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Aspectos Antroposóficos Pedagogicos de La Sexualidad
Aspectos Antroposóficos Pedagogicos de La Sexualidad
Este aporte está destinado a contribuir a despertar la conciencia con respecto a una misión
eminentemente pedagógica en las escuelas Waldorf: lo que se refiere a una percepción mas
responsable frente al estudio de la sexualidad, las clases de esclarecimiento, la biología, pero
también la ética, en definitiva la antropología aplicada.
Podemos preguntarnos, porqué una pedagogía dispuesta de una manera tan abarcadora
como la pedagogía Waldorf , expone tan poco con respecto a esta temática. Es así, que la
obra editada por Tobías Richter “Misión Pedagógica y Metas de la Enseñanza ”, prevé esta
temática recién para la planificada nueva edición como primera publicación fundamental; en
1981 apareció en la serie “Estudio del hombre y Educación”, el libro de Stefan Leber
“Sexualidad y misión educativa. Metas y límites de la educación sexual”, que en 1989 fue
publicado con una amplificación de varios capítulos por Wolfgang Schad y Andreas
Suchantke, publicado con el nuevo Subtítulo, “Aspectos de su nuevo Tratamiento”.
Allí, se han desarrollado aspectos esenciales de la pedagogía Waldorf con respecto al ámbito
de estos temas, tomando como trasfondo el estudio antroposófico del hombre.
Tal como empero hemos podido convencernos también en los congresos de la Liga del
Consejo de Padres de las Libres Escuelas Waldorf: la iniciativa de este ámbito de
responsabilidad con el trabajo de los padres y la enseñanza escolar, queda a cargo del
trabajo individual de una maestra o un maestro; solamente en pocas escuelas existe una
cultura apoyada por un trabajo colegial del tratamiento de las cuestiones de la sexualidad.
Esa omisión, acaso es expresión del atraso y del estar apartado del mundo por parte del
personal docente, o, de la incertidumbre frente a afirmaciones de Rudolf Steiner, tales como
la siguiente, que parece indicar, que esa temática debe ser evitada en la escuela.
“Cuando guiamos a los niños a poder apreciar la belleza y el esplendor de la salida del sol y
la puesta del sol, a percibir la belleza de las flores cuando los guiamos a poder sentir la
majestuosidad de una tormenta, en fin, cuando desarrollamos el sentido estético, entonces,
hacemos mucho más que con las instrucciones sexuales, llevadas a menudo hasta la
estupidez y que en la actualidad les impartimos con una precocidad cada vez mayor. La
percepción de lo bello, la postura estética frente al mundo es aquello, que reduce al erotismo
a su justa medida. Por el hecho de que experimenta como bello al mundo, el hombre, una y
otra vez llega al punto de ubicarse también con libertad frente a su cuerpo, sin ser
atormentado por el mismo, hecho, en el cual en realidad consiste el erotismo”.
Esta exposición, y otras citas de un tenor similar, con frecuencia asombrosa se mencionan a
modo de indicaciones metódicas con respecto al tratamiento o bien, al no tratamiento de
cuestiones del esclarecimiento sexual. Al dejarlas empero dentro del contexto global, no se
ubican a modo de explicación con respecto al tratamiento de la sexualidad en la escuela, sino
a modo de un argumento de una enseñanza, que apela a los alumnos en el desarrollo de su
personalidad de manera tal, que orienten su interés hacia el mundo, o bien, a la relación del
conocimiento, para no ser absorbidos completamente por vivencias referidas a lo corporal,
dentro de una esfera anímica propia.
LA SEXUALIDAD HUMANA
La mayoría de los procesos del instinto y del placer, bajo una determinada perspectiva
pueden ser remitidos a una garantía de la existencia física. Aquí empero, el término de
“sexualidad” en un principio será limitado más bien, a todos los procesos físicos anímicos de
la procreación, o bien, a los órganos relacionados con la procreación y los procesos psíquicos
relacionados con ello. A continuación presentaremos de qué manera en el hombre, en la
sexualidad así definida, una vida sexual en libertad cultiva los procesos naturales en el
sentido del erotismo.
Para todos los mamíferos superiores, el proceso de la procreación está relacionado con
evidentes estados de excitación. Estos se producen en determinados períodos a través de
procesos físicos (estado de celo) y están integrados en los modelos de comportamiento, que
dominan a todos los demás modelos de garantía existencial.
