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| a ) ee aon AS | | ers. | AFTER HOURS En un lugar de la Mancha habfa una gasolinera, per- dida en medio de la inmensidad como una mora en el desierto. No hubiera reparado en ella (le gustaba 5 conducir por las carreteras de Castilla como ador- mecido, con la grata sensacién de estar todavia en el sitero materno) si no fuera porque el coche comenzé a detrapar, como sobre una pista de hielo. “Carajo —pensé—, los dos estamos viejos y cansados. Algtin dia tenfa que ocurrir. Se ird muriendo por el camino, igual quey9”. El hombre de la gasolinera, rudo, par- 0, eringdlc dijo que el coche no estaria arreglado ee otro dia. Que eligiera. O lo dejaba o llamaba 2 un servicio para que lo vinieran a buscar. Hacia varios meses que no pagaba el seguro. Problemas de Aiguidez, como dicen los periodistas econémicos y CaMb/o OP Jor? Wire la gente en bancarrota. Curiosa palabra. La banca estd rota. A veces, jugando al bacard, entre amigos, le habfa tocado la banca. Siempre se habia declarado en quiebra, al final. El suefio de ganarle a la banca termina con el sofiador pelado, arruinado, hecho polvo. Polvo serds y al polvo volverds. A propésito, gcudnto hacia que no echaba un polvo? Meses. Oun afio, quizas. Le pregunté al de la gasolinera (perdida) cualquier cosa que se pierdy Provoca_nos- talgia. Esto se le ocurrié en el momento en que ella se le acercé. No habia eleccién posible: el camionero que bebia cerveza acababa de ligar con la cubana (tal para cual, pensd), la monina del aro en el ombligo se las ingeniaba con los otros tres; solo quedaban él y su whisky, al principio de una noche del mes de agosto que no parecia muy estimulante. Se senté a su lado en uno de esos bancos redondos de patas de metal y asiento rojo, él le pidié un whisky. “Asi es la vida”, comenté, sin tener la menor idea de qué queria decir. “;Cémo te lamas?” le pregunté. “Na- dia’, dijo ella, :Dijo Nadia 0 dijo Nadie?)Una prueba irrefutable del triunfo del Mal sol ee Bien, que se ne wrvesre prea se ~ ja producido en los comienzos de la Historia, era Torre de Babel. Si se llamaba Nadia, debia de ser rumana, como la Comaneci, que no paré de ganar > medallas durante el comunismo, pero si habia dicho | Nadie, quizds era un mensaje cifrado, la confesién de su estado existencial: sola, sin papeles, en manos de una mafia rusa que la explotaba. Asi es la vida. “Co- maneci, Comaneci”, le dijo él, intentando establecer un puente. Ella no dio sefiales de comprender, pero dirigié rapidamente su manito blanca, de largas ufias color lila, a su bragueta. Se ve que no tenia tiempo que perder. A polvo cada treinta minutos, sefiores, asi es el negocio y la democracia. EF] retiré la mano\, con crispacién. “Deja mi bragueta en paz”, le dijo. Si no sabia quién era la Comaneci (de la cual él habia estado enamorado secretamente cuando era joven), ya habrfa aprendido qué era una bragueta en boca propia. Asi era la vida~Un frenesi, habia dicho un santo 0 un poeta, con dos whiskys de pésima calidad cualquier poeta era un santo o viceversa. No parecié muy desconcertada. No todos los hombres empeza- ban por el mismo lugar, aunque siempre terminaban por el mismo. “;Quieres bailar?” dijo la eslava, com- placiente, con un acento turbio, que arrastraba las erres, y él hizo un gesto negativo con la cabeza. En realidad, tenia ganas de mirarla, Era hermosa. Una belleza algo languida, sin perversién, con un toque de elegancia natural cuyo origen debia estar en el pasado. “;Bucaresti2” le pregunté. Dijo que no con la cabeza. “;Constanza?” Sonrié, festiva y afirmativa- WanMASTA CO) CTA CG, demo mente, aunque él tuvo la sensacién de que ella habia decidido sonrefr ante cualquier nombre que él dijera. Total, ;cudl era la diferencia? Los clientes no le paga- ban para que supiera geografia. Nunca habia estado en Constanza, pero se prometié que iria. Necesitaba un estimulo personal para viajar. Pidié el tercer whis- ky con un poco de recelo. Se sentfa més animado, pero sabia