medios en general.
Debemos recordar la frase de Quiroz Cuarón: Pena sin
tratamiento no es justicia, es venganza".
La violación explícita de la ley se celebra como ritual
ancestral en nuestro país cuando se alude a la tutela de
las cárceles. Me refiero a la parte final del art. 18 de la
Constitución Nacional. Las cárceles no son ni sanas ni
limpias. Son sí pocilgas infectas, lóbregas, que se delatan
por su sola arquitectura vieja y laberíntica. Restos de un
sistema cloacal —así llamado por Ruiz Funes y Quiroz
Cuarón— para señalar esos depósitos pestilentes de seres
humanos.
AMPLITUD DEL CAMPO VICTIMOLÓGICO 303

En algunos capítulos de "La sociedad carcelaria" y


"El problema sexual en las cárceles" he reflejado las pe-
nurias que implica la privación de libertad, el castigo de
la ley y la agresión de los propios funcionarios y guardia-
cárceles. Sigo creyendo con Gabriel Marcel que "los
hombres que conocen las bajas tragedias de nuestro tiem-
po y no las denuncian, se degradan".
Cierta vez presencié desde la "pasarela" de Villa
Devoto una requisa similar a la que había descripto en
"La sociedad carcelaria" y ampliado luego en "Las penas
de un penalista". Entendí entonces, ante tanto sadismo y
descontrol humano, la inutilidad de las palabras. No quie-
ro en la ocasión volver sobre ese tema. Diré sí, que el
personal de requisa, barroteros y paloteros junto a algu-
nos funcionarios, daban rienda suelta a lo que resulta de
su condición humana a través de un odio indecible por
los "internos" y que éstos, tensos y temerosos, parecía
que habían dejado de ser hombres para convertirse en
una suerte de carroña que estorba a otros presos. No otra
cosa son los carceleros que, al fin, están del otro lado de
la reja. Aquí el victimario —como en otros estratos y cir-
cunstancias sociales^— goza blandiendo el poder y humi-
lla a la víctima ante sus propios ojos y ante los ojos de
los demás.
Tras mucho tiempo volví a participar en Buenos Ai-
res en una jornada de criminología (o así llamadas) don-
de escuché, como una antigua letanía, las mismas pala-
bras ufanadas e igual defensa de esos elementos de tor-
tura.
Hoy existe en casi todo el mundo un movimiento ca-
da vez más activo que expresa su repulsa y que así como
alguna vez se dijo "¡no a la pena de muerte!" se pronun-
cian similares palabras: ¡no a los establecimientos de má-
xima seguridad! Se espera que la mente humana podrá
304 VlCTIMOLOGÍA

iluminar el tema con nuevas fórmulas e ideas. Ya es hora


de que en nuestro planeta unos hombres no sigan victi-
mizando hasta la crueldad a otros hombres. Aunque en la
Argentina parece que hubiésemos aceptado que la cárcel
o la prisión no son lugares para estar, sino para estar mal.
¿No se advierte que la llamada readapíación social o re-
personalización es un derecho del recluso? ¿Y que no es
posible ningún logro en establecimientos programados
desde su construcción para servir al contragolpe vindi-
cativo? Son cárceles que, en determinados momentos, se
utilizan con un criterio de opresión.
Preconizo la personalización de la pena en estable-
cimientos de menor seguridad, fundamentalmente abier-
tos, y medidas alternativas de esa pena en la ejecución
penal. No cabe duda de que la pena privativa de libertad
en sus dos siglos de existencia, se ha utilizado con exce-
siva generalidad y las instituciones que la adjetivan y en
las que se cumplen tales penas —aunque muchas veces
conjuntamente con quienes sufren proceso^ spn y sirven
para victimizar, para degradar. Como si la vindicta social
y el contragolpe debiera ser persecutorio.
El sentido de expiación ínsito en la pena debe expre-
sarse solamente por medio y en el momento de la senten-
cia condenatoria. A partir de ella es preciso mirar hacia
el futuro y dar al hombre que debe, tarde o temprano, re-
gresar a la sociedad, las posibilidades que redunden en
su propio beneficio, el de su familia y la propia sociedad,
sobre la base de trabajar mientras cumple la pena y recibir
una remuneración, seguros y cargas sociales, similares a
las de un operario o empleado libre. Ello le permitirá man-
tener a su familia moral y materialmente abandonada.
A fin de reemplazar a la prisión de máxima seguri-
dad, que sólo podría ser útil para un mínimo de reclusos
de real peligro social, y mientras no se busquen otras so-
AMPLITUD OEL CAMPO VICTIMOLÓGICO 305