Mediante olores, movimientos ritualizados y otros modelos de estímulo, los animales machos
son incentivados, “olvidándose” de otros impulsos basales, tales como la búsqueda de
alimento e invierten una energía enorme en la persecución de los animales-hembras. Para
todos los observadores, es vivenciable la plena, “enajenación” de los animales en tales
rituales de apareamiento de un modo impresionante.
En la cuarta conferencia del ciclo publicado bajo el título “Estudio General del hombre”, dada
en 1919 como curso básico para los primeros maestros de la escuela Waldorf , Rudolf
Steiner, diferencia la voluntad, en correspondencia a los demás miembros del ser del
hombre. Al cuerpo físico, luego, al organismo de todos los procesos de vida (cuerpo etérico)
y al organismo de todos los procesos anímicos (cuerpo astral) le coordina, instinto, impulso y
apetencia sensual, como lado naturalmente dado de la voluntad. Dentro del alma
compenetrada por el Yo, el hombre impulsa su voluntad a partir de motivos independientes.
Son tomados dentro de la conciencia despierta diurna, razón por la cual en su definición
intervienen las experiencias, los hábitos culturales y los procesos anímicos no conscientes.
Este libre espacio del accionar a partir de la motivación anímica propia, se ha generado a
través de la cultivación del hombre en procesos comunitarios de la historia (costumbres,
usanzas, modos de comportamiento, rituales). Para esa educación del alma hubo
reglamentos, que se han generado a partir de impulsos culturales específicos de centros
religiosos con sus cultos. Para todas las culturas, las iniciaciones en determinadas fases de la
vida y en determinadas misiones – siempre empero las iniciaciones a la correspondiente
sexualidad – tradicionalmente son una componente esencial.
En las ruinas de la antigua Olimpia podemos observar a través de las imágenes la transición
de la cultura matriarcal a la cultura patriarcal. Delante del templo de Hera, que ha sido
construido al borde de una planicie frente a las colinas, sobre las bases de un santuario
materno-divino mucho más antiguo, se levantó en una dimensión tres veces mayor, el
templo de Zeus, cuyas columnas caídas a causa de un terremoto, aún hoy están mostrando,
de qué manera varonil señorial el testimonio monumental de un nuevo estado de conciencia
de los antiguos griegos se colocó delante del antiguo santuario materno.
En las culturas patriarcales, la identidad es definida por líneas de descendencia varonil. Los
hechos o bien el espíritu mediante el cual el ser humano se ubica activamente en la historia,
se encuentran en un primer plano, desplazando a un segundo plano la relación sanguínea
pura de las familias, bajo la pérdida de facultades videntes a atávicas – de ensueño, a favor
de una conciencia basada sobre la memoria y el pensamiento. Mientras que en las culturas
matriarcales la familia vivía con y dentro de la naturaleza, en la cultura patriarcal el ser
humano, emancipándose, se delimita de la misma. Con ello, también las iniciaciones de los
jóvenes adquieren otro carácter: el rol de los sexos no se vivencia ya, preponderantemente,
en la esfera de vida de la naturaleza, sino que experimenta una cultivación en el sentido de
una educación orientada hacia el arte y las ideas que no solamente apunta a la tradición,
sino también al accionar con independencia y una responsabilidad más despierta. A ello se
debe así mismo, que la competencia, la disputa y la conquista a la cultura dominada por el
varón le otorgan un rasgo permanentemente guerrero. Es por tal razón, que la procreación
se encuentra bajo los aspectos de poder, así como el interés de la disposición de posesión.
Dado que – tal como veremos – la vida del sentir del varón, en lo sexual se refiere
fuertemente a la vivencia propia en la civilización patriarcal, el mundo de la vivencia de la
mujer, el respeto frente a esa vivencia ocupa un segundo plano; en medida cada vez mayor,
es tratada como ser de segundo rango. Naturalmente, en este breve tratado, las tendencias
de los fenómenos básicos de cada cultura podrán ser llevados a la manifestación solamente
de manera escueta.
¿De qué manera se condiciona esto? Un caballero dedica sus actos y proezas a su soberana
de libre elección que con ello se convierte en educadora, o bien cultivadora de su vida como
luchador por ideales del alma. Al ofrecerle su servicio, a su vez se coloca al servicio del Yo
superior, que supera las tendencias egoístas. Este servicio era señalado como “amor
elevado”– veneración.
