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Novela El increíble papá de los trillizos capítulo 3 (


Adriana Ventura y Dante Licano )

El increíble papá de los trillizos


 
El increíble papá de los trillizos es una novela romántica, los protagonistas son Adriana
Ventura y Dante Licano, puedes leer esta novela en línea en la página web de Joyread
Español.
 

El increíble papá de los trillizos - Capítulo 3


 
El conflicto iba a ser una molestia y tal vez llevaría mucho tiempo. Al levantar la vista, Adriana
se dio cuenta de que el cielo se había vuelto de un gris sombrío. La tormenta estaba a punto
de llegar en cualquier momento.
No quería que sus hijos se empaparan con la lluvia, en especial Diana, que era físicamente
débil desde muy pequeña. La niña en definitiva se resfriaría si la lluvia la alcanzaba.
—Roberto, Patricio, Diana, quédense en el auto. Yo bajaré a ver qué pasa —dijo Adriana a
sus hijos antes de bajar del taxi.
—¡Mamá, ten cuidado! —gritaron los niños al unísono.
El loro Fifí volvió a sacar la cabeza del bolsillo de Diana con curiosidad.
Diana le dio un pequeño bocado y acarició su esponjosa cabeza con suavidad.
—Fifí, aguanta ahí. Pronto estaremos en casa
...
—Señor, lo siento. No golpeé su auto a propósito. —El taxista explicaba nervioso—. Fue
culpa de la pasajera. Tiene tres niños y una buena cantidad de equipaje. Mi taxi va
sobrecargado, así que choqué por accidente con su auto.
Al ver a Adriana, la señaló de inmediato.
»¡Tú eres la responsable de esto!
—¿Eh? ¿Por qué? —Adriana estaba a punto de replicar cuando la ventanilla del Rolls Royce
se bajó.
—Olvídalo. ¡El Presidente está ocupado! —El hombre sentado en el asiento del copiloto habló
mientras echaba una mirada a Adriana.
—¡Sí!
El hombre de traje asintió y le dijo al taxista que la próxima vez condujera con cuidado antes
de marcharse.
Adriana miró por instinto al asiento trasero del Rolls Royce cuando el conductor abrió la
puerta. Para su sorpresa, vio a un hombre semidesnudo de espaldas a ella.
Una herida serpenteante le atravesaba la espalda mientras la sangre caía sobre el tatuaje de
cabeza de lobo que tenía en la parte baja de la espalda.
«¿Tatuaje de cabeza de lobo? ¡El tatuaje de la cabeza del lobo!».
Adriana abrió los ojos con incredulidad. Se quedó mirando el tatuaje sin palabras mientras el
corazón se le subía a la garganta.
El lobo feroz la miraba, con los ojos teñidos de rojo brillante por la sangre del hombre, con
una mirada sedienta de sangre.
«¡Es él! ¡En verdad es él!».
—¡Fuera de mi camino!
El taxista dio un brusco empujón a Adriana, haciéndola caer al suelo. Cuando volvió a
levantar la vista, el Rolls Royce había desaparecido de la vista.
Adriana sintió que la cabeza le zumbaba mientras miraba la carretera vacía.
«¿Era él el que iba en el auto? ¿El padre de los niños? ¿No era un gigoló en Encanto
Nocturno? ¿Por qué iba en ese auto tan caro y con esa horrible herida?».
—Oye, ¿por qué empujaste a mi mami? —Patricio agitó los puños con rabia hacia el taxista.
—Mocoso, deja de gritarme. Si no fuera por ti, no habría sido tan desafortunado —maldijo el
taxista.
—Eras tú el que iba con exceso de velocidad antes de chocar con ese auto. Eso no es asunto
nuestro —replicó Roberto con su voz burlona—. ¡Como pasajeros tuyos, no somos
responsables de tu error! Has violado la ley de tráfico. Podemos presentar una denuncia
contra ti.
—Sí, agrediste a mamá. Pediré a la policía que te detenga. —Diana hizo un puchero furioso y
señaló a alguien en medio de la carretera—. ¡Hay un policía de tráfico!
Fifí, que estaba parada en su hombro, chirrió al instante.
—¡Policía de tráfico! ¡Policía de tráfico!
—¡Qué fastidio! ¡Bájense! Me niego a seguir llevándolos a su destino. —El taxista procedió a
abrir su maletero y tiró su equipaje en medio de la carretera antes de marcharse enfadado.
—¡Oiga! ¿Cómo puede hacer esto? —Adriana recogió de manera torpe su equipaje y llevó a
los niños a un lado de la carretera.
Mientras tanto, el hombre que iba en el asiento trasero del Rolls Royce, Dante Licano, levantó
la vista y miró el espejo retrovisor.
«Esa mujer me resulta conocida. ¿Dónde la he visto antes?».
—Señor Licano, ¡voy a inyectar la anestesia ahora! —dijo el médico que se ocupaba de su
herida.
—No es necesario. —El hombre estaba leyendo un expediente en su mano. Su herida
sangraba bastante, pero no le molestaba en absoluto.
—Em, esto puede doler un poco. Voy a suturar su herida. —Frunciendo el ceño, el médico
comenzó a coser la herida. Como no había anestesia, el médico estaba más nervioso que de
costumbre.
La piel bronceada del hombre brillaba bajo la luz de forma gélida. Sus músculos se
contrajeron por el inmenso dolor, pero su expresión siguió siendo la misma.
 
......
 
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papá-de-los-trillizos
 

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