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Díme algo querido lector, alguna vez se han enamorado de la persona

equivocada. No hablo de aquel amor donde te percatas hasta después del


error, sino que desde el principio sabes que algo anda mal con aquella

persona. Ahora notarán el pecado de nuestra protagonista, es corta su

historia y no tiene que ver con algún individuo.


Alma les dará un ejemplo de cómo hacerle caso a su intuición.
CAPÍTULO 1
Desde pequeña la vida de Alma había causado que el esfuerzo fuera uno de

sus atributos más sonados a lo largo de su corta existencia. 19 años se


decían fáciles en un mundo como el que en la actualidad estamos pasando

cada uno de nosotros.

Solo que Alma contaba con un arma secreta, sus abuelos. Ellos son parte de

sus sueños de pronunciarse como una arquitecta reconocida. Aunque en su

interior deseaba construirles una casa que se lo mereciera aquellas dos


personas que amaba por todos esos años que la levantaron.

Con entusiasmo inició sus estudios en un colegio reconocido, siendo


beneficiada por sus notas altas con el 70% de beca, así que el restante debía

emprender un trabajo y seguir sus sueños.

La institución como requisito pedía una pequeña contribución de su tiempo

que debía ejercer durante el periodo que tuviera la beca. Así que, como

parte de la cuota, ella cumpliría con el compromiso de prestar su servicio

algún departamento dentro del colegio, con la finalidad de ayudar y

retribuir por la buena voluntad de otorgarle un apoyo.


Dejándole únicamente tiempo para dormir. Así que parte de la noche la
utilizaba ejecutando sus tareas.

Ustedes dirán en qué momento ayuda en su colegio, pues desde que salía de
clases hasta que faltara media hora para iniciar su trabajo, su existencia era

en la escuela. Al conseguir aquella beca, no la iba a soltar tan fácil, aunque

su vida social pendiera de un hilo. Tras llenar todo el papeleo la habían

dejado en aquel departamento de coordinación para ayuda a docentes y

alumnos con su jefe Heriberto.

Un hombre interesante ante las expectativas de Alma, desde aquella tarde

que lo conoció sus ojos cafés lo vieron de arriba abajo examinándolo. Sus

zapatos bien lustrados vislumbraban como parte de su traje negro, llevando

una camisa color blanca con las mangas hasta los codos perfectamente
doblabas, mostrando sus brazos con bastantes vellos. Una barba de algunos

días y ese cabello acomodado como la moda le proclamaba a la sociedad.

—Ingeniero. — La mujer que acompañaba a Alma pasó frente a ella para

anunciarse. — lamento interrumpirlo, solo será unos minutos de su tiempo.

—Por favor pasen. — cerrando aquella carpeta en sus manos la dejó en su

escritorio para prestar atención a su compañera de trabajo. — Dime Olga,

en que puedo ayudarte. —


—Heriberto, como sabrás hay nuevo ciclo y tu anterior becario, pues salió

de la lista de becas por aquel incidente. —

—Era una buena persona, Luis. —

—No lo dudo. — contestó Olga con un gesto poco aprobatorio. —


Entonces, te quiero presentar a tu nueva ayudante, se llama Alma y acaba

de ingresar a la institución. —

— ¿Desde cuándo empieza? —

—Hoy. — por más que quiso contestar algo, su superior le ganaba las
palabras y ante aquella afirmación solo quedo mostrarle una sonrisa. —No

los voy a interrumpir, tengo que llevar a los demás chicos y ustedes deben
tener mucho de qué hablar y ponerse de acuerdo. Te recuerdo que en media

hora hay reunión. —

—Gracias Olga. — y con ello la vimos desaparecer en el pasillo junto con

otras cinco personas que estábamos en la misma situación. — Siéntate,


tenemos un poco de tiempo para hablar. —

—Es muy amable, Señor Heriberto. —

—Creo que iniciaremos por ahí, nada de Señor, soy Ingeniero o Heriberto.

¿De acuerdo? —
—Sí. —

—Ahora háblame de ti, ¿qué aspiraciones tienes?, ¿en qué carrera


ingresaste? y ¿cuáles son tus horarios? —

—Estoy en arquitectura, en poco tiempo me decidí por la profesión,


supongo que lo supe de inmediato, y según el papel que nos dieron. —

haciendo una pausa en las respuestas, saco un folder manila donde un par
de hojas blancas notificando sus materias y tiempo disponible. — tengo el

turno matutino. —

—Bien Alma, me alegra saber que estás entusiasmada, espero que sigas así

hasta que acabes, he visto muchas caras que a la larga terminan bastante
desequilibrados por la presión. Si escuchaste Luis, tu antecesor fue uno de

ellos, entonces si necesitas algo, veré cómo apoyarte. —

—Muy amable Ingeniero. —

—Te voy a decir lo que hacemos aquí… —

Con los pocos minutos que le quedaban a su presentación, trato de resumir

lo que aquel departamento realizaba para la institución. Conforme le decía


sus instrucciones de las actividades que Alma debía ejecutar lo anotaba en

una libreta, no olvidando cada una de ellas. Incluso le mencionó como


contestar el teléfono cuando él no estaba presente, también le mostró su
baño personal y que podía ocuparlo, además de sus dos cajones secretos,
uno donde tenía muchos dulces para su día a día y el otro bajo llave.

—Vamos contesta. — incitaba su jefe al escuchar el teléfono de la oficina


sonar. Al ver los nervios de su nueva asistente solo se limitó a sonreír y
tomar la llamada. —Departamento de… — hizo una pausa escuchando muy

atentamente lo que decían. — Si ya salgo. —

—¿Está todo bien? —

—Hay días buenos y malos. — mencionaba mientras abría un cajón con


llave sacando una corbata y poniéndola alrededor del cuello. — aquí verás

de todo, ahorita tengo junta con los demás departamentos, ¿a qué hora te
tienes que ir? —

—15:30 —

—Es posible que tome tiempo, así que si quieres irte, por mí no hay

problema, nada más cierra la puerta con seguro. —

Con su corbata chueca se marchaba por aquel único acceso dejándola con la

intriga de sí quedarse o irse, así inició sus primeras interacciones,


internamente deseándolo besar y el otro tanto queriendo obedecer todo lo

que él pedía, todos los días así pensaba desde hace más de un año que
contaba con su jefe de departamento.
Desde aquella plática, la compañía de ambos de casi tres horas al día, se
convirtió en buenas conversaciones, apoyo mutuo, incluso complicidad por
parte de los dos. Cuando veía a Alma no poder más le decía que fuera

acostarse en el baño o si tenía tarea por hacer, le exigía que la hiciera antes
de servirle de apoyo.

Al enterarse de que su pequeña ayudante trabajaba medio turno para pagar

sus estudios, y que algunos de sus compañeros hacían lo mismo, no dejo de


extrañarle a él como le ablandó su corazón al verla cansada y con sus ojeras

que le costaba ser rudo con ella.

Viéndola en secreto, admirándola por todo lo que lograba, pero sobre todo

aquel culo que le hacía tener fantasías pocos profesionales, que al irse se
tenía que desahogar para mantenerse satisfecho.

De la misma manera Alma le ayudaba a su jefe con pequeñas mentiras

piadosas en otros departamentos, al solicitar actividades de auxilio


mencionaba alguna excusa. Incluso parecían un dúo bien acoplado, mejor

de como Heriberto se enteró de los demás becarios que les tocaron a sus

compañeros.

Sonriendo por dentro por su excelente ayudante, que le fascinaría tener en


sus piernas.
CAPÍTULO 2
—Por favor, Alma archiva estos papeles, no quiero que se vuelvan a juntar.

—Claro, ingeniero. — dejando la laptop que siempre cargaba en su

escritorio, se dedicó a guardar todas aquellas hojas que le estorbaban.

Rompiendo el sonido de la oficina, solo con la música de fondo, sus


respiraciones y el pasar los memos en las manos de su asistente, le parecía

muy grato, además de satisfactorio. La chica frente a ella era bastante, lista,

casi nunca le pedía ayuda, bastaba con que le explicara una vez para llevar a
cabo las cosas y no volver a preguntar. Así era su rutina con ella y le

encantaba que fuera tan eficiente, pero incluso para él, notaba sus cambios

de actitud.

—¿Vas a salir hoy? —

—Si, ¿es muy notorio? — sin dejar de verla, sacó una pequeña sonrisa.