Walter von der Vogelweide lo señala así: “Como elevado amor es señalado aquél, que
promueve, que el ánimo se eleve hacia una alta dignidad”. Ese servicio impone el
desprendimiento, la abnegación al caballero.
Frente a ello, se encuentra el “amor bajo”, orientado hacia lo corporal: como “amor bajo es
señalado aquél, que debilita al Yo de manera tal, que el ánimo lucha por un amor enfermo;
ese amor causa un inmenso dolor”.
En la literatura de la edad Media el ser humano se ve situado entre estas dos orientaciones,
hacia lo espiritual, los ideales por un lado, hacia lo físico, el deleite, el apetito sensual por el
otro. En ese campo de tensiones busca su medida justa: “Una ordenadora de todos los
valores, eso sois verdaderamente, soberana de las “Medidas”. Dichoso aquél, quien domina
vuestros mandamientos”.
De esta manera se genera empero un espacio de encuentro de cultura anímica. Las virtudes
coordinadas hacia lo femenino cobran un efecto moderador, en la reserva despierta la
vivencia frente al otro, el respeto y la veneración cultivan las formas del trato en la corte, el
encuentro y la comunicación reciben su sello de lo “cortés”. Se pide permiso, se reconoce al
propio ser del otro.
Con ello, así mismo se modifica la sexualidad. Se genera un ámbito de intimidad en el cual
tienen lugar la ternura, la delicada caricia, el encuentro erótico. Ya no en el amplio espacio
familiar con varias generaciones presentes, tiene lugar la sexualidad con la procreación, en el
cálido aposento femenino, o en lugares discretos.
Se inicia el juego, con atraer y ocultar, con reserva y añoranza, con secreto y coquetería. En
la erótica, la sexualidad se convierte en comunicación de múltiples capas entre dos personas,
porque entre el deleite propio y el respeto por el otro, se genera un espacio de encuentro, un
espacio libre.
Con ello, se señalan los tres planos del amor, que de manera similar ya han sido
diferenciados por Platón:
A partir de esta membración podrán derivarse las misiones pedagógicas, dado, que la
pedagogía opera con el Eros en su cualidad espiritual. El aprendizaje presupone entrega,
dedicación y fervor. En el distanciamiento, la antipatía o en el apocamiento dentro del
egoísmo puro, es imposible la relación del individuo hacia el mundo. (Compárese lo dicho por
Rudolf Steiner al comienzo de esta exposición). Antes de abocarnos a este aspecto,
contemplaremos empero la diferencia del ser humano siendo varón o mujer.
En el artículo anterior “La separación de los sexos” (en la crónica Akasha g A 11) a partir de
su investigación científica-espiritual Rudolf Steiner refiere, cómo en el curso de la evolución
la corporeidad física del hombre se ha configurado de manera tal, que la vida anímica ya no
pudo actuar en ella, plasmando y generando. De esta manera el alma, por un lado ha
experimentado una ligadura más profunda al cuerpo, que entre otros se expresa en el
impulso de la procreación, por otra parte empero se emancipó del cuerpo en la generación
del pensar y en la facultad de la concepción. Desde entonces, por tal razón la procreación se
lleva a cabo ya no a través de un ser humano hermafrodita- bisexual sino dentro de esa
diferenciación aparecida en este temprano estado evolutivo a través de la fecundación
llevada a cabo externamente por dos seres de sexo diferente. Esa separación en un ser
femenino y un ser masculino halla su expresión anímica, en la diferenciación de la capacidad
imaginativa y la voluntad.
De esta manera, el ser humano adquiere la posibilidad, de no dar curso libre a sus afectos.
Rudolf Steiner explica además, que mediante esta diferenciación del alma hacia la cualidad
femenina de la concepción, que se plasma en la estructura del cerebro y la cualidad
masculina de la voluntad, que se orienta hacia la corporeidad y se configura especialmente
en el organismo masculino, se coloca la base de la capacidad de conocimiento: la facultad de
pararse frente al mundo y frente a sí mismo, así ha sido dispuesta.
Mediante la separación de los sexos, el ser humano sale de la inconsciente naturaleza de los
instintos, a la conciencia despierta apoyada por el cerebro. La polaridad del impulso amoroso
de orientación corporal y la del impulso del saber de orientación espiritual, según esas
afirmaciones, se encuentran esencialmente relacionados con la diferenciación sexual; el
desarrollo de la sexualidad y la facultad del conocimiento deben ser entendidos como un solo
proceso: “El pensar ha sido obtenido mediante la Uni-sexualidad ”.
