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CONTENIDO

SINOPSIS ................................................................................................... 4
CAPÍTULO UNO ..........................................................................................5
CAPÍTULO DOS .........................................................................................19
CAPÍTULO TRES ....................................................................................... 33
CAPÍTULO CUATRO ................................................................................. 53
CAPÍTULO CINCO .....................................................................................76
CAPÍTULO SEIS ........................................................................................ 92
CAPÍTULO SIETE .....................................................................................108
CAPÍTULO OCHO .................................................................................... 127
CAPÍTULO NUEVE .................................................................................. 146
CAPÍTULO DIEZ ...................................................................................... 160
CAPÍTULO ONCE .....................................................................................177
CAPÍTULO DOCE .....................................................................................193
CAPÍTULO TRECE ...................................................................................209
CAPÍTULO CATORCE ..............................................................................224
CAPÍTULO QUINCE ................................................................................ 240
CAPÍTULO DIECISÉIS ............................................................................. 256
CAPÍTULO DIECISIETE ........................................................................... 269
CAPÍTULO DIECIOCHO .......................................................................... 280
CAPÍTULO DIECINUEVE ......................................................................... 298
CAPÍTULO VEINTE .................................................................................. 318
CAPÍTULO VEINTIUNO ...........................................................................339
SINOPSIS

La historia de Knox y Harper continúa mientras la guarida de Las Vegas,


y sus dos infames Co-Primes, se enfrentan a su enemigo más aterrador
hasta el momento...
Juntos, Harper y Knox han superado casi todas las cosas malvadas que
se te ocurran, desde los Jinetes del Apocalipsis hasta los practicantes de
magia oscura y la creencia insistente de Lucifer de que es hilarante.
Esperan un tiempo de inactividad bien merecido, hasta que Harper es
atacada por mercenarios en medio de su tienda de tatuajes. Peor aún,
los atacantes están tratando de tomar sus alas, las que nadie debería
saber que tiene.
Es casi un error y una vez que un furioso Knox ha logrado poner a su
demonio en línea, solo hay una cosa clara: alguien conoce los secretos
de Harper y se dispone sistemáticamente a destruirla. Parece probable
que alguien sea el tercer jinete, pero ¿cómo saben tanto sobre Harper?
Parece que lo imposible puede ser cierto: tienen un enemigo escondido
en el corazón de la guarida.
Para sobrevivir, Harper necesitará abrazar un poder que es más oscuro
de lo que jamás haya experimentado e incluso Knox no puede
protegerla de todo, aunque Dios sabe que nada lo detendrá en su
intento. Lo que está en juego nunca ha sido tan alto, ya que si Harper se
deja atrapar por esta nueva amenaza, Knox no podrá evitar que su
demonio disfrute del vicioso placer de destrozar el mundo...
CAPÍTULO UNO

Si yo fuera un juego de llaves, ¿dónde estaría?


Empujando el cajón para cerrarlo, Harper Wallis maldijo. Había buscado
en el mostrador de recepción, su oficina, la sala de descanso y todas las
estaciones de tatuajes. No había señales de sus llaves, lo cual era un
gran problema, ya que no podía irse sin cerrar el estudio.
Habiendo sido criada por diablillos, era muy consciente de la seguridad.
El allanamiento de morada era simplemente un talento que poseían los
diablillos. También se destacaban en la mentira, el engaño, el robo y el
robo de identidad. Biológicamente podría ser una esfinge como su
madre, pero Harper era un diablillo en todo lo demás que contaba.
Hablando de diablillos… Harper se volvió hacia su prima adolescente.
—¿Encontraste las llaves?
—No —respondió Robbie.
—Bueno, tal vez si te levantaras de tu trasero y miraras en lugar de
recostarte en el sofá hojeando las carpetas, podrías encontrarlas.
Heidi, su otra prima que solo tenía cinco años, salió saltando de la sala
de descanso y se acercó a Harper.
—No están allá atrás.
Harper acarició el cabello rubio blanquecino del pequeño diablillo.
—Gracias de todos modos, Heidi-ho —La niña realmente se veía como
un ángel absoluto. Como demonio, estaba, por supuesto, lejos de serlo.
—¿Por qué no simplemente llamar a Raini? —preguntó Robbie—. Es la
copropietaria; debe tener su propio juego de llaves.
—Lo es —dijo Harper—. Pero no voy a llamarla todo el camino de
regreso aquí.
No era exactamente un lugar sencillo al que llegar. Seis meses atrás,
habían trasladado el negocio al Underground, un paraíso demoníaco
que era más o menos una versión subterránea e hiperactiva de la franja
de Las Vegas.
El compañero de Harper, Knox Thorne, había construido el
Underground hace mucho tiempo y era mundialmente popular,
principalmente porque los demonios eran criaturas impulsivas que
tenían problemas de gratificación instantánea, amaban las descargas de
adrenalina y estaban plagados de aburrimiento e inquietud.
—Listo —declaró Richie, su tío. Sacudiéndose las manos, se alejó de la
máquina expendedora—. Debería funcionar bien.
Golpeó ligeramente con el puño el costado de la máquina, y cobró vida
con un zumbido cuando dejó caer una bolsa de papas fritas.
Harper negó con la cabeza.
—No importa cuántas veces haga eso, nunca me funciona —Su hija,
Khloë, que también resultaba ser la recepcionista de Harper, lo hizo con
la misma facilidad—. Gracias, Richie, agradezco la ayuda.
Frunció el ceño.
—Todavía no entiendo por qué quieres trabajar aquí cuando podrías
ganar mucho más dinero trabajando para mí —se quejó. Su tío podía
arreglar cualquier cosa. También podría recrear cualquier obra de arte.
Había producido y vendido innumerables pinturas falsificadas y le había
transmitido su experiencia a Harper. Como tal, lo decepcionó que ella
eligiera desperdiciar su talento artístico dibujando con agujas.
Harper levantó una mano.
—No voy a tener esta conversación contigo de nuevo.
Richie gruñó.
—Vamos, niños, mamá os estará esperando —Aunque no estaba
emparejado, tuvo docenas de niños con cinco madres diferentes. Sin
embargo, era un buen padre. Apoyo financiero y emocional. Nunca se
perdió un solo juego de béisbol, una obra escolar o un recital de ballet.
En ese sentido, era muy diferente al padre nómada de Harper, que
podía pasar meses seguidos sin contactarla, aunque Lucian en realidad
consideraba que eso era una crianza de tiempo completo.
Reuniendo sus herramientas, Richie habló.
—¿Dónde está tu guardaespaldas?
—Tanner tiene la noche libre, ya que me voy a casa con Knox —Su
compañero era un tipo ocupado, por lo que sus días de trabajo no
siempre terminaban a la misma hora—. Me reuniré con Knox en su
oficina y luego saldremos a comer.
Honestamente, ella no se sentía con ganas. Estaba tan cansada que su
mente estaba nublada por el agotamiento, y todo lo que quería hacer
era ir a casa y dormir. No era que hubiera mucho sentido en eso. El
sueño no le había resultado fácil últimamente. Eso podría no haber sido
tan malo ya que, por regla general, los demonios no necesitaban dormir
mucho e incluso podían pasar días sin dormir. Pero cuando se dormía,
estaba inquieta y no recuperaba la energía.
—¿Quieres que te acompañemos a la oficina de Knox? —preguntó
Richie.
Sacudió su cabeza.
—No puedo irme hasta que encuentre las llaves —En general, no era
una persona olvidadiza, pero había sido un día largo y agotador y su
cerebro simplemente no estaba cooperando—. No te preocupes, las
encontraré. Están aquí en alguna parte. De nuevo, gracias por tu ayuda.
Richie asintió.
—¿Listos, niños?
—Sí.
Heidi salpicó la cara de Harper con besos y luego se giró para alejarse,
pero Harper la agarró por la parte de atrás de su suéter.
—¿Qué? —preguntó Heidi, parpadeando inocentemente.
Harper le tendió la mano.
—Quiero lo que sea que hayas robado con esos dedos pegajosos tuyos.
Heidi hizo un puchero y luego sacó un anillo de diamantes de su bolsillo.
Siempre se podía contar con que la niña tomaría algo brillante.
—No eres divertida —dijo.
Harper la miró boquiabierta.
—¿Cómo conseguiste esto? —El mostrador de recepción de cristal
también servía de vitrina para joyas y otros productos, y Harper siempre
lo mantenía cerrado con llave.
Heidi le dirigió una mirada que decía:
—No me insultes —Luego saltó hacia Richie. Palmeó a su hija en la
cabeza—. Haces que tu papá se sienta orgulloso.
Harper puso los ojos en blanco.
—Os veré a todos pronto.
Se despidieron y Robbie acompañó a los niños fuera del estudio.
Decidida a encontrar las malditas llaves, Harper reinició su búsqueda.
Revisó todos los cajones del escritorio, los espacios entre los cojines del
sofá y luego debajo de la mesa y el sofá. Una vez que estuvo segura de
que no estaban en el área de recepción, se dirigió a las estaciones de
tatuajes y registró minuciosamente cada una de ellas, aún sin llaves.
El demonio interior de Harper resopló con pura exasperación, como si
estuviera fallando a propósito. No tenía absolutamente ninguna
simpatía por ella; solo quería estar con su pareja.
Compartir tu alma con un depredador oscuro que era esencialmente un
psicópata podría ser una situación difícil a veces. El demonio no tenía
conciencia, ni empatía, ni capacidad de amar. También poseía un fuerte
y molesto sentido de derecho que lo convertía en un hijo de puta
persistente.
Mientras Harper atravesaba la sala de descanso y entraba en el almacén,
una mente, oscura, familiar y reconfortante, rozó la suya.
Llegas tarde, cariño. No era un reproche; más como una necesidad de
confirmación de que nada andaba mal.
Ella sonrió mientras el rugido aterciopelado y ahumado parecía
deslizarse sobre su piel. La voz pecaminosamente seductora de Knox
realmente no debería ser legal.
Lo siento, no puedo encontrar mis llaves.
No crees que nadie se las haya llevado, ¿verdad? Había una promesa de
retribución en sus palabras.
No, están aquí en alguna parte. Pero cuando Harper revisó el inventario,
no las vio.
Tengo un juego de repuesto. Te las traeré.
Ella levantó una ceja, aunque él no podía ver.
¿Y por qué tienes llaves de repuesto de mi estudio?
Una vibra de diversión tocó su mente. Aparentemente, su comentario
insolente no le molestó.
Solía ser una de mis oficinas de seguridad, ¿recuerdas?
Oh, sí, ella se había olvidado de eso.
Dame diez minutos. Si no he encontrado las mías para entonces, usaré el
juego de repuesto.
Si eso es lo que tú...
Frunció el ceño cuando él se interrumpió abruptamente.
¿Knox?
Necesito tener una charla rápida con Levi, dijo, sonando distraído.
Después de eso, vendré a ti, si aún no has llegado.
Si él estaba haciendo eso de “ocultarle cosas para protegerla” otra vez,
seguramente habría una discusión. Pero como su mente ya se había
alejado de la de ella, no se molestó en decir tanto.
Volviendo su atención al misterio de las llaves desaparecidas, Harper
miró en el pequeño baño y le dio a la cocina una exploración minuciosa.
Nada.
Maldiciendo, regresó a su oficina para darle otra búsqueda. Mirando
debajo de sus blocs de dibujo, se congeló cuando una punzada de
conciencia bailó en su nuca.
Estaba a punto de darse la vuelta cuando un gran peso le golpeó la
espalda y la empujó hacia delante, de modo que quedó inclinada sobre
la mesa. Con la misma rapidez, la parte trasera de su camisa se rasgó y
un cuerpo apareció frente a ella cuando dos manos carnosas agarraron
las de ella, empuñando sus propias manos y sujetándolas en su lugar.
—Tenemos que hacer esto rápido —dijo una voz ronca.
¿Qué mierda?
¡Knox! Ninguna respuesta. Un poder familiar y protector corrió desde su
vientre hasta la punta de sus dedos. Picaron cuando el poder luchó por
liberarse. Harper estaría más que jodidamente feliz de soltarlo sobre su
cautivo, pero sus manos estaban atrapadas.
—¡Quítate de encima de mí!
—Hazlo ahora.
Alguien le sopló en la oreja y, de repente, Harper estaba en casa. Se
paró en la puerta de su dormitorio. Estaba casi inquietantemente
oscuro. Curiosamente, todo el espacio estaba vacío excepto por una
cosa: una cuna. Hubiera sido un silencio sepulcral si no fuera por el
sonido de un bebé llorando.
Por alguna razón, el sonido hizo que su estómago se contrajera. Se
arrastró hacia adelante, sintiéndose inquietantemente obligada hacia la
cuna y...
De repente, de vuelta en su oficina, Harper siseó entre dientes. La carne
de su espalda se sentía como si estuviera en llamas. Su demonio rugió,
enloqueciendo. Harper se retorció y luchó contra el agarre de su cautivo,
luchando por entender qué demonios estaba pasando.
—Quieres liberarme —dijo en un tono convincente que venía con el
paquete de la esfinge.
Una risa oscura.
—No, no lo hacemos.
Su entorno cambió una vez más, y se encontró caminando hacia la cuna
nuevamente. El tiempo era lento aquí. No había dolor, ni pánico, ni ira.
Pero no era real... ¿o sí? No lo sabía, así que mantuvo su mente enfocada
en la visión frente a ella. El llanto parecía más fuerte ahora y...
Al encontrarse inclinada sobre la mesa de la oficina una vez más,
parpadeó, desorientada. Su cuerpo se retorció y se retorció cuando lo
que parecía una especie de fuerza magnética llamó a sus alas. Salieron a
la superficie y se desplegaron a su alrededor: alas enormes, doradas,
pesadas, parecidas a las de un águila, finas como la seda, suaves como
la seda pero fuertes como el acero.
—Mira las rayas negras y rojas que atraviesan las plumas doradas —dijo
el demonio sometiendo sus manos. Su sorpresa era comprensible: eran
los colores de las llamas del infierno.
Una mano codiciosa acarició un ala. Una ira al rojo vivo la azotó, y se
retorció como loca.
—¡Dejadme ir, hijos de puta!
—¡No debería estar parcialmente consciente!
—Bueno, lo sé, ¡pero ella lo está!
¡Knox! ¡Knox!
¿Dónde diablos estaba? ¿Alguien lo estaba atacando a él también y…?
Estaba de nuevo en su dormitorio, ahora más cerca de la cuna. Los
gritos se habían calmado un poco, como si lo que sea que yaciera allí se
calmara con su presencia. Una parte de ella quería retirarse, pero
necesitaba ver la fuente del llanto. Necesitaba saber si…
Arqueándose como un arco, Harper gritó alrededor de su mordaza,
¿mordaza? mientras algo le cortaba la espalda. No, en los tallos de sus
alas. ¡El hijo de puta estaba tratando de cortarle las alas! Las lágrimas
picaban en sus ojos cada vez que la hoja dentada cortaba sin piedad los
tallos. Redobló sus esfuerzos por ser libre, incluso cuando empeoró el
dolor que la quemaba de adentro hacia afuera. Su corazón latía tan
rápido que no se habría sorprendido si colapsara.
El hombre detrás de ella maldijo.
—Si las alas de esfinge fueran tan endebles como parecen, esto sería
mucho más fácil.
—¡Te juro que te mataré! —gruñó alrededor de la mordaza. Los machos
simplemente se rieron. Se rieron.
Su demonio interior se abrió paso hasta la superficie y retiró los labios.
—Morirás por esto —les dijo con una voz plana y sin emociones que
apenas era audible, pero la presencia del demonio hizo que ambos
hombres se detuvieran por un momento.
—¡Por el amor de Dios, sacala!
Un cálido aliento sopló en su oído una vez más, y ella estaba de vuelta
en su habitación. Bastaron dos pasos para acercarla a la cuna. Dio un
paso, luego otro. Y allí, con los ojos cerrados mientras se agitaba y
pateaba sus patitas, estaba un bebé. Se veía tan pequeño y dulce,
chupándose el puño.
La sonrisa de Harper fue lenta pero real cuando tentativamente
extendió la mano y pasó la punta de su dedo sobre la pequeña mano,
calentada por la sensación de su piel suave como un pétalo. Los ojos del
bebé se abrieron y todo lo que pudo ver fueron llamas.
Harper volvió a la realidad, el dolor la atravesó mientras alguien
continuaba cortando los tallos de sus alas. Puntos negros llenaron su
visión, y los sabores enfermizos de la sangre y el miedo inundaron su
boca hasta casi ahogarla.
Quería gritar. Lucha. Defiéndete. Pero se sintió paralizada por la pura
agonía que venía con todos y cada uno de los cortes. Ni siquiera la
adrenalina bombeando a través de ella fue de mucha ayuda en este
punto.
—Esos anillos sí que son bonitos —dijo su captor, manteniendo los
puños tan apretados que las uñas se le clavaron con fuerza en las
palmas—. Apuesto a que hay personas dispuestas a pagar mucho
dinero por ellos, tal vez incluso más de lo que este tipo nos está
pagando por las alitas.
Como el infierno les dejaría tomar los anillos. Knox se los había dado.
Uno era un diamante negro; algo que un demonio solo le daba a su
pareja. Era un símbolo del compromiso final. Significaban más para ella
que incluso sus alas.
—No, no le liberes las manos. Puede causar un dolor profundo en el
alma, idiota.
—Ahora mismo está atrapada en un sueño. Ni siquiera sabe que
estamos aquí o dónde está ella.
Esta era su oportunidad, pensó Harper. Si nada más, podría lastimar a
uno de los bastardos que la estaban lastimando. No se movió cuando él
levantó lentamente su tercer dedo. Permaneció inmóvil, tranquila.
Cuando sintió que él intentaba quitarle los anillos, no hizo nada más que
pincharle la mano. El poder oscuro que picaba en la yema de su dedo se
abrió camino dentro de él.
Su boca se abrió en un grito silencioso mientras el dolor quemaba sus
terminaciones nerviosas, perforaba sus órganos, atravesaba sus huesos
y golpeaba su alma. Tropezó hacia atrás y cayó, tirando montones de
papeles con él. Y allí estaban sus llaves. Agarrándolas, infundió fuego
infernal en ellas y, preparándose para más dolor, echó el brazo hacia
atrás y cortó al hombre detrás de ella.
Hubo un grito de dolor, y luego su peso la abandonó. Dándose la vuelta,
Harper giró para encarar al bastardo, jadeando. Rechoncho. Cabello
rubio sucio. Barba desaliñada. Chaqueta de cuero. También tenía una
sierra en la mano que goteaba sangre. No era bueno.
Estaba mirando el corte chisporroteante a través de su pecho mientras
su piel se ampollaba y se despegaba, gracias al fuego infernal
devorándolo. Su demonio sonrió ante la vista. Su mirada se fijó en la de
ella justo cuando Harper se bajaba la mordaza y levantaba la sierra
amenazadoramente.
Bueno, mierda.
Pensó en sacar la hoja del estilete de su bota e infundirla con el fuego
del infierno, pero en realidad no era rival para la sierra, ¿verdad? Aún así,
si ella pudiera tocarlo solo una vez, él sería un desastre profundo, como
su amigo. Se movió de un pie a otro, y ella supo que se estaba
preparando para cargar contra ella. Con la respiración rápida y
superficial, se preparó. Pero no se movió.
Con los ojos fríos, la boca en una mueca burlona, habló.
—Me quemaste.
Usando el dorso de su mano temblorosa para secarse el sudor que le
perlaba la frente, gruñó:
—Y tú casi me cortas las malditas alas —Quería apalear al hijo de puta
con su propia arma. Pero no antes de cortarle los brazos y destrozarlo.
Su demonio se abrió paso hasta la superficie y le siseó.
—Te advertí que pagarías. Deberías haberme hecho caso.
Harper obligó a su demonio a retirarse y abruptamente atacó con las
llaves en llamas. Se echó hacia atrás, pero aun así le marcaron la mejilla.
Su piel chisporroteaba mientras el fuego del infierno se la comía. Su
demonio sonrió.
—¡Perra! —Volvió a levantar la sierra, listo para atacar.
¡KNOX!
Con un grito de batalla, se abalanzó.
Lo esquivó, esquivando apenas la sierra. Se estrelló contra su escritorio
con un gruñido, cortando el aire y...
El fuego cobró vida fuera de la puerta de la oficina. Se dio la vuelta para
ver cómo el fuego chisporroteaba y crepitaba. Luego, las llamas se
desvanecieron y allí estaba Knox. El alivio inundó a Harper tan rápido
que le temblaron las piernas.
Los profundos ojos de ébano la recorrieron, y su rostro perfectamente
esculpido se transformó en una máscara de ira salvaje. Su atacante dio
un paso cauteloso alejándose cuando esos ojos oscuros se estrellaron
contra él con intención letal, brillando con una furia que comenzó a
palpitar a su alrededor.
Su atacante emitió un sonido de gorgoteo y dejó caer su sierra
ensangrentada, arañando una mano invisible que lo levantó en vilo. Las
manos psíquicas de Knox la habían tocado más de una vez y nunca le
habían dado nada más que placer. Eso había hecho que fuera fácil para
ella olvidar que también podían infligir un montón de dolor.
Knox se acercó a él. Despacio. Por casualidad. Totalmente compuesto.
Sin embargo, cada paso era a la vez depredador y amenazador. Se
estremeció un poco. Siempre la asustaba cuando él estaba tan
anormalmente calmado.
Sus ojos se posaron en el otro demonio, que todavía estaba sollozando
en un rincón, pero su mirada rápidamente volvió al macho en su agarre
psíquico. Knox se detuvo frente a él y ladeó la cabeza.
—Tu amiguito de allá puede responder a mis preguntas —gruñó—. Lo
cual es algo muy bueno porque no hay la más mínima posibilidad de que
pueda dejarte vivir ni un momento más.
Los ojos de Knox sangraron hasta volverse negros y la temperatura de
la habitación se desplomó cuando su demonio salió a la superficie.
Harper se puso tensa. Nunca le haría daño, lo sabía. Pero sería una
tontería permitirse alguna vez olvidar cuán fría, amenazante y vieja era
la entidad. Podría destruirlos a todos muy fácilmente. Y no estaba
particularmente interesado en el bien o el mal de causar estragos
cuando estaba furioso. En ese momento, estaba incalculablemente
enojado.
El demonio miró a su cautivo.
—Lastimaste lo que es mío —dijo con una voz escalofriante e
incorpórea. La cortó. La hizo sangrar. Causó su dolor. Se inclinó
ligeramente hacia delante—. Ahora haré lo mismo contigo.
Enderezándose, el demonio levantó su mano. El cuerpo del macho se
arqueó hacia él; piernas pateando, brazos agitándose, ojos saltones. Su
rostro estaba rojo y contorsionado con una agonía que sin duda gritaría
si su laringe no estuviera siendo aplastada. Su cuerpo corcoveó
violentamente, y hubo un crujido nauseabundo cuando sus costillas se
rompieron y su pecho de alguna manera se abrió de golpe. Su corazón
voló hacia la mano abierta del demonio, aún latiendo.
Harper no sabía si estar impresionada o asqueada. Su demonio sediento
de sangre ciertamente estaba impresionado, sonriendo con una
satisfacción malvada.
El cadáver cayó al suelo como un saco de patatas. Fuego infernal brotó
de la mano del demonio, devorando el órgano que sostenía hasta que
incluso la sangre desapareció por completo.
Las cejas de Harper se levantaron. Ahora, eso fue definitivamente
impresionante. Su demonio interior estuvo de acuerdo de todo corazón.
La entidad se volvió hacia Harper y sus ojos negros la recorrieron.
Entonces esos ojos cambiaron, y una vez más estaba mirando a Knox.
Pero luego se volvieron negros de nuevo, y ella se dio cuenta de que él y
su demonio estaban luchando por el dominio. Se mantuvo rígida
mientras esperaba ver quién ganaba.
Finalmente, la entidad parecía haber accedido a retirarse y, de repente,
los ojos oscuros de Knox se centraron únicamente en ella. A pesar de
que el peligro se aferraba a él, que su demonio era tan despiadado y
cruel, y que él era en cada centímetro el depredador más letal que
jamás había conocido, Harper se sintió segura cuando la acechó y acunó
su rostro con sus manos.
—Ah, cariño, ¿qué te hicieron? —A pesar de que su voz vibraba con una
rabia que espesaba el aire, había una nota suave en ella que casi la
deshizo.
—Intentaron cortarme las alas con una sierra —le dijo, luchando por
aliviar el temblor de sus extremidades. Ahora que la descarga de
adrenalina se estaba desvaneciendo, el dolor no se parecía a nada que
hubiera sentido antes y no estaba segura de cuánto tiempo más podría
permanecer consciente.
Knox maldijo con saña.
—Déjame ver.
Manteniéndose rígida, se dio la vuelta.
—¿Qué tan malo es? —No respondió, pero la furia estalló en el aire,
enviando ondas de choque hacia afuera. Las paredes y el techo
temblaron ligeramente. Se volvió lentamente para mirarlo. Su expresión
ahora estaba en blanco, y parecía la imagen de la compostura incluso
cuando su ira parecía obstruir la habitación— ¿Qué tan mal? —preguntó
de nuevo, entrando en pánico ahora.
Knox ahuecó la mandíbula de su compañera, queriendo acercarla y
sostenerla con fuerza contra él, pero tenía miedo de lastimarla. Ya tenía
suficiente dolor.
—Los bastardos no llegaron muy lejos. La sierra ni siquiera llegó a la
mitad de los tallos —Pero sabía que cada arrastre de la hoja dentada
debía haber sido absolutamente agonizante. Apretó la mandíbula,
odiando la sola idea de ella con un dolor tan insoportable.
No sangraba mucho, pero los cortes en la espalda eran feos. La sierra le
había cortado la carne varias veces, como si se hubiera sacudido
repetidamente y la hoja la hubiera cortado accidentalmente cada vez.
La puerta principal se abrió de golpe momentos antes de que Levi
entrara derrapando en la oficina. Sus ojos gris metalizado observaron a
Harper, el demonio muerto, su amigo que lloraba y la sierra
ensangrentada.
—Joder —mordió.
Knox no se sorprendió al ver a su centinela. Estaban en medio de una
conversación cuando Knox escuchó el grito telepático de Harper,
susurró su nombre y luego, abruptamente, fue pirotransportado de su
oficina al estudio. Levi sin duda había entrado en pánico.
—Intentaron robar las alas de Harper —le dijo Knox—. Creo que son
cazadores.
Levi maldijo de nuevo.
—¿Qué tan exitosos fueron? —gruñó, examinando el cadáver.
—No mucho —dijo Harper—. Estaré bien.
Knox volvió a enmarcar su rostro, luchando por mantener su toque
suave cuando sentía todo lo contrario.
—Deberías haberme llamado inmediatamente. Sé que quieres
protegerme al igual que yo a ti, pero ¿por qué esperar hasta que estés
tan gravemente herida?
—Te llamé. No viniste.
Frunció el ceño.
—Vine tan pronto como te escuché.
Sacudió su cabeza.
—Te llamé una y otra vez. No viniste —Había comenzado a pensar que
él no iba a venir en absoluto—. Pensé que algo podría haberte pasado.
Knox deslizó una mano posesiva alrededor de su nuca y le dio un
apretón reconfortante.
—Solo te escuché una vez, cariño. Era como el eco de un grito —Y había
atravesado un corazón que no había pensado que tenía hasta que
conoció a Harper—. Uno de los cazadores debe ser un bloqueador.
—¿Un qué?
—Alguien que puede bloquear llamadas telepáticas. Si no fueras tan
fuerte, probablemente no te habría escuchado en absoluto —Y
entonces le habrían quitado las alas, pensó. Incluso podrían haberla
matado para proteger sus identidades. Podría haber llegado aquí, con
un juego de llaves de repuesto en la mano, solo para encontrarla
muerta. Se le cortó el aliento en la garganta ante la mera idea, y su
demonio enseñó los dientes, deseando vengarse del otro macho que se
había atrevido a dañar a su pareja.
Knox le acarició la mandíbula con el pulgar.
—Tenemos que llevarte a casa —Donde estaría a salvo, donde él podría
limpiarla, donde podría sanar. La venganza vendría después.
—¿Vamos a llevar a ese pequeño hijo de puta con nosotros? —Levi
cortó.
Knox dirigió su mirada al cazador que estaba acurrucado contra la pared,
temblando y gimiendo mientras lo que Knox sospechaba era un dolor
profundo en el alma reverberaba a través de él. Eso no fue lo
suficientemente bueno para Knox o su demonio. Ninguna cantidad de
dolor sería suficiente. Querían ver sangrar al bastardo, querían
escucharlo gritar en la pura agonía que él y el otro cazador habían
hecho pasar a Harper. Ni Knox ni su demonio se conformarían con
menos.
—Definitivamente viene con nosotros —respondió Knox mientras
rondaba hacia el cazador. El olor del miedo del macho complació a su
demonio, quien trató de resurgir nuevamente, pero Knox lo empujó
hacia abajo. Ahora no era el momento de jugar con su presa. Llevar a
Harper a un lugar seguro donde pudiera curarse era su prioridad.
Knox se puso en cuclillas frente a él.
—Tú y yo hablaremos muy pronto. Vas a decirme todo lo que quiero
saber. Todo.
Y luego iba a morir.
CAPÍTULO DOS

Estirado al lado de su pareja mientras ella yacía boca abajo, Knox


acarició con una mano su cabello largo, liso y oscuro y jugó con las
puntas doradas. Aunque sus cortes se habían desvanecido a líneas
rosadas y las lágrimas en los tallos de sus alas se habían vuelto a unir
parcialmente, la ira aún ardía dentro de él. Respiró profunda y
controladamente, inhalando su cálido aroma a miel. Estaba viva. A salvo.
Curándose. Pero la rabia seguía siendo una cosa viva, que respiraba y
arañaba dentro de él.
La ira de su demonio tampoco mostró signos de disminuir. ¿Cómo
podría? Su compañera había sido atacado, por el amor de Dios. Atacada
en su propio estudio, un lugar donde debería haber estado a salvo.
Había sido quien la convenció de que estaría a salvo allí. Había
reubicado su estudio a pedido de él, creyendo que él tenía razón, y él
había estado muy lejos de eso.
Sus ojos se cerraron al recordar el momento en que escuchó su grito
telepático. El sonido lleno de pánico y dolor se repetía en su mente
como un disco rayado, y sabía que nunca lo olvidaría. Del mismo modo,
nunca olvidaría la vista de ella allí en su oficina; ojos nublados por el
dolor, miembros temblorosos y su piel brillando con una fina capa de
sudor.
Su demonio casi se había perdido; no había querido nada más que
levantarse y causar estragos, pero Knox solo le había dado dominio por
un corto tiempo. Necesitaba ver a Harper, le había recordado al
demonio que era más importante que su venganza, algo con lo que
afortunadamente estaba de acuerdo. La entidad era egoísta y
despiadada, pero siempre pondría a Harper primero.
Las entidades oscuras que vivían dentro de los demonios no podían
amar; simplemente no eran capaces de esa emoción. Pero podrían
formar vínculos con las personas. No era algo que hicieran a menudo o
con facilidad, pero siempre era permanente y siempre intenso. El
demonio de Knox había reclamado a Harper como su compañera. La
había “recogido” y era tan posesivo y protector con la pequeña esfinge
como lo era Knox.
Brillante, desafiante y única, instantáneamente capturó el interés de su
demonio en el momento en que se conocieron. Knox había estado igual
de fascinado. Era una criatura intrigante. Inteligente. Testaruda.
Compleja. Elusiva. No había muchas cosas que Knox encontrara
impredecibles, pero Harper a menudo lograba sorprenderlo. Eso era
algo que le gustaba.
A veces le divertía que alguien tan pequeño hubiera cambiado tan
fácilmente su vida. Innatamente sensual con curvas deliciosas y una
boca lujosa que nunca se cansaba de morder, Harper era un paquete al
que no había podido resistirse. La anhelaba en todos los niveles: mental,
físico e incluso emocional. Era indeleble para él, tanto como su
compañera como su ancla.
Los demonios venían en parejas; tenían compañeros psíquicos
predestinados, o anclas que podrían hacerlos más fuertes y
mantenerlos lo suficientemente estables como para evitar que se
volvieran rebeldes. Era imposible para los demonios controlar la entidad
oscura dentro de ellos, pero era posible resistir los persistentes intentos
de la entidad de tomar el control por completo si un demonio unía las
mentes con su ancla.
Knox no había planeado reclamar su ancla, ya que él solo era lo
suficientemente poderoso. Todo el asunto le había parecido innecesario
y complicado. No permitía personas en su vida, pero no había forma de
que una persona pudiera mantener una distancia entre ellos y su ancla.
Sobre todo porque les resultaba mentalmente incómodo estar
separados durante largos períodos.
Aunque el vínculo del ancla era solo de naturaleza psíquica en lugar de
emocional o sexual, las anclas aún tendían a ser amigos cercanos y
siempre se protegían, apoyaban y eran leales entre sí. Knox no se
consideraba una persona que necesitara amigos, a pesar de que una
soledad entumecedora había comenzado a atormentarlo en ese
entonces.
Aun así, cuando acarició por primera vez la mente de Harper y se dio
cuenta de lo que ella era para él, pensó: “Mía”. No había sido capaz de
alejarse de ella. La había perseguido implacablemente tanto
psíquicamente como sexualmente. Solo una vez que fusionó sus
psiques comprendió que ella realmente era lo único que podría
mantenerlo estable. A pesar de todo su poder, nunca podría haber sido
suficiente para evitar volverse rebelde.
Al igual que, a pesar de todo su poder, no la había oído llamarlo esta
noche.
Los cazadores la habían cortado, aserrado sus alas, intentado
robárselas... y él había estado hablando con Levi, completamente ajeno.
Knox le había hecho prometer que lo llamaría si alguna vez estaba en
peligro. Obstinada y protectora, Harper rara vez lo hizo, negándose a
atraerlo a situaciones peligrosas. El hecho de que ella se hubiera
acercado a él mostraba lo asustada que había estado. Le destrozaba
que ella hubiera sufrido tanto dolor y temiera que él no viniera por ella.
Trazó las líneas rosadas en su espalda, necesitando esa prueba de que
estaba sanando. Una viciosa necesidad sexual lo pinchó, empujándolo a
seguir el impulso primario de conducir su polla profundamente dentro
de ella; tomarla con fuerza y asegurarse de la forma más básica de que
estaba viva. Pero no lo hizo. Podría estar sanando, pero estaba también
drenada. Lo último que necesitaba era que él entrara y saliera de ella
como un hombre poseído.
Se estremeció cuando su dedo tocó una herida que obviamente aún
estaba sensible. Cerró la mano en un puño, enfurecido consigo mismo
porque, maldición, debería haberla escuchado. No, debería haber ido a
ella con el juego de llaves de repuesto en lugar de darle un poco de
tiempo para encontrar el suyo. Entonces podría haber matado a los
cazadores antes de que tuvieran la oportunidad de tocarla.
Cuando él echó hacia atrás su brazo, la mano de ella lo esposó sin
apretar la muñeca.
—No es tu culpa, Knox.
A él no le sorprendió su comentario. Por supuesto que sabría adónde lo
habían llevado sus pensamientos. Lo entendía mejor que nadie. A veces,
eso lo incomodaba, pero también se sentía bien al ser tan conocido
después de siglos de vivir una existencia mayormente solitaria. Había
tenido mucha gente a su alrededor, pero no formaba parte de su vida.
—Te dije que estarías a salvo allí.
—Ni siquiera tú podrías haber garantizado eso.
Dejó que sus ojos recorrieran su rostro, odiando las líneas de dolor allí.
—Debería haberte oído —la besó, vertiendo una disculpa silenciosa en
él.
—Me escuchaste.
—No lo suficientemente pronto.
—No es culpa tuya.
Si Harper no se hubiera vuelto más fuerte desde que fusionó su psique
con la de Knox, era posible que no hubiera podido contactarlo en
absoluto. Eso no era algo en lo que ella quisiera pensar. No solo porque
habría perdido sus alas, sino porque Knox posteriormente habría
perdido todo el control, algo que habría provocado tantas muertes y
tanta destrucción.
Pasó suavemente una mano por su cabello corto y elegantemente
cortado; era tan oscuro como sus ojos y suave como la seda. Si su
espalda todavía no estuviera palpitando de dolor, su poderoso atractivo
sexual de otro mundo habría enviado su libido a un frenesí. No se
parecía en nada a los chicos de su pasado, con su estilo GQ, trajes
Armani y su borde depredador rudo. Alto, sólido y dominante, Knox
tenía una gravedad sexual cruda que atraía a la gente hacia él. Toda esa
confianza suprema, el poder atado y la gracia animal le hacían sonar por
completo.
—Cuéntame exactamente lo que sucedió —dijo, acariciando su ala. Era
como tocar seda caliente. Las plumas podrían ser suaves, pero no eran
frágiles. Encontraba el contraste tan fascinante como la mujer a su lado.
Hizo una mueca.
—Um... sí, no estoy segura de que sea la mejor idea.
Ya estaba enojado más allá de lo creíble y ella no quería provocar la ira
que sabía que todavía estaba hirviendo debajo de la superficie. Su
demonio era igual de cauteloso a la hora de avivar el fuego.
—Harper, este es el tipo de situación en la que no saber es peor —
Ignorando su expresión suplicante, presionó—: Dime.
Ella suspiró.
—Vale —Inhalando profundamente, captó los aromas de ropa limpia,
aceites fragantes y la colonia oscura y sensual de Knox—. Estaba
ocupándome de mis propios asuntos, buscando las malditas llaves,
cuando los cazadores parecieron aparecer de la nada. Uno me golpeó
sobre la mesa mientras que el otro se paró frente a mí y me inmovilizó
las manos. No pude luchar contra ellos al principio, porque el que
atrapó mis manos, el que todavía está vivo, me envió a un sueño. Seguí
entrando y saliendo de eso.
Knox frunció el ceño.
—Sentí que es un pesadilla. La raza a veces puede enviar a las personas
a estados de ensueño, pero no controlan el contenido de los sueños.
¿Qué pasaba en él?
—Estaba aquí, en nuestra habitación. No había muebles excepto una
cuna. Había un bebé, no sé si se suponía que era una niña o un niño, no
podía decirlo. Tenía llamas por ojos.
—Teniendo en cuenta que un demonio delirante afirmó que tendrías un
“hijo de las llamas” que nos destruiría a todos, no es una sorpresa que
hayas soñado con eso —señaló. No hacía mucho tiempo, un demonio
de su guarida que era casi pícaro apuntó a Knox, convencido de que
matarlo antes de que pudiera reproducirse salvaría el mundo. Después
de varios intentos fallidos, Laurence Crow secuestró a Harper y trató de
hacerle una histerectomía para evitar que tuviera el hijo de Knox. Había
matado al bastardo en su lugar.
Pronto descubrieron que los hilos de Crow habían sido manejados por
un grupo de demonios que se hacían llamar Los Cuatro Jinetes, un
grupo que quería derrocar a los Primes y dominar los EE. UU. Creían que
Knox, siendo tan poderoso, se interponía en su camino.
Knox también había descubierto que ya había matado a uno de los
Jinetes... o una Amazona, en realidad. Isla había querido no solo tener
un monarca estadounidense, sino ser La Monarca. Cuando su plan
fracasó, atacó a Harper. Naturalmente, había matado a la perra.
Sin embargo, la muerte de Isla no había hecho retroceder a los otros
Jinetes. En cambio, intentaron y fallaron en provocar una guerra política
entre los Primes, con la esperanza de que se enfrentaran entre sí. Fue
solo cuando Harper estuvo atada a una mesa mientras Crow se paraba
sobre ella con un bisturí que otro de los Jinetes entró: un demonio,
Roan, de su guarida. También era medio hermano de Harper, y ahora
estaba tan muerto como Crow.
Significaba que todavía había dos Jinetes por ahí, y Knox tuvo que
preguntarse si estarían detrás del ataque en el estudio.
—También me iban a quitar los anillos —dijo Harper—. Iban a venderlos.
Su demonio gruñó ante la idea.
—La mayoría de los cazadores venden cosas en el mercado negro. A
veces son contratados para obtener algo específico. Sabíamos que
existía el riesgo de que los cazadores vinieran por tus alas si la gente se
enteraba de que ahora podías llamarlas —Las alas de esfinge eran muy
codiciadas. Hasta que parte de su poder se vertió en su mente y le dio a
sus alas, el empujón que necesitaba para salir a la superficie, ella había
sido conocida como la esfinge sin alas—. Las mantuvimos en secreto
por esa misma razón, así que lo que quiero saber es cómo diablos
alguien fuera de nuestro círculo cercano de personas podría haber
descubierto sobre ellas.
—Los cazadores mencionaron a un tipo; sonaba como si fueran
contratados por alguien —Eso sugería que el cliente era estúpido o
suicida, en la mente de Harper, y no solo porque Knox era un poderoso
Prime de una guarida que se extendía por la mayor parte de Nevada, e
incluso parte de California. No, también fue porque dañar a la pareja del
demonio que se pensaba que era el más poderoso que existía no era
aconsejable, especialmente cuando se rumoreaba que dicho demonio
también podía invocar las llamas del infierno.
Si el empleador de los cazadores supiera qué clase de demonio era
Knox, Harper dudaba mucho que la hubieran jodido, sin importar cuán
tontos o cansados de vivir se hubieran vuelto. Pero muy poca gente
sabía lo que era Knox. Eso solo aumentaba el miedo que los de su clase
ya sentían. Y dado que el miedo y el asombro iban de la mano en el
brutal mundo de los demonios, Knox era muy respetado y admirado.
Siendo un multimillonario propietario de una cadena de hoteles, casinos,
bares, restaurantes y empresas de seguridad, Knox era igualmente
respetado e influyente en el mundo humano. Se escondía a simple vista,
como la mayoría de los de su especie. A Harper no le sorprendió que
fuera una figura tan poderosa. Los demonios amaban el poder, los
desafíos y el control. Como tal, muchos eran directores ejecutivos,
políticos, empresarios, banqueros, corredores de bolsa, abogados,
cirujanos, policías e incluso celebridades.
—Bueno, tenemos a alguien que puede darnos las respuestas que
buscamos —dijo Knox. El cazador se encontraba actualmente en el
cobertizo para botes en los terrenos de la finca. Knox estaba ansioso
por poner sus manos sobre el pequeño hijo de puta.
—Vas a hablar con él ahora, ¿verdad?
—Hablar —No era exactamente la palabra que usaría Knox, pero habría
un poco de conversación involucrada. Pasó sus dedos por su cabello,
observando cómo los iris color avellana de sus ojos vidriosos y
reflectantes de repente se arremolinaban como líquido antes de
convertirse en un azul océano profundo. Sospechaba que no importaba
cuántas veces viera cambiar su tono de esa manera, siempre lo
fascinaría—. No, hasta que te hayas quedado dormida. Necesitas
descansar.
Harper no quería que se fuera, pero tampoco quería tener que
explicarle el resto de lo que pasó esta noche, paso a paso. Ya se estaba
torturando lo suficiente.
—Gracias por escucharme de alguna manera y venir por mí.
La besó, saboreando su sabor.
—Gracias por ser lo suficientemente fuerte como para hacerme
escucharte. Siempre vendré por ti —Sostuvo su mirada y agregó—: Si
alguien los contrató, descubriré quién fue y los mataré. Te lo juro.
Ella sonrió.
—No tienes que jurarlo. Ya sé que lo harás.
Como siempre, su fe instantánea en él conmovió a Knox. Antes de
Harper, nadie lo había mirado nunca con absoluta confianza, y habían
hecho bien en no hacerlo. Era tan despiadado, implacable y frío como se
rumoreaba. Era leal a muy pocas personas, y la única persona en la
Tierra que estaba completamente a salvo de él era Harper. Lo que lo
asombraba de ella era que no dudaba que estaba a salvo de él. Ni
siquiera un poco.
En verdad, nadie, ni siquiera Knox, podría haberla culpado si tuviera
dudas. Lo había visto en su peor momento, sabía el nivel de caos y
destrucción que podía causar, y lo había visto conjurar las llamas del
infierno. Solo había una cosa que era impermeable a las llamas; era lo
mismo que nació de las llamas. Un archidemonio. Y eso era
exactamente lo que era Knox.
A diferencia de lo que creían algunas religiones humanas, los
archidemonios no servían a Lucifer; servían al mismo infierno. Eran tan
insensibles y sin conciencia como sus demonios internos; nacieron para
controlar, comandar y destruir. Y, sin embargo, Harper lo aceptaba,
confiaba en él, lo amaba.
No era que ella estuviera intencionalmente ciega a su poder o a su
verdadera naturaleza; no, ella sabía exactamente lo que era, y había
entrado en su relación con sus bonitos ojos bien abiertos. Pero ella aún
lo había tomado como su compañero, aún intercambió anillos con él e
incluso aceptó su demonio interior.
En resumen, ella lo poseía. Pero eso estaba bien, porque ella a su vez le
pertenecía.
—No mas charla —Agarrando el control remoto de la mesita de noche,
bajó las persianas electrónicas, sumergiéndolas en la oscuridad total—.
Ahora cierra los ojos. Me quedaré contigo hasta que te hayas dormido y
estaré aquí cuando despiertes.
Disfrutando de la forma en que su mano jugaba suavemente con su
cabello, Harper cerró los ojos y se dejó llevar.

***

Las tablas del cobertizo para botes crujieron bajo los pies de Knox
mientras bajaba por una de las estrechas pasarelas que separaban los
tres botes de cromo y fibra de vidrio. La luz de la luna se filtraba por las
ventanas del edificio, iluminando el rostro ansioso del cazador que
estaba sentado atado a una silla de madera. No luchó, no emitió ningún
sonido. Todo lo que Knox podía escuchar era el agua lamiendo los
cascos y el crujido de las cuerdas tensas cuando los botes se
balanceaban ligeramente.
¿Cómo está Harper? Preguntó Levi, su cuerpo alto y ancho de pie cerca
de la pared. Estaba vibrando de ira. Al centinela no le gustaba mucha
gente, pero le agradaba y le tenía mucho respeto a Harper...
probablemente por eso había un gran moretón en la mandíbula del
cazador.
Esta bien. Durmiendo, afortunadamente, respondió Knox. Se detuvo
frente al cazador, a quien Levi había despojado de su traje de camuflaje
y botas de combate, dejándolo solo en calzoncillos y calcetines, sin duda
para hacerlo sentir aún más vulnerable de lo que ya se sentía.
Knox no se molestó en ocultar su rabia. Dejó que llenara el cobertizo
para botes, tal como había dejado que llenara la oficina de Harper.
También permitió que su demonio saliera a la superficie lo suficiente
como para soltar un gruñido bajo. El hedor del miedo del cazador se
unió a los otros olores a agua, cera y aceite de motor.
A Knox le gustó la forma en que la cara bronceada del cazador palideció
y sus ojos marrones brillaron con miedo, pero lo prefería como un
desastre gimiente, acurrucado en un rincón.
—¿Te sientes mejor? Es una pena —Casualmente, Knox se metió las
manos en los bolsillos—. Lo bueno es… que puedes hablar. Y eso es
exactamente lo que vas a hacer.
Resopló, pero el sonido fue demasiado débil para ser burlón.
—Como si creyera que me dejarías vivir.
—No recuerdo haber dicho que te dejaría vivir —Era realmente ridículo
que la pesadilla pensara de manera diferente—. No estamos haciendo
un trato aquí e intercambiando información por tu vida. Te digo que vas
a responder a mis preguntas con la verdad.
El cazador levantó ligeramente la barbilla en un gesto de desafío tan
débil que el demonio de Knox puso los ojos en blanco, a pesar de su ira.
—He interrogado a varias pesadillas en el pasado —dijo Knox—. He
descubierto que prefiero interrogar a los de tu especie. Verás, puedo
meter mi mente en la de otra persona sin esfuerzo y encontrar toda la
información que necesito. Hay pocos cuyos escudos presenten un
desafío. Los escudos de mi compañera son muy únicos; tienen el
equivalente psíquico de las púas de acero, lo que significa que tendría
que destrozar mi propia psique para superarlos.
Que ella tuviera defensas tan duras lo enorgullecía.
Knox comenzó a rodear al cazador mientras continuaba.
—Tus escudos son sólidos, pero no impenetrables. Aun así, nunca es
bueno leer la mente de una pesadilla —Pero si ahondaba en la mente
del cazador, todo lo que Knox encontraría sería su propia pesadilla
personal—. Pero eso no me desalienta, porque me gusta el desafío. Me
gusta poder disfrutar realmente del proceso del interrogatorio.
Alimenta la necesidad de violencia de mi demonio.
Cuando Knox se movió para pararse una vez más directamente frente a
él, el cazador tragó saliva y dijo:
—No la lastimé.
—No, pero tú la inmovilizaste mientras otro lo hacía. Te quedaste al
margen y no hiciste nada mientras ella sufría. Eso es igual de malo —El
demonio de Knox presionó por la libertad, queriendo hacer que la
pesadilla valiera la pena. Pronto, Knox le prometió—. Las alas de
esfinge son hermosas, ¿no? Me imagino que las alas de una Prime
poderosa como Harper valdrían la cantidad de dinero que te ganarías de
por vida —Knox ladeó la cabeza— ¿Quién te ofreció ese dinero?
—Nadie. Solo estábamos siendo oportunistas.
Knox suspiró.
—Siempre es tan decepcionante cuando la gente me miente. No me
gusta decepcionarme.
—Es la verdad.
—Y esa es otra mentira más, por la que pagarás. Fuiste tras mi
compañera, es un gran riesgo, considerando que ella es poderosa y que
habrías sabido exactamente lo que te haría si te atraparan. Además, la
mayor parte del mundo de los demonios cree que las alas de Harper
nunca llegaron a ella. No veo por qué los cazadores apuntarían
aleatoriamente a Harper, a menos que creyeran lo contrario. Muy pocos
saben la verdad, y estoy bastante seguro de que la única forma en que
los cazadores se enterarían sería si alguien se lo dijera.
Su nuez de Adán se balanceaba mientras miraba a Knox, sus ojos
brillando con miedo ahora.
—Puedo entender por qué estarías tan decidido a ocultar información.
Personalmente, no tendría ningún interés en contarle todo lo que sé a la
persona que estaba a punto de matarme. Pero realmente, realmente
deberías derramarlo todo.
—Ya te lo dije, solo estábamos siendo…
—Por cada mentira que digas, te haré mucho más daño.
—Puedo decir que nos contrataron si eso es lo que quieres escuchar,
pero no será la verdad.
Mientras sonaba su teléfono celular, Knox dijo:
—Detén ese pensamiento —Sacó el celular del bolsillo interior de su
chaqueta y vio “Jolene” parpadeando en la pantalla. Jolene Wallis era la
abuela de Harper, una Prime astuta y fuerte, y una mujer que aniquilaría
a cualquiera que amenazara a su familia. Se preguntó si ella había oído
que Harper fue atacada. Nadie había anunciado nada, pero Jolene tenía
fuentes en todas partes.
—Necesito tomar esto —De todos modos, dejar que el cazador sudase
un poco aumentaría la diversión de su demonio. Knox se alejó unos
metros y respondió—: Hola.
—Escuché que algo sucedió en la oficina de Harper —cortó Jolene, toda
negocios— ¿Está bien? No contesta su teléfono.
—Está durmiendo —dijo Knox—. En pocas palabras, fue atacada por
cazadores que fueron contratados para robarle las alas. No tuvieron
éxito y ella se está recuperando bien.
Un silbido.
—Dime que están muertos.
—Uno sí. El otro lo será una vez que me haya dado las respuestas que
quiero.
—Necesito verla.
—Ahora no. Déjala dormir. Lo necesita.
Sobre todo porque últimamente no había estado durmiendo bien.
Hubo un suspiro resignado pero prolongado, de sufrimiento.
—Mantenme informada. Quiero saber todo lo que te diga ese bastardo.
Haz que pague —Se cortó la comunicación.
Metiéndose el teléfono en el bolsillo, Knox escuchó a Levi hablando con
el cazador.
—No creas que mentir te ayudará. Knox quiere respuestas, cierto, pero
felizmente te las torturará. Esto no es más que juegos previos.
Era cierto que a Knox y a su demonio les gustaba jugar con sus presas.
Retrocediendo para pararse frente al cazador, preguntó:
—¿Dónde estábamos?
—Cuanto más mienta, más le dolerá —dijo Levi amablemente.
—Así es —Knox suspiró al cazador—. Y mentiste de nuevo, según
recuerdo. Algunas personas son masoquistas de esa manera. Supongo
que es bueno para ti que parezca que te gusta el dolor. Te ayudará a
pasar las próximas horas —Knox conjuró una bola de fuego del infierno
y la hizo rebotar en su mano— ¿Alguna vez has comido uno de estos?
La silla crujió cuando el cazador se echó hacia atrás, sorprendido por la
pregunta.
—Es un castigo estándar dentro de nuestra guarida, ¿no es así, Levi?
—Lo es —verificó el segador—. He oído que duele como un hijo de puta.
Quema la lengua, la boca, la garganta, el esófago, los pulmones, el
estómago y, finalmente, los intestinos antes de chisporrotear. Por
supuesto, duele mucho más cuando se trata de un orbe letal de alta
potencia. Eso quemará a una persona de adentro hacia afuera, dejando
su cadáver derretido y abrasador hasta que finalmente se vaporice.
La mirada aterrorizada del cazador pasó de Knox al orbe
resplandeciente que tenía en la mano.
Knox inclinó la cabeza.
—Pareces sorprendido de que alguien use tal castigo. No es ningún
secreto que soy cruel y despiadado —Miró a Levi—. Tal vez algunos
piensen que me he ablandado, ahora que estoy acoplado.
—¿Eres suave? —Levi resopló.
—En todo caso, me ha hecho más duro —le dijo Knox al cazador—,
porque mi impulso para proteger a mi compañera es tan intenso y
primitivo. Muchos ya han muerto por hacerle daño, así que realmente
me confunde que alguien suponga que podría hacerlo y no pagar con su
vida. Y, sin embargo, la lastimaste.
—No fui yo, yo solo…
—…La sujetaste para que no pudiera defenderse mientras otro cortaba
sus alas; sí, lo sé.
Sus ojos sangraron hasta volverse negros por un momento, y el cazador
se lamió nerviosamente los labios.
—No fue nada personal. Sólo negocios.
—¿Negocios? —Knox retumbó.
Levi hizo una mueca dramática.
—Maldita sea, cazador, solo estás cavando un hoyo más profundo para
ti aquí.
—Solo quiero decir que…
—Realmente no hay nada que puedas decir que justifique lo que hiciste
—Knox dio un paso más cerca de él—. Como dije antes, no haré ningún
trato contigo. No morirás más rápido si me dices la verdad de inmediato.
No te ahorraré ningún dolor, no después de lo que le hiciste a mi pareja.
Pero lo mejor para ti es ser sincero.
Tragó.
—¿Por qué?
—Porque mi demonio también quiere jugar contigo —dijo Knox en voz
baja—, y he decidido dejarlo.
El rostro del cazador quedó desprovisto de todo color. Bueno, ¿quién
querría tratar con una entidad tan oscura y psicópata como la de Knox?
—A menudo se deja llevar cuando se trata de tortura —continuó
Knox—. Pero existe la posibilidad de que se aburra más rápido si tiene
las respuestas que necesita. Digo “posibilidad” porque realmente no
hay certeza. Si prefieres arriesgarte, también está bien. De cualquier
manera, sentirás dolor y morirás; esta es una situación en la que todos
ganan. Entonces, puedes decirme lo que deseo saber de inmediato,
sufrir horriblemente por un tiempo y luego morir… o puedes decirme lo
que deseo saber eventualmente, sufrir horriblemente por mucho más
tiempo y luego morir —Knox hizo girar la bola de fuego del infierno—.
Ahora, preguntaré de nuevo. ¿Quién te contrató?
El cazador abrió la boca y habló.
CAPÍTULO TRES

Harper se despertó con los olores de café, bagel y queso crema. No se


movió ni abrió los ojos, pero Knox debió sentir que estaba despierta
porque el teclado de su computadora portátil cesó. Los dedos luego le
apartaron el cabello y él le dio un beso en la sien.
—Buenas, nena.
—Buenos días —murmuró en la almohada mullida— ¿Qué hora es?
—Siete. Tuviste un buen y largo sueño. Fue un alivio. No has estado
durmiendo bien últimamente.
Haciendo un balance de sí misma, se dio cuenta de que sus alas se
habían derretido en su espalda, lo que significaba que estaban curadas.
También se dio cuenta de que alguien, probablemente Knox, le había
puesto una camiseta mientras dormía.
Al abrir los ojos, lo encontró apoyado contra las almohadas en su lado
de la enorme cama, con la computadora portátil apoyada en las piernas
que estaban estiradas frente a él.
—¿Qué tenía que decir el cazador?
—Te lo contaré todo mientras comes. Incorpórate.
Pero estaba tan cómoda. El colchón de lujo y la ropa de cama súper
suave la hicieron sentir como si estuviera envuelta en una nube. El lujo
hedonista no se limitaba a la cama. Toda la habitación era lujosa con
muebles de alta calidad, suelos raros importados, un armario enorme y
el balcón, que era más como un patio con una pequeña piscina. A Knox
le gustaban sus comodidades.
Su dedo trazó la concha de su oreja.
—Arriba.
—¿Realmente tengo que hacerlo? —gimió.
Sus labios se torcieron.
—Sí, o tu desayuno se enfriará —Cerró su computadora portátil y la
dejó en la mesita de noche—. Entonces Meg te volverá a sermonear por
no comer bien.
Era comprensible, pensó Knox, que su ciclo de sueño y apetito
estuvieran apagados. Casi morir a manos de los practicantes oscuros y
luego nuevamente a manos de un demonio casi rebelde sacudiría a
cualquiera. Ser responsable de la muerte de tu medio hermano, incluso
si realmente merecía morir, tiraría de las cuerdas de un corazón que
sentía tan profundamente como el de Harper.
—Vamos, cariño, siéntate.
—Está bien —murmuró, luchando por ponerse de pie. La besó.
Suavemente. Delicadamente. Con cuidado. Harper le disparó un ceño
fruncido—. No soy una princesa de vidrio soplado.
Él sonrió.
—No, definitivamente no eres eso —Colocó una bandeja de comida
sobre su regazo—. Come.
Solo para molestarlo, primero tomó un sorbo de su café. Su demonio
sonrió cuando entrecerró los ojos. Tampoco le gustaba que lo trataran
como si fuera frágil.
—Entonces, ¿qué dijo el cazador?
Knox esperó hasta que ella mordió su bagel antes de hablar.
—Se les envió un correo electrónico cifrado y anónimo con una oferta
sustancial si podían poner sus manos en tus alas.
—¿Así que no podemos rastrear el correo electrónico?
—No. Se eliminó automáticamente poco tiempo después de abrirlo.
—Inteligente —Y terriblemente inconveniente, pensó con el ceño
fruncido— ¿Cómo se suponía que contactarían a esta persona una vez
que tuvieran mis alas?
—No lo harían. Sus instrucciones eran dejar tus alas en un destino
determinado, un almacén no muy lejos de aquí, donde estaría
esperando su efectivo. Una vez que se hubieran ido, alguien se
adelantaría para agarrar las alas. Si no aparecían a tiempo, no había
efectivo.
—¿A qué hora exactamente se suponía que debían aparecer en el punto
de entrega?
—Ocho de la noche; ni siquiera había comenzado a interrogarlo en ese
momento —Knox enroscó un mechón de su cabello alrededor de su
dedo—. Keenan y Larkin fueron al almacén de todos modos y miraron a
su alrededor, pero no encontraron señales de nadie.
—Mierda.
Mordió con fuerza su bagel. Pensó que no era justo descargar su ira en
el pastel, pero lo hecho, hecho estaba.
—También recibieron instrucciones estrictas de no matarte —Harper
parpadeó.
—¿En serio?
—Esta persona quería tus alas, pero no te quería muerta.
Supuestamente fueron muy inflexibles al respecto en su correo
electrónico.
—¿Alguna idea sobre por qué esto sería importante para ellos?
Knox se encogió de hombros.
—Podría ser simplemente que creen que realmente puedo invocar las
llamas del infierno y no querían que desatara esas llamas. Después de
todo, ¿de qué les sirven tus alas si el mundo mismo ya no existe?
A Harper le gustaría decir que no, que no iría tan lejos como para
destruir el mundo si ella muriera. Pero un demonio que perdía a su
pareja era una criatura peligrosa, y si ese demonio en particular era lo
suficientemente poderoso como para aniquilar el mundo sin esfuerzo,
¿por qué no lo haría? Un archidemonio deshonesto casi lo había hecho
una vez antes, razón por la cual Lucifer, o Lou, como le gustaba que lo
llamaran, acordó mantener a la raza en el infierno. Pero como no había
accedido a reunir a ningún archidemonio que todavía pudiera estar
deambulando por el planeta, había dejado a Knox exactamente donde
estaba, sin duda complacido por la escapatoria. El tipo fue golpeado.
Lou también insistió bastante en que Knox dejara embarazada a Harper
rápidamente. Desde que un demonio rebelde afirmó haber tenido una
visión de que produciría un hijo que destruiría a los demonios, Lou había
acosado a Knox para que la dejara embarazada. También quería que
llamaran al bebé Lucifer. Así que no iba a pasar.
—Keenan obtendrá los nombres de los principales recolectores de alas,
ya que son los sospechosos más probables en este momento —dijo
Knox—. Haré una visita a cada uno de ellos si es necesario, pero
averiguaré quién envió a los cazadores tras de ti.
—Supongo que no quieres que te acompañe.
No, Knox no lo hacía. La quería lejos de cualquiera que pudiera codiciar
sus alas. Eligió sus palabras con cuidado, sabiendo que a ella no le
gustaba sentirse mimada.
—A los demonios les gustan las cosas bonitas y brillantes. Estos
demonios pueden ser inocentes de codiciar tus alas, pero si te pongo en
su punto de mira, su interés podría volverse hacia ti.
Harper realmente no podía negar eso, lo que la molestó un poco.
—En otra nota, Larkin y Keenan sacaron el cadáver de tu oficina y
limpiaron la sangre.
—Diles que dije gracias —No había estado ansiosa por enfrentar el
desastre.
—Se sintieron impotentes al verte lastimada, por lo que en realidad
estaban felices de que hubiera algo que pudieran hacer por ti. Están
furiosos por lo que pasó. Debes saber que Tanner está asumiendo parte
de la responsabilidad.
Ella gimió.
—No tiene por qué. Sí, es mi guardaespaldas, pero le dimos la noche
libre, ya que iba a dar un paseo contigo y con Levi. No puede culparse a
sí mismo por no estar allí cuando no había absolutamente ninguna
razón por la que debería haber estado.
—Bueno, lo es. Y nada de lo que he dicho lo ha hecho sentir diferente.
—Hablaré con él sobre eso más tarde —Tomó un sorbo de su café—.
Ahora, ¿por qué no me dices qué fue lo que te hizo interrumpir nuestra
conversación telepática ayer?
—O tal vez podríamos ver la televisión por un rato —Agarrando el
control remoto, lo encendió.
—Knox.
Él suspiró.
—Por primera vez en meses, estás comiendo adecuadamente. No
quiero que eso pare
—Seguiré comiendo, lo juro —Para probarlo, le dio otro mordisco a su
bagel—. Vamos, dime.
Respiró hondo.
—Carla, Bray y Kellen se van de la guarida.
—Ya veo —dijo Harper, su tono plano. Dado que Carla era su madre,
eso debería haberla golpeado donde más le dolía, ¿verdad? No lo hizo.
Nunca habían tenido una relación. Cuando el padre de Harper, Lucian,
rechazó a Carla como su pareja y su ancla, algo dentro de la mujer se
rompió. Su intento de abortar a Harper había fallado, al igual que su
solicitud de un hechicero, un demonio capaz de usar magia, para
atrapar el alma de Harper en una botella. Jolene le había pagado a Carla
para que diera a luz a Harper, momento en el cual los diablillos se la
llevaron.
Tal crueldad era un ejemplo perfecto de lo inestable que podía volverse
un demonio si perdía a su pareja. Aun así, el dolor de Carla no era excusa.
Si las cosas que Roan le dijo a Harper justo antes de que intentara
matarla eran ciertas, Carla todavía era algo retorcida. Una cosa que
Harper sabía con certeza era que Carla, siendo egocéntrica, mezquina e
hiriente, nunca jugaría un papel positivo en su vida, entonces, ¿cuál era
el punto de que ella estuviera en ella?
—No puedo decir que sea inesperado —De hecho, a Harper le
sorprendió que hubieran permanecido allí tanto tiempo—. Quiero decir,
¿quién querría responder ante la persona que mató a tu hijo?
—También eres una persona que casi fue asesinada por su hijo —
respondió Knox—. Roan conspiró contra todos los Primes de EE. UU, no
solo contra ti.
—Pero Carla y Bray no quieren creer eso.
—No, no lo hacen. Se van de Las Vegas por completo —Knox se alegró
de eso, pero mantuvo la satisfacción fuera de su voz—. Han comprado
una casa en Washington.
—Supongo que tiene sentido que quieran estar lejos de mí.
—Supongo que Kellen todavía no ha devuelto ninguna de tus llamadas
—dijo, refiriéndose a su otro medio hermano.
—Ni una —El adolescente inicialmente se acercó a Harper, con la
esperanza de tener una relación con ella, pero él tenía la costumbre de
dejarla fuera cada vez que las cosas se ponían tensas entre ella y su
familia inmediata—. Estoy como que... um... me rendí.
—Porque no te gustan los castigos —Knox no añadió que no había
ninguna posibilidad de que dejara que Kellen intentara colarse de nuevo
en la vida de Harper. Le había advertido al chico una vez antes que no
toleraría que se alejara de Harper otra vez; no estaba jodidamente
bromeando. No permitiría que nadie jugara con sus sentimientos de esa
manera.
Knox le rodeó la barbilla con una mano y volvió su rostro hacia él.
—No dejes que te lastimen, cariño —Frotó su pulgar sobre su labio
inferior—. No puedes cambiar el hecho de que están resentidos contigo
por la muerte de Roan, pero puedes cambiar el hecho de que dejas que
te hagan sentir mal por eso.
—No es que me sienta mal por eso —dijo Harper. Nunca le había
gustado Roan, y nunca pensó que había una posibilidad de que pudieran
tener algún tipo de relación de hermanos, pero tampoco pensó que
alguna vez tendría que matarlo. Técnicamente, fue su demonio quien lo
hizo, pero el demonio era parte de su alma, y eso significaba que Harper
compartía la responsabilidad.
Su demonio no lo había matado simplemente. Había jugado fríamente
con él antes de arrojarlo a las llamas del infierno, llamas que de alguna
manera había sido capaz de conjurar desde que, a falta de una palabra
mejor, habían “dado a luz” sus alas.
Obligada a simplemente observar cómo su demonio se enfurecía y
destruía, drogado con ese poder... Harper nunca olvidaría cómo se
sintió. El demonio había querido vengar a Harper. Quería hacer que
Roan y su cómplice se sintieran tan indefensos como la habían hecho
sentir a ella. Lo que su demonio no se había dado cuenta era que sus
acciones también la habían dejado sintiéndose completamente
impotente.
No estaba molesta con su demonio. La entidad no pensaba como ella,
no “sentía” como ella. No tenía absolutamente ningún sentido esperar
que diera cuenta de cualquier daño emocional que sus acciones
pudieran haber causado.
Para el demonio, todo era muy simple: Roan tenía la intención de
matarla, por lo tanto, tenía que morir.
Harper entendía eso, pero aún no era fácil aceptar que ella tenía parte
de culpa por la muerte de su medio hermano porque, maldición, ella no
era de piedra. Entonces, sí, tal vez no había dormido tan bien por un
tiempo y tal vez su apetito había disminuido. Pero eso fue en parte
porque…
—No me siento culpable por su muerte. Me siento culpable de no
arrepentirme de lo que hicimos mi demonio y yo esa noche. Era él o yo:
valoro mi vida más que la suya. Aun así, era mi medio hermano.
Debería sentirse mal por eso.
—Solo en un sentido biológico. Nunca fue un hermano para ti, Harper.
Nunca tuvo una palabra amable que decir sobre ti, repetidamente hizo
cosas para lastimarte, y luego trató de matarte. Los diablillos son tu
familia. Nunca fue parte de eso.
Su demonio estuvo totalmente de acuerdo. Harper suspiró.
—Está bien.
—Siempre tengo razón, cariño. Estás tardando un poco en darte cuenta
de eso
Ella se rió.
—¿En serio?
—Sí, en serio. Ahora termina tu desayuno —Subió el volumen de la
televisión, con la esperanza de que pudiera distraerla de sus
pensamientos. Estaba a punto de tomar su computadora portátil y
terminar de responder sus correos electrónicos, pero las palabras del
reportero de noticias llamaron su atención.
—…cuando la policía la arrestó esta mañana después del incendio, ella
les dijo que pondría a su hijo en el horno porque era un cambiante.
Supuestamente cree que las hadas se llevaron a su propio hijo y le
dejaron a su hijo a cambio. Los vecinos describieron a Lipton como
agradable y servicial, pero también afirmaron que era muy fría con su
hijo. Afortunadamente, el niño pudo escapar de la casa y resultó
relativamente ileso.
Harper frunció el ceño.
—¿Intentó quemar a su hijo en el horno? Eso es increíble.
—Los padres que afirmaban que sus hijos eran cambiantes alguna vez
fue algo común —le dijo Knox—. En su mayoría, fue un reclamo hecho
por personas cuyos hijos tenían trastornos o discapacidades del
desarrollo. Se decía que para identificar a un cambion y deshacer el
interruptor, había que hacer cosas como golpear, azotar o quemar al
niño en el horno. Algunos padres lo usaron como excusa para asesinar a
su propio hijo.
Harper se quedó boquiabierta.
—¿Y se salieron con la suya?
—Sorprendentemente, sí —Cogió su móvil de la mesita de noche y
marcó un número familiar. Cuando el demonio respondió después del
segundo timbre, Knox preguntó—: Vi las noticias. ¿Algo que deba saber?
—No estaba del todo sorprendido por la respuesta—. Está bien. Estaré
en tu casa en una hora—. Al finalizar la llamada, le dijo a Harper—: Ese
era Wyatt Sanders.
—¿El detective?
—Sí —Wyatt también era uno de los demonios en su guarida—. Parece
que el niño pequeño es un demonio —Su boca se abrió de nuevo.
—¿Quieres decirme que realmente existen los niños cambiados?
—Hace tiempo —dijo, levantándose de la cama—. Eran los días antes
de que se pudieran hacer las pruebas de ADN.
Dejando la bandeja a un lado, lo siguió al vestidor.
—¿En serio?
Seleccionando un traje nuevo, Knox comenzó a desabrocharse la
camisa.
—No sucedía muy a menudo. Cuando lo hacía, sucedía principalmente
con cambions. Como son mitad humanos, sus demonios internos a
veces pueden permanecer latentes, haciéndolos más o menos humanos.
Se consideró una bondad dejarlos crecer en el mundo humano, donde
serían bastante normales, en lugar del brutal mundo de los demonios,
donde serían considerados débiles.
Su respuesta se desvaneció en el fondo de su mente mientras
observaba cómo sus músculos se agrupaban y ondulaban con fluidez
bajo toda esa piel lisa. Nadie tenía derecho a verse tan bien. En serio. No
había nada de grasa en ese cuerpo. Era poder y fuerza y exudaba una
energía alfa que le puso la piel de gallina. Solo quería trazar esos
abdominales con su lengua.
Un gruñido bajo retumbó fuera de él.
—No puedes mirarme así, cariño. Si pensara que podrías lidiar con lo
duro que necesito follarte, estaría dentro de ti ahora mismo —Knox no
podía darle suave y lento en ese momento. No, cuando su grito lleno de
miedo todavía acechaba su mente y una feroz necesidad todavía lo
golpeaba—. Pero más tarde, cuando hayas tenido tiempo de
recuperarte adecuadamente, te tendré.
—Fascinante —dijo ella secamente, irritada porque él hablaba como si
fuera una flor delicada que necesitaba un manejo cuidadoso. Si ella no
supiera que él todavía estaba un poco conmocionado después de lo que
pasó, le daría un montón de mierda por eso. Hoy, ella le había dado un
poco de holgura.
Tomando asiento en el sofá de cuero en el centro del armario, dijo:
—Volviendo a lo de los cambions… Puedo entender por qué podría
considerarse una amabilidad para los cambions débiles, pero no es una
amabilidad para los niños humanos.
Knox se puso una camisa limpia y empezó a abrocharla.
—A los demonios solo se les permitía cambiar al niño por uno que
estaba tan enfermo que no había forma de que vivieran.
Bueno, eso no era tan malo.
—Dijiste que ya no se hace, pero Wyatt afirma que el niño es uno de
nosotros—. Sí. Y tengo toda la intención de averiguar quién se atrevió a
dejar a un cambion sin mi conocimiento o permiso.
Se puso de pie.
—Quiero ir contigo.
Él suspiró.
—Harper…
—Nop. Estoy completamente curada, he tenido un sueño decente y hay
demasiadas cosas en mi cabeza para que pueda relajarme. Además, esta
no es una situación pequeña —Astutamente, ella preguntó—: ¿No
preferirías tenerme contigo, donde puedas ver por ti mismo que estoy
bien?
Entrecerró los ojos.
—Juegas sucio.
—Gracias.
—Todavía preferiría que te quedaras aquí, dentro de estas cuatro
paredes, donde estás más segura.
Frunció el ceño.
—¿Qué te hizo pensar que me quedaría dentro de estas paredes todo el
día?
Se tensó.
—¿Tienes la intención de ir a trabajar?
—¿Por qué no lo haría?
—Tal vez porque fuiste atacada allí ayer.
—Si crees que dejaré que algo o alguien manche mi estudio, estás loco.
No tendré miedo en mi lugar de trabajo —Era su bebé; ella lo amaba—.
Es dulce, e innegablemente irritante, que quieras envolverme en
algodón, pero nunca sucederá. No es como si fuera la primera vez que
fui atacada. Y si estás tratando de distraerme de lo que estábamos
hablando, no funcionará, Thorne.
Rechinó los dientes.
—Solo quiero que estés a salvo.
—Yo sé eso —Moviéndose hacia él, hábilmente abrochó su corbata y
sonrió dulcemente—. Pero, realmente, ¿qué lugar más seguro hay para
mí que a tu lado?
Su pequeña esfinge siempre sabía qué botones apretar para conseguir
lo que quería, pensó Knox con un suspiro de exasperación. Su demonio
quería llevársela con él; la quería donde pudiera vigilarla. Si la entidad se
saliera con la suya, nunca se apartaría de su lado.
El demonio se aburría muy fácilmente y tenía poca paciencia con la
gente. Harper era realmente lo único que le daba una sensación de
satisfacción. Estaba totalmente encantado con ella, encontraba su
compañía... gratificante. Nunca dejaba de divertirlo y entretenerlo.
Cuando ella estaba cerca, el demonio era más pasivo y se comportaba
bien.
Knox trazó el collar de espinas en forma de tatuaje en su cuello con la
punta de su dedo. Era una de las tres marcas de posesión que su
demonio había dejado en su piel. Tenía que estar de acuerdo con Harper
en que, sí, poner una marca en su garganta donde era tan visible era el
equivalente a un cartel de “Todos los derechos reservados” pero su
demonio quería que quedara claro que se la habían llevado. Cualquier
demonio que viera las marcas en su carne sabría lo que eran; entendería
que ella era suya y sólo suya.
Igual de posesivo, su demonio le había dejado dos marcas a él: una en la
nuca y otra en la parte posterior de los hombros, haciendo que cada una
pareciera una extensión de la otra. Ambas eran tribales y masculinas
con curvas gruesas y puntiagudas y líneas negras sólidas. Knox no
mentiría; era una excitación total tanto para él como para su demonio
que hubieran sido marcados por ella.
—Vamos, Knox, sabes que nadie puede mantenerme a salvo mejor que
tú.
Tenía razón en eso.
—Eres muy buena para salirte con la tuya.
Harper sonrió.
—Aprendí del mejor.
Su compañero era condenadamente bueno haciendo que las cosas
salieran a su manera. Ciertamente podía hablar con ella en círculos a
veces. Había tenido que aprender rápido a mantenerse al día o él la
pisotearía; simplemente estaba en su naturaleza seguir adelante cuando
quería algo.
—Te ayudaré a vestirte.
—No necesito…
—Solo déjame cuidarte.
Sintiendo que él necesitaba eso, ella cedió.
—De acuerdo.
Al demonio de Harper le gustó el cuidado y la reverencia con que la tocó
mientras la desnudaba y luego la vestía con los vaquero azules y la
camisa negra de manga larga que ella eligió. Incluso insistió en cepillarle
el cabello, algo que hacía a menudo, como si de alguna manera lo
calmara.
Cuando ambos estuvieron finalmente listos para irse, él la tomó de la
mano y la guió por la escalera de caracol, a lo largo del amplio pasillo y
hasta el vestíbulo de mármol. Allí, la ayudó a ponerse la chaqueta antes
de guiarla afuera y bajar los amplios escalones con una mano en la parte
baja de su espalda.
Levi abrió la puerta trasera del Bentley, uno de los varios coches lujosos
que Knox guardaba en el garaje. Una vez que Harper y Knox entraron,
Levi condujo por el camino largo y curvo; pasando el extenso y hermoso
césped y la caseta de seguridad.
La finca estaba bordeada por altos muros de ladrillo que habrían sido
sencillos si no hubiera sido por la hiedra que se arrastraba a lo largo de
ellos. Al principio, Harper se había sentido un poco intimidada por el
tamaño de la propiedad. Estaba muy lejos de los muchos hogares en los
que había crecido con su padre nómada. Pero ahora... bueno, ahora se
sentía como en casa.
La mansión era una pieza de arquitectura moderna amplia, lujosa y
hermosa, pero no excesivamente extravagante. No era llamativa ni
ostentosa. En cambio, poseía una cálida elegancia y el mismo encanto
innegable que su dueño.
También tenía ventanas a prueba de balas teñidas de azul que a Harper
le parecieron impresionantes.
Cuando las puertas de metal negro y pesado se abrieron, Knox habló.
—¿Cómo te sientes acerca de ir a algún lugar por unos días? ¿Quizás
pasar algún tiempo en el yate?
Teniendo en cuenta que estaba acostumbrada a sus formas
sobreprotectoras, Harper pensó que realmente debería haberlo visto
venir. Cruzando una pierna sobre la otra, ella lo miró de soslayo.
—De verdad, Knox, no estoy traumatizada por lo que pasó. No necesito
alejarme de Las Vegas.
Knox le acarició el muslo.
—Nadie te culparía si lo hicieras. No ha sido exactamente un lugar
relajante para ti durante el último año. Mucha gente querría un
descanso, en tu posición.
—No soy un montón de gente. Knox, en serio, realmente estoy bien.
Knox podía sentir que ella realmente creía eso, pero no estaba
convencido, dado que su cuerpo gritaba: ¡Estresada! Sabía que estaba
lejos de ser frágil, pero era difícil recordar eso cuando se veía tan
agotada y cansada.
—Necesito que me prometas que si te sientes abrumada —le dio un
golpecito suave en la sien—, me llamarás.
—Lo prometo.
—Y necesito que también me prometas que estarás alerta. Existe la
posibilidad de que se envíen más cazadores. Lo dudo, porque, aunque
los cazadores son codiciosos, no son tan estúpidos como para perseguir
algo que mató a otros dos. Aún así, puede haber algunos que lo hagan
por el precio correcto. Todo el mundo tiene un precio.
—Estaré alerta —prometió.
—Buena chica —la besó suavemente, apenas resistiendo el impulso de
tomar su boca con fuerza y darse un festín con ella. Se contuvo, pero
fue una lucha—. No sé quién descubrió que puedes volar. Los centinelas
lo saben, tu familia lo sabe; es posible que alguien haya escuchado a
uno de ellos hablar de eso. Si es así, sospecho que alguien pudo haber
pasado esta información a otra persona que la quisiera. O eso, o ellos
mismos codician tus alas. También pueden saber cuán únicas son tus
alas.
—Si lo saben, no se lo dijeron a los cazadores. Se sorprendieron
sinceramente cuando vieron los colores de mis alas.
—En cualquier caso, obviamente no tienen idea de que puedes conjurar
las llamas del infierno o dudo que se hubieran arriesgado a tratar de
obtener tus alas —Las llamas del infierno podrían destruir cualquier
cosa exceptos de los archidemonios. Nada más era impermeable a las
llamas, razón por la cual Knox tuvo mucho cuidado en asegurarse de
que el mundo de los demonios no descubriera que realmente podía
llamarlas.
Cuando a Harper se le ocurrió un pensamiento inquietante, se enderezó.
—O tal vez por eso lo hicieron. Si alguien estuviera en posesión de alas
que fueran como... nacidas de las llamas del infierno... tendrían mucho
poder si hubiera alguna manera de aprovecharlo. El tipo de poder que
solo tú puedes combatir.
Knox torció la boca, reflexionando.
—Cierto, pero no creo que pudieran aprovecharlo. No, a menos que
tengan alguna forma de fusionar tus alas con ellos, y estoy bastante
seguro de que eso es imposible.
—No significa que no haya alguien que esté dispuesto a intentarlo. Es
algo que deberíamos considerar.
—Y lo haremos —le aseguró—. Mientras estamos ocupados
encontrando quién está detrás del ataque, tendremos que dejar de lado
nuestras investigaciones sobre los Jinetes restantes.
—Que podría ser exactamente lo que alguien quiere —señaló—. Los
Jinetes podrían haber contratado a los cazadores para molestarte o
distraerte, tal vez incluso para ambas cosas.
Eso era algo que ya había considerado.
—Sí, pero necesito estar seguro. Cualquier amenaza inmediata para ti
debe ser eliminada —Le colocó el pelo detrás de la oreja—. Me sentiría
mucho mejor si accedieras a aprender a invocar las llamas. Entonces
podrías haberlas llamado ayer.
—Causé mucha destrucción la última vez —Lo suficiente como para
asustarla y no querer volver a hacerlo nunca más.
—Ese fue principalmente tu demonio.
—Sí, recuerdo que se llenó de energía. Le encantaría volver a intentarlo
—Solo el pensamiento lo tenía frotándose las manos con alegría.
—Pero si no aprendes a llamar y dirigir las llamas, podrías llamarlas por
accidente, no creo que quieras eso.
Ella suspiró, sabiendo y resentida de que tuviera razón.
—Bien, aprenderé.
—Decisión correcta —Besó su palma— ¿Estás segura de que no te
tomarás al menos un día libre?
—No está sucediendo, Thorne. Me conoces lo suficientemente bien
como para saber que no puedo sentarme en la casa sin hacer nada, me
volveré loca.
Sí, Knox lo sabía. Incluso lo entendía, pero aun así preferiría tenerla en
casa. Aún así, Knox sabía que no debía intimidarla en nada, ella se
opondría solo para ser contraria. Su obstinación era típica tanto de
diablillos como de esfinges. Tenía muchas cualidades de esfinge, a pesar
de ser más un diablillo por naturaleza. Su raza era muy parecida a un
pájaro y un león en uno. Además de ser elegante y difícil de precisar,
Harper era feroz y fuerte.
—Está bien —dijo—. Confío en que me llamarás si el día te supera.
También le diría a Tanner que la vigilara de cerca y se asegurara de que
comiera bien durante el día para recuperar fuerzas.
Poco tiempo después, Levi estacionó el Bentley frente a una pequeña
casa unifamiliar. Mientras abría la puerta trasera, dijo:
—Creo que es mejor si espero en el coche —Señaló con la barbilla al
grupo de adolescentes que miraban el Bentley con ojos codiciosos.
—No tardaremos mucho —dijo Knox. Tomó la mano de Harper y la
condujo por el camino angosto y empedrado. Tocó el timbre y dio un
paso atrás.
En unos momentos, Wyatt abrió la puerta. Él asintió con deferencia.
—Señor. Thorne, señorita Wallis.
Se hizo a un lado, invitándolos a entrar.
Una pelirroja estaba detrás de él, los ojos grises brillantes, la sonrisa
tensa. Su cara era estrecha y pálida, bastante diferente a la de su pareja,
él tenía una cara casi cuadrada que estaba tan bronceada como el resto
de él. Era bastante fácil sentir que Wyatt era un policía, pensó Harper.
Estaba en su postura, su expresión y el aire autoritario que lo rodeaba.
—No nos habíamos visto antes —le dijo a Harper—. Soy Linda. Es un
placer conocerla finalmente cara a cara, señorita Wallis.
Harper le dedicó una rápida sonrisa.
—Es bueno conocerlos a ambos. Llámame Harper, la cosa de señorita
Wallis me hace sentir incómoda.
En lugar de guiarlos más adentro de la casa, Wyatt bajó la voz mientras
hablaba.
—El equipo de limpieza que enviaste al hospital para destruir el registro
hospitalario del niño y las muestras de sangre casi había terminado
cuando me fui.
Knox asintió con aprobación.
—¿Como está él?
Wyatt movió la cabeza de lado a lado, pero su alborotado cabello
castaño no se movió, gracias al gel que estaba usando.
—Parece estar bien, cosa que no esperaba. Su madre no solo trató de
quemarlo en el horno, trató de quemar la casa, como para asegurarse
de que muriera. McCauley le dijo a la policía que él logró salir del horno
antes de que ella lo encendiera y luego salió de la casa. Como no tiene
quemaduras, le creen —Los demonios eran impermeables al fuego
normal, por lo que el horno no le habría hecho ningún daño—. Danielle
Riley —Otro demonio de su guarida—, fue su trabajadora social
designada; ella va a registrar en su archivo que él fue colocado con
parientes y hará que todo parezca oficial.
—¿Quiénes crees que son sus padres biológicos? —Linda le preguntó a
Knox, cruzándose de brazos.
—Todavía no estoy seguro —respondió Knox—. Pero los encontraré.
—Es bienvenido a quedarse aquí hasta entonces —ofreció Linda,
sonando demasiado casual—. Quiero decir, ¿si te parece bien?
—Si quieres cuidarlo temporalmente, está bien —dijo Knox. El alivio de
Linda se podía ver claramente en su rostro. Wyatt no parecía tan
encantado, notó Knox— ¿Dónde está?
—La sala de estar —dijo Linda.
—Llévanos a él.
Con un asentimiento, Wyatt se dirigió por el delgado pasillo y entró en
una habitación hogareña con paredes color albaricoque, una alfombra
beige exuberante y un sofá de cuero color crema. Frente al televisor
grande estaba sentado un niño de cabello oscuro, con los ojos fijos en la
caricatura que se estaba reproduciendo.
—McCauley —dijo Wyatt—, estos son los amigos de los que te hablé.
El chico se giró para mirarlos, su rostro sorprendentemente inexpresivo.
Al ser parte de una familia numerosa, Harper estaba acostumbrada a
estar rodeada de niños. Acostumbrada a su energía nerviosa, su
tendencia a saltar de una cosa a otra y su curiosidad sin límites. Pero los
grandes ojos marrones de este chico no tenían curiosidad. Sin interés,
sin cautela, sin felicidad, nada. Y algo en eso le puso los pelos de punta.
Teniendo en cuenta lo que Knox le había dicho sobre los cambions,
Harper esperaba que estuviera tan abajo en el espectro de poder que
pudiera pasar por humano. Ningún demonio jamás confundiría a este
chico con un humano, de ninguna manera era débil.
Knox habló primero.
—Hola, McCauley. Soy Knox. Esta es Harper.
Los ojos del chico se volvieron negros cuando su demonio salió a la
superficie, haciendo notar su presencia y evaluándolos. Se retiró
después de solo unos momentos. Knox inclinó la cabeza.
—Me teme, ¿no? La entidad dentro de ti. La que te impulsa. Yo tengo el
mío propio, al igual que Harper, Wyatt y Linda.
McCauley no reaccionó.
Harper vio el dibujo en la mesa de café. En realidad, era un dibujo
familiar estándar: dos adultos, un niño, una niña y un perro que parecía
un golden retriever. Pero su control de la pluma y su atención al detalle
fueron impresionantes.
—Está bien ¿Eres tú?
Él asintió.
Señaló a la niña.
—¿Quién es esa? —Se encogió de hombros.
—Tu madre ha sido arrestada —le dijo Knox.
—Teri no era mi madre —Lo dijo sin emoción alguna. Ni siquiera parecía
que estuviera suprimiendo una emoción. Realmente no parecía
afectado por el asunto, de una forma u otra.
—No, no lo era —coincidió Knox— ¿Sabes quién es?
El pequeño cambion negó con la cabeza. Él tampoco parecía
particularmente molesto por eso.
—Tengo la intención de encontrar la respuesta a esa pregunta.
Mientras tanto, te quedarás aquí con Wyatt y Linda. ¿Está bien? —Un
movimiento de cabeza—. Bien.
—¿Necesitas algo? —Harper le preguntó.
—No, gracias —Una frase tan bien educada, pero no había un
verdadero “gracias” allí. Sin gratitud. No, nada.
—Nos volveremos a ver pronto —le dijo Knox.
El demonio del niño volvió a salir a la superficie; había un desafío allí
esta vez. El propio demonio de Knox salió a la superficie y miró al chico,
intimidando a su demonio para que se sometiera.
Cuando ambas entidades se retiraron, Knox advirtió:
—No dejes que se meta en problemas, McCauley —Tomando la mano
de Harper, Knox la condujo a la puerta principal. Antes de abrirla, se
volvió hacia Wyatt— ¿Estás seguro de que quieres mantenerlo aquí?
Fue Linda quien contestó.
—Positivo.
Knox levantó una ceja interrogante hacia Wyatt, quien asintió con la
cabeza.
—Está bien —dijo Knox.
—¿Había otro niño? —preguntó Harper, recordando el dibujo que había
hecho.
—Las únicas personas que vivían en esa casa eran él y la mujer humana
que lo había criado —dijo Wyatt—. Su esposo se fue y se volvió a casar
hace mucho tiempo. Tiene una hija con su segunda esposa, pero no
tiene ningún contacto con McCauley.
Harper pensó que era probable que McCauley se hubiera dibujado a sí
mismo inmerso en esa familia... o tal vez había dibujado a la familia que
deseaba tener.
—No dudes en llamarnos si tienes algún problema con él —La pareja
sonrió, pero la sonrisa de Wyatt era débil.
Una vez que regresaron al Bentley, Knox le dio a Levi un resumen de lo
que se había dicho.
—Me gustan los niños, realmente me gustan —dijo Harper—. Pero ese
niño era espeluznante. Y no está muy abajo en la escala de poder.
Knox tomó su mano.
—Es bastante poderoso para un cambion.
—Y bastante robótico. No hay nada, bueno, infantil en él. Sin energía
loca, sin tarareos ni inquietudes —No parecía haber ningún movimiento
inútil con él en absoluto—. Se siente... frío.
Knox jugueteó con su cabello.
—A veces pienso que los demonios pierden la emoción por el poder.
Soy un ejemplo de eso.
Sus cejas se rompieron juntas.
—No estás sin emociones.
—No, pero no siento el rango de emociones que tú sientes. No soy
capaz de muchas de ellas.
—Sientes amor, ¿verdad?
El pequeño temblor en su voz hizo que su pecho se apretara.
—Nena, un día vas a estar completamente segura sabiendo que eres
una persona adorada. Me aseguraré de ello.
—No dudo que me ames.
Knox sabía que eso era cierto. Darle un diamante negro había aplastado
cualquier duda que pudiera haber tenido, pero sospechaba que tomaría
mucho tiempo aliviar las inseguridades que habían surgido cuando
ambos padres la abandonaron cuando era un bebé. Su subconsciente
no parecía estar listo para sanar.
—Bien. Nunca lo dudes, porque nunca cambiará.
—Si puedes sentir esta emoción con tanta fuerza, si crees que no es
algo que se desvanecerá, entonces no renunciamos a la emoción por el
poder.
—Ese podría ser un buen punto, excepto que solo lo siento por ti. Así
que tal vez es solo que eres mi milagro.
Ella sonrió.
—Me han llamado muchas cosas. Nunca un milagro. Mi familia estaría
tan decepcionada de que no estoy cumpliendo con mi propósito de
molestar a todos los que se cruzan en mi camino.
La boca de Knox se curvó.
—Oh, todavía eres experta en irritar a la gente. Acabo de recibir un pase
gratis. En su mayor parte, de todos modos.
—Muy cierto —Sonrió contra su boca cuando la besó—. Volviendo a lo
que hablábamos antes, ¿qué hacemos con McCauley?
—Haré que Keenan averigüe cuántas mujeres de nuestra guarida
estaban embarazadas en ese entonces. Descubriremos quién es ella.
—¿Estás seguro de que ella es de esta guarida? —Las guaridas de los
demonios no reclamaban territorios, y los de su especie a veces vivían
en lugares alejados de su Prime, por lo que Harper creía que era muy
posible que la madre perteneciera a otra guarida.
—No, pero primero deberíamos mirar a los nuestros.
—¿Y si uno de los nuestros dejara un cambion?
—Pagarán el precio.
CAPÍTULO CUATRO