luciones, habrá que alentar la esperanza de dar a esos


reclusos un crédito de confianza, remitiéndolos a un penal
de menor seguridad. Muchas sanciones a prisión deberán
en el futuro ser reemplazadas por la pena de multa o los
pagos compensatorios efectuados a las víctimas como san-
ción penal.
Entre tanteos y hallazgos empíricos, cabe preconizar
ciertas medidas de seguridad educacionales y penas sin
encierro (ni forma asilar semejante) con tratamiento de
carácter deambulatorio. Es preciso incrementar y aplicar
a mayor número de casos la libertad vigilada y la proba-
tion. Se trata de obviar el envío indiscriminado y masivo
a la prisión tradicional y la remoción en ciertos casos de
la privación de la libertad como pena ^®.
Nadie honradamente ignora qué son y qué implican
las prisiones por dentro. Los reclusos son víctimas de una
ideología adjetivada por instituciones de segregación y
encierro, que se han prolongado en el tiempo. A las agre-
siones sociales se suman las continuas agresiones del me-
dio. La violencia física y moral a que están sometidos es-
tos "hombres rotos", como diría Ruiz Funes, sólo refuerza
el denominador común del odio y del resentimiento, ge-
nerando mayor violencia. Esto se pone de manifiesto fren-
te a una revuelta o motín en las cárceles. Hay un especial
y sobreentendido conciliábulo entre los encargados de ex-
plicar y los encargados de juzgar. Todo termina en un
"vasto silencio"...

^^ La abolición de las prisiones de máxima seguridad tiene un notable


antecedente en Kropotkin que escribió un libro antológico, Las prisiones, en
1870, traducido por Azorín. Como Dostoievski y Osear Wilde subraya que "la
prisión es «n crimen en &í".
306 VlCTlMOUOGÍA

9 4 . El liberado como víctima.

Cuando se egresa en libertad, así fuera condicional-


mente, suele recomenzar un ciclo infernal, un "corsi e ri-
corsi" kafkiano. Si el liberado np tiene familia que lo acoja
y ayude o, si aun teniéndola, carece de.trabajo_y posibi-
lidades inmediatas, se desespera y vuelve a una situación
victimal.
Los patronatos pretenden ayudarlos sobre una vieja
e íntima formulación -—no siempre sufierada^— de bene-
ficencia. Acuden a algunos empresarios que, si tienen va-
cantes en sus comercios e industrias los toman. El núme-
ro es ínfimo. No hay empleo para el recién liberado, deam-
bula y cuando está por lograrlo y consolidar sus afanes
de una vida arreglada a pautas normales, surgen sus an-
tecedentes. En la sociedad post-industrial y tecnificada,
las empresas tienen siempre conexiones policiales infali-
bles . . . Estoy refiriendo una situación coínún y diaria.
Es preciso decirlo cara a la ley: ¡la culpa penal no
se termina de pagar nunca! Se vuelve entonces ál amigo
ocasional que se ha .conocido en lá cárcel, p a los amigos
de antes de caer detenido. . . X^o que se lia dado en lla-
mar el hampa se le brinda y lo ^coge como una mala ma-
dre, pero como una madre al fin.
El liberado proporciona un ejemplo típico que resume
y sintetiza los estrados de la victimización por el sistema
penal y social. Explica cómo inalterablemente de pada sirve
esa filosofícula declamada por el Estado y sus dirigentes
sobre las bondades del sistema penal o de las leyes en sí.
1, Cárceles,y prisiones ,no^ haqen más qiie desnudar
la ideología de los factores de control social de un sistema
político o, aún mejor, de cierto tipo de gobierno. Ésta todo
AMPLITUD DEL CAMPO VICTIMOLÓGICO 307

montado de tal manera que parece imprescindible la exis-


tencia de un cupo delincuencial y de seres ostensiblemente
victimizados para que esa ideología y las instituciones que
la adjetivan sigan su preciso rumbo ®®.