que era por el alcohol. Tenia mala bebida: al tercer whisky, queria a todo el mundo, en primer lugar, a sus enemigos. Como a otros les daba por la agresividad, a él, la bebida, le daba por el carifio indiscriminado. Pero zqué hay de malo en un poco ifio que no se merece? A ver, a ver, diganme (ea jué tiene de malo sentis, de pronto, una in- “Tiens4 simpatia,/una gran piedad por esta rumanita dulce, de ojos azules y cabellos rubios que nacié en Constanza, est4 en poder de una mafia rusa, quie- te meterle mano en la bragueta pero él, muy digna- mente, la rechaza/ qué tiene de malo sentir simpatia, por el gordo de la barra con cara de morsa, recordar con afecto a su querida ex esposa adicta a los hijos y a la television, y sentir mucha ternura por esos tres jOvenes desconocidos dispuestos a tirarse a la chica del aro del ombligo por la médica suma de veinte euros el polvo mas la consumicién? Cuando bebia, Se ponfa més generoso que de costumbre. No solo el mundo le parecia maravilloso, a pesar del desempleo, de los accidentes en las carreteras, del terrorismo in- ternacional, del fracaso del comunismo, de su matri- monio y de la decadencia del cine curopeg! sino que queria pagar rodo: las bebidas, las comidas, el papel higignico, las putas, las no putas, el arreglo del auto, dar dinero a todas las Ocenegés y entregar sus ropas a los menesterosos. El era asi, de modo que al tercer whisky se empefé ¢n hacerle escuchar a la rumanita “La Internacional), que era la musica que tenfa en el movil. La habia bajado de Internet expresamente. Inutil. La rumanita debia haber nacido después de la caida del muro de Berlin o carecia de oido, porque no la reconocié. En cambio, le dijo: “Yo tengo lugar donde ir”, lo cual le parecié una propuesta interesan- te, siempre y cuando dejara su bragueta tranquila, porque él era un cincuentén con principios, no uno de esos cerdos que van a cualquier puticlub a levantar rumanas sin papeles. El lugar no estaba lejos y era un cuchitril inmundo y antihigiénico, pero él ya se habia tomado el cuarto whisky, con lo cual fue capaz de encontrarlo sencillamente intimo. . Asi es la vida. SSN Un poco de alcohol, una rayita, y lo que se siente y se piensa se convierte en otra cosa. Se echaron sobre la cama en el momento preciso ent que él quiso pre- guntarle por qué sus osos ojos azules tenfan una vaga sensacién de (hostalgia, cosa que no supo decir en rumano, pero sedio-ctienta de que ella lo com- prendfa. Lo comprendia porque de pronto lo empezé a mirar con més tristeza, si cabe, como si necesitara mucha ayuda, traficantes hijosdeputa, qué le habran contado, Espafia pais de sol, playa, faralaes, bailaoras por todas partes, dinero a mantas, hombres dispues- tos a casarse, a ponerte una casita con mueblecitos, 1108 2IEL) C7 Ye Bb rele \ lavadoritas, cocinitas y a polvo diario, solo un polvo, ~ ni uno mis, te lo prometo, cdsate conmigo, césate conmigo, nos iremos juntos de este maldito After hours, de esta maldita carretera con molinos aerd- licos y gasolineras como manchas de mora, nos ire- o_ i; mos a Constanza, alli donde naciste y escucharemos “La Internacional” y no tendrés tristeza en la mirada, iremos al lago, no mas hombres en tu vida, no mas béjate las bragas, chtipame la polla, yo estudiaré ru- mano y tti aprenderds inglés, te lo prometo. Debjan de tener micréfonos escondidos en el cu- chitril, porque le dieron una paliza fenomenal y lo depositaron, con dos costillas rotas y la cara hecha un flan, en la gasolinera, advirtiéndole que no se le ocutriera llamar a la policfa, ni buscar a la eslavita, ni llamar por el mévil, que se llevaron consigo. El ma- cizo debia estar en combinacién, porque cuando lo vio, reventado, no le pregunté nada, como si fuera la cosa més natural del mundo tener dos costillas rotas, la cara tumefacta y el labio roto. Mientras se alejaban y lintentaba parar la sangre de su nariz, le parecié es- cuchar, lejanos, los compases de “La Internacional”.

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