Según el entender antroposófico, la nueva entrada al paraíso del hombre que le fuera
prometido en el momento de su expulsión, se expresa en el hecho de que mediante la
actividad espiritual del ser humano en el pensar, anula nuevamente la diferenciación en los
sexos: “La reunión con el espíritu promueve finalmente la igualdad; pero, antes de esa
igualdad existe una diferencia: esto, encierra un misterio de la naturaleza humana. “(Rudolf
Steiner g A 11). Con ello se expresa, que en la toma de conocimiento como seres humanos,
nos elevamos por encima de nuestra diversidad sexual. ¿Cómo podemos entender empero,
que la diferencia de los sexos de varón y mujer es la condición previa para la evolución del
hombre hacia un ser, que toma conciencia de si mismo?
Las condiciones de encarnación masculinas y femeninas que subyacen a ese curso evolutivo
son caracterizadas por Rudolf Steiner dentro del contexto de las conferencias dadas en 1921
en Dornach y en Stuttgart para los maestros en las cuales se explican los fundamentos de
una pedagogía juvenil, para el desarrollo de los ciclos superiores:
– “En el caso de la joven – las cosas se hallan sutilmente diferenciadas, pero, tenemos que
adquirir una determinada capacidad de observación – esto es muy diferente: en el caso de la
joven, en mayor o menor medida, el Yo es absorbido por lo astral. Por tal razón la joven vive
en menor medida hacia lo interior; vuelca en mayor medida hacia el cuerpo etérico aquello,
que es cuerpo astral compenetrado por el Yo. Con su vivencia se introduce fuertemente hacia
el cuerpo etérico y con ello, hasta en el manejo, hacia el movimiento exterior. Y, justamente
en las reales naturalezas femeninas, en ocasión de un desarrollo correcto, es que la joven a
esa edad (se trata de la edad de los 14 – 15 años) adquiere su debida forma de ser,
adquiere firmeza un su actuación y comportamiento, remarcando la personalidad,
plantándose con firmeza, sin retraerse dentro de sí misma.
En el caso del varón sucede algo esencialmente diferente. En el caso del varón el cuerpo
astral absorbe al Yo en una medida mucho menor. El Yo permanece algo oculto. Aún, no es
muy activo, Así y todo, se mantiene, sin recibir una influencia mayor entre los 14 y los 15
años y entre los 20 y 21 años por parte del cuerpo astral, de modo tal que el varón a causa
del mantenerse de ese Yo, del no ser absorbido del Yo y a su vez, la no independencia del
Yo, a esa edad de su vida podrá convertirse en mosquita muerta con mucha mayor facilidad
que la joven. La joven a esa edad con mucha mayor facilidad adquiere una determinada
soltura, algo, que se manifiesta en su comportamiento frente a otros, lo que el varón no
tiene y en el caso de naturalezas en realidad más profundas del varón podemos notar, que a
través de esa relación especial del Yo hacia el cuerpo astral a esa edad aparece algo así,
como un replegarse en la vida. (Rudolf Steiner, conferencia 16-6-1921 en Stuttgart en:
Conocimiento del hombre y configuración de la enseñanza, GA 302).
Por un lado, intenta llegar a la realización mediante acciones, o bien en las disputas, por otra
parte, su postura distanciada frente a sí mismo y frente al mundo, le posibilitan un interés
más bien orientado hacia lo intelectual. En el caso de la joven en cambio, por el hecho de
que el Yo es absorbido por la vida anímica y ésta a su vez cobra un efecto inmediato sobre
los procesos de vida corporales, se dispone una confianza en sí misma que le permite,
vivenciarse con mayor naturalidad en su medio circundante. De ello resulta una competencia
social más elevada, mientras que la distancia necesaria tiene que ser conquistada con un
esfuerzo mayor. También la relación hacia la humanidad se configura de diferente manera en
el hombre y en la mujer.
“Según su ser interior, el hombre porta dentro de sí de manera tal, que al ser-humano lo
percibe siempre a modo de un enigma, como algo, que no puede compenetrar plenamente,
como algo que le formula infinitas preguntas que él no puede resolver”.
“La mujer contempla la humanidad de manera tal, que en el fondo ciertamente tiene una
imagen, aunque sea en lo inconsciente, según la cual le da forma a la humanidad”.