86 La pena de muerte podría ser una forma de victimización final. Pero


en su sanción definitiva también sufre la víctima otras penas conexas. La de
saber en qué día y hora se oficiará el asesinato frío y legal llevado a cabo
por el Estado. La muerte pierde así su sentido de imprevisión que es patri-
monio mágico de todos los seres humanos. Y, por supuesto, agrega un inde-
cible sufrimiento. Por eso se ha dicho que las penas deberian aplicarse inme-
diatamente tras la sentencia (y su ejecución debería quedar en manos de los
propios jueces...).
En los Estados Unidos hay casos frecuentes (recuérdese Caryl Chess-
man) de sucesivas interrupciones del cumplimiento de la sanción. De ese modo
se condena a morir a un ser humano varias veces.
ANEXO

PRIMER SIMPOSIO DE VICTIMOLOGfA (ISRAEL)

El Primer Simposio de Victimología se celebró en la ciudad


de Jerusalén del 2 al 6 de setiembre de 1973.
Las discusiones fueron organizadas en cuatro secciones cien-
tíficas, a saber:
1. El estudio de la victimología (concepto, definición de víc-
tima, metodología, aspectos interdisciplinarios, etc.).
2. La víctima (tipología, la víctima en el proceso penal, etc.).
3 . La relación victimario-víctima (delitos contra la propiedad,
contra las personas, sexuales, etc.).
4 . Sociedad y víctima, actitudes y políticas (prevención, tra-
tamiento, resarcimiento, etc.).

Conclusiones y Recomendaciones del Primer Simposio de


Victimología

I) ¿Qué es la victimología?
1. a) La victimología puede definirse como el estudio cien-
tífico de las víctimas. Se debe dedicar, empero, espe-
cial atención a los problemas de las víctimas del de-
lito, interés primordial de este Simposio.
b) La criminología se enriquece con el aporte de una
orientación victimológica.
2. Tanto los individuos, como grupos más amplios, organi-
zaciones, naciones y sociedades, pueden ser victimizados.
3 . La investigación debe extenderse de la interacción bidi-
mensional (persona a persona), a la interacción tri o mul-
tidimensional, incluyendo al observador y a otras perso-
nas que son relevantes a estos efectos.
310 VlCTIMOIXlGÍA

4. El testigo espectador indiferente de un crimen actúa en


forma objetable y, aun cuando no se le considere acto u
omisión criminal, debe ser tratado por medios educativos.
5. Al observador que trata de asistir a una víctima se le debe
garantizar inmunidad por su actitud seria, y compensa-
ción si sufre detrimento económico.
í

II) La victimización.
1. Es imprescindible investigar la victimización oculta.
2. t l n sentimiento de victimización' subjetivo puede no po-
seer una base suficientemente objetiva para que la socie-
dad ácfúe consecuentemente.
3 . La victimización efectuada o sufrida por grupos no es
menos sería que la que sé da a nivel de liiterrelación
bipersonal.
4 . Ciertas'Jormas de inadvertencia o negligencia que ocurren
en la sociedad industrializada son causas de victimización
tanto como los actos intencionales.

III) Causas de la victimización.


1. <Así como se cree que ciertas personas tienen muchas po-
sibilidades de cometer crímenes, así otros tienen probabili-
dades de resultar víctimas.
.2. .La víctima puede precipitar el crimen.
3 . Él victimario puede resultar una persona que ha sido a su
vez victimizado.
4. Cuando la administración de Justicia aplica una sanción
excesiva puede victimizar al victimario.

I V ) Prevención, tratamiento e investigación.