Como no lo iba a notar si aquel pantalón ajustado, hacía se le vieran sus

nalgas redondas, casi perfectas ante el espectador, desde que había pasado
aquella puerta con su pantalón incitaba a no dejar de admirar. — ¿usted

tiene planes? —
—También tengo una salida con unos amigos. — tras disfrutar, verla

agacharse para encontrar unas carpetas, solo se imaginó aquel cuerpo de la


misma manera en su escritorio. — Queremos festejar el cumpleaños de uno

de ellos. —

—Me alegra mucho. —

Aunque a sus 28 años había conseguido toda clase de logros, pero cuando
vio aquella chica entrar por su puerta mentalmente hizo un juramento de no

tocarla. Cómo lo iba a hacer si era mucho menor que él, son casi 10 años,

pero ahora viéndola así sabía que ya se notaba que su desarrollo estaba
siendo favorecedor en ella y más aún para él.

Al mirar la hora en su computadora de escritorio, únicamente contaba con

65 minutos para lograr un poco de persuasión, verificando si podía

conseguir su objetivo sobre ella. Al volver a verla en la misma posición, sin


darse cuenta, se encontraba tocando su miembro.

Percatándose que no lo viera nadie, siguió haciéndolo, lo necesitaba, solo

pensó en ese pequeño trasero en el aire, en cómo entraría su polla por

aquella abertura, escucharla, gritar su nombre. Al poseerla moviéndose


sobre su miembro, o teniendo un orgasmo. Con toda la calma, se paró de su

asiento y con paso natural se introdujo al baño a terminar, lo que inició con

su mente enferma.
Alma, por su parte, lo había visto, solo que decidió ignorarlo. Su amiga

tuvo la razón al decirle que aquel pantalón en la noche dejaría a más de uno

con ganas. Maldijo para sus adentro al no hacerle caso sobre el vestido, se

imaginó a Heriberto salir del baño y poseerla, pero debía quitar la imagen
de su mente. A su benefactor, como le llamaba, no le interesaba, en cambio,

ella estaba embobada por él desde el primer día.

Escucho el picaporte del baño y Alma seguía en lo suyo, perforando,


revisando números y después metiendo el papel en la carpeta que

correspondía. Pasando a un lado de ella, Heriberto se contuvo al no darle

una nalgada en ese trasero sacando un fuerte suspiro. Aunque al salir del

baño necesitaba implementar aquella estrategia que no sabía si funcionaria,


pero debía intentarlo, ahora su juramento era no dejarla salir sin por lo

menos de un beso y tocar ese trasero. Estaba dispuesto a todo.

Se colocó aún lado del estante donde ella acomodaba las cosas, simulando

encontrar la carpeta adecuada, los papeles correctos, el número o por lo


menos que le hicieran quedarse junto a ella. Al tomar la primera carpeta que

se le ocurrió empezó abrirla en el escritorio viéndola moverse sin

intimidarse.

—Alma, ¿A qué hora es tu entrada? —


—La misma, solo que salgo temprano, así que voy con unos amigos a salir.

—Por lo que me platicaste en tu trabajo son muy exigentes con los horarios.

—Y lo son, pero como van a fumigar el lugar decidieron hacerlo hoy en la

tarde para darnos oportunidad de disfrutar el fin de semana. —

—Fueron muy amables con una chica bonita. — Alma al escuchar esas

palabras volteo a verlo de inmediato, colocando un rojo en sus mejillas. —

no me digas que tu novio no te ha dicho nunca lo hermosa que eres, porque

le patearía el trasero. —

—No estoy muy acostumbrada a los halagos, y no me la dice, ya que no

tengo novio. — Una sonrisa triste se apareció, pero continuó con sus

actividades.

—Y ¿a dónde tienen planeado ir? —

—Seré sincera, no soy de convivir, casi no lo hago, así que mi amiga es

quien me llevara. —

—Deberías salir un poco más Alma. — su tono de Heriberto había

cambiado, no era el tono serio y lo noto su interlocutor. — Hay muchos


lobos por ahí. —

—En eso tiene razón. — sin decir más sacó una hoja que le era inútil,

colocando la carpeta en su lugar resignado que no pudiera tener más

información y no poder hacer más movimientos.

Cuando terminó de meter la última carpeta en su sitio, faltaban 15 minutos


para que ella se marchara, Heriberto notó que seguía roja por sus

comentarios y eso le alegro. No podía perder más tiempo, así que no tenía

otra opción que acercarla lo suficiente, mientras volvía a su laptop, tocando


las teclas a gran velocidad. Tomó sus hojas, empujando "accidentalmente"

un pequeño porta lápices, escuchando sonar como caían por el piso. A prisa

se levantó para posarse a un lado del escritorio donde se mostraba todo


esparcido.

—Le ayudo. — la conocía y lo iba a auxiliar, así los dos estarían cerca.

—Quisiera decirte algo, Alma. —

—Dígame. — contesto aun levantando algunas plumas.

—Tienes unos ojos muy bonitos, pero más esa boca que quisiera besar. —
sus palabras hicieron que se quedara como hielo, congelada, con los tonos

elevados en su cara.
—Ingeniero. — Y sin verlo venir Heriberto la beso. Respondiendo después
de que su cabeza razonara y lo hiciera atrás. — no podemos hacer eso,
alguien nos puede ver. —

—Eso se arregla fácilmente. — con bastante agilidad se encaminó dando


grandes zancadas y escuchó cerrar la puerta con un clic del seguro. — lo

ves. —

Con ello fue suficiente para regresar a lo que ya no había vuelta atrás.

Los dos de frente se atrevió tocarla de la cintura y apretarla a su cuerpo para


proseguir aquel beso que a Alma lo sentía como la gloria, era tierno y
conforme avanzaba su lengua tocó sus labios abriendo la invitación a

explorar y lo hizo. Mientras se sostenía de sus hombros para no caer.

Heriberto no contenía la emoción y su erección se presentó haciendo


fricción con el cuerpo de Alma, la quería, la deseaba en verdad. Movió sus
manos tocando y apretando su pecho, eran grandes y eso le gustaba, su boca

inició a bajar por su cuello escuchando sus gemidos dándose internamente


un aplauso.

La intensidad en su cuerpo de Alma iba en aumento, así que debía actuar


rápido, bajo sus manos, intentando desabrochar su pantalón, pero la mujer

frente a ella lo detuvo.


—No. — respondía viéndolo a los ojos. — Aquí no. —

—¿Pasa algo? ¿Cometí un error? —

—Si lo hubieras hecho, no dejaría que llegaras tan lejos. —

—¿Entonces? —

—La verdad no esperó que lo entiendas, pero no quisiera que fuera en una

oficina mi primera vez. – dijo Alma. — quiero hacerlo, solo que no aquí. —

—¿Qué has dicho? — se quedó perplejo Heriberto, viendo incrédulo a la


mujer frente a él. —¿eres virgen? — solo que antes que pudiera contestar la
puerta se escuchó tocar. — Diles que me siento mal. —

—Pero… —

—Miente por mí. — le dio un beso rápido, mientras Heriberto abría la


puerta del baño y se metía.

—Hola, Olga. — sonó un poco más arriba de su tono, pero todo parecía ir

bien. — en que te puedo ayudar. —

—Vine por Heriberto, le hablan en dirección y a dejar unos papeles.


¿Dónde está? —

—En el baño, no se siente muy bien. —


—¿De verdad?, o solo lo estás encubriendo en una de sus salidas. —

—¿Quién es, Alma? — grito para que no hiciera más preguntas su


compañera de trabajo.

— Soy Olga. — pegándose más a la puerta, Heriberto escuchando lo que

decían. — que firme los papeles y ahora que termine que vaya a dirección.

—Si, yo le aviso. —

—Gracias, ¿cierro o la dejo abierta? —

—Ciérrela, yo ya me voy. Va a necesitar un poco más de tiempo. — se


escucharon los tacones y como se cerraba la puerta, para después un
pequeño toque de afirmación, vio salir a Heriberto. — estuvo cerca. —

—Lo sé. — pero Alma no se percató de en qué momento la había tomado

pegándola a la pared y darle un beso tan profundo mientras restregaba su


erección en su cuerpo.

—Dime, ¿a dónde van a ir hoy en la noche? —

—Al Baby. — respondió

—Perfecto, entonces ahí te veré, por ahora ve a trabajar, no quiero ser la


causa de que llegues tarde. —
—Que gracioso. — y viendo desde lejos como acomodaba todo y se

colocaba su mochila en la espalda, se acercó a ella antes de marcharse y le


dio un último beso.

—Sabes perfecto. — viendo como se le ensanchaba la sonrisa, al darse la


vuelta le dio una palmada bastante sonora en su trasero, sintiendo una gran

gratificación.

