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Falacias de una ruptura: revisión de los argumentos políticos del caso EPM

18 de agosto de 2020
Por: Santiago Leyva Botero

La renuncia de la totalidad de la junta de EPM se quiere hacer ver por algunos sectores políticos como
el punto final de unas relaciones nocivas entre empresarios y gobernantes. En palabras de Vargas
Lleras estas “relaciones privilegiadas”, que se que se fueron consolidando a lo largo de muchos años
hasta generar un amplio conflicto de interés, llevaron a la junta de EPM a proteger a los “aliados
estratégicos” a costa de patrimonio público (El Tiempo, 16 de agosto de 2020). En el mismo sentido,
la semana pasada Luis Pérez afirmó de manera categórica: “los resultados de la junta directiva de EPM
son muy mediocres”, también señalando de forma coloquial: “gracias a Dios se fueron” (Minuto 30,
12 de agosto de 2020). Finalmente, el alcalde Quintero afirmó que existían conflictos de interés de
los empresarios locales (El Tiempo, 15 de agosto de 2020). El propósito de este ensayo es el de
cuestionar estos argumentos, presentando una tesis contraria, que defiende con hechos verificables
el papel importante que han jugado los empresarios en el buen gobierno de la ciudad de Medellín.

De todos los anteriores, sin duda es Vargas Lleras quien ha tenido el genio de expresar esta narrativa
de la manera más clara y con la pluma más contundente. Paradójicamente, quizás también es con
Vargas Lleras con quien puede resultar más fácil empezar a desbaratar estos argumentos. En su caso
basta observar la falta de profundidad de sus evidencias, pues cuando habla de relaciones
“estratégicas” y de conflictos de interés, lo hace según su propia conveniencia, sin comparar o
presentar evidencias. Vargas habla del peligro de las relaciones cercanas, sin entrar a profundizar su
nivel, profundidad y complejidad. Vargas, que en el caso de Medellín critica el paso de personas entre
empresas privadas y públicas, nunca se ha pronunciado en casos mucho más complejos como el de
Barranquilla. Allí, la familia más rica de la ciudad domina el comercio al por menor (Olímpica), los
medios (emisora Olímpica), del equipo de Fútbol (el Junior), y muchos otros negocios. Además, con
su apoyo, esta familia ha ganado las últimas tres elecciones, consolidando un dominio económico y
político absoluto.

En contraste con los estrechos vínculos entre política y empresa en Barranquilla, estas mismas
relaciones no son monopólicas en Medellín y están abiertas a la competencia, como lo demuestra el
propio hecho de que Daniel Quintero sea hoy el alcalde de la ciudad. No obstante, en su discurso,
Vargas, Pérez y Quintero insisten en simplificar a la diversidad de empresas de Medellín como una
unidad, como un bloque a manera de la familia Char, al que llaman el “Grupo Antioqueño”, incluso
con el propio Alcalde afirmando que la junta de EPM “no será del Grupo Antioqueño” (El Tiempo, 15
de agosto de 2020), como si esto hubiera sido así antes de su intervención. Esta idea de la existencia
de un solo grupo, que lo domina todo, no es más que una estrategia discursiva para construir una
historia simple, que pueden sonar creíble para muchas personas que no conocen los hechos.

Para no caer en errores, se debe observar que, de los siete miembros salientes de la junta de EPM,
solo dos de ellos han tenido una relación con el GEA (uno hizo su carrera propiamente en el GEA -
aunque hoy trabaja en el grupo Orbis, un grupo independiente asociado a Pintuco- y otro más ha
tenido relaciones en las juntas de Suramericana y Éxito desde hace varias décadas). Todos los demás
han hecho sus carreras en empresas como ISA, ECOPETROL, EPM, el sector judicial, Cooperativa
Confiar y FISE, que nada tienen que ver con el GEA. Esta idea de reducir las empresas de Medellín y
la junta de EPM, a un solo grupo, que además integra a los contratistas de Hidroituango “con
relaciones muy cercanas”, como también lo señala el Alcalde (El Tiempo, 15 de agosto de 2020), es
una caricatura persuasiva pero falsa, que ilustra las malas intenciones de quienes quieren construir
una teoría conspirativa con tintes populistas. Una idea que además desconoce que los gobernantes
recientes como Aníbal Gaviria y Federico Gutiérrez, tampoco tuvieron relaciones históricas con las
grandes empresas antioqueñas, por lo que lejos de ser sus agentes, se posicionaron en su gobierno
como actores autónomos, aunque siempre abiertos a la colaboración en temas puntuales donde
sabían que los distintos grupos empresariales de la ciudad podían ayudar.