“Mientras que la mujer, por lo tanto, vivencia a la humanidad más bien en la imagen, el
hombre más bien la vivencia a modo de deseo con un carácter de enigma”. (R. Steiner,
conferencia del 4-1-1922 en Dornach, en: El sano desarrollo del ser del hombre, GA 303).
Sin lugar a duda, constituye una misión de la pedagogía juvenil, tomar en cuenta estas
disposiciones diferentes de manera tal, que en la acción recíproca entre los varones y las
jóvenes se complementen y fecundicen las respectivas unilateralidades, debilidades y
fuerzas, durante las clases. Aquí, yacen empero así mismo aspectos esenciales para la
preparación de un trato consciente de los sexos, con respecto a la vida en pareja, para una
comprensión de la sexualidad propia y la del otro. En definitiva, lo humano-general-superior
puede generarse a partir de una conciencia con respecto a las condiciones diferentes del ser
humano masculino y del ser humano femenino. En la alternación de las condiciones de
encarnación como mujer o como varón, se realiza el propio ser del hombre.
Esta polaridad masculina-femenina puede ser descubierta en muchos ámbitos. Ya sea en las
polaridades de sangre y respiración, cerebro y actividad nervio- sensorio, metabolismo y
miembros, sentido visual y sentido auditivo, ambas mitades del cerebro o cuerpo físico y
cuerpo etérico, por doquier puede ser encendido este profundo principio humano y universal
– La esencia subyacente a todos los procesos de la procreación, a los procesos sociales y a
todos los procesos evolutivos empero, es la consonancia suprema de la polaridad, que llega a
la unión: En ese sentido, el conocimiento de esa unidad significa desarrollo de la conciencia.
En el antiguo entender cultural y uso lingüístico el proceso de la unión física, o bien de la
procreación, era vivenciado como el tomar conocimiento del otro ser humano.
Con respecto a la vivencia de una pareja acorde a la época, es menester referirnos también
a la vivencia del cuerpo y de los sentimientos sexuales del varón y de la mujer.
Mucha penuria, ignorancia y muchos malos entendidos podrían ser evitados, si a la edad
adulta pudiéramos llevar el conocimiento y el respeto frente a la disposición dispar y con
ello, frente a los caminos diferentes de las percepciones y de los sentimientos, en el sentido
de una iniciación moderna. La ejecución del amor orientado hacia lo físico está orientada
hacia la acción, busca estímulos específicos, en la vivencia está centrada poderosamente
hacia su órgano sexual. Su capacidad pro creativa se regenera constantemente. El modo de
percepción sexual de la mujer se refiere en medida mayor al cuerpo en su integridad, la
disposición propiamente dicha se desarrolla en fases más extensas y en su vivencia involucra
así mismo al medio circundante y al clima anímico. Esto nuevamente está relacionado con la
disparidad de la constitución.
“Sucede, que el amor es algo muy diferente para el hombre y para la mujer. En el caso de la
mujer, el amor parte de la fantasía y siempre está vinculado al hecho de formar una imagen.
Perdonen que diga esto: la mujer jamás ama simplemente al hombre real, allí parado en la
vida: los hombres de hecho no son así, que puedan ser amados, tales como son hoy, con
una sana fantasía, sino, que siempre hay algo más, contiene la imagen que procede de ese
mundo que es un don del cielo. El hombre en cambio, ama al deseo; el amor del hombre
ostenta un explícito carácter de deseo.
Y esa diferencia tiene que hacerse, tal como luego llega a la expresión en un sentido ideal y
real. El ideal más elevado aún puede contener deseos ideales; lo sensualmente más
instintivo, puede ser producto de la fantasía. Esa diferencia radical empero existe entre el
amor del hombre y el amor de la mujer. El amor de la mujer está sumergido en fantasía; el
amor del hombre está sumergido en el deseo. De esta manera forman algo, que en la vida
ostenta armonía”. (R. Steiner, conferencia del 4 de enero de 1922 en Dornach, en: El sano
desarrollo del ser del hombre).
