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La conocida 

regla de las tres R de la ecología surge como una propuesta de la ONG


ambientalista Greenpeace en Japón. Esta idea promueve tres pasos fundamentales para
disminuir la producción de residuos y de esta forma contribuir a la conservación del medio
ambiente. Reducir, reutilizar y reciclar.

La producción de residuos es una acción inherente al consumo por parte del ser humano.
Sin embargo, la industrialización, la producción en masa y las economías de escala han
llevado a que los sistemas de producción generen de forma alarmante cantidades
inmensas de desechos. La desventaja está en que los productos que se adquieren no
siempre están compuestos por materiales biodegradables; y los cuales, de no ser bien
gestionados, pueden suponer un problema para la salubridad y protección del entorno y la
salud de las personas.

Tanto las políticas medioambientales como la misma cultura de cada empresa y de


cada individuo deben tener en cuenta los discursos alarmantes y de concienciación
ambientalistas y científicos de los últimos años. El conocido calentamiento global,
la contaminación de océanos, la pérdida de biodiversidad, la extinción de muchas
especies... todo esto, en gran medida, propiciado por el ser humano y sus
actividades productivas de ser dominante es lo que fundamenta el cambio. Esta
“secuencia interminable de hechos, aparentemente desencadenados entre sí, acaban por
tener consecuencias completamente impredecibles” (National Geographic, 2017). El
planeta se ha visto inmerso en un efecto mariposa de producción sin control que ha
llevado a la necesidad de crear proyectos de concienciación y de acción ambiental como
el de las tres erres nombrado anteriormente.

Sin embargo, se están reinventado estos proyectos. Muchos teóricos ambientalistas han
añadido nuevas erres a las comúnmente conocidas (Reducir, Reutilizar y Reciclar). Esta
perspectiva se puede ver ampliada la, apuntando a una regla compuesta por 10 erres.

Las 10 R’s complementa a la de las 3R's , con los siguientes nuevos principios: Recoger,
Recuperar, Reparar, Redistribuir, Reflexionar, Restaurar, y Rediseñar. Pero, ¿que
conlleva cada pequeña acción?

●     Reciclar: Separando los residuos por tipologías y depositándolos en los contenedores


adecuados. En la página web de la Fundación Ecoembes (www.ecoembes.com) hay una
sección de “cómo reciclar bien” muy interesante para disipar dudas sobre dónde va cada
tipo de residuo y los errores más comunes a la hora de reciclar.  

●     Reducir: Consumir de forma responsable, eligiendo las cantidades necesarias de


producto. Ropa que acumulamos, imposible de guardar, que cambiamos con la
transformación de las modas; o como anécdota el consumo desorbitado de papel
higiénico durante el confinamiento sin guardar la proporción de las cosas. ¿Era tan
necesario eso? Es, sin duda, un hito gracioso a la par que extraño para añadir a los
anales de 2020.    

●     Reutilizar: La segunda vida de las cosas debe dejar de ser un recurso romántico y
debe convertirse en la primera opción a valorar. Darle otro uso al residuo de un producto
como por ejemplo los increíbles “taper” que surgen de una tarrina familiar de helado. 

●     Recoger: No tirar nuestros residuos y concienciar al resto de personas. Recogiendo


nuestra basura cuando paseamos por la naturaleza o hacemos submarinismo es un
comienzo muy importante. Siendo capaces de desterrar la expresión “basuraleza” en que
hemos convertido en muchos lugares el medio natural.   

●     Recuperar: “Rescatar” recursos. Un ejemplo es reforestar los principales bosques de


madera que han sido talados para la industria.   

●     Reparar: Alargar la vida de un producto. ¿Cambias de coche cada vez que se te


estropea? O te sumas al nada ético comportamiento de la industria con la “obsolescencia
programada”. Esa industria que solo pensando en cómo consolidar sus beneficios, nos
hace la vida imposible teniendo que dedicar nuestra renta (cada vez menor) para reponer
por un objeto nuevo.      

●     Redistribuir aquellos bienes que ya no utilizamos o simplemente no son


necesarios. La donación, el intercambio y la compraventa de artículos de segunda mano
son algunos de los modelos de consumo colaborativo y solidario. Un ejemplo de ello
pueden ser los llamados  “bancos del tiempo”, una alternativa económica social en la que
se intercambian habilidades entre los miembros sin utilizar dinero, contribuyendo así a un
mundo más humano.

●     Reflexionar sobre nuestros hábitos de consumo y la trascendencia que tienen para el


medioambiente y la buena salud del planeta y las personas.    

●     Restaurar: Reconstruir o mejorar un producto ya creado. Un paso puede ser la no


creación de un nuevo complejo de apartamentos sino mejorar un edificio ya creado, darle
utilidad.      

●     Rediseñar con criterios de sostenibilidad y diseño ecológico. Las empresas deben


tener en cuenta esta nueva preocupación por la sostenibilidad en la creación y
comercialización de su producto.

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