Otro de los puntos que señalan estos políticos de manera bastante sesgada y conveniente para sus
intereses, es el de la existencia de una supuesta puerta giratoria entre las empresas del sector público
y el privado, la cual le genera un gran poder a un pequeño círculo en Medellín que Vargas Lleras
menciona en su columna de El Tiempo con nombre propio. Este es un argumento que debe ser
examinado con cuidado. Medellín tiene 15 de las primeras 50 empresas del país (EPM, ISA, ISAGEN,
Grupo Argos, SURA, Éxito, Nutresa, Alkosto, EPS-Sura, Celsia, Postobón, Grupo Bios, UNE-EPM,
Cementos Argos y ahora, Caribe-Mar), lo cual implica que en esta ciudad existe una presencia
importante de profesionales que adquieren experiencia en la gerencia privada, antes de pasar a la
pública. En contraste con Bogotá, en dónde el Estado es un gran empleador y es posible desarrollar
una carrera de alto perfil en los ministerios y agencias nacionales, en Medellín es difícil realizar una
carrera laboral de alto nivel exclusivamente en el sector público.

Por lo anterior, no es extraño que personas como Juan Felipe Gaviria, Guillermo Echeverri, Nicanor
Restrepo y muchos otros, más recientes, no hayan hecho su vida profesional en el sector público, pero
si hayan pasado en repetidas ocasiones por sus juntas, comisiones o por los cargos directivos del sector
público. Esto más que un problema (como señalan Vargas Lleras, Luis Pérez y ahora Quintero), ha sido
el secreto de la ciudad para poder llevar algunos de los aprendizajes de la gestión de grandes empresas
privadas (con miles de empleados y billones de pesos en capital) a la gestión pública. Por eso, uno de
los activos más valiosos de la ciudad ha sido el poder incluir a personas como Diego Calle, Guillermo
Echeverri, Juan Felipe Gaviria, Nicanor Restrepo, Federico Restrepo (por mencionar algunos de los
nombres propios utilizados por Vargas Lleras) en la gestión de sus empresas públicas, en las juntas y
en el gobierno local. Gracias a ellos, se ha logrado llevar al sector público muchas de las buenas
prácticas del sector privado de gran escala, ayudando a consolidar burocracias profesionales y
apolíticas en muchos sectores de la ciudad.

Otro punto, relacionado con el anterior, que vale la pena discutir en los argumentos que presentan
Vargas, Pérez y Quintero es el de los “pobres resultados”. Al contrario de lo que estos señalan las
evidencias apuntan hacia un argumento muy distinto. Medellín, a diferencia de otras ciudades como
Cali y Barranquilla, ha logrado crear un patrimonio público y una riqueza colectiva mediante la
expansión de sus empresas de servicios públicos. En contraste, en el caso de Barranquilla, tan
celebrado por Vargas, resaltan los problemas que han tenido sus empresas de aguas y electricidad,
hasta el extremo de que Electricaribe ha sido recientemente cedida a EPM para que esta la administre
bajo la creación de la figura de Caribe Mar, una nueva subsidiaria de EPM.

Para tener un referente numérico que permita poner la idea de los “pobres resultados” en perspectiva
crítica, basta con observar el listado de las mayores 100 empresas de Colombia (Semana, 9 de agosto
de 2020). En este listado, EPM es la segunda empresa en activos del país, lo cual sería totalmente
inviable si los argumentos de estos tres políticos fueran ciertos. De hecho, para comprender la
debilidad de estos argumentos, basta con comparar a EPM con empresas públicas de ciudades
similares (Cali y Barranquilla), para observar que en 2019 los activos de EMCALI equivalían a solo el
13% de los de EPM y aquellos de Electricaribe solo al 11%. Dado lo anterior, podemos afirmar que al
contrario de lo que señalan los tres políticos mencionados, las claves para que EPM sea la segunda
mayor empresa en activos de Colombia han sido el modelo de gerencia técnica y las juntas autónomas,
ambas instancias protegidas de la política por un acuerdo informal que arrancó desde 1976 entre
Diego Calle Restrepo y los alcaldes de turno, pero que continuó en el tiempo, con solo pocas
interrupciones.

Otro argumento que resulta importante controvertir es el de la auto proclamación del Alcalde
Quintero como el salvador de la empresa. La acción del alcalde, más que la salvación de las EPM,
representa un nuevo episodio de riesgo al modelo gerencial de las EPM. En la historia de la compañía
se han registrado otras dos épocas previas de capturas políticas (1970-1975; 2001-2003), las cuales
sirven de referencia para entender mejor este momento. Justamente como se explica en un libro
editado por EPM en 1995, en el que se le hace un homenaje a la importante figura de Diego Calle
Restrepo, Gerente de las EPM por casi 10 años (1976-1985):

… la crisis de las Empresas Públicas se originó a principios de 1970, cuando diversas


circunstancias políticas al interior del Concejo y la Administración municipales se reflejaron
adversamente en la Junta Directiva y en la Gerencia General que habían gozado de autonomía
y respeto durante los quince años anteriores. Esta se extendió durante los cinco años
siguientes [1970-1975] con graves consecuencias. Tenían las Empresas serios problemas
financieros” (López, 1995, p.73).

