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Introducción
1. Ciencia, Razón e Ilustración: cuando nace el universo político mediterráneo y cuáles son los
lugares desde donde se produce ese asalto a la monarquía y las fortalezas del poder del Antiguo
Régimen.
5. Socialismo y anarquismo: ligada a la toma de posición del tema 3 y 4, tiene que ver más con
el nacimiento de nuevos fenómenos de crítica con el liberalismo.
6. Los fascismos: novedades que se alimentan de la crítica al Estado liberal pero al mismo
tiempo de una proyección y una reelaboración de los nacionalismos y la irrupción de la
violencia en la realidad política, así como una crítica a la razón.
Claves de recensión
Ejercicio de escritura reflexiva escrupuloso y original ((Sorel Georges, Reflexiones sobre la
violencia))
Correo rujula@unizaar.es con el fin de acordar debate y cosas relacionadas con la reseña.
0. Introducción
Se ha producido un tránsito entre el interés por las ideas en sí mismas hacia el discurso
generado. Un tratamiento propiamente textual de la idea de cualquier obra puede ir
evolucionando progresivamente hacia una concepción más global: las ideas políticas. Esta
disciplina posee un doble interés tanto filosófico como hermenéutico (análisis y estudio de los
textos). Tradicionalmente se ha definido el interés por las ideas políticas en un abanico de
sensibilidades de un lado hacia las ideas del pasado, orientándose hacia la interpretación de
textos, lo que lleva a ir formulando teorías sistema de pensamiento, contrastar lo teorizado con
la época en cuestión y aspectos sociales o circunstancias biográficas.
Otra segunda vía de aproximación a este campo está marcada por los autores desde esta
perspectiva. Se ha profundizado en cómo determinados pensadores han ido acercándose al
campo de lo político, definiendo sus intereses, categorías, el objeto de su investigación... y al
mismo tiempo cómo el contexto de lo que están desarrollando influyen en su pensamiento, los
conceptos y sus diferentes terminologías, lo cual ha permitido entender la Historia del
pensamiento político como una historia continuada marcada por diferentes corrientes que
permiten entender a los autores, e incluso se ha ido produciendo la canonización de varios de
ellos. El papel del canon en esta disciplina es que a lo largo del tiempo se van determinando
una serie de obras y autores que la convención conviene como los autores básicos cuyo
universo de referencia configura el campo científico de dicha disciplina. Siendo así, el canon no
es fijo sino un objeto de reelaboración a medida que transcurre el tiempo, permitiendo la
entrada y salida de autores, ideas, obras etc. como una convención dentro del ámbito
documental.
Hay una tercera vía: la visión actualizada del pensamiento político del pasado, el estudio
basado en el análisis y profundización de los conceptos, considerando que éstos siempre tienen
una lectura presente y una posibilidad de actualización del enriquecimiento del debate actual.
Estudiar el pensamiento político siempre va a ser un deslizamiento entre el texto y el contexto.
Ergo la cuestión de la metodología va a ser un asunto central con respecto a las ideas políticas.
Hay una duda que siempre planea sobre el tema: En qué medida el pensamiento político de
una época es resultado de las ideas y teorías generales sobre los factores sociales de esa misma
época, cuál es el grado de abstracción, autonomía o dependencia. Todo texto tiene siempre
relación con algo que es lo que le da el significado.
Hay dos posiciones extremas entre texto y contexto: la postura textualista que defiende que
el texto habla por sí mismo y la postura contextualista que defiende que el texto es la expresión
de su época. La 1ª se apoya en la idea de que existen problemas perennes en materia política
cuya reflexión es relevante independientemente del momento (intemporalidad), así como la
estabilidad de las categorías políticas, con el objeto de mostrar algunas de esas comparaciones
textuales desde una visión muy presentista.
Una posición extrema del textualismo puro terminaría convirtiendo la asignatura en un puro
ejercicio filológico. Empieza a haber un intento de ver reflejado las fuerzas histórica que han
movido y articulado cada tiempo en el que han ido naciendo estas ideas.
La visión contextualista extrema nos hace pensar que cada texto es hijo de su tiempo, lo
hiciera uno u otro autor porque es el tiempo quién produce esas opiniones. La solución para
introducir los factores de contexto en la introducción de unas ideas políticas suele ser la
identificación de los factores relevantes de la época sobre el autor y cómo termina traduciendo
en su obra buena parte de las preocupaciones de su época. El problema de esta segunda visión
es el de la ideología que sería la instrumentalización del pensamiento político para conseguir
objetivos interesados frente a la filosofía y el estado puro.
Los actos y locucionaros plantean la idea de que un texto tiene una parte locucional
(palabras + intenciones detrás) que hace imposible abordar un texto sin contemplar la
intencionalidad, lo que nos llevaría a las obras de Wittgenstein y otras sobre el giro lingüístico.
Manifestar actitud disconforme con respecto a la textura teológica y los factores de dicha
obra, quedando una pequeña distancia a la implicación total en la comprensión total de las
múltiples perspectivas que se le puedan dar y su veracidad por la coherencia explicativa que
puedan contener. Las categorías del presente para interpretar fenómenos del pasado (falacias).
Tema 1 Ciencia, Razón e Ilustración
Evolución de las ideas a través de la Historia tradicional, aristotélica, medicinal, teocrática, los
científicos del XVI, los filósofos del XVII, los ilustrados del XVIII y la Revolución de 1789.
El sentido actual del concepto razón surge en torno al XVII, antes de esa época existía con
una multitud de significados ligados al cálculo, al discurso, al punto de vista... sin definir la
razón como aquella concepción del saber que permite emitir un juicio sobre la observación, la
comprensión y la medición de las cosas. Existía una razón natural, una lógica reglada de los
acontecimientos que podían percibirse mediante la observación y la reflexión siempre
vinculada y en armonía con Dios.
Entre el XVII y el XVIII se produce un triunfo de la razón a través del progreso de las
ciencias experimentales cuyos avances permitirán una mejor comprensión del mundo mediante
la cuestión de los ideales heredados (prejuicios, supersticiones, ideas heredadas…). Comienzan
a aparecer actores intelectuales en el campo científico que cuestionan algunos fundamentos de
la religión, como Descartes (1596-1650) y la facultad de pensamiento en el individuo para abrir
nuevos horizontes en el conocimiento, relativizando la legitimidad tradicional del edificio
filosófico ya proveniente de la Edad Media frente al mundo ordenado por voluntad divina,
surgiendo un mundo fluido e incierto pero abierto al cambio de las ideas tradicionales
establecidas sobre la sociedad y el orden (Iglesia, monarquía, régimen feudal…). Esta
confianza en la facultad de juzgar que puede tener el ser humano se iniciará con Descartes y
estará ligada a un doble proceso de renovación intelectual de un lado al desarrollo del
razonamiento matemático que tiene lugar en el siglo XVII y de otro al desarrollo de los
conocimientos experimentales. Ello producirá la erosión de las verdades tradicionales emitidas
por la filosofía escolástica.
Poner todos los saberes en cuestión tenía una consecuencia doble: alejarse de la tradición
intelectual transmitida por la enseñanza y alejarse del monopolio intelectual ejercida por la
Iglesia, considerando la razón como una actividad individual. El hombre aparece así como un
hombre crítico capaz de controlar su propia existencia.
Si los científicos de los siglos XVI y XVII desarrollaron una nueva ciencia, descubrieron
herramientas muy importantes que no obstante tardaron en utilizarla en contra del dogma. Ese
crucial asalto a la religión lo protagonizarían más adelante los filósofos, cuya pieza clave del
conflicto serán Descartes y Voltaire.
La eclosión del potencial destructivo del método, la ciencia y la reflexión filosófica en torno
al universo y al individuo cristalizará en el siglo XVIII en el contexto de la Ilustración. Todo
ese hilo argumental y esa herencia filosófica del XVII tuvieron una tradición anglosajona y
francesa (empirismo y racionalismo).
La libertad de pensar del individuo colisiona con los límites del poder del Estado que
colisiona con el poder del Estado. El individuo entrega al Estado la facultad de actuar, pero no
la de pensar. La razón cristiana hace su entrada en la política y supone una puesta en cuestión
de la autoridad del Estado para limitar la capacidad de pensar, un derecho inalienable (según
Espinoza) que abre el camino a los límites del poder.
La idea del optimismo es importante para entender por qué se rompen las seguridades que
ofrecían la cultura tradicional, ese horizonte humanista que confiaba en el potencial del ser
humano que aspiraba a emancipar al individuo a través de la razón. Kant lo definió como el
valor del individuo para servirse de su propia inteligencia. A partir de ese momento no depende
de ninguna fuerza divina, depende de sí mismo, ya no existe ley (Nietzsche es el que mejor lo
reflejaría).
Los primeros asaltos a la religión tuvieron lugar a finales del XVII con Voltaire siguiendo el
camino iniciado por Boyle mediante sátiras, cartas, poemas, teatros... y de su famoso
diccionario filosófico (1764). La ilustración más que un fenómeno individual tendrá también
una expresión colectiva, por el hecho de que se elaborara colectivamente ese Diccionario
filosófico con aportaciones de gente reseñable como Diderot, Helvetius, el barón Holbach o
Buffon.
En el caso del contexto anglosajón, vienen como consecuencia del éxito de la cosmología de
Newton, de la enorme capacidad de iluminar que para la mayor parte de los intelectuales tuvo
la demostración filosófica de que los elementos físicos siguen un comportamiento de reglas en
el mundo. A la hora de situar piezas importantes en este mundo anglosajón deberían señalarse
la figura de John Locke y su crítica sobre todo la teoría del derecho individual. La obra
fundamental de Locke es el Tratado del gobierno civil donde defiende la libertad de conciencia
y de culto, lo cual otorga un mayor protagonismo al individuo aunque asume las limitaciones
del saber humano. Locke será el primer gran pensador que aboga por la libertad individual, uno
de los padres del liberalismo, de la filosofía inglesa, y defenderá esa libertad individual a partir
del concepto del Derecho Natural. Defender que los individuos poseen derechos naturales es
despojar al poder establecido del control sobre ellos, lo cual desbarajusta el poder absoluto y la
división estamental. El Estado viene a tomar el poder natural disponiendo de las leyes para fijar
el castigo a aplicarse a las distintas transgresiones a la hora de incumplirlas.
Rousseau habla de acuerdo entre individuos por la voluntariedad del contrato social que no
está en la renuncia de los derechos que clama Locke y el francés lo planteará muy pronto en su
obra. Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja de toda fuerza común a la
persona y los bienes no obedezca sino a si mismo y no a las leyes, tal es el problema al que da
solución el Contrato Social.
El constitucionalismo del XIX se ve reflejado en la idea del pacto, y que tendrá que ver con
los nacionalismos y con la voluntad, libres tanto para cumplirlos como para disolverlos (actos
de voluntad y no de la naturaleza).
Muchos de los protagonistas del movimiento antiilustrado serán hombres de la Iglesia que
profundizan la fe y el movimiento espiritualista en contra de la dialéctica y del racionalismo.
Dentro están los que adoptan posiciones moderadas como el Malebranchismo (Nicola
Malebranche) que intentó conciliar cristianismo y cartesianismo mediante la fórmula de
enunciar las leyes del universo en lenguaje matemático concebida en una metafísica a la
antigua que era la única vía por la cual se podían explicar las últimas preguntas que el hombre
podía hacerse sobre el mundo. Existen corrientes radicalmente opuestas al racionalismo, como
el cristianismo de carácter místico elogiando la contemplación y el alejamiento del
existencialismo personal, así como actitudes ligadas al ocultismo y a la interpretación subjetiva
de la realidad.
La filosofía ilustrada tiene como objetivo proporcionar al ser humano el instrumento para
alejarse de las creencias tradicionales. Por eso el filósofo va a situar su atención hacia esos
puntos donde el ser humano está más indefenso, de ahí su interés por la educación, los pobres y
su condición económica que les imposibilita ganar esa independencia, o las condiciones
sometidas de la mujer o del esclavo.
Toda esa ambición emancipadora y soberana del individuo hace progresivamente emerger la
idea de la igualdad, la cual no llegará a desarrollarse en su plenitud por la falta de sentido
igualitario de los ilustrados elitistas. La igualdad se encuentra en la base misma de este
pensamiento ilustrado porque se deduce directamente de los derechos naturales. Lo ilustrados
no se lanzaron a la revolución ni quisieron derribar la sociedad. Si ellos nunca se plantearon la
revolución como horizonte de transformación es debido a las circunstancias de las
consecuencias revolucionarias a la hora de llevarlo a la práctica.