1. á) ha ineficiencia de los medios de prevención y control
del crimen pueden causar sufrimientos innecesarios a
las víctimas, a los delincuentes y a la sociedad.
b) Los legisladores, los tribuna es y las autoridades res-
ponsables de la prevención del crimen y el control so-
cial deben revisar y renovar )as organizaciones y los
servicios en este campo con el tm de incrementar su
efectividad, reduciendo así la reincidencia y los riesgos
de victimización.
SIMPOSIOS SOBRÉ VICTIMOLOGÍA 311

c) La victimología puede conducir a un mejpraraicnUí de


los procesos penales, incluyendo las sentencias, redu-
ciendo así la reincidencia y los riesgos de victimización
Los procedimientos institucionales deben procurar protec-
ción a la víctima contra consecuencias dañosas, no inten-
cionales, del proceso judicial. Debe proponerse un equili-
brio entre las necesidades y derechos de la víctima y del
defensor.
a) Algunos gobiernos y organizaciones estatales victimi-
zan grupos lábiles, ocasionando así el riesgo de una
escalada de violencia colectiva. Tales prácticas son
condenables y se hace un llamado a la conciencia de la
humanidad para la detección y ejecución de una estre-
ch,a vigilancia sobr^ estas situaciones.
b) Es necesario el control internacional de este tipo de
victimización.
El derecho de asilo debe robustecerse hacia la asistencia de
las víctimas del Estado.
Los cuerpos gubernamentales y no gubernamentales deben
procurar a las víctimas servicios médicos, psiquiátricos,
psicológicos y sociales gratuitos, tanto de emergencia como
permanente?,
a) Es necesario investigar en qué medida la victimización
puede llevar a la víctima a convertirse en delincuente,
b) La investigación de la potencialidad victimal podría
ayudar a la «sociedad a prevenir la victimización de
personas lábiles.

V) Compensación.
Todas las naciones deberían, como cuestión dé urgencia,
considerar la implantación de sistemas estatales de com-
pensación a las víctimas ^el ,delito; asi como tratar de
alcanzar el máximo de eficacia en la aplicación de los
sistemas existentes y los que deberán ser establecidos.
Deben emplearse todos los medios al alcance para difundir
información sobre los modelos de compensación; y debe
estimularse la participación de organismos apropiados
—gubernamentales o no— en su instauración.
Todos los modelos existentes de compensación deben ser
investigados y valorados con miras a extender su aplica-
312 VICTIMO LOGí A

ción, teniendo en cuenta los requerimientos respectivos de


las diversas comunidades en las cuales operan *.
Este simposio hace un llamado a los gobiernos y otras orga-
nizaciones nacionales e internacionales para que difundan lo más
ampliamente posible, las Conclusiones y Recomendaciones obteni-
das en el curso de sus deliberaciones en la esperanza de alcanzar
así la reeducación y el alivio de la victimización.

SEGUNDO SIMPOSIO DE VICTIMOLOGÍA (USA)

El Segundo Simposio Internacional de Victimología tuvo lu-


gar en. la ciudad de Boston, Massachusetts, del 5 al 11 de se-
tiembre de 1976.
El programa fue organizado sobre la base de tres grandes
secciones, a saber:

Sección I. Aspectos conceptuales y legales de la Victimología.

1. Concepto y finalidad de la Victimología.


2. Tipologías victímales.

* Se sugiere que las siguientes cuestiones sean consideradas en plenitud


por las naciones que pretendan establecer modelos de compensación o rever
los existentes;
a) ¿Debe existir un nivel máximo y / o mínimo para la compensación?
b) ¿Cuál es la clase de pérdidas que deben ser resarcidas?
Por ej.: daño emergente, lucro cesante, dolor moral y sufrimiento.
c) ¿Debe tomarse en cuenta la conducta de la víctima en el momento
del hecho y / o su situación en general en la determinación de la com-
pensación?
d) ¿Debe el pago ser de derecho y solamente negado en virtud de razones
que establezca el tribunal?
e) ¿Deben extenderse los modelos actuales e incluirse los delitos contra
la propiedad?
f) ¿Debería el Estado estar autorizado para reclamar del delincuente el
reembolso?, o bien, ¿podría también estar autorizado para obligarlo
a darle parte de sus ganancias?
g) • ¿Deberían los Estados establecer un seguro obligatorio para ciertas
profesiones que se asientan sobre un elemento de seguridad y confian-
za, para cubrir el daño causado por uno de sus miembros, por ej.:
SIMPOSIOS SOBRE VICTIMOLOGÍA 313

3 . La víctima en el procedimiento judicial.