Aquí Rudolf Steiner caracteriza a la mujer anímicamente por su orientación hacia la fantasía
como orientada hacia el futuro. Al acompañar con amorosa vivencia la imagen ideal en el
hombre, es, vista espiritualmente, aquella que puede apoyar en el hombre, la búsqueda del
ideal propio. Además de aparecer en la literatura medieval de amor, antes mencionada el
conocimiento del significado y la importancia del ser humano femenino, aparece también
claramente, en la literatura del romanticismo temprano, en los dramas clásicos de Schiller,
pero también en Goethe, por ejemplo, en los famosos versos finales del “Fausto” – un ser
humano en la búsqueda:
Frente a ello, a partir de la orientación hacia el deseo del hombre en el amor resulta una
clara auto referencia.
El hombre tiende a un modo de vida más bien materialista intelectual, con ello empero
también en medida mayor a la individualización. Su Yo se halla enfrentado al mundo y él
intenta salvar la distancia, conscientemente, desde su propia postura. Por ahora, poco se
entiende a sí mismo dentro del cosmos, o bien, dentro de la humanidad. El mundo exterior
en cambio se le abre a través del pensar.
Esta diferencia entre la mujer y el varón, naturalmente cobra validez en la transición hacia la
edad juvenil:
“El varón no sabe qué hacer consigo mismo. Ha asimilado algo, que justamente a esa edad
de los 14 – 15 años comienza a parecerle ajeno, extraño. Entra a un estado de asombro, a
una crítica, a un escepticismo frente a sí mismo. Y aquel que comprende la naturaleza
humana sabe, que este ser de dos pies que se desplaza sobre la tierra y al que llamamos
Anthropos, ese ser ha sido jamás para filósofo alguno un enigma tan grande como lo son a
menudo los varones a los quince años; dado que allí lo enigmático abarca todas las fuerzas
del alma humana. Puesto que aquello que se encuentra lo más alejado de la conciencia
común – la voluntad – es la que ejerce un embate contra el sistema nervioso del joven a la
edad de los 14 o los 15 años.
Y es así, que justamente en esta etapa de la vida, para la joven hay cosas del mundo
exterior, que comienzan a ser incomprensibles para ella. En el caso del varón, es el mundo
interior el que se torna incomprensible (…) podríamos decir entonces: a la joven le es
implantado algo del cosmos entero, algo del universo, a una edad más temprana; al varón se
le implanta el medio circundante sobre la tierra, a través de la lengua. “(Rudolf Steiner,
conferencia del 9-8-1922, Oxford, en: Las fuerzas espirituales-anímicas en el arte del
educar”, g A 305).
LOS PLANOS DE UNA EDUCACIÓN SEXUAL HUMANA – GLOBAL
• Evitar aprietos
Pero, la misión es más amplia: muy tempranamente, ya en la primera edad infantil deben
adoptarse las condiciones físicas y anímicas propias. Para ello deberá configurarse un espacio
de vida y el comportamiento de los adultos deberá ser acorde a la función del ejemplo.
Cuando el niño compenetra su cuerpo mediante la coordinación, cuando desarrolla los
sentidos y a su alrededor vivencia personas que a sí mismas y a las demás otorgan un trato
respetuoso, más adelante con facilidad mayor podrá conservar la integridad de su propio ser,
con lo cual tendrá mayor capacidad para el encuentro con los demás: ya en los primeros
siete años, y en un espacio protegido – puesto, que allí es posible la entrega al medio
circundante, necesaria para el desarrollo sensorio – el organismo sensorio en su totalidad
deberá ser abordado. En el aprendizaje lingüístico, además del conocimiento y significado de
las palabras, se predispone la comunicación y con ello la capacidad de poder crear más
adelante, una pareja de percepción mutua. Los múltiples elementos musicales unen con su
ritmo, sus pausas, sus movimientos configurados, bases para la creación de todos los
procesos sociales. La inmersión en imágenes narradas diseña las formas primarias de la
conjunción de los hombres profundamente en su ser anímico, colocando así las bases para el
comportamiento propio en lo social y en lo que a la pareja se refiere.
A partir de los 10 – 12 años, será necesario acompañar a los niños en la vivencia del
organismo anímico propio, que comienza con un cambio del sistema respiratorio (Ernst
Michael Kranich: Fundamento antropológico de la pedagogía Waldorf , Stuttgart 1999, pág.