La enciclopedia no está ordenada de manera temática sino alfabética, de modo que existen
dos discursos dentro de la enciclopedia. El árbol del conocimiento y el orden temático, de
manera que a medida que van apareciendo las voces se va remitiendo de manera interna a los
otros conceptos de la misma disciplina. La obra costó 27 años para ser culminada, constando de
28 volúmenes de los cuales 11 eran grabados.
Los padres del proyecto se le unieron una pléyade de figuras y grandes escritores. No existe
ningún representante de la nobleza de corte ni del mundo campesino e industrial. La mayor
parte de las contribuciones de la enciclopedia podían clasificarse de burguesía urbana. El
objetivo fue construir un vasto catálogo de ciencias de artes y de oficios que habían contribuido
al servicio de la humanidad. Es un conjunto heterogéneo de saberes. Se convertiría en el
símbolo del espíritu ilustrado.
[["Es difícil dar una respuesta exacta, creo que debemos tomar la pregunta con cautela y
analizar los pormenores que pueden parecernos intrascendentes pero que, a la hora de tomar
una decisión coherente, pueden torcer la balanza.
Si nos guiamos por los conceptos de interpretación que existían en la antigüedad, deberíamos
hacer un examen de conciencia y ubicarnos como meros espectadores ante una pregunta sin
destinatario. Pero si en cambio, analizamos tu pregunta desde la posición del lineamiento
ortodoxo del pensamiento moderno, la respuesta tiene que ver, ya no con la esencia de la
interrogación sino con el espíritu dialéctico de quien interroga.
No todos los autores se mostraron partidarios de esa marcha universal hacia la libertad. En el
caso de Kant llegó incluso a verse seducido por la idea de que cuando los principios ilustrados
franquearan las fronteras de los países desaparecieran las guerra y pudiera llegarse a lo que él
definió como un proyecto de paz perpetuo respetado por todos los pueblos y que impidiese que
las disputas se resolviesen por las armas.
Durante ese encuentro del poder y la filosofía, los filósofos fueron en ocasiones incluso
consejeros de los reyes y a la inversa. Las ideas ilustradas van a alcanzar una enorme difusión,
los medios a través de los cuales se van difundiendo estas ideas son muy variados pero de una
gran eficacia que terminan jugando un papel importante, muchas veces sometidos a una rígida
legalidad pero al mismo tiempo da mucho margen para la innovación dentro y fuera de la ley.
Los libros franquearon las fronteras mediante las traducciones de las lenguas (la lengua
diplomática de por aquel entonces era el francés a como nosotros usamos el inglés). Con la
monarquía absoluta y el despotismo ilustrado es cuando proliferan las sociedades secretas en
los regímenes tradicionalmente autoritarios como Prusia Austria o Rusia.
Buena parte de esa vocación reformista que contenía su visión crítica de la realidad va a
tener la posibilidad de llegar a los gabinetes y cortes de las monarquías de la época y
transformar en esa dimensión reformista la realidad a través de la razón. El segundo de los
aspectos a subrayar era la idea del nacimiento de un constitucionalismo nacionalista, orientado
a la mejora de la condición humana. El gobierno a partir de esta alianza entre poder y razón ya
no estará guiado por la voluntad de Dios sino la búsqueda de la libertad y de la justicia y de la
felicidad de los hombres. Esto se materializará en el hecho, la formalización de este horizonte
de la búsqueda del bienestar a través de las leyes. La ley aparece como muralla vs el
despotismo. A partir del momento en el que la razón guía la voluntad del poder las leyes
reflejarán las condiciones de la convivencia, van a ser pues salvaguarda vs el poder.
Los principales argumentos para formalizar las condiciones en las que se ejerce el poder
mediante leyes son:
1º formalizar leyes es beneficioso vs las malas costumbres, quedando todo más claro y más
definido.
2º legislar es un poderoso instrumento de ordenación social donde subyacen una de las nuevas
concepciones de la ley como instrumento de modelación de la realidad.
En el renacimiento sin embargo con fenómenos como el príncipe es que éste tenía tales
virtudes que podían ejercer personalmente el poder confiado en que su ilustración y su buen
criterio sería fuente de justicia. De hecho hay una tradición popular que atribuye al individuo la
encarnación de la figura real y la autoridad una fuente de justicia, pero que está en
contradicción de esta nueva fórmula constitucionalista de concebir la ley
La ley escrita opone resistencia a la voluntad del príncipe y prescribe reglas públicas
duraderas e iguales para todos, convirtiéndose en una forma para luchar vs las injusticias. Estos
principios son la base de un amplio movimiento constitucionalista que configuran las doctrinas
políticas modernas. La ley por lo tanto nacerá según el criterio de los ilustrados como una obra
que es suma de la voluntad y de la razón y que no puede ser herencia de la tradición.
Las monarquías ilustradas impondrán el poder sobre la libertad. Federico II de Prusia crea
un poderoso estado que evolucionará hacia la autocracia recortando derechos a la nobleza y
vigilando la expansión de la burguesía.
La familia reinante se había ido apropiando del poder en detrimento de las noblezas
provinciales y territoriales en virtud del conflicto latente con las noblezas provinciales y
regionales, muy irritadas por la tendencia monárquica de usurparles buena parte de sus
tradicionales atribuciones económicas y legales.
En el caso de Rusia y de la reina Catalina (inspirada por Diderot) había modernizado el país,
sobre todo en el plano de la administración, apostando también en expandir la educación pero
seguirá ejerciendo sin quiebras un poder autoritario. Y ejercerá una tutela fuerte sin mayor
inconveniente en encarcelar a los opositores, sin dejar de practicarse la tortura y demás en el
ámbito del poder y en materia económica lejos de fomentar el liberalismo. Los ilustrados son
expertos en economizar las opciones reformistas a elegir, pero no en realizarlas xD.
Esta corriente (sin nombre) influenciada por Godechot profundizaría en los factores de
correlación entre los sucedido en la americana con la francesa con la llamada revolución
atlántica. Fijando la libertad como el común denominador de ambos sucesos. Se potencio el
estudio entre las bases de la declaración de independencia americana y los derechos de lo
hombre y del ciudadano.
La libertad de conciencia, de culto, de expresión, propiedad, libre impresa, igualdad de la ley
etc.
Esta corriente seria criticada desde las posiciones marxistas (Soboul por ejemplo no tanto
por su autenticidad sino porque los cambios del marco analítico conllevan unas consecuencias
en la propia historia, se le priva la relevancia del hecho francés para determinadas corrientes de
carácter nacionalista francés y se sumerge sea excepcionalidad francesa en pos de unas ideas
más generales y compartibles por otro colectivos políticos con esas ideas de libertad,
capitalismo, protagonismo de las clases emprendedoras...
En el caso francés sin embargo el proceso revolucionario se apoyo en las ideas de Rousseau
en favor de una sociedad igualitaria fundada sobre un nuevo contrato social. A diferencia de os
padres fundadores de los EE.UU que veían en la protección del individuo la condición
indispensable de la libertad, los jacobinos franceses van a defender el principio de unidad
nacional y exigirán un Estado fuerte y capaz de poner en práctica un programa revolucionario.
De modo que al contrario que en EE.UU la renovación política se apoyo en el
mantenimiento de un Estado fuerte y centralizado heredero del contexto del poder que a habían
desarrollado la monarquía absoluta.
A partir de esta necesidad de derribar la monarquía absoluta con una nueva soberanía
asentara las bases de la democratización de la sociedad. Y así se irán asentando desarrollos
políticos que tendrán su reflejo en los siglos posteriores.
Las visiones decimonónicas en torno al hecho revolucionario tendieron a primar los factores
de unidad. Y sin embargo es evidente que no todos los protagonistas fueron o formaron parte
de un todo, que no se dio esa homogeneidad en todas las capas sociales. La pregunta es si la
revolución fue el resultado del protagonismo de la burguesía o será el resultado de las masas
populares.
==0==
Ideas políticas
Los actores políticos miran a los protagonistas individuales ya sean actores políticos, gentes
que dejan ver su rostro en la tribuna y al mismo tiempo a los ideólogos de la revolución.
Ideólogo y político no siempre van de la mano. Esta línea suele prestar mucha atención a los
juegos de poder en el escenario político, en la asamblea, atendiendo mucho al papel
desempeñado de algunas figura, destacando del juego parlamentario a Robespierre, Saint Just,
Danton... esta visión de la política de protagonismo sitúan un mayor interés en os clubes
políticos y las sociedades del pensamiento sobre el mecanismo parlamentario de la revolución
francesa. La revolución francesas no existe una concepción de partidos del mismo estilo del
que ahora tenemos, no están configurados como estructuras burocráticas y por lo tanto las
afinidades se van produciendo dentro del propio juego parlamentario, convirtiéndose los
liderazgos en una clave de agregación para las votaciones, de leyes y creación de mayorías
Como mecanismo para homogeneizar las posiciones políticas existen espacios
extraparlamentarios de discusión como son los clubes políticos y las sociedades del
pensamiento, muchos ellos vinculados también a órganos de prensa. Es allí donde se va
tomando posición respecto a determinados principios, actos de ley, actos de gobierno...
mediante la cual se van a ver reflejados en el ámbito parlamentario las ideas que se han ido
elaborando en estos otros espacios, convirtiéndose en ámbitos de presión, grupos de presión
política que adquieren casi la dimensión de partidos.
La revolución no es tanto una lucha de clases sino más bien una colaboración de elites en
defensa de sus intereses económicos ante la incapacidad del rey de hacer frente a la crisis fiscal,
reflejando unas disputa elitistas por el poder (revolución mas política que social desde la
perspectiva liberal).
Se fue abriendo una doble distinción del protagonismo popular con dos perfiles uno
encabezado por las masas urbanas y otro por las capas campesinas en el medio rural. El
primero nos encontramos con numerosos estudios que han subrayado el protagonismo de los
movimientos populares donde la actitud política de las grandes ciudades y a relación entre
parlamento y cale en el escenario parisino. Este protagonismo popular pasaría por la presión
sobre diputados burgueses que ejercerían la calle en momentos críticos del proceso
revolucionario. Esta presión popular de la calle transmitiría el sentir del pueblo al interior de la
asamblea y terminaría desbordando las posiciones moderadas al final de la república.
El otro territorio de la acción popular es el terreno del campo, allí se desarrollan con una
tipología abiertamente diferente campesinos que inicialmente se habían considerado
prolongación rural de las iniciativas del activismo registrado de las ciudades pero que
progresivamente estudios de Soboul comenzaran a dibujar la especificidad de este tipo de
movimientos campesinos y el carácter autónomo que tuvieron. Se habla también como es el
caso de Vovelle de una revolución campesina frente a la urbana, marcada por la hostilidad
antiseñorial y antiliberal y sus instituciones propias del control y de la opresión del ámbito
rural, reaccionando contra la mercantilización de la economía agraria que nace del hundimiento
del A.R. Seria una revolución francesa que no seguiría el curso de la revolución burguesa, sino
que buscaría una vía revolucionaria alejada de los debates constitucionales y centradas en los
problemas rurales y de economía agraria (jacqueries, revueltas en los campos, de carácter
espontaneo, ajenas a la política y con grandes dosis de violencia que servirían también en 1789
y 1793 para derribar la explotación señorial y distribuir las propiedades rurales comunales.
Para él, las transformaciones económicas eran relevantes. EL XVII y XVIII habían sido
escenario de la mecanización de la producción y todo ello había fortalecido la aparición de la
clase burguesa, nacida en un contexto social que necesariamente iba a colisionar con intereses
preexistentes. Primero conquistó las posiciones económicas y luego aspiró a ocupar las
posiciones políticas y de influencia social.
La burguesía reinvirtió buena parte de sus beneficios en tierras para competir con la
aristocracia y el desarrollo también de la pequeña propiedad siendo una fuente de erosión para
la legitimidad de los antiguos derechos feudales.
La dinámica revolucionaria fue la que permitió alumbrar esa preocupación democrática que
será fuente de inspiración para modelos posteriores y de reivindicación. La estructura se
desarrolla en torno a dos grandes bloques vinculados a los dos grandes movimientos de ideas
que se estructuran a finales dl XVIII prolongándose en los siglos siguientes constituyendo la
base filosófica de las concepciones ideológicas contemporáneas: la inspiración igualitaria y la
inspiración liberal.
