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I

Resumen histórico de algunos problemas teóricos

U n a PR EG U N T A C O N TRA M PA

Partiremos de una constatación y de una pregunta. La constatación


es banal y sin embargo rara vez se plantea: los interrogantes concernien­
tes a lo que puede o no puede desvelar una teoría de los géneros parecen
turbar sobre todo a los literatos, en tanto que a los especialistas de las de­
más artes les preocupa bastante menos. N o obstante, ya se trate de la
música, de la pintura, o de otras artes, el uso de las clasificaciones gené­
ricas no se halla menos extendido en las artes no estrictamente verbales
que en el ámbito de la literatura. La diferencia tampoco podría explicar­
se en lo que respecta a la especificidad del medio verbal: la cuestión del
estatus de los géneros siempre se ha focalizado sobre los géneros literarios
y rara vez se ha planteado con relación a los géneros no literarios o a las
prácticas discursivas orales, por más que también en estos dos campos se
hayan establecido regularmente múltiples distinciones genéricas.
De hecho, las distinciones genéricas están presentes en todos nuestros
discursos relacionados con las distintas prácticas culturales: en todo mo­
mento somos capaces de distinguir una sonata de una sinfonía, una can­
ción de rock duro de una canción folk, una pieza de be-bop de una pie­
za de free jazz, un paisaje de una naturaleza muerta o de un cuadro de
historia, un cuadro figurativo de un cuadro abstracto, un ensayo filosó­
fico de un sermón o de un tratado de matemáticas, una confesión de una
polémica o de un relato, una frase ingeniosa de un chiste, una amenaza
de una promesa o de una orden, un razonamiento de una divagación, y
así sucesivamente. De ahí el interrogante: ¿por qué ha propendido el in­
terés teórico relativo a la cuestión genérica con tanta constancia histórica
hacia los géneros literarios? Responder que la identificación y la delimi­
tación de los géneros literarios plantean problemas más espinosos que
para las demás artes o para los géneros discursivos no literarios deja sin
resolver el problema: a priori no es sin duda más difícil (ni más fácil)
identificar un soneto y distinguirlo de una epopeya que identificar una
promesa y distinguirla de una amenaza, o identificar una escena de gé­
nero y distinguirla de una pintura histórica, o incluso identificar una
chacona y distinguirla de un pasacalles. Toda clasificación genérica se
basa en criterios de similitud, y el estatus lógico de estos criterios, al igual
que la relativa dificultad o facilidad de la que uno se puede servir para
establecer una distinción entre diversos objetos, no tiene por qué ser di­
ferente según los ámbitos.
La verdadera razón de la importancia otorgada por la crítica literaria
a la cuestión del estatus de las clasificaciones hay que buscarla en otro si­
6 ¿QUÉ ES UN GÉNERO LITERARIO?

tio: subyace en el hecho de que, de manera generalizada desde hace dos


siglos pero de manera más soterrada ya desde Aristóteles, la cuestión está
en saber qué es un género literario (y de paso, la de saber cuáles son los
«verdaderos» géneros literarios y sus relaciones) ya que se supone idénti­
ca a la cuestión de saber lo que es la literatura (o, antes de finales del si­
glo XVIII, la poesía). Por el contrario, en las demás artes, en música o en
pintura, por ejemplo, el problema del estatus de los géneros apenas guar­
da relación, por lo común, con el problema de saber lo que es la natura­
leza de las artes en cuestión. Y es que, en esas artes, la necesidad de dis­
tinguir entre práctica artística y práctica no artística no existe, y eso por
la pura y simple razón de que se trata de actividades intrínsecamente ar­
tísticas. Por el contrario, la literatura o la poesía constituyen ámbitos re­
gionales en el seno de un ámbito semiótico unificado más vasto, que es
el de las prácticas verbales, ya que éstas no son todas artísticas: el proble­
ma de la delimitación extensional y definicional del ámbito de la litera­
tura (o de la poesía) puede parecer, pues, crucial1. Al mismo tiempo, las
categorías genéricas, en la medida en que pretenden constituir clases tex­
tuales definidas en comprensión, van ligadas directamente al problema
de la definición de la literatura.
Todo se complica aún más desde el momento en que se insiste en
tratar la literatura al mismo nivel que las demás artes, es decir, desde el
momento en que se busca su definición en una especificidad semiótica
que le sería propia y esencial (como el sonido modulado para la músi­
ca, o incluso como el trazo y el color para la pintura), quedando unifi­
cada la clasificación genérica por ese rasgo semiótico supuestamente
universal. De ese modo la teoría genérica de Aristóteles queda unifica­
da por la especificidad semiótica de la mimesis literaria. Del mismo
modo, la tripartición hegeliana de la poesía erige la literatura en siste­
ma simbólico específico situado fuera del sistema de la lengua. Es sin
duda ese postulado lo que explica por qué Hegel, espíritu penetrante
donde los haya, sostiene que sólo la literatura posee géneros, Gattungen,
en el sentido estricto del término: de todas las artes, ella es la única que
se organiza en sistema de especificaciones internas formando una tota­
lidad orgánica. A nadie sorprenderá, por consiguiente, el hecho de que
únicamente proponga para la literatura un verdadero sistema de géne­
ros basado en sus categorías filosóficas fundamentales, en tanto que sus
clasificaciones genéricas en las demás artes resultan ampliamente empí­