180); en el desarrollo de los órganos sexuales y los cambios en el sistema glandular, sin que
de esta manera se pierda el hechizo, y el misterio de la capacidad amorosa con todos sus
matices, a causa de la exposición de los modelos biológicos. La mejor manera de lograr esto,
es a través de la descripción objetiva de los órganos y sus procesos en imágenes apropiadas
, dado, que a esta edad la vivencia propia de los adolescentes puede conectarse con facilidad
mayor a este enfoque que a los modelos de funcionamiento anatómico puramente. Impulsar
el amor hacia el mundo, en lo grande y en lo pequeño es misión en la enseñanza, así como
también la educación hacia la cortesía y el respeto, también frente a la particularidad del
otro sexo.
Recién en la juventud está disponible la base anímica para una compenetración con criterio
propio con respecto a los fundamentos del ser humano en el sentido propiamente dicho. Con
anterioridad a ello cobra validez: conducción, comprensivo acompañamiento y recurrir a
aquello, que aparece en el medio circundante y en el interior de los niños. A la edad juvenil
luego es posible incluir la respectiva potencialidad, los respectivos impulsos biográficos
propios en las reflexiones biológicas del hombre, la autoestima, la capacidad de encuentro y
el sentido con referencia al destino propio, así como al destino de los seres humanos con los
cuales me encuentro, podrán ser vivenciados entonces en una relación con la encarnación
propia como hombre o como mujer.
Las cuestiones espirituales (aspectos: ¿Quién eres tú? ¿Qué requiere el encuentro
entre nosotros? ¿cuál es mi destino? ¿Cuál es mi responsabilidad?
Para la educación juegan un rol los tres planos a cualquier edad. Naturalmente conforma un
desafío para los padres y los pedagogos la toma de decisión, dado el caso mediante un
intercambio de ideas, acerca de cuándo, cómo, y por quién debe ser tratado el tema. Aquí,
no pueden ser dados modelos Standard para el proceder. Cada situación, cada grupo
humano y en realidad, cada persona tienen que ser tomados en cuenta con respecto al
hecho, de cómo debe ser introducida la iniciación a la sexualidad. Todas las indicaciones
referidas o contenidos posibles y métodos a seguir, por lo tanto deberán ser considerados
como incentivos para el proceso de conciencia de los educadores.
Es menester así mismo reflexionar acerca de los fenómenos de la época. En el ámbito del
amor, en la actualidad la sexualidad física ocupa un lugar tan dominante, que el egoísmo y
con ello la vida en pareja se han convertido en un problema social básico. Cuando la
autosatisfacción y la orientación hacia lo físico se pregonan a modo de estrategias puntuales
de publicidad, con el fin de incentivar el egoísmo y el consumismo, se corrompen el interés
por el mundo y el amor por el prójimo.
Cuando a través del interés por el mundo y con referencia a los interrogantes con los cuales
se confronta la humanidad de la actualidad es llamada la voluntad de aprendizaje de los
jóvenes – dado que allí yace la importancia del Eros pedagógico – entonces podemos nutrir
al mismo tiempo, una saludable relación hacia la biografía propia y con ello, hacia la propia
corporeidad, hacia la capacidad del encuentro con los demás, y hacia el verdadero amor.
ACOTACIÓN FINAL
A partir de lo aquí expuesto puede surgir, la razón por la cual una enseñanza de la
sexualidad definida a modo de materia de estudio en la pedagogía Waldorf , puede ser
comprendida únicamente, en el contexto del principio pedagógico en su conjunto. Las
dificultades con ello relacionadas y los consiguientes desafíos no nos liberan empero de la
necesidad de acompañar los procesos de maduración de nuestros niños y jóvenes
a su debido tiempo
de manera apropiada
y globalmente
La libertad que conduce a una vida con plenitud, no se genera ni a través de tabúes, ni a
través de soñolencia, ni a través de ausencia de límites o con una apertura total. Va
creciendo a partir de la confianza propia que se tiene del niño. La necesaria referencia hacia
la sexualidad propia no se genera a través de esclarecimiento callejero ni mediante modelos
de iniciación. La misión de la iniciación en la sexualidad requiere en cambio de la
comunicación abierta entre los padres, los educadores o bien los maestros, requiere, tomar
en cuenta al niño y su entorno, así como el acompañamiento individual de responsabilidad
compartida. Una preparación con respecto a esa misión de acompañamiento yace así mismo
en la ocupación del educador con las cuestiones fundamentales del ser humano, con las
cuestiones del destino y las cuestiones acerca de las fuerzas que constituyen este mundo.
Allí, se encuentra un contenido importante para el trabajo en los jardines infantiles y las
escuelas.