El pueblo como fundamento y origen del poder que planteaban acabar con los excesos
políticos y del reconocimiento de los derechos de la persona en recurso de la técnica de la
representación. EN definitiva dos grandes corrientes inspiradoras que son la búsqueda de la
igualdad y de la libertad, configurando los distintos proyectos políticos.
Comenzamos por el primero de los dos grandes bloques: la soberanía del pueblo y la
inspiración igualitaria:
Nació una nueva soberanía como instrumento político para desligarse de la soberanía
precedente que era la monárquica de naturaleza teocrática. Con la constitución se invocara y se
dotará de legitimidad a la República a partir del 92. En esa soberanía popular también buscaran
legitimarse los movimientos insurreccionales apoyados en la calle que terminarían en última
instancia en una república popular.
A partir de este planteamiento, las fuentes y las disputas ideológicas que tuvieron lugar bajo
la revolución, básicamente se agrupan en dos grandes bloques:
Había un importante compromiso espiritual en la política, de tal modo que aunque defienda
posiciones avanzadas o radicales, sin embargo hará una denuncia muy explícita de la impiedad
relacionada con la degradación de la nobleza del A.R. La revolución era mucho más moral que
la sociedad corrupta estamental. Ese modelo de espiritualidad es la religión del ser supremo
como la forma que él tiene de denominara un dios fuera del cristianismo romano.
Por lo tanto moral y religión aparecen de la mano al servicio del objetivo social de la
igualdad. Para esta corriente la igualdad era incluso anterior y más prioritaria que la libertad,
una igualdad no considerada como una igualdad de derechos sino también una igualdad social
(lo que suponía una nivelación en la riqueza de los ciudadanos). Sin ello, la libertad estaría
condenada porque la búsqueda de la riqueza terminaba siempre provocando la dominación de
los más ricos.
Para este caso él considera que la libertad es sobre todo autonomía individual para disfrutar
de estas libertades o derechos. Defendía también en cuanto a la voluntad del pueblo se refiere
las tesis russonianas de que la soberanía pertenece al pueblo.
Es una soberanía indivisible e inalienable, que solo puede ejercer el pueblo unido en cuerpo
político. Ninguna fracción o delegado puede atribuirse el ejercicio para él. El deseo del pueblo
por lo tanto se expresa para Robespierre como voluntad general incontestable. En ese sentido
Robespierre va a ir más lejos que Rousseau sobre la forma en que adopta el cuerpo político,
viendo al estado republicano como la manifestación del pueblo soberano (para Robespierre) en
donde se exprese la voluntad general, debiendo disponer de autoridad absoluta sobre las
voluntades individuales.
Nace una visión justificada para superar los elementos de la voluntad general. Desarrollará
una teoría del gobierno revolucionario que se inspira en la institución romana de la dictadura,
invocando los peligros que amenazaban a Francia. Robespierre justificará así la agrupación del
poder, todo ello bajo la prerrogativa de querer salvar la revolución. Durante ese tiempo de
dictadura, los derechos se someten a las necesidades de salvación pública y se someten a las
luchas de los enemigos mortales de la revolución. Necesidades por encima de las
consideraciones morales. En Robespierre se ve bien la influencia de las coyunturas sobre la
propia teoría política.
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Otro de os compañeros de trinchera de Robespierre es Saint Just. Este joven nacido en 1777
(1767?) entró en la Convención con 21 años y va a ser uno de los soportes parlamentarios de
Robespierre. Saint Just es un orador hábil, dogmático e intransigente, llegando a la convicción
dogmática de defender el recurso del terror en 1793. Sin embargo desde el punto de vista de las
ideas con su obra "De la naturaleza, del Estado, de la ciudad o de las reglas de independencia
del gobierno". En este manuscrito, elaboró una teoría política de gran pesimismo social alejado
de su práctica revolucionaria. En esta obra, intenta identificar las leyes históricas que gobiernan
la evolución de la sociedad. Para él Francia había vivido un largo proceso de denigración bajo
el Antiguo Régimen, de ahí la idea del pesimismo cuyo resultado había sido la destrucción de
la unidad social y la acumulación del poder en beneficio de los más ricos.
Desarrolló la teoría de los dos Estados: el Estado social y el Estado político. El Estado social
es el que gobierna la vida interna de un país. En él la sociedad esta unida y es solidaria donde la
violencia esta ajena y los hombres mantienen una relación de igualdad bajo líneas armoniosas.
En el Estado político gobernaría las relaciones entre los pueblos (relaciones internacionales)
marcado por valores contrarios a las líneas del Estado social, predominando la fuerza y la
rivalidad, y una de estas consecuencias o confrontaciones suelen ser las guerras.
Dentro de este pesimismo social, para Saint Just la Historia de la humanidad había estado
regida por la desaparición de las leyes sociales y el avance de las leyes políticas, minándose la
convivencia en el interior de los países mediante la concentración de poder en manos de la
nobleza que había terminado por destruir al armonía social y los lazos de solidaridad entre los
individuos.
Para romper esta pendiente es necesaria la idea de impulso revolucionario frente a esa
degradación, siendo la desintegración social el justificante de una actuación revolucionaria. La
revolución servía por lo tanto como instrumento para reconstruir la unidad social,
restableciendo los valore de las leyes sociales eliminando las expresiones de dominación de los
fuertes sobre los débiles.
Para eso no basta con soluciones reformistas sino soluciones radicales. Defiende que debe
desaparecer toda distinción entre el soberano (el pueblo) y el magistrado encargado de
gestionar los asuntos públicos. Es imposible cualquier función gubernamental que n tenga otro
objetivo que la protección exterior. Así desapareciendo las instancias políticas mediadoras
nacería de la espontaneidad e orden social.
Por muy anarquista que parezca este planteamiento, un anarquista estaría en contra de
cualquier norma de regulación colectiva y sin embargo Saint Just no llega tan lejos porque
considera que la sociedad general por naturaleza produciría sus propias reglas civiles. Para él el
Estado es donde se va a formar la voluntad general como expresión de la sociedad existente y
orgánica (no construida sino ya existente anterior a los abusos de los poderosos). El Estado
seria el momento en que las voluntades dispersas se reúnen para formar un propósito en común.
Saint Just no proclamaba una sociedad nueva, en realidad la sociedad seria en el marco de
una vida natural. A Saint Just se le ha valorado como antimoderno, uno de los que pusieron
reparos críticos en fechas muy tempranas a las ventajas implícitas en todo proceso de
renovación, generando una estética contraria a las corrientes dominantes pero de un enorme
potencial creativo: desde posturas románticas y revolucionarias hasta posturas decadentistas
que encuentran mayor capacidad creativa en ese propio proceso de decadentismo.
No todas las actitudes revolucionarias pueden estar concebidas como proyecciones de
futuro. Para él el objetivo es conseguir la integración del individuo en la sociedad, rechazando
por lo tanto el individualismo y el pensamiento contractualista, viendo la sociedad como un
organismo integrado y armónico símil al cuerpo humano y de acuerdo con el papel de cada uno
en el papel social de su comunidad y dentro de ese organismo que la constituye.
Hebert es un periodista (1757 - 1794) cuyos nuevos cordelieres encararon la revolución mas
extrema con una coherencia política importante, pues no se limitaron a la acción de la calle sino
que tuvieron voluntad de alcanzar reflejo parlamentario y conseguir que se aprobasen las leyes
revolucionaria apoyándose en el parlamento en figuras como Danton y después con su
desaparición y en la calle de la Comuna del Paris y en los sans culottes. De manera que tenían
un gran arraigo popular buscadores de tener influencia en la política parlamentaria apoyando a
la montaña vs la llanura. Son gente obsesionada por la cuestión de la igualdad.
Acusan a Robespierre de adormecedor de la política [pues anda que tú hijo de puta] (por ser
moderado) difundiendo ellos su doctrina del igualitarismo en el periódico Le Pere Duchesne. El
liberalismo individualista burgués no permite igualar los derechos, lo que les convierte en
decididos antiliberales. La libertad y la política la ven no como una realidad para los más
pobres, y que la libertad económica defendida por los diputados burgueses no hace más que
fortalecer las desigualdades. Por eso los burgueses no desean una sociedad igualitaria porque se
benefician de la desigualdad económica que les favorece.
La posición de Babeuf y su proyecto de sociedad comunista llevan muy lejos con respecto a
todas las doctrinas revolucionarias las exigencias igualitarias, llamando a barrer de la sociedad
el lujo y la riqueza para que así reine la igualdad perfecta entre los hombres.
El manifiesto de los iguales y ser director de periódicos como el Tribuno del pueblo fueron
sus mayores logros, así como encabezar la conjura de los iguales, un golpe de Estado en 1796
contra el Directorio, fracasando y siendo ejecutado con alguno de sus colaboradores. La
originalidad política de la posición de Babeuf no es la reivindicación igualitaria ni el recurso al
contrato social o el recuro a la acción insurreccional y rechazo de cualquier institución
representativa, sino en que tenía un proyecto político para Francia consistente en una sociedad
fundada sobre el colectivismo de bienes, siendo tratado en los manuales como un precursor del
comunismo.
Su modelo es una sociedad basada en el colectivismo de bienes en la cual está proscrita toda
forma de privilegio entre ellos el privilegio de la riqueza. E objetivo es permitir a todos los
hombres disfrutar de todos los bienes, que toda la propiedad sea para toda la sociedad, clave del
manifiesto de los iguales.
Esa política estaba arraigada en una filosofía de la libertad inspirada en la razón y que estuvo
permanentemente representada en la Asamblea siendo la que dominó más tiempo en la vida
parlamentaria. Esos partidarios votarían en 1789 la abolición de los privilegios y también la
monarquía de carácter constitucional, dominando la cámara en el año 91 y 92, siendo cuando
feuillants y girondinos se repartían el poder. Estos fueron perseguidos con las corrientes
igualitarias reapareciendo tras el golpe de Termidoriano con el Directorio e incluso sus
principios políticos inspiraron el consulado de Napoleón.
Estos moderados mayoritariamente eran liberales puesto que defendían los derechos
individuales y la autonomía de la sociedad frente al Estado.
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Existe una dimensión moderada en aquellos sectores que querían alcanzar un mejor status
político y que para ello debían acabar con el orden establecido del momento. Una de esas
dimensiones moderadas de la revolución era la aplicación del ideario ilustrado de la razón a la
política. Esa inspiración ilustrada llevó a preguntarse acerca de la condición de estos
moderados liberales.
Se rechazan las tesis russonianas sobre la voluntad general restringente de esa participación
individual en la política y citan más frecuentemente a Locke y a Montesquieu. Desconfían no
obstante del modelo liberal ingles dado que su inspiración era de carácter tradicional en una
continuación de las instituciones tradicionales.
Por otro lado, este liberalismo moderado contará con una posteridad intelectual débil. La
llanura encarna la continuidad intelectual de la Ilustración como aplicadores de sus principios e
ideas en la práctica, mientras que la montaña aprovecho a revolución para exigir una sociedad
radicalmente nueva. Son las doctrinas extremistas las que fundan la especificidad de la
revolución francesa y aquellas que distinguieran el proceso revolucionario francés del
liberalismo anglosajón, luego e lógico que el interés que ha generado posteriormente diversas
posiciones políticas haya beneficiado a este radicalismo revolucionario puesto que se dan bases
para el pensamiento socialista francés posterior. También una posteridad más modesta tendrán,
dado que participaron activamente en los debates legislativos sin aportaciones teóricas nuevas
sino tratando de convertir en leyes aquellos principios guiados por la Ilustración, siendo más
bien una sistematización política de las ideas.
Las principales reformas revolucionarias se impulsarán gracias a ellos. Por ejemplo, se les
debe la abolición de los derechos feudales (4 agosto 1789), también en el marco teórico se
encuadraría la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (agosto 1789), la
proclamación de la soberanía nacional y separación de poderes, separación Iglesia/Estado y
nacionalización bienes eclesiásticos (noviembre 1789) y la constitución civil del Clero, o la
lucha v los estatutos particulares y las reglamentaciones que compartimentaban y hacían
diferente el trato hacia lo hombres dependiendo del grupo al que pertenecían (derribaron pues
los estatutos particulares), la preocupación de la homogeneización del sistema educativo
unificando el territorio francés. Y una reforma financiera de envergadura afectando a la forma
de recaudación de los impuestos que transformaba completamente lo anterior y también una
reforma global del sistema jurídico, además acometieron la reforma de la instrucción publica,
introduciendo criterios de las sociedades contemporáneas inspirados en la idea de que educar al
pueblo era necesario si se creía la necesidad de una sociedad de ciudadanos. Una modificación
de los sistemas de pesos y medidas y monedas [me cago en dios porque no enumeras cabrón] y
el sistema decimal. También acometieron una labor de sistematización lingüística analizando
las lenguas regionales y demás para reformar el uso del francés. Todo esto es la obra de la
revolución, la transformación global del sistema feudal y absolutista en un Estado moderno y
parlamentario.
