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Si una novela no te parte al medio no es una novela.

Y Natalia Rozenblum demuestra en Los enfermos


que eso lo sabe muy bien. Ya desde el inicio las imágenes se ubican en un abismo, casi al borde de la
perturbación: en esta apertura incipiente lo que queda partido al medio es, justamente, el cuerpo de la
voz narradora.

Una madre que cuida a su hijo en coma se adentra en una tensión que se vuelve cada vez más violenta y
absurda. Los límites de lo decible se traspasan capítulo tras capítulo. Abusos, movimientos de un cuerpo
roto, personajes que surgen del espacio hospitalario como si formaran parte de su elenco estable
convierten la novela en un estado de sitio: ¿cualés son las garantías que cuidan a estos enfermos?,
¿cuáles son los poderes que actuan sobre la inmovilidad del hijo?

La puesta en abismo también se evidencia en la escritura: la agilidad y espacilidad entre cada oración o
palabra se contrapone a la quietud de los cuerpos en suspenso. Capítulos conformados por una única
pregunta o afirmación son un acto de rebeldía en la posición muchas veces pasiva de la madre voz
narradora.

Esta primera novela de Natalia Rozenblum, "notable" en palabras de Selva Almada, nos posiciona como
lectores en la orilla de la cordura y nos obliga a preguntarnos cuáles son nuestros enfermos y dónde
están.

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