Cuando Levi se detuvo frente a uno de los clubes de lujo de Knox,


Harper vio a Tanner apoyado contra el edificio. Como su guardaespaldas
y chofer, la musculosa torre de hombros anchos a menudo la llevaba al
trabajo y la acompañaba al estudio antes de irse a hacer... lo que sea
que hicieran los centinelas. Dado que la entrada al Underground estaba
debajo de este mismo club, obviamente estaba esperando para
acompañarla al trabajo.
Knox le rodeó la mandíbula con la mano.
—Mi día será bastante ajetreado, pero te veré en el Underground
cuando cierres tu estudio —la besó suavemente—. Recuerda…
—Mantente alerta, lo tengo. Cuídate tú también.
La besó una vez más, terminando con un mordisco en su labio inferior.
—Siempre lo hago.
—Hasta luego —le dijo. Cuando Levi abrió la puerta trasera, saltó del
Bentley—. Cuídalo por mí, Levi.
El segador inclinó la cabeza.
Apartándose de la pared, Tanner le ofreció una sonrisa pálida cuando se
acercó a él.
—¿Cómo te sientes?
—Mejor ahora que ambos cazadores están muertos. ¿Sigues
culpándote a ti mismo como un completo idiota?
Se pasó una mano por el pelo corto y oscuro.
—Soy tu guardaespaldas…
—Y fue tu bien merecida noche libre —Al escuchar el pitido de la bocina
de un coche, saludó rápidamente a Levi y Knox mientras se alejaban.
Volviéndose hacia Tanner, agregó—: Ahora acepta que no fue tu culpa
en lugar de ser un idiota. No tengo tiempo para idiotas. Y ya tengo a
Knox tratando de culparse a sí mismo, ya terminé con esta mierda.
Tanner soltó una carcajada, sus ojos dorados de lobo se iluminaron.
—Vamos a llevarte al trabajo —la acompañó dentro del club y por el
tramo de escaleras hasta el sótano. En la parte trasera del gran espacio,
dos demonios custodiaban una puerta. Al reconocerla a ella y a Tanner,
saludaron con un respetuoso saludo y abrieron la puerta. Tanner y ella
luego caminaron y, después de un breve viaje en ascensor, llegaron al
Underground.
El lugar estaba tan ocupado y ruidoso como siempre. Prácticamente
todo se podía encontrar allí. Bares, restaurantes, casinos, discotecas,
hoteles, un centro comercial: la lista era interminable. También había
otras cosas mucho más salvajes allí, como el rodeo, el círculo de
combate donde los demonios luchaban por dinero y el estadio de
carreras de perros para perros del infierno.
Al salir del ascensor, Tanner y ella caminaron por la franja, pasando por
muchos lugares y tiendas. Algunas estaban abiertas, algunas estaban
cerradas hasta que llegó la noche, momento en el que todo el
Underground cobraba vida.
Su estudio, Urban Ink, estaba en un lugar ideal. Estaba cerca, no solo de
la oficina de Knox, sino también de los mejores restaurantes e incluso
del centro comercial. También estaba frente a un hotel en el que Knox y
ella tenían una suite en el ático, lo que significaba que podía ir allí para
cambiarse de ropa cada vez que ella chicas y ella quisieran ir a los bares
después del trabajo.
Por lo general, Harper se reunía con sus compañeros de trabajo en la
cafetería al lado del estudio antes de que abrieran, pero llegaba tarde,
así que se dirigió directamente al estudio. Cuando empujó la puerta de
cristal para abrirla, sonó el timbre que había encima. Los olores de
pintura, tinta, café y desinfectante la golpearon, junto con el olor
celestial de bollos recién horneados que provenía de la cafetería.
En lugar de irse, Tanner la siguió adentro y dijo:
—Voy a echar un vistazo rápido.
Su prima y recepcionista, Khloë, salió de detrás del escritorio.
—La abuela está estresada por algo, y te ves como una mierda
calentada. ¿Qué pasó?
Con un suspiro, Raini empujó al pequeño diablillo de piel aceitunada a
un lado y le entregó a Harper un café con leche con caramelo.
—Por Dios, Khloë, ¿tuviste que saltar por su garganta? —Raini era una
tatuadora senior y copropietaria de Urban Ink.
Habiendo colgado su chaqueta en el perchero, Harper agradecida tomó
el café con leche.
—Gracias.
Incluso vistiendo un chaleco blanco liso con pantalones lisos que
escondían sus curvas perversas, Raini era un anuncio de sexo que
respiraba: era una cosa de súcubos, y a Raini no le gustaba. Podía
ocultar su figura, pero no su piel impecable o su sensualidad inherente.
Y si había pensado que poner reflejos rosados en su cabello rubio podría
opacar su atractivo de alguna manera, hizo lo contrario.
—Algo pasó —insistió Khloë, desafiando a Harper a negarlo.
—Sí, algo sucedió, pero no quiero tener que contar la historia más de
una vez, así que esperemos a Devon —dijo Harper, refiriéndose a su
aprendiz, quien también se especializaba en perforaciones. Harper ya le
había contado la historia a Jolene de camino al trabajo. Como era de
esperar, su abuela había perdido la cabeza, aunque ya sabía algo de lo
que sucedió por Knox.
Raini señaló detrás de ella.
—Oh, Devon está en el...
Un fuerte silbido fue seguido por un sonriente Tanner saliendo de la sala
de descanso con una furiosa Devon marchando detrás de él, con sus
largos rizos ultravioleta rebotando. Perros y gatos del infierno tenían
una aversión instintiva el uno al otro, y los dos demonios en cuestión
estaban involucrados en una extraña guerra que en su mayoría consistía
en enojarse mutuamente para su propio entretenimiento.
Con los ojos verde gato ardiendo de ira, Devon arrojó un ovillo de hilo
rosa a la cabeza de Tanner.
—¡Sigues comprándome esta mierda, perro, y te rompo el cuello!
—Pero el color combina con el bonito collar de gato que te compré y,
¿por qué tienes que silbarme? —En el área de recepción, se hundió en el
sofá con un suspiro de felicidad, encendió el televisor montado en la
pared y apoyó las piernas en la mesa de café, casi pateando las carpetas
de tatuajes.
Devon frunció el ceño.
—¿Qué estás haciendo?
—Poniéndome cómodo.
Harper gimió.
—Por favor, dime que Knox no te dijo que hicieras guardia todo el día.
—Quiere que me quede a tu lado y me asegure de que estás a salvo.
¿Le pediste a Tanner que se quedara conmigo? Knox, hablamos de esto.El
sabueso infernal era un centinela: tenía cosas mejores y mucho más
interesantes que podía estar haciendo que cuidarla.
Le dije que se registrara repetidamente para asegurarse de que estabas
bien.
¿Por qué diría que le dijiste que se quedara conmigo? Pero mientras
observaba a Devon ponerse de un inquietante tono rojo, entendió.
Knox también debió haberlo entendido, porque Harper sintió su
diversión cuando su mente rozó la de ella. Harper suspiró. Un día, ella lo
va a matar, ya sabes.
He tenido el mismo pensamiento varias veces. Su mente tocó la de ella
una vez más, y luego se fue.
—Tanner, deja de irritar a Devon y ve a hacer cosas de centinela —dijo
Harper.
Se puso de pie.
—Lo entiendo, lo entiendo, ella necesita espacio porque es difícil para
ella lidiar con sus sentimientos por mí.
Devon se quedó boquiabierta.
—Lo único que siento por ti es un odio ilimitado, cegador y glorioso.
Él sonrió.
—Sabes que me pones duro cuando te pones tan mala, gatita.
Harper señaló la puerta.
—Fuera.
Riendo para sí mismo, Tanner se fue.
Khloë palmeó el brazo de Devon, la imagen de la simpatía.
—Para que lo sepas… tus pezones están duros. ¡Oye! ¡Guárdate esas
garras para ti!
Harper le lanzó una mirada exasperada a su prima que revolvía la
mierda. Como todos los diablillos, Khloë encontraba un inmenso placer
en joder con la gente.
—¿Alguien quiere saber qué pasó ayer? —La atención de todos
inmediatamente se centró en ella.
Con los ojos brillando con la típica curiosidad de un gato infernal, Devon
se acercó sigilosamente a Harper, olvidando a Tanner.
—Dinos.
Harper se dirigió a su estación de tatuajes y se acomodó en su sillón de
cuero negro.
—Advertencia rápida: no os va a gustar.
Una vez que Harper terminó de contar lo sucedido, Raini se dejó caer
contra la partición de vidrio a cuadros entre sus estaciones, con ojos
ámbar apagados.
—Lo lamento.
Harper frunció el ceño.
—¿Por qué?
—Debería haber esperado contigo. Podríamos haber cerrado juntas.
—¿Por qué me habrías esperado? Nunca lo haces en otro momento. No
tienes la culpa en absoluto por lo que pasó.
—De ahora en adelante, todas saldremos al mismo tiempo —declaró
Devon. Las demás asintieron.
—No hay necesidad —les aseguró Harper, pero las palabras cayeron en
oídos sordos.
Khloë se cruzó de brazos.
—¿Quién crees que envió a los cazadores tras de ti?
Harper dejó caer la cabeza hacia atrás y se tomó un momento para
admirar el flash del tatuaje en el techo.
—Ni idea. Aparentemente, los cazadores tampoco conocían su
identidad.
Disgustada, Devon negó con la cabeza.
—No puedo creer que haya gente por ahí que realmente quiera colgar
las alas de la gente en su pared. Es retorcido.
—¿Estás completamente curada ahora? —preguntó Raini.
—Sí, así que no tienes que preocuparte ni quejarte —Pero Harper
sospechaba que todavía lo harían.
Sonó el timbre y entró el primer cliente de Harper del día. Así de simple,
las chicas cambiaron al modo de “trabajo” y llevaron al cliente a la
estación de Harper. Dado que mantuvieron el nombre “Urban Ink”
cuando reubicaron el negocio, también mantuvieron su vibra
rock/art/Harley Davidson. Además, colgaron su antiguo arte de metal en
las paredes blancas brillantes, cada una de las cuales era una copia
ampliada de un tatuaje, como los remolinos tribales, la bandada de
cuervos y los dragones chinos. Prácticamente todo lo demás, incluidas
las mesas de trazado iluminadas y la máquina expendedora, eran
nuevos.
Pensó que no encajaba con la idea que tenía una persona de cómo sería
alguien que era copropietario de un estudio de tatuajes. No estaba
cubierta de tatuajes y no tenía docenas de piercings. Sin embargo, uno
de sus pezones estaba perforado y tenía tres tatuajes, pero los tres
estaban en tinta blanca y ocultos debajo de su ropa. ¿Por qué? Bueno,
Harper no se hacía tatuajes por gusto. Solo lo hacía si el tatuaje
significaba algo para ella y, como persona privada, no quería que la
gente le preguntara qué significaba el suyo.
Más tarde, mientras Harper limpiaba su equipo después de hacerse un
tatuaje floral, la puerta volvió a abrirse. Tanner entró, trayendo consigo
los aromas de pan recién horneado, carne ahumada, pimientos picantes
y mayonesa.
—Vengo con regalos —dijo, sosteniendo una bolsa de comida para
llevar. Le dio a Harper una mirada mordaz—. Knox quiere asegurarse de
que comas.
Raini tomó la bolsa de Tanner.
—Ay, eso es dulce de su parte.
Harper resopló.
—Simplemente no quiere que salga del estudio para comprar comida
Aún así, ella telepáticamente agradeció a Knox y recibió un suave roce
de su mente en respuesta.

—¿Quién puede culparlo? —preguntó Devon, barriendo el piso de


madera.
En lugar de pinchar al gato infernal, Tanner se volvió hacia Harper, su
expresión sombría.
—Acabo de ver a Carla pasar por aquí. Creo que estaba a punto de
entrar, pero luego me vio.
Estupendo.
—Tal vez venía a despedirse.
—¿Se va de tu guarida? —La esperanza en la voz de Khloë hizo sonreír a
Tanner.
Harper asintió.
—Probablemente sea lo mejor para todos los involucrados —Inclinó su
barbilla hacia la sala de descanso—. Vamos a comer, me muero de
hambre.
Después de que Tanner se despidió y se fue, Khloë cerró la puerta con
llave y cambió el letrero a “Cerrado para el almuerzo”. Con eso, se
acomodaron en la mesa de la sala de descanso.
Raini le entregó a Harper uno de los sándwiches de delicatessen.
—Supongo que Kellen se va con Carla y Bray.
Harper desenvolvió su sándwich y asintió.
—Sí.
Devon le puso una mano en el hombro.
—Lo siento, cariño. Sé que esperabas tener una relación real con él.
—Habría sido agradable.
Pero Harper estaba harta de dejar que la afectara.
Mientras tomaba algunas botellas de agua del refrigerador y se las
repartía, Khloë dijo:
—Kellen puede ser joven y afligido, pero eso no le da derecho a
molestarte —Como para enfatizar eso, Khloë mordió con fuerza su
sándwich—. No fuiste a buscarlo. Vino a buscarte él.
—Tuve la clara sensación de que no le gustaba mucho Roan de todos
modos —dijo Devon—. Podría ser que se sienta culpable ahora que
Roan está muerto. Aún así, no es una excusa para ser un imbécil.
Harper estaba a punto de decir algo más, pero luego la puerta se abrió y
varios miembros de su familia entraron: Jolene, Martina, Beck y Ciaran.
Harper supuso que Ciaran, que era el gemelo de Khloë, los había
teletransportado a todos al estudio.
Mientras Harper se ponía de pie, Jolene forzó una sonrisa mientras la
estudiaba de pies a cabeza.
—¿Estás realmente bien?
—Te dije que estaba bien.
—Sí, pero mientes muy bien, lo sé, porque te enseñé bien —
Suavemente jaló a Harper en un abrazo con un solo brazo. Con su
elegante atuendo habitual de blusa, falda y tacones altos, Jolene poseía
una apariencia de elegancia sin esfuerzo que muchos envidiarían. Fuerte,
poderosa e intrépida, era el tipo de demonio que encajaba
perfectamente en el papel de Prime. También era el tipo de mujer que
encontrarías en el centro de un motín, un motín que muy posiblemente
también había instigado.
Beck, el ancla de Jolene, le dirigió a Harper una sonrisa amable.
—Es bueno ver que estás bien. Sabía que lo estarías.
Retrocediendo, Jolene acarició el cabello de Harper.
—Es realmente una pena que esos bastardos estén muertos. Romperles
el cuello me habría hecho sentir mucho mejor.
Martina, su tía, tomó la mejilla de Harper.
—Dime que Knox les hizo daño —gruñó.
—Oh, mucho —le aseguró Harper.
Martina asintió, satisfecha. El diablillo extrovertido, bondadoso y
fascinantemente hermoso era un amor total. También tenía la mala
costumbre de prenderle fuego a la mierda.
Ciaran miró a Harper con el ceño fruncido.
—¿Seguro que estás bien? Pareces una m…
Harper levantó una mano.
—Lo escuché varias veces, no necesito escucharlo de nuevo.
—Bien, bien —Ciaran alborotó el cabello de Khloë y dijo—: Oye, perra.
—Come mierda, gilipollas —replicó Khloë. Nadie fuera de su guarida
sospecharía que los gemelos estaban muy unidos, ya que persistían en
enemistarse entre sí.
Jolene puso sus manos sobre la parte superior de los brazos de Harper.
—Cuéntame todo lo que pasó.
—Te llamé esta mañana y te conté la historia, aunque ya sabías la mayor
parte por Knox.
—Sí, y ambos fueron muy vagos.
—Por supuesto que lo fuimos, abuela —Jolene era como una leona
cuando se trataba de su familia. Era feroz en su protección y se vengaría
de cualquier desaire, sin importar cuán pequeño fuera, sin importar lo
que hiciera falta. Siendo que estaba completamente loca, también era el
último comodín y no se podía confiar en que no reaccionaría de forma
exagerada. Despojar la casa de alguien de todos los objetos valiosos
que poseían, demoler edificios enteros y amenazar con destruir el
puente Golden Gate estaban completamente bien en el libro de Jolene.
Ella nunca dejaba pasar nada.
Jolene comenzó a caminar.
—Eres mi nieta, no puedes esperar que ignore que esto te sucedió.
—No, no puedo. Si quieres investigarlo, bien. Lo apreciaría. Pero como
te dije por teléfono, no puedes ser tú quien reparta el castigo, abuela.
Knox y yo nos veríamos débiles como Primes si no sacáramos nuestra
propia mierda.
—Por mucho que lo odie —dijo Raini—, tiene razón, Jolene. Son Primes.
No pueden dejar que otros se ocupen de sus problemas.
Khloë asintió.
—No podemos ser los que derribemos a este hijo de puta, abuela.
Podemos ayudar a encontrar quién contrató a los cazadores, pero luego
tenemos que decirles a Harper y Knox lo que sabemos.
Jolene siseó.
—Está bien.
—¿Lo prometes? —preguntó Harper. Su abuela era una gran mentirosa,
pero nunca rompería una promesa a alguien a quien quería.
Exhalando un suspiro de disgusto, Jolene dijo:
—Prometo que no me excederé matando a la persona detrás del
ataque si la encuentro primero.
Harper sonrió.
—Gracias.
—Pero no ocultaré que los estoy buscando. Si no buscara vengar a mi
propia nieta, me haría parecer débil.
Eso era cierto.
—Vale.
Jolene besó su mejilla.
—Cuídate. Y duerme un poco. Te ves como una mierda.
—Me haces sentir tan amada, abuela.
—Lo hago, ¿no?

***

Cuando Knox entró al estudio más tarde ese día, vio a Harper
bostezando al hacer un estiramiento largo y lánguido. Su mandíbula se
apretó ante la vista. Debería haber insistido en que se quedara en casa.
No era que hubiera logrado nada. Su compañera hacía lo que quería. Era
algo que respetaba, pero también lo frustraba a veces.
Su demonio se animó un poco ahora que ella estaba cerca. Había
empujado a Knox todo el maldito día a ir con ella; controlarla; quedarse
con ella.
Al verlo, Harper sonrió mientras se ponía la chaqueta.
—Oye. ¿Cómo estuvo tu día?
—Aburrido —Se acercó a ella y pasó el pulgar por la mancha negra
debajo de su ojo—. Estás cansada otra vez.
—Un poquito.
Tanner resopló ante la subestimación, y ella le lanzó una mirada con los
ojos entrecerrados. Raini los condujo a todos hacia la puerta.
—Necesito cerrar.
Después de que el estudio estuvo seguro y las chicas se despidieron y se
marcharon, Harper miró a Knox.
—¿Entonces adónde vamos?
Como Knox preferiría que ella descansara un poco, estaba a punto de
sugerir que se fueran directamente a casa cuando ella volvió a hablar.
—Espero que sea un lugar con comida. Tengo hambre.
—¿Estás hambrienta? —Bueno, eso hizo un buen cambio. Si llevarla a
algún lugar significaba que comería un poco, eso era lo que él haría— ¿A
donde quieres ir?
—¿Me estás pidiendo que elija lo que hacemos?
Él pasó su mano por su cabello.
—Me gusta sorprenderte, pero estás demasiado cansada para la
sorpresa que tenía en mente. Tú eliges lo que haremos.
—No vas a estar contento por eso —advirtió.
Knox se quedó inmóvil.
—No querrás volver al rodeo, ¿verdad? —Porque eso sería un gran no.
Soltó una risita suave.
—Nada tan salvaje como eso. Realmente me siento como para un
helado.
—¿Helado?
—Sí. Y eres más del tipo de “restaurante de cinco estrellas” que una
simple heladería.
—Conozco un buen lugar para comprar helado.
Su frente se arrugó.
—Hay un salón en la esquina. Conozco un lugar mejor.
—¿En serio? Bueno, no me importa adónde vayamos mientras haya
helado. Lidera el camino.
Tanner y Levi los flanquearon mientras Knox la conducía por la pista
hasta uno de sus hoteles. Mientras algunos locales cerraban, otros
abrían y se instalaban vendedores ambulantes. El Underground solo se
volvería más ocupado a medida que pasaran las horas.
Cuando finalmente llegaron al hotel de lujo y las puertas automáticas se
abrieron, el frío aire acondicionado se deslizó sobre ellos. Como de
costumbre, algunos de los empleados se apresuraron a hacerle
preguntas. Ocultando su impaciencia, Knox les respondió rápida y
directamente sin perder el ritmo. Luego guió a Harper a la parte trasera
del hotel y a través de una puerta de vidrio. La charla tranquila del
vestíbulo fue reemplazada rápidamente por los sonidos de las risas de
los niños, las cucharas rascando los tazones y el zumbido de una
licuadora.
—Bueno, aquí estamos.
Las cejas de Harper se levantaron. No se parecía en nada a una heladería
estándar, pensó. Era más como un lindo y elegante restaurante. La
decoración era blanca y dorada, y tenía un aspecto casi real.
Había vitrinas con varias tarrinas de helados de diferentes colores y,
según el cartel, premiados. Pero en lugar de que los clientes hicieran fila
en el mostrador, se sentaban cómodamente mientras los camareros
tomaban sus pedidos.
—No tenía idea de que esto estaba aquí —Por otra parte, no había
tenido ninguna razón para venir a estos lugares antes de conocer a
Knox.
Harper cogió el menú del puesto. Maldita sea, había tantas opciones:
tantos sabores diferentes, tantos ingredientes diferentes y tantos
jarabes diferentes. Tenían de todo, desde sabores típicos como vainilla y
chocolate hasta otros como algodón de azúcar y piña colada.
Cuando apareció el anfitrión, pidió un cucurucho de waffle de caramelo
salado cubierto con jarabe de caramelo y trocitos de panal. Cuando el
mesero se alejó, miró a Knox con el ceño fruncido.
—¿No estás ordenando nada?
—No tiene sentido —dijo.
—¿Por qué?
—Porque me distraería tanto viéndote comer que mi helado terminaría
derritiéndose en mi mano.
Riendo, devolvió el menú al puesto y luego se frotó las manos heladas.
Hacía mucho más frío que en el vestíbulo del hotel, pero Harper supuso
que tenía que ser así o el helado se derretiría fácilmente. Fue entonces
cuando se dio cuenta de que Levi y Tanner no los habían seguido al
interior.
—¿Dónde están los centinelas?
Knox señaló la pared de cristal detrás de ella.
—Esperándonos.
Dándoles algo de tiempo privado mientras los protegían.
Cuando un bostezo se apoderó de Harper, hizo todo lo posible por
reprimirlo. Ella falló.
—Regresaste al trabajo demasiado pronto —le advirtió—. Deberías
haberte tomado el día libre para recuperarte por completo.
Le dio un suave resoplido.
—Dice el tipo que probablemente nunca se ha tomado un día libre en su
vida.
—Ha habido algunos.
—No me refiero a los días en los que trabajabas desde casa. Me refiero
a días sin trabajo en absoluto, sin llamadas, mensajes de texto o correos
electrónicos a socios comerciales ¿Puedes decir honestamente que
alguna vez has tenido uno de esos días?
No, no podía.
—Punto a favor. Pero aun así deberías haberte tomado el día libre en
lugar de esforzarte.
—Esos bastardos no están interrumpiendo mi vida.
Él suspiró.
—Tan terca.
—Con orgullo.
Golpeando con los dedos sobre la mesa, dijo:
—Quiero preguntarte algo. Probablemente no sea justo de mi parte
pedirte esto, no es algo habitual entre los demonios y es más una
convención humana, pero me gustaría que lo hicieras.
Dudosa, ella frunció el ceño.
—No me vas a pedir que me case en una iglesia, ¿verdad?
Con la boca curvada, le tomó la mano.
—No. Estos anillos dicen que estamos unidos —Pasó el pulgar sobre el
diamante negro y agregó—: Me gustaría que tomaras mi apellido.
Sus cejas casi tocaron la línea del cabello.
—Bueno, eso no era algo que hubiera esperado que dijeras. Tal vez
debería haberlo hecho. Tu posesividad no conoce fronteras.
—No voy a negar eso.
—Al menos lo estás admitiendo. Cambiar mi apellido no parece
necesario. Quiero decir, no es como si la gente tuviera alguna duda de
que estamos juntos.
—Es importante para mí.
—No, es importante para tu vena posesiva.
Era más que eso.
—Quiero que mi pareja comparta mi apellido.
—Mantener mi apellido no significa que no esté completamente
interesada en esta relación o que no crea que durará —le aseguró.
—Yo sé eso. Y admito completamente que quiero marcarte de todas las
formas posibles en que se puede marcar a alguien —A Knox ni siquiera
le importaba que eso no fuera saludable. Había hecho las paces con él
mismo hacía mucho tiempo—. Pero esto no se trata de tomar posesión
de ti.
—Entonces, ¿de qué se trata?
—Entiendo que tu apellido significa algo para ti: los diablillos de Wallis
te apoyaron y amaron mientras tu familia materna te rechazó —Por esa
razón, siempre tendrían su respeto y respaldo. Bueno, todos excepto su
padre, de todos modos—. No tengo una familia para recibirte.
Formaremos nuestra propia familia, y quiero que hagamos eso con un
solo nombre.
Su pecho se apretó.
—¿Realmente tenías que ponerlo de esa manera? No sé cómo
argumentar contra eso —Era demasiado dulce.
—Así que no lo hagas —Se inclinó hacia adelante—. Al menos piénsalo.
—Lo consideraré.
—Gracias.
Luego reapareció el mesero, y Harper tomó el cucurucho de waffle lleno
de toppings con una amplia sonrisa.
—Gracias —Lamió la obra de arte y gimió; el helado de caramelo salado
era suave y frío en su lengua—. Te lo estás perdiendo por completo —le
dijo a Knox.
Con los ojos en su boca, dijo:
—Oh, te aseguro que no lo hago —Apenas apartó los ojos de su boca
todo el tiempo que ella comió. Al final, estaba tan jodidamente duro
que sabía que le dolería caminar.
Cuando terminó, se limpió los dedos pegajosos con una toallita de limón.
—¿Listo para irte?
Estaba listo para llevarla a casa donde podría follarla como había
querido desde la noche anterior. Él le permitió ver eso en su expresión,
y tuvo el placer de ver sus pupilas dilatarse y sus mejillas sonrojarse.
—Estoy listo para irme. ¿Estás lista para mí?
—Si se trata de que me venga varias veces, estoy totalmente lista.
Su polla tembló.
—Te correrás tantas veces como yo quiera.
—No sé... tal vez todavía estoy un poco demasiado frágil para ti.
Resopló, poniéndose de pie.
—Frágil nunca es una palabra que usaría para describirte —Mantuvo la
posesión de su mano mientras la guiaba fuera del salón. Levi y Tanner
los siguieron mientras caminaban por el largo pasillo, hacia la salida.
Más adelante, se abrió la puerta del restaurante del hotel y salió un
grupo de personas. Harper reconoció a tres de ellas: Thatcher, Jonas y
la buena Alethea. Los machos eran Primes y Alethea era la hermana de
Jonas. También resultaba ser un dolor en el trasero de Harper y le
gustaba coquetear con Knox, como si sacudir las sábanas con él en el
pasado distante le diera a Alethea algunos derechos sobre él.
Durante un tiempo, muchas mujeres habían coqueteado con Knox, pero
la mayoría había dejado de hacerlo recientemente. Habían visto el
diamante negro que le dio a Harper y habían aceptado que significaba
que no había nada temporal en el lugar de ella en su vida. Sospechaba
que habían dejado de ser unas perras con ella porque preferían no
enemistarse con Knox. Movimiento inteligente de su parte.
Alethea… bueno, ella no demostró la misma sabiduría. De hecho, en
ese mismo momento, ella le lanzó una sonrisa sensual y dijo:
—Buenas noches, Knox —Su mirada luego se dirigió a Harper, y su
sonrisa cayó—. Esfinge.
—Delfín.
Sí, a Harper le gustaba llamarla así ya que, como encantada, Alethea
podía adoptar la forma de un delfín. Era una especie de habilidad
aleatoria para el demonio sexual supremo, en opinión de Harper, pero
lo que fuera.
—Knox, me alegro de verte —dijo Thatcher, levantando ligeramente las
cejas pobladas. Probablemente estaba mal lo mucho que Harper
deseaba depilarlas— ¿Cómo estás? —preguntó.
Knox inclinó la cabeza.
—Estoy bien, gracias.
Thatcher asintió a Harper, no era tanto un gesto de respeto de un Prime
a otro como un simple reconocimiento de su presencia, pero lo dejó
pasar. Se preguntó cuánto tiempo tardaría el Prime para darse cuenta
de que realmente no le importaba una mierda si la aceptaban o no. El
hecho de que fuera una Wallis siempre se le reprocharía hasta cierto
punto.
Los ojos sonrientes de Jonas bailaron de Knox a Harper.
—Es un placer veros a ambos. No hemos hablado desde la celebración
del aniversario del Underground, ¿verdad?
—No, no lo hemos hecho —dijo Harper. A ella no le importaba Jonas.
Era un buen tipo, y hacía todo lo posible para controlar a su hermana
tonta.
—¿El Showcase acordó vender? —Jonas le preguntó a Knox.
Cuando los hombres comenzaron a hablar de negocios, Alethea
examinó a Harper de pies a cabeza y sonrió con aire de suficiencia. Sí,
Harper era bastante consciente de que se parecía a los muertos
vivientes y odiaba que el delfín estuviera parado allí pareciendo la
imagen de la perfección. La sonrisa de suficiencia de Alethea solo
echaba sal en la herida. Y como Harper también podía ser una perra, dijo:
—Entonces, ¿cómo es la vida en el Barrio Rojo?.
Detrás de ella, Tanner se rió.
Los ojos de Alethea se apretaron.
—Te pasas demasiado a menudo, esfinge. Tengo que decir que pareces
bastante cansada.
—Y tú te ves bastante amargada —dijo Harper—. Todavía enojada por
los anillos, ¿eh?
Alethea se lamió los dientes.
—No mentiré, no creo que seas la persona adecuada para Knox. Pero
mi hermano tiene razón: Knox es nuestro aliado, debemos apoyar sus
elecciones.
Como si Harper alguna vez creyera eso. Ella sonrió.
—Es bueno escuchar eso, incluso si es una completa tontería.
La boca de Alethea se curvó.
—Dije que deberíamos apoyar sus elecciones. Nunca dije que lo fuera a
hacer.
Y por eso Harper todavía creía que Alethea podía ser uno de los Jinetes.
Por un lado, se podría decir que seguramente no atraería tanto la
atención de Knox si estuviera secretamente conspirando contra él. Pero
Alethea era una demonio despreciada, y las demonios despreciadas
eran criaturas maliciosas, especialmente cuando tenían un ego tan
amplio como el de ella.
—Y no soy la única que nunca apoyará su elección de tener una Wallis
como compañera —cortó Alethea.
—Ooh, me preocupé por una novena de segundo. Entonces recordé lo
estúpida e insignificante que eres.
Alethea se inclinó hacia delante.
—¿Sabías que en el diccionario, tu nombre está debajo de la palabra
“perra”1?
—No estoy segura de por qué estás sonriendo. No soy yo quien tuvo
que buscar la palabra.
Alethea contuvo el aliento y fue a ladrar algo más, pero luego los chicos
terminaron su pequeña conversación.
Knox puso una mano en la espalda de Harper.
—¿Lista para salir?
—Totalmente —Harper le dio a Alethea una sonrisa ganadora—. Bueno,
ha sido genial hablar contigo. Sabes cuánto disfruto estas pequeñas
charlas que tenemos.
Deslizando su brazo alrededor de la cintura de Harper, Knox asintió a los
otros tres demonios.
—Disfrutad de la noche —Sacándola del hotel, dijo—: Es difícil no
intervenir cuando ella te habla de esa manera.
—Agradezco que no lo hagas. Necesita entender que puedo
defenderme muy bien. Además, es muy divertido jugar con ella.
La boca de Knox se arqueó.
—Sí, he notado que lo disfrutas. Mi demonio lo encuentra igual de
divertido. Pero vamos a sacarla a ella y a los demás de nuestras mentes
ahora.
—No tengo problemas con ese plan, solo para que lo sepas.
Mi plan también te involucra a ti. Desnuda. En nuestra cama.
Todavía no tengo problemas con el plan.

1
Harper iría en el diccionario antes que Hound (sabueso), según Alethea. ndt
Bueno saberlo.
Harper sonrió. La anticipación se apoderó de ella y se burló de ella
durante todo el viaje a casa. Pero cuando finalmente entraron en su
dormitorio, él la miró tal como lo había hecho esta mañana, como si
tuviera miedo de romperla. Frunció el ceño.
—No me vas a meter en la cama, ¿verdad?
—No podría aunque quisiera —Knox metió las manos en su cabello,
gruñendo—. Abre para mí —la besó, absorbiéndola. Sabía a Harper, a
caramelo y a panal. Y no podía tener suficiente. Él inclinó su cabeza,
lamiendo más profundo, tomando más. Tomando todo.
Sus manos se hundieron en su cabello, las uñas se clavaron en su cuero
cabelludo. Gimiendo, metió la mano debajo de su blusa y sostén y la
cerró alrededor de su pecho. Era suave, redondo y regordete. Perfecto.
Su duro pezón rozó contra su palma; lo quería en su boca.
Agarrando la parte inferior de su camisa en sus manos, Knox la deslizó
hacia arriba y sobre su cabeza y luego le quitó el sostén. La vista de la
marca de espinas como un tatuaje que rodeaba su pecho hizo que la
satisfacción masculina lo azotara. Era suya. Cada centímetro de ella le
pertenecía. Solo él podía tocarla, saborearla, penetrarla profundamente.
Ningún otro hombre la tendría jamás. Mataría a cualquiera que lo
intentara.
Tomando un puñado de su cabello, Knox tiró con fuerza, arqueando su
espalda. Se aferró con fuerza a su pezón perforado, moviendo el anillo
con la lengua y tirando de él con los dientes. Pasó su pulgar sobre el
tatuaje de tinta blanca que decía “So it goes” debajo de su pecho, su
propio recordatorio personal de no insistir en cosas que estaban fuera
de su control.
—Desata tus vaquero —gruñó—. Los quiero fuera.
Necesitaba follarla duro y profundo.
Los dedos temblorosos de Harper buscaron a tientas mientras se abría
torpemente la bragueta. La ayudó a empujar hacia abajo sus vaquero y
bragas, y luego la arrojó sobre la cama. Respirando con dificultad,
observó cómo él se despojaba rápidamente de su propia ropa, sus ojos
la recorrieron con pura posesión sin adulterar. Desnudo, realmente era
un espectáculo para la vista. No había una onza de grasa allí. Su cuerpo
era todo músculo sólido, fuerza controlada y piel tersa que zumbaba
con poder. Luego estaba su polla larga y gruesa que actualmente estaba
en posición de firmes.
Estaba pensando en levantarse para tocarlo cuando manos psíquicas
agarraron sus muslos y los abrieron. Se estremeció. Las manos estaban
tan frías como el hielo, pero de alguna manera despedían calor puro, un
calor que serpenteaba por la parte interna de sus muslos hasta el centro,
haciéndola sentir un hormigueo y arder. Extendió la mano y rozó la
punta de sus dedos sobre sus pliegues. El ligero toque disparó la
necesidad que ya la estaba provocando.
Knox se arrastró sobre la cama, los ojos en su coño. Quería su sabor en
la boca cuando la tomara.
—Quiero que estés callada para mí.
Ella parpadeó.
—¿Qué?
—Me escuchaste.
Harper casi se quedó boquiabierta. Era ruidosa y ambos lo sabían.
—No puedes hablar en serio. Pero su expresión decía que lo hacía.
—No quiero que hagas un solo sonido hasta que te diga que puedes.
—¿Y si hago un sonido?
—Te arrepentirás.
Oh, ella no lo dudaba. Podía ser un hijo de puta sádico cuando le
apetecía. Decir que le “gustaba” el control sería quedarse corto. Era
importante para él en un nivel fundamental. No podía entregarle el
control completo. Su vida era suya. Pero podría dárselo en el dormitorio.
La mayoría de las veces lo hacía, ya que siempre le salía bien, pero no lo
hacía fácilmente.
—Recuerda lo que te dije, Harper —Era una advertencia hablada con
suavidad.
—¿Cómo podría olvidarlo? —Había un ligero escalofrío en el aire cuando
sus ojos sangraron hasta volverse negros— ¿No puedes estar de mi lado?
—le preguntó al demonio.
Su boca se curvó.
—Me gustan los ruidos que haces. Pero también me gusta jugar —
Como para puntuar eso, hundió un dedo psíquico helado dentro de ella.
Instantáneamente, su coño comenzó a calentarse hasta que ardió. Knox
reapareció y le lanzó una mirada de advertencia que prometía
retribución—. Ni un sonido.
Maldiciendo, agarró su almohada y se la puso sobre la cabeza. Harper
reprimió un grito ahogado mientras bailaba su lengua sobre el negro e
intrincado remolino de espinas en la V de sus muslos: era la tercera
marca de propiedad que su demonio le había dado.
Cuando su lengua se deslizó entre sus pliegues, ella prácticamente se
derritió en el colchón. Había tipos que intentarían el oral a medias y que
lo trataban como un medio para un fin. Luego estaban los muchachos
que se tiraban a su pareja como si fuera un deporte olímpico, que se
tomaban su tiempo y lo disfrutaban. Knox era uno de estos últimos, lo
que la convertía en una perra afortunada.
Cada lamida y puñalada de su lengua era casi casual, como si no tuviera
ningún objetivo y simplemente quisiera saborearla. Si no fuera por lo
fuerte que sus dedos se clavaban en sus muslos temblorosos, ella no
sabría lo mucho que deseaba estar en ella.
—Sé que te duele, nena —dijo contra sus pliegues—. Me lo llevaré
pronto.
Será mejor que él. Esa es la cosa. Los dedos psíquicos no solo trabajaron
para acelerar sus motores, sino que provocaron un dolor dentro de ella
que solo Knox podría llenar. Nadie más se lo quitaría. Solo él.
Siguió saboreándola y torturándola, y su orgasmo pronto comenzó a
desarrollarse. Sabía que sería grande. No había forma de que se
quedara callada. Se retorció, desalojándolo. Gruñendo, la reposicionó y
se aferró a su clítoris. Al mismo tiempo, un dedo psíquico empujó su
coño, haciéndolo arder insoportablemente.
—Vente, pero en silencio —Era una orden, y su cuerpo respondió
automáticamente.
Mordió la almohada mientras ola tras ola de placer chocaban contra ella,
sacudiendo su cuerpo. La almohada desapareció y ahí estaba Knox. El
dedo helado se disipó, haciendo que su coño ardiera y tuviera espasmos.
Entonces manos psíquicas levantaron sus muslos temblorosos,
inclinando sus caderas.
Knox lamió a lo largo del collar de espinas en su garganta.
—Eres como una droga.
—Las drogas son malas para ti.
Su boca se curvó.
—No esta droga. Es nueva en la calle. Pero solo yo puedo tenerla.
Se rió. Knox colocó la cabeza de su polla cerca de su abertura, pero no
empujó dentro. Se quedó allí, dejó que ella lo sintiera, que supiera lo
que se avecinaba. Se retorció, tratando de empalarse en él. Colocó una
mano extendida sobre su estómago y sacudió la cabeza.
Frustrada porque él la estaba haciendo esperar, ella espetó:
—Está bien, ¿qué quieres?
—Tengo todo lo que quiero aquí mismo, nena. Ya es mío. Ahora me lo
voy a llevar.
Chupó su pezón en su boca y se estrelló contra ella.
Inhaló profundamente mientras su polla la llenaba y la estiraba a la
perfección, haciendo que todo tipo de terminaciones nerviosas
chispearan y ardieran. Era casi doloroso, cortesía de los malditos dedos
psíquicos que siempre dejaban sus paredes internas hipersensibles.
Podía sentir cada cresta, cada vena, cada latido.
—Eso es todo, no hagas ruido —Sus ojos lo llamaron malvado. Knox le
deslizó los dientes por el cuello y le mordió el pulso con fuerza. Su
caliente y húmedo coño se apretó alrededor de su polla—. Nada se
siente mejor que esto —Luego la folló. Duro. Profundo. Entrando y
saliendo de ella, amando el pinchazo de sus uñas en su espalda—. He
querido hacer esto todo el puto día.
Agarrando su cabello con el puño, Knox mordió y chupó su cuello,
dejando pequeñas marcas de posesión que a su demonio le encantaba
mirar. Sintiendo su coño revolotear a su alrededor, Knox empujó más
fuerte. Más rápido. Hundió sus dientes alrededor de su hombro
mientras se corría, pero él no se detuvo. Siguió embistiéndola,
empujándola más y más cerca de otro orgasmo.
—Ahora déjame oírte.
—¡Eres un bastardo! —estalló.
Si no estuviera loco de necesidad, se habría reído. En cambio, miró su
rostro, saboreando sus gemidos, pequeños gemidos guturales y el
apretón caliente de su coño.
—Déjame sentir que te corres.
Un dedo psíquico helado golpeó su clítoris, y Harper se arqueó hacia
Knox cuando su orgasmo se estrelló contra ella, atrapando un grito en
su garganta. Sintió que su polla se hinchaba cuando él se estrelló contra
ella dos veces, y luego su columna se trabó y sintió cada salpicadura de
su eyaculación. Jadeando y temblando, tuvo que preguntar...
—¿Cómo es que todavía estás duro?
Él suspiró.
—Siempre me preguntas eso. ¿Por qué?
—Me acabas de joder hasta el olvido. No deberías tener energía.
Lamió la marca de ancla en el hueco debajo de su oreja. Había dejado
una marca similar en la de él, marcándolo efectivamente como su ancla.
—No puedo estar dentro de ti y no estar duro.
Los hizo rodar a ambos sobre sus costados, manteniéndola cerca. Al
sentirlo acariciarle la espalda, Harper supo que estaba buscando
cualquier corte que aún no se hubiera curado por completo.
—Se han ido —le aseguró.
Aunque estaba bastante seguro de que ese era el caso, Knox necesitaba
verlo por sí mismo. La giró suavemente sobre su estómago y deslizó su
mano por su elegante espalda. Sin heridas, sin imperfecciones, sin
rastro de que alguna vez hubiera sido lastimada, solo había las marcas
de tatuaje de sus alas.
Aliviado, Knox le dio un beso entre los omóplatos y prometió en silencio
que no permitiría que nadie le quitara las alas. Y cuando encontrara a la
persona que envió a esos cazadores hacia ella, haría que lo que pasaron
los cazadores pareciera un jodido crucero de placer.
CAPÍTULO CINCO

La cafetería siempre estaba bastante concurrida por las mañanas, por lo


que Harper estaba acostumbrada a hacer largas colas. La paciencia no
era su punto fuerte, pero la espera valdría la pena. No necesitaba mirar
el tablero del menú o la pizarra que anunciaba las ofertas especiales.
Siempre pedía un café con leche con caramelo; se había convertido en
su ritual, y en ningún lugar se hacían mejores cafés con leche que en
este lugar.
Así que se quedó allí, rodeada por los sonidos de la conversación, el
zumbido de las licuadoras y las máquinas de espresso, y el ruido de las
tazas y los platos apilados en el lavavajillas. Sin embargo, a ella no le
importaba el ruido. Le importaba que su lengua ardiera como loca sin
razón aparente. Con suerte, el café con leche ayudaría con eso.
Harper inhaló profundamente, absorbiendo los reconfortantes olores y
los granos de café. Lo amaba. Le encantaba cómo los aromas de
chocolate, canela, caramelo y nuez moscada se mezclaban tan bien con
él. Por lo general, se sentiría tentada por los pasteles dentro de la vitrina.
Honestamente, estaba más interesada en arrebatar el bote alto de
crema batida y comérselo todo ella sola. Un interés que, por supuesto,
ignoraría por completo porque era simplemente extraño.
Tanner y las chicas estaban reunidas alrededor de la mesa del bistró
cerca de la ventana; se había convertido en su lugar. Tanner, como de
costumbre, estaba hojeando un periódico, pero Harper sabía que era
plenamente consciente de todo lo que sucedía a su alrededor.
Finalmente llegando al frente de la fila, Harper le sonrió a la barista.
—Hola.
—Buenos días. Hice su pedido habitual tan pronto como lo vi, ya
debería estar listo —Era algo que la demonio hacía a menudo, ya que
siempre pedían las mismas cosas.
—Gracias —Harper le entregó el dinero y, después de colocar el cambio
en el bote de propinas, se dirigió al final del mostrador. Allí, otra barista
estaba colocando vasos en una bandeja. Esta demonio en particular,
Wren, le recordaba a Harper a uno de sus primos: era inteligente y
extremadamente peculiar.
Le sonrió a Harper.
—Recibí tu pedido aquí mismo —Colocó una de las tazas en la mano de
Harper—. Prueba esto en lugar de un café con leche.
Harper olfateó.
—¿Qué es?
—Solo espuma de leche de vainilla.
—Pero me encantan mis lattes —Harper se avergonzó de decir que casi
se quejó.
—Lo sé, pero la especia es la variedad de la vida... o lo que sea —Su
ceño se arrugó con preocupación cuando agregó—: Escuché sobre el
ataque. ¿Cómo estás?
Harper no se sorprendió de que la noticia se difundiera. La vid
demoníaca funcionaba a una velocidad seriamente rápida.
—Estoy bien, gracias. Me sentiré aún mejor si me das mi café con leche.
Wren sonrió.
—No te da miedo un poco de leche, ¿verdad?
Harper sintió que sus labios se curvaban.
—Puedes ser rara a veces, ¿sabes?
Los ojos de Wren brillaron.
—Tal vez somos gemelas.
Harper se rió.
—Quizás —Un silbido la hizo mirar por encima del hombro. Devon
estaba parada en el carrito de condimentos, golpeando su reloj con
impaciencia. Harper puso los ojos en blanco y se volvió hacia Wren—.
Probaré la maldita leche —Tomó un sorbo cauteloso. Harper siempre
había sido una chica de caramelo, pero la espuma de vainilla sabía muy
bien. Aún mejor, parecía calmar su lengua ardiente. Aún así, Harper hizo
un resoplido—. Bien, lo tomaré.
Wren se rió entre dientes.
—De nada.
—Sí, sí.
Levantando la bandeja, Harper se dirigió a Devon, quien rápidamente la
ayudó a agregar azúcar, leche y otros aderezos a las bebidas.
—Yo llevaré la bandeja —dijo Devon—. Esperaste en la fila.
Bien con eso, Harper se giró... y casi chocó con nada menos que con
Carla. Bueno, que se joda un maldito pato.
Su demonio interior siseó, sin tiempo ni paciencia para esta mujer que la
había abandonado. Era la primera vez que Harper se encontraba cara a
cara con ella desde antes de la muerte de Roan. El brillo de
resentimiento en sus ojos le dijo que Carla no estaba allí para
comprobar que se había recuperado del ataque de los cazadores. No
había sorpresa allí.
Harper estaba consciente de que la charla se había calmado y todos
estaban mirando, esperando ver cómo se desarrollaría. Carla sin duda
estaría encantada con eso. Le encantaba ser el centro de atención... así
era la vida de un narcisista.
Una parte de Harper sentía pena por esta persona que estaba tan
atrofiada emocionalmente que todavía estaba atrapada en la edad
infantil en la que sus propios deseos y necesidades eran más
importantes que los de los demás. Debido al enorme agujero emocional
dentro de ella, siempre buscaba perpetuamente la atención que
necesitaba intensamente como un adicto necesitaba crack. Y la droga
preferida de Carla parecía ser la simpatía. Era una víctima interminable,
y el drama la hacía sentir viva de alguna manera. Como tal, estaba
ordeñando cualquier simpatía que pudiera obtener por haber perdido a
su hijo.
Tal vez los pensamientos de Harper deberían haber mostrado un poco
más de sensibilidad ante la situación actual de Carla. Después de todo,
la mujer estaba de duelo. Pero, sinceramente, Harper no creía que Carla
pudiera experimentar el dolor como los demás. Simplemente no parecía
realmente capaz de formar una conexión emocional con nadie. Ninguno
de sus hijos tenía una palabra amable que decir sobre ella, lo cual era
revelador. Y amar a una persona a menudo significaba ponerla en
primer lugar, y Carla estaba demasiado ensimismada para poner a
alguien antes que ella.
Tanner estuvo instantáneamente al lado de Harper, su postura
protectora.
—¿Hay algún problema aquí?
—Podría haberlo —respondió Harper.
—No te aconsejaría que dijeras lo que se te pasa por la cabeza, Carla —
dijo Devon. A ninguna de las chicas le había gustado nunca Carla,
particularmente Khloë, quien insistía en referirse a los padres de Harper
simplemente como sus “principales parientes consanguíneos”.
Los hombros de Carla se levantaron mientras tomaba un largo respiro.
Aparte de su pequeña figura, mentón puntiagudo y cabello oscuro, no
se parecían mucho en absoluto. Era algo por lo que Harper, por
insignificante que fuera, estaba agradecida.
—Solo quiero decir una cosa.
Harper dudó que solo dijera una cosa. Carla amaba el sonido de su
propia voz.
—Roan... tenía sus defectos —continuó Carla—. No era perfecto por
ningún tramo de la imaginación. Pero él nunca hubiera considerado ser
parte de algún plan para derrocar a los Primes de EE. UU. Ni siquiera
tiene sentido, él nunca se habría beneficiado de ello.
—De acuerdo.
Carla parpadeó.
—¿Si?
—No hay nada en absoluto que pueda decir que te apaciguaría. Si
deseas creer que él no era parte de eso, ¿quién soy yo para interferir
con eso?
Harper no tenía intención de darle a la mujer el argumento que estaba
buscando.
—Pero no estás de acuerdo conmigo —empujó Carla.
—Es posible que estuviera mintiendo, pero no veo por qué lo habría
hecho.
—Pero tal vez seas tú la que está mintiendo.
El demonio de Harper gruñó.
—¿Yo?
—Tal vez estás celosa de que lo mantuve pero a ti te entregué.
Harper no pudo evitarlo; ella rió. Pero no era un sonido agradable.
—Oh, sí, Carla, me tienes allí —dijo secamente. Hubo algunas risitas.
La expresión de Carla era dura como la piedra.
—¿No te molesta que hayas matado a tu propio hermano?
¿Le molestaba a Harper que hubiera estado en una posición en la que
tenía que matarlo o ser asesinada por él? Sí. ¿Le molestaba que
estuviera muerto? No. Roan había conspirado contra los Primes
estadounidenses. Peor aún, había querido a Knox muerto. Eso era algo
que Harper nunca perdonaría ni excusaría.
—Puede que no te haya gustado, pero yo lo amaba. Yo…
Harper dio un solo paso hacia ella, devorando su espacio personal.
—¿Sabes lo que hizo mientras yo estaba atada a una mesa? Tomó un par
de tijeras y me cortó el lóbulo de la oreja... alegando que una vez le
habías hecho lo mismo a él.
Los ojos de Carla parpadearon. La perra retorcida lo había hecho.
—Por lo que me dijo, ese no fue un incidente aislado. Lo lastimaste
antes de eso y lo lastimaste de nuevo después. Haz el papel de madre
devastada y desmoronada si quieres, Carla, pero no esperes que me lo
crea.
Hubo un resoplido, y luego habló otra voz.
—Nunca pudiste resistirte a causar una escena, ¿verdad, Carla?
Harper miró por encima del hombro de Carla y vio a una anciana
menuda con un vestido de gitana. Era Nora, la abuela de uno de los
Primes, Dario. Harper solo la había visto una vez antes, cuando supieron
que Nora tenía premoniciones. Para ser específica, sabía y sentía
eventos que pronto ocurrirían.
Fue a través de Nora que Harper y Knox se enteraron de los Cuatro
Jinetes. Nora no había visto la cara de Roan, pero sabía a través de su
habilidad cuáles eran sus motivaciones. Les había advertido que la
persona que manejaba los hilos de Crow era fría y hambrienta de poder
con un vacío que siempre lo dejaría insatisfecho con la vida.
Frunciendo el ceño a Carla tanto de decepción como de impaciencia,
Nora agregó:
—¿No crees que le has hecho suficiente a esta chica?
Luciendo como si estuviera chupando un limón, Carla dijo:
—Mató...
—Un hijo al que maltrataste y controlaste, por lo que escuché —finalizó
Nora—. Un hijo que no veías como una persona por derecho propio, él
solo era una extensión tuya. No era de extrañar que se volviera
codicioso de poder. Pasó tantos años bajo tu gobierno que necesitaba
el mayor poder posible para sentirse en control. O, al menos, eso es lo
que todos especulan.
Con las mejillas enrojecidas, Carla siseó:
—No era uno de los Jinetes, si es que los Jinetes existen.
—Oh, existen. Y él era uno de ellos, nunca lo dudes. El único culpable de
su muerte es Roan. Hizo sus elecciones. Fueron malas elecciones que
solo podrían haber resultado en su propia muerte.
Antes de que Carla pudiera decir otra palabra en defensa de su hijo,
Tanner la obligó a hacerse a un lado y dijo:
—Has dicho tu parte. Ahora se acabó. Quítate de nuestro camino.
Una vez que Carla se hizo a un lado arrastrando los pies, Nora le hizo un
gesto a Harper para que avanzara y luego entrelazó su brazo con el de
ella. En lugar de acompañar a Harper a la mesa del bistró, Nora se dirigió
directamente a la puerta con Tanner detrás de ellos.
Afuera, Nora dijo:
—Allí. Ahora toma un respiro.
Harper colocó sus manos en sus caderas mientras inhalaba
profundamente, instando a su jodido demonio enojado a calmarse. La
entidad despreciaba a Carla y siempre lo haría.
Nora le palmeó la espalda.
—Tenías razón al creer que no hay nada que puedas decir para
apaciguarla. Nunca aceptará que Roan fue virtualmente responsable de
su propia muerte.
—Sí, lo sé —dijo Harper—. Puedo entender por qué ella no querría
reconocer lo que hizo.
—No está bien que ella te haya confrontado ahí dentro —cortó Tanner.
No, no lo fue, por eso su demonio quería que Harper volviera a entrar
en la cafetería y la abofeteara. En cambio, Harper habló con Nora.
—Espero que no estés aquí porque has tenido algún tipo de mala
premonición.
La mujer se rió, sonando igual que Jolene.
—Ninguna premonición. Escuché que fuiste atacada por cazadores, así
que cuando te vi dentro de la cafetería aproveché la oportunidad para
comprobar que estabas curada.
—Estoy bien —le dijo Harper—. Enojada, por supuesto, pero por lo
demás bien.
Nora abrió la boca para hablar de nuevo, pero luego sonó el timbre
cuando se abrió la puerta de la cafetería. Todas las chicas salieron,
llevando sus tazas. Técnicamente, se suponía que no debían tomar las
tazas, pero Harper dudaba que las baristas les hicieran pasar un mal
rato siempre y cuando las devolvieran.
—¿Estás bien? —preguntó Raini.
Harper asintió.
—No es exactamente la primera vez que le parece bien montar una
escena.
Khloë se burló de Carla a través de la ventana de vidrio.
—Es lo que hacen los adictos a la atención.
—Vamos —comenzó Devon, guiando a Khloë hacia el estudio—.
Entremos o llegaremos tarde a abrir —Asintiendo, Harper le sonrió a
Nora—. Fue bueno verte. Dile a Dario que dije hola.
Nora le dio unas palmaditas en el brazo.
—Servirá. Cuídate, Harper.
Saludó a los demás y luego se alejó.
Raini abrió la puerta del estudio y todos entraron.
—¿Seguro que estás bien? —le preguntó a Harper.
—Si —Harper tomó un sorbo de su bebida—. Sin embargo, no tengo
ganas de contarle a Knox sobre eso. Estará molesto.
Y él sin duda señalaría que si ella se hubiera quedado en casa, podría
haber escapado del feo encuentro, bla, bla, bla. Sin embargo, estaría
equivocado. Carla habría encontrado otra oportunidad para
confrontarla.
—Deberías decírselo ahora antes de que alguien más lo haga —
aconsejó Tanner— ¿Qué es eso que estás bebiendo?
—Leche de vainilla espumosa, aparentemente.
Devon frunció el ceño.
—¿Desde cuándo bebes leche espumada de vainilla?
—Desde que la barista me lo dio para probar —Y dado que alivió la
extraña quemadura en su lengua—. Está bueno.
Knox, ¿estás ocupado?
Su mente rozó la de ella.
Nunca demasiado ocupado para hablar contigo. ¿Todo bien?
Solo quería que supieras, y no es gran cosa, no estoy molesta, que Carla
causó una pequeña escena en la cafetería. No estuvo mal, agregó
rápidamente. No hubo gritos ni amenazas ni nada. Simplemente dejó en
claro que no cree que Roan fuera uno de los Jinetes.
Hubo un completo silencio.
¿Knox?
Una vibración de ira tocó su mente.
Me ocuparé de eso.
No, ya lo traté. Solo te lo digo porque supuse que querrías saberlo.
No tiene derecho a confrontarte, Harper.
No, no lo hace, así que me ocupé de eso. Pronto se irá de la guarida. No le
des la satisfacción de una reacción. Carla era el tipo de persona que
encontraba mejor la mala atención que ninguna atención, lo cual era
simplemente patético, en opinión de Harper. Ella no es importante.
Déjala ver eso.
Hubo un largo silencio.
Está bien, pero si intenta algo más... Dejó que la frase se prolongara,
pero la amenaza era clara.
Entiendo.
Su mente acarició la de ella una vez más, consolándola, y luego se fue. Y
cuando su estómago se revolvió inesperadamente y el letargo
rápidamente se apoderó de ella, comenzó a desear haberse quedado en
casa.

***

Keenan se hundió en la silla frente al escritorio de la oficina de Knox y


tiró un papel encima.
—Esperaba que solo hubiera unos pocos coleccionistas de alas
demoníacas y que este fuera un proceso de eliminación. Ojalá la vida
fuera así de simple.
Knox recogió la hoja de papel y leyó la larga lista de nombres, haciendo
todo lo posible por dejar de lado su ira hacia Carla Hayden. La demonio
le había hecho suficiente daño a Harper. No tenía derecho ni siquiera a
hablarle, y mucho menos a confrontarla. Pero respetaría los deseos de
Harper, siempre y cuando Carla se mantuviera alejada de ella a partir de
ese momento.
—Esas personas son simplemente las que se sabe que las compran en el
mercado negro; habrá Dios sabe cuántos más —El íncubo sacó un
frasco del interior de su chaqueta y tomó un trago—. Hay un tipo en
particular a quien creo que deberíamos estar mirando. Es el principal
coleccionista de alas de esfinge. Su nombre es Francisco Alaniz.
Knox frunció el ceño.
—Reconozco el nombre, pero no creo haberlo conocido.
—Es un agente de casting que dirige su propia agencia muy exitosa en
Malibu. Representa a muchas celebridades, deportistas y otros
profesionales de los medios. También es primo de Thatcher —Los ojos
azules de Keenan se endurecieron—. Es curioso cómo Thatcher era uno
de los demonios que estábamos investigando recientemente como un
posible Jinete cuando, ¡bam!, Harper fue atacada.
Knox se quedó inmóvil cuando las implicaciones se hundieron en su
cerebro.
—He considerado que los cazadores fueron enviados como una
distracción. Hemos estado investigando activamente las identidades de
los otros dos Jinetes desde hace algún tiempo. Me preguntaba si tal vez
nos habíamos acercado demasiado.
La razón principal por la que había sospechado de Thatcher era que el
Prime era un hechicero. Solo la magia de la sangre podría haber sacado
a Laurence Crow de la prisión de Knox, lo que significaba que cualquiera
de los Jinetes era un hechicero o que habían contratado a uno para
liberar a Crow.
Knox tuvo que explorar ambas posibilidades. Sus demonios habían sido
discretos al investigar a Thatcher, pero eso no significaba que el Prime
no se hubiera enterado de alguna manera.
—Thatcher es una gran hechicero conocido por usar magia de sangre
en el pasado —dijo Keenan—. Pero lo que realmente me interesa de
este tipo es que parece ser el único Prime que no está investigando el
asunto de los Jinetes.
Los ojos de Levi se entrecerraron.
—Eso podría significar que piensa que la teoría es una mierda, o que no
ve la necesidad de investigarla porque sabe exactamente quiénes son.
Si fijó la vista de su primo en Harper, es posible que hayamos puesto
nervioso a Thatcher. Pero… no veo cómo pudo saber que las alas de
Harper llegaron a ella.
—Tal vez no lo sabía —sugirió Larkin, sentado en el sofá cerca de la
ventana que daba al círculo de combate debajo de la oficina—. Tal vez
pensó que estaba mintiendo a los cazadores.
Knox inclinó la cabeza hacia la arpía.
—Cierto, pero quienquiera que lo haya hecho sabía que haríamos todo
lo posible para rastrear quién contrató a los cazadores. Ese rastro lo ha
llevado a su primo, lo que pone a Thatcher en nuestra mira. Es listo.
¿Realmente haría algo para atraer nuestra atención hacia él de esa
manera?
Levi se frotó la nuca.
—Podría ser que él no esperaba que pusieras tus manos sobre los
cazadores y descubrieras que habían sido contratados. Los cazadores
suelen actuar solos.
—Por lo que aprendí, no se sabe que Francisco contrate cazadores —
dijo Keenan—. También supe que su padre y su hermano eran esfinges,
a quienes odió hasta el día en que los mató. Se cree que sus alas fueron
las primeras que se colgaron en su pared.
—Si eso es cierto, probablemente sean como trofeos para él —dijo
Larkin, jugando con su larga trenza—. Tal vez las otras alas pertenecen
a las personas que quería muertas.
Los pensamientos de Knox exactamente.
—Necesitamos escuchar lo que Francisco tiene que decir, pero no
tengo la paciencia para hacer el viaje en el jet privado —Necesitaba
respuestas para ayer.
Claro, podía pirotransportarse a Malibu, pero no muchos sabían que
tenía esa habilidad. A Knox le gustaba mantener al mundo de los
demonios adivinando lo que podía o no podía hacer. Les resultaba difícil
averiguar qué raza de demonio era. Si alguna vez lo hicieran, sin duda se
unirían contra Knox con la esperanza de matarlo. No funcionaría, por
supuesto, pero preferiría no tener que acabar con la mayoría de la
población demoníaca.
—Podríamos usar a Armand —sugirió Larkin, refiriéndose a un miembro
de la Fuerza que tenía la capacidad de teletransportarse—. Podría
llevarnos a Francisco.
Knox asintió.
—Invócalo.
Momentos después, llamaron a la puerta.
—Adelante —dijo Knox. Armand entró, sin duda se había
teletransportado fuera de la oficina después de recibir la convocatoria
telepática de Larkin.
—Necesitamos que nos teletransportes a alguna parte —le dijo Knox—
¿Cuántos puedes teletransportar a la vez?
El demonio alto y calvo dijo:
—Cuatro, incluyéndome a mí.
Knox torció la boca.
—¿Hay un límite a lo lejos que puedes llegar?
—Todavía tengo que tener un problema para llegar a un destino.
Keenan recitó la dirección de la oficina de Francisco en Malibu.
—¿Puedes llevarnos allí?
—Absolutamente —dijo Armand— ¿Cuándo?
—No hay tiempo como el presente —dijo Knox.