Viéndola partir, quedándose solo en aquella oficina, con dos pensamientos.

El primero que no lo dejaría trabajar pensando únicamente en ello, Alma

era virgen. Siempre que le venía a la mente pasaba su lengua por sus labios.
El otro pensamiento que gritaba “es prohibida para ti” lo tenía oculto en su
escritorio con seguro, su anillo de matrimonio le hacía pensar y sobre todo

si realizaba lo que deseaba iba a causar daños.

CAPÍTULO 3
Si aquella tarde en su trabajo no se pudo concentrar en nada más que en el
hombre que la había besado, en muchas de esas ocasiones solo
percatándose tarde de los errores que cometía en su computadora, pero no

podían juzgarla, logró tocar el cielo con aquel beso posesivo. Sabía que
valía la pena que casi lo descubrieran, pero estaba todo mal. No debía
seguir, arriesgaba demasiado por una calentura, su beca, su sueño, su
familia, el esfuerzo, además que podrían correrla de la institución. Lo que
menos quería ser, era un Luis en la historia del campus que andaba de boca

en boca con demasiados rumores.

Al dar las seis de la tarde se daba la orden de retirarse de las instalaciones


para realizar el proceso de fumigación, palpando la emoción antes de salir.

Tomando sus cosas para tener el fin de semana más largo que se ejercía
cada cierto mes y con la ayuda de Carlos, que era su amigo del trabajo.

Ambos caminaron para la salida principal de aquella pequeña empresa, aun


cargando con sus gafetes aun en sus camisas.

—Me alegra que accedieras a venir con nosotros. —mencionaba Carlos a su


amiga. — tenemos bastante tiempo sin salir. —

—Debo admitir que su determinación se las aplaudo a los dos. —

—Gracias, aunque quien se lleva el crédito es Norma. —

—Estoy segura de que el de la idea eres tú, pero no te voy a regañar porque
necesitaba esta salida. -

—Un placer servirte. —


La persona que siempre impartía la incongruencia de sus lugares de trabajo,
se encontraba ya esperándolos a las afueras, con una sonrisa enorme capaz

de iluminar aquella entrada donde el personal salía, con sus llaves de su


carro en mano, gritando que era hora de divertirse. Resultaba que un poco
de desastres nunca estaba demás, sobre todo de una vida llena de

demasiados excedentes de trabajo.

El sitio que había elegido Norma resultaba bastante apropiado, para poder
levantarse y bailar a lo grande, después de pasar a su casa de Norma por un
par de cosas, además de retocar los detalles para no verse tan cansadas;

aunque lo estaban, al llegar al sitio eran las 9:45 de la noche.

Personas ya contaban con muchas bebidas sobre la mesa, algunas otras ya

bailaban de una manera exótica dentro de la pista, otra tantas celebraban o


estaban en el ritual de a ver quién bebía más en su mismo grupo. Incluso las

luces lograban alcanzar a ver algunas particulares parejas peleando. Todo


estaba como lo recordaba antes de iniciar su vida de prisionera de un trabajo
y una escuela.

Le dolía saber que aquellos chicos con quienes compartía el salón solo se

limitaban a presumir sus tarjetas de crédito, viajes y bastantes comodidades.


Entre ellas, poder salir en las noches sin preocuparse por alguna colegiatura
o una emergencia, era más sencillo para ellos. Colocando el mesero una
botella en la mesa ponía en marcha el plan de la despreocupación de la
semana o por lo menos del año estresante.

La noche estaba dando con todo, o como lo esperaba Alma, la música

llegaba a los oídos, teniendo que gritar para que escucharan las personas
alrededor.

A mitad de la velada, las dos amigas se percataron de la tardanza en el baño


de Carlos. Lo que significaba que la chica con la que bailoteaba ahora tenía

sujetas las manos en algún lugar de su cuerpo. Dejando solas a Norma y


Alma en la mesa, bailando junto a ella, cuidando las cosas.

—Señoritas, les mandan esto. — el joven mesero que las atendía hablaba
mientras ponía unas bebidas sobre la mesa.

—¿Quién las manda? —

—Yo. — la voz de Heriberto sonó aún lado del mesero. Viéndolo


detenidamente, iniciando con esa camisa y pantalón negro que le encantaba

a Alma, aquella postura correcta que le hacía verse imponente. — espero no


haber llegado tan tarde, cariño. — al terminar le planto un beso en la boca a

Alma como si fuera algo tan común en su día a día.

—¿Tú quién eres? —


—Creí que les habías dicho que existía a tus amistades. — sonrió aquel

hombre, aunque solo su pensamiento de Alma era en qué demonios estaba


pasando. — Soy Heriberto, futuro novio de mi niña, un placer. —

—Igualmente, no pensé que tendríamos invitados. —

—Solo un par de amigos, están en la barra pidiendo tragos. — Con la fiesta


interna, cuatro chicos llegaban con toda la actitud para hacer más grande el

ambiente. — Es cumpleaños de él. — hizo una señal ubicando a un


muchacho de cabellos negros y ropa cómoda que disfrutaba de su momento.

La música retumbaba a todo lo alto, viendo cómo se acoplaban los recién


llegados a los que poseían la mesa. Siendo parte de la estrategia de

Heriberto, pidió ayuda de uno de sus colegas, presentándose ante Norma


con la sorpresa de que se llevaran tan bien.

Teniendo el camino libre, el chico de camisa negra no perdió la oportunidad


de sacar a bailar a Alma, incapaz ahora de dejarla ir de sus brazos, le

encantaba tener su presencia alrededor, su cuerpo, su aroma y en más de


una ocasión pegando sus cuerpos seducidos por el alcohol. En un descuido
los dos se aproximaron a un rincón, negando que sus bocas se separaran,

reteniendo imágenes de Alma y guardarlo en su mente. Su cuerpo hervía,


conocía aquella sensación y logró dárselo, en una pequeña salida a su
liberación.
Sus besos de Heriberto eran leyenda, pero cuando bajó a su cuello supo que
era la perdición de Alma, siendo incapaz de darle un no al hombre frente a
ella. Jugando con su cuerpo tocó de la misma manera en que él lo hacía,

incluso se atrevió a frotar su mano en su pene, sintiendo como a Heriberto


le encantaba, soltó un gemido succionando aún más sus pechos que por
extraña razón no dejaba de jugar con ellos. Quitando solo el botón de su

pantalón, sintió una picazón de angustia, pero la calmó un beso de su


amante.

Un par de dedos la sorprendieron jugando en la entrada, moviéndose


primero lento, pegándose su cuerpo para que no vieran esa intimidad entre

ellos. Al sentir los labios de Alma en su cuello, los dos dedos fueron
subiendo de volumen y siguiendo el ritmo con sus caderas. Conforme más
se movía, los dedos no tenían control y Alma se aferraba más a Heriberto,

perdiendo la capacidad de razonar, hasta que sintió salir un líquido.

—El primero es mío. — la voz de Heriberto en su oreja la estremeció y le


fascinó obteniendo que aquel grito de su orgasmo lo succionara con un
beso. Dejó a la chica que se recuperara, lo suficiente para ver sus ojos

iluminados, satisfecho.

—¿Qué hiciste? — mencionó al llegar a la mesa.


—Lo que debiste disfrutar desde hace tiempo atrás. — sonrió y la beso
enfrente de todos. — además, es el primero de muchos, si te parece

podemos irnos. —

Visualizo a su alrededor y noto a su grupo ocupados o entretenidos, además


de bien acompañados, Norma ya se estaba besando con el chico que le
habían presentado. Asentó con la cabeza Alma, no sabía si era el alcohol

que la valentonada o la idea de que iba a disfrutar de la misma manera que


hace algunos minutos valía la pena.

Ambos fueron hablar a sus respectivos amigos anunciando que se iban,


Norma le pidió que le mandara su ubicación, además de que contestara los

mensajes que le enviará. Por la parte de Heriberto, sus compañeros le


dijeron que no se preocupara y su mejor amigo le prestó las llaves de su
apartamento, para que la pasara bien.

Al salir el aire de la ciudad pegó con el frío, llevándola tomada de la mano

y ayudándola a subirla a su automóvil. Ingresando el sentimiento de


nervios, la invadió, no sabía qué hacía de su vida y surgía un sentimiento de
mala idea, pero debía vivir el momento o ese era el mantra mientras la

puerta se cerraba.
CAPÍTULO 4
Heriberto había puesto la calefacción dentro del carro, no sabía que estaba
haciendo, pero de alguna manera la idea le fascinaba que lo que se le venían
a la mente, solo que una cosa era lo que pensara, otra lo que quisiera aquella

chica.