Condorcet es uno de los diputados más interesantes. Tras Robespierre nos fijaremos en un
grupo de políticos no tan renombrados que colectivamente se denominan los ideólogos" y que
tienen que ver con la aplicación de políticas moderadas. Condorcet (1743 - 1794) ES UN
Economista cercano a los fisiócratas, es matemático y filósofo y diputado entre 1791 y 1792
abiertamente hostil a la montaña, perseguido por el tribunal revolucionario y auto-envenenado
cuando le condenaron a muerte. Es un intérprete brillante de la voz ilustrada. Sus trabajos y
aportaciones muestran una confianza absoluta en ele espíritu humano capaz de mejorarse
mediante la búsqueda de la verdad, confiando siempre en la razón como vía principal para
alcanzar la felicidad. Uno de los ejes fundamentales de la aportación de Condorcet va a estar
ligada a su defensa de la instrucción del pueblo.
La instrucción del pueblo como la pieza clave de la reforma de la sociedad. Presentó durante
su cargo de diputado 5 memorias sobre la instrucción pública en las cuales se inspira de la
filosofía racionalista, de los enciclopedistas etc. Para él no existe otro elemento para la
emancipación del individuo mejor que la educación.
La educación le hace libre de las supersticiones dándole la libertad. Los conocimientos han
de ser accesibles a todos los individuos y la instrucción pública abierta a la mayoría porque ello
favorece la redistribución de oportunidades hacia los débiles para que aprovechen sus derechos
naturales.
La educación es de tal primacía para Condorcet que es mejor incluso que las leyes para
reformar la sociedad. Porque si las leyes transforman de palabra la realidad, la educación
transforma de manera profunda. En eta línea querrá abrir una educación primaria abierta a todo
el mundo incluso a los más pobres, y es que a través de esta enseñanza se puede combatir las
creencias irracionales y extender en el cuerpo de la sociedad la filosofía y las ciencias. No
obstante esta concepción universalista no le impidió tener un concepto profundamente elitista,
pues fue partidario de la selección de los mejores en sus talentos. En la cúspide situaría una
agrupación de los mejores talentos gobernada por los más capaces. Esta sociedad del merito
será fuente de inspiración posterior en la propia Francia sobre todo en la III República con las
llamadas leyes Ferry (1881-2) con un sistema de enseñanza pública, laica, gratuita y obligatoria
que sirvió para reponerse del hundimiento de Sedán y que sirvió para extender los valores
republicanos en la sociedad francesa, en definitiva la enseñanza como una pieza central en la
construcción de la ciudadanía en una sociedad que ese jerarquiza en virtud del mérito.
Concorcet también está ligado a la idea del progreso haciendo un esbozo de un cuadro
histórico sobre el género humano, señalando un recorrido de la evolución de la humanidad
desde una tradición muy arraigada en la Ilustración en la cual el hombre sale de las tinieblas y
en sucesivos estadios accediendo a la luz gracias al perfeccionamiento del espíritu humano.
Para ellos el razonamiento es la vía mediante la cual el ciudadano se puede liberar de las
cadenas del oscurantismo identificadas con la tradición y la moral heredada. De ahí que
defiendan como ideal político la política de la razón. Desconfían no obstante del mito de la
soberanía popular defendido por los russonianos porque consideran que el pueblo lleva
demasiados siglos bajo el yugo religioso como para tener el discernimiento suficiente para
participar del gobierno.
Desconfían del pueblo y del absolutismo monárquico, siendo la segunda una aberración que
no se sustenta en mecanismos racionales.
Serán partidarios de la República como fórmula de gobierno siendo la ciudad como el ideal
en el que se desarrollaría una república de ciudadanos ilustrados en la que todos terminarían
participando en el gobierno.
También son partidarios de propagar estos principios más allá de los límites de las fronteras
nacionales. Hacen de la instrucción como el principal instrumento de construcción republicana
propagando los conocimientos apoyándose en las instituciones de cultura para extender la
ciencia, las artes y las letras entre los ciudadanos, opuestos a cualquier censura del
conocimiento porque la censura es el instrumento de la opresión, y la 2ª prioridad es no cerrar
la política dentro de las fronteras nacionales, dado que la razón como base de la política, esta
tiene que ser universal, señalando que el sentimiento nacional solo generaba conflictos,
desigualdades y dolor,, por eso prolongan el sueño ilustrado de la unión entre los pueblos.
Soberanía nacional
Tocqueville señala dos pasiones que habían animado el corazón de los franceses: una el odio
a la desigualdad y la otra más reciente, el deseo no solo de ser iguales, además ser libres,
elementos que se mezclaron y activaron mutuamente en los comienzos del fenómeno, mecha
que hará estallar al orden tradicional. La igualdad es lo que distingue la revolución francesa de
la iglesia y la americana.
Tocqueville había definido que la especificidad de los franceses se debía a la pasión antigua
y reciente (odio desigualdad + pasión por la libertad). Esa pasión reciente es la que distingue a
la revolución francesa de otras revoluciones, lo que desencadenaría las cargas de violencia tras
los años del 92 al 94 de esa pasión desenfrenada de igualdad revolucionaria. Una de las
innovaciones de la evolución fue la proclamación de a soberanía de la razón.
Uno de los puntos importantes de Rousseau es su teoría sobre la voluntad. Rousseau forjó
una nueva doctrina de la soberanía política donde el pueblo se convertía en la fuente de todo
poder. No obstante no es un planteamiento progresista sino pesimista ya que su tesis parte de la
idea de corrupción progresiva del ser humano, de sus ventajas y virtudes haciendo necesaria el
asentamiento de un contrato social. Es una visión pesimista de la humanidad.
De ahí la necesidad para que el individuo pueda seguir disfrutando de sus virtudes, idea que
parece una parábola como crítica de la sociedad existente de su momento, señalando los
componentes de injusticia y tiranía que preside dicha sociedad absolutista del XVIII. La
propuesta de ese contrato social estuvo orientada a conservar la autonomía, la libertad, la
igualdad que el hombre posee en su Estado natural. De esta manera así podría defender
comunitariamente a la persona y bienes de cada asociado, y por virtud de la cual cada uno
uniéndose a todos no obedezcan sino a si mismos y quede tan libre como antes. LA formula
asociativa es una forma de preservar los derechos originarios del ser humano. Las soluciones
derivadas de ese planteamiento serán contempladas de manera indisociable como parte del
sistema. Imponer dicho contrato supone perder una "libertad natural “por someter su poder y
sus derechos al conjunto de la sociedad, y todo el pueblo unido por el compromiso de ese
contrato formarían el "cuerpo político". Mediante ese contrato ceden los derechos naturales del
ser, pero como ventaja tiene que las leyes comunes ayuden a preservar la independencia,
proporcionando seguridad y protección de la propiedad.
Considera que el individuo no pierde sus derechos en el momento en el que se use el cuerpo
político, ya que el pueblo reunido bajo un solo acuerdo,, seguirá siendo propietario del poder
soberano, de ese modo cada individuo en la medida en que es parte indivisible del conjunto
continúa ejerciendo sus derechos no obedeciendo más que a sí mismo. Para Rousseau por lo
tanto el hecho de suscribir un pacto no supone despojarse de tus derechos, sino proteger la
posibilidad de ejercerlos.
Eso conlleva que Rousseau tenga una concepción del ciudadano como un individuo
implicado políticamente en los asuntos públicos. Por lo tanto se perfila un dilema como son los
derechos naturales del individuo, pero por otro lado la preeminencia que tiene la comunidad.
Según Rousseau a cada individuo le corresponde una parte de la soberanía pero nunca separado
de los otros. Es decir, la soberanía no la puedes ejercer de manera individual, tiene que será
también ejercida en comunidad, colectivamente, lo que la definiría como indivisible e
inalienable (no cedida a otra entidad), pero claro ante eso se necesita un instrumento que
articule este ejercicio colectivo, de ahí la figura resultante de la representación que es la
voluntad general para expresar su opinión de manera colectiva.
Esa unanimidad se forma como resultado de deliberación, donde todo el mundo puede
expresar su opinión. Tras esa fase el resultado del acuerdo será un resultado justo e
incontestable. Constituye una voluntad superior más allá de los intereses particulares. Nadie
puede ir en contra después. La forma para expresar la voluntad general son las leyes. Él
distinguirá la voluntad general de la voluntad de todos, siendo la primera una decisión unánime
deliberada y representante del compromiso cívico en pos del bien común frente a sus intereses
particulares. La otra es la suma de intereses personales.
Cualquier división del objeto político es perjudicial, dado que los intermediarios favorecen
las desigualdades [así que los candidatos representantes serían una abominación para este
jambo] porque dificulta la posibilidad de alcanzar la voluntad general. En este rechazo a la
existencia de opiniones discrepantes después de los procesos deliberativos será cuando se
diferencie de manera más clara el pensamiento russoniano con el pensamiento liberal.
Rousseau construye la tesis de la voluntad general sobre una visión idealista de una sociedad
unida y solidaria. Rousseau plantea que la comunidad es capaz de llegar a un acuerdo a través
de una elevación moral, rechazando cualquier mecanismo representativo.
De este modo el poder del gobierno es siempre puesto en manos del ciudadano y hasta el
más modesto de los miembros de la comunidad es respetado. Donde hay un representado no
hace falta un representante.
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Hay que pensar que habia un intento de luchar contra las estructuras comunitarias del
Antiguo Régimen (fuente de servidumbre) introduciendo ese elemento de soberanía. Rousseau
no es el artífice de una sociedad moderna entendida como una situadora de la libertad
individual y el equilibrio de poderes como la base de la justicia. Lo que permite Rousseau es la
evolución intelectual decisiva hacia el espíritu democrático en un momento en que la sociedad
estaba sometida a las reglas del Régimen feudal.
Poseía una doble ambición esa elite: acabar con los privilegios feudales siendo el pilar donde
se sostenía la desigualdad social e instaurar un sistema parlamentario que pusiera límite al
poder de la monarquía. Ese estrangulamiento generará consecuencias: de la Asamblea Nacional
a Constituyente, en ese cambio los diputados se dieron el derecho de fundar un nuevo orden
político. La segunda consecuencia derivada de abolir los privilegios fue acabar con los últimos
residuos de la sociedad feudal. Aunque esto parezca una entidad revolucionaria sin límites esta
elite tenía una ambición limitada, no estaba en sus planes acabar con la monarquía ni darle el
poder al pueblo. Asentaron unas bases de un sistema parlamentario inspirado por el modelo
ingles donde se reconociesen derechos políticos y donde el rey fuere sometido a una limitación
de su poder. La proclama de soberanía del pueblo fue para hacer valer el derecho de igualdad
frente al poder, como un misil contra los privilegios cerrados estamentales del Antiguo
Régimen.
Sièyes escribió dos panfletos celebres acerca del Estado llano o Tercer Estado y un ensayo
sobre los privilegios.
Los diputados hablaron en nombre del pueblo para acabar con las normas del antiguo
Régimen para crear una sociedad más abierta y apropiada para denunciar el carácter inicuo de
las reglas feudales. En el plano de los derechos proclamarán una igualdad ante la ley como
instrumento de justicia e instrumento político. Todos los individuos podían participar directa o
indirectamente en el ejercicio del poder lo que suponía una ruptura con el régimen absolutista
monárquico y con la teoría del derecho divino.
Tras 1789 no habrá naturaleza divina del poder sino una voluntad de la mayoría. Se produjo
una revolución jurídico institucional, pero también una revolución intelectual porque se
adujeron con argumentos para fundamentar la acción política.
Hacer al pueblo el depositario y propietario de la soberanía era una forma de despojar al rey y
Dios de ésta. Pero a las dictaduras se les puede aplicar lo mismo ya que el Estado es el
propietario de la soberanía frente a una sociedad paciente. El efecto de disolución que tiene una
democracia vs una dictadura es el mismo que tuvo en la revolución francesa. La investión de
esta legitimidad se opera gracias a una construcción ideológica de la idea de acción. Las
décadas anteriores a la revolución se han ido valiendo del término de revolución para designar
al pueblo político formado por la totalidad de las personas que constituyen el reino. La nación
así va quedando investida de un cierto sentido ideológico, cohesionada por una historia común,
lazos de afecto y un espíritu colectivo característico.