***

Apoyando las manos entrelazadas sobre el escritorio de su oficina,


Francisco Alaniz sonrió, acentuando las arrugas de su bronceado rostro.
Knox siempre había pensado que el propósito del bronceado falso era
que pareciera natural, no que pareciera literalmente falso. Tal vez la piel
de Francisco no hubiera parecido tan oscura si su cabello no fuera tan
claro.
Knox aceptó la invitación de sentarse frente a Francisco, pero no le
devolvió la sonrisa. Era posible que este demonio fuera el responsable
de lo que le pasó a Harper. Knox quería empujar al tipo contra la pared y
amenazarlo con abrirlo y arrancarle todos y cada uno de sus órganos,
pero Knox sabía que no debía soltar las riendas de su control. También
debía tener en cuenta que los Jinetes querían que lo perdiera.
Apuntaban persistentemente a Harper porque creían que ella era su
única debilidad. Tenían razón en eso.
Tenía la opción de simplemente meter su mente en la de Francisco para
encontrar la verdad por sí mismo, pero no era un acto que Knox
disfrutara hacer; significaba cribar los pensamientos, fantasías,
recuerdos y secretos de una persona. Siempre era una sobrecarga de
información, información que a menudo preferiría no haber sabido.
Además, caminar, concentrar su mente en la de los demás, haría que
Knox pareciera débil, en cierto sentido, como si no confiara en su propio
juicio. También le haría perder el respeto de muchos, ya que
efectivamente era una violación. Sólo lo hizo cuando fue absolutamente
necesario.
—Debo decir que fue una gran sorpresa cuando mi recepcionista
anunció que Knox Thorne estaba afuera de mi oficina —le dijo Francisco,
mirando brevemente a Levi, quien estaba parado contra la pared del
fondo. Solo Levi había entrado en la oficina con Knox. Los otros estaban
montando guardia afuera de la puerta, lo que a la recepcionista de
Francisco no le hizo mucha gracia.
Francisco se recostó en su silla.
—Entonces, ¿qué lo trae por aquí, Sr. Thorne?. ¿Necesita representación?
—No. Tengo algunas preguntas para ti.
—¿Oh? Una pena. Tienes la cara y el carisma que te llevarían lejos en
esta industria.
Knox fue directo al grano.
—Mi compañera fue atacada recientemente.
Con expresión comprensiva, Francisco suspiró.
—Sí, escuché sobre eso. Eran cazadores, ¿correcto?
—Sí. Tenían la impresión equivocada de que ella tiene alas. Está
completamente curada. Luchó contra ellos, lo que deberían haber
anticipado. Aún así, no es suficiente para mí haber matado a los
cazadores que la atacaron —La voz de Knox se endureció cuando
agregó—: Quiero al demonio que los contrató.
Francisco se enderezó.
—¿Fueron contratados?
—Sí. Alguien los contrató para obtener sus alas. Lo primero que pensé
fue que podría ser un coleccionista.
La comprensión apareció en el rostro de Francisco.
—Ah, ya veo. Has oído hablar de las alas que se muestran en la pared de
mi casa —suspiró—. Las únicas alas en mi pared pertenecen a mis
parientes muertos, demonios que despreciaba por una razón u otra. En
verdad, no me importan mucho las alas de esfinge. No estoy interesado
en coleccionarlas.
—Sin embargo, las exhibes en tu pared.
—Tomé la parte de esos demonios que los definían. Verás, en mi familia,
las esfinges son consideradas la raza superior. Soy un segador, como mi
madre. Ella y yo nunca hemos sido lo suficientemente buenos para los
demás. ¿Qué los hace tan diferentes a nosotros? Nada. No son más
poderosos. No son más fuertes. Sin embargo, algunos de ellos sintieron
que tenían derecho a joderme y lastimar a mi madre.
Así que les había robado la única cosa verdadera que hacía que las
esfinges fueran tan diferentes de Francisco y su madre, se dio cuenta
Knox.
—Yo no contrato cazadores, señor Thorne. Y hago mi propio trabajo
sucio, no importa lo sucio que sea. Sobre todo porque no me gusta
deberle nada a la gente.
Los instintos de Knox le dijeron que Francisco estaba diciendo la verdad.
—Ya veo. ¿Alguna idea sobre quién podría ser el demonio que contrató
a los cazadores? Enviaron a los cazadores un correo electrónico cifrado
y anónimo que se eliminó poco después de leerlo.
Francisco se frotó la mandíbula.
—He oído hablar del método, pero solo hay una persona que conozco
personalmente que lo usa.
—¿Quién?
—Su nombre es Dion Boughton. Es un coleccionista de muchas cosas,
no solo de alas. Si estás buscando a alguien que se niegue a ensuciarse
las manos pero que se arriesgue a la ira por agregar cosas a su colección,
debes buscarlo. Tiene un museo dentro de su casa. Por lo que he oído,
también colecciona personas.
—¿Personas? —repitió Knox.
—Le gusta rodearse de lo único, lo que podría tener mucho que ver con
que sea una persona muy normal.
Tanto Harper como sus alas eran realmente únicas, por lo que Knox
definitivamente estaría conversando con Dion.
—No será fácil hablar con él. Vive en una isla privada, que está
protegida psíquicamente. Si quieres hablar con él, necesitarás una
invitación.
—¿Tienes su número?
Francisco volvió a juntar las manos.
—No tiene teléfono.
Las cejas de Levi se juntaron.
—¿Quién no tiene un teléfono?
—Es un tecnófobo: rechaza cualquier avance tecnológico,
especialmente cualquier cosa que interfiera con la privacidad personal,
como las redes sociales —dijo Francisco—. También es un poco recluso.
No acepta muchos visitantes en su isla —Se volvió hacia Knox—. Si
deseas ponerte en contacto con él, tendrás que escribirle.
Knox frunció el ceño.
—¿Escribirle?
—Qué arcaico.
Levi se rió entre dientes.
—Tengo su dirección —Francisco sacó un pequeño archivo
encuadernado en cuero del cajón de su escritorio y lo hojeó hasta que
se decidió por una página específica—. Solo envía una nota rápida
expresando tu deseo de reunirte con él. Debería responder dentro de
unos días, una semana como máximo.
Knox tomó la hoja de papel en la que Francisco había anotado la
dirección de Dion.
—¿Cómo está tu primo, Thatcher?
El abrupto cambio de tema hizo que Francisco parpadeara dos veces.
—Hace tiempo que no sé nada de él. No hablamos mucho.
—Mmm. Si hablas con él, transmítele mis mejores deseos.
—Lo haré, señor Thorne.
Knox asintió brevemente y se puso de pie. Sostuvo la mirada de
Francisco mientras le advertía:
—Si descubro que me has mentido sobre algo aquí hoy, iré por ti.
Francisco tragó saliva.
—No esperaba menos.
—Bien. Nos veremos.
CAPÍTULO SEIS

—¿Por qué siempre me llevas a lugares extraños para dar lecciones? —


Harper se quejó.
—No te llevo a lugares extraños —dijo Knox, parándose frente a ella—.
Te llevo a lugares desiertos donde no habrá testigos.
—Bueno, este lugar ciertamente está desierto —La nariz de Harper se
arrugó ante los olores a moho, polvo calcáreo y piedra calentada por el
sol.
—Mira la situación de esta manera; estás viendo ruinas antiguas que
aún no han sido descubiertas por humanos. Eso significa que no
seremos vistos por turistas, excursionistas o arqueólogos. Y si las llamas
se salen de control, todo lo que destruirán serán edificios, torres y
pilares de piedra que ya se están desmoronando.
Tenía razón, pensó Harper mientras miraba a su alrededor. Todo estaba
desgastado por el clima y cubierto de musgo, enredaderas gruesas y
viscosas y otro follaje. Incluso las estatuas de piedra estaban gastadas
hasta el punto de que no tenían rostro.
Lo que le preocupaba era la piel de serpiente que había visto entre los
escombros. Eso, y el hecho de que estaba inquietantemente silencioso.
Todo lo que podía oír eran hojas muertas moviéndose a lo largo de la
piedra y matorrales susurrando con la brisa.
—¿No encuentras este lugar incluso un poco espeluznante?
—Deja de intentar distraerme —amonestó Knox suavemente. Pasó su
pulgar a lo largo de su labio—. Sé que ha pasado una semana desde el
ataque y no ha pasado nada más, pero eso no significa que debamos
bajar la guardia. Si te hace sentir mejor, no creo que necesites más de
una lección. Como sé por cuando te estaba enseñando a volar, aprendes
las cosas muy rápido. Solo tomó algunas lecciones antes de que
estuvieras volando junto a mí sin ninguna ayuda. Sé que tienes dudas
acerca de llamar a las llamas, pero eso es algo bueno.
Frunció el ceño.
—¿Cómo?
—Llamarlas es tan serio como cualquier cosa puede ser. Debes estar
ansiosa y debes tener cuidado con el tipo de poder destructivo que
tienen. Si no fuera así, estaría preocupado y decepcionado de ti.
—No solo desconfío de las llamas, Knox. Soy cautelosa de cuánto le
gustan a mi demonio. Hubiera felizmente aniquilado el mundo porque
estaba enojado porque me habían lastimado. En mi opinión, este tipo
de poder no debería estar en manos de una entidad tan vengativa —Su
demonio gruñó ante esa evaluación.
—No le estoy enseñando a tu demonio cómo controlar la habilidad de
llamarlas. Te estoy enseñando a ti cómo hacerlo. Entonces, si la
situación lo amerita, puedes llamarlas mucho antes de que tu demonio
piense siquiera en interferir.
Harper no estaba entusiasmada con la idea en absoluto, pero si quería
estar segura de que no las llamaría accidentalmente, necesitaba
escucharlo. Ella plantó sus pies.
—Vale ¿Qué quieres que haga?
Dejó caer la mano y dio un paso atrás; la alfombra de hojas muertas se
arrugaba bajo sus zapatos.
—Primero, quiero que solo escuches. Como sabes, los de mi especie
pueden invocar las llamas del infierno porque somos las llamas. Nos
dieron a luz, nos sostienen y nos protegen. Vienen a mí tan fácilmente
como el poder protector dentro de tu vientre viene a ti.
—¿Incluso cuando eras un niño?
—Incluso entonces, al igual que tu poder para causar dolor fue algo que
trató de protegerte cuando eras niña.
A Harper le dolía el pecho ante la idea de que se esperara que un niño
manejara ese nivel de poder. No se debía esperar que un adulto lo
manipule, y mucho menos un niño.
—Tus alas nacieron, en cierto sentido, de las llamas —continuó Knox—.
Como tales, están conectadas a las llamas. El poder está ahí. Listo.
Esperando. Pero lo rechazas emocional y mentalmente por miedo a lo
que tu demonio pueda hacer con él.
Lo cual, pensó Harper, la hacía sensata.
—Daba miedo ser un pasajero en el asiento trasero mientras la
psicópata se volvía… bueno, psicópata. Tal vez no te dio miedo a ti
porque todavía no tienes el sentido de temer mi poderosa ira —Decidió
ignorar el brillo de diversión en sus ojos—. Pero fue una mierda para mí.
—¿Crees que no puedo relacionarme con eso? Mi demonio ha perdido el
control más de una vez, y me vi obligado a ser nada más que un
espectador mientras acababa con todo a su paso. Ninguno de nosotros
puede estar seguro de que tu demonio no vuelva a hacer lo mismo.
Pero si puedes confiar en que no lo necesitas para protegerte o
defenderte, no deberías presionarlo demasiado para que domine en
una situación crítica. Y una forma de estar seguro de que estás
totalmente protegida es conjurando las llamas del infierno.
Se pinchó el interior de la mejilla con la lengua.
—No creo que esto sea tan fácil para mí como lo es para ti.
—Tal vez no, pero ya veremos. Llama a tus alas.
El calor ardió brevemente por su espalda cuando sus alas se
desplegaron. Flexionó los músculos de la espalda, haciéndolos aletear
un par de veces. Eran pesadas, a pesar de ser una telaraña.
Knox acarició un ala y dijo:
—Son tu conexión con las llamas. Piensa en ellas como el puente entre
tú y este poder al que de otro modo no tendrías acceso. Mientras el
puente esté allí, las llamas pueden llegar a ti. Sin él, no pueden
alcanzarte.
—Está bien.
Comenzó a caminar lentamente frente a ella mientras hablaba.
—Tus alas están fuera. El puente está ahí: lo que suceda a continuación
depende de ti. La noche que llamaste a las llamas, traté de calmarlas. No
pude, porque no me estaban respondiendo en ese momento. No
estaban ahí para mí, estaban ahí para ti. Estaban fuera de control, sí,
pero solo porque tus emociones estaban fuera de control.
—¿Estás diciendo que puedo controlarlas?
—¿Controlarlas? No. Puedes guiarlas, pedirles cosas, incluso tratar de
dirigirlas. Pero nunca puedes controlarlos, al igual que nunca puedes
controlar a tu demonio. No funciona de esa manera.
—Mala suerte.
Su boca se torció.
—Pero si te mantienes enfocada, si canalizas tus emociones en una
dirección, las llamas harán lo mismo —Inclinó la cabeza y agregó—:
Principalmente.
Entrecerró los ojos.
—¿Qué quieres decir con “principalmente”?
—Como dije, no se pueden controlar. No iría tan lejos como para decir
que tienen su propia mente. Pero tienen su propia voluntad.
Habiendo estado rodeada por su fuerza y poder, Harper podría estar de
acuerdo con eso.
—Lo que quiero decir es que si les das un objetivo, se concentrarán en
él. Si tu ira no hubiera estado tan fuera de control y se hubiera
concentrado en Roan, las llamas podrían haberlo tragado por completo
en lugar de rodear todo el trailer y luego, viajado hacia afuera,
consumiendo todo lo que tocaron.
Entrecerró los ojos cuando el comentario provocó el recuerdo de Knox
parado allí mientras llamas rojas, doradas y negras brotaban del suelo
para devorar a dos practicantes oscuros en un callejón. Ninguna otra
destrucción, nada de quedarse para quemar nada más: las llamas se
habían extinguido tan rápido como habían llegado. Eh.
—Y ahora practicamos —Knox arrojó una vieja fotografía de Crow al
suelo—. Ahí está, Harper. Ahí está el bastardo que me apuntó una y otra
vez. Me quería muerto y te usó para tratar de llegar a mí; incluso llegó a
tratar de cortarte el útero para que nunca pudieras tener a mi hijo.
Matarlo fue casi un acto de bondad, en realidad, considerando el dolor
que merecía sentir.
Se lamió los labios.
—¿Quieres que llame a las llamas para que devoren la fotografía?
—A menos que prefieras que trajera a una persona viva. Tu ex sería mi
preferencia.
—El delfín sería la mía —Harper echó los hombros hacia atrás—. Dime
lo que tengo que hacer.
—Toca el enlace que tienes con tus alas, el enlace que te permite
llamarlas hacia ti. puede sentirse físico, pero es de naturaleza psíquica.
Encuéntralo.
Harper no necesitaba buscarlo. El vínculo era una parte tan importante
de ella como las propias alas.
—Entendido.
—Bien, ahora estás parado en ese puente del que hablábamos. Crow es
tu objetivo. Mira esa fotografía y piensa en él. Piensa en todo lo que
causó, en cada dolor que sufrieron las personas a tu alrededor. Piensa
en lo que te hizo y en lo que me habría hecho a mí.
Lo hizo, sintiendo que la furia crecía dentro de ella como una tormenta
de fuego.
—El vínculo... se está calentando. Muy caliente.
—Quiero que dirijas cada pizca de la ira que hay en ti hacia esa foto.
Siente la ira y concéntrate en la causa de la ira... y llama al poder que
está al otro lado del puente.
Miró la foto, tratando de proyectar su ira en ella.
—El enlace es súper, súper caliente en este momento.
—No te separes de eso —dijo él, escuchando la cautela en su tono—. El
calor no puede hacerte daño. Céntrate en la foto, Harper. Concéntrate
en Crow.
Sintió el poder al otro lado del puente, ansioso por ser liberado; ella lo
llamó. El aire zumbaba y el suelo temblaba, haciendo revolotear las
hojas muertas a sus pies. La asustó tanto que su determinación vaciló
por un minuto.
—No te harán daño, Harper. No pueden. Dirígelas a Crow. Te abofeteó,
te cortó, trató de sacarte el útero y…
Harper hizo una mueca cuando un poder casi insoportable se disparó
hacia el “puente” y las llamas brotaron del suelo con un rugido. Se alejó
del calor abrasador, incluso mientras se maravillaba de lo que había
hecho. Consumieron la fotografía con facilidad, pero no se extinguieron.
Knox estuvo instantáneamente a su lado.
—Está bien, Harper, quiero que dejes de lado la ira. Crow se ha ido
ahora. Muerto. No puede lastimarte nunca más, y no puede lastimarme.
Se acabó —Le susurró al oído—. Por todas partes. Eso es, buena chica.
Las llamas hicieron lo que necesitabas que hicieran; ahora déjalas ir.
Las llamas disminuyeron lentamente y el zumbido en el aire se extinguió
cuando la energía volvió al lugar de donde procedía. La fotografía se
había ido. Todo lo que quedó fueron cenizas que estaban salpicadas con
un residuo rojo. Harper la miró boquiabierta.
—Lo hice. De hecho, jodidamente lo hice.
—Por supuesto que lo hiciste.
Ella sonrió.
—¿Puedo hacerlo de nuevo?
—Tenía la sensación de que dirías eso.

***

Harper agarró el picaporte de la puerta y se quedó mirando la


habitación oscura y casi vacía. La cuna temblaba al compás de los
llantos del bebé. Su corazón dolía por los sonidos. Los gritos no eran
fuertes, altos o agudos. Eran más quisquillosos, quejumbrosos
—¿Dónde estás? —gritos que contenían un poco de indignación. Pero
aun así tiraron de ella, atrayéndola a la habitación.
Caminó hacia la cuna; cada paso era lento, cuidadoso, vacilante. Una
parte de ella quería darse la vuelta y huir, aunque no sabía de dónde
procedía esa cautela. Pero ella siguió avanzando a propósito.
Los llantos se redujeron a suaves resoplidos nasales... como si el bebé
supiera que la atención se dirigía hacia él. Harper tragó mientras crecía
su inexplicable cautela. Aún así, sus pasos no vacilaron. Y entonces ella
estaba allí, mirando en la cuna.
Tan pequeño, pensó, con una sonrisa, mientras observaba al bebé
retorcerse y patalear. La miró con los ojos entrecerrados, ojos oscuros y
familiares. Entonces esos ojos sangraron hasta volverse negros, y la
cuna estalló en llamas.
Harper se despertó con un jadeo silencioso, haciendo una mueca
cuando los focos en el techo de caoba le picaron los ojos. Rápidamente
se dio cuenta de que estaba acostada en el sofá de la sala, cubierta con
una manta que Knox debió haberle arrojado. Había silenciado la
televisión montada en la pared que ella había estado viendo antes de
quedarse dormida. Bueno, invocar las llamas del infierno fue agotador.
Parpadeando dos veces para aclarar su visión, se sentó en el sofá
curvado de color beige que era idéntico al que estaba enfrente. Una
sombra cayó sobre ella y miró hacia arriba para ver a Knox mirándola
fijamente, con la cabeza ladeada.
—Estas despierta.
—Suenas decepcionado —Al verlo ponerse la chaqueta de su traje, se
dio cuenta—. Te vas a alguna parte y esperabas poder dejarme atrás.
Furtivo.
—No hubo tal suerte, aparentemente —se quejó.
—¿A dónde vamos?
Parecía a punto de discutir, pero en cambio suspiró y dijo:
—A visitar a la madre de McCauley.
—¿Tú sabes quién es ella?
—Estamos bastante seguros de que es una demonio de nuestra guarida
llamada Talia Winters. McCauley tiene un gran parecido con ella. Por
supuesto, ella puede confirmarlo por nosotros.
Caminó sin hacer ruido por el suelo de pino claro y se acercó a la
hermosa chimenea. Agarrando su teléfono celular de la repisa de la
chimenea entre sus chucherías, se lo arrojó. Había añadido algunos
otros toques personales a la espaciosa habitación de techo alto, como
los gruesos estantes de roble para libros y la suave manta que era del
mismo azul marino que la alfombra persa.
—Recuerdo que Talia estuvo embarazada —agregó Knox—. Afirmó
que el niño murió poco después de su nacimiento.
—Supongo que fue intercambiado por un niño humano que murió poco
después —Harper se puso de pie e hizo un largo estiramiento felino—.
Háblame de Talia. No recuerdo haberla visto nunca.
Knox la rodeó con un brazo y la atrajo hacia él.
—Eso es porque los clubes de striptease no son lo tuyo.
—¿Es una stripper?
—Sí. No tiene pareja, no tiene otros hijos y se rumorea que es adicta. No
estoy seguro de qué tan cierto es ese rumor —Atrapó su labio inferior
entre los dientes y tiró, sonriendo ante su jadeo—. Tanner viene con
nosotros y ya casi está aquí. Tan pronto como estés lista para irte,
iremos a su apartamento y lo averiguaremos.
—Todo lo que necesito es un café rápido; entonces podemos irnos.
Poco tiempo después, Levi los llevó a lo que era una parte sombría de
Las Vegas. Harper pensaba que su antiguo edificio de apartamentos era
malo. Esta zona era mucho peor. Era el tipo de lugar en el que
esperabas encontrar ocupantes ilegales y adictos, y deberías
preocuparte de que te alcance una bala perdida. El edificio en sí estaba
cubierto de graffitis y extrañas manchas amarillas, y también parecía
carbonizado en algunos lugares. Muchas de las ventanas estaban sucias,
mientras que otras estaban rotas o bordeadas.
—De nuevo, yo cuidaré el coche —dijo Levi.
Dado que había pequeños grupos de personas astutas dispersas, Harper
pensó que era una buena idea.
Tanner abrió la puerta trasera para que Knox y Harper pudieran salir.
Knox abrió el camino mientras se dirigían al edificio, y Tanner
permaneció detrás de ella; la estaban encerrando, protegiéndola. La
irritaba en un nivel, pero decidió dejarlo pasar.
Algunos jóvenes de aspecto dudoso estaban sentados en un viejo sofá
afuera, fumando y bebiendo. Humanos, ella sintió. Los miraron
audazmente, pero algo en el rostro de Knox les hizo apartar la mirada.
Puede que no supieran lo que era, pero eran lo suficientemente sabios
como para sentir el peligro en él.
La puerta principal crujió cuando Knox la abrió. La nariz de Harper se
arrugó. El aire estaba húmedo y polvoriento. Podía oler a marihuana,
orina, suciedad y algo… mal. Rancio. Sí, este lugar definitivamente era
mucho peor que su antigua dirección. Vidrios, latas, agujas usadas y otra
basura estaban esparcidos por los pisos y las escaleras. Estaba oscuro,
gracias a los cables sueltos que colgaban de un agujero en el techo
donde debería haber una bombilla.
Knox miró el ascensor averiado.
—Vive en el tercer piso, apartamento B.
—Entonces subimos —dijo Tanner.
Knox se adelantó de nuevo mientras subían las atestadas escaleras. Casi
se sorprendió cuando ninguna rata o cucaracha pasó junto a ellos. Las
paredes eran delgadas, porque Harper podía escuchar a los inquilinos
discutiendo, riendo y tocando su música.
Finalmente, llegaron a la puerta del apartamento de Talia. Knox llamó a
la puerta, pero no hubo respuesta. Volvió a llamar, esta vez más fuerte.
La puerta vecina se abrió y una anciana humana se asomó; rostro
desgastado y demacrado.
—Tendrán que tocar fuerte —les dijo la humana—. Talia tiende a
dormir todo el día.
—Ya veo —dijo Knox—. Gracias.
La anciana hizo un sonido de resoplido y desapareció en su
apartamento.
Knox golpeó con el puño la puerta de Talia casi lo suficientemente
fuerte como para hacerla traquetear. El sonido de pisotones y
maldiciones provenientes del interior pronto fue seguido por la puerta
que se abrió de un tirón.
—¿Qué? —espetó una rubia alta, casi delgada como una oblea. Luego
vio bien a Knox y palideció—. Lo siento mucho, Sr. Thorne, no sabía que
era usted.
—Está bien, Talia —dijo Knox—. Nos gustaría hablar contigo.
Parpadeó y se pasó una mano por sus rizos sueltos y rubios apagados.
—Um, sí, está bien, seguro. Adelante.
Las tablas del piso debajo de la delgada alfombra crujieron cuando
entraron. Harper había estado deseando escapar de los olores de las
escaleras. Honestamente, no olía mucho mejor aquí. Polvo. Comida
rancia. Cigarrillos y humo y un enfermizo perfume empalagoso.
El apartamento era pequeño y estaba escasamente amueblado con
ropa esparcida por todas partes. El empapelado manchado se estaba
despegando de las paredes, revelando grietas en el yeso. Harper podía
ver la pequeña cocina desde donde estaba. Podía ver las pilas de platos
en el fregadero oxidado, las puertas rotas de los armarios y la encimera
desordenada.
Sintiendo ojos sobre ella, cortó su mirada hacia Talia. La demonio la
miraba, tomándola a medida, como queriendo asegurarse de que era la
más linda de la habitación. Lo que fuera. Harper se quedó mirándola
hasta que Talia finalmente desvió la mirada. Tenía un gran parecido con
McCauley con sus ojos oscuros, pómulos altos, barbilla con hoyuelos y
orejas pequeñas que sobresalían ligeramente.
Su camiseta sin mangas y sus pantalones cortos bordeaban lo indecente,
pero eso podría deberse a que hacía mucho calor. Incluso con el sonido
de las voces, los televisores y los ladridos de un perro, Harper podía
escuchar el sonido del aire acondicionado encendiéndose y apagándose.
Se preguntó cómo diablos la mujer se las arreglaba para hacer frente al
calor.
Harper sabía que muchas personas terminaban en lugares como este
cuando no tenían suerte, pero tenía la sensación de que a Talia no le
importaba lo suficiente su vida como para respetarse a sí misma o
cualquier cosa que tuviera en su poder. O tal vez era simplemente que
le gustaban demasiado las drogas como para preocuparse por otras
cosas, porque si su piel cetrina, sus ojos inyectados en sangre y sus
pupilas contraídas eran algo por lo que pasar, todo el rumor de que
Talia es drogadicta era cierto.
Sus mejillas se enrojecieron de vergüenza mientras miraba a su
alrededor.
—El lugar está un poco desordenado —Empujó a un lado la cortina
raída y abrió la ventana oxidada—. Lo siento, me tomó un tiempo para
responder.
—Eso está bien —dijo Knox.
Se rodeó con los brazos y levantó la barbilla.
—Um... entonces... ¿qué necesitas?
—¿Viste las noticias recientemente?
Parpadeó rápidamente.
—¿Quieres decir, como, en la televisión? No veo las noticias. Siempre
son cosas deprimentes. Asesinatos, asaltos y guerra.
—Había una historia reciente sobre una mujer que drogó a su hijo de
seis años, lo metió en un horno y trató de quemarlo vivo.
Talia puso un ceño fruncido.
—¿Qué?
—Su esfuerzo no funcionó tan bien. Resulta que su piel es impermeable
al fuego.
—¿Él es uno de nosotros?
—Parece creer que él es un cambion. Es por eso que lo metió en el
horno; aparentemente, es una forma segura de exponer a un niño
cambiante. Tiene seis años —Knox vio cómo Talia se daba cuenta. El
miedo brilló en su rostro—. No me pediste permiso, Talia.
Se lamió los labios, los hombros curvándose hacia adentro.
—Sabía que no me lo darías.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó Tanner.
Talia soltó una carcajada.
—¿Estás bromeando? Mira este lugar. Mírame. Los niños necesitan
amor y seguridad y todo ese jazz, ¿verdad?
—Podrías haber intentado mejorar tu situación —dijo Tanner.
Talia negó con la cabeza con fuerza y miró al suelo.
—No podría haberlo amado —murmuró—. Quería. Simplemente no
pude.
Algo en la forma en que lo dijo hizo que Harper adivinara:
—Fuiste violada —Talia se estremeció.
—Deberías habernos dicho —dijo Knox entre dientes—. Nos
hubiéramos ocupado de la situación.
Talia lo miró con los ojos húmedos.
—No había nada que pudieras haber hecho. El hijo de puta era humano.
Me encargué de eso yo misma.
—Tú lo mataste —dijo Harper.
Sus ojos se encendieron.
—Diablos, sí, lo hice. No era nada que no mereciera.
Harper no iba a discutir con eso.
—Sin embargo, no abortaste al bebé.
Talia se encogió de hombros, desviando brevemente la mirada.
—No le había hecho nada a nadie. No fue su culpa. Pero no soy, ya
sabes, maternal. Nunca quise hijos. Todavía no quiero. Lo cual es algo
bueno, de verdad, considerando que no soy heterosexual —asomó la
barbilla—. Júzgame por regalarlo si quieres, pero él no habría tenido
una buena vida conmigo.
—No tenía una buena vida con los humanos —señaló Knox— ¿Qué
pasó con su hijo biológico?
—Estaba en soporte vital. Hice que la partera de nuestra guarida, Sella
Monroe, intercambiara los bebés. No sobreviviría entre demonios. Lo
verían como una presa fácil.
—No hay nada débil en tu hijo —dijo Knox.
Se puso rígida.
—¿Qué quieres decir?
—Es poderoso, Talia.
Sacudió su cabeza.
—Te lo juro, no había ni siquiera una ligera aura de poder a su alrededor.
No podía sentir su demonio. Bien podría haber estado cargando a un
bebé humano. Pregúntale a Sella, ella te lo dirá.
—Tal vez el poder y su demonio permanecieron inactivos por un tiempo,
no hay forma de estar seguro.
Talia se hundió en el sofá hundido, como si sus piernas fueran
demasiado débiles para sostenerla por más tiempo. Después de unos
momentos, ella habló.
—¿Así que está bien?
—Está bien. Se está quedando con Wyatt y Linda Sanders en este
momento.
Sintiendo a dónde iba esto, comenzó a sacudir la cabeza de nuevo, con
los ojos muy abiertos por el pánico.
—No puedo tomarlo. No sería una buena madre. No tengo nada que
darle.
—No tiene adónde ir, Talia.
—Los Sanders se lo quedarán. Sabes que lo harán. Será más feliz allí.
—Talia…
—No puedo tomarlo —Sus palabras se rompieron en un sollozo—. No
me lo pidas. Por favor. No puedo.
Knox exhaló pesadamente.
—Está bien. Pero no puedo garantizar que la gente no se dé cuenta de
que eres su madre. Se parece a ti. Incluso podrías descubrir que te hace
una visita algún día.
—Oirá lo suficiente para saber que no soy lo que necesita —murmuró.
—Cuídate, Talia. Nos iremos.
Mientras bajaban las escaleras, Tanner dijo:
—Entré allí preparado para enojarme con ella.
—Realmente cree que hizo lo correcto por él —Harper suspiró—. Si
todo lo que hubiera podido ver fuera a su violador cada vez que lo
miraba, entonces tal vez lo hizo.
—¿Vas a dejar a McCauley con Wyatt y Linda? —preguntó Tanner.
Al llegar a la puerta principal, Knox la mantuvo abierta.
—Si el arreglo está funcionando para todos los involucrados, sí —Una
vez en el Bentley, Knox dijo—: Levi, tenemos que hacer una parada
técnica en la casa de los Sanders.
—Lo tienes —dijo Levi— ¿Talia es la madre del niño?
—Sí —Knox rápidamente le dijo lo que les contó y luego sacó su
teléfono y marcó el número de Wyatt—. Tengo información para ti,
pero no quiero hablar de eso mientras McCauley esté cerca.
Encuéntrame al final de tu patio delantero en diez minutos.
Cuando Wyatt estuvo de acuerdo, Knox terminó la llamada.
—¿Crees que querrán quedarse con McCauley? —preguntó Tanner.
—Linda lo hará —comenzó Harper—, pero no estoy tan segura acerca
de Wyatt.
Cuando Levi finalmente estacionó en el fondo del patio de los Sanders,
tanto Linda como Wyatt estaban esperando allí, con expresiones
sombrías.
En el momento en que Knox y Harper salieron del coche, Linda dio un
paso adelante y preguntó:
—¿Qué pasa?
—Tenemos la identidad de la madre de McCauley —le dijo Knox—. Es
Talia Winters.
Por un momento, una mirada extraña cruzó el rostro de Wyatt. Luego
desapareció, y dejó escapar un suspiro.
—Se parece un poco a ella. ¿Cómo no lo vi?
—¿Has venido a llevártelo? —preguntó Linda, con voz temblorosa.
—Talia no cree que su hogar sea el mejor lugar para él —dijo Knox.
—Tendría que estar de acuerdo —cortó Linda—. Es una prostituta.
Harper arqueó una ceja.
—Es una stripper, que es diferente —Linda bajó la mirada.
—Tienes razón, por supuesto. Me disculpo.
¿Sí? No sonaba tan arrepentida.
—Nos encantaría que se quedara aquí —le dijo Linda a Knox—. Estoy
seguro de que a McCauley le parecería bien —Al escuchar el timbre de
su teléfono fijo, dijo—: Disculpen.
Una vez que Linda estuvo dentro de la casa, Knox se volvió hacia Wyatt.
—¿Cómo ha estado McCauley?
—Ni una onza de problemas —respondió Wyatt—. Casi dolorosamente
cortés. No pensarías que el niño había pasado por una experiencia
traumática. Nunca habla de sus padres humanos o de lo que le pasó —
Se encogió de hombros—. Tal vez está en negación o algo así, no lo sé.
—Tu pareja lo ama —dijo Tanner.
Wyatt le dirigió una débil sonrisa.
—Le encanta tener a alguien a quien amar.
—Voy a ser honesto contigo —comenzó Harper—. Si me preguntas,
hay algo que no está del todo bien con ese chico.
Wyatt suspiró.
—Yo sé lo que quieres decir. Algo en él frota mi demonio por el camino
equivocado. Pero es solo un niño y, ya sea que esté traumatizado o no,
ha pasado por algo horrible.
Harper levantó las manos.
—Si estás feliz de que se quede aquí, no interferiremos con eso. Pero
tienes que estar seguro, Wyatt. Porque aunque el niño me asusta un
poco, no quiero que tenga que ir saltando de casa en casa. Necesita
estabilidad.
Wyatt asintió lentamente.
—Estoy de acuerdo. Estoy feliz de que se quede con nosotros.
Bueno, seguro que no parecía feliz por eso. Harper pensó que lo estaba
haciendo por el bien de su compañera. Al notar movimiento en su visión
periférica, Harper vio a McCauley mirando por la ventana de la sala de
estar. Lo saludó con la mano, forzando una sonrisa. Le devolvió el
saludo, pero el movimiento fue casi mecánico.
—Está bien —dijo Knox—. Puede quedarse contigo si estás seguro de
que es lo que quieres.
—Estoy seguro —le dijo Wyatt.
Knox asintió y luego condujo a Harper de regreso al Bentley mientras
hablaba con Wyatt.
—Revisaré de vez en cuando para asegurarme de que este arreglo
funcione para todos. Confío en que si tienes algún problema, me
llamarás.
—Lo haré —prometió Wyatt.
Cuando Levi se apartó del bordillo, Tanner habló con Knox.
—Dejarlo con los Sanders fue lo correcto.
—Sí, para McCauley —dijo Harper—. Pero tal vez no para ellos.
El tiempo lo diría, supuso.
CAPÍTULO SIETE

Knox miró alrededor de la gran sala de estar que era todo pisos de
mármol y maderas oscuras. Cuando Francisco había dicho que a Dion
Boughton le gustaba rodearse de lo único, no estaba subestimando las
cosas. La isla en la que se asentaba su gran y opulenta casa era un
paraíso tropical. La casa en sí estaba llena de antigüedades, artículos
antiguos, adornos inusuales, jarrones caros y sirvientes que eran raras
razas de demonios. Dion se sentaba en una silla parecida a un trono
frente a Knox, mirándolo con una mirada estudiosa que tenía un brillo
emocionado. Como alguien que está dando una tasación minuciosa a
una antigüedad. El demonio de Knox curvó su labio superior, no
gustando de eso en absoluto.
Está emocionado de verte porque eres tan único como parece, dijo Levi,
quien fue el único que lo acompañó a la habitación. Armand, Keenan y
Larkin esperaban afuera.
—¿Estás seguro de que no te gustaría un café o un refrigerio? —
preguntó Dion.
—No, gracias —dijo Knox—. Solo tenemos algunas preguntas.
La sonrisa de Dion vaciló.
—Esta no es una llamada social, ¿verdad?
—No hago llamadas sociales, Sr. Boughton.
La decepción nubló su expresión.
—Muy bien. ¿Le puedo ayudar en algo?
—No sé qué tan actualizado estás sobre lo que sucede en el mundo
exterior —comenzó Knox—, pero mi compañera fue atacada
recientemente por cazadores.
Dion parecía atónito e incrédulo.
—No habría pensado que nadie se atrevería a arriesgarse a tu ira. O a
su ira, para el caso. Las esfinges no son criaturas que perdonan, y vi a tu
compañera en acción en el vídeo de las elecciones cuando Isla la atacó.
No veo mucha televisión, pero las elecciones no eran algo que estuviera
dispuesto a perderme. Tu compañera es poderosa.
—Lo es —coincidió Knox—. Y, sin embargo, alguien contrató cazadores
para robarle las alas
La frente de Dion se arrugó.
—Pero ella no tiene alas.
—No, no las tiene. Pero parece que alguien no es consciente de eso o
simplemente no lo cree; en cualquier caso, significa que los cazadores
tuvieron una muerte muy dolorosa sin una buena razón —Knox estudió
una vez más la habitación—. No puedo dejar de notar que eres todo un
coleccionista. Escuché que tienes un museo aquí.
Toda emoción abandonó el rostro de Dion.
—Crees que contraté a los cazadores.
—¿Lo hiciste?
La espalda de Dion se enderezó.
—No, no lo hice. ¿He contratado cazadores para adquirir cosas para mí
en el pasado? Sí. ¿Los contraté para robar alas que tu compañera no
posee? No.
Knox torció la boca.
—Por lo que he oído, careces del tipo de ética que te impediría hacer tal
cosa.
—No pretendo tener mucha moral, pero no soy un estúpido. Apuntar a
tu pareja sería el colmo de la estupidez.
—Lo sería. Pero quizás también seas un hombre que se siente intocable.
Tal vez sientas que enviar correos electrónicos encriptados protege tu
identidad.
La boca de Dion se apretó.
—No contraté a esos cazadores.
—Si no fue usted, señor Boughton, ¿quién podría haber sido?
—Realmente no lo sé. No me preocupo mucho por el mundo exterior.
Prefiero mi propia compañía. Pero me parece obvio que los Jinetes
serían los responsables, quienes quiera que sean.
—Oh, creo que hay muchas posibilidades de que esta persona sea uno
de los Jinetes —dijo Knox—. Si puedo identificar quién contrató a estos
demonios, tal vez pueda identificar a uno de los Jinetes.
—No tengo idea de quién podría ser. Si lo hiciera, te lo diría. No me
gusta que un grupo de demonios esté conspirando contra los Primes
más que a ti.
—Me gustaría creerle, Sr. Boughton, realmente lo haría. Pero me parece
bastante coincidencia que una persona que colecciona alas de esfinge
también use correos electrónicos encriptados para comunicarse con los
cazadores… tal como lo hace el demonio que busco.
Sonrojándose, Dion dijo:
—No soy la única persona que usa esa técnica para proteger su
identidad. De hecho, la aprendí de mi antiguo Prime.
Los músculos de Knox se tensaron.
—¿Y quién es tu antiguo Prime?
—Thatcher.
Hijo de puta.

***

Sentada en el columpio, Heidi, de cinco años, miraba la espalda de su


hermano. Le dijo que tenía hambre y que quería irse a casa, y él le
prometió que se irían en diez minutos. Eso fue hace años. Robbie
todavía estaba en el otro lado del patio de recreo, apoyado en las barras
de los monos, coqueteando con las chicas.
Heidi puso los ojos en blanco y fingió tener arcadas. Podía escucharlos
reír, aunque era un poco fuerte con el crujido del columpio, los niños
gritando y los padres hablando. Apostaría a que las chicas no lo
encontrarían tan divertido si supieran sobre su colección de revistas
secretas.
Tal vez debería ir allí y decirles a las chicas que él solo quería “tener
sexo”. Puede que Heidi no supiera qué significaba eso exactamente,
pero supuso que tenía algo que ver con que él ya no era virgo... ¿o era
virgen? Se encogió de hombros.
Sí, se lo diría a las chicas. Entonces Robbie y ella finalmente podrían irse
a casa. No le gustaría, y eso lo haría más impresionante.
Riéndose para sí misma, sujetó los eslabones de la cadena llenas de
baches y se retorció, riéndose aún más fuerte cuando el columpio
rebotó. Y ahora había un hombre parado frente a ella, sonriendo. Un
demonio. Clavó los talones en la tierra y detuvo el columpio.
—Tú eres Heidi, ¿verdad?
No dijo nada. Sólo lo miró. Tenía una bonita sonrisa, pensó.
—Eres la prima de Harper.
¿Conocía a Harper?
—Me habló de ti —dijo—. Realmente pareces un angelito, ¿no? Es todo
ese largo cabello rubio blanquecino, las mejillas sonrosadas y esos
lindos ojos azules.
Sus ojos eran aguamarina en realidad, pero no dijo eso. Se mordió el
labio y dijo con voz temblorosa:
—Eres muy alto.
Sonriendo suavemente, se puso en cuclillas frente a ella.
—¿Así es mejor? —Asintió y le dirigió una tímida sonrisa.
—Mi nombre es Dean. Soy uno de los centinelas de Knox.
Heidi frunció el ceño.
—Pensé que solo tenía cuatro centinelas —Los había conocido a todos.
Keenan era el más divertido.
—Solía hacerlo, pero ahora necesita más para asegurarse de que Harper
esté protegida. Acabo de estar en la casa de tu abuela. Me pidió que te
dijera que tienes que volver adentro. Harper fue atacada de nuevo.
¿De nuevo?
—Los cazadores intentaron robarle las alas. Está bien, pero tu abuela
está molesta y preocupada —Extendió la mano para agarrar su brazo—.
Vamos, te acompaño…
—¡Extraño! —bramó en su cara— ¡Peligro, extraño! ¡Pistola! ¡Fuego!
—Pequeña perra —escupió, tirando de ella fuera del columpio.
Heidi gritó y gritó y gritó hasta que un sonido horrible llenó el aire. La
sangre comenzó a salir de sus oídos, y por eso se suponía que no debía
usar ese grito: podía reventar los tímpanos de las personas e incluso
hacer que las ventanas se rompieran, pero Heidi no quería que el
hombre malo se la llevara. Con un fuerte grito, la soltó. Golpeó el suelo
con fuerza y dejó de gritar.
—¡Heidi! —Era la voz de Robbie, y estaba cerca. El hombre corrió hacia
los árboles y algunas personas lo persiguieron.
Robbie la ayudó a levantarse.
—¿Estás bien? ¿Intentó llevarte?
Asintió.
—Me duele el trasero.
La cara de Robbie se endureció.
—Lo mataré.
La gente que había corrido tras el hombre malo volvió, jadeando. Uno
de ellos se encogió de hombros y dijo:
—Se ha ido.
Robbie gruñó.
—¿Él qué?
El humano se pasó una mano por el cabello, luciendo desconcertado.
—Fue como si él simplemente… desapareciera. Se fue.

***

Harper se inclinó hacia adelante en el sillón mullido, levantó su taza de


té de la mesa de café de caoba y sopló sobre el borde.
—Gracias, abuela.
Jolene sonrió desde su lugar en el sofá, con una pierna cruzada sobre la
otra.
—De nada, corazón.
Harper tomó un sorbo del té. Había pedido café, pero Jolene había
insistido en que necesitaba algo que la ayudara a “relajarse”. En
realidad, no necesitaba el té para relajarse, no cuando estaba en la casa
de Jolene, a pesar de que le dolía la cabeza. Era un lugar que amaba; un
lugar donde siempre se había sentido segura; un lugar que siempre
parecía oler a café, galletas y lavanda.
Si el aroma de las infames galletas de Jolene no fuera suficiente para
hacer que una persona se sintiera bienvenida, sin duda se sentiría a
gusto con el ambiente hogareño del lugar. Los colores tierra, los cojines,
las mantas de lana, los preciados recuerdos y las fotos enmarcadas: era
un hogar, no solo una casa, y eso era sin duda lo que a menudo atraía a
tantos miembros de su familia y su guarida allí.
Irónicamente, parte de lo que hacía que Harper se sintiera tan segura
era que era un centro de actividad constante. Sus parientes siempre
iban y venían, y eso siempre había hecho que Harper se sintiera
protegida y segura. No era algo que pudiera explicar, simplemente lo
era.
Jolene la estudió de cerca.
—Pareces mejor hoy.
—Lo siento.
Todavía estaba cansada, pero no cansada. Si el dolor de cabeza se fuera
a la mierda, se sentiría aún mejor.
—El estrés tiene un poderoso impacto en el cuerpo.
—No estoy estresada.
—Yo lo estaría, en tu lugar —dijo Martina, quien estaba al lado de
Jolene con las piernas dobladas debajo de ella—. Has estado rodeada
de peligro desde que Knox entró en tu vida.
—¿Lo culpas?
—De nada —dijo Martina—. No tiene la culpa de las acciones de los
demás. Sabes mejor que pensar que yo podría juzgarlo así.
Sonriendo, Harper bromeó:
—¿Quieres decir porque tú, la maravillosa iniciadora de fuego, no estás
en posición de juzgar a nadie por nada?
Martina sonrió.
—Quizás.
—¿Descubriste algo que pueda ayudarnos a averiguar quién contrató a
los cazadores? —preguntó Tanner, que estaba tirado en el sillón
reclinable.
—No, ninguna de las personas que conocemos que trabajan en el
mercado negro parece tener idea de quién podría ser —dijo Jolene—.
Pero puedes estar segura de que nadie más vendrá por ti, Harper. Se ha
corrido la voz en el mercado negro de que sobreviviste al ataque y que
Knox mató a los dos cazadores.
Muchos diablillos obtenían y vendían cosas en el mercado negro, por lo
que su familia tenía algunos contactos allí. Los diablillos no vendían
personas ni alas ni nada por el estilo, pero vendían objetos raros y
antigüedades. En su mayoría, vendían información. Los diablillos eran
geniales adquiriendo información.
—¿Dónde está Knox, de todos modos? —preguntó Jolene.
—Regresaba de visitar a Dion Boughton —dijo Harper. Ya le había
contado a Jolene sobre su encuentro con Francisco y que Knox le había
escrito a Dion—. Ayer recibió una carta de Dion con una invitación a su
isla.
Martina cogió su taza de café.
—Dion es el que tiene el museo dentro de su casa, ¿verdad?
—Así es. Le gusta coleccionar cosas únicas: objetos, personas, animales.
—Eres única en muchos sentidos —dijo Martina—. Eso lo convierte en
un posible sospechoso
—Y una persona conveniente a quien culpar —señaló Jolene.
Martina asintió.
—Eso también.
Parecía a punto de decir algo más, pero entonces la puerta principal se
abrió de golpe y entró un grupo de niños.
—¡Hola, abuela! —gritaron al unísono. Corrieron por el pasillo hasta la
cocina. Momentos después, corrían por el pasillo con galletas en la
mano, gritando—: ¡Adiós, abuela!
Martina se rió de sus payasadas y luego se volvió hacia Harper, con la
sonrisa desvaneciéndose.
—Escuché que Carla causó un escándalo en la cafetería.
Harper se encogió de hombros, mostrándose indiferente.
—No importa. Se irá pronto.
—Sí que importa —insistió Tanner—. Cuanto antes se vaya, mejor.
Jolene hizo un gesto de: Voy a apoyar eso
—Harper, debes saber que Lucian viene de visita el próximo mes.
Harper colocó con cuidado su taza en un posavasos cuadrado.
—Sí, me lo dijo.
—¿Se lo has dicho a Knox? —preguntó Jolene.
—No. No tengo ganas de que vuelvan a estar en la misma habitación —
Decir que hubo tensión entre Knox y Lucian sería el eufemismo del siglo.
Knox despreciaba a Lucian por no ser un verdadero padre para ella, y
Lucian quería que “ese bastardo psicópata” desapareciera por
completo de su vida—. Tal vez algún día ellos… —Harper se
interrumpió cuando la puerta principal se abrió de golpe una vez más.
Robbie entró corriendo en la sala de estar con una Heidi de aspecto
asustado en sus brazos. Respiraba con dificultad, sus ojos salvajes. Así,
todos estaban de pie.
—¿Qué pasó? —exigió Jolene.
Robbie gruñó:
—Algún asqueroso acaba de intentar secuestrar a Heidi.
Harper se quedó boquiabierta.
—Me estás jodiendo.
—Ojalá lo fuera.
Martina tomó a Heidi en sus brazos y la abrazó.
—Está bien, cariño.
Jolene apretó los puños.
—¿Quién? —La palabra fue como un látigo— ¿Quién intentó llevársela?
Encogiéndose de hombros, Robbie negó con la cabeza.
—No sé, abuela, no la estaba observando correctamente. Lo lamento
—Miró con tristeza a su hermana—. Lo siento, H.
Martina suspiró.
—Tu mamá y tu papá se volverán locos, especialmente tu papá.
Sí, pensó Harper, Richie perdería la cabeza. Harper acarició con una
mano el cabello de Heidi.
—¿El hombre te dijo algo?
—Dijo que le hablaste de mí —dijo con su voz tintineante.
Bastardo. Harper mantuvo su tono suave y tranquilo.
—¿Sí? ¿Qué más dijo él?
—Que él era el nuevo centinela de Knox, y que se suponía que me
traería aquí porque los cazadores habían tratado de lastimarte de nuevo.
Los pelos de la nuca de Harper se erizaron cuando Tanner emitió un
gruñido amenazador.
—¿Dijo algo más?
—Intentó que me fuera con él, pero yo no quería —Heidi miró a
Jolene—. Le grité y grité todas esas cosas que me dijiste que gritara si
algún extraño intentaba lastimarme, como “pistola” y “fuego” porque
dijiste que hace que la gente escuche. Pero aun así me agarró, así que...
usé el grito. Sé que se supone que no debo hacerlo, y no fue mi
intención asustar a los otros niños, pero…
—Está bien, cariño —Jolene besó su frente—. Hiciste lo que tenías que
hacer. Hiciste exactamente lo que deberías haber hecho.
Harper asintió.
—Nadie está molesto contigo, Heidi. Todos estamos muy orgullosos de
ti.
—Definitivamente te mereces unas galletas —Martina llevó a Heidi a la
cocina y le habló en voz baja. Harper se pasó una mano por el pelo—.
No puedo creer esto —dijo entre dientes en voz baja.
Al ver que Robbie se metía un dedo en la oreja, Jolene preguntó:
—¿Te duele?.
—Todavía puedo escuchar un poco el timbre —dijo Robbie—. Pero no
está mal. Le gritó directamente al tipo, así que solo lo lastimó. No me
malinterpretéis, todavía era fuerte, pero estaba dirigido a él para que
nadie más resultara herido.
—Bueno, eso estuvo bien —Al escuchar un golpe en la puerta principal,
Harper dijo—: Ese será Knox —Y, mierda, tenía que decírselo antes de
que entrara o su ira asustaría a Heidi—. No le grites que entre
directamente Abu. Necesito un minuto para hablar con él.
—Buena idea —dijo Tanner.
Harper salió de la habitación y recorrió el pasillo con Tanner detrás.
Abrió la puerta principal, y ambos salieron al porche, cerrando la puerta
detrás de ellos. Ante el ceño fruncido de Knox, levantó las manos.
—Necesito que mantengas la calma.
Knox se quedó inmóvil.
—Odio cuando empiezas una conversación con esa frase.
—Yo también. Se trata de Heidi —Le contó a él y a Levi todo lo que
habían dicho Heidi y Robbie.
El rostro de Knox se convirtió en una máscara de furia salvaje.
—¿Alguien trató de llevarse a un niño de cinco años, haciéndose pasar
por mi centinela?
Lentamente pasó sus manos arriba y abajo de su pecho.
—Necesito que te mantengas completamente calmado, Knox. Más
tranquilo de lo que nunca has estado. Está un poco conmocionada. No
quieres empeorar las cosas, así que por favor absorbe tu rabia.
Inhaló profundamente, adoptando esa calma antinatural que ella nunca
sería capaz de perfeccionar. Si ella no hubiera sido capaz de sentir su ira
rozando los bordes de su conciencia, habría pensado que él realmente
tenía su mierda bajo control.
—Déjame entrar —dijo—. Necesito hablar con ella un poco. No la
interrogaré ni la molestaré, solo hablaré con ella.
Harper asintió, confiando en que no haría nada para asustar a Heidi.
Abrió la puerta y abrió el camino a la cocina, donde se habían reunido
los cuatro diablillos.
A le sonrió a Heidi, que estaba sentada en la encimera, masticando una
galleta.
—Escuché que tuviste un poco de aventura hoy. Debes haber sido muy
aterradora para hacer que una mala persona se escape.
—Mi grito lastimó sus oídos.
Al sentir la confusión de Knox, Harper dijo:
—Tiene un grito sónico.
Ah, ya veo.
—Por lo que me dice Harper, fuiste muy valiente. Encontraré a la
persona que hizo esto, ¿de acuerdo? Nunca más te molestarán. Solo
necesito que me digas lo que recuerdes sobre él para que pueda
encontrarlo.
La naricita de botón de Heidi se arrugó.
—Bien…
—¿Como se veía? —Martina interrumpió— ¿Alto? ¿Corto?
—Era alto —dijo Robbie—. Tenía los hombros anchos.
Heidi asintió.
—Él…
—¿Qué hay de su cabello? —dijo Martina— ¿Rubio? ¿Rojo? ¿Marrón?
¿Negro?
Heidi abrió la boca para responder, pero Robbie se le adelantó.
—Tenía un corte de pelo.
—¿Te dijo su nombre? —Knox le preguntó a Heidi.
—Sí —respondió ella—. Dijo que era...
—No le habrá dado su verdadero nombre —se burló Robbie—. Podría
ser cualquiera. Nunca lo he visto antes.
Heidi hizo un pequeño y lindo gruñido.
—¿Alguien por favor me deja hablar? Dios.
Harper se mordió el labio, sofocando una sonrisa.
—No quieren hablar por ti, Heidi-ho, solo están ansiosos. Ahora, ¿qué es
lo que te gustaría decir?
—Dijo que su nombre era Dean. No sé si es verdad. Revisen.
Sacó una billetera de cuero marrón de su bolsillo y se la entregó a Knox.
Jolene enmarcó su rostro con las manos, sonriendo.
—¡Tú, niña fabulosa!
Levi sonrió y tiró de uno de sus tirabuzones.
—Le dijiste que era muy alto con esa voz temblorosa para que se
agachara y pudieras robarle, ¿no?
Le devolvió la sonrisa.
—Ajá.
Harper la besó en la mejilla.
—Chica inteligente.
Sonrió brillantemente a Jolene.
—¿Puedo tener un cachorro ahora?
Harper miró a Knox, que había abierto la cartera.
—¿Cuál es su nombre?
—Dean Bannon.
Huh, así que había usado su nombre real.
—Nunca escuché de él.
Yo sí. Es un demonio callejero a sueldo. Su dirección está justo aquí en
su licencia de conducir.
Levi, agárralo y llévalo al cobertizo para botes.Knox recitó la dirección
del demonio, y el centinela asintió y salió de la casa.
Jolene se acercó a Knox, los ojos duros.
—Quiero a ese Bastardo.
—Tengo preguntas para él —dijo Knox.
—Yo también, este hijo de puta es mío.
Harper le puso una mano en el hombro.
—Levi lo atrapará, abuela. Una vez que Knox haya terminado con sus
preguntas, puedes tenerlo, ¿de acuerdo?
Los hombros de Jolene perdieron algo de su rigidez.
—Está bien. Será mejor que esté vivo cuando lo entregues, Thorne.
Knox no podía darle ninguna garantía, ya que en realidad todo
dependería exactamente de lo que dijera el hijo de puta.
—Haré todo lo posible para no matarlo.
Jolene resopló.
—Supongo que eso es lo mejor que puedo esperar.

***

Levi no tardó mucho en recuperar a Dean. De hecho, ya estaban en el


cobertizo para botes cuando Tanner llevó a Harper y Knox de regreso a
la mansión. No estaba sorprendida de que Knox intentara convencerla
de que entrara y le dejara el interrogatorio a él, pero ella no quería nada
de esa mierda. Heidi era su prima y ese cabrón había intentado
arrebatársela. Harper quería mirarlo a los ojos. Necesitaba hacerlo.
Estaba atado a una silla, casi desnudo, cuando Knox y Harper entraron
en el cobertizo para botes con Tanner. El Sabueso del infierno fue a
pararse junto a Levi cerca de la pared mientras Harper y Knox se
detenían frente a su cautivo. No parecía un criminal, pensó. Parecía más
un médico o un maestro, alguien inofensivo y no amenazante. Supuso
que esa era su “arma” por así decirlo.
Nadie dijo nada. El tenso silencio se prolongó hasta que la anticipación
tuvo que ser casi insoportable para el bueno de Dean. Le dedicó a
Harper sólo una breve mirada; su atención estaba en el depredador que
lo miraba fijamente. Era prudente no apartar la mirada de nada tan
peligroso, en opinión de Harper. Knox podría parecer tranquilo y sereno,
pero todos podían sentir que él y su demonio estaban lejos de serlo.
Su propio demonio estaba igual de furioso. A la entidad le gustaba
mucho Heidi y era muy protectora con ella. El hecho de que este
hombre la hubiera asustado, maltratado e intentado llevársela... sí, eso
definitivamente fue suficiente para que su demonio lo quisiera muerto y
enterrado. Jolene seguramente se encargaría de eso, y su muerte no
sería fácil ni rápida.
—Sr. Bannon, ¿no? —Knox levantó la cartera—. Deberías haberlo
pensado dos veces antes de intentar secuestrar a un carterista.
Dean maldijo, sacudiendo la cabeza, claramente disgustado consigo
mismo.
La sonrisa de Harper era todo dientes.
—Hola —Inclinó la cabeza— ¿Cómo están tus oídos?
—Un poco mejor.
—Demasiado —se inclinó un poco hacia adelante— ¿Cómo se siente ser
derribado por un niño de cinco años? —Sus ojos se encendieron, y ella
se enderezó—. Sí, eso es más o menos lo que pensé.
Knox dio un paso agresivo hacia él.
—No hago tratos, pero haré una excepción en este caso porque
necesito respuestas. Si responde mis preguntas honestamente, no lo
mataré.
La esperanza parpadeó brevemente en los ojos de Dean, pero luego le
lanzó a Knox una mirada escéptica.
—Me parece difícil de creer.
Knox se encogió de hombros.
—Entonces, ¿qué tienes que perder? —Dean no dijo nada, pero Knox
vio capitulación en sus ojos—. Ahora voy a hacer una puñalada en la
oscuridad y adivinar que alguien te contrató para llevarte a Heidi Wallis.
¿Por qué la querían? —Knox levantó una mano—. No intentes decirme
que actuaste de forma independiente. Ambos sabemos que estarías
mintiendo. No es que me moleste mucho si es necesario… persuadirte
para que me digas lo que quiero saber. Mi demonio definitivamente lo
disfrutará. Así como disfruté matando a los dos cazadores que atacaron
a Harper.
Dean tragó saliva.
—No sé por qué querían a la niña. Ni siquiera sé quiénes son. No hice
ninguna pregunta. No es asunto mío.
—Tiene cinco años —escupió Harper— ¿No te molesta que hayas
podido ser contratado por un pervertido? Tal vez esperabas que la
compartiesen contigo.
Se echó hacia atrás.
—¿Qué? Diablos, no. Me contrataron para hacer un trabajo, eso es todo.
—¿Un trabajo para quién? —preguntó Knox.
—No sé. Recibí un correo electrónico anónimo. Estaba encriptado.
Quienquiera que lo envió era inteligente. Se eliminó automáticamente
unos minutos después de que lo abrí.
Knox intercambió una mirada de complicidad con Harper.
—¿Cómo se supone que debes contactar a esta persona?
—No lo sé —dijo Dean—. Me contrataron para llevarla y dejarla
inconsciente en un lugar específico, donde estaría esperando el dinero.
La antigua cantera cerca del vertedero. Entonces se suponía que debía
irme inmediatamente después, sin dar vueltas y sin tratar de hacer
contacto con nadie.
Knox pensó en eso por un momento. Quienquiera que estuviera detrás
de los ataques estaba tomando muchas precauciones para asegurarse
de que no pudiera ser identificado, lo que significaba que no estaba
subestimando la capacidad de Knox para encontrarlos. Sin embargo,
obviamente se consideraban lo suficientemente inteligentes como para
evitar ser capturados o, en primer lugar, nunca habrían jodido a Harper.
—¿Qué querían con Heidi?
—No dijeron. No pregunté Normalmente me contactan personas que
exigen rescates, así que supongo que de eso se trata.
Harper le lanzó una mirada exasperada.
—Es una Wallis. No somos exactamente multimillonarios.
—No —estuvo de acuerdo Dean—. Pero él lo es —agregó, señalando
con la barbilla a Knox.
Knox entrecerró los ojos.
—¿Crees que esperaban extorsionarme? —No le parecía probable.
Dean se encogió de hombros.
—Quizás. Tal vez no. Tal vez no era dinero lo que querían de ti, no lo sé.
Eso es realmente todo lo que puedo decirte.
Sintiendo que esa era la verdad, Knox dijo arrastrando las palabras:
—Está bien —Se lamió los dientes—. Ha sido de gran ayuda, señor
Bannon. Cooperativo —Lo que decepcionó completamente al demonio
de Knox—. Si tienes suerte, tu muerte podría ser rápida.
—No me sorprende exactamente que estés incumpliendo tu trato —
cortó Dean.
—No voy a matarte. Solo necesitaba interrogarte. No, son los diablillos
Wallis los que te van a matar. Teniendo en cuenta que intentaste
secuestrar a uno de los suyos, diría que tienen derecho a darte lo que te
mereces.
Harper asintió.
—Abu, él está listo para ti.
Momentos después, Ciaran, Jolene y Richie aparecieron a unos metros
de distancia.
—Gracias, Knox —dijo Jolene, con los ojos fijos en Dean— ¿Te importa
si tomamos la silla?
Knox extendió una mano a modo de invitación.
—Para nada.
—Agárralo —les dijo a los otros diablillos.
—Espera —dijo Dean a los diablillos— ¡Te dije lo que necesitas saber!
—También intentaste secuestrar a mi hija —gruñó Richie— ¿En qué
momento pensaste que eso quedaría impune?
La mirada de Dean pasó de un rostro a otro, como si buscara un aliado.
Cuando miró a Harper, ella se encogió de hombros y dijo:
—Realmente deberías haberlo sabido antes de joder a mi familia —Y
luego se fueron.
Knox se volvió hacia Harper y la atrajo hacia sí. Su olor adormecía la
rabia que parecía su compañera constante en estos días. Deslizó sus
brazos alrededor de él y los acarició arriba y abajo de su espalda,
consolándolo y reconfortándolo. Pasando una mano por su cabello, la
besó en la sien.
—Tenía muchas ganas de matar a ese hijo de puta.
—Yo también —Harper se inclinó hacia él—. Pero Jolene necesita hacer
esto. Es difícil para ella dar un paso atrás mientras tratamos con la
persona que envió a esos cazadores tras de mí.
Knox asintió.
—Matar a Bannon le permite vengarse tanto por ti como por Heidi. Sé
que ella necesita eso. Sé que Richie tiene más derecho a castigar a
Bannon que yo —Apoyó su frente en la de ella—. Eso no hizo que fuera
más fácil no cortarle la garganta.
Presionó un beso en su cuello.
—Tu moderación fue apreciada.
Cuando los dos centinelas se unieron a ellos, Tanner se pasó una mano
por la mandíbula y dijo:
—Sabes... he estado pensando.
—¿Dolió? —bromeó Harper, con la esperanza de aligerar el estado de
ánimo de Knox.
Tanner le lanzó una mirada burlona.
—Como estaba diciendo… es posible que no te estén apuntando a ti
para llegar a Knox. Tal vez esto se trata de ti.
Knox había estado considerando eso desde el momento en que
escuchó que Heidi casi había sido secuestrada.
—Me gustaría no estar de acuerdo, pero tiene sentido —le dijo a
Harper—. Al principio, pensé que la persona que contrató a los
cazadores probablemente era uno de los Jinetes y había hecho otro
intento de hacerme perder el control lastimando lo único que me
importa. Ahora, no estoy tan seguro.
Inclinó la cabeza.
—¿No crees que los Jinetes están detrás de los eventos recientes?
—Creo que hemos asumido que lo están —respondió Tanner—. Tal vez
no deberíamos haberlo hecho. Si yo fuera uno de los Jinetes,
mantendría un perfil bajo por un tiempo. Muchos de los nuestros están
investigando el asunto. ¿Sería prudente de su parte atacarte durante
este tiempo? No lo creo.
—Tiene razón —le dijo Levi—. Mira a Heidi, ¿qué habría logrado
realmente el secuestro? Claro, Knox habría pagado el dinero del rescate,
pero no es un asunto que lo hubiera lastimado. Lo enojó, sí, pero no lo
lastimó. Si la idea era pedirte que cambiaras de lugar con Heidi, habrías
estado preparada para hacerlo —Levi se volvió hacia Knox—. Pero, ¿la
habrías dejado o habrías encontrado otra forma de recuperar a Heidi?
Knox no dijo nada. Esa pregunta no requería una respuesta. Todos allí
sabían que Knox nunca habría permitido que Harper se cambiara por
otro, ni siquiera por un niño, ni siquiera por un niño de su propia sangre.
Habría hecho lo que fuera necesario para recuperar a Heidi, pero no
habría entregado a su pareja a nadie. Cada demonio lo sabría.
Tanner asintió hacia Levi.
—El cazador dijo que la persona que los contrató no quiere que Harper
muera. Pero teniendo en cuenta el dolor que ella atravesó y que querían
que secuestraran a su prima, claramente quieren que ella sufra. Eso
suena personal para mí. Aún así, no digo que debamos descartar que
Thatcher tenga algo que ver con todo esto: su nombre ha aparecido dos
veces ahora. Incluso si estos ataques son personales hacia Harper, es
posible que esté involucrado.
—¿Tendría Thatcher alguna razón para estar enojado contigo? —Levi le
preguntó.
—No lo creo —respondió Harper—. Apenas lo conozco. Tengo la
sensación de que me menosprecia, pero muchos demonios lo hacen;
después de todo, soy un Wallis ¿Crees que quienquiera que esté detrás
de todo esto cuenta con nosotros para culpar a los Jinetes?
—Sí —respondió Knox—. Eso es exactamente lo que hicimos, ¿no?
—Mi principal enemigo es Alethea, le encantaría verme reducida a nada
más que un montón de cenizas. Pero como señaló Tanner, esta persona
no me quiere muerta. ¿Podrían Carla o Bray querer lastimarme por lo
que mi demonio le hizo a Roan? Seguro. Pero no creo que sean lo
suficientemente inteligentes como para hacer todo esto y pasar
desapercibidos.
—Probablemente tengas razón —dijo Levi—. Pero no descartaremos a
ninguno de ellos como sospechosos.
—Si los Jinetes esperan pasar desapercibidos por un tiempo, no estarán
contentos de que los culpen por algo que no hicieron —señaló Keenan.
De acuerdo con eso, Knox asintió. Se acercó telepáticamente a Larkin y
le informó sobre los eventos del día. Después de que la arpía terminó de
maldecir, dijo:
Necesitamos explorar la idea de que esta persona quiere lastimar a Harper,
no a mí. Aun así, todo sigue llevándonos de vuelta a Thatcher. Averigua
todo lo que puedas sobre él. Cava tan profundo como puedas. Si tiene
algún vínculo con Harper, quiero saberlo.
Si hay uno, lo encontraré, prometió Larkin.
Volviendo a Harper hacia la salida, Knox dijo:
—Vamos, vamos a llevarte a la cama.
—¿Con quién hablabas? —Harper le preguntó. Mientras sus psiques
estaban conectadas, ella podía sentir el eco de sus conversaciones
telepáticas; ella simplemente no podía entender las palabras.
—Larkin —respondió—. Va a buscar cualquier posible vínculo entre
Thatcher y tú. Si tiene algún tipo de queja contigo, necesitamos saber
cuál es. Y necesitamos saberlo antes de que vuelva a actuar.
Asintiendo ante eso, Harper deslizó su brazo alrededor de su cintura
mientras comenzaban a caminar lentamente fuera del cobertizo para
botes.
—Pasando a otro tema, ¿cómo fue tu reunión con Dion?
—Bien…
CAPÍTULO OCHO

El escozor de los dientes mordiendo la parte posterior de su hombro


sacó a Harper de su sueño. Antes de que pudiera hacer una mueca, una
lengua caliente lamió y se arremolinó sobre la marca para calmar el
dolor. Se dio cuenta de que estaba acostada boca abajo mientras Knox
la envolvía como una manta, enjaulándola.
—Buenos días —ronroneó ella. Su demonio se estiró, disfrutando de su
atención.
—Buenos días, nena —dijo contra su piel.
El gruñido gutural hizo que se le encogiera el estómago y se le tensaran
los pezones.
—Espero que tengas hambre.
Comprendiendo su significado, Knox sonrió.
—Estoy hambriento —Pero todavía no le daría lo que ella quería. Quería
jugar primero. Antes de Harper, no había jugado. El sexo nunca había
sido más que una necesidad básica hasta que ella apareció. Nunca se
había preocupado por ninguna de sus compañeras. Nunca las necesitó
ni las anheló. Nunca había estado tan concentrado en asegurarse de
que les encantara cada minuto. Pero era diferente con Harper. Todo era
diferente con ella.
Harper empuñó la sábana mientras su boca bajaba por su espalda y
dejaba otro mordisco que parecía enviar un dardo de placer
directamente a su coño. Su boca exploró su espalda, dejando pequeñas
marcas por todas partes y lamiendo a lo largo de las líneas sensibles de
sus alas. Mojada e inquieta, se retorció e intentó arquearse contra él.
Una mano presionó su espalda baja, manteniéndola plana contra la
cama.
—No te muevas —Knox le tomó el culo con la mano libre.
Valientemente. Posesivamente—. Me encanta este culo. Suave.
Impertinente. Mordible. Y mío
Le dio un apretón firme.
—Knox…
—Shh —Knox hundió un dedo dentro de su coño. Trató de arquearse
contra él de nuevo, pero él empujó hacia abajo la parte baja de su
espalda para mantenerla plana—. Dije, no te muevas.
—Eres un maldito bromista.
Knox le habló al oído.
—No, solo estoy jugando con lo que me pertenece —Nadie más le
había pertenecido nunca, y seguro como el infierno que él nunca había
pertenecido a nadie más. Que Harper fuera toda suya, que tuviera
derechos sobre ella que nadie más tendría, tanto como su pareja como
su ancla, intensificaba la cruda posesividad que ya sentía por ella.
Cuando Knox hundió un segundo dedo dentro de ella, lo curvó a la
perfección, sonriendo ante su jadeo. Le agarró el pelo con un puño,
acercó su rostro al suyo y le tomó la boca. La consumió. La dominaba.
Con avidez se dio un festín con ella mientras la follaba con los dedos.
—Eso es. Tómalo.
Ardía por ella. Día. Noche. Todo el maldito tiempo. No le tomaba nada
más moverse en su asiento y de repente olerla en su camisa. Así, incluso
en medio de una sala de conferencias, estaría duro como una roca. En
ese momento, su polla estaba llena y pesada, doliendo por liberarse.
Por ella. Porque era lo único que amaba en su vida.
Harper jadeó cuando los dedos psíquicos helados separaron sus
pliegues, dejando su clítoris expuesto al colchón. El dedo que ya estaba
profundamente en su coño comenzó a empujar hacia adentro y hacia
afuera, meciéndola contra la cama, enviando ondas de choque de placer
a su clítoris. Se sentía tan bien, pero necesitaba más. Lo necesitaba
llenándola y follándola. No más bromas.
—Te daré lo que quieres —le aseguró, haciendo una pausa para agitar
su dedo—. Pronto.
¿Pronto?
—Me gusta “ahora” —Las palabras salieron entrecortadas por la
necesidad—. ”Ahora” suena mucho mejor.
Knox introdujo otro dedo dentro de ella, amando lo caliente y húmeda
que estaba. Amando que su aroma se hubiera vuelto más cálido y dulce
a medida que su necesidad crecía y crecía, siempre lo hacía. Lo que más
amaba era que ella no ocultaba nada; que ella era suya sin límites ni
fronteras ni dudas. Ni siquiera se contuvo de su demonio, un hecho que
la entidad atesoraba.
Amasando su cuero cabelludo, Knox lamió la marca de un mordisco que
había dejado cerca del tatuaje de libélula en su nuca. La marca le dio a
su demonio la misma malvada satisfacción masculina que le dio a él.
Knox mordió, y su coño se onduló alrededor de sus dedos. Su polla latía
como si tuviera envidia.
Fuera de su mente con la necesidad de correrse, Harper corcoveó lo
suficiente como para ponerse de rodillas.
—Knox, hablo en serio, necesitas… —Sus dedos y el calor de su cuerpo
desaparecieron, y luego su lengua apuñaló dentro de ella—. Oh, Dios.
Esa lengua talentosa lamió, chupó y giró. Sus muslos temblaron y no
estaba segura de cuánto tiempo más podrían soportar su peso.
Se sacudió cuando un dedo psíquico se hundió dentro de ella mientras
otro golpeaba su clítoris. Su coño comenzó a arder y a tener espasmos
hasta que fue casi insoportable, y Harper no pudo hacer nada más que
subirse a la ola mientras su orgasmo la embestía con tanta fuerza que
su cabeza daba vueltas. Pero el placer no se desvaneció. No. Porque
entonces los dedos psíquicos se disolvieron, y su coño pasó de arder a
ser un infierno.
Knox volvió a cubrirle la espalda y le gruñó al oído:
—Dime.
Con la mejilla contra el colchón, Harper se humedeció los labios.
—¿Decir, qué? —preguntó ella, solo para joderlo por burlarse de ella.
Knox chasqueó la lengua ante su descaro.
—Nena, sabes mejor que eso —Deslizó su mano alrededor de su
garganta, cubriendo la marca allí—. Si quieres mi polla dentro de ti, me
dirás lo que quiero escuchar.
Su mano apretó su cuello en señal de advertencia, pero Harper solo
sonrió. Incluso entonces, con su cuerpo atrapando el de ella y su mano
apretada alrededor de su garganta, se sentía segura y... querida. Sabía
que él nunca la lastimaría. Sabía que estaba completamente a salvo con
él y su demonio. Entonces ella le dio esas tres pequeñas palabras que él
quería. Su polla larga y gruesa se hundió en ella, abriéndose paso a
través de los músculos hinchados hasta que estuvo hasta las bolas en su
coño, exactamente donde ella quería que estuviera.
—Me encanta sentir tu coño envuelto alrededor de mi polla. Todo
cómodo, cálido y resbaladizo.
Knox agarró ambos hombros, manteniéndola quieta, mientras
golpeaba dentro y fuera de ella. Su paso era salvaje, sus estocadas eran
salvajes. Su coño caliente apretó y latió alrededor de su pene,
mostrándole que lo quería, que lo amaba. Tal vez incluso lo necesitaba.
Cada pequeño gemido gutural se disparó directamente a su polla.
Estaba tan jodidamente apretada. Necesitaba estar más profundo.
Necesitaba estar tan profundo que nunca olvidaría la sensación de él;
que su nombre quedara impreso en su alma.
—Knox…
Era una advertencia, pero no la necesitaba. Conocía su cuerpo. Podía
sentir que ella estaba a punto de correrse. También sabía que ella
esperaba que él la obligara a esperar. No lo hizo.
—Vente por mí. Esa es mi nena —Sus bolas se apretaron cuando ella se
corrió con un grito, apretando y ordeñando su polla. Se atascó
profundamente y explotó, disparando chorro tras chorro dentro de ella.
Sintiéndose vacío, le dio un beso entre los hombros.
—Yo también te quiero, cariño.
—Entonces la vida es buena —balbuceó.
Estuvo totalmente de acuerdo.