—Alma, ¿Te encuentras bien?, ¿Quieres hacer esto? —

—No me hagas dudar. — con esas palabras aceleró lo suficiente para poder
llegar lo más pronto.

—Es aquí. — apagando el carro, se asomó su copiloto viendo donde estaba


y enviando un mensaje con su ubicación a su amiga, logrando que estuviera

tranquila.

Al bajar del carro, ambos tomaron la mano para avanzar al edificio frente a

ellos.

Un apartamento bastante mono, de soltero, reflexionó Alma al notar el poco


orden dentro del lugar, percibiendo su vergüenza ante las instalaciones. En
cuanto pasó por la pequeña sala, sus manos la capturaron por detrás,

sintiendo unas caricias en su cuello como si la relajaran.


—Sabes delicioso. — decía Heriberto entre besos, subiendo y bajando por

su nuca, mientras su erección la restregaba en su trasero y dejándolo notar


con la siguiente frase. —me pones demasiado caliente Alma. —

Al darle la vuelta la pego a la pared le dio un tremendo beso como si


quisiera comérsela, está poseído por el deseo carnal, por eso ambos no

quitaba las manos de encima de sus cuerpos, desposeyendo de aquellas


prendas que les estorbaban a los dos.

Ella visualizando su cuerpo con bellos por todos lados y el otro unos pechos
grandes que se le hizo agua la boca, le encantaban, mientras los bailes y

movimientos de cuerpo logrando contenerse, llegaron aquella habitación


acostándose los dos solo con lo que era su ropa íntima. Ese bóxer que
estorbaba para sentir de mayor manera y un brasier junto con una pantaleta

impidiendo la salida de las bestias nocturnas.

Sin dejar de tocarse, la calentura se sentía por lo alto, estaban agonizando


los dos. Dos tirones bastaron para poder quitar el brasier y la pantaleta
negra de Alma.

—Quiero probar primero. — mostró con una sonrisa sus dientes incapaz de

contener su emoción. – ¿puedo? –


–Creo que sí. —su respuesta fue apenas un susurro y con esas palabras
descendió quedando entre las piernas, subiendo una a sus hombros, para
que su gozo fuera mayor.

El gemido de sorpresa, hizo saber satisfecho de que nadie estuviera antes

que él. Moviendo su lengua donde ninguno había traspasado esa frontera,
excitado de cómo su cuerpo estaba frenético, aumentó el ritmo, sintiendo

mover sus caderas y sus gemidos de gozo logrando que no se quitará.

—Dios. — gritó ella. Estaba lista, retirándose de su ubicación,


posicionando sus labios en su boca.

—Quiero que sepas que, si hago esto, serás mi mujer, mía y no te


compartiré con nadie. —un beso, fue la afirmación para que siguiera y
acomodando su miembro, no lo dudo y metió de un solo golpe logrando que
sintiera todo. A pesar de la humedad, el grito fuerte surgió de sus labios,
enterrando sus uñas en la espalda de Humberto. —se siente perfecto. —

—Heriberto.—

—Me encantas, te voy a marcar como mía, vas a decir mi nombre y por

ahora quiero que sepas lo que es unirnos.—

Entonces se movió, una y otra vez, sintió todo al natural. Acelerando como
un loco por la experiencia que le daba aquella mujer. Mientras Alma se
aferraba a él, tras el dolor en su vientre, siguió sus movimientos hasta que
sintió acoplarse, al punto que surgía algo grande dentro, quería gritar, su
vientre pedía que siguiera moviéndose, extrañamente lo hizo su amante

como si adivinara su mente empujando con fuerza.

Hasta que ya no pudo, y mientras gritaba de satisfacción, un líquido caliente


sentía surgir entre sus piernas, escuchando también el aullido de Humberto,
diciendo su nombre.

—El segundo orgasmo también es mío. Los voy a querer todos. —


transpirando logró decirlo antes de caer encima de Alma.

Su cuerpo de Humberto se hallaba arriba de ella, sudando, con los espasmos

del orgasmo. Notaba el peso de más y no le molestó, todo lo contrario,


quería olerlo, tocarlo, pero su mente, cuerpo y sobre todo sus extremidades
pedían un descanso. Al bajar de Alma un respingo la sobresaltó al
acomodarse con las sábanas. Se volteó para verlo y él hizo lo mismo
pasando una mano por su cara, sonriendo y plantando unos tiernos besos en
su frente, cuello, quedando los dos abrazados en una noche de amantes.

Aquella mañana la sensación de algo golpeando en su trasero la despertó.


Al abrir los ojos la sonrisa de él, hizo que hiciera lo mismo, seguido de una
sorpresa al sentir su miembro ingresar sin ningún problema.
—Me encanta despertar así en las mañanas. — le dio un beso en la boca. —
Buenos días mi princesa. — con esas palabras inició a moverse, al estar de
lado las cosas cambiaban, ahora era más cómodo. Los besos en el cuello y
una de sus manos le sostenía su pecho, aferrándose a Alma.

Se sintió raro al sacar su miembro lejos de ella y dándole la vuelta para


permanecer arriba, viéndola a los ojos y con su mano conducir su miembro
a su lugar. Pero se quedó ahí sin moverse, observándola desde esa posición
toda su cara, recordando ese momento. Fue entonces que la beso, sintiendo
sus manos alrededor de él para que siguiera, sus caderas moviéndose,

pidiendo por más de él.

Quería disfrutarla un poco más, sus manos viajaron a sus pechos,


apretándolos, solo que no era su destino. Siguieron su rumbo hasta llegar a
su cúspide, moviendo sus dedos en círculo, escuchando enseguida sus
gemidos, activando aquellas caderas como en forma de súplica.

—¿Qué me estás haciendo? Me estás matando de placer. — entre gemidos


hablaba aferrándose cómo si fuera a unirse.

—Te voy a enseñar muchas cosas. Quiero escuchar mi nombre. — quitó su


mano, viendo en la mirada de Alma una pequeña súplica. — recuerda que
eres mía. —
Una embestida hizo que gritara, fue entonces que la complació.

Quería que ambos terminaran, pero ella estaba muy cerca, lo contemplaba
en como apretaba su polla, y al verla querer arquear su espalda fue su
perdición. El nombre de Heriberto apenas lo escuchó, pero sí vio aferrarse a
las sábanas.

Aumentando la velocidad prestando atención de cómo chocaba su cuerpo


con el de Alma y tras pegar varias veces se vació dentro, chupando un seno
para ahogar el grito.

Al levantarse vio su cara de Alma con la sangre en las mejillas, y dos

marcas rojas en sus pechos que se podrían esconder perfectamente por una
blusa. Era de él y quería que todos supieran eso, que esa mujer ahora le
pertenecía, que sus orgasmos eran de él y que la hizo suya.

—Un excelente mañanero. — mencionaba Heriberto con una sonrisa en la

cara, cubriendo su cuerpo con la sabana. — no sé si tendré suficiente de ti.


Mis días en la oficina serán más felices. —

—Debo decir que no pensé que fuera así un mañanero. — y no mentía


Alma.

—Cariño, ahora yo voy a ser tu maestro. Solo deja que tu cuerpo se


acostumbre a mí. —y después la beso.
—Y si no tengo suficiente. —

—Él que no va a tener suficiente voy a hacer yo. — con su mano tomó la

sábana y la bajo. — esos lindos pezones, necesito chuparlos todo el tiempo.


—Ahora no sé cómo debo llamarte, Ingeniero, Heriberto. —

—Puedes decirme lo que quieras, solo evita la palabra amor, es obsoleto. —

—Herberto, dices cosas que me hacen…— pero entonces el teléfono sonó


corriendo a buscar el aparato hasta llevarlo a la oreja. — Bueno. —

—¡¿Dónde demonios estás?! El jefe está preguntando por ti. — escucho a


Carlos gritarle demasiado alto, se notaba estresado por lo que estuviera
pasando en la oficina.

—¿Qué pasa? Es un día libre. —

—No viste los mensajes, pidieron a algunos venir por unos papeles, te están
esperando. —

—Ahora voy, solo cúbreme. Voy a arreglar unas cosas y lograré llegar antes
de lo esperado. —

—Te necesito aquí ya, están gritando por unos estúpidos archivos que tal
parece tú tienes, así que date prisa. — después de eso colgó.
Sin percatarse estaba ya de pie, desnuda, moviéndose al frente de los ojos
de Heriberto, que no paraba de verla lamiéndose los labios. Solo
imaginando la excelente alumna que se consiguió hacía que su miembro se
volviera a parar.