Esa nación se dibujaba como un crisol en el que se iba forjando una realización colectiva,
distinguiendo ya entre nación y pueblo los filósofos de la época como un agregado de culturas
y comunidades dispersas y heterogéneas cuyo ideal de nación les unía, como la encarnación
política del pueblo.
El Estado pierde autonomía y substancia y se identifica con el poder de la nación como lugar
donde se forma la voluntad general. El Estado ahora será representante de los intereses no de
los estamentos privilegiados, sino de la nación a través de los representados.
Para los revolucionarios la nación configura un cuerpo indivisible y unitario donde cualquier
división seria como retroceder a ese pasado anterior. Por ello la constitución del 91 indica en su
artículo uno que la soberanía es indivisible, inalienable e imprescriptible y por derecho no por
concesión. Con este concepto de nación se rompe con a Francia monárquica y feudal. La
elección de los revolucionarios del 89 fue recurrir a una idea abstracta para construir una
representación unitaria del pueblo. Esa es la instrumentalidad y la potencia que tenía el
concepto de nación.
El que mejor expresa esta concepción de la lucha contra los privilegios es el abad Manuel
Sièyes quién es uno de los inspiradores del pensamiento del 89. Desarrolla la carrera
eclesiástica y tiene una posición escéptica sobre la representación del Antiguo Régimen. No es
un revolucionario sino que simplemente se había propuesto derribar lo que había llegado del
pluralismo. Se trata de un panfletario que refleja muy bien las aspiraciones populares, de hecho
consideraba que era el momento de atacar el poder de la monarquía e impulsar un espacio
político para la burguesía que se convierte en el programa revolucionario de los parlamentarios
en la Asamblea Constituyente. Las tradiciones como fundamento de legitimidad política solo
son un instrumento de opresión.
El Tercer Estado representa a la gran mayoría, de manera que es el que mejor preparado está
para representar los intereses del común, y sin embargo en la sociedad de los tres órdenes los
intereses de la mayoría son despreciados. Inspirándose pues en los filósofos de los derechos
naturales llevaran a la idea de que el Estado debe tomar las riendas de la vida política, pasar de
ser un desecho a serlo todo.
Por eso en la causa revolucionaria afirmara solo al tercer Estado, expulsando de la nación al
clero y a la nobleza porque los considera una carga inútil, un lastre para la sociedad, aunque
podían entrar a formar parte una vez despojados de sus privilegios como un ciudadano más. El
panfleto establecerá los fundamentos de la nación moderna. Dos son las dimensiones que para
el constituyen que dan naturaleza a la nación: de un lado la realidad sociológica y de otro el
cuerpo abstracto. Como realidad sociológica, la nación es un cuerpo vivo, compuesto de
individuos, de grupos que comparten una misma historia, que viven en un mismo territorio.
Esa nación abstracta es para él un instrumento intelectual que le permite concebir al pueblo
como soberano. Ello está orientado a forjar el nuevo proyecto político bajo un cuerpo
imperecedero e indivisible que unirá al pueblo en una voluntad política común. Frente al
pueblo como agregado de fuerzas diversas, la nación es una totalidad, es una imagen unificada
de la comunidad política. La nación será la titularidad de la soberanía para Sièyes, no ya para el
pueblo, sino a esa entidad colectiva y superior que representa políticamente a una realidad
social. Pese a la amplitud de proyecto nunca será partidario de una constitución democrática.
La masa es caprichosa e ignorante para él y no estaría en condiciones de gobernar libremente,
de ahí que no renuncie el carácter soberano al pueblo pero que le permite así alejarse de un
régimen de carácter popular, permitiéndole tener el liderazgo político de una burguesía que
representa el interés del conjunto de la sociedad y al mismo tiempo acabar con el régimen
anterior y así esta burguesía accedan al poder legislativo.
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Ya vimos una génesis de algunos elementos que acabaron configurando el liberalismo político.
Proceso de democratización del sistema político. Una igualdad formal y cívica, la Declaración
de 1789 tiene la originalidad de no detenerse en la proclamación de derechos individuales,
enuncia también los defendidos en un sistema que impediría la concentración de poder.
También nos encontramos contenidos en la Declaración dos principios fundamentales:
La Declaración de los derechos del Hombre pone un principio, pero la trascendencia estará en
el tiempo. Cuatro años más tarde tendrá lugar el Terror y el Comité de Salvación Pública.
La Declaración de 1789 inspirará un nuevo documento tres años más tarde. La Constitución
Revolucionaria que será abandonada en 1793. Con Robespierre aparecerá una nueva
declaración de base igualitarista, una visión mucho más social de los derechos del ciudadano.
La felicidad común se sitúa a la cabeza de visiones más colectivas y se afirma que todos los
hombres son iguales por naturaleza. La Declaración de 1793 contempla una soberanía popular
que sustituye a la soberanía nacional. Proclamará el derecho al trabajo para todos, el derecho a
la resistencia, el derecho a la insurrección. Esta declaración tampoco durará mucho. Los
termidorianos proclamarán en 1795 una nueva declaración, desaparecerá la igualdad de
derechos, aparecen unos deberes del ciudadano. La propiedad aparece concebida como el
cemento que une una sociedad civilizada.
La Declaración de 1789, clara, concisa y moderada será hacia mediados del siglo XIX la fuente
de inspiración política del republicanismo. La de una época de inspiración republicana en
Francia, será nuevamente una línea de inspiración política y sobre todo en las épocas en las que
toma la iniciativa. Volverá a ser retomada con reconocimiento pleno de valor jurídico. Desde
muy temprano la Declaración de 1789 fue criticada por sus limitaciones. A mediados del siglo
XIX fue criticada en medios socialistas y otros, porque tenía un carácter abstracto y tenía
incapacidad para combatir injusticias en el ámbito económico y social. Unos derechos
perfectamente formulados pero inútiles para los pobres. Derechos incapaces de proteger a los
obreros y a los pequeños artesanos.
Así fue produciéndose un complemento con derechos de una segunda generación, los derechos
sociales. Son concretos y surgen de las relaciones sociales en un momento dado, son también
colectivos porque protegen a categorías sociales identificables y no a enemigos abstractos. Son
positivos pues requieren la intervención de las autoridades públicas, por ejemplo el derecho a la
enseñanza gratuita y laica, o la libertad sindical que se aprobó en 1884. El derecho de
manifestación también y se aprobó en 1935, así como las distintas reformas acometidas por el
Frente Popular en 1936. Esto sería enunciado en el preámbulo de la Constitución francesa de
1946. Estos derechos de la segunda generación podemos considerarlos como la consagración
de que la democracia política proclamada en 1789 nunca podría haberse dado sino hubiera
estado acompañada de una democracia social. La Declaración de los Derechos del Hombre de
1948 e incluso dos años más tarde, en 1950, la Convención Europea.
En el siglo XIX, la Declaración de 1789 va a ser retomada por las élites liberales en aquellos
países donde hay movimientos nacionalistas tanto en Europa como en América Latina, será
modelo en Grecia, Piamonte o Rumanía. Movimientos nacionalistas que encuentran su
inspiración en estos derechos enunciados en la primera fase de la Revolución. Es así como
llegará al siglo XX y al final de la II Guerra Mundial los aliados vencedores de las potencias
del Eje, el 10 de diciembre de 1948 subscribirán la Declaración Universal de los Derechos
Humanos. Serán definidos los derechos individuales, las libertades públicas, derechos
económicos, sociales y culturales. Su principal virtualidad es que con este carácter universal
presionaban sobre los regímenes dictatoriales surgidos tras el proceso de descolonización. Ha
sido invocada por los movimientos de democratización. Dos años más tarde se firmará en
Roma e inicialmente los firmantes serán 15 países, la Convención Europea de Derechos
Humanos. Introduce todos los derechos clásicos del siglo ilustrado. No son mencionados los
derechos exigibles, su originalidad no está en las libertades que reconoce sino en los
mecanismos de exacción y control. Para recurrir ante estas dos declaraciones tenemos dos vías:
Los Diputados fueron conscientes de las repercusiones que tendría invocar la soberanía del
pueblo. Pero comenzaron a desarrollar los argumentos que le permitían limitar esa deuda con el
pueblo. Afirmaron que un régimen popular era imposible, carecería por completo de
homogeneidad. Dijeron que los filósofos denominaban pueblo a lo que en realidad era una
masa inorgánica carente de unidad. Sólo un cuerpo político unido es capaz de vivir en la
concordia y expresar la voluntad general. Para alcanzar el objetivo político es necesaria la
existencia de la voluntad general de la cual el pueblo carece y es necesario que el interés común
prevalezca sobre el interés de los particulares. Es imposible la comunidad de individuos soñada
por Rousseau. De un lado argumentos sociológicos y de otro lado argumentos de índole moral.
A estos burgueses el pueblo les inspiraba mucha desconfianza, por tres razones:
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Esos representantes se habían apropiado de la soberanía del pueblo. Los argumentos para
justificar la legitimidad de soberanía se habían argumentado para ello elementos de la
naturaleza sociológica bajo la definición del pueblo como elemento ingobernable por sí mismo.
En cuanto a los argumentos morales estos representantes se resguardaban frente a las inercias
que un gobierno popular hubiera tenido. El pueblo podía ceder su soberanía a manos de un
dictador a cambio de bienes materiales.
En definitiva nos encontramos con unos políticos que son fieles representantes de la cultura
ilustrada del mundo nacionalista, filósofos, matemáticos, economistas, partidarios de la
fisiocracia, y gentes de la elite ilustrada para los cuales la policía no podía ser expuesta a los
caprichos y tendencias de una masa incontrolable. Para ellos la política debía guiarse por la
razón (como buenos ilustrados). La instrucción era por lo tanto una condición indispensable
para cualquier buen gobernante. Sin embargo la ignorante masa popular, víctima de la
superstición y tradiciones fundadas en la inercia y no en la razón, hacía que estas elites políticas
surgidas de la revolución consideraran que era mejor darles educación dado que así obtendría
de ella la libertad a través de una implantación de claridad de juicio [mejor que darle el poder
así a las bravas].
En Francia algunos políticos como Condorcet, Gregor Cabanis o Barnave van a representar
sus intervenciones a esta burguesía elitista profundamente confiada en las luces de la razón. De
hecho Barnave en la sesión del 31 de agosto del 1791 se había manifestado en estos términos:
“el pueblo es soberano, pero en el gobierno representativo sus representantes son sus tutores, y
pueden por sí solos actuar por él, porque su interés está casi siempre ligado a verdades políticas
de las que no pueden tener conocimiento nítido o profundo”. Así que no ponen en cuestión la
soberanía del juicio del pueblo, sino el ejercicio del poder, atribuyendo a la representación no
un déficit sino la virtud de tener la cualificación política necesaria para ejercer ese poder en
beneficio de todos. Por su parte el abad de Sieyes afirmará categóricamente que “nosotros no
podemos ser libres sino con el pueblo y por él. El pueblo es quién da el poder y por el cual se
ejerce (…) la mayoría de nuestros conciudadanos no tienen ni la instrucción ni el tiempo libre
necesarios para decidir por ellos mismos en asuntos públicos. Por utilidad común nombran
representantes más capaces que ellos mismos de conocer el interés general y de interpretar su
propia voluntad”, con lo cual la representación no es un inconveniente para los ilustrados, sino
una ventaja para aquellos más cualificados y libres (de tiempo, gracias a las rentas económicas
y recursos que disponen) al mismo tiempo la dedicación y la instrucción les permiten conocer
mejor los problemas. Esta elite instruida termina diciendo que incluso esta élite sería capaz de
conocer mejor los intereses del pueblo que del pueblo mismo.