***

La cama debajo de ella se sacudió y la cabeza de Harper se levantó de


golpe. Parpadeó, dándose cuenta de que no estaba en la cama. Estaba
en su oficina y se había quedado dormida en su escritorio. Maldita sea.
Raini estaba de pie frente a ella, con una ceja levantada y los labios
fruncidos. Hizo un gesto hacia la bolsa de papel marrón que obviamente
había dejado sobre el escritorio, despertándola. Esa era la segunda vez
que alguien más la despertaba ese día. Prefería con mucho el método
de Knox.
Frotándose el dolor en las sienes, Harper tomó su taza de leche
espumosa para llevar, decepcionada de encontrar la taza fría.
—¿Qué hay en la bolsa?
Raini se cruzó de brazos.
—Ábrelo —Había un desafío en su tono y postura, y a Harper no le
gustó eso.
Solo para incomodarla, Harper dijo:
—Tal vez más tarde
—No juegues conmigo, Wallis. Ábrelo.
—¿O…?
—O les diré a todos exactamente lo que hay en esa bolsa. No se lo he
mencionado a nadie más. No me obligues a hacerlo —Solo por morbosa
curiosidad, Harper lo agarró con un suspiro. Al abrirlo, se congeló—.
Tienes que estar bromeando.
—Tienes que usarlo, Harper —insistió Raini.
Negó con la cabeza y arrojó la bolsa sobre el escritorio.
—No es necesario.
—¿No es así? Estoy en desacuerdo.
—Bueno, no estoy de acuerdo con que tengas la necesidad de estar en
desacuerdo.
Raini recogió la bolsa.
—Entonces no te hará ningún daño usar esto y demostrar que estoy
equivocada, ¿verdad? Vamos, Wallis, veamos quién tiene razón.
Harper suspiró.
—No tengo tiempo para esta mierda.
Suavizando los ojos, Raini se llevó una mano al pecho.
—Hazlo por mi tranquilidad, si nada más. Por favor.
—¿No crees que estás siendo un poco ridícula?
—Algunos días. Hoy no.
De nuevo, Harper suspiró.
—Vale. Lo haré más tarde —mintió.
—Ahora solo estás mintiendo —Raini tomó la mano de Harper y la sacó
de su asiento.
—Eres más fuerte de lo que pareces.
Raini le empujó la bolsa.
—Ve a terminar con esto.
La urgencia en el tono de Raini hizo que un escalofrío recorriera la
columna vertebral de Harper. Ladeó la cabeza, observando a la súcubo
de cerca.
—Realmente crees que esto es necesario, ¿no?
Raini le dedicó una sonrisa pálida.
—Sí, realmente lo hago.
Tragando saliva, Harper salió de la oficina y se fue a “complacer” a Raini
para que pudiera tener la tranquilidad que parecía necesitar. Pero
cuando Harper caminó hacia su estación diez minutos después, ya no se
sentía tan indiferente. Raini le echó un vistazo a la cara y le dedicó una
pequeña sonrisa ansiosa y solidaria.
La frente de Devon se arrugó.
—¿Estás bien, Harper? Estás terriblemente pálida.
Harper se humedeció los labios. No estaba lista para decirles todavía.
Además, Knox debería ser el primero en enterarse de las noticias.
—Me siento un poco mareada, eso es todo —Eso no era del todo falso.
—Eh —La expresión de Devon decía que no lo estaba comprando.
—Knox me llamó —mintió Harper, tocándose suavemente la sien, una
sien que todavía le dolía como una perra—. Quiere verme. No debería
tardar más de veinte minutos.
—Tómate todo el tiempo que necesites —dijo Raini.
Asintiendo, Harper se aclaró la garganta. Casi aturdida, agarró su bolso
y se puso su chaqueta. Ignorando el intenso escrutinio de Khloë, salió
del estudio con Tanner siguiéndola de cerca. Acercándose sigilosamente
a ella mientras caminaban por la ruidosa y concurrida franja, él dijo:
—¿A dónde vamos?
—Knox quiere verme —Si el sabueso infernal detectó la mentira, no lo
demostró. Simplemente permaneció a su lado, protector como siempre,
protegiéndola de los peatones.
No tardó mucho en llegar a la oficina que estaba ubicada sobre el
círculo de combate. Dirigiéndose detrás de la cúpula, corrió por el tramo
de escaleras y se dirigió a la puerta donde Levi estaba de pie como un
centinela.
La sorpresa brilló brevemente en los ojos de Levi, pero se hizo a un lado
y llamó a la puerta.
—Harper está aquí para verte.
—Podría haberlo hecho yo misma —se quejó al segador, pero él solo
sonrió.
—¡Adelante! —giró la perilla de metal y empujó la puerta para abrirla,
sintiéndose un poco como si estuviera caminando hacia su perdición.
Dejando a Tanner con Levi, cerró la puerta detrás de ella.
Con la boca torcida, Knox se levantó de su sillón de cuero, rodeó el
escritorio y se acercó a ella.
—Hola, cariño —Deslizó sus brazos alrededor de su cintura y la besó
largo y tendido—. Esto es una sorpresa.
Harper casi se rió. Si él pensaba que esto era una sorpresa, iba a
encontrar sus noticias como un infierno.
—¿Cómo estás? —Sí, estaba postergándolo, que no la juzgaran.
—Mejor, ahora que estás aquí —Mordió su labio inferior y luego lavó la
marca—. No es que no esté feliz de verte, pero ¿qué te trae aquí en
medio de un día de trabajo?
—Um... bueno, tenemos que hablar de algo.
—¿Necesitamos hacerlo?
—Sí. Mira, yo solo… Bueno, la cosa es… Quiero decir, necesitas… Dios,
realmente no hay una manera fácil de… —La puerta de la oficina se
abrió de golpe y Levi declaró—: Knox, tenemos un problema.
Knox se puso rígido.
—¿Qué tipo de problema?
—El departamento de Talia está en llamas. Ese tipo de problema.
La boca de Harper se abrió bastante. Bueno, mierda.
En poco tiempo, Harper se encontró de pie frente al edificio de
apartamentos de Talia por segunda vez en el espacio de una semana.
Nadie estaba sentado en el viejo sofá afuera esta vez. Todos
simplemente se paraban al otro lado de la calle, mirando la sección
ennegrecida del edificio y viendo cómo el humo oscuro se elevaba hacia
el cielo.
Un bombero se acercó a Harper y Knox, cubierto de hollín y sudor; ella
lo reconoció de su guarida. Asintió respetuosamente.
—Sr. Thorne, señorita Wallis.
Knox inclinó la cabeza hacia él.
—¿Qué pasó aquí, Blaine?
—El fuego no se extendió más allá del departamento de Talia. Por
extraño que parezca, estaba disminuyendo incluso antes de que
llegáramos... como si estuviera bajo el control de alguien.
—Fuego infernal —dijo Knox en voz baja.
Blaine asintió.
—Esa sería mi suposición.
—Espero que me digas que Talia está en el trabajo.
—Ojalá pudiera. Los vecinos la escucharon gritar. Mi conjetura es que
era su traficante. Aparentemente él la visitaba regularmente,
amenazándola con violencia si no pagaba lo que le debía. Supongo que
se trataba de dinero que ella simplemente no tenía que dar —Blaine se
encogió de hombros—. No puedo pensar en ninguna otra razón por la
que ella habría estado gritando disculpas a alguien.
—¿Disculpas? —Repitió Harper.
—Sí, señora. Su vecino más cercano afirmó que Talia seguía gritando
que lo sentía una y otra vez —Al oír que alguien decía su nombre, Blaine
miró a Knox y Harper con expresión de disculpa—. Disculpen.
Justo cuando Blaine se alejaba, apareció Tanner y dijo:
—Hablé con sus vecinos más cercanos. Dijeron que la habían oído…
—…gritando disculpas —Knox terminó—. Blaine lo mencionó.
—¿También mencionó que ella siguió suplicando perdón, prometiendo
que si detenían el fuego y la dejaban salir, ella lo arreglaría, sea lo que
sea?
Knox se frotó la mandíbula.
—No, él no mencionó eso.
Tanner hizo un gesto a una mujer con curvas y piel oscura que estaba de
pie cerca de una ambulancia, con el rostro inexpresivo y los ojos
húmedos.
—Rosa acaba de llegar. Es la pareja de Talia. ¿Quieres que hable con ella?
—Me gustaría hacerle algunas preguntas yo mismo —Manteniendo la
posesión de la mano de Harper, Knox se dirigió hacia la demonio—
¿Rosa?
Parpadeó hacia los tres, luciendo aturdida y entumecida.
—No entiendo cómo pudo haber sucedido esto —Su voz era baja,
suave, derrotada—. Acabo de hablar con Talia hace una hora. Estaba
bien.
El pecho de Harper se apretó.
—No soy buena en estas situaciones —admitió—. No sé qué decir,
excepto que lo siento.
Rosa tragó saliva y asintió débilmente en señal de agradecimiento.
—¿Por que alguien haría esto?
—La policía dijo que ha tenido problemas con su traficante —dijo Knox.
—¿Raymond? —La frente de Rosa se arrugó—. Es muchas cosas, pero
no es un asesino. No tiene estómago para eso.
—¿Hay alguien más que podría haber estado molesto con ella? —Harper
preguntó—. Uno de los vecinos dijo que la escucharon gritar disculpas a
alguien.
Confundida, Rosa negó con la cabeza.
—No tenía enemigos. Fuera del trabajo, Talia mantenía un perfil bajo —
Lágrimas silenciosas comenzaron a rodar por su rostro—. Simplemente
no entiendo.
Knox le dirigió una mirada mordaz.
—Si hay algo que podamos hacer, háznoslo saber, Rosa.
—Gracias, señor Thorne—. Se limpió las mejillas mojadas—. Quizás
ahora encuentre algo de paz. Nunca estuvo realmente en paz con la
vida.
—Me gustaría pensar que lo hará —Harper le dio un apretón
comprensivo en el hombro, sintiéndose jodidamente mal por Rosa. La
mujer lo estaba haciendo muchísimo mejor de lo que Harper lo habría
hecho en su posición. Perder a Knox la destruiría. Queriendo darle algo
de espacio a la afligida mujer, Harper estrechó la mano de Knox.
Dejémosla en paz.
—Gracias por hablar con nosotros, Rosa —dijo Knox—. Recuerda venir
a nosotros si necesitas algo —Se volvió hacia Harper—. Vamos nena.
Mientras caminaban hacia el Bentley con Tanner, miró a Knox.
—Crees que fue McCauley, ¿no?
—Tú también.
Harper no lo negó. No podía negarlo.
Una vez que los tres regresaron al interior del Bentley con Levi, ella dijo:
—Si McCauley puede teletransportarse, no habría sido difícil para él ir
allí, encender el fuego, verla arder y luego apagar el fuego infernal antes
de conseguir irse lejos de nuevo sin ser visto—. El fuego infernal no
quemaría al demonio que lo conjuró, lo que significaba que McCauley
habría salido ileso.
Levi captó la mirada de Harper en el espejo retrovisor, su expresión era
de incredulidad.
—¿Crees que el niño hizo esto?
—Talia no estaba sola cuando murió quemada —le dijo Knox—. Se
estaba disculpando con alguien, prometiendo que lo arreglaría.
Levi maldijo.
—Eso no significa que haya sido él.
—No, no es así —asintió Knox—. Pero sí significa que necesito hablar
con él. Haz una parada técnica en la casa de los Sanders.
Levi encendió el motor.
—Lo tienes.
Cuando finalmente se detuvieron frente a la casa, Harper miró a Knox.
—¿Le diste a Wyatt un aviso telepático de que íbamos a venir?
—No. Quiero ver sus reacciones a las noticias.
Levi les abrió la puerta trasera.
—Me tienes realmente curioso acerca de este chico. Entraré contigo
esta vez.
No hay adolescentes al acecho, mirando el Bentley.
Knox abrió el camino por el camino, y luego Harper tocó el timbre.
Wyatt abrió la puerta después de unos momentos. Sus ojos se
entrecerraron mientras miraba a los cuatro.
—Algo ha pasado.
—¿Podemos entrar? —dijo Knox.
—Ven a la cocina —Wyatt abrió el camino hacia una cocina pequeña y
luminosa— ¿Qué ocurre?
Expresión grave, Knox habló,
—Talia está muerta.
Por un breve momento, Wyatt no dijo nada... como si no comprendiera
las palabras.
—¿Qué?
—Tanto Talia como su apartamento se hundieron en un incendio
infernal, pero el resto del edificio está bien. Estaba claro que solo ella
era el objetivo.
—¿Fuego del infierno? —La mirada de Wyatt se agudizó—. Fue
asesinada. Jesús.
—Alguien la atrapó dentro y la mató. Estaba gritando para que la
dejaran salir, pero no lo hicieron.
Maldiciendo, Wyatt sacudió tristemente la cabeza.
—He visto el fuego del infierno quemar a la gente viva. Tiene que ser
una manera horrible de morir.
Harper estaba perfectamente de acuerdo con eso.
Linda entró en la cocina. Casi tropezó y se detuvo mientras estudiaba
sus rostros.
—¿Qué es? ¿Qué ha pasado?
Wyatt se frotó la nuca.
—Talia murió quemada en su apartamento. Fuego del infierno —El
rostro de Linda se contrajo y se aferró al mostrador—. Oh, Dios mío.
—¿Algún sospechoso? —preguntó Wyatt, cambiando a modo detective.
—Algunos creen que pudo haber sido su traficante —comenzó Knox—,
aunque su pareja no parece creerlo.
—Siempre es lo mismo con los adictos —dijo Linda con un suspiro—. Si
las drogas no los matan, lo hacen los traficantes. Eligió ese estilo de vida.
A Harper no le gustó el mordisco en su voz.
—Nadie merece morir así.
Linda palideció.
—Por supuesto que no, no estaba sugiriendo que lo hiciera. Yo solo…
Simplemente estaba contenta de que Talia no pudiera venir y llevarse a
McCauley, supuso Harper. Knox miró hacia la puerta.
—¿Dónde está McCauley?
Linda dudó en responder.
—Está arriba, jugando en su habitación. ¿Por qué?
—¿Ha estado allí todo el día? —preguntó Knox.
Ella parpadeó dos veces.
—Sí. No pasa mucho tiempo abajo con nosotros —Y eso claramente la
decepcionaba—. Le gusta su espacio. Intimidad.
Harper personalmente no conocía a muchos niños de seis años que se
encerraban en su habitación y no querían atención. Sería una cosa si
estuviera en un hogar abusivo, pero era obvio que a Linda le gustaría
colmarlo de atención positiva.
—Nos gustaría hablar con él.
La mirada de Linda pasó de Harper a Knox.
—No creo que sea necesario que le des la noticia. Nunca supo de ella.
Tal vez podríamos simplemente decirle que no ha podido averiguar
quién es su madre biológica; sería poco amable hacerle perder a una
madre dos veces.
—No es por eso que deseamos hablar con él —dijo Knox.
La realización brilló en el rostro de Linda.
—¿No crees que fue él seguramente? Tiene seis años, por el amor de
Dios —Cuando nadie dijo una palabra, se llevó una mano al corazón—.
Te lo juro, él no salió de esta casa. Lo sabría si lo hubiera hecho.
—Tal vez simplemente no lo viste irse —dijo Knox.
Los labios de Linda se aplanaron.
—Si pudiera teletransportarse, probablemente habría dejado a sus
padres adoptivos humanos mucho tiempo atrás.
—No, si no tiene otro lugar adonde ir.
—Ni siquiera sabe que Talia era su madre.
—Podría haberte oído hablar de eso.
—Pero no hablamos de eso.
—Eso no es del todo cierto —objetó Wyatt, ignorando la mirada ceñuda
de su pareja—. Puede que haya oído nuestra discusión con Pamela, la
madre de Talia. No estoy diciendo que él causó el incendio, solo digo
que pudo haber escuchado esa conversación.
Knox inclinó ligeramente la cabeza.
—¿Tuviste una discusión con Pamela?
Fue Linda quien respondió.
—Talia debe haberle hablado de él, probablemente porque no quería
que se enterara por nadie más. Pamela quería llevárselo. Fue muy
insistente —Por su tono, estaba claro que se había sentido intimidada
por la mujer—. Dijimos que no. Amenazó con involucrarte, así que le
señalé que fuiste tú quien lo dejó a nuestro cuidado y que si quería que
eso cambiara, tendría que consultarte.
—Todavía no me ha hablado de eso —Knox frunció los labios—
¿Cuando pasó?
—Esta mañana —respondió Linda—. Incluso si escuchó la discusión, no
significa que haya hecho algo malo. Teletransportarse no es tan simple.
Tendría que tener una dirección o una imagen en su mente de una
persona o un lugar al que quisiera ir. No sabe cómo era Talia ni dónde
vivía.
Con el teléfono en la mano, Harper preguntó:
—¿Tiene acceso a una computadora? ¿A Internet?
—Internet no —dijo Linda.
—¿Qué pasa con cualquiera de vosotros? —Harper le preguntó a la
pareja. Wyatt se cruzó de brazos—. Usamos Internet, sí, ¿por qué?
—Porque sería un caso simple de encontrarla en Instagram —Harper
levantó su teléfono, mostrándoles la página de Instagram de Talia—.
También tiene un perfil de Facebook. En otras palabras, hay formas en
que podría haber conseguido una foto de ella. Seguramente no pasas
cada momento cuidándolo. Podría haber usado tu computadora sin tu
conocimiento.
Linda negó con la cabeza.
—Es un chico dulce —Harper resopló por dentro—. Nunca le haría daño
a nadie —insistió Linda—. Ni siquiera le hizo daño al humano que
cruelmente trató de quemarlo en un horno. No, no creeré que lastimó a
Talia.
—Todavía tenemos que hablar con él —Knox se volvió hacia Wyatt—.
Llévame con él.
Linda abrió la boca para objetar, pero Knox la silenció con una mirada.
—Por aquí —dijo Wyatt. Lo siguieron escaleras arriba, cruzaron el
rellano y llegaron a una puerta cerrada. Le dio un golpe rítmico—.
McCauley, tienes visitas —Sin esperar una invitación, Wyatt giró el
pomo y dejó que la puerta se abriera—. Recuerdas a Knox y Harper,
¿verdad?
Manteniendo a Harper ligeramente detrás de él, Knox entró primero.
Escaneó brevemente la habitación. Había sido decorado y lleno de
juguetes y juegos que a cualquier niño de la edad de McCauley le
encantaría. Linda y Wyatt claramente no habían reparado en gastos.
Knox no dejó de notar los dibujos en las paredes, como la última vez,
eran fotografías de una familia. Dos adultos, dos niños y un perro. En
cada dibujo, estaban vestidos o posaban de manera diferente, pero las
personas siempre se veían iguales.
—Hola, McCauley.
Desde su espacio en la alfombra, McCauley los miró.
—Hola —Su voz estaba tan desprovista de emoción como su expresión.
Se quedó muy quieto, su postura antinaturalmente perfecta.
Ladeando la cabeza, Knox estudió la torre de Lego que había construido
el chico. Alta, de constitución sólida y bien proporcionada, parecía un
modelo simulado de un edificio. Muy avanzado para un niño de seis
años—. Debes ser un chico inteligente.
McCauley parpadeó.
Knox usó su mano psíquica para levantar un bloque de Lego y colocarlo
en la torre.
—¿Puedes hacer eso? —McCauley negó con la cabeza.
Knox fingió decepción, con la esperanza de pinchar el orgullo del
demonio de McCauley. Funcionó. Los ojos del chico sangraron hasta
volverse negros y luego se entrecerraron. De repente, docenas de
piezas de Lego se levantaron de la alfombra y comenzaron a dar vueltas
alrededor de la torre como planetas que orbitan alrededor del sol.
—Impresionante —dijo Knox cuando el demonio de McCauley se
retiró— ¿Qué más puedes hacer?
—Solo eso.
Era una mentira. Knox no entendía por qué el niño mentiría al respecto.
Era como si el demonio no quisiera mostrar su poder. ¿Estaba
simplemente acostumbrado a esconderse, habiendo vivido entre
humanos durante seis años? Quizás.
—¿Saliste de la casa hoy?
El muchacho sacudió la cabeza lenta y rígidamente.
—¿Sabes por qué estamos aquí?
—No, señor.
—Creo que lo haces. Creo que sabes lo que sospechamos que sucedió
hoy—. Eso no recibió reacción alguna—. Maté a alguien cuando era
niño —dijo, ignorando el grito ahogado de Linda—. No es algo fácil de
hacer. ¿Lo es?
—No lo sé, señor.
—Talia se disculpó. Pidió perdón. Pero la mataste de todos modos. ¿Por
qué?
McCauley parpadeó, todavía sin mostrar emoción.
—No sé a quién se refiere, señor.
—Eres todo un mentiroso, ¿verdad, McCauley? Y no eres tan bueno en
eso como crees que eres —Sus ojos se entrecerraron muy ligeramente.
Linda entró a empujones en la habitación y se acercó a McCauley. De pie
detrás de él, colocó sus manos sobre sus hombros—. Lo escuchaste, él
no hizo nada.
McCauley se inclinó hacia ella y se frotó los ojos.
—Estoy cansado.
Fue un acto, y Linda se enamoró de él, anzuelo, línea y plomada,
sonriéndole como si él fuera su propio ángel personal.
—Volveremos —le dijo Knox.
La cabeza de Linda se levantó de golpe. No lo fulminó con la mirada,
pero él sabía que ella quería hacerlo. En cambio, inclinó la cabeza con
rigidez, como si no confiara en sí misma para hablar. Se quedó con
McCauley mientras los demás bajaban las escaleras.
En el pasillo, Knox habló con Wyatt.
—Creo que sería mejor para todos si lo saco de tu casa.
Los hombros de Wyatt se hundieron un poco.
—Devastaría a Linda.
—Estoy bastante seguro de que él mató a Talia.
—Ojalá pudiera estar en desacuerdo. Lo miro a los ojos y no veo nada.
Nunca está feliz, nunca está triste, nunca está enojado, nunca está nada.
No es natural. Pero Linda lo quiere aquí.
—La manipuló allá arriba —señaló Harper.
Wyatt asintió.
—No es la primera vez que lo hace. Tienes que entender… Linda tuvo
varios abortos espontáneos. Solo un embarazo llegó a término —Su
nuez de Adán se balanceó—. Nuestro hijo nació muerto. Lo llamábamos
Sam.
La agonía en su voz hizo que Harper tragara saliva. Ni siquiera podía
imaginar lo doloroso que debió haber sido para la pareja.
—Es algo que ha estado carcomiendo a Linda durante mucho tiempo —
continuó Wyatt—. Es como si ella sintiera que ha fallado como mujer y
como pareja; es ridículo, por supuesto, pero parece que así es como se
siente. Ella ve a McCauley como una oportunidad para que seamos una
familia “real”. A ella no le importa que no se comporte como un niño
normal. En lo que a ella respecta, no deberíamos esperar ningún
elemento de normalidad de un niño traumatizado. Y probablemente
tenga razón en eso. Podría ser que estoy siendo tan insensible y
paranoico como ella me acusa de ser.
—No lo eres —afirmó Harper—. Tan triste como es, tu compañera
parece decidida a ignorar deliberadamente el hecho de que McCauley
no es solo un poco fuera de lo común. Hay algo realmente mal con él.
—Lo sé, pero Linda quedará destrozada si te lo llevas. No podemos
saber con certeza si él mató a Talia. Inocente hasta que se demuestre su
culpabilidad, ¿verdad?
—No me siento cómodo dejándolo aquí —dijo Knox.
—¿Adónde más tiene que ir? Mira, necesitas a alguien que lo vigile. Yo
puedo hacer eso. Tal vez incluso pueda ayudarlo. Quizás con el tiempo
llegue a confiar en nosotros y cambie.
Knox lo dudaba mucho, pero Wyatt tenía razón: necesitaba a alguien
que vigilara a McCauley. Wyatt era tan buena persona como cualquiera
para ese papel.
—Está bien, pero no bajes la guardia con él. Es un demonio fuerte.
Podría ser un niño, pero también podría ser un niño muy peligroso. No
dudes en actuar en tu defensa.
—No lo haré.
Aunque Knox todavía no se sentía cómodo dejando a los Sanders para
enfrentarse a McCauley, salió de la casa con Harper y los centinelas.
Nadie habló hasta que estuvieron dentro del coche.
Levi encendió el motor.
—Maldita sea, no estabas bromeando cuando dijiste que ese niño es
espeluznante. Estoy noventa y nueve por ciento seguro de que mató a
Talia.
—Y no lo lamenta —dijo Tanner.
Levi se apartó del bordillo.
—Se comporta como lo hacen nuestros demonios internos, es como si
estuviera tomando señales de comportamiento de él, imitándolo y
obedeciendo.
—Como si el demonio fuera el padre —reflexionó Harper. Knox la miró
con los ojos entrecerrados—. Exactamente.
—Su madre humana fue negligente, ¿verdad? —dijo Tanner—. Podría
ser que su demonio... intervino.
Levi silbó.
—Eso sería malo. A nuestros demonios no les importa una mierda
cuando se trata de lo correcto y lo incorrecto. Son vengativos, no
sienten culpa. Si ese es el tipo de “padre” que lo ha moldeado, necesita
ser observado muy de cerca. Tal vez Linda y Wyatt realmente puedan
ayudarlo, serán modelos a seguir. Le brindarán la atención y el cuidado
que, hasta ahora, solo su demonio le brindaba. ¿Crees que a McCauley
les hará daño?
—Si nuestra teoría es correcta, no —respondió Knox—. Su demonio
será lo suficientemente inteligente como para saber que necesita a los
Sanders para atender las necesidades básicas de McCauley. Estará feliz
de usarlos hasta que sienta que McCauley puede cuidar de sí mismo. Lo
habrá instado a quedarse con su madre humana por la misma razón.
Podría alimentar y vestir a McCauley, cosas que el demonio no puede
hacer por él.
—¿No crees que se pondrá celoso si McCauley comienza a preocuparse
por los Sanders? —preguntó Harper.
Knox tomó su mano.
—No creo que haya ningún riesgo de que McCauley se conecte
emocionalmente con ellos en el corto plazo. Si sucede, sería en un
futuro lejano. Con suerte, el demonio estará acostumbrado a los
Sanders para entonces. Incluso pueden llegar a gustarle si siente que
son buenos con McCauley. Solo podemos especular.
Cuando Tanner y Levi comenzaron a hablar sobre el asunto de los
centinelas, Harper se volvió hacia Knox y le preguntó en voz baja:
—¿De verdad mataste a alguien cuando eras niño?.
—Se lo merecía.
—No digo que no lo hicieran. Simplemente odio que te pusieran en una
posición en la que tenías que matar o que te mataran cuando eras tan
joven —Harper le dio a su mano un apretón reconfortante. La miró, y lo
que ella vio en sus ojos le dio escalofríos.
—Para cuando terminé con ellos, ellos también.
CAPÍTULO NUEVE

Terminando su breve llamada telefónica, Knox colgó su celular en la


pequeña barra de su sala de estar y se sirvió un gin-tonic.
—¿Quieres un trago, nena? —Al no recibir respuesta, miró por encima
del hombro. Harper estaba sentada en el sofá, mirando hacia adentro
mientras torcía sus anillos y giraba su tobillo distraídamente.
Una sensación de inquietud le picó. Tomando un trago de su bebida,
cruzó la habitación hacia ella. Harper no se movía a menos que algo
estuviera jugando en su mente. Y fue entonces cuando recordó…
—Lo siento, cariño, querías hablarme de algo antes. ¿Qué era?
Lo miró y parpadeó. Por un momento, ella no dijo nada. Entonces una
determinación se reunió detrás de sus ojos y se lamió los labios.
—Tal vez deberías sentarte. Sí, definitivamente deberías sentarte.
Preferiría quedarse de pie, pero le siguió la corriente y se sentó en el
borde de la mesa de café.
—¿Qué es? Dime. Si algo está mal, lo arreglaré.
Harper se enderezó y se aclaró la garganta. Su boca se abrió como un
pez, y pareció luchar por encontrar las palabras.
—Está bien, así que solo voy a decirlo.
—Está bien —dijo. Pero ella no lo dijo. Su boca se abrió de nuevo, pero
todavía no salió nada.
—¿Por qué estás tan nerviosa? —Docenas de posibilidades pasaron por
su mente y no le gustó ninguna. Esa sensación de inquietud comenzó a
aumentar.
—No estoy nerviosa... per se.
Sí que estaba. Dejó su vaso sobre la mesa y le tomó las manos.
—Harper, dime qué pasa.
—Nada está mal. O, al menos, no creo que haya nada malo. Puede que
te sientas diferente.
—Harper, lo que dices no tiene ningún sentido. Sea lo que sea, solo
dímelo.
—Vale, aquí está. Yo... Bueno, es... —Maldiciendo, Harper buscó en su
bolso y sacó algo que había metido en una bolsa de sándwich—. Tengo
algo que enseñarte.
Knox frunció el ceño, incapaz de distinguir lo que tenía en la mano.
Extendió la mano.
—¿Por qué está en una bolsa de sándwich?
—No quería que tuvieras que tocarlo.
—¿Por qué? —preguntó, cuando ella finalmente se lo entregó.
—Me oriné encima.
—¿Orinaste en…? —La realización lo golpeó, y miró hacia abajo al
artículo en su mano. Incluso a través de la bolsa de plástico, el palo
largo y blanco del embarazo estaba claro. Y también la palabra
Embarazada” en la pantalla digital.
Harper se quedó muy quieta, dándole a Knox el espacio para trabajar en
las noticias. No mentiría, estaba totalmente nerviosa. Claro, habían
hablado de tener un bebé y él había estado bien con eso. Pero una cosa
era hablar de un hipotético bebé y otra muy distinta enterarse de que
dicho bebé ya no era tan hipotético.
Tenía una gran familia; había visto cómo los hombres podían reaccionar
de manera diferente al embarazo. Algunos estaban aterrorizados ante
la perspectiva de ser padre debido a sus propias inseguridades. Algunos
se sintieron atrapados por las cargas financieras, las responsabilidades y
las restricciones sociales que conlleva la paternidad. Algunos, como
Lucian, no estaban dispuestos a renunciar a su propia infancia o
independencia; veían la idea de un bebé como una pérdida de libertad.
Incluso los futuros padres que estaban emocionados tenían sus
preocupaciones y, a veces, hacían cosas estúpidas como portarse mal o
meterse en el trabajo en lugar de expresar esas preocupaciones. Sin
embargo, Harper podía entenderlo. Supuso que los hombres
probablemente a menudo se sentían distanciados del embarazo de su
pareja, ya que no jugaban ningún papel físico en él. Por lo general, la
atención estaba en las mujeres, por lo que a veces incluso podían
sentirse un poco excluidas.
Las responsabilidades no asustaban a Knox Thorne, y él era una persona
demasiado confiada y competente para sentirse inseguro acerca de su
capacidad para ser cualquier cosa, incluso un padre. Aún así, nunca se
sabía realmente cómo reaccionaría una persona al escuchar que sería
padre. Y teniendo en cuenta que él era un completo preocupado, que
constantemente se preocupaba por su salud y seguridad, esta noticia
bien podría hacer que sus niveles de ansiedad se dispararan.
Pensó que podría ayudar si la noticia se entregaba en un momento
positivo y oportuno. Entonces, mientras conducían hacia el edificio de
apartamentos de Talia, Harper había decidido demorar en decírselo.
Había planeado pedirle a Meg que preparara su comida favorita y luego
pescara su vino favorito, posiblemente incluso emborracharlo. Entonces
ella podría haberle dado la noticia suavemente, y él habría tenido el
tiempo y la privacidad para dejar que se asentara en su cerebro. Un
buen plan
Harper simplemente no tenía la paciencia para esperar así, pero estaba
decidida a intentarlo. Sin embargo cuando él había sentido que su
cabeza estaba... bueno, en su trasero... había saltado sobre el asunto, y
ella sabía que no habría una comida íntima. Realmente no había forma
de ignorarlo cuando sabía que algo la estaba molestando. La acosaría y
la acosaría hasta que tosiera la verdad.
Aunque se había decidido a decírselo en ese momento, sus nervios
estaban tan fritos que ni siquiera había sido capaz de decir las simples
palabras: “Estoy embarazada”. Ahora estaba mirando fijamente el palo
del embarazo, inmóvil. Y ella no sabía qué diablos hacer.
Se preguntó cómo su demonio estaba lidiando con la noticia. Una vez
que el impacto pasó, su propio demonio había cambiado al modo
sobreprotector. Su prioridad ahora era la seguridad de la vida dentro
del útero de Harper. Y Harper estaba bastante segura de que si Knox no
se lo tomaba bien, su demonio estaría completamente enojado con él y
querría enviarle un dolor profundo en el alma disparando a su pene.
Mientras el silencio se prolongaba, Harper apenas resistió el impulso de
retorcerse las manos. Eventualmente fue demasiado para ella.
—Está bien, tienes que decir algo o podría enloquecer.
Levantó la cabeza y la miró con ojos ilegibles.
—¿Estás embarazada? —Las palabras salieron ahogadas.
—Parecería que sí.
Dejó el palo sobre la mesa y se puso de pie. Se le cayó el estómago.
Demonios, no había esperado que él se marchara, pero le daría espacio
si era lo que necesitaba. Su demonio preferiría simplemente abofetearlo.
Tomando a Harper por sorpresa, su mano esposó su muñeca y
suavemente la puso de pie. Entonces sus manos estaban en su cabello y
su boca estaba sobre la de ella. Duro. Hambriento. Consumiéndola.
Liberando su boca, Knox apoyó su frente en la de ella y extendió una
mano sobre su estómago plano.
—¿Estás embarazada?
Se lamió los labios.
—Estoy embarazada.
Tragó.
—No lo llamamos Lucifer.
Una risa temblorosa brotó de ella.
—¿No estás molesto?
—No. Esta es mi cara feliz. ¿No puedes decirlo?
—No.
—Estoy lejos de estar molesto —le aseguró Knox. La besó de nuevo,
vertiendo todas las emociones que estaba sintiendo en ese momento
dentro de ella. Emoción. Dudas. Conmoción.
También estaba ansioso. Ansioso de que a Harper le resultara difícil el
embarazo y el parto. Ansioso de que algo pudiera salir mal. Ansioso por
la salud del bebé. Knox era una persona a la que le gustaba tener el
control de las cosas que lo rodeaban. Esto no era algo sobre lo que
tuviera ningún control.
Su demonio estaba teniendo la misma lucha interna, y no quería nada
más que encerrar a Harper donde nadie pudiera tocarla ni tocar al niño
que crecía dentro de ella. No era una mala idea, de verdad.
Knox le enmarcó la cara con las manos.
—¿Cómo te sientes?
Ella respiró hondo.
—De acuerdo. Mejor ahora que sé que te va bien.
—Supongo que esto explica por qué estabas tan cansada y letárgica
todo el tiempo —Sabía que era un síntoma de un embarazo demoníaco,
pero no se le había ocurrido siquiera considerar que ella pudiera estar
embarazada. Debería haberlo hecho. No debería haber asumido
simplemente que era estrés. Knox maldijo al recordar algo—. Fui duro
contigo esta mañana.
Harper sonrió.
—El sexo duro no va a dañar al bebé —¿Fuerzas externas, sin embargo?
Sí, había una posibilidad de que lo hicieran. O, al menos, lo intentarían—.
La gente vendrá por el bebé. Eso es lo que dijo Nora —le recordó. Tenía
sentido que hubiera demonios que pensaran en usar al bebé para
controlarlo. Otros podrían incluso querer al niño para ellos,
sospechando que crecería hasta ser tan poderoso como Knox y podría
ser usado en su contra. Su demonio gruñó, comunicando que mataría a
cualquiera que intentara tal cosa.
—No se acercarán al bebé —prometió Knox. Nunca lo permitiría. Su
padre no lo había protegido, y Knox estaría condenado si le fallaba a su
propio hijo. Su demonio se sentía igual de fuerte al respecto—. Nos
aseguraremos de que el bebé esté seguro y protegido en todo
momento. Sí, significará que será mimado, pero mejor eso que en
manos de alguien que le haga daño.
Ella asintió.
—Lo que sea necesario.
—Sabes que la seguridad a tu alrededor se intensificará ahora, ¿no es
así? Entiendo que tu orgullo se resistirá, pero es necesario.
—Lo sé —Harper suspiró—. El bebé necesita ser protegido.
Su capitulación inmediata tomó a Knox por sorpresa.
—Si hubiera sabido que el embarazo te haría aceptar mejor seguridad
tan fácilmente, te habría dejado embarazada hace meses.
Ella sonrió, sinceramente sorprendida de que él estuviera tan a gusto
con la noticia.
—Me preocupaba que te sintieras un poco…
—¿Celoso?
Ella parpadeó.
—En realidad, iba a decir “ansioso” y tal vez “excluido”. Algunos chicos
sienten que están afuera mirando hacia adentro, no quiero eso para ti.
¿Te sientes celoso?
—Admito que soy lo suficientemente egoísta como para no querer
compartir tu atención con nadie —También lo era su demonio, en
realidad—. Pero esto no es solo “cualquiera”. Es nuestro hijo.
Necesitaba que un médico confirmara que estaba embarazada antes de
poder creerlo de verdad. Todavía había una cualidad surrealista en la
situación.
Se inclinó hacia él.
—¿No estás molesto porque muchas cosas cambiarán?
—¿Qué tiene de malo el cambio?
—Nada en absoluto. Solo estoy comprobando.
—¿Alguien más sabe?
—Raini lo sabe. Compró la prueba de embarazo y me instó a usarla.
Honestamente, pensé que estaba siendo dramática. Resulta que ella
tenía razón. No confirmé que estaba embarazada, pero ella lo habrá
sabido solo por la expresión de mi cara. Sin embargo, ella no se lo dirá a
nadie. Ni siquiera a Devon o Khloë.
—Pero quieres que lo sepan —sintió.
—Me sentiré mal ocultándolo, especialmente porque Raini lo sabe. Sin
embargo, personalmente, creo que debemos mantener el embarazo en
secreto de tantas personas como podamos durante el mayor tiempo
posible.
Knox le frotó la parte superior de los brazos.
—Estoy de acuerdo —O la gente podría intentar matarla para detener
el nacimiento del bebé o secuestrarla para tener acceso al bebé una vez
que naciera—. Pero aún puedes decirle a tus amigos más cercanos.
Principalmente porque sospechaba que los haría mantener una
estrecha vigilancia sobre ella. Esa idea atrajo mucho a Knox y su
demonio. Cuantos más ojos tuviera sobre ella, mejor.
—Tendremos que decírselo también a los centinelas —continuó. Y
necesitas ver a un médico. Uno de los ginecólogos de nuestra guarida,
el Dr. Rodgers, es uno de los mejores de los Estados Unidos —Knox
tenía toda la intención de asegurarse de que ella tuviera lo mejor de
todo durante todo el embarazo—. Es raro, pero se preocupa por sus
pacientes y es muy discreto.
—Podemos hacer una cita mañana.
—No, deberíamos pedirle que venga aquí. Ahora —La parte primaria de
Knox no quería nada más que llevar a Harper al suelo y enterrarse
dentro de ella; era un impulso inesperado, pero estaba allí de todos
modos. Sin embargo, la parte sobreprotectora de él estaba en un
frenesí y quería que la revisaran y confirmaran el embarazo—. Necesito
saber que el bebé y tú están bien.
—Entonces supongo que será mejor que lo llames.

***

El Dr. Rodgers no se parecía en nada a lo que Harper esperaba. Pequeño,


desgarbado y con anteojos de friki, el demonio chino-estadounidense se
parecía más a un científico que a un ginecólogo. Dado que ahora poseía
información sobre Harper y Knox que el resto de la guarida aún no
conocía, no parecía emocionado o engreído como ella podría haber
esperado. Su demonio lo miró con desconfianza, demasiado
sobreprotector para confiar en los extraños que los rodeaban.
Mientras estaba de pie en su sala de estar, con las manos entrelazadas,
Rodgers le dedicó una sonrisa profesional.
—Entonces, crees que estás embarazada.
Sentada en el sofá junto a Knox, dijo:
—La prueba fue positiva.
—Los demonios pueden obtener falsos resultados positivos, por lo que
las pruebas no siempre son muy confiables. ¿Qué pasa con los síntomas?
Puedo decir con solo mirarte que has tenido problemas para dormir.
¿Cómo ha estado tu apetito?
—No en su mejor momento.
Frunció los labios.
—¿Tu lengua alguna vez ha sentido como si estuviera ardiendo?
Frunció el ceño.
—Sí.
—¿Dolor de cabeza?
—Sí.
—¿Náuseas?
—Sí. Pero no he tenido náuseas matutinas ni nada.
—Algunas mujeres embarazadas no lo hacen —le ofreció una botella de
agua—. Bebe.
No tomó la botella.
—Necesito usar el baño, así que prefiero no hacerlo.
—No orines. Quiero hacer una ecografía y las imágenes serán de mejor
calidad si tienes la vejiga llena. Ahora bebe, lo queremos rico y lleno.
Knox tomó la botella, le quitó la tapa y se la entregó.
—Buena chica —dijo mientras ella sorbía. Ambos observaron al médico
mientras encendía la máquina de ultrasonido portátil que había traído
consigo.
—Dado lo que me has dicho —comenzó Rodgers—, diría que tiene
entre nueve y diez semanas de embarazo. Los bebés demoníacos se
desarrollan a un ritmo más rápido que los bebés humanos, por lo que
los embarazos suelen durar alrededor de treinta semanas. Hay tres
etapas en un embarazo demoníaco. Yo las llamo infestación, opresión y
posesión.
Hizo una pausa con la botella cerca de su boca.
—¿No son esas las etapas de la posesión demoníaca?
Sonriendo, se encogió de hombros.
—El embarazo es más o menos lo mismo.
—No, realmente no lo es —ladeó la cabeza— ¿Alguien te ha dicho
alguna vez que tienes un sentido del humor de lo más extraño?
—Una o dos veces —Pulsó algunos de los botones de su máquina de
ultrasonido portátil—. Túmbate. Echemos un vistazo a este bebé.
Knox la besó en la sien y luego se levantó del sofá, pero ella apretó su
mano con más fuerza.
—No voy a dejarte —le dijo, sentándose en el brazo.
Apaciguada, Harper se tumbó en el sofá y se levantó la camiseta.
Rodgers roció gel frío en su estómago y luego movió una sonda de
mano alrededor de la parte inferior del abdomen, lo que ejerció presión
sobre su vejiga y le dio muchas ganas de orinar. Pero el sonido de un
corazón latiendo fuerte y rápido empujó su incomodidad a un segundo
plano.
Knox se inclinó hacia delante mientras miraban la pantalla. Podía
distinguir claramente la cabeza y el contorno del cuerpo del bebé, y su
pecho se contrajo. Realmente estaba embarazada. Incluso mientras
miraba a su bebé, toda la situación todavía se sentía surrealista.
Rodgers inclinó la cabeza.
—Eh.
Los músculos de Knox se pusieron rígidos.
—¿Qué significa “eh”?
—Significa que me equivoqué. Tienes dieciséis semanas de embarazo,
Harper. Felicidades.
Harper se quedó boquiabierta. ¿Se estaba acercando al final de la
segunda etapa de su embarazo? Su demonio parpadeó, sorprendida por
segunda vez ese día.
—¿Cómo es eso posible?
Rodgers se volvió hacia ella.
—Bueno, existe una cosa llamada “esperma”. Durante las relaciones
sexuales...
Knox suspiró.
—¿Tienes que ser un idiota en este momento?
—Lo siento.
—¿Estás seguro de que está tan avanzada? No parece embarazada. Su
estómago ni siquiera tiene una pequeña bolsa. En todo caso, ha perdido
peso.
—No es inusual que una demonio pierda peso al principio,
especialmente si su apetito ha estado sufriendo. Por lo general,
alrededor de la decimoctava semana, la madre comienza a verse
realmente embarazada. Entonces las cosas van bastante rápido a partir
de ahí —Se volvió hacia Harper—. Te estás acercando al final de la
etapa dos, por lo que el cansancio comenzará a desaparecer y
recuperarás el apetito. Pero tendrás que lidiar con el dolor de espalda,
el dolor en las articulaciones, un aumento en el deseo sexual y, por
supuesto, el aumento de peso. Ah, y tus habilidades demoníacas
podrían jugar un poco. Sin embargo, esto último no siempre sucede,
especialmente si la demonio es tan poderosa como tú.
—Suena grandioso —dijo secamente. La mayor parte de su atención
seguía en el monitor. Sospechaba que la imagen se vería extraña para
cualquiera que no estuviera emocionalmente involucrado en la situación.
Para Harper, el pequeño bulto de la pantalla era una maravilla. Sentía un
nudo en la garganta y tuvo que toser para aclararse.
—¿Todo se ve bien? —Knox le preguntó al doctor, manteniendo sus
dedos enlazados con los de ella.
Rodgers se volvió hacia el monitor y movió un poco la sonda.
—Todo se ve bien. Aunque…
La tensión se apoderó de Knox.
—¿Aunque qué? —instó cuando el médico se quedó en silencio.
—El feto es más pequeño de lo que debería ser, aunque eso puede
cambiar. Podría tener un crecimiento acelerado en algún momento —La
boca de Rodgers se curvó cuando el bebé comenzó a retorcerse,
pareciendo que estaba tratando de hacer la brazada o algo así—. Todo
un pequeño motor, ¿no? Es pequeño, pero es luchador. ¿Alguna vez has
sentido un poco de aleteo en el estómago, Harper?
Ahora que llegó a pensar en ello…
—Sí. El aleteo se ha vuelto más... pronunciado. A veces se siente como
si explotaran burbujas —Solo había pensado que era, bueno, gas. Y
estaba paranoica de dejarlo salir en público.
—Ese es el feto moviéndose. En las próximas dos semanas, habrá una
diferencia notable en la fuerza de los movimientos.
Rodgers retiró la sonda, gracias a Dios, y apagó la máquina de
ultrasonido. Luego le dio una toalla de papel para limpiar el gel. Knox la
ayudó a limpiarlo y luego Harper se enderezó la camiseta y se sentó.
—¿Hay algo que pueda hacer para asegurarme de que el bebé crezca
como debería?
—Solo asegúrate de cuidarte a ti misma —dijo Rodgers—. Si cuidas tu
cuerpo, tu cuerpo cuidará al feto. Tendremos escaneos regulares para
que podamos monitorear cómo van las cosas y asegurarnos de que se
está desarrollando bien.
Knox asintió.
—¿Qué pasará si el bebé no crece como debería?
—Eso depende de algunas cosas. Es posible que Harper deba ser
inducida y tener el bebé antes de tiempo, pero no creo que llegue a eso
—La máquina zumbó mientras imprimía una pequeña imagen de la
pantalla. Rodgers se la entregó.
Mirando la suave imagen en blanco y negro, Harper tragó saliva de
nuevo. Ese era su bebé. El bebé de Knox y ella. Estaba creciendo dentro
de ella. Estaba... era simplemente... guau. Hasta hacía unas horas, ni
siquiera había sospechado que pudiera estar embarazada.
Honestamente, era difícil entenderlo.
Le dio la foto a Knox, quien la miró con tal intensidad de emoción que
contuve el aliento. Si hubiera tenido alguna duda de que él estaba feliz
por el embarazo, esa sola mirada las habría erradicado.
Rodgers sonrió.
—¿Te sientes varonil ahora, Thorne? Esta es la prueba definitiva de que
eres un hombre viril.
Knox le lanzó una mirada de impaciencia que hizo que la sonrisa del
doctor se hiciera más profunda.
Rodgers reunió sus cosas y señaló a Harper.
—Sin alcohol, sin pescado crudo, disminuye la cafeína y no te esfuerces
demasiado —Ante su asentimiento, él dijo—: Llámame si tienes alguna
pregunta o inquietud y… bueno, felicidades una vez más. No te
preocupes. Este asunto será confidencial y no habrá registros.
Knox inclinó la cabeza.
—Gracias.
—Le agradezco que haya venido tan pronto —dijo Harper.
Con el equipo en la mano, Rodgers le dedicó una graciosa sonrisa.
—No fue ningún problema en absoluto.
Knox dejó caer un beso en la cabeza de Harper y luego acompañó a
Rodgers a la puerta principal.
—¿Hay algo de lo que deba tener cuidado? ¿Alguna complicación que
deba esperar? —No había querido preguntar delante de Harper.
—Todos los embarazos pueden tener complicaciones, pero no siempre
las tienen —dijo Rodgers a Knox. Palmeó su brazo—. No te preocupes
tanto. Intenta disfrutarlo. Y sonríe. Tu vida está a punto de dar un
vuelco y cambiar para siempre —Con eso, salió por la puerta y bajó los
escalones, donde esperaba su sedán negro.
Knox cerró la puerta y volvió a la sala de estar. Se sentó junto a Harper y
la atrajo hacia sí, mirando la imagen escaneada que ella estaba mirando.
Quitándole el cabello de la cara, preguntó:
—¿Estás bien?
Lo miró a los ojos, soltando un suspiro.
—No pensé que estaría tan avanzado. En catorce semanas, seremos
padres—. El pánico se elevó bruscamente y rápidamente cuando
realmente se hundió—. Estamos tan poco preparados para esto que ni
siquiera es gracioso. Los bebés necesitan muchas cosas y nosotros
literalmente no tenemos nada. Necesitaremos una cuna, un cochecito,
un...
—Ssh —Le masajeó la nuca y la besó suavemente—. Te estás poniendo
nerviosa, y eso no es bueno para ti. Conseguiremos todo lo que
necesitamos. Estaremos tan preparados como cualquier grupo de
padres puede estarlo. Sé que esto te ha sorprendido, me identifico
mucho con eso, pero no necesitas estresarte por nada —Haría
suficiente de eso por los dos de todos modos—. Solo haz lo que dijo
Rodgers y concéntrate en cuidarte. Ahora, ¿por qué pareces culpable?
—Ya escuchaste a Rodgers. El bebé es demasiado pequeño. Es culpa
mía. No estaba comiendo bien.
—También lo escuché decir que no es inusual que el apetito de una
demonio sufra al principio. Eso no es tu culpa—. le frotó la espalda—.
Todo estará bien. No lo aceptaré de otra manera.
Se mordió el labio.
—No me odies si resulto ser una madre de mierda, ¿de acuerdo? No será
algo que hice a propósito.
Curvó una mano alrededor de su barbilla.
—Nunca podrías ser una mala madre. ¿No hemos pasado ya por esto?
—Si alguno de ellos pudiera ser un mal padre, sería Knox. Pero tenía
toda la fe en sí mismo y en Harper como unidad—. Como he señalado
una vez antes, Lucian no te crió; confió en ti porque no es capaz de
satisfacer sus propias necesidades. Tú eras el padre en esa relación, por
lo que ya sabes un par de cosas sobre la crianza de los hijos. También
eres tan cariñosa, responsable y protectora como debería ser cualquier
madre.
—Hablando de Lucian... ni siquiera quiero preguntarme cómo
reaccionará —Escuchar que estaba embarazada significaría que tendría
que aceptar que Knox era un elemento permanente en su vida. Ella no
era como Lucian, no se alejaría del padre de su hijo a menos que fuera
absolutamente necesario, Lucian lo sabría—. Jolene y las chicas estarán
encantadas. Sin embargo, debo decir que creo que la persona que
estará más emocionada es Lou.
Knox exhaló pesadamente.
—Sí. Va a ser un dolor en el trasero una vez que se entere —Mirando
una vez más la imagen de ultrasonido en su mano, Knox acarició al bebé
con el pulgar. Todavía no estaba del todo hundido en su cerebro que
había una personita dentro de Harper; que esa personita era su hijo. Su
hijo. Aún así, todos los instintos protectores que él y su demonio tenían
estaban en alerta máxima—. Nadie le hará daño al bebé —juró.
Harper le apretó la mano.
—No, no lo harán. Y si alguien lo intenta, lo colgaremos de los intestinos.
Haremos un ejemplo de ellos para enviar un mensaje de lo tonto que
sería que alguien más lo intentara.
Knox la miró a los ojos, vio la promesa de retribución allí mismo y asintió.
Fue un voto.
—Vamos, vamos a la cama.
—Realmente no creo que pueda dormir en este momento —Estaba
demasiado conectada.
Su boca se abrió en una sonrisa torcida.
—¿Quién dijo algo sobre dormir?
CAPÍTULO DIEZ

Knox se detuvo con el tenedor a medio camino de la boca de Harper,


arrugando la frente.
—¿Vas a trabajar?
Harper arqueó una ceja.
—¿Qué, pensaste que pasaría el resto del embarazo sentada,
jugueteando con mis pulgares?
—Un hombre puede soñar.
Ella puso los ojos en blanco.
—Me tomé tres días libres, aunque no los necesitaba —Había accedido
a pasar el tiempo recuperando el sueño, pero en realidad lo había hecho
para que él tuviera un poco de tiempo para adaptarse a la idea de que
estaba embarazada. Honestamente, ella también necesitaba ese tiempo
para adaptarse. Ahora que lo había hecho, la ansiedad había sido
reemplazada por una anticipación aterradora. Pero era un buen tipo de
miedo.
Era asombroso lo diferente que parecía su mundo ahora. Todo lo que
no fuera Knox había pasado a un segundo plano emocional en la vida
dentro de ella. Y así debía ser, pensó. No había sido así para sus propios
padres, pero muy bien sería así para ella.
—Admito que tener toda tu atención durante mi tiempo libre fue
bastante agradable —Atentamente, Harper comió el trozo de pomelo
que le ofreció.
Desde que descubrió que Harper estaba embarazada, Meg, encantada,
había intentado llenarla de frutas, verduras y otros alimentos saludables.
Knox a menudo insistía en alimentarla, con lo que Harper habría perdido
rápidamente la paciencia si no hubiera entendido por qué exactamente
estaba tan molesto. Estaba preocupado por ella, y se dio cuenta de que
no tenía control sobre el asunto. Lo hacía sentir impotente. No quería
eso. Si dejar que él se preocupara por ella lo hacía sentir más
involucrado y no tan impotente, ella se ocuparía de eso.
—Y disfruté de poder brindarte toda mi atención durante los últimos
tres días —dijo Knox— ¿Por qué no te permites disfrutarlo un poco más?
—No puedes estar conmigo todo el tiempo —Tomó un sorbo de su
jugo de naranja—. Ambos tenemos negocios que administrar.
—Lo sé —Knox le pasó los dedos por el pelo—. Pero mis instintos
protectores están en un frenesí en este momento y me está volviendo
paranoico sobre tu seguridad.
Le dio un beso tranquilizador, tarareando porque sabía a café, avena y
azúcar moreno.
—Lo entiendo. Mis propios instintos protectores también están un
poco hiperactivos en este momento, y mi demonio está nervioso: ve
todo y a todos como una amenaza potencial. Necesito que seas el
racional. Además, tengo a Tanner.
Knox no estaba tan seguro de poder darle “racionalidad”. Su demonio
resopló ante la idea.
—Keenan ahora también te estará protegiendo. Un guardaespaldas
para ti y otro para la personita que está ahí dentro —Frotó suavemente
su estómago—. Hazlo por mí. Necesito esa tranquilidad, Harper.
—Entiendo que necesitamos reforzar la seguridad. No voy a pelear
contigo por eso.
Especialmente si eso significaba que su demonio se relajaría un poco.
Asintió con aprobación y le dio de comer un trozo de kiwi.
—Invita a Jolene y a las chicas a la mansión esta noche. Las pondremos
a ellas y a los centinelas en la misma habitación y les daremos las
noticias a todos de una vez.
—¿No le has dicho a Keenan por qué me lo asignaste?
—No toda la verdad, todavía no. No quería decírselo antes de decírselo
a Levi, Tanner o Larkin; son lo suficientemente inmaduros como para
estar celosos por eso. Y no, no estoy bromeando.
La boca de Harper se arqueó.
—Está bien, entonces les diremos a todos al mismo tiempo.
—Keenan cree que le he pedido que te proteja porque estoy un poco
paranoico acerca de tu seguridad, lo cual es cierto. Tanto él como
Tanner permanecerán dentro del estudio contigo todo el día. Cuando te
vayas, ellos se irán contigo.
A pesar de saber que era necesario, sus instintos se resistieron
reflexivamente ante ese grado de sobreprotección (eran centinelas, no
deberían cargar con el deber de cuidar niños), pero no discutió. El
sentido común le decía que era mejor prevenir que curar. La seguridad
del bebé estaba por encima de su orgullo y su racha sensible e
independiente.
—Desde que la persona que me está atacando intentó secuestrar a
Heidi, ¿crees que ha aceptado que sería demasiado difícil para ellos
llegar a mí? —preguntó—. Si es así, es posible que sean las otras
personas en mi vida las que podrían considerar dañar.
Knox pensó en eso por un momento.
—Dado que su plan para poner sus manos sobre Heidi fracasó, dudo
que intenten tocar a tu familia o a alguien en tu guarida nuevamente,
eso incluirá a tus compañeros de trabajo.
Llena hasta el estómago, Harper negó con la cabeza cuando él le ofreció
un trozo de manzana.
—Ya no puedo comer. Estoy llena.
Knox no bajó el tenedor.
—Estás comiendo por dos ahora, recuerda.
—Comí mucho más de lo que suelo hacer —señaló—. Y lo último que
quiero hacer es vomitarlo todo hacia arriba, que es exactamente lo que
sucederá si trato de forzar más comida en mi estómago.
—Punto válido —Dejó el tenedor, lo que disgustó a su demonio. Aún así,
la entidad podía aceptar que ella tenía razón y, como Knox, sabía que no
tenía sentido presionarla—. Solo me preocupo por ti.
—Sé que lo haces, y te amo por eso. Pero, sinceramente, estoy llena.
Hizo un gesto hacia su jugo de naranja.
—Termina eso, al menos. Por mí.
Con un resoplido, levantó el vaso y bebió el jugo como si fuera tequila.
—Ahí. Hecho. ¿Feliz ahora?
—Yo ya estaba feliz. Ahora soy más feliz —Knox la besó, lamiendo su
boca, tomándose su tiempo para atiborrarse de ella. Sabía a fruta y ese
dulce sabor único que era todo Harper. Retirándose, vio cómo sus iris
ámbar se nublaban y se arremolinaban antes de cambiar a un llamativo
azul cobalto—. Me pregunto si el bebé tendrá tus ojos.
Solo la posibilidad de eso tenía el potencial de poner a Harper de mal
humor.
—No quiero que nuestro hijo tenga ojos extraños.
Knox le lanzó una mirada burlona y le dio un mordisco en el labio
inferior.
—Tus ojos no son extraños —Habló contra su boca—. Son hermosos.
Únicos. Fascinantes. Igual que tú.
—Es bueno que pienses eso, pero yo no —Según Carla, Harper había
heredado el extraño rasgo de la hermana de Carla. Era posible que
pudiera transmitirse al bebé, especialmente porque se garantizaba que
era una esfinge. Los archidemonios no nacieron de un útero—. Me
gustaría que tuviera tus ojos oscuros.
Le hacían pensar en terciopelo negro. El hecho de que el bebé solo
pudiera ser una esfinge no significaba que no pudiera compartir ningún
parecido físico con Knox. El bebé en su sueño la había mirado con ojos
oscuros, recordó... justo antes de que volara la cuna.
—¿Qué te hace fruncir el ceño? Dime. Lo haré mejor.
Ella sonrió.
—Estaba recordando ese extraño sueño que tuve sobre un bebé,
cortesía del cazador de pesadillas.
—Ah —Knox tomó un sorbo del café que casi había terminado—. Es
posible que alguna parte de tu subconsciente haya considerado que
podrías estar embarazada. Eso podría haber provocado el sueño. Como
dije, las pesadillas solo pueden causar sueños, no pueden fabricar el
contenido.
—Eso es lo que estaba pensando.
En ese momento, Meg entró en la habitación. Miró el plato de Harper y
cloqueó con desaprobación, poniendo sus manos en sus anchas caderas.
—Comí tanto como pude —dijo Harper a la defensiva.
—Lo hizo —confirmó Knox—. De todos modos, no puede pasar mucho
más tiempo sentada aquí, ya que tiene que prepararse para el trabajo.
Meg la fulminó con la mirada.
—¿Vas a trabajar? —Continuó sermoneando a Harper, tal como Knox
sabía que lo haría.
Ignorando la diatriba, Harper frunció el ceño.
—Arrojarme debajo del autobús de Meg fue simplemente malo, Thorne.
Y no me hará quedarme en casa, si ese era tu juego final.
Knox se encogió de hombros, curvando la boca.
—Valió la pena intentarlo.
Harper puso los ojos en blanco.
—Gracias por preocuparte —le dijo a Meg—, pero no puedo quedarme
en esta casa por el resto del embarazo, me volveré loca. ¿De verdad
quieres una esfinge-diablillo-por-naturaleza locamente aburrida como
compañía? Porque tengo que decirte que no es divertido tenerlos cerca.
Meg resopló y le arrebató el plato a Harper.
—Te prepararé bocadillos saludables para que los lleves al trabajo y te
los comerás todos.
Harper suspiró ante su espalda que se alejaba.
—No tengo ganas de decírselo a los demás, porque hay una buena
posibilidad de que reaccionen de la misma manera protectora. No
puedo manejar ese nivel de preocupación. Me rodearán como langostas.
Knox bebió lo que quedaba de su café.
—Diría que lamento que te mimen, pero no es así —Cuanta más gente
la protegiera, mejor, en lo que a Knox se refería. Entrecerrando los ojos,
le hizo un gesto con el dedo. Knox se limitó a reírse.

***

Más tarde esa mañana, en la cafetería, Harper se paró al final del


mostrador mientras la camarera preparaba su pedido. Al oír el timbre,
miró hacia la puerta. Carla, no. Bien. Lo había comprobado cada vez que
oía el timbre. Sería su suerte que la mujer buscara otro enfrentamiento.
A su demonio realmente no le iría bien con eso en este momento.
—¿Cómo te sientes hoy? —preguntó Wren.
Harper sonrió.
—Bien gracias. ¿Y tú?
—Estoy bien —Wren puso el último de los vasos en la bandeja—. Leche
espumada de vainilla para ti otra vez, sospecho —agregó en voz baja
con un brillo extraño en los ojos.
Harper se quedó inmóvil cuando la implicación de ese comentario se
hundió en su cerebro.
—¿Lo sabías? —¿Todo este tiempo, ella lo había sabido?— ¿Cómo?
—Siento estas cosas. No estaba segura de si lo sabías o no, pero he
notado que estás escaneando la habitación como si las amenazas
potenciales pudieran estar al acecho. Tu demonio está paranoico, ¿eh?
—Wren se inclinó hacia delante para que la conversación fuera
privada—. No temas que compartiré lo que sé. Has tenido que lidiar con
muchas personas a las que les gustaría ver caer a Knox. Significa que no
te has dado cuenta de cuántas personas desean que prospere.
—¿Prosperar?
—Knox es todo lo que una guarida podría desear en un Prime. Hay
muchos que lo defenderían con sus vidas, aunque él no necesita su
protección. Si engendra un hijo que algún día podría ocupar su lugar,
nuestra guarida seguirá siendo fuerte. No haré nada para poner en
peligro a ese niño. Y estaría en riesgo, pero eres lo suficientemente
inteligente como para saberlo.
Harper agarró la bandeja con fuerza.
—¿Alguien más sospecha del embarazo?
—No, que yo sepa. Te dejaré saber si algún rumor comienza a
extenderse. Puedo asegurarte que la guarida cerrará filas a tu alrededor,
Knox y tu hijo. La mayoría se alegrará por él, tal como se alegraron por
él cuando te tomó como su pareja. Solo queremos cosas buenas para
nuestro Prime. Oh, hay quienes tienen sus quejas con él, pero todos lo
apoyarán en esto. Como dije, quieren que la guarida sea fuerte para sus
hijos, sus nietos y los nietos de sus nietos, y así sucesivamente.
—En otras palabras, ¿no te preocupes tanto?
—Un hijo siempre es una bendición. Un embarazo debe ser un
momento de celebración, no de miedo.
Tenía razón, pensó Harper.
—Gracias.
Levantando la bandeja, caminó hacia el carrito de condimentos, donde
Raini la estaba esperando.
Mientras agregaban leche, azúcar y aderezos a las bebidas, Raini
preguntó en voz baja:
—¿Cómo tomó Knox la noticia?.
—Muy bien, gracias a Dios. Se lo diré a los demás esta noche —Harper
ya había invitado a todos a la casa más tarde—. Um, gracias por
empujarme a tomar la prueba.
Raini sonrió.
—Puedes agradecerme tomándote las cosas con calma. Entiendo que
preferirías estar en el trabajo, pero controla tu ritmo y trabaja menos
horas.
—Dios, suenas como Knox.
Raini solo se rió.
—No pareces tan cansada hoy.
—Según el médico con el que hablé, la fatiga comenzará a desaparecer.
No es de extrañar que me viera como una mierda en los últimos meses.
Cada pizca de bondad que tomé fue para el bebé.
—Y no estabas descansando como deberías.
Harper levantó la mano y prometió:
—No me excederé. Mi demonio no me lo permitiría de todos modos.
—Bien. Entonces pongámonos en movimiento.

***
Cuando su visitante entró en la oficina, Knox se levantó de su asiento.
—Pamela —saludó simplemente. Desde que Linda y Wyatt
mencionaron que la madre de Talia había aparecido en su casa, había
anticipado que Pamela eventualmente vendría a hablar con él sobre
McCauley. Pamela Winters no era una demonio que retrocedía. Era una
mujer dura y de voluntad fuerte que podía aplastar la confianza de una
persona con solo una mirada. En ese sentido, no era de extrañar que
intimidara a Linda.
Pamela también era muy consciente de la opinión pública, por lo que se
imaginaría que el estilo de vida de Talia había sido profundamente
vergonzoso para la juez. Esa podía haber sido la razón por la que rara
vez hablaba de su hija, pero se entusiasmaba con su hijo, un abogado
defensor muy conocido que vivía en Chicago.
Pamela le dio un gracioso asentimiento.
—Sr. Thorne. Gracias por verme.
Knox le hizo un gesto para que tomara asiento frente a él y ambos se
sentaron.
—Parece algo inadecuado para decir, pero lamento tu pérdida.
La sonrisa de Pamela era frágil y él tuvo la sensación de que ella había
escuchado las palabras tantas veces que estaba cansada de escucharlas.
—Gracias. Sé que Talia era adicta y tenía sus problemas, pero no era
mala persona.
—Nunca pensé que lo fuera.
—¿Incluso cuando escuchaste sobre el chico?
Knox se recostó en su silla.
—Por lo que entiendo, Talia tenía sus razones para dárselo a los
humanos para que lo cuidaran. No apruebo en absoluto que ella lo haya
cambiado por un niño humano, especialmente porque no pidió permiso,
pero entiendo qué la motivó a hacerlo.
Eso pareció aliviar la tensión en los hombros de Pamela.
—McCauley ha pasado por muchas cosas.
—Parecería que sí.
—Estar con su familia, su verdadera familia, lo ayudaría a sanar. A sentir
que pertenece a algún lugar.
—Escuché que fuiste a ver a los Sanders.
—Es mi nieto; por supuesto lo hice —Dejó escapar un suspiro largo y
tranquilizador—. Sé que Linda y Wyatt son buenas personas. Puedo ver
que Linda estaría feliz de mantenerlo y criarlo. Pero ella lo quiere por las
razones equivocadas. Los he visto juntos. Él podría ser cualquiera para
ella. No es tanto a McCauley lo que quiere, es un niño del que cuidar.
Knox no podía negar eso. Linda se aferraba a McCauley porque quería
un hijo, no porque lo amase. Eso no sería bueno para el chico a la larga.
—Realmente simpatizo con Linda —continuó Pamela—. Pero hay
muchos niños que necesitan un hogar y no tienen una familia que los
cuide. McCauley tiene familia que puede cuidarlo. Él tiene un lugar
adonde ir. Linda podría criar o adoptar a uno de los otros.
Con los codos apoyados en los brazos de su silla, Knox entrelazó los
dedos.
—No me opongo a que se vaya a vivir contigo, Pamela. Pero no lo
sacaré abruptamente de la casa de los Sanders. No sería bueno para él
—Y sería arriesgado, considerando que había muchas razones por las
que Pamela podría no querer quedarse con él. No era el tipo de persona
que se cegaría ante la naturaleza de un niño—. Haré los arreglos para
que tu compañero y tú se reúnan con él y pasen tiempo con él. Lo
tomaremos con calma. Siempre y cuando McCauley se sienta cómodo
yendo a vivir contigo, puede hacerlo.
Los dedos de Pamela se flexionaron.
—Con el debido respeto, es demasiado joven para tomar una decisión
tan seria.
—Su demonio está muy tenso en este momento, Pamela. Quiere
protegerlo. No apreciará que empujes a McCauley a hacer cualquier
cosa para la que no esté preparado. Gánate la confianza y la aprobación
de su demonio —Su frente se arrugó—. Talia dijo que creía que su
demonio estaba latente.
—Puede haber estado latente por un tiempo, pero ya no lo está —
Después de una larga pausa, Pamela habló— ¿Cuándo podemos hablar
encontrarnos con él?
—Hablaré con los Sanders y les preguntaré qué hora les conviene más.
—Linda postergará la reunión tanto como pueda.
—Sospecho que intentará hacerlo, pero dejaré en claro que la reunión
debe realizarse a más tardar el domingo.
—Gracias —dijo Pamela con una ligera inclinación de cabeza.
—Tengo que advertirte, Pamela. Puede que no sea lo que esperas.
Parece que su demonio ha actuado como una influencia paterna.
Pamela se quedó en silencio por un momento mientras digería eso.
—Una vez que se dé cuenta de que mi pareja y yo cuidaremos de
McCauley, es posible que se calme.
—Ojalá —Después de que ella salió de su oficina, Knox tomó su celular
y llamó a Wyatt. Sonó cuatro veces antes de que el demonio finalmente
respondiera—. Acabo de recibir una visita de Pamela —le dijo Knox.
Un breve silencio respondió a esa declaración.
—Quiere llevarse a McCauley.
Wyatt suspiró.
—Puede cambiar de opinión una vez que hable con él.
—No quiero sacarlo de tu casa, Wyatt. Pero los Winter quieren ser parte
de su vida. Me gustaría que conociera a Pamela y a su pareja, y que lo
dejara sentirse cómodo con ellos. Puede ser que no quiera dejarte a ti y
a Linda, pero son su familia. Deberían tener la oportunidad de construir
algo con McCauley, incluso si no resulta en que él se vaya a vivir con
ellos.
Una larga exhalación.
—Está bien. Solo puede ser bueno para él tener una familia a su
alrededor.
—¿Cómo ha estado?
—No es diferente. Linda trató de entablar algún tipo de relación con él,
pero no funcionó. Me preocupaba que cuanto más tiempo estuviera
con nosotros, más apegada se volvería a él. Pero ella no está apegada a
él como persona, está apegada a la idea de él.
—Por eso definitivamente será bueno para él conocer a su familia
materna —señaló Knox.
—Hablaré con Linda y te responderé con una buena fecha y hora.
—A más tardar el domingo, Wyatt —advirtió Knox—. Por el bien de
McCauley.
—Correcto. A más tardar el domingo.

***

Más tarde ese día, las chicas, Jolene, Tanner, Keenan y Larkin estaban
dispersas por la sala de estar de la mansión, hablando y riendo. Al
principio, el demonio de Harper estaba en guardia mientras tanta gente
estaba en su territorio, a pesar de que los conocía y confiaba
parcialmente en ellos. Después de un tiempo, perdió la tensión, aunque
permaneció alerta.
El día había pasado bastante rápido, lo que podría deberse a que Harper
se encontró desapareciendo en su mente entre trabajos, enumerando
mentalmente todo lo que necesitaría comprar y hacer para estar lista
para la llegada del bebé.
Devon y Khloë habían comentado sobre su “actuación rara” nada
apaciguadas por su promesa de contarles todo más tarde. Tanner y
Keenan no habían hecho comentarios, pero la habían observado de
cerca. Demasiado cerca.
Todos en la sala se callaron cuando Knox y Levi finalmente se unieron a
ellos. Mientras todos intercambiaban saludos, Knox se dirigió
directamente a Harper.
Sentada en el sofá, ella le sonrió mientras él se inclinaba y dejaba un
prolongado beso en su boca.
—Oye —dijo simplemente.
—Oye —Knox sintió su nerviosismo y le dio un apretón reconfortante
en la nuca. Su demonio se relajó ahora que ella estaba cerca, lo había
acosado todo el maldito día para encontrarla y quedarse con ella. Se
había comunicado telepáticamente con ella muchas veces, pero no
había hecho mucho para aplacar a su demonio.
Te extrañé.
Y yo te extrañé a ti.
—¿Cómo estuvo tu día?
—Relativamente bueno.
Knox asintió en señal de agradecimiento mientras Raini y Devon
avanzaban arrastrando los pies, haciéndole un lugar en el sofá. Se sentó
junto a Harper y le pasó el brazo por los hombros.
¿Cómo te sientes?
Nerviosa, respondió Harper. Sé que se alegrarán por nosotros y confío en
que no difundirán nuestro pequeño anuncio, pero es difícil no ser...
protector con la noticia.
Entiendo. Podemos guardarlo para nosotros un poco más, si eso es lo que
quieres.
No, es mejor que lo sepan. Al escuchar un carraspeo de garganta, Harper
se dio cuenta de que todos los miraban expectantes.
—Bueno, no nos dejes en suspenso, Harper —dijo Jolene—. Sabes que
no me gusta eso.
Harper cruzó una pierna sobre la otra.
—Solo queremos hacer esto una vez, así que pensamos que sería más
fácil tenerlos a todos en un solo lugar —respiró hondo, pero no salió
ninguna palabra.
Entrelazando sus dedos, Knox se compadeció de su compañera.
—Está embarazada.
—¡Lo sabía! —cantó Devon, con una gran sonrisa en su rostro.
Prácticamente toda la sala descendió sobre Harper y Knox,
transmitiendo con entusiasmo sus felicitaciones... excepto Keenan,
quien le dijo a Knox:
—Rápido, corre. La sujetaré si trata de perseguirte.
Harper le suspiró.
—Eres un idiota.
—He sabido esto por un tiempo —dijo Keenan.
—¡No puedo esperar para ser tía! —Raini aplaudió varias veces— ¿Qué
tan embarazada estás?
—Dieciséis semanas —respondió Harper.
—Ah, eso explica mucho —dijo Khloë—. Debería haberlo visto.
Los ojos de Devon se agrandaron.
—¡Ooh, podemos ir a comprar ropa de bebé!
—Um, en realidad, no lo haces —dijo Harper—. Si nuestro grupo
compra ropa de bebé al mismo tiempo, la gente adivinará bastante
rápido para quién es.
Todos se quedaron en silencio por un momento. Entonces Khloë
habló.
—Llevaremos a la tía Kayla con nosotros. Está embarazada. La gente
simplemente pensará que las cosas son para ella.
Devon frunció los labios.
—Eso funcionaría.
—¿Ya te hicieron una ecografía? —preguntó Jolene.
—Sí —Harper sacó la foto de su bolso y se la entregó a Raini, quien la
arrulló antes de pasársela.
—El bebé está bien —dijo Knox—, aunque un poco pequeño.
—También Harper —dijo Jolene, su sonrisa nostálgica.
Harper enarcó las cejas.
—¿En serio?
Jolene asintió.
—Tuviste un crecimiento acelerado cerca del final del embarazo.
Todavía eras pequeña, pero no peligrosamente pequeña. No había
necesidad de que entraras en una incubadora ni nada.
—¿Vas a averiguar si es una niña o un niño? —preguntó Larkin, con los
ojos iluminados.
—Personalmente, prefiero tener la sorpresa —Harper miró a Knox—
¿Tú?
—Lo que quieras —le dijo. Realmente no le importaba de ninguna
manera.
En el sofá frente a ellos, Khloë se inclinó hacia adelante.
—¿Tienes algún nombre?
Harper se rascó la nuca.
—Ni siquiera he pensado en los nombres.
Por supuesto, todos amablemente comenzaron a recitar sus nombres
favoritos. No pasó mucho tiempo antes de que todos comenzaran a
criticar las elecciones de los demás.
Knox habló por encima de todo el ruido de la habitación.
—Planeamos mantener las noticias en secreto durante el tiempo que
sea sensato hacerlo. Estoy seguro de que podemos confiar en que
todos se lo guardarán.
—Por supuesto —le dijo Jolene, aleccionadora. Los demás asintieron.
—Nadie —enfatizó Knox—. No se comparte con nadie, ni siquiera con
miembros de la familia o guarida. Hacedlo por Harper y por el bien del
bebé.
Raini puso una mano sobre su corazón.
—No diremos una palabra.
Satisfecho, Knox asintió.
Jolene y las chicas se quedaron un rato discutiendo con Harper sobre
organizar un baby shower. Harper lo vio como aún más “alboroto”. Sin
embargo, no eran sensibles a su difícil situación y parecían decididos a
organizarlo Una vez que la discusión pasó y Tanner terminó de irritar a
Devon, Jolene llevó a las chicas a casa en su Mustang.
Finalmente a solas con Harper y sus centinelas, Knox se sirvió un gin
tonic y luego regresó al lado de Harper.
—No creo que necesite deciros todo lo que necesitamos para reforzar
la seguridad alrededor de Harper.
—El problema es que si tiene varios guardias, la gente puede adivinar
por qué —dijo Tanner, despatarrado en el sofá de enfrente—. Ahora
que sé que está embarazada, puedo verlo. La fatiga, la pérdida de peso,
las ojeras debajo de los ojos que muestran que no está durmiendo bien,
son signos evidentes. Lo atribuimos al estrés, por lo que probablemente
otros también lo hicieron. Pero si de repente tiene varios guardias, la
gente especulará.
Al lado del sabueso del infierno, Keenan asintió con la cabeza.
—Eso se extenderá como la pólvora.
Tanner miró a Harper, con una expresión casi de disculpa.
—Sé que amas tu trabajo pero, para no ser un imbécil, será difícil
protegerte adecuadamente cuando estés constantemente rodeada de
extraños.
Harper suspiró.
—Tanner…
—Tienes que admitir —comenzó el perro del infierno—, ahora que
estás embarazada y no solo tienes que preocuparte por tu propia
seguridad, vas a mirar a todos con recelo, preguntándote si son Jinetes
o si contrató a los cazadores. Tu demonio definitivamente lo será.
Harper se pasó una mano por la cara.
—Está bien, no lo negaré. Pero tengo un negocio que administrar.
—Es un negocio que codiriges —corrigió Knox en voz baja—. Puedes
darte el lujo de tomarte un tiempo fuera de su trabajo. Es cierto que
eres el principal atractivo del estudio, pero también es cierto que tus
compañeras de trabajo son completamente capaces de dirigirlo en tu
ausencia.
—Lo sé, pero también sé que me inquietaré y aburriré y comenzaré a
desarmar cosas.
La boca de Larkin se torció.
—La licencia de maternidad es algo bueno —Hizo una pausa para
fruncir el ceño a Keenan, cuyo brazo chocó contra el suyo cuando sacó
su petaca—. Los embarazos demoníacos no son fáciles, Harper. La
última etapa es particularmente dura.
De pie cerca de la chimenea, Levi agregó:
—Para entonces, será fácil que la gente se dé cuenta de que estás
embarazada. Ahí es cuando su seguridad realmente podría estar en
riesgo.
—No olvides que la gente es reacia a joder con demonios embarazados
—dijo Harper—. Podemos ser criaturas viciosas y malhumoradas
cuando nos cruzamos —Miró a Knox y agregó—: Y entonces tal vez
finalmente temas mi poderosa ira.
Un lado de su boca se levantó.
—Realmente no veo que eso suceda.
Harper olfateó.
—Bien, ciégate a la verdad.
—Volvamos al punto que nos ocupa —dijo Knox—. Larkin hizo un
punto válido. Los próximos meses serán duros para ti. ¿De verdad
quieres hacerlo aún más difícil? Y quizás debas tener en cuenta que
estar en el estudio todos los días no te facilitará las cosas, allí tendrás a
tus compañeras mimándote constantemente. Cuanto más avance en el
embarazo, peor se volverán los mimos.
Molesta porque tenía razón, Harper apenas contuvo un gruñido.
—Te haré un trato. El médico dijo que cuando llegue a la decimoctava
semana, empezaré a parecer embarazada, eso será en poco menos de
dos semanas. Ese mismo día empezaré la baja por maternidad. Es un
buen compromiso —Y evitaría que su demonio se estresara demasiado.
Knox asintió lentamente.
—Puedo vivir con ello.
—Bien, porque no quiero tener que golpearte.
Levi soltó una carcajada.
—Mientras tanto, sería una buena idea mantener a Tanner y Keenan
cerca de ti en todo momento.
—Yo no me preocuparía tanto de que nuestra guarida se enterara —
dijo Tanner—. Se reunirán alrededor de los dos.
—Eso es lo que dijo Wren —Harper les contó todo sobre la barista.
—No estoy preocupado por la reacción de nuestra guarida —dijo
Knox—, pero aún quiero tener el control cuando otros se enteren.
Tanner inclinó la cabeza.
—Entonces lo mantendremos en silencio por ahora.
—¿Sabes? —comenzó Harper—, tengo la clara sensación de que
descubrir que estoy embarazada puede atraer a los Jinetes restantes —
Miró a Knox— ¿Qué mejor manera de hacerte perder todo el control
que quitarte a tu pareja embarazada?
Un músculo en la mejilla de Knox hizo tic.
—Lo sé, y lo odio.
Sí, ella también.
CAPÍTULO ONCE