Después de colgar la vio moverse con muchas muecas al agacharse a buscar


su ropa.

—¿Estás bien? —

—Me tengo que ir, necesito llegar a mi casa y después ir a mi trabajo. — la


desesperación inundaba a Alma, estaba preocupada, nunca había pasado
algo semejante y se sentía mal.

—Tranquila, yo te llevo.—

—De verdad. —

—Lo que sea por ti. — antes de buscar su ropa, Alma vio cómo se paraba
desnudo ante ella, acercándose con su miembro listo para un segundo

asalto. Le dio un beso en la boca y sonrió. —Así me ponen Alma, de no ser


porque te tienes que ir, sino que estarías en esa cama conmigo todo el día.—

Viendo la cama delante de ella antes de irse, vio una mancha de sangre
marcando aquel lugar donde perdió lo que tanto cuido por mucho tiempo.
No sabía si era lo correcto, pero le había gustado, además de que al tocar su
mano Heriberto le hacía cosquillas en el estómago, aunque no sabía

distinguir por el dolor agudo que le surgió desde que se levantó de la cama.

Al ayudarla en el transcurso del camino, llegó antes de lo esperado, viendo


la chica como se quedaba hasta que se metiera a su trabajo, sonriendo, le
dijo adiós con la mano. Contemplando el difícil fin de semana que tendría

por delante.
CAPÍTULO 5
Los lunes por la mañana y las clases, demostrando que la vida de todos
seguía su rumbo. Marchando como cada semana en compañía de sus
colegas que se limitaban a escuchar los regaños de cada profesor, por el

pésimo trabajo que desempeñan, considerando la profesión tan importante


que estudiaban.

Aunque lo que le preocupaba más a Alma eran sus pensamientos


irracionales de los labios de Heriberto, en sus tiempos libres solo recordaba

aquellas escenas, sus palabras, le dio miedo crear una obsesión con aquel
hombre, el temor de cómo se había apropiado de sus pensamientos e
imaginación. El problema es que no le era indiferente, le agradaba la
sensación que le provocaba su hombre.

Para algunos había sido un fin de semana largo, para otros el más fantástico,
jamás imaginó sentir eterno no volver a la escuela. En todo este tiempo no
hubo noticias de él, ni un mensaje o alguna muestra de señal sobre el
hombre que le quitó su virginidad, la soledad y el constante pensamiento de
que había sido una mala decisión, la rondaban, incapaz de ser racional si fue
lo correcto.
Su mente le traicionaba constantemente sobre si hizo algo mal aquel día o

las cosas no salieron como quisieron ambos, pero lo que le causaba más
conflicto era conocer si le interesaba volver a saber más de ella y que iba a
pasar con todo lo que trabajó hasta ahora.

— Lamento la interrupción, profesor. —aquella voz inundó el silencio y

concentración del salón, volteando a ver a la puerta. — No será mucho


tiempo, solo para dar unos anuncios. —

— No hay problema Ingeniero, pase. — y así entró por la puerta el hombre


que el día sábado la vio desnuda a su completa merced, solo que ahora su

enfoque era a todos sus compañeros alrededor y no a su cuerpo.

— Buenos días, chicos. — Eran las 8 de la mañana y su hora de entrada era


más tarde, la mente de Alma no comprendía qué estaba haciendo ahí tan
temprano. — Sé que aún no despiertan, así que seré breve. Recuerden que

los departamentos… — continuó Heriberto, mirando a todos, menos a la


muchacha que intentaba ignorarlo. — Sería todo, estamos a sus órdenes y
una cosa más profesor, podría permitirme unos minutos con Alma. —

— Por supuesto. Alma acompaña al ingeniero. — sin decir más, el profesor

siguió con su clase, evitando que su alumna fuera una especie de


interrupción al verla pararse y retirarse por la única puerta de acceso.
Al salir no expresaron ninguna palabra, Alma siguió al que era su jefe como
cordero con la cabeza abajo, sin saber que iba a pasar con su existencia en
aquel plantel. Una mano en su antebrazo hizo que viajaran sus ojos a donde

procedía un pequeño apretón y antes de darse cuenta estaba en un próximo


salón de clases con las luces apagadas.

Tras percatarse de que no existiera nadie, fue entonces que los labios de
Heriberto la comenzaron a besar con desesperación.

— Fueron unos días y no pensé extrañarte tanto. — Sus manos eran


tentáculos, se movía por todo su cuerpo apretando, tocando, impaciente por
volver a poseerla, aunque fuera con su boca.

— Heriberto, ¿qué haces?, estamos en la escuela. —

— No me importa, necesitaba besarte. — y de la misma manera que antes


la desesperación lo envolvió acariciando con su lengua cada parte de su
boca. Mientras sus manos estrujaban su culo, logrando pegarla a su cuerpo.

— Tengo que irme, nos vemos por la tarde. —

Al cerrar la puerta la dejó ahí paralizada, sin respirar, solo pensando en qué
demonios había pasado.

Cuando dio la hora de salida su humor cambió, una sonrisa le florecía sin
darse cuenta y el saber que ahora vería a su ¿novio? ¿Cariño? ¿Amante?
¿Tigre? ¿Corazón? Conforme avanzaban algunas preguntas, se formaban, la
actitud de Heriberto fue preciosa, daba a entender que la extrañaba y la
necesitaba, pero el fin de semana resultaba indiferente y el conflicto pasaba
de un lado a otro.

Al llegar a la puerta, el perfume que emanaba en la habitación se distinguía


por todo lo alto, más que en otras ocasiones, como si fuera el bálsamo del
apareamiento. Al pasar por la puerta se quedó parada, observándolo frente a
su escritorio con muchas hojas en mano, moviéndolas en el montón
correcto, fue entonces que tocó y él la vio a los ojos soltando una sonrisa,

borrándose en un segundo.

— Hasta que llegas — gritaba por todo lo alto, asustando a Alma. — Me


puedes explicar qué significa este desorden en las carpetas. —

— ¿Perdón? — y su pregunta solo salió al igual que el desconcierto, pero


las ganas de llorar se le notaban en los ojos de Alma, jamás le había gritado
en lo que llevaba de tiempo, hace tan solo unas horas la beso, porque el
cambio ahora. Entendía que no debía combinar trabajo con placer, pero su
queja no lo comprendía. — ¿Cometí un error? No entiendo su reclamo —

— Es increíble que todo esto esté en desorden. — Algunas señas de


Heriberto las hacía con las manos, pero no las comprendía su interlocutor.
— Ingeniero no lo entiendo, si me puede explicar que está sucediendo. —

— Tus comentarios tontos aquí no van, vas a arreglar todo lo que hiciste
mal, mientras yo me voy. — Conforme más hablaba se acercaba más a ella.
— Espero que lo resuelvas. — y entonces el portazo de la puerta sonó
fuerte. La escena fue ver a Alma con lágrimas en los ojos en un rincón,
viendo con miedo, mientras él se acercaba lentamente.

–¿Alma? – al ver que la deja tocar, inicio limpiando las lágrimas de la chica
que estaba adentro conteniendo por no llorar sin éxito.

—¿En qué fue lo que me equivoque? —

—Lo siento, perdóname. — le decía mientras le daba tiernos besos por la


cara. — debí avisarte, no quise gritarte de esa manera. –

—Entonces, ¿por qué lo hiciste? —

—Quería un pretexto para estar contigo a solas. —

—¿De qué hablas? —

—Invente una junta fuera de aquí, así que debía idear alguna cosa para que
te dejaran. –

—Es broma, ¿verdad? –


—Lo más conveniente era imaginar que tú tuvieras un error y evitar que
otro departamento te tomará y les ayudarás. —

—Eres un estúpido. —

—Lo sé, pero era más mi necesidad de tenerte para mí sin interrupciones.
— tras calmarse le sonrió. — Así que Alma hoy vas a hacer mía. —

—Tenemos que terminar el trabajo aquí. —

—Ya me ocupé de ello. — su voz sonó más de victoria interna para que
supiera su amada que no debía de qué preocuparse. — Hoy no vas a hacer
nada más que descansar. —

—Eres muy generoso. —

—Me has vuelto loco, estás en mi mente, no te puedo sacar de mis

pensamientos. — aquellos besos tiernos se fueron, dejando paso a los


posesivos. — hazme dos favores. —

—Dime. —

—No me vuelvas a llamar Ingeniero aquí adentro, seré lo que quieras


menos esa palabra tan informal. —

—Bien, y la segunda. —
—Que te dejes llevar por hoy, si me permites puedo iniciarte en un mundo
que te va a encantar, pero necesitaré de tu confianza y de tu sumisión. —

—Cariño, no te das cuenta de que ya te pertenezco. —

—Eso quería escuchar. —

Y tras aquellas palabras iniciaron la danza de los amantes.