Los padres fundadores de EE.UU defendían que solo era posible un poder fuerte dirigido por
las elites [para alcanzar la democracia buena, supongo], planteando no solo quién ejerce el
poder sino también las ventajas de si está éste diluido (más diluido pero confuso y
contradictorio) o concentrado (más eficaz pero autoritario). Los federalistas serán partidarios de
un poder concentrado. En el caso inglés las elites del siglo XVIII que asocian la nobleza a la
burguesía, también serán reacias de reconocer un poder activo al pueblo. Todas estas
consideraciones que vienen a defender la oportunidad de que la soberanía popular sea ejercida
por unos representantes no son enteramente coherentes entre sí, sin embargo lo que sí es
coincidente es que para todos ellos solo unos electos que dispongan de cierto nivel de riqueza y
de cierto nivel de instrucción son aptos para el gobierno y no solo por la capacidad directa que
puedan tener para la capacidad de gestión de los asuntos públicos sino también por mecanismos
de éxito social atribuidos a quienes han disfrutado de esa riqueza y formación sus capacidades
y disponer de tiempo suficiente para dedicarse a asuntos comunes. Un tercer elemento a añadir
se supone que aquellos que tienen una solvente forma de vida serán menos sensibles y
vulnerables a la corrupción y al egoísmo [JÁ] con una actitud mucho más filantrópica y
dirigida al interés común. El elitismo no será para ellos sinónimo de injusticia social, sino todo
lo contrario. La distinción social es lo contrario de un privilegiado, ya que en realidad el
privilegio se basa en una desigualdad institucional que se transmite a través del nacimiento y el
elitismo burgués es el reflejo del talento, de aquellos que han demostrado sus aptitudes
naturales y no es transmisible ni está abierto al genio. Ninguna de estas pociones sociales
alcanzadas por mérito propio son mantenidas o transmitidas de generación en generación, lo
cual hace que este elitismo esté muy alejado del privilegio del Antiguo Régimen.
Por un lado existe la defensa de que una elite preparada y no ambiciosa debe desempeñar esa
función de poder por cuenta del pueblo. Pero al mismo tiempo para que exista esa entidad
colectiva donde se exprese el pueblo como cuerpo político se utilizará el concepto de nación.
La reivindicación popular y el bloqueo político que podría producirse de una multitud de
soberanos con derecho al poder sin posibilidad de ejercerlo, los diputados franceses acudirán a
la distinción entre pueblo y nación. Esta distinción ya existía en los escritos de los
enciclopedistas, pero será Sièyes quién la convertirá en una pieza clave de su teoría de la
soberanía. El pueblo no presenta un rostro unitario, el pueblo es fundamentalmente pluralidad,
diversidad, entidad inorgánica, y sin embargo en la soberanía supone unidad y remite a un ente
unitario, la única manera de proclamar al pueblo soberano es mediante la definición intelectual
que le dote identidad e intelectualidad. La solución que propone Sieyes es considerar al pueblo
como entidad moral, y esta entidad moral que constituye el pueblo es la nación, que aparece
como la encarnación simbólica del pueblo, imaginaria, abstracta, que ha eliminado la
diversidad social que el pueblo posee. En esta mutación intelectual se convierte al mismo
tiempo en una totalidad homogénea. Cuando surge la nación como un ente diferenciado del
pueblo real está ya en condiciones de convertirse en el cuerpo político de una nueva sociedad.
Del Tercer Estado dice que siendo una entidad moral, la nación está desprovista de entidad
física. Lo ve como un callejón sin salida. Es preciso valerse de intermediarios (representantes)
que actúen en nombre de esa entidad abstracta (que es la nación). Ergo el cuerpo político
unitario no cobra forma realmente más que a través de los representantes indisociables de la
nación política (porque si no, no habría manera de concretarse) como dos formas
consustanciales de un mismo proyecto político justificando que el poder no puede ser ejercido
directamente por el pueblo, sino que debe ser ejercido por los representantes.
La teoría de la soberanía nacional fue modificada en 1789 y fue fuente de inspiración de las
constituciones moderadas (1791, 1795 (golpe Termidoriano), 1799 (Napoleón)) y fue
significativo que moderantismo y soberanía nacional se opongan a soberanía popular en
aquellos gobiernos que sean más sociales. La del 91, 95 y 99 dicha soberanía nacional fue
contestada en el momento de la Convención por parte de los partidarios de la montaña y sans
culottes con su soberanía popular que inspiraría la constitución de 1793. No obstante será un
concepto de largo efecto y todavía hoy es un elemento doctrinal que sirve para justificar el
modelo más extendido de la democracia representativa de que la nación es el ente en el que
reside la soberanía. Según Sièyes la soberanía no pertenece al pueblo no como conjunto de
individuos sino a la nación considerada como ente moral a través de los representantes. La
soberanía termina remitiendo a la nación y no al pueblo, la nación como recipiente de la
soberanía popular con representantes como escanciadores de la soberanía nacional. Se trata de
una totalidad, de una soberanía indivisible ya en la Declaración de los Derechos del Hombre.
Van a retirar el poder al pueblo sin embargo, atribuyendo la soberanía a una entidad moral
superior que no puede expresarse por sí misma sola. En la práctica el gobierno representativo
desemboca en la soberanía de los representantes. El proceso ideado por aquellos burgueses
revolucionarios de los primeros tiempos desemboca en una aristocracia electiva. Es el gobierno
de unos pocos que son reclutados en un proceso electoral. Para entender las implicaciones que
tiene esta soberanía nacional tenemos que enfrentarla al concepto alternativo de soberanía
popular. Esa sí que se inspira directamente en Rousseau, y fue un modelo sostenido por los
diputados de la montaña y que se opuso parlamentariamente a la doctrina de la soberanía
nacional. La soberanía popular defiende que todos los hombres son iguales y que tienen su
parcela de soberanía, mientras que ésta ha despojado al individuo concreto de ésta. Le
reconocen el derecho a participar de manera directa y personal en la formación de la voluntad
general, remitiendo a Rousseau que la soberanía es inalienable. Por lo tanto, esta soberanía no
puede ser representada, siendo la representación un nudo fundamental de las teorías de
gobierno. Si la soberanía puede ser ejercida, el representante goza de protagonismo y el
individuo se aleja de la política, mientras que si tienen que ocuparse estos segundos de la
política, se convierten en sujetos políticos participantes de la construcción de la voluntad
general, eliminándose estos primeros intermediarios.
En segundo lugar plantean que las consultas electorales tienen que ser frecuentes y repetidas
de manera que el representante no corra el peligro de considerarse el propietario de la soberanía
de los representados. Y finalmente los representantes tienen que tener mandatos imperativos, es
decir que los votantes escriban con anticipación que su condición de representantes deben
tomar. Un representante que no cumpla con el deseo de los representados puede ser
perfectamente revocado.
Esas concepciones de la soberanía popular fueron llevadas a la práctica entre el año 93 y 94.
Como la democracia directa es imposible en la Francia de la época, se definió un sistema
representativo que para que se tuviere un control sobre los representantes, hacía falta un
sufragio universal con mandatos de los representantes muy corto. Existía derecho de veto y
recursos a referendos para cuestiones importantes. La constitución del 93 adaptaba el
pensamiento russoniano a Francia pero jamás sería aplicado en la práctica porque antes de
poderse llevar a la práctica llegaría el Terror de Robespierre, pero inspirará los movimientos
revolucionarios de 1818 y 1848, la revolución rusa o la revolución espartaquista.
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Planteada la diferencia entre pueblo y nación apoyándonos en el trabajo de Sièyes, habiendo
hablado de la tensión de la soberanía nacional y soberanía popular, queda ver las consecuencias
que tiene la teoría de la representación. El gobierno representativo se apoya en el principio de
elección. Las elites políticas de casi todos los países
coincidían en esto con casi todos los países. Eran partidarias de la técnica de selección de los
dirigentes apoyada en la elección. Existían para esto razones políticas, y es que se podía limitar
la intervención del pueblo en los asuntos públicos dejándolo para las elites. La elección sin
embargo incorpora un cierto toque aristócrata ya que son aquellos que disfrutan de cierta
notoriedad bien por fortuna o por el status social del que disfrutan.
Existían razones filosóficas que sustentaban este mecanismo visto como una forma superior
de designación. Era un acto de voluntad y de compromiso cívico que proporcionaba una
enorme legitimidad al poder, y más allá de que generase una nueva aristocracia de poder, era
muy legítimo porque había reflejado la voluntad de los votantes.
Hay que atender a la cuestión de si los representantes son no autónomos. En la teoría del
gobierno representativo la función de los representantes es la de actuar en nombre de toda la
nación, traduciendo así la voluntad general en leyes. Siendo la nación un ente moral indivisible
los diputados en conjunto solo pueden representar al conjunto de la nación, y no los diputados
cierta representación de las partes de la nación. Esta concepción le aleja de la democracia
popular debido a que cada diputado individualmente no representa a los electores que lo
eligieron en primer lugar, sino al conjunto de la nación. El diputado no está ligado a la voluntad
del cuerpo electoral, así que dispone de autonomía entre dos procesos electorales: la voluntad
del representante y no la de los representados. [otros diez minutos por las ramas, que si
Cataluña de nuevo, 15M...].
Edmund Burke (diputado inglés que se tratará más adelante) se dirigió a sus electores de
Bristol para decir que el Parlamento no es un congreso de embajadores que represente intereses
diversos, sino la asamblea deliberante de una nación que no persigue más que el interés del
país. [A ti si que te voy a dar órgano centralizado].
Para Sièyes la participación directa del pueblo termina produciendo derivas autoritarias. En
un régimen democrático las libertades no están aseguradas de las minorías con respecto a las de
las mayorías, y frente a esta tiranía de las mayorías defiende que el régimen representativo es
mejor porque los ciudadanos pueden controlar regularmente a sus representantes por vía
electoral. No pueden intervenir directamente y empieza a introducir una distinción fundamental
que todavía es relevante en la teoría constitucional contemporánea. Para justificar que los
electores no pueden intervenir directamente en política sino a través de sus representantes
establece una diferencia conceptual muy importante "entre poder constituyente" y "poder
constituido". El primero es la nación que constituye al poder mediante el proceso electoral, pero
una vez realizado dicho acto, reside en los órganos constitucionales y representativos. Entonces
el elector no tiene derecho a actuar políticamente de forma directa. Por lo tanto el acto electoral
desde esta óptica es un acto de delegación más que de participación.
Fue la constitución de 1798 cuando Bonaparte llega al poder tras el golpe de Brumario
cuando los diputados confiaran por vez primera en la democracia y el gobierno representativo.
Desarrolló una fórmula concisa que explicaba esa concepción puesta en marcha por el
Directorio. En el verdadero sistema representativo todo se hace en nombre del pueblo y para el
pueblo. Nada se hace directamente por él, es la fuente sagrada de todos los poderes, pero no
ejerce ninguno. En qué medida un poder es legítimo y en qué medida puede ser ejercido por
representantes? la legitimidad lo otorga la nación, el cuerpo electoral y los vínculos de
delegación que tienen los representantes son los que le permiten ejercer ese poder.
El conde Roederer desarrolló una formula mejor en su discurso del 4 marzo de 1801,
diciendo que la democracia representativa elegida elabora las leyes y las hace ejecutar, siendo
democracia en el sentido de que los representantes son elegidos sin tener en cuenta sus
distinciones de nacimiento. Es democracia representativa y no pura porque no es la totalidad
delos ciudadanos, sino una parte de ellos (la edad, el censitarismo...). Esa es la idea de la
palabra representativa junto a la palabra democracia
Queda pendiente la cuestión de que buena parte de los sistemas representativos del
liberalismo son restrictivos desde el punto de vista del censo electoral. Las tesis elitistas no solo
incitaron a los diputados a defender la tesis de la representación. En el plano técnico les llevó a
buscar alguna fórmula para limitar el tamaño del cuerpo electoral y la solución con la que se
encontraron era la restricción del sufragio. Lo hicieron desde una teoría que se podría traducir
como el electorado instrumental.
Así el voto pierde su carácter de derecho y pasa a ser una función que permite obtener el
resultado práctico de designar a los miembros de la asamblea nacional. Este argumento permite
a los diputados burgueses defender la restricción del sufragio. La función de votar queda
reservada a aquellos que cuentan con mejores condiciones. Se justifica que el sistema electoral
sea censitario en virtud de la fortuna.
Aquellos que tienen intereses materiales son los que mayor voluntad tienen que el sistema
sea estable y se preocupe por el desarrollo integral de la nación, porque de los que nada tienen,
nada desean conservar. Puede parecer absurdo, pero desde las posiciones elitistas del momento
era una manera de sostener el sistema constitucional desde una óptica conservadora.
El censo electoral fue bastante reducido. En 1791 accedieron a votar el 66 % de los varones
de edad. Durante el Directorio al 77%pero sufragio directo por el cual se limitaban el nº de
candidatos de aquellos que podían llegar a ser representantes. Se amplió el censo electoral pero
tenía un carácter plebiscitario.
A mediados del XIX las verdaderas condiciones para el sufragio universal aparezcan para
ser aplicadas, aunque ello no afecta a las mujeres (1946 tendrán derecho de voto en Francia y
desde ahí parriba).