1 Como nos recuerda Kate HAMBURGER (Logique des genres Littéraires, París, Éd. du
Seuil, 1 9 8 6 , p. 3 3 ), y posteriormente Gérard GENETTE (prefacio a Hamburger, op. cit.,
p. 7), fue sin duda HEGEL (Esthétique, trad. al francés de Jankélévitch, III, 2 .a parte, Pa­
rís, Aubier, p. 7 ) el primero que insistió en la dificultad de delimitación de la literatura
con respecto a las prácticas verbales no literarias; volveré a ello más adelante.
RESUMEN HISTÓRICO DE ALGUNOS I

ricas y descriptivas. Bien es verdad que el postulado de un sistema de la


literatura tan sólo parece necesario porque el propio Hegel decidió de
antemano que la literatura debía, como todas las demás artes, poseer su
propia especificidad semiótica, y dado que ésta tan sólo podía tener ca­
bida en el lenguaje como tal, resulta fatal que deba permanecer vincu­
lada a un subconjunto de prácticas del lenguaje, definido éste por una
esencia particular que neutraliza o anula la especificidad semiótica del
lenguaje como tal.
La teoría de los géneros se ha convertido de ese modo en el lugar en
que se juega la suerte del campo extensional y de la definición en la com­
prensión de la literatura: la inhallable especificidad semiótica queda «sal­
vada» gracias al relevo (la Aufbebung hegeliana) de la teoría de los géne­
ros. Y es partiendo de tal constatación como nos proponemos analizar
desde un poco más cerca cómo, desde Aristóteles a Brunetiére, pasando
por Hegel, la teoría de los géneros literarios, lejos de acercarse al hilo de
los siglos a una discusión racional de los problemas de clasificación lite­
raria, ha tendido, por el contrario, a alejarse de las indicaciones fructuo­
sas aportadas por el autor de la Poética, para no retener más que sus «im­
passes» y enredarse más y más. Tan sólo después de haber allanado así el
terreno y desechado un cierto número de evidencias engañosas podre­
mos plantearnos retomar la cuestión genérica bajo nuevos auspicios. Tal
es la única función de esta pequeña excursión histórica un tanto inso­
lente, que no pretende en modo alguno ser una historia de las teorías ge­
néricas, sino simplemente el balance, hecho sin demasiados rodeos espe­
ro, de sus (escasas) luces y de sus sombras.

L as a m b ig ü e d a d e s d e l p a d r e f u n d a d o r

Gottfried Willems sostiene que «la historia de la teoría genérica [...] no


es otra cosa que la historia del aristotelismo en la teoría de la literatura»2.
La afirmación presupone evidentemente que se pueda hablar de una teo­
ría de los géneros y, por ende, de la existencia de una misma problemáti­
ca, desde Aristóteles hasta nuestros días. ¿Qué hay de ello realmente?
Comencemos por recordar la célebre frase que abre la Poética: «H a­
blemos de la poética en sí y de sus especies, de la potencia propia de cada
una, y de cómo es preciso construir las fábulas si se quiere que la com­

2 Das konzept der literarischen Gattung, Tubinga, M ax Niemeyer Verlag, 1981,


p. 2 4 4 . Idéntica opinión mantienen W. K. WlMSATT y C. BROOKS, Literary Criti-
cisnr. A Short History, Nueva York, Alfred A. Knopf, 1 9 6 4 . Véase también A. G a ­
r r id o GALLARDO, «Una vasta paráfrasis de Aristóteles», en Teoría de los géneros lite­
rarios, Madrid, Arco Libros, 1 9 8 8 , pp. 9-27.

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