4. Las víctimas de hecho de tránsito.

Sección II. Las relaciones victimales.

1. Delitos contra las personas.


2. Delitos contra la propiedad.
3. Las relaciones criminal-víctima y la policía,
4. El delincuente político como víctima.

Sección III. La víctima y la sociedad.

1. La compensación a las víctimas del delito.


2. Victimización corporativa.
3. La víctima y los mass-media.
4. Victimización de la victima por la sociedad.

TERCER SIMPOSIO DE VICTIMOLOGÍA


(REPÚBLICA F E D E R A L DE A L E M A N I A )

El Tercer Simposio de Victimología se celebró en la Ciudad


de Münster, capital de Westfalia, del 3 al 7 de setiembre de 1979.
El Congreso estuvo organizado en secciones y en grupos de
trabajo.
Las secciones fueron seis en total, a saber:

médicos, abogados, contadores, compañías de seguros, agentes de


bolsa de cambio?
h) ¿Deberían estos sistemas de compensación incluir posibilidades de
apelación?
i) ¿Deben los testigos espectadores que tratan de ayudar a las víctimas
tener derecho a compensación por los daños o pérdidas sufridos?
i) ¿Debe autorizarse a la víctima para obtener una compensación parcial
que le permita cubrir los gastos iniciales, siendo atribución de los
funcionarios correspondientes determinar la suma final?
k) ¿Debe el juez de un proceso penal estar autorizado para ordenar una
314 VICTIMO LOGÍA

1. Conceptos, resultados, consecuencias, descubrimientos y


dimensiones en la Victimología.
2. Estudios de victimización criminal.
3 . Las víctimas de diversas conductas criminales.
4. El papel de la víctima en el proceso de victimización.
5. Tratamiento de las víctimas, reparación y prevención,
6. La victima en el sistema de justicia penal.
Además, hubo algunas mesas de trabajo que trataron:
1 . Problemas de urbanismo y prevención del crimen.
2. Violencia en la familia.
3. Víctimas de crímenes violentos durante el nacional-
socialismo.

P R O G R A M A C I E N T Í F I C O DEL C U A R T O S I M P O S I O
SOBRE V I C T I M O L O G Í A E F E C T U A D O E N T O K Y O Y
K I O T O (JAPÓN, 1982)

Sección I. Aspectos generales de la victimología.

1. Fundamentos teóricos de la victimología.


2. Desarrollo de la victimología.
3 . Victimología y criminología y teoría de la ley criminal.

Sección II. Aspectos empíricos de la victimología.

1. Investigación sobre la victimización.


2. Relación entre el crimen y su víctima.
3. Tipología de víctimas.
4. Problemas de la búsqueda de la cifra negra.

compensación por parte del Estado, juntamente con la sentencia que


debe emitir?
/) ¿Debe una persona acusada que no fue hallada culpable tener dere-
cho a una compensación por las costas procesales que debió oblar o
por otras pérdidas?
m) Cuando se lleve realmente a cabo un proceso penal, ¿debe darse al
juez la facultad de determinar la compensación en el propio fallo?
SIMPOSIOS SOBRE VICTIMODOGÍA 315

Sección III. Aspectos comparativos de la victimología.

1 . Víctimas y causas del crimen.


2. Nuevos tipos de crímenes; crimen de cuello blanco, cri-
men económico, polución, crimen organizado y vic-
timología.

Sección IV. Aspectos prácticos de la victimología.

1 Tratamiento y consejos a las víctimas.


2. Programa de ayuda a las víctimas.
3. Restitución y compensación a la víctima.
4. Víctimas del proceso preventivo del crimen y víctimas de
la justicia criminal.
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