Las cámaras estuvieron dominadas por la burguesía en la primera mitad del siglo XIX. Muy
lentamente se fueron abriendo a nuevas categorías sociales, fundamentalmente profesiones
liberales ya en el ámbito de la tercera República, pero permanecieron ligadas a las clases menos
favorecidas. Pero que sería contestado en los medios obreros en el seno de la representación
ciudadana.
Es aquí donde comienzan las críticas del sistema. En Francia estas sombras de la
representación se pondrían sobre la mesa muy poquito tiempo con la revolución de 1848 en la
cual durante las jornadas revolucionarias y de los procesos revolucionarios abiertos
inmediatamente se proclama el sufragio universal. Esa proclamación del 5 de marzo crea unas
expectativas sin precedentes en la sociedad francesa, consagrando la idea de que la
participación del pueblo no es incompatible con la actividad parlamentaria, llevando las
demandas de la calle a las instituciones. Por primera vez el legislador francés establece leyes
que reflejan la democracia representativa, desarrollándose así la idea de que la conquista de los
derechos sociales y económicos se puede hacer por la vía política. En realidad lo que se
inaugura con esa proclamación del sufragio universal es una expectativa, una ilusión por parte
de sectores sociales.
Los obreros confían que el voto de leyes sociales iba a mejorar sus condiciones de vida y
obtener derechos de cara al empresaurio. Además se hacía esto creíble con el pronto
reconocimiento al trabajo y la libertad de reunión por parte de la República.
Cuando un sistema electoral no disfruta de la libertad necesaria para traducir la libertad del
votante, lejos de ser instrumento de legitimidad, se convierte en una coartada del poder para
ejercerlo sin control.
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La segunda generación de liberales intentara incorporar la democracia de las libertades
haciendo un liberalismo democrático en lugar del elitista anterior, empezando a contemplar la
idea de la democracia completa.
El alcance de este activismo obrero siempre fue limitado. El Imperio francés empieza a
perder el apoyo en medios empresariales y decide conectar con otros ámbitos escuchando las
reivindicaciones obreras, surgiendo las coaliciones. Irían apareciendo el derecho a la huelga,
una nueva legislación con mayores ventajas que pondrá en cuestión la herencia revolucionaria
y va generando en los obreros una cierta sensación de que pueden organizarse y estructurarse
para buscar objetivos comunes.
Se van generando pues unas expectativas que hasta la fecha no era fácil de concebir para los
trabajadores. Aunque todo esto se reactiva en el contexto de la comuna de París, la propia
reacción de los sectores burgueses parece que opone resistencia a esta evolución. Existe una
tendencia no obstante progresiva a la incorporación de nuevos grupos sociales a la vida pública
(libertad sindical, derecho a la huelga, bolsas de trabajo, federaciones sindicales...).
En el caso inglés el sindicalismo intentará superar el fracaso del movimiento cartista que
había intentado crear una unión de trabajadores y obtener derechos económicos y políticos,
persiguiendo el sufragio universal y el derecho de los trabajadores a ser elegidos. También
tendrá reflejo en los años 60 las trade unions cuando decidan participar activamente en la
formalización del propio sistema. Londres se convertirá en lugar de encuentro para activistas
obreros de toda Europa, y en 1864 los delegados llegados de numerosos países crearán la AIT.
Los dirigentes revolucionarios que fueron por primera vez activos en primera línea en la
revolución del 48, procedentes de las filas republicanas y socialistas, estaba convencidos de que
la democratización política era la condición previa para la mejora general de las condiciones de
vida; había por lo tanto una confianza en que a través de sistemas más abiertos se produciría
una necesaria mejora de la condición de las clases populares, pidieron por lo tanto apertura de
las instituciones parlamentarias, querían además que las instancias públicas se implicaran en la
lucha contra la pobreza y que combatieran la precariedad profesional; apertura por lo tanto de
instituciones parlamentarias, lucha contra la pobreza y lucha también contra el desempleo,
parecían para ellos tres caminos inseparables que debían recorrerse para alcanzar un solo
objetivo, que era el de librar al pueblo de una desigualdad estructural cuyo origen se encontraba
en la dominación ejercida por el mundo burgués sobre la vida política y sobre la vida
económica del país. De modo que el análisis era que la desigualdad social era hija de unas
estructuras desiguales; si se conseguía democratizar las estructuras, se conseguía democratizar
también la sociedad, de ahí que el sufragio universal aparezca como una de las panaceas que
podía resolver los problemas, y ese sufragio universal se conquista en la revolución del 48. Sin
embargo, ante tan grandes expectativas el resultado es decepcionante, puesto que tras la
llamada de las clases populares a las urnas tras el establecimiento de un sistema que oían la voz
del pueblo, se produjo una evolución hacia una solución imperial que constataba el fracaso en
la democratización de las estructuras sociales; nace aquí por tanto una de las críticas más
profundas de la teoría de la representación surgida de 1789, es decir, si el pueblo a través de sus
representantes no puede conseguir que sus demandas lleguen a las instituciones, eso quiere
decir que el mecanismo de representación establecido en 1789 no sirve para los intereses del
pueblo, tiene que haber otro sistema para actuar en voluntad.
Las masas campesinas, el proletariado urbano, e incluso la pequeña burguesía, en el 48, ven
todos ellos una posibilidad de enviar a la Asamblea a sus representantes, sin embargo, la
República social que era lo que esperaban de este sufragio universal, se hundió, y el sufragio
universal, que subsiste, demuestra no ser la solución para mejorar las condiciones de vida.
Empieza a surgir la denuncia del sufragio universal como mecanismo adecuado para le defensa
de los intereses de la clase obrera; se critica el sistema de representación nacional y se empieza
a hablar de que lo que no quieren son representantes, quieren mandatarios.
El momento en el que en este contexto del Imperio tendrá lugar la primera impresión de esta
desconfianza será el llamado Manifiesto de los 60. En las elecciones de 1863 las candidaturas
obreras fueron sistemáticamente anuladas por los comités electorales, y al final ni un solo
representante obrero llegó a las cámaras, resultó evidente más que nunca que existía una brecha
infranqueable entre republicanos y liberales, y los obreros, es decir, de un lado aquellos que
representaban de un modo u otro intereses burgueses, y aquellos que defendían los intereses
obreros. Así es como en 1864, 60 obreros publicarán un manifiesto titulado “Manifiesto de los
sesenta obreros del Sena”, en el que se incitaba a la organización de candidaturas obreras,
condenando el carácter abstracto de aquellos derechos proclamados en la revolución, y la
incapacidad que aquellos mecanismos de representación tenían para reflejar las desigualdades
reales que separaban a los proletarios de los propietarios.
Esta crisis de conciencia de que los intereses obreros nunca serán representados por
parlamentarios burgueses es la que lleva a la clase obrera a reivindicar candidaturas propias
para representar sus propios intereses. Aparece por lo tanto una crítica profunda del modelo de
ciudadanía surgido en 1789, esa soberanía nacional es la que se pone en cuestión por los
representantes obreros al ver como sus intereses.
Nace una crítica del modelo de ciudadanía aparecido en 1789, y empieza a aparecer una
defensa de otra ciudadanía que sería más concreta, una forma de ciudadanía que permitiese la
expresión de perspectivas, de intereses de clase. Se abandonaría así el principio universalista de
la representación, entrando en una representación específica que acogiera los intereses del
mundo obrero, la verdadera democracia, desde esta perspectiva, estaría no en el voto, sino en la
representación que ese voto tuviera. La clase obrera por lo tanto debe separarse de la
representación burguesa. Si el sistema parlamentario no era instrumento adecuado para los
intereses obreros, los obreros comenzarán a ir en contra del propio sistema parlamentario; los
movimientos socialistas por lo tanto se desarrollaron en oposición a este sistema de
representación. Desde 1870 la clase obrera va a ir buscando una representación de clase,
dejando atrás las expectativas de 1848, cuando se consideraba que el sufragio universal era el
instrumento, ahora el enemigo ya era el orden parlamentario burgués, y se establecen
estrategias revolucionarias.
A pesar de toda esta larga crítica llegamos a la Segunda Guerra Mundial, dónde la tradición
universalista francesa seguía siendo la base de la representación, sin embargo se habían dado ya
pasos hacia la diferenciación electoral. El régimen burgués por lo tanto se iba abriendo también
a la democracia de los partidos que representaban otras sensibilidades sociales.
La gran burguesía de estos países desconfía del pueblo, sin embargo la ideología sobre la
que se apoya el régimen liberal contiene un germen, y es un germen de una sociedad abierta; la
filosofía liberal rompió la legitimidad de la tradición, la idea de libertad tiene en sí misma una
primera búsqueda de igualdad, que es la que procede de los derechos; de aquellos derechos del
hombre en el que se le identifica como igual. Ciertamente estos derechos no contemplaban las
diferencias entre riqueza e instrucción, ni tampoco suponía que hubiera un acceso igualitario a
los cargos públicos, pero si abría de alguna manera el sistema hacia el mérito. Será en Francia
nuevamente donde la conciliación entre liberalismo y democracia sea más claro, aunque el
proceso será a todas luces muy lento; se preparará intelectualmente por dos autores que han
generado muchísimo interés en la actualidad, por un lado Staël y por otro Benjamin Constant ;
sus trabajos tienen lugar durante la restauración borbónica y no es casualidad que las elites
liberales comprenden la necesidad de abrirse a la democracia o también el espíritu que rodeó la
revolución del 48 y que llevó a denominarle la “primavera de los pueblos” que todo ello fue
recortando la legitimidad de las monarquías, lo que les obligarían a cambiar su pensamiento
hacia una base liberal y consciente. Tras la revolución aparecerán Alexis de Tocqueville y John
Stuart Mill.
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Madame Stael es una filósofa novelista que vivió entre 1766 y 1817. Es una figura que
desde la transición intelectual de las Luces hasta el siglo XIX se halla inscrita en la razón como
condición indispensable para el progreso y la libertad, cuya actividad estuvo cercana del grupo
de esa burguesía conservadora de los ideólogos. Es una autora cuya producción es bastante
heterogénea, también autora de ensayos. Tiene una inspiración muy libre y desenvuelta, situada
en movimientos románticos derivados de su apasionamiento personal que derivarán hacia una
nueva sensibilidad prerromántica.
Está fascinada por la prudencia y voluntarismo que habían tenido los diputados de 1789. No
obstante frente a esta admiración se manifiesta consternada por los excesos violentos del
periodo del Terror y la tiranía del pueblo.
Entre esos dos momentos alimentados por el pasado inmediato desarrollará sus líneas de
pensamiento. Posee poco interés (como en los liberales de su época) por los debates acerca de
la naturaleza del régimen. Por un lado la protección de las libertades y por otro lado el
Parlamentarismo. El objetivo de su pensamiento es la tiranía que puede considerarse desde un
hombre hasta del pueblo entero. Su postura chocó con el poder de su tiempo y fue expulsada de
Francia por Napoleón. Ingresó entonces en Suiza en la organización de Coppet, un círculo
intelectual que luchó contra el cesarismo napoleónico. Este cesarismo es una fórmula temprana
de populismo que gira en torno a una figura militar que tiene tras de sí una carga de aceptación
por parte del pueblo y que ejerce dicho poder de manera personal, erosionando la base
democrática.
Ella disoció las ideas de 1789 de las del periodo del Terror, retomado por diferentes
historiadores como Thiers, Guizot, Mignet y Tocqueville. El parlamentarismo y respeto de la
ley como pilares del liberalismo. Benjamin Constant (1767 - 1830) es considerado el más
brillante portavoz de la generación liberal partidaria de las ideas de 1789. Sus compromisos
políticos republicanos bajo el consulado, su estancia junto con Napoleón y ser posteriormente
diputado de la oposición se ve en dicha fluctuación de posiciones la continua búsqueda de la
verdad. Su obra sin embargo no tiene un eje conductor bastante fiel a los principios del
liberalismo. Fue portavoz del constitucionalismo bajo la idea de que solo una Constitución
como conjunto de principios y reglas que debían ser establecidas con claridad e impuestas a los
dirigentes podían garantizar la libertad.
No rechazará la soberanía del pueblo (como novedad) y que negociará con ella
convirtiéndose en un pionero de la conciliación intelectual entre liberalismo y democracia,
dejándole expresar al pueblo su voluntad.
Constant estaba convencido del impulso decisivo que había dado la revolución. Para él es el
momento en que la idea de libertad triunfó sobre el absolutismo. Atribuye a este triunfo un
carácter irreversible. Se aplicó a la reflexión del conjunto sobre la libertad. SU obra de 1806
titulada Principios de política aplicables a todos los gobiernos. En ella establecía una distinción
fundamental entre la esfera pública y la privada. En ella plantea que la esfera privada era el
territorio de la vida individual: "hay una parte de la existencia humana que necesariamente
permanece individual e independiente, y cuyo derecho está fuera de toda competencia social.
La soberanía sólo existe de una manera limitada y relativa en el punto donde comienzan la
independencia y la existencia individual se detiene la jurisdicción de esta soberanía."
La libertad por tanto es individual y se expresa en la vida privada donde el individuo disfruta
de autonomía total. La libertad es una frontera que nadie tiene derecho a traspasar, tanto en
cuanto a lo que quieran hacer por su cuenta y que la sociedad no tiene derecho de impedir.
Constant distingue cuatro diferentes libertades: la de actuar, religiosa, de expresión y a la
seguridad.
Más tarde añadirá el derecho a la actividad económica. No incluye la propiedad (siendo que
en la Declaración de Derecho estaba en una posición predominante) porque la propiedad es
algo que remite más a los bienes que a las personas, y como la libertad es algo individual no
atribuye la misma dignidad esencial que aquello que atañe precisamente a las personas.
La libertad de los modernos nacerá del descubrimiento del individuo, que se produce sobre
todo en el siglo XVIII, y su existencia individual prima cada vez más sobre su existencia social
y vida en sociedad. Desde el momento en el que el individuo irrumpe en el panorama de la
política como ente independiente, la idea de libertad va a venir en su ayuda y consiste en la
protección de la autonomía individual frente a la sociedad y el Estado.
Esta es la concepción que triunfa con la revolución y desde ahí hay que repensar qué es la
Justicia social y fijar las instituciones políticas que organicen la nueva sociedad.
Esta esfera es la de los derechos naturales preservados de cualquier agresión por ser
anteriores y superiores a las leyes. Por ello recurre a Rousseau y al contrato social para que así
el poder obtenga su soberanía del pueblo: "en el mundo, no existen más que dos poderes, uno
ilegítimo (la fuerza), el otro legítimo (la voluntad general)".
Por lo tanto la ley es buena cuando es el resultado de aquellos a quienes se aplica. Toda
fuente de poder procede del pueblo. Critica también alguno de los alcances del contrato social y
es que proclamando la unidad de la voluntad general, Rousseau puede terminar negando la
libertad del individuo, es decir, que el pueblo puede terminar ejerciendo otra forma de
despotismo.
Constant dice que "estableciendo que la soberanía del pueblo es ilimitada (como hace
Rousseau, se ha creado y lanzado al azar en la sociedad humana una cantidad de poder
demasiado grande en sí misma, que es un gran mal según en qué manos caiga". "El pueblo que
puede todo, es tan peligroso, incluso más, que un tirano". Como si tuviera un miedo ancestral a
esa nueva forma de tiranía basada en un abuso del nuevo poder. Esto lo veremos casi siempre
en estas corrientes del liberalismo [miedicas y preocupación en crear un monstruo peor del que
tienen].
Por lo tanto el buen gobierno para Constant sería el que consiga limitar el poder respetando
la voluntad del pueblo y evitando los excesos de ambos (poder y pueblo). De ahí que sea tan
importante la ley como el instrumento legitimador y limitador.
Asume que de facto, en cuanto a que los derechos naturales son imprescriptibles, la
constitución existe antes de ser escrita. Contempla la Constitución como conjunto de reglas
positivas cuya originalidad está en la necesidad de crear "un poder preservador" donde al
margen de la acción del gobierno, se debería orientarse hacia el arbitraje entre conflictos de
poderes activos (ejecutivo y legislativo p.e.) obligándoles a cumplir la constitución.
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Es un liberalismo muy oligárquico que luego pasa a tener cierto grado de sensibilidad y
luego adquiere una vocación democrática a mediados de siglo, cuando el pensamiento liberal se
da cuenta de que no puede eludir la cuestión democrática. En esa Europa existen todavía
regímenes autoritarios de mucho peso con el austríaco, el prusiano o la Rusia zarista, sin
embargo la clase política es cada vez más consciente de que las sociedades evolucionan hacia
una mayor igualdad de los ciudadanos. De hecho, muchos regímenes han apostado por ampliar
el derecho al voto e ir incorporando como ciudadanos activos a la burguesía ascendente.
Por otro lado, tras la revolución del 48 que se expande por Europa, esa democratización
trasciende fronteras, y aún cabría añadir la incorporacion del movimiento obrero a contribuir a
introducir sensibilidad social a las concepciones politicas dominanttes del momento. Es a
mediados de siglo cuando alguns liberales comenzarán a tomar distancia de las posiciones
coonservadoras que había dominado el liberalismo en los primeros tiempos y se van a empezar
a preguntar por la compatibilidad entre la libertad conquistada a finales del siglo XVIII y esa
creciente aspiración de igualdad que barría un poco la Europa del año 48.
En esta búsqueda de conciliación de la libertad y la igualdad el primero que abre las puertas
a la reflexión va a ser Tocqueville, nacido a comienzos del imperio napoleónico en 1805 y
morirá en 1859. Político, filósofo historiador y observador minucioso de la cultura y
costumbres del siglo XIX. Fue uno de los primeros en percibir ese movimiento de
democratización que estaban experimentando las sociedades modernas. Analizó las dinámicas
profundas de la sociedad francesa en la obra francesa clásica de El Antiguo Régimen y la
revolución" (1856). También se le atribuye virtudes como para considerarlo un precursor del
análisis sociológico.
El estudio en 1831 sobre la democracia en América habla de los cambios culturales que han
acompañado a la modernización social, como una forma de dar a conocer la democracia en
mérica los nuevos valores que habían forjado aquel país y que se habían desarrollado después
de su independencia. Para él las ideas tienen vocación de justicia y que por lo tanto va a
aplicarse a una labor pedagógica para conseguir la democratización de la sociedad.
Tocqueville es un autor que manifestará una pasión por la igualdad. La fuerza de su análisis
reside en una gran intuición creadora en torno a que la democracia es más que una forma de
gobierno, es todo un "estado social" y como tal afecta al conjunto de las costumbres y
sentimientos. La democracia en América" lo analizará como transformación a estudiar de las
estructuras sociales. Defenderá que las sociedades siguen un devenir histórico general que les
lleva de un estadio inicial aristocrático a un estadio diferente democrático.
El estadio aristocrático sería propio de una sociedad tradicional donde existen numerosas
reglas de solidaridad, instituciones piramidales que separan elites de masa, poder y riqueza. El
estado democrático se caracteriza porque los lazos entre los individuos se han hecho mucho
más ligeros, donde la vida social ya no está sometida a un sistema jerárquico ni cerrado donde
los individuos son esencialmente iguales unos de otros y donde las fronteras de clase se diluyen
todo ello en un contexto en el que el acceso a la riqueza y al poder están abiertos para todos los
ciudadanos. La democracia por lo tanto no solo es un sistema, sino que conlleva un desarrollo
gradual de la igualdad de condiciones. Esta igualdad de las condiciones será según Tocqueville
universal, duradero y ajeno a las preocupaciones e interés cotidiano del hombre.
Sin embargo se trata de una situación en la que las barreras ya no son infranqueables como
en tiempos de la aristocracia, no establecidas sobre un orden natural de las cosas (como por
nacimiento), sino ya la dependencia entre servidor y cliente nace entre un contrato consentido
por las dos partes en condiciones de igualdad. Sería absurdo negar la desigualdad entre ambos,
pero es temporal y cancelable en cualquier momento. Incluso el sirviente podría convertirse en
señor.
[o sea, que esa pasión de la igualdad lanza la idea de que todo mecanismo que se aleje del
complicado sistema al que nos refiramos, por muy sofisticado que sea como las matemáticas el
dos más dos dentro del entorno galáctico en el que vivimos, hay cosas que variarán y nos
mostrarrán la ineficacia del propio sistema]
La mirada ambivalente sobre la democracia le hacía considerar desde una óptica moral que
la democracia permitía alcanzar una sociedad más justa porque valoraba las virtudes
individuales y ofrecía a todos los ciudadanos la posibilidad de desarrollarse, participando
activamente en la vida cívica. Frente a estas ventajas morales también existían riesgos
contenidos en esta ampliación democrática. El riesgo del despotismo hacía que las asambleas
populares fuesen vulnerables a la acción de los demagogos, a la tiranía de las mayorías e
incluso una cierta tendencia al desorden y la violencia.
Cuando Tocqueville identifica los riesgos de la democracia señala que sin una adecuada
reglamentación la democracia puede devenir en tiranía. Aquí Tocqueville vuelve a dar una
hipótesis contundente de su planteamiento sobre este punto. Afirmará que el despotismo
moderno no es un producto del autoritarismo de los poderosos, sino resultado de la apatía
ciudadana. Se da cuenta que en América la igualdad en las condiciones se ve acompañada de
un aislamiento creciente de los individuos con respecto al poder, debido a la dinámica de la
igualdad favorece la aparición de una cultura centrada en el individuo y su desarrollo particular.
Tocqueville señalará el deseo de enriquecerse americano a cualquier precio, el placer por los
negocios, el interés por ganar la búsqueda del bienestar y el disfrute materiales como las
pasiones más comunes. Considera no obstante que esto es una cultura positiva porque
contribuye a la emancipación del individuo y a la paz civil, pero detectando peligros como los
sentimientos de solidaridad y el alejamiento de los ciudadanos hacia la vida civil.
En la sociedad democrática los lazos sociales y comunitarios se destacan y los individuos
quedan aislados en su tranquilidad y placer privado y material, alejándose de la esfera pública.
Por ello considera crucial que la democracia afronte la decadencia del sentimiento cívico. Ya
que la sociedad no puede ejercer un contrapeso pues al poder del Estado. Entonces así éste
puede imponer sus decisiones a la sociedad sin que ésta ejerza resistencia ante el poder. Es una
nueva fórmula de tiranía particularmente peligrosa que no requiere violencia. Es un despotismo
providente y dulce que no mata, es paternal y situando al ciudadano en una condición
infantil."Actúa para la felicidad de los ciudadanos, pero quiere ser el único actor y árbitro. Se
ocupa de la seguridad, prevé y asegura de las necesidades, facilita los placeres, dirige los
principales asuntos, su actividad, regula sus sucesiones, divide sus herencias, con lo cual ¿qué
puede impedirle decidir lo que merece la pena ser pensado o ser vivido?" parafraseo del propio
Tocqueville. Así el ciudadano cae en este despotismo blando y deja de ser libre.
No es una tragedia dado que la solución es que la gente pueda organizarse y convertirse en
contrapeso real del Estado con el amor a la libertad y el espíritu de la igualdad como estímulo,
p.e. EE.UU.
El utilitarismo sobre el cual hace su impulso a un nuevo concepto maximalista del bienestar
individual y de los intereses particulares. Consideraba que esta persecución del bienestar y del
interés era suficiente para construir una sociedad pacífica y feliz. A lo Adam Smith en busca de
la armonía social a través del individualismo.
Se debe perseguir la mejora en la esfera pública para mantener viva las esperanzas de
ascensión social. Y es en esta concepción de la libertad de donde extraerá algunas
consecuencias políticas. EN 1861 en su obra "Consideraciones sobre el gobierno
representativo" se preguntará sobre el régimen que podía conciliar las virtudes del electismo,
alejándose de posiciones conservadoras que había defendido en su juventud viendo la
necesidad de abrir el sistema político ingles a las capas más modestas. Fundará un régimen
basado en la participación popular porque considera que el parlamentarismo sirve para
preservar la independencia de los representantes y seleccionar los más aptos. El voto como
forma de implicar al ciudadano en la vida social, transgrediendo los límites particulares
reflexionando pues sobre el interés general.
Será pues un gran defensor del sufragio universal de voto proporcional y defensor del voto
de las mujeres. En su crítica a la administración, se mostrará partidario de ampliar la
intervención del Estado para que actúe en apoyo de las clases desfavorecidas. En definitiva es
un autor muy ecléctico que incluso se preocupó de las contradicciones doctrinales, que se
inspiró en el marco intelectual del utilitarismo liberal pero que al mismo tiempo fue un cantor
de la libertad y que no dudó en hacer confesiones al pensamiento socialista y en manifestarse
muy crítico con el liberalismo entendido en términos económicos que dominaba el pensamiento
inglés de la época. Es un espíritu libre original, antidogmático, precursor de la revolución
necesaria que debía encaminar al gobierno británico hacia posiciones más democráticas.