CAPÍTULO 6
Después del viernes en la noche, aquellas pocas horas en la oficina fueron
las mejores. Heriberto le enseñaba sus propios límites y desconocía lo
mucho que le gustaba el morbo hasta que un compañero de Heriberto
tocaba la puerta mientras ellos ya estaban sobre el escritorio, follándola
como una bestia hambrienta.

Su cuerpo inclinado en perfecto ángulo para no lastimarse y que su novio


pudiera moverse, su cara en la madera mientras sus manos se aferraban a
las orillas dada la fuerza que implementaba con cada embestida.

Gemidos reprimidos brotaban, entretanto del otro lado no dejaban de tocar

para que abrieran, la idea de que escucharan hacía que la excitación creciera
notándolo Heriberto.

— Carajo. — murmuró al sentir como su amada estaba empapada. — Mi


niña, algún día van a escuchar todos que eres mía, quiero que esos mocosos

de tu salón sepan quien produce tus orgasmos y que solo mi nombre sale de
tus labios.—

— Dios. – Conforme más hablaba, las bombeadas crecían haciendo difícil


no poder callarse.
— Si nena, muévete para mí. — Una nalgada se escuchó mientras enterraba
todo su pene para que lo sintiera. — algún día ese culo también va a hacer
mío, por ahora, quiero mi orgasmo. —.

Los bombeos seguían tras varias nalgadas y sabía que estaba cerca Alma, le
encantaba verla como se arqueaba y se sintonizaba logrando que siguiera,
era suya.

El pensamiento de que iba a hacer una verdadera delicia, enseñarle, hacía

las embestidas más rápidas para que terminara lo antes posible. Entonces un
suspiro bastante hondo que apenas se escuchó brotó de Alma y después la
boca de su amante se pegó en su espalda, succionando y mordiendo para no
gritar mientras se vaciaba en ella, promulgando su lugar.

Al otro lado, el compañero de Heriberto se daba por vencido, cuando no le


abrieron la puerta, regresando con los papeles en mano, maldiciendo no
poder encontrarlo y preguntándose dónde estaría su pequeña asistente.

Ahora ambos descansaban en la frazada que había traído Heriberto para

acostarse en el piso. Tratando de tomar aire para después seguir con otra
lección, era su estudiante perfecta y le fascinaba que su aprendizaje rápido.

— No pensé que tú te fijaras en mí. — inició la plática Alma, tocando su


bello en el pecho, que le encantaba que le hiciera cosquillas, al igual que su
barba de leñador.

— Yo supuse lo mismo. — dijo Heriberto dándole un beso tierno. — Solo


lamento no haberlo hecho desde antes. – las caricias pasaban por toda su
espalda de su mujer. – Más aún que no creo tener suficiente, de ti —

— Pienso lo mismo. — mientras hablaba los besos de su amante dieron a


entender el nuevo asalto, bajando hasta quedarse lo suficiente en sus
pechos, mordiéndolos y chupando cada uno. — me gustaría usar condón,
para no contar con algún evento desafortunado. —

— No lo entiendes verdad. — contestaba mientras se detenía a verla. —


quiero todo contigo, así que voy a dejarte marcada por todos lados, eso
incluye…— y sin decir otra cosa le dio un beso en la boca rápido para
después descender a lamer sus pliegues. — Todo esto que es mío, solo mío.

Sin tener control movía la lengua de un lado a otro, retorciéndose Alma,


aferrando las manos en su cabello para que continuara saliendo gemidos
que hacían poner por lo alto a Heriberto, su fácil excitación era única y
sabía que él era la causa.

— Heriberto. No pares. — Salió de su boca de Alma al sentir como se


retiraba
— Ven, te voy a enseñar a cabalgar. —

Tomando la mano de Heriberto se paró, viéndolo desnudo como se movía


por la oficina, agarrando una silla y sentarse. Sonriendo al ver que su
miembro ya estaba erecto para iniciar el próximo asalto. Era como si todo
lo que no hicieron en un fin de semana lo estuviera reponiendo en lo poco
que les quedaba.

—Colocas tus piernas a los lados, luego bajas, yo lo acomodaré, después


todo depende de ti. — así lo hizo sintiendo como la carne de Heriberto se
introducía poco a poco al bajar. — Excelente mi niña, me encanta tu
obediencia, ahora muévete como tú quieras hasta que encuentres tu punto.

Con las manos en su cintura le ayudaba a moverse, al principio estaba un


poco incómoda, pero después al notar un movimiento al frente no paró,
reconoció rápido aquel sentimiento familiar y no lo iba a soltar, lo deseaba
más que nunca.

— Ya no puedo más. — accediendo a las súplicas, Heriberto se levantó al


notar que ya estaba a punto, la acostó en la frazada y continuó con los
movimientos. — no te detengas. —
— Ordéñame mi amor, solo mi leche va a hacer tuya. — y con esas palabras
acabó con todo, los dos amantes llegaron a un orgasmo que, de no ser por la
boca de ambos cubriéndose, la escuela los hubiera escuchado.

Logrando oír la respiración pesada de los dos tras separarse.

— Eso fue intenso. — al sentir su cuerpo de Heriberto se quitaba de encima


de ella. — creo que es récord lo que hicimos. —

— Eres tú la que hace que logre, extender la expectativa de ambos. —


sonrió al verla ahí con el cabello revuelto. — si por mí fuera anduvieras
todo el tiempo desnuda en esta oficina y no te dejaría mover de mi cama
hasta verte satisfecha. —

— Es una ventaja que tenga que trabajar entonces. — ella se arriesgó a


darle un beso dado el miedo de que no la soltara. — ¿Qué hora es? —

— Va a depender de cómo lo veas. —

— Explícate.—

— Si te levantas ahora, tendrás 12 minutos para arreglarte o llegar tarde a


trabajar. — una sonrisa picara salió como si eso fuera suficiente, y lo pensó

por unos segundos, pero sabía que al quedarse de todas formas la


molestaría. — quisiera tenerte toda la tarde. —
— Yo también, pero me tengo que ir. — antes de levantarse le dio un beso

tierno al hombre que la abrazaba. Al estar por completo parada, una nalgada
sonó en su trasero, logrando que volteara y le guiñara el ojo. — Voy al
baño. ¿Te vas a quedar aquí? —

— Disfruto de la vista. —

Metiéndose tantas veces al baño que compartían para cambiarse, encontró


algunos objetos extraños. Al revisarlos eran artículos femeninos, jamás los
había visto antes y con ello un sentimiento de alegría la albergó dado que
las cosas apenas iniciaban y estos detalles la llenaban para saber que de

verdad quería algo serio.

No sabía cómo actuar, pero la vida le estaba dando un poquito de gratitud


dado todo el sufrimiento del pasado, juro que disfrutaría de estos momentos
que tuviera con alguien que la deseaba y le quitaba los sobre pensamiento

del día a día y si era así como el día de hoy, le encantaría su vida a partir de
ahora.

— Cariño, ¿estás bien? — sus palabras detrás de la puerta, escucharlo así le


provocó un salto en su corazón.

— Sí. — llegó la respuesta después de abrir el acceso y verlo parado


desnudo, esperándola. — Solo que me voy. —
— Tengo suerte de la diosa frente a mí. — Heriberto la tomó de la cintura y
la empujó a la pared. — Créeme que si no fuera por ese maldito trabajo
ahora estaría follándote. Me dejas con ganas, cariño. —

— No es cosa mía, el deber llama. —

— ¿A qué hora sales? — preguntaba entre besos tratando de distraerla.

— Temprano las 10:00, ¿por qué? —

— No me importa nada, paso por ti, quiero hacerte el amor toda la noche.

— Estás loco. —

— Por ti. — le dio un último beso antes de dejarla ir. — ve a trabajar


porque no te me escapas después que te tenga, mi linda princesa. —

Con una sonrisa inédita sabiendo cómo terminaría el día, le dio un poco de
esperanza para afrontar su trabajo, solo se le ensanchó más su felicidad
conociendo que aquella noche tendría que inventar algo para quedarse con
su novio.
CAPÍTULO 7
Llevaban siete formidables meses que no bastaba las letras para mencionar
todas las ocasiones que Heriberto y Alma unieron sus cuerpos para
satisfacción del otro. En todo este tiempo la alumna superó al maestro,
Heriberto se mostraba fascinado, como ahora ella tomaba las riendas del

juego capaz de fomentar la necesidad de satisfacer su liberación.

