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HITLER Y SU PODER

Nacido en 1889 en el seno de la respetable clase media baja del pueblo


fronterizo de Braunau am Inn, en Austria, los primeros años de la vida
de Adolf Hitler no ofrecen el menor indicio de que llegaría a ser un
personaje que dejaría perplejo al mundo. Más bien se encaminaba
hacia la insignificancia y la mediocridad. Durante los primeros treinta
años de su vida fue un don nadie, pero en los restantes veintiséis años
de su existencia dejaría una huella imborrable en la historia como
dictador de Alemania e instigador de una guerra genocida que marcó el
momento más bajo en los valores de la civilización.

Pocos a su alrededor prestaron atención a los radicales puntos de vista


que ya sostenía, algunas veces en público, entre ellos la necesidad de
romper con el internacionalismo interno después de la guerra.
Algunos años más tarde escribió que la guerra fue el período más
maravilloso e inolvidable de su vida.

Hitler trabajó para el ejército en la vigilancia política rutinaria de grupos


extremistas en Múnich, lo que le llevó a entrar en contacto con el
Partido de los Trabajadores Alemanes, que acababa de surgir como uno
de tantas sectas con ideas nacionalistas y racistas. Su incorporación a
lo que pronto sería el Partido Nazi le condujo a la política activa de las
cervecerías de Múnich.
¿Cómo un personaje así pudo, aunque solo fuera durante unos cuantos años, que para sus
adversarios significaron una interminable etapa de oscuridad?
Dirigir los destinos de una de las naciones económicamente más desarrolladas y culturalmente
más avanzadas del mundo?
¿Cómo pudo convertirse Hitler durante un tiempo en el hombre más poderoso de Europa?
Ni siquiera era ciudadano alemán (hasta que se le concedió la nacionalidad alemana en 1932).
Las preguntas se responden fácil, Hitler
era un estratega que poco fallaba, poco
pero lo hacia, así fue en 1923 intento
conseguir el poder mediante un golpe de
estado, pero no salio bien, termino preso
y con la ilegalización de su partido
político Después de este duro momento,
seguía sin rendirse, iba a volver y mas
fuerte que nunca, a tal punto de que
encarcelado escribió un libro llamado “Mi
lucha”, dedicado para el pueblo Alemán
en el cual comentaba sus ideas para el
progreso de Alemania, esto fue
fundamental para el incremento de apoyo
popular hacia el y su partido.
10 años después, en 1933 fue Junto a su mandato, comenzó a
nombrado canciller (jefe de funcionar una importante
gobierno), aunque no le duro mucho herramienta del terror nazi era el
ya que un año despues, muere el Escuadrón de Protección, o las SS,
jefe de Estado (presidente), esto dió que comenzaron como una guardia
lugar a que Hitler unificase ambos especial para Adolf Hitler y otros
cargos para convertirse el en el líderes del partido. Los miembros de
nuevo presidente. Y asi es como las SS, formaban un grupo élite más
llegó al poder aprovechándose de pequeño, cuyos integrantes también
mecanismos legales y debilitando servían como policías auxiliares y
paso a paso al sistema democrático más tarde, como guardias de los
de la llamada República de Weimar campos de concentración.
El año 1936 fue, en muchos sentidos, un año
trascendental para el despliegue del poder de
Hitler. Durante los primeros meses, el régimen
afrontaba tanto una crisis en su política
económica como las previsiones acerca de un
probable incremento del paro, un declive
preocupante de su popularidad a causa de las
dificultades de aprovisionamiento, el aumento de
la actividad de la oposición comunista
clandestina, la baja de la moral partidista y, en el
frente político exterior, el relativo aislamiento de
Alemania, sin amigos ni aliados firmes.
Luego de unos meses, Hitler quería extender su
territorio y a partir de eso tuvo como primer
objetivo el derrumbamiento de Austria y
Checoslovaquia. Unas semanas después el
ejército alemán había elaborado un plan
estratégico para la ofensiva contra
Checoslovaquia.
Luego de varios acontecimientos
desafortunados como el incendio del
Reichstag y la crisis de Röhm, Hitler empezó
a perder poder. Además el líder alemán
estaba muy mal de salud y tenía los días
contados. En las últimas semanas, dentro
del búnker de Berlín, el estado mental de
Hitler era más inestable y volátil que nunca.
Su ánimo oscilaba entre momentos de
euforia, como cuando supo de la muerte de
Roosevelt y la tomó por una señal de la
Providencia que señalaba un giro de los
acontecimientos en favor de Alemania, y la
depresión más profunda, que reconocía
finalmente la inevitable derrota. Hitler no era
más que el esqueleto consumido de un
hombre hasta que se quitó la vida. Las
órdenes de Hitler no fueron discutidas por su
«corte» en el mundo irreal del búnker. Pero
en el mundo real, fuera del búnker, el poder
de Hitler había llegado a su fin.

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