Fue en estas circunstancias en las que apareció la figura de Diego Calle Restrepo, para alejar a la
empresa de la influencia política, reconstruir su autonomía y posicionar la voz técnica de los
ingenieros, frente a las ambiciones de influencia del concejo y los alcaldes de turno. Lo cierto es que
esta no es la primera vez que las EPM entran en crisis, pero ahora, como entonces, se requerirá de
acciones intencionadas y de nuevos liderazgos para volver encausar a las EPM por el camino de la
autonomía y de la meritocracia. Por el momento, lo más importante es entender que la solución no
está en acabar con aquello que ha hecho a EPM diferente y exitosa (su gerencia técnica y apolítica),
sino más bien en evitar el posicionamiento de una historia que no es más que una nueva cortina de
humo para politizar excesivamente a la empresa, con todos los riesgos que esto puede conllevar.

Para cerrar este breve ensayo, es importante entender como estas intenciones de politización se
ocultan bajo cortinas de humo de transformación hiper-tecnológica (al estilo de Luis Pérez) o de
grandes proyectos de infraestructura (al estilo de Vargas Lleras). Por esto, conviene también explorar
un poco la manera como el propio Pérez se propuso transformar a las EPM y a la ciudad cuando fue
alcalde. Pérez llega a la Alcaldía de Medellín en 2001, después de haber sido Rector de la Universidad
de Antioquia y Director del ICFES. En su plan de desarrollo promete una revolución tecnológica en la
ciudad y en las EPM, muy en línea con el plan “Ciudad del Software” del actual alcalde Quintero, pero
que entonces (hace casi 20 años) pretendía transformar a Medellín en el nuevo “Silicon Valley”. Pero
los símiles no paran en el interés por la tecnología, pues entonces Pérez, como ahora Quintero, se
proponía aislar a la ciudad de la influencia de los industriales antioqueños, bajo el argumento que
EPM, en sí mismo, era el grupo económico más importante y no necesitaba de otros actores para
hacer grandes negocios alrededor de la tecnología y los servicios. Estos sueños tecnológicos de hace
20 años no fueron más que una cortina de humo de lo que era el verdadero plan de Pérez: imponer a
los políticos, doblegar a los técnicos y desterrar a los empresarios. Como era de esperarse, este plan
no dejó ningún cambio palpable en la economía de la ciudad, debido a estrategias de negocios que
eran débiles en la generación de ingresos, como se ilustra en la idea de regalar 200.000 computadores
sin considerar lo que se haría con estos aparatos. De esta época no quedó mucho en EPM, salvo
escándalos, una vajilla de 100 millones y un sindicato de profesionales formado para proteger a EPM
de la codicia del clientelismo.

Como se evidencia en estas páginas, si bien los argumentos de Germán Vargas Lleras, Luis Pérez y
Daniel Quintero, pueden ser persuasivos, pues generan una teoría sencilla, que mezcla algunos hechos
reales, con interpretaciones simplificadoras de la realidad, bajo el armazón de un discurso
modernizador, tecnológico y atractivo, que puede sonar plausible y atractivo para muchos; la realidad
es que se trata de una argumentación totalmente falaz que busca darle más legitimidad, fuerza
discursiva y libertad de acción a un grupo político en cabeza del alcalde Quintero, para continuar con
la transformación de muchas de las entidades de perfil técnico de la ciudad en entes politizados.

Bibliografía

Lopez, Marta (1995) Semblanza de Diego Calle Restrepo. Medellín: Empresas Públicas de Medellín.

Pérez, Luis. (2020) “Los resultados de la junta directiva de EPM son muy mediocres”: Luis Pérez tras
renuncia masiva en EPM”. Minuto 30, 12 de agosto. Tomado de:
https://www.minuto30.com/medellin/los-resultados-de-la-junta-directiva-de-epm-son-muy-
mediocres-luis-perez-tras-renuncia-masiva-en-epm/1107332/

Quintero, Daniel. (2020) Nueva junta de EPM “no será del grupo Antioqueño”: Alcalde de Medellín. El
Tiempo, 15 de agosto. Tomada de: https://www.eltiempo.com/colombia/medellin/alcalde-de-
medellin-daniel-quintero-habla-de-nueva-junta-de-epm-tras-renuncia-529630

Vargas Lleras, Germán. (2020) Orden en la casa. El Tiempo, 16 de agosto. Tomado de:
https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/german-vargas-lleras/orden-en-la-casa-columna-
de-german-vargas-lleras-529788

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