Sobre todo, desde hace un par de meses, Alma no contenía como saciar su
apetito sexual, y eso le encantaba. Ambos se fusionaban de la manera
perfecta, sea en la cama, en la oficina, en un baño, en la mesa, en un sofá,

en una cocina, incluso un salón fue testigo de los gemidos de Alma, de la


excitación.

Le encantaba, su complicidad en sus momentos fortuitos.

Ambos conocían que de lunes a viernes tenían suficiente tiempo para estar
juntos. Los primeros días se podía quedar en casa de Heriberto hasta
terminar cansados. Después fue cada tercer día y hoy en día solo es un par
de horas, pasaban juntos la noche, para luego regresar a sus casas. Se dieron
cuenta de que no funcionaban al otro día, después de estar juntos toda la

noche al otro día le pasaba factura y eso influyó en muchas cosas.


Los fines de semana eran los más difíciles, dado que Heriberto tenía un
trabajo adicional sábados y domingos, quitando todo el tiempo. Incluido

contestar el teléfono, al inicio los fines de semana le fueron difíciles y


eternos el no tenerlo cerca, salir como pareja, algún lado o incluso un
mensaje. Al final lo aceptó, y le fue más fácil con la ayuda de sus amigos de
trabajo que la acompañaban o salían juntos de fiesta para olvidar.

Aquella mañana había iniciado bien, como siempre en su asiento una flor
con su nota le daba la bienvenida a manera de disculpa de su ausencia del
fin de semana, le gustaba y le hacía sentir especial. Todas las personas que
la conocían sabían que tenía novio, que la quería y se veía que le producía
felicidad dado la sonrisa que le sacaba y su cambio para bien en su vida.

Sus notas a pesar de tener un poco más de libertad seguían siendo las
mismas, era la segunda de la clase y lograba ser reconocida por sus
maestros.

En este tiempo con Heriberto le hizo ver un lado de la vida que le

encantaba, desde la realidad, la nocturna, la sexual y la de ser humano.


Todo se hallaba en su lugar, le fascinaba. Solo una cuestión estaba
sobresaliendo y más en su estómago, desde hace 2 meses tenía un retraso y
en cuanto le dieron los resultados ella ya sabía la respuesta.
Un embarazo llamaba a la puerta fruto del sexo que tenían, aún no sabía
cómo sentirse, pero Heriberto le dijo que quería todo con ella y se lo repetía
constantemente fue por eso que un descuido en sus cuentas logro ser eficaz
en la primera oportunidad. Quería darle una sorpresa, para anunciarle la

llegada de un pequeño o pequeña en su vida. Mientras tanto, el apetito


sexual que desarrolló era devastador, no alcanzaba las veces que consumían
su amor para calmarla. En varias ocasiones, entre clases, subía a la oficina
de su amado obteniendo un poco de intimidad y después volver a su
materia.

Aquella tarde una junta en dirección hizo que acabaran su encuentro lo


antes posible, pero tan satisfactorio para los dos. Deseando que llegara la
noche para terminar lo empezado y controlar el apetito carnal que nacía
nuevamente.

Ocupando su tiempo, en otro departamento que la necesitaban, después de


todo la beca que contaba, mandaba sobre esas horas que las dedicaba.
Cuando regresó por sus cosas y el pretexto perfecto para despedirse, la
puerta estaba abierta, sonriendo al saber que ya había regresado, solo que

una voz femenina se escuchaba en un tono severo, controlando su instinto


por hacer cosas indecentes frente a la persona.

— Eres un sinvergüenza, Heriberto, ya sé la verdad.—


— Déjate de tonterías, no sé por qué vienes a mi trabajo a interrumpir,
además de hacer un escándalo enfrente de mis compañeros.—

— Créeme que esto no es nada, comparado con lo que pienso.—

Alma, al ver la escena se quedó parada en la puerta viendo a la mujer frente


a ella, no era de alguno de los departamentos de la escuela, en realidad
nunca la había visto, pero su forma de vestir simulaba dar una buena
imagen. Tacones negros perfectamente combinados con el saco abierto
mostrando su blusa que aun con su atuendo informal con el pantalón de

mezclilla, lucia elegante cayendo por los lados el cabello largo y café. Una
mujer hermosa por su complexión. Al notar a Alma, Heriberto se paró con
su cara blanca viendo aquella acción, la mujer frente a él escaneaba con una
mirada rápida todo su cuerpo.

— Alma. — el nombre de ella sonó casi en un susurro

— ¿Y tú quién eres? — Mencionó la mujer

— Lo siento, no quiero interrumpir. Solo vengo por mis cosas. —

— Niña, te hice una pregunta. ¿Quién eres? —

—Es mi becaria, Mariana, déjala en paz. —


—No, si ella es tu becaria, debe saber quién es tu amante.— una mirada
severa bastó para callarse tan pálido como desde que la vio. — niña tú que

conoces a mi marido, dime el nombre de la amante que hace que llegue


tarde todas las noches a su hogar.

Aquella frase no solo la dejó helada, sino que casi se cae de la impresión.
Las ganas de llorar la inundaron incapaz de soportar un minuto más frente a

la pareja que tenía enfrente, al verlos no podía evitar pensar que eran el uno
para el otro. Su mundo de ensueño se veía derrumbado por la palabra
MARIDO, y AMANTE, en su mente, y el dolor en su corazón.

No podía creer que se sintiera engañada, era la amante de un hogar, ella era

la responsable de destruir una familia. Las palabras solo hacían eco en la


cabeza, revolviendo su estómago por la noticia que acaba de darle, como es
que no se había dado cuenta o eran las llamas pasionales que la cegaran.

— Alma, ¿estás bien? —

— Se quedó sin hablar, vaya becaria que tienes. —

— Lo siento, es solo que me voy a retirar, tengo unos pendientes. — pero


las ganas de vomitar evitaron hacerlo, corriendo al baño para expulsar la
poca comida que logró meter en el día. Saliendo las lágrimas que no
contenía, por lo que estaba pasando afuera de aquella puerta.
Al sentirse más tranquila, tirada en aquel suelo, tomó su teléfono y le
mandó un mensaje de urgencia a su amigo Carlos para que fuera por ella,
porque no se sentía bien, después de todo era el único que tenía carro y que
podría llevarla. Poco rato de estarse lavando la boca, el teléfono sonó, pero
con la noticia de que Carlos ya estaba abajo, por suerte andaba cerca del
lugar.

— No me voy a ir, Heriberto. —

— Por favor, estamos en mi trabajo. —

— Y tú crees que nací ayer, vas a mandarle un mensaje para que no se


acerque. — al ver a Alma salir solo la vieron. — ¿estás bien? —

— Lo siento, me tengo que marchar a trabajar. —

— Nos vemos mañana, por favor mejórate. — respondió Heriberto sentado


en su silla que muchas veces ocupaban para hacer el amor que perdió la
cuenta, mostrándose tan indiferente que el corazón se le partía aún más.

— Gracias. —

— Tú no vas a ningún lado. — Cuando quiso dar un paso, la esposa de


Heriberto le impedía salir. — Antes de irte me vas a decir el nombre de esa
mujer. —
— No lo sé, señora.—

— Entonces eres su tapadera. —

— No. — respondió Alma tratando de sacar la frustración de lo que estaba


pasando. — Yo no soy tapadera de nadie, yo no sabía que el Ingeniero está
casado. —

— Me vas a decir que nunca le has visto este anillo ni la foto de nuestra
familia en su escritorio. — sin percatarse de los nuevos objetos. La mujer
tenía razón, señalando con su dedo un anillo dorado brillaba en la mano
izquierda de Heriberto y un marco junto a su computador sobresaliendo,
colocándolo en frente a Alma, viendo la imagen de ella, él y un niño
sonriendo a la cámara. — es bastante notorio. —

— Señora, solo me enfoco en hacer lo que me piden en diferentes


departamentos, además de eso yo cuento con un trabajo que por su culpa
voy tarde, llego cansada al otro día, lo que menos hago es fijarme en los
accesorios de todos los administrativos. —

— Entonces, ¿tú eres la amante? —

— Se equivoca conmigo, yo no tuve padre ni madre, pero mis abuelos me

enseñaron, los valores y a respetar las familias. Sobre todo, a ¡NO,


INVOLUCRARSE CON HOMBRES CASADOS! — las últimas palabras
sonando más fuerte para que Heriberto entendiera la indirecta. — Ahora, si
me permite me marcho, tengo que pagar mis deudas y mi pareja está
esperando abajo. —

— ¿Tienes novio? —

— Es mi vida privada, señora, pero si eso la pone tranquila y me deja


marchar es un sí. —

No emitió ninguna palabra, solo se apartó dejándola pasar. Una última vista
al mirar atrás para observar al hombre que le mintió y que ahora le hacía
sentirse basura. Viendo como seguía hablando a su esposa, solo la miro de
reojo para después ignorarla y ver cerrar esa puerta que muchas veces ella
misma lo cerró.
CAPÍTULO 8
3 años después…

Ustedes desean saber que paso, se los resumiré.

Al salir de las instalaciones el mundo se le derrumbó, había cosas que no

podía cambiar, en lo más absoluto y ahora viviría con las consecuencias.


Carlos la vio mal y la llevó a su casa dando una absurda excusa para no
asistir a trabajar. Fue entonces que, al otro día, tras meditar y ver todas las
variables de lo que sucedería por sus acciones tomó la más razonable, solo
dos opciones sensatas existían para sobrevivir.

La primera cambiarse de Campus, pero los administrativos al mencionarlo


no querían correr el riesgo de quitar a un potencial de sus instalaciones. Así
que accedieron a la petición de cambiarla de sección y ejercer las horas en
un horario más flexible, además de que jamás regresaría a aquel
departamento.

Al preguntarle por qué se quería separar de Heriberto, solo comentó el


hostigamiento con su esposa y lo incómodo que la hizo sentir sus palabras
junto con el enfrentamiento, no se necesitó más explicaciones y accedieron.
Heriberto notó el cambio de inmediato y corrió a buscarla. Desde el día
anterior la había ido a localizar sin tener éxito, ni siquiera sus abuelos
conocían de su paradero o eso le dijeron, imagino que al otro día le daría la
oportunidad de explicar y darle a entender lo que sucedía, que de verdad la

quería.

Solo que, a su hora de entrada, no existió rastro de ella. En cambio, en su


lugar llegó Olga con un chico, mencionando que iba como su nuevo
becario, entonces supo que las cosas no iban bien y que todo se había ido al

drenaje. Al pedir una explicación del cambio, al ser un asunto confidencial,


petición de Alma, sus únicas palabras fueron “un tema personal” y salió
dejando al nuevo frente a él. Internamente supo que no dijo nada de lo que
pasó entre ellos, de ser así estuviera en ese momento despedido. Con
frustración se quedó callado, viendo aquel jovencito que no sabía dónde
meterse.

Con ayuda de Olga, una nueva vacante se abrió. Con una de las maestras
favoritas de Alma que hacían que sus horas de servicio fueran mucho más
fluidas, interactivas, además que la tenía yendo de un sitio a otro, lejos del
plantel. Lo que para ella fue algo gratificante porque la idea de verlo le
dolía en el alma. Todas las noches lloraba y se quedaba dormida del
cansancio, sus abuelos le daban ánimo, pero incluso ellos sabían que las
cosas no iban nada bien.

Tres días después del horrible momento, Heriberto no se dio por vencido.
Alma al llegar a su trabajo lo vio, la estaba esperando afuera como siempre
lo hizo, ahí parado con un ramo de rosas. Carlos, al notar la tensión de

Alma, redirigió su mirada y el coraje se apropió de sus puños. Cuando le


platico toda la historia, la regaño, le secó las lágrimas y desde entonces no
se separó de ella. Al encontrarse casi existe un pleito y gracias a seguridad
que intervino sacaron a Heriberto arrastrando gritando que la quería. Le
dolía todo lo que pasaba al punto de que se encerró en el baño a llorar.

La insistencia de buscarla iba desistiendo conforme pasaban los días.


Insistió en su casa, pero su familia la negaba, en su trabajo la seguridad lo
estaba esperando para sacarlo, peor aún en la escuela cuando la buscaba no
la encontraba, tuvo que ir varias veces a su salón, pero ni eso servía.

Los días, semanas y meses pasaron lentamente, al notar cómo la había


perdido y no encontraba forma de hablarle, ni las flores, las cartas, las
visitas negadas o aquella absurda mentira a la coordinadora lograron
acercarse. Perdiendo la esperanza, y la cordura por ella, esa tarde lloró de
frustración por no tenerla en sus brazos.
Lo mismo le sucedía a ella, pero agradecía no poder verlo y que notara
como su panza crecía conforme avanzaban los meses. El llanto se había
vuelto parte de sus noches, ni sus amigos lograban hacerla sentir mejor,
mientras lloraba solo pensaba en el pequeño ser que venía, fue ahí donde
entró en razón de que tenía que luchar. Demostrándolo el destino.

Una tarde, cuando llevaba enormes folders de documentos, a lo lejos una


pareja muy joven se acercaba tomada de la mano, reían y en una
oportunidad se detenían a besarse. Sí, era él con su esposa, felices. Algunas
lágrimas salieron y tocando su vientre de 8 meses supo que era lo correcto,
y que algún día lo iba a olvidar.

Ahora, tres años después, una niña caminaba con su vestido color crema,
junto con su toga y birrete pequeño, agarrando a su madre de la mano
mientras su familia la acompañaba aún lado de ella.

Felices de ver graduada con honores a su nieta, y una bisnieta llena de salud
y energía. La sonrisa de su boca no la podían sacar desde el día en que les
dijo Alma que serían bisabuelos. Al principio se preocuparon, pero sabían
que irían las cosas bien y ahora veían los resultados.

Su principal sueño lo había conseguido con sacrificio, después de todo


jamás se dejó vencer y esa pequeña que le decía “mamá” logró traer alegría
a un hogar donde todo era tristeza. Las cosas estaban cambiando para Alma,
aunque aún existía una guerra constante con su conciencia, pero ahora
viendo que sus esfuerzos valían la pena al ver esa pequeña carita feliz al ver
a su madre subir por su diploma y dedicárselo a ella, supo que no cambiaría
nada.

Mientras las felicitaciones se hacían por todos lados, desde el personal de la


institución, hasta las personas que invitaron al enorme patio del campus. La
mayoría ubicaban a la pequeña que lograba ser carismática con esos ojos
que había sacado de su padre, incluso algunos de sus compañeros hacían la
broma que se parecía a Heriberto cómo juego, sin saber la verdad.

Alma con su hija en brazos, agradeciendo el entusiasmo de todos los recién


graduados que la conocían, ya que deseaba agarrar a la pequeña por la
vestimenta de mini graduada, no dejando que tocara el suelo. Fue entonces
que lo sintió, sabía que lo volvería a ver en un día tan importante, en qué

momento, pero ahí estaba a lo lejos con su traje completo.

Viendo la escena, le llenaba de orgullo verla cumpliendo poco a poco sus


metas, pero al voltear la niña que llevaba en brazos, la mujer que muy
internamente aún amaba, él lo supo. La sangre lo llamaba para correr tras

ella, abrazarla y sostener ambas en el aire, lo sabía, esa niña era de él,
juraría que era su pequeña doble.
Hija y madre estaban ahí paradas, viéndolo, y les sonrió, no resistió el no

tenerlas cerca y sus pies comenzaron a moverse, pero al querer aproximarse


deseando cargarla, sostenerla en brazos, inclusive darles un beso a ambas.
La negación de Alma de no acercarse hizo que parara.

Fue entonces que se percató de la voz de su esposa, llamándolo, logrando

que volteara a verla, observando cómo se acercaba su mujer con decisión,


dándole un beso en la boca, manchando con labial rojo, marcándolo como
suyo. Incapaz de ver una escena que no la involucra, se volteó a donde
estaba su familia, distinguiendo entre ellos a Carlos, que levantaba los
brazos como loco.

La pequeña salió del agarre de su madre, para correr abrazar al que ella
reconocía como su padre. Mientras a lo lejos, Alma la vigilaba acercándose
a ambos. Al ver al hombre que la apoyo, no dudo en darle un beso en la
boca, cerrando los ojos para el disfrute de los dos. Noto a su hija taparse los
ojos tiernamente para recargarse después en el hombro de su padre.

Aquella escena le partió a Heriberto, ver lo que tanto anhelo. Deseaba poder
ser él, quería ser aquel hombre. En las noches soñaba con Alma, con su
sonrisa, aquellos momentos no los olvidaría. Él sacaba esa sonrisa que
ahora se la da a otro hombre, pero en público, no en un cuarto a escondidas,
el mundo podía ver que era feliz.
La esposa de Heriberto tomó su mano y ambos caminaron en dirección a la
salida más próxima, mientras Alma tomaba la mano de Carlos, acercándose
a él plantando un beso rápido antes de partir rumbo a la celebración donde
solo era para su familia.

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