Cuando Harper tomó su chaqueta del perchero, las chicas se acercaron,


sus expresiones tristes, los ojos brillantes por las lágrimas no
derramadas. Ella puso los ojos en blanco.
—Por el amor de Dios, no voy a ir a la guerra ni nada.
—Simplemente no será lo mismo sin ti —dijo Devon, con los hombros
caídos—. Apuesto a que Knox está encantado de que este haya sido tu
último día de trabajo por un tiempo.
—Oh, está extasiado —dijo Harper—. Ni siquiera tiene la cortesía de
fingir lo contrario.
Más temprano esa mañana, él le había dado una sonrisa torcida y
satisfecha cuando se separaron. Apostaría a que había estado haciendo
una cuenta regresiva mental, marcando cada día con absoluto placer.
—¿Ya decoraste la guardería? —preguntó Khloë.
Harper se puso la chaqueta y se quitó el pelo del cuello.
—No, decidí dejar todo hasta que empezara la baja por maternidad o no
tendría nada que hacer.
—Si necesitas ayuda con algo, háznoslo saber —dijo Raini.
Harper sonrió.
—Gracias.
Los días desde que descubrió que estaba embarazada habían pasado
tan rápido. También había pasado sin incidentes. No obstante, su
demonio se había vuelto más y más nervioso a medida que pasaba el
tiempo. Consideraba a cada extraño como una amenaza y ansiaba la
compañía de Knox más de lo habitual: él era lo único que hacía que su
demonio se sintiera seguro y protegido. La entidad necesitaba esa
sensación de seguridad en este momento.
Tanner levantó una ceja hacia Harper cuando él y Keenan se levantaron
del sofá.
—¿Lista para irte?
Ella agarró su bolso.
—Sí.
Cada una de las chicas la abrazó una a la vez. Raini se mordió el labio.
—Va a ser tan raro no verte todos los días.
—Aquí igual. Y también va a ser raro no venir aquí todos los días.
Apareceré de vez en cuando —Ante el gruñido de disgusto de Tanner,
Harper le lanzó una mirada hostil—. No me limitaré a mi hogar, no
importa cuán genial sea ese hogar.
—Te extrañaré —Devon le dio unas palmaditas en el brazo—. Pero una
cosa buena vendrá de que no estés aquí tanto tiempo. Significa que el
perro tampoco estará mucho aquí.
Tanner sonrió.
—Ah, gatita, ambos sabemos que me extrañarás. ¿Quieres un pañuelo?
—¿Por mis lágrimas de alegría? No.
—Fuimos a comprar ropa de bebé —Raini levantó la mano—. No te
preocupes, nos llevamos a la tía Kayla, así que no parecía sospechoso.
La próxima vez que vengamos a verte, traeremos los pequeños
conjuntos con nosotros. ¡Espera a ver lo lindos que son!
Khloë inclinó la cabeza y miró a Harper con el ceño fruncido.
—No te ves bien.
—No me siento bien —admitió. Se sentía un poco sonrojada y
simplemente... apagada.
—¿Y no dijiste nada antes? —Raini sacudió la cabeza con frustración—.
Sé que estás acostumbrada a seguir adelante, pase lo que pase, pero
ahora no solo tienes que pensar en ti. Tu cuerpo te dice que necesita
descansar, así que escúchalo.
—No dije que estaba cansada, dije que no me sentía bien. Pero no me
he sentido exactamente “bien” desde el momento en que concebí —
Como había predicho el Dr. Rodgers, la fatiga desapareció, su apetito
volvió y ya no tenía problemas para dormir. También había recuperado
el peso que había perdido y tenía una barriga notable. Hasta ahora
había sido capaz de ocultarla con ropa holgada, pero no lo lograría por
mucho más tiempo, así que realmente era mejor que comenzara su
licencia de maternidad ahora.
—Bien —dijo Raini—. Solo cuídate, ¿de acuerdo?
Harper la saludó.
—Claro, mamá —Colgando su bolso en su hombro, agarró la correa
mientras le daba al estudio una última mirada. Iba a extrañar mucho su
trabajo.
Tanner le abrió la puerta, pero no la hizo salir. Él se quedó allí,
pacientemente dándole unos momentos.
Harper le disparó a las chicas una última sonrisa.
—No seáis extrañas —Con sus despedidas resonando en sus oídos,
Harper siguió a Keenan fuera del estudio. Los dos centinelas la
flanquearon mientras avanzaban por la franja. El Underground estaba
más concurrido que de costumbre, lo que hacía que tanto ella como su
demonio se sintieran abarrotados, y se encontró soltando
repetidamente un largo suspiro para mantenerse fresca y tranquila.
Muy pronto, se dirigían al ascensor y luego salían del club. El ayuda de
cámara esperaba fuera con el Audi. Como de costumbre, Keenan montó
atrás mientras Tanner los conducía de regreso a la mansión. Harper se
quitó la chaqueta, la echó a un lado y se abanicó la cara. El cuero fresco
y la ráfaga de aire frío de las rejillas de ventilación se sentían tan bien.
Se relajó en el asiento, sintiéndose... en conflicto. Si bien sabía que
pasar la última etapa de su embarazo en casa era lo correcto, iba a ser
muy extraño. Desde los catorce años, había tenido un trabajo u otro,
incluso cuando asistía a muchas de las diferentes escuelas secundarias
durante sus viajes con Lucian.
Sería extraño no tener sus días llenos de trabajo, no tener su propio
dinero y no estar haciendo lo que amaba.
No iba a incumplir su promesa: había tomado la decisión correcta para
ella, Knox y el bebé. Pero estar en casa todo el tiempo iba a tomar algún
tiempo para adaptarse.
Sintiendo un pinchazo en el lado izquierdo de su estómago, sonrió.
Ahora que el bebé era más grande, sus movimientos eran más notorios,
tal como lo había predicho el doctor. Las sensaciones de aleteo se
habían convertido en ligeros pinchazos, golpes sordos y, a veces, podía
jurar que lo sentía girar y rodar. Puso una mano sobre su estómago,
sintiendo otro pinchazo. Las patadas no eran lo suficientemente fuertes
como para resultar incómodas, pero pronto lo serían. Daba miedo
pensar que en otras doce semanas, estaría sosteniendo al bebé en sus
brazos. Sí, realmente aterrador... pero ella estaba deseando que llegara.
No podía esperar a ver cómo se veía esta personita; si era un niño o una
niña; qué habilidades tendría.
Una mente oscura y familiar tocó la suya.
Estoy camino a casa. ¿Dónde estás?
Sabía por el registro telepático de Knox anterior que él había asistido a
una larga reunión en uno de sus hoteles de Las Vegas, donde había
despedido a un miembro de la junta que había estado haciendo un poco
de comercio interno. Su compañero era conocido por ser despiadado,
por lo que no tenía idea de por qué alguien intentaría estafarlo, pero lo
que sea.
Estoy en el coche, en mi camino de regreso también.
Una vibra de satisfacción tiñó su mente.
Bien. Te veré pronto.
Pronto. Exhalando un largo suspiro, dijo:
—Tanner, ¿podrías subir el aire acondicionado, por favor?
—Ya está a todo trapo.
Retorciéndose en su asiento, Keenan la miró con curiosidad.
—¿Estás bien?
Se movió contra el cuero, que parecía estar calentándose debajo de ella.
—Solo me siento un poco caliente, eso es todo.
Cuando atravesaron las puertas de hierro de la propiedad, ya no se
sentía simplemente caliente.
Harper se arrugó el cabello para dejar al descubierto la nuca.
—Dios, estoy caliente. ¿No hace calor?
—No, no hace calor —Keenan se acercó y le puso la palma de la mano
en la frente—. Mierda, te estás quemando. Quiero decir realmente
ardiendo. Tanner, revísala.
Una vez que Tanner frenó fuera de los escalones de la mansión, se giró
para presionar su mano en su frente.
—Tu temperatura es demasiado alta.
Keenan maldijo.
—Le diré a Knox que parece tener fiebre —Abrió la puerta trasera, la
ayudó a salir del coche y la guió adentro, pasando a un Dan
preocupado—. Knox y Levi casi están aquí —le aseguró Keenan
mientras le arrojaba la chaqueta a Dan, por lo que supuso que se había
puesto en contacto con Knox telepáticamente.
—¿Hay algo mal? —preguntó Dan, siguiéndolos a la sala de estar.
—Sí. Tiene fiebre.
Keenan la llevó al sofá y la instó a recostarse mientras Dan desaparecía
por el pasillo, llamando a Meg.
Harper casi saltó fuera de su piel cuando el fuego estalló frente a ella.
Crujió y explotó mientras se apagaba, y luego Knox estaba allí, la
imagen de preocupación.
Se agachó frente a ella.
—¿Qué pasa, nena?
—Solo estoy caliente.
La ansiedad se deslizó por la columna vertebral de Knox. El calor parecía
estar literalmente irradiando de ella. Knox le tocó la mejilla con el dorso
de la mano y casi se la arrebató con una mueca.
—Estás peligrosamente caliente. Febril.
Alarmado, su demonio se puso en estado de alerta total.
Se movió inquieta.
—Mi sangre se siente caliente. ¿No es raro? —Knox parpadeó— ¿Tu
sangre se siente caliente?
—¿Es una cosa del embarazo?
—No, que yo supiese —Nunca había oído hablar de algo así en su vida.
Meg entró corriendo con un vaso de agua fría y Knox lo tomó
agradecido y se lo entregó a Harper—. Nena, bebe esto.
Harper lo tomó, pero le temblaba tanto la mano que tuvo que ayudarla
a llevárselo a la boca. Tenía sed, pero le costaba beber porque sentía
que el agua se le estaba cuajando en el estómago como leche agria. Aún
así, su demonio la instó a tragar más.
Knox le quitó el vaso cuando sintió arcadas.
—¿Vas a estar enferma? —Negó con la cabeza y se echó hacia atrás,
respirando profundamente—. Estoy bien.
No, maldita sea, no lo estaba.
—Necesito llamar a Rodgers —Knox se puso de pie y sacó su teléfono
celular justo cuando Tanner entró en la habitación y se dirigió
directamente a Harper. En el momento en que Rodgers descolgó el
teléfono, Knox dijo—: Harper tiene fiebre. Dice que su sangre se siente
caliente.
Una pausa.
—¿Su sangre se siente caliente? —Las palabras del doctor resonaron
con confusión e incredulidad.
—Sí. ¿Qué le pasa a ella? —La pregunta salió con los dientes apretados.
—No puedo decirlo sin examinarla. Pónme en altavoz para que pueda
hablar con ella.
Knox hizo lo que le pidió y luego se agachó de nuevo frente a Harper
mientras el médico se dirigía a ella, haciéndole varias preguntas que ella
respondía adormilada. Todo el tiempo, Knox le frotó el muslo. Podía
sentir el calor febril de su piel incluso a través de la mezclilla de sus
vaquero. Loco por una preocupación que no estaba acostumbrado a
sentir, su demonio gruñó y rugió.
Un gemido se escapó de Harper cuando comenzó a temblar.
—Es como si mi sangre estuviera hirviendo.
—¿Candente? —Rodgers repitió—. Eso no suena bien.
Se rascó la piel, con los ojos muy abiertos.
—Mierda, siento que mis venas van a explotar.
—Eso tampoco es bueno —dijo Rodgers.
La mano de Knox se apretó alrededor del teléfono.
—Somos jodidamente conscientes de que no es bueno. Voy a enviar un
teletransportador para que te recoja. ¿Estás en casa o en tu oficina?
—Casa.
—Estarán allí en un minuto. Estate listo—Terminando la llamada, Knox
habló con Tanner—. Envía a Armand a recoger al Dr. Rodgers y llevarlo
a la mansión.
Levi entró trotando en la habitación, expresión dura. Al ver que Harper
bebía más agua a regañadientes, preguntó:
—¿Qué le pasa?
—No sé—. Knox la instó a beber más— ¿Ayuda el agua, nena?
—Sí, estoy bien —Harper le devolvió el vaso—. Estoy más fresca ahora.
Knox la miró, consternado.
—No, cariño, no lo estás. Lo juro, me siento como si estuviera sentado
al lado de un maldito radiador.
Sacudiendo la cabeza, acercó las rodillas al pecho y se rodeó con los
brazos.
—Tengo frío. Frío como hielo. Pero mi sangre todavía se siente caliente.
La mandíbula de Knox se apretó.
—Tu piel todavía está ardiendo. No tienes frío.
Llamaron a la puerta principal y Dan salió de la habitación para regresar
rápidamente con Rodgers. El médico se abrió paso entre las personas
que se reunían alrededor y le habló a Knox:
—Armand dice que volverá cuando lo necesites.
De pie, Knox asintió.
—Averigua qué le está pasando para que podamos arreglarlo y
mejorarla.
Harper miró a Rodgers con los ojos entrecerrados.
—Algo anda mal, doc —dijo, castañeteando los dientes. Rodgers le
puso la mano en la frente sudorosa e hizo una mueca— ¿Dices que tu
sangre se siente como si estuviera caliente?
Harper asintió.
—Pero me estoy congelando.
—¿Dónde está la maldita manta?
—Como has visto por ti mismo, está ardiendo al tacto —le dijo Knox a
Rodgers—. Dime que sabes qué tipo de fiebre es esta.
La frente de Levi se arrugó.
—Dame un segundo.
En ese momento, sacó su celular de su bolsillo y salió de la habitación.
Knox se quedó allí, con los brazos cruzados, mientras Rodgers usaba
una linterna para revisar sus ojos y daba vueltas, revisando su
temperatura y otras cosas. Knox cerró las manos en puños, impaciente
por una respuesta. Harper parecía haberse quedado dormida, lo que
solo aumentó su preocupación.
—Rodgers…
El médico suspiró.
—Realmente no tengo idea de qué le pasa.
Y ahora estaba entrando en pánico.
El demonio de Knox gruñó y se abrió paso hasta la superficie.
—¿Cómo puedes no saberlo? —exigió de Rodgers—. Tú eres un doctor.
Haz algo. Hazla mejorar.
Rodgers palideció.
—N-no hay nada físicamente mal con ella —tartamudeó—. Soy
ginecólogo. Este tipo de cosas no son mi especialidad, pero sé lo
suficiente como para estar seguro de que no están relacionadas con el
embarazo.
Knox obligó a su demonio a retirarse antes de que asustara al médico.
—¿Qué causaría normalmente una fiebre tan intensa?
Rodgers parecía aliviado de tener que lidiar una vez más con Knox.
—¿Honestamente? Nada con lo que me haya encontrado.
—¿Podría ser algún tipo de reacción alérgica? —preguntó Meg,
acercándose lo suficiente para acariciar el cabello de Harper—. Algunas
demonios desarrollan alergias cuando están embarazadas.
Rodgers negó con la cabeza.
—Es demasiado extremo para ser una alergia.
Levi entró corriendo en la habitación.
—Knox, tienes que meterla en un baño frío rápido.
Los músculos de Knox se pusieron rígidos
—¿Por qué? ¿Qué es?
—Ha sido hechizada.
Un silencio conmocionado golpeó la habitación, y todos se congelaron.
La palabra “maleficio” podría infundir miedo en casi cualquier demonio,
porque no había forma de contrarrestarlo. Knox sabía que un maleficio
no era algo pequeño, simple y común. No era como en los libros o las
películas. Los maleficios rara vez se usaban y eran extremadamente
serios, razón por la cual Knox negó con la cabeza.
—No puede haber sido hechizada.
—¿Quieres apostar su vida en ello? Porque eso es lo que podrías estar
haciendo si ignoras esto —Levi se volvió hacia Meg— ¿Podrías
prepararle un baño?
Con un asentimiento, el ama de llaves se alejó rápidamente.
—Hablaste con Mia —supuso Knox. Era amiga de Levi y una hechicera.
—Sí —dijo Levi, con un brillo maníaco en sus ojos—. Te diré todo lo que
dijo una vez que tengamos a Harper en el baño, lo juro. Mia dijo que
tienes que hacerlo ahora... a menos que, por supuesto, estés dispuesto
a apostar la vida de Harper en ello.
No lo estaba. Knox no perdió tiempo en recoger a Harper y llevarla a
través de la casa hasta el baño de arriba. Knox sostuvo a Harper inerte
en sus brazos mientras, con la ayuda de Meg, le quitaba la camisa, los
vaquero y los calcetines antes de sumergirla en el baño poco profundo.
Sus ojos se abrieron de golpe e intentó literalmente tirarse fuera de la
bañera, salpicando agua fría por todas partes. Fue necesario que Knox,
Meg y Tanner la mantuvieran allí.
Knox la besó, con la esperanza de calmarla.
—No, nena, tienes que quedarte en el baño. Necesitamos refrescar tu
piel.
Respirando fuerte y rápido, luchó por liberarse, con lágrimas en los ojos.
—¡Hace calor! —dijo entre dientes, castañeteando.
La culpa apretó su pecho.
—No hace calor, simplemente lo sientes así porque sientes frío —Knox
se secó las lágrimas con los pulgares—. Ah, cariño, me estás rompiendo
el corazón aquí.
—Necesito salir —sollozó, todavía luchando contra su agarre— ¡Está
ardiendo!
—Te lo juro, no lo está. Si pudiera dejarte salir, lo haría —Literalmente
estaba matando a Knox para mantenerla allí, sabiendo que estaba
sufriendo. La súplica en sus ojos llorosos hizo que su estómago se
revolviera—. Tan pronto como… —la interrumpió cuando ella se
encorvó abruptamente, presionando su estómago como si tuviera
calambres.
Tanner miró a Levi.
—¿Qué dijo Mía? Cuéntanos qué está pasando.
—Según Mia —comenzó Levi—, este tipo de fiebre es una señal de que
un cuerpo está luchando contra un maleficio. Lo está sudando. Mia dijo
que podría tener calambres o vómitos. Necesitamos refrescarla y
mantenerla hidratada, y ella necesita dormir.
—¿Dormir? —Keenan repitió, incrédulo— ¿Cómo diablos se supone que
va a dormir con eso?
Levi metió una mano en su cabello.
—No tengo idea. Solo te estoy diciendo lo que me dijo Mia.
—¿Qué exactamente se supone que es esto? —preguntó Knox.
Levi se encogió de hombros.
—Todo lo que sé es que cuanto más le duele a Harper pelear, peor se
suponía que era el maleficio.
Knox la vio temblar, sollozar y agarrarse el estómago mientras Meg
susurraba palabras tranquilizadoras.
—¿Podría haber sido un maleficio de muerte?
—Posiblemente —Levi se encogió de hombros de nuevo—.
Simplemente no hay forma de saberlo a menos que ella no logre
combatirlo.
—No fallará —cortó Knox.
La mandíbula de Tanner se endureció.
—No, ella no lo hará.
—¿Mia está segura de que ha sido hechizada? —preguntó Keenan—
¿Absolutamente segura? Porque por lo que entiendo, maldecir a alguien
no es nada fácil y no lo puede hacer cualquiera.
—Tienes razón, —confirmó Levi—. No es un caso insignificante de
quemar la foto de alguien con una vela negra y susurrar un cántico
malicioso. Solo los hechiceros y los practicantes pueden lanzar
maleficios. Para hechizar con éxito a alguien, necesitan hacer cuatro
cosas: una, pasar sin comida ni agua durante tres días. Dos, alimentar a
tu víctima con unas gotas de tu sangre. Tres, tomar algo que pertenezca
a su víctima y quemarlo hasta convertirlo en cenizas. Y cuatro, rociar
esas cenizas alrededor de su altar antes de realizar el maleficio, lo que
puede llevar horas y repercutir muy fácilmente en el hechicero o
practicante. Es por eso que los demonios rara vez se arriesgan a
intentar realizar uno.
Tanner se frotó la nuca.
—No puedo imaginar a Harper bebiendo la sangre de alguien.
—Podría haberse puesto en su bebida en el trabajo —dijo Levi.
Keenan chasqueó los dedos.
—Una de las chaquetas de Harper desapareció del estudio la semana
pasada. Ella pensó que Khloë se la había llevado. Tal vez un hechicero o
practicante la consiguió, o tal vez alguien se la arrebató.
Lo que significaría que el hijo de puta o uno de sus secuaces podría
haber estado en su estudio. Knox rechinó los dientes ante la idea, y su
demonio dejó escapar otro rugido.
—¿Podría un maleficio dañar al bebé también?
—Le pregunté a Mia eso —dijo Levi—. Dijo que no. El maleficio está
dirigido a Harper, solo la dañará. Pero, obviamente, si es un maleficio de
muerte y logra matarla, el bebé no sobrevivirá.
Knox miró a Rodgers, que estaba pálido y parecía completamente fuera
de su elemento.
—Tiene dolor y fiebre. ¿Eso dañará al bebé?
Rodgers dudó en responder.
—Es más grave en los embarazos humanos. Si mantienes a Harper
hidratada y le bajas la fiebre pronto, el bebé debería estar bien —No
dijo que no hubiera garantías, pero Knox podía oírlo en su voz. Y lo
asustó como la mierda.
—Estará bien, Knox —dijo Keenan—. Es una luchadora.
Harper volvió a intentar salir del baño.
—¡Déjame salir de esta mierda! ¡Es demasiado caliente!
Una vez más, Knox la sujetó. Odiaba obligarla a quedarse allí, odiaba el
brillo acusador en sus ojos.
—Lo siento nena—. Su cabeza giró rápidamente para mirar a Levi—
¿Cuánto tiempo tenemos que mantenerla en agua fría?
—Mia no dijo. Preguntaré.
Sacando su celular de su bolsillo, Levi salió de la habitación para hacer la
llamada.
Harper agarró el brazo de Knox.
—Algo le está pasando al bebé, ¿no? —Sus hombros temblaron, ojos
llorosos—. Lo estoy perdiendo, ¿no?
—No, no, no —le aseguró rápidamente Knox—. Alguien trató de
lastimarte con magia. Tu sistema lo está combatiendo. Eso es bueno.
Hizo una mueca.
—No se siente como algo bueno —Tomó aire y luego se encorvó de
nuevo.
Knox le frotó la nuca.
—Si pudiera hacer algo, si pudiera ayudar, lo haría —Pero a pesar de lo
poderoso que era, no podía hacer nada para quitarle el dolor. Fue
construido para destruir, no para curar. Y por una vez en su muy larga
existencia, su demonio se arrepintió de eso.
Levi volvió a entrar al baño.
—Una vez que su piel se enfríe, puedes sacarla del baño, pero debes
mantenerla cubierta con una toalla o una manta. Básicamente, solo
tenemos que esperar.
La fiebre tardó media hora en bajar para que pudieran sacarla del agua,
pero los calambres duraron más de una hora. Pasaron cuarenta y cinco
jodidos minutos más antes de que su sangre ya no se sintiera caliente.
Luego, envuelta en su cómoda bata de felpa y acurrucada bajo la colcha
de la cama, finalmente se durmió.
De pie sobre la cama, Knox se pasó una mano por la cara. Le dolía la
mandíbula por lo fuerte que la había apretado mientras luchaba para
evitar que su demonio se levantara. La entidad estaba un poco más
tranquila ahora que ya no sufría, pero exigía venganza.
—Thatcher —escupió Knox—. Tiene que haber sido él.
—Tal vez, pero no podemos simplemente ir a su casa y agarrarlo, Knox
—dijo Levi—. Es un Prime poderoso. Su guarida es casi tan grande
como la nuestra.
—Me importa una mierda. Mírala, Levi. Es un hechicero; ella estaba
hechizada. ¿No estás viendo la correlación aquí?
—Lo estoy viendo. Pero también estoy viendo las consecuencias de que
lo mates sin pruebas. ¿Recuerdas lo que le sucedió al último demonio
cuando mató a otro Prime sin evidencia de haber actuado mal, verdad?
Sí. La mayoría de los otros Primes se habían unido contra el demonio y
lo mataron.
—No crees que sea Thatcher —percibió Knox.
Levi suspiró.
—Tú mismo dijiste que es demasiado inteligente para hacer algo que
pudiera generar sospechas sobre sí mismo. Piensa más allá de tu ira,
Knox. Sé que es jodidamente difícil, pero inténtalo.
Knox inhaló profundamente, echando hacia atrás los hombros. Antes
de Harper, nunca había dejado que las emociones se interpusieran en
sus decisiones, principalmente porque no había sentido muchas. Invocó
ese lado práctico de sí mismo mientras paseaba, pensando en ello.
—La persona que envió los correos electrónicos tuvo mucho cuidado de
ocultar su identidad. Hechizarla no sería un movimiento cuidadoso para
Thatcher; sería una estupidez. No es una persona estúpida. Y, sí, sería
extraño que alguien que ha sido tan cauteloso actúe repetidamente de
manera que lo apunte a él: sé todo esto. Pero, ¿qué quieres que haga?
¿Sentarme y esperar a que quienquiera que sea haga otro movimiento?
Si es Thatcher, es conocido por ser como un perro con un hueso.
Cuando tiene un problema con alguien, no lo deja pasar. Él simplemente
no se detendrá.
Larkin, que había llegado media hora antes, levantó el dedo índice.
—Um... sobre personas con problemas.
Knox se volvió hacia ella.
—¿Encontraste un vínculo directo entre Thatcher y Harper?
—Ninguno, así que verifiqué si había tenido algún problema con Jolene.
Me pregunté si tal vez él tenía problemas con ella y estaba usando a
Harper y Heidi para lastimarla o algo así. Thatcher nunca ha tenido
problemas importantes con Jolene, por lo que puedo decir. Pero Jonas
sí.
Las cejas de Keenan se juntaron.
—¿Jonas?
Larkin asintió.
—Y fue muy reciente. No está claro qué pasó. Solo que él quería algo de
Jolene y ella lo rechazó, así que la amenazó con hacerle pagar por eso,
algo por el estilo. No digo que esto esté relacionado con todo lo que ha
pasado últimamente, pero pensé que valía la pena mencionarlo.
Los ojos de Tanner se entrecerraron.
—Jonas pudo haber planeado lastimar a Jolene tomando a Heidi y
contratando cazadores para robar las alas de Harper.
Larkin se encogió de hombros.
—Posiblemente.
—Mierda —Knox sacó su teléfono, marcó el número de Jolene y salió
de la habitación. Estaba en el pasillo cuando ella contestó. Fue directo al
grano— ¿Por qué no me dijiste que tenías problemas con Jonas?
Hubo un silencio de pura sorpresa.
—¿Por qué habría? Ese es mi asunto, no el tuyo.
—Es asunto mío si él tiene algo que ver con que tus nietas sean el
objetivo, ya que una de ellas es mi pareja.
Jolene suspiró.
—Knox, he tenido problemas con muchos Primes. Es la maldición de
tener una pequeña guarida. ¿De qué se trata esto? ¿De verdad crees que
Jonas es el responsable?
—No sé. Quizás. Pero no estoy dispuesto a descartar ninguna
posibilidad. Necesito saber qué problema tuvieron los dos.
—Jonas me vio a mí y a los miembros de mi guarida hablando con Lou
en la juerga de aniversario que organizaste en el Underground.
Knox rechinó los dientes.
—No fue una juerga.
—En cualquier caso, más tarde vino a mí con una solicitud bastante
sorprendente.
Mientras Jolene repetía su conversación con el Prime, la mandíbula de
Knox se endureció hasta que le dolió.
—¿Hace cuánto tiempo se acercó a ti con esto?
—Unas pocas semanas antes de que los cazadores fueran tras Harper.
—¿Y no pensaste que las dos cosas podrían estar relacionadas?
—No. Supuse que eran los Jinetes, dado que ya os habían atacado a
ambos dos veces antes.
Knox ni siquiera podía culparla por eso, considerando que él había
hecho lo mismo.
—Fue una suposición razonable para ti —admitió—. Jonas sin duda
contaba con que la gente culpara a los Jinetes.
—¿Podemos estar seguros de que es nuestro chico? Tenemos que estar
completamente seguros antes de actuar, Knox.
Deteniéndose, Knox inhaló profundamente.
—Por el momento, no, no podemos estar seguros. Llamaré a todos los
Primes para que se reúnan conmigo mañana. Necesito mirarlo a él y a
Thatcher a los ojos. Necesito ver cómo reaccionan ante mí y qué tengo
que decir —Mientras que el lado práctico de él creía que Thatcher no
tenía la culpa, el lado emocional de Knox no le permitiría correr riesgos.
—Voy a estar allí. Ahora, ¿por qué no me dices qué tiene que ver esto
con Thatcher y por qué suenas como si te gustaría ver a alguien
ahogándose en un charco de su propia sangre?
Y aquí era donde Jolene perdería la cabeza.
CAPÍTULO DOCE

Un latido constante y rítmico la despertó. Un latido del corazón, Harper


rápidamente se dio cuenta. No necesitó abrir sus ojos palpitantes para
saber que los brazos que la rodeaban, manteniéndola acunada contra
un cuerpo cálido y sólido, pertenecían a Knox. Reconocería la sensación
y el olor de él en cualquier lugar.
Tragando, Harper hizo una mueca. Se sentía como si alguien le hubiera
frotado la parte posterior de la garganta con papel de lija. Su boca
estaba seca como un hueso. Obligándose a abrir los ojos, se dio cuenta
de que estaban en su habitación y Knox estaba sentado contra la
cabecera.
—¿Por qué tengo resaca? —murmuró.
Knox besó su cabello y apretó sus brazos alrededor de ella, jodidamente
feliz de que estuviera despierta. Sabía que ella estaba bien, pero
necesitaba escuchar su voz y mirarla a los ojos antes de poder relajarse.
Por el momento, los ojos entrecerrados hacia él eran de un bonito tono
amatista.
—La resaca tiene que ser mejor que la fiebre.
Los recuerdos de la noche anterior pasaron por la mente de Harper. Se
tensó, segura de que había soñado la mitad, porque simplemente era
demasiado surrealista.
—¿Alguien realmente trató de lastimarme usando magia?
—Sí, fuiste hechizada —confirmó Knox, rizándole el cabello alrededor
de la oreja. Su boca se torció cuando ella dejó escapar una serie de
maldiciones ingeniosas que habrían hecho que incluso un marinero
parpadeara en estado de shock—. No sabemos qué tipo de hechizo era.
No hay forma de saberlo porque peleaste antes de que pudiera
funcionar.
Sentada en posición vertical, Harper lo estudió de cerca.
—Pero crees que fue un maleficio de muerte, ¿no?
Knox la movió para que se sentara a horcajadas sobre él.
—No sé. El cazador dijo que la persona que lo contrató estaba muy
convencida de que no te matarían. Podría ser que simplemente querían
debilitarte, pero el maleficio era tan intenso y tenías tanto dolor... Me
inclino más a pensar que ya no les preocupa tanto si estás viva o muerta.
Tal vez porque están enojados porque sus planes anteriores fueron
frustrados, solo puedo especular —Su mandíbula se endureció—.
Debes saber que es posible que hayas estado en contacto cercano con
quien lanzó el maleficio o, al menos, con alguien que trabajó para ellos.
—¿En serio?
—Necesitaban poseer algo tuyo y haberte alimentado con un poco de
su sangre; podría haber estado en tu bebida; no lo habrías sabido.
Harper hizo una mueca.
¿Su sangre? ¿En serio?
—En serio.
Tanto ella como su demonio se estremecieron. La entidad estaba más
tensa que de costumbre, lo cual era bastante comprensible en opinión
de Harper. Se llevó una mano al estómago mientras expresaba la
pregunta que temía hacer por miedo a la respuesta.
—El bebé está bien, ¿verdad?
Al escuchar el ligero temblor en su voz, Knox le tomó la cara.
—El bebé está bien, te lo prometo —Había pasado gran parte de la
noche con la mano en su estómago, sintiendo al bebé moverse y patear,
dejando que calmara a su demonio—. Aparte de un poco de resaca,
¿cómo te sientes?
—No mal, considerando todo. No me siento débil ni nada.
—Bien, porque quiero llevarte a algún lado.
Ella arqueó una ceja.
—¿Oh, sí? ¿Dónde?
Una comisura de su boca se levantó ante la nota dudosa en su tono.
—Es una sorpresa.
Un resoplido salió de ella.
—Eres tú queriendo sacarme de aquí, eso es lo que es —corrigió ella.
—No puedes decirme que no te sientes un poco ansiosa. Has sido
atacada, embrujada y estás embarazada. Un poco de tiempo de
inactividad te hará bien. Y sí, quiero llevarte a un lugar seguro. Un lugar
donde puedas relajarte.
—¿Por cuánto tiempo?
—Durante el tiempo que sea necesario para que te mejores y te
recuperes emocionalmente —Y para que su demonio se calmara de una
puta vez—. Sé honesta: es posible que se te haya pasado la fiebre y que
el dolor haya desaparecido, pero te ha dejado débil y cansada. También
te asustó un poco y te dejó conmocionada.
Incapaz de negar nada de eso, Harper resopló y dijo:
—Está bien, puedes llevarme a algún lado, pero me gustaría ver a
Jolene antes de irme. Estará preocupada.
Knox asintió.
—Sobre Jolene... debes saber que ella destruyó varios edificios
abandonados anoche.
Harper hizo una mueca.
—¿Le dijiste que me habían hechizado? Maldita sea, Knox, pensé que
eras más inteligente que eso.
—Se habría enterado por alguien. Era mejor que ella lo escuchara de mí.
—Mmm.
—¿Sabías que había tenido problemas con Jonas?
—¿Jonas? —Harper repitió, sorprendida. Escuchó atentamente
mientras él transmitía las cosas que había escuchado de Larkin y
Jolene—. Si estuviéramos hablando de alguien que no sea Jonas,
entendería por qué podrías relacionarlo con lo que nos pasó a mí y a
Heidi. Pero le gustas a Jonas —señaló ella, trazando distraídamente la
marca que su demonio dejó en su nuca—. No iría tras tu compañera.
La boca de Knox se abrió en una sonrisa.
—Nadie me quiere, cariño. Me temen y por eso son educados conmigo
por respeto y un sentido de autopreservación, eso es todo.
—Te equivocas. Tus centinelas. A mi familia le gustas —sonrió—. Me
gustas.
Su polla se contrajo ante la nota sensual en su voz.
—Más tarde, cuando estemos solos, te tendré.
—¿Por qué más tarde? ¿Qué está pasando ahora?
—Ahora voy a hablar con los Primes. Llamé a una reunión de
emergencia. No puedes venir, Harper —añadió rápidamente—. Uno de
ellos puede detectar embarazos, y aún no estamos listos para que la
gente lo sepa.
Ella resopló.
—Esperarías que me quede atrás de todos modos.
—Lo haría —admitió, impenitente.
Ella dejó escapar un largo suspiro.
—Supongo que empacaré mientras no estás.
—Buena chica —Besó su frente—. Nos iremos un par de semanas, así
que no lleves equipaje ligero.
—Si. Trata de no matar a Thatcher o Jonas. Quiero asegurarme de que
el tipo correcto muera.
—No puedo prometer nada, pero lo intentaré. Por ti —Deslizando sus
dedos en su cabello, la besó, una exploración suave y lenta que aún la
dejó jadeando—. Ducha.
Sintiendo que necesitaba cuidarla, Harper no protestó mientras la
lavaba, secaba y vestía. Incluso lo dejó peinar su cabello, sabiendo que
eso lo calmaba. Aun así, cuando él dejó el cepillo y ella se volvió hacia él,
la ansiedad persistía en sus ojos oscuros.
—Estoy bien.
Ahuecando sus caderas, la atrajo hacia sí.
—Por supuesto que lo estás. Es la única razón por la que mi demonio no
está destruyendo su entorno—. le dio un beso rápido—. Tengo que
irme ahora, así que no puedo desayunar contigo, pero no tardaré
mucho. Sé buena con Tanner y Keenan. Oh, te advierto que Meg puede
preocuparse por ti como una loca. Tenía miedo de verte con tanto dolor.
Ten paciencia con ella.
—Lo haré, aunque no sea por otra razón que ella ya no me hará muffins
si no lo hago —se fundió con él mientras él rozaba su nariz contra la de
ella antes de besarla una vez más—. Te amo.
—Y yo te amo, cariño —Eran palabras que nunca pensó que le diría a
alguien. Palabras que no pensó que podría dar, ya que no se podía
negar que estaba atrofiado emocionalmente. Pero eran la verdad. Lo
era todo para él. Y ahora ella estaba embarazada de su bebé. Un niño
que probablemente siempre estaría en peligro por la simple razón de
que Knox era su padre, al igual que Harper probablemente siempre
estaría en peligro por la simple razón de que ella era su pareja.
Tal vez Knox debería sentir algo de arrepentimiento, algún sentimiento
de culpa, por haberla tomado como su pareja y haber traído este nivel
de peligro a su vida. Pero no pudo. Nunca se arrepentiría de Harper,
incluso si eso significaba que una nube de amenaza siempre se cernería
sobre ellos. Sin duda era egoísta e injusto de su parte, pero nunca había
afirmado ser bueno. Nunca sería “bueno”.
Del mismo modo, su demonio no se arrepintió. Pero entonces, no era
capaz de remordimiento. No tenía conciencia, ni piedad, ni sentido del
juego limpio. El Rey Demonio había sido muy sabio al pedir que los
archidemonios permanecieran en el infierno. Era donde pertenecían; el
único lugar que seres tan destructivos y crueles deberían poder habitar.
Knox no estaba seguro de si Harper realmente comprendía que la
cordura de su demonio se basaba en el mero hecho de que su corazón
latía en su pecho. Lo anclaba de tantas maneras que literalmente se
perdería sin ella. Era exactamente lo mismo para Knox.
La persona que la apuntaba realmente no tenía idea de qué destino
estaban tentando. Oh, sin duda sospechaban que Knox se rompería y
causaría una gran cantidad de destrucción si ella moría, pero también
podrían creer que volvería a los demonios en su contra y, como tal,
muchos se unirían para derribarlo.
No entendían que ninguno de ellos tendría la oportunidad de derribarlo,
y mucho menos la habilidad. En realidad, más les valía esperar a Dios
que sus planes no tuvieran éxito, o la Tierra no sería más que un páramo
para cuando Knox y su demonio terminaran con ella. Los restos harían
que el infierno pareciera un maldito paraíso.

***

De pie en la entrada de la sala de juntas, Knox observó cómo Thatcher


se acercaba con uno de sus centinelas. Su demonio se burló, tal como lo
había hecho con cualquier otra persona que se le acercara. La ira
todavía tenía un fuerte control sobre la entidad, y todo lo que quería era
estar con su compañera, pero no antes de entregar una marca especial
de venganza. Y dado que el hombre que se dirigía hacia ellos podría ser
responsable de su dolor... sí, el demonio quería descuartizarlo con un
cuchillo para deshuesar.
A diferencia de Knox, no le importaba si castigaba a la persona
equivocada en su búsqueda para descubrir quién había hechizado a su
pareja. Los daños colaterales no eran nada para la entidad.
Thatcher asintió.
—Me alegro de verte, Knox —No parecía estar ni un poco nervioso o
preocupado por la razón por la que Knox podría haber tenido que
convocar a la reunión—. Supongo que no me darás una pista de lo que
se trata.
—Lo descubrirás muy pronto —le dijo Knox, tal como le había dicho a
todos los demás que preguntaron.
La boca de Thatcher se curvó.
—Valió la pena intentarlo.
Knox les hizo un gesto a él y a su centinela para que entraran, y se
unieran a los otros Primes, que estaban reunidos alrededor de la larga
mesa. Muchos se apoyaban unos en otros, hablando en voz baja, sin
duda especulando sobre lo que Knox tenía que decir.
Llegaba más y más gente, lo que inquietaba cada vez más a su demonio.
Cuando vio a Jonas y Alethea con dos centinelas, se calmó
inesperadamente. No, no calmado, se dio cuenta rápidamente: estaba
dejando de lado su ira para estudiarlos cuidadosamente. Con mucho,
mucho cuidado. Aparentemente, sospechaba más de ellos que de
Thatcher.
Knox les hizo un gesto de saludo.
—Jonas, Alethea.
La sonrisa de Jonas fue tan cordial como siempre.
—Debo admitir que me tienes curioso. Asumo que se trata de los
Jinetes.
—Ten la decencia de esperar a que comience la reunión —amonestó
Alethea juguetonamente a su hermano. Luego se inclinó hacia adelante
mientras estrechaba la mano de Knox, y él olió su característico
perfume de rosas que nunca dejaba de hacer que la nariz de Harper se
arrugara.
Knox pudo ver que estaba esperando que él le besara la mejilla como lo
habría hecho mucho antes de conocer a Harper, pero esta noche no lo
hizo. Y acertó, porque entrecerró los ojos mientras se enderezaba.
—¿Dónde está tu esfinge? —preguntó Alethea, las palabras
fuertemente pronunciadas.
—En casa, descansando.
—¿Descansando? —La preocupación arrugó la frente de Jonas—.
Escuché sobre los cazadores. ¿Ocurrió algo más?
—Te explicaré todo una vez que lleguen los demás.
Jonas se alejó de mala gana sin hacer más preguntas. Alethea le lanzó a
Knox una mirada ilegible antes de seguir a su hermano, moviendo las
caderas provocativamente. Knox inhaló sutilmente, permitiendo que los
aromas de café, pulimento y ambientador cítrico ahogaran el perfume.
De pie cerca de la pared del fondo, Levi intercambió una mirada de
impaciencia con Knox. El segador todavía estaba furioso por el maleficio
y aparentemente no tenía tolerancia alguna para el tipo de
comportamiento mezquino de Alethea en este momento.
Volviéndose, Knox sonrió al ver a dos diablillos acercándose.
—Jolene, Beck, me alegro de que pudieran venir.
La boca de Jolene se curvó.
—Knox, siempre un placer.
—¿No viene Martina?
—Está terriblemente molesta por lo de Harper. No podría garantizar
que no incendiaría nada en tu hermoso hotel.
Knox asintió, comprendiendo.
—Aprecio tu previsión.
La sonrisa de Jolene se amplió.
—Pensé que podrías. Le hice una visita a Harper antes de irme a la
reunión. Aparte de cansada, parece razonablemente bien, considerando
todas las cosas.
El maleficio no parece haber causado ningún efecto duradero.
Lo que significa que no tengo que volar más edificios. Jolene entrelazó su
brazo con el de Beck.
—Ah, ya veo al querido viejo Malden. Será divertido tener a alguien con
quien jugar —Se dirigió a la mesa, y Knox supo que sin duda se burlaría
del otro Prime como solía hacer su nieta.
Después de que llegaron los últimos tres Primes, y todos estaban
sentados, Knox cerró la puerta. Sus pasos eran silenciosos mientras
avanzaba por la alfombra hacia la cabecera de la mesa, pasando por
paredes doradas claras que estaban desnudas, aparte de la pantalla
multimedia en la parte delantera de la sala. Las voces se silenciaron,
hasta que todo lo que Knox pudo escuchar fue el zumbido constante
del aire acondicionado.
Knox se hundió lentamente en el asiento de la cabecera de la mesa, con
la pantalla multimedia a su espalda.
—Gracias a todos por venir. Les agradezco que se hayan tomado un
descanso de sus horarios para asistir a la reunión con tan poca
antelación.
—¿Descubriste algo sobre los Jinetes? —preguntó Jonas.
—¿Y tú? —Knox regresó.
Jonas parpadeó.
—Si alguien sabe algo, no está hablando.
Raul agarró la jarra y se sirvió un vaso de agua helada mientras hablaba.
—Hay rumores de quiénes podrían ser, pero parecen ser meras
especulaciones alimentadas por la paranoia.
Knox se reclinó en la silla, haciendo que el cuero crujiera ligeramente.
—¿Qué hay de ti, Thatcher? ¿Escuchaste algo interesante?
Thatcher se ajustó la corbata.
—Lo confieso, no he investigado mucho el asunto
Knox levantó una ceja.
—¿Y por qué es eso?
Hubo una larga pausa.
—No estoy convencido de que sean reales —admitió finalmente
Thatcher—. No te estoy llamando mentiroso, Knox. Simplemente no
confío en las palabras de un demonio delirante y casi rebelde.
Por lo general, Knox tampoco lo haría, pero...
—No fue Laurence Crow quien me habló de los Jinetes. No sabía que lo
estaban usando como un títere —Knox se había enterado de ellos por
Dario y Nora, pero dado que muchos en ese entonces sospechaban que
Dario era casi pícaro, Dario había creído que expresar tal conspiración
simplemente lo haría parecer paranoico, un síntoma de un demonio
pícaro. Como tal, habría dado crédito a los rumores casi deshonestos.
Aunque los Primes no estarían tan reacios a creer a Dario ahora, Knox
pensó que probablemente estarían enojados con Dario al escuchar que
le había advertido a Knox, pero no a ellos. No tenía ningún interés en
causar fricción entre los Primes o desviar su atención del problema real:
la seguridad de Harper estaba en peligro. Como tal, Knox dijo:
—Roan habló de los jinetes con Harper. Era cruel, pero no delirante.
—¿Estás dispuesto a confiar en la palabra de un demonio moribundo y
traicionero? —preguntó Malden, aunque no había juicio allí, solo
curiosidad.
—Mi compañera cree que estaba diciendo la verdad —dijo Knox—.
Confío en su juicio.
Malden inclinó la cabeza.
—En cualquier caso, personalmente no tengo información sobre los
Jinetes.
Knox torció la boca.
—Una pena. Pero no los llamé a todos aquí para hablar de los Jinetes.
Estoy seguro de que la mayoría, si no todos, escucharon que mi
compañera fue atacado recientemente por cazadores.
—Lo escuché —dijo Dario— ¿Está bien? —Había una preocupación
genuina en su voz.
—Bien. Luchó duro. Querían sus alas. De hecho, fueron contratados
para adquirirlas. Dado que las alas de mi compañera nunca llegaron a
ella, fue una pérdida de tiempo y no les valió nada más que una muerte
temprana e insoportable.
—¿Los Jinetes los contrataron? —preguntó Raul.
—Ese fue mi primer pensamiento —dijo Knox, tamborileando con los
dedos sobre la mesa de vidrio liso—. Entonces su prima casi fue
secuestrada. El demonio que intentó llevarse a la niña también había
sido contratado por alguien.
El ceño de Jonas se frunció.
—Eso no significa que los dos eventos estén necesariamente
relacionados.
Jolene habló entonces.
—Tanto los cazadores como el secuestrador fueron contratados por
alguien que envió un correo electrónico cifrado y anónimo que se borró
poco después de abrirlo. Esa no es una técnica que se use mucho, pero
sé de algunas personas que la usan.
Thatcher se enderezó, luciendo resignado.
—Es mejor que sepas que soy una de esas personas.
—Oh, eso ya lo sabía —le dijo Knox—. Así como ya sabía que el
principal coleccionista de alas de esfinge es tu primo, Francisco Alaniz.
La boca de Thatcher se apretó.
—Francisco no las colecciona por coleccionar.
Knox levantó una mano antes de que el demonio pudiera explicar más.
—Las alas en su pared pertenecían a sus familiares y son trofeos, lo sé.
No te preocupes; Francisco no te mencionó. Sin embargo, mencionó a
Dion Boughton. Me sorprendió saber por Dion que una vez perteneció a
tu guarida.
Los ojos de Raul se deslizaron de Knox a Thatcher y viceversa.
—¿Estás acusando a Thatcher de algo?
Knox arqueó una ceja.
—¿Debería?
—No trato en el mercado negro —afirmó Thatcher—. Y no contrato
secuaces.
Un timbre hizo que todos se volvieran hacia el sonido. Sonrojándose,
Malden sacó su celular y rápidamente tocó la pantalla, silenciando el
dispositivo.
—Me disculpo. Tengo curiosidad, Knox: ¿Harper culpa a Thatcher? ¿Es
por eso que ella no está aquí?
—No está aquí porque insistí en que descansara. Ser hechizado afecta
incluso al más fuerte de los demonios.
Raul se detuvo con el vaso a medio camino de la boca, boquiabierto.
—¿Tu compañera fue hechizada?
—Justo ayer —confirmó Knox—. Sobrevivió, por supuesto.
Mila levantó las cejas, luciendo impresionada.
—Es fuerte.
—Me sorprende que la gente no se dé cuenta de lo fuerte que es —
Knox juntó los dedos—. No estaba demasiado débil para asistir a la
reunión, pero la quiero con todas sus fuerzas para nuestro viaje. No
estamos dispuestos a perder nuestras vacaciones por alguien que
estúpidamente asumió que no lucharía contra un maleficio —No quería
que nadie pensara que el maleficio los había enviado a él y a Harper
corriendo, por lo que sintió que sería más simple insinuar que el viaje
fue organizado antes del ataque mágico.
Thatcher suspiró, con la cara dura.
—Supongo que esto me convierte en un sospechoso aún más probable.
Después de todo, soy un hechicero.
—Sí, Thatcher, lo hace —dijo Knox.
—¿Por qué le haría daño a tu compañera? —La mano de Thatcher se
apretó y Knox casi esperaba que golpeara la mesa—. Teniendo en
cuenta que estás bastante convencido de que los Jinetes son reales,
habría pensado que los estarías culpando. ¿O también me estás
acusando de ser uno de ellos?
—No estoy tan cegado por la situación de los Jinetes como para creer
que son responsables de todo lo que sucede. Si yo fuera uno de ellos,
me mantendría oculto.
—Como yo —dijo Jolene.
—Si estás buscando a alguien que quiera dañar a tu pareja, deberías
mirar al otro lado de la mesa —La mirada de Thatcher se clavó en
Alethea, quien lo miró boquiabierta.
—Bastardo —siseó ella—. No me apuntes con el dedo.
Thatcher levantó las manos en un gesto de impotencia.
—Yo sólo digo la verdad. Todos aquí saben que verías a Harper muerta,
si tuvieras la oportunidad.
Jonas levantó una mano tranquilizadora.
—Alethea y Harper no se llevan bien, eso es cierto, pero...
Thatcher resopló.
—Eso es un completo eufemismo.
La mandíbula de Jonas se endureció.
—Mi hermana no tiene nada que ver con esto.
—Estás seguro de eso, ¿verdad? ¿Apostarías tu posición de Prime en eso?
—Thatcher se rió cuando Jonas se quedó en silencio—. No lo creo.
Con las fosas nasales dilatadas, Jonas dijo:
—El hecho de que a una persona no le guste alguien no significa que
desee causarle daño físico.
La mirada de Thatcher volvió a Alethea.
—Pero lo harías si pensaras que puedes salirte con la tuya, ¿no? Sabes,
escuché que la nueva novia de Jonas es una hechicera —La conmoción
cruzó por el rostro de Jonas, pero enterró la emoción rápidamente—.
Tal vez, Alethea, conseguiste que ella hechizara a Harper por ti —sugirió
Thatcher.
Alethea enseñó los dientes.
—Solo estás buscando desviar la atención de todos de ti.
No sabía que Jonas estaba saliendo con un hechicera, le dijo Levi a Knox.
Interesante.
Lo es, asintió Knox. Particularmente porque parecía tan sorprendido de
que los extraños lo supieran. Por alguna razón, esperaba mantenerlo en
privado.
Thatcher señaló a Jonas.
—O tal vez fuiste tú quien le pidió a tu novia que hechizara a Harper.
Según tengo entendido, no estás muy contento con Jolene en este
momento. Tal vez querías castigarla usando a sus nietas.
Todos los ojos se movieron hacia Jolene, pero ella miraba fijamente a
Jonas cuando habló.
—Thatcher parece disfrutar haciendo de abogado del diablo, pero tiene
un buen punto. Prometiéndome que me arrepentiría de no haberte
dado lo que querías... bueno, eso ciertamente te implica.
Dario entrecerró los ojos.
—¿Qué quería él de ti, Jolene? —Siguió mirando a Jonas— ¿Por qué no
les dices, Jonas?
Después de un momento, Jonas se aclaró la garganta.
—Quería reunirme con Lucifer. Le pedí a Jolene que arreglara una
reunión. Ella lo rechazó.
—Quieres una alianza con él —corrigió Jolene con calma—. Te dije que
no podía garantizarte una alianza con Lucifer o que él siquiera se
reuniría contigo. El diablo no se alía con nadie. Le dije que querías
conocerlo, pero no tiene interés en hablar contigo. Eso no es mi culpa.
Sin embargo, me culpas.
—Es valiente de tu parte estar preparado para, literalmente, hacer un
trato con el diablo, Jonas —le dijo Knox.
Dario miró a Jonas con los ojos entrecerrados.
—¿Por qué querrías reunirte con Lucifer? ¿Qué quieres de él? —En ese
momento, todos miraban a Jonas con desconfianza, incluida su
hermana, quien parecía sinceramente sorprendida por la noticia.
—Esa era mi pregunta —dijo Jolene—. Después de todo, a Lou le
gustan las lagunas. Cualquier trato que haga siempre tiene una trampa,
y siempre es una que hace que el demonio se arrepienta de haber hecho
el trato en primer lugar. Eso es conocimiento común. Un demonio
tendría que querer algo muy, muy desesperadamente para estar
preparado para hacer cualquier tipo de pacto con Lou. Se lo dije a Jonas.
Le pregunté qué era lo que estaba tan desesperado por tener.
—¿Qué dijo él? —preguntó Thatcher.
—Solo que lamentaría no haber cooperado, lo que me hace pensar que
era muy importante para él o que no estaría tan resentido por eso —
Miró a Jonas—. En ese momento, pensé que estabas lleno de aire
caliente. Ahora estoy pensando que podrías haber hecho herir a Harper
como advertencia para que hiciera lo que me pediste. Más tarde podrías
haber pensado que podrías usar a Heidi para hacerme cooperar.
Con el cuello rígido y tenso, Jonas levantó la barbilla.
—Nunca le haría daño a Harper ni a un niño. Quería reunirme con
Lucifer, sí, pero ese es mi asunto. No tengo que dar explicaciones a
ninguno de vosotros. Y si has terminado de hacer acusaciones, Knox…
—No recuerdo haberte acusado de nada —dijo Knox— ¿Te considero
un posible sospechoso? Sí —Miró a Jonas, pero mantuvo su voz baja y
tranquila—. No necesito decirte lo que sucederá si descubro que estás
detrás de todo esto.
—Ya terminé aquí—. Jonas se puso de pie—. Vamos, Alethea.
Pareciendo un poco perdida, ella lo siguió mientras él salía rígidamente
de la habitación con sus centinelas.
Uno por uno, los Primes comenzaron a salir de la habitación. Cada uno
se despidió cortésmente de Knox, y todos parecían estar pensativos.
Sospechaba que oír que Jonas quería una alianza con Lou los
desconcertaba un poco.
Jolene fue una de las últimas en irse.
Mi instinto dice que no fue Thatcher. Todo apunta a él, sí, pero eso es lo
que me molesta.
Knox suspiró.
Anoche, estaba listo para matarlo. Pero cuanto más lo pensaba, más
improbable me parecía que alguien tan inteligente dejara
continuamente pruebas que me llevaran directo a él. Sin embargo, no
puedo permitirme descartarlo como sospechoso.
Por supuesto que no, estamos hablando de la vida de Harper. Y tampoco
lo descartaré como sospechoso, pero no creo que haya sido él. Jonas es
conocido por hacer desfilar a sus novias, las trata como accesorios. Pero
no lo he visto con una hechicera, aunque no negó que está saliendo con
una. Una pausa. ¿Notaste lo sorprendida que estaba Alethea al descubrir
que su hermano quería reunirse con Lou?
También noté que parecía preocuparla.
Jolene le estrechó la mano.
—La reunión fue ciertamente... esclarecedora. Cuida a mi nieta, Knox.
—Lo haré —Asintió con la cabeza tanto a Jolene como a Beck, y los dos
diablillos se fueron.
Finalmente, el último de los Prime llegó a la puerta.
—Bueno, eso estuvo lleno de acontecimientos —dijo Dario. Sus cejas
bajaron cuando agregó—: Lamento escuchar lo que le pasó a Harper.
Matarás al responsable.
El Prime, a diferencia de muchos otros, apreciaba y respetaba a Harper.
—No lo dudes. No creo que Nora sepa nada que valga la pena
mencionar.
Dario se rascó la cabeza.
—En realidad, ella me pidió que te transmitiera un mensaje: cuando sea
el momento de matar al niño, no lo dudes, pase lo que pase.
Un dedo frío se deslizó por su columna, y Knox y su demonio se
pusieron rígidos.
—¿El niño?
Dario se encogió de hombros.
—Dijo que sabrías lo que quise decir —Con eso, el Prime se fue con su
centinela a cuestas.
Knox cerró la puerta y se volvió hacia Levi, que ahora estaba sentado en
el borde de la mesa larga.
—¿Bien?
—O Thatcher es un actor increíble o no tiene nada que ver ni con los
ataques a Harper ni con con el secuestro de Heidi. Estaba a la defensiva
y trató de desviar tu atención hacia los demás, claro, pero tenía mucha
gente mirándolo con sospecha. Es natural que quiera señalar que otros
tienen motivos para dañar a Harper.
Knox asintió.
—Jolene piensa que es poco probable que la culpa sea de Thatcher.
Rápidamente le dijo al segador lo que Jolene dijo telepáticamente.
—Tiene razón en que es raro que alguien que trata a sus novias como si
fueran accesorios mantenga cualquier relación en secreto. No veo qué
motivación tendría Jonas para hacerlo. Incluso si fuera ella quien
quisiera que las cosas se mantuvieran discretas, no tiene sentido que
Jonas esté de acuerdo. Sería más probable que simplemente pasara a
otra persona.
Knox se frotó la mandíbula.
—Si podemos averiguar el nombre de esta hechicera con el que está
saliendo, es posible que podamos resolver esto.
—Keenan y Larkin pueden investigarlo mientras tú y Harper están de
vacaciones. ¿Crees que es posible que Jonas sea nuestro chico?
—Lo que creo es que alguien tendría que estar desesperado para estar
preparado para hacer un trato con Lou, y eso me hace preguntarme qué
es lo que Jonas debe estar desesperado por poseer.
CAPÍTULO TRECE

Cuando el motor se encendió y el avión comenzó a moverse, Harper se


hundió más en el asiento reclinable de cuero. Maldita sea, realmente
amaba el jet privado. Negro y elegante, le hizo pensar en Knox con sus
trajes oscuros de diseñador y sus zapatos pulidos. El interior blanco y
gris era profesional sin ser soso o insípido. Una vez más, la hizo pensar
en Knox; no importaba que nunca usara mucho color, nunca podría ser
acusado de parecer vulgar.
El carrito de bebidas crujió cuando apareció la atenta azafata, oliendo a
laca para el cabello y desinfectante para manos. Después de darle a
Harper una botella de agua y prepararle a Knox un gin-tonic,
desapareció detrás de la cortina. A Harper le gustaba, especialmente
porque nunca coqueteaba con Knox; aparentemente, estaba felizmente
emparejada con el capitán.
Levi y Tanner estaban en la cabina cerca de la parte delantera de la nave,
lo que significaba que Harper y Knox estaban solos cuando ella abrió su
botella y preguntó:
—Entonces, ¿por qué no me dices qué pasó en la reunión?
Sentado frente a ella con sus muslos abrazados a los de ella, Knox hizo
exactamente eso. Habría preferido simplemente pirotransportarlos a su
isla caribeña de propiedad privada, pero necesitaba que otros lo vieran
para salir de Las Vegas y llegar a la isla. De lo contrario, la gente
definitivamente hablaría. Cuanto menos supieran sobre sus habilidades,
menos podían predecir lo que podía o haría.
Harper suspiró.
—Ojalá hubiera estado allí. No me gusta que no pudiera ver sus
reacciones por mí misma —Cuando sus hombros se tensaron, ella
agregó—: No estoy diciendo que debería haber estado allí, fue lo mejor
que no estuviera.
Así, sus músculos perdieron la rigidez. Knox tamborileó con los dedos
sobre el reposabrazos.
—Como te recordé antes, uno de los Primes puede sentir embarazos, al
igual que Wren. Quiero tener el control de cuando la población de
demonios descubra que estás embarazada.
Ella se rió.
—Por supuesto que sí. Lo tuyo es el control —Rebuscó en su bolso
hasta que encontró la caja de plástico que Meg le entregó cuando se
iban. Curiosa por lo que había dentro, quitó la tapa y encontró una
ensalada de frutas magníficamente preparada. Era dulce de parte de la
mujer, pero...—. Extraño el chocolate.
La boca de Knox se arqueó.
—Pensé que podrías.
Sacó una barra de Hershey de su bolsillo, casi riendo por la forma en
que sus ojos se iluminaron. El mal humor de su demonio se disipó ante
la vista.
—¿He mencionado cuánto te amo?
—Lo dijiste esta mañana, en realidad, pero nunca está de más
escucharlo de nuevo.
—Entonces te amo, Knox Thorne. Ahora dame ese chocolate.
Se lo entregó.
—Tengo un motivo oculto.
Hizo una pausa para abrirlo.
—¿Oh, sí?
—Sabes que me encanta verte comer. Es aún mejor cuando estás
comiendo chocolate: haces esos pequeños gemidos que se envuelven
alrededor de mi polla como un puño.
A su demonio le gustó mucho ese comentario. Harper sonrió.
—Me gusta verte comer... ciertas cosas.
La implicación sexual hizo que todo tipo de imágenes pasaran por su
cabeza e hizo que su polla se endureciera casi dolorosamente. En otra
ocasión, podría haberle ordenado que viniera a él y hiciera algo con
respecto a la erección que ella había causado. Podía ver en sus ojos que
era lo que ella esperaba, quería que hiciera, pero…
—Tengo planes para ti. No incluyen que me folles en el avión, no hoy.
Así que sé una buena chica y cómete el chocolate y la fruta.
Con un “humph”, mordió la barra.
—Entonces, ¿adónde vamos de todos modos? No digas que es una
sorpresa. Sabes que no me gustan.
Una sonrisa tiró de su boca.
—Lo sé.
—Me dijiste que empacara muchos bikinis, así que supongo que será en
algún lugar cálido.
—Buena suposición.
La impaciencia estalló en sus ojos.
—Vamos, dame algo.
—Está bien. Nos alojaremos en una cabaña en la playa.
Ella parpadeó.
—¿Cabaña de playa? ¿Quieres decir, como, en un resort?
—No. Soy dueño de la isla.
—Bueno, por supuesto que eres dueño de una isla —murmuró
secamente—. Meg me dio una lista de los alimentos que no puedo
comer para dársela a quien esté cocinando para nosotros. Ella lloró
mientras yo estaba empacando. Dijo que quiere que me quede cerca de
ella para poder vigilarme y asegurarse de que coma bien.
Personalmente, creo que solo estaba tratando de culparme para que la
llevara con ella —Partió un trozo de su barra de chocolate y se la ofreció,
pero él negó con la cabeza—. Se preocupa incluso más que tú, y eso es
decir algo. Pero, por supuesto, eso sin duda te queda muy bien.
Knox bajó parcialmente la cortina de la ventana para proteger sus ojos
del resplandor del sol.
—Me gusta saber que siempre hay alguien cuidándote.
Ella inclinó la cabeza.
—Me pregunto si me aliviarás un poco cuando nazca el bebé. Tal vez
toda esa energía hiperprotectora se concentre en él.
Knox se inclinó hacia delante y le rodeó la barbilla con la mano mientras
hablaba con voz grave.
—Seré muy protector con el bebé, no te equivoques al respecto. Pero
nada me hará menos protector contigo. No es una cosa —La besó
fuerte y profundo, con sabor a Coca-Cola, chocolate y a Harper... lo cual
fue un mal movimiento, en realidad, porque solo hizo que su polla se
pusiera aún más dura—. Esto se va a sentir como un vuelo muy largo —
se quejó.
—Apuesto a que puedo mejorar tu estado de ánimo —dijo con una
sonrisa—. Lucian pospuso su viaje. Aparentemente, conoció a una
mujer tailandesa y ella lo mantiene bastante ocupado en este momento.
Eso mejoró su estado de ánimo.
—Esperemos que ella lo mantenga ocupado durante mucho, mucho
tiempo —Knox tomó otro trago de su vaso—. Como un siglo, por
ejemplo.
Ella puso los ojos en blanco.
—No puedo decir que estoy decepcionada por sus noticias. No creo que
reaccione bien a mi embarazo, así que la demora es muy bienvenida. No
es que quiera o sienta que necesito su aprobación. Pero ya has visto
cómo se pone cuando algo trastorna su pequeño mundo. Es
terriblemente molesto. Y sé que si tiene una rabieta y dice algo ofensivo,
mi demonio va a querer empujar mi hoja de estilete hasta su recto.
Knox se humedeció los dientes.
—Mi demonio querrá hacerlo peor —La entidad ya despreciaba a
Lucian por su descuido de Harper.
—Lo que significa que todo tiene los ingredientes de un desastre —
Harper se quedó en silencio mientras terminaba su barra de Hershey y
bebía más de su Coca-Cola—. Oh, quise preguntar antes: ¿estaba Dario
en la reunión?
—Sí, parecía enojado porque te lastimaron y quiere estar seguro de que
quienquiera que esté detrás de los ataques pronto estará muerto.
—Oh, eso es dulce.
—Le pregunté si Nora tenía alguna advertencia que entregar. Dijo que
cuando sea el momento de matar al niño, no debemos dudar. Por un
momento, pensé que se refería a nuestro hijo. Pero creo que se refería a
McCauley.
Frunciendo el ceño, Harper tragó.
—El niño me asusta, pero no quiero tener que matarlo —Sólo el
pensamiento hizo que su estómago se revolviera. Incluso su demonio
no estaba interesado en la idea.
Knox se frotó el muslo.
—Yo tampoco, nena. Yo tampoco.

***

—Dijiste que era una cabaña en la playa.


—Lo es.
Cabaña, mi trasero.
—Knox, aparte de tener un techo de paja, no se parece en nada a una
choza —El edificio blanco de dos pisos era más una villa de lujo. Situado
en una hermosa playa tropical, estaba rodeado de altas palmeras y
arena blanca. El sol brillaba en el ondulante mar azul turquesa, y ella
solo quería zambullirse en él, hacía mucho calor.
Solo había sido un corto paseo desde el jet hasta la "cabaña” pero ya
tenía la piel pegajosa y el sudor le corría por la espalda. Mientras
caminaban por el sendero hecho por el hombre a través de la jungla, vio
muchos pájaros coloridos, algunas serpientes y escuchó lo que
sospechó que eran monos en la distancia. No era una gran fan de los
monos, esperaba que se mantuvieran en la distancia.
Casi suspiró de alivio cuando la brisa fresca la acarició y alborotó su
camisa.
—¿Alquilaste alguna vez la isla?
—No. Es mía.
Lo dijo con tal firmeza que ella sonrió.
—Y no compartes lo que es tuyo.
Knox la atrajo hacia sí y habló contra su boca.
—No, definitivamente no comparto lo que es mío —Su demonio
tampoco. Le lamió el labio inferior y luego le dio un mordisco fuerte y
posesivo—. Vamos, entremos para que pueda mostrarte el lugar.
Knox le presentó por primera vez al ama de llaves y al encargado de
mantenimiento, ambos nativos de una isla vecina pero que también
pertenecían a su guarida. Estaba claro para Harper por la forma en que
conversaron con Tanner y Levi que los centinelas habían acompañado a
Knox aquí muchas veces.
El interior de la villa espaciosa y elegantemente amueblada era hermoso.
Paredes luminosas, pisos relucientes y ventanas altas que aprovechaban
la idílica vista al mar. El dormitorio era su parte favorita de la villa. Tenía
un jacuzzi, una cama con dosel con cortinas blancas que protegían a los
mosquitos y un hermoso balcón con vista al mar.
Cada uno de los centinelas tenía su propia habitación al otro lado de la
villa, lo que les daba a Harper y Knox mucha privacidad. Se alegró de eso,
porque podía ser un poco ruidosa en la cama y los centinelas sin duda la
molestarían inmaduramente por eso.
Vestida con un biquini rosa neón, acababa de terminar de aplicarse la
crema solar cuando Knox entró en el dormitorio. Sus ojos se
oscurecieron mientras vagaban sobre ella, y su demonio se estiraba
lánguidamente. Harper dejó que su propia mirada explorara su
poderosa constitución, deteniéndose un poco en el creciente bulto de
sus pantalones cortos.
—Estoy feliz de saltarme el baño y encargarme de eso, solo para que lo
sepas.
Knox se acercó a ella y pasó su dedo por la hinchazón de sus pechos,
inhalando el aroma afrutado de su protector solar.
—Muy magnánimo de tu parte —bromeó.
—Soy todo corazón.
Se dejó caer de rodillas y besó su estómago.
—No sé por qué me excita saber que puse un bebé en ti. Realmente no
lo hago.
Ella tragó.
—No me quejo, en caso de que te lo estés preguntando.
Se puso de pie, con la boca curvada.
—Vamos.
Entrelazó sus dedos con los de ella y la condujo escaleras abajo y
salieron a la cubierta, frente a la playa. Tanner y Levi ya estaban
tumbados en las tumbonas, tomando el sol.
Harper casi hizo una mueca ante el calor sofocante.
—Esa arena va a estar caliente.
—¿Quieres que te lleve al agua?
El orgullo hizo que su columna se enderezara.
—Lo puedo manejar —El demonio de Knox se rió entre dientes—. Si
corremos, dolerá menos.
—Entonces corremos. ¿Listo?
Él asintió.
—Vamos.
Harper despegó y, Dios, fue como pisar brasas. Se apresuró a la orilla y
prácticamente chapoteó en el mar con bastante falta de gracia. Se había
preparado para el impacto del agua fría, pero el agua estaba
sorprendentemente cálida mientras lamía su cuerpo.
Observó cómo Knox se sumergía y luego se enderezaba. El agua brotó
de su cabeza y se deslizó por su cuerpo de una manera que hizo que se
le secara la boca.
—Deberías hacer eso de nuevo. Y otra vez —Riendo entre dientes, la
guió hacia las profundidades del agua y la atrajo hacia él. Él la besó
gentilmente, suavemente… luego los sumergió a ambos, el bastardo.
Ella tosió cuando sus cabezas rompieron la superficie— ¡Podrías
haberme advertido!
Knox y su demonio sonrieron. Siempre le hacía pensar en un gatito que
siseaba y escupía cuando le gritaba. Él le pasó las manos por la espalda.
—Lo siento cariño.
—No lo haces —Vio una sombra oscura bajo el agua y casi saltó de sus
brazos— ¡Medusa!
Apretando sus brazos alrededor de ella, Knox miró a su alrededor.
—No hay medusas.
—Vi medusas.
—No hay medusas. Relájate —la tranquilizó—. Respira. Disfruta de la
vista.
Harper respiró hondo. Bajo los aromas de agua salada y algas marinas
estaban los olores de flores tropicales, bloqueador solar y la comida
proveniente de la villa. Enganchando sus brazos alrededor de su cuello,
miró a su alrededor mientras se balanceaban en el mar, el agua
ondulaba a su alrededor. Las olas golpeaban las rocas, arrojando
chorros de agua espumosa. Había un muelle cerca donde las motos
acuáticas y las lanchas motoras estaban inactivas. Más allá de las
montañas verdes, en la lejanía, había otras islas pequeñas.
—Bueno, ¿tiene tu sello de aprobación?
—Lo hace —A pesar de que el calor del sol pinchaba su piel y se sentía
opresivo en su pecho, amaba absolutamente el lugar—. Pero si esperas
que acepte quedarme aquí por el resto del embarazo, estás fuera de tu
mente demoníaca. Yo no me escondo.
—No te estarías escondiendo —Besó su hombro, tocando el tirante de
su biquini—. El estrés no es bueno para ti ni para el bebé.
—Oh, no juegues la carta del bebé conmigo, Thorne.
—Esto, tranquilidad, paz, seguridad, es lo que necesitas en este
momento.
—Y quedarme aquí por unas semanas sería increíble. Pero me volvería
loca sentada aquí durante el resto del embarazo sin nada que hacer.
—Hay mucho que hacer y ver aquí. Ríos. Arroyos. Selva. Montañas.
Cascadas. Ruinas antiguas. No podías aburrirte —Se detuvo ante el
grito de un pelícano que volaba por encima—. Tus amigos y familiares
pueden visitarte. Estaré aquí.
—No todo el tiempo.
—Puedo hacerlo, si eso es lo que quieres.
Casi resopló, pero luego se dio cuenta...
—Hablas en serio.
Él suspiró ante su asombro.
—Harper, ¿cuándo te darás cuenta de que eres mi prioridad? Tú vienes
primero para mí. Si quieres que me tome las próximas doce semanas
libres para estar contigo en cada momento de este embarazo, eso es lo
que haré —A su demonio le encantaría eso de todos modos.
Tocada, tragó saliva.
—Yo no te pediría que hicieras eso.
—Estar contigo veinticuatro/siete no sería una dificultad —Debajo del
agua, trazó el hueso de su cadera, sabiendo que su pequeño tatuaje de
cuervo estaba justo allí. Siendo que los cuervos eran tramposos astutos
y estratégicos, sintió que podía identificarse con ellos. Knox sospechaba
que también la hacían pensar en su familia—. Haré lo que sea necesario
para asegurarme de que estés feliz y a salvo.
—Y te amo por eso, pero todavía no puedo quedarme encerrada aquí
—sonrió y agregó—: Sin embargo, podemos relajarnos aquí por un
tiempo. Eso suena como un plan increíble para mí. Además, tenemos
una guardería para diseñar y cosas de bebé…por encargo.
—¿Cosas?
Se encogió de hombros.
—Nunca me he preocupado por un bebé. No sé mucho sobre lo que eso
implica, lo que necesitaremos o cuánto necesitaremos. Lo que sé
actualmente es cortesía de Internet.
—Estaremos bien. Si no hubiéramos retrasado el anuncio del embarazo,
podríamos haber contratado a personas para que nos prepararan la
guardería.
Le dio la bienvenida a la brisa del océano mientras tiraba de su cabello,
que colgaba en cuerdas mojadas por su espalda.
—No, prefiero ser parte del diseño y prepararlo yo, de todos modos.
—Está bien, eso es lo que harás —Sumergió su mano dentro de la parte
inferior de su bikini, ahuecando su trasero—. Entonces, estás feliz de
quedarte aquí por un tiempo. ¿Qué tal un mes?
Frunció el ceño.
—Una semana.
—Eso es demasiado corto.
—Está bien, dos semanas.
—Aún demasiado corto. Tres semanas. Y si te aburres, nos iremos antes.
—Bien, tres semanas.
—Buena chica —Por supuesto, haría todo lo posible para convencerla
de que se quedara más tiempo. Fue solo ese hecho lo que impidió que
su demonio se enfurruñara.
—No creas que no sé que intentarás hablar conmigo para quedarme…,
¡medusa! —Prácticamente trató de trepar por su cuerpo, sin apreciar
sus risas en absoluto.
—No hay medusas.
—¡Vi una! —Pero el bastardo no dejó de reírse. En cambio, la arrastró
hacia las profundidades del mar. Se quedaron allí por un rato, solo
hablando y disfrutando el tiempo sin interrupciones—. Sabes,
realmente me vendría bien un helado en este momento.
—¿Helado? Creo que puedo hacer que eso suceda —la levantó,
sorprendiéndola con un pequeño chillido, y trazó sus huellas en la arena
caliente mientras se dirigía a la villa. Una vez en cubierta, la puso
suavemente sobre sus pies—. Dúchate primero.
—Buena idea.
Aunque no se había tumbado en la playa, la arena se había metido
dentro de su biquini y le irritaba la piel. Dentro de la villa, la llevó
directamente al baño adjunto a su dormitorio. Sin quitarse los trajes de
baño, la empujó hacia la ducha y luego abrió el grifo.
Harper siseó entre dientes. El agua caliente picaba su piel, que estaba
sensible por el sol, pero la incomodidad se desvaneció rápidamente. Y
luego Knox la estaba besando. Su boca era caliente y codiciosa y la
barrió por completo.
—Muchas veces al día, miro esta boca y pienso en cómo se siente
envolviendo mi pene. Cielo. Maldito cielo —Knox tiró hacia abajo del
tirante de su biquini, dejándolo pasar por encima de su hombro. Lamió
el grupo de pecas allí, luego mordió con fuerza—. Mío.
Les quitó los trajes de baño y le echó jabón en las manos. Mientras ella
se lavaba el pelo con champú, él la enjabonaba; siguiéndola, dándole
forma, provocándola, hasta que el olor a sal desapareció y solo quedó el
jabón de coco y el aroma meloso de Harper.
Le dio lo mejor que pudo: su toque sexual mientras pasaba sus manos
por todo él, enjabonándolo con gel. Finalmente, la empujó
completamente bajo el chorro, enjuagando el champú, el jabón y la
arena. Mientras el agua caía sobre ellos, la besó de nuevo, lamiendo y
mordiendo.
—Me encanta tu boca —Mordió la parte carnosa de su labio inferior—.
Y me encanta follarla.
Entrecerró los ojos, y él supo por qué. La idea de arrodillarse en el piso
de baldosas no tenía mucho atractivo. Aun así, sabía que ella lo haría si
se lo pedía. Era jodidamente excitante saber que ella haría cualquier
cosa que él le pidiera, no lo haría con facilidad o mansedumbre, lo que lo
hacía más excitante, pero lo haría. Sabía exactamente lo que quería en
ese momento, pero no era su polla en su boca.
Sucedió tan rápido que Harper se encontró parpadeando rápidamente.
Un minuto ella había sido dócil contra él; al siguiente, su espalda estaba
contra la pared de azulejos y una mano psíquica sujetaba las suyas por
encima de su cabeza.
—¿Qué estás haciendo?
Knox empuñó su polla.
—Mirando.
Harper jadeó cuando un dedo psíquico helado se deslizó dentro de ella.
No importaba que hubiera estado lista para el calor que estalló, todavía
afectó cada uno de sus sentidos cuando su coño comenzó a arder.
—Ya estoy mojada.
—Yo sé eso. Pero te quiero aún más mojada. Y quiero quedarme aquí y
mirar mientras juego contigo hasta que estés tan mojada que estés
goteando. Quieres que tenga eso, ¿no? Quieres darme lo que quiero.
Su boca se torció.
—Es lo mejor para mí.
Él sonrió.
—Lo es —Ahuecó sus pechos, moldeándolos. Se habían hecho más
grandes, más llenos. Mientras usaba un dedo psíquico para follarle el
coño, tiró, retorció y tiró de sus pezones. Se abalanzó y chupó el que no
tenía perforado con la boca, moviéndolo con la lengua. Ella gimió su
nombre, una demanda femenina— ¿Qué quieres, Harper?
Su barbilla se levantó.
—No voy a rogar.
—No necesitas rogar —dijo en voz baja—. Te daré lo que quieras —Tiró
de su piercing—, pero tienes que decirme qué es.
—A ti.
Le chupó el pulso.
—Me tienes.
—En mí —dijo entre dientes.
—Estoy en ti —le dio un empujón particularmente duro con su dedo
psíquico.
Su demonio siseó, irritado por sus burlas.
—Tu polla —cortó Harper— ¡Quiero tu polla en mí!
Manteniendo sus manos sujetas sobre su cabeza con una mano psíquica,
Knox enganchó sus piernas sobre los codos.
—Entonces la tendrás —Empujó dentro de ella, y su abrasador coño
caliente se apretó y onduló a su alrededor. Ella se venía, se dio cuenta. Y
la mirada de “oh joder” en sus ojos significaba que esperaba un castigo
por no tener permiso—. Está bien, puedes correrte.
Fue algo realmente bueno que pensara eso, porque no había ninguna
posibilidad de que Harper pudiera haber contenido ese orgasmo. En el
momento en que su larga y gruesa polla se había estirado y llenado sus
paredes hipersensibles con un suave movimiento posesivo, el puro
placer la había invadido. Se dejó caer contra la pared, con los ojos
cerrados, mientras su fuerza parecía agotarse.
—Mírame —gruñó.
Abrió los ojos para encontrarlo mirándola con esa posesividad salvaje
muy familiar. Su coño se apretó, y él apretó los dientes. Knox se retiró
lentamente. Frunciendo el ceño, trató de enroscar sus piernas alrededor
de él para mantenerlo con ella, pero él las sujetó con fuerza.
—No te preocupes, cariño, no voy a ir a ninguna parte —dijo
suavemente, sedosamente—. No estoy ni cerca de terminar contigo —
Con la mandíbula apretada, Knox se estrelló contra ella sin piedad una y
otra vez, sabiendo que podía soportarlo. Le había colocado las caderas
en ángulo de modo que su polla rozaba su clítoris con cada embestida
brutal, y sabía por muchas, muchas experiencias pasadas que su cuerpo
no aguantaría mucho contra eso. Su coño ya se estaba volviendo más
apretado y más caliente.
La posesividad lo estimuló, lo mantuvo conduciendo profundo y duro.
Su demonio quería meterse dentro de ella hasta que ella nunca estaría
libre de él.
—No importará cuántas veces te tenga —gruñó Knox—, siempre
querré más de este coño. Mi coño.
Flexionó la mano, queriendo ser libre para tocarlo, rascarlo, tirar de su
cabello.
—Déjame ir —negó con la cabeza, y su demonio alcanzó la superficie y
lo fulminó con la mirada—. Libérame —ordenó. Pero no lo hizo, y
Harper reapareció con un gruñido. El aire se enfrió un poco cuando sus
ojos sangraron hasta volverse negros, y los pelos de su nuca se erizaron
mientras miraba a su demonio—. Déjame ir.
—No —le dijo con esa voz incorpórea—. Tomarás lo que te den —Se
impulsó sin piedad en ella a un ritmo frenético. Donde Knox siempre se
aferraba a su control, el demonio no. Cada golpe de su polla era áspero
y territorial. Knox resurgió, y el ritmo y la fuerza de las embestidas
disminuyeron un poco. Pero entonces el demonio estaba de vuelta, y
una vez más estaba frenéticamente azotándose contra ella. Cambiaron
repetidamente, cada uno atormentándola con su propia forma personal
de follar.
—No va a durar —advirtió entonces.
Con un gruñido, Knox saltó a la superficie.
—Durarás porque quiero que dures —Empujó con más fuerza,
literalmente llevando su punto a casa. Los ojos violetas lo miraron,
llamándolo bastardo—. Te gusta cuando no te doy lo que quieres. Te
gusta cuando solo tomo lo que quiero. Como si fueras mi pequeño
juguete.
Joder si no tenía razón, el cabrón. Probablemente la hacía un poco
extraña, pero Harper le había hecho las paces con eso. Estaba a punto
de exigirle que la hiciera correrse, por el amor de Dios, pero luego sintió
que comenzaba a suceder de nuevo de la nada. Y dado que no había
esperado el permiso, había una buena posibilidad de que pagara por
eso.
—No te detengas —Era lo suficientemente sádico para hacerlo, pero
sus ojos se suavizaron.
—No me detendré, cariño —Knox la folló más duro, más rápido,
penetrando tan profundo como pudo—. Haz que me corra, Harper.
Su coño se aferró a él cuando sus ojos se quedaron ciegos y ella ahogó
su nombre, y Knox se corrió tan jodidamente duro que casi le voló la
cabeza de la polla, siguió y siguió y siguió, tan intenso que debería haber
dolido.
Estremeciéndose, se dejó caer contra ella, respirando con dificultad.
—Vamos a limpiarte para que pueda conseguirte el helado que quieres.
—Estoy de acuerdo con eso —dijo arrastrando las palabras.
Flotando en su nube post-orgasmo, Harper apenas se dio cuenta de que
él cerraba la ducha, agarraba toallas y la llevaba al dormitorio. No fue
hasta que él la puso de pie y comenzó a secarla que ella salió
parcialmente de su zumbido. Ella trató de hacerse cargo.
—Yo puedo hacerlo.
—Yo sé que puedes hacerlo.
Pero él siguió secándola con palmaditas y ella no protestó más.
—Sabes, realmente deberías... —Harper se congeló cuando una mente
se deslizó contra la de ella. Desconocida. Pequeña. Joven. Jadeó con
asombro, agarrando sus brazos—. Knox… Acabo de sentir la mente del
bebé. Fue el toque más pequeño, pero estaba allí.
Pasó su mano sobre el pequeño bulto mientras extendía su mente,
buscando otro. Y ahí estaba.
Lo “tocó” suavemente, sintió un aleteo de respuesta.
—¿Lo sentiste?
Él asintió, apretando el pecho.
—Tiene una vibra de... satisfacción —Knox apoyó su frente contra la de
ella—. Observé el escaneo y sentí que el bebé se movía innumerables
veces, pero tocar la mente del bebé, sentir que responde… eso es algo
completamente diferente.
Ella sonrió a sabiendas.
—Y tus niveles de protección simplemente subieron otro punto, ¿eh?
—Lo hicieron —Knox la rodeó con los brazos—. Haré todo lo que
pueda para asegurarme de que el bebé se mantenga contento. Me
pregunto si tal vez todas esas endorfinas que corren por ti lo han
suavizado. Si es así, podría ser una buena idea pasar las próximas doce
semanas jodiéndote.
—Lo harás de todos modos —Su estómago se contrajo cuando él le dio
esa sonrisa torcida que le hacía cosas interesantes a su cuerpo.
—Estás bien. Lo haré.
CAPÍTULO CATORCE

Cuando llamaron a la puerta, Knox gritó:


—Adelante —Levantó la vista de los múltiples monitores de
computadora en su escritorio cuando Keenan entró en la oficina de su
casa.
El íncubo lanzó una breve mirada de admiración a los tres lienzos de
arte abstracto de un reloj mecánico en la pared gris.
—¿Como fueron tus vacaciones?
—Bien. Harper lo necesitaba.
También lo había disfrutado lo suficiente como para quedarse las tres
semanas completas y había accedido a regresar allí en algún momento.
Primero, naturalmente quería estar segura de que todo estaba listo
para el bebé.
Keenan asintió.
—La acabo de encontrar cuando subía las escaleras. Parecía feliz,
relajada. Parece que el descanso le hizo bien —Sus cejas bajaron—.
Estaba comiendo una zanahoria cruda.
Knox se frotó la nuca.
—Sí, ha tenido algunos antojos últimamente. Sobre todo helado y
zanahorias crudas. Solo espero que no empiece a querer comérselos a
los dos a la vez.
El centinela se estremeció ante la idea.
—Su estómago es más redondeado. Es increíble la diferencia que
pueden hacer tres semanas.
—Rodgers nos advirtió que las cosas se moverían bastante rápido
después de que llegara a la semana dieciocho —Ahora estaba
embarazada de veintiuna semanas y no había forma de ocultarlo.
—Ne dejó sentir la patada del bebé —Keenan sonrió—. Ese chico es
luchador.
Knox sonrió de acuerdo.
—Igual que su madre.
Keenan se rió entre dientes.
—Sí. Apuesto a que entrarás en pánico si es una niña.
—Probablemente —Knox colocó sus manos sobre el escritorio—.
Pasando a la razón por la que te llamé aquí... ¿qué averiguaste sobre la
novia de Jonas?
—Su nombre es Kayce Willard. Es de su guarida, vive con su compañera
de cuarto, trabaja como modelo. Y ella está desaparecida.
—¿Desaparecida?
—Nadie la ha visto desde la noche después de la reunión de la sala de
juntas.
Knox maldijo.
—Podría ser que alguien le haya dicho que sospechas que puede haber
hecho algún trabajo mágico sucio para Jonas, por lo que estará oculta
por un tiempo. ¿Quién podría culparla? Pero también podría ser que
alguien... se deshiciera de ella. Tengo miembros de la Fuerza buscándola
mientras hablamos.
Knox asintió con aprobación.
—¿Algo más que deba saber?
—Todo ha estado bastante tranquilo. No hay disturbios dentro de la
guarida. El estudio no ha tenido ningún problema. McCauley se ha
reunido con sus abuelos tres veces desde que te fuiste. Era su habitual
frialdad, pero aparentemente no parecían desanimarse por eso.
Tampoco han presionado a Linda y Wyatt para que lo dejen. De hecho,
según Wyatt, han sido muy cooperativos y civilizados.
—Bien. Mantenme informado sobre la situación de Kayce Willard.
—Se hará.
Con eso, Keenan se fue.
Knox hizo algunas llamadas y respondió algunos correos electrónicos,
poniéndose al día con parte del trabajo que se había perdido.
Adivinando que Harper estaba en la guardería, rodeó el escritorio
ejecutivo en forma de U y salió de la oficina para buscarla. Al oír un
ruido en el piso de abajo, lo siguió hasta la cocina. Pero no fue a Harper
a quien encontró sentada en un taburete de desayuno, bebiendo uno
de sus batidos de fresa mientras envoltorios de dulces y paquetes de
papas fritas vacíos cubrían la barra de desayuno.
Knox suspiró.
—Lou, ¿qué haces aquí?
El diablo se encogió de hombros.
—Tenía sed y un poco de hambre. Sí, recuerdo que tuvimos una
conversación sobre que no te gustaba que solo apareciera, comiera tu
comida y esas cosas. Bueno, tú conversaste, mirándome con intención
cruel. Creo que fue una intención cruel. Podría haber sido una promesa
de muerte. Tal vez ambas. Aunque consideraría que ambos a la vez son
una reacción excesiva —Miró alrededor del cuerpo de Knox— ¿Dónde
está tu compañera?
—Estaba a punto de ir a buscarla y … Espera, ¿estás drogado?
—No. claro que no. En serio. Puedes confiar en mi. Los consumidores de
drogas siempre dicen la verdad.
Knox solo suspiró. No estaba seguro de qué aspecto esperaban
exactamente los humanos del diablo, pero Knox sospechaba que no era
la versión que tenía delante. Lou vestía una gorra de béisbol, vaquero
desaliñados, tenis y una camiseta que mostraba una foto de Iñigo
Montoya de “La Princesa Prometida”. Knox no sabía por qué, y no
estaba dispuesto a preguntar.
Lou también llevaba una chaqueta de mezclilla con lentejuelas rosas
cosidas. A Harper le gustaba personalizar su ropa cosiéndoles
diamantes, encajes y otros apliques. También lo haría vengativamente
con tu ropa si la cabrearas. Cuando Lou le había pedido que le “diera
vida” a su chaqueta, esperaba que las lentejuelas rosadas lo molestaran.
No. Al cabrón loco le gustaban.
Knox apostaría a que la mayoría de los humanos se sorprenderían al
descubrir que Lucifer no era en realidad el gobernante del infierno. Lou
se mudó allí y lo puso en orden después de tener algún tipo de disputa
con Dios. Tampoco era un ser malévolo unidimensional. Harper lo
describió una vez como un niño psicópata bipolar y con TOC. Eso lo
resumía.
Lou no pedía mucho a la gente, pero tenía tres leyes: Uno, los demonios
necesitaban ocultar su existencia a los humanos. Dos, no debían ser
atrapados violando las leyes humanas. Tres, nunca debían causar daño a
un niño, y a fuera humano o demonio.
—Tienes un bonito bronceado. Espero que hayas pasado tus vacaciones
intentando embarazar a nuestra Harper.
Knox se frotó la frente.
—¿Esto otra vez?
—¿Por qué esperar? Es un paso lógico para dar en una relación
comprometida —Lou entrecerró los ojos—. Estás comprometido a ella,
¿verdad?
—Claro que sí. Ahora, ¿por qué estás aquí? —Al oír pasos, Knox se giró
para ver cómo Harper entraba en la habitación.
Lou echó un vistazo a su vientre redondo y sonrió como un lunático.
—Bueno, mira eso —Se levantó— ¡Vamos a tener un bebé! ¡Punto! —
Palmeó la espalda de Knox—. Sabía que al final saldrías adelante —
Cruzando hacia Harper, se inclinó—. Bueno, hola, bebé Luc…
—No lo digas —espetó ella.
—Aún no me has dicho por qué estás aquí —dijo Knox.
Lou pareció ofendido.
—¿Necesito una razón para visitar a mis amigos?
Knox lanzó una mirada impaciente al ser más antisocial que jamás había
conocido.
—No nos consideras tus amigos. No quieres amigos.
—Te lo dije, me estoy ramificando del mal frío y puro —Se volvió hacia
Harper, sonriendo— ¿Qué tan embarazada estás?
—Veintiuna semanas.
Su entusiasmo fue rápidamente reemplazado por irritación.
—¿Te quedan nueve semanas y solo me estás diciendo esto ahora?
Frunció los labios.
—Bueno, sí. Pero sigues siendo uno de los primeros en saberlo.
Y ahora, tan voluble como siempre, Lou volvía a estar encantado.
—¿Como has estado? ¿Antojos? ¿Dolor de espalda? ¿Náusea? ¿Cambios
de humor? He oído que el ochenta por ciento de las mujeres
embarazadas tienen cambios de humor muy malos. Como terriblemente
malos.
—No estoy teniendo cambios de humor.
Knox se cruzó de brazos.
—Ya que estás aquí, Lou, respóndeme una pregunta. ¿Por qué crees
que Jonas quería reunirse contigo?
—Ni idea —dijo Lou, volviendo a tomar asiento.
—¿Ni siquiera tienes curiosidad?
—No —Lou bebió un poco de su batido—. Los negocios de la Tierra no
me interesan.
Sí, Knox lo sabía, pero aun así…
—Necesitamos saber qué quiere Jonas de ti. Háblale. Descúbrelo.
—No puedo. Mira, tengo esta cosa. No hago cosas que me aburran —
Lou dejó su vaso—. Las ofertas son aburridas. Jonas quiere ofrecerme
un trato. Ergo…
Knox rechinó los dientes.
—Lou..
—No me preocupo por lo que sucede entre los Primes. Todo es
abrumadoramente aburrido. Ahora, un bebé que por sí solo puede
arrasar el universo, por otro lado, me tiene fascinado.
La boca de Harper se apretó.
—Él o ella no arrasará con nada, ni intentarás enseñarle a hacerlo.
—Vamos a mantener el embarazo en secreto por ahora, Lou —le dijo
Knox—. Necesitamos que tú hagas lo mismo.
Lou levantó la mano, como si hiciera un juramento.
—Puedes estar seguro de que no haré nada que pueda amenazar el
próximo nacimiento de nuestro pequeño Luc...
—No estamos llamando a la bebé Lucifer —gruñó Harper, con los
puños apretados.
Lou se inclinó hacia Knox y dijo en voz baja:
—¿Notas el cambio de humor? Las estadísticas no mienten.
Harper dejó escapar un largo suspiro.
—¿Por qué estás aquí?
Lou levantó una ceja.
—¿Esperando a alguien más?
—Preferiblemente alguien que no venga sin invitación, saquee nuestra
cocina y se sirva cosas. Es como tener un perro callejero apareciendo
todo el tiempo.
Lou la olió.
—Eso no es justo. Yo no cago en tu suelo.
—Es importante que averigüemos qué quiere Jonas de ti —interrumpió
Knox—. Podría estar relacionado con el ataque a Harper.
Lou se enderezó en su asiento y frunció el ceño.
—¿Qué ataque?
—Alguien contrató cazadores para robarle las alas.
Sus ojos se abrieron.
—¿En serio? ¿Alguien por ahí es honestamente tan estúpido? —Hizo un
puchero mientras miraba el estómago de Harper—. El pobre bebé debe
haber estado tan angustiado.
—Estoy bien, en caso de que te lo estés preguntando —dijo secamente.
—No necesito preguntarme. Puedo ver que estás bien —Lou se volvió
hacia Knox—. Lo que no veo es cómo el ataque podría haber tenido
algo que ver con Jonas. Es muy poco probable que sepa que ella tiene
alas.
Knox entrecerró los ojos.
—¿Cómo lo sabes tú?
—Sé muchas cosas —Lou se tocó la sien—. Soy un pozo de información.
Sabiendo por experiencias pasadas lo hermético que podía ser el diablo,
Knox no se molestó en insistir para obtener una respuesta.
—Jonas está molesto con Jolene en este momento. La persona que
envió a los cazadores tras Harper también contrató a alguien para
secuestrar a la prima de Harper.
La boca de Lou se abrió.
—¿Arriesgando la ira de Jolene? Oh, bueno, entonces realmente son
estúpidos. O suicidas. Ambos trabajos. Esa mujer es mala. Dándome
paquetes de papas fritas que se abren al revés y poniendo el volumen
de su televisor en un número impar solo para verme llorar. ¿Cómo
puede alguien ser tan cruel?
Sí, a su abuela realmente le encantaba hurgar en su racha de TOC. Aun
así, Harper frunció el ceño.
—¿Realmente sientes que tú, el diablo, estás en condiciones de juzgar a
las personas? Sabes qué, no respondas eso. Mira, entiendo que “ayudar”
a la gente no es lo tuyo. Pero si Jonas quiere hacer un trato contigo, no
puede ser bueno. Incluso si no tiene nada que ver con el ataque contra
mí o el intento de secuestrar a mi prima, es importante saber lo que
quiere. Podría ser algo realmente malo. Podrías evitar que suceda.
Con la cabeza inclinada, Lou la miró con curiosidad.
—¿Estás... estás tratando de apelar a mi conciencia? —resopló—. Esa
voz interior se rindió conmigo hace mucho tiempo. Honestamente,
tratar de hacerme sentir mal es más inútil que el “ay” en “bien”. Si el
egocentrismo pudiera rebotar, estaría en órbita. ¿Y no sería eso
divertido?
Harper suspiró.
—Al menos eres honesto al respecto.
—Mi psiquiatra dice que no debo guardarme las cosas o pretender ser
lo que no soy así. Él dice que debería ser yo mismo.
—Sí, ese fue un mal consejo.
—Y, sin embargo, tengo un club de fans —dijo Lou con aire de
suficiencia—. Varios.
—Quieres decir que tienes cultos satánicos que te adoran.
—Sí —murmuró, aparentemente poco impresionado por ellos—. La
mayoría de los bichos raros son como pañales: ensimismados, llenos de
mierda y necesitan ser desechados. Pero aprecio que usen símbolos
simétricos. Sin embargo, no estoy loco por su obsesión con seis-seis-seis.
El número seis se basa en números impares. Mi número favorito es el
ocho, perfectamente simétrico. Deberían probar ocho-ocho-ocho.
El tipo realmente estaba loco. Harper simplemente dijo:
—Bueno, si me encuentro con personas satánicas, se lo haré saber.
—Eso es dulce de tu parte —Su cabeza se inclinó y su mirada se volvió
hacia adentro—. Mmm. Me necesitan en otro lugar. Debo ir. Harper,
cuida de nuestro pequeño muffin. Knox, no, antes de que vuelvas a
preguntar, no me reuniré con Jonas. Incluso si tratara de ayudar, de
alguna manera lo empeoraría todo. Dime que estoy equivocado.
La cosa era... que Knox no podía.
—Además, no necesitas mi ayuda. Tienes esto. Puedes arreglártelas
muy bien —Saludó a Knox— ¡Carpe Diem!
Y luego, en un abrir y cerrar de ojos, se fue.
Harper exhaló pesadamente.
—¿Fui solo yo o estaba drogado?
—Iba puesto, sí —Knox frunció el ceño ante los envoltorios de
caramelos y los paquetes de patatas fritas vacíos sobre la mesa—. Creo
que tenía un caso de sobredosis de azúcar —Knox se acercó a ella y le
acarició suavemente el estómago—. Te estaba buscando cuando lo
escuché aquí abajo.
—Yo también te estaba buscando. Quiero tu consejo sobre algo —Lo
condujo escaleras arriba hasta el dormitorio contiguo al de ellos, que
había decidido que sería el cuarto de los niños. Hizo un gesto hacia la
pared, donde había cepillado tres tiras diferentes de pintura a lo largo
de la pared blanca— ¿Qué tono prefieres? —Había pedido tres muestras
en línea y estaba encantada de volver de la isla y encontrarlas
esperando.
Knox miró alrededor de la espaciosa habitación.
—¿Limpiaste esta habitación tú sola?
—Diablos, no. Engañé a Tanner y Levi para que me ayudaran.
—Supongo que los vas a elegir para pintar las paredes también.
—Accedieron a ayudarme con la pintura.
La palabra “ayuda” lo hizo fruncir el ceño.
—No estoy seguro si me gusta la idea de ti…
—Estaré pintando las paredes, no derribándolas —dijo con la mayor
paciencia posible, recordándose lo difícil que era para él mientras sus
instintos protectores lo dominaban—. Te prometo que si en algún
momento necesito descansar, me detendré, por el bien del bebé, al
menos por el bien de mi bebé. Confía en mí.
—Confío en ti —afirmó con firmeza, necesitando que ella supiera que
era verdad—. Eres la única persona en la que confío —Su demonio
también confiaba en ella, y eso era algo importante.
Ella sonrió.
—Bien. Ahora, ¿qué color prefieres?
Señaló la tira de pintura amarilla suave.
—Ese.
Ella sonrió.
—Yo también. Grandes mentes piensan igual. Oye, Rodgers debería
estar aquí en media hora.
—Lo sé. ¿Por qué te ves tan nerviosa? Pensé que estarías emocionada
de tener otro escaneo.
—Solo me preocupa que me diga que el bebé aún es más pequeño de
lo que debería ser.
Le acarició la parte superior de los brazos.
—Estoy seguro de que todo estará bien.
—Espero que esté bien.
Poco tiempo después, el médico estaba instalando nuevamente su
máquina de ultrasonido portátil en la sala de estar.
—Buen bronceado. Escuché que te fuiste de vacaciones. Eres
afortunada. Dime, Harper, ¿cómo has estado?
Sentada en el sofá, ella respondió:
—Bien. Ya no me siento agotada. Estoy comiendo bien. Tengo un par de
antojos, pero nada raro.
—¿Algún dolor de espalda todavía? —preguntó.
Ella movió la cabeza.
—Un poquito. No es tan malo.
—Lamentablemente, empeorará. ¿Qué pasa con el bebé?
—Es hiperactivo. Nunca parece dormir. A veces sentimos su mente.
Sus cejas se levantaron.
—¿En serio? —preguntó, pareciendo impresionado.
—Se extiende por sí mismo —dijo Knox—. Sucedió por primera vez
hace tres semanas.
—Interesante —dijo Rodgers arrastrando las palabras—. Recuéstate.
Echemos un vistazo al bebé.
Como la última vez, Harper se recostó mientras movía una sonda de
mano alrededor de su abdomen inferior cubierto de gel.
Al bebé no parecía gustarle más que a ella, porque seguía pateando la
sonda.
Rodgers se rió entre dientes.
—No le gusta que pinche, ¿verdad?
Knox miró la pantalla, fascinado mientras el bebé se retorcía. Era más
grande, y sus características eran más distintas. Ahora parecía un bebé
real en lugar de un maní con cabeza.
—¿Bien? —Knox le preguntó al médico— ¿Está todo bien?
—Todo parece absolutamente bien —respondió Rodgers—. El bebé
todavía es un poco pequeño, pero claramente no está atrasado en su
desarrollo. Los bebés por lo general no se comunican psíquicamente
hasta la semana veintitrés.
Knox acarició con una mano el cabello de Harper.
—¿Por qué crees que todavía es más pequeño de lo que debería ser?
El médico frunció los labios.
—Podría deberse a cualquier cantidad de cosas. El bebé no es tan
pequeño como para preocuparme; su tamaño es solo algo que
necesitamos monitorear. Ahora, me gustaría hacer algunas pruebas —
Le tendió una pequeña tina a Harper y sonrió—. Orina para mí.
Harper extendió la mano para agarrar la tina, pero luego se congeló
cuando la cara de Knox se endureció. Podía sentir el eco de una
conversación telepática, sabía que estaba hablando con alguien.
Cuando él finalmente la miró a los ojos y ella vio la ira allí, dijo:
No me va a gustar esto, ¿verdad?.
Son Pamela y Rupert...
¿Los padres de Talia?
Asintió.
Están muertos.

***

Knox parpadeó.
—¿Apulañados hasta la muerte?
—Varias veces —dijo Keenan. Hizo un gesto a los oficiales uniformados
que estaban instando a la creciente multitud a alejarse de la cinta de la
escena del crimen y agregó—: Los policías podrían haber pensado que
era el traficante de Talia, buscando que sus padres pagaran lo que ella
murió debiéndole. Pero tiene una coartada perfecta: también está
muerto.
—¿Cuándo pasó eso? —preguntó Knox.
—La semana pasada. Fue una disputa territorial de pandillas que fue
demasiado lejos —Keenan hizo una pausa—. Sé que probablemente
sospechas que el chico tiene algo que ver con el ataque a Pamela y
Rupert, pero fue bastante violento, Knox. Se habría necesitado a
alguien con más fuerza para hacer que el cuchillo penetrara tan
profundamente. No creo que sea algo que un niño podría haber hecho.
—No puede ser una coincidencia que los padres de Talia fueran
asesinados —Knox miró hacia la casa, donde un flujo continuo de
personas entraba y salía; algunos eran claramente analistas forenses,
mientras que otros probablemente eran policías— ¿Cuántas veces
fueron apuñalados?
—Ambos fueron apuñalados en el pecho seis veces.
Y McCauley tiene seis años. Knox podía imaginar lo que haría Harper
con eso. La había dejado en la mansión, donde el doctor podría terminar
de hacer sus pruebas. Como aún no habían anunciado el embarazo,
necesitaba quedarse en casa. De todos modos, el último lugar en el que
querría que estuviera era la escena del crimen.
—Estoy de acuerdo en que parece que el niño está conectado de alguna
manera con esto, pero realmente no creo que tenga la fuerza necesaria
para someterlos y causar tales lesiones.
—¿Quién más tendría un motivo para hacer esto?
Keenan se encogió de hombros.
—Los policías terminaron de hablar con su hijo. Está allí, si quieres
hablar con él. Quizá sepa algo.
Knox no se había dado cuenta de que Daniel estaba en Las Vegas. El
demonio se había mudado hacía mucho tiempo, aunque seguía siendo
parte de su guarida.
—Está bien. Veamos qué tiene que decir —Knox caminó entre la
multitud de uniformados y se metió debajo de la cinta. Nadie trató de
detenerlo; ni siquiera los humanos. Knox había descubierto que si
parecías saber exactamente a dónde ibas, era muy poco probable que la
gente te molestara. Knox se acercó al demonio alto que miraba
fijamente la casa de sus padres y saludó simplemente—: Daniel.
El macho se giró lentamente, ojos atormentados.
—Sr. Thorne. Ha sido un tiempo.
Intercambió un asentimiento con Keenan.
—Sé que parece una declaración casi mecánica, dada la frecuencia con
la que se usa en estas circunstancias —comenzó Knox—, pero lamento
tu pérdida.
Daniel asintió.
—Gracias.
—¿Cuánto tiempo has estado en Las Vegas?
El dolor brilló en sus ojos.
—Vine aquí para el funeral de Talia y decidí quedarme un tiempo.
Knox hizo una mueca por dentro. El tipo no solo había perdido a sus
padres, había perdido a su hermana, y todo en el espacio de unos pocos
meses.
—¿Dónde estabas cuando ocurrió este ataque?
Daniel se ajustó las gafas.
—Mi hotel.
—¿No te has estado quedando con tus padres?
—Los amo, los adoro, pero vivir bajo el mismo techo que ellos nunca
funcionó para mí. Mi mamá y yo discutíamos mucho. Es mejor que sepas
que discutimos la última vez que hablamos. Los vecinos lo escucharon,
así que te lo dirán de todos modos. Y sé cómo se ve eso, pero no los
maté.
Knox dudó que lo hubiera hecho, pero mantuvo su expresión en blanco.
—¿Sobre qué estaban discutiendo?
—Querían llevarse al hijo de Talia y adoptarlo. No pensé que deberían
hacerlo.
Eso seguro sorprendió a Knox.
—¿Por qué no?
Daniel pareció elegir sus palabras con cuidado.
—No eran buenos en la crianza de los hijos. No fueron abusivos ni nada
—se apresuró a agregar—. Nos amaban, pero no nos disciplinaron ni
nos apoyaron, nos dejaron seguir nuestro propio camino.
Un poco como lo había hecho Lucian con Harper, reflexionó Knox.
—Tal vez pensaron que sería bueno para nosotros, o tal vez eran
demasiado flojos para molestarse en guiarnos porque tenían una vida
social muy ocupada; no sé. Talia pasó por la típica rebelión adolescente,
pero es difícil rebelarse contra la gente a la que no le importa si tú lo
haces. Siguió presionándolos, queriendo una reacción. Todo lo que hizo
fue arruinar su vida.
—Mientras que tú cortaste tus pérdidas y seguiste adelante.
Daniel se encogió de hombros.
—Sí, supongo que podrías decirlo de esa manera. Mira, no quería que el
niño siguiera el camino de Talia. Ha pasado por suficiente, considerando
lo que hizo su madre humana. Así que les dije que deberían dejarlo
quedarse con Linda y Wyatt. Además, si mis padres realmente lo
hubieran querido, se lo habrían llevado cuando era un bebé.
Por un momento, Knox no dijo nada.
—¿Sabían de él?
Daniel pareció sorprendido por la pregunta.
—Oh, sí. Mi madre estuvo allí para su nacimiento. Presionó a Talia para
que lo cambiara por un bebé humano. No necesitó mucha presión, pero
aun así fue algo horrible de hacer.
Knox intercambió una mirada con Keenan.
—¿Por qué crees que lo querían ahora, Daniel?
—Porque todo se trataba de apariencias. Se habría visto mal para otros
si no hubieran tratado de acogerlo. No habrían querido una marca negra
de la sociedad.
Knox podía creerlo fácilmente.
—¿Hay alguien que pueda estar molesto con tus padres?
—Linda Sanders, pero no creo que ella lo haya hecho. Linda vino a la
casa, tratando de pagarles a mis padres para que retrocedieran y la
dejaran quedarse con McCauley. Se negaron, pero no condujo a una
disputa importante ni nada.
Frunciendo el ceño, Keenan habló.
—Tenía la impresión de que las cosas iban bien.
—Lo eran —dijo Daniel—. Todos parecían estar trabajando juntos por el
bien de McCauley. Pero entonces Linda vino aquí el jueves por la noche
y declaró que Wyatt y ella se llevarían a McCauley a pasar el fin de
semana en Florida, por lo que mis padres tendrían que perderse su visita
programada con él. Mi madre dijo que nunca le envidiaría un viaje a
McCauley, pero que no le gustaba que Linda les avisara con tan poca
antelación. Linda parecía… decepcionada por la respuesta, como si
hubiera esperado provocar una discusión con mi madre: Pamela Winters
no era una mujer que se irritara fácilmente.
—¿Cuándo le ofreció Linda su dinero? —preguntó Knox.
—Cuando se iba. Estaba casi en la puerta principal, y luego se volvió y
dijo que le daría a Pamela cuarenta de los grandes si accedía a
mantenerse alejada de él.
Keenan silbó.
—Linda iba en serio.
—Mi madre estaba enojada, pero no levantó la voz. Simplemente
rechazó la oferta de Linda y le ordenó que se fuera. Linda se disculpó
por ofenderla, dijo que solo quería lo mejor para McCauley y luego se
fue —Hizo una pausa—. Como dije, no creo que Linda los haya
lastimado. Mi mamá era jueza y recibió muchos correos de odio.
Probablemente era alguien que estaba enojado con ella por sentenciar
a alguien a quien amaba o era alguien que quería vengarse porque ella
los envió a prisión.
Después de un momento, Knox asintió.
—Gracias por responder a nuestras preguntas. Si necesitas algo
házmelo saber. Cuídate, Daniel.
—Tiene razón, ya sabes —dijo Keenan mientras caminaban de regreso
al Bentley, donde esperaba Levi—. Lo más probable es que el ataque
estuviera relacionado con uno de los casos de Pamela.
—Lo más probable —coincidió Knox. Tenía más sentido, después de
todo. Pero no se atrevía a creerlo completamente—. Volvamos con mi
compañera.
De vuelta en la mansión, Knox la encontró en la sala de estar, viendo
una especie de programa de preguntas y respuestas. Se puso de pie
lentamente y caminó directamente hacia él. Él curvó sus brazos
alrededor de ella.
—Antes de responder a sus preguntas, ¿qué dijo el médico?
—Hizo las pruebas —dijo—. Todo salió normal. ¿Ahora, qué sucedió?
Los ojos de Harper se abrieron cuando le contó sobre los asesinatos.
—Infierno. ¿Crees que podría haber sido McCauley?
Knox hizo una mueca.
—No estoy seguro de que sea algo que él podría haber hecho
físicamente.
—Podría haber mejorado su fuerza como mi prima. O podría haber
engañado mentalmente a alguien para que lo hiciera por él. Sin
embargo, parece extraño que lo hiciera. Quiero decir, Keenan te dijo
antes que sus visitas con Pamela y Rupert habían ido bien. Supongo que
el demonio aún podría estar enojado con ellos por no haber acogido a
McCauley cuando era un bebé. No es su culpa que no supieran de él,
pero nuestros demonios internos a menudo ven las cosas en blanco y
negro.
Knox le frotó la espalda.
—Resulta que sí sabían de él —Transmitió su conversación con Daniel.
—Bueno, mierda. Esa es definitivamente una razón para que McCauley
y su demonio estén enojados con ellos. ¿Al menos vas a hablar con él al
respecto?
—Sí, pero ahora mismo está en Florida. Linda y Wyatt lo llevaron allí el
fin de semana. Eso significa que no puedo hablar con ninguno de ellos
cara a cara hasta el domingo.
—Alguien les notificará sobre las muertes, por lo que no podemos
monitorear cómo reaccionan a las noticias —señaló.
Knox arqueado una ceja
—¿Nosotros?
—Sí, nosotros —insistió ella—. Para el domingo habremos anunciado el
embarazo, así que no habrá problema si me ven. No estarán allí para el
anuncio, pero aún así se enterarán por alguien —Apoyó la barbilla en su
pecho—. No podemos mantenerlo en secreto por más tiempo, Knox.
Rozó su nariz contra la de ella.
—Podríamos, si te escondiera aquí —bromeó. Bueno, no era del todo
una broma.
Harper puso los ojos en blanco.
—¿Has pensado en dónde harás el anuncio y cómo lo harás?
—Sí. Esto es lo que estaba pensando…
CAPÍTULO QUINCE

Debajo de los sonidos de la gente hablando y riendo estaba el zumbido


de los ventiladores de techo y el tintineo de las flautas. Harper se asomó
a través de la cortina negra para echar un buen vistazo al salón de baile.
—Hay mucha gente ahí fuera, Tanner.
No toda la guarida, lo cual no era sorprendente. Su guarida era
particularmente grande, por lo que muchas familias a menudo enviaban
a uno o dos de los suyos para representar a la familia y escuchar
cualquier anuncio que se hiciera. Significaba que los eventos no eran
demasiado agitados ni concurridos, lo que funcionaba mejor para todos.
—No necesitas estar nerviosa —le aseguró Tanner, como por décima
vez—. La guarida no responderá mal al embarazo.
Harper se volvió hacia él, escondiéndose una vez más detrás de la
cortina del pequeño estrado.
—Probablemente no, pero tendré que, ya sabes… hablar con la gente.
Mezclarme.
Harper lo temía. Simplemente no tenía las habilidades interpersonales
requeridas para ello. Por suerte, su compañero sí.
No había visto a Knox desde el desayuno y sabía que actualmente
estaba lidiando con algunos problemas dentro del hotel. Como ocultar
su estómago redondeado mientras caminaba por el Underground no
habría sido lo más fácil que había hecho, había hecho que Ciaran la
teletransportara a ella y a Tanner de la mansión a la suite del ático. Allí,
se duchó y se cambió a un vestido largo de chifón blanco que no era
holgado pero hábilmente hizo que su panza de bebé fuera mucho
menos distintiva.
Tanner, Keenan y Larkin la acompañaron hasta el estrado del salón de
baile. Keenan y Larkin estaban dando vueltas por el salón de baile, en
guardia. Todos estaban listos y en su lugar. Ahora, todo lo que
esperaban era que Knox apareciera.
La última vez que le había hablado telepáticamente había sido hace
veinte minutos, cuando él le informó que se dirigía al ático para
ducharse y cambiarse rápidamente. Dado que Knox era terriblemente
rápido en prepararse, solo podía suponer que su personal lo había
asaltado una vez más o que ya estaría aquí.
¿Dónde estás?
En unos momentos, su mente rozó la de ella.
Tratando un asunto menor antes de que el conserje comience a llorar.
Se rió. Ante la mirada inquisitiva de Tanner, agitó una mano y luego
volvió a mirar a través de la cortina. La gente se mezclaba mientras
bebían vino y mordisqueaban los aperitivos que servían los camareros
que circulaban por la sala. Otros invitados se reunieron alrededor de las
mesas altas en las que se colocaron cuencos de pretzels y velas
parpadeantes. Keenan y Larkin patrullaban la habitación con ojos
penetrantes.
—No veo a Carla, Bray o Kellen.
—¿Esperabas hacerlo? —preguntó Tanner.
—No —De hecho, esperaba que no asistieran. Tal vez eso fue malo de
su parte, pero simplemente no confiaba en que ellos no causaran una
escena.
—Se van en tres semanas de todos modos, así que nada de lo que digas
esta noche es algo que necesiten escuchar.
Tenía razón, pensó mientras cerraba la cortina. Harper se pasó una
mano por el costado de su vestido.
—Ojalá no tuviéramos que hacer un gran anuncio público.
—La guarida necesita saber.
—Sí, lo sé, pero hubiera preferido que no tuviéramos que hacer una
gran cosa de eso. Habría sido más fácil pedirte a ti y a los otros
centinelas que transmitieran las noticias.
—Eres su Prime, y hay ciertas expectativas que vienen con esa posición.
Hacer anuncios públicos sobre información clave es uno de ellos.
Celebrar eventos importantes es otra. Tu embarazo es ambas cosas.
—Sí, pero ¿no has visto cómo responde la gente a una mujer
embarazada? —Por la forma en que frunció el ceño, no, no lo había
hecho—. De repente, todos son expertos en bebés y están llenos de
consejos y preguntas entrometidas. Me alegro de que mi estómago no
sea tan grande, la gente es mucho peor si hay un bulto. Intentan
frotarlo como si fuera una maldita lámpara infestada de genios.
—¿Infestado de genios? —se rió.
—Entiendes mi punto.
—Lo hago. ¿Qué tal esto?: Si alguien parece estar a punto de decir algo
inapropiado o tocarte la barriga, intervendré e interrumpiré la
conversación.
—Eso sería bueno.
—Entonces eso es lo que haré —Tanner se cruzó de brazos—. En otra
nota, Keenan dijo que llamaste a Lucian antes. ¿Cómo tomó la noticia?
Frunció los labios mientras recordaba la conversación...
—¿Me estás tomando el pelo? —estalló Lucian.
Harper suspiró.
—Lucian…
—No es suficiente que te aparees con el bastardo psicópata, ¿ahora vas
a tener su engendro psicópata?
—¡Oye! Mi hijo no es psicópata.
—No te engañes. Si se parece a ti, será un tesoro. Si se parece a él, será
una pesadilla viviente.
Harper se rascó la barbilla.
—Se lo tomó bastante bien.
Tanner resopló con incredulidad.
La puerta detrás de ella se abrió y la colonia de Knox se deslizó hacia
ella. Se volvió cuando él y Levi entraron en el pequeño espacio. No pudo
evitar que una sonrisa curvara su boca mientras lo miraba bien en toda
su maldita gloria de GQ. Nadie tenía derecho a exudar tanto atractivo
sexual. Nadie. Pero cuando él se acercó a ella, emanando poder puro e
intensidad masculina, una necesidad caliente y pesada se desplegó
dentro de ella.
Y es todo mio, pensó para sí misma. Su demonio estaba igual de
presumido al respecto.
Knox realmente se detuvo en seco cuando absorbió la vista de ella. De
pie allí, con el vestido blanco puro, sin mangas, hasta los tobillos y con
un solo hombro, ella le hizo pensar en una diosa griega mitológica. Su
piel de marfil se había bronceado en un bonito tono dorado que hacía
juego con las puntas de su cabello oscuro y le daba a su piel un brillo
saludable. Su cabello estaba actualmente recogido en una especie de
peinado elegante que parecía verse deliberadamente despeinado.
Lo mejor de todo, podía ver parte de su marca en su pecho.
Knox se acercó a ella con una sonrisa y deslizó un brazo alrededor de
ella.
—Estás preciosa. Lamento la demora —Tocó uno de sus pendientes de
oro blanco. Como siempre, verla usando algo que él le había comprado
avivó la vena posesiva en él. Frotó suavemente su estómago mientras
extendía la mano y tocaba suavemente la mente del bebé. Todo lo que
sintió fue satisfacción— ¿Estás lista?
—Realmente no.
—Estará bien —La beso—. Ahora, tenemos que ser claros en algunas
cosas. En ningún momento esta noche estarás sola. Cuando llegue el
momento de trabajar en la habitación, estaré contigo. Cuando necesites
usar los baños, Larkin te acompañará. No es que ninguno de nosotros
crea que estás en peligro desde nuestra guarida, es que nos negamos a
correr riesgos.
—Yo tampoco quiero correr riesgos.
—Bien —Le acarició el estómago de nuevo—. Iré a comenzar el anuncio.
Sabes cuándo unirte a mí, ¿no?
—No te preocupes; no he olvidado nada.
Deja ir tu ansiedad, nena. Que no te vean nerviosa.
Asintió y exhaló la tensión en su columna.
—Esa es mi chica.
Knox la soltó y salió de detrás de la cortina. Los murmullos y las risas se
apagaron cuando la gente lo vio, y todos los ojos se volvieron hacia él
mientras cruzaba hacia el estrado en el centro del estrado, donde lo
esperaba un micrófono.
Su voz amplificada llegó a través del sistema de sonido mientras
hablaba.
—En primer lugar, gracias a todos por venir aquí esta noche.
Comenzaré asegurándoles que esta no es una reunión para discutir
sobre los Jinetes o cualquier problema dentro de la guarida. Les he
llamado aquí porque tengo buenas noticias para compartir —Hizo una
pausa para el efecto—. En aproximadamente dos meses, habrá una
nueva adición a la guarida.
Hubo un susurro de tela cuando la cortina se abrió y luego Harper y
Tanner salieron. Tanner y Levi se fundieron en las sombras mientras
Harper cruzaba el espacio hacia Knox. Con ese vestido, su bulto no era
del todo obvio, pero suficiente gente de la multitud captó su significado
para estudiarla de cerca. Luego, los aplausos y los vítores resonaron en
toda la sala.
—No es algo que deban mantener en secreto —les dijo Knox cuando
los aplausos se desvanecieron—. Pero las noticias viajan rápido entre
los de nuestra especie, y queríamos que todos vosotros las escucharan
primero.
Un camarero subió al estrado y le entregó a Knox dos copas. Una
estaba lleno de champán y la otra de agua, a pedido anterior de Knox.
Le dio a Harper su copa y ambos las levantaron hacia la multitud, que
también levantó la suya.
Knox chocó su vaso contra el de Harper y ambos sorbieron sus bebidas.
—Ahora nos mezclamos —dijo—. Solo un par de horas; entonces
podemos irnos.
Preparándose, Harper inhaló profundamente. Los aromas de perfume,
colonia, flores frescas y velas aromáticas la bañaron, haciendo que su
nariz se arrugara.
—Terminemos con esto —Sus tacones bajos resonaron a lo largo del
brillante piso de madera mientras bajaba del estrado. La gente se
adelantó de inmediato, con rostros radiantes.
—¡Felicidades! —uno de ellos cantó bastante. Harper le devolvió la
sonrisa—. Gracias.
Las dos palabras se repitieron una y otra vez mientras un flujo continuo
de personas transmitía sus mejores deseos. El rostro de Harper pronto
comenzó a dolerle de tanto sonreír. Mientras Knox los encantaba a
todos, Harper en su mayoría solo bebía de su vaso. Tenía que admitir
que, de vez en cuando, su mente divagaba, especialmente cuando
alguno de ellos intentaba hablar de negocios. Demonios, incluso ver las
burbujas de champán subir en las copas era más entretenido que eso a
veces.
Por supuesto, el aburrimiento a menudo era aliviado por aquellas
personas que, tal como ella había predicho, tenían algún “consejo” que
impartir. Algunos fueron amables al respecto y parecían tener buenas
intenciones. Otros hablaban con una voz orgullosamente omnisciente
que irritaba sus nervios y cabreaba a su demonio. Por la pura fuerza de
su voluntad, Harper asintió. Había mantenido su sonrisa en su lugar y
aceptado su sabiduría con un movimiento de cabeza.
Como había prometido, Tanner intervino cuando se volvió demasiado
incómodo. Afortunadamente, nadie trató de tocar su estómago, porque
ella no habría podido reprimir ningún comentario sarcástico si lo
hubieran hecho.
Todo podría haber sido más fácil si no hiciera tanto calor. Knox debió
sentir que se estaba poniendo demasiado, porque la movió para que se
parara directamente debajo de uno de los ventiladores de techo. Le
dedicó una sonrisa agradecida... y luego la gente apareció una vez más a
su lado. Una vez más, Harper permaneció mayormente en silencio y solo
tomó un sorbo de su vaso.
—Aquí —dijo Larkin. Cambió el vaso de agua casi vacío de Harper por
otro. Los cubitos de hielo tintinearon contra la copa de champán
deliciosamente fría.
Harper tomó un sorbo ansiosamente y un cubo de hielo golpeó su labio.
—Eres una joya.
La arpía sonrió.
—Y lo estás haciendo bien, considerando que probablemente estás
gritando dentro de tu cabeza.
Harper no podía negarlo. Si no hubiera sido por la presión
tranquilizadora de las cálidas manos de Knox, sin duda ya le habría
gritado a alguien. Si sus dedos no estaban extendidos sobre su espalda,
estaban ahuecando su codo o masajeando su nuca. A veces él mantenía
su brazo enroscado alrededor de su cintura, como si sospechara que
ella quería salir corriendo, lo cual era verdad. También le dio un beso
relajante ocasional en la sien, la palma de la mano, el cabello o la
muñeca.
Cada toque era un recordatorio de que él estaba allí; una seguridad de
que estaba bien; y una recompensa por no quejarse. Esos toques y
besos también ayudaron a mantener a su demonio a gusto. No le
gustaban las multitudes ni mezclarse más que a Harper.
En ese momento, apareció el conserje y habló en voz baja al oído de
Knox. Luego le dio un encogimiento de hombros impotente y esperó
pacientemente.
Suspirando, Knox se volvió hacia Harper.
—Volveré en un minuto.
¿Estarás bien?
—De acuerdo.
Estaré bien. Necesito ir a orinar de todos modos. Demasiada agua.
Con la boca curvada en una sonrisa, la besó.
No tardaré mucho.
Su demonio siseó al verlo irse, sintiéndose abandonado. Harper se
volvió hacia Larkin.
—¿Área de aseo?
La arpía hizo un gesto delante de ellas.
—Por aquí.
Harper la siguió, tratando de no hacer contacto visual con nadie por
temor a que lo vieran como una invitación a acercarse. Pero,
lamentablemente, no fue suficiente. A unos pasos del baño, una mujer
pequeña con una colmena apareció en su camino. Harper reconoció a
Polly como una habitual de la cafetería. Era bastante agradable, pero
también era una terrible chismosa.
—¡Felicidades! —dijo Polly, radiante—. Estoy tan feliz por ti. ¿Cuándo
nacerá el bebé?
A Harper le habían hecho esa pregunta tantas veces durante la noche
que se encontró rechinando los dientes.
—Me quedan ocho semanas.
—¿Ocho semanas? —Los ojos de Polly se agrandaron— ¿En serio? —
Evaluó a Harper cuidadosamente—. Tu barriga es bastante pequeña
para alguien tan avanzado.
No fue un cumplido; fue un juicio... como si Harper estuviera privando
deliberadamente a su hijo de la nutrición que necesitaba o algo así. A su
lado, Tanner se puso rígido, por lo que Harper le puso una mano en el
brazo para detenerlo.
Polly le sonrió de nuevo.
—Apuesto a que esperas que sea una niña.
Um no, Harper solo esperaba que el bebé estuviera sano.
—¿Tienes miedo de... ya sabes... el trabajo de parto?
Por supuesto que lo hacía, pero obviamente preferiría no discutirlo con
alguien que era esencialmente un extraño.
Polly se acercó y habló en voz baja.
—No voy a mentir, no es un paseo por el parque. Me dije a mí misma
que no tendría ningún alivio para el dolor y que lo haría de forma natural.
¡Pero Dios, el dolor! Cariño, no te envidio en absoluto, pobrecita —
Palmeó la mano de Harper—. Mi Aliyah, su cabeza era enorme, me
desgarró hasta que mi vagina y mi ano eran solo un gran agujero. Me
tuvieron que dar tantos puntos que casi no podía caminar después. Lo
que empeoró fue que perdí tanta sangre que tuve que hacer una
transacción.
—Una transfusión —corrigió Harper.
—Eso también. No te preocupes por engordar. Algunos hombres...
bueno, les gusta una mujer con un poco más de protección.
Harper forzó una sonrisa.
—Eso es un consuelo. Ahora no quiero ser grosera, pero necesito usar
el baño.
—Oh, por supuesto, me disculpo por retenerte.
—Ten una buena tarde —Harper corrió hacia la puerta. Tanner luego
apoyó la espalda contra la pared, en guardia, mientras ella y Larkin se
dirigían al interior. Larkin entró primero, y solo había dado tres pasos
cuando se detuvo abruptamente—. Bien, bien, bien. No esperaba verte
aquí.
Harper miró a su alrededor y maldijo por dentro cuando vio a Carla
inclinada sobre el fregadero, con el pecho agitado. Su demonio siseó,
queriendo arañar a la perra. Carla se puso de pie, sus movimientos
rígidos y torpes, los ojos llameantes.
En todas las veces que se había encontrado con Carla a lo largo de los
años, Harper no había visto a la mujer experimentar ninguna emoción
real. Oh, había visto destellos de sentimientos como irritación o
ansiedad en los ojos de Carla, pero nada profundo. En ese momento, sin
embargo, Carla estaba furiosa. Y eso, pensó Harper, era malo. Una
narcisista en cólera era una criatura irracional... aunque quizás no tan
irracional como una demonio que tenía un hijo por nacer que proteger.
No queriendo parecer como si estuviera escondida detrás de la
centinela, Harper se movió al lado de Larkin. La arpía se puso rígida, no
le gustaba, pero no discutió. Harper era su Prime; estaba en su derecho
de lidiar con lo que viniera después. Estaba a punto de aconsejarle a
Carla que saliera corriendo cuando habló.
—Vine porque necesitaba saber si habías averiguado algo sobre los
verdaderos Jinetes. Quiero que se limpie el nombre de mi hijo. Imagina
mi jodida sorpresa cuando escuché que estás... —Carla cortó, como si el
frase sería demasiado difícil de terminar.
Larkin asomó la barbilla.
—Deberías irte —No fue una sugerencia.
Carla le dio una sonrisa burlona.
—Pero debería ser parte de las celebraciones, ¿verdad? Seré abuela —
dijo con amargura.
Larkin arqueó una ceja.
—¿Cómo puedes ser abuela si ni siquiera eres madre?
Carla se sonrojó y su mirada se dirigió a Harper.
—¿Nada que decir? —resopló—. Bueno, sería la primera vez.
—Larkin tiene razón —dijo Harper, en tono plano—. Necesitas irte.
Puede que Harper no quisiera hacer un anuncio público en particular,
pero seguro que no quería que nadie estropeara la velada.
Flexionando los dedos, Carla se acercó a Harper.
—Me quitaste a mi bebé —Sus labios temblaron y luego se apretaron
en una línea plana— ¿Cómo es justo que ahora puedas tener el tuyo?
¿Justo? ¿La mujer quería hablar de “justicia”?
—Yo fui tu bebé una vez —comenzó Harper—, pero me regalaste, me
vendiste… pero eso fue solo después de que quisieras abortarme y
atrapar mi alma en un frasco no funcionó. Entonces, con todo eso en
mente, ¿cómo es justo que pienses en juzgarme por algo?
Carla frunció el ceño. No hubo un atisbo de culpa, ni una pizca de
arrepentimiento, solo pura furia.
—Roan…
—Esto no se trata de él —se burló Harper, con la voz ronca mientras
luchaba contra su demonio para que no saliera a la superficie—. Oh, no
estoy negando que estés molesta por su muerte, era tu hijo, te
preocupabas por él a tu manera. Pero no es por eso que estás aquí,
temblando de rabia. No. Estás enojada porque querías que la guarida se
volviera contra mí por matar a Roan, pero no lo hicieron.
Los ojos de Carla parpadearon.
—Quieres, como madre en duelo, ser el centro de atención, pero no lo
eres. Para ti, eso es el infierno en estado puro —Porque Carla
necesitaba atención como necesitaba respirar, le daba un sentimiento
de valor que nada más lo haría—. Especialmente porque la persona que
recibe la atención que deseas desesperadamente soy yo, alguien que ve
a través de tu mierda. ¿No es así, madre?

***
Tal como había dicho el conserje, Malden y uno de sus centinelas
estaban esperando cerca de la sala de juntas donde Knox había
celebrado una reunión con los Primes hacía solo unas semanas. Le dio a
Knox y Levi un asentimiento cortés, líneas de tensión marcando su
rostro.
—Knox, lo siento si he perturbado algo. Escuché que estabas aquí y
esperaba tener la oportunidad de hablar contigo. Es importante.
—Está bien —Knox deslizó su llave en la cerradura de la puerta y la
abrió, lo que permitió que los cuatro entraran a la sala de juntas.
Cerrando la puerta, se volvió hacia Malden— ¿En qué puedo ayudarte?
Malden vaciló.
—He estado discutiendo conmigo mismo durante semanas sobre si
decirte esto o no.
Las cejas de Knox se levantaron.
—¿Decirme, qué?
Una vez más, Malden vaciló.
—Sé lo que Jonas quiere de Lucifer.
Knox ocultó su sorpresa.
—Continúa.
Malden suspiró, luciendo triste.
—Conozco a Jonas desde hace mucho tiempo. Siempre lo he respetado
como persona y compañero Prime. A menudo cenamos juntos en las
casas de los demás. Hace unos meses, cenamos y bebimos demasiado
licor fuerte. Empezamos a hablar de los Jinetes. Al igual que Thatcher,
Jonas no está convencido de que sean reales. Dijo que nadie sería lo
suficientemente estúpido como para enfrentarse a ti sin tener el tipo de
respaldo con el que nunca podrías esperar pelear. Lo admito, pensé que
tenía un punto válido.
—¿Qué más dijo?
—Dijo muchas cosas, no todas tenían sentido. Como te dije, estábamos
borrachos. Habló de lo cansado que estaba de conspiraciones y
matones y de gente siempre hambrienta de poder. Dijo que podía
entender por qué algunos podrían estar preparados para hacer un trato
con Lucifer; dijo que él mismo estaba tentado. Me quedé impactado.
Impaciente, Knox preguntó sin rodeos:
—¿Qué quiere de Lucifer?
—Un archidemonio.
Todo dentro de Knox se detuvo, pero no traicionó su sorpresa. Su
demonio y él estudiaron a Malden de cerca. ¿Había adivinado el Prime lo
que era? ¿Había venido aquí con una historia de mierda para probar la
respuesta de Knox a la mención de su especie? Knox no lo creía, pero no
estaba listo para descartar la idea.
—¿Un archidemonio? —repitió rotundamente.
—Puedes entender por qué, ¿no? Los archidemonios son crueles,
brutales, despiadados. No pueden ser dañados por las llamas del
infierno porque son las llamas del infierno. Pero recuerdo cómo el
archidemonio rebelde casi destruyó el mundo. Creo en el viejo adagio
de que lo que nace en el infierno debe quedarse en el infierno. Le dije
eso. Dijo que yo tenía razón. Dijo que de todos modos se necesitaría un
trato con Lucifer para tener posesión de un archidemonio, y que no
tenía nada que el diablo pudiera desear. Pero, ¿y si ha pensado en algo
que Lucifer podría desear? Después de todo, ¿por qué más solicitaría
una reunión con él?
Knox se cruzó de brazos.
—¿Has hablado con Jonas al respecto?
—Sí. Después de la reunión de la sala de juntas, fui a su casa. Le
pregunté si tenía algo que ver con lo que le pasó a Harper y su prima.
Negó cualquier implicación en ello. Pero admitió que sí, estaba
preparado para hacer un trato con el diablo. Sin embargo, no me dijo
qué es lo que está dispuesto a darle a Lucifer. Dijo que nunca sucedería
de todos modos, entonces, ¿qué importaba?
Knox entrecerró los ojos.
—¿Por qué no viniste a mí con esto de inmediato?
—Te fuiste de vacaciones —Malden suspiró y admitió—: Y luché con la
idea de traicionar a alguien que ha sido un amigo para mí toda mi vida.
Seré honesto contigo, este no soy yo mostrándote mi lealtad. Este soy
yo preocupado porque mi amigo va a hacer algo muy estúpido que lo
lleve a su propia muerte. Habla con Lucifer. Espero que le pidas que
rechace cualquier oferta que le haga Jonas.
—No tendré que hacerlo —dijo Knox—. Lucifer no tiene interés en
Jonas ni en ningún otro Prime.
Los hombros de Malden se relajaron un poco.
—Es bueno oír eso. Espero que siga siendo así, por el bien de todos.
Seas lo que seas, Knox, dudo que seas rival para un archidemonio.
Con ese comentario, le indicó a su centinela que lo siguiera fuera de la
habitación. Una vez que se fueron, Levi levantó las cejas.
—Por un minuto, pensé que sospechaba lo que eras y estaba aquí para
probar su teoría.
—Yo también —dijo Knox—. Pero creo que está diciendo la verdad. Por
alguna razón, Jonas quiere un archidemonio. Me gustaría saber cuál es
esa razón y si tiene alguna relación con lo que le ha estado sucediendo a
Harper y sus alrededores.
Knox, dijo Tanner, con voz enérgica. Fui a ver a Harper en los baños, ya
que estaba tardando. Resulta que está teniendo un enfrentamiento verbal
con Carla.
Maldijo, y su demonio se volvió loco. Estaré ahí.
—Carla está aquí —El rostro de Levi se endureció—. Dime que la perra
no está cerca de Harper.
Knox deseaba poder hacerlo. Saliendo de la habitación, la cerró con un
movimiento de su tarjeta de acceso y se dirigió al salón de baile. Se
acercó a Larkin..ñ
¿Por qué escucho de Tanner que Carla se enfrenta a Harper?
Co-Prime Harper, Knox, respondió Larkin. Tiene todo el derecho de poner
a uno de su guarida en su lugar. Fue un recordatorio amable y respetuoso.
Si pensara que necesita mi protección, me lanzaría.
—Estará bien, Knox —dijo Levi, pisándole los talones.
Será mejor que lo esté. Knox empujó la puerta del salón de baile y fue
directo a los baños de mujeres. Empujó la puerta a tiempo para
escuchar a Harper decir:
—¿No es así, madre?
No dispuesto a darle a Carla la satisfacción de ver lo enfurecido que
había logrado ponerlo, Knox ocultó su rabia detrás de una máscara en
blanco mientras entraba. Nadie dijo una palabra. Tanner y Larkin, que
estaban un poco detrás de Harper, le hicieron un respetuoso
asentimiento mientras se hacían a un lado para dejarlo pasar. La mirada
de Carla saltó a la de él, y se sorprendió de la cantidad de ira que ardía
allí.
Harper no reaccionó en absoluto a su presencia. No se había movido ni
un centímetro y su mirada seguía fija en Carla. Su demonio respetaba
eso. Pero también quería que Harper se alejara mucho de la amenaza
que tenía enfrente.
Knox se acercó sigilosamente a Harper, mirando fijamente a la demonio
que la había dado a luz pero que no se parecía en nada a ella.
—¿Y por qué estás aquí? —Incluso él escuchó la nota letal en su tono.
La boca de Carla se apretó.
—Tengo todo el derecho de estar aquí
—¿Lo tienes? —dijo arrastrando las palabras.
—Tengo tres semanas más…
—No, no lo haces. A partir de este momento, ya no eres parte de esta
guarida.
El shock brilló en su rostro.
—¿Qué?
—No estoy seguro de por qué estás tan sorprendida. Esta es la segunda
vez que te enfrentas a uno de tus Primes. Ese nivel de falta de respeto
no es tolerado por esta guarida. Como compañero de Harper, nunca lo
toleraré. Considérate afortunada de no ser castigada antes de ser
expulsada. No es que me esté apiadando de ti. No, simplemente me
niego a perder mi tiempo o mi atención en ti —Su demonio salió a la
superficie, deleitándose en la forma en que palideció y se encogió—.
Vete —ordenó—. Nunca vuelvas a molestarte con lo que es mío.
Con los puños apretados, Carla salió corriendo de la habitación con la
cabeza en alto.
El demonio de Knox hizo una señal a ambos centinelas para que se
fueran, pero se demoraron, claramente preocupados por Harper.
—Estaré bien —les aseguró. Cuando la puerta se cerró detrás de los
centinelas, se volvió hacia el demonio y levantó la mano—. No me digas
que debería haberos llamado a ti y a Knox. No estaba en peligro físico y
tenía a Larkin conmigo.
—No en peligro físico —admitió—. Pero el niño te necesita relajada, no
estresada. Por suerte, está durmiendo.
Harper inclinó la cabeza.
—¿Cómo sabes eso? —Los demonios podían tocar las mentes de los
demás, seguro, e incluso podían captar vibraciones superficiales de
emoción, pero eso era todo. Incluso los lazos de anclaje no eran
invasivos: no era posible sentir emociones, recoger pensamientos
privados o saber si el otro estaba durmiendo... sin embargo, el demonio
ante ella afirmó saber algo que no solo no debería, pero que ella no
sabía.
—Sé mucho —le dijo—. Estate más alerta y cautelosa, pequeña esfinge.
El niño no responderá bien a que lo lastimes.
El estómago de Harper cayó.
—¿Qué significa eso? —Porque sonaba como una advertencia.
—Es mejor que no tengas motivos para averiguarlo —Pasó el pulgar por
su mandíbula—. No me gusta el olor de tu miedo.
—No te tengo miedo —Pero sus palabras... sí, la estaban asustando.
Sus ojos negros se suavizaron muy ligeramente.
—No, no lo hace —La besó dura y largamente, con la mano apretando
posesivamente su nuca. Finalmente, se retiró. Tragó saliva mientras
miraba a Knox.
—¿Qué significaba, Knox?
Al escuchar el temblor en su voz, la atrajo hacia sí y le besó el cabello.
—Ssh.
Ella agarró sus brazos.
—¿Qué significaba?
La mandíbula de Knox se apretó.
—No compartirá la respuesta conmigo.
Confundida, ella negó con la cabeza.
—¿Por qué te ocultaría cosas?
—Piensa que no estamos listos para saber.
El aliento de Harper quedó atrapado en su garganta, y su demonio sintió
la necesidad de abofetear a su demonio con mucha fuerza. Ella puso
una mano en su pecho.
—Realmente no me gusta cómo suena eso.
Knox tampoco podía decir que le gustara mucho cómo sonaba.
—El demonio simplemente podría haber estado tratando de asustarte
para que fueras más cuidadosa.
Tal vez, pensó Harper. Pero el demonio afirmó que no le gustaba el olor
de su miedo, y no podía imaginarlo asustándola deliberadamente. Aún
así, era la respuesta que tenía más sentido, porque literalmente no
había manera de que el demonio tuviera un vínculo invasivo con el bebé.
—Podemos ir a casa ahora?
—Sí, podemos ir a casa.
CAPÍTULO DIECISÉIS

Knox se estaba abotonando la camisa unos días después cuando Harper


entró en el armario con rayas de pintura de color limón en la cara y la
ropa. Se veía tan malditamente linda que tuvo que sonreír. Entonces
notó que ella llevaba un cesto.
—¿Qué es eso que tienes ahí, nena?
—Es una canasta de regalo de Lou —Levantó una tarjeta que decía—:
Algunas cosas para Baby L. Lo encontré en la mesa del comedor.
Era el tercer regalo que le enviaba Lou. Knox suspiró.
—No estoy seguro de que haya alguna manera de hacer que se detenga.
Harper sacó de la cesta sombreritos, botines, monos, mitones y pijamas
blancos. Mientras desdoblaba un mono en particular, suspiró y luego lo
giró para mirarlo. Decía: “Este bebé volvió”.
Su boca se torció a pesar de su molestia. Mientras dejaba el cesto, Knox
la atrajo hacia sí y aspiró su aroma.
—Te extrañé —la besó, lamiendo su boca, disfrutando su sabor. Había
estado en su oficina la mayor parte de la noche mientras Harper
disfrutaba de la visita de Jolene, Martina y Beck. Su demonio había sido
un absoluto dolor de cabeza todo el tiempo porque no le gustaba no
estar cerca de ella.
Harper dejó escapar un pequeño gruñido y se llevó una mano a un lado
de su estómago redondeado.
—Este niño seguro que puede patear.
Knox sonrió.
—¿Creías que había alguna posibilidad de que tú y yo produjéramos un
bebé dócil?
—Supongo que no.
Reemplazó su mano con la suya, sintiendo un ruido sordo.
—Personalmente, creo que es protestar porque quieres salir de la casa
—bromeó. Esperaba visitar a los Sanders y McCauley sin ella, pero no
esperaba que se quedara atrás.
Apareció tensión de mandíbula de Harper.
—Voy contigo. Lidia con eso, Thorne. Si te hace sentir mejor, las cosas
que pedí para la guardería se entregarán mañana. Eso significa que
estaré bastante ocupada durante los próximos días, así que no tendrás
que preocuparte de que salga de casa.
Por un lado, eso lo hizo sentir mejor. Por otro lado…
—No quiero que te sientas confinada o asfixiada.
—Hasta ahora, no.
—Bien —Mirando las rayas de pintura en su rostro, sonrió—. No tienes
idea de lo linda que te ves en este momento —la besó de nuevo,
terminando con un mordisco en su labio inferior— ¿Terminaste de
pintar?
—Queda un poco por hacer. Keenan accedió a terminarlo por mí
mientras visitamos a los Sanders —Frotó la parte superior de los brazos
de Knox—. Necesito tomar una ducha rápida.
—Si no estuviera casi vestido, me ducharía contigo.
Sonrió y le dio un beso en la garganta.
—No tardaré mucho.
No había pasado más de una hora cuando se detuvieron frente a la casa
de los Sanders. Como la última vez, tanto Levi como Tanner decidieron
acompañarlos al interior. Wyatt abrió la puerta, luciendo cansado y
resignado. Claramente los había estado esperando.
Después de llevarlos a la cocina, dijo:
—Felicitaciones por el embarazo.
—Gracias —dijo Harper.
—Escuchamos lo que les pasó a Pamela y Rupert —murmurando una
maldición, Wyatt se pasó una mano por la cara—. Vi las fotos de la
escena del crimen. Estuvo mal. Mira, supongo que sospechas que
McCauley está involucrado y no me sorprende. Si hubieran muerto en
un incendio en una casa, también sospecharía de él. ¿Pero apuñalarlos
hasta la muerte? —Wyatt negó con la cabeza—. Es solo un niño.
—Tienes razón, lo es —dijo Knox, colocándose cerca de Harper,
protector y posesivo. A su demonio no le gustaba que ella estuviera
cerca de esta gente, y observaba a Wyatt como lo haría con una cobra.
—¿Pero..?
—Pero es extraño que la familia parezca estar cayendo como moscas.
Harper distraídamente puso una mano protectora sobre su estómago.
—¿Cómo ha estado?
—No diferente —Wyatt suspiró—. Linda lo adora, pero no recibe las
gracias por ello.
—¿Dónde está Linda? —Harper miró hacia la puerta.
—En el patio trasero, tendiendo la ropa. Ella aún no sabe que estás aquí.
Alguien lo hace. Harper inclinó la barbilla hacia la puerta, donde se podía
ver la sombra de McCauley, clara como el día.
—Bien podrías entrar, chico.
El chico entró lentamente en la habitación, sus movimientos mecánicos.
Knox se giró para mirarlo, aún permaneciendo cerca de Harper.
—Hola, McCauley.
—Hola —dijo simplemente. Miró a Wyatt— ¿Puedo tomar un trago de
agua, por favor? —Harper casi se estremeció. Era tan educado que en
realidad era raro.
La sonrisa de Wyatt fue forzada.
—Seguro.
Mientras Wyatt llenaba un vaso con agua, McCauley se volvió hacia
Harper.
Sintió que su mente rozaba la de ella y entrecerró los ojos.
—Eso fue muy grosero —Los demonios podían ser táctiles, pero eran
quisquillosos con respecto a quién tenía permiso para tocarlos, ya fuera
física o psíquicamente. Esa era en gran parte la razón por la que su
propio demonio estaba enojado.
¿Qué hizo él? preguntó Knox.
Tocó mi mente. Mientras Knox se ponía rígido a su lado, ella le rodeó el
brazo con la mano. No le des una reacción.
—Deberías tener cuidado —le dijo a McCauley—. Muchos demonios
tomarían represalias a lo grande por algo así.
El niño parecía completamente indiferente a su advertencia.
—No me harás daño.
Harper arqueó una ceja.
—¿Estás seguro de eso?
—No lo harás —afirmó con confianza—. Pero tu hijo lo hará.
Las palabras le helaron la sangre, pero no saltó en defensa del bebé,
curiosa si eso era lo que quería el pequeño cambion. Su demonio
mostró los dientes: no le gustaba el chico ni un poquito.
Tomó el vaso de agua de Wyatt.
—Gracias.
Knox habló antes de que McCauley pudiera darse la vuelta para irse.
—Vine a decirte que, lamentablemente, Pamela y Rupert no volverán a
verte.
—Lo sé, señor. Linda y Wyatt me dijeron que están muertos.
Knox inclinó la cabeza.
—Debes estar muy molesto al saber que se han ido.
El chico asintió y luego se volvió hacia Harper.
—¿Vas a regalar a tu bebé?
Sacudió su cabeza.
—No.
—¿A pesar de que es malo?
—El bebé no es malo —le dijo.
—Mi demonio dice que lo es.
—Apuesto a que tu demonio dice que todo el mundo es malo —dijo—.
No quiere compartirte. ¿Quiere lastimar a las personas que son buenas
contigo? ¿Se pone celoso?
McCauley no respondió, pero sus hombros se tensaron.
—¿Estaba celoso de tu relación con Pamela y Rupert? —preguntó.
—Por supuesto que no —dijo, en tono plano— ¿Por qué lo estaría?
Harper intercambió una mirada con Knox.
Al principio, pensé que el demonio y él querían vengarse, le dijo a Knox.
¿Qué pasa si el demonio solo quiere deshacerse de cualquier competencia
a su papel de padre?
En ese momento, Linda entró en la habitación con un cesto de ropa.
Obviamente había oído sus voces, porque no parecía sorprendida de
verlos. Su sonrisa de saludo fue forzada.
—McCauley, ¿por qué no vas arriba?
Con una última mirada a Harper, dio media vuelta y salió de la
habitación tan robóticamente como había entrado. Sólo una vez que
oyeron cerrarse la puerta de su dormitorio, Linda volvió a hablar.
—Supongo que un “felicitaciones” está en orden —La envidia estaba
estampada en todo su rostro mientras miraba el bulto del bebé de
Harper. Antes de que alguien pudiera agradecerle, Linda agregó
rápidamente—: Supongo que estás aquí por los Winter —Dejó la cesta
sobre la mesa—. Asesinados a puñaladas en su propia casa… Horrible.
Trágico —Tragó—. McCauley ya lo sabe. Se lo dijimos. Es triste que no
tenga a su familia biológica en su vida.
—¿Lo es? —preguntó Knox.
La atención de Linda se centró en él.
—Por supuesto.
Torció la boca.
—¿No tuviste problemas con él para construir una relación con Pamela y
Rupert?
Linda tiró de su suéter.
—No negaré que me gustaría mantener a McCauley aquí, pero no le
envidiaría una relación con los Winter.
—Entonces, ¿por qué les ofreciste dinero para que se mantuvieran
alejados de él? —Knox sintió la sorpresa de Wyatt, pero mantuvo los
ojos en Linda.
—Yo no hice tal cosa—. balbuceó.
—Tengo un testigo que dice que lo hiciste.
La comprensión brilló en su rostro.
—Daniel está equivocado. No fue así.
—¿No trataste de sobornarlos?
—Fue una prueba. Quería saber si lo querían en sus vidas por la razón
correcta. Pamela rechazó mi oferta y me disculpé por haberla hecho —
Hizo un gesto hacia la puerta—. Entonces, si eso es todo...
—Nunca te atrevas a despedirme, Linda —cortó Knox. La mujer
palideció, pero no aplacó a su demonio en absoluto.
Wyatt se enderezó, erizado por reflejo, pero fue lo suficientemente
inteligente como para no interferir.
—Te has excedido un par de veces desde que McCauley vino para
quedarse aquí —agregó Knox—. Fueron deslices menores, así que los
pasé por alto. Parece que no debería haberlo hecho.
Los ojos de Linda se lanzaron de Knox a Wyatt y viceversa, pero su
compañero no habló por ella.
—Lo lamento. Verdaderamente. Estoy un poco emocional en este
momento. Es solo un niño. Quiero protegerlo, como debe hacerlo
cualquier madre, biológica o adoptiva.
—Nunca te hice creer que McCauley se quedaría aquí de forma
permanente.
Su boca se abrió por la sorpresa.
—Es feliz aquí.
—¿Feliz? —repitió Harper, ceñuda— ¿Qué te hace pensar eso?
Linda se humedeció los labios.
—Está asentado. Está contento. Cuéntales, Wyatt.
Pero Wyatt no lo hizo. Miró al suelo, claramente sabiendo mejor que
mentirle a sus Primes.
Knox miró a Linda.
—¿De verdad crees que tienes un vínculo con McCauley?
—Llegó lentamente, pero sí, creo que estamos empezando a
conectarnos.
—Entonces estás en peligro. Seguro que te has dado cuenta de que el
comportamiento de McCauley no es normal —Viendo que ella estaba a
punto de objetar, Knox espetó—: No intentes engañarme, Linda. Abre
tus malditos ojos. No se parece en nada a un niño promedio, ni siquiera
a un niño traumatizado.
—Tiene problemas para conectarse con los demás, sí, pero ¿realmente
deberíamos esperar algo más? Su madre biológica lo dio, y su madre
humana lo descuidó y trató de matarlo.
—Sí, ninguna de sus madres estuvo allí para él —dijo Knox—. Por lo que
entiendo, su padre humano no era mejor. Entonces, teniendo en cuenta
el comportamiento que muestra, ¿quién cree que intervino y lo crió?
La implicación se hundió y Linda sacudió la cabeza con tristeza.
—Tal vez tengas razón y McCauley no sea peligroso, pero su demonio sí
lo es. Y creo que su demonio quiere deshacerse de cualquiera que crea
que es una amenaza para su papel de padre. Tú y Wyatt sois amenazas.
Envolvió sus brazos alrededor de sí misma.
—Pero él no ha tratado de lastimarnos.
—¿En serio? ¿Ni una sola vez?
Sus ojos se apartaron.
—Fueron accidentes.
—Le quemó la mano con el fuego del infierno cuando trató de
acariciarle el cabello —dijo Wyatt—. La empujó con fuerza cuando ella
una vez trató de besarlo. Justo ayer, ella cayó por las escaleras
momentos después de que él le gruñó que saliera de su habitación.
—Era su demonio, no él —insistió Linda.
—Lo que apoya mi punto —Knox dio un paso adelante— ¿Quieres un
hijo, Linda? Hay muchos por ahí que necesitan un hogar y aceptarían y
devolverían el amor que tienes para ofrecer. McCauley no puede ser ese
niño para ti. Si fueras honesta, admitirías que no lo amas; te encanta la
idea de tener un hijo.
Cerrando los ojos con fuerza, Linda no dijo nada. Finalmente, los abrió.
La negación había sido reemplazada por una triste aceptación.
—¿A dónde lo llevarás?
—Es mejor que no lo sepas —le dijo Harper.
Echando un vistazo al estómago redondeado de Harper, dijo:
—Si realmente es un peligro, no creo que sea una buena idea que se
quede contigo.
No, Harper tampoco.
—No se quedará con nosotros.
Linda tragó saliva.
—Iré a él, le explicaré lo que está sucediendo y le prepararé una maleta
—Knox asintió—. Ve con ella, Wyatt.
—No, por favor, me gustaría tener un momento privado con él para
despedirme —Knox inclinó la cabeza y ella salió corriendo de la
habitación.
La frente de Harper se arrugó cuando sintió que Knox charlaba
telepáticamente con alguien. Cuando parecía haber terminado,
preguntó:
¿Quién era ese?
Larkin, Knox respondió. Estaba comprobando que ella estaba casi aquí.
Necesitamos que lleve a McCauley a su nuevo hogar.
Knox no quería que el cambion rondara a Harper.
Wyatt se frotó la frente.
—Sé que esto es lo correcto para todos, entonces, ¿por qué me siento
como un bastardo?
—Porque tiene seis años —dijo Harper—. Y tienes un corazón.
Pasaron unos buenos diez minutos antes de que Linda y McCauley
regresaran a la cocina. Linda parecía vacilante y triste. McCauley parecía
no verse afectado en absoluto.
Wyatt se agachó junto a él.
—Hey amigo. Es una verdadera pena que tengas que irte. Si nos dices
que eres feliz aquí, podemos arreglar algo y puedes quedarte —Pero
McCauley no dijo una palabra, por lo que Wyatt asintió y agregó—:
Dondequiera que vayas, tómate un tiempo para decidir si te gustaría
volver aquí. Serás bienvenido si lo haces. Cuídate.
Linda ayudó al niño a ponerse el abrigo y luego le entregó una mochila a
Knox.
—Aquí está su bolso. Empaqué algo de ropa y cosas.
—Gracias —dijo Knox—. Lamento que tenga que ser así, pero es
necesario.
Linda se frotó el brazo.
—Lo sé, solo desearía que no lo fuera.
Knox le hizo un gesto a Levi para que saliera de la casa primero.
McCauley siguió fácilmente al centinela afuera sin ni siquiera mirar hacia
atrás a Linda o Wyatt. Entrelazando sus dedos con los de Harper, Knox
la condujo por el camino con Tanner detrás de ellos.
Larkin estaba parada cerca de un SUV donde esperaban algunos
miembros de la fuerza, después de haber respondido a la convocatoria
de Knox.
¿Todo está bien? preguntó.
Sí. Necesito que lleves a McCauley a la casa de Elena y Andre. Lo están
esperando.
Knox luego se volvió hacia McCauley.
—Esta es Larkin, uno de mis centinelas. Te llevará a una casa no muy
lejos de aquí. Es un lugar donde se quedan muchos niños que no tienen
familia que los cuide. Tendrás tu propia habitación y estarás a salvo allí.
Harper y yo te vigilaremos, nos aseguraremos de que todo te vaya bien
¿Eso suena bien?
—Sí, señor —respondió McCauley sin emoción alguna.
—Solo te traerán de vuelta aquí si decides que es lo que quieres —Knox
quería que McCauley y su demonio entendieran que Linda y Wyatt no lo
presionarían para que regresara, en caso de que el demonio los viera
como una amenaza.
McCauley asintió y luego se subió a la camioneta con Larkin.
Harper saludó a McCauley mientras la camioneta se alejaba, y él le
dedicó un leve saludo. Se volvió hacia Knox.
—¿Arreglaste esto con Elena y Andre por adelantado?
Knox asintió.
—Cuando señalaste que el demonio podría estar eliminando las
amenazas a su función, supe que tenía que sacarlo de allí.
—¿Crees que él estará bien con ellos?
—Ni Elena ni Andre intentarán “criarlo”, por lo que el demonio no
debería verlos como competencia. Están acostumbrados a niños
difíciles, y ambos son lo suficientemente poderosos como para asegurar
que McCauley no vaya a hacerse daño a sí mismo o a cualquiera que
esté allí —Knox esperó hasta que estuvieron dentro del Bentley antes
de agregar—: ¿Te tocó la mente?
—Sí. Tampoco fue un toque tímido. Fue audaz, deliberadamente
grosero.
—¿Como si te estuviera provocando?
—Tuve la sensación de que era más como si me estuviera probando.
Pero Harper no tenía idea de cuál se suponía que era la prueba.
—Su demonio cree que no le harás daño.
Harper resopló.
—Está equivocado. Si el chico fuera una amenaza para mí o para los
míos, lo desactivaría, sin importar lo que costara. Teniendo en cuenta
que tengo un hijo por nacer que proteger, nadie me culparía por ello —
Ni siquiera Lou, a pesar de su ley de que ningún niño de ninguna especie
debe ser lastimado.
Knox le puso una mano en el estómago.
—Nuestro hijo no es malo.
—Lo sé, pero el demonio de McCauley parece decidido a hacerle creer
que todos los que lo rodean son una amenaza.
—Excepto tú —señaló Knox—. Te dijo que no le harías daño. ¿Por qué?
—No lo sé.
Cuando Levi comenzó a conducir, sonó el teléfono de Knox. Su
conversación fue corta y dulce, una que sintió como si la hubiera tenido
una docena de veces en los últimos días.
—Era Mila —le dijo a Harper mientras terminaba la llamada y guardaba
su teléfono en el bolsillo—. Muchos de los Primes han llamado para
transmitir sus felicitaciones. En la mayoría de los casos, en realidad son
solo llamadas de cortesía. Pero algunos sonaron genuinamente
complacidos por nosotros.
Eso la sorprendió.
—¿Como quién?
—Dario, Raul, Malden, incluso Thatcher. Pero, como todos los demás,
también parecían un poco perturbados por la noticia.
Eso no la sorprendió.
—Sabíamos que no les gustaría la idea de que pronto podría haber otro
ser tan poderoso como tú. No hay nada que decir que será nuestro
bebé, pero dudo que se sientan cómodos con eso —Echó hacia atrás los
hombros—. Estoy nerviosa ahora que sé cuán extendida está la noticia.
¿Has tenido noticias de Jonas?
—Sí. También nos felicitó, pero su mensaje fue rígido y formal.
—Dudo que Alethea esté complacida. Ja.
—Puede que a ella no le importe. Ha tenido mucho tiempo para
adaptarse a la idea de tú y yo juntos. Puede que sea impulsiva y
mezquina, pero no es estúpida. Sabe que te veo como mía y que no
tengo intención de dejarte ir; el hecho de que te haya dado un diamante
negro lo explica alto y claro para ella. Personalmente, creo que la única
razón por la que todavía coquetea conmigo es solo para molestarte.
—Estoy de acuerdo con eso —dijo Levi.
Harper frunció el ceño al segador.
—Escuchando, ¿verdad?
Levi ignoró eso.
—Algo en lo que Alethea nunca fue buena fue en soportar un insulto.
No me refiero a los insultos sarcásticos con los que te gusta bañarla.
Estoy hablando de desaires a su carácter o ego —Hizo una pausa para
dar un giro brusco—. Ya sabes que el demonio de Knox se aburría
rápidamente de las mujeres en el pasado. Les advirtió que sucedería,
pero la mayoría todavía causó un escándalo por eso. Alethea no se
molestó porque él no se comprometió con ella. Lo aceptó. Pero eso fue
porque Knox tampoco se comprometió con las demás. Luego
apareciste tú y él te reclamó en cuestión de meses. Alethea lo conocía
desde hacía siglos. Para ella, eres un diablillo, una Wallis, alguien
completamente por debajo de ella. No puede entender por qué él
podría quererte cuando podría tenerla a ella. Knox dándote algo que
nunca le había dado a ella, especialmente el compromiso final, es algo
por lo que se siente insultada. Ha tratado de intimidarte y manipularte
para que lo dejes, pero nunca funcionó. Eso solo empeora las cosas para
ella.
—¿Así que no crees que ella quiera a Knox? —Harper no estaba tan
segura de estar de acuerdo con eso.
—Creo que ella lo quiere —dijo Tanner—. Pero creo que ella también
sabe que no va a suceder. Aún así, eso no significa que alguna vez te
aceptará como su compañera. Te lastimará como pueda solo porque la
hace sentir mejor.
Harper lo pensó un minuto.
—Es como si nos hubiera metido en una especie de competencia
imaginaria. Sin embargo, Knox no era realmente el premio, ¿verdad?
Knox suspiró.
—Estoy justo aquí, ya sabes.
La boca de Levi se curvó, pero respondió a la pregunta de Harper.
—No. Podría haber “ganado” a Knox, pero el verdadero premio era que
se sentiría como la diosa que cree que es. La especie de Alethea puede
encantar y seducir a cualquier humano. Es por eso que pasa tanto
tiempo con ellos: la hace sentir poderosa ser el objeto de tantas
fantasías, poder manipular y controlar a las personas de esa manera.
Para ella, la capacidad de hacer que cualquier hombre la quiera equivale
al poder.
Tanner asintió y le lanzó a Harper una breve mirada por encima del
hombro.
—No está acostumbrada a que la rechacen. La hace sentir como si no
tuviera ese poder al que se ha acostumbrado tanto. Pero Knox te eligió
a ti, no a ella. Le quitaste su poder, la hiciste sentir débil, tal como te
haría sentir débil si ella te quitara la capacidad de volar o golpear a las
personas con un dolor profundo en el alma. Nunca lo dejará pasar.
Harper le lanzó a Knox una mirada de irritación.
—¿Realmente tenías que sacudir las sábanas con una loca tan
jodidamente egoísta?
Knox se rió entre dientes.
—Sinceramente lo lamento, y lamento que ella se esfuerce tanto en
lastimarte. Me ofrecería a matarla, pero tú solo me dirías que preferirías
ocuparte del asunto tú misma —Presionó un suave beso de disculpa en
su boca—. Olvídate de ella. No es importante. Nunca lo fue.
Tanner sonrió.
—Oh, eso fue lindo.
Knox le lanzó una mueca.
—Realmente no es de extrañar que Devon quiera matarte.
La sonrisa de Tanner se ensanchó.
—La pequeña gata infernal no haría eso.
Harper resopló.
—Persistes en creer que es una linda gatita que podrías manejar
fácilmente. Un día, esa actitud regresará y te arañará el trasero,
literalmente.
Eso no pareció molestar a Tanner en absoluto. De hecho, parecía que lo
disfrutaría.
Retorcido.
CAPÍTULO DIECISIETE

Apoyado contra el marco de la puerta de la oficina central de Knox una


semana más tarde, Harper esperó mientras terminaba su llamada. Había
comenzado a pasar más y más tiempo en la mansión, haciendo
reuniones por teleconferencia siempre que podía. Sabía que era porque
sus instintos protectores se estaban volviendo más difíciles de manejar,
y suponía que su demonio también se sentía más cómodo cuando ella
estaba cerca. Su propio demonio ciertamente prefería estar en casa y
tener a Knox cerca.
Cuando finalmente terminó la llamada, ella arqueó una ceja.
—¿Estas ocupado? —No solo se puso de pie; él como que… se
desenrolló con gracia de su asiento, y ella no tenía idea de por qué le
gustaba tanto.
—Nunca demasiado ocupado para ti. Lo sabes —dijo Knox. La mente
del bebé tocó levemente la suya; a menudo respondía a su voz de esa
manera, y siempre le llegaba. Rodeando su escritorio, Knox inclinó la
cabeza, la tensión crecía dentro de él mientras observaba su expresión
nerviosa— ¿Algo mal?
—No. Solo tengo algo que mostrarte.
Sonrió cuando se dio cuenta y la tensión en sus músculos desapareció.
—¿Finalmente me dejas verlo?
Se apartó del marco de la puerta.
—Sí. Está listo.
Knox le pasó el brazo por los hombros.
—Dirige el camino —No lo había dejado entrar al cuarto de los niños ni
una sola vez desde que comenzó a pintarlo, queriendo que fuera una
sorpresa. Ella le había dejado hacer algunas cosas, como armar el bonito
móvil de la libélula, y él sospechaba que era porque ella quería
asegurarse de que él se sintiera involucrado hasta cierto punto, pero
eso era todo.
No se había quejado. Había sentido que ella lo había convertido en su
proyecto y que diseñarlo significaba algo para ella. Como él la quería
feliz, y como Meg le había explicado que era un instinto de “anidación”
que era perfectamente natural, le había dado a Harper eso.
Una vez que llegaron a la puerta cerrada de la guardería, ella dijo:
—No lo olvides; si hay algo que no te gusta, podemos cambiarlo.
—Estoy seguro de que me gustará mucho —Girando el pomo, Knox
abrió la puerta... y su boca casi se abrió. Maldición, la mujer había
estado ocupada y su arduo trabajo había valido la pena.
Caminó en silencio por la mullida alfombra color crema y pasó la mano
por el costado de la cuna. Al igual que la cómoda, el cambiador y la
mecedora, era un pino claro y suave. Los murales de Woodland
decoraban las paredes de color limón y las puertas de los armarios, a
juego con la colcha con el tema del bosque. La obra de arte más
llamativa fue el gran mural blanco del árbol que se extendía desde el
suelo hasta el techo.
Los estantes de pino estaban alineados con los regalos que le habían
dado en la fiesta del bebé: animales de peluche, monitores para bebés y
un marco de fotos que contenía la primera imagen de ultrasonido del
bebé. Un cubo de pañales y una silla para bebés, ambos también
obsequios del baby shower, estaban en la esquina.
La brisa que entraba por la ventana abierta agitaba las cortinas blancas
y hacía tintinear el móvil de libélulas que colgaba sobre la cuna. La
habitación se sentía luminosa y aireada, especialmente con tanta luz
natural. Cuando el sol brilló en las paredes de color limón, se
convirtieron en una sombra de rayo de sol más profunda. Había creado
un espacio cálido y sereno que era tan atractivo como acogedor. Ahora
estaba extremadamente contento de haber aceptado su pedido de
dejarle todo el asunto a ella.
—Me sorprendió cuando los repartidores ensamblaron los muebles
antes de irse —dijo—. Estoy acostumbrada a los paquetes planos —
Aun así, Harper tardó una semana en conseguir la habitación
exactamente como ella la quería. Apostaría a que Tanner y Keenan
estaban encantados de que el trabajo manual hubiera terminado,
porque realmente los había puesto a trabajar— ¿Pues, qué piensas? —
se giró para mirarla, y el orgullo en su rostro la calentó.
—Creo que hiciste un trabajo increíble —Knox colocó sus manos sobre
sus hombros—. Y creo que tomaste la mejor decisión cuando elegiste
diseñarlo tú mismo.
Ella sonrió, aliviada.
—Me alegro de que te guste.
Él ladeó la cabeza.
—¿Estabas preocupada de que no lo hiciera?
—Bueno, eres un tipo muy selectivo. Difícil de complacer, en muchos
sentidos.
Él pasó su boca sobre la de ella.
—Nunca es difícil para ti complacerme. De verdad, me encanta lo que
has hecho con la habitación, y creo que al bebé también le encantará.
Quería preguntar, ¿por qué el móvil de la libélula? Me gusta. Tengo
curiosidad.
—Por la misma razón que me hice el tatuaje de uno en la nuca. Los
admiro, a pesar de tener una vida corta y ser muy delicados, no dejan
que nadie los detenga. Además, son maestros voladores. A cualquier
esfinge le encantaría ser un maestro volador.
Y ella quería eso para el bebé; estaba un poco preocupada de que,
como ella, sus alas no saldrían de forma natural.
—Ah, lo entiendo —Knox señaló la caja y la bolsa cerca del armario—.
Veo que tienes todo listo.
—Sí. Todo lo que tenemos que hacer en el gran día es llevarlo abajo a la
sala de estar —Había elegido tener un parto en casa, lo cual no era raro
en los demonios. Le gustaba la idea de estar en su propia casa, un lugar
familiar donde se sentía cómoda, relajada y segura, mientras pasaba por
lo que sin duda sería una experiencia infernal.
Sin embargo, su razón principal para elegir un parto en casa fue que no
se sentiría segura en un hospital. Sería un momento en que ella sería
vulnerable, cuando Knox estaría distraído, y cuando el bebé no sería tan
difícil de alcanzar, sin importar cuántas precauciones se tomaran. Como
tal, la gente podría pensar que era un buen momento para atacar. En
casa, ella y el bebé estarían muchísimo más seguros.
Todo lo que necesitaba para el parto estaba listo en la caja, gracias a
Meg: sábanas y toallas viejas, mantas y láminas de plástico, entre otras
cosas. Meg también se había hecho con un calentador portátil para
mantener caliente al bebé; al parecer, su hija había usado uno y había
sido ideal.
Harper todavía había empacado una bolsa con artículos de tocador y
ropa para ella y el bebé, en caso de que hubiera complicaciones y
necesitara ser trasladada a un hospital. También significaba que no
tenía que enviar a Knox y Meg a hacer mandados para buscar las cosas
que quería durante el parto en casa; todo lo que tenían que hacer era
agarrar su bolso.
Rodgers no había desaconsejado un parto en casa, ya que la última
ecografía había mostrado que el bebé había tenido un crecimiento
acelerado. Ya no era más pequeño de lo que debería ser y, de hecho,
era un poco más grande de lo que esperaba.
—¿Nerviosa por el nacimiento? —preguntó Knox mientras salían de la
guardería, cerrando la puerta detrás de ellos.
Se mordió el labio.
—Sí. He leído al respecto, he escuchado innumerables historias al
respecto y me gustaría pensar que estoy preparada, pero todavía tengo
mis preocupaciones.
Odiando que él no pudiera arreglar eso por ella, Knox dijo:
—Te ayudaré en lo que pueda. Dime lo que quieres y lo haré realidad. Lo
que sea que necesites que haga, lo haré.
—No necesito que hagas nada complicado. Sólo permanece ahí.
Si pudiera sentirse cercana y conectada con esta persona que la hacía
sentir segura, Harper sabía que lo superaría bien.
Apoyó su frente contra la de ella.
—Estaré contigo en cada paso del camino, lo prometo. Y hablando del
bebé, tengo algunas noticias. La guarida está organizando un desfile en
el Underground.
Su frente se arrugó.
—¿Un qué?
—Un desfile en honor al bebé.
Harper gimió.
—Knox, viste cómo era la gente en el anuncio: llena de preguntas,
historias de terror y consejos no deseados. Cuanto más avanzada está
una mujer en el embarazo, peor es. Cuando la mamá de Heidi estaba
embarazada, me sentí muy mal por ella. Es como si la gente viera un
bulto de bebé y olvidara la existencia de la etiqueta. Comentaron sobre
todo: sus senos eran más grandes, el peso que había ganado, su cara
estaba más gorda, sus tobillos se hincharon.
Knox pasó su mirada sobre ella.
—No me importa que tus pechos sean más grandes. El único peso que
realmente has ganado es el peso que perdiste inicialmente. Y tu cara no
es gordita. Tus tobillos tampoco se ven hinchados.
—No se trata de eso, Thorne. La mamá de Heidi lo ignoró con gracia,
pero no tengo su temperamento fácil. Prefiero tener el maldito baby
shower de nuevo, y eso es decir mucho.
—Pensé que se suponía que los baby showers eran eventos relajantes.
—No cuando son organizados por diablillos, no lo son.
Cuando Jolene le había dicho que había organizado un baby shower
para Harper, había imaginado una reunión relajante que incluía juegos
tontos, bocadillos, un pastel de pañales y muchas exclamaciones
mientras los invitados se sentaban en círculo viendo a la futura madre
abrir sus regalos. Pero resultó que un baby shower de diablillo no era
nada de eso.
Aunque Harper le había advertido que sería un evento ruidoso, no se
había dado cuenta de lo que ella quería decir hasta que se detuvo frente
a la casa de Jolene y escuchó “Ice Ice Baby” filtrándose a través de las
ventanas abiertas. Los diablillos tenían un bar de mimosas, un DJ,
karaoke y una parrillada, y todos, excepto Harper, estaban
absolutamente destrozados al final.
Knox le pasó los brazos por los hombros y le rozó la nariz con la suya.
—Está bien, le pediré a la guarida que cancele el desfile —Inclinó la
cabeza cuando su frente se arrugó— ¿Por qué no te ves feliz por eso?
—Porque una parte de mí ahora se siente culpable y desagradecida. No
quiero ofender a la guarida.
Knox casi se rió entre dientes. En su lugar, él no se habría sentido
culpable en absoluto, pero Harper tenía un centro de malvavisco que
significaba que nunca sería tan egoísta como él.
—Prefiero ofender a nuestra guarida cancelando el desfile que pedirte
que hagas algo que no quieres hacer.
—Deja de ser tan amable cuando estoy siendo tan quejumbrosa.
—No estás siendo quejumbrosa. Incluso si lo fueras, diría que tenías
todo el derecho de serlo. Estás hormonal y muy embarazada, lo que te
hace sentir nerviosa. Nadie que esté nervioso quiere lidiar con nada que
le moleste. También te sientes hiperprotectora con el bebé, por lo que
es perfectamente natural que no quieras extraños a tu alrededor,
especialmente extraños que podrían intentar tocarte el estómago.
Ni a Knox ni a su demonio les gustó la idea.
—¿De verdad no crees que estoy siendo insolente e irrazonable?
—No, no lo hago. Supongo que tu demonio está igual de inquieto y
cerca de romperse; por lo que he oído, eso es bastante normal durante
el embarazo. Solo pensé que te gustaría salir de la casa. Has trabajado
tan duro en la guardería que, aparte de asistir al baby shower, no has
estado en ningún lado. Estabas convencida de que quedarte en la casa
todo el tiempo te volvería loca.
Harper frunció el ceño.
—Hubiera pensado que estarías feliz de que no haya estado en ningún
lado.
—Creo que no me gusta que hagas nada que parezca fuera de lugar
para ti; me preocupa. Meg me aseguró que estabas anidando y que no
había necesidad de que me preocupara, pero siempre me preocuparé
acerca de ti.
Harper lo pensó por un momento.
—En realidad, podría ser bueno para mí salir de la casa y tomar un poco
de aire. Y podría ser mejor dejar que todos vean que estoy embarazada
y satisfacer su curiosidad para que no me miren fijamente si necesito ir
al Underground por cualquier razón.
—Podría ser —estuvo de acuerdo, con cuidado de no empujarla hacia
ningún lado.
—Me molesta que la gente pueda pensar que me estoy escondiendo,
eso le daría una verdadera patada a quienquiera que esté jodiendo con
nosotros. También nos haría parecer débiles —Razón por la cual no
había querido quedarse en la villa por mucho tiempo, se recordó a sí
misma.
—Personalmente, no me importa mucho lo que piensen los demás.
Pero me importa que la gente crea que no confío en mi capacidad para
protegerte.
Harper suspiró y sus hombros se hundieron.
—¿Para cuándo está programado el desfile?
—El tiempo de una semana.
Y eso significaba que su estómago sería aún más grande para el evento.
Estupendo.
—Iré, pero no puedo prometer que duraré mucho o que cualquiera que
me moleste saldrá ileso.
—No te preocupes; no creo que nadie realmente quiera enredarse con
una demonio embarazada—. Hormonales e intolerantes, no se las
arreglaban bien con las tonterías. Harper estaba impaciente con las
tonterías en el mejor de los casos.
—Voy a necesitar un vestido nuevo.
—La mayoría de las mujeres no pronunciarían esas palabras con
irritación.
—No soy la mayoría de las mujeres. Tampoco estoy de humor para ir al
centro comercial. Me duele la espalda y me duelen las articulaciones.
Frotó suavemente su espalda.
—Entonces haz que Raini recoja algo para ti, como lo hiciste cuando
necesitabas un vestido para el anuncio.
Raini era realmente buena eligiendo atuendos para las personas. Harper
se preguntó si parte de la razón por la que la súcubo disfrutaba
eligiendo ropa bonita para los demás era que rara vez se la compraba a
ella.
—Bien —cedió Harper, pasando las manos por su pecho—. Pero espero
una recompensa de chocolate de algún tipo.
—Puedo arreglar eso —le dio un beso rápido—. Mañana —Otro beso—.
Ahora nos duchamos.
—Prefiero jugar Twister escondido.
Se rió.
—Mantenerme al día con tu impulso sexual podría matarme.
—Hay peores formas de morir.
De hecho las había.
—¿Sabes de lo que me acabo de dar cuenta?
Un escalofrío recorrió a Harper al escuchar su “voz sexual”. Todo era
oscuro, dominante e hipnótico.
—¿Qué?
Raspó sus dientes sobre el lóbulo de su oreja.
—No hemos bautizado el armario.
Harper tragó saliva.
—Eso es un mal descuido de nuestra parte. Terrible, incluso. Estoy
pensando que deberíamos rectificarlo.
—No estaría bien si no lo hiciéramos —Metiendo sus manos en su
cabello, él la besó, lamiéndola. Chupó su lengua. Mordió su labio. Tomó
y probó y dominó. Mientras tanto, él la estaba empujando hacia su
habitación y luego hacia el armario. Deteniéndose cerca del sofá, dijo—:
Quiero lo que hay debajo de esta ropa. Quítatela.
Un poco aturdida por ese beso caliente y pesado, Harper, sin embargo,
logró quitarse la ropa sin tropezar ni perder el equilibrio. Estaba
bastante contenta consigo misma por eso.
—Esta es la parte en la que también te desnudas.
Deslizó los nudillos por la columna de su garganta.
—Hay algo que me gusta de que estés desnuda mientras yo estoy
completamente vestido. No sé qué es —Cerró su mano alrededor de su
pecho, apretándolo justo como a ella le gustaba. Se arqueó hacia él,
agarrando sus brazos—. Te voy a follar, Harper. Quiero que te corras
duro para mí. Quiero que sientas mi polla palpitando dentro de ti.
Quiero que sientas mi corrida disparando profundamente en ti. Pero
primero, quiero verte chuparme la polla —Inclinó su barbilla hacia el
sofá de cuero negro detrás de ella—. Siéntate.
Bien, ahora. Con los motores acelerando como locos, Harper se recostó
en el sofá y se sentó.
Knox se acercó a ella. Sin que nadie se lo pidiera, le desabrochó la
bragueta, no rápida y torpemente, sino lenta y hábilmente. Su polla
saltó, pero ella no se movió. Esperó su dirección. Deslizó sus dedos por
su cabello.
—Puedes ser una chica tan buena cuando quieres serlo, ¿no?
Harper sonrió. Oh, podría ser una chica muy, muy buena. Simplemente
no sucedía a menudo.
Recogiendo su cabello en sus manos, Knox tiró.
—Abre para mí —lo hizo, y él empujó dentro de su boca caliente—.
Chupa fuerte. Eso es.
No necesitaba decirle qué hacer o cómo hacerlo. Sabía exactamente lo
que le gustaba y exactamente cómo le gustaba. Y ella se lo dio. Bailó su
lengua alrededor de su polla. Chupó lo suficientemente fuerte como
para hacer que sus mejillas se hundieran. Tragó para que él sintiera que
su garganta se contraía a su alrededor.
Usando su agarre en su cabello para mantenerla quieta, tomó el control
y le folló la boca. No se opuso, no luchó contra él. No se movió más que
para arrastrar sus uñas por la parte posterior de sus muslos. Sintió el
cosquilleo revelador en la base de su columna y supo que tenía que
detenerse. Saliendo de su boca, le echó la cabeza hacia atrás y acarició
sus labios hinchados con el dedo.
—¿Qué tan mojada estás?
—¿Por qué no lo descubres por ti mismo?
—Creo que lo haré. Arriba —la ayudó a ponerse de pie y la besó a lo
largo de su cuello—. Quiero saber qué tan mojada estás. Muéstrame.
Comprendiendo, Harper hundió su dedo dentro de ella y luego lo
sostuvo hacia él. Con los ojos fijos en los de ella, tomó el dedo brillante
en su boca y lo chupó hasta limpiarlo. Ella se lamió el labio inferior,
observando cómo se encendía la cruda necesidad en sus ojos oscuros.
Dios, esperaba que él no empezara a molestarla. Desde que llegó a la
última etapa del embarazo, había tenido un desencadenamiento más
rápido de lo habitual. En ese momento, necesitaba que la follaran. Sin
juegos. Sólo follada.
—Arrodíllate en el sofá y agárrate del respaldo.
Haciendo un baile feliz en su cabeza, Harper se volvió e hizo lo que le
había pedido. Dejó que sus ojos se cerraran mientras él arrastraba su
lengua por su espina dorsal, terminando su viaje con un pellizco en su
nuca.
—Knox… —Su boca se abrió en un silencioso jadeo cuando él hundió
un dedo dentro de ella y lo giró alrededor.
—Empapada, exactamente como me gustas —Le retorció el cabello en
una cola de caballo, tiró de su cabeza hacia atrás y metió su polla
profundamente en su coño. Maldijo cuando sus paredes lo apretaron
con fuerza y ella dejó escapar uno de esos gemidos roncos que hicieron
que le dolieran las bolas—. Me encanta ese sonido. Veamos si podemos
hacer que lo hagas de nuevo —Lentamente se retiró y luego se hundió
dentro de ella—. Y ahí está.
Knox la montó duro. Bombeado en ella rápido y profundo, como si
nunca fuera a tener suficiente. Y nunca lo haría. Nunca. Siempre la
necesitaría y la desearía, ansiaría esto. No importaría si estuvieran
juntos años, décadas, siglos, el anhelo que ardía dentro de él por ella
nunca se iría. Y él nunca querría que lo hiciera.
Cuando su coño comenzó a temblar alrededor de su polla, se detuvo y
le dio un ligero tirón en el cabello.
—Aún no. No te corres hasta que yo me corra, y todavía no estoy listo
para dejar este coño.
Harper negó con la cabeza, segura de que no podría aguantar mucho.
—Esto va a suceder contigo o sin ti, grandote.
—Espérame —gruñó en su oído. Él sabía que ella lo haría. Sabía que
aguantaría si él se lo pedía. Sabía que lo haría solo porque le complacía,
y jodidamente amaba eso.
Harper siseó cuando sus dientes se clavaron en su cuello y comenzó a
hundirse en ella de nuevo. No porque le doliera el mordisco, sino
porque le gustaba el pinchazo del dolor y pinchaba en el orgasmo que
estaba luchando. Cada golpe de su polla era suave, seguro y posesivo.
De vez en cuando, bajaba el ritmo y le daba unos cuantos empujones
suaves, pero luego volvía a bombear dentro de ella rápido y fuerte,
dejándola sin equilibrio.
—Knox, en serio, no puedo luchar contra eso.
—Pero lo harás —Empujó con más fuerza, apretando los dientes
mientras su coño se calentaba y apretaba. Su propio orgasmo vino
rodando hacia él, y los dedos de Knox le mordieron la cadera. Tirando
de su cabello, estalló dentro de ella, gruñendo—. Ahora.
Harper soltó el dominio que había tenido sobre su orgasmo. La fricción
dentro de ella se rompió como una banda elástica. Su liberación estalló
a través de ella, violenta e intensa. Gritó, cabalgando hasta que,
abandonada con la fuerza de un fideo, se desplomó sobre el sofá.
Knox besó la parte posterior de su hombro, disfrutando la sensación de
su coño revoloteando a su alrededor mientras bajaba de su orgasmo.
—¿Estás bien?
—Tu polla es increíble.
Sorprendido, se rió entre dientes.
Harper solo sonrió.
CAPÍTULO DIECIOCHO

Mirando por la ventana del piso al techo del ático que le daba una vista
increíble del metro, Harper se mordió el labio.
—Realmente no tenían que hacer todo esto.
Knox se acercó por detrás y apoyó las manos en su estómago mientras
le acariciaba el cuello.
—La guarida está emocionada por nosotros. Quieren mostrar su apoyo.
—Bueno, ciertamente lo han demostrado —Había globos, serpentinas y
pancartas de felicitación por todas partes. El Underground estaba
repleto. Las aceras estaban llenas de peatones que se paraban hombro
con hombro detrás de las cuerdas. Algunos equilibraron a los niños
sobre sus hombros, mientras que otros animaron a sus hijos a sentarse
en la acera. Algunos grupos de jóvenes se habían subido a los techos de
las tiendas, donde podían tener una mejor vista.
Harper pudo ver fácilmente a Raini, Devon, Khloë y Jolene paradas al
frente de la fila no muy lejos del estudio, comiendo hamburguesas.
Martina, Beck y Ciaran estaban detrás de ellas, comiendo perritos
calientes. De hecho, la mayoría de la multitud estaba comiendo comida
de vendedor. Los barrenderos iban a estar ocupados más tarde.
Knox giró suavemente a Harper para que lo mirara.
—Estás preciosa. Raini eligió bien —Pensó que el sedoso vestido azul
hielo le quedaba perfecto a Harper—. Me gusta que tengas el pelo
suelto —Amaba su cabello; amaba pasar sus dedos por él y sentirlo
rozar su piel—. Y me gusta que estés usando los pendientes nuevos que
te compré.
Tocó uno de los diamantes colgantes.
—Son bonitos. Gracias —Harper pasó los dedos por su suave mandíbula,
inhalándolo. Debajo del aroma de su colonia celestial estaban los olores
de cera de madera, aceites fragantes y lino limpio—. No es justo que
puedas lucir tan deliciosamente sexy sin esfuerzo.
Sin gel para el cabello, sin bronceado artificial, sin productos cosméticos
de ningún tipo que no fuera colonia: básicamente se puso uno de sus
trajes a medida, se peinó brevemente, se puso sus relucientes zapatos y,
¡bam!, estaba listo y listo. Comestible.
Los labios de Knox se curvaron.
—¿Deliciosamente caliente? Me gusta eso.
—¿Sí? Yo sólo digo la verdad.
Realmente, estaba fuera de su liga, pero Harper no iba a insistir en eso.
Si él decía que ella era lo que él quería, ¿quién era ella para discutir? Aún
así, le tomaría tiempo acostumbrarse a su forma de vida, a toda la
atención, los lujos y el poder social.
Antes de Knox, nunca había experimentado el tipo de decadencia de la
que él se rodeaba. El ático en el que se encontraban era un ejemplo
perfecto. Al igual que la mansión, era el colmo del lujo con techos altos,
piso de mármol, hermosos cuadros y muebles personalizados que
encajaban con el estilo elegante y masculino de Knox. No solo tenía las
comodidades habituales. No, también tenía oficina, gimnasio y sauna.
Al sentir una patada particularmente fuerte en la mano que había
apoyado en el costado de su estómago, Knox dijo:
—No puedo determinar si eso fue un saludo o al bebé simplemente no
le gusta la presión de mi mano —En cualquier caso, su demonio lo
encontró divertido.
—No, creo que el niño solo está tratando de salir.
Knox masajeó suavemente su estómago.
—Es increíble pensar que en solo cinco semanas podremos cogerlo —
Era un pensamiento aterrador pero estimulante, y lo esperaba con
ansias. También estaba ansioso. Había escuchado tantas historias de
nacimientos de demonios que salían mal y odiaba la idea de que ella
sufriera. Aún así, él nunca la dejaría ver esa ansiedad, eso no era lo que
ella necesitaba de él—. El tiempo ha volado tan rápido.
—Lo ha hecho, lo cual es sorprendente porque esperaba sentirme
como si todo el tiempo se arrastrara. Sabes, también estoy un poco
sorprendida de que un ser tan antiguo y sexualmente activo como tú no
tenga al menos un hijo.
—Siempre he sido extremadamente cuidadoso en el uso de protección.
No creo que hubiera podido confiar en nadie más que en ti para llevar y
cuidar a mi hijo —Su demonio ciertamente no podría haberlo hecho.
—No seas dulce. Me harás llorar.
Curvó una mano alrededor de su barbilla.
—No llores. Odio verte llorar, incluso cuando sé que solo son las
hormonas en acción.
—Entonces vuelve al asunto actual y distráeme.
—De acuerdo. El desfile en sí no tomará mucho tiempo. Daremos una
vuelta rápida al Underground...
—Dime que no vamos a montar en un flotador reluciente —suplicó ella.
Se rió.
—No es un flotador brillante. Después de que hayamos terminado la
vuelta, iremos al Ice Lounge y nos relajaremos allí por el resto de la
celebración. No tengo ninguna duda de que la gente vendrá a hablar
contigo, pero al menos estarás sentada cómodamente y bien protegida
cuando lo hagan.
—¿Pueden Jolene, mi familia y las chicas reunirse con nosotros allí?
—Sí, ya los puse en la lista de invitados VIP. Ya deberían estar en la
sección VIP para cuando lleguemos allí.
—Gracias.
—No tienes que agradecerme. Eres mía. Siempre te daré lo que
necesites—. Sintió que el bebé se movía de nuevo. Esta vez, fue como si
rodara bajo su mano—. Este pequeño seguro está activo esta noche.
—Como dije, quiere salir.
—En cinco semanas, obtendrá su deseo —la besó y habló contra su
boca—: Te amo, nena.
—Y yo te amo—. Al escuchar un “ping”, Harper se giró para mirar el
ascensor privado que era una entrada directa a la suite. Las puertas se
abrieron, revelando a los cuatro centinelas luciendo inteligentes y
alertas.
—Todo está en su lugar —les dijo Levi—. Hora de irse.
—Estamos listos.
Knox entrelazó sus dedos con los de ella y la condujo a través de la
espaciosa entrada hasta el ascensor. Los centinelas retrocedieron
contra las cuatro paredes para hacer espacio, todos asintiendo
brevemente.
Cuando las puertas de metal brillante se cerraron detrás de ellos, Harper
dejó escapar un suspiro.
—Buscando buenos chicos —Cada uno de los centinelas le lanzó una
mirada impaciente—. Lo siento, lo siento, os estáis concentrando en
lucir aterradores e inaccesibles. No os preocupéis; conseguido.
El ascensor zumbaba mientras descendían. Se detuvo muy suavemente
con un timbre, y las puertas se abrieron una vez más. Sin una palabra,
dos centinelas tomaron la delantera mientras que los demás ocuparon
la retaguardia mientras todos cruzaban el área de recepción y salían por
las puertas automáticas.
Harper silbó por lo bajo al ver lo que encontró. Mucha gente estaba
esperando, todos vestidos con trajes deslumbrantes. Había acróbatas,
animadores, zancudos, grupos de baile y bastones y banderas. Aún
mejor, había un montón de demonios en Harley Davidson. Harper
estaba totalmente celosa de no poder montar una de esas... hasta que
se dio cuenta de que Knox la estaba conduciendo a un hermoso
carruaje tirado por dos caballos blancos de huesos finos.
—Guau —respiró. Harper inhaló. Le encantaba el olor de los caballos:
heno, virutas de madera, sol, polvo y un toque de cuero.
Tanner abrió la puerta del carruaje y le tendió la mano.
—Te daré un empujón, ya que tienes problemas de tamaño.
—Oye —se quejó juguetonamente, permitiéndole ayudarla a subir al
carruaje. No le sorprendió en absoluto el lujoso interior de piel color
crema; Knox siempre viajaba con estilo.
Knox se deslizó a su lado y arqueó una ceja.
—¿Bien?
—Esto es bastante impresionante —le dijo—. Nunca antes había estado
en un carruaje tirado por caballos.
—¿En serio? Bien. Me gusta presentarte cosas nuevas.
—Bueno, tuviste un gran éxito —Notó que los cuatro centinelas
flanqueaban el carruaje; Levi y Larkin se pararon a la derecha mientras
que Tanner y Keenan se pararon a la izquierda—. Supongo que estarán
protegiéndonos todo el tiempo.
—Lo has adivinado correctamente. Nunca me arriesgaré con tu
seguridad, Harper. Los artistas son parte de nuestra guarida, pero eso
no significa que confíe tanto en ellos. A lo largo del desfile nos
precederán algunos de los artistas; los demás seguirán. Eso significa que,
esencialmente, estamos encerrados si hay una amenaza, razón por la
cual los centinelas están aquí y los miembros de la Fuerza están
patrullando.
No estaba sorprendida en lo más mínimo por lo estrictas que eran sus
medidas de seguridad.
—Entonces has hecho todo lo que puedes hacer. Terminemos con esto.
Knox asintió con la cabeza a alguien, y luego una voz se escuchó por el
altavoz, anunciando el comienzo del desfile. Un gran aplauso resonó en
el Underground. Entonces todos a su alrededor comenzaron a moverse.
Harper casi saltó cuando la banda de música rugió cobrando vida. El
tamborileo parecía vibrar en su pecho cuando el carruaje se detuvo
suavemente en la pista. Hubo aullidos, silbidos, gritos y risas. Algunos
arrojaron confeti mientras que otros arrojaron dulces, tomando fotos
con sus teléfonos celulares.
Cuando el carruaje se acercó al estudio, Harper sonrió al ver a los niños y
su familia. Aullando y saltando, saludaban como locos. Jolene hizo un
gesto muy majestuoso que hizo sonreír al demonio de Harper.
Mientras los artistas y el carruaje avanzaban por la pista, los miembros
de la Fuerza trabajaron para mantener a los espectadores detrás de las
cuerdas y asegurarse de que todos los artistas se movieran a tiempo.
Mientras tanto, sus ojos buscaban amenazas potenciales.
Se inclinó hacia Knox.
—Teniendo en cuenta que estoy nerviosa, los olores de las palomitas de
maíz, las cebollas fritas y la carne a la parrilla no deberían hacerme
sentir hambre —Sus palabras fueron casi ahogadas por los gritos, la
banda de música, el clip-clop de los cascos de los caballos y el estruendo
de los motores Harley.
Knox le quitó el confeti del pelo.
Comeremos una vez que esto termine.
Satisfecha con eso, Harper siguió saludando mientras avanzaba el
desfile. Le dolía la cara de tanto poner una sonrisa en ella mientras
pasaban por lo que parecía una fila interminable de bares, restaurantes,
tiendas, cafeterías, hoteles y casinos. La gente saludaba desde los
balcones de sus hoteles, y algunos incluso colgaban pancartas de
“felicitaciones” de algodón. Harper le devolvió el saludo, lo que se sintió
totalmente extraño, pero habría sido de mala educación no hacerlo.
Con todo el ruido, los disfraces brillantes y los deliciosos aromas de la
comida de los vendedores, era una sobrecarga sensorial: su demonio
estaba impaciente por acabar con todo. Harper sospechó que podría
colapsar de alivio cuando terminara.
Trató de hacer contacto visual con los niños, divertida por lo
emocionados que se veían. Un niño en particular llamó su atención,
porque no estaba saltando ni saludando. Mirando más de cerca, se dio
cuenta de que era McCauley. La miró fijamente, sus ojos tan vacíos
como siempre. Le dio escalofríos y se estremeció.
Knox le acercó la boca al oído.
—¿Qué ocurre?
—Nada. Acabo de ver a McCauley.
—Elena debe haberlo traído.
—Sí, supongo que sí.
Sacudiendo su incomodidad, Harper volvió a saludar y sonreír a la
multitud. Faltaba media hora más para que el desfile finalmente
terminara, y estaba tan feliz de poder bajar su mano dolorida y soltar
esa sonrisa de Barbie.
A pedido de Knox, el demonio que dirigía los caballos los dejó en el Ice
Lounge. Era un bar exclusivo en el que Harper no había estado antes.
Cuando entró, solo pudo jadear. Era como entrar en una cueva gigante
de Alaska, solo que el hielo era completamente sintético y la
temperatura era cálida.
Las sillas de respaldo curvo eran del mismo cuero blanco que los
taburetes giratorios que cubrían la barra, pero parecían ser los únicos
muebles normales. La barra de la cúpula, las mesas, los vasos, las
esculturas e incluso las paredes mismas estaban hechas de hielo
artificial.
El techo brillaba con los colores de la aurora boreal de Alaska: era
realmente hermoso de ver. Los colores se reflejaban en las paredes,
haciendo que el hielo pareciera teñido a veces. Además, había algún
tipo de luz dentro de cada una de las mesas, haciendo brillar los cubos
de escarcha falsa.
En resumen...
—Este lugar es jodidamente increíble —Incluso su demonio estaba
impresionado.
—Me alegro de que te guste —dijo Knox mientras la conducía más allá
de las mesas abarrotadas hasta el área VIP, donde los sofás de cuero se
alineaban en las paredes. Como había anticipado, Jolene, Beck y las
compañeras de trabajo de Harper ya estaban allí, con bebidas en la
mano. Todos se levantaron, sonriendo.
Jolene tomó a Harper en un abrazo con un solo brazo.
—Hola cariño. ¿Aliviada de que haya terminado?
—Tan aliviada que podría llorar de alegría —dijo Harper honestamente.
Jolene se rió.
—Knox, siempre un placer.
Asintió.
—Jolene, me alegro de verte.
Después de que todos intercambiaron saludos, Knox guió a Harper a la
esquina del sofá eternamente largo, donde estaría rodeada y fuera de
su alcance. Los centinelas se unieron a ellos en el área VIP, pero también
observaron a la multitud de cerca con ojos astutos.
Harper miró a su alrededor.
—¿Dónde están Martina y Ciaran?
—Martina está trabajando en la multitud —respondió Jolene.
Traducción: ella estaba robando—. Y Ciaran está charlando con una
chica en el bar.
En ese momento, apareció el camarero, tomó las órdenes de Knox y
Harper y luego se fue.
Raini revolvió su cóctel mientras hablaba con Harper.
—Dios, ha sido muy raro no verte todos los días.
Devon asintió.
—No lo tomes a mal, pero realmente no esperaba extrañarte tanto.
Harper resopló.
—Gracias, supongo.
Tanner le sonrió a Devon.
—Tú también me has echado de menos. Admítelo.
El gato del infierno se burló.
—O podría simplemente golpearte en la polla en su lugar.
—Así que has estado pensando en mi pene, ¿eh?. No te preocupes; él
piensa en ti todo el tiempo.
Devon se volvió hacia Harper, su mano agarrando su vaso alto con
fuerza.
—Si no acabas con él, lo haré yo.
Harper suspiró con cansancio.
—Tanner, deja de arriesgar tu vida —la ignoró, por supuesto, y
procedió a olfatear el pelo de Devon.
—Vamos, necesitamos una foto —anunció Khloë. Keenan literalmente
salió corriendo del camino y el diablillo puso los ojos en blanco—.
Cálmate, Keenan, solo quiero una de nosotras, chicas. Larkin, eso te
incluye a ti.
Todas las demonios se agruparon y sonrieron mientras Khloë tomaba
algunas fotos. Raini y Devon luego también hicieron lo mismo con sus
teléfonos.
—Escuché sobre el baby shower —le dijo Larkin a Khloë—. Si Harper
estuviera hablando de alguien más que de ti, habría pensado que estaba
bromeando cuando dijo que te ataste los pañales en los pies y trataste
de esquiar por el pasillo de Jolene.
Keenan negó con la cabeza a modo de juicio.
—No estaba bromeando. Yo estuve ahí.
Había estado de guardaespaldas con Tanner.
Khloë miró fijamente al íncubo.
—No me mires así. Como puedes ver, tengo un teléfono inteligente con
cámara y no tengo miedo de usarlo.
El camarero se acercó a ellos, sosteniendo la bandeja en alto mientras
se abría paso entre la multitud. Finalmente llegó a su mesa, colocó dos
posavasos cuadrados en la mesa de hielo artificial y luego colocó con
cuidado el agua de Harper y el gin-tonic de Knox. Al salir del área, casi
choca con Mila, que tenía un grupo de personas con ella que Harper no
reconoció.
Levi solo dejó pasar a Mila, pero los demás no parecieron ofenderse.
—Knox, Harper, solo quería felicitarlos en persona —Mila le dio a
Harper una sonrisa genuina pero reservada—. Es bueno ver que estás
bien. Y tu cabello se ve tan brillante y saludable.
¿Ves? dijo Knox. No todos tendrán cosas duras que decir.
—Mis senos se hicieron mucho más grandes que los tuyos cuando
estaba embarazada —continuó Mila—. Sin embargo, todavía hay
tiempo para que el tuyo crezca. Pero tu parte trasera parece un poco
más grande, así que al menos está eso.
—Sí, al menos está eso —dijo Harper.
Te dije que esto sucedería.
Knox cambió de tema con mucho tacto y, al poco tiempo, Mila y sus
invitados se habían ido. Harper le dedicó una sonrisa agradecida.
Durante la siguiente media hora, tuvo que hacerlo varias veces más. Sin
embargo, no siempre funcionó. Algunas personas no se inmutaron,
como la novia de Raul, que divagaba una y otra vez sobre el embarazo
de su amiga y luego preguntó:
—¿Puedo tocarte la barriga?.
—Depende de si estás dispuesta a pagar la tarifa —dijo Harper,
inexpresiva.
Su frente se arrugó.
—¿Qué?
—Nada.
Raul se tapó la risa con una tos.
—Fue genial hablar con vosotros dos. Ojalá lo volvamos a hacer pronto.
Harper no se atrevió a devolverle el sentimiento, lo que solo pareció
divertir más a Raul. Devon sacudió la cabeza con asombro una vez que
se fueron.
—Algunas personas pueden ser tan groseras —Khloë resopló—. Dice la
persona que sigue estirando la mano para acariciar su barriguita.
—Bueno, al menos retiro mi mano.
Fue bueno que lo hiciera, pensó Harper, porque su demonio no
reaccionaría bien a pesar de que confiaba en Devon hasta cierto punto.
Actualmente estaba nervioso y quería salir del lugar, lejos de todos los
extraños que lo rodeaban. Pronto, Harper le aseguró.
A medida que pasaban las horas, más y más personas se acercaban para
transmitir sus felicitaciones y preguntar por el bienestar de Harper. Por
supuesto, también estaban llenos de preguntas: ¿sabía el sexo del bebé?
¿Habían elegido algún nombre? ¿No sería gracioso si resultara que
Harper estaba embarazada de mellizos? No, en realidad, no sería
divertido. Para nada.
Su demonio se tensó cuando Polly se acercó; la recordaba del anuncio y
no le gustaba lo entrometida que era.
Los ojos de Polly se agrandaron.
—Guau, tu barriga es grande.
Harper parpadeó.
—¿Esto de alguna manera te sorprende?
Hola: embarazada.
—Es que eres más grande cada vez que te veo.
Um, ¿no era así como se suponía que funcionaba?
—Parece que vas a estallar en cualquier momento.
Qué golpe para el ego fue eso.
—Bueno, no te preocupes; el bebé aún no está listo para hacer su debut.
—Apuesto a que tu deseo sexual se ha disparado. Mi hermana lo hizo.
—¿En serio? —Por favor, deja de hablar, Harper apenas se abstuvo de
agregar. Percibió la diversión de Knox y quiso abofetearlo.
—Oh, sí. Sabes, mi Raymond dijo que siempre había fantaseado con
tener sexo con una mujer embarazada. Todos tenemos nuestras
fantasías, pero algunas de las de Raymond me sorprenden.
Personalmente, no entiendo cuál podría ser la atracción de tener sexo
con una mujer embarazada, pero… —interrumpió, como si se diera
cuenta de que podría estar ofendiendo a Harper.
En este punto, Khloë, Raini y Devon, que estaban absolutamente
jodidas después de horas de beber tragos, prácticamente se doblaron
con una risa silenciosa.
Tomando una respiración profunda, Harper dijo:
—Bien, bueno, creo que es seguro decir que hemos llegado
oficialmente al final de esta conversación.
—Sí —dijo Polly con una risa temblorosa—. Antes de irme, déjame
darte un pequeño consejo…
Oh Dios, por favor no, quiso decir Harper. En cambio, bebió su agua
como si fuera tequila. Mientras escuchaba a Polly hablar sobre los
hombros anchos de su hijo, el uso de fórceps y la consecuente cabeza
cónica, agarró el brazo de Knox.
Por mucho que me gusten los consejos no solicitados, debes hacer que se
detenga.
Knox masajeó la nuca de Harper mientras redirigía hábilmente la
conversación al involucrar a Jolene, quien pronto logró alejar a Polly.
Está bien, tenías razón, cedió. La gente ve las barrigas de embarazo como
una luz verde para decir cosas inapropiadas.
Harper asintió, respirando para calmarse. Funcionó, pero esa calma la
abandonó rápidamente cuando vio que se acercaban nada menos que
Thatcher, Jonas y Alethea. El delfín sonreía, pero sus ojos eran duros.
Sin embargo, eso no fue lo que llamó la atención de Harper; era lo cerca
que estaba de Thatcher: invadían el espacio del otro de una manera
muy íntima.
Creo que Thatcher se está tirando al delfín.
Knox parpadeó. Eso sonaba mal en varios niveles.
Levi permitió a regañadientes que los tres demonios pasaran, dándoles
a cada uno de ellos una mirada de advertencia que no fallaron en perder.
Aparentemente, sin embargo, Alethea optó por ignorar la suya, porque
señaló el estómago de Harper y dijo:
—Entonces, ¡eso es lo que le pasó a mi pelota de playa! —Todos los
demás aspiraron un suspiro de sorpresa.
Total. Maldita. Perra. Harper se quedó mirándola sin comprender.
Quiere que la golpee, ¿no? Lo entiendo totalmente ahora. Su demonio
gruñó, queriendo levantarse y dar su propia advertencia. Harper apenas
logró evitar que saliera a la superficie.
Knox le frotó el muslo con dulzura, pero no le dijo ni una palabra a
Alethea. No necesitaba hacerlo, su mirada gélida fue suficiente para
hacerla palidecer.
Las chicas se deslizaron hacia adelante en sus asientos, pareciendo listas
para saltar. Khloë incluso se subió mangas imaginarias, como si se
preparara para dar un golpe sólido.
—Alethea —reprendió Jonas en voz baja. Luego les lanzó a Knox y
Harper una sonrisa amplia pero incómoda—. Me disculpo por el
comportamiento de mi hermana.
—Me he dado cuenta de que haces eso mucho —cortó Jolene.
La boca de Jonas se tensó.
—Estamos aquí en paz. Vine a ver cómo estaba Harper.
—Estoy bien, gracias —dijo Harper.
—Me imagino que estás ansiosa por ver el final del embarazo —evadió
Thatcher, con la sombra de una sonrisa en su rostro. Parecía estar
genuinamente tratando de entablar una conversación.
Harper asintió.
—Es difícil llevar la pelota de playa a todas partes —dijo secamente,
tomando la broma de Alethea y haciéndola propia. Los demás se rieron
y, como esperaba Harper, Alethea se sonrojó de ira. Impresionante.
—No creo que tu estómago sea realmente tan grande —dijo Raini—.
No para alguien a quien solo le quedan cinco semanas antes de que
nazca el bebé.
Devon asintió.
—Estaba pensando lo mismo.
Knox puso su brazo sobre Harper, apoyando una mano posesiva en su
muslo.
El bebé está molesto. Solo un breve toque de su mente fue suficiente
para que Knox sintiera una sensación de irritación.
Lo sé, dijo Harper. No sé si mis emociones se contagiaron o simplemente
se molestó porque yo estaba molesta.
Thatcher miró a Knox con expresión nostálgica.
—Ver nacer a tu hijo es algo increíble. Ser padre… te cambia. Para
algunas personas, eso es algo bueno. Para otros, no lo es, pero te
afectará de una buena manera. Eres un hombre que tiene claras sus
prioridades y cuida lo que es suyo —Le deslizó una mirada significativa a
Alethea y le dijo—: En realidad, solo hay un máximo de veces que tu
hermano puede salvarte. Un día, los empujarás demasiado lejos. No
habrá nadie que pueda ayudarte.
Se marchó.
Con las mejillas enrojecidas, Jonas asintió cortésmente.
—Disfruta tu noche. Es hora de irse, Alethea.
—Thatcher tiene razón —le dijo Knox antes de que tuviera la
oportunidad de irse—. Tus comentarios mezquinos están diseñados
para hacer que Harper se sienta mal consigo misma. No funcionan, que
es la única razón por la que respiras —Sus ojos se volvieron negros y su
demonio dijo—: Si alguna vez llega un momento en que la lastimas, no
habrá nadie que pueda mantenerte a salvo de mí.
Para sorpresa de Harper, el propio demonio de Alethea se elevó, pero
antes de que pudiera decir una sola palabra, Jonas lo ahuyentó
rápidamente. Pasaron unos momentos antes de que el demonio de
Knox finalmente se retirara.
—¿Estás bien? —Harper le preguntó.
—Debería estar preguntándote eso. Fue a ti a quien trató de lastimar.
Jolene hizo un sonido desdeñoso.
—Ignoradla. E ignorad todos estos “consejos” que os han dado, es solo
correo basura verbal. Y pensar que se arriesgarían a molestar a una
demonio embarazada... hay mucha gente que es simplemente, bueno,
estúpida. Tampoco escuches a ninguno de los otros, cariño. El
embarazo es una experiencia personal y subjetiva. Lo que la gente
puede olvidar es que todos lo experimentan de manera un poco
diferente. Es desafiante y puede dar miedo, pero es un regalo y un
privilegio. Disfrútala.
Harper sonrió.
—Lo haré. Gracias, abuela —Deslizándose hasta el borde del sofá,
dijo—: Larkin, tengo que orinar.
Y la tensión se rompió.
La arpía se rió entre dientes.
—Vamos.
Harper le dio a Knox un beso rápido y luego permitió que Larkin la
ayudara a ponerse de pie.
—Ooh, iré también —Khloë se levantó, balanceándose. Larkin puso una
mano en el hombro del diablillo y la sentó de nuevo. Khloë ni siquiera
pareció darse cuenta.
—Me quedaré aquí —balbuceó Raini—. Sabes que no me gusta cuando
la habitación da vueltas.
Devon bebió el resto de su Cosmo y se puso de pie.
—Iré contigo. Te cubro la espalda.
Harper no se molestó en señalar que el gato infernal apenas podía
caminar. Era una regla tácita que ninguno de ellos fuera solo al baño. A
Devon no le importaría que viniera Larkin; Devon sentiría la necesidad
de venir también.
Larkin permaneció frente a Harper mientras se dirigían a los baños. No
había necesidad de abrirse camino entre la multitud de personas, se
apartaron fácilmente ante la expresión de “no me pongas a prueba” en
el bonito rostro de la centinela.
A pocos metros de la puerta, Larkin se detuvo.
—Hija de puta.
—¿Qué es? —Harper siguió su mirada. E hizo una mueca—. Oh.
—¿Qué? —preguntó Devon desde atrás.
—Carla se dirige a los baños, con un ojo en Harper —dijo Larkin—. Por
qué a esta perra parece gustarle acecharte en los baños, Harper, no lo
sé —Larkin abrió la puerta del baño de señoras y se asomó al interior—.
La costa está despejada. Vamos.
Harper entró, pero Devon se quedó con Larkin.
—Ve, Harper —dijo el gato infernal—. Tenemos esto.
Larkin miró a Devon con el ceño fruncido.
—Soy una centinela, me ocuparé...
—Tenemos esto.
Harper suspiró.
—Lo que sea. Mantén a Carla alejada de mí.
Su demonio se volvería loco si la mujer se enfrentaba a Harper de nuevo.
Sola en los baños, Harper rápidamente hizo lo suyo; mientras tanto,
Larkin y Devon discutían con Carla afuera. Sus voces estaban
amortiguadas, gracias a la puerta cerrada y la música alta, por lo que
Harper no pudo entender lo que decían.
Después de lavarse las manos en el fregadero, se giró para agarrar unas
toallas de papel... y allí estaba McCauley. Casi saltó fuera de su maldita
piel.
—Jesús, chico, ¿qué pasa con andar a escondidas? —Su demonio se
agitó, ansioso y listo para defenderse.
Parpadeó.
—Tienes que correr.
El cuerpo de Harper se puso rígida.
—¿Correr? —No sonaba como una amenaza, pero...
—Te va a lastimar.
Muy bien, eso fue inesperado. Y malditamente espeluznante cuando se
hablaba con esa voz sin tono. Ella se lamió los labios.
—¿Quién? —Pero el chico se quedó mirándola con esos ojos
escalofriantemente vacíos—. No entiendo, McCauley.
—Yo no los maté.
Harper no tuvo que preguntar a quién se refería.
—¿Fue tu demonio? —Sacudió la cabeza. Frunció el ceño— ¿Sabes
quién lo hizo?
Él asintió lentamente.
Dios, tratar de sacarle información al niño era como tratar de sacarle
sangre a una piedra.
—¿Quién fue?
—Linda.
—¿Linda? —Harper descubrió que no estaba tan sorprendida por esa
respuesta. Una parte de ella siempre había pensado que algo andaba...
mal con la mujer. Aún así, muchas cosas no estaban bien sobre el niño
que presentaba acusaciones en la puerta de Linda, por lo que Harper no
estaba totalmente convencida— ¿Por qué?
—Quería que me quedara con ella. Y ella odiaba a Talia —Esto último no
tenía sentido— ¿Por qué odiaba a Talia?
—No lo sé —Hizo una pausa—. Seguía llamándome Sam. Le dije que
ese no es mi nombre y ella me gritó —La voz de Wyatt llegó a Harper...
Nuestro hijo nació muerto. Lo llamamos Sam. Pero Harper también
recordó la advertencia que Nora le había hecho a través de Dario:
cuando llegue el momento de matar al niño, no lo dudes.
¿Estaba el niño jodiendo con su cabeza, preparándose para lastimarla?
Su instinto decía que no, pero Harper no sabía qué pensar o creer. Su
demonio estaba demasiado nervioso para pensar con claridad y
ayudarla a resolverlo.
—No me gustaba estar en su casa —le dijo—. Mi demonio dijo que no
estábamos seguros allí.
—¿Por qué no me dijiste esto antes?
—No te conozco.
Era una respuesta simple pero muy adulta, pensó Harper, mientras
inclinaba la cabeza. Nadie con problemas de confianza pediría ayuda a
perfectos extraños. Y un niño que descubrió que toda su vida había sido
una mentira y cuya madre humana trató de matarlo definitivamente
tendría problemas de confianza.
—Linda dice que eres mala —agregó McCauley—. Pero mi demonio
cree que me protegerás de ella si te advierto.
—¿Por qué Linda pensaría que soy mala?
—Dijo que mataste a alguien a quien amabas.
De acuerdo, eso no tenía sentido para Harper. A menos, por supuesto,
que Linda sintiera algún afecto por Roan, lo cual no parecía probable.
—¿Dónde está Linda ahora?
—No lo sé, pero ella quiere lastimarte.
Harper abrió la boca para preguntar por qué quería la protección de
Linda, pero luego una nueva voz se unió a los demás fuera de la puerta.
Era familiar, pero demasiado amortiguada para que Harper lo ubicara.
—Escóndete —siseó ella.
McCauley corrió a uno de los puestos y cerró la puerta detrás de él. Sus
pequeños pies desaparecieron, y supuso que estaba parado en el
inodoro. Se preguntó si él habría estado allí cuando entró por primera
vez en los baños.
La puerta se abrió con un crujido, pero no fue Linda quien entró.
Era Nora. Harper se relajó.
—Hola, Nora. ¿Cómo estás?
—Bien, bien —Hizo un gesto hacia la puerta con un resoplido—. Carla
ha vuelto a sus viejos trucos. El centinela y tu amiga se encargan de ello.
Mírate. Estás brillando.
Harper tomó algunas toallas de papel y se secó las manos.
—Ay gracias.
Nora se acercó.
—El embarazo es un momento emocionante pero aterrador, ¿no es así?
—Definitivamente.
—Pero te ves feliz.
Harper asintió, con una sonrisa extendiéndose por su rostro.
—Lo estoy. Realmente… —Se estremeció cuando una descarga de
energía le subió por el brazo.
Nora levantó la mano a modo de disculpa.
—Buena electricidad estática.
Extrañamente inquieta, Harper dijo:
—Bueno, fue bueno hablar contigo, pero tengo que irme.
También necesitaba que Nora entrara en uno de los cubículos para que
McCauley pudiera escabullirse con Harper.
—Dale al centinela y a tu amiga la oportunidad de asustar a Carla
primero —aconsejó Nora—. No parece que estén teniendo mucha
suerte con eso. Están jugando con ella, burlándose de ella y dándole un
sermón sobre su fracaso como madre y como persona en general.
Harper se rió entre dientes, sacudiendo la cabeza.
—No debería encontrar eso gracioso —Pensó que tampoco debería
sentirse tan cansada de repente, pero una ola de fatiga la golpeó con
fuerza—. Maldita sea, debería haberme ido a casa antes.
—Sí, deberías haberlo hecho. Pero me alegro de que no lo hayas hecho.
Eso hubiera hecho las cosas mucho más difíciles.
Harper frunció el ceño. La voz de Nora sonaba metálica y lejana. Su vista
comenzó a nublarse y todo parecía borroso, pero se sentía tranquila.
Totalmente serena. Su demonio se sentía igual de pacífico.
Una brisa se formó detrás de ella, y Harper se dio la vuelta,
mórbidamente fascinada por el remolino de humo rojo y negro que
había salido absolutamente de la nada. Un portal, se dio cuenta.
—¿Qué.. ?
Una mano la agarró del brazo y la empujó hacia el humo.
CAPÍTULO DIECINUEVE

Abrir los ojos nunca había sido tan difícil, pero maldita sea, escocían.
Harper se lamió los labios agrietados. Tenía la boca completamente
seca y le dolía tragar. Su piel se sentía fría y cubierta de rocío,
especialmente la piel de su espalda, que sin duda era gracias a la tierra
húmeda debajo de ella.
¿Tierra?
Los recuerdos la abofetearon. Los baños. McCauley. Nora. El portal. Las
yemas de los dedos se clavaban en su brazo y la empujaban.
Bien, ahora.
Aparentemente, Nora tenía un jodido deseo de muerte. Obedecerla
sería un placer.
Obligándose a abrir los ojos doloridos, Harper se sentó con torpeza y
parpadeó un par de veces para aclarar su visión. Casi deseaba no
haberlo hecho, porque descubrir que estaba tendida en un pedazo de
tierra rodeado por ocho rocas altas no era una vista alentadora.
Una niebla fría flotaba sobre el suelo. Era delgada, por lo que no
empañaba su vista de su entorno. Y había que decir que su entorno era
bastante sombrío.
Parecía una extensión interminable de tierra verde y llena de baches.
Ocasionalmente, había arbustos enclenques, rocas cubiertas de musgo
o árboles retorcidos, pero por lo demás, la tierra llena de malezas era
llana y desnuda. Sin flores. Sin montañas. Sin puntos de referencia. Sin
color real. Era el tipo de lugar donde podías caminar y caminar y caminar,
y nada se vería diferente.
Había un silencio antinatural que solo fue interrumpido por el crujido de
las ramas de los árboles y el sonido espeluznante que hacía el viento frío
mientras se precipitaba sobre la tierra yerma y silbaba entre los
arbustos quebradizos. Traía consigo los olores de la hierba, la tierra y la
descomposición.
Mierda, necesitaba alejarse de aquí. Rápido.
¿Knox?
Nada.
Knox, por favor di que puedes oírme.
Aún nada. Mierda.
La adrenalina comenzó a bombear locamente por sus venas. Harper la
mantuvo tranquila, sabiendo que no le haría ningún bien al bebé si
perdía la cabeza. Además, su demonio estaba lo suficientemente
asustado por los dos.
Harper apoyó las manos en el suelo húmedo y se puso de pie con un
gemido. No fue tarea fácil con un bulto de bebé. Se cepilló las manos
para deshacerse de la suciedad y luego le dio un pequeño roce a dicho
bulto. Sus extremidades temblaban, pero no se sentía débil.
La niebla le daba al lugar una sensación espeluznante, pero eso no era
lo que tenía los pelos de la nuca y los brazos de punta. No, el suelo
irregular vibraba bajo sus pies, y esas vibraciones resonaban por todo su
cuerpo. No le gustó, porque no la hacían sentir cargada, la hacían sentir
mareada. Enfermiza. Sucia, incluso.
El viento volvió a soplar, rozando su piel y alborotando el vestido que
ahora estaba húmedo y manchado con vetas de suciedad. Se
estremeció, frotándose los brazos fríos, mientras le daba a su entorno
otra exploración minuciosa. ¿Dónde diablos estaba ella? Las nubes
grises estaban bajas, así que supuso que estaba en algún lugar alto. ¿La
habían arrojado aquí con la esperanza de que nunca encontraría el
camino a casa? ¿Y por qué, exactamente, la Nora la había enviado aquí?
Todas las preguntas eran válidas, pero Harper, sin embargo, no tenía la
intención de esperar y averiguarlo. Plantando los pies, llamó a sus alas:
Un dolor candente le recorrió la espalda y escupió una maldición viciosa.
Intentó llamarlas de nuevo, pero eso solo le valió más dolor. Su corazón
comenzó a acelerarse cuando el miedo se deslizó por su columna
vertebral. A pesar de ese miedo, el poder protector que vivía en su
vientre no se apresuró a llegar a la punta de sus dedos. Hubo una
brevísima chispa dentro de ella, pero nada más.
Algo estaba interfiriendo con sus habilidades, posiblemente el mismo
“algo” que parecía estar bloqueando sus intentos de contactar a Knox.
Bueno, parecía que tendría que salir de allí a la antigua usanza. Su
espalda protestó por la idea de caminar, pero no hacía falta ser un genio
para darse cuenta de que Nora no tenía cosas buenas en mente para
Harper; ella no podía darse el lujo de andar por ahí. No había camino de
tierra, por lo que era muy probable que se perdiera en la niebla.
Conociendo su suerte, incluso podría caer en un pantano o algo así,
pero estaría condenada si se quedaba quieta.
Harper eligió rápidamente una dirección al azar y comenzó a caminar,
cada paso rápido y...
Con un grito ahogado, se tambaleó hacia atrás y puso una mano en la
roca fría y áspera para sostenerse mientras las enredaderas brotaban
repentinamente de la tierra y comenzaban a deslizarse
amenazadoramente por el suelo. Observó cómo giraban alrededor de
cada una de las rocas, formando una gran cerca de follaje. Vale, así que
estaba atrapada. Bueno saberlo.
Su demonio siseó en voz alta, queriendo salir para poder atacar las
enredaderas. Harper luchó contra la entidad. No era la primera vez que
estaba prisionera, pero sí la primera vez que tenía que considerar la
seguridad de otra persona fuera de la suya. Si no hubiera estado
embarazada, se habría arriesgado con las enredaderas encantadas, pero
no estaba segura de si tomarían represalias o algo así.
Se congeló cuando la energía estática de repente llenó el aire. Su
cabello pareció levantarse, y un zumbido bajo atravesó el silencio
antinatural. Harper se giró hacia el sonido, y fue entonces cuando un
remolino familiar de humo rojo y negro apareció más allá de las rocas.
Bueno, mierda.
Momentos después, Nora salió de él, vestida con una túnica negra, con
las manos unidas como si estuviera orando.
Peor aún, la vieja perra fue seguida por un grupo de figuras
encapuchadas. ¿Qué?. ¿Mierda?
Dado que Nora había abierto un portal, había una cosa que Harper sabía
con certeza.
—Eres una hechicera —cortó ella.
Nora inclinó la cabeza con una sonrisa, como si le hubieran hecho un
cumplido.
—Eso es correcto. Supongo que asumiste erróneamente que yo era de
la misma raza que mi nieto. No. Pero si hubieras sabido que yo era una
hechicera, ¿habrías sospechado de mí como sospechaste que Thatcher
estaba involucrado en los ataques contra ti?
—Sí —dijo Harper con sinceridad—. No confío en mucha gente.
—Sensata.
Sí, pero no la había ayudado mucho en este caso. Harper miró a las
figuras encapuchadas y preguntó:
—¿Compañeros hechiceros?
—La mayoría, pero no todos —dijo uno de ellos, acercándose
sigilosamente a Nora y bajando la capucha. Linda. Le dedicó a Harper
una mirada desapasionada antes de mirar a Nora— ¿Cuándo me uno a
ella en el círculo?
Nora levantó una mano.
—Aún no.
Linda miró a su alrededor.
—¿Dónde está McCauley?
—No lo vi por ninguna parte, así que me fui sin él.
La boca de Linda se apretó.
—¿Incluso lo buscaste?
—Olvídate del chico. Puedes tratar con él en otro momento.
Harper miró a Nora mientras decía con un disgusto que su demonio
compartía:
—Supongo que eres uno de los Jinetes —Eso explicaría cómo había
sabido tanto sobre ellos.
—En persona —dijo Nora con orgullo.
Sí, carne que a su furioso demonio le encantaría pelar como una cebolla.
Harper podía ver la atracción en esa idea.
—¿Dónde estamos?
—En algún lugar especial —respondió Nora con una sonrisa soñadora
que era un poco espeluznante. Extendió los brazos e inhaló
profundamente—. Lo sientes, ¿verdad? Este lugar es un vórtice de
energía.
Un vórtice de energía... De acuerdo, entonces Harper había oído hablar
de eso. En pocas palabras, eran centros giratorios de energía que se
decía que eran edificantes, espirituales y capaces de aumentar la
energía interna positiva o negativa de las personas. Eso le habría dado
esperanza, ya que podía trabajar con energía; potencialmente podría
usarlo para aumentar sus habilidades. Pero este vórtice en particular...
había algo muy malo en él. La energía no era simplemente negativa, era
oscura. Ominosa. Casi malévola.
Su demonio no discriminaba cuando se trataba de poder. Bueno, malo,
a la entidad no le importaba. El poder era poder, en lo que a él se refería.
Pero incluso el demonio desconfiaba del vórtice, y eso decía mucho.
—Fue aquí donde tuve mi visión —le dijo Nora.
Harper frunció el ceño.
—Tienes conocimientos, no visiones.
—Ah, pero este lugar puede fortalecer las habilidades de una persona.
También puede debilitar tus habilidades, todo depende.
—¿De qué?
—Sobre lo que se le pide al vórtice.
—Y le has pedido mantenerme débil y contenida —acusó Harper.
La mente de Knox pasó como una brisa por la de ella: el toque fue débil,
pero estaba allí.
Te escucho, cariño. ¿Dónde estás?
El alivio inundó a Harper con fuerza, a pesar de que la voz telepática era
débil. Trabajando para mantener su cara en blanco, respondió:
No lo sé exactamente, pero estoy parado en una especie de vórtice de
energía, gracias a la maldita Nora. Me impide usar mis habilidades.
Y Harper necesitaba mantener a Nora hablando hasta que llegara aquí.
—¿Contrataste a los cazadores? ¿Por qué?
—Porque tuve una visión de ti dando a luz, de Linda y yo estando cerca,
y de ti liberando hermosas alas y escapando de nosotras. Necesitaba
que te quitaran esas alas. Lamentablemente, eso no funcionó. Traté de
hechizarte para debilitar tus habilidades, eso tampoco funcionó. Pero
usar el vórtice para contenerte y debilitarte probablemente sea lo mejor
en cualquier caso.
Lo que sería “mejor” sería que Nora y sus amigos fueran rebanados y
cortados en cubitos por un Hannibal Lecter de la vida real.
—¿Por qué tratar de secuestrar a Heidi?
—Ah, no lo hice. No estoy segura de quién lo hizo. Quizá fue el último
de los Jinetes.
Harper frunció el ceño. Si Nora no estaba segura de si su único cómplice
restante en el crimen era responsable o no, entonces eso sugeriría que...
—Ya no están trabajando juntos, ¿verdad?
—Digamos que no estaba de acuerdo con su creencia de que
deberíamos pasar desapercibidos por un tiempo —Su rostro se
endureció—. Estoy vieja. Esperé lo suficiente para que cayeran los
Primes. Una vez fui una Prime, ya sabes. Ahora le respondo a mi nieto
porque un Prime será desafiado por otros si no está en condiciones de
mantener su posición. Debido a que envejecí, me consideraron no apta
—La última palabra goteaba veneno—. Y ahora no soy más que un
demonio dentro de una guarida. Si no hubiera Primes, si hubiera
igualdad de derechos para todos los demonios, no se me consideraría
una antigüedad —añadió con amargura.
Harper negó con la cabeza.
—Nuestro tipo anhela demasiado el poder como para existir
simplemente uno al lado del otro y estar contentos como iguales. Las
jerarquías dentro de cada guarida existen por esa razón, y funcionan —
Pero Nora no estaba escuchando. Estaba mirando a su alrededor, con
una expresión serena, como si estuviera en un maldito prado o algo así.
Nora juntó las manos.
—Este es verdaderamente un lugar fascinante. El tiempo es diferente
aquí.
Al no gustarle el sonido de eso, Harper preguntó con cautela:
—¿Diferente, cómo?
—Una hora en el vórtice es un minuto en lugares más allá. Piensa en lo
que eso significa. Llevas aquí, digamos, una hora. Para cualquiera que
esté lejos de este lugar, solo has estado aquí un minuto.
A medida que se asimilaban las implicaciones de eso, el estómago de
Harper se hundió y el pánico la atravesó. Incluso si Knox fuera capaz de
atraparla a un ritmo supremamente rápido para él, habría pasado
suficiente tiempo aquí para que Nora acabara con la vida de Harper
primero.
—En otras palabras, no cuentes con un rescate, Harper. Llama a Knox
todo lo que quieras, no te escuchará. No, mientras estés atrapada en el
vórtice.
Eh. Bueno, en realidad eso no era correcto, pero Nora no necesitaba
saber eso.
—Encontrará una manera de llegar a mí.
—Oh, lo dudo.
—No deberías. La gente me ha lastimado y tomado antes, él siempre ha
venido por mí —Y tanto Harper como su demonio confiaron en que
volvería a por ella.
—No vendrá, Harper. Como dije, el tiempo es diferente aquí. Digamos
que Larkin va a los baños y descubre que te has ido; ella sentirá la
energía mágica sobrante, pero no entenderá que proviene de un portal.
Por supuesto, correrá hacia Knox. Él también sentirá la magia, pero es
muy poco probable que sienta que había un portal. Aún así, es lo
suficientemente inteligente como para saber que necesitará un
hechicero para “leer” la magia.
Se daría cuenta de que había un portal por la sencilla razón de que
Harper le había dicho: esa era otra cosa que Nora no necesitaba saber.
—Estoy segura de que encontrará uno, y estoy segura de que estarán
dispuestos a reabrir el portal para él. Sin embargo, ese proceso tarda
hasta quince minutos en completarse. Ahora sume todo ese tiempo y,
para Knox, serán, como mínimo, veinte minutos antes de cruzar el
portal. Son veinte horas para nosotros, cariño. Para entonces, estarás
muerta y todos nos habremos ido.
Está bien, eso estaba mal. Muy mal. Maldición, tenía que largarse de allí.
La expresión de Nora se volvió sobria mientras hablaba con sus
compañeros.
—En posición.
Mientras Linda se quedó quieta, cada uno de los demás siguió a Nora al
moverse para pararse cerca de una roca para rodear a Harper.
Otra inyección de adrenalina bombeó a través de Harper, y ella flexionó
los dedos.
—Supongo que tienes la intención de matarme ahora, antes de que
Knox tenga la oportunidad de llegar aquí —Y, lamentablemente, no
había nada que pudiera hacer para detenerlo.
—Todavía no —dijo Nora mientras ella y los demás se sentaban con las
piernas cruzadas—. Te quiero muerta, pero primero quiero al bebé. Si
no podemos destruir a Knox, al menos podemos controlarlo. ¿Qué
mejor manera que a través de su hijo?
El corazón de Harper golpeó contra sus costillas y sus rodillas casi se
doblaron. Puso una mano protectora en su estómago.
—No puedes tener el bebé.
—Oh, pero puedo. Tienes que entender, Harper, que no hay manera
real de que los demonios existan como iguales mientras alguien tan
poderoso vive. Knox podría tomar el control completo en cualquier
momento. Intentar matarlo no ha funcionado. Sosteniendo la seguridad
del bebé sobre su cabeza, sin embargo... sí, eso lo mantendría bajo mi
mando.
Nora levantó las manos y comenzó a cantar en voz baja. Los demás se
unieron y el aire viciado de repente se volvió pesado y opresivo. Las
nubes se espesaron y oscurecieron, haciendo que el cielo pareciera casi
magullado.
—¿Qué estás haciendo?
Fue Linda quien habló.
—Inducir el parto, por supuesto.
Harper negó con la cabeza, el estómago cayendo en picado.
—El bebé aún no está listo. Lo matarán.
—No —dijo Nora—. Tengo un equipo de personas en espera que
pueden brindarle el cuidado que necesite para garantizar que sobreviva.
—Y yo estaré allí para cuidar al bebé —declaró Linda, con la barbilla en
alto.
La sonrisa de Nora vaciló.
—Sí, estarás allí —Volvió a cantar y el viento se levantó, azotando los
árboles enredados y haciendo que la tierra se arremolinara en el aire.
Una ráfaga de viento voló hacia Harper, haciendo que su vestido
ondeara contra sus piernas. Presa del pánico, volvió a llamar a sus alas, y
aún más dolor la atormentaba. La mente del bebé tocó la de ella. Sintió
su miedo, y eso casi la rompió.
—No, no puedes tomar mi…
Se interrumpió cuando lo que parecían gotas negras de lluvia brotaron
de las yemas de los dedos de Nora y, rápidas como un rayo, golpearon a
Harper justo en el pecho. Intentó limpiárselas, pero se le hundieron en
la piel. Entonces sintió la magia dentro de ella. La sintió deslizarse
alrededor de sus huesos, serpentear alrededor de sus órganos y
asentarse sobre su matriz como una manta aceitosa.
—¿Qué carajo acabas de hacer?
El dolor estalló a través de su abdomen, y su útero se contrajo tan
fuerte que cayó de rodillas. Dolía como el infierno santo. Nunca había
sentido un dolor como ese, no cuando el poder de Knox se vertió en su
mente, no cuando los cazadores aserraron sus alas, ni siquiera cuando
su cuerpo pasó horas luchando contra el maleficio.
El viento se abalanzó sobre ella de nuevo, robándole el aliento y
golpeándola de culo. Las enredaderas brotaron de la tierra y ataron sus
muñecas, sujetando sus manos. Se las arregló para luchar contra su
agarre lo suficiente como para permanecer sentada en posición vertical,
pero no pudo liberarse. Trató de infundir fuego infernal en la hierba,
con la esperanza de que las enredaderas se incendiaran, pero solo salía
humo de sus palmas. Vórtice de mierda. Podía sentir su energía siniestra
y repelente deslizándose entre sus dedos.
Otro espasmo sacudió su útero, haciendo que su columna vertebral se
arqueara como un arco. Todos los ejercicios de respiración sobre los
que había leído se le fueron completamente de la cabeza. Apretó los
dientes contra el dolor, apretando sus brazos atrapados y manos y sin
querer raspando el suelo. Sus hombros se hundieron cuando el dolor
finalmente se desvaneció. Su corazón latía con fuerza en su pecho
apretado, sus respiraciones entraban y salían de ella.
—¡Los mataré a todos, lo juro por Dios, lo haré!
—No, no lo harás —dijo Nora con calma—. Ni siquiera tendrás la
oportunidad. Una vez que nazca el niño, esa magia que absorbiste
atacará cada célula de tu cuerpo; estarás muerta en unos momentos.
Un dedo fantasmal de miedo se deslizó por la nuca de Harper, pero no
dejó que ese miedo se mostrara. Su demonio saltó a la superficie y dijo:
—Morirás esta noche. No lo dudes.
Los ojos de Nora parpadearon.
—Linda —dijo, su voz como un látigo—, entra en el círculo.
Las enredaderas que bordeaban las rocas se abrieron para dejar pasar a
Linda, y luego la perra se agachó frente a ella.
—No me toques —escupió Harper.
—Estás a salvo de mí hasta que ese bebé haya salido —No era un
consuelo, era una afirmación de un hecho que carecía de compasión.
Puso sus manos sobre el estómago redondeado de Harper—. El bebé
está en posición, con la cabeza hacia abajo.
Harper sintió un calor abrasador brotar brevemente de su estómago:
era la cosa más extraña y tenía una sensación casi vengativa.
Linda tiró de sus manos hacia atrás, como si se quemara.
—Maldito vórtice —se quejó.
Pero ese no había sido el vórtice. Tampoco había sido Harper o su
demonio. Le gruñó a Linda.
—Nunca me quitarás a mi bebé. Nunca.
La boca de Linda se curvó en una sonrisa cruel.
—Por supuesto que lo haré. Y no hay nada que puedas hacer para
detenerme.
***

Knox tomó otro trago de su gin-tonic, buscando señales de que Harper


se acercara. Se había ido por unos buenos cinco minutos ahora, y él
suponía que había sido asaltada por demonios entrometidos que la
felicitaban y la interrogaban al mismo tiempo.
La llevaría a casa tan pronto como volviera con él, decidió. Habían
estado allí durante un tiempo cortés y no se verían groseros al irse en
este punto.
—Mierda —murmuró Levi, poniéndose en alerta máxima.
Knox dejó su copa, la tensión creciendo dentro de él.
—¿Qué? —Pero luego vio que Larkin y Devon se acercaban
rápidamente... sin Harper. La ansiedad estalló a través de él. Se levantó
y se encontró con la mirada ansiosa de Larkin— ¿Dónde está ella?
—Yo… —Larkin tragó—. No lo sé —habló a toda prisa—. Entró en los
baños mientras Devon y yo lidiamos con Carla, y luego simplemente
desapareció.
Las palabras lo sacudieron, golpeándolo con tanta fuerza que el aliento
se le quedó atrapado en la garganta. Por fuera, no movió un músculo.
Por dentro, titubeó, esforzándose por absorber las palabras. Su
demonio dejó escapar un rugido gutural. Harper había estado allí con él
hacía apenas unos minutos. ¿Cómo diablos podía haberse ido?
¿Harper? ¿Harper? Extendió la mano para acariciar su mente, pero
apenas logró tocarla, como si hubiera algo tratando de interponerse
entre su mente y la de él. Harper, cariño, dime que estás bien.
Estaba viva; eso lo sabía, y eso se aferró a él como si fuera un
salvavidas... porque era un salvavidas. La necesitaba, no sería capaz de
existir sin ella.
Quería moverse, actuar, hacer algo, pero se sentía clavado en el lugar.
—¿Harper se ha ido? —Jolene mordió. El suelo y las paredes
comenzaron a temblar, y eso sacó a Knox de su zona.
Avanzó hacia Larkin.
—¿Cómo puede simplemente desaparecer? —Su voz era un murmullo
bajo que vibraba con rabia, pero ella no se acobardó.
—La única persona que estaba en los baños cuando entré buscándola
era él —dijo la arpía—. Dice saber quién se la llevó.
Fue entonces cuando Knox notó a McCauley a su lado. Una oscura
sospecha susurró en su mente. ¿Podría el niño haberla dañado? Dario les
había advertido que podría necesitar que lo mataran. Knox se agachó
frente al chico.
—¿Sabes quién tiene a Harper?
McCauley asintió, con los ojos en blanco.
—Una mujer vieja.
No era una respuesta que Knox hubiera esperado escuchar.
—¿Una mujer vieja?
—Harper la llamó “Nora”.
Knox no mostró sorpresa, pero Jolene sí soltó una serie de maldiciones
que lo hicieron pensar en Harper, y pensar en su pareja, desaparecida y
posiblemente herida, hizo que se le revolviera el estómago.
—Nora nos pasó para ir a los baños —dijo Devon, con los ojos
húmedos—. También se había ido.
Lo que significaba que, o bien el chico decía la verdad o bien se habían
llevado a Nora. Inclinándose hacia la primera explicación, Knox
preguntó:
—¿A dónde llevó a Harper, McCauley?
—Había humo —dijo el niño—. Era rojo y negro, y se arremolinaba.
—Un portal —dijo Levi.
—¿Nora llevó a Harper a través de un portal? —preguntó Raini, con voz
temblorosa.
—Luego desapareció —agregó McCauley.
Knox salió furioso del área VIP, cruzando hacia los baños con pasos
decididos. Abrió la puerta de un empujón, con la esperanza de
encontrar a Harper de pie allí sonriendo; con la esperanza de que todo
fuera una gran broma enfermiza por la que le daría una palmada en el
culo más tarde. Pero no había Harper. Sin embargo, estaba el residuo de
energía de un portal: era como electricidad estática en el aire.
Susurró sus dedos sobre la energía persistente.
—Puedo sentirlo —dijo con los dientes apretados, sabiendo que los
demás lo habían seguido adentro—. El portal estaba justo aquí.
—No sé sabe adónde condujo —gruñó Tanner, con la voz dura como la
piedra, los músculos rígidos.
—Podrían estar en cualquier parte.
¿Knox? Knox, por favor di que puedes oírme.
Sus ojos se cerraron ante el sonido de la voz de Harper, a pesar de que
su vínculo telepático parecía débil y casi distante.
Te escucho, cariño. ¿Dónde estás?
No lo sé exactamente, pero estoy parado en una especie de vórtice de
energía, gracias a la maldita Nora. Me impide usar mis habilidades.
—Harper dice que está parada en un vórtice de energía —dijo Knox,
cerrando los puños. Le dolía la parte posterior de la garganta y le
costaba tragar—. Le impide usar sus habilidades.
Dejándola indefensa, tal como lo había estado una vez no hacía mucho
tiempo.
—¿Puedes oírla? —preguntó Jolene, con las cejas juntas—. Sigo
llamándola, pero no me responde.
Los centinelas y los demonios femeninos asintieron, afirmando lo
mismo.
—Tal vez sea porque están anclados o algo así —sugirió Raini, con las
manos atascadas bajo las axilas.
—Le advertí a Harper que corriera —dijo McCauley, en tono plano—.
No corrió.
Knox frunció el ceño.
—¿Huir de Nora?
Sacudió la cabeza.
—Linda —dijo simplemente, sin la urgencia o el miedo en su voz que
estaba sintiendo Knox.
Bastardo como era, Knox ansiaba sacudir al chico y sacar todo lo que
sabía de él. Tal vez lo sintió, porque McCauley dio un paso adelante y
dijo:
—Léeme la mente.
Debido a que el toque de Knox fue una invitación, no le causó ningún
dolor a McCauley cuando Knox inyectó su mente en la de él. Knox
ahondó en sus recuerdos, vio al chico mirando el desfile. Vio a Linda
taparle la boca con una mano y arrastrarlo hasta un callejón. La escuché
hablar por el teléfono que luego comenzó a sonar.
—¿Qué? —Linda espetó a su interlocutor—. Aún no. Te veré una vez
que haya matado al mocoso... Por supuesto que esto es importante
para mí: quiero a ese bebé incluso más que tú, pero este niño pagará
primero. No es como si me necesitaras para agarrar a Harper por ti o
inducir el parto; Puede que seas vieja, pero no hay nada débil en ti...
Bien—. Linda luego terminó la llamada y dirigió su atención al niño en
sus brazos—. Todo lo que tenías que hacer era amarme. Pero no, no lo
harías. Me dejaste. Nadie me deja.
Knox observó cómo McCauley le mordía la mano y luego corría mientras
ella gritaba:
—¡Ay! ¡Vuelve aquí, pequeño bastardo!
Luego, Knox aceleró a través de los recuerdos, viendo una versión de
avance rápido de McCauley huyendo de Linda, escondiéndose en los
baños y finalmente llegando a Harper.
—Tienes que correr —dijo.
Con el corazón en la garganta, Knox observó cómo Nora hablaba con
Harper antes de obligarla a entrar en un portal. Tragando saliva, Knox
apartó su mente de la del chico.
—Gracias por intentar ayudar a Harper, McCauley. Puedes decirle a tu
demonio que ella y yo te mantendremos a salvo de Linda.
De pie, Knox les dio a los demás un resumen de lo que sucedió.
Devon se llevó una mano a la boca.
—Oh, Dios, no. El bebé aún no está listo para nacer.
Jolene frotó la espalda del gato infernal, sus ojos duros.
—Parece que no les importa eso —Había una gran cantidad de
intenciones letales en su tono.
—Linda es partera —dijo Keenan—. Nora probablemente la reclutó
para ayudar con el parto.
La puerta se abrió de golpe y Thatcher irrumpió con su guardaespaldas
centinela detrás de él. Su mirada recorrió a todos.
—Mi centinela los vio a todos precipitarse dentro como si los
persiguiera una manada de perros del infierno salvajes. ¿Qué ha
sucedido?
Knox lo habría enviado, pero quería ver la reacción de Thatcher ante la
noticia.
—Alguien secuestró a Harper. La llevaron a través de un portal.
La conmoción cruzó por el rostro de Thatcher, y parecía genuina.
—¿Estas seguro?
—¿Parece que estoy bromeando?
Thatcher se abrió paso entre los demás y levantó la mano, sin duda
leyendo la magia en el aire.
—Tienes razón. Podría reabrir el portal para ti. ¿Confías en mí?
—No.
Thatcher dejó escapar un breve suspiro.
—¿Me permitirás reabrirlo por ti?
Knox entrecerró los ojos.
—¿Por qué lo harías?
—A nadie le gusta vivir bajo una nube de sospecha. Tal vez si te ayudo,
ya no sospecharás que quiero hacerle daño a tu pareja.
Knox, dijo Harper, la voz aún débil. Tengo miedo.
Su miedo atravesó su alma y casi lo hizo retroceder un paso.
Va a estar bien, cariño. Estoy aquí contigo. Voy a encontrar alguna manera
de llegar a ti, lo juro. Sólo espera por mí, ¿de acuerdo? Espera. Knox
asintió hacia Thatcher.
—¿Cuánto tiempo tardará?
—Normalmente, el proceso tomaría quince minutos. Soy un hechicero
fuerte. Debería ser capaz de hacerlo en diez.
Era demasiado tiempo, pensó Knox. Pero hasta ahora, era la forma más
rápida de llegar a ella. Se hizo a un lado, dándole espacio al otro Prime.
—Necesito que se haga rápido.
Con su centinela ahora a su lado, Thatcher inmediatamente se puso a
trabajar.
—¿Crees que Dario está trabajando con Nora? —Jolene le preguntó a
Knox.
—Mi instinto dice que no, pero eso no significa que no pueda saber algo
—Knox se volvió hacia Tanner—. Tráelo aquí, pero no le hagas saber
que hay un problema, no quiero que su centinela interfiera.
El sabueso infernal asintió y luego desapareció de los baños.
Con los músculos tensos, Knox permaneció en posición. Quería
pasearse, maldecir y abrir un agujero en la puerta del establo. En cambio,
se mantuvo completamente inmóvil, a pesar de que se sentía nervioso,
inquieto y peligrosamente nervioso. Su pecho estaba tan apretado que
estaba sorprendido de poder respirar sin jadear.
Cuando las demonios comenzaron a hablar, expresando su
preocupación por Harper, Knox bloqueó su conversación. No podía
permitirse pensar en lo que le podría estar pasando a Harper; si lo hacía,
perdería su capacidad de concentración. Pero a pesar de sus mejores
esfuerzos, las imágenes de lo que Nora podría estar haciéndole a ella
seguían parpadeando en su mente, cortando su control desgastado.
No había solo furia inundando sus venas; había culpa. Debería haberla
protegido mejor. Nunca debería haberla dejado apartarse de su lado ni
por un momento. Al tener cuidado de no hacer que se sintiera sofocada,
la puso a ella y a su hijo en peligro. Y sabía que nunca se lo perdonaría.
La ira fría de su demonio hizo eco a través de él. Extrañamente, el
demonio no estaba despotricando y delirando. No estaba exigiendo
venganza o presionando por el control. Si la entidad fuera capaz de
sentir culpa, Knox se habría preguntado si se culparía a sí misma de la
misma manera que Knox se culpaba a sí mismo. No sabía por qué la
entidad estaba tan extrañamente tranquila y quieta, no estaba
dispuesto a comunicarse con él en ese momento.
Solo hubo otra vez que el demonio había estado tan silencioso a pesar
de su furia... el mismo día que se había encargado de destruir el culto en
el que Knox se había criado cuando era niño. Por lo general, el demonio
no planeaba ni elaboraba estrategias: actuaba solo por emoción y no le
importaba mantener la compostura. El hecho de que ahora parecía
estar elaborando una estrategia en silencio no alivió a Knox. Harper le
había dicho que la asustaba cuando Knox estaba tan engañosamente y
antinaturalmente tranquilo. De todos modos, la calma antinatural de su
demonio lo preocupaba.
—Knox —dijo Larkin con voz tímida—, lo siento mucho. Debería haber
venido aquí con ella. Todo esto es mi puta culpa.
Khloë negó con la cabeza.
—No, arpía, no lo es. La culpa es de Asquerosa Nora y de quienquiera
que la esté ayudando. Harper te diría lo mismo si pudiera.
Jolene asintió.
—Nadie te culpa, Larkin. Te dijeron que protegieras a Harper y eso fue
exactamente lo que hiciste al mantener a Carla alejada de ella. No
podrías haber sabido que Nora le haría daño, especialmente porque la
mujer defendió a Harper contra Carla en la cafetería no hace mucho
tiempo.
Larkin miró a Knox, los ojos aún nublados por la culpa.
—Entiendo si quieres ejecutarme por fallarle a Harper, pero permíteme
ayudarte a encontrarla y salvarla primero.
—No tengo intención de ejecutarte, Larkin. Tú no tienes la culpa.
Esa fue la mayor tranquilidad que Knox pudo ofrecerle mientras la ira y
el terror bombeaban a través de él. Giró el cuello y los hombros,
tratando de aliviar la tensión de sus músculos, pero no funcionó. Nada
menos que tener a Harper frente a él lo calmaría.
Ya se había preocupado bastante por lo bien que iría el parto, aunque le
había ocultado esas preocupaciones. Le había jurado que estaría con
ella todo el tiempo. La idea de que ella lo enfrentaría sola, aunque solo
fuera por el breve tiempo que le llevaría a él llegar hasta ella, lo desolló.
Su mirada se dirigió a la puerta cuando se abrió y Tanner entró con
Dario.
El Prime miró a su alrededor, pareciendo tanto curioso como
confundido.
—Tanner dijo que necesitabas mi ayuda, pero no dijo qué estaba mal.
Knox lo inmovilizó con una mirada sin pestañear.
—¿Sabes lo que ha hecho? ¿Eres parte de esto?
Dario parpadeó.
—¿Que estás..?
Knox se abalanzó y empuñó su camisa.
—No me jodas ahora mismo.
—Te lo juro, no sé lo que quieres decir —Dario miró a su centinela en
busca de ayuda, pero Tanner y Keenan estaban reteniendo al macho.
—Nora se llevó a Harper —gruñó Knox.
Los ojos de Dario regresaron a él y se quedó inmóvil, juntando las cejas.
—No. No, ella no haría eso.
—Oh, pero ella lo hizo. Tengo un testigo ocular que dice que la llevó a
través de un portal —Knox lo soltó con un empujón—. La propia Harper
me ha informado telepáticamente que Nora está con ella y quiere al
bebé. Está induciendo el parto mientras hablamos.
Dario se arregló la camisa y sacudió frenéticamente la cabeza.
—No, mi abuela nunca haría algo así. No tiene por qué hacerlo. No
podría ganar nada de eso.
Levi habló:
—Hay muchas razones por las que alguien querría al hijo de Knox, y lo
sabes
—Vendió…
—El hecho de que alguien sea viejo no significa que sea frágil o
inofensivo —dijo Jolene—. También tiene ayuda. No está trabajando
sola.
La boca de Dario se abrió.
—No me digas que crees que es uno de los Jinetes —se burló.
—Es posible —dijo Levi—. Sabía mucho sobre ellos. Tal vez fue por eso.
Dario le lanzó una mirada impaciente.
—Si ella fuera uno de ellos, ¿por qué te haría saber de ellos?
—Por las mismas razones por las que los asesinos en serie alertan a la
policía —dijo Levi—. Por atención. Para crear miedo. Si la gente no es
consciente de que algo o alguien existe, no tiene ningún poder sobre
ellos.
—Acéptalo —espetó Knox—, tu abuela secuestró a Harper. Quiere a mi
hijo. Hazme creer que no eres parte de este complot y dime adónde la
llevaría Nora.
Frotándose una mano por la cara, Dario dijo:
—Simplemente no puedo creer que ella...
—Créelo, porque ella lo ha hecho. Convénceme de que no tuviste parte
en esto, o te juro que acabaré contigo ahora mismo.
Dario se mantuvo erguido, luciendo listo para desafiar a Knox.
Sabiamente, no lo hizo.
—No he jugado ningún papel en lo que le ha pasado a tu compañera.
Knox, ¿dónde estás? No quiero hacer esto sola.
Casi se estremeció. El dolor en esas palabras lo destripó.
—¿Cuánto tiempo más va a tomar esto?
—El proceso es lento, lo sé —dijo Thatcher—, pero voy lo más rápido
que puedo.
Knox rozó suavemente su mente contra la de ella.
No estás sola, la tranquilizó. Estoy aquí, y estaré físicamente contigo muy
pronto.
—¿Hay un límite para cuántas personas pueden atravesar el portal? —
preguntó Levi. Cuando Thatcher negó con la cabeza, Levi se volvió hacia
Knox y le dijo:
—Voy contigo.
—Nosotros cuatro vamos —dijo Tanner, refiriéndose a cada uno de los
centinelas. Knox miró a Jolene—. Necesito que te quedes aquí.
—Necesitas que guarde el portal y me asegure de que Thatcher no
intente atraparte allí —dijo Jolene comprendiendo.
Sí, porque Knox no podía confiar en su capacidad de pirotransportación
si el lugar donde retenían a Harper lo debilitaba.
—Lo mataré en el acto si lo hace —prometió Jolene.
—Y yo ayudaré —dijo Khloë.
—El portal permanecerá abierto —aseguró Thatcher a Knox—. Nadie
más entrará o saldrá de él, y no debes preocuparte de que intente
atraparte.
—Espero que ese sea el caso, Thatcher —dijo Jolene—, porque prefiero
no matarte.
Mordiéndose el labio, Raini se adelantó.
—¿Crees que el bebé vendrá esta noche?
Knox asintió.
—Tendré que hacer arreglos para que Rodgers esté esperando en la
mansión, listo para Harper. No hay otro lugar en el que esté
completamente segura mientras da a luz.
—Yo arreglaré todo eso —le dijo Jolene, sacando su teléfono celular—.
Todo estará listo. Ciaran puede teletransportar al doctor y lo que
necesite a tu casa. Solo concéntrate en llegar a Harper.
Knox podría haber protestado, pero sintió que Jolene necesitaba ser
proactiva, necesitaba sentir que estaba haciendo algo. Podría parecer
tranquila, pero sin duda estaría lejos de serlo.
Se acercó a Harper. Ya casi terminamos de reabrir el portal, nena, solo
espera por mí.
CAPÍTULO VEINTE

La agonizante contracción pasó y Harper casi se desplomó en el suelo.


Sus rodillas, espalda y hombros se sentían rígidos por estar en la misma
posición durante tanto tiempo. Pero ella no cedió al impulso de
acostarse. No, no se haría aún más vulnerable de lo que ya era.
Con movimientos clínicos, Linda usó un paño para secar el sudor de la
frente de Harper. Era un desastre jadeante, gimiente y sudoroso, y sabía
que su cara probablemente estaba demacrada y pálida. Sus ojos se
humedecieron tanto por el dolor como por el fuerte viento que seguía
golpeando su rostro, robándole el aliento. Al menos el inquietante
sonido la ayudó a bloquear el espantoso canto monótono que irritaba
cada nervio que poseía.
Atada mientras estaba rodeada de personas encapuchadas que
cantaban, podría haberse sentido más como si estuviera teniendo un
exorcismo que como si estuviera de parto si no fuera por los
insoportables espasmos que continuamente sacudían su matriz.
No estaba segura de cuánto tiempo había estado en esto. Los minutos
pronto se convirtieron en horas, y las horas se sintieron como días a
medida que la asaltaban calambres tras calambres. Con el paso del
tiempo, los intervalos entre ellos se hicieron cada vez más cortos y el
dolor se hizo más intenso.
Siguió comunicándose con Knox, pero solo tuvo noticias de él
ocasionalmente. Sabía que las largas pausas en esas conversaciones se
debían a la diferencia en el tiempo que pasaba para cada uno de ellos.
Para Knox, estaba hablando con ella unas cuantas veces por minuto.
Para Harper, era un par de veces por hora y sus respuestas siempre
tardaban en llegar a ella.
Por supuesto, él no sabía nada de eso. Se lo había guardado para sí
misma porque sabía que la verdad de que había estado en agonía
durante horas lo torturaría, al igual que sabía por las otras veces que le
habían arrebatado exactamente lo duro que cabalgaría su demonio.
Dios, realmente estaba harta de ser secuestrada. La primera vez, los
culpables querían capturar a Knox; ella no había sido más que un cebo.
La segunda vez, ella había sido de hecho el objetivo. Esta vez, el bebé
era lo que querían los secuestradores. Si pensaban que le pondrían las
manos encima a su hijo, estaban locos de atar.
—Toma —dijo Linda, acercando una botella de agua a la boca de Harper.
Con la garganta seca y los pulmones ardiendo con cada respiración,
Harper tragó el agua, sin preocuparse de que pudiera estar drogada. No
le darían nada que pudiera matarla, la magia oscura haría eso por ellos
una vez que naciera el bebé.
Bueno, Linda probablemente estaría tentada a matarla de antemano,
considerando que ahora lucía un gran moretón en la mandíbula. A su
demonio le encantaba verlo. Lástima que las enredaderas hubieran
sujetado los pies de Harper para evitar que volviera a patear a la perra.
—Apuesto a que estás deseando estar en un hospital en este momento
con una epidural —dijo Linda con una sonrisa—. Lo siento, no hay alivio
para el dolor para ti.
Harper entrecerró los ojos.
—Espero cagarme en ti —Había oído que a veces las mujeres lo hacían
durante el parto y esperaba que no le pasara a ella. Ahora, sin embargo,
sería un puto placer.
Los labios de Linda se apretaron.
—No será nada que no haya visto antes.
—Yo no estaría tan segura de eso. Hace dos días que no cago. Tengo un
montón almacenado allí.
Su demonio podría haberse reído de eso si no hubiera estado tan
nervioso.
Un dolor paralizante una vez más atravesó su útero, haciendo que su
espalda se arqueara. Probó la sangre y se preguntó distantemente si se
había mordido la lengua. No importaba. Lo que importaba era el bebé, y
pensó que tenía que ser aún más difícil para el bebé, ya que estaba
bastante atascado en lo que no podía ser una posición cómoda.
—¿Qué tan dilatada está? —preguntó Nora, con la voz un poco ronca
debido a cantar sin parar durante Dios-sabe-cuánto-tiempo. Ignorando
las maldiciones de Harper, Linda revisó y respondió:
—Cuatro centímetros.
—¿Qué? —recortó una de las figuras: Harper lo había apodado “Whiner”
porque gemía constantemente sobre su lento progreso— ¡Esto ha
durado demasiado! —Al igual que los demás, su rostro estaba pálido y
su expresión tensa. Todos estaban cansados y debilitados. ¡Ja!
—El trabajo de parto puede ser lento, especialmente cuando es el
primer embarazo de una mujer —explicó Linda—. Te he dicho una y
otra vez que puede ayudar si dejamos que Harper cambie de posición,
pero estás decidida a mantenerla quieta.
Whiner resopló y luego habló con Nora.
—Necesitamos encontrar una manera de acelerarlo. Puedes estar
segura de que Knox no puede llegar a ella a tiempo para ayudarla, pero
yo no.
Esa fue la primera pizca de sabiduría que mostró.
—Si lo aceleramos, corremos el riesgo de lastimar al niño —dijo Nora.
Eso no pareció molestar a ninguno de ellos, notó Harper. Malditos
bastardos.
—Y si no lo hacemos —comenzó Whiner—, corremos el riesgo de
encontrarnos en manos de Knox Thorne, no, gracias.
Otro hechicero, a quien Harper llamó “Jumpy” porque parecía estar
nervioso y escaneaba constantemente el paisaje como si esperara que
Knox saltara sobre él, dijo:
—Tiene razón, Nora. No podemos correr más riesgos de los que ya
tenemos.
Después de una larga pausa, Nora dijo:
—Entonces tómate un breve descanso y recárgate.
Con la esperanza de retrasar que reanudaran su horrible canto, Harper
le habló.
—No entiendo. Si eres uno de los Jinetes, ¿por qué nos hablaste de ellos?
Nora destapó una botella de agua y bebió un largo trago.
—Porque la gente necesita saber sobre nosotros, y los Primes deben
temer lo que se avecina.
—Pero describiste a Roan, básicamente le entregaste… —La
comprensión golpeó a Harper justo en la cara—. Lo querías muerto, ¿no?
Nora se limitó a encogerse de hombros.
—Tenía que irse. Se convirtió en un lastre. Había perdido el control de
Crow y estaba demasiado cegado por su odio hacia ti para ser eficiente.
Sabía de mi visión, sabía que vendría un bebé, pero te quería muerta
demasiado como para ver el panorama general. No podía arriesgarme a
que te matara —Tomó otro largo sorbo de agua y luego volvió a
taparlo— ¿Todos listos?
Harper fue a hablar de nuevo, pero la golpeó otra contracción. Cuando
se desvaneció, estaba temblando febrilmente... y era demasiado tarde
para entablar más conversación con Nora. La vieja perra reanudó ese
horrible canto, y los demás se unieron rápidamente. El canto era más
fuerte ahora, y las palabras llegaban más rápido. Había un borde
frenético en ellas que no había estado allí antes.
El viento aulló mientras aumentaba su intensidad, azotando y
enredando el cabello de Harper. Los árboles crujieron bajo su fuerza
brutal, y ella esperaba que uno de ellos rompiera y golpeara a uno de los
hechiceros justo en la maldita cabeza.
Se estremeció ante el agudo estallido del trueno y tuvo la satisfacción
de ver a Linda casi salirse de su piel. Esa satisfacción la abandonó
cuando otra contracción casi la hizo doblarse, esta más dolorosa que
cualquier otra anterior. Cuando se detuvo, jadeó:
—Háblame de Sam.
Linda retrocedió como si la hubieran abofeteado.
—Apuesto a que dolió cuando lo perdiste —dijo Harper suavemente—.
Apuesto a que nunca has sentido un dolor así antes o después. El peor
día de tu vida, ¿verdad?
—Con mucho.
—Y aún así quieres quitarme a mi bebé. Tú, más que nadie, deberías
saber qué injusticia es perder a tu propio hijo.
La culpa brilló en los ojos de Linda por un breve momento.
—De todos modos, no te dejarán vivir para quedártelo. Solo lo tomaré
porque no hay nadie más.
—Ahí está Knox —señaló Harper. Llegó otra contracción y robó lo que
estaba a punto de decir. Mientras gemía y jadeaba, los rayos destellaron
repetidamente dentro de las nubes. Era una tormenta eléctrica aislada
que parecía demasiado cercana para el gusto de Harper.
Knox, ¿dónde estás? No quiero hacer esto sola.
No había imaginado que sucediera de esta manera. Ni una sola vez.
Su demonio hizo una pausa en su delirio, enviando a Harper la impresión
de que eran uno, diciéndole que no estaba sola. Era la primera vez que
la entidad le ofrecía algún tipo de apoyo. Pero claro, tenían un objetivo
común: tenían que proteger al bebé. Simplemente no estaban seguros
de cómo lo harían.
Los terribles hechos eran que la superaban en número, estaba
restringida, no estaba en condiciones físicas para luchar y no podía
acceder a sus habilidades. Además, había sido infectada con algún tipo
de magia oscura que la mataría casi instantáneamente después de dar a
luz.
En suma, estaba jodida. Pero eso no significaba que renunciaría a la
esperanza. Esa no era ella.
Ya casi terminamos de reabrir el portal, nena, solo espera por mí.
La esperanza se encendió. Cerró los ojos, imaginándolo allí de pie,
calmado y apoyándola para mantener a raya sus propios miedos.
—Date prisa, Knox.
Debió haber dicho eso en voz alta, porque Linda resopló.
—Nadie va a venir por ti. Incluso si lo hicieran, llegarían demasiado
tarde, tal como dijo Nora.
—La mierda de Nora.
Linda inclinó la cabeza.
—Posiblemente.
—Sin embargo, estás trabajando para ella.
—Trabajando con ella. Me necesita.
Harper no podía imaginarse a Nora necesitando a Linda. Lo que
necesitaba era una partera; una que se arriesgaría a ir en contra de
Harper y Knox; una que era prescindible y podía ser manipulada para
ayudar. Pero Harper no entendía por qué había sido tan fácil de
manipular.
—¿Por qué ayudar a Nora?
—No deberías haberme quitado a McCauley, Harper. Y definitivamente
no deberías haber matado a Jeanna. Era mi mejor amiga.
Muy bien, eso fue una sorpresa.
—También era un demonio a sueldo que intentó matarme y llevó a
Knox a una trampa.
—Lo sé. Realmente no estoy haciendo esto por ellos de todos modos.
Lo hago porque Nora me hizo un muy buen trato. Si la ayudo, me
quedaré con tu bebé —Linda sonrió, pero era una sonrisa
espeluznante—. Nora lo sostendrá sobre la cabeza de Knox, pero no
puede cuidarlo sola. Ahí es donde entro yo.
El demonio de Harper gruñó.
—¿Qué pasa con Wyatt?
Linda se rió.
—Oh, no te sientas mal por Wyatt. Ha tenido muchas aventuras a lo
largo de los años.
—Talia —adivinó Harper, recordando lo que McCauley había dicho
acerca de que Linda odiaba a la demonio.
Sorprendida, Linda parpadeó.
—Sí, ella era una de ellas. ¿Cómo lo supiste?
—Suposición salvaje —Harper apretó los dientes cuando otra
contracción sacudió su útero. Cuando finalmente se calmó, ella
preguntó—: Si odiabas a Talia, ¿por qué te habrías quedado con su hijo?.
Ofendida, Linda miró fijamente.
—Nunca castigaría a un niño por los errores de otra persona. Si yo fuera
ese tipo de persona, no estaría dispuesta a criar a este bebé, ¿verdad?
Lo criaré como mío, Harper —se burló—. Creerá que soy su verdadera
madre. Y lo plantearé para odiarte a ti y a Knox. Lo haré. Llenaré sus
oídos con historias de las personas horribles y despiadadas que sois. Se
convertirá en alguien que os desprecia a los dos.
Solo la idea de eso fue un cuchillo en el alma de Harper.
—Incluso podría algún día matar a Knox por nosotros —continuó
Linda—. No importará si es tan poderoso como Knox o no, él nunca
dañaría a su propio hijo, especialmente cuando es parte de ti. Y eso allí
mismo le dará poder sobre él.
Tenía razón, la perra. Pero…
—No puedes pensar que Nora realmente te dará el bebé, Linda. Piensa
más allá de lo mucho que deseas un hijo. Para Nora, este bebé será un
arma que podrá empuñar sobre la cabeza de Knox. Lo mantendrá
escondido pero cerca y altamente protegido. No querrá que sea leal a
nadie más que a ella. No va a darte el bebé y luego enviarte a tu feliz
camino. Tampoco te dejará vivir para contarle a nadie lo que ha hecho.
La sonrisa de Linda se desvaneció, pero luego resopló.
—No nos dividirás y nos conquistarás, Harper. Ahora, ¿por qué no solo
concentrarte en dar a luz a mi bebé, ¿hmm?
—Mi bebé.
—No, es mío.
Harper siseó, deseando poder patear a la perra de nuevo. Pero ese siseo
se convirtió en un gemido cuando golpeó otra contracción. Luego hubo
otra. Y otra. Y otra.
Una vez más, los minutos se convirtieron en horas. Ella gimió. Ella gritó.
Maldijo un rayo azul que hizo que Linda retrocediera horrorizada en un
momento. Y ahora estaba más sudorosa, temblando y gimiendo como
un desastre de lo que había sido antes.
Su cabeza se inclinó hacia adelante cuando otra contracción se alivió.
Dios, era tan tentador colapsar en el suelo y darle un respiro a su
dolorida espalda. Estaba más agotada que nunca en su vida. Sus
extremidades y párpados se sentían tan malditamente pesados, y era
un milagro que no se quedara dormida entre las contracciones.
Se sentía vacía, como si no le quedara nada dentro. Quería que
terminara el dolor, pero tampoco quería que terminara el trabajo de
parto: la idea de su bebé en manos de estos hijos de puta neuróticos...
no podía soportarlo.
Realmente había pensado que Knox ya habría llegado allí, pero aún no
había señales de él. Si su demonio hubiera sido capaz de llamar a las
llamas, se habría hecho cargo y lo habría hecho, pero ninguno de los dos
podía hacer nada. Pensaré en algo, le dijo.
—¿Qué tan dilatada está? —preguntó Nora.
Linda comprobó.
—Nueve centímetros.
—No lo suficientemente bueno —espetó Whiner—. No podemos
darnos el lujo de que esto continúe por más tiempo. Y no sé vosotros,
pero yo estoy cansado e incómodo. Este terreno es sólido.
¿Este imbécil era real? Había tenido dolor durante horas, Linda la
empujó y la empujó, no tenía nada más que agua tibia y estuvo atrapada
en la misma posición incómoda durante demasiado tiempo: sus piernas
se abrieron frente a varias personas mientras esperaba que su cuello
uterino se dilatara al tamaño de una maldita bola mientras su cuerpo se
sentía como si se estuviera partiendo en dos… ¿y él estaba cansado e
incómodo?
—Rompió aguas no hace mucho tiempo —le recordó Linda—. Eso es
progreso.
—Necesitamos más que “progreso” —recortó—. Necesitamos al niño
en nuestras manos.
Harper se encogió de hombros.
—No puedes culpar al bebé por no querer salir.
Jumpy se concentró en ella, un destello de miedo en sus ojos.
—¿Qué quieres decir con que no quiere salir? ¿Cómo sabrías lo que
quiere o no quiere?
—Me lo dijo —mintió ella, encantada con la forma en que su rostro
palidecía.
—Tonterías —se burló Whiner—. Todavía no tiene la capacidad de
hablar ni con el pensamiento ni con la voz.
Pero no sonaba tan seguro. Intercambió miradas cautelosas con los
demás.
—Ignórala —aconsejó Linda—. Es solo un bebé.
Jumpy volvió a hablar.
—No es sólo un bebé. Es el bebé de Knox Thorne. No tenemos idea de
qué es él, lo que significa que no tenemos idea de a qué nos
enfrentamos —Miró a Harper— ¿Te habla?
—No con palabras, sino con imágenes e impresiones —respondió
Harper.
Jumpy tragó saliva.
—Me gustaría no creerte, pero has mostrado muy poco miedo para mi
gusto.
Porque había creído de todo corazón que Knox vendría... pero estaba
empezando a pensar que no llegaría a tiempo. El calor pareció
acumularse detrás de sus párpados y se le formó un nudo en la garganta.
Pero ella nunca había sido una persona que aceptara la derrota. Nunca.
Ningún Wallis que se precie lo haría jamás. Solo podía ver una forma de
luchar contra los hechiceros que la tenían cautiva. Solo una. Sería un
gran riesgo porque no tenía idea de lo que realmente sucedería, pero
tenía que asumirlo.
Harper clavó los dedos en el suelo y sintió la energía amenazante del
vórtice chisporrotear debajo de ella. En lugar de luchar contra el vórtice
como lo había hecho desde que llegó, trabajó con él. Definitivamente
no era la mejor idea trabajar con una energía malévola e indiscriminada,
pero no tenía opciones.
Con la esperanza de que fuera lo suficientemente fuerte para ayudarla,
lo succionó. Lo absorbió. Le dio la bienvenida, y tal vez por eso no le
hizo daño. La energía oscura se mezcló con el poder protector de su
vientre, que se disparó dolorosamente hasta las puntas de sus dedos
como descargas eléctricas. Sin dudarlo un segundo, llamó a sus alas. Las
sintió responder, sintió que comenzaban a elevarse... pero no lo
hicieron. Maldita sea.
—Crees que el niño se salvará solo, ¿no? —preguntó Whiner.
Ignorándola, Harper absorbió más energía del vórtice. Lo tomó, llenó su
metafórico tanque de energía con él incluso cuando la hizo sentir sucia
por dentro y le hizo latir la cabeza como una perra. Una contracción
La tomó con la guardia baja, rompiendo su concentración. Temblando,
respiró y gimió a través del dolor insoportable. Una vez que pasó, tomó
aún más energía del vórtice, buscando el “puente” entre sus alas y las
llamas. Y ahí estaba.
—Crees que el niño se salvará solo, ¿no? —Whiner empujó.
Harper la fulminó con la mirada, sonriendo por dentro cuando el suelo
comenzó a temblar.
—No, no lo hago —El aire zumbaba y se espesaba con poder—. Creo
que os matará a todos.
Las llamas brotaron del suelo frente a ella: rojas, negras, doradas y
hambrientas. Devoraron a Linda entera, y Harper no pudo evitar
encontrar una inmensa satisfacción en los gritos de la perra. Sí, tal vez la
energía del vórtice había alimentado un poco su racha vengativa.
El calor insoportable que irradiaban las llamas quemó la piel de Harper,
pero no le dejaron ampollas. A pesar de su fuerza y poder, no le harían
daño. En lugar de extenderse como esperaba, las llamas regresaron por
donde habían venido, dejando solo cenizas. Mierda. Era difícil
concentrarse mientras luchaba contra el pánico, el dolor y la rabia.
Con la cabeza aún palpitante, Harper infundió fuego infernal en la
hierba, haciendo que las enredaderas encantadas que sujetaban sus
muñecas se incendiaran. La soltaron con un chillido de animal, y ella se
sentó e hizo lo mismo con las enredaderas que sujetaban sus tobillos.
Finalmente libre, se obligó a ponerse de rodillas. Todos los demás la
miraban con horror, no, a su vientre con horror.
—Era el niño —gritó Jumpy— ¡Llamó a las llamas!
—Nos vamos —declaró Nora. Tómala
Whiner frunció el ceño.
—Pero…
—No pasamos por todo esto para dejarla aquí —siseó Nora—. Viene
con nosotros.
Harper luchó por ponerse de pie y esperó, lista para hacer su
movimiento. Su última reserva de la energía del vórtice se tensó contra
su piel, deseando libertad, deseando violencia. Imágenes oscuras y
repugnantes destellaron en su mente, imágenes de todas las cosas que
Harper podía hacerles a las personas que la rodeaban. Imágenes que
tanto la tentaban como la enfermaban.
Ella negó con la cabeza, necesitando pensar con claridad. Su corazón
saltó cuando Nora bajó las enredaderas encantadas que rodeaban las
rocas. Sí, eso es, perra, envía a tus pequeños ayudantes por aquí.
Cuando dos figuras con túnicas corrieron hacia ella, Harper llamó al...
El dolor tronó a través de su útero, mandándola de rodillas una vez más.
Madre de la maldita mierda. Los hechiceros la alcanzaron y los dedos se
clavaron en sus brazos.
—¡No!
Una ráfaga de energía salió de su cuerpo, un hermoso brillo dorado de
luz, y derribó a todos los hechiceros al suelo. La boca de Harper se abrió
y se puso de pie una vez más. Oh, pequeño bebé, vas a ser una porción.
Porque Harper no había hecho eso.
Ese familiar temido y zumbido llenó el aire de nuevo, haciendo que
todos se congelaran. Un portal cobró vida... y varias figuras salieron de
él. La vista de Knox guiándolos, el peligro en cada línea de su cuerpo,
hizo que sus rodillas temblaran.
—Knox —respiró aliviada Harper. Un sollozo casi la ahogó. Él la miró,
sus ojos febriles y brillantes de rabia. Se suavizaron con alivio por un
breve momento... luego su cuerpo se sacudió cuando sus ojos
sangraron abruptamente a negro, como si el demonio hubiera forzado
su camino hacia la superficie. La miró fijamente, y luego casi pudo sentir
su furia devoradora de almas desde allí. Los hechiceros también
debieron sentirlo, pero no actuaron. Se quedaron congelados, como
presas esperando no llamar la atención de un depredador.
Un zumbido vibró el aire y su estómago se revolvió. Sabía lo que venía.
No fue como cuando Harper invocó las llamas del infierno: ese
“zumbido” era el poder que se acumulaba cuando llegaba a ella. Para
Knox, el poder vivía dentro de él... el demonio simplemente lo dejaba
libre.
Un temblor retumbó a través del suelo, y ella plantó sus pies. El poder
ronroneó contra su piel desnuda; la fuerza le quemó los ojos, le hizo
castañetear los dientes, le oprimió el pecho y provocó que un zumbido
grave resonara en sus oídos.
Cuando el aire pareció tornarse rosado, miró hacia arriba, sin
sorprenderse al descubrir que la luna detrás de la fea nube espumosa
ahora era roja como la sangre.
Saltó cuando las llamas brotaron del suelo con un rugido. No devoraron
a los hechiceros. No, las llamas cegadoras, tricolores y de diez pies de
altura se arremolinaron alrededor del demonio de Knox, envolviéndolo.
Silbaban, crepitaban y escupían mientras bailaban y se balanceaban,
salvajes y enojadas, lo que significa que el demonio estaba salvaje y
enojado. Su corazón se aceleró cuando una figura de llamas furiosas
salió del fuego. Sin ojos, sin rasgos faciales, sin ropa, solo llamas.
Knox se había ido. El archidemonio había salido a jugar.
Mierda.
Fue entonces cuando los hechiceros parecieron salir de su conmoción,
golpeados por su instinto de “lucha o huida”. Y huyeron. La irregular
línea de fuego se dirigió directamente hacia los hechiceros que corrían,
dejando un rastro de cenizas a su paso. Demonios, nunca hubiera
pensado que Nora pudiera correr tan rápido. El archidemonio siguió a
los hechiceros con movimientos casi mecánicos.
Los centinelas luego corrieron hacia ella, Tanner a la cabeza.
—Joder, Harper, te ves como una mierda —Enroscó un brazo alrededor
de ella, ayudándola a soportar su peso. Fue algo bueno, porque una
contracción la golpeó tan fuerte que sus piernas casi cedieron. Sus
gemidos apenas se escuchaban por encima de los gritos de dolor y
terror provenientes de los hechiceros.
Agarró el brazo de Levi.
—Estoy tan jodidamente contenta de que estéis todos aquí, incluso si
nuestro archidemonio ha perdido la cabeza.
Se estremeció ante un chillido agudo: una llama dorada se había
enganchado alrededor del cuello de un hechicero que huía y lo arrojó al
fuego. Al mismo tiempo, una llama negra rodeó a Whiner, cortando su
retirada y atrapándolo; gritó solo por el calor abrasador, y ella podía
imaginar cómo sería su piel.
Keenan silbó cuando una tercera llama envolvió el cuerpo de Jumpy y lo
golpeó contra el suelo una, dos, tres veces. Hubo un crujido
nauseabundo y los gritos del hechicero cesaron abruptamente. El
archidemonio podría haberlos matado a todos directamente, pero
estaba jugando con ellos primero.
—¿Dónde está Nora? —Pero entonces Harper la vio agarrando una roca,
gritando mientras una llama roja la azotaba repetidamente. En cualquier
otro momento, Harper habría ido allí y se habría encargado de la perra
ella misma. En ese momento, apenas podía mantenerse en pie por sí
misma. Ella gimió entre dientes cuando otro espasmo asaltó su matriz—
¡No voy a tener este bebé aquí!
Keenan se rascó la nuca.
—No creo que salir de aquí vaya a suceder pronto.
No, Harper tampoco. El archidemonio estaba fuera de control, ebrio de
poder. Sabía exactamente cómo se sentía eso, porque su propio
demonio había experimentado el mismo subidón vigorizante,
embriagador. Ningún demonio se retiraba tan fácilmente,
especialmente uno en pie de guerra. En cuanto a un archidemonio en
pie de guerra... bueno, eso era otra cosa, y ella no estaba equipada para
hablar de ello. Tenía la costumbre de desarrollar una visión de túnel
cuando pensaba que necesitaba venganza.
Se las había arreglado para detenerlo una vez en el pasado, pero no
antes de que un edificio entero y un grupo de practicantes oscuros
fueran destruidos. Demonios, casi había matado a Tanner y a Larkin esa
noche, demasiado empeñados en llegar a Harper y masacrar a aquellos
que la habían arrebatado como para pensar realmente. No podría volver
a pasar. Eso …
Harper se congeló ante el familiar zumbido. Mierda. Se giró para ver que
Nora había abierto otro portal y lo estaba alcanzando con una mano.
—Oh Dios, ella se va a escapar.
—No, no lo hará —gruñó Levi. Movió una mano, y la cabeza de Nora de
repente se estrelló contra la roca. El portal desapareció con un pop.
Harper soltó un suspiro de alivio. Había olvidado que el segador tenía
una habilidad telequinética.
—Gracias, Le... —Se interrumpió cuando vio al archidemonio
caminando hacia Nora. Era la única hechicera que seguía viva, entonces
Harper se dio cuenta.
La llama que azotaba a Nora se detuvo. Como una serpiente, se deslizó
por su cuerpo y se contrajo a su alrededor. Luego se zambulló en su
garganta. Con los ojos saltones, se atragantó y se sacudió a medida que
más y más llamas se abrían paso dentro de ella, sin duda quemando,
quemando y consumiendo todo lo que tocaba.
La agonía ardió en sus ojos color ámbar y su rostro se arrugó en un grito
silencioso, pero Harper no sintió lástima por ella. Ninguna en absoluto.
Y cuando el cuerpo de Nora entró en combustión espontáneamente, el
demonio de Harper sonrió con placer y satisfacción.
Dejó escapar un largo suspiro. Se terminó. Estaban todos muertos. Sin
embargo, el fuego no se había extinguido, se dio cuenta con el ceño
fruncido. No, todavía estaba ardiendo, feroz y furioso. También se
estaba extendiendo por el paisaje, consumiendo los árboles enredados
y los frágiles arbustos. La niebla se había ido, y ahora las ondas de calor
brillaban en el aire. El archidemonio se alejó, aparentemente sin
terminar de jugar.
—¡Detente! —Harper gritó—. Están muertos. Gracias. Se han ido...
Necesito a Knox ahora mismo. Que venga a mí.
Pero no fue así. El demonio se alejó. Se dio cuenta de que el vórtice
estaba alimentando su ira y sus malas intenciones, y eso no era del todo
bueno.
—Tenemos que sacar a Knox de aquí. Este lugar…
—Lo sé, lo siento —dijo Levi—. Pero hacer que el demonio se vaya será
un gran trabajo, y no creo que estés preparada para eso en este
momento.
Tenía razón, pero...
—Tengo que hacerlo —Harper suspiró—. Supongo que voy a tener que
combatir el fuego con fuego.
Larkin se quedó inmóvil.
—¿Qué?
Bloqueando todas sus emociones fuera de control, Harper usó lo último
de la energía oscura dentro de ella para aprovechar su vínculo con sus
alas. Como Knox le había enseñado, lo usó como puente... y llamó al
poder que esperaba al otro lado. El suelo tembló y el aire zumbó cuando,
por voluntad de Harper, las llamas del infierno brotaron del suelo frente
al archidemonio. Actuaron como una barrera, llamaron su atención. El
demonio trató de bajarlas pero no pudo, porque estas llamas le
respondían a ella, no a la entidad.
Lenta y rígidamente se volvió hacia ella. Aunque no había ojos, sintió
que la miraba directamente. Sabía lo que había hecho y no estaba
contento con ella. Luego acechó hacia ella, y ella bajó las llamas antes
de que el pánico la hiciera perder el control.
—Harper, ponte detrás de mí —dijo Tanner.
Ella resistió sus intentos de moverla y en cambio se hizo a un lado,
poniendo un poco de distancia entre ellos, esperando que otra
contracción no la hiciera doblarse.
—No seas estúpido. Si cree que intentas alejarlo de su pareja, te hará
daño, seas centinela o no.
Tanner gruñó.
—¿Y si te daña a ti, eh?
—No lo hará.
—Normalmente, no, no lo haría. Pero este lugar está alimentando su ira
y distorsionando su mente. En este momento, tiene la venganza en el
cerebro, y simplemente lo enojaste. ¿Y si ahora quiere vengarse de ti?
Harper tragó saliva.
—Entonces estamos todos jodidos —Levantó una mano cuando el
demonio se acercó—. Necesitas parar.
No lo hizo Tocó su psique y solo sintió una rabia cegadora. Mierda. Su
corazón comenzó a latir aún más loco que antes y su demonio interior
comenzó a entrar en pánico. La entidad estaba casi sobre ella y...
Una lluvia de brasas, chispas y cenizas estalló frente a ella... casi como
un escudo. Estalló y chasqueó e hizo que la cara de Harper se aflojara.
—¿Cómo diablos estás haciendo eso? —preguntó Keenan.
—No lo estoy —dijo Harper en un susurro atónito.
El archidemonio no pareció impresionado. Atravesó el escudo y se oyó
un áspero sonido chisporroteante, como si el fuego del infierno
devorara carne. Pero la entidad no retrocedió, aparentemente no le
molestó un poco de dolor. Las brasas y las chispas parpadearon y las
cenizas se desintegraron. Entonces la mano del demonio se apretó
alrededor de su garganta. Los centinelas se abalanzaron sobre ella, pero
un muro de llamas surgió abruptamente del suelo para rodearla,
empujándolos hacia atrás y bloqueando su acceso a ella.
Harper agarró su muñeca en llamas, siseando por el calor abrasador,
aunque no la lastimó. Trató de liberarse, pero el demonio ni siquiera
aflojó su agarre.
—Si me matas —se las arregló para jadear—, matarás al bebé. Sé que el
bebé te importa.
Un dolor cegador salió de su mano y llenó cada parte de ella. Ella gritó.
Ella sollozó. Ella le rogó que se detuviera. No lo hizo Seguía inundándola
con un dolor candente. Mientras esperaba que llegara la muerte, se
disculpó en silencio con el bebé por no poder protegerlo; por confiar en
este demonio en el que aparentemente nunca debería haber confiado.
Su piel se sentía fría, húmeda. Sangre, pensó. El demonio de alguna
manera estaba haciendo que su sangre se filtrara por sus poros. Pero
ella no olía a sangre. No, ella olía... a descomposición. Putrefacción.
Enfermedad.
Harper se miró los brazos y se dio cuenta de que un líquido negro
brotaba de su piel. Y ella entendió. No la estaba atacando; estaba
atacando la magia oscura que la había infectado. No había pensado que
hubiera alguna posibilidad de que el demonio pudiera ayudar; no fue
construido para curar. Pero esto no era curación, era magia destructora.
El efecto secundario fue que se estaba curando.
Poco a poco, el dolor se atenuó y dejó escapar un suspiro tembloroso.
El fuego comenzó a alejarse del demonio, comenzando desde su cabeza.
Pero los ojos eran negros: la entidad todavía tenía mucho control.
La mano que cubría su garganta la atrajo hacia sí, el pulgar rodeándole
el cuello.
—Mía.
La besó con fuerza, inhalando su aroma... y luego el agarre en su
garganta se suavizó, y supo que Knox había regresado.
Sus manos acunaron su rostro.
—Nena… —Usando sus pulgares, Knox secó las lágrimas de sus mejillas.
Estaba a punto de decirle cuánto lo sentía, que sabía que la había jodido
y que se lo compensaría, pero entonces ella contuvo el aliento y se
dobló. Él apoyó su peso mientras ella respiraba a través de la
contracción. Una vez que finalmente se alivió, ella empuñó su camisa y
tiró.
—¡Tienes que sacarme de aquí, Thorne! Este bebé viene, nos guste o no.
—Puedo ver eso —Knox la levantó en brazos—. Atravesad el portal —
les dijo a los centinelas—. Dile a Jolene y a los demás que está bien para
que no pierdan la cabeza.
—¿Qué les decimos cuando nos pregunten cómo saliste de aquí? —
preguntó Keenan.
—Diles que hice que uno de los hechiceros abriera un segundo portal
que conduce directamente a mi casa justo antes de matarlos, no me
importa. La llevaré directamente a casa.
Harper observó mientras, con nada más que un simple movimiento de
su mirada, el fuego comenzaba a calmarse y disminuir. Aun así, sabía
que se parecería mucho a una franja de tierra muerta y ennegrecida.
Llamas doradas se formaron a su alrededor, lamiendo su piel sin hacerle
daño. Pronto, el fuego se apagó y estaban en su sala de estar. Todo
estaba preparado, listo. Se colocaron láminas de plástico y toallas y
sábanas viejas. Se apartaron mantas y toallas limpias y calientes, junto
con el maletín del doctor Rodgers. Incluso había una incubadora en caso
de que el bebé la necesitara, y eso la hizo sentir un poco mejor.
Meg literalmente se lanzó hacia ella, abrazándola y murmurando en
español. Secó una lágrima debajo de su ojo, dio un paso atrás y Rodgers
se adelantó.
—Harper, Knox, esta es mi compañera, Sharon —dijo—. Es partera y
está aquí para ayudar.
Harper forzó una sonrisa para la curvilínea morena.
—Es una pena que tuviéramos que encontrarnos por primera vez en
estas circunstancias.
Knox colocó cuidadosamente a Harper en el piso cubierto, y su mano
salió disparada presa del pánico para agarrar la suya.
—Estoy aquí, cariño, no me iré de tu lado —prometió. Mientras el
médico y la partera la examinaban, Knox mantuvo su atención
únicamente en Harper. Había querido estar con ella en cada paso del
camino, e iba a compensar el hecho de que hasta ahora no lo había
estado. Mantendría sus miedos y preocupaciones para sí mismo. Todo
esto era sobre ella.
—No me molestaría con la almohadilla térmica ni nada, Meg —dijo
Rodgers—. El bebé ya está coronando.
Al ver el miedo brillar en los ojos de Harper, Knox le apretó la mano.
—Solo piensa, finalmente veremos al bebé pronto. Finalmente sabrás si
es una niña o un niño. Sé que eso te ha estado volviendo loca —Torció
la boca, y solo la vista alivió la culpa que pesaba sobre sus hombros. Él
podría estar enojado consigo mismo, pero no estaba enojada con él.
—También te ha estado volviendo loco, admite... —Harper se
interrumpió con un gemido cuando una contracción pareció golpear su
matriz. No había pensado que el dolor pudiera empeorar. Se había
equivocado.
—Una vez que el bebé esté en tus brazos, te olvidarás del dolor —
prometió Sharon—. Ahora prepárate. Vamos a necesitar que empieces
a empujar en unos momentos —Tan pronto como comenzó la siguiente
contracción, Sharon dijo—: Está bien, empuja.
Harper empujó. No pasó nada. A medida que pasaba el tiempo y los
empujones lograban una mierda, ella se aferró a la mano de Knox,
jodidamente contenta de que él estuviera allí y jodidamente
sorprendida de no haber aplastado ninguno de los huesos de su mano.
Incluso en casa, lejos del peligro, se sentía completamente fuera de su
elemento. Completamente fuera de control.
Su toque era fuerte y tranquilizador; sus palabras fueron alentadoras y
de apoyo; y su presencia la tranquilizaba y la hacía sentir segura. Ella
necesitaba eso en ese momento. Necesitaba la forma en que le
apretaba la mano, le frotaba la espalda, le susurraba al oído y no se
quejaba cuando ella le clavaba las uñas en la piel.
Drenada, ella se hundió contra él.
—Ya no puedo hacer esto, simplemente no puedo.
Empujó y empujó, pero no pasaba nada.
Besó su sien.
—Lo estás haciendo, nena. Te estoy viendo hacerlo y estoy orgulloso de
ti —Le apartó el pelo de la cara—. Sé que estás cansada, pero lo estás
haciendo muy bien —Dirigiéndose a Sharon, Knox frunció el ceño—
¿Debería ella realmente estar en tanto dolor? ¿Y realmente debería estar
tomando tanto tiempo?
Sharon le dirigió una mirada de lástima.
—Cariño, no se llama “trabajo” por nada.
Rodgers le sonrió a Harper.
—Solo visualiza tu cuello uterino abriéndose como una flor…
—Detente, solo detente —espetó Harper. No había hecho nada más
que hacer comentarios tontos y a menudo tremendamente
inapropiados hasta que perdió toda credibilidad para ella. Era solo su
suerte que terminaría con un médico que usaba el humor para superar
situaciones difíciles.
Llegó otra contracción y clavó los dedos en el brazo de Knox.
—Está bien, Harper, es hora de presionar de nuevo —declaró Sharon.
Harper empujó. Hubo un fuerte sonido de pedos. Su boca se abrió de
mortificación, pero luego Rodgers la miró tímidamente y dijo:
—Lo siento. Comí pollo korma antes de venir.
Incapaz de lidiar con él en ese momento, Harper levantó la mano.
—Tú no estás aquí. Simplemente no lo estás.
Sharon se rió entre dientes.
—Ignóralo, cariño, lo hago todo el tiempo.
Harper hizo exactamente eso, concentrándose en empujar y respirar
mientras Knox le susurraba palabras de aliento al oído y le decía que la
amaba. Y cuando Rodgers anunció que bastaría con un empujón más, el
corazón de Harper dio un vuelco. Aún así, ella empujó. Duro. Con lo que
incluso ella podría admitir que fue un grito espeluznante, la cabeza del
bebé salió. Bastaba un empujón más para que saliera el resto del bebé.
Y ahí estaba.
Rodgers sonrió.
—Tienes un bebé, felicidades.
El asombro y la emoción se apoderaron de Harper, y su garganta
pareció cerrarse. Aún así, de alguna manera se las arregló para
preguntar:
—¿Por qué no está llorando?
—Oh, lo hará —dijo Sharon—. No lo dudes.
Después de que se cortó el cordón, Rodgers llevó al bebé a un lado, lo
revisó y luego, sí, el bebé comenzó a berrear.
Mientras Sharon cubría a Harper, Rodgers apoyó suavemente al bebé
sobre su pecho con una pequeña manta y dijo:
—Está bien. Diez dedos de las manos, diez dedos de los pies, y tiene un
gran par de pulmones encima. Buena suerte con eso.
El corazón de Harper tartamudeó y su pecho se apretó. Para otros,
probablemente parecía una ciruela pasa. Para ella, él era la cosa más
hermosa y perfecta que jamás había visto. Habló en voz baja y
tranquilizadora.
—Hola. Estás aquí —se maravilló—. Y tú eres un chico. Era familiar de la
manera más extraña —le sonrió a Knox— ¿Puedes creer que creamos a
esta personita?
Knox presionó suavemente un beso en la cabeza del bebé y luego
presionó otro en la sien de Harper. Mirándolos, una abrumadora
sensación de orgullo lo inundó. También hubo una profunda sensación
de alivio. Harper estaba bien. El bebé estaba bien.
—Ambos son asombrosos —dijo un poco bruscamente.
—¿Estás bien?
¿Bien? Estaba... abrumado. No tenía palabras. Todo parecía haber
sucedido tan rápido que fue surrealista para Knox. Fue difícil asimilar la
realidad de que el bebé finalmente estaba aquí. Pero no necesitaba
decirle eso; ella lo conocía lo suficientemente bien como para entender
y le dio una sonrisa de complicidad.
—Lo entiendo —dijo Harper. La forma en que se sentía en ese
momento... era difícil de describir, incluso difícil de procesar. Tenía
mucho caos emocional en su mente. Incluso su demonio estaba un poco
desequilibrado, aunque también estaba orgulloso como un puñetazo.
Suavemente, movió al bebé hacia él. Espera.
Knox se puso tenso. Muy pocas cosas lo habrían puesto nervioso. ¿Pero
sostener un bebé? Sí, eso lo hacía.
Ella sonrió.
—Eres un rudo. Puedes arreglártelas.
No le sorprendió en lo más mínimo que Knox levantara y acunara al
bebé tan fácilmente como lo hacía con todo lo demás, sin torpeza ni
jugueteo. Era la persona más competente que jamás había conocido. El
bebé dejó de quejarse de inmediato, para su diversión, y miró a Knox,
pareciendo fascinado por él... lo que significaba que ella y el bebé ya
tenían algo en común. Impresionante.
—Es tan pequeño —dijo Knox. Diminuto. Vulnerable. Su demonio se
instaló dentro de él, contento ahora que las únicas personas que
consideraba importantes para él estaban bien.
—Es pequeño —coincidió Harper—. Como una muñequita.
Los diminutos dedos del bebé agarraron uno de los suyos, y cada línea
en la cara de Knox se suavizó... y Harper estaba bastante segura de que
acababa de ver a Knox Thorne enamorarse instantáneamente.
CAPÍTULO VEINTIUNO

Harper se despertó a la mañana siguiente y vio a Knox en la mecedora


que había sido colocada junto a su cama, frotando suavemente la
espalda del bebé dormido envuelto en pañales que descansaba sobre su
pecho. Y su corazón simplemente se derritió. Sí, justo en un charco de
baba.
Los ojos de terciopelo oscuro se encontraron con los de ella, y Knox
sonrió. Había orgullo, satisfacción y... paz allí.
—Buenos días, nena —dijo en voz baja— ¿Como te sientes?
Se incorporó mientras hacía un balance de sí misma.
—Bien, considerando todas las cosas —Le dolía un poco, pero sabía que
no duraría mucho, ya que los demonios se curaban rápido—. Dime que
no dormí mientras él se despertaba para comer.
Knox negó con la cabeza.
—Ambos han estado dormidos durante mucho tiempo.
Por eso sin duda ya no se sentía agotada, pensó. Después de todo, los
demonios no necesitaban dormir mucho.
—Literalmente te quedaste dormida como si te hubieran dado un golpe
en la mandíbula —le dijo Knox, incapaz de ocultar la diversión en su voz.
Sin embargo, al principio no lo había encontrado divertido—. Estaba
preocupado al principio, pero luego pensé que no era una sorpresa,
dado que no solo habías estado de parto, sino que probablemente
estabas psíquicamente exhausta después de usar tus dones.
Harper asintió.
—El agotamiento psíquico nunca es divertido —Había alimentado al
bebé poco después de que naciera, aunque le había costado un poco de
trabajo ya que él simplemente se negaba a cooperar y mamar, y tan
pronto como Knox lo tomó para tener otro abrazo, Harper perdió la
batalla que había tenido, luchando contra la necesidad de dormir.
Poniéndose de pie, Knox dijo:
—Apártate.
Una vez que lo hizo, se deslizó en la cama a su lado, con cuidado de no
empujar al bebé. Incapaz de deshacerse de la sonrisa tonta en su rostro,
Harper movió su pequeño gorro ligeramente solo para presionar un
beso rápido en su cabeza peluda. Su cabello era tan oscuro y sedoso
como el de Knox, para su total deleite. Ella inhaló profundamente,
absorbiendo su dulce y fresco aroma de bebé. Pocas cosas olían mejor
que un bebé recién nacido, pensó. Le dio ganas de engullirlo.
—¿Dónde está el mío? —preguntó Knox, con la boca curvada.
—Justo aquí —susurró Harper antes de darle un beso suave y
prolongado que él rápidamente asumió, profundizándolo, pero
manteniéndolo suave y casi… reverente.
Knox se apartó, le pasó el pelo por detrás de la oreja y le acarició el
pómulo con el pulgar.
—Yo necesitaba eso —Moviendo al bebé de su hombro a su pecho para
que ella pudiera ver su carita, Knox dijo—: Te das cuenta de que todavía
no hemos decidido un nombre para él, ¿no?
—Solo había un nombre en el que acordamos, recuerda. ¿Ese nombre
sigue siendo bueno para ti?
—Sí —Knox miró a su hijo—. Parece un “Asher”.
Harper asintió.
—Entonces es Asher Knox Thorne. Maldita sea, solo eres tú con mucho
menos pelo.
El parecido era evidente, pensó Knox. Y eso solo alimentaba el orgullo
que sentía cada vez que miraba a Asher.
—Todavía espero que tenga tus ojos.
—Entonces eres un idiota.
Knox le lanzó una mirada burlona.
—Tus ojos son únicos y hermosos.
—Son un dolor en mi culo, eso es lo que son —Se quedó inmóvil cuando
Asher se movió, pero él no se despertó. Knox suspiró—. Sigue
levantando las rodillas y tratando de acurrucarse como una pelota.
—Como si todavía estuviera en el útero —Harper se estiró,
bostezando—. Realmente necesito café. Y comida.
—Le dije a Meg que estás despierta. Pronto nos traerá el desayuno y la
fórmula para Asher, ya que es probable que él también se despierte
pronto. Mientras esperamos, puedes contarme lo que pasó ayer.
Su estómago se desplomó.
—¿Tenemos que hablar de eso?
Pasó su pulgar a lo largo de su mandíbula.
—Necesito saber, nena. Puedo entender por qué no querrías hablar de
eso, pero…
—No saber te está volviendo loco, lo entiendo.
—Sé un poco por McCauley —Rápidamente le transmitió la versión de
los hechos del niño—. Necesito escuchar el resto.
—Si —Entonces, ella le contó cómo Nora la había tomado y cómo Linda
se había quedado dentro del círculo con ella mientras los hechiceros
cantaban, infectándola con magia e induciendo el parto—. Nora no
estaba trabajando con los otros Jinetes. Dijo que querían pasar
desapercibidos por un tiempo. Desafortunadamente, eso fue todo lo
que dijo sobre ellos. Tuve la sensación de que no quería que le quitaran
la atención —Harper ladeó la cabeza— ¿Cómo llegaste a mí?
—Thatcher reabrió el portal.
Ella parpadeó.
—¿Thatcher?
—No me gustaba aceptar su ayuda. Por lo que yo sabía, él estaba
buscando a Nora. Por eso hice que Levi se pusiera en contacto con su
amiga hechicera. Dijo que Thatcher estaba haciendo exactamente lo
que ella hubiera hecho, solo que lo estaba haciendo más rápido, así que
no interferí y solo esperaba por Dios que no estuviera jugando conmigo.
Fue el miedo en su voz telepática lo que hizo que Knox se arriesgara. No
había sido capaz de soportarlo.
—Entonces, ¿ya no sospechas que es uno de los Jinetes?
—Yo no dije eso. Nunca descartaré a ninguno de ellos como posibles
sospechosos. No, cuando eso os pondría a ti y a Asher en riesgo. ¿Linda
te dijo por casualidad por qué ayudó a Nora?
Harper se tomó un momento para mirar a su hijo nuevamente antes de
responder:
—Le prometió a Linda que podría quedarse con Asher. Como sabes,
todo lo que Linda quería era un hijo.
Knox frunció el ceño.
—No creo que Nora se lo hubiera entregado a nadie.
—Yo tampoco —Harper jugueteó con sus anillos—. Se lo dije a Linda,
pero ella no escuchó. Así que la maté —añadió un poco demasiado
alegre.
Knox se rió entre dientes.
—Estoy celoso.
—Oye, mataste a Nora, recuerda.
—No, mi demonio lo hizo —Exhaló pesadamente—. Realmente
esperaba que no la matara. Podría habernos dicho quién es el último
Jinete.
—No lo habría dicho —dijo Harper—. Y, sinceramente, no hubiera
querido dejarla vivir. Era demasiado poderosa. Me hubiera preocupado
que pudiera escapar, especialmente porque es muy probable que haya
podido ayudar a Crow a escapar de tu prisión.
Knox le frotó el muslo.
—Entonces me alegro de que se haya ido para que no tengas que
desperdiciar otro pensamiento en ella —Harper también— ¿Wyatt ya
sabe acerca de Linda?
—Sabe que está muerta y que estuvo trabajando con Nora hasta cierto
punto, pero aún no sabe la historia completa. Lo hará pronto. Keenan y
Larkin le harán una visita más tarde hoy.
—Por un lado, me siento mal por él. Va a ser difícil para él aceptar que
su pareja prácticamente nos traicionó a todos, pero él la traicionó a ella
primero. Talia fue una de las personas con las que engañó a Linda.
—¿Y, sin embargo, ella quería a McCauley? —preguntó Knox, incrédulo.
—Quería un hijo —Harper acarició suavemente la pierna de Asher sobre
su manta blanca de lana— ¿Cómo estaba McCauley la última vez que lo
viste?
—Lo mismo de siempre, pero parecía contento de volver con Elena.
Creo que se instalará allí.
—Bien. Puede que sea raro y espeluznante, y es cierto que su demonio
lo envió a advertirme por razones egoístas, pero aun así te ayudó a
descubrir lo que estaba sucediendo.
Knox asintió, ligeramente distraído por lo rígida que se movía.
—¿Qué tan dolorida estás?
—No me duele tanto como pensé que estaría.
—Tal vez sea porque no estuviste de parto por mucho tiempo. Según
Sharon, los primeros embarazos por lo general... ¿por qué tienes una
expresión extraña en la cara? —Pero ella no le respondió—. Harper —
insistió.
—Está bien —cedió ella. Harper no había querido decirle esto, pero no
le gustaba ocultarle cosas—. El tiempo era diferente allí.
Knox entrecerró los ojos.
—¿Diferente, cómo?
—Un minuto para ti fue… una hora para mí.
Rápidamente calculó el tiempo en su cabeza.
—¿Pasaste por esa agonía por más de quince horas por tu cuenta?
¿Estuviste atrapada allí todo ese tiempo?
Tomó su mano y la apretó.
—Sabía que vendrías.
Knox maldijo por lo bajo.
—Odio que hayas pasado sola por la mayor parte del trabajo de parto;
Linda podría haber estado allí, pero ella no cuenta —Apretó la
mandíbula—. Odio no haber estado ahí para ti.
Inclinándose hacia adelante, frotó su nariz contra la de él.
—No te culpes por eso, Knox, no fue tu culpa. Ojalá hubieras estado allí,
porque siento que te robaron la experiencia. Pero la mayoría de los
hombres te dirán que el trabajo en sí mismo es bastante aburrido de
todos modos —Con la esperanza de cambiar su estado de ánimo,
agregó rápidamente—: En otra nota, vamos a tener mucho trabajo con
este niño. Él me protegió.
Una leve sonrisa jugueteó en las comisuras de la boca de Knox, para su
alivio.
—Sí, recuerdo el escudo que se estrelló frente a mi demonio cuando
trató de llegar a ti. Sin embargo, no estaba seguro de si realmente era
Asher.
—Oh, definitivamente fue él. Tu demonio sabía que sería poderoso, ¿no?
—Parecería que sí —Su demonio todavía no estaba siendo muy sincero
al respecto. Él frotó su muslo de nuevo—. Nena, sobre mi demonio,
sobre lo que te hizo…
—No te disculpes por ello. El dolor que infligió fue necesario para
asegurarme de que viviera, al igual que todo ese dolor de parto fue
necesario para que Asher naciera.
—Intelectualmente, lo sé —Entrelazando sus dedos con los de ella,
Knox le besó la mano—. Ojalá pudiera decir que mi demonio se siente
mal por eso, pero no es así.
—Por supuesto que no, nuestros demonios internos no sienten culpa.
—Desearía que te ahorraras el dolor, pero no se arrepiente de lo que
hizo.
—Yo tampoco —dijo con sinceridad—. Al igual que no me arrepiento de
haber absorbido la energía del vórtice para ayudarme a usar mis dones,
que por cierto también ayudó a Asher a usar los suyos. Era un riesgo,
pero tenía que correrlo. Estaba fuera de opciones. Las cosas podrían
haber terminado muy, muy diferente si no hubiera hecho lo que hice.
—¿Crees que alguna vez te culparía por eso? Hiciste lo que tenías que
hacer.
—Y también lo hizo tu demonio —señaló. Knox abrió la boca para decir
algo más, pero luego juntó las cejas y ella lo sintió hablando con alguien
telepáticamente— ¿Qué es? —preguntó.
—Meg les dijo a los centinelas que estás despierta. Están preguntando
si pueden venir aquí.
Harper parpadeó.
—¿Están abajo?
—Acamparon en la sala de estar con Jolene y las niñas.
—No debería sorprenderme. ¿Ya vieron a Asher?
—No. Ambos nos quedamos aquí contigo —Knox no la quería fuera de
su vista; probablemente no lo haría por un tiempo, pensó—.
Honestamente, pensé que te despertarías después de unas horas. Tal
vez se cansó psíquicamente tratando de protegerte.
Harper se mordió el labio, con náuseas de repente.
—No me gusta esa idea.
—Estará bien. Él está bien.
—¿Cómo está tu demonio?
—Fascinado por Asher, y ya no es estresante ahora que estás despierta,
lo cual es bueno. ¿Qué tal el tuyo?
—Realmente adora verte sosteniendo a Asher.
Su boca se curvó, pero luego suspiró de nuevo.
—Aparentemente, tu abuela se despertó y ahora también está
presionando para verte.
Harper puso los ojos en blanco.
—Necesito usar el baño y esas cosas; entonces pueden entrar.
Después de que ella hubo hecho su trabajo, Knox le rodeó la cintura con
un brazo y la llevó a sentarse en su regazo en la silla, con cuidado de no
molestar a Asher.
—Gracias por darme a mi hijo.
La riqueza de posesión en su voz la hizo sonreír.
—Gracias por dármelo a ti.
—Estuviste increíble ayer. Estoy jodidamente orgulloso de ti. Pasaste
por mucho para que los tres estemos justo donde estamos ahora. Te
amo cariño.
Ella rozó su boca contra la de él.
—Y yo te amo.
Al escuchar tocar la puerta, dejó escapar un largo suspiro.
—Prepárate.
Volviendo a la cama, se apoyó contra la cabecera. Extendió los brazos
hacia Asher, queriendo tener un poco de agarre antes de que entraran y
lo tomaran, pero los nudillos volvieron a golpear la puerta, esta vez con
impaciencia.
Knox la abrió de par en par, aún sosteniendo a Asher. Jolene entró
primero y literalmente se derritió cuando vio bien al bebé.
—Knox, solo eres tú con mucho menos pelo.
Harper sonrió.
—Eso es lo que dije.
Jolene no perdió tiempo en tomar a Asher de él y, acariciando su cabeza,
luego se dirigió directamente a Harper.
Ella besó su cabello.
—Lo hiciste bien, cariño. Él es hermoso. ¿Ya tiene un nombre?
—Asher —le dijo Knox.
—Asher —repitió Raini mientras entraba—. Me gusta eso.
—Muy apropiado, considerando todas las cosas —dijo Levi, sin duda
recordando el escudo de brasas, chispas y cenizas.
Todos entraron, besaron la cabeza de Asher y luego le dieron un breve
abrazo a Harper, pero ninguno logró poner sus manos sobre el bebé.
Jolene estaba decidida a tener su momento con él.
—Huele tan bien —dijo Khloë.
—Espero que sepas que las esfinges masculinas son un dolor de cabeza
—le dijo Jolene a Knox—. Peor que las chicas. Con suerte, no
compartirá la habilidad de Harper para infundir fuego infernal en las
cosas. Arruinó al menos tres sofás y una vez prendió fuego a su propia
cuna porque quería salir. Eso, sin contar las veces que quemó las
correas de seguridad de su cochecito, asiento del coche y silla alta.
Realmente, te compadezco si Asher tiene esa habilidad.
—Es poderoso —dijo Devon—. Puedo sentirlo.
Tanner asintió.
—Echamos un vistazo al niño en acción —Describió brevemente lo
sucedido.
Jolene sonrió, orgullosa.
—Definitivamente es un Wallis.
La mandíbula de Knox se apretó.
—Es un Thorne.
Jolene descartó eso con la mano, como si el apellido fuera un mero
tecnicismo.
—Sabes a lo que me refiero. Ah, se está despertando. Bueno, hola.
Como unidad, todos rodearon a Jolene, susurrando y arrullando a Asher,
mientras ignoraban las miradas ceñudas de Jolene.
Harper sonrió cuando la mente de Asher se deslizó contra la de ella; fue
un toque inquisitivo, como si se estuviera preguntando dónde estaba
ella. Le dio a su mente un golpe tranquilizador.
—Este niño va a ser exigente.
Knox enarcó una ceja.
—¿Esperabas algo más?
Sacudió su cabeza.
—No, en absoluto.
—Abuela, deja de acapararlo —se quejó Khloë. Con un resoplido, Jolene
se lo pasó a Khloë. Pronto, el bebé pasó de persona a persona.
—Su demonio salió a la superficie y me tomó la medida —dijo Keenan,
sonriendo—. Creo que pasé mi evaluación, porque se retiró.
Tomando a Asher del íncubo, Raini se volvió hacia Harper mientras
acariciaba con su dedo la mejilla de Asher.
—¿Se parece al bebé de esos sueños de los que me hablaste?
—No —respondió Harper—. Esas no fueron premoniciones. Esos eran
mi subconsciente diciéndome que me despertara y me diera cuenta de
que estaba embarazada.
—Es tan pequeño —dijo Devon— ¿Él no necesitaba una incubadora?
Knox negó con la cabeza.
—Rodgers pensó que podría hacerlo, ya que nació antes de tiempo,
pero ha mantenido la temperatura de su propio cuerpo muy bien.
—Por supuesto que sí —dijo Jolene—. Es un Wallis.
Knox la miró fijamente.
—Es un Thorne.
Jolene volvió a rechazar eso con la mano.
—¿Cuánto pesa?
—Asher Knox Thorne hizo su gran entrada pesando cinco libras y dos
onzas, lo cual no está nada mal para un bebé prematuro —dijo Harper.
—No está nada mal —estuvo de acuerdo Jolene—. Bueno, Harper,
¿cómo se siente ser mamá?
Harper no pudo evitar sonreír.
—Como si todo estuviera bien en el mundo.
Knox tomó su mano.
—Todo está bien. Espero que tenga los ojos de Harper.
Le suspiró.
—Knox, ¿por qué odias a nuestro hijo?
Jolene le frunció el ceño.
—No hay nada malo con tus ojos. Son hermosos.
—Eso es lo que dije —dijo Knox.
Harper negó con la cabeza.
—Olvídalo. ¿Qué tal si simplemente… ¡oh Dios, no!
Knox frunció el ceño.
—¿Qué? —Siguió su mirada y solo pudo suspirar.
En el umbral, Lou levantó los brazos en el aire.
—Tenemos un bebé —Avanzó con paso majestuoso y se abrió paso
entre la multitud hasta que alcanzó a Raini, que aún sostenía a Asher—
¿Chica? ¿Chico?
—Chico —le dijo Raini.
Se volvió hacia Knox y levantó la mano.
—¡Oye, chócala!
—Bueno, hola, Lou —dijo Jolene detrás de él.
Lou apretó la boca y dejó caer el brazo.
—Todavía no te hablo, mujer malvada.
Jolene puso los ojos en blanco.
—Realmente necesitas dejar de guardar rencores. Además, tomarse las
cosas personalmente cuando se trata de un diablillo no tiene ningún
sentido y…
—La, la, la, la, la, la, oídos sordos.
Harper solo lo miró.
—No puedo imaginar la alegría que debe haber en tu cabeza.
Lou acarició la mejilla de Asher.
—Oye, pequeño. Recuerdas a tu tío Lou, ¿no? Por supuesto que sí.
¿Quién me olvidaría? —Miró a Harper—. Supongo que no hiciste lo
correcto y lo llamaste Lucifer.
—Su nombre es Asher —le dijo Knox.
Sorprendentemente, Lou sonrió.
—Me gusta eso. Es un buen nombre para un niño que algún día podría
diezmar el universo. Su demonio me está tomando la medida —
Extendió los brazos—. Quiero un poco de agarre
Pero Raini frunció el ceño.
—Solo déjalo que lo sostenga —dijo Knox con un suspiro—. Es la forma
más rápida de hacer que se vaya.
La sonrisa de Lou se ensanchó.
—Siempre me siento muy bienvenido aquí —Cuidadosamente acunó al
bebé—. Te pareces a tu papá. Sí, lo haces, pero no te enfades; todos
tenemos cruces que llevar.
—No creas que no te haré daño —dijo Harper.
Las cejas de Lou se juntaron.
—Lo estaba consolado.
—Estabas siendo un idiota.
—¿Y esto te sorprende por qué?
Harper solo suspiró.
—No puedo hacer esto contigo. No tengo la energía.
—Escuché que el trabajo de parto es un trabajo agotador —Su ceño se
arrugó, como si algo se le acabase de ocurrir—. Oye, pensé que el bebé
no vendría hasta dentro de un mes.
Harper se rascó la cabeza.
—Sí, bueno, la fecha límite fue adelantada por uno de los Jinetes.
Lou frunció el ceño.
—¿En serio? ¿Qué sucedió? ¿Qué hizo que él…? —Su ceño se transformó
en una mirada de absoluto disgusto, y miró a Asher—. Ew, se tiró un
pedo justo en mi mano.
En ese momento, la puerta volvió a abrirse y entró Meg con una
bandeja.
—El tiempo de visita ha terminado —declaró—. Mamá y bebé necesitan
descansar.
Colocó la bandeja en la mesita de noche, y los aromas del café, las
galletas y la salsa hicieron que Harper interiormente suspirara de
felicidad.
Meg tomó con cuidado a Asher de manos de Lou y se lo entregó a
Harper.
—Ahí —Luego le dio el biberón de fórmula de la bandeja—. Tendrá
hambre.
—¿No puedo darle de comer? —rogó Devon.
Luciendo bastante feroz, Meg negó con la cabeza y agitó las manos
hacia los demás, instándolos a salir de la habitación.
—Hora de irse.
Sonriendo a Harper, Khloë señaló con el pulgar a Meg.
—¿Sabe que es una empleada?
Harper se rió entre dientes.
—No me metería con ella si fuera tú.
—Vamos, fuera, necesitan descansar —insistió Meg—. Puedes volver
mañana.
Ignorándola, Lou le habló a Harper:
—Espera, aún no me has dicho qué pasó con la persona Jinete.
Jolene tomó su brazo.
—Te lo contaré todo. Meg tiene razón, necesitan descansar.
Se encogió de hombros.
—Te lo dije, todavía no voy a hablarte.
Diciendo sus adioses, todos salieron. Aparte de Knox, por supuesto.
Meg le dirigió una mirada mordaz.
—Lo siento, Meg, no me vas a echar —le dijo, hundiéndose en la
mecedora—. Me quedo con mi familia.
El último comentario pareció derretir a la mujer. Sonriendo, Meg asintió
y salió de la habitación, cerrando suavemente la puerta detrás de ella.
—Esta vez se agarró sin problemas —le dijo Harper a Knox, mientras
observaba al bebé beber la fórmula.
Knox se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en el colchón.
—Eso es bueno —Ignorando el sonido del timbre de móvil, agregó—:
Necesitamos que crezca y se fortalezca.
—¿No vas a contestar tu teléfono?
—Probablemente será otro de los Primes. Hemos recibido docenas de
llamadas y correos electrónicos de felicitación de ellos.
Harper inclinó la barbilla hacia el teléfono que había sido colocado en la
mesita de noche.
—¿Algún mensaje de texto enviado a mi móvil?
Knox comprobó.
—Muchos. Hay uno de Kellen —añadió, apenas capaz de ocultar su
molestia.
—¿Diciendo?
Knox abrió el mensaje.
—Dice, “Felicitaciones. Sé que serás una mejor madre que la nuestra”
—Relajándose un poco, Knox le tomó la cara y le pasó el pulgar por el
labio inferior—. Tiene razón. Tú lo serás.
—No me dejarías ser otra cosa.
Knox pasó suavemente la mano por la cabeza cubierta por el gorro del
bebé.
—No hay mensajes de Lucian, así que supongo que aún no sabe que
nació Asher.
—Hablaré con él más tarde.
—Solo ten en cuenta que si vuelve a llamar a nuestro hijo el engendro
del mal, lo lastimaré —Sería la excusa perfecta para finalmente ponerle
las manos encima al hijo de puta.
—Creo que te sorprenderá su reacción.
—¿Cómo es eso?
—No estaba feliz de que yo estuviera embarazada, pero ahora que
Asher es realmente una persona, alguien a quien puede ver y tocar,
Lucian no será tan idiota. Le gustan los bebés. Simplemente no le gusta
cuidarlos porque no es bueno en eso.
—Soy muy consciente de eso —gruñó Knox, pensando en su
educación—. No entendía su comportamiento antes, y especialmente
no lo entiendo ahora que tengo a Asher. Sé que nunca podría
abandonarlo. Sé que nunca podría hacer nada para hacerle daño.
—¿De verdad quieres hablar de Lucian?
—No —Knox tocó el pequeño puño de Asher—. Me interesa más saber
si me vas a dar lo que te pedí.
—Knox…
—Quiero darte mi nombre, cariño. Quiero que todos compartamos el
mismo.
Su boca se curvó lentamente.
—Yo también; no tienes que tratar de persuadirme.
La satisfacción lo recorrió y besó su palma de nuevo.
—Gracias, Harper Thorne.
—Va a tomar un tiempo acostumbrarse —Miró a Asher—. También lo
es ser padre. Todavía no puedo creer que hayamos creado a esta
personita.
Knox sonrió.
—Es perfecto. Increíble. Al igual que su madre.
—Al igual que su padre —corrigió Harper. Al ver que se había bebido la
mitad de su botella, Harper se la quitó suavemente de la boca y se la
entregó a Knox. Luego sentó a Asher erguido, curvando suavemente su
mano alrededor de la parte delantera de su cuello para sostenerlo
mientras le frotaba la espalda.
—No puedo olvidar lo pequeño que es —dijo Knox. Los ojos del bebé se
abrieron y sus ojos azules se tornaron negros. El demonio lo miró
fijamente, y el propio demonio de Knox salió a la superficie por un
momento antes de que ambas entidades se retiraran. Lo habían hecho
una vez antes, poco después del nacimiento de Asher. En ambas
ocasiones, el demonio de Knox se rió entre dientes: era un sonido que
guardaba un secreto.
—Sigo pensando que hay algo que mi demonio no nos está diciendo.
—Probablemente, porque este niño es tan poderoso como la gente
esperaba que fuera.
Eso la desconcertó de maneras en las que no quería pensar.
—¿Ocultamos que es poderoso para que nadie lo vea como una
amenaza?
—Solo podemos ocultar eso mientras lo mantengamos aquí, donde no
pueda ser alcanzado o visto. Es fácil sentir todo ese poder. Estoy bien
con mantenerlo aquí por un tiempo.
—Yo también. No creo que la gente sospeche de eso, considerando que
Nora me secuestró recientemente, que quería llevarse al bebé.
Knox le frotó la pierna.
—No pensé que alguna vez tendría esto. Alguien que fuera mío. Un niño.
Una familia. No lo vi venir —Su rostro se endureció cuando agregó—:
Lucharé hasta la muerte para proteger y mantener lo que tenemos.
—Yo también, y nuestros demonios también. Y si alguien decide
ponernos a prueba en eso, descubrirá que hay cosas mucho peores que
la muerte.
Knox tuvo que sonreír.
—¿He mencionado que me encanta lo sanguinaria que eres?
—Una o dos veces. Nunca está de más volver a escucharlo.
Se rió.
—Estás sedienta de sangre, Harper. Y hermosa. E inteligente. Y tan
jodidamente fuerte. No hay nadie como tú, y me encanta que me
pertenezcas.
—Entonces bésame y cállate, porque me estás haciendo sonrojar.
Riendo de nuevo, lo